Hoy el Papa ha recibido en audiencia al cardenal Robert Sarah, una de las personalidades más singulares y luminosas de la Curia Romana. En él se unen una fe profunda y una serenidad fruto de un camino difícil pero fecundo: desde sus humildes orígenes en un poblado de Guinea, donde los misioneros espiritanos sembraron en su corazón la semilla de Cristo, hasta su arriesgado ministerio como arzobispo de Conakry bajo la presión de un régimen hostil. Aquellas experiencias, vividas con fidelidad y perseverancia, forjaron a un pastor que luego se movería con excelencia en la Curia, pero siempre enraizado en la verdad.
Una rara avis en el Vaticano
Robert Sarah es, sin duda, una rara avis en los pasillos vaticanos. Tiene el carisma contemplativo de un monje trapense, pero también la firmeza necesaria para vivir en medio del ruidoso caos y el cinismo que, desgraciadamente, impregnan a menudo la Curia. Su sola presencia es testimonio de que la fe no es una costumbre ni una teoría abstracta, sino una fuerza real que ilumina e impacta. El simple hecho de pasar un rato con Robert Sarah sirve para comprobar cómo una fe vivida con coherencia y radicalidad no deja indiferente. Son cientos los testimonios que lo han experimentado.
La batalla decisiva: la Santa Misa
El cardenal guineano está convencido de que, antes de cualquier batalla humana, existe una batalla espiritual decisiva: la de la liturgia. Para Sarah, la Santa Misa es la fuente y el culmen de la vida cristiana, el lugar donde se juega el futuro de la Iglesia. Su certeza es clara: si vencemos en esa batalla, los frutos espirituales harán posible afrontar con fuerza y esperanza las demás luchas humanas.
La perseverancia en la doctrina, la coherencia de los obispos, la fidelidad de los cardenales y la fortaleza de los fieles dependen de una fe alimentada por la Eucaristía. Sin una liturgia vivida con reverencia, verdad y amor, no hay renovación ni misión auténtica.
Un mensaje para el Papa
Hoy, probablemente, León XIV ha escuchado de primera mano esa visión de la Iglesia que Sarah ofrece con sencillez y brillantez, convencido hasta tal punto que abruma. No se trata de estrategias humanas ni de ideologías pasajeras, sino de la certeza absoluta de que Dios actúa en los sacramentos, y de que la fidelidad a ellos es la clave de todo lo demás.
Recemos para que este testimonio de fe, fruto de una vida entregada a Cristo, toque también el corazón del Papa y fortalezca su mirada sobre la Iglesia que le ha sido confiada.