Duración 10:51 minutos
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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lunes, 17 de enero de 2022
LA VERDAD DEL COVID-19. LO QUE LOS MEDIOS OCULTAN
(Daily Motion)
En esta entrevista el periodista Jörg Metzger Lozano saca a la luz pública las razones para que muchos piensen que la pandemia del Coronavirus es realmente una situación planificada y premeditada. La entrevistada la Dra. María José Martínez Albarracín, médico por la Universidad de Murcia, investigadora, docente retirada de las cátedras de Técnicas de Laboratorio Instrumental e inmunología, miembro activo de médicos por la verdad en España.
Esta entrevista tuvo lugar hace ya más de siete meses. Y es profética, por lo que hoy estamos viendo.
Duración 41:25 minutos
La gente tiene miedo, debido a la gran influencia de los medios y por ello se vacuna. Y, sin embargo, el miedo que debería de tener es más bien de la inoculación de estas "vacunas".
Tormenta de citoquinas: aprox. minutos 21:30 a 23:30
Otros tratamientos más eficaces son con hidroxicloroquina + Zn; o también, el tratamiento con dióxido de cloro, todo ello como prevención o en los momentos iniciales ... y, sin embargo, no se recomiendan por la OMS. ¿Por qué? No hay razones de tipo científico: parece que queda muy claro que la auténtica razón para actuar de ese modo es que dichos productos son muy baratos, lo que entra en conflicto con los intereses millonarios de la industria farmaceútica.
El virus Sars Cov-2 contra el que se quiere combatir no ha sido aislado.
27:30 a 29:00. Se indica que hay claramente una PLAN-demia.
29:00. Las mascarillas para la población sana y al aire libre no sirven para nada. Producen más mortalidad. El confinamiento fue absurdo. En Suecia, en donde no se produjo tal confinamiento de la población, la mortalidad estuvo muy por debajo del resto de lugares en los que sí se produjo.
31:50 - 41:25. El autoconfinamiento, por otra parte, deteriora el sistema inmune de las personas.
34:30 y ss. Se va educando a la población mal. Los vacunados contagian y contagian más que los no vacunados o aquellos que han sufrido la enfermedad y han adquirido una inmunidad natural
Sobre la tecnología 5G se están haciendo bastantes estudios.
Dilecta mea. Reflexiones sobre la misa tradicional de Mons. Viganò
(Tomado de Adelante la Fe)
Mons. Carlo Maria Viganò celebrando la Misa
Los que permitís que se prohíba la Misa Tradicional, ¿la habéis celebrado alguna vez? Los que desde lo alto de vuestras cátedras de liturgia dictáis amargas sentencias sobre la Misa de antes, ¿habéis meditado alguna vez en sus oraciones, sus ritos y sus sagrados gestos ancestrales? Me lo he preguntado muchas veces en estos últimos años. Porque yo mismo, que he conocido esa Misa desde pequeño, que cuando todavía llevaba pantalón corto aprendí a acolitarla, prácticamente la tenía olvidada y perdida. Introibo ad altare Dei. Me arrodillaba en invierno sobre las gradas heladas del presbiterio antes de ir al colegio. Sudaba bajo la ropa de monaguillo en algunos días de canícula. Me había olvidado de esta Misa, que fue precisamente aquella con la que me ordené sacerdote el 24 de marzo de 1968, en una época en la que ya se oteaban en el horizonte los primeros indicios de aquella revolución que en poco tiempo despojaría a la Iglesia de su más valioso tesoro para imponer en su lugar un rito adulterado.
Pues bien, aquella Misa que las reformas conciliares suprimieron y prohibieron en mis primeros años de sacerdocio permanecía como un lejano recuerdo, como la sonrisa de una persona querida lejana, la mirada de un pariente difunto y el amable tañido de las campanas en los domingos. Era algo relacionado con la nostalgia, la juventud, el entusiasmo de una época en que las obligaciones eclesiásticas aún estaban por venir, en la que todos creíamos que el mundo podía recuperarse de la posguerra y del peligro del comunismo con un renacimiento espiritual. Queríamos creer que el bienestar económico vendría acompañado de un renacimiento moral y religioso de nuestro país. A pesar del 68, las huelgas, el terrorismo, las Brigadas Rojas y la crisis de Oriente Próximo. Entre mil y un cometidos eclesiásticos, se consolidó en mi memoria el recuerdo de algo que en realidad había quedado sin resolver y que por el momento se había dejado de lado durante años. Algo que esperaba pacientemente, con la paciencia que sólo Dios tiene con nosotros.
Mi decisión de denunciar los escándalos de los prelados estadounidenses y la Curia Romana me brindó la oportunidad de ver desde otra perspectiva no sólo mi misión como arzobispo y nuncio apostólico, sino también el alma de aquel sacerdocio que mi servicio, primero en el Vaticano y más tarde en Estados Unidos, había dejado incompleto; más para mi sacerdocio que para el ministerio. Lo que hasta aquel momento no había entendido me resultó diáfano debido a una circunstancia inesperada, cuando mi seguridad personal pareció peligrar y, de mala gana, me vi obligado a vivir prácticamente en la clandestinidad, lejos de los palacios de la Curia. Entonces, gracias a aquella bendita separación, que actualmente considero una especie de vocación monástica, me llevó a redescubrir la Misa Tridentina. Recuerdo bien el día en que en lugar de la casulla me revestí con las vestiduras tradicionales, gorjal ambrosiano y manípulo. Recuerdo el temor que experimenté al pronunciar, al cabo de casi cincuenta años, aquellas oraciones del Misal que afloraban a mis labios como si las hubiese recitado hacía poco tiempo. Confitemi, Dominus, quoniam bonus en lugar del salmo Judica me, Deus del Rito Romano. Munda cor meum ac labia mea. Estas palabras ya no eran las del acólito o el joven seminarista, sino las del celebrante. De mí que, me atrevo a decir por primera vez, celebraba ante la Santísima Trinidad. Pues si bien es cierto que el sacerdote es una persona que vive esencialmente para los demás –para Dios y para el prójimo–, también es verdad que si no es consciente de su propia identidad y no cultiva la santidad su apostolado será estéril como címbalo que retiñe.
Sé bien que estas reflexiones pueden dejar indiferente, o incluso despertar compasión, en quien jamás haya tenido la gracia de celebrar la Misa de siempre. Pero supongo que pasará igual con quien nunca se haya enamorado y no entienda el casto éxtasis del amado ante la amada, para quien no conozca la dicha de perderse en la mirada de ella. El adusto liturgista, el prelado de clergyman con el pectoral en el bolsillo, el consultor de una congregación romana que va por ahí con el último número de Concilium o de Civiltà Cattolica bajo el brazo, observan la Misa de San Pío V con la atención que pone un entomólogo en el estudio de los insectos, o como un naturalista mira las venas de una hoja o las alas de una mariposa. Es más, a veces me pregunto si lo hacen con la asepsia del cirujano que corta con el bisturí un cuerpo vivo. Pero si un sacerdote con un mínimo de vida interior se acerca a la Misa antigua, independientemente de que la hubiera conocido antes o la acabe de descubrir, quedará hondamente impresionado por la majestuosidad del rito, como si saliera del tiempo y se adentrara en la eternidad de Dios.
Lo que me gustaría que entendieran mis hermanos en el episcopado y el sacerdocio es que esa Misa es intrínsecamente divina, porque en ella se percibe lo sagrado de un modo visceral; literalmente, uno se siente arrebatado al Cielo, en presencia de la Santísima Trinidad y la corte celestial y lejos del mundanal ruido. Es un canto de amor en el que la repetición de los gestos, reverencias y palabras sagradas no tiene nada de superfluo, del mismo modo que una madre nunca se cansa de besar a su hijo y una esposa de repetir a su esposo que lo quiere. Se olvida uno de todo lo demás, porque todo lo que se dice y canta en dicha Misa es eterno, todos los gestos son perennes, quedan fuera de la historia y se está inmerso en un continuum que une el Cenáculo, el Calvario y el altar donde se celebra. El celebrante no se dirige a la asamblea con la preocupación de que se le entienda, o de caer simpático o estar al día, sino que se dirige a Dios; y ante Dios sólo hay una sensación de infinita gratitud por el privilegio de transmitir las oraciones del pueblo cristiano, la alegría y el dolor de tantas almas, los pecados y faltas de quienes imploran perdón y misericordia, el agradecimiento por las gracias recibidas y el sufragio por nuestros seres queridos difuntos. Si se está solo, uno se siente al mismo tiempo íntimamente unido a una interminable multitud de almas que atraviesa el tiempo y el espacio.
Cuando celebro la Misa apostólica, pienso que en ese mismo altar consagrado con las reliquias de mártires han celebrado innumerables santos y millares de sacerdotes empleando las mismas palabras, los mismos gestos, haciendo las mismas inclinaciones y genuflexiones y vistiendo las mismas vestiduras. Y ante todo, comulgado el Cuerpo y Sangre mismos de Nuestro Señor, al que todos hemos sido asimilados en la ofrenda del Santo Sacrificio. Cuando celebro la Misa de siempre, me doy cuenta del modo más sublime y total del verdadero significado de lo que nos enseña la doctrina. Actuar in persona Christi no es la repetición mecánica de una fórmula, sino saber que mi boca dice las mismas palabras que pronunció el Salvador sobre el pan y el vino en el cenáculo; que mientras elevo la Hostia y el Cáliz repito la inmolación de Cristo en la Cruz; que al comulgar consumo la Víctima propiciatoria y me alimento de Dios, y no participo en un banquete. Y junto conmigo, toda la Iglesia: la triunfante, que se digna unirse a mi súplica; la purgante, que la espera para abreviar su paso por el Purgatorio; y la militante, que cobra fuerzas en la batalla espiritual de cada día. Pero si, tal como profesamos con fe, nuestra boca es la boca de Cristo; si de veras las palabras que pronunciamos en la Consagración son las de Cristo; si las manos con las que tocamos la Santa Hostia y el Cáliz son las de Cristo, ¿qué respeto no habremos de tener por nuestro cuerpo para mantenerlo puro e incontaminado? ¿Qué mejor estímulo para permanecer en gracia de Dios? Mundamini, qui fertis vasa Domini. Y, con las palabras del Misal: Aufer a nobis, quæsumus, Domine, iniquitates nostras: ut ad sancta sanctorum puris mereamur mentibus introire.
Me dirá el teólogo que eso es doctrina común, y que la Misa es ni más ni menos que eso, sea cual sea el rito. Racionalmente, no lo niego. Pero si bien la celebración de la Misa Tridentina es una constante exhortación a una continuidad ininterrumpida de la obra de la Redención constelada de santos y beatos, no me parece que eso se pueda decir del rito reformado. Si observo la mesa versus populum, veo el altar luterano o la mesa protestante; si leo las palabras de la Institución como una narración de la Última Cena, percibo las modificaciones introducidas por el Libro de oración común del anglicano Cranmer y el servicio de Calvino; si hojeo el calendario reformado, veo que faltan precisamente los santos que acabaron con los herejes de la pseudoreforma. Y lo mismo pasa con los cantos, que pondrían los pelos de punta a un católico inglés o alemán: oír bajo la bóveda de una iglesia corales de quienes martirizaban a nuestros sacerdotes y pisoteaban el Santísimo Sacramento en desprecio de una superstición papista, debería ayudar a entender el abismo que media entre la Misa católica y su falsificación conciliar. Y no digamos la lengua: los primeros en suprimir el latín fueron los herejes para que el pueblo entendiera mejor el rito; un pueblo al que engañaban impugnando la verdad revelada y propagando el error. En el Novus Ordo todo es profano. Todo es momentáneo, accidental, contingente, variable, mudable. No hay nada de eterno, porque la eternidad es inmutable, como es inmutable la Fe. Y como es inmutable Dios.
Hay otro aspecto de la Santa Misa Tradicional que me gustaría destacar y que nos une a los santos y mártires de otros tiempos. Desde la época de las catacumbas y hasta las últimas persecuciones, dondequiera que un sacerdote celebre el Santo Sacrificio, aunque sea en un sótano, un bosque, un granero o incluso una camioneta, místicamente está en comunión con innumerables testigos heroicos de la Fe, y sobre aquel altar improvisado se fija la mirada de la Santísima Trinidad, se postran adorantes todos los coros angélicos y contemplan las almas purgantes. También en esto, y sobre todo en esto, cada uno de nosotros comprende cómo establece la Tradición un vínculo indisoluble a través de los siglos o sólo con la celosa custodia de dicho tesoro sino también al afrontar las pruebas que supone, incluso la muerte. Teniendo esto presente, la arrogancia del tirano actual con sus delirantes decretos debe confirmarnos en la fidelidad a Cristo y hacer que nos sintamos parte integral de la Iglesia de todos los tiempos, porque la palma de la victoria no se alcanza si no se está dispuesto a combatir el bonum certamen, la buena batalla.
Me gustaría que mis hermanos en el sacerdocio se atreviesen a hacer algo a lo que muchos no se atreven: acercarse a la Misa Tridentina, no atraídos por los encajes de una sobrepelliz o el recamado de una planeta, ni siquiera por la mera convicción racional de su legitimidad canónica, o porque nunca haya sido abolida; sino con el temor reverencial con que se acercó Moisés a la zarza ardiente; sabiendo que cada uno de nosotros, al bajar del presbiterio después del último Evangelio, está interiormente transfigurado por haber estado en presencia del Santo de los santos. Sólo allí, sobre ese místico Sinaí, podemos captar la esencia misma de nuestro sacerdocio, que antes que nada es la entrega de uno mismo a Dios; la oblación total de uno mismo a Cristo Víctima para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas; el sacrificio espiritual que saca fuerzas y vigor de la Misa; la renuncia de uno mismo para dejar lugar al Sumo Sacerdote; señal de verdadera humildad en el aniquilamiento de la propia voluntad y el abandono a la del Padre, siguiendo el ejemplo del Señor; un gesto de auténtica comunión con los santos participando de la misma profesión de fe y el mismo rito. Me gustaría que esta experiencia la tuvieran no solo quienes llevan décadas celebrando según el Novus Ordo, sino sobre todo los sacerdotes jóvenes y todos los que ejercen su ministerio en primera línea; la Misa de San Pío V es para espíritus indómitos, para almas generosas y heroicas, para corazones ardientes de caridad por Dios y por el prójimo.
Lo sé muy bien; hoy en día la vida del sacerdote supone miles de pruebas, estrés, la sensación de estar solo en el combate contra el mundo y ante el desinterés y el ostracismo por parte de los superiores; un lento desgaste que distrae e impide el recogimiento, la vida interior y el crecimiento espiritual. Sé de sobra que esa sensación de asedio, de sentirse como un marinero que gobierna solo una nave en medio de la tempestad, no es sólo cosa de tradicionalistas y progresistas; es el destino común de todos los que han ofrecido la vida al Señor en la Iglesia, cada uno con sus miserias, sus problemas económicos, incomprensión por parte del obispo, críticas de los hermanos y las peticiones de los fieles. Y esas horas de soledad, en las que la presencia de Dios y la compañía de la Virgen se sienten lejanas, como en la noche oscura de San Juan de la Cruz. Quare me repulisti? Et quare tristis incedo, dum affligit me inimicus? Cuando el Demonio se arrastra sinuosamente entre internet y la televisión, quærens quem devoret,aprovechándose traicioneramente de nuestro cansancio. En esos casos, que todos afrontamos como Nuestro Señor en Getsemaní, Satanás quiere atacar nuestro sacerdocio presentándose persuasivo como Salomé ante Herodes para pedirle la cabeza de Juan Bautista. Ab homine doloso et iniquo erue me. Todos somos iguales a la hora de la prueba. Porque el Enemigo no sólo quiere vencer sobre nuestras pobres almas de bautizados, sino sobre Cristo Sacerdote, cuya unción llevamos.
Por eso, hoy más que nunca la Santa Misa Tridentina es la única ancla de salvación del sacerdocio católico, ya que con ella el sacerdote renace todos los días en esos momentos privilegiados de íntima unión con la Santísima Trinidad y obtiene de ella gracias indispensables para no caer en pecado, avanzar en el camino de la santidad y encontrar un sano equilibrio para ejercer su ministerio. Pensar que todo se pueda despachar como una cuestión de simple ceremonia o estética significa que no han entendido nada de su vocación. Porque la Santa Misa de siempre –y lo es de verdad, y siempre se ha opuesto a ella el Adversario– no es una amante complaciente que se ofrece a cualquiera, sino una esposa celosa y casta, como también el Señor es celoso.
¿Queréis agradar a Dios o a quien os tiene alejados de Él? En el fondo, la pregunta siempre es la misma: hay que elegir entre el yugo suave de Cristo y la cadena de esclavitud del adversario. La respuesta se mostrará clara y nítida en el momento en que, deslumbrados por el inconmensurable tesoro que os estaba oculto, descubráis lo que significa celebrar el Santo Sacrificio no como ridículos presidentes de asamblea sino como «ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios» (1Cor.4,1).
Echad mano del Misal, pedid ayuda a un sacerdote amigo y subid al monte de la Transfiguración; Emitte lucem tuam et veritatem tuam: ipsa me deduxerunt, et adduxerunt in montem sanctum tuum, et in tabernacula tua. Como Pedro, Santiago y Juan, exclamaréis: Domine, bonum est nos hic esse, «Señor, qué bueno es estar aquí» (Mt.17,4). O, con las palabras del salmista que repite el celebrante durante el Ofertorio, Domine, dilexi decorem domus tuæ, et locum habitationis gloriæ tuæ.
Cuando lo hayáis descubierto, nadie os podrá arrebatar aquello por lo cual el Señor ya no nos llama siervos sino amigos (Jn.15,15). Nadie podrá convenceros jamás para que renunciéis a ello obligándoos a contentaros con su adulteración, fruto de una mentalidad rebelde. Eratis enim aliquando tenebræ: nunc enim lux in Domino. Ut filii lucis ambulate. «Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz» (Ef.5,8). Propter quod dicit: Surge qui dormis, et exsurge a mortuis, et illuminabit te Christus. «Por lo cual dice: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo”» (Ef.5,14).
†Carlo Maria Viganò, arzobispo
(traducido por Bruno de la Inmaculada)
Cinco motivos para dudar de algunos que se venden como ‘derecha’ pero ya son otra cosa
El actual esquema de izquierda y derecha, en el que solemos dividir el mapa político, surgió en los tiempos de la Revolución Francesa, hace más de dos siglos.
Hoy en día ese esquema se sigue usando de forma indiscriminada, a pesar de que en este tiempo han cambiado muchas cosas en el panorama político. Es cierto que se han incorporado algunas novedades, como el llamado centro político (un espacio ambiguo y difuso entre ambos lados) y los llamados extremos (que algunos sólo ven en la derecha, cuando son más acentuados y abundantes en la izquierda), pero para muchos políticos, medios y académicos, la política se sigue dividiendo básicamente en esos dos bandos.
Por supuesto, hay diversas interpretaciones de lo que podría ser la derecha. Para el caso que nos ocupa voy a utilizar como referencia la izquierda política, que se suele reivindicar como tal con mucha más frecuencia de lo que lo hace la derecha con este término. Y es que a día de hoy, podríamos clasificar como “derecha” en sentido amplio, a aquellas posiciones que rechazan abiertamente el socialismo y el comunismo. En este punto llegamos a un dilema, y es que cada vez que se acercan unas elecciones, el autotitulado “centrismo” desempolva su chaqueta “centro-derecha” para captar votos. ¿Intentan darnos gato por liebre? Hay una forma de comprobarlo, y consiste en no fiarse de las etiquetas y fijarse en lo que propone y defiende cada partido:
1. Defensa del derecho a la vida
La izquierda ha sido la gran promotora del aborto a lo largo del último siglo. Recordemos que el primer país que legalizó ese crimen horrendo fue la Unión Soviética en 1920. Dictaduras comunistas como Cuba, la China comunista y Vietnam figuran entre los países que más desprotegen el derecho a la vida de los hijos por nacer. El comunismo promovió el aborto como una forma de destruir la familia, una institución que tachaba de “burguesa”. Presentarlo como un acto de libre elección fue una aberrante manipulación para convencer a las madres de que sus hijos son un estorbo y una carga. Partidos que se decían de derechas han acabado comprando ese discurso y se ha negado a derogar las leyes abortistas promovidas por la izquierda. Ya va siendo hora de desenmascarar a esos partidos: asumir las tesis antivida y antifamilia de la izquierda te convierte en parte de esa izquierda.
2. La ideología de género
Esta ideología tiene su origen en la extrema izquierda, que pretendían aplicar el esquema marxista de la lucha de clases a los sexos. Sin embargo, partidos que se decían de derechas la ha ido asumiendo en gran medida, sometiéndose a los dictados de la izquierda e incluso votando junto a ella la imposición de esos dogmas ideológicos a toda la sociedad, empezando por los más pequeños. No cuesta mucho dstapar el engaño: si un partido político utiliza términos como “género” en lugar de sexo, “violencia de género” o “identidad de género”, o si usa el llamado “lenguaje inclusivo”, es porque ha asumido las tesis de la izquierda, que considera a los hombres como unos opresores de las mujeres, y que niega toda relevancia al sexo biológico. Si asumes las tesis de la izquierda, es engañoso que te sigas etiquetando como “derecha” o “centro-derecha”.
3. Los ataques a la libertad religiosa
La izquierda lleva más de de dos siglos atacando la libertad religiosa. Marx decía que la religión era el “opio del pueblo”. En varios países, la izquierda ha desatado atroces persecuciones contra los creyentes, especialmente contra los cristianos. Hoy en día esa persecución sigue siendo dura en las dictaduras comunistas, pero en Occidente se está plasmando en nuevos métodos de persecución, en unos casos violentos y en otros basados en leyes que coaccionan a los creyentes y vulneran sus derechos fundamentales, imponiéndoles dogmas ideológicos que atentan contra su libertad religiosa y de conciencia. Esto lo están haciendo también partidos que se dicen de centro-derecha, utilizando excusas como la ideología de género e incluso apoyando las algaradas abortistas de la izquierda contra los católicos, como ha ocurrido en Polonia.
4. Patriotismo y defensa de la Nación
Tanto el socialismo como el comunismo son ideologías internacionalistas desde sus orígenes, y por ello han denostado la Patria, presentándola como parte del entramado opresivo de la burguesía. “Los trabajadores no tienen patria”, escribieron Karl Marx y Friedrich Engels en el “Manifiesto comunista” (1848). Partidos que se decían de derechas han asumido parcialmente ese rechazo al patriotismo, evitando esta palabra como si estuviese apestada, y situando en su lugar conceptos engañosos como “europeísmo”, con el que promueven una tendencia a disolver nuestra soberanía nacional en favor de la élite de Bruselas. Paralelamente, algunos de esos mismos partidos de derechas no tienen reparo alguno en promover planteamientos disolventes de la unidad nacional, utilizando las lenguas regionales -que son parte de nuestro patrimonio cultural- como herramientas para desplazar el español. Si el patriotismo les provoca tanto rechazo como a la izquierda, a lo mejor es porque ya son izquierda.
5. El derecho a la propiedad privada
Este derecho ha sido denostado por la izquierda desde hace mucho tiempo. Tanto comunistas como socialistas utilizan el Estado para ir desgastándolo, unos en mayor medida que otros, arrebatándonos cada vez mayores porciones de nuestros ingresos con la excusa de financiar servicios públicos que nos venden cínicamente como “gratuitos”. Ese expolio se traduce en una presión fiscal cada vez más asfixiante, pero también en trabas constantes -tanto burocráticas como ideológicas- a la creación de empresas y a su actividad, tanto de tipo burocrático como ideológico y en diversos ámbitos (desde una avalancha incesante de leyes autonómicas y de normativas nacionales europeas). Hay partidos que se dicen de centro-derecha pero que han acabado aplicando recetas de la izquierda socialdemócrata, que suponen el paso previo a una cada vez mayor apropiación de nuestros bienes e ingresos por parte del Estado. Si apoyan las recetas económicas de la izquierda, no tiene sentido llamarlos “derecha”.
Elentir
domingo, 16 de enero de 2022
NOTICIAS 15 y 16 de ENERO de 2022
EL DIESTRO
Tres jugadores tienen que abandonar el torneo de apertura del Open…
Djokovic será finalmente deportado y no podrá jugar el Open de Australia
¿Ya tiene el pasaporte? Pues prepare el brazo si quiere renovarlo
Letra en español del fantástico tema: “I Will Not Comply”, de Blind Joe
https://www.eldiestro.es/2022/01/letra-en-espanol-del-fantastico-tema-i-will-not-comply-de-blind-joe/
Quebec quiere poner impuesto a los no pinchados por los costes médicos que generan
https://www.eldiestro.es/2022/01/quebec-quiere-poner-impuesto-a-los-no-pinchados-por-los-costes-medicos-que-generan/
INFOVATICANA
De la crisis de fe a la descomposición de España
https://infovaticana.com/2022/01/16/de-la-crisis-de-fe-a-la-descomposicion-de-espana/
CONTANDO ESTRELAS
Los ataques a Vox y a otros partidos: busca las sutiles diferencias entre estos titulares
https://www.outono.net/elentir/2022/01/16/los-ataques-a-vox-y-a-otros-partidos-busca-las-sutiles-diferencias-entre-estos-titulares/
MENTE ALTERNATIVA
Los datos de 6 meses de Pfizer muestran que sus Inoculaciones COVID ‘causan más enfermedades de las que previenen’, según el Informe de una Alianza de más de 500 Médicos, Científicos, Profesores y Profesionales de la Salud, de Canadá.
https://www.mentealternativa.com/los-datos-de-6-meses-de-pfizer-muestran-que-sus-inoculaciones-covid-causan-mas-enfermedades-de-las-que-previenen-segun-el-informe-de-una-alianza-de-mas-de-500-medicos-cientificos/
Selección por José Martí
El Papa Francisco y los pobres de ‘Pfizer’, en el Vaticano la forma es sustancia, el ‘Chrislam’, América deja de ser católica.
Como quien no quiere la cosa ya estamos en el tiempo ordinario, demasiado ordinario y con los temas de siempre. La epidemia está aquí y no se le ve que esté dispuesta a dejarnos. Vamos aprendiendo a manejar sus caprichos que siguen sorprendiendo y poco más.
Desde estas líneas hemos recomendado en más de una ocasión la vieja película ‘católicos’ que nos parece que ha adquirido un estatus de profética de estos tiempos que vivimos. Hoy encontramos con gozo el artículo de The Wanderer Católicos. La película e introducción de Jack Tollers «Lo primero que hay que destacar es que la novela de Brian Moore que la inspiró, fue escrita un año antes, en 1972, hace exactamente medio siglo. Al año siguiente, 1973, se rodó esta película que presentamos a nuestros lectores, asombrados como estamos ante su actualidad y lo bien tratados que están todos los tópicos, sobre todo el principal, que es el afán procedente de Roma de suprimir de una vez y para siempre la celebración de la misa según el Rito de San Pío V».
«¿Qué ha de hacer un cristiano en una Iglesia decaída, digamos, corrompida; un hombre de verdad a quien le toca el sino de vivir en mala época? ¿Está obligado a hablar? El problema se complica terriblemente con otras preguntas. ¿Qué misión pública tiene? ¿Hasta dónde está corrompida la Iglesia? ¿Qué efecto positivo se puede esperar si chilla? ¿Cómo ha de chillar? «(…) esta película es profética en la medida en que, puesta como está en un futuro no especificado (los tiempos de Vaticano IV), parecería que Roma finalmente conseguirá lo que quiere: sencillamente, la abolición del sacrificio perpetuo».
Entramos en uno de los temas de las noticias de hoy que nos parece especialmente espinoso para el Papa Francisco. Edward Pentin, no dudamos que muy bien informado, nos dice que: «Hemos sabido que el año pasado el Papa Francisco mantuvo reuniones privadas secretas con el director ejecutivo de Pfizer, mientras surgen dudas sobre la efectividad de las vacunas, que ahora son obligatorias para todo el personal y visitantes del Vaticano». Hechos extraños por el personaje, Bourla, y por su secretismo. Un portavoz de Pfizer dijo: «No podemos confirmar ni negar, ya que, de acuerdo con nuestra política, los movimientos de nuestros ejecutivos se consideran confidenciales». Estos encuentros secretos, secretados, no son una excepción y en noviembre de 2019, poco antes del inicio de la epidemia, el Papa Francisco recibió en privado a Melinda Gates, reunión bien conocida en el Vaticano, nunca anunciada ni reconocida oficialmente.
Por el Pontificio Consejo para la Cultura han pasado Stephane Bancel, director ejecutivo de Moderna, el Dr. Anthony Fauci, director médico del presidente Joe Biden, y el Dr. Francis Collins, entonces director de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. El Estado de la Ciudad del Vaticano fue uno de los primeros en administrar vacunas tras firmar un contrato con Pfizer a finales de 2020 para ofrecer su producto farmacéutico Pfizer-BioNTech en exclusiva a todo el personal, y las primeras vacunas datan de principios de 2021. El Papa Francisco y el Vaticano han impuesto la inyección de Pfizer para todo el personal y visitantes desde el 23 de diciembre de 2021. En territorio vaticano a partir del 31 de enero será necesaria la triple vacunación (dos dosis más un refuerzo). Desde la introducción de la vacuna, el Vaticano no ha informado de ningún caso de hospitalizaciones o muertes.
Parolin, descartó esta semana cualquier derecho a la exención por motivos de conciencia porque la vinculación de la vacuna con el aborto “parecen no tener justificación”, ya que el producto de Pfizer solo ha sido probado pero no fabricado utilizando líneas celulares derivadas del aborto. En el Papa Francisco es importante a quien recibe y como, en estos casos en secreto, y a quien se niega a recibir. Parece que el molestan sus cardenales, los de la Iglesia católica, y no los recibe para no perder el tiempo, recibe otros «cardenales» de la iglesia laica, suponemos que para convertirlos. Albert Bourla es una figura destacada en el mundo farmacéutico y empresarial más influyente de EE.UU., relacionado con Bill Gates. Judío sefardí, Bourla es miembro de Business Roundtable, «el aliado más cercano en la comunidad empresarial de BarackObama» junto con Jeff Bezos de Amazon, Tim Cook de Apple, Safra Catz de Oracle.
Si en Italia la forma es sustancia, en el Vaticano lo es todo. En el proceso ‘Becciu’ lo importante, como en todos los procesos que hemos vivido en los últimos tiempos en el Vaticano, es quedar bien, que todo parezca que es perfecto, la apariencia lo es todo, el fondo es un problema menor que hay que gestionar. Cuando el sistema Vaticano choca con sistemas externos se produce una colisión de la que no sale muy bien parado. La Corte Suprema de Italia acusó a los fiscales de ocultar pruebas clave en el juicio del Vaticano por fraude y en el caso paralelo abierto en los tribunales italianos. El Tribunal de Casación ordenó examinar las pruebas antes de decidir si confirma la orden de arresto internacional contra Gianluigi Dorsey, un corredor italiano con sede en Londres buscado por delitos financieros en Italia y el Vaticano. Acusado por el tribunal del Vaticano en julio, su posición está pendiente debido a la legitimidad del proceso de extradición entre Italia y Gran Bretaña y la orden de arresto italiana que lo inició. El Vaticano no tiene acuerdos de deportación con Gran Bretaña. El caso vaticano está rodeado de errores procesales por parte de fiscales vaticanos que ha rechazado las acusaciones. Un tribunal británico dictaminó que los fiscales del Vaticano habían cometido «terribles» errores y malas interpretaciones.
A estas alturas es muy previsible por donde puede salir el Papa Francisco que nos continúa soltando mantras sin muchas explicaciones y fundamentos: “La rigidez es una perversión que viene precisamente del clericalismo, es otra cosa mala y bajo cualquier rigidez siempre hay podredumbre”. Los agraciados del discernimiento son esta ver los Teatinos.
Un grupo de 24 víctimas de abusos , residentes en Bélgica, pidió a la Gran Cámara del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que responsabilizara a la Santa Sede por la violencia de sacerdotes individuales. Las víctimas se habían acercado al tribunal europeo después de que los tribunales locales dictaminaran que el Vaticano no puede ser considerado responsable de los abusos, por la inmunidad debida a los estados soberanos. El Tribunal Europeo considera que el Papa no puede ser considerado el «principal» de los obispos y que «la conducta inapropiada atribuida directamente a la Santa Sede no se ha llevado a cabo en territorio belga sino en Roma; y que ni el Papa ni la Santa Sede estaban presentes en territorio belga cuando se había cometido la conducta inapropiada atribuida a los líderes de la Iglesia de Bélgica”.
Despedida del actual embajador de Italia ante la Santa Sede, Pietro Sebastiani. El próximo embajador italiano es Francesco Di Nitto, Consejero Diplomático durante el gobierno de Monti, de 2011 a 2013, y desde 2013 en la Presidencia de la República con Napolitano y Mattarella.
Mohamed Mahmoud Abdel Salam, juez del Consejo de Estado de Egipto, sostiene que hay campañas alimentadas en Occidente y en los países árabes para hacer creer a la gente que el Documento sobre la Fraternidad Humana, firmado en Abu Dhabi por el Papa Francisco y el Gran Imán de al Azhar, tendría como objetivo fusionar las diferentes religiones en una «Religión mundial unificada». Explica el contexto del Documento de Abu Dabi que fue concebido como un llamamiento a la paz y la convivencia “dirigido a todos los seres humanos, creyentes y no creyentes”. Pretende desenmascarar la expresión «Chrislam», utilizada por los que quieren «fusionar» el cristianismo y el islam en un solo credo.
Es muy triste que sea en los tiempos del primer Papa procedente de América que estemos ante perdida de la mayoría católica. La atracción que ejerce la teología de la prosperidad que sostiene que la gracia de Dios se refleja en la riqueza material y que está llevando a América Latina, el continente en el que el catolicismo no ha tenido competidores durante siglos, a ser una minoría.
Siguen siendo objeto de comentarios, no precisamente elogiosos, las palabras del Papa Francisco: “Hoy la gente no quiere tener hijos”… “pero hay muchas parejas que tienen perros y gatos”. Un artículo de hoy señala ‘un par de escollos peligrosos’. El primero es lo que llamamos relación causa-efecto: «no tengo hijos (causa determinada) entonces compro perros o gatos (efecto arbitrario». El segundo la supuesta equivalencia entre tener un perro y no tener un hijo: «si no tienes un hijo, entonces cómprate un perro». Es un hecho que hay personas que no tienen ni hijos ni perros, y otras que tienen hijos y perros. El autor lanza una serie de preguntas al Papa Francisco: «¿Cómo se relaciona no tener hijos con tener mascotas?», «¿Cómo depende tener perros o gatos de no tener hijos?», «¿Qué podría causar no querer tener hijos?». Estamos ante otra ‘gracieta’ del Papa Francisco que no es capaz de fundamentar. Es lo que tenemos, es una perdida de tiempo, pretender encontrar respuestas en quién no es capaz de calibrar las consecuencias de sus dichos y hechos.
«Haced lo que él os diga».
Buena lectura.
SPECOLA
Viganò: Cuando temía por mi vida redescubrí la Misa Tradicional
Los que permitís que se prohíba la Misa Tradicional, ¿la habéis celebrado alguna vez? Los que desde lo alto de vuestras cátedras de liturgia dictáis amargas sentencias sobre la Misa de antes, ¿habéis meditado alguna vez en sus oraciones, sus ritos y sus sagrados gestos ancestrales? Me lo he preguntado muchas veces en estos últimos años. Porque yo mismo, que he conocido esa Misa desde pequeño, que cuando todavía llevaba pantalón corto aprendí a acolitarla, prácticamente la tenía olvidada y perdida. Introibo ad altare Dei. Me arrodillaba en invierno sobre las gradas heladas del presbiterio antes de ir al colegio. Sudaba bajo la ropa de monaguillo en algunos días de canícula. Me había olvidado de esta Misa, que fue precisamente aquella con la que me ordené sacerdote el 24 de marzo de 1968, en una época en la que ya se oteaban en el horizonte los primeros indicios de aquella revolución que en poco tiempo despojaría a la Iglesia de su más valioso tesoro para imponer en su lugar un rito adulterado.
Pues bien, aquella Misa que las reformas conciliares suprimieron y prohibieron en mis primeros años de sacerdocio permanecía como un lejano recuerdo, como la sonrisa de una persona querida lejana, la mirada de un pariente difunto y el amable tañido de las campanas en los domingos. Era algo relacionado con la nostalgia, la juventud, el entusiasmo de una época en que las obligaciones eclesiásticas aún estaban por venir, en la que todos creíamos que el mundo podía recuperarse de la posguerra y del peligro del comunismo con un renacimiento espiritual. Queríamos creer que el bienestar económico vendría acompañado de un renacimiento moral y religioso de nuestro país. A pesar del 68, las huelgas, el terrorismo, las Brigadas Rojas y la crisis de Oriente Próximo. Entre mil y un cometidos eclesiásticos, se consolidó en mi memoria el recuerdo de algo que en realidad había quedado sin resolver y que por el momento se había dejado de lado durante años. Algo que esperaba pacientemente, con la paciencia que sólo Dios tiene con nosotros.
Mi decisión de denunciar los escándalos de los prelados estadounidenses y la Curia Romana me brindó la oportunidad de ver desde otra perspectiva no sólo mi misión como arzobispo y nuncio apostólico, sino también el alma de aquel sacerdocio que mi servicio, primero en el Vaticano y más tarde en Estados Unidos, había dejado incompleto; más para mi sacerdocio que para el ministerio. Lo que hasta aquel momento no había entendido me resultó diáfano debido a una circunstancia inesperada, cuando mi seguridad personal pareció peligrar y, de mala gana, me vi obligado a vivir prácticamente en la clandestinidad, lejos de los palacios de la Curia. Entonces, gracias a aquella bendita separación, que actualmente considero una especie de vocación monástica, me llevó a redescubrir la Misa Tridentina. Recuerdo bien el día en que en lugar de la casulla me revestí con las vestiduras tradicionales, gorjal ambrosiano y manípulo. Recuerdo el temor que experimenté al pronunciar, al cabo de casi cincuenta años, aquellas oraciones del Misal que afloraban a mis labios como si las hubiese recitado hacía poco tiempo. Confitemi, Dominus, quoniam bonus en lugar del salmo Judica me, Deus del Rito Romano. Munda cor meum ac labia mea. Estas palabras ya no eran las del acólito o el joven seminarista, sino las del celebrante. De mí que, me atrevo a decir por primera vez, celebraba ante la Santísima Trinidad. Pues si bien es cierto que el sacerdote es una persona que vive esencialmente para los demás –para Dios y para el prójimo–, también es verdad que si no es consciente de su propia identidad y no cultiva la santidad su apostolado será estéril como címbalo que retiñe.
Sé bien que estas reflexiones pueden dejar indiferente, o incluso despertar compasión, en quien jamás haya tenido la gracia de celebrar la Misa de siempre. Pero supongo que pasará igual con quien nunca se haya enamorado y no entienda el casto éxtasis del amado ante la amada, para quien no conozca la dicha de perderse en la mirada de ella. El adusto liturgista, el prelado de clergyman con el pectoral en el bolsillo, el consultor de una congregación romana que va por ahí con el último número de Concilium o de Civiltà Cattolica bajo el brazo, observan la Misa de San Pío V con la atención que pone un entomólogo en el estudio de los insectos, o como un naturalista mira las venas de una hoja o las alas de una mariposa. Es más, a veces me pregunto si lo hacen con la asepsia del cirujano que corta con el bisturí un cuerpo vivo. Pero si un sacerdote con un mínimo de vida interior se acerca a la Misa antigua, independientemente de que la hubiera conocido antes o la acabe de descubrir, quedará hondamente impresionado por la majestuosidad del rito, como si saliera del tiempo y se adentrara en la eternidad de Dios.
Lo que me gustaría que entendieran mis hermanos en el episcopado y el sacerdocio es que esa Misa es intrínsecamente divina, porque en ella se percibe lo sagrado de un modo visceral; literalmente, uno se siente arrebatado al Cielo, en presencia de la Santísima Trinidad y la corte celestial y lejos del mundanal ruido. Es un canto de amor en el que la repetición de los gestos, reverencias y palabras sagradas no tiene nada de superfluo, del mismo modo que una madre nunca se cansa de besar a su hijo y una esposa de repetir a su esposo que lo quiere. Se olvida uno de todo lo demás, porque todo lo que se dice y canta en dicha Misa es eterno, todos los gestos son perennes, quedan fuera de la historia y se está inmerso en un continuum que une el Cenáculo, el Calvario y el altar donde se celebra. El celebrante no se dirige a la asamblea con la preocupación de que se le entienda, o de caer simpático o estar al día, sino que se dirige a Dios; y ante Dios sólo hay una sensación de infinita gratitud por el privilegio de transmitir las oraciones del pueblo cristiano, la alegría y el dolor de tantas almas, los pecados y faltas de quienes imploran perdón y misericordia, el agradecimiento por las gracias recibidas y el sufragio por nuestros seres queridos difuntos. Si se está solo, uno se siente al mismo tiempo íntimamente unido a una interminable multitud de almas que atraviesa el tiempo y el espacio.
Cuando celebro la Misa apostólica, pienso que en ese mismo altar consagrado con las reliquias de mártires han celebrado innumerables santos y millares de sacerdotes empleando las mismas palabras, los mismos gestos, haciendo las mismas inclinaciones y genuflexiones y vistiendo las mismas vestiduras. Y ante todo, comulgado el Cuerpo y Sangre mismos de Nuestro Señor, al que todos hemos sido asimilados en la ofrenda del Santo Sacrificio. Cuando celebro la Misa de siempre, me doy cuenta del modo más sublime y total del verdadero significado de lo que nos enseña la doctrina. Actuar in persona Christi no es la repetición mecánica de una fórmula, sino saber que mi boca dice las mismas palabras que pronunció el Salvador sobre el pan y el vino en el cenáculo; que mientras elevo la Hostia y el Cáliz repito la inmolación de Cristo en la Cruz; que al comulgar consumo la Víctima propiciatoria y me alimento de Dios, y no participo en un banquete. Y junto conmigo, toda la Iglesia: la triunfante, que se digna unirse a mi súplica; la purgante, que la espera para abreviar su paso por el Purgatorio; y la militante, que cobra fuerzas en la batalla espiritual de cada día. Pero si, tal como profesamos con fe, nuestra boca es la boca de Cristo; si de veras las palabras que pronunciamos en la Consagración son las de Cristo; si las manos con las que tocamos la Santa Hostia y el Cáliz son las de Cristo, ¿qué respeto no habremos de tener por nuestro cuerpo para mantenerlo puro e incontaminado? ¿Qué mejor estímulo para permanecer en gracia de Dios? Mundamini, qui fertis vasa Domini. Y, con las palabras del Misal: Aufer a nobis, quæsumus, Domine, iniquitates nostras: ut ad sancta sanctorum puris mereamur mentibus introire.
Me dirá el teólogo que eso es doctrina común, y que la Misa es ni más ni menos que eso, sea cual sea el rito. Racionalmente, no lo niego. Pero si bien la celebración de la Misa Tridentina es una constante exhortación a una continuidad ininterrumpida de la obra de la Redención constelada de santos y beatos, no me parece que eso se pueda decir del rito reformado. Si observo la mesa versus populum, veo el altar luterano o la mesa protestante; si leo las palabras de la Institución como una narración de la Última Cena, percibo las modificaciones introducidas por el Libro de oración común del anglicano Cranmer y el servicio de Calvino; si hojeo el calendario reformado, veo que faltan precisamente los santos que acabaron con los herejes de la pseudoreforma. Y lo mismo pasa con los cantos, que pondrían los pelos de punta a un católico inglés o alemán: oír bajo la bóveda de una iglesia corales de quienes martirizaban a nuestros sacerdotes y pisoteaban el Santísimo Sacramento en desprecio de una superstición papista, debería ayudar a entender el abismo que media entre la Misa católica y su falsificación conciliar. Y no digamos la lengua: los primeros en suprimir el latín fueron los herejes para que el pueblo entendiera mejor el rito; un pueblo al que engañaban impugnando la verdad revelada y propagando el error. En el Novus Ordo todo es profano. Todo es momentáneo, accidental, contingente, variable, mudable. No hay nada de eterno, porque la eternidad es inmutable, como es inmutable la Fe. Y como es inmutable Dios.
Hay otro aspecto de la Santa Misa Tradicional que me gustaría destacar y que nos une a los santos y mártires de otros tiempos. Desde la época de las catacumbas y hasta las últimas persecuciones, dondequiera que un sacerdote celebre el Santo Sacrificio, aunque sea en un sótano, un bosque, un granero o incluso una camioneta, místicamente está en comunión con innumerables testigos heroicos de la Fe, y sobre aquel altar improvisado se fija la mirada de la Santísima Trinidad, se postran adorantes todos los coros angélicos y contemplan las almas purgantes. También en esto, y sobre todo en esto, cada uno de nosotros comprende cómo establece la Tradición un vínculo indisoluble a través de los siglos o sólo con la celosa custodia de dicho tesoro sino también al afrontar las pruebas que supone, incluso la muerte. Teniendo esto presente, la arrogancia del tirano actual con sus delirantes decretos debe confirmarnos en la fidelidad a Cristo y hacer que nos sintamos parte integral de la Iglesia de todos los tiempos, porque la palma de la victoria no se alcanza si no se está dispuesto a combatir el bonum certamen, la buena batalla.
Me gustaría que mis hermanos en el sacerdocio se atreviesen a hacer algo a lo que muchos no se atreven: acercarse a la Misa Tridentina, no atraídos por los encajes de una sobrepelliz o el recamado de una planeta, ni siquiera por la mera convicción racional de su legitimidad canónica, o porque nunca haya sido abolida; sino con el temor reverencial con que se acercó Moisés a la zarza ardiente; sabiendo que cada uno de nosotros, al bajar del presbiterio después del último Evangelio, está interiormente transfigurado por haber estado en presencia del Santo de los santos. Sólo allí, sobre ese místico Sinaí, podemos captar la esencia misma de nuestro sacerdocio, que antes que nada es la entrega de uno mismo a Dios; la oblación total de uno mismo a Cristo Víctima para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas; el sacrificio espiritual que saca fuerzas y vigor de la Misa; la renuncia de uno mismo para dejar lugar al Sumo Sacerdote; señal de verdadera humildad en el aniquilamiento de la propia voluntad y el abandono a la del Padre, siguiendo el ejemplo del Señor; un gesto de auténtica comunión con los santos participando de la misma profesión de fe y el mismo rito. Me gustaría que esta experiencia la tuvieran no solo quienes llevan décadas celebrando según el Novus Ordo, sino sobre todo los sacerdotes jóvenes y todos los que ejercen su ministerio en primera línea; la Misa de San Pío V es para espíritus indómitos, para almas generosas y heroicas, para corazones ardientes de caridad por Dios y por el prójimo.
Lo sé muy bien; hoy en día la vida del sacerdote supone miles de pruebas, estrés, la sensación de estar solo en el combate contra el mundo y ante el desinterés y el ostracismo por parte de los superiores; un lento desgaste que distrae e impide el recogimiento, la vida interior y el crecimiento espiritual. Sé de sobra que esa sensación de asedio, de sentirse como un marinero que gobierna solo una nave en medio de la tempestad, no es sólo cosa de tradicionalistas y progresistas; es el destino común de todos los que han ofrecido la vida al Señor en la Iglesia, cada uno con sus miserias, sus problemas económicos, incomprensión por parte del obispo, críticas de los hermanos y las peticiones de los fieles. Y esas horas de soledad, en las que la presencia de Dios y la compañía de la Virgen se sienten lejanas, como en la noche oscura de San Juan de la Cruz. Quare me repulisti? Et quare tristis incedo, dum affligit me inimicus? Cuando el Demonio se arrastra sinuosamente entre internet y la televisión, quærens quem devoret,aprovechándose traicioneramente de nuestro cansancio. En esos casos, que todos afrontamos como Nuestro Señor en Getsemaní, Satanás quiere atacar nuestro sacerdocio presentándose persuasivo como Salomé ante Herodes para pedirle la cabeza de Juan Bautista. Ab homine doloso et iniquo erue me. Todos somos iguales a la hora de la prueba. Porque el Enemigo no sólo quiere vencer sobre nuestras pobres almas de bautizados, sino sobre Cristo Sacerdote, cuya unción llevamos.
Por eso, hoy más que nunca la Santa Misa Tridentina es la única ancla de salvación del sacerdocio católico, ya que con ella el sacerdote renace todos los días en esos momentos privilegiados de íntima unión con la Santísima Trinidad y obtiene de ella gracias indispensables para no caer en pecado, avanzar en el camino de la santidad y encontrar un sano equilibrio para ejercer su ministerio. Pensar que todo se pueda despachar como una cuestión de simple ceremonia o estética significa que no han entendido nada de su vocación. Porque la Santa Misa de siempre –y lo es de verdad, y siempre se ha opuesto a ella el Adversario– no es una amante complaciente que se ofrece a cualquiera, sino una esposa celosa y casta, como también el Señor es celoso.
¿Queréis agradar a Dios o a quien os tiene alejados de Él? En el fondo, la pregunta siempre es la misma: hay que elegir entre el yugo suave de Cristo y la cadena de esclavitud del adversario. La respuesta se mostrará clara y nítida en el momento en que, deslumbrados por el inconmensurable tesoro que os estaba oculto, descubráis lo que significa celebrar el Santo Sacrificio no como ridículos presidentes de asamblea sino como «ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios» (1Cor.4,1).
Echad mano del Misal, pedid ayuda a un sacerdote amigo y subid al monte de la Transfiguración; Emitte lucem tuam et veritatem tuam: ipsa me deduxerunt, et adduxerunt in montem sanctum tuum, et in tabernacula tua. Como Pedro, Santiago y Juan, exclamaréis: Domine, bonum est nos hic esse, «Señor, qué bueno es estar aquí» (Mt.17,4). O, con las palabras del salmista que repite el celebrante durante el Ofertorio, Domine, dilexi decorem domus tuæ, et locum habitationis gloriæ tuæ.
Cuando lo hayáis descubierto, nadie os podrá arrebatar aquello por lo cual el Señor ya no nos llama siervos sino amigos (Jn.15,15). Nadie podrá convenceros jamás para que renunciéis a ello obligándoos a contentaros con su adulteración, fruto de una mentalidad rebelde. Eratis enim aliquando tenebræ: nunc enim lux in Domino. Ut filii lucis ambulate. «Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz» (Ef.5,8). Propter quod dicit: Surge qui dormis, et exsurge a mortuis, et illuminabit te Christus. «Por lo cual dice: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo”» (Ef.5,14).
†Carlo Maria Viganò, arzobispo
(traducido por Bruno de la Inmaculada)
viernes, 14 de enero de 2022
Noticias 14 de enero de 2022
La santidad, única solución a la crisis de nuestro tiempo (Roberto De Mattei)
GERMINANS GERMINABIT
Una Sagrada Familia ultramoderna
MENTE ALTERNATIVA
Abogado anuncia Gran Jurado contra Operadores de la Pandemia. Tiene Evidencia de que ‘algunos lotes de vacunas son más letales que otros y parte de un experimento con toxina’
INFOCATÓLICA. ESPADA DE DOBLE FILO (Bruno Moreno)
La verdad que conmueve el corazón
Selección por José Martí
jueves, 13 de enero de 2022
Católicos: la película e introducción de Jack Tollers
Cuando descubrí que alguien había subido la película Catholics a Youtube en HD, me resolví a subtitularla (sin saber lo que me pescaba—más de 120 horas de trabajo, aunque confieso que lo hice con mucho gusto, y quedé bastante conforme con el resultado).
Lo primero que hay que destacar es que la novela de Brian Moore que la inspiró, fue escrita un año antes, en 1972, hace exactamente medio siglo. Al año siguiente, 1973, se rodó esta película que presentamos a nuestros lectores, asombrados como estamos ante su actualidad y lo bien tratados que están todos los tópicos que se tratan, sobre todo el principal, que es el afán procedente de Roma de suprimir de una vez y para siempre la celebración de la misa según el Rito de San Pío V. Como si Traditiones Custodes hubiese sido redactado hace 50 años (pensado, seguro que sí).
El argumento consiste básicamente en una “visita” de un inspector de una Orden contemplativa ficticia (los Albaneses) a un monasterio del s. XII, perdido en una de esas pequeñas islas frente a la península del Dingle, en Irlanda. El inspector, el P. James Kinsella, está magníficamente retratado por Martin Sheen, un cura secularizado, moderno, perfectamente ideologizado, ecuménico, a tono con el “Concilio Vaticano IV” y cuya misión es prohibirle al Abad que se continúe celebrando la misa tridentina que se había hecho mundialmente famosa por culpa de… la televisión, atrayendo multitud de peregrinos del mundo entero y para gran disgusto del Superior General de la Orden que lo envía al P. Kinsella con toda la autoridad necesaria para terminar con eso de una buena vez. Y allí va.
Con característica inteligencia, Moore no presenta a este inspector como un ogro, sino como un simpático cura que no quiere molestar a nadie, que se interesa por todo… aunque quiere cumplir a rajatabla lo que se le manda. Aún así, no se entiende enteramente con los viejos campesinos del lugar, se enoja en un pub cuando se entera de que en esa parte del mundo la gente todavía se confiesa en privado y en otra oportunidad pierde los estribos defendiendo a los curas subversivos que van a Sudamérica para morir mártires en su lucha por la justicia social (“compañeros de ruta de los marxistas” como entonces se decían). Pero en general, se muestra cordial y no parece enteramente a gusto con su misión, por mucho que la liturgia en latín y todo lo demás le molesta en sumo grado.
La fotografía de aquella Irlanda gaélica (la que salvó a la civilización, como demostró Thomas Cahill en su imperdible libro), la típica voz aflautada de los viejos monjes, las comidas en el refectorio, la abadía medieval, las costumbres monacales, los variopintos personajes que allí conviven pacíficamente, el humor reinante… está todo retratado a la perfección.
Ahora, lo más importante de la película, a mi juicio, son las cuatro discusiones que el inspector Kinsella mantiene, una con el Abad (sobre los estudios eclesiásticos en Boston sobre los curas guerrilleros en Sudamérica), otra con un monje pescador (Father Manus) que tiene todas las trazas de un santo y que defiende místicamente a la Eucaristía en términos tan elocuentes como conmovedores. Las otras dos discusiones no carecen de interés, sobre todo la que tiene con el portero acerca de la participación del clero en las luchas por la justicia social. En una parte de eso, el joven le explica a Kinsella que si él hubiese creído tener esa vocación, se habría metido en el IRA, no hacerse monje. Y sonreímos ante la referencia que, claro, simpatizamos más con los descendientes de Eamon de Valera que con Camilo Torres).
Pero también quedamos retratados casi todos en la figura del Maestro de Novicios (Fr. Matthew), un típico “tradi” enfurecido con la represión romana, destacando con vehemencia el carácter misterioso y, sobre todo, milagroso de la transubstanciación en la misa. Y no lo podemos negar: también a nosotros, las más de las veces, todo esto nos pone de mal humor.
Pero todo esto está muy bien dicho, porque todos estos monjes se oponen al Novus Ordo más que nada porque más o menos explícitamente se niega el carácter milagroso—y por tanto eminentemente misterioso—de la misa. Lo demás, la misa happy clappy con globos y guitarras, no es más que una consecuencia.
Hay también un diálogo imperdible entre Kinsella y el P. Abad, en el que Kinsella sostiene que en el s. XX ya no hay herejías. Y el abad le propone la definición de una:
La ortodoxia de ayer es hoy herejía; y la herejía de ayer es hoy ortodoxia.
No está mal, para nada.
La acción sucede en 48 horas, más o menos, pero la película tiene 80 minutos de suspenso que lo tienen (al que le importan estas cosas) en vilo.
La parte más difícil de interpretar es la suerte de “noche oscura” que vive el Abad (y de la que le da parte al inspector): una especie de crisis de fe, cuyos rasgos específicos no se parecen a nada que haya leído yo en San Juan de la Cruz, ni en los diarios de la Madre Teresa de Calcuta… ni en ningún otro lado: el tipo se pone a rezar y eso lo transporta a una especie de nirvana en donde Dios no existe. Y a veces tarda mucho tiempo en volver. Entonces resuelve no rezar más. Es un tipo complicado, sometido a una experiencia espiritual complicada, en una situación harto complicada: ¿obedecerá o no a sus superiores? Y si no obedece… ¿qué alternativa le queda?
Nos recuerda un texto de Castellani:
¿Qué ha de hacer un cristiano en una Iglesia decaída, digamos, corrompida; un hombre de verdad a quien le toca el sino de vivir en mala época? ¿Está obligado a hablar? El problema se complica terriblemente con otras preguntas. ¿Qué misión pública tiene? ¿Hasta dónde está corrompida la Iglesia? ¿Qué efecto positivo se puede esperar si chilla? ¿Cómo ha de chillar?
La obligación expresa de “dar testimonio de la Verdad”, que fue la misión específica de Cristo, se vuelve espinosa en Sócrates, angustiosa en un pastor como Kierkegaard, perpleja hasta lo indecible en un simple fiel.
En 1970, Mons. Lefebvre optó por abrir el Seminario de Écone en Suiza y fundó una fraternidad sacerdotal con suerte varia (al final, contra lo que había dicho durante más de 20 años, se vio obligado a ordenar cuatro obispos). Y le fue como le fue.
Otros jugaron el partido de otras maneras. A todos les fue más bien mal. A muchos, a la mayoría, al final los jodieron. Algunos enloquecieron.
Como fuere, creo que se puede sostener que esta película es profética en la medida en que, puesta como está en un futuro no especificado (los tiempos de Vaticano IV), parecería que Roma finalmente conseguirá lo que quiere: sencillamente, la abolición del sacrificio perpetuo (puesto que en los ritos alternativos, la misa no pasa de ser un encuentro entre hermanos para compartir el pan, etc., etc., etc.).
Una cosa meramente simbólica.
Hasta donde puedo ver, esa es la intención de Traditiones Custodes, empujarnos a todos a la Fraternidad de San Pío X, para que, una vez allí encerrados, excomulgarnos a todos y sanseacabó. Y luego reformar el Novus Ordo con una liturgia de los Derechos Humanos, de la ecología, de la pachamama y de la gran puta que lo parió.
Una cosa meramente simbólica.
En fin, en 1972, cuando se desataba el vendaval post-Vaticano II, era sumamente difícil reaccionar con lucidez, tantas eran las barbaridades que aparecían a diario, en el frente dogmático, en el moral, en el litúrgico, en el canónico, en… todo. Grandes inteligencias se alzaron para protestar, para denunciar la porquería que era todo eso, empezando por Dietrich Von Hildebrand y siguiendo con una pléyade de inteligencias brillantes, que ahora recuerdo currente calamo, como Jean Madiran, Salleron, Romario Amerio, Josef Pieper, Leonardo Castellani, Louis Bouyer, Plinio Correa de Oliveira, el abbé de Nantes, Mons. Marcel Lefebvre, Jacques Ploncard d’Assac, Michael Davies, Frederick Wilhelmsen, Julio Meinvielle, Gustave Thibon, Mons. Antonio Guerra Campos, Joaquín Sáenz Arriaga, Rafael Gambra, Carlos Sacheri, Gustavo Corção, Thomas Molnar, Christopher Dawson, André Charlier, Giacomo Biffi, Gustave Thibon, Mons. Antonio de Castro Mayer, Michel de Saint-Pierre, Nicolás Gómez Dávila, Fr. Mario José Petit de Murat, Cornelio Fabro, Leopoldo-Eulogio Palacios, y tantos, tantísimos más (perdón por las omisiones de mi pobre memoria) que intentaron detener la ola de herejías, estupideces, blasfemias y desecraciones que se desataron bajo el estandarte del “espíritu del Concilio”. Los frentes eran innumerables, las cuestiones planteadas casi infinitas, los asuntos a resolver, las distinciones necesarias… era, considerado todo retrospectivamente, una cosa como imposible.
Se hizo lo que se pudo y cada cuál eligió el medio, la manera y el frente de combate a llevar adelante. Cada cual a su manera, y a cada cual le fue como le fue.
Pero este novelista, Brian Moore, que escribió en 1972 esta novela… pues me parece genial en cuanto anticipa lo que no era tan fácil de ver como ahora: que los progresistas tienen una agenda, ¿qué diré yo?, progresiva y que la ambigüedad de Vaticano II era deliberada (como ahora reconoce Kasper) para ir, paso a paso, destruyéndolo todo…
Y a fe mía, si consiguen abolir el sacrificio perpetuo (como está profetizado), habrán ganado la partida.
Si no fuera que hay profetizado mucho, mucho más, je.
Jack Tollers
PELÍCULA
Duración 1:19:18
El Vaticano impone el régimen de restricciones más estrictas contra el covid (Carlos Esteban)
El Estado Vaticano va camino de convertirse en una sociedad distópica en su desesperado afán por erradicar el virus, con una ferocidad que pocos países del mundo pueden igualar: máscaras FPP2 en lugares cerrados, suspensión de viajes, cerco a los “negacionistas suicidas” que se resisten a la inoculación, multas…
Son las nuevas disposiciones firmadas por el Presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, el obispo español Fernando Vérgez Alzaga, que se suman a otras ya adoptadas para revertir los contagios de coronavirus como la obligación de presentar el certificado de vacunación contra el coronavirus, aplicado a los vacunados o a quienes hayan pasado recientemente la enfermedad, a todos los trabajadores de los dicasterios, organismos y oficinas de la Curia Romana y de las instituciones vinculadas a la Santa Sede, y a los turistas que visiten, por ejemplo, los Museos del Vaticano.
Desde el 13 de diciembre, el Vaticano no permite acceder a sus puestos de trabajo a las personas que no presenten el certificado de vacunación contra el coronavirus, de manera que se considera falta por esa razón una «ausencia injustificada» lo que conlleva la suspensión del sueldo.
Curiosamente (o no), la imposición de este verdadero estado de sitio coincide en el tiempo con la noticia de dos cardenales latinoamericanos, Toribio Ticona, boliviano, y el mexicano Felipe Arizmendi, que han dado positivo por covid después de haberse sometido al ‘acto de amor’ de la vacuna.
Mientras, en el país pionero en vacunación del mundo, Israel, su virólogo más prestigioso, profesor de Microbiología e Inmunología de la Universidad de Tel Aviv, profesor Ehud Qimron, advierte en una carta abierta a su gobierno que la estrategia mundial contra el covid se ha basado en “falsa propaganda” y está destinada al fracaso, como parecen confirmar todos los datos. Pero, ante la fe ciega, poco se puede hacer.
Carlos Esteban
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Vacunas Covid19: Según datos oficiales son los fármacos experimentales más tóxicos y letales de la historia
23 de septiembre de 2021
Primer debate sobre la Pandemia Covid19 después de 18 meses. La exministra de sanidad y el Pdte del Colegio de Médicos abandonan al escuchar la cifra oficial de MUERTOS POR VACUNAS.
14 de junio de 2021
El informe prohibido de Biólogos por la Verdad (España)
10 de Junio de 2021
[Conferencia] La Ingeniería Social de El gran Reinicio y la nueva normalidad: Agenda 2030
3 de junio de 2021
Doctores de todo el mundo son censurados y atacados por decir la Verdad sobre el Covid19
20 de marzo de 2021
[Video] Demandas internacionales por el FRAUDE de los Test PCR como prueba diagnóstica. Abogado Reiner Fuellmich.
11 de marzo de 2021, actualizado a 7 de diciembre de 2021
[Documental] The Big Reset Movie. El documental sin censura sobre la verdad de la pandemia en español
Selección por José Martí
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