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martes, 19 de mayo de 2015

VOTO CATÓLICO (18): El voto útil (2 de 3)

Al realizar estas reflexiones en torno al voto católico me doy cuenta de la dificultad que supone el pasar de una a otra y, sobre todo, la dificultad, aún mayor, de saber sobre qué aspecto concreto del tema estoy hablando en cada entrada. Si se quiere acceder al índice de todos los post sobre el voto católico puede pincharse aquíPido disculpas al lector por el inconveniente que esto puede llevar consigo.
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Votar en conciencia no puede ser un "voto perdido" sino un acto de fe en Dios. Cualquier partido, por poderoso que sea, tiene los días contados, desde el momento en que se enfrenta al Creador y pretende burlar sus leyes. Esto dice san Pablo: "No os engañéis: de Dios nadie se burla. Pues lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará" (Gal 6, 7). Y ya sabemos que quien siembra vientos, recoge tempestades. 

Porque, ¿qué es, en realidad, el voto útil? Sencillamente el de aquél que vota, por miedo a lo que pueda suceder, a un determinado partido, aunque no esté de acuerdo con todo su programa. Y acude a la famosa expresión -falsa, por otra parte- de "el mal menor", con lo que "tranquiliza" así su conciencia. O aquella otra de "Virgencica, que me quede como estoy", que viene a ser lo mismo: miedo, cobardía y falta de fe en la Providencia, aunque en muchos casos es ignorancia. 

Y en principio no tendría por qué haber ningún problema. Éste aparece en el momento en que un determinado partido político -el que sea- se arroga una prerrogativas que no le corresponden. El sistema democrático por el que nos regimos, si de verdad estamos en un estado de derecho, no puede "meterse" a solucionar cuestiones que no le competen, cuales son las referentes a la moral, a la religión (en concreto la religión católica) e incluso al orden natural de las cosas. 


La misión de un Gobierno es la de procurar el bien común de sus ciudadanos y no la de adoctrinarlos en ideologías falsas y perversas, que corrompen a la juventud y a la sociedad, en general. Hay principios no negociables: no todas las cosas se pueden votar. Si yo tengo delante de mí una mesa. Y digo: Esto es una mesa, la veracidad de esta afirmación no es discutible, ni hay que someter a consenso ese juicio, porque se trata de algo evidente: "No es una mesa ... para mí". No. Es una mesa. Y punto. Y si alguien lo niega es que debe de estar loco o véte tú a saber.


Pues bien, de modo análogo se puede hablar de leyes naturales que no son discutibles: la ley de la gravedad, un hombre es un hombre, una mujer es una mujer, el matrimonio es la unión de por vida entre un hombre y una mujer, la familia es la célula de la sociedad y su fin principal es la procreación, matar a una persona es un crimen (no importando que se trate de un embrión, de un feto, de un niño, un joven, un adulto o un anciano), etc.


Pero la sociedad, al apartarse de Dios, se ha vuelto loca. Y niega lo evidente. Y no sólo lo niega, sino que quiere imponer esta locura a todos, por la fuerza, mediante la sutileza de cambiar las leyes sobre cuestiones que están ya zanjadas, desde siempre, porque son lo que son, conformes a la ley natural, como se acaba de decir. Esto se estudia en Derecho Natural. Ninguna ley puede contradecir las leyes naturales. Y, sin embargo, por poner algún ejemplo, se habla como de algo "normal", en los propios programas políticos, de que "las mujeres tendrán derecho al aborto" ... "de que se implantará la ideología de género en la educación, como signo de progreso que es",  "asimismo se establecerá el matrimonio entre personas del mismo sexo, como una forma más de matrimonio", ...,  y otras aberraciones por el estilo. Nos ceñiremos al caso del aborto.

Hablando sobre el llamado voto útil, nunca puede ser verdaderamente útil apostar por un partido pro-abortista, pues ello conlleva apostar contra Dios y, según san Pablo "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). 



Jesús mismo lo expresó con toda claridad, cuando los fariseos pretendieron engañarlo, tendiéndole una trampa. Les dijo: "Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Mc 12, 17). Si el César realiza su cometido propio, el católico, como cualquier ciudadano, tiene que colaborar con él, poniendo en ello su máximo empeño, porque es el bien común [es decir, el bien de todos y de cada uno] lo que está en juego.  Pero si el César juega a ser Dios y se introduce en un terreno que no le compete, la obligación de un católico es la de desobedecerle, aun cuando en ello le fuera la vida: Así ocurrió con los primeros cristianos, que prefirieron morir antes que adorar al César y reconocer en él a un dios.

No podemos jugarnos la salvación eterna por un plato de lentejas. ¿Qué sabemos nosotros acerca de lo útil y lo inútil? Todo lo que nos acerca a Dios es útil y hermoso. Todo lo que nos aleja de Dios lleva como marca la mentira. Y los políticos -salvo escasísimas excepciones- son bastante mentirosos. Con el miedo del voto inútil o voto perdido pretenden atraer hacia sí el voto de los indecisos, engañándoles, por supuesto, como han venido haciendo hasta ahora. De manera que la utilidad auténtica consiste en votar en conciencia, conforme a los principios innegociables. No votar nunca a ningún partido que los ponga en tela de juicio. Si fueran todos, pues como he dicho en otra ocasión y he justificado: a votar en blanco (colocando el sobre dentro de la urna, sin ninguna papeleta en su interior) o bien abstenerse de votar. Y punto. 

Un sistema democrático que no respete la ley natural (la ley divina, en definitiva) no constituye un estado de derecho, por más que se diga otra cosa. Si se niega el Derecho Natural, que es el fundamento de todo derecho, se están negando, en realidad, todos los derechos humanos. Propiamente hablando, un sistema así no es legítimo. La legitimidad viene dada por el respeto y el cumplimiento de la ley; y toda ley humana que se oponga a la ley natural y a la ley divina, en tanto en cuanto eso sea así, deja de ser ley y deja de ser vinculante. 

Afortunadamente, por los pelos, aún nos queda algún partido aquí en Murcia, al que podamos votar, pues su programa es conforme a esos principios no negociables. Hablaremos de ello en otro post. De momento quiero hacer algunas reflexiones acerca de la importancia del voto católico en estas elecciones, aunque sólo algunos, muy pocos, lean este blog. El hilo conductor de todas ellas hace referencia, básicamente, a la realidad de nuestra condición de criaturas, una realidad que no queremos reconocer, situándonos así en la mentira; lo que se traduce en la soberbia y la ambición por ser dioses nosotros. No es la verdad ni la realidad la que va a regir el mundo sino el pensamiento o el sentimiento de los hombres, que son quienes deciden acerca de "todo". Esto tiene mucha más importancia de lo que parece. 


(Continuará)