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sábado, 13 de octubre de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (DIOS HIJO III)

En el Nuevo Testamento se observa, como ya se ha dicho,  esta continuidad con el Antiguo Testamento. Cuando le preguntan a Jesús sobre el primer mandamiento contesta con estas palabras: "Escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor" (Mc 12, 29), que son una cita  expresa del libro del Deuteronomio (Deut 6, 4) y un texto fundamental del Antiguo Testamento sobre la unicidad de Dios. En el Nuevo Testamento (en adelante NT) se reafirma el monoteísmo del Antiguo Testamento (en adelante AT). Además: el Dios del que habla Jesús no sólo es único, sino que es "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Mc 12, 26); de modo que hay una clara sintonía entre los dos Testamentos. ¿En qué difieren, entonces?

La respuesta la tenemos tanto en las Palabras como en la Vida de Jesús, que no son sólo una confirmación del monoteísmo del AT (que lo son) sino, sobre todo, una PROFUNDIZACIÓN en la realidad de ese único Dios.

Al igual que en el AT, en los escritos del NT se hace repetida profesión de fe en un solo Dios, de quien todo procede y para quien son todas las cosas: "Uno solo es Dios" (1 Tim 2,5); "Aquel para quien y por quien son todas las cosas" (Heb 2, 10); "No hay más Dios que el Dios único" (1 Cor 8, 4), "un solo Dios y padre de todos" (Ef 4,6); " de quien todo procede y para quien somos nosotros" (1 Cor 8, 6); "de Él, por Él y para Él son todas las cosas" (Rom 11,36).  Y los atributos con que se describe a Dios en el NT son los mismos que en el AT: Dios es Único (Mc 12,29), Eterno (Rom 16, 26), Sabio (Rom 16, 27), Todopoderoso (Ap 4,8; Mc 14, 36), Bueno (Mc 10, 18), Santo (Jn 17, 11; 1 Pedr 1, 15) Fiel (1 Cor 1,9; 10,13; 2 Tes 3,3), Creador y Señor (Mt 11,25), Rey (1 Tim 6, 15), etc,.

Sin embargo, estos atributos divinos encuentran una expresión nueva al revelarse en el rostro de Jesucristo. De este Dios, de quien dice San Pablo que "en Él vivimos, nos movemos y existimos" (Hech 17,28); "a quien nadie ha visto jamás" (Jn 1, 18), que es "el Único que es inmortal, [y que] habita en una luz inaccesible; [y] a quien ningún hombre ha visto ni puede ver" (1 Tim 6, 16). Es de este Dios de quien nos dice San Juan, refiriéndose a Jesucristo: "el Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, ése es quien nos lo ha dado a conocer" (Jn 1,18).

Sólo así se entienden algunas expresiones utilizadas por Jesús, expresiones que, de otro modo, no tendrían ningún sentido, como cuando les dijo a los judíos: "En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán naciese, Yo soy" (Jn 8,58). Y cuando Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta" (Jn 14,8), Jesús le contesta: "Felipe, tanto tiempo como llevo con vosotros, ¿y aún no me has conocido? EL QUE ME VE A MÍ, VE AL PADRE" (Jn 14,9).

El modo en que Jesús llama Padre a Dios no es aplicable a ninguna persona humana, pues refiriéndose a Sí mismo dice: "Todo me lo ha entregado mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y nadie conoce quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo" (Lc 10,22). La relación filial de Jesús con su Padre se encuentra a un nivel distinto y superior del que tienen los demás hombres con Dios. "En esto se manifestó entre nosotros el Amor de Dios: en que DIOS ENVIÓ A SU HIJO UNIGÉNITO al mundo para que recibiéramos por Él la Vida" (1Jn 4,9). Jesús nunca usó la expresión "nuestro Padre", poniendo su filiación al Padre al mismo nivel que la nuestra, sino que, dirigiéndose a nosotros, habló de "vuestro Padre": "¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se lo pidan?" (Mt 7, 11). Una distinción que expresa, aún más claramente, cuando dice:"Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Jn 20, 17).

Por otra parte, Jesús no se limita a llamar Padre a Dios, sino que afirma ser una misma cosa con Él: "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10,30) . "El Padre está en Mí, y Yo estoy en el Padre" (Jn 10,38). Además, al igual que "Dios [el Padre] es luz y no hay tiniebla alguna en Él" (1 Jn 1,5), también el Hijo es luz, como el Padre: "Yo soy la luz del mundo" (Jn 8,12). "Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que cree en Mí no quede en tinieblas" (Jn 1, 46). 

Dios se nos ha ido revelando paulatinamente a lo largo de la historia de un modo más o menos velado hasta la venida de Jesucristo: "Muchas veces y de diversos modos habló Dios a los padres en otro tiempo por medio de los profetas; últimamente, en estos días, nos ha hablado por su Hijo, a quien ha constituido heredero de todo, por quien hizo también el mundo" (Heb 1, 1-3). O también: "Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo" (Gal 4, 4).

En todos estos pasajes queda claro, con una claridad meridiana, que Dios se revela plenamente, a Sí Mismo, en su Hijo,  "resplandor de su gloria e impronta de su sustancia" (Heb 1, 3).  Jesús mismo nos lo dice: "Quien me ve a Mí, ve al que me ha enviado" (Jn 12, 45).  En verdad, podemos decir, con San Pablo, aquello de que "ni ojo vio ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que preparó Dios para los que le aman" (1Cor 2,9), y es que "Dios nos ha dado la vida eterna, y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo de Dios tiene la Vida; quien no tiene al Hijo tampoco tiene la Vida (1 Jn 5, 11-12)Para el NT toda la verdad de Dios se condensa en Jesús, quien dice de Sí mismo que "es el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).

Y, sin embargo, no todos aceptarán esta verdad; sólo  aquéllos a los que se refería Jesús cuando dijo: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien" (Mt 11, 25-26)
(Continuará)

domingo, 16 de septiembre de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (DIOS HIJO II)

Son muchos los pasajes del Evangelio (tanto de los sinópticos como de San Juan) y del Nuevo Testamento, en los que se pone de manifiesto esta realidad de que la venimos hablando. Y es que Dios, el verdadero Dios, el Único, se ha manifestado al mundo en la Persona de su Hijo, Jesús "nacido de mujer, nacido bajo la Ley" (Gal 4, 4); desde luego Dios supera, con mucho, todo cuanto podamos pensar acerca de Él, pues como dice el profeta Isaías "sus pensamientos no son nuestros pensamientos" (Is 55,8).

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, y continuando con nuestra línea de investigación, podemos concluir, a la vista de todas las perfecciones divinas encontradas, que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios que es Amor, aunque esta definición, así de rotunda,  no se encuentra en el Antiguo Testamento, como tal; será la que dará el apóstol San Juan (1 Jn 3,3).

Si nos fijamos, cuando Jesús fue preguntado por un doctor de la ley: "Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la Ley?" (Mt 22,36) la respuesta que le dio es una cita textual de un versículo del Deuteronomio: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (Mt 22, 37; Dt 6,5). Y aún le contesta más, aunque no se lo hubiera preguntado, citando otro versículo del Levítico: "El segundo es semejante al primero: "Amarás a tu prójimo como a tí mismo" " (Mt 22, 39; Lev 19, 18). Y añade: "De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas" (Mt 22,40). Esta idea es esencial para poder entender el mensaje de Jesús quien dijo, además, para que no hubiera lugar a dudas acerca de su misión: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirla, sino a darle cumplimiento" (Mt 5, 17).

Jesús cumplía la Ley desde muy pequeño: José y María, "cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor, regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret" (Lc 2, 39). Y el niño Jesús iba con ellos. "Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y cuando [Jesús] tuvo doce años, subieron a la fiesta, como era costumbre" (Lc 2, 41-42)

Una Ley que seguiría cumpliendo durante toda su vida pública. Siempre que le preguntan, o siempre que actúa, tiene en cuenta la Ley: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees tú?" (Lc 10,26). Y aun cuando Él, que es Señor, no está realmente obligado a pagar los impuestos, "cuando los recaudadores del tributo se acercaron a Pedro y le dijeron: "¿No paga vuestro Maestro la didracma?" respondió Pedro: "Sí" (Mt 17, 24-25)...Jesús le dijo a Pedro: "Vete al mar, echa el anzuelo y el primer pez que pique sujétalo; ábrele la boca y encontrarás un estáter; lo tomas y lo das por mí y por tí" (Mt 17,27).

Cuando Jesús llegó al Jordán para ser bautizado por Juan, éste quería impedírselo, pero Jesús le respondió: "Déjame hacer ahora, pues así es como debemos nosotros cumplir toda justicia" (Mt 4,15).  Y entonces le dejó hacer. Los ejemplos se podrían multiplicar. En todos ellos se pone de manifiesto que Jesús actúa en todo como uno de nosotros, pues es realmente uno de nosotros: es verdadero hombre: "¿No es éste el hijo de José?" (Lc 4,22). Y así es: Jesús pasaba ante todos como "el hijo del carpintero", como un hombre más. Todo esto es cierto.

Y, sin embargo, algo había en Él de extraordinario que lo hacía diferente de los demás hombres; algo que Él manifestaba cuando lo consideraba oportuno. Por ejemplo, cuando Jesús comenzó su vida pública y "entró en la sinagoga el sábado y se levantó para leer... y le entregaron el libro del profeta Isaías, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para anunciar la redención a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para promulgar el año de gracia del Señor. (Lc 4, 16-19). [Esta cita se encuentra en Is 61, 1-2. Hace referencia al Mesías que los judíos esperaban]. Pues bien, cuando todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él, Jesús les dijo: "Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír" (Lc 4, 21). Como si dijera: el Mesías que esperáis lo tenéis delante de vosotros.

Cuando Juan el Bautista, el Precursor, que estaba en prisión, en un momento de oscuridad, envió a dos de sus discípulos a preguntarle a Jesús si era Él el que había de venir, es decir, si era Él el Mesías o tenían que esperar a otro, Jesús les respondió: "Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados; y bienaventurado quien no se escandalice de Mí" (Lc 7, 22-23).

En otra ocasión, cuando Jesús se quedó dormido en una barca (de agotamiento, pues era un hombre como nosotros y se cansaba) acompañado por sus discípulos, y se levantó una tormenta que hacía zozobrar la barca, éstos se asustaron y lo despertaron. Jesús les echó en cara su poca fe. Y a continuación "increpó a los vientos y al mar y se produjo una gran calma. Admirados, decían aquellos hombres: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?" (Mt 8, 26-27).

Como vemos, los ejemplos son innumerables, tanto en lo que hacía ["Al atardecer le trajeron muchos endemoniados, y expulsaba a los espíritus con su palabra y curó a todos los que se hallaban enfermos" (Mt 8, 16)]como en lo que decía:["La muchedumbre quedaba admirada de su doctrina, pues les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas" (Mt 8, 29)]. Su palabra era tal que se decían los judíos unos a otros: "¿Qué palabra es ésta que, con potestad y fuerza manda a los espíritus inmundos y salen? (Lc 4,36).

El ministerio de Jesús, como vemos, fue acompañado de grandes prodigios y señales, signos todos ellos de la divinidad de Jesucristo, pues ¿quién ha resucitado jamás a un muerto?  ¿Quién ha podido decir de sí mismo, con verdad, las palabras que pronunció Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).? Sólo hay un modo de explicarlo. Y es admitiendo que Jesús es verdadero Dios: el Único, pues no hay otro

Y, sin embargo, siendo esto así, como lo es, "aunque había hecho  tan grandes señales delante de ellos, no creían en Él" (Jn 12, 37). Y no sólo eso: fue precisamente cuando Jesús resucitó a su amigo Lázaro,  el momento en el que los príncipes de los sacerdotes y los fariseos se reunieron en consejo y "desde aquel día decidieron darle muerte" (Jn 11, 53). Es difícil de asimilar, pero así es como ocurrió. Dice el apóstol Marcos que el mismo Jesús, considerando la actitud de los judíos con relación a Él,  "se asombraba de su incredulidad" (Mc 6, 6), como no podía ser de otra manera, porque verdaderamente es como para asombrarse de esta cerrazón de los judíos, aunque es preciso matizar, en el sentido de que estas palabras de Jesús no se aplicaban a todos, ya que  "muchos judíos... al ver lo que [Jesús] hizo, creyeron en Él" (Jn 11, 45); y hubo, además, "muchos de los jefes [que] creyeron en Él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga, pues amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios" (Jn 12, 42-43).
(Continuará)

lunes, 10 de septiembre de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (DIOS HIJO I)

Recordemos que lo que da fuerza y unidad al Antiguo Testamento es la afirmación de que Dios es el fundamento de toda la creación. Todo cuanto existe fuera de Él no subsiste sino por su Voluntad.  Curiosamente, este Dios, que no tiene comienzo ni fin, que ha creado el mundo y que no puede confundirse con él, se revela a Israel, por propia iniciativa, interviniendo en la historia y estableciendo con este pueblo una Alianza: el pueblo de Israel debe su existencia a la libre elección divina; esta elección divina es, precisamente, la que distingue la religión de Israel de la religión natural (o Teodicea). Y el principal dilema y el centro de la historia bíblica es la aceptación o el rechazo de la relación con Dios por parte del hombre. 

Dicho de otro modo: el Dios de la Alianza influye en la historia. No sólo se cree en Dios como una verdad teorética sino que, sobre todo, se confía en Él como fuerza providente y se cree (con seguridad absoluta) que Él salvará a su pueblo y a todos los hombres, porque su Palabra es omnipotente y creadora: "Dijo Dios: haya luz. Y hubo luz" (Gen 1,3). Dios es Alguien de quien puede uno fiarse siempre. Su Palabra es eficaz: "La Palabra que sale de mi boca no volverá a Mí de vacío, sino que hará lo que Yo quiero, y realizará la misión que le haya confiado" (Is 55,11)

La Biblia va narrando la intervención de Dios en la historia y va señalando los atributos divinos que se revelan en esas actuaciones : Dios es  Uno y no hay otro fuera de Él; ha creado todo cuanto existe; es Eterno, Inmutable,  Inmenso y Todopoderoso. Infinitamente Sabio y Rey del Universo; Presente en todas partes. Es la Verdad, la Bondad y la Belleza, la suma Perfección, la Vida misma. Y no se desentiende de sus criaturas: Providente,  Supremo Legislador, Justo y Misericordioso; es nuestro Salvador y nos ama: somos importantes para Él, cada uno, de un modo personal, singularísimo y único. Sumamente respetuoso con la libertad que nos ha dado (libertad real), espera una respuesta amorosa por nuestra parte.

Conviene no olvidar que todos estos atributos divinos de los que habla la Sagrada Escritura son realmente idénticos a la esencia divina (Dios no sólo es bueno, es la Bondad; no solo es bello, es la Belleza; etc.); y, además, dada la simplicidad divina, son idénticos entre sí: la verdad de Dios es su fidelidad, su bondad, su justicia y su misericordia. Todas las perfecciones que vemos en Dios se identifican realmente con Dios.

Ahora bien: el hombre sólo posee un conocimiento analógico de Dios: "por la grandeza y hermosura de las criaturas, se puede contemplar, por analogía, al que las engendró" (Sab 13,5). De modo que no tiene otro camino para hablar de cómo es Dios si no es enumerando sus perfecciones y usando conceptos humanos limitados; perfecciones que, así concebidas, no pueden ser idénticas al ser divino, ni en nuestro pensamiento ni en su significado objetivo. De ahí la importancia de respetar la ley de la analogía para no convertir los atributos divinos en fórmulas que pretendan explicar qué cosa es Dios. Por ejemplo: es legítimo decir que Dios es infinito, pero la realidad infinita de Dios no es la misma infinitud de los números; y así con todas las demás perfecciones. Dice Santo Tomás de Aquino que de Dios "no podemos saber lo que es, sino más bien lo que no es". (Las ideas expuestas en algunos de los apartados anteriores han sido sacadas del libro Dios Uno y Trino, de Lucas F. Mateo-Seco, págs 67 y 68; en adelante, op. cit)

Pues bien: la Revelación que Dios hace de Sí Mismo tiene un carácter progresivo, al igual que lo tiene la historia de la salvación. Aunque los atributos con que se describe a Dios en el Nuevo Testamento son los mismos con que lo hemos visto descrito en el Antiguo, el Nuevo Testamento va mucho más allá de una simple evolución o desarrollo del concepto de Dios que tienen los judíos. Implica una novedad radical que supera infinitamente todas las revelaciones anteriores, como pronto veremos: "En diversos momentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos días nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien instituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también el universo" ( Heb 1, 1-2). Y estas otras: "Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley..." (Gal 4, 4)

Estamos ya situados en el Nuevo Testamento y estas palabras del apóstol San Pablo a los hebreos se refieren a Jesús, el hijo de María. Y no se trata de un Dios nuevo. Hay una continuidad, aunque también una novedad radical, como ya se ha dicho, en la que ahondaremos más adelante. Cuando en el Nuevo Testamento se habla de Dios, se está pensando en Yavéh, es decir, en el Dios único y Creador, bendito por los siglos, que se manifestó a Moisés y que habló por medio de los profetas: "Desde la creación del mundo las perfecciones invisibles de Dios -su eterno poder y su divinidad- se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas" (Rom 1, 20). Véase el parecido con el versículo citado más arriba del libro de la Sabiduría (Sab 13, 5).

Cuando Jesús habla de su Padre, y lo hace en infinidad de ocasiones, como veremos, se refiere siempre al Dios en quien Israel cree y adora, es decir, " el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Mt 22, 32), un Dios al que se dirige de un modo tal que nadie lo había hecho hasta entonces: "Abba, Padre, todo te es posible..." (Mc 14,36), pues abba puede traducirse como "papaíto", indica una profunda intimidad. Leemos en los Hechos de los apóstoles: "El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús" (Hch 3,13). El concepto de Hijo de Dios, aplicado a Jesús, tiene un profundo significado, que iremos desgranando.
 (Continuará)

sábado, 1 de septiembre de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (DIOS PADRE IV)

Es nuestro Padre: "Tú, Señor, eres nuestro Padre, nuestro Redentor" (Is 63, 16). "Vendrán con llantos, los guiaré entre súplicas, los conduciré a corrientes de agua por camino llano, sin tropiezo, porque YO SOY PADRE para Israel y Efraím es mi primogénito" (Jer 31,9). "Que aprendan, Señor, tus amados HIJOS, que no son los diversos frutos lo que alimenta al hombre, sino que es tu Palabra la que mantiene a los que creen en Tí" (Sab 16, 26). Y actúa como corresponde a un buen padre: "Hijo mío, no rechaces la instrucción del Señor, ni te canses de sus reprensiones, porque el Señor reprende a quien ama, COMO UN PADRE a su hijo amado (Prov 3, 11-12).

Y nos ama: Somos importantes para Dios y tiene cuidado de cada uno de nosotros, como si cada uno fuese el único. Estas son sus palabras:  "No temas, que te he redimido y te he llamado por tu nombre: tú eres mío" (Is 43,1).  "Eres precioso a mis ojos... y te amo... No temas, que Yo estoy contigo" (Is 43, 4-5). "El Señor me llamó desde el seno materno, desde las entrañas de mi madre pronunció mi nombre "(Is 49,5). "Con amor eterno te amo, por eso te mantengo mi gracia-dice el Señor" (Jer 31,3). 

Su amor supera infinitamente al que nos pueden dar nuestros padres según la carne, como así se dice expresamente en la Biblia: "Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recogerá"(Sal 27, 10). "¿Puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré!" (Is 49, 15). Y le preocupan nuestras penas, y nos consuela con un amor indescriptiblemente superior al que podría venirnos de la mejor de las madres: "Como alguien a quien su madre consuela, así Yo os consolaré" (Is 66,13)

Aunque aún hay más. Su Amor hacia nosotros, hacia cada uno, es realmente enamoramiento. Así se desprende de las siguientes expresiones bíblicas, que aunque van, en principio, dirigidas a los habitantes del pueblo de Israel, pueden considerarse dirigidas hacia todos los hombres. El profeta Isaías, refiriéndose al Mesías, el Ungido de Dios, así lo expresa: "Te he puesto para ser luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los extremos de la tierra" (Is 49,6). De todos modos esto se entenderá mejor a la luz del Nuevo Testamento. 

Pero sigamos leyendo lo que dice la Sagrada Escritura acerca del amor privilegiado de Dios por su pueblo: "El Señor se ha prendado de vosotros y os ha elegido, no porque seáis el pueblo más grande todos los pueblos, puesto que sois el más pequeño, sino que ha sido por el amor del Señor y por su fidelidad a la promesa que hizo a vuestros padres". (Det 7, 7-8) . Y de una manera íntima y personal a cada uno, como si cada uno fuese el único que existe para Él; así nos ama Dios: "Como se alegra el novio con la novia, se deleitará en tí el Señor" (Is 62, 5). "Como azucena entre espinas, así es mi amada entre las muchachas" (Ca 2,2).

Lo más curioso de todo, y lo más incomprensible, algo que sólo podremos comprender con la llegada de Jesús, y siempre que tengamos su gracia, es que también Él (¡Dios!) necesita de mi amor: "¡Levántate, ven, amada mía, hermosa mía, vente!" (Ca 2, 13). "Paloma mía, en los huecos de las peñas, en los escondites de los riscos, muéstrame tu cara, hazme escuchar tu voz: porque tu voz es dulce y tu cara muy bella" (Ca 2, 14). Así es Dios, así se manifiesta ya en el Antiguo Testamento. Esto no se comprenderá en profundidad hasta la venida de Jesucristo. Y es que (no debemos olvidarlo cuando pensemos en Dios):  "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos" (Is 55, 8). Así lo dice el Señor.
(Continuará)

domingo, 26 de agosto de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (DIOS PADRE III)

Es el Supremo Legislador:"Prestadme atención, pueblo mío, nación mía, prestadme oídos, porque de Mí saldrá la Ley, y estableceré mi derecho para luz de los pueblos". (Is 51,4)."Dichoso el hombre que... se complace en la ley del Señor, y noche y día medita en su ley" (Sal 1, 2).

Todo el salmo 119 es una maravilla con respecto a la importancia de la Ley del Señor y a la felicidad del justo. "Dichosos los que caminan en la Ley del Señor. Dichosos los que guardan sus preceptos y le buscan de todo corazón" (Sal 119, 1-2)

Y así en múltiples versículos entresacados del Antiguo Testamento: "Dichoso el hombre a quien Tú enseñas, Señor, al que le instruyes en tu Ley" (Sal 94, 12) "Los que aman al Señor siguen sus caminos... y quedan llenos de su Ley" (Eclo 2, 18-19) "El que camina según mis preceptos y observa mis normas, obrando con verdad, ése es justo y vivirá" (Ez 18, 9).  "Yo soy el Señor, tu Dios, que te enseña para tu bien, que te guía por el camino que has de seguir" (Is 48, 17)."Guarda las disposiciones del Señor, tu Dios, caminando por sus sendas, cumpliendo sus leyes y sus mandamientos, sus normas y sus juicios, tal como están escritos en la Ley de Moisés, para que tengas éxito en todo lo que hagas y en cualquier parte adonde te dirijas". (1 Re 2, 3)

Es un juez justo: Da a cada uno aquello que le corresponde: "Yo, el Señor, escudriño el corazón, examino las entrañas, para retribuir a cada uno según su conducta, según el fruto de sus obras" (Jer 17, 10). "Sólo de Dios es el juicio" (Sal 75, 8). "Levántate, oh Dios. Juzga la tierra, porque Tú eres el Señor de todas las naciones". (Sal 82, 8)."Él juzga a los pueblos con rectitud" (Sal 96,10) "El Señor es justo y ama la justicia; los rectos verán su rostro" (Sal 11,7):"Tú eres justo, Señor; tus juicios son rectos".(Sal 119,137). "El Señor es justo en todos sus caminos, misericordioso en todas sus acciones" (Sal 145, 17)

Perdona nuestros pecados:  Dije: "Confesaré mis culpas al Señor". Y Tú perdonaste mi culpa y mi pecado" (Sal 32,5) . "El Señor no nos trata según nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas" (Sal 103, 11)." Como se apiada un padre de sus hijos, así el Señor tiene piedad de los que le temen. Pues Él conoce de qué estamos hechos, recuerda que somos polvo" (Sal 103, 13-14).

Todo el salmo 51 es una súplica de purificación del pecado y de renovación del corazón:  "Contra Tí, contra Tí sólo he pecado, y he hecho lo que es malo a tus ojos. Por eso has sido justo en tu sentencia..." (Sal 51, 6). "En culpa nací y en pecado me concibió mi madre" (Sal 51, 7). "Lávame y quedaré más blanco que la nieve" (Sal 51,9) "...Borra todas mis culpas. Crea en mí, Dios mío, un corazón puro" (Sal 51, 11-12). Ciertamente, el Señor, y sólo Él, puede hacerlo: "Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarán blancos como la nieve" (Is 1, 18). "Yo soy quien borra tus delitos por Mí mismo, y no recordaré tus pecados" (Is 43, 25) "... Volveos a Mí y seréis salvos, confines todos de la Tierra. Pues Yo soy Dios y nadie más". (Is 45, 22)

Cuando el Señor perdona, es un perdón real. A todos los efectos es como si no se hubiera cometido: "Si el impío se convierte de todos los pecados que cometió, guarda todos mis preceptos y obra justicia y derecho, ciertamente vivirá, no morirá. No le será recordado ninguno de los delitos que cometió. Vivirá por la justicia que ha practicado" (Ez 18, 21-22). "No quiero la muerte del impío, sino que se convierta de su camino y viva. Convertíos, convertíos de vuestros malos caminos" (Ez 33, 11) "¡Conviérteme y me convertiré!, que Tú eres el Señor, mi Dios. Pues después de extraviarme, me he arrepentido, después de darme cuenta, me golpeé el pecho". (Jer 31, 18-19)

Respeta nuestra libertad,  no se nos impone por la fuerza: "Así habla el Señor: Yo pongo ante vosotros el camino de la vida y el camino de la muerte" (Jer 21,8)."Él ha puesto ante tí fuego y agua; adonde quieras extenderás tu mano. Ante los hombres están la vida y la muerte, el bien y el mal; a cada uno se le dará lo que le plazca" (Eclo 15, 17-18).

Sin embargo, elegimos muchas veces, para nuestra desgracia, el alejarnos del Señor:  "Me dieron la espalda en vez de la cara. Aunque Yo los adoctrinaba sin cesar, ellos no quisieron escuchar para no aceptar la instrucción" (Jer 32,33) "... os habéis apartado de mis preceptos, no los habéis guardado" (Mal 3, 7).

Pero no todo está perdido. De nosotros depende, porque así Él lo ha establecido: "Me invocaréis, vendréis a rezarme y Yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis, si me buscáis de todo corazón. Me dejaré encontrar de vosotros..." (Jer 29, 12-14). "Volveos a Mí y Yo me volveré a vosotros (Mal 3, 7) "... Convertíos y vivid" (Ez 18, 31-32) "... Buscad al Señor mientras se le puede encontrar. Invocarle mientras está cerca. Que el impío deje su camino y el hombre inicuo sus pensamientos; que se convierta al Señor y el Señor se compadecerá de él, porque nuestro Dios es pródigo en perdonar" (Is 55, 6-7)

Es más: cuando nos encontramos abatidos y pensamos que es imposible el cambio y que estamos perdidos, su voz resuena en nuestros oídos y llega hasta nuestro corazón: "No temas, que Yo estoy contigo; no desmayes, que Yo soy tu Dios. Te daré fuerzas, te socorreré, te sostendré con mi diestra vigorosa" (Is 41, 10).Por eso dice el salmista:  "Cuando en mi interior se prodigan inquietudes, tus consuelos solazan mi alma" (Sal 94, 19). Y es que el Señor...

Es misericordioso: "Cuando pienso: "mi pie vacila", tu misericordia, Señor, me sostiene" (Sal 94, 18)."No rechaza para siempre el Señor, porque si aflige, luego se apiada según la riqueza de su misericordia; porque no se goza en humillar ni en afligir a los hijos del hombre" (Lam 3, 32-33)."Qué preciosa es tu misericordia, oh Dios. A la sombra de tus alas se refugian los hijos de Adán". (Sal 36,8). "El Señor es bueno con todos, y su misericordia se extiende a todas sus obras" (Sal 145, 9). "El Señor es paciente  con los hombres y derrama sobre ellos su misericordia" (Ec 18,9). " Su misericordia es eterna" (Sal 136).

" La ternura del Señor no se acaba ni se agota su misericordia" (Lam 3,22). Y llega a extremos conmovedores e incomprensibles, porque verdaderamente le importamos: "Yo mismo buscaré mi rebaño y lo apacentaré" (Ez 34,11). "Yo mismo pastorearé mis ovejas y las haré descansar, dice el Señor Dios. Buscaré a la perdida, haré volver a la descriada, a la que esté herida la vendaré, y curaré a la enferma. Tendré cuidado de la bien nutrida y de la fuerte. Las pastorearé con rectitud". (Ez 34, 15-16). Por eso nos atrevemos a decirle: "Que tu misericordia, Señor, esté sobre nosotros, que hemos puesto en Tí nuestra esperanza" (Sal 32, 22). 
(Continuará)

martes, 21 de agosto de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (DIOS PADRE II)

Estamos sacando citas bíblicas en las que se ponen de manifiesto varios de los atributos divinos. Debemos de tener en cuenta que la distinción que hacemos entre la esencia de Dios y sus atributos y la de los diversos atributos entre sí es sólo "virtual" y no es óbice para la absoluta simplicidad de Dios, puesto que cada atributo no designa una parte de la esencia divina, sino toda ella, aunque desde diversos puntos de vista. Dicho lo cual, continuamos con el método utilizado de tomar como referencia las citas del Antiguo Testamento para conocer algunos de los rasgos que nos sirven para conocer un poco cómo es este Dios del que pende toda nuestra existencia.


Hemos hablado ya de Dios como Uno, Creador, Eterno, Salvador y Providente. Veamos ahora algunos aspectos más acerca de Dios, sin olvidar su simplicidad (Usamos el término Dios y Señor como sinónimo de Yahvé):

Dios es inmenso: "Si el cielo y los cielos de los cielos no pueden contenerte ¡cuánto menos este Templo que yo he edificado !" (1Re 8, 27). "Grande es nuestro Señor, de inmenso poder, su inteligencia no tiene límite" (Sal 148, 5) "Él es el más grande, por encima de todas sus obras" (Eclo 43, 30)

Es omnipotente: "Todo cuanto quiere el Señor lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en los abismos" (Sal 135, 6). "Por la palabra del Señor existen sus obras y, según su voluntad, se realizó lo que Él tenía decidido" (Eclo 42,15)." Su poder es maravilloso... su majestad es admirable" (Eclo 43, 31.32) "Él es Único antes de los siglos y por los siglos" (Eclo 42,21). "Por su palabra todo se mantiene en su sitio. Mucho habríamos de decir y no acabaríamos nunca...: "¡Él lo es todo!" (Eclo 43, 28-29). La misericordia de Dios no es una mera manifestación de su bondad y de su amor, sino que al mismo tiempo es señal del poder y de la majestad de Dios: " te apiadas de todos, porque todo lo puedes" (Sab 11, 23)

Es perfecto: encierra en sí las perfecciones de todas las criaturas:... "¿Quién podrá proclamar su grandeza, cómo es Él?... De sus obras sólo contemplamos unas pocas". (Eclo 43, 36)

Lo ve todo: "Las obras de toda carne le están presentes y nada está oculto a sus ojos. Su mirada abarca todos los siglos, y nada es asombroso para Él" (Eclo 39, 24-25) "El Señor mira desde los cielos, ve a todos los hijos de Adán. Desde el lugar de su morada observa a todos los habitantes de la tierra ". (Sal 33, 13-14) "¿Podrá esconderse alguien en escondrijos sin que Yo lo vea? ¿No lleno Yo los cielos y la tierra?" (Jer 22, 23-24) Él contempla hasta los confines de la tierra y ve todo lo que existe bajo el cielo (Job 28, 24)

Es Sabio: "Él modela el corazón de cada uno, conoce a fondo todas sus acciones" (Sal 33, 15) El Saber de Dios nos sobrepasa: "Misterioso es para mí este saber; demasiado elevado, no puedo alcanzarlo" (Sal 139,6) y toda sabiduría tiene en Él su origen: "Toda sabiduría procede del Señor y está eternamente con Él" (Eclo 1,1). "La sabiduría es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la acción de Dios e imagen de su bondad". (Sab 7, 26). "Él escruta el abismo y el corazón de los hombres y penetra todos los secretos" (Eclo 42, 18). "No se le escapa ningún pensamiento, ni una sola palabra le es desconocida" (Eclo 42,20). " de lejos te das cuenta de todos mis pensamientos... conoces todos mis caminos"  (Sal 139, 2.3). " ¡Dios eterno, que conoces lo que está oculto, que sabes todo antes de que suceda...!" (Dan 13, 42).

Es inmutable: "Yo, el Señor, no cambio" (Mal 3, 6). Los cielos y la tierra son obra de tus manos. Ellos perecerán pero Tú permaneces; todos ellos, como ropa, se gastarán... pero TÚ ERES EL MISMO y tus años no tienen fin (Sal 102, 27-28).  [La sabiduría], aun siendo una, todo lo puede; y, sin cambiar en nada, todo lo renueva (Sab 7, 27).

Es Omnipresente (está presente en todas partes): " ¿Adónde podría alejarme de tu espíritu? ¿Adónde huir de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú ; si bajo hasta los abismos, allí te encuentras" (Sal 139, 7-8) " Señor mío, todas mis ansias te son presentes, no se te oculta mi gemido"(Sal 36, 10)."

Es Rey: "Dios es el Rey de toda la tierra... reina sobre todas las naciones" (Sal 47, 8.9). "Del Señor es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que lo habitan" (Sal 24, 1). "Todos los pueblos contemplan su gloria" (Sal 97,6). "El Señor reina. Vestido está de majestad" (Sal 93,1). "¡Él es el Rey de la Gloria!" (Sal 24, 10)  "Rey poderoso, que ama el derecho...[y que] ha establecido las cosas que son rectas" (Sal 98,4)... "El Señor reina por siempre jamás" (Ex 15,18). "...Es Rey Eterno" (Je 10:10).

Es Bello (es la Belleza misma), origen de toda belleza: "Por la grandeza y hermosura de las criaturas se puede contemplar, por analogía, al que las engendró"(Sab 13, 5). "La sabiduría de Dios [que se identifica con Dios mismo] es más bella que el Sol y que todas las constelaciones"(Sab 7, 29) Majestad y hermosura están en su presencia, potestad y esplendor en su Santuario (Sal 96, 6).

Es Fiel y Veraz (es la Verdad misma). En el Antiguo Testamento verdad y fidelidad aparecen con significados prácticamente idénticos. Yahvé es el que es fiel y veraz, el que cumple siempre lo que ha prometido. Toda su manera de obrar se inspira en la fidelidad a sus promesas:  "Misericordia y Verdad son todos tus caminos" (Tob 3,2). "La fidelidad [verdad] del Señor permanece para siempre" (Sal 117,2) "El Señor es fiel en todas sus palabras y piadoso en todas sus obras" (Sal 145, 14). Por eso " el justo aborrece la palabra mentirosa" (Prov 13, 5) y "El Señor está cerca de los que lo invocan, de cuantos le invocan de verdad" (Sal 145, 18).

Es la Vida misma (es el Viviente por antonomasia; Él está vivo, no hay vida fuera de Él): "En Tí está la fuente de la vida, en tu Luz vemos la luz" (Sal 36, 10). La Sagrada Escritura habla con frecuencia del Dios vivo y de la vida de Dios, con afirmaciones como ésta en las que Él mismo jura por su vida : "Tan verdad como que yo vivo...";  "Vivo Yo..." ;(Nu 14,21); "¡Por mi vida-oráculo del Rey, cuyo Nombre es el Señor...-" (Jer 46, 18)El pueblo de Israel también jura por Dios: "Tan verdad como que Yahvé vive..." En fin, se presenta siempre como Aquel que vive: "... hemos oído la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego" (De 5, 26). "... el ejército del Dios vivo" (1 Sam 17,26). "...desafiar al Dios vivo..." (2 Re 19,4). "Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo" (Sal 42, 3); "...es Dios vivo..." (Je 10:10); "..., Señor, amigo de la vida" (Sab 11, 26)

Es Bueno (es la Bondad misma): "¡Todas las obras del Señor son muy buenas. Todos sus mandatos se cumplen a su tiempo. No hay que decir: ¿Qué es esto? ¿Por qué aquello? Todo se descubrirá a su debido tiempo" (Ec 39, 21). "Estoy seguro de ver la bondad del Señor en la tierra de los vivos" (Sal 27, 13). "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Dan 3, 86) "Señor, tu bondad alcanza hasta los cielos, tu fidelidad hasta las nubes" (Sal 36,6) "Tú, Dios nuestro, eres bueno y fiel, muy paciente y gobiernas todo con misericordia" (Sab 15, 1) "Alabad al Señor, porque el Señor es bueno... es amable" (Sal 135, 3) "Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida" (Sal 23, 6)
(Continuará)

viernes, 17 de agosto de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (DIOS PADRE I)

¿Cómo aparece Dios en el Antiguo Testamento?. La Biblia es muy extensa y hay infinidad de citas, de modo que haré selección de sólo unas cuantas que pienso que son más que suficientes para darnos a conocer cómo es realmente ese Dios que se nos revela en el Antiguo Testamento y que, como veremos, es el mismo Dios del Nuevo Testamento.

En primer lugar, como queda dicho, Dios es Uno: "Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno" (Dt 6, 4). Recordemos algunas citas más en este sentido: "Así dice el Señor, Rey de Israel: Yo soy el primero y el último, y no hay otro Dios fuera de mí" (Is 44,6). "Yo soy el Señor, y no hay ningún otro. Fuera de mí no hay dios" (Is 45, 5). "Así dice el Señor, el creador de los Cielos, el mismo Dios, el que formó la tierra y la hizo: Yo soy el Señor y no hay otro" (Is 45, 18).

Esta afirmación que hace de Sí Mismo es un mandato para nosotros: Dios es Salvador. "No tendrás más Dios que a mí" (Dt 5,7) . "Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra: no hay otro" (Dt 4,39). "Yo soy el Señor, tu Dios, y no has de reconocer a dios alguno, sino a Mí. Fuera de Mí no hay salvador" (Os 13,4). "No os hagáis ídolos ni imágenes, ni levantéis estelas, ni pongáis en vuestra tierra piedras esculpidas para adorarlas, porque Yo soy el Señor, vuestro Dios" (Lev 26, 1)

Dios es Creador: "Al principio creó Dios el Cielo y la Tierra" (Gen 1, 1). "Por la Palabra del Señor fueron hechos los cielos" (Sal 33,6). "El Señor es el Dios eterno, el Creador de los confines de la Tierra, que no se cansa ni se fatiga; su discernimiento es insondable" (Is 40, 28)."El Eterno creó el Universo entero" (Eclo 18, 1). "Él hizo la Tierra con su poder, cimentó el orbe con su sabiduría, y extendió los cielos con su inteligencia" (Jr 10, 12). "¡Qué numerosas son tus obras, Señor! Todas las hiciste con sabiduría. Llena está la tierra de tus criaturas" (Sal 104, 20). Su obra maestra fue la creación del ser humano: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó" (Gen 1, 27)."El Señor creó al hombre de la tierra, lo hizo según su imagen (Eclo 17,1)

Dios es Eterno: "Antes de que sucedieran las cosas, allí estaba Yo" (Is 48, 16)."Antes de que fueran engendrados los montes y la tierra y el orbe fuesen formados, desde siempre y para siempre, Tú eres Dios" (Sal 90,2). "El Señor reina por siempre jamás" (Ex 15, 18)  "Dios es grande, no podemos abarcarlo, son incontables sus años" (Job 36,26). "Éste es Dios, nuestro Dios por siempre, sin fin. El nos guía eternamente" (Sal 48,15). Cuando Dios se manifiesta a Moisés en la zarza ardiendo, encomendándole como misión que saque a su pueblo de Egipto, en un momento de esa conversación Moisés le pregunta: "Cuando me acerque a los hijos de Israel y les diga: El Dios de vuestros Padres me envía a vosotros. Y ellos me pregunten cuál es su nombre, ¿que he de decirles?. Y dijo Dios a Moisés: "Yo soy el que soy". Así dirás a los hijos de Israel: "Yo soy" me envía a vosotros"(Ex 3, 13-14). "El que es", ése es su Nombre. Es decir, aquél que existe desde siempre, que existe por sí mismo, y a nadie debe su existencia. "Desde siempre, Yo soy" (Is 43, 13).

Dios es Providente: no se desentiende de lo que ha creado y se complace en su Creación. "Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno" (Gen 1, 31). "Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante Él cuantos habitan el orbe, porque Él habló y existió, Él lo ordenó y se mantuvo" (Sal 33, 8)"Tú amas todo cuanto existe y nada aborreces de cuanto has hecho; pues si algo de ello hubieras odiado, no lo habrías hecho" (Sap 11, 25).  "Él lleva la cuenta de las estrellas y llama a cada una por su nombre" (Sal 147,4)


Esto vale, por supuesto, para todos los hombres, que son sus criaturas privilegiadas: "El Señor mira desde los cielos, ve a todos los hijos de Adán. Desde el lugar de su morada observa a todos los habitantes de la tierra,  modela el corazón de cada uno, conoce a fondo todas sus acciones" (Sal 33, 13-15). "No hay más Dios que Tú, que de todo cuidas" (Sab 12, 13). Por supuesto, que cuida de un modo especial del pueblo que Él eligió: "Él es el Hacedor de todo, e Israel es la tribu de su heredad" (Jer 51, 19). Por eso "miró Dios a los hijos de Israel y cuidó de ellos" (Ex 2, 25)

Y no nos deja solos: Cuando Moisés le pregunta a Dios: "¿Quién soy yo para ir al Faraón y para sacar a los hijos de Israel de Egipto?" (Ex 3,11), ésta es la respuesta que recibe de Dios: "Yo estaré contigo" (Ex 3,12). Y en otro lugar: "El Señor es mi pastor, nada me falta" (Sal 23, 1). Aunque camine por valles oscuros, no temo ningún mal, porque Tú estás conmigo" (Sal 23, 4). El Señor está realmente pendiente de nosotros:"Él reprende, educa y enseña, como pastor que guía a su rebaño" (Eclo 18,13)
(Continuará)

sábado, 4 de agosto de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (continúa Introducción)

Como venimos diciendo, los Misterios del Cristianismo nunca son contradictorios, aunque su profundidad sea tal que nos sea imposible una comprensión completa de los mismos, la cual no es para este mundo. Dicho lo cual, es bueno tener en cuenta dos puntos:


Primero: los comprendamos mejor o peor, algo es cierto y es que esos Misterios son Verdad; por lo tanto, es completamente razonable creer en ellos fiándonos de la autoridad por la que nos ha llegado ese conocimiento; una  autoridad que es Dios mismo (quien nos los ha revelado en Jesucristo y en la Iglesia que Jesucristo fundó). Ciertamente no son evidentes ni para nosotros ni para nadie (¡no serían misterios!) sino que requieren de la fe; pero ésta se concede siempre a todo el que se la pide a Dios con un corazón sencillo.

Y segundo: es posible conocer algo de lo que se entrevé en dichos Misterios, ya en esta vida. Tenemos, por supuesto, la Palabra de Dios, contenida en la Biblia y, en particular, de un modo mucho más completo, en el Nuevo Testamento. Pero, sobre todo, para evitar falsas interpretaciones de estos escritos, tenemos a nuestra disposición la recta interpretación de los mismos en el Magisterio de la Iglesia, que para eso fue fundada, de modo que no caigamos en el error. Y luego, tenemos toda la Tradición de más de 2000 años de historia de la Iglesia, con los escritos de los Santos Padres y de aquellos santos declarados Doctores de la Iglesia, como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, entre otros muchos. 

Todo ello, sin olvidar el testimonio de muchísimos cristianos que han vivido plenamente estas Verdades y las han hecho realidad en su propia vida, cual es el caso de todos los santos; tenemos testimonios veraces y escritos de espiritualidad de muchos de ellos. La lectura y la meditación de estos escritos, sobre la base (no lo olvidemos) de la interpretación dada por el Magisterio de la Iglesia, nos puede ayudar a conocer personalmente algo acerca de estos Misterios (contando siempre con la ayuda de la gracia) y, sobre todo, nos puede llevar a conocer qué es lo que Dios espera de cada uno de nosotros en esta vida, qué planes nos tiene preparados para que los cumplamos lo más fielmente posible, pues no hay nada, que no sea el cumplimiento de la voluntad de Dios, que pueda dar un verdadero sentido a nuestras vidas.

Esta segunda parte del post, concerniente al Misterio de la Santísima Trinidad, la vamos a dedicar a recordar algunos de los muchísimos versículos del Nuevo Testamento, en donde aparece reflejada la realidad de este tremendo Misterio al que nos estamos refiriendo. Más que nada para que caigamos en la cuenta de que el Misterio de la Santísima Trinidad no es  algo que la Iglesia se ha sacado de la manga; ni es algo irrelevante. Todo lo contrario, es de una trascendencia vital para nosotros y ha sido revelado por el mismo Jesucristo.

En el Antiguo Testamento se habla de un solo Dios: "Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno" (Dt 6, 4); esta cita es a la que se refirió Jesús en Mc 12, 29 cuando un escriba le preguntó por el primero de todos los mandamientos. En realidad, la existencia de Dios y la idea de que Dios es Uno se remonta a la época de Aristóteles, en el siglo IV antes de Cristo (como documentación escrita) y, posiblemente, mucho antes, aunque no tenemos constancia por escrito de que sea así.

En cambio, la venida de Jesús al mundo aporta algo sustancialmente nuevo, e incomprensible; imposible de admitir si no es, Él mismo, Dios. Humanamente hablando, Jesús es judío, proviene de la estirpe de David, y cuando habla a los judíos, sus hermanos en la Ley, les dice con toda claridad: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirla, sino a darle cumplimiento" (Mt 5,17).

Esa es la misión de Jesús: para eso ha venido Jesús a este mundo: para enseñarnos a todos no solamente que Dios existe y que es Uno, lo cual (aunque sirve de grandísima ayuda en el conocimiento de la verdad) podía ser demostrado "filosóficamente", tal y como hizo Aristóteles y, sobre todo, Santo Tomás de Aquino. Ha venido, sobre todo, para enseñarnos cómo es Dios: "Dios es Amor" (1 Jn 4,16) y cómo quiere Dios que sean nuestras relaciones con Él. Para no alargarme demasiado, continuaré hablando de este tema en el próximo post.

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (Introducción)

Recuerdo que, cuando yo era pequeño y aprendí el catecismo, me enseñaron este gran Misterio de la Santísima Trinidad a base de preguntas y de respuestas cortas:

P.  A ver, dime: ¿Cuántos dioses hay?
R. Uno
P. ¿Y cuántas Personas hay en Dios?
R. Tres
P. ¿Cuáles son los nombres de esas tres Personas?
R. Padre, Hijo y Espíritu Santo
P. El Padre, ¿es Dios?
R. Sí
P. El Hijo, ¿es Dios?
R. Sí
P. El Espíritu Santo, ¿es Dios?
R. Sí
P. Luego, entonces ¿hay tres dioses?
R. No, hay tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.
P. ¿Cómo es eso posible?
R. Porque así ha sido revelado por Jesucristo en los Evangelios.
P. ¿Y puede entenderse?
R. No, porque se trata de un misterio.
P. Pero, ¿es verdad lo que se dice en ese misterio?
R. Sí, porque Dios no puede engañarse ni engañarnos.



Evidentemente, yo no lo entendía (¿cómo lo iba a entender?), pero ya entonces intuía que se trataba del misterio esencial del cristianismo, el que daba sentido a todo lo que creemos los cristianos. Y recuerdo que no veía en él ninguna contradicción porque no se decía que un dios es lo mismo que tres dioses: 1 = 3 (lo que sí hubiera sido contradictorio), sino que en un mismo y único Dios había Tres Personas Distintas. Cierto que cada una de las Personas era Dios mismo, el Único; pero, en cuanto Personas, eran distintas.

Y, sin embargo, aunque no lo entendía, sabía que era Verdad. Se puede saber de algo que es verdad, aunque no se comprenda del todo, e incluso aunque no se comprenda nada. De hecho, yo veía que había muchas verdades de diversa índole, de las que no me cabía la menor duda acerca de su veracidad, porque me fiaba de las personas que enunciaban esas verdades, personas competentes en la materia de la que hablaban: sabían lo que decían. Yo no los entendía debido a mi ignorancia. Pero saqué una conclusión: el hecho de que alguien no entienda algo, no significa que “ese algo” sea falso; sólo muestra, sencillamente, el desconocimiento que uno tiene sobre “ese algo”, pero nada más. La expresión: “Si no lo entiendo no puede ser verdad” es una solemne majadería.

La realidad es terca; y no está sujeta a nuestro pensamiento. De lo que se trata es de admitir primero que hay cosas; y segundo procurar conocerlas, adecuar nuestro pensamiento a su realidad. En la medida en la que eso ocurra, vamos conociéndolas más y mejor y nos vamos acercando a la verdad conforme aumenta nuestro conocimiento acerca de ellas; eso sí: sin que podamos decir nunca que ya sabemos todo lo que hay que saber, y que no se puede saber nada más.

Pensar así es erróneo: en el conocimiento de un objeto dado siempre es posible una mayor profundización. Además, el mismo objeto puede estudiarse, considerándolo desde todos los puntos de vista posibles. Esto es fundamental en el conocimiento científico, para que pueda darse el progreso; y, en general, en todo tipo de conocimiento que presuma de tal. Nunca se puede decir acerca de ninguna cosa que “todo está ya dicho”. Y eso moviéndonos en un plano meramente humano.

Si consideramos realidades sobrenaturales, todo lo dicho anteriormente es cierto, pero en un grado mucho más elevado, pues nos encontramos con “problemas” que, humanamente hablando, nos sobrepasan. La Revelación, dada por Jesucristo, que se encuentra recogida en los Evangelios y en el Nuevo Testamento, y que presupone la fe en su Palabra, es el punto de partida necesario para este estudio, sin olvidar obviamente, que la interpretación correcta de dicha Palabra corresponde al Magisterio de la Iglesia; y teniendo también muy en cuenta, en este sentido, la gran importancia de la Tradición.

En el caso concreto que nos ocupa, el Misterio de la Santísima Trinidad, es de notar que no existe mente humana capaz de descifrarlo: Dios mismo, encarnado en Jesucristo, es quien nos lo ha dado a conocer. Sabemos que es Verdad porque nos fiamos de la Palabra de Dios, pero su comprensión nos está vedada.

Nuestra actitud ante la Verdad de este Misterio no puede (¡no debe, o mejor, no debería!) ser otra que la Adoración respetuosa y el reconocimiento de la propia impotencia para comprender que hay Realidades cuyo conocimiento supera cualquier inteligencia sin perder, por ello, un ápice de su Verdad y de su Realidad. Tal es el caso de todos los Misterios del Cristianismo. Y en particular del mayor de todos ellos, que es el de la Santísima Trinidad.

Sin embargo, aunque es cierto que nunca seremos capaces de comprender este Misterio (¡dejaría de ser tal Misterio!) sí podemos intentar profundizar un poco sobre Él. A lo largo de veinte siglos de Historia de la Iglesia se ha escrito mucho sobre el Misterio de la Trinidad, un Misterio que es la Cuestión esencial de toda la Teología. Podríamos citar a muchos santos y grandes teólogos que se han ocupado de este tema tan importante, a lo largo del tiempo. Entre los más significativos cabe destacar a San Agustín que dedicó más de quince años a redactar su "De Trinitate" y, sobre todo, a Santo Tomás de Aquino quien, en su Suma Teológica, en la 1ª parte, dedica 17 cuestiones (q.27 a q.43) a escribir sobre este asunto.

En la línea de Santo Tomás para quien (siguiendo a Aristóteles) lo importante no es lo que piensan los filósofos o los teólogos, sino la realidad de las cosas, se ha ido profundizando bastante, y en particular en estos últimos años. Tenemos autores de la talla de Scheeben, que en su obra “Los misterios del Cristianismo” (1865) le dedica unas 200 páginas a este Misterio (estando el resto de misterios en conexión con él). Tenemos luego obras más recientes como “Dios Uno y Trino” de Lucas F. Mateo-Seco (1998). Es de destacar también el libro del mismo título “Dios Uno y Trino” de Juan A. Jorge García-Reyes (2010). En realidad, estos títulos son "a modo de ejemplo", porque sería exhaustiva la relación completa de todos los escritos que, en consonancia con la fidelidad a la Iglesia Católica, han sido escritos. Y no se trata de ello en un post como éste.
(Continuará)

viernes, 27 de julio de 2012

JURAMENTO ANTIMODERNISTA (José Martí)



Si los lectores de este blog han leído los post anteriores sobre el modernismo, se darán cuenta de que esos errores son los mismos que se dan en la actualidad, pero ampliados y llevados a situaciones sumamente graves para desconcierto de muchos fieles católicos.

Por lo difuso de la herejía modernista, la lucha contra ella fue (y sigue siendo) muy difícil, razón por la que el papa Pío X (posteriormente canonizado) estableció el Juramento antimodernista el 1 de Septiembre de 1910. Mandó que, de forma pública, "todo el clero, los pastores, confesores, predicadores, superiores religiosos y profesores de filosofía y teología en seminarios" debían prestar dicho juramento, el cual se mantuvo vigente desde esa fecha hasta el 17 de julio de 1967 cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe, en tiempos del papa Pablo VI, lo suprimió.

En ese juramento se rechazan solemnemente los principales puntos de la herejía modernista. Dado que el modernismo vuelve a imperar en estos tiempos actuales "pos-modernistas" escribo en este blog dicho juramento, al que me adhiero expresamente de todo corazón, junto a otros blogueros que ya lo han hecho, comenzando por Bruno Moreno, de Infocatólica, el 29 de junio de este año 2012.

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“Yo, José Martí Florenciano, abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.

- En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación, como la causa por su efecto.

- En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.

- En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.

- En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, siempre con el mismo sentido y la misma interpretación. Por esto rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. 

- Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.

- En quinto lugar: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades del subconsciente, bajo el impulso del corazón y el movimiento de la voluntad moralmente informada, sino que es un verdadero asentimiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente, asentimiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Señor.

Más aún, con la debida reverencia, me someto y adhiero con todo mi corazón a las condenaciones, declaraciones y todas las prescripciones contenidas en la encíclica Pascendi y en el decreto Lamentabili, especialmente aquellas concernientes a lo que se conoce como la historia de los dogmas.

- Rechazo asimismo el error de aquellos que dicen que la fe sostenida por la Iglesia contradice a la historia, y que los dogmas católicos, en el sentido en que ahora se entienden, son irreconciliables con una visión más realista de los orígenes de la religión cristiana.

- Condeno y rechazo la opinión de aquellos que dicen que un cristiano bien educado asume una doble personalidad, la de un creyente y al mismo tiempo la de un historiador, como si fuera permisible para una historiador sostener cosas que contradigan la fe del creyente, o establecer premisas las cuales, provisto que no haya una negación directa de los dogmas, llevarían a la conclusión de que los dogmas son o bien falsos, o bien dudosos.

- Repruebo también el método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura que, apartándose de la tradición de la Iglesia, la analogía de la fe, y las normas de la Sede Apostólica, abraza los errores de los racionalistas y licenciosamiente y sin prudencia abrazan la crítica textual como la única y suprema norma.

- Rechazo también la opinión de aquellos que sostienen que un profesor enseñando o escribiendo acerca de una materia histórico-teológica debiera primero poner a un costado cualquier opinión preconcebida acerca del origen sobrenatural de la tradición católica o acerca de la promesa divina de preservar por siempre toda la verdad revelada; y de que deberían interpretar los escritos de cada uno de los Padres solamente por medio de principios científicos, excluyendo toda autoridad sagrada, y con la misma libertad de juicio que es común en la investigación de todos los documentos históricos ordinarios.

- Declaro estar completamente opuesto al error de los modernistas que sostienen que no hay nada divino en la sagrada tradición; o, lo que es mucho peor, decir que la hay, pero en un sentido panteísta, con el resultado de que no quedaría nada más que este simple hecho—uno a ser puesto a la par con los hechos ordinarios de la historia, a saber, el hecho de que un grupo de hombres por su propia labor, capacidad y talento han continuado durante las edades subsecuentes una escuela comenzada por Cristo y sus apóstoles.

- Prometo que he de sostener todos estos artículos fiel, entera y sinceramente, y que he de guardarlos inviolados, sin desviarme de ellos en la enseñanza o en ninguna otra manera de escrito o de palabra. Esto prometo, esto juro, así me ayude Dios, y estos santos Evangelios [que toco con mi mano]".

José Martí