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lunes, 9 de noviembre de 2015

Discurso de clausura del Sinodo -1 (Análisis crítico)


Ya hemos podido leer en este blog la Relazione Finale del Sínodo 2015. En particular, es de señalar el extraordinario artículo de Roberto de Mattei en el que realiza un análisis certero de las más que previsibles consecuencias de dicho Sínodo. Dada, pues, la enorme importancia y trascendencia del mismo, me ha parecido conveniente incorporar aquí el Discurso completo de clausura del Santo Padre, tomado de la página web del Vaticano.

Señalo con cursivas o negritas lo que considero más relevante del discurso, incluyendo algunas expresiones que ha utilizado y que son ya -y con toda razón- objeto de controversia. Lo que aparece entre corchetes o con este mismo tipo de letra, es el analisis personal que yo hago. Dada la amplitud del discurso realizaré este análisis en varias entradas, pues aprovecho la ocasión para señalar lo que considero que es la causa principal de todo lo que está ocurriendo, cual es el miedo a la cruz y la falta de confianza en Dios. Éstas, a su vez, no son sino la consecuencia lógica de la pérdida de la fe. Y, como dice el autor de la carta a los hebreos, refiriéndose a Dios: "Sin fe es imposible agradarle, pues es preciso que quien se acerca a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan" ( Heb 11, 6). 



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Queridas Beatitudes, Eminencias, Excelencias.
Queridos hermanos y hermanas:

Quisiera ante todo agradecer al Señor que ha guiado nuestro camino sinodal en estos años con el Espíritu Santo, que nunca deja a la Iglesia sin su apoyo.

Agradezco de corazón al Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo, a Monseñor Fabio Fabene, Subsecretario, y también al Relator, el Cardenal Peter Erdö, y al Secretario especial, Monseñor Bruno Forte, a los Presidentes delegados, a los escritores, consultores, traductores y a todos los que han trabajado incansablemente y con total dedicación a la Iglesia: gracias de corazón. Y quisiera dar las gracias a la Comisión que ha redactado la Relación: algunos han pasado la noche en blanco.

Agradezco a todos ustedes, queridos Padres Sinodales, delegados fraternos, auditores y auditoras, asesores, párrocos y familias por su participación activa y fructuosa. Doy las gracias igualmente a los que han trabajado de manera anónima y en silencio, contribuyendo generosamente a los trabajos de este Sínodo. Les aseguro mi plegaria para que el Señor los recompense con la abundancia de sus dones de gracia.

Mientras seguía los trabajos del Sínodo, me he preguntado: ¿Qué significará para la Iglesia concluir este Sínodo dedicado a la familia? Ciertamente no significa haber concluido con todos los temas inherentes a la familia, sino que ha tratado de iluminarlos con la luz del Evangelio, de la Tradición y de la historia milenaria de la Iglesia infundiendo en ellos el gozo de la esperanza sin caer en la cómoda repetición de lo que es indiscutible o ya se ha dicho

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Sinceramente, yo tengo mis dudas acerca de que haya sido realmente el Espíritu Santo, es decir, el Espíritu de Cristo, el que haya guiado el camino sinodal al que se refiere el papa Francisco: el ambiente que se ha respirado en el Sínodo no ha estado marcado, en mi opinión, por la luz del Evangelio, de la Tradición y de la Historia milenaria de la Iglesia. Ojalá que así hubiese sido. Digo esto porque las conclusiones a las que se ha llegado en este Sínodo y que vienen reflejadas en la "Relazione finale" (en particular los puntos 84 a 86, aunque no son los únicos puntos problemáticos) no son las que cabría esperar si se hubiese dado esa fidelidad al Evangelio, a la Tradición y a la Historia milenaria de la Iglesia a las que alude el santo Padre. Pero, en fin ...

En cuando a lo de la comodidad que supone el repetir lo que ya está dicho y es indiscutible, me remito a lo que decía el apóstol Pablo a los filipenses: "Escribiros las mismas cosas a mí no me resulta molesto y para vosotros es motivo de seguridad" (Fil 3, 1) ... De aquí se desprende que tal repetición de lo mismo, para el Apóstol, es necesaria ... ¡y no necesariamente cómoda!

La Palabra de Dios no puede ser adulterada de ninguna de las maneras, pues está en juego la salvación de las almas; en esto san Pablo es tajante y no se anda con remilgos. Esto le escribe a su discípulo Timoteo: "Te conjuro en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, por su venida y por su reino: predica la Palabra, insiste, con ocasión o sin ella, argumenta, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina" (2 Tim 4, 1-2). No importa que haya que estar repitiendo siempre lo mismo, cuando lo que se repite es la Palabra de Dios, pues eso da seguridad a los fieles.

Por otra parte, si -como muy bien dice el santo Padre- el asunto que se está tratando es algo que es indiscutible y que ya se ha dicho (se sobreentiende que se refiere a la Palabra de Dios sobre la indisolubilidad del matrimonio) ... ¿Qué sentido tiene, si es que tiene alguno, votar sobre lo indiscutible, sobre lo que está definido de una vez por todas y para siempre en el Evangelio por el mismo Jesucristo, quien no consideró ninguna excepción a la indisolubilidad del matrimonio ?. Y la respuesta es: ¡Ninguno! ... a menos que haya un intento, más o menos disimulado, de cambiar la Doctrina recibida ... pero eso es algo que nadie -y el Papa menos que nadie- puede hacer, no sin grave riesgo de caer en herejía ... ¡Cuando hablo así me limito a aplicar la pura lógica!

En realidad, la solución a los problemas planteados está ya dada, desde hace casi dos mil años: no hay más que contrastar lo que se ha puesto en tela de juicio en este Sínodo con las palabras de Jesucristo, en este caso las que pronunció referidas al matrimonio. Y, a partir de ahí, que cada cual saque sus propias conclusiones.

Jesús dejó muy claro a los fariseos que fue la dureza de corazón de sus padres la que llevó a Moisés a permitirles escribir el libelo de divorcio a una mujer y despedirla, pero que al principio no fue así (Mc 10, 2-9). Lo realmente curioso, aunque comprensible, es que ni siquiera los discípulos de Jesús acababan de entender la respuesta que su Maestro le dio a los fariseos. Y por eso le preguntaron de nuevo sobre esto. Y volvió a decirles, para que no hubiera ninguna duda en este sentido y supieran a qué atenerse: "Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, adultera" (Mc 10, 12).

La doctrina es muy clara y no cabe la confusión en la interpretación de estas palabras. ¿Cómo explicar, entonces, que se haya discutido -y se haya votado- acerca de la posibilidad de excepciones a esta regla ... lo cual se ha hecho nada menos que en un Sínodo de Cardenales, presidido por el santo Padre? Cuesta entenderlo, la verdad.

... porque esas palabras, aparentemente tan duras y poco comprensivas, relativas a la indisolubilidad del matrimonio, han sido pronunciadas por el mismo Jesucristo, de quien se dice en las Sagradas Escrituras que es "rico en Misericordia" (Ef 2, 4)

[Nota: aunque esta cita se aplica a Dios Padre, sin embargo, tenemos aquello de: "Yo y el Padre somos Uno" (Jn 10 30). El Hijo es Dios, al igual que lo es el Padre, el mismo y único Dios. Y es de este único Dios de quien se predica la misericordia. De hecho nada sabríamos de Dios Padre si el Hijo no lo hubiese revelado]

De manera que si es cierto que todas las palabras de Jesús son Espíritu y Vida (Jn 6, 63) y no son piedras muertas que se lanzan a la cabeza de nadie, también éstas lo son [las relativas al matrimonio]. Es a la luz de la fe como debemos de entender siempre las palabras del Señor: de lo contrario, nos estaríamos situando en un plano meramente humano y acabaríamos diciendo y pensando disparates, que es lo que ocurrió con el cardenal Lacunza en su intervención sinodal, cuando dijo: "Si Moisés permitió el divorcio por la dureza del corazón de los hombres, Pedro (el Papa) no debería de ser menos misericordioso que Moisés". Vamos, hablando en plata: la Iglesia debería de conceder el divorcio a quien lo pidiera.

[Desde luego, ésa no sería la Iglesia de Jesucristo; ni el Papa tiene ese poder que le concede el cardenal Lacunza para deshacer lo que es de derecho divino]

Gracias a Dios hubo una reacción inmediata por parte del patriarca melquita Gregorio Lahman III, que tuvo que recordar, con severidad, a este cardenal, un hecho de todos conocido: y es que Cristo prohibió el divorcio que Moisés permitió. Y, además, y como consecuencia, gran número de blogueros importantes han escrito artículos excelentes sobre el tema en cuestión, en los que se habla de un no deseado, pero posible peligro de cisma en la Iglesia y de cómo Cristo cambió la Ley de Moisés por la Ley nueva del Evangelio, derogando la tolerancia al mal que suponía la práctica del divorcio mosaico.

De todos modos, y aunque esto supone un respiro, sin embargo no se entiende cómo es posible que este cardenal panameño no sólo siga manteniendo su sede sino que, además, haya ascendido de categoría: el 18 de octubre de 2015 (justo a mitad del Sínodo) fue nombrado cardenal de la Iglesia de san José de Cupertino, en Roma ... y no se ha retractado en nada de lo que dijo.

Por eso no nos tiene que extrañar demasiado el hecho de que los propios discípulos de Jesús, aunque lo habían dejado todo para seguirlo, tampoco ellos entendieran a Jesús, pues seguían pensando todavía al modo humano: De ahí su comentario: "Si tal es la condición del hombre con respecto a su mujer, no tiene cuenta casarse" (Mt 19, 10).

Jesús, como hemos visto, se reafirma en lo dicho y les da la doctrina sana que, más adelante, entenderán; una doctrina que ellos aceptan aun cuando todavía se siguen rigiendo, en su modo de pensar, por criterios exclusivamente humanos. Las enseñanzas de Jesús, el contacto continuo con Él y la venida del Espíritu que Él les envió después de resucitar, todo eso les llevará a entender la auténtica realidad de las cosas, que no es la que el mundo piensa.

Es de señalar que el Señor, cuando les imparte su doctrina y sus enseñanzas, no les responde refiriéndose a casos concretos; no hace uso de la casuística "caso por caso" [que es lo que ahora se quiere hacer]. Por el contrario, como se ha dicho, se reafirma en la doctrina que les ha dado: una doctrina que, ciertamente, es difícil de practicar, puesto que supone caminar por la senda estrecha y cargar con la cruz de cada día ... pero es que, aunque ellos no lo comprendan todavía, todo esto es para su bien: es el camino que deben de seguir si quieren salvarse.

Además, los preceptos del Señor no son pesados. Todo lo contrario. Pero es preciso que sean "sus" preceptos; y que se cumplan por amor a Él. Esto nos dice a todos: "Tomad sobre vosotros mi yugo. Y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón. Y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 29-30).

El amor verdadero es así de exigente. Pero esto es parte constitutiva de ese amor: cuando un hombre y una mujer se entregan el uno al otro para unirse en matrimonio, lo hacen libremente y en totalidad, hasta que la muerte los separe. Y si no están dispuestos a ese compromiso de por vida, a darse mutuamente, el uno al otro y el otro al uno, en mutua reciprocidad es señal de no se quieren, al menos no como hay que quererse, conforme a las reglas del amor.

[Porque el amor también tiene sus reglas. Y una de ellas es la fidelidad. El que ama a otro no puede serle infiel. Y si le es infiel es señal de que no lo ama. Todo esto es de sentido común]

El ejercicio del verdadero amor, en esta vida, va unido, de modo necesario, al sacrificio, a la donación y a la entrega de uno mismo al otro ... pero dada la naturaleza caída del hombre, tal entrega no tiene lugar si no es a base de sufrimiento.

[Ceder aun cuando se tenga razón, pensar en el otro con cariño, tener detalles con la persona a la que se quiere, etc... todo esto supone una lucha a muerte contra el propio egoísmo ... y no es tarea fácil].

En definitiva, el amor va necesariamente unido a la cruz: en ésta [en la cruz] se pone de manifiesto la veracidad del amor. En ella, y sólo en ella, se descubre y se hace patente la autenticidad del amor que dicen tenerse aquellos que se aman; por ella se sabe -sin ninguna duda- que el amor es real y no mera palabrería.

Y mira por dónde resulta que la señal del cristiano es la santa Cruz. Tuvo Dios que hacerse hombre, en la Persona del Hijo, en Jesucristo, para enseñarnos esta realidad, pues somos, por lo general, muy cerrados de mollera. Por eso, como las explicaciones no sirven, acaba diciéndoles a sus discípulos: "No todos entienden estas palabras, sino aquéllos a quienes ha sido concedido" (Mt 19, 11). El entendimiento de esta realidad del amor es un privilegio que le es concedido a aquellos cristianos que se toman en serio las palabras del Señor y se fían de Él: el Señor nunca defrauda; y jamás miente.

Como ocurre con otras muchas cosas -y como ya se ha dicho- la fidelidad entre los esposos (entendida como una fidelidad para siempre) está anclada en el misterio de la cruz; y supone la máxima manifestación de amor posible, según las palabras de Jesús: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). 

(Continuará)

Más sobre la "nueva" Iglesia. Franciscanas de la Inmaculada (Maria Teresa Moretti)


He entresacado en esta entrada del blog algunos párrafos de un excelente artículo de María Teresa Moretti, cuyo título es "Ninguna misericordia para los Franciscanos y Franciscanas de la Inmaculada" cuya lectura completa aconsejo. En concreto aquellos que están relacionados con la "nueva" Iglesia que padecemos, esta Iglesia "moderna" que se está alejando, cada día más, de la auténtica y única Iglesia que Jesucristo fundó. Y lo digo con gran pena. Pero la verdad es la verdad. Cerrar los ojos para no verlo no soluciona sino que agrava el problema.

Franciscanas de la Inmaculada

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Esta “nueva” Iglesia que perdona y abraza con ternura maternal a adúlteros pertinaces que quieren mantenerse en su adulterio y a homosexuales orgullosos de su condición, no puede ni tolerar ni perdonar a unos católicos que perseveren tercamente en la Tradición. En este caso, la Inquisición de la “nueva” Iglesia, disfrazada de corrección misericordiosa, se siente autorizada a actuar sin ninguna piedad, tratando a humildes frailes y piadosas monjitas como maléficos hechiceros y perversas brujas. Las pruebas de sus pecados: practicar la pobreza y, sobre todo, la originaria penitencia franciscana; rezar de rodillas el Santo Rosario; considerar la Santa Misa como la actualización del Sacrificio de Cristo y, por lo tanto, dar al culto divino todo el respeto y el esplendor que Dios se merece; y, por último, emitir el voto de esclavitud a María Santísima según el carisma de uno de los referentes espirituales de la Orden: san Maximiliano Kolbe. 


Estos gravísimos pecados aparecen con aún más evidencia cuando consideramos que estos frailes y estas monjas no se prestan a bailar y cantar en programas televisivos ni se ocupan de propaganda política ni salen en defensa de la tortuga carey o del asno salvaje sirio… O sea, que no “arman lío”, vamos. Por si fuera poco, se empeñan en hablar de Dios, de Jesucristo, de la Cruz, de la salvación de las almas, hasta llegar a atreverse a volver a plantear el pecado como fuente de todo mal. Esto, para la “nueva” Iglesia, es demasiado: es índice de ser unos posibles fariseos pelagianos y, por lo tanto, merecedores del todo el rigor del antiguo Índice.

Por una de esas paradójicas inversiones de la Ley y de la Palabra divinas a las que nos está acostumbrando esta “nueva” Iglesia, todo, absolutamente todo lo que ha constituido, alimentado y santificado la vida de miles y miles de santos y santas, además de generaciones y generaciones de fieles, es ahora tachado de “pelagianismo” o de “fariseísmo”, y perseguido sin tregua. A las pseudomonjas de pseudoclausura que “arman lío” en los medios de comunicación más anticristianos que se pueda imaginar se las anima a seguir degradando el santo hábito y los santos votos, hasta que todo, absolutamente todo lo que representa la vocación religiosa (y con más saña la de clausura) no sea más que objeto de escarnio y rechazo, mientras que a las monjas que aún se atreven a vivir sus votos con fidelidad y perseverancia, tan vez en una clausura digna aún de este nombre, se las somete a un plan de estricta “reeducación” por las buenas o por las malas. 

Del mismo modo, se ascienden y promocionan los teólogos que “de rodillas” trabajan sin descanso para erradicar las semillas de la Palabra de Dios que tantos y tantos misioneros han sembrado por todo el mundo a costa de su propia vida, mientras que los que forman y envían misioneros armados sólo y únicamente de la Palabra de Dios, como el Padre Manelli, a éstos se les encierra en algún lugar perdido, cortándole cualquier contacto con el exterior y vejándolos hasta la muerte.

Por orden del mismo Padre Manelli, los Franciscanos y Franciscanas de la Inmaculada han obedecido, ofreciendo el sufrimiento producido por esta terrible persecución interna por el bien de la Iglesia. Si recordamos lo que siempre se ha dicho, ésta puede ser una buena señal: puede significar que en esta Iglesia secularizada y en plena apostasía, siguen habiendo santos que, con su oración y el ofrecimiento de su sacrificio, están sosteniendo espiritualmente al “resto” de la verdadera Iglesia. Por lo visto, su calvario tiene que ser muy productivo, porque el “enemigo” no sólo no afloja su acoso, sino que lo está intensificando con ensañamiento feroz. (...)

Parece ser que quieren, a toda costa, que tomemos tal “integridad” por “integrismo”, así como pretenden que consideremos a los que quieren mantenerse fieles a los mandamientos de Nuestro Señor Jesucristo como unos fariseos… 

Parece ser que, para el Vaticano, nada son los monseñores-monseñoras que salen del armario abrazados como nenezas a sus mancebos en comparación con el peligro representado por esas monjas vestidas de azul, esclavas voluntarias de la Virgen

Así como, parece ser que el mismo Papa considera extraordinariamente más urgente extirpar lo que queda de esa pobre y fiel Orden franciscana que salvaguardar la validez de los sacramentos instituidos por el mismísimo Jesucristo. (...)

En estas horas de tinieblas, la Iglesia parece ensañarse contra sus hijos mejores, mientras es cómplice de la islamización de los países antaño cristianos, del mismo modo que parece estar siguiendo el mismo camino de disolución emprendido por las iglesias protestantes. La noche está cayendo, más oscura que nunca, precisamente sobre una ciudad italiana emblemática de lo que fue la resistencia de la Iglesia Católica contra el ataque de la herejía luterana: Trento. En Trento se han quedado solamente siete monjas adoradoras del Santísimo Sacramento. Siete monjas fieles al carisma de los Franciscanos de la Inmaculada. Ahora quieren que se vayan. Una vez que se hayan ido, en la ciudad que dio el nombre al glorioso Concilio de la Contrarreforma, no quedará nadie que adore al Santísimo. La luz se apagará. Y Lutero podrá creer que ha llegado el momento de su revancha ...

Pero si somos católicos, herederos de generaciones y generaciones de mártires y confesores de la fe, confiaremos en la promesa del Señor: Et portae inferi non praevalebunt. Las puertas del infierno no podrán prevalecer. Sabemos que, justamente en la profundidad de la oscuridad es cuándo volverá a encenderse la Luz, más brillante que nunca. Que Dios tenga piedad de nosotros y acorte esta larga, angustiosa noche.

María Teresa Moretti

domingo, 8 de noviembre de 2015

LA PRONUNCIACIÓN ROMANA DEL LATÍN

Puede venir bien este artículo a aquellos que acuden a la santa Misa según el rito extraordinario (Misa en latín), una misa que nunca fue abrogada según se afirma en el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, del 7 de Julio de 2007, en el que se puede leer, en su artículo primero:

El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la «Lex orandi» («Ley de la oración»), de la Iglesia católica de rito latino. No obstante, el Misal Romano promulgado por san Pío V, y nuevamente por el beato Juan XXIII, debe considerarse como expresión extraordinaria de la misma «Lex orandi» y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la «Lex orandi» de la Iglesia en modo alguno inducen a una división de la «Lex credendi» («Ley de la fe») de la Iglesia; en efecto, son dos usos del único rito romano. Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia (...)


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Al fin y al cabo el latín es el idioma oficial de la Iglesia. Y su conocimiento ha sido fuertemente recomendado por todos los Papas (aunque hoy parecen haberse olvidado estas recomendaciones). Al usar un misal escrito en latín los fieles, lógicamente, pueden tener dudas (y las tienen, de hecho) con respecto a la pronunciación de este idioma. Yo las tengo. He buscado en Internet y he encontrado algunas indicaciones que pueden ser útiles. Y aquí las dejo. Estan tomadas de Música y fe

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La pronunciación romana del latín no difiere demasiado de su pronunciación española; aun así, deben de tenerse en cuenta las siguientes reglas. La pronunciación (entre corchetes), se ha reflejado de manera aproximada con caracteres españoles.

Æ, OE Se pronuncian e.  Misericordiæ [misericórdie]
CI, CÆ, COE La C se pronuncia entre ch y ts española. Cæli [chéli]
CH Sonido k. Charitas [káritas]
GE, GI, GY, GÆ, GOE La G suena como la y española o la dj francesa. Regina [reyína]
GN Se pronuncia como la ñ en español si no va a principio de palabra. Agnus [áñus]
H Tiene el sonido k en el dativo mihi [miki] y en el adverbio nihil [nikil] con sus compuestos. En los demás casos es muda.
J Suena como la y española. Jesus [yésus]
LL Se pronuncia como dos l separadas. Nullus [núl-lus]
M Hay que pronunciarla con claridad, para que no suene como n.
PH Como f en español. Phase [fáse]
S Es sonora entre vocales, y sorda cuando es inicial (cuidado con no  ñadir una e) o tras consonante.
SS Como la s en español. Passus [pásus]
SCE, SCI, SCÆ, SCOE SC tiene el mismo sonido que la sh inglesa o la ch francesa. Descendit [deshéndit]
U Se sigue pronunciando como u después de q y g. Quem [kuem]; Sanguis [sángüis]
V Se diferencia de la b acercando el labio inferior al borde de los dientes.
X Delante de vocal suena ks. Resurrexit [resurréksit]
XCE, XCI, XCÆ, XOE XC suena como sch. Excelsis [ekschélsis]
Y Suena como una i algo oscurecida. Kyrie [kírie]

ALGUNOS EJEMPLOS (agrupados por textos)

Agnus Dei
agnus [áñus]
tollis [tól-lis]
pacem [páchem]
Ave, María
gratia [grátsia]
nostræ [nóstre]
Credo
sæcula [sékula]
consubstantialem [konsubstantsiálem]
descendit [deshéndit]
tertia [tértsia]
resurrectionem [resurrektsiónem]
Gloria
excelsis [ekschélsis]
bonæ [bóne]
benedicimus [benedíchimus]
gratias [grátsias]
agimus [áyimus]
suscipe [súshipe]
deprecationem [deprecatsiónem]
Magnificat
fecit [féchit]
ecce [ékche]
magna [máña]
potentiam [poténtsiam]
suscepit [sushépit]
Regina cæli
regina [reyína]
cæli [chéli]
Salve, Regina
gementes [yeméntes]
illos [íl-los]
Sanctus
Hosanna [osán-na]
Veni, creator
accende [achénde]
pacemque [pachémkue]

sábado, 7 de noviembre de 2015

Finanzas vaticanas y transparencias interesadas

Me ha llamado la atención que, precisamente ahora, haya vuelto a relucir, otra vez, con fuerza inusitada, lo que ha dado en llamarse Vatileaks2, un tema relacionado, como sabemos, con las finanzas de la Iglesia. El término "Vatileaks" proviene, en cierto modo, del propio portavoz de la Santa Seda, el jesuita Federico Lombardi, cuando en febrero de 2012 admitió que "también el Vaticano tiene sus "leaks" (filtraciones). 

Entre enero y mayo de 2012 se filtraron gran cantidad de documentos internos del Vaticano que tuvieron como punto final la publicación de un libro titulado "Su Santidad", de Gianluigi Nuzzi. El mismo día en el que se publico ese libro fue detenido Paolo Gabriele, mayordomo del Papa y única persona con acceso a todos los documentos filtrados. Se le juzgó y fue condenado a 18 meses de prisión, aunque fue indultado por el papa Benedicto XVI. No hubo más acusados. 

Queda en el misterio las razones que movieron a Benedicto XVI a presentar su dimisión como Papa un año más tarde, el 11 de febrero de 2013, dimisión que fue efectiva el 28 de febrero de dicho año: una decisión excepcional en la historia del Papado. 

Pues bien: volvemos a la carga, una vez más. Pinchar aquí, aquí o aquí. Hay infinidad de enlaces. Éstos son sólo una muestra para situarnos en lo que está ocurriendo ahora en el Vaticano ¿Y por qué ahora, precisamente ahora? (cuando hace muy poco que ha tenido lugar la clausura del Sínodo de la Familia 2015 y cuando estamos a punto de comenzar el año santo de la Misericordia, que tendrá lugar el 8 de diciembre de este año). 

A esta pregunta que yo me hago contesta Fray Gerundio y, a mi modo de ver, lo hace con mucho acierto. Este hombre tiene un sentido común que nos saca de nuestras casillas, acostumbrados como estamos a ir tirando cómodamente y a que los demás piensen por nosotros. Se nota que tiene la cabeza sobre los hombros. Y es de los que al pan le llaman pan; y al vino, vino: algo tan simple y tan elemental como ésto ... y, sin embargo, tan poco frecuente. Bien es verdad que le añade una particular "mala uva" ... pero es eso, precisamente, lo que deja su impronta en lo que escribe y le confiere una especial personalidad a sus escritos. Veamos lo que nos dice ahora en este nuevo artículo:

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No sé por qué, pero me huele un poco a chamusquina todo el lío que se ha montado esta semana en torno a las finanzas del Vaticano, con el consiguiente desmadre que aparece en la trastienda. En realidad no es nada nuevo: se sabe desde hace muchos años, y se sospecha que lo que se sabe es nada, comparado con la realidad. Hace ya muchos lustros que la Iglesia está sumergida en un mar de corrupción económica, que alcanzó niveles elevadísmos cuando los casos de Marcinkus y el IOR y los suicidios (digo yo que probablemente inducidos, como se dice ahora), y miles de escándalos más.

Cuando la Iglesia del Vaticano II quiso asimilarse al mundo lo hizo muy bien en este terreno, porque realmente comenzó a asimilarse a la corrupción de los grandes capitales y los bancos y todas esas cosas. A pesar de abrir las ventanas del Vaticano, los temas financieros y económicos olían muy mal y estaban como podriditos por dentro. En este punto no corrió mucho el aire fresco, por lo visto. Dicen que Juan Pablo I quiso poner orden y, por eso mismo, le proporcionaron un pasaje directo a la eternidad. No lo sé. Pero el caso es que me mosquea muchísimo que ahora aparezcan libros contando cosas de éstas, cuando hace ya muchos años que estamos al cabo de la calle de que hay un buen negocio montado.

Entonces, ¿por qué aparece ahora este misterioso asunto? ¿por qué las detenciones de sospechosos, la liberación de la sospechosa (que se ve que le guiñó un ojo al gendarme y la puso inmediatamente en libertad: a juzgar por las fotos...), el encarcelamiento del otro, la publicación de los libros y el escándalo de la prensa y la catolicidad bien-intencionada?

Los dos investigados por filtraciones en el caso Vatileaks 2:
el sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda y la italiana Francesca Chaouqui

Como siempre, han aparecido mis novicios para preguntarme ... aunque esta vez los he dejado más boquiabiertos que de costumbre. Les he dado una explicación que a mí mismo me parece propia de un mal pensado, con la cogulla muy desgastada ya por los años. Y sin embargo creo que encaja a la perfección. O como dirían los filósofos, al menos no se puede demostrar que sea algo contradictorio. Por eso, mis novicios se han retirado con el rabo entre las piernas, pensando que es muy posible que tenga razón.

Aquí pasa algo parecido a lo que ocurre con los partidos políticos en tiempos de campaña electoral (o sea, casi siempre). De vez en cuando, tienen que hacer un lavado de imagen. De cuando en vez, tienen que intentar impactar al personal para que parezca que lo que es no lo sea, y para que sea lo que parece, aunque no parezca que lo sea. Ya saben. Y Francisco está en campaña desde mucho antes de llegar al Solio.

Cuando en algún partido político o institución hacen una demostración de lucha contra la corrupción, generalmente es porque hay un combate interno por el poder o algo semejante. Vamos, que nunca es por motivos honrados o éticos. En España, por ejemplo, salen corrupciones a base de bien cuando se quiere que salgan, a pesar de que todo el mundo está previamente al cabo de la calle. ¿Por qué sale en un determinado momento? Pues ya se lo pueden figurar.

Les he dicho a mis novicios que no se escandalicen y que yo no quiero ser apodíctico, como se dice ahora. Pero tengo derecho a opinar (eso les gusta mucho), aunque pueda ser que exagere o que me equivoque. Seguro que me equivoco, seguro que exagero, pero es muy posible que no ande lejos de la verdad.

Tras el Sínodo y la constatable bajada de popularidad de Francisco; tras la desesperanza de que Francisco no iba a ser capaz de modernizar la Iglesia porque no había reforma de la Curia después de dos años y medio de bombo y platillo; tras el fracaso de las conversaciones con el llamado G-8 que lo único que han hecho ha sido reunirse sin parar; tras el enorme gesto de audacia de crear una Congregación para los Laicos, después de dos años de anunciadas reformas; tras el fracaso del Premio Nobel que nunca llegó… había que darle un nuevo impulso a la imagen del Francisco Reformador de la corrupción económica en el Vaticano. El líder siempre quiere más.

La consecuencia para los bobitos está clara: Francisco quiere reformar la Iglesia, pero no le dejan los malvados, carcas, tradicionales y derechones cardenales. Los resultados del Sínodo habrían sido más atrevidos si los carcamales no hubieran estorbado; la definitiva recuperación de una Iglesia pobre no se puede hacer porque no le dejan a Francisco. La noticia del comentario hecho por el Papa a su amiguete Scalfari sobre la comunión a los divorciados es un dato más de esta pasada semana para calmar a los ansiosos. De este modo se conforma y consolida la imagen del líder que quiere cambiar, pero tiene las manos atadas. Pobre. No se le permite. Dicho esto unas semanas después de que el propio Papa hablase de la hermenéutica de la conspiración, de sus pullas en los discursos finales del Sínodo y de sus constantes llamados a la transparencia, a mí personalmente no me cuadra. O mejor dicho, me cuadra demasiado y me lleva de nuevo al mal olor. No me fío.

Y para aderezar todo esto -¡oh casualidad!-, aparecen en los días inmediatos un par de libros que muestran los líos vaticanos, contando diálogos y conversaciones de Francisco pidiendo transparencia, al tiempo que sacan a la luz dineros gastados y requetegastados por bertones y demás compañeros mártires.

Pero digo yo una cosa: si Francisco pide transparencia y hay un sujeto y una sujeta que filtran los cambalaches, los enjuagues y los apañijos y destapan los manejos, los contubernios y las intrigas, habría que darles la Encomienda de San Gregorio Magno a ambos. No interrogarlos como culpables de un delito. Me da la sensación de que se ha utilizado a un pardillo ambicioso y a una pícara con muchas horas de vuelo. El caso es que el juego está servido. O la mentira está echada. O la trampa está montada. Una vez más, los ámbitos papistas mueven la cabeza diciendo que todo está muy mal y que el pobre Papa tiene que luchar contra la corrupción y quiere reformar la Iglesia, pero no le dejan los financieros malvados. Y los progresistas y modernistas comentan también que el pobre Papa no puede hacer nada ante la cizaña instalada en el Vaticano.


Pero hay que recordar que a la tal Chaouqui la nombró el Papa Francisco. Como nombró a los que iban a encargarse de las finanzas vaticanas (hace ya dos años). Como nombró al famoso Ricca (el del ascensor) como responsable de otro de los organismos. Como encargó algunos servicios económicos a empresas norteamericanas de reconocido nivel financiero; como alquiló la Capilla Sixtina para fiestas de alto nivel económico. ¿Y por qué no ha luchado claramente contra todo esto? ¿Por qué no se hablaba de este tema hace más de un año y vuelve ahora en un momento de necesidad para Francisco?

Si se quiere transparencia en los asuntos económicos, ¿por qué no se quiere en temas doctrinales? ¿por qué no se habla claro sobre el caso de Monseñor Sarasa [Monseñor Charamsa] y se imparte la doctrina adecuada y correcta? ¿por qué no se habla claro sobre las constantes afirmaciones del ateo Scalfari y sus llamaditas telefónicas con el Papa? ¿por qué no ha habido transparencia con los olvidados (fieles) Franciscanos de la Inmaculada? ¿por qué no hubo transparencia con los Motus Proprios divorcistas que aparecieron de la noche a la mañana? Es que lo que ellos quieren se filtra, y lo que no quieren no se filtra. Es una transparencia a la carta.

De todos modos, mis sospechas se han agudizado, cuando he leído que -según el libro de marras-, el Papa dijo en esas conversaciones que ahora se publican:“Si no sabemos custodiar el dinero que se vende, ¿cómo custodiaremos las almas de los fieles que no se venden?”

La verdad es que es la primera vez en estos dos años y medio que oigo hablar a Francisco de la salvación de las almas. Y en su corto -pero larguísimo pontificado-, parece que nunca se ha preocupado de salvar a las almas. Yo lo que he visto ha sido precupación por el clima, por la ecología, por los excluídos, por las pateras, por los gays y por los divorciados. De las almas, he oído hablar muy poco. Y es que para abordar con eficacia la corrupción económica, hay que acabar primero con la corrupción de los pastores. Para acabar con la corrupción del dinero, hay que reconocer primero que todo proviene de la corrupción del pecado.

En fin, seguiremos viendo la comedia: creo que pronto soltarán al pardillo-culpable, lo perdonarán, le darán un puesto discreto pero no lejano, repondrán en su lugar a la Chaouqui y aquí no ha pasado nada. Eso sí: seguiremos teniendo excusas para nuevas intervenciones de esas que ya nos conocemos: para reformar la doctrina, que es mucho más interesante que reformar las finanzas. Y si no, al tiempo.

Fray Gerundio

La enseñanza laica es la enseñanza atea

Un nuevo vídeo de Eulogio López, director de Hispanidad. Como siempre, breve y de gran interés.

Duración 2:30 minutos

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Monjas "guerrilleras" (Padre Alfonso Gálvez)

Sor Cristina, cantando junto a Kylie Minogue

El Papa, charlando con la monja dominica sor Lucía Caram









He seleccionado tres trozos de vídeo, de corta duración, tomados de alguna de las homilías del padre Alfonso Gálvez. ¿Por qué estas monjas han alcanzado tanta fama? En una de las homilías el padre Alfonso se refirió, en concreto, a Sor Lucía Caram, monja dominica contemplativa de 49 años, a quien el Papa bendijo para que continuase armando lío. (Vídeos 1 y 2). Pero lo que dice puede extenderse a todas aquellas monjas "guerrilleras" que abandonan el claustro y lo sustituyen por otra actividad (Vídeo 3). Se me ocurre citar, por ejemplo, a sor Cristina, famosa monja ursulina de 27 años y "cantante", así como a la monja Forcades, benedictina de 49 años, que tanto "lío político" está armando. Son tan solo un botón de muestra.

Y la respuesta, aunque parezca increíble, es porque se dedican a decir y hacer justo todo lo contrario de lo que la Iglesia prescribe que hagan. Pero prefiero que sea el padre Alfonso quien nos hable.

Duración 3:03 minutos

Duración 59 segundos

Duración 4:12 minutos

Eran los fariseos los que decidían sobre los divorcios (Francesco Agnoli)


Es de señalar que no son fariseos aquellos que se aferran a la ley de Jesucristo, que es la ley del Amor y la que es conforme a la verdad de las cosas, sino los que se aferran a unas leyes que ellos mismos se inventan y que pretenden imponer luego a todos, so capa de misericordia: la nueva misericordia, entendida al modo humano y no al modo divino, no como la entendió Jesucristo, que es el Único que nos puede dar lecciones en ese sentido, como en todos.

Todo intento de querer enmendarle la plana a Dios, manifestado en Cristo Jesús, está condenado al más rotundo de los fracasos, aun cuando pudiera parecer otra cosa a la mirada de aquella gente que razona de modo superficial. 

El miedo a la cruz es lo que se esconde detrás de tanta palabrería. Y, sin embargo, es la cruz -como manifestación del máximo amor posible- la única que nos puede salvar. Y al decir cruz, estoy pensando en aquella que se lleva junto a Jesucristo y que tiene, por lo tanto, un valor redentor; siendo la máxima expresión de amor que puede darse en este mundo. 

Y junto a la cruz va siempre de la mano la alegría, la alegría verdadera, que no la euforia, que es compatible con el dolor. Un cristiano puede sufrir, sufrirá de hecho, como cualquier persona que no lo sea, pero su dolor y su sufrimiento tendrán un sentido: el del amor. Si un hombre abandona a su mujer y se une a otra cuando aparecen las dificultades es señal de que falla entre ellos el amor. Y el remedio no se encuentra en buscar a otra persona que cubra ese vacío. 

Sólo en la entrega amorosa hasta la muerte, en la cruz asumida, cada cual, de su situación concreta [y libremente elegida] podrán llegar los esposos a ser felices, en la medida en que esto es posible en este mundo; una felicidad que consiste, básicamente, en vivir conforme a la voluntad de Dios: "Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en practica" (Lc 11, 28). Y la palabra de Dios, para los esposos, es que : "Lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre" (Mc 10, 9) 

Transcribo a continuación un artículo tomado de Adelante la Fe, en el que el autor "demuestra" la falacia que es atribuir el fariseísmo a aquellos que se agarran a la ley de Cristo. Contra lo que pudiera pensarse, no son éstos los legalistas y los fariseos, pues la ley de Cristo es la ley del amor. Y Dios no pide imposibles. Los partidarios de la "nueva" Iglesia, de la Iglesia modernista, "conforme" con los tiempos de hoy, ésos son los verdaderos fariseos y, además, hipócritas, pues pretenden hacer pasar por misericordia lo que no es sino un acto de cobardía y de complejo ante un mundo que se ha vuelto de espaldas a Dios y ha rechazado a Jesucristo.

Han olvidado pronto algo que constituye la vida de un cristiano, algo que un cristiano no puede olvidar jamás, a menos que haya dejado de serlo. Y son estas palabras de Jesús: "Si alguno se avergüenza de Mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre, con sus santos ángeles" (Mc 8, 38).


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Es frecuente leer hoy en día que entre los defensores de la indisolubilidad del matrimonio habría muchos fariseos, que adoptarían una postura rigorista porque, privados de misericordia, querrían afirmar su superioridad moral, cerrando de esa forma la puerta. Por consiguiente, una Iglesia abierta rechazaría el legalismo farisaico sancionando un nuevo concepto de misericordia y, en el caso del matrimonio, de la fidelidad y el adulterio. 


Es indudable que entre los que profesan ser defensores de la verdad hay fariseos. Es más: la verdad puede convertirse en un ídolo, y hasta utilizarse como arma arrojadiza contra los adversarios. Pero no es así cuando quien la afirma lo hace con amor y con la convicción de que se dé testimonio de esa verdad y se la proclame con humildad y por el bien común (ni como un privilegio ni como motivo de orgullo). Ahora bien, aparte de los juicios, en muchos casos temerarios, sobre los motivos que impulsarían a numerosos padres sinodales a sostener la doctrina tradicional frente a la tesis de algunos episcopados de Europa del norte, es interesante echar un vistazo al Evangelio y observar cómo se comportaban en realidad los fariseos

¿Los vemos empeñados en defender la indisolubilidad conyugal, tan claramente proclamada por Cristo, en nombre de la ley? No; todo lo contrario. Son precisamente los fariseos los que se oponen a la doctrina matrimonial que enseña el Evangelio. Son ellos los que se acercan a Jesús y tratan de menoscabar su claridad y le preguntan si es lícito repudiar a la esposa por un motivo cualquiera. (S. Mateo 19,3). Efectivamente, la ley de Moisés concedía al hombre el libelo de repudio, es decir, el divorcio, con la posibilidad relativa de contraer nuevas nupcias. Jesús no se mete en la casuística de los rabinos. No se pierde en casos particulares aunque en efecto los tenga presente en su misericordia; les recuerda, por el contrario, que al principio no fue así: «A causa de la dureza de vuestros corazones os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres», y les recuerda asimismo que el designio original de Dios es que los esposos sean «una carne».  

«Lo que Dios juntó –afirma Jesús, consciente de que su palabra resultará dura y difícil de cumplir– el hombre no lo separe». Queda, por tanto, archivada la ley de Moisés, que había generado una compleja casuística (dejando al criterio de los rabinos las posibles causas de repudio) y promulga la nueva ley del amor. «Concluida la lección para los fariseos –escribe Giuseppe Ricciotti en su Vida de Jesús–, los discúpulos vuelven a la cuestión dolorosa de la mujer, e interrogan al Señor en privado en casa». En efecto, la indisolubilidad no les agrada tampoco a ellos, pero Jesús no recurre a otras palabras, menos claras y más acomodaticias, para evitar que alguno exclame: «Si tal es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse». 

De ser cierto esto, al católico sólo le queda una posibilidad: reconocer que el adulterio y la casuísticaestá última tan del gusto de los fariseosno tienen lugar en el contexto del Evangelio, del cual la doctrina tradicional no es sino una mera transcripción, porque pertenecen al ámbito de la ley, de la que siempre se han servido los fariseos para atacar a Jesús. En contraposición, la única ley de Cristo es el amor, tal como ha querido Dios desde el principio. Ese amor –y aquí está el escándalo para todos, incluso para los discípulos– prevé hasta la cruz: por esto les parece tan dura al mundo y a muchos hombres de la Iglesia la Buena Nueva y quieren introducir excepciones, la casuística, en una religión en la que Dios, con su fidelidad y su amor, se vuelca de lleno hasta el punto de hacerse crucificar porque dice cosas incomprensibles y no está dispuesto a suavizarlas. 

Así manifiesta Cristo su misericordia: no es flexible a las pretensiones de los fariseos, ni a las de los apóstoles (algunos de los cuales están casados y no les hace gracia que les quiten la posibilidad del repudio), sean cuales sean, ni se aviene a hacer ajustes que reducirían el número de sus enemigos, sino que entrega todo el corazón a la humanidad (misericordia deriva de miseris cor dare: volcar el corazón a los que sufren) para que los hombres aprendan a entregarse a sus seres queridos, a sus hijos, a su mujer, a sus amigos. Si los cristianos proclaman que es posible un amor así, no proclaman la ley sino a Cristo

Y a todos los que repiten que el amor indisoluble no es realista en el Occidente de hoy, se les puede recordar en primer lugar que tampoco parecía realista hace dos mil años; en el imperio romano el divorcio y el repudio eran cosa de todos los días. Y en segundo lugar, Cristo no es Maquiavelo ni ha venido a explicarnos la realidad como él la entiende, ni lo débil y frágil que es el hombre (nosotros mismos lo vemos), sino a indicarnos las cumbres de la santidad, el camino a la felicidad. Vino a decirnos: «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (S. Mateo, 5,48). ¿Pedía demasiado? Todo mensaje que no recuerde al hombre su relación filial con Dios, esa posibilidad de grandeza y de amor total, es un mensaje humano, demasiado humano; no es la Buena Nueva

Francesco Agnoli
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NOTA: Es de destacar, por su importancia, el siguiente artículo, cuya exclusiva es de Rorate Coeli, escrito por su Excelencia, el obispo Atanasio Schneider quien analiza y expresa sus puntos de vista sobre uno de los eventos más importantes en la Historia de la Iglesia. Su título es:  La puerta falsa hacia una práctica neo-mosaica en el Informe Final del Sínodo

lunes, 2 de noviembre de 2015

Doctrina católica sobre el matrimonio

Todavía se sigue discutiendo sobre los resultados del Sínodo de la Familia. En realidad de verdad, no se ha llegado a nada nuevo, nada que no se supiera ya anteriormente, pues la doctrina no da lugar a equívocos. No puede hacerlo: La indisolubilidad del matrimonio está expuesta por Jesucristo de un modo contundente en Mt 19, 1-9 y en Mc 10, 1-12.

[Se ha hecho mucho daño al poner sobre el tapete cuestiones ya resueltas de modo definitivo. Como ya se ha dicho en un post anterior se trata de algo absurdo y sin sentido: ¿Cómo se puede someter a votación la palabra de Dios, aduciendo que se ha quedado obsoleta y que los tiempos actuales requieren un cambio en la doctrina, aunque no se exprese tan crudamente, con estas palabras? Pero eso es lo que hay]

Si recordamos, se le acercaron a Jesús unos fariseos, con intención de tentarle, y le preguntaron si le estaba permitido al marido repudiar a su mujer; y se apoyaron, para ello, en las palabras de Moisés, quien sí que permitió que el marido escribiera un libelo de repudio a su mujer y la despidiera. Y Jesús les contestó: "Por la dureza de vuestro corazón os escribió [Moisés] este precepto, pero al principio no fue así. El Creador los hizo VARÓN y HEMBRA y dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; y serán dos en una sola carne. De manera que ya no son dos sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre" (Mc 10, 4-9; Mt 19, 4-8). Y luego a sus discípulos, que le preguntaron también sobre el misto tema, les dijo: "Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, adultera" (Mc 10, 11-12) . Más claro, agua.

Nadie tiene poder para cambiar esta realidad. La Iglesia Jerárquica, fundada por Jesucristo, con el Papa a la cabeza, tiene la obligación grave de transmitir esta verdad a todas las generaciones. Lo que Dios ha unido, el hombre no puede separarlo. Y así se refleja, además, como no podía ser de otra manera, en la página web del Vaticano, donde se encuentran aprobadas treinta tesis "in forma specifica" por la Comisión Teológica Internacional en lo que podríamos llamar Doctrina católica sobre el matrimonio. Y se puede leer lo siguiente:

"Fiel al radicalismo del Evangelio, la Iglesia no puede dirigirse a sus fieles con otro lenguaje que el del apóstol Pablo: «A aquellos que están casados les mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe de su marido —y si se separa de él, que no vuelva a casarse o que se reconcilie con su marido— y que el marido no despida a su mujer» (1 Cor 7, 10-11). Síguese de ahí que las nuevas uniones, después de un divorcio obtenido según la ley civil, no son ni regulares ni legítimas". . ...." Esta severa ley es un testimonio profético que se da de la fidelidad definitiva del amor que une a Cristo con la Iglesia, y demuestra también que el amor de los esposos está asumido en la caridad misma de Cristo (Ef 5, 23-32).

"Los maridos deben amar a sus esposas como a su propio cuerpo. Quien ama a su esposa a sí mismo se ama, pues nadie aborrece nunca su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su Cuerpo" (Ef 5, 28-30). Vuelve a repetir otra vez san Pablo las palabras de Jesús: "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne" (Ef 5, 31). Y añade: "Gran misterio es éste, pero yo lo digo referido a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5, 32)

De manera que la unión conyugal entre un hombre y una mujer en el matrimonio es una expresión, lo más aproximada posible, de la unión que tiene lugar entre Cristo y la Iglesia, unión amorosa hasta dar la vida. Se equipara el amor entre los esposos al amor de Cristo a su Iglesia. El matrimonio, por eso, está elevado a la categoría de sacramento. De ahí se sigue la imposibilidad de que los "divorciados vueltos a casar" puedan recibir, en la sagrada Eucaristía, el cuerpo de Cristo, pues su situación objetiva es de adulterio. Nadie, en estado de pecado mortal, puede recibir el cuerpo de Cristo, pues cometería un nuevo pecado, que se añadiría a los que ya tienen, cual es el pecado de sacrilegio. Continuemos leyendo:

El acceso a la comunión eucarística no puede pasar sino por la penitencia, la que implica el «dolor y detestación del pecado cometido, y el propósito de no pecar en adelante» Todos los cristianos deben recordar las palabras del Apóstol: «...quienquiera que coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será culpable con respecto al Cuerpo y a la Sangre del Señor. Que cada uno se examine, pues, y que así coma este pan y beba este cáliz; porque el que los come y bebe indignamente, se come y bebe su propia condenación, no haciendo discernimiento del Cuerpo» (1 Cor 11, 27-29).

Esto no significa ningún tipo de discriminación o que la Iglesia no sea misericordiosa para con ellos. Es justo lo contrario. La obligación de los pastores hacia sus ovejas es la de conducirlas hacia la verdad, encaminarlas hacia Jesús. La misericordia no se opone a la verdad. Y no se les puede engañar hablándoles de la misericordia de Dios en unos términos que, en realidad, lo que indican es un abuso de esa misericordia, pues no se corresponden con la verdad. Dios es misericordioso y es justo. Ambas cosas. Sigamos:

Tambien hay que decir que, con relación a la pastoral de los divorciados vueltos a casar, los cristianos que se encuentran en esta situación, aunque tal situación es ilegítima y no permite vivir en plena comunión con la Iglesia no están excluidos de la acción de la gracia de Dios, ni de la vinculación con la Iglesia [Como decía el papa Francisco no están excomulgados y en eso tiene razón]. No deben de ser privados de la solicitud de los pastores. Numerosos deberes que derivan del bautismo cristiano permanecen aún para ellos en vigor. Deben velar por la educación religiosa de sus hijos. La oración cristiana, tanto pública como privada, la penitencia y ciertas actividades apostólicas permanecen siendo para ellos caminos de vida cristiana. No deben ser despreciados, sino ayudados, como deben serlo todos los cristianos que, con la ayuda de la gracia de Cristo, se esfuerzan por librarse del pecado.

De manera que, una vez arrepentidos y habiendo hecho uso adecuado del sacramento de la confesión, entonces sí que podrían acercarse a recibir el cuerpo del Señor ... pero no antes. Y no sin haber cumplido esas condiciones. Así es como se manifiesta la misericordia de Dios, en la verdad, la cual supone el reconocimiento y el arrepentimiento del pecado por parte de aquel que lo ha cometido. Ante la humildad y el reconocimiento de la propia indigencia y la propia miseria, Dios se vuelca y nos perdona ... porque es nuestro Padre y nos ama con amor de Padre. Pero nos trata como a personas y respeta nuestra libertad. De ahí que se requiera ese arrepentimiento por nuestra parte, sin el cual le atamos las manos a Dios y le impedimos que derrame su misericordia sobre nosotros .

La Iglesia no tiene poder para bendecir una segunda unión nupcial puesto que, por esencia, y así está establecido por Dios, el matrimonio lo es de uno con una y para siempre, hasta que la muerte los separe. Cuando se habla del matrimonio no se está hablando de una ley humana sino de una ley divina. Y ésta no puede conculcarse nunca sin culpabilidad.

Pienso que un buen modo -el más didáctico, al menos- de ilustrar lo que se quiere explicar aquí es mediante ejemplos concretos que, en nuestro caso, deben referirse a testimonios de personas concretas. Pondré tan solo un ejemplo: el de José María Zavala, conocido periodista y escritor español, nacido en Madrid en 1962.

Con motivo de la polémica por la Relatio del sínodo, uno de cuyos puntos candentes es la posibilidad de que se admita a la comunión a divorciados vueltos a casar por lo civil o conviviendo con segundas parejas, entrevistaron a José María Zavala en Religión en Libertad, el 10 de octubre de 2015, con relación a un libro que escribió en octubre de 2014, junto con su esposa, Paloma Fernández. Merece la pena leer la entrevista. El título del libro es: Un juego de amor. El Padre Pío en nuestro camino al matrimonio. Si se dispone de tiempo suficiente, puede escucharse también la siguiente entrevista radiofónica que aparece reflejada en un vídeo de 24 minutos de duración de HM TELEVISIÓN .


Todo ocurrió tras una conversión tumbativa de José María Zavala el 5 de agosto de 2009, festividad de Nuestra Señora de las Nieves, atribuída a la intercesión del padre Pío. Al día siguiente, 6 de agosto, ambos -Paloma y él- se confesaron. Luego se mantuvieron a la espera de que se le concediera la nulidad a Zavala (a ella ya se la habían concedido), lo cual ocurrió nueve meses después, el 5 de mayo de 2010. Durante ese tiempo vivieron como hermanos, en habitaciones separadas, sin ningún tipo de relación sexual entre ellos. En el minuto 23 se puede escuchar cómo Paloma especifica que, en conciencia, se trataba de una verdadera nulidad y que no hubo matrimonio de primeras nupcias, ni en el caso de ella ni en el caso de él.

Lo que es de señalar, con relación al tema que nos ocupa, es la siguiente afirmación de José María Zavala, haciendo referencia al tiempo que estuvieron juntos sin estar casados, en cuya relación tuvieron dos hijos: «Estuvimos varios años sin comulgar. Por nada del mundo hubiésemos cometido un sacrilegio»