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jueves, 13 de agosto de 2020

All Seminarians to Learn the Traditional Latin Mass



Duración 3:55 minutos


US Archbishop Wants ALL His Seminarians to Learn the Traditional Latin Mass

The Benedict XVI Institute published on August 10 an interesting online discussion with priests and laypeople who promote the Traditional Latin Mass in the United States. The most prominent guest was San Francisco Archbishop Salvatore Cordileone

US Archbishop Cordileone Defends Latin

Archbishop Cordileone stressed that the Church abolished Latin and introduced the vernacular exactly at the wrong time. Now, more than ever, we need a universal language of the Church because of migration and tourism, he explained. Cordileone believes that Latin could be re-introduced. Quote: “What was universal before, could be universal now.” And, “We need to open that door.” The archbishop revealed that he wants his seminarians to learn the Traditional Latin Mass as part of their priestly formation, primarily for their liturgical education. For Cordileone the experience of the Traditional Latin Mass inculcates the sense of reverence, of the sacred and respect of Tradition.

Black Catholic ministries Organizes Mass

The co-host was Alex Begin, Harvard’s youngest graduate in 1982 and founder of a software company. He converted through the Latin Mass. His apostolate is now to train priests and bishops in how to celebrate the Old Liturgy. He informed about an August 28 Old Rite Mass in the three-level Saint Aloysius Church in downtown Detroit that has not been used for 50 years. The Mass will be sponsored by the office for black Catholic ministries of Detroit Archdiocese. It is celebrated by Father John McKenzie, a black American priest and former monk of Norcia, Italy, who was ordained a year ago for Detroit. McKenzie believes the Traditional Mass has a key role to play now, as it has historically, in uniting Catholics of all races.

Downtown Detroit Old Rite Mass Success

Alex Begin told the audience about a Friday Night Traditional Latin Mass that was instituted in downtown Detroit’s Old Saint Mary’s. Because the church has a huge pipe organ, the organisers decided to take an add out on the Classical Musica radio station in town promoting the music during this mass. The result: 200 to 250 people attending this Mass on a Friday night. Often, they are not Latin Mass people. The Mass has created a great opportunity for evangelisation.

Heaven on Earth

Father Jeremiah Payne, the parish-priest of St Joseph’s in Palm Bay, Florida, spoke about a 17-year-old girl whom he didn’t know and who participated in a Latin Mass because she had missed the previous English Mass. Her comment, “Father, I don’t know what this was, but if heaven could be on earth I, at least, know that was it.”



TRADUCTOR GOOGLE

Un arzobispo de Estados Unidos quiere que TODOS sus seminaristas aprendan la misa tradicional en latín

El Instituto Benedicto XVI publicó el 10 de agosto un interesante debate online con sacerdotes y laicos que promueven la Misa Tradicional en Latín en Estados Unidos. El invitado más destacado fue el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone.

El arzobispo estadounidense Cordileone defiende el latín

El arzobispo Cordileone enfatizó que la Iglesia abolió el latín e introdujo la lengua vernácula exactamente en el momento equivocado. Ahora, más que nunca, necesitamos un lenguaje universal de la Iglesia debido a la migración y el turismo, explicó. Cordileone cree que el latín podría reintroducirse. Cita: "Lo que antes era universal, ahora podría serlo". Y, "Tenemos que abrir esa puerta". El arzobispo reveló que quiere que sus seminaristas aprendan la Misa en latín tradicional como parte de su formación sacerdotal, principalmente para su educación litúrgica. Para Cordileone, la experiencia de la Misa en latín tradicional inculca el sentido de reverencia, de lo sagrado y el respeto de la Tradición.

Ministerios católicos negros organiza misa

El coanfitrión fue Alex Begin, el graduado más joven de Harvard en 1982 y fundador de una empresa de software. Se convirtió a través de la Misa en latín. Su apostolado ahora es capacitar a sacerdotes y obispos en cómo celebrar la antigua liturgia. Informó sobre una misa de Old Rite del 28 de agosto en la iglesia de San Luis de tres niveles en el centro de Detroit que no se ha utilizado durante 50 años. La misa será patrocinada por la oficina de ministerios católicos negros de la Arquidiócesis de Detroit. Lo celebra el padre John McKenzie, un sacerdote negro estadounidense y ex monje de Norcia, Italia, que fue ordenado hace un año para Detroit. McKenzie cree que la Misa Tradicional tiene un papel clave que desempeñar ahora, como lo ha hecho históricamente, en unir a los católicos de todas las razas.

Éxito masivo del Old Rite del centro de Detroit

Alex Begin le contó a la audiencia acerca de una misa tradicional en latín los viernes por la noche que se instituyó en Old Saint Mary's en el centro de Detroit. Debido a que la iglesia tiene un enorme órgano de tubos, los organizadores decidieron sacar un complemento en la estación de radio Classical Musica de la ciudad promocionando la música durante esta misa. El resultado: 200 a 250 personas asistieron a esta misa el viernes por la noche. A menudo, no son personas de la misa latina. La Misa ha creado una gran oportunidad para la evangelización.

El Cielo en la tierra

El padre Jeremiah Payne, párroco de St Joseph's en Palm Bay, Florida, habló sobre una niña de 17 años a la que no conocía y que participó en una misa en latín porque se había perdido la misa anterior en inglés. Su comentario , "Padre, no sé qué fue esto, pero si el cielo pudiera estar en la tierra yo, al menos, sé que era esto"

Edad Media | 1 | Introducción | P. Javier Olivera Ravasi, SE |





Vídeo de duración 12:36 minutos, haciendo clic en:


miércoles, 12 de agosto de 2020

¿Por qué ser Católico y no de otra religión? José Plascencia y P. Javier Olivera Ravasi, SE

QUE NO TE LA CUENTEN


Una entrevista de José Plascencia al padre Javier Olivera Ravasi. Para verla y escucharla hacer clic en el siguiente link:  https://youtu.be/80_gw32sS80 

La duración del video es de 1 hora y 12 minutos.

Noticias varias del 10 al 12 de agosto de 2020




GLORIA TV


QUE NO TE LA CUENTEN


SECRETUM MEUM MIHI


FIRST THINGS

JESUS BECOMING JESUS (Padre Weinandy). Video en inglés de 1:04:25

CHIESA E POST CONCILIO



INFOHISPANIA


MARCHANDO RELIGIÓN


THE WANDERER


IL SETTIMO CIELO



Selección por José Martí

Respuesta de Mons. Viganò al padre Thomas sobre el Vaticano II




Fiesta de San Lorenzo Mártir

Reverendo padre Thomas:

He leído atentamente su artículo Vatican II and the Work of the Spirit, publicado el pasado 27 de julio en Inside the Vatican (ver aquí). Yo diría que su pensamiento se puede resumir en estas dos frases:

«Comparto muchas de las preocupaciones expresadas y reconozco la validez de algunos los problemas teológicos y cuestiones doctrinales enumerados. Con todo, me produce incomodidad llegar a la conclusión de que el Concilio Vaticano II sea de algún modo fuente y causa directa del desalentador estado en que se encuentra actualmente la Iglesia.»

Permítame, reverendo padre, que me apoye para responderle en la autoridad de un interesante escrito suyo, Pope Francis and Schism, que apareció en The Catholic Thing el pasado 8 de octubre. Sus observaciones me permiten apreciar una analogía que espero contribuya a aclarar lo que pienso y demostrar a nuestros lectores que algunas divergencias aparentes pueden se pueden resolver gracias a un provechoso debate que tenga como máximo fin la gloria de Dios, el honor de la Iglesia y la salvación de las almas.

En Pope Francis and the Schism, usted señala muy oportunamente y con la perspicacia que caracteriza sus intervenciones que hay una especie de disociación entre la persona del Papa y Jorge Mario Bergoglio, una dicotomía en la que el Vicario de Cristo calla y deja hacer mientras habla y actúa el exuberante argentino que actualmente reside en Santa Marta. Hablando de la gravísima situación que atraviesa la Iglesia alemana, usted escribe:

«Para empezar, al interior de la Iglesia alemana muchos saben que de hacerse cismáticos perderían su voz y su identidad católica. No pueden permitirse algo así. Necesitan estar en comunión con el papa Francisco, porque es precisamente él quien promueve el concepto de sinodalidad que tratan de llevar a cabo. Él es, por tanto, su máximo protector.

En segundo lugar, mientras el papa Francisco puede impedirles que hagan algo que sería escandalosamente contrario a la doctrina de la Iglesia, deja que hagan cosas que son ambiguamente contrarias, porque esa enseñanza y práctica pastoral ambigua concordarían con las de Francisco. Con esto, la Iglesia se encuentra en una situación en la que nunca habría esperado encontrarse.»

Prosigue:

«Es importante recordar que es preciso ver la situación de Alemania en un contexto más amplio: la ambigüedad teológica interna de Amoris Laetitia; el avance indisimulado del proyecto homosexual; la refundación del Instituto (romano) Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia, o sea el debilitamiento de la coherente doctrina de la Iglesia sobre absolutos morales y sacramentales, sobre todo en lo que respecta a la indisolubilidad del matrimonio, la homosexualidad, la contracepción y el aborto.

También está la declaración de Abu Dabi, que contradice abiertamente la voluntad del Padre y socava el primado de Jesucristo su Hijo como Señor definitivo y Salvador universal.

Es más, el actual Sínodo para la Amazonía rebosa de participantes solidarios y promotores de todo lo antedicho. Hay que tener en cuenta también a los numerosos cardenales, obispos, sacerdotes y teólogos de ortodoxia discutible a los que Francisco respalda y promueve nombrándolos para altos cargos en la Iglesia».

Y concluye con estas palabras:

«Teniendo en cuenta todo lo anterior, observamos una situación de creciente intensidad en la que por un lado la mayoría de los fieles del mundo, tanto en el clero como entre los laicos, se mantienen fieles al Papa, porque es su pontífice aunque critiquen su pontificado, y por otro hay una gran cantidad de fieles en el mundo, tanto clero como seglares, que apoyan entusiásticamente a Francisco porque permite y promueve las ambiguas enseñanzas y prácticas eclesiales de ellos.

Por consiguiente, terminaremos con una Iglesia que tendrá un papa que será el pontífice de la Iglesia Católica y será al mismo tiempo en la práctica cabeza de una iglesia cismática. Por ser el jefe de ambas, parecerá que hay una sola Iglesia cuando en realidad serán dos».

Sustituyamos ahora al Papa por el Concilio, y a Bergoglio por el Concilio Vaticano II: creo que encontrará interesante el paralelo casi literal que resulta. De hecho, tanto para el Papado como para un concilio ecuménico, el católico cultiva la veneración y el respeto que le exige la Iglesia: por un lado hacia el Vicario de Cristo, y por otro hacia un acto solemne de magisterio, en los que la voz de Nuestro Señor habla a través del Romano Pontífice y todos los obispos en unión con él. Si pensamos en San Pío V y el Concilio de Trento, o en Pío IX y el Concilio Vaticano I, no resultará difícil encontrar una correspondencia entre esos papas y el Papado, así como entre esos pontífices y el magisterio infalible de la Iglesia. Es más, la sola idea una posible dicotomía incurriría con toda justicia en sanciones canónicas y ofendería a los piadosos fieles.

Ahora bien, como usted mismo señala, con Jorge Mario Bergoglio ejerciendo surrealísticamente el cargo de sucesor del Príncipe de los Apóstoles, «las únicas palabras que encuentro para expresar esta situación son cisma al interior del Papado, ya que el Papa, precisamente por serlo, es a todos los efectos cabeza de un amplio sector de la Iglesia que con su doctrina, enseñanza moral y estructura eclesial es a todos los efectos cismático».

Yo ahora me pregunto: Si usted, estimado padre Thomas, reconoce, como dolorosa prueba a la que la Providencia somete a la Iglesia para castigarla por las culpas de sus indignísimos miembros, en grado máximo sus dirigentes, el propio Papa esté en cisma con la Iglesia, hasta el punto de que se pueda hablar de «un cisma al interior del Papado, por qué motivo no puede usted aceptar que haya sucedido lo mismo con un acto solemne como un concilio, y que el Concilio haya supuesto «un cisma interno en el Magisterio»? Si este papa puede ser «cismático en la práctica» –y yo diría que hasta hereje–, ¿por qué no puede haberlo sido también ese concilio, a pesar de que tanto el uno como el otro sean instituciones de Nuestro Señor para confirmar a los hermanos en la fe y la moral? ¿Qué impide, le pregunto, que las actas del Concilio se aparten del camino de la Tradición si el propio Pastor Supremo es capaz de renegar de las enseñanzas de sus predecesores? Y si la persona del Papa está en cisma con el Papado, ¿por qué no va a poder un concilio que se ha querido hacer pastoral y se ha abstenido de proclamar dogmas contradecir a otros concilios canónicos, creando con ello un cisma en la práctica con el Magisterio católico?

Es cierto que esta situación es un caso único, sin precedentes en la historia de la Iglesia, pero si puede ser así con el Papado -en un crescendo que va de Roncalli a Bergoglio-, no veo por qué no podría ser así con el Concilio Vaticano II, que precisamente gracias a los últimos pontífices se ha presentado como un acontecimiento único, y como tal es utilizado por sus defensores.

Retomando sus palabras, «con lo que terminará la Iglesia será con un concilio que es un concilio de la Iglesia Católica, y al mismo tiempo, con una Iglesia en la práctica cismática, es decir, la Iglesia conciliar que se considera nacida del Concilio. Aunque el Vaticano II fue a la vez un concilio ecuménico y un conciliábulo, sigue siendo en apariencia un solo concilio, mientras que en realidad son dos. Digo más: uno legítimo y ortodoxo abortado subversivamente con los esquemas preparatorios, y otro ilegítimo y herético (o al menos que contribuye a la herejía) al cual aluden todos los novadores, Bergoglio incluido, para legitimar sus desviaciones doctrinales, morales y litúrgicas. Exactamente como «numerosos cardenales, obispos, sacerdotes y teólogos de ortodoxia discutible a los que Francisco respalda y promueve nombrándolos para altos cargos en la Iglesia» sostienen que se debe reconocer la autoridad del Vicario de Cristo en los actos de gobierno y de magisterio realizados por Jorge Mario, precisamente en el momento en que con dichos actos se manifiesta «cismático en la práctica».

Si por un lado es cierto que «mientras el papa Francisco puede impedirles que hagan algo que sería escandalosamente contrario a la doctrina de la Iglesia, deja que hagan cosas que son ambiguamente contrarias, porque esa enseñanza y práctica pastoral ambigua concordarían con las de Francisco», no es menos cierto, parafraseando las palabras de Ud., que «mientras que Juan XXIII y Pablo VI habrían podido impedir que los modernistas hicieran nada escandalosamente contrario a las enseñanzas de la Iglesia, permitieron que hicieran cosas ambiguamente contrarias, porque esas enseñanzas y prácticas pastorales ambiguas concordaban con las de Roncalli y Montini».

Por eso me parece, reverendo padre, que puede encontrar una confirmación de lo que afirmo en mi escrito sobre el origen del debate en torno al Concilio: que el Concilio ha sido utilizado para dar visos de autoridad a una operación deliberadamente subversiva, del mismo modo que hoy vemos con nuestros propios ojos como el Vicario de Cristo es utilizado para dar apariencia de autoridad a una operación deliberadamente subversiva. En ambos casos, el sentido innato de respeto a la Iglesia por parte de los fieles y del clero ha servido de infernal estrategia, como un caballo de Troya introducido en la ciudad santa, para disuadir toda forma de desacuerdo respetuoso, de crítica o de legítima denuncia.

Es doloroso observar que esta constatación, lejos de rehabilitar el Concilio, confirma la profunda crisis que aqueja a toda la institución eclesiástica por culpa de renegados que han abusado de su autoridad para atacar a la Autoridad misma, de la autoridad pontificia para atacar al propio Pontífice, de la autoridad de los padres conciliares para atacar a la Iglesia. Una astuta y cobarde traición efectuada desde el interior de la propia Iglesia, como ya predijo y condenó San Pío X en la encíclica Pascendi, señalando a los modernistas como «enemigos de la Iglesia, que no los ha tenido peores».

Reciba, reverendo y estimado padre Thomas, mi bendición.

+Carlo Maria Viganò, arzobispo

(Traducción oficial por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)

El Santo Rosario con el P. Javier Olivera Ravasi, SE: en latín y español. Los Misterios Dolorosos





El enlace a seguir es:

Duración 24:12 minutos

lunes, 10 de agosto de 2020

Vaticano II y el Calvario de la Iglesia (Padre Lanzetta)



Aquí está el reciente discurso del padre Serafino Lanzetta, en el contexto del reavivado debate sobre el Vaticano II [ ver índice ], muy recomendado por Peter Kwasniewski al final de su artículo [ aquí ] como una de las mejores intervenciones: un ejemplo de discusión equilibrada y profundidad de pensamiento requerido por la severidad del tema.

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Artículo de interés (aunque está en inglés) Why Vatican II cannot simply be forgotten, but must be remembered with shame and repentance (Peter Kwasniewski)

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Recientemente se ha reavivado el debate sobre la correcta interpretación del Concilio Vaticano II. Es cierto que todo concilio trae consigo problemas de interpretación y muchas veces abre otros nuevos en lugar de resolver los que se han planteado. El misterio siempre lleva consigo una tensión entre lo dicho y lo indecible. Baste recordar que la consustancialidad del Hijo con el Padre del Concilio de Nicea (325), contra Arrio, se estableció de manera incondicional sólo sesenta años después con el Concilio de Constantinopla (385), cuando también se definió la divinidad del Espíritu Santo. 

Llegando a nosotros, unos sesenta años después del Concilio Vaticano II, no tenemos la aclaración de alguna doctrina de fe, sino un enturbiamiento adicional. La Declaración de Abu Dhabi (4 de febrero de 2019) [ ver índice] establece con total certeza que Dios quiere la pluralidad de religiones como quiere la diversidad de color, sexo, raza e idioma. Según el Papa Francisco, en el vuelo de regreso tras la firma del documento, "desde el punto de vista católico, el documento no pasó ni un milímetro más allá del Concilio Vaticano II". Sin duda, se trata de un vínculo más simbólico con el espíritu del Consejo que resuena en el texto de la Declaración sobre la Hermandad Humana. Sin embargo, existe un vínculo y ciertamente no es el único con lo eclesial de hoy. Una señal de que entre el Concilio de Nicea y el Vaticano II hay una diferencia que hay que tener en cuenta.

La hermenéutica de la continuidad y la reforma nos ha dado la esperanza de poder leer las nuevas doctrinas del Vaticano II en continuidad con el magisterio anterior en nombre del principio según el cual un concilio, si se celebra con las debidas normas canónicas, es asistido por el Espíritu Santo. Y si no ves la ortodoxia, búscala. Mientras tanto, sin embargo, surge aquí un problema no secundario. Confiar en la hermenéutica para resolver el problema de la continuidad ya es un problema en sí mismo. In claris non fit interpretatio, dice un conocido adagio, que si no se demostrara la continuidad con la interpretación, no habría necesidad de la hermenéutica como tal. La continuidad no es evidente, pero debe demostrarse o más bien interpretarse. Desde el momento en que se utiliza la hermenéutica, entramos en un proceso creciente de interpretación de la continuidad, un proceso envolvente que no se detiene. Mientras haya intérpretes también estará el proceso interpretativo y existirá la posibilidad de que esta interpretación sea confirmada o negada por ser adecuada o perjudicial a los ojos del próximo intérprete.

La hermenéutica es un proceso, es el proceso de la modernidad que sitúa al hombre como existente y lo capta dentro del rango del ser aquí y ahora. Un eco de esto es el problema del Concilio que intenta dialogar con la modernidad, que a su vez es un proceso existencial que no puede resolverse fácilmente en los círculos hermenéuticos. Si nos apoyamos únicamente en la hermenéutica para resolver el problema de la continuidad, corremos el riesgo de enredarnos en un sistema que coloca la continuidad como existente (o en el lado opuesto de la ruptura), pero que en realidad no la alcanza. Y no parece que lo hayamos alcanzado hoy, casi sesenta años después del Vaticano II. No hace falta una hermenéutica que nos dé garantía de continuidad, sino un primer principio que nos diga si la hermenéutica utilizada es válida o no: la fe de la Iglesia.

La hermenéutica de la continuidad nos deja oír algunos crujidos desde el principio; más recientemente parece que el propio Joseph Ratzinger se ha distanciado un poco. De hecho, en sus notas relativas a las raíces del abuso sexual en la Iglesia [ aquí ] (publicadas exclusivamente para Italia por Corriere della Sera , 11 de abril de 2019), el Concilio Vaticano II es cuestionado repetidamente. Con más libertad teológica y no a título oficial, Benedicto XVI apunta a una especie de biblicismo que emana de Dei Verbum la principal raíz doctrinal de la crisis moral de la Iglesia. En la lucha emprendida en el Concilio, trató de liberarse del fundamento natural de la moral para basarla exclusivamente en la Biblia. 

La estructura de la Constitución sobre la Divina Revelación -que no quiso mencionar el papel de la Traditio constitutiva , aunque estaba regida por Pablo VI- quedó reflejada en el dictado de Optatam totius16, que de hecho fue luego declinado con la sospecha de una moral pronto definida como "preconciliar", despectivamente identificada como manuales por derecho natural. Los efectos negativos de este reposicionamiento no tardaron en sentirse y aún están bajo nuestra asombrada mirada. En las mismas notas de Ratzinger también hay una denuncia de la llamada "conciliaridad" que se convirtió ende lo verdaderamente aceptable y proponible, hasta el punto de llevar a algunos obispos a rechazar la tradición católica. En los diversos documentos posconciliares que han tratado de corregir el juego, dando la correcta interpretación de la doctrina, nunca se ha considerado seriamente este problema teológico-fundamental inaugurado por la "conciliaridad", que de hecho se abre a todos los demás problemas y sobre todo se vuelve un espíritu libre que deambula y siempre sobresale del texto y sobre todo de la Iglesia. Se habló de ello durante el Sínodo de los Obispos de 1985, pero nunca se materializó en un claro distanciamiento.

El problema hermenéutico del Vaticano II está destinado a no acabar nunca si no abordamos un punto central y radical del que depende la clara comprensión de las doctrinas y su valoración magisterial. El Vaticano II se configura como un concilio con una finalidad puramente pastoral. Todos los concilios anteriores han sido pastorales en la medida en que afirmaron la verdad de la fe y lucharon contra los errores. El Vaticano II, con un propósito pastoral, elige un nuevo método, el método pastoral que se convierte en un verdadero programa de acción. Al declararlo varias veces, pero sin dar nunca una definición de lo que significa "pastoral", el Vaticano II se sitúa así de una manera nueva con respecto a los otros concilios. Es el consejo pastoral que más que ningún otro ha propuesto nuevas doctrinas, pero habiendo optado por no definir nuevos dogmas, ni para reiterar nada de manera definitiva (quizás la sacramentalidad del episcopado, pero no hay unanimidad). El pastoralismo preveía una ausencia de condena y una indefinición de la fe, pero solo una nueva forma de enseñarla para el tiempo de hoy. Una nueva forma que influyó en la formación de nuevas doctrinas y viceversa. Un problema que sentimos hoy con toda su virulencia, cuando preferimos dejar de lado la doctrina por motivos pastorales, sin poder prescindir de enseñar otra doctrina.

El método pastoral (era un método) juega un papel primordial en el Concilio. Dirige la agenda conciliar. Establece lo que se va a discutir y rehace algunos esquemas centrales poco pastorales; omitir doctrinas comunes (como el limbo y la insuficiencia material de las Escrituras, reiteradas por la enseñanza ordinaria de los catecismos) porque aún están en disputa y abrazar y enseñar doctrinas muy nuevas que no gozaron de ninguna disputa teológica (como la colegialidad episcopal y la restauración del diaconado matrimonial permanente). De hecho, la pastoral llega a ascender al rango de constitución con Gaudium et Spes (estábamos acostumbrados a una constitución que era tal en relación a la fe), un documento tan cutre que incluso a Karl Rahner se le ponen los pelos de punta, quien aconsejó al cardenal Döpfner que el texto declarara su imperfección desde el principio. Esto se debió principalmente a que el orden creado no parecía dirigido a Dios, pero Rahner fue el promotor de una pastoral trascendental.

Así, el Consejo se planteó el problema de sí mismo, de su interpretación, y esto no partiendo de la fase receptiva, sino a partir de las discusiones en la sala del Consejo. Comprender el grado de calificación teológica de las doctrinas conciliares no fue una empresa fácil para los mismos Padres, que repetidamente hicieron una solicitud a la Secretaría del Concilio. La pastoralidad entra entonces también en la redacción del nuevo esquema sobre la Iglesia. Para muchos Padres el misterio de la Iglesia (aspecto invisible) era más amplio que su manifestación histórica y jerárquica (aspecto visible), y esto hasta el punto de considerar una no co-extensividad del Cuerpo Místico de Cristo con la Iglesia Católica Romana. ¿Dos iglesias yuxtapuestas? ¿Una Iglesia de Cristo por un lado y la Iglesia Católica por el otro? Este riesgo no surgió del intercambio verbal con el " subsistit in”, Pero fundamentalmente por haber renunciado a la doctrina de los miembros de la Iglesia (pasamos de membris a de populo ) para no ofender a los protestantes, miembros imperfectos. Hoy parece que todos pertenecen más o menos a la Iglesia. Si hiciéramos una pregunta: "¿Creen los Padres que el Cuerpo Místico de Cristo es la Iglesia Católica?", ¿Qué responderían muchos? Varios Padres conciliares dijeron que no, por eso estamos donde estamos.

El espíritu del Concilio nació por tanto en el Concilio. Se cierne sobre el Vaticano II y sus textos; Suele ser reflejo de un espíritu pastoral no claramente identificable, que construye o derriba en nombre de la conciliaridad, es decir, muchas veces del sentimiento teológico del momento que más arraigó porque la voz del hablante era más fuerte, no tanto a través de los medios de comunicación, sino en el aula. y en la Comisión Doctrinal. Una hermenéutica que no lo advierte acaba cediendo su lado a un problema aún hoy sin resolver: el Vaticano II como absoluto de fe, como identidad del cristiano, como paspartú en la Iglesia "posconciliar". La Iglesia está dividida porque depende del Concilio y no al revés. Esto puede generar otro problema.

Primero el concilio como absoluto de la fe y luego el papa como absoluto de la Iglesia son de hecho dos caras de la misma moneda, del mismo problema de absolutizar ahora uno, ahora el otro, pero olvidando que primero está la Iglesia, luego el Papa. con su magisterio papal y luego un concilio con su magisterio conciliar. El problema de estos días de un Papa visto como absoluto surge como un eco del concilio como ab-solutus y esto por el hecho de que se enfatiza como criterio clave de medida un espíritu conciliatorio, es decir, el acontecimiento superior a los textos y sobre todo al contexto. ¿Es una coincidencia que quienes intentan bloquear el magisterio de Francisco apelen constantemente al Vaticano II, viendo los motivos de la crítica en un rechazo al Vaticano II? Sin embargo, el hecho es que entre Francisco y el Vaticano II hay un vínculo más bien simbólico y casi nunca textual. Los papas del Concilio y del postconcilio son santos (o lo serán pronto) mientras la Iglesia languidece, sumida en un desierto silencioso. ¿Eso no nos dice nada?

En cuanto a las últimas posiciones adoptadas, paradójicamente, no me parece que las razones de Su Excelencia Monseñor Viganò y el Cardenal Brandmüller estén tan lejos. 

Viganò prefiere olvidar el Vaticano II; no cree que la corrección de sus doctrinas ambiguas sea una solución porque en su opinión en el Vaticano II hay un problema embrionario, un golpe modernista inicial que ha socavado no su validez sino su catolicidad. 

Brandmüller, en cambio, prefiere adoptar el método de lectura histórica de los documentos del Concilio, especialmente para aquellas doctrinas que son más difíciles de leer en línea con la Tradición. Esto le permite afirmar que documentos como Nostra aetate, al que Unitatis redintegratio y Dignitatis humanae , por ahora sólo tienen un interés histórico, también porque la interpretación correcta de su valor teológico fue dada por el magisterio posterior, especialmente por Dominus Iesus . 

Si Viganò prefiere olvidar el Concilio y Brandmüller sugiere historizarlo y así superarlo sin golpe, evitando una corrección magisterial ad hoc y dejando fuera la hermenéutica de la continuidad, parece que la distancia está en las modalidades. 

Sin embargo, se podría objetar que será difícil que con la hermenéutica historizadora sola, aunque necesaria, en un nuevo Enchiridion de los Concilios, actualizado a esta reciente discusión histórico-teológica, el Vaticano II aparece sólo como un concilio de interés histórico. Y nada evitará que un Abu Dhabi 2.0 se refiera explícitamente a Nostra aetate , ignorando Dominus Iesus nuevamente , o que Amoris laetitia se involucre en Gaudium et spes sin pasar por Humanae vitae . No hay que olvidar que la Escuela de Bolonia intentó hacer algo así con el Concilio de Trento, considerándolo ahora sólo un Concilio general y ya no ecuménico, de rango inferior desde el punto de vista teológico. El Vaticano II ciertamente no es Trento, sino solo desde el punto de vista teológico y no histórico.

También debemos ser conscientes de que la hermenéutica histórica, que deja el texto en su contexto y en las ideas del editor, se adapta bien al Vaticano II como un concilio pastoral plenamente inmerso en su tiempo. La misma hermenéutica, sin embargo, no funciona con el Concilio de Trento, por ejemplo. De hecho, si intentáramos historizar la doctrina y los cánones del Santo Sacrificio de la Misa, nos encontraríamos haciendo el mismo trabajo de Lutero con respecto a la tradición doctrinal y favoreceríamos el trabajo de los neoprotestantes que ven en la Misa nada más que una cena.

Entre estas dos posiciones se encuentra la de Monseñor Schneider que parece más practicable: corregir las ambiguas expresiones y doctrinas presentes en los textos conciliares que han dado lugar a innumerables errores acumulados a lo largo de los años, sin desconocer las múltiples enseñanzas virtuosas y proféticas, como la santidad laical y el sacerdocio común de los fieles. Monseñor Schneider señala como "cuadrar el círculo" el funcionamiento de quienes ven todo en continuidad en nombre de la hermenéutica correcta.

Debemos comenzar con un sincero acto de humildad propuesto por Monseñor Viganò, reconociendo que nos hemos dejado engañar por la presunción de resolver todos los problemas en nombre de la autoridad, tanto de buena como de mala fe. O la autoridad se basa en la verdad o no se sostiene. No se trata de repudiar o anular el Vaticano II, que sigue siendo un concilio de la Santa Iglesia, sino todas las distorsiones, tanto por exceso como por defecto. Ni siquiera se trata de dárselo a los tradicionalistas, sino de reconocer la verdad. Cuando el Vaticano II se libere de toda la política que lo rodea, estaremos en un buen camino.

P. Serafino Maria Lanzetta

NOTA: La traducción del italiano al español se ha realizado usando el traductor de Google

San Lorenzo y los tesoros de la Iglesia (Carlos Esteban)



La ‘opción preferencial por los pobres’ puede ser una expresión moderna, pero es una realidad tan antigua como la Iglesia, y así lo prueba la historia del santo del día, San Lorenzo, patrón de Roma.

Lorenzo vivió en un momento que se parece, en realidad, a todos los momentos de la historia de la Iglesia en alguna parte del mundo, no muy distinto de la China de hoy o de algunos países islámicos o comunistas. Es decir, un momento de persecución.

Aunque el cristianismo fue, hasta Constantino y su célebre Edicto de Milán, una ‘religio illicita’, no hay que imaginar esos primeros trescientos años como una persecución continua. Hubo épocas en las que emperadores o gobernadores de provincias hacían la vista gorda o se limitaban a castigar los casos más recalcitrantes, junto a otras en las que la autoridad se proponía desarraigar de una vez por todas la ‘superstición del Nazareno’ con campañas crudelísimas.

Uno de estos ‘brotes’ fue el que le tocó vivir al diácono Lorenzo, natural de Huesca, en Roma bajo el reinado del emperador Valeriano, que en 257 publicó un decreto en el que ordenaba que todo el que se declarara cristiano fuera condenado a muerte. No era una amenaza vacía: ese mismo año, mientras celebraba la Santa Misa, el Papa de entonces, San Sixto, fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos.

Como diácono, Lorenzo custodiaba los fondos que la Iglesia de Roma empleaba para subvenir a las necesidades de los pobres y los ‘descartados’ del sistema. Y el prefecto de Roma pensó aprovechar la renovada hostilidad anticristiana para hacerse con ese tesoro, que la imaginación popular hacía fabulosos. Sí, ya en aquella época existía el mito de ‘las riquezas de la Iglesia’.

Así que el prefecto hizo comparecer a Lorenzo y le emplaza para que, en el plazo de tres días, vuelva a verle llevando consigo los afamados tesoros de la Iglesia para incautarlos a favor del tesoro imperial (descontando, es de suponer, una cantidad para el propio prefecto).

Al tercer día, llega Lorenzo a presencia del magistrado y le dice que salga al atrio, donde ha acumulado los tesoros de su Iglesia. Al salir el prefecto, que ya esperaba ver el espacio cubierto de pilas de monedas, lingotes de oro y joyas, se encuentra apelotonada en el patio una multitud de ancianos, pobres, lisiados, ciegos y familias enteras que eran atendidas por la Iglesia de Lorenzo, quien antes de que se recuperara de su sorpresa el representante del emperador habló así: “Éstos son el tesoro de la Iglesia, como hizo Jesús, el Hijo de Dios; así hacemos los cristianos hoy y así hará la Iglesia siempre: eran los más queridos de Jesús, también son los nuestros”.

La ocurrencia le costó a Lorenzo la vida, en un martirio especialmente cruel que todos conocemos: carne de barbacoa, asado sobre una parrilla cuyo diseño imita el Monasterio de El Escorial.

Pero si el martirio es solo ocasional en la historia de la Iglesia, la ‘opción preferencial’ por lo que a veces Su Santidad llama ‘los descartados’ -los que nadie quiere, los que a nadie interesan- sigue siendo central en su misión y lo seguirá siendo hasta el final de los tiempos, porque si la Iglesia es la Esposa de Cristo, se la reconocerá por obrar como obró Cristo.

Carlos Esteban

domingo, 9 de agosto de 2020

Cardenal Raymond Burke predica contra los profetas del coronavirus



Los falsos profetas del mundo nos dicen que nuestra vida “nunca será la misma” como resultado de lo que está ocurriendo hoy, dijo el 31 de julio el cardenal Raymond Burke en una homilía en la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, situada en la ciudad de La Crosse, en Wisconsin.

Enfatizó que se nos dice que tenemos que “resetear nuestras vidas” y “organizar nuestras vidas según principios que ellos nos dicten”. Burke no niega que nuestras vidas tienen que cambiar, pero no en la forma dictada por “expertos mundanos”.

“Nuestros corazones deben ser más y más purificados del pecado”, explicó.

sábado, 8 de agosto de 2020

Sobre el cierre del seminario de San Rafael




Estos días escuchábamos la noticia referente al cierre del seminario de San Rafael. Una persona que conoce bien la situación nos habla de ello.

Quien no conoce la diócesis de San Rafael difícilmente pueda comprender porque a los laicos y sacerdotes ha entristecido tanto la noticia del cierre del Seminario “Santa María Madre de Dios”.

Soy laica, nacida y criada en esta diócesis. Aquí también trabajo y vivimos en la actualidad con mi esposo e hijos.

Nuestro Seminario comienza con Monseñor León Kruk, 4to Obispo de nuestra diócesis que comprende los departamentos de San Rafael, Malargüe y General Alvear. Un territorio de 87.286 km. Cuando León Kruk inicia su actividad pastoral, año 1973, se evidencia la necesidad de contar con un seminario diocesano donde formar sus propios pastores. Para las 250.000 almas encomendadas a su ministerio solo había nueve sacerdotes diocesanos y diez sacerdotes religiosos.

Fue así que, después de muchas oraciones y sacrificios, recién el 24 de marzo de 1984, se pudo fundar nuestro Seminario. Se veía a esta casa de formación, como obra de Dios y manantial de bendición y gracias para toda la diócesis. Prueba de ello es el aporte de laicos y empresas para las obras de construcción. La mayoría de las familias sanrafaelinas contribuyeron y contribuyen, en la medida de sus posibilidades, al sostenimiento de la Institución.

Muchos frutos de santidad han dado este Seminario, algunos visibles… pero los más, invisibles y solo conocidos por Dios.

Centenares de sacerdotes se han formado en esta casa de estudios con una enseñanza coherente, sólida y fiel al Magisterio de la Iglesia. Dios se ha valido de esta generosa Institución, y de sus sacerdotes, para que la Semilla del Reino sea esparcida. Baste el actual ejemplo del trabajo de los sacerdotes diocesanos en Cuba; las decenas de sacerdotes incardinados en otras diócesis de Argentina y el mundo. Y el aporte de sacerdotes que NUESTRO SEMINARIO ha realizado al clero castrense.

Esta referencia meramente histórica de nuestro Seminario es para que se pueda, aunque sea sucintamente, apreciar la entrañable y estrecha relación que el Seminario tiene con el pueblo sanrafaelino y con miles de laicos dispersos por el país, incluso en el mundo.

Que no parezcan exageradas las cadenas de Rosario, Horas de Adoración, Novenas, Treintenas a San José, pedidos en las redes sociales, cartas a nuestro Obispo, Nunciatura e incluso a la Santa Sede pidiendo para que no se cierre esto que es TAN NUESTRO…

Al Seminario “Santa María Madre de Dios” aprendimos a quererlo siendo niños… a la casa de mis padres todos los sábados (días de apostolado) iban a almorzar los primeros años entre tres y cinco seminaristas y terminábamos nuestra sobremesa con una guitarreada… Somos 11 hermanos, pero en nuestra mesa siempre había lugar para un curita más. Luego de casada, siendo parte del Movimiento Familiar Cristiano, fueron varios sacerdotes de NUESTRO SEMINARIO quienes asesoraron a los distintos grupos de matrimonio. También fueron varios los sacerdotes de NUESTRO SEMINARIO los que atendieron y acompañaron los grupos parroquiales donde iban nuestros hijos. Y con el tiempo, nuestro hogar se transformó en aquello que al principio conté era la casa de mis padres: siempre en la mesa había lugar para un curita más de NUESTRO SEMINARIO. Nuestros hijos aprendieron a apreciar, respetar y querer a los sacerdotes de NUESTRO SEMINARIO como nosotros lo aprendimos en nuestra casa natal. Y les voy a explicar porque la gran mayoría de nuestra diócesis sureña comparte este cariño entrañable por NUESTRO SEMINARIO:

¿Había o hay algún enfermo de urgencia en terapia intensiva? Un sacerdote de NUESTRO SEMINARIO va a administrarle la Unción o llevarle el Santo Viático… No importa la hora, puede ser la madrugada, un sacerdote de NUESTRO SEMINARIO estará en vela en el Servicio Sacerdotal Nocturno por si alguna urgencia lo requiere.

¿Había o hay algún problema de adicción en hijos o amigos? ¡Que gracia la nuestra! Un sacerdote de NUESTRO SEMINARIO te va a aconsejar, ayudar, consolar… para eso se formó y sigue formando: estas son las problemáticas actuales y NUESTRO SEMINARIO debe saber dar respuestas.

¿Había o hay alguna dificultad o ruptura familiar? ¿Algún matrimonio o pareja amiga pensando en la separación? Con cuanta sencillez, humanidad y visión sobrenatural un sacerdote DE NUESTRO SEMINARIO va a aconsejar, va a custodiar el orden natural y va a saber acompañar.

¿Estabas preocupado o lo estás por la educación de tus niños? ¡Bendito sea Dios! Hay Colegios, atendidos por sacerdotes de NUESTRO SEMINARIO, que se disponen a acompañar en la educación familiar.

Hay recreos con niños correteando alrededor de sacerdotes DE NUESTRO SEMINARIO, que al igual que San Juan Bosco comparten con ellos sus alegrías para hacerse cercanos y acercarlos a Dios.

Hay sotanas por los pasillos y filas de niños que, sacerdotes de NUESTRO SEMINARIO, van a confesar y acercar al Banquete Celestial.

¿Había o hay algún enfermo en la familia? Rápido, avisamos en el hospital, y un sacerdote de NUESTRO SEMINARIO, asignado exclusivamente para ese apostolado, va a confesarlo y llevarle la Sagrada Comunión diariamente si el enfermo lo pide y también lo va a acompañar.

¿Sabes la necesidad material de alguna persona o las carencias de algún barrio o asentamiento? Ahí está Caritas. Y algún sacerdote de NUESTRO SEMINARIO, incluso en su propio vehículo, va a socorrer y llevar mercadería, ropa, medicamentos a esa familia o lugar. Es más, si la emergencia lo requiere, algún sacerdote de NUESTRO SEMINARIO pueda prestar sus instalaciones y conseguir lo que haga falta para que en su parroquia se instale un comedor infantil. No importa su siesta, no importan los ruidos, no importa su poca privacidad.

¿Falleció algún familiar? ¡Qué inmenso consuelo y que Misericordia la de Dios! No importa si es plena pandemia, si la cuarentena y el miedo al contagio impide alguna actividad, si incluso a tu madre no pudiste velar… Un sacerdote de NUESTRO SEMINARIO se va a asegurar que no le falte el Responso, que aún en la frialdad de una morgue, ese querido difunto se lleve la bendición final.

¿Cometiste un pecado mortal y tu conciencia no te deja continuar? ¡Que dicha la de nuestra diócesis! Con 28 parroquias, algún sacerdote de NUESTRO SEMINARIO siempre vas a encontrar disponible para confesar. Casi a la hora que desees y si tus disposiciones lo permiten la Misericordia de Dios se va a hacer actual.

Y podría seguir enumerando acontecimientos pasados y actuales de nuestro pueblo donde algún sacerdote de NUESTRO SEMINARIO ha sido protagonista, organizador, gestor o acompañante: Bautismos, Comuniones, Confirmaciones, Retiros, Campamentos, Peregrinaciones, Convivium, Obras de teatro, Autos Sacramentales, Congresos, Viajes, Conferencias, Aniversarios… Siempre fieles, siempre atentos a dar respuesta a las necesidades espirituales y también materiales de su rebaño.

Respetuosos y obedientes al Magisterio de la Iglesia, siempre buscando la gloria de Dios, siempre buscando que sus fieles amen y respeten lo más sagrado: La Sagrada Eucaristía, la santísima Virgen y la Santa Madre Iglesia representada en la persona del PAPA.

Quizás los medios periodísticos pueden informar. Pero difícilmente puedan situar en su justo lugar el dolor de todo un pueblo, porque ante un posible cierre de este Seminario, toda la diócesis ha mostrado su disconformidad y ha sido noticia en la gran mayoría de los medios nacionales e internacionales. Este seminario es parte de la historia, de la vida, de la cotidianidad de nuestro San Rafael, Malargüe y General Alvear.

Fabiola Martín de Pérez

Del mega-empujón de Monseñor Viganò a la mega-trampa de Roncalli y Ratzinger (Enrico Maria Radielli)



Con el presente artículo damos la bienvenida como autor en Adelante la Fe al profesor Enrico Maria Radielli, descollante teólogo italiano, que se ha integrado al debate sobre el Concilio y apoya enérgicamente la crítica del arzobispo Viganò sobre las ambigüedades y manipulaciones del Concilio Vaticano II. Citando al P. Schillebeeckx y al cardenal Suenens, el profesor demuestra cómo personajes clave incluyeron expresiones ambiguas y hablaron de concilio pastoral con la intención de relajar la doctrina de la Iglesia. Y nos advierte: «Si se elimina el dogma, se da rienda suelta al Anticristo».

Enrico Maria Radaelli es profesor de Filosofía de la Estética y director del departamento de Estética de la asociación internacional Sensus Communis (Roma), es desde hace tres años catedrático adjunto de Filosofía del Conocimiento (dep. Conocimiento Estético) en la Pontificia Universidad Lateranense y editor oficial de las obras completas de Romano Amerio para la editorial Lindau de Turín. Entre sus libros, todos publicados por Aurea Domus, figuran: La Chiesa ribaltata (2018), Street Theology (2019) y Al cuore di Ratzinger, al cuore del mondo (2017)

El profesor Radaelli es un filósofo y teólogo católico, discípulo del intelectual suizo Romano Amerio (1905-1997), el cual según Sandro Magister, fue «uno de los más grandes pensadores católicos tradicionalistas del siglo XX. Como tal, es un severo crítico del Concilio Vaticano II y de los papas postconciliares y sus intentos de hacer caso omiso de las innovaciones doctrinales introducidas por el Concilio. En 2003, el respetado vaticanista Sandro Magister promocionó uno de sus libros, en el que censuró el ecumenismo y no escatimó críticas a los pontífices que lo promovieron. Magister lo consideró «importante porque enriquece la serie de volúmenes de crítica teológica al catolicismo de hoy escritos por autores tradicionalistas de gran talla intelectual». Autores tan eminentes y eruditos como el recientemente fallecido profesor Antonio Livi, el también recientemente fallecido filósofo Roger Scruton, monseñor Mario Olivero, el teólogo Bruno Gherardini y los periodistas Alessandro Gnocchi y Mario Palmaro han colaborado con Radaelli en la redacción de sus libros.

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Cartas desde Babilonia

Digo yo:

Desde hace sesenta años se sigue engañando a la gente utilizando indebidamente los términos “progresistas” y “conservadores”, ahora también en referencia a la reciente trifulca desencadenada por la santísima toma de posición del Arzobispo Carlo Maria Viganò, pero ya es tiempo de acabar con el uso deliberadamente desleal de unas categorías que pertenecen todas exclusivamente al ámbito de la política y sin embargo son aplicadas a la Iglesia, la cual es una sociedad cabal y exquisitamente religiosa.

Es hora ya de acabar con eso, porque se trata sólo de una estratagema pecaminosa para ocultar el hecho de que lo que se quiere hacer pasar por oro es estiércol y lo que se quiere hacer pasar por estiércol es oro. Una auténtica tontería.

¿Acaso en el siglo III se definía a los herejes arrianistas “progresistas” y a los que quedaban fieles al Dogma “conservadores”?

¿O acaso en el siglo XVI se prefería hablar de “progresistas” en lugar que de herejes luterano-calvinistas y de “conservadores” en lugar que de personas fieles a las leyes de Dios enseñadas por la santa Romana Iglesia?

Por ejemplo.

P. D.: Uy, se me olvidaba:

Del mega-empujón de Monseñor Viganò a la mega-trampa de Roncalli y Ratzinger

Entonces basta ya de una vez con estas miserables astucias que alteran la realidad haciendo pasar por buenos a los herejes y por pérfidos trogloditas a los firmes y santos fieles de Dios: los así llamados “progresistas” no son nada más que los que resumen en su perversa doctrina el coacervo de las peores herejías desembocadas en el Modernismo; los así llamados “conservadores”, por el contrario, son simplemente los cristianos fieles al Dogma y a la verdadera y santa liturgia pre-Montiniana exponiéndose al riesgo de convertirse en enemigos del mundo, Papas incluidos.

Hasta en las contemporáneas vicisitudes en las que el Arzobispo Carlo Maria Viganò está tomando una fuerte y severa posición respecto al Concilio Vaticano II —y en realidad ésta es la única posición que hay que tomar—, él no es el “conservador”, sino el cristiano fiel al Dogma, mientras que los Papas que convocaron, condujeron, defendieron y aún defienden esa perversa Asamblea no son unos buenos y valientes “progresistas”, sino Papas totalmente infieles al Dogma, en sus casos respectivos precisamente Papas modernistas y neo-modernistas.

El hecho es que estas categorías de pacotilla tienen que ser reemplazadas por las categorías verdaderas. ¡Basta ya con los subterfugios! Que los herejes se queden con sus herejías y que los fieles se queden con su fidelidad.

Las únicas categorías aceptables, en una disputa doctrinal en el interior de la Iglesia católica de Roma, son las de “hereje” para definir a quienes no adhieren al Dogma y al Magisterio pastoral que está fuertemente vinculado a él, así como lo enseña el Magisterio dogmático, y de “católico” para definir a los que adhieren a él.

No hay más categorías. Y las que se utilizan no son nada más que mentiras.

Es más: que se deje ya de hablar de “hermenéutica” —otro ardid, como si todos estuviéramos colgando de cada palabra de la Escuela de Fráncfort y fuéramos las mascotas del profesor Ratzinger, el cual ha hecho de la hermenéutica y del historicismo sus estrellas Polares— y se retome la metafísica, la única ciencia católica, la única metodología concreta, la única filosofía racional, volviendo así a tocar con mano —al final de sesenta años de oscura noche hermenéutica e historicista— la verdadera realidad de la Iglesia, antes de que más bien sea la terrible realidad actual de la Iglesia a hacernos dar de bruces contra ella: pero entonces será ya demasiado tarde.

Ninguno de los veinte Concilios ecuménicos de la Iglesia necesitó jamás que los documentos, órdenes y anatemas producidos tuvieran que ser sometidos a la criba de la interpretación: ninguno de ellos, porque el Dogma no lo permite, dado que es demasiado claro para ser “interpretado”, diga lo que diga el Cardenal Brandmüller.

Y además, que se deje ya de una vez de hablar de la todavía más farragosa, enrevesada y retorcida hermenéutica indicada por el Papa Ratzinger en su más que funesto y célebre Discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre de 2005: « la “hermenéutica de la reforma” —glosaba el Pontífice en aquellas consideraciones suyas—, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia ».

Que alguien regale al augustísimo Autor de tamaño enrevesamiento conceptual —el cual se encuentra en un peligro siempre mayor— y le exhorte a leer lo más pronto posible El traje nuevo del emperador, la maravillosa fábula de Andersen que podrá explicarle por qué tiene que cesar —después de décadas— de producir, con una insistencia digna si acaso de esfuerzos más nobles, nada más que suaves almohadas de plumas cuya única utilidad estriba en permitirle apoyar su propia cabeza —tan necesitada de descanso— y sus cansados codos en ellos y así dormir sueños tranquilos entre el bullicio del mundo, dándole esquinazos a los rayos de Ez 13,18, la santa Palabra de Dios.

Al recalcar uno por uno los términos de la fórmula “hermenéutica de la reforma en la continuidad” se extrapola que: primero, se trata de una interpretación (=hermenéutica); segundo, de una discontinuidad (=reforma); tercero, en la ortodoxia (=continuidad).

Se trata pues de una opinión, una hipótesis de trabajo, no es nada más que un parecer alrededor de un concepto determinado que quisiera estar en continuidad con el sano desarrollo del Dogma y al mismo tiempo, sin embargo, al reformarlo, quisiera también ser su propio opuesto, y la suma de todo a la vez, o sea, ser una cosa y su contrario, pero sin dejarlo mínimamente percibir, sin desvelar el conflicto, la contradicción, la guerra estridente —hasta su última esencia— entre los dos polos.

¡Ay, Ratzinger, Ratzinger! ¿Cuándo dejarás de enredarte en ovillos de blancas y suaves plumas, sólo para no ver la sangre de la Redención que fluye a tu alrededor y así, quizá, al final, también salvarte?

Siempre se cita el hasta demasiado célebre Discurso a la Curia Romana, incluso alabándolo, puesto que en su sencillez —hermenéutica de la continuidad SÍ, hermenéutica de la ruptura NO— parece resolver todos los problemas asaz añosos nacidos en el Vaticano II y luego nunca resueltos, pero no se profundiza nunca en esas líneas en las que su augustísimo Autor permite la realización de un crimen gravísimo, a tal punto de cortar en la raíz toda la potencia del celebérrimo esquema que engatusa a todos, continuidad sí, ruptura no, desde un punto de vista hermenéutico, claro está, es decir siempre al estilo de Rashomon, esa película de Kurosawa en la que cuatro hermeneutas interpretan el mismo episodio llegando a cuatro conclusiones irreconciliables: la interpretación es la realidad.

Ya, pero ¿cuál interpretación? ¿Por qué razón la del Papa debería ser más cierta que la mía, puesto que no está hablando ex cathedra?

Y ésta es la cuestión. Y es sobre este punto que los ejércitos se enfrentan desde hace casi sesenta años. Pues sí: siempre andando y combatiendo sobre una capa de hojas que esconde a las soldadescas de Cardenales, Obispos, Monseñores y simples fieles —tanto “progresistas” como “conservadores”— la astuta trampa que hace que todos se desplomen en el único hoyo, aquiescentes, puesto que están todos bien amaestrados por el régimen clerical —y digo “todos” porque nadie manifiesta el rechazo público que se requiere y es debido, todos menos el susodicho Arzobispo Carlo Maria Viganò.

Pero, después de que el mismo Amerio, en su Iota unum —y de ahí luego, repetidamente, el abajo firmante en sus propios libros— había afirmado que los mismísimos neotéricos no tenían ningún escrúpulo en pregonar el asunto sin pudor —véase el Padre Schillebeecks que escribe: « Nous l’exprimons d’une façon diplomatique, mais après le Concile nous tirerons les conclusions implicites » (P. Edward Schillebeecks op, en De Bazuin n. 16, 1965)— ¿por qué razón, pregunto, todos siguen aún evitando enfrentar la realidad y acabar de una vez con esta mega-trampa conciliar de la ambigüedad?

Éste es el fraudulento escamoteo que quien escribe denuncia desde hace décadas, recomendado por el Cardenal Suenens a los oídos listos, finos y astutos del así llamado “Papa bueno” Juan XXIII, quien lo puso inmediatamente en práctica ya desde la apertura formal del Concilio en su potestad meramente “pastoral”, absolutamente no “dogmática” —como habría por el contrario debido ser por la presencia del Papa— el 11 de octubre de 1962: y el escamoteo estriba en no utilizar nunca la potestad dogmática de Magisterio, sino siempre y sólo la potestad “pastoral”, así que nadie se ve obligado a pronunciar enseñanzas infalibles, que natura sua —por su misma naturaleza— tienen que ser perfectamente verdaderas y seguras y que, por su divina indefectibilidad, no permiten ninguna ambigüedad —pues la ambigüedad es un defecto—, ni siquiera si hubiera intención de utilizarla, y por tanto ninguna “interpretación”.

La potestad dogmática, la máxima potestad de enseñanza, del que sólo el Papa —o un Concilio, pero sólo en unión con el Papa— goza, es el verdadero y único Katéchon que puede embridar al Anticristo. El Katéchon es el Dogma.

Eliminen el Dogma y liberarán al Anticristo.

Y ni siquiera es preciso eliminarlo de verdad, el Dogma: es suficiente esconderlo —como le aconsejó el astuto Purpurado francés al plácido Papa bergamasco— y luego simular que no esté y usar temerariamente la potestad pastoral de Magisterio: como si dicha potestad pastoral no dependiera totalmente del Dogma y no tuviera la precisa obligación moral de ser siempre lo más posible coherente y lo más exactamente consecuente a él, así como siempre ha sido vivido y por consiguiente actuado durante siglos por el santo Magisterio de la Iglesia.

Ya está: para liberar al Anticristo es suficiente esta disipación de hecho del Dogma, este “no tomarlo en cuenta”, este astuto “olvido” —vamos a definirlo así—, que desde luego es totalmente inmoral, pecaminoso y está basado en un maquiavelismo elaborado sobre la Palabra de Dios.

Una pequeña regla muy simple. Y férrea: si por ejemplo el Papa convocara un Concilio al que quitara toda posibilidad de enunciar una locutio ex cathedra, p. ej. atribuyéndole la forma de Magisterio llamada “pastoral”, las definiciones que ese Papa expondría en ese Concilio “nunca correrían el riesgo” —vamos a llamarlo así— “de ser infaliblemente verdaderas”, y es eso que el Cardenal Suenens y Papa Roncalli querían lograr y de hecho lograron: “Nunca ser obligados a pronunciar verdades infalibles sino, por el contrario, estar seguros de poder decir siempre cualquier cosa, a lo mejor hasta alguna herejía (con tal de que no se note, pero para eso es suficiente envolver el lenguaje en una nube de ambigüedad: ¡muchas gracias, Schillebeecks!), total: primero, el Papa nunca podrá ser acusado de herejía formal, eso es propiamente de herejía; segundo, el Dogma de la infalibilidad nunca será menoscabado: ese Dogma que nos garantiza precisamente eso”.

Para conocer todos los detalles sobre la mega-trampa, lean mi All’attacco! Cristo vince, [¡Al ataque! Cristo vence], Ediciones Aurea Domus, Milán 2019, § 16, pp. 63-7, que se puede pedir también a quien aquí escribe.

Este perverso mecanismo es el motor, el perno, la causa material y eficiente, el genius absconditus —el demonio oculto— del abnorme y vacío edificio modernista en el que hoy se ha convertido la Iglesia, por tanto es el mecanismo sin el cual la Iglesia no sería la ruina preagónica que es, el Modernismo no habría logrado desalojar la Verdad desde el Trono más alto y la Esposa de Cristo sería hoy más espléndida, santa y gloriosa que nunca.

Sin embargo, a pesar de eso, a pesar de este perverso dispositivo —que quien escribe ha resumido en la fórmula “Guerra de las dos Formas”, hablando de él e ilustrándolo en todos los idiomas desde hace más de diez años— nadie lo ha debatido, nadie lo ha tomado en cuenta en lo más mínimo, nadie siquiera se ha molestado en echar un vistazo por un instante al espejo retrovisor.

Pero hoy por fin un Arzobispo se atreve a tomar el asunto en sus propias manos, un asunto narcotizado desde hace casi sesenta años de vergonzosas astucias elaboradas en primer lugar por los Pastores más altos y de más alta responsabilidad en la Iglesia.

Hoy el Arzobispo Carlo Maria Viganò no teme reconocer que el Concilio Vaticano II debe ser cancelado tanto en su totalidad como en cada una de sus miles de ambigüedades a las que sus partidarios recurrieron para introducir solapadamente conceptos que —si él hubiera sido abierto con la debida forma dogmática— no sólo habrían sido rechazados con energía, sino que habrían sido también —y aún más duramente— anatemizados.

¡Basta ya con las mega-trampas al estilo de Roncalli y Ratzinger! Que la Iglesia retome su camino de única estrella Polar de salvación divina, agarrándose con fuerza y decisión absoluta a la firme claridad del Dogma: « Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí, y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno » (Mt 5,37).

Enrico Maria Radielli
(Traducción al español de Antonio Marcantonio)