Acerca de este tema ya he dicho algo en este blog. Ver aquí. Un amigo mío me ha enviado el siguiente enlace del padre Santiago Martín, un vídeo que dura 55 minutos, y que esclarece muy bien el concepto de misericordia que, necesariamente, va unido al concepto de verdad. Sin verdad no es posible hablar de misericordia. Está muy bien explicado y muy bien razonado. Merece la pena escucharlo, aunque sea en dos o tres ratos (en silencio) y prestando mucha atención. El error y la mentira son incompatibles con la misericordia. Acaba el tema refiriéndose al famoso tema de la comunión de los divorciados y vueltos a casar. Es imposible admitir que se pueda comulgar en estado de pecado mortal. Esto es palabra divina: "El que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29).
Hay un punto, sin embargo, en el que no estoy de acuerdo con el padre Santiago Martín, si lo he entendido bien (tal vez no lo haya interpretado correctamente, pero me he quedado con la impresión de que la solución del tema de los divorciados vueltos a casar se encontraría en concederles la nulidad y punto. Y si para ello hay que pagar menos pues que se pague menos. De ese modo sí podrían comulgar.
Ciertamente eso es cierto cuando se trata de una verdadera nulidad. Pero averiguar si un matrimonio es o no nulo es muy difícil de demostrar. De hecho, hasta hace unos cincuenta años (antes del Concilio Vaticano II) apenas si se concedían nulidades matrimoniales. Pero hoy las nulidades matrimoniales se conceden con una facilidad increíble. Yo tengo para mí que la mayoría de esas nulidades no son tales, sino auténticos "divorcios enmascarados". Eso Dios lo sabe. Yo no puedo saberlo. Pero el sentido común, y el haber vivido unos cuantos años me dice que aquí hay algo raro, siendo así que se trata de un tema muy serio, con el que no se puede jugar. Las nulidades no se pueden comprar como se compra, por ejemplo, un ordenador. Si así se hiciera no habría tal nulidad, aunque estuviese rubricado por el obispo o por quien fuere..., pues a Dios nadie le puede engañar. Y quien comulgase en esa situación lo estaría haciendo en estado de pecado mortal. Y se le podrían aplicar las palabras de San Pablo en 1 Cor 11,29.
No creo que la solución al problema de los divorciados vueltos a casar consista en hacer más baratas las nulidades ... y ya está. Sobre este tema digo algo (aunque no mucho) el punto 1 de la vía de los hechos, tema sobre el que estoy escribiendo ahora.
Eso es lo único, en realidad, que me ha dejado un poquito perplejo con respecto a la charla del padre Santiago Martín. En lo demás es impecable. Y da gusto oírlo, porque habla en consonancia con lo que es palabra de Dios. Pudiera ser que yo no haya entendido bien lo que quería decir... En todo caso, lo que está claro es que el Papa no debería permitirse decir que el 50% de los matrimonios son nulos. Ni el Papa ni nadie. ¡Eso son palabras dichas a la ligera y un auténtico disparate! Aunque puede que tales palabras no hayan sido dichas por el Papa, en cuyo caso el cardenal Kasper no está actuando con buena fe, al poner en boca del Papa lo que el Papa no ha dicho. Pero, si eso es así, ¿por qué entonces Francisco no lo desmiente? Es un verdadero lío.
En fin, el vídeo puede verse pulsando en el siguiente enlace: Cisma en la Iglesia
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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miércoles, 21 de mayo de 2014
EX CATHEDRA ( de Sofronio)
Este artículo está tomado de un autor que firma con el pseudónimo de Sofronio, y que escribe habitualmente en Tradición Digital. En general todo lo que escribe suele estar en concordancia con la verdadera Tradición de la Iglesia. En particular, ha escrito un post que ha titulado Ex Cathedra, del cual entresaco aquellos párrafos que considero que ayudan a comprender mejor el significado de la expresión ex cathedra. Como no podía ser de otra manera, se apoya en la Constitución Dogmática Pastor Aeternus, que fue aprobada en la cuarta sesión del Concilio Ecuménico Vaticano I el 18 de julio de 1870 y que trata precisamente de este tema de la Infalibilidad papal. En ella se establecen las condiciones necesarias para que pueda hablarse de infalibilidad. Yo dije ya algo de esto en mi blog, aunque aquí está mucho más completo, a mi entender.
La explicación va a venir, propiamente, del Secretario de la comisión directiva del Concilio Vaticano I, Mons. Fessler, cuyos amplios conocimientos en Patrología y Derecho Canónico fueron decisivos para que el Papa Pío IX le elogiara por el Opúsculo que escribió con respecto al tema de la infalibilidad papal. Aquí transcribo lo más relevante:
«No debe decirse que el Pontífice Romano es personalmente infalible, en el sentido de que cada una de sus afirmaciones sea infalible, y que él no dependería más que de sus gustos personales para imponer a los fieles la fe en nuevos dogmas. El Papa no es infalible ni como hombre, ni como sabio, ni como sacerdote, ni como obispo, ni como príncipe temporal, ni como juez, ni como legislador. Él no es infalible ni impecable, ni en su vida, ni en su conducta, ni en sus criterios políticos, ni en sus relaciones con los príncipes, ni siquiera en el gobierno de la Iglesia». Como dice Denzinger "no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación trasmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe." (Dz 1836)
Es por lo tanto la revelación recibida de Dios, el depósito de la fe, el dominio perfectamente trazado y exactamente circunscrito dentro del cual se extienden las decisiones infalibles del Papa ... No depende del capricho del Papa, o de su deseo, disponer que tal o cual doctrina sea objeto de una definición dogmática. Está atado, está limitado a la revelación divina y a las verdades que ella contiene; está atado, está limitado por los símbolos de la fe ya existentes y por las precedentes definiciones de la Iglesia. Está ligado y limitado por la ley divina y la constitución de la Iglesia. Finalmente, está atado y limitado por esta doctrina divinamente revelada que afirma que a la par de la sociedad religiosa existe la sociedad civil, que a la par de la jerarquía eclesiástica está el poder de los gobernantes temporales, investidos en su dominio de una plena soberanía, y a los cuales se debe obediencia en conciencia y respeto en todas las cosas moralmente permitidas, y que son del dominio de la sociedad civil»
Ciertamente el Papa posee la suprema potestad en:
Las cuestiones concernientes a la Fe.
Cuestiones relativas a la moral.
Cuestiones disciplinarias.
Cuestiones de gobierno.
Pero la infalibilidad que el Concilio Vaticano I define no recayera sobre las cuestiones tercera y cuarta, sino sólo sobre las dos primeras, y en ciertas condiciones. Cuáles sean esas condiciones para determinar que estamos ante un acto infalible del Papa, las veremos enseguida.
La infalibilidad del papa está limitada por cinco conceptos, si tiene continuidad con los símbolos de la fe y las definiciones de la Iglesia dadas en la Tradición. Si está continuidad se altera, nunca se podrá considerar infalible. Pero si no se rompe, debe cumplir las siguientes condiciones, para saber que el Papa habla ex cathedra:
Por razón del sujeto, puesto que es infalible sólo cuando habla como Pastor supremo y Juez.
Por razón del objeto. Es infalible sólo en cuestiones de fe y de moral.
Por el modo. Debe definir : el concepto de definición exige fijación con claridad, exactitud y precisión, y distinción de la naturaleza de una cosa.
Por razón del ámbito. Debe ser vinculante para toda la Iglesia.
Por razón de su imperio. Debe obligar.
Si alguna de estas condiciones no se cumple el acto del Papa no es infalible y puede errar e incluso caer en herejía e incluso llegar a perder el Oficio Supremo como lo aseguran muchos santos doctores de la Iglesia ¿Cómo es esto? Porque la infalibilidad está referida al oficio y en este sentido es personal, pero no en cuanto a la persona privada, sino en cuanto a la persona pública que está ejerciendo el cargo. Si la infalibilidad perteneciera a la persona individual, entonces sería siempre infalible, porque la persona es indivisible, y eso sería una aberración.
Puesto que el papa no goza de la impecabilidad, como bien dice Mons. Fessler, está sujeto a las debilidades humanas y por ende, y aunque repugne el pío sentir de los fieles, no se puede excluir que como persona privada el Papa caiga en error e, incluso, en herejía, pues de lo contrario sería impecable en este género de culpa; impecabilidad que ni Cristo le prometió ni la Iglesia ha dicho jamás que posea.
Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid ¿cuántas veces tienen que decir Juan XXIII, Pablo VI y Benedicto XVI que el Concilio Vaticano II no es dogmático sino pastoral, para que los adoradores de Juan Pablo II y Bergoglio se enteren de que sus textos pueden errar y que, de hecho, contienen errores...?
Resumiendo: Lo único que exige la Fe es creer que el Papa es infalible cuando habla ex cathedra.
La confusión sobre las condiciones necesarias para estar cierto de que determinado acto de un Papa es infalible, ha generado una papolatría tal que los liberales, dentro de la Iglesia, han sabido aprovechar muy bien para introducir falsas doctrinas, formando obispos y cardenales de su propia orientación y que han ascendido a la Sede primera, desde la que expanden los errores, extraviando así a las almas.
Mientras no seamos capaces de deshacernos de este monstruoso infalibilismo, y lo comprendamos en la manera que lo ha definido la Iglesia en el Concilio Vaticano I [y también en el Concilio Vaticano II], será humanamente muy difícil salir de esta crisis, pues el error penetró, hace tiempo, en las mentes de la mayoría de los católicos.
Acaba el autor de este artículo recordando al lector que lo que se dice en el opúsculo de Mons. Fessler está aprobado nada menos que por el Papa Pío IX
La explicación va a venir, propiamente, del Secretario de la comisión directiva del Concilio Vaticano I, Mons. Fessler, cuyos amplios conocimientos en Patrología y Derecho Canónico fueron decisivos para que el Papa Pío IX le elogiara por el Opúsculo que escribió con respecto al tema de la infalibilidad papal. Aquí transcribo lo más relevante:
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Papa Pío IX |
El error del infabilismo
«No debe decirse que el Pontífice Romano es personalmente infalible, en el sentido de que cada una de sus afirmaciones sea infalible, y que él no dependería más que de sus gustos personales para imponer a los fieles la fe en nuevos dogmas. El Papa no es infalible ni como hombre, ni como sabio, ni como sacerdote, ni como obispo, ni como príncipe temporal, ni como juez, ni como legislador. Él no es infalible ni impecable, ni en su vida, ni en su conducta, ni en sus criterios políticos, ni en sus relaciones con los príncipes, ni siquiera en el gobierno de la Iglesia». Como dice Denzinger "no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación trasmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe." (Dz 1836)
Es por lo tanto la revelación recibida de Dios, el depósito de la fe, el dominio perfectamente trazado y exactamente circunscrito dentro del cual se extienden las decisiones infalibles del Papa ... No depende del capricho del Papa, o de su deseo, disponer que tal o cual doctrina sea objeto de una definición dogmática. Está atado, está limitado a la revelación divina y a las verdades que ella contiene; está atado, está limitado por los símbolos de la fe ya existentes y por las precedentes definiciones de la Iglesia. Está ligado y limitado por la ley divina y la constitución de la Iglesia. Finalmente, está atado y limitado por esta doctrina divinamente revelada que afirma que a la par de la sociedad religiosa existe la sociedad civil, que a la par de la jerarquía eclesiástica está el poder de los gobernantes temporales, investidos en su dominio de una plena soberanía, y a los cuales se debe obediencia en conciencia y respeto en todas las cosas moralmente permitidas, y que son del dominio de la sociedad civil»
Ciertamente el Papa posee la suprema potestad en:
Las cuestiones concernientes a la Fe.
Cuestiones relativas a la moral.
Cuestiones disciplinarias.
Cuestiones de gobierno.
Pero la infalibilidad que el Concilio Vaticano I define no recayera sobre las cuestiones tercera y cuarta, sino sólo sobre las dos primeras, y en ciertas condiciones. Cuáles sean esas condiciones para determinar que estamos ante un acto infalible del Papa, las veremos enseguida.
La infalibilidad del papa está limitada por cinco conceptos, si tiene continuidad con los símbolos de la fe y las definiciones de la Iglesia dadas en la Tradición. Si está continuidad se altera, nunca se podrá considerar infalible. Pero si no se rompe, debe cumplir las siguientes condiciones, para saber que el Papa habla ex cathedra:
Por razón del sujeto, puesto que es infalible sólo cuando habla como Pastor supremo y Juez.
Por razón del objeto. Es infalible sólo en cuestiones de fe y de moral.
Por el modo. Debe definir : el concepto de definición exige fijación con claridad, exactitud y precisión, y distinción de la naturaleza de una cosa.
Por razón del ámbito. Debe ser vinculante para toda la Iglesia.
Por razón de su imperio. Debe obligar.
Si alguna de estas condiciones no se cumple el acto del Papa no es infalible y puede errar e incluso caer en herejía e incluso llegar a perder el Oficio Supremo como lo aseguran muchos santos doctores de la Iglesia ¿Cómo es esto? Porque la infalibilidad está referida al oficio y en este sentido es personal, pero no en cuanto a la persona privada, sino en cuanto a la persona pública que está ejerciendo el cargo. Si la infalibilidad perteneciera a la persona individual, entonces sería siempre infalible, porque la persona es indivisible, y eso sería una aberración.
Puesto que el papa no goza de la impecabilidad, como bien dice Mons. Fessler, está sujeto a las debilidades humanas y por ende, y aunque repugne el pío sentir de los fieles, no se puede excluir que como persona privada el Papa caiga en error e, incluso, en herejía, pues de lo contrario sería impecable en este género de culpa; impecabilidad que ni Cristo le prometió ni la Iglesia ha dicho jamás que posea.
Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid ¿cuántas veces tienen que decir Juan XXIII, Pablo VI y Benedicto XVI que el Concilio Vaticano II no es dogmático sino pastoral, para que los adoradores de Juan Pablo II y Bergoglio se enteren de que sus textos pueden errar y que, de hecho, contienen errores...?
Resumiendo: Lo único que exige la Fe es creer que el Papa es infalible cuando habla ex cathedra.
La confusión sobre las condiciones necesarias para estar cierto de que determinado acto de un Papa es infalible, ha generado una papolatría tal que los liberales, dentro de la Iglesia, han sabido aprovechar muy bien para introducir falsas doctrinas, formando obispos y cardenales de su propia orientación y que han ascendido a la Sede primera, desde la que expanden los errores, extraviando así a las almas.
Mientras no seamos capaces de deshacernos de este monstruoso infalibilismo, y lo comprendamos en la manera que lo ha definido la Iglesia en el Concilio Vaticano I [y también en el Concilio Vaticano II], será humanamente muy difícil salir de esta crisis, pues el error penetró, hace tiempo, en las mentes de la mayoría de los católicos.
Acaba el autor de este artículo recordando al lector que lo que se dice en el opúsculo de Mons. Fessler está aprobado nada menos que por el Papa Pío IX
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Nota: La Constitución Dogmática "Lumen Gentium" del Concilio Vaticano II ratifica esta doctrina en su párrafo 18, en donde se especifica, para entenderlo correctamente, que lo hace siguiendo las huellas del Concilio Vaticano I
lunes, 19 de mayo de 2014
La vía de los hechos: La centralidad es Cristo y no el papa Francisco (7 de 17)
NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.
9. La centralidad de la vida cristiana es Jesucristo: "En ningún otro está la salvación" (Heb 4,12). Dios vino al mundo para salvarnos, haciéndose hombre en la Persona del Hijo. Ese Dios-hombre es Jesús, que fundó su Iglesia, dándoles a sus apóstoles una misión: "Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar TODO cuanto Yo os he mandado." (Mt 28, 18-20).
La Biblia es un libro profético, cuyo autor es el Espíritu Santo, o sea, el Espíritu de Jesús que es, al mismo tiempo, Espíritu del Padre y Espíritu del Hijo. En definitiva, el autor de la Biblia es Dios, de modo que todo lo contenido en ella es su palabra, es palabra de Dios. A la luz del Nuevo Testamento podemos leer e interpretar correctamente el Antiguo Testamento. Así decía Jesús: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirla sino a darle cumplimiento" (Mt 5,17). Todas las profecías del Antiguo Testamento se cumplen en Jesucristo. El Dios único del Antiguo Testamento se nos ha dado a conocer en Jesucristo; y desde que eso ha ocurrido, es imposible conocer a ese Dios único, el Dios de la Biblia, si no conocemos a Jesucristo. Quien negase a Jesucristo como Hijo de Dios y verdadero Dios, está negando al Padre: "Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo también posee al Padre" (1 Jn 2,23). Es cierto que Jesús le dice a la samaritana que "la salvación procede de los judíos" (Jn 4,22). Pero cuando ésta le responde: "Sé que el Mesías, el llamado Cristo, está al llegar. Cuando Él venga nos manifestará todo" (Jn 4,25), Jesús le dice: "Yo soy, el que habla contigo" (Jn 4,26). Así se aclara esa aparente contradicción entre las palabras que dijo Jesús de que la salvación procede de los judíos; y aquellas otras según las cuales sólo en Jesucristo es posible la salvación: Jesús era judío.
[Escribo esto porque esas palabras de Jesús de que "la salvación viene de los judíos" podrían ser malinterpretadas en el sentido de que en el pueblo judío, y solamente en él, está la salvación. Esto queda incompleto. Hay que especificar y ser más concreto. Es verdad que "la salvación viene de los judíos", pero esto es así porque Jesús era judío, y fue en un judío donde Dios se encarnó y habitó entre nosotros. Pero ya no hay más. De no hacer esta aclaración podría parecer que la salvación proviene también del pueblo judío actual, un pueblo que rechaza al judío Jesucristo, en quien no cree, un pueblo que sigue esperando a un Mesías judío que ya vino con la venida de Cristo Jesús, pero en el que muchos de ellos no creyeron entonces, según está escrito: "Vino a los suyos pero los suyos no le recibieron" (Jn 1,11) y en el que una gran mayoría de los judíos actuales sigue sin creer. Por lo tanto, no es verdad que haya que hacerse judío para salvarse: hay que hacerse cristiano. En el cristianismo está la perfección del judaísmo. Una vez más es preciso recordar que Cristo no vino para destruir la Ley y los Profetas sino para llevarlas a su plenitud. Pues en Él se cumplió todo lo que vaticinaron los Profetas acerca del Mesías. Desde ese momento ya no es posible la indiferencia ante Jesús: "Quien no está conmigo está contra mí; y quien no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12,30). Y en otro lugar dice: "Si no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado: Quien me odia a Mí, odia también a mi Padre" (Jn 15,22-23). Estas ideas conviene tenerlas muy claras, porque está en juego nuestra salvación]
Con relación a la misión de los apóstoles de que deben enseñar todo lo que Él les ha mandado, es preciso hacer hincapié en el todo. Nadie puede añadir ni quitar nada de lo que está escrito. Si alguien lo hiciera dice San Juan que Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa (ver Ap 22, 18-19). San Pablo lo expresa también con mucha claridad: "Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1,10). Ésta es la teoría, ésta es la doctrina de siempre. Pero ¿qué ocurre con la praxis? ¿Qué observamos?
Ya hemos comentado algo en artículos anteriores acerca de lo que está ocurriendo hoy en día en el seno de la Iglesi a. Ésta atraviesa posiblemente la mayor crisis de su Historia, aunque a veces aparezcan voces diciendo que estamos mejor que nunca. No es verdad. La misión de la Iglesia es la de custodiar el depósito que han recibido, teniendo siempre presente que "Jesucristo es el mismo, ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13,8). La Iglesia ya está inventada: Jesucristo fue su fundador. Nadie puede inventar una nueva Iglesia, porque ésa no sería la Iglesia de Jesucristo, no sería la verdadera Iglesia.
Por desgracia hay muchos jerarcas en la Iglesia (¡cada vez más!) que no nos anuncian el mensaje de Cristo sino teorías mundanas. Muchos de ellos han perdido la fe y aparecen como pastores, pero no son buenos pastores, puesto que no entran por la puerta del redil, que es Jesucristo, sino que saltan por otro lado, haciendo así mucho daño a las ovejas. Esto no es nuevo. Ya lo decía Jesús: "El asalariado, el que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa-, porque es asalariado y no le importan las ovejas" (Jn 10, 12-13)
Pero, en fin: continuemos con el hilo inicial. Como sabemos, Jesús es el Rey del Universo y el Señor de la Historia (¡ÉSTA ES LA TEORÍA Y EL DOGMA!). Así es, por lo tanto, como debería aparecer ante todos los cristianos, como el centro de la vida cristiana y como el único cuya posesión puede hacerlos felices, con una felicidad verdadera, que no es de este mundo.
Resulta, sin embargo, que nos encontramos (¡ÉSTA ES LA PRAXIS!) con que no es Jesucristo sino el Papa el que aparece como centro en todos los medios de comunicación desde el primer día en que fue elegido Papa hasta el momento presente. Elegido "hombre del año 2013" por su popularidad; alabado y ensalzado por todos los mass-media, incluidos los ateos y anticristianos, enemigos acérrimos de la Iglesia, a la que odian y cuya desaparición desean. La verdad es que todo esto es como para estar muy preocupados, si es que las palabras de Jesús significan algo y no hemos perdido ya la fe: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6,26).
Se habla de Francisco como "el Papa de todos" . Éste es el título de un libro de un cura argentino. De entrada, el mismo título desfigura la realidad. A lo largo de la Historia de la Iglesia nunca un Papa ha sido el Papa de todos; sólo de aquellos que, por el bautismo, han pasado a formar parte del cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, y de la cual el Papa es su cabeza visible [la cabeza invisible es Cristo]. Y puesto que "fuera de Iglesia no hay salvación", la misión principal del Papa (y en realidad la única), es la de hacer todo lo que esté en su mano para que el mensaje de Jesucristo llegue hasta todos los hombres.
Se podría decir, como mucho, que está llamado a ser el Papa de todos, en el sentido de que a todo el mundo debe llegar la noticia de que Dios es nuestro Padre y de que se ha revelado en Jesucristo. Pero no lo es. Exagerando, podría decir que ni siquiera Jesucristo, que es el Rey del Universo, reina en el corazón de todos los hombres, aunque ese es su más ardiente deseo, pues no ha llegado a todos su mensaje; y a quienes les ha llegado, no todos le han respondido dándole cabida en su corazón. En ese sentido, tampoco Cristo es el Rey de todos (pues no todos le admiten). ¿Cómo puede ser que el Papa sea considerado como el Papa de todos? Pues ahí está.
No se entienden, por lo tanto, las siguientes palabras del Papa al Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, durante una reunión que tuvo con él en el Vaticano el 9 de mayo de este año de 2014: "Les invito -dijo el Papa- a promover juntos una verdadera movilización ética mundial que, más allá de cualquier diferencia de credo o de opiniones políticas, difunda y aplique una ideal común de fraternidad y solidaridad, especialmente con los más pobres y excluidos".
No estoy juzgando a nadie, ni soy quién para hacerlo. Doy esto por sentado. Simplemente me limito a razonar desde mi condición de cristiano que intenta ser fiel al mensaje que Cristo nos entregó. Y esto nadie nos lo puede prohibir. Y menos el propio Cristo quien dijo de sí mismo que Él es la Verdad. Sabiendo, además, que la razón no está reñida con la fe, sino que son complementarias, me atrevo a opinar, razonando siempre lo que digo.
Un ejemplo: la centralidad es Cristo y no el Papa (¡dogma!) pero yo veo que el Papa aparece como centro, y no Jesucristo (¡praxis!). ¿Realmente la gente conoce más a Jesús y cree más en Él debido a sus homilías de Santa Marta y a sus comentarios a los periodistas? Yo no lo veo así. Sí constato, en cambio, el entusiasmo que tienen con el Papa Francisco los enemigos de la Iglesia. ¡Ésto son hechos! ¿Cómo no voy a preocuparme? Pero eso sí, sin perder nunca la paz interior, una paz que proviene de Jesús, cuyas palabras resuenan en mi corazón: "En el mundo tendréis tribulación. Pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33)
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La Biblia es un libro profético, cuyo autor es el Espíritu Santo, o sea, el Espíritu de Jesús que es, al mismo tiempo, Espíritu del Padre y Espíritu del Hijo. En definitiva, el autor de la Biblia es Dios, de modo que todo lo contenido en ella es su palabra, es palabra de Dios. A la luz del Nuevo Testamento podemos leer e interpretar correctamente el Antiguo Testamento. Así decía Jesús: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirla sino a darle cumplimiento" (Mt 5,17). Todas las profecías del Antiguo Testamento se cumplen en Jesucristo. El Dios único del Antiguo Testamento se nos ha dado a conocer en Jesucristo; y desde que eso ha ocurrido, es imposible conocer a ese Dios único, el Dios de la Biblia, si no conocemos a Jesucristo. Quien negase a Jesucristo como Hijo de Dios y verdadero Dios, está negando al Padre: "Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo también posee al Padre" (1 Jn 2,23). Es cierto que Jesús le dice a la samaritana que "la salvación procede de los judíos" (Jn 4,22). Pero cuando ésta le responde: "Sé que el Mesías, el llamado Cristo, está al llegar. Cuando Él venga nos manifestará todo" (Jn 4,25), Jesús le dice: "Yo soy, el que habla contigo" (Jn 4,26). Así se aclara esa aparente contradicción entre las palabras que dijo Jesús de que la salvación procede de los judíos; y aquellas otras según las cuales sólo en Jesucristo es posible la salvación: Jesús era judío.
[Escribo esto porque esas palabras de Jesús de que "la salvación viene de los judíos" podrían ser malinterpretadas en el sentido de que en el pueblo judío, y solamente en él, está la salvación. Esto queda incompleto. Hay que especificar y ser más concreto. Es verdad que "la salvación viene de los judíos", pero esto es así porque Jesús era judío, y fue en un judío donde Dios se encarnó y habitó entre nosotros. Pero ya no hay más. De no hacer esta aclaración podría parecer que la salvación proviene también del pueblo judío actual, un pueblo que rechaza al judío Jesucristo, en quien no cree, un pueblo que sigue esperando a un Mesías judío que ya vino con la venida de Cristo Jesús, pero en el que muchos de ellos no creyeron entonces, según está escrito: "Vino a los suyos pero los suyos no le recibieron" (Jn 1,11) y en el que una gran mayoría de los judíos actuales sigue sin creer. Por lo tanto, no es verdad que haya que hacerse judío para salvarse: hay que hacerse cristiano. En el cristianismo está la perfección del judaísmo. Una vez más es preciso recordar que Cristo no vino para destruir la Ley y los Profetas sino para llevarlas a su plenitud. Pues en Él se cumplió todo lo que vaticinaron los Profetas acerca del Mesías. Desde ese momento ya no es posible la indiferencia ante Jesús: "Quien no está conmigo está contra mí; y quien no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12,30). Y en otro lugar dice: "Si no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado: Quien me odia a Mí, odia también a mi Padre" (Jn 15,22-23). Estas ideas conviene tenerlas muy claras, porque está en juego nuestra salvación]
Con relación a la misión de los apóstoles de que deben enseñar todo lo que Él les ha mandado, es preciso hacer hincapié en el todo. Nadie puede añadir ni quitar nada de lo que está escrito. Si alguien lo hiciera dice San Juan que Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa (ver Ap 22, 18-19). San Pablo lo expresa también con mucha claridad: "Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1,10). Ésta es la teoría, ésta es la doctrina de siempre. Pero ¿qué ocurre con la praxis? ¿Qué observamos?
Ya hemos comentado algo en artículos anteriores acerca de lo que está ocurriendo hoy en día en el seno de la Iglesi a. Ésta atraviesa posiblemente la mayor crisis de su Historia, aunque a veces aparezcan voces diciendo que estamos mejor que nunca. No es verdad. La misión de la Iglesia es la de custodiar el depósito que han recibido, teniendo siempre presente que "Jesucristo es el mismo, ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13,8). La Iglesia ya está inventada: Jesucristo fue su fundador. Nadie puede inventar una nueva Iglesia, porque ésa no sería la Iglesia de Jesucristo, no sería la verdadera Iglesia.
Por desgracia hay muchos jerarcas en la Iglesia (¡cada vez más!) que no nos anuncian el mensaje de Cristo sino teorías mundanas. Muchos de ellos han perdido la fe y aparecen como pastores, pero no son buenos pastores, puesto que no entran por la puerta del redil, que es Jesucristo, sino que saltan por otro lado, haciendo así mucho daño a las ovejas. Esto no es nuevo. Ya lo decía Jesús: "El asalariado, el que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa-, porque es asalariado y no le importan las ovejas" (Jn 10, 12-13)
Pero, en fin: continuemos con el hilo inicial. Como sabemos, Jesús es el Rey del Universo y el Señor de la Historia (¡ÉSTA ES LA TEORÍA Y EL DOGMA!). Así es, por lo tanto, como debería aparecer ante todos los cristianos, como el centro de la vida cristiana y como el único cuya posesión puede hacerlos felices, con una felicidad verdadera, que no es de este mundo.
Resulta, sin embargo, que nos encontramos (¡ÉSTA ES LA PRAXIS!) con que no es Jesucristo sino el Papa el que aparece como centro en todos los medios de comunicación desde el primer día en que fue elegido Papa hasta el momento presente. Elegido "hombre del año 2013" por su popularidad; alabado y ensalzado por todos los mass-media, incluidos los ateos y anticristianos, enemigos acérrimos de la Iglesia, a la que odian y cuya desaparición desean. La verdad es que todo esto es como para estar muy preocupados, si es que las palabras de Jesús significan algo y no hemos perdido ya la fe: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6,26).
Se habla de Francisco como "el Papa de todos" . Éste es el título de un libro de un cura argentino. De entrada, el mismo título desfigura la realidad. A lo largo de la Historia de la Iglesia nunca un Papa ha sido el Papa de todos; sólo de aquellos que, por el bautismo, han pasado a formar parte del cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, y de la cual el Papa es su cabeza visible [la cabeza invisible es Cristo]. Y puesto que "fuera de Iglesia no hay salvación", la misión principal del Papa (y en realidad la única), es la de hacer todo lo que esté en su mano para que el mensaje de Jesucristo llegue hasta todos los hombres.
Se podría decir, como mucho, que está llamado a ser el Papa de todos, en el sentido de que a todo el mundo debe llegar la noticia de que Dios es nuestro Padre y de que se ha revelado en Jesucristo. Pero no lo es. Exagerando, podría decir que ni siquiera Jesucristo, que es el Rey del Universo, reina en el corazón de todos los hombres, aunque ese es su más ardiente deseo, pues no ha llegado a todos su mensaje; y a quienes les ha llegado, no todos le han respondido dándole cabida en su corazón. En ese sentido, tampoco Cristo es el Rey de todos (pues no todos le admiten). ¿Cómo puede ser que el Papa sea considerado como el Papa de todos? Pues ahí está.
No se entienden, por lo tanto, las siguientes palabras del Papa al Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, durante una reunión que tuvo con él en el Vaticano el 9 de mayo de este año de 2014: "Les invito -dijo el Papa- a promover juntos una verdadera movilización ética mundial que, más allá de cualquier diferencia de credo o de opiniones políticas, difunda y aplique una ideal común de fraternidad y solidaridad, especialmente con los más pobres y excluidos".
Vamos a ver. Intentemos hacer uso de la razón y del sentido común, si es que esto es todavía posible: hablar de fraternidad entre todos los hombres supone admitir que todos los hombres son hermanos. Y si son hermanos deben tener un Padre común. Y ese Padre común es Dios, que se reveló en Jesucristo, para hacernos ver y entender que realmente estamos llamados a ser sus hijos y que podemos serlo, si nos unimos a Jesús, en el Espíritu Santo. Si entendemos así la fraternidad estamos completamente de acuerdo. Pero para nada salió lo específicamente cristiano. Todo lo contrario. Dice textualmente el Papa: más allá de cualquier diferencia de credo. No se casan los conceptos de fraternidad, por una parte, y más allá de cualquier diferencia de credo, por otra. ¿Por qué no? Pues porque cada credo religioso tiene una idea de Dios completamente distinta (¡y no está precisamente relacionada con la fraternidad y la solidaridad entre los hombres!). El Papa no se puede convertir en portavoz de todos los credos. Vamos, es de pura lógica aristotélica: una ética universal creada por hombres y para todos los hombres es una utopía. Y, sobre todo, no es conforme al mensaje sobrenatural de Cristo, un mensaje que se pretende ocultar a todos, como si Cristo no hubiera venido al mundo y nos hubiera hablado.
¿Por qué ese afán de agradar a todos para que escuchen lo que quieren oir? Francamente no lo entiendo. Yo no digo que esté mal llegar a acuerdos entre personas. No sólo no está mal. ¡Está muy bien y es necesario! Pero la misión del Papa no es ésa. No tenemos más que fijarnos en cómo procedía Jesús: "Uno de la multitud que le seguía le dijo: 'Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo' ... Jesús le respondió: 'Hombre, ¿quién me ha constituido juez o encargado de repartir entre vosotros?' "(Lc 12,13-14). El Señor es muy claro y explícito, como siempre. Por eso, si tengo que elegir entre lo que dice el Papa y lo que dice Jesús, y lo que dicen son cosas diferentes con respecto a temas semejantes, yo me quedo con lo que dice Jesús.
En mi modesta opinión, lo que pienso que hubiera podido hacer el Papa, actuando como Papa, es haber aprovechado la ocasión para hablar de que los grandes males que afligen hoy a la humanidad provienen de que ésta se ha alejado de Dios, un Dios que nos quiere y que desea nuestro auténtico bien. Sólo la vuelta a Dios y la conversión personal pueden hacer posible que este mundo cambie a mejor. No hay otra solución. Si éstas o parecidas palabras hubieran sido dichas por el Papa, entonces el Papa estaría hablando conforme a lo que es su misión específica, cual es la de influir en que Cristo sea conocido y amado por todo el mundo. Pero no es eso lo que hizo. Esto son hechos.
No estoy juzgando a nadie, ni soy quién para hacerlo. Doy esto por sentado. Simplemente me limito a razonar desde mi condición de cristiano que intenta ser fiel al mensaje que Cristo nos entregó. Y esto nadie nos lo puede prohibir. Y menos el propio Cristo quien dijo de sí mismo que Él es la Verdad. Sabiendo, además, que la razón no está reñida con la fe, sino que son complementarias, me atrevo a opinar, razonando siempre lo que digo.
Un ejemplo: la centralidad es Cristo y no el Papa (¡dogma!) pero yo veo que el Papa aparece como centro, y no Jesucristo (¡praxis!). ¿Realmente la gente conoce más a Jesús y cree más en Él debido a sus homilías de Santa Marta y a sus comentarios a los periodistas? Yo no lo veo así. Sí constato, en cambio, el entusiasmo que tienen con el Papa Francisco los enemigos de la Iglesia. ¡Ésto son hechos! ¿Cómo no voy a preocuparme? Pero eso sí, sin perder nunca la paz interior, una paz que proviene de Jesús, cuyas palabras resuenan en mi corazón: "En el mundo tendréis tribulación. Pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33)
(Continuará)
domingo, 18 de mayo de 2014
La vía de los hechos: Homosexualidad: De Paolis (6 de 17)
NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.
Antes de seguir con otro nuevo apartado, y relacionado con este tema de la homosexualidad, resulta que me he encontrado con esta imagen en Internet en la que el Papa está besando con reverencia las manos de un anciano. ¿Quién es este anciano? Bajo la foto está la respuesta:
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Se trata de Don Michele De Paolis, sacerdote de 93 años, que fue recibido por Francisco el 6 de mayo y concelebró misa con él en la casa de huéspedes de Santa Marta. Es fundador y actual presidente de honor de la Comunidad de Emaús en la ciudad de Apulia Foggia (Italia). Se reunieron "unos pocos minutos" y al final Francisco se inclinó ante él y besó con reverencia la mano de este cura que resulta ser, nada menos que un promotor de la homosexualidad.
Michele De Paolis es de ideología marxista y partidario de la Teología de la Liberación. En su página de Facebook (en la que aparecen muchas fotos suyas con el Papa, tomadas el 6 de mayo), se define a sí mismo, en la portada, de la siguiente manera:
Michele De Paolis es de ideología marxista y partidario de la Teología de la Liberación. En su página de Facebook (en la que aparecen muchas fotos suyas con el Papa, tomadas el 6 de mayo), se define a sí mismo, en la portada, de la siguiente manera:
que, traducido al español sería:
“Me siento anticlerical, es decir, no me siento pertenecer a ninguna casta, a ninguna categoría, no me siento parte de una religión oficial. Trato de dar paz y alegría a las personas que en su mayoría se encuentran en situaciones dramáticas de existencia: infieles, no creyentes, divorciados, los que buscan abortos, los homosexuales, los desesperados, a una variedad de personas marginadas. Busco proyectar la luz del Evangelio sobre la Iglesia en temas controvertidos, como son el celibato de los sacerdotes, las mujeres sacerdotes, la pedofilia, las enfermedades [de transmisión sexual] y la eutanasia.”
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No entiendo cómo este sacerdote no ha sido ya expulsado o excomulgado, ni entiendo que pueda celebrar misa, y que lo haga, además, con el mismo Papa, con los consabidos escándalos que se sabe, de antemano, que van a tener lugar para los que tienen fe y tienen las ideas más o menos claras. Y también la "alegría" de los ateos. La posición de este sacerdote es claramente herética y está en contra de la Escritura y de las enseñanzas morales de la Iglesia de veinte siglos. Pero ahí lo tenemos. ¡Como si no pasara nada!
He aquí palabras textuales suyas, con relación a la homosexualidad: “Hoy en día, la actitud de la Iglesia afirmando que la homosexualidad es un pecado, es severa, inhumana y crea mucho sufrimiento en los homosexuales. Gracias a Dios que la doctrina del Magisterio está evolucionando.”
¡Qué ocasión más estupenda para que el Papa le hubiera advertido de que no iba por buen camino, recordándole que la homosexualidad es un grave pecado y que debía, por lo tanto, arrepentirse ...! ¡ Qué bueno hubiera sido, para este hombre y para toda la Iglesia que el Papa hubiera procedido del mismo modo en que lo hizo Jesús con la mujer adúltera, a quien dijo, después de haberla perdonado: "Vete y no peques más" (Jn 8,11) ... Y, sin embargo, en lugar de eso, nos encontramos con que Francisco se inclina ante él y le besa la mano con reverencia. Este gesto, de por sí, ya expresa mucho. Y, si nos atenemos a ciertas fuentes parece ser que también le dijo:
" No es cierto que estés en pecado, porque Dios te ama y te ha puesto esa inclinación; es su regalo. Ésta es tu 'naturaleza', que debe ser aceptada y respetada. No estás enfermo. No tienes que 'curarte' de esta inclinación."
¡Pero las cosas no funcionan así!. La misericordia y la verdad no se contraponen, como ya se explicó en el artículo anterior. Si esas palabras atribuidas al Papa son ciertas considero que son de extrema gravedad. Porque pienso: ¿acaso decirle a este hombre: "No tienes que curarte de esta inclinación" o "ésta es tu naturaleza" no equivale, de alguna manera, a decirle "pon en práctica esa inclinación, que no pasa nada"? La verdad, no encuentro otra explicación; porque, además, está en perfecta concordancia con las afirmaciones que hizo el propio de Paolis, en una entrevista con el grupo LGBT Bethel de Génova:
" No es cierto que estés en pecado, porque Dios te ama y te ha puesto esa inclinación; es su regalo. Ésta es tu 'naturaleza', que debe ser aceptada y respetada. No estás enfermo. No tienes que 'curarte' de esta inclinación."
¡Pero las cosas no funcionan así!. La misericordia y la verdad no se contraponen, como ya se explicó en el artículo anterior. Si esas palabras atribuidas al Papa son ciertas considero que son de extrema gravedad. Porque pienso: ¿acaso decirle a este hombre: "No tienes que curarte de esta inclinación" o "ésta es tu naturaleza" no equivale, de alguna manera, a decirle "pon en práctica esa inclinación, que no pasa nada"? La verdad, no encuentro otra explicación; porque, además, está en perfecta concordancia con las afirmaciones que hizo el propio de Paolis, en una entrevista con el grupo LGBT Bethel de Génova:
"Algunas personas de la Iglesia dicen: ' Es aceptable ser gay, pero los gays no deben tener ninguna relación', o sea, no pueden amarse ¡Esto es el máximo de la hipocresía. Es como hablar con una planta y decirle: no puedes florecer, no puedes dar frutos! Eso va en contra de la naturaleza" .
Más claro, agua. Y, sin embargo, la actitud (el gesto) del Papa "parece" como una bendición de la situación de este hombre. Y no digamos nada si, además, esas palabras que se le atribuyen son ciertas. Porque eso supondría admitir la homosexualidad como algo normal y natural ... ¡Y no lo es, en absoluto! ¡No es eso lo que viene contenido ni en la Biblia ni en la enseñanza constante de la Iglesia! ... Nos encontramos, una vez más, ante un punto en el que, aunque el propio Papa negara esta interpretación que yo le doy (y creo que puede hacerlo, perfectamente), sin embargo ... la cizaña y la confusión ya están sembradas.
(Continuará)
lunes, 12 de mayo de 2014
LA VÍA DE LOS HECHOS: Más ejemplos: Misericordia y verdad (5 de 17)
NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.
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8. Hay ciertos
pecados que no son condenados de modo explícito; el caso más conocido es el de
la homosexualidad. No se dice que no sea pecado (¡no
podría decirse!). Se sabe que es un pecado contra natura, pero
quien diga tal cosa es inmediatamente condenado por el mundo. Políticamente
hablando no es correcto, luego el tema de los gay se omite como tabú, por miedo
al enfrentamiento. El mismo papa Francisco, cuando fue preguntado sobre este
asunto respondió: " Si una persona es gay y busca al Señor con
buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?" (Pinchar aquí).
Sin embargo, cuando habló a los mafiosos les dijo: "El poder y el
dinero que tenéis ahora por muchos negocios sucios, por crímenes mafiosos, está
lleno de sangre. ¡Convertíos! ¡Aún estáis a tiempo de convertíos y de no ir al
infierno". (Ver noticia aquí).
Estas palabras del Papa enfrentándose a la mafia suponen una gran valentía,
diciéndoles la verdad y lamentándose de su conducta criminal, condenándolos,
además, al infierno si no se arrepienten (como sabemos, el infierno es un dogma
de fe). El papa cumple con su deber al juzgarlos, porque han pecado y, además,
los condena al infierno, si no se arrepienten. Y les suplica:
"¡Convertíos!" Esto es
la doctrina católica de siempre.
Lo que no acabo de entender es por qué el mismo papa no contestó con igual (o
parecida) contundencia cuando le preguntaron por el caso de los homosexuales,
pues la respuesta es parecida; una respuesta que está en conformidad con lo que
ya San Agustín decía, en el siglo IV: que "es necesario odiar el
pecado y amar al pecador".
La misericordia con el pecador es fundamental, pero tiene que venir
acompañada de la verdad. De no ser así no hace bien: es injusta y
falsa. Ciertamente es verdad que no podemos juzgar a nadie "en
concreto", en el sentido de condenarlo, porque sólo Dios conoce todos los
datos y los corazones de las personas; lo que no obsta para que sí se pueda (¡y
se deba!) "juzgar" acerca de la homosexualidad como tal, genéricamente
hablando. Ésta, como sabemos, es un pecado contra naturaleza, no
porque yo lo diga: Lo dice San Pablo y es, por lo tanto, palabra de Dios. Una
palabra que es Verdad y que nos habla por nuestro bien, para que nos
salvemos: "No os engañéis: ni los fornicarios, ni
los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni
los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,(...) heredarán
el Reino de Dios" (1 Cor 6, 9-10). Pero continúa diciendo San
Pablo: "Y esto erais algunos, pero habéis sido lavados, habéis
sido santificados, habéis sido justificados en el nombre de
Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor
6,11).
Dos verdades, pues, que no se deben ocultar. No se puede hablar
de una sola y omitir la otra. Por una parte, debemos ser conscientes acerca de la
gravedad de los distintos pecados a los que estamos esclavizados. Esta
gravedad no debe ser ocultada porque es el único modo de que podemos ser
libres y felices ya en esta vida, según las palabras del mismo Señor
Jesús: "Todo el que comete pecado es esclavo del
pecado" (Jn 8,34). Por otra parte, no se puede ocultar la misericordia.
No hay pecado que no pueda ser personado, desde el momento en que el que ha
pecado reconoce su pecado como tal, lo lamenta en lo más íntimo de su ser y
pide sinceramente perdón a Dios: "Dios,
que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos
amó, aunque estábamos muertos por el pecado, nos dio vida en Cristo" (Ef
2,4-5). Cuando sinceramente nos arrepentimos de nuestros pecados, somos
perdonados por la misericordia de Dios manifestada en Jesucristo. Dichos pecados son perdonados
y eliminados, como si nunca hubieran existido.
Decir la verdad completa es fundamental. A la
pecadora adúltera arrepentida, a la que querían apedrear los judíos, Jesús la
defiende, pero no defiende su pecado. De hecho cuando todos se han ido y se han
quedado solos, Él y la mujer, la mira con inmenso cariño y le
dice: " 'Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condenó?'. Ella contestó:
'Ninguno, Señor'. Jesús le dijo: 'Tampoco Yo te condeno. Vete y no
peques más' " (Jn 8, 10-11). Por eso las declaraciones que hizo
el Papa acerca de los gays, al no haber ido acompañadas de una condena
explícita del pecado han sembrado una gran confusión entre los católicos; y
mientras tanto, los enemigos de la Iglesia se frotan las manos. Una buena
prueba de ello la tenemos en que la publicación The Advocate, la
más influyente de la comunidad LGBT de los Estados Unidos, eligió a Francisco
como «Persona
del año2013», y se deshizo en alabanzas hacia él por su actitud de
apertura, de comprensión y de tolerancia hacia los homosexuales.
Esto nos tiene que dar qué pensar. La teoría de la Iglesia ya se sabe: la homosexualidad es un grave
pecado (al igual que hay
otros pecados graves) y merece el odio y la condena, porque extravía y hace
desgraciadas a las personas. No así el
homosexual concreto que debe ser escuchado con respeto y
cariño, como una persona que es y amada, por lo tanto, por Nuestro Señor.
No cabe duda de que si realmente una determinada persona gay busca al Señor,
con sincero corazón, y tiene buena voluntad (usando la misma expresión del
Santo Padre), entonces se arrepentirá de sus pecados y no los
justificará, aunque tenga que sufrir, porque así se salvará. Esta idea
del arrepentimiento y de la no
condena de la homosexualidad como tal es
lo que le faltó al Santo Padre. Lo que dijo fue una verdad a medias.
Lógicamente, esto fue inmediatamente aprovechado por aquellos que están
luchando para que la realidad gay sea reconocida como normal y digna (incluso)
de elogio; y el ser gay sea reconocido como un derecho. Así está ocurriendo ya
en multitud de lugares de la tierra.
Por la vía de los hechos, al no condenar la homosexualidad,
como tal, la gente (entre
ellos, los mismos cristianos) podría
llegar a pensar que la homosexualidad es algo normal y natural, lo que está
en total desacuerdo con la realidad de la naturaleza humana. Otra cosa es la
realidad social: la sociedad, en su conjunto, se ha apartado de Dios y no es
capaz ya de distinguir el bien del mal, porque todo está bien, siempre que uno
sienta que está bien. La primacía de los sentimientos sustituyendo a la
realidad objetiva que es aquella que está conforme a lo que piensa acerca de
ella Aquél que es su autor... ya hemos podido leer lo que está escrito en la
Sagrada Escritura.
El mundo de hoy, que se ha vuelto de
espaldas a Dios, proclama "el orgullo gay". Y bien podría ocurrir
que de facto se introdujera la homosexualidad en el mismo seno
de la Iglesia católica (a base de considerarla como algo normal y de no condenarla). Yo tengo la
esperanza de que eso no ocurra. No quiero ni pensarlo. ¡Sería una
monstruosidad, que daría al trasto con todo lo que la Iglesia siempre ha
predicado durante veinte siglos! Si la Iglesia se "mundanizara" es
que estaría en vías de desaparecer ... Y como "las
puertas del infierno no pueden prevalecer contra ella" (Mt 16,18), tal vez lo que está ocurriendo podría ser una señal de que nos estamos acercando
al final de los tiempos, uno de cuyos signos es, precisamente, la apostasía universal, (también
en la Iglesia). Y esto llegará hasta el extremo de que los verdadero
cristianos, aquellos que siguen a su Maestro y sienten con la Iglesia de
siempre, sean perseguidos por las estructuras jerárquicas del momento actual: "Se acerca la hora en la que
quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16,2) . "Os digo esto para que cuando
llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié" (Jn 16,4)
En fin, que Dios ilumine nuestras
mentes y que fortalezca nuestros corazones; porque está escrito y no nos puede
pillar de sorpresa que: "vendrá un tiempo en que los
hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, dejándose llevar de sus
caprichos, reunirán en torno a sí maestros que halaguen sus oídos; y se
apartarán de la verdad volviéndose a las fábulas" (2 Tim
4, 3-4). Una realidad ante la que hemos de reaccionar con serenidad y alzar
nuestra cabeza porque es señal de que la segunda venida de Jesús no puede estar
ya muy lejos. Mientras tanto, lo que tenemos que hacer queda muy bien explicado
en el consejo que daba San Pablo a Timoteo: "Tú
vigila en todo, afánate en
el trabajo, haz labor de evangelista, desempeña bien tu ministerio" (2 Tim
4,5)
(Continuará)
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