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martes, 24 de octubre de 2017

Magnum Principium, clave en este pontificado



En la web Crux now, John Allen explica la humillación de Francisco a Sarah obligándole a éste a escribir una carta a los medios que divulgaron la aseveración de Sarah, en la cual defendía que el Vaticano (su Congregación) tenía autoridad final sobre las traducciones litúrgicas y que Liturgiam Authenticam seguía vigente.

[Coloco aquí el original inglés y a continuación la traducción realizada por "La voz libre". Nota: se trata sólo de una parte del artículo completo]

Given Pope Francis's usual disinclination to answer his critics, it may seem a little puzzling as to why he quickly and publicly responded to Cardinal Robert Sarah about the implications of the pontiff's recent decisions on liturgical translation (....)
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For those accustomed to watching Pope Francis in action, what happened on Sunday, when the pope issued a public reply to Cardinal Robert Sarah of Guinea over Sarah’s interpretation of the pontiff’s recent document Magnum Principium and whether it means a loss of control by the Vatican over liturgical translation (Francis insists it does), may have come as a surprise. 
RELATED: Pope tells Sarah power is indeed shifting from Rome to the bishops 
Sarah is the head of the Vatican’s Congregation for Divine Worship and the Discipline of the Sacraments. In a commentary on Magnum Principium earlier this month, he downplayed its implications for the Vatican’s role in translation, claiming his office could still “impose” certain decisions. 
Not so, Francis told Sarah: “The process of translating the relevant liturgical texts … should not lead to a spirit of ‘imposition’ on the bishops’ conferences of a translation carried out by the congregation, because that would offend the rights of bishops sanctioned in Church law,” he wrote. 
Such a swift and direct reply by the pontiff may seem out of character. 
This is a pope, after all, who said in a 2016 interview that he “doesn’t lose any sleep” over critics of his decisions, and has made not engaging those criticisms almost a principle of governance. Most famously, he’s never directly replied to the five critical questions, or dubia, submitted by four cardinals, including American Cardinal Raymond Burke, about his much-discussed document on the family Amoris Laetitia. 
Why, then, one might wonder, was Francis so quick to answer in his own name, almost point-by-point, Sarah’s take on Magnum Principium?
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TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL POR "LA VOZ LIBRE"

Dada la habitual falta de inclinación del Papa Francisco a responder a sus críticas, puede parecer un poco desconcertante por qué respondió rápida y públicamente al Cardenal Robert Sarah sobre las implicaciones de las recientes decisiones del Pontífice sobre la traducción litúrgica. (...) 
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Para quienes están acostumbrados a ver al Papa Francisco en acción, lo que sucedió el domingo, cuando el Papa emitió una respuesta pública al Cardenal Robert Sarah de Guinea sobre la interpretación de Sarah del documento Magnum Principium del pontífice y si esto significa una pérdida de control por parte del Vaticano sobre las traducciones litúrgicas (Francis insiste que es así), puede haber sido una sorpresa. 
Sarah es el director de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano. En un comentario sobre Magnum Principium a principios de este mes, restó importancia a sus implicaciones al papel del Vaticano en la traducción, alegando que su oficina aún podría "imponer" ciertas decisiones. 
No es así, le dijo Francisco a  Sarah: "El proceso de traducción de los textos litúrgicos relevantes ... no debe llevar a un espíritu de 'imposición' en las conferencias de los obispos de una traducción realizada por la congregación, porque eso ofendería los derechos de los obispos sancionados en la ley de la Iglesia ", escribió.
Una respuesta tan rápida y directa del pontífice puede parecer fuera de lugar.
Después de todo, este es un Papa que dijo en una entrevista en 2016 que "no pierde el sueño" por los críticos de sus decisiones, y ha hecho el no tener en cuenta esas críticas casi un principio de gobierno. Lo más sabido es que nunca ha respondido directamente a las cinco preguntas críticas, o dubia, presentadas por cuatro cardenales, incluido el cardenal estadounidense Raymond Burke, sobre su documento tan discutido sobre la familia Amoris Laetitia.
¿Por qué, entonces, uno podría preguntarse, fue Francisco tan rápido para responder, en su propio nombre, casi punto por punto, el enfoque de Sarah en Magnum Principium?

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El pie de página 351 de Amoris que abre la puerta a la comunión sacrílega, fue puesto disimuladamente para no crear mayor controversia. Por suerte, los católicos no dormimos y captamos las asechanzas del enemigo vestido de Papa, y la polémica crece día a día, alimentada por nuevas herejías de Bergoglio. La regañina a Sarah es porque Francisco desea que las conferencias episcopales puedan manosear las oraciones litúrgicas hasta dejarlas irreconocibles si es necesario, para adaptarlas a las misas ecuménicas sin consagración (María Ferranz).

Recordemos, en el siguiente vídeo de Gloria TV, lo que dijo Bruno Forte: 

Duración: 43 segundos



Deceit: Talking about Amoris Laetitia, Italian archbishop Bruno Forte, one of the leading anti-Catholic voices at the last Synod of Bishops has given insights into the pope’s mind. According to Forte Francis said during the Synod: "If we speak explicitly about Communion for the divorced and remarried nobody knows what kind of riot they will organize. Therefore we will not speak about it in a direct way but in a way that we lay out the premises. Then, I will draw the conclusions".

(Traducido al español) 

El engaño: Hablando de Amoris Laetitia, el arzobispo italiano Bruno Forte, una de las principales voces anticatólicas en el último Sínodo de los Obispos, ha dado una visión de la mentalidad del Papa. Según Forte, Francisco dijo en el Sínodo: "Si hablamos explícitamente de la comunión a divorciados vueltos a casar, nadie sabe qué clase de disturbio se organizaría. Por lo tanto, no vamos a hablar de ello de una manera directa, pero sí de un modo en que dejemos fuera las Instituciones. Entonces yo sacaré las conclusiones ".

José Martí dijo en su blog, comentando este vídeo:

Algo falla, desde luego; porque, de ser cierta esta noticia, entonces todo el Sínodo (ambos) no sería sino una tremenda farsa, en la que se ha gastado mucho tiempo y mucho dinero ... Eso sí, con apariencia de sinodalidad, cuando el resultado ya estaba escrito desde el principio por el propio Francisco. Esto me parece muy grave.

lunes, 23 de octubre de 2017

El secretario de la Conferencia Episcopal Italiana nombrado a dedo por Francisco afirma que la herejía protestante "fue un acontecimiento del Espíritu Santo", mientras la revista oficial de los jesuitas insiste en que el heresiarca Martín Lutero fue "un testigo de la fe" y un "renovador del anuncio evangélico"


Nunzio Galantino, secretario de la Conferencia Episcopal italiana

Nunzio Galantino, obispo emérito de Cassano all'Ionio (en la imagen que abre esta entrada, escondiendo la cruz pectoral en el bolsillo), que estudió en el seminario regional de Benevento en plena revolución marxista del 68 (época en la que también asistió al seminario Bergoglio), es secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, primero'ad interim' desde el 28 de diciembre de 2013 y luego confirmado por 5 años el 25 de marzo de 2014, no por elección de los obispos italianos, sino por designación a dedo por Francisco.

Pues bien, según recoge el diario Faro di Roma (ver aquí), este personaje ha afirmado, en una intervención durante el Congreso promovido por el ateneo del Papa para "celebrar" -nada menos- el quinto centenario de la herejía protestante, llevado a cabo en la Pontificia Universidad Lateranense, que "la reforma iniciada por Martín Lutero hace 500 años fue un acontecimiento del Espíritu Santo".

Además de esa barbaridad, también añadió que "la reforma responde a la verdad expresada en la fórmula Ecclesia semper reformanda [...] Ha sido el mismo Lutero el que no se ha considerado artífice de la reforma escribiendo: 'mientras yo dormía, Dios reformaba la Iglesia' [...] También hoy la Iglesia necesita una reforma. Y también hoy Dios es el único que la puede realizar".

Para él, "el amor de Lutero por la Palabra anticipa la sacramentalidad de la Palabra afirmada por el Concilio Vaticano II" [de las solemnes condenas al heresiarca alemán efectuadas por el Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento no dice nada] y considera el conciliábulo de Lund de finales de octubre de 2016 (ver aquí), al que asistió Francisco, como un "gesto profético".

A esto se suma la ofensiva de los jesuitas a través de su revista oficial "La Civiltà Cattolica", dirigida por el infame Antonio Spadaro y que recibe el visto bueno de la Santa Sede antes de publicarse, en la que se vuelve a insistir, en un reciente artículo del también jesuita Giancarlo Pani, con motivo del quinto centenario de la herejía protestante, en que el heresiarca Martín Lutero fue "un testigo de la fe" y un "renovador del anuncio evangélico" (ver aquí).

¡Casi nada! Prepárense para los fastos de final de este mes.

CATHOLICVS

Francisco contradice al cardenal Sarah. El Vaticano perdió su última palabra sobre traducciones litúrgicas. Le pide que medios que publicaron sus comentarios difundan rectificación papal.





NOTA: La carta original del papa Francisco se encuentra aquí

Esta noticia ha salido en diferentes medios, como era de esperar dada su enorme importancia. Ya he colocado una entrada en este blog tomada prestada de La Nuova Bussola QuotidianaDominus est. También puede verse esta noticia en Gloria TV. Y en Infovaticana.

De modo análogo, es muy interesante leer los matices que hace Catholicvs en su entrada titulada:


domingo, 22 de octubre de 2017

El papa Francisco corrige al Cardenal Sarah mediante una ‘Correctio paternalis’


(Traducido del original latino La Nuova Bussola Quotidiana)


La interpretación del Cardenal Robert Sarah del Motu Proprio “Magnum Principium” no es correcta; el espíritu del documento pontificio es precisamente el de conceder para las traducciones litúrgicas esa amplia autonomía y confianza a las Conferencias episcopales que el Cardenal Sarah querría limitar. Esto lo dice justamente el papa Francisco con una carta autógrafa al Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos – el Cardenal Sarah precisamente – que publicamos en la Nuova Bussola 
 bajo petición explícita del mismo Pontífice. Había sido de hecho justamente la Nuova Bussola Quotidiana la que el 12 de octubre publicó la nota del Cardenal Sarah, quien, teniendo en cuenta algunas reacciones ya manifiestas, proponía una correcta interpretación del Motu Proprio( aquí y aquí).

El Papa pide que la Nuova Bussola Quotidiana publique su carta después de haber publicado la nota del Cardenal Sarah: es un gesto, éste del papa Francisco, sin precedentes. Y más allá de las cuestiones de cuyo mérito señalaremos, ciertamente nos sentimos honrados [NBQ] y agradecidos de esta atención del Santo Padre que objetivamente confiere a la NBQ la autoridad para acoger un debate sobre temas fundamentales para la vida de la Iglesia que lo ve como protagonista junto a algunos cardenales.

Pero vayamos al tema de la controversia: el argumento es el de las traducciones del latín de los textos litúrgicos en uso en cada país. Las traducciones (versiones y eventuales adaptaciones) son preparadas por cada una de las Conferencias episcopales, que después solicitan la aprobación a la Santa Sede. El examen de la Santa Sede viene a través de dos instrumentos: la confirmatio y la recognitio, que el Motu Proprio quiere redefinir

He aquí las diferentes interpretaciones sobre este punto: 

- Según el Cardenal Sarah, confirmatio y recognitio son diferentes por el efecto producido (confirmatio: traducción sola de la edición típica en latín; recognitio: agregado de nuevos textos y modificaciones rituales evidentemente no sustanciales), pero son dos actos idénticos desde el punto de vista de la responsabilidad de la Santa Sede. Y entonces en ambos casos es posible y se solicita un análisis detallado de todo: nuevos textos, modificaciones rituales, traducciones del original en latín.

Es evidente la preocupación del Cardenal Sarah en su calidad como Prefecto de la Congregación para el culto divino: mantener la unidad de la Iglesia también en la liturgia, respetando la autonomía de los obispos de cada país en la elaboración de la liturgia local.

- Sin embargo el Papa ahora hace saber que ésta no es la mens [espíritu] del Motu Proprio que, en cambio, va en la perspectiva de una verdadera y propia “devolution” litúrgica. De hecho hace la precisión de que los dos procedimientos – confirmatio y recognitio – no son idénticos y que en el ejercicio de estas dos acciones se da una responsabilidad «diferente» ya sea por parte de la Santa Sede, ya sea por parte de las Conferencias Episcopales.

Un ulterior pasaje de la carta del Papa requiere atención. Dice de hecho que «El Magnum Principium ya no sostiene que las traducciones deban ser confirmadas en todos los puntos a las normas de la Liturgiam Authenticam, tal como se venía haciendo en el pasado»

Tal afirmación unida a la otra según la cual una traducción litúrgica “fiel” «implica una triple fidelidad» – al texto original, a la lengua de la traducción, a la comprensión de los destinatarios – da a entender que Magnum Principium pretende ser el inicio de un proceso que puede llevar muy lejos.

[Leer: Libertad a las Conferencias Episcopales para disolver la liturgia católica definitivamente]

Aquí está la importancia de esta controversia que ve al Papa desmentir al Cardenal Sarah, el cual no hace otra cosa que moverse sobre la línea trazada por Benedicto XVI. No hay duda de hecho que con el “espíritu” de Magnum Principium, precisado y acentuado por la carta papal que aquí publicamos, la tendencia será de encaminarse hacia los Misales nacionales cada vez más diferentes entre sí, hacia un “espíritu litúrgico” cada vez menos compartido.

La cuestión va más allá del aspecto meramente litúrgico y, como en muchas ocasiones sostuvo el Cardenal Joseph Ratzinger, posteriormente Benedicto XVI, tiene que ver con la concepción de Iglesia, y la comprensión que la Iglesia tiene de sí misma. En discusión y sobre todo el papel y el poder de las Conferencias episcopales a las que el papa Francisco pretende dar «también alguna auténtica autoridad doctrinal» (cfr. Evangelii Gaudiumno. 32).

[Traducción de Dominus Est. Artículo original]


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Sobre el Falso Sínodo III (Christopher A. Ferrara)



A medida que se acerca el Sínodo de 2018 sobre "Juventud, Fe y Discernimiento Vocacional", todos los signos indican otro desastre inminente para la Iglesia. En su "Carta a los jóvenes" en relación con el Sínodo, el Papa Francisco declara: 

"La Iglesia también desea escuchar su voz, sus sensibilidades y su fe; incluso sus dudas y sus críticas . Haz que se escuche tu voz, haz que resuene en las comunidades y haz que sea escuchada por tus pastores de almas ".
Justo lo que la Iglesia necesita en medio de la tempestad que el Papa Francisco ya ha desencadenado: un foro en el que los "jóvenes" nivelan sus dudas y críticas sobre la Fe, y la Iglesia escucha atentamente el absurdo de sus quejas. El contexto perfecto para el próximo "desarrollo revolucionario" - es decir, la supuesta reversión - de la enseñanza católica, probablemente en el área de la moral sexual, incluida la cohabitación y la "orientación sexual". Esto estaría de acuerdo con los sínodos falsos I y II, que fueron meramente vehículos para el lanzamiento de Amoris Laetitia , que ha fracturado la disciplina eucarística bimilenaria de la Iglesia que protege la indisolubilidad del matrimonio y la santidad del Santísimo Sacramento.

Otra señal de un desastre inminente es el "Foro de la Juventud" que se celebró recientemente en Canadá (se transmitirá el 22 de octubre), al que el Papa Francisco se dirigió por transmisión remota. Los presidentes no eran otros que estos dos:


- El padre Thomas Rosica y el obispo Kevin Farrell, ambos defensores "amigos de los homosexuales" de una emergente "Iglesia Gay", que incluye "parroquias gay" y "ministerios homosexuales". 

En su discurso al foro, el Papa Francisco instó a los "jóvenes" de todo Canadá a ser "tejedores de relaciones firmadas por la confianza, el intercambio, la apertura incluso a los confines del mundo". No levantes muros de división: ¡no levantes muros de división! Construye puentes, como este extraordinario que estás cruzando en espíritu, y que une las costas de los dos océanos. Estás experimentando un momento de intensa preparación para el próximo Sínodo, el Sínodo de los Obispos, que te concierne de una manera particular, del mismo modo que involucra a toda la comunidad cristiana ".
¡Franqueza! Sin muros de división! ¡Construir puentes! Al igual que el "puente" Padre James Martin, SJ propone construir a la "comunidad LGBT", tal vez? No hubo referencia, por supuesto, a la castidad entre los "jóvenes" solteros o la fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio, la procreación y la moral sexual en general. 

Hubo, sin embargo, una referencia a "un momento de intensa preparación para el próximo Sínodo", que implica el mismo tipo de pseudo-misticismo semi-gnóstico que acompañó a los dos primeros sínodos falsos en su camino hacia un resultado predeterminado, considerado como una inspiración dada por "el Espíritu" y una aparición de "el Dios de las sorpresas".

Independientemente de lo que tengan en mente los manipuladores del próximo Sínodo falso, el mismo equipo que manipuló a los dos primeros, podemos estar seguros de esto: no será bueno para la Iglesia, sino que será la próxima fase de la "batalla final". "Sobre el matrimonio y la familia de los cuales hermana

Lucia advirtió al fallecido Cardenal Caffarra a la luz del Tercer Secreto de Fátima.

Recuerde, sin embargo, que hay esperanza en estos desarrollos, ya que indican que nos estamos acercando al punto en el que tendrá que producirse un cambio dramático, incluso si va acompañado de graves consecuencias para un mundo en rebelión contra Cristo Rey y el Ley del Evangelio.


Christopher A. Ferrara

IGLESIA/MUNDO Y PASTORAL/PASTORALISMO: breves consideraciones teológicas (Don Lillo D’Ugo)



Durante la última entrevista que Benedicto XVI ha concedido al periodista alemán Peter Seewald, ha declarado que hay dos cuestiones que aún no están resueltas en la Iglesia de hoy: la recta interpretación del Concilio Vaticano II y la relación existente entre la Iglesia y el mundo. Pienso que hay que situar en este amplio contexto eclesial y eclesiológico las preguntas que el libro-entrevista de Crepaldi-Fontana sobre la pastoral social en la vida de la Iglesia italiana plantea a la Iglesia en Italia, y no solo.

La eclesiología contemporánea, tanto la que propone el Magisterio como la que propone la Teología, a menudo ha considerado el misterio de la Iglesia a partir de algunas imágenes bíblicas retomadas y profundizadas por los Padres de la Iglesia. Entre las más consideradas están las siguientes: Pueblo de Dios; Sacramento universal de salvación en Cristo; Cuerpo místico de Cristo; Templo del Espíritu Santo.

El denominador común de dichas reflexiones es que la Iglesia surge de Dios y es ordenada por Dios. Es el pueblo convocado por la Trinidad: “El Padre eterno, con un plan de sabiduría y bondad muy libre y arcano, ha creado el universo y ha decretado elevar a los hombres a la participación de su misma vida divina”. Esta participación a la vida de Gracia se realiza siempre en y por el Hijo. Una comunión que inicia en la tierra y se perfecciona en el Cielo cuando Dios, verdadera vida y suma felicidad, será Todo en todos. Comunión que se realiza en el hoy de la Iglesia porque “ha querido convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia”.

Por consiguiente, el mundo ha sido creado en la perspectiva de la Iglesia. La perspectiva teológica es tan clara en la Tradición de la Iglesia que San Agustín afirma: Mundus reconciliatus Ecclesia.
La Iglesia es, por lo tanto, una realidad que aunque tenga una dimensión histórico-terrena, la trasciende, lo mismo que hace ese Dios que, aunque ha creado todo y se ha encarnado, transciende el mundo y la historia. La Iglesia es el Pueblo de Dios, pero su esencia íntima consiste en ser Cuerpo místico de Cristo y, en Él, sacramento universal de salvación. Cuerpo del que Él es la Cabeza y la Iglesia sus miembros. La parte visible, histórica, está constituida por los hombres que, durante un tiempo determinando, forman parte de ella. La parte invisible es primariamente Dios y, después, sus partes gloriosas o en espera de la Gloria. A partir de esta naturaleza suya, construye su relación con el mundo. 

Si no se tuviera en cuenta este misterio de la Iglesia, se tendría una visión falsa y limitada que equipararía a la Iglesia con una multinacional humanitaria o una ONG con sedes mundiales.

Tenemos que considerar ahora qué se entiende por mundo. Nos ayuda el texto de Crepaldi, que nos recuerda la polisemia del término y confirma su doble significado. El primer significado es positivo. Por mundo se entiende la creación de Dios: hombres, animales y cosas. Por lo tanto, una realidad que viene del corazón y de las manos de Dios y que lleva consigo una unicidad, bondad y belleza que expresan el estilo del Artista. El propio Catecismo de la Iglesia católica, en línea con una tradición católica milenaria, afirma que el mundo con su movimiento, devenir, contingencia y orden puede proporcionar incluso “argumentos convergentes y convincentes” sobre la existencia y el conocimiento de Dios. Los hombres son la parte más consistente de la creación. Una humanidad viva, dinámica que a pesar de tener una profunda identidad suya (naturaleza) está en statu viae, es decir, en camino hacia un perfeccionamiento en Cristo en la lógica del ya y no aún. Un Cristo total que, parafraseando a San Agustín, está siempre unido a su Iglesia, en lo que Santo Tomás define instrumentum coniuctum de la humanidad de Cristo, inseparabile de su divinidad. Una humanidad que fue herida por el pecado original y que Dios salva en Cristo Jesús. Salvación que llega, por Spiritum et ecclesiam, a los hombres de cada generación que, encontrándose con Dios, entran en comunión con el Padre y entre ellos.
Entonces el mundo, así entendido, está predestinado a ser de y en Dios. Es una maravillosa dimensión del ser.

Pero hay un significado negativo de mundo. Las mismas Escrituras, sobre todo la de Juan, entienden el mundo como el lugar del pecado a cuya cabeza está el Diablo, el Príncipe de este mundo. Así, el término mundo indica una parte de la humanidad que, junto a las estructuras del pecado que genera, se enfrenta a Dios y al orden que ha dado a la creación. Crepaldi afirma, como ya hizo Biffi, que Barth ponía en evidencia que en la Gaudium et spes esta acepción negativa no está muy considerada. Consideración que ha escapado a una cierta reflexión teológica y eclesial sucesiva y que no puede ser omitida sin caer en una teología coja, ingenua o, peor aún, ideológica, que no considera todo desde el dato revelado, sino que una parte la considera a partir de esquemas intelectuales sugeridos por una cierta filosofía.

Se necesita una auténtica comprensión del binomio Iglesia/mundo porque, por como se comprenda, brota la acción pastoral de la Iglesia. 

Si la Iglesia-Cuerpo de Cristo no es comprendida como realidad sobrenatural, no del mundo, distinta aunque no separada, portadora de un quid gratuito que el mundo no puede darse a sí mismo y que espera para poder salvarse, las cuentas no cuadran. Crepaldi hace referencia a la manera rahneriana de comprender la relación Iglesia/mundo que tiende a redimensionar la Iglesia a la que considera como una parte del mundo. Según Rahner, la Gracia es un don de Dios para todos y no puede ser obstruida y frustrada por las resistencias del corazón humano o por instrumentos aleatorios como son los sacramentos. Al no ser necesarios los sacramentos y ni tan siquiera la conciencia de la gracia para estar en posesión de ella, pueden haber personas que sean cristianas y no lo saben; son los llamados “cristianos anónimos”. El propio Kasper afirma de manera crítica: “Rahner permanece atrapado (…) en las redes de la filosofía idealista de la identidad, prisionero de la identificación de ser y conciencia”.

Si la Iglesia es una parte del mundo; si Dios se concede a sí mismo a todos los hombres, también a quien no lo quiere y no lo sabe; si el orden natural y el sobrenatural coinciden; si libertad y necesidad son equivalentes; si cada uno ya está salvado por el hecho de existir en la historia, la Iglesia ya no tiene motivo de existir y obrar a partir de una identidad propia; la humanidad histórica ya está cristificada automáticamente, no se necesita la obra de Cristo y de la Iglesia a Él vinculada para llegar a cada hombre que surge en la historia. Además, ya no existe el libre albedrío, por lo tanto no existe el hombre. Vuelve la crítica que Kierkegaard hace al idealismo hegeliano al que Rahner está fuertemente anclado.

Dicha perspectiva eclesiológica parece estar presente directa o indirectamente, aunque con menos profundidad y sutileza que en Rahner, en muchas afirmaciones de teólogos, pastores y laicos llamados “adultos”. Pero es una perspectiva no católica, falsa y peligrosa por la autocomprensión que la Iglesia de hoy debe hacer de sí misma. A la luz de dicha perspectiva, la pastoral cambia y se convierte en pastoralismo. 

La pastoral es el hacerse de la Iglesia continuamente. Un hacerse como actores: Dios y el Pueblo jerárquicamente ordenado. Un hacer de Cristo presente en la Iglesia difundida en el tiempo y en el espacio. Un hacerse que tiende a crear comunión entre Dios y los hombres, y los hombres entre ellos. Un hacerse que profesa, celebra, vive y reza. Un hacerse que genera santos a lo largo del complejo camino de la historia y que combate la obra inicua que el mundo constante pone en marcha. 

Por lo tanto, un obrar de la Iglesia que parte de su identidad (agere sequitur esse) dogmática, moral, litúrgica, disciplinar. La pastoral es consecuente con la naturaleza de la Iglesia y, aunque se cree un círculo virtuoso entre ser y obrar, o la vida sea una unidad inseparable, esto no quiere decir que no se distingan los distintos elementos. Como escribe Vignelli, la pastoral “no puede cambiar dogmas, leyes y cultos, no aborda el quod (el qué) ni el quid (por qué), sino sólo el quomodo (cómo): es decir, reglas, métodos y medios”. Podríamos decir que es la dimensión de la praxis que camino junto a la teoría. Un proceder juntos que se sostiene y se enriquece mutuamente.

Si no se incluye a la pastoral en esta perspectiva eclesiológica, corre el riesgo de convertirse ya no en arte que permite el encuentro del hombre con Dios en la Iglesia, sino en en lugar del encuentro igualitario, que tiende a realizar el bienestar existencial y no la salvación. De aquí puede brotar la adecuación de la Iglesia a las peticiones de las mentalidades históricas del momento. El fin de la pastoral se convierte en el esfuerzo de adecuar el anuncio cristiano a los cambios del momento. Tiene lugar una metamorfosis: la pastoral deja de ser medio para convertirse en fin.

La pastoral, entonces, se transforma en pastoralismo, al que Crepaldi define: “El deseo de encontrar al otro en situaciones concretas de vida subordinando, con relación a este encuentro, las cuestiones doctrinales. Es la versión católica de la prevalencia de la praxis sobre la teoría o de la existencia sobre el pensamiento” o si queremos, “la total aceptación de la secularización como autonomía del mundo”.

Este planteamiento destruye la pastoral y amordaza la Iglesia de hoy. Una realidad que no habla, no dialoga, sino que calla y acepta, pierde su presencia en la situación histórica y, sobre todo, socio-política. 

Y sin embargo, muchos intelectuales y agentes católicos afirman que la Iglesia hoy debe sólo acompañar, como una cuidadora pasiva, al mundo y acoger todos sus caprichos. Y citan a menudo el Concilio Vaticano II, olvidándose de páginas como la siguiente: “El sagrado Concilio (…) enseña, fundado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. El único Mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a todos nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia. El mismo, al inculcar con palabras explícitas la necesidad de la fe y el bautismo (…), confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una puerta. Por lo cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella” (Lumen Gentium, 14).

Don Lillo D’Ugo

sábado, 21 de octubre de 2017

Maria dignifica a la mujer en la Historia (Rafael Mª Molina)

Duración 14:58 minutos

Lo pide el Papa: "Por favor, nada de chismes". ¿Y cómo se informa Francisco de la actividad de la Curia?



Cosas del fin del mundo. Los "novísimos" según Francisco (Sandro Magister)




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En el importante diario "la Repubblica" del cual es fundador, Eugenio Scalfari, autoridad indiscutida del pensamiento laico italiano, el 9 de octubre pasado volvió a referirse así a la que él considera una "revolución" de este pontificado, recogida de la viva voz de Francisco en el transcurso de los diálogos frecuentes que tiene con él:
"El papa Francisco ha abolido los lugares donde deberían ir las almas después de la muerte: el infierno, el purgatorio, el paraíso. La tesis sostenida por él es que las almas dominadas por el mal y no arrepentidas dejan de existir, mientras que las que fueron rescatadas del mal serán llevadas a la felicidad contemplando a Dios".
Y observa inmediatamente después:
"El juicio universal que se sostiene en la tradición de la Iglesia se encuentra entonces privado de sentido. Permanece como un simple pretexto que ha dado lugar a espléndidos cuadros en la historia del arte. No es nada más que eso".
Hay que dudar seriamente que el papa Francisco quiera realmente liquidar los "novísimos" en los términos descritos por Scalfari.
Pero en su predicación hay algo que inclina a un efectivo empañamiento del juicio final y de los destinos opuestos de beatos y condenados.

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El miércoles 11 de octubre, en la audiencia general en la plaza San Pedro, Francisco dijo que no hay que tener miedo a ese juicio, porque "al final de nuestra historia está Jesús Misericordioso", y en consecuencia "se salvará todo. Todo".

Esta última palabra, "todo", en el texto distribuido a los periodistas acreditados en la sala de prensa vaticana estaba resaltada en negrita.

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También en otra audiencia general de hace pocos meses, la del miércoles 23 de agosto, Francisco dio una imagen completa y consoladora del fin de la historia humana: la de "una inmensa tienda, donde Dios acoge a todos los hombres para habitar definitivamente con ellos".

Imagen que no es suya, sino que está tomada del capítulo 21 del Apocalipsis (Ap 21, 3), pero de la que Francisco se cuidó de citar las posteriores palabras de Jesús:

"El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo. Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los falsos, tendrán su herencia en el estanque de azufre ardiente, que es la segunda muerte". (Ap 21, 8)

*

Y también, al comentar en el Angelus del domingo 15 de octubre, la parábola del banquete nupcial (Mt 22, 1-14) leída ese día en todas las Misas, Francisco evitó cuidadosamente citar los pasajes más inquietantes.

Tanto aquél en el que "el rey se indignó, mandó su ejército, hizo matar a los asesinos y entregó su ciudad a las llamas" (Mt 22, 7)

Como también aquél en el que, al ver "a un hombre que no utilizaba el traje apropiado para una boda", el rey ordenó a sus siervos: "aten sus manos y sus pies y arrójenlo afuera, a las tinieblas; allí habrá llanto y rechinar de dientes". (Mt 22, 13)

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El domingo anterior, el 8 de octubre, la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21, 33-43), había sufrido el mismo tratamiento selectivo.

En el Angelus, al comentar la parábola, el Papa omitió decir qué hace el dueño de la viña a esos labradores que mataron a sus siervos y por último a su hijo: "A esos malvados les dará una muerte miserable" (Mt 21, 41) Ni mucho menos citó las palabras conclusivas de Jesús, referidas a sí mismo como "piedra angular" (Mt 21, 42): "El que caiga sobre esta piedra será destrozado; y sobre quien ella cayera, lo aplastará"(Mt 21, 44).

Más aún, el papa Francisco insistió en defender a Dios de la acusación de ser vengativo, como si quisiera mitigar los excesos de "justicia" reconocidos en la parábola:
"Aquí está la gran novedad del cristianismo: un Dios que, incluso desilusionado por nuestros errores y nuestros pecados, no pierde su palabra, no se detiene y sobre todo ¡no se venga! Hermanos y hermanas, ¡Dios no se venga! Dios ama, no se venga, nos espera para perdonarnos, para abrazarnos".
*

En la homilía de la solemnidad de Pentecostés, el pasado 4 de junio, Francisco polemizó, como hace muchas veces, con "el que juzga". Y al citar las palabras de Jesús resucitado a los apóstoles e implícitamente a sus sucesores en la Iglesia (Jn 20, 22-23) las ha cortado voluntariamente por la mitad:

"Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados serán perdonados" (Jn 20, 22-23a) ... quitando lo siguiente"A los que no se los perdonen no les serán perdonados" (Jn 20 23b)

Que la amputación fue deliberada está probado por su reiteración. Porque un corte idéntico a estas palabras de Jesús Francisco lo había hecho también el 23 de abril anterior, en el rezo del Regina Coeli del primer domingo después de Pascua.

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También el 12 de mayo pasado, en su visita a Fátima, Francisco mostró que quería liberar a Jesús de la fama de juez inflexible al final de los tiempos. Por eso puso en guardia ante la siguiente falsa imagen de María:
"Una María bosquejada por sensibilidades subjetivas que la ven manteniendo firme el brazo justiciero de Dios pronto a castigar. Una María mejor que Cristo, visto como juez implacable".
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Se agrega a ello que la libertad con la que el papa Francisco corta y cose las palabras de la Sagrada Escritura no se refiere sólo al juicio universal. Ensordecedor, por ejemplo, es el silencio en el que él siempre ha envuelto la condena hecha por Jesús del adulterio (Mt 19, 2-11 y pasajes paralelos).

Con sorprendente coincidencia, esta condena estuvo contenida en el pasaje del Evangelio que se leía en todas las iglesias del mundo justamente el domingo en que comenzó la segunda sesión del sínodo de los obispos sobre la familia, el 4 de octubre de 2015... Pero ni en la homilía ni en el Angelus de ese día el papa Francisco hizo la mínima mención.

Y ni tampoco la mencionó en el Angelus del domingo 12 de febrero de 2017, cuando esa condena fue leída de nuevo en todas las iglesias.

NO SÓLO ESO: Las palabras de Jesús contra el adulterio no aparecen ni siquiera en las doscientas páginas de la exhortación post-sinodal "Amoris laetitia".

Así como no aparecen ni siquiera las terribles palabras de condena de la homosexualidad escritas por el apóstol san Pablo en el primer capítulo de la Epístola a los Romanos.

Primer capítulo leído también – otra coincidencia – en las Misas feriales de la segunda semana del sínodo del 2015. A decir verdad, sin que esas palabras figuraran en el Misal. Pero en todo caso sin que el Papa u otros jamás las citaron, mientras que en el sínodo se discutía el cambio de los paradigmas del juicio sobre la homosexualidad:
"Por eso, Dios los entregó también a pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Del mismo modo, los hombres dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución merecida por su extravío. Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. Están llenos de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad; colmados de envidia, crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones. Son detractores, enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Y a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen" (Rm 1, 26-32).
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ADEMÁS, algunas veces el papa Francisco se toma también la libertad de reescribir a su modo las palabras de la Sagrada Escritura.

Por ejemplo, en la homilía matutina en Santa Marta, el 4 de setiembre del 2014, en un cierto punto el Papa atribuyó textualmente a san Pablo estas palabras "que escandalizan": "Me jacto solamente de mis pecados". Y concluyó invitando también a los fieles presentes a "jactarse" de sus propios pecados, en cuanto perdonados por la cruz de Jesús.

Pero en ninguna de las cartas de san Pablo se encuentra una expresión similar. Más bien el apóstol dice de sí mismo: "Si es necesario jactarse, me jactaré de mis debilidades" (2 Cor 11, 30), después de haber detallado todas las adversidades de su vida: las encarcelaciones, las flagelaciones, los naufragios.

O bien: "No me jactaré de mí mismo, sino de mis debilidades" (2 Cor, 12, 5). O también: "Él me dijo: 'Te basta mi gracia; en efecto, la fuerza se manifiesta plenamente en la debilidad'. Me jactaré entonces con gusto de mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo" (2 Cor 12, 9), con alusiones de nuevo a los ultrajes, a las persecuciones y a las angustias sufridas.

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Volviendo al juicio final, también el papa Benedicto XVI reconocía que "en la época moderna, la idea del juicio final se ha desvaído".

Pero en la encíclica "Spe salvi", escrita totalmente por su mano, reafirmó con fuerza que el juicio final es "la imagen decisiva de la esperanza". Es una imagen que "exige la responsabilidad", porque "la gracia no excluye la justicia", más bien, la cuestión de la justicia "es ciertamente un motivo importante para creer que el hombre esté hecho para la eternidad", porque "sólo en relación con el reconocimiento de que la injusticia de la historia no puede ser la última palabra en absoluto, llega a ser plenamente convincente la necesidad del retorno de Cristo y de la vida nueva".

Y también:
"La gracia no convierte la injusticia en derecho. No es un cepillo que borra todo, de modo que cuanto se ha hecho en la tierra acabe por tener siempre igual valor. Contra este tipo de cielo y de gracia ha protestado con razón Dostoievski en su novela 'Los hermanos Karamazov'. Al final los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada".
Sandro Magister 

viernes, 20 de octubre de 2017

La Corrección filial y la Laudatio al papa Francisco (Roberto de Mattei)




Tres semanas después de la Corrección filial ha aparecido la primera respuesta organizada: una Laudatio publicada en internet y firmada por un grupo de sacerdotes e intelectuales en su mayor parte de Austria y Alemania.

¿Quiénes firman la Laudatio? 


- Uno de ellos, el alemán monseñor Fritz Lobinger, obispo emérito de Aliwal (Sudáfrica), es el padre de la expresión presbíteros de feligresía, que explica en el libro Teams of Elders. Moving beyond Viri probati (2007), en el que propone que en la Iglesia se establezcan dos clases de sacerdotes: los diocesanos y los de feligresía. Los primeros serían célibes y de plena dedicación, y los segundos casados y con hijos, a disposición de la parroquia en la que viven y trabajan.

- Otro signatario, el padre Paul Zulehner, discípulo de Karl Rahner, es conocido a su vez por una fantasiosa «futurología pastoral» (Pastorale Futurologie, 1990). En 2011 apoyó el llamado a la desobediencia de 329 sacerdotes austriacos favorables al matrimonio de los presbíteros, la ordenación sacerdotal de mujeres y el derecho de los protestantes y los divorciados que se han vuelto a casar a recibir la comunión, y de los laicos a predicar y dirigir parroquias.

- Martin Lintner es un religioso servita de Bolzano, docente en Bressanone y presidente de la INSECT (International Network of Societies for Catholic Theology). Es conocido por su libro La riscoperta dell’eros. Chiesa, sessualità e relazioni umane (2015), en el que manifiesta una actitud de apertura hacia la homosexualidad y las relaciones extraconyugales, así como por su entusiasta acogida de Amoris laetitia, que a su juicio marca un antes y un después en la Iglesia. Llega a afirmar: «Ya no podemos afirmar que hoy se excluya categóricamente la recepción de los sacramentos de la Eucaristía y la reconciliación a quienes no se abstengan de relaciones sexuales en su nueva unión. No hay la menor duda al respecto, precisamente basándose en propio texto de Amoris Laetitia» (www.settimananews.it, 5 de diciembre de 2016).

A estas alturas se hace patente que la profunda brecha que divide la Iglesia no es entre los detractores y los admiradores del papa Francisco.

La línea de fractura separa a quienes son fieles al Magisterio inmutable de los papas y quienes se adhieren a Bergoglio persiguiendo el sueño de una nueva iglesia, distinta de la fundada por Nuestro Señor Jesucristo

No hace falta ser historiador para darse cuenta de que vivimos un episodio totalmente inédito de la vida de la Iglesia. No estamos en el fin del mundo, pero se pueden aplicar a nuestra época las palabras de Nuestro Señor, que dijo con tristeza de su regreso al final de los tiempos: «Cuando vuelva, ¿hallaré por ventura fe sobre la Tierra?» (Lc 18,8).

La pérdida de la fe, incluso por parte de hombres de la Iglesia, es ya palpable. El 27 de enero de 2012, hablando ante la asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Benedicto XVI afirmó: 
«Estamos ante una profunda crisis de fe, ante una pérdida del sentido religioso que constituye el mayor desafío para la Iglesia de hoy. Por lo tanto, la renovación de la fe debe ser la prioridad en el compromiso de toda la Iglesia en nuestros días». 
Esta pérdida actual de la fe tiene todas las características de una apostasía general.

Durante una intervención en un encuentro de las conferencias episcopales europeas celebrado en Trieste el 4 de noviembre de 2013, el cardenal Robert Sarah declaró: 
«Hasta entre los bautizados y los discípulos de Cristo se da actualmente una especie de apostasía silenciosa, un rechazo de Dios y de la fe cristiana en la política, en la economía, en los ámbitos ético y moral y en la cultura postmoderna occidental».
Por su parte, el cardenal Raymond Leo Burke, en una homilía pronunciada el 13 de octubre de 2017 en la abadía de Buckfast, recordó que el mensaje de Fátima 
«habla de las fuerzas diabólicas desencadenadas en nuestro tiempo en el mundo, que se introducen en la vida de la propia Iglesia alejando a las almas de las verdades de la fe y, por lo tanto, del amor divino que mana del glorioso Corazón traspasado de Jesús».
Las almas se pierden porque el lenguaje es oscuro y engañoso y se difunden a diario herejías entre el pueblo fiel. El pontificado de Francisco significa la consecuencia y culminación de un proceso de autodemolición de la Iglesia que tiene orígenes remotos pero ha adquirido actualmente una velocidad vertiginosa.

En la noche en que están inmersas las almas, la Corrección filial del 24 de septiembre pasado ha sido como un rayo de luz que ha deshecho la oscuridad. La denuncia de las herejías sostenidas y propagadas por el papa Francisco ha resonado de un extremo a otro de la Tierra, haciendo eco en los medios de difusión y constituyendo el tema dominante de las conversaciones privadas de numerosos católicos. En dichas conversaciones, pocos son los que niegan la verdad de los hechos denunciados en la Corrección.

Las divergencias son ante todo en cuanto a cómo se puede afrontar una situación que no tiene precedentes en la historia. Hay quienes llegan a practicar una doble verdad: critican en privado y rinden pleitesía en público a quien lleva a la Iglesia al desastre. Esta actitud la definió Calvino como nicodemita, refiriéndose a los protestantes que disimulaban su doctrina honrando públicamente la fe y los ritos católicos. Pero la Iglesia católica siempre ha condenado el disimulo, proponiendo como modelo de vida la confesión pública de la fe, llegando incluso al martirio.

Confesar la fe significa denunciar los errores que se oponen a esta, aunque los proponga un prelado o incluso un papa, como sucedió con Honorio I (625-638). Saber si Honorio fue hereje o se limitó a favorecer la herejía es lo de menos. Que fuera solemnemente condenado en el VI Concilio de Constantinopla (681), presidido por el papa León II, y que su condena fuera confirmada por dos concilios ecuménicos posteriores, demuestra que la posibilidad de que un pontífice incurra en herejía, admitida por todos los canonistas medievales, es real, con independencia que esté o no históricamente verificada.

Ahora bien, ¿quién tiene autoridad para resistir y corregir a un papa? Ante todo, es un deber que corresponde a los cardenales, que con los consejeros del Papa en su gobierno de la Iglesia; después, a los obispos, que en unión con el Sumo Pontífice integran la Iglesia; y por último, a los simples fieles, sacerdotes, religiosos y hasta laicos que en razón de haber recibido el bautismo tienen el segurísimo sensus fidei que les permite discernir la verdadera fe de la herejía.

Antes de ser creado obispo de Dorilea, Eusebio era un abogado de Constantinopla cuando en el año 429 interrumpió públicamente una homilía del sacerdote Nestorio en la que éste ponía en duda la divina Maternidad de María. Eusebio habría hecho lo mismo si aquel día hubiera hablado el Patriarca o el propio Papa.

Su espíritu católico no toleraba que la Bienaventurada Virgen María fuese insultada ante el pueblo fiel. Hoy en día la Iglesia no tiene necesidad de nicodemitas, sino de confesores de la fe con el temple de un Eusebio o un Máximo el Confesor, que fue un simple monje que no vaciló en enfrentarse al patriarca de Costantinopla y a los emperadores bizantinos. A quienes querían obligarlo a la comunión con los herejes monotelitas, les respondió: «Aunque el universo entero comulgue con vosotros y me quede solo, no lo haré».

Con ochenta años de edad y después de sufrir tres procesos por su fidelidad, fue condenado a la mutilación de la lengua y de la mano derecha, los dos miembros con los que mediante la palabra hablada y la escrita había combatido los errores y las herejías.
Habría podido hacer suyas las palabras de San Pablo: «En mi primera defensa nadie estuvo de mi parte, sino que me abandonaron todos. No se les cargue en cuenta. Mas el Señor me asistió y me fortaleció para que por mí quedase completo el mensaje y lo oyesen todos los gentiles. Y así fui librado de la boca del león» (2ª Timoteo 4,16-17).

La Divina Providencia permite que sean pocos, perseguidos e incomprendidos los testigos de la fe para aumentar su mérito y hacer que su conducta no sea sólo justa y obligada, sino también santa y heroica. 

¿Qué es el ejercicio heroico de la virtud sino cumplir con el deber en circunstancias excepcionales, no contando con las propias fuerzas sino con la ayuda de Dios?


Roberto de Mattei
(Traducido por J.E.F)