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lunes, 29 de junio de 2020

Mons Viganò: “Los Padres Conciliares fueron víctimas de un tremendo engaño, de una estafa”



Entrevista del Dr. Phil Lawler a monseñor Viganò

Phil Lawler: En primer lugar, ¿qué opinión le merece el Concilio Vaticano II? Es indudable que desde entonces todo ha ido de mal en peor. Ahora bien, si el conjunto del Concilio es problemático, ¿a qué se debe? ¿Cómo se puede conciliar esta postura con lo que creemos sobre la inerrancia del Magisterio? ¿Cómo es posible que todos los Padres Conciliares se llamaran a engaño? Aunque sólo algunas partes del Concilio (Nostra aetate, Dignitatis humanae) son problemáticas, seguimos planteándonos las mismas interrogantes: desde hace años, muchos venimos afirmando que el espíritu del Concilio es erróneo. ¿Lo que dice ahora Vuestra Excelencia es que ese falso espíritu liberal es un reflejo del propio Concilio?

Monseñor Viganó: No creo que sea necesario demostrar que el Concilio supone un problema: el mero hecho de que nos planteemos eso con respecto al Concilio Vaticano II y no con el de Trento ni con el Vaticano I confirma, a mi juicio, una realidad evidente y reconocida por todos. Lo cierto es que los que lo defienden a capa y espada lo hacen prescindiendo de todos los demás concilios ecuménicos, ninguno de los cuales ha sido definido como concilio pastoral. Y fíjese bien: lo llaman el Concilio, por antonomasia, como si hubiera sido el único en toda la historia de la Iglesia, o por lo menos lo consideran un únicum, ya sea por la formulación de su doctrina o por la autoridad de su magisterio. A diferencia de todos los que lo precedieron, este concilio se autocalifica precisamente de pastoral y declara que no desea proponer ninguna nueva doctrina, pero de hecho supone un antes y un después, establece una distinción entre concilio dogmático y concilio pastoral, entre cánones inequívocos y palabrerías, entre anathema sit y guiños al mundo.

En ese sentido, creo que el problema de la infalibilidad del Magisterio -la inerrancia a la que usted alude es propia de las Sagradas Escrituras- ni siquiera se plantea, porque el Legislador –o sea, el Romano Pontífice– en torno al cual se ha convocado el Concilio ha declarado de forma clara y solemne que no desea ejercer la autoridad doctrinal que podría ejercer de haberlo querido. Me gustaría señalar que no hay nada más pastoral que lo que se propone como dogmático, porque el ejercicio del munus docendi en su forma más elevada coincide con el mandato que dio el Señor a San Pedro de apacentar sus ovejas y corderos. Y sin embargo esa oposición entre dogmático y pastoral la han creado ni más ni menos los mismos que en el discurso de apertura del Concilio quisieron dar un sentido más estricto al dogma y otro más suave y conciliador a la pastoral. Encontramos el mismo estilo en las intervenciones de Bergoglio, en las que entiende por pastoralidad una versión suave de las rígidas enseñanzas católicas en materia de fe y costumbres, todo en nombre del discernimiento. Duele reconocer que recurrir a un lenguaje equívoco, o a términos católicos entendidos en un sentido impropio, ha invadido la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, cuyo circiterismo -es decir, la ambigüedad, el empleo adrede de un lenguaje impreciso- es el ejemplo principal y más emblemático. Ello obedece a que el aggiornamento, término igualmente equívoco e ideológicamente procurado por el Concilio como un absoluto, tenía como máxima prioridad el diálogo con el mundo.

Hay otro equívoco que debe ser aclarado: si por un lado Juan XXIII y Pablo VI declararon que no querían comprometer el Concilio en la definición de nuevas doctrinas y querían que fuera meramente pastoral, por otro es cierto que exteriormente -hoy en día se diría mediáticamente- la importancia que se concedió a sus actos fue enorme y sirvió para transmitir la idea de una presunta autoridad doctrinal, de una infalibilidad magisterial implícita a pesar de que desde el principio ésta había quedado excluida. Esto se hizo para que sus propuestas, más o menos heterodoxas, se entendiesen como autorizadas y fueran, por lo tanto, acogidas por el clero y los fieles. Esto sería suficiente para desacreditar a los autores de semejante engaño, que siguen poniendo el grito en el cielo cuando se toca Nostra Aetate mientras callan ante quienes niegan la divinidad de Nuestro Señor o la perpetua virginidad de la Santísima Virgen. Recordemos que el católico no adora un concilio, sea el Vaticano II o el Tridentino, sino la Santísima Trinidad, único Dios verdadero; que no venera una declaración conciliar o una exhortación postsinodal, sino la verdad que transmiten esos actos del Magisterio.

Me pregunta cómo fue posible que todos los padres conciliares se llamaran a engaño. Le respondo a partir de mi experiencia personal de aquellos años y las palabras de los hermanos en el episcopado a los que me he enfrentado. Ninguno podía imaginar que dentro del cuerpo de la Iglesia hubiera fuerzas hostiles tan poderosas y organizadas como para conseguir que se rechazaran esquemas preparatorios de perfecta ortodoxia elaborados por cardenales y prelados de indudable fidelidad a la Iglesia para sustituirlos por un revoltijo de errores astutamente disimulados bajo una capa de largos discursos y equívocos introducidos a propósito. Nadie podía imaginar que bajo la cúpula de la Basílica Vaticana se pudieran convocar los estados generales que decretarían la abdicación de la Iglesia Católica para instaurar la Revolución (¡como recordé en un escrito anterior, el cardenal Suenens calificó al Concilio Vaticano II como el 1789 de la Iglesia!). Los Padres Conciliares fueron víctimas de un tremendo engaño, de una estafa astutamente perpetrada recurriendo a los medios más sutiles: se encontraron en minoría en los grupos lingüísticos, fueron excluidos de reuniones convocadas a última hora, obligados a dar su plácet haciéndoseles creer que era la voluntad del Santo Padre. Y lo que los novatores no consiguieron en el Aula Conciliar, lo consiguieron en las comisiones y consejos gracias al activismo de teólogos y peritos acreditados y aclamados por una poderosa maquinaria mediática. Hay una montaña de estudios y documentos que por un lado dan testimonio de esta sistemática mens dolosa y por otro del ingenuo optimismo e ingenuidad por parte de los Padres del Concilio. Poco o nada pudo hacer la intervención del Coetus Internationalis Patrum cuando las violaciones de los progresistas quedaban ratificadas por el Pontífice.

Quienes han afirmado que el espíritu del Concilio supone una interpretación heterodoxa del mismo han llevado a cabo una operación inútil y perjudicial aunque obrasen de buena fe. Es comprensible que un cardenal o un obispo quiera defender el honor de la Iglesia y procure no desacreditarla ante los fieles y el mundo. Así, se ha creído que lo que atribuían los progresistas al Concilio no era sino malentendidos, una interpretación arbitraria. Pero si en aquella época era difícil pensar que la libertad religiosa condenada por Pío XI en Mortalium animos podía ser afirmada por Dignitatis humanae, o que el Romano Pontífice pudiera ver usurpada su propia autoridad por un fantasmagórico colegio episcopal, hoy comprendemos que lo que en el Concilio Vaticano II se disimulaba con astucia en la actualidad se afirma abiertamente en documentos pontificios, incluso en nombre de la aplicación coherente del Concilio.

Por otra parte, cuando se habla habitualmente del espíritu de algo, se entiende ni más ni menos lo que constituye precisamente el alma, la esencia de ello. Podemos, por tanto, afirmar que el espíritu del Concilio es el Concilio mismo, que los errores del postconcilio se contienen in nuce en las actas del Concilio, del mismo modo que se dice con toda razón que el Novus Ordo es la Misa del Concilio, aunque en presencia de los Padres se celebrara la Misa que los progresistas califican significativamente de preconciliar. Es más: si realmente el Concilio Vaticano II no supusiera una ruptura, ¿por qué motivo se habla de Iglesia preconciliar e Iglesia postconciliar, como si se tratase de dos realidades distintas, definidas por la propia esencia del Concilio? Y si realmente el Concilio se ajusta al Magisterio ininterrumpido e infalible de la Iglesia, ¿cómo es el único que plantea gravísimos problemas de interpretación, demostrando con ello su heterogeneidad ontológica con respecto a los otros concilios?

Phil Lawler: En segundo lugar, ¿cuál es la solución? Monseñor Schneider propone que un futuro pontífice deberá repudiar los errores. Vuestra Excelencia considera inadecuada esta propuesta. Entonces, ¿cómo se pueden corregir los errores para mantener la autoridad del Magisterio en la enseñanza?

Monseñor Viganó: A mí me parece que la solución está primero que nada en un acto de humildad que debemos realizar todos, empezando por la Jerarquía y por el Papa: reconocer que el enemigo se ha infiltrado en la Iglesia; la ocupación sistemática de que han sido objeto puestos clave de la Curia Romana, seminarios y ateneos; la conjura de un grupo de rebeldes –entre los cuales se encuentra en primera línea la desviada Compañía de Jesús– que han conseguido dar visos de legitimidad y legalidad a un acto subversivo y revolucionario. También debemos reconocer lo inadecuado de la respuesta de los buenos, la ingenuidad de muchos, la cobardía de otros y los intereses de cuantos han sacado provecho de dicha ventaja.

Tras la triple negación de Cristo en el patio de la casa del Sumo Sacerdote, San Pedro flevit amare, lloró amargamente. Cuenta la tradición que el Príncipe de los Apóstoles tenía dos surcos en las mejillas por las lágrimas que derramó copiosamente a lo largo de su vida arrepentido de aquella traición. A uno de sus sucesores, a un Vicario de Cristo, le tocará ejercer plenamente su autoridad apostólica para retomar el hilo la Tradición allá donde fue cortado. No será una derrota, sino un acto de veracidad, humildad y valor. La autoridad e infalibilidad del Sucesor del Príncipe de los Apóstoles quedarán intactas y corroboradas. Éstas no se pusieron en tela de juicio deliberadamente a causa del Concilio Vaticano II, pero lo serán el día en que un pontífice corrija los errores que permitió el Concilio jugando con los equívocos de una autoridad oficialmente negada pero dada subrepticiamente a entender a los fieles por toda la Jerarquía empezando por los propios papas del Concilio.

Me gustaría recordar que a algunos puede parecerles excesivo todo lo arriba dicho, porque pondría en tela de juicio la autoridad de la Iglesia y de los romanos pontífices. Pero ningún escrúpulo ha impedido que se vulnere la bula Quo primum tempore de San Pío V derogando de la noche a la mañana toda la liturgia romana, el venerable tesoro milenario de doctrina y espiritualidad de la Misa Tradicional, el inmenso patrimonio del canto gregoriano y de la música sacra, la belleza de los ritos y de las vestiduras sagradas; así como desfigurando la armonía arquitectónica, incluso de destacadas basílicas, al eliminar balaustradas, altares monumentales y sagrarios. Todo se sacrificó en aras del coram populo de la renovación conciliar, con la agravante de hacerlo sólo porque se trataba de una liturgia admirablemente católica que resultaba irreconciliable con el espíritu del Concilio.

La Iglesia es una institución divina, y en ella todo debe partir de Dios y volver a Él. Lo que está en juego no es el prestigio de una clase dirigente, ni la imagen de una empresa o un partido. De lo que se trata es de la gloria de la majestad de Dios, de no banalizar la Pasión de Nuestro Señor en la Cruz, los dolores y padecimientos de su Santísima Madre, la sangre de los mártires, el testimonio de los santos y la salvación eterna de las almas. Si por orgullo o por una desgraciada obstinación no somos capaces de reconocer el error y el engaño en los que hemos caído, habremos de rendir cuentas a Dios, que es tan misericordioso con su pueblo cuando se arrepiente como implacable en la justicia cuando se imita el non serviam de Lucifer.

+ Carlo Maria Viganò

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

domingo, 28 de junio de 2020

La Misa se convirtió en una “fiesta infantil” (Monseñor Aguer, Arzobispo argentino)



La Misa original en latín que él llama “el rito más sagrado del catolicismo” ha sido “manoseado”, escribe el 23 de junio en el sitio web InfoCatolica el arzobispo jubilado Héctor Aguer, de 77 años.

Se introdujo la improvisación y la abolición de la belleza, sobre todo en la música [sagrada], explica Aguer: “Se han impuesto gestos y comportamientos tales como gritos, aplausos, bailoteo, completamente ajenos a la índole sagrada de la celebración”, con lo cual “lo sagrado queda menoscabado o ha desaparecido”.

Francisco despidió a Aguer diez días después que había llegado a la edad de retiro, y lo reemplazó con el escritor en las sombras de Francisco y experto en el arte de besar, monseñor Víctor Manuel Fernández.

Aguer ha escuchado personalmente a colegas obispo decir que “ya no hay distinción entre lo sagrado y lo profano”, y “que se felicitaban por esta evolución”.

“La concepción unilateral de la Misa como encuentro fraterno ha oscurecido su índole sacrificial”, escribe Aguer.

Él advierte que la Misa es en algunos casos “un espectáculo o una fiestita para niños”, con lo cual “el culto de Dios desaparece”, ya que lo que se busca es “la satisfacción, el ‘sentirse bien’ de los presentes”. Con esa declinación “la fe es puesta entre paréntesis y la referencia a Dios queda reemplazada por la centralidad y primacía del hombre”.

Arzobispo Viganò: el enemigo ha ocupado sistemáticamente puestos claves en la Iglesia



A diferencia de Concilios anteriores, el Vaticano II se llamó a sí mismo “pastoral” y declaró que no quería definir ninguna doctrina, dijo el 26 de junio el arzobispo Carlo Maria Viganò al sitio web CatholicCulture.org.

Viganò agregó que eso creó una gran divisoria de aguas “entre un antes y un después”, “entre cánones inequívocos y discursos vacíos” y “entre el sea anatema y guiñar un ojo al mundo”.

Vatican II también transmitió una “autoridad doctrinal presumida” y una “infalibilidad magisterial implícita”, aunque esto fue “claramente excluido” durante las sesiones del Concilio.

Viganò dice que los padres conciliares fueron “engañados”, porque ninguno de ellos podía haber imaginado que había fuerzas poderosas, hostiles y organizadas en la Iglesia, que reemplazaron los esquemas preparatorios del Concilio con un “paquete de errores ingeniosamente disfrazados detrás de discursos de largo aliento y deliberadamente equívocos”.

Hubo una “mente sistemáticamente maliciosa de algunos de los padres conciliares por un lado, y un optimismo o descuido ingenuos de otros padres conciliares bien intencionados por otro lado”.

Para Viganò, el “espíritu del Concilio” es el Concilio mismo, porque “los errores del período postconciliar estaban contenidos in nuce en las Actas Conciliares”.

Acorde a esto, para Viganò es correcto decir que el Nuevo Rito (1970) es la Misa del Concilio (1962-65).

Él cree que la “solución” – es más un diagnóstico – radica en “reconocer la infiltración del enemigo en el corazón de la Iglesia, la ocupación sistemática de puestos claves en la Curia Romana, seminarios y escuelas eclesiásticas, la conspiración de un grupo de rebeldes — incluyendo en la primera línea a la desviada Compañía de Jesús”.

Viganò reconoce también “la inadecuación de la respuesta del bien, la ingenuidad de muchos, el espanto de otros y los intereses de los que se han beneficiado gracias a esa conspiración”.

Él espera que un futuro Papa “vuelva a unir el hilo de la Tradición allí donde fue cortado” – pero uno se pregunta cómo podría surgir un Papa así del actual Colegio de Cardenales.

sábado, 27 de junio de 2020

Infiltración masónica en la Iglesia, abusos y elecciones en Estados Unidos, el género Vaticano, los ‘migrantes’ de Pio XII a Papa Francisco


Oto día en que sufrimos una verdadera avalancha de información y con aspectos que sobrepasan la mera noticia diaria. Estamos en tiempos de un fin de periodo histórico y la preocupación ante el futuro se acrecienta cuando estamos viviendo un presente caótico y cambiante. La Iglesia Católica no es ajena a estos cambios y se ve inmersa en una crisis interna sin precedentes que tiene mucho que ver con la situación social y cultural que nos rodea.

Larga entrevista a Viganò que está muy activo en este periodo. Sus intervenciones son especialmente seguidas en Italia y en Estados Unidos en donde estuvo de nuncio y era, y sigue siendo, muy valorado por gran parte de su episcopado. Todos somos buenos ejerciendo la crítica, pero mucho menos buenos buscando soluciones. 
En opinión de Viganò la solución «radica sobre todo en un acto de humildad que todos nosotros, comenzando por la jerarquía y el Papa, debemos llevar a cabo: reconocer la infiltración del enemigo dentro de la Iglesia, la ocupación sistemática de los puestos clave de la curia romana, seminarios y universidades, la conspiración de un grupo de rebeldes, incluida, en primera línea, la desviada Compañía de Jesús, que lograron dar la apariencia de legitimidad y legalidad a un acto subversivo y revolucionario. También debemos reconocer la insuficiencia de la respuesta del bien, la inteligencia de muchos, el temor de los demás, el interés de aquellos que se han beneficiado de esa conspiración y gracias a esa conspiración». «La tradición nos dice que el Príncipe de los Apóstoles tenía dos surcos en las mejillas, debido a las lágrimas que derramó copiosamente por el resto de sus días, arrepintiéndose de su traición. Le corresponderá a su sucesor, el vicario de Cristo, en la plenitud de su poder apostólico, reanudar el hilo de la tradición donde ha sido cortado». «La Iglesia es una institución divina, y todo en ella debe partir de Dios y volver a Él. El prestigio de una clase dominante no está en juego, ni la imagen de una empresa: aquí se trata de la gloria de la majestad de Dios, de no anular la pasión de Nuestro Señor en la cruz, los sufrimientos de su Santísima Madre, de la sangre de los mártires, del testimonio de los santos, de la salvación eterna de las almas. Si por orgullo u obstinación desafortunada no sabemos cómo reconocer el error y el engaño en el que hemos caído, tendremos que rendirle cuentas a Dios, que es tan misericordioso con su pueblo cuando se arrepiente, como implacable en la justicia cuando sigue a Lucifer en el non serviam
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Adnkronos nos informa sobre la base de una nota del Vaticano que reveló el contenido de la nueva investigación llevada a cabo en los Estados Unidos, el aumento «es atribuible en parte a las nuevas quejas que se agregaron durante los juicios y los programas de compensación y procedimientos de quiebra en curso «. En 2019, en los Estados Unidos de América, hubo 2,6 millones de controles del clero y el personal, incluidos los voluntarios, que trabajan para la Iglesia. Además, 3,6 millones de niños y jóvenes han participado en programas de información y sensibilización para ayudarlos a reconocer y denunciar cualquier caso de abuso al que puedan estar sujetos. Siguiendo en Estados Unidos , el 59º presidente será elegido el 3 de noviembre de este año. La elección está entre Donald Trump para los republicanos y Joe Biden para los demócratas. La popularidad de Biden se debe precisamente a cinco puntos: el Feminismo, las personas negras, LGBT, el medio ambiente, la moral de Papa Francisco. Todos estos puntos se usan contra Trump y, de hecho, el crecimiento de la popularidad en las encuestas de Biden es «impresionante». Las elecciones de 2020 serán cruciales y pueden cambiar el mundo.
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La llamada ‘identidad de Género’ aparece, condenada, en el texto sobre la catequesis del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización«La identidad de género, según esta posición, ya no es un dato original que el hombre debe aceptar y llenar de significado, sino una construcción social que se decide de forma independiente, totalmente libre de sexo biológico. El hombre niega su propia naturaleza y decide que él mismo la crea. En cambio, según el relato bíblico de la creación, el hombre fue creado por Dios como hombre y mujer»«La Iglesia es muy consciente de la complejidad de las situaciones personales que a veces se experimentan en conflictos. No juzga a las personas, sino que las invita a acompañarlas siempre y en cualquier situación». En conclusión el Vaticano quiere dejar claro que: «en una perspectiva de fe, la sexualidad no es sólo un dato físico, sino que es una realidad personal, un valor confiado a la responsabilidad de la persona. De esta manera, la identidad sexual y la vida existencial debe ser una respuesta al llamado original de Dios». Es lo que hay y seguro que tendremos interpretaciones para todos los gustos, son tiempos en que la confusión gusta a todos los niveles. 
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Celebramos la jornada de los refugiados y ya en 1952 el Papa Pío XII promulgó la Constitución apostólica ‘Exsul Familia’ proponiendo a la Sagrada Familia de Nazaret como modelo, el cuidado constante de la Iglesia para los emigrantes y refugiados de todas las edades y también mencionando la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, con especial referencia al asilo otorgado por el Vaticano a los judíos y otros perseguidos durante la ocupación alemana: «La familia de Nazaret en el exilio, Jesús, María y José, emigrantes a Egipto y aquí refugiados para escapar de la ira de un rey impío, son el modelo, ejemplo y apoyo de todos los emigrantes y peregrinos de todas las edades y país, de todos los refugiados de cualquier condición que, impulsados ​​por la persecución o la necesidad, se ven obligados a abandonar su tierra natal, queridos parientes, vecinos, dulces amigos e ir a una tierra extranjera». 
La razón de la asistencia a los refugiados en aquellos tiempos era muy clara: «La Santa Madre Iglesia impulsada por su inmenso amor por las almas e impaciente por cumplir los compromisos del mandato salvífico universal que Cristo le confió, no debe retrasarse ​​en el cuidado, especialmente espiritual, de peregrinos, extraños, exiliados, todos emigrantes, sin escatimar fuerzas y confiando principalmente en sacerdotes, quienes, a través de la administración de los sacramentos y la predicación de la Palabra Divina, trabajaron con todas las preocupaciones para confirmar a los cristianos en la fe y para estrechar sus lazos de caridad».
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Las Naciones Unidas están perdidas y celebrando los 75 años de su ‘Carta’ se plantean ‘reinventar el mundo’. Bassetti, el presidente de los obispos italianos, sigue gritando que la epidemia no es un castigo divino, seguimos con la pataleta de la pachamama. La diócesis de Roma quiere retomar las peregrinaciones a Lourdes. 
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Centro y Sud América están sufriendo con fuerza los contagios del virus y sus débiles sistemas de salud no son capaces de dar una respuesta adecuada
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Interesante entrevista radiofónica sobre las inversiones de la Secretaria de Estado en Londres que sigue dando mucho que hablar.
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«…vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas.» 
Buena lectura.
Specola

La importancia del Latín para los Abogados. Sebastián Pierpauli y Patricio Lons



La vigencia del latín en el Derecho es incuestionable, y su conocimiento es fundamental para el ejercicio de la abogacía. Podemos verlo y escucharlo en el siguiente video de 30:20 minutos de duración (entrevista de Patricio Lons al profesor Sebastián Pierpauli):



Curso de Latín. La importancia de aprender Latín



El estudio del latín tiene una gran importancia. En el siguiente link se explica por qué aprender latín en general. Duración 5:37 minutos  https://youtu.be/gEILNgKrwMw




Para conocer más ingresa a este enlace http://cursodelatin.com.ar/ Curso de Latín a distancia nivel inicial. Sebastián Pierpauli. Canal de Youtube de Sebastián Pierpauli. https://www.youtube.com/channel/UCRZO... ►Sigue mi cuenta en Patreon, comparto contenido, libros y la revista de la comunidad Sígueme desde este enlace https://www.patreon.com/patriciolons ►Suscríbete y presiona el ícono de campana para ver videos nuevos: http://xurl.es/7lsyp 👉 ÚNETE A COMUNIDAD http://comunidadhispanista.com/ ▶ TWITTER http://xurl.es/tgj7s Gracias por mirar!!! Patricio Lons

Paco Pepe Fernández de la Cigoña:"Si a un imbécil le llamo imbécil, no le insulto; sólo le describo"



El enlace para acceder a este video de 30:57 minutos de duración es: https://youtu.be/T4fV1zQr1gM

La pretensión infantil de anular el pasado, el Papa Francisco hacia los curas casados, recemos por México, nuestros curas héroes.




Estos días se va extendiendo por todo el mundo una corriente irracional iconoclasta que nos podía parecer superada en la historia. Podemos encontrarnos con fanáticos irracionales que destruyan las mejores obras de arte porque los retratados son blancos. Estamos pasando de un afán de relectura de la historia incluso con leyes que deciden que historia es la buena y cuál, la mala y la destrucción de la historia. Es un paso más en la pretensión ilusa de la creación de una nueva realidad a la que el pasado le estorba. Lo vemos también en la Iglesia en donde asistimos al intento de crear, refundar, una nueva iglesia, realmente una nueva religión, intentando presentar todo el pasado como malo.

Con la caída de los imperios siempre se ha producido un intento irracional de destruir todo lo que ese imperio significaba. En todos estos momentos han quedado grupos, muy minoritarios, que han sabido conservar los tesoros acumulados por nuestros antepasados y transmitirlos a las generaciones posteriores. Pensemos en el trabajo increíble de los copistas medievales a los que debemos la conservación de la antigüedad clásica, de los grandes filósofos y literatos, del derecho romano. Las culturas precolombinas americanas las conocemos gracias al trabajo de los religiosos que recogieron su historia y conservaron sus lenguas. El paso del tiempo hace que muchos tesoros materiales y culturales se pierdan irremediablemente pero siempre quedan hombres cultos y lúcidos que protegen contra la barbarie los mejor de cada tiempo.

Lo que estamos viendo no casa mucho con la supercultura moderna que nos quieren vender. Nos quieren hacer creer que hasta que llegó esta generación todo en el mundo era oscurantismo. Los arquitectos de nuestras grandes catedrales medievales eran unos pobres subnormales y la cultura que las generó un periodo a olvidar. Somos lo que somos gracias al patrimonio genético que hemos recibido de nuestros padres y a la cultura en la que hemos nacido y vivido. Esta vuelta a la barbarie también la vemos en el ámbito religioso en el que se pretende olvidad, ocultar, y no tenemos duda que sí fuera posible destruir, todo lo que huele a catolicismo. A Italia la llamamos la tierra de los campanarios y su imagen y sonido dan forma material a una cultura milenaria. El sugerente sonido de los campanarios alemanes saltando sobre sus nevadas montañas. Las mil y una iglesias y ermitas que siembran nuestra geografía hasta en los lugares más recónditos. Este es nuestro mundo y es nuestra cultura.

Pretenden cortarnos el cordón umbilical que nos une a nuestro pasado. La grandeza del ser humano en cada generación es saber asimilar como propio todo lo que nuestros sabios y santos nos han legado. Vivir sin pasado es imposible, lo necesitamos, nn huérfano dedica su vida a buscar a sus padres biológicos sin los que no puede entenderse. Como católicos necesitamos nuestra historia, no podemos caer en un cristianismo de diseño que nos vende que nuestros padres y abuelos eran unos subnormales que no entendían nada. Sabemos que no es así, listos y tontos lo hay en todas las épocas, también ahora. La verdad, la bondad y la belleza son propias de todos los tiempos y los trascienden cuanto más se acercan a Dios y a Ël nos acercan. Destruir el pasado no nos trae un presente mejor y nos deja perdidos ante el futuro incierto. Los obispos de California nos ofrecen una defensa titulada: ‘ Declaración de los obispos de California sobre la remoción de las estatuas del Santo Serra en el estado’.

Interesante artículo sobre el tema siempre presente de los ‘curas casados’. La exhortación post-sinodal Querida Amazonia, de dos de febrero de 2020, ha guardado silencio sobre el tema de los sacerdotes casados ​​y las diaconisas, pero esto no significa que estas dos afirmaciones hayan sido abandonadas por teólogos progresistas. Sandro Magister informa en su blog Settimo Cielo del 8 de junio de 2020, las palabras alarmantes del Padre Antonio José De Almeida, conocido por desarrollar las propuestas ultra progresistas presentadas por el obispo Fritz Lobinger, obispo de Aliwal (Sudáfrica) de 1987 a 2004, que prevé «equipos de ancianos» a la cabeza de parroquias, hombres o mujeres, célibes o sacerdotes casados, ordenados y con el poder de celebrar misa. El papa Francisco ha citado repetidamente las propuestas del obispo Lobinger como líneas de reflexión, sin condenarlas nunca.

Para el padre De Almeida el silencio del Papa sobre el tema de los sacerdotes casados ​​no indica una renuncia. Solo tendrá que hacerse por etapas. El «primer paso» será «enumerar las razones por las cuales una diócesis intenta ofrecer la ordenación de hombres casados». Una diócesis también podría dar este primer paso por iniciativa propia, pero «sería mejor decidir hacerlo con las diócesis vecinas, quizás a nivel de una provincia eclesiástica o en una conferencia episcopal regional». Este sería «el segundo paso».

El «tercer paso» tendrá lugar una vez que se haya desarrollado el «proyecto»; por lo tanto, se tratará de «presentar la solicitud a la Santa Sede». “¿Y la Santa Sede responderá favorablemente? «, El Padre De Almeida respondió con confianza:» Ciertamente, la Santa Sede puede hacerlo. En el contexto amazónico y dado el proceso sinódico iniciado por el anuncio del sínodo especial para el Amazonas, no tengo dudas al respecto «. También podría suceder que mientras tanto se instituya un «rito amazónico» en la región sobre el modelo de las Iglesias sui iuris, como los católicos griegos, para los cuales existe un «sacerdocio casado». En este caso, «esto cambiaría todo», porque el «sacerdocio casado» en sí mismo sería parte de este nuevo rito autónomo. Mucho nos tememos que este periodo de epidemia puede pretender acelerar estas cosas. Lo seguiremos con mucha atención.

El Papa Francisco cercano a México, a las víctimas y los heridos del violento terremoto que, a última hora de la mañana de ayer, conmocionó al sur de México: «Oremos por todos ellos». «Que la ayuda de Dios y los hermanos les dé fuerza y ​​apoyo», «hermanos y hermanas, estoy muy cerca de ustedes». Un terremoto de magnitud 7.4 sacudió la costa del Pacífico en el sur del país, ya muy castigado con la crisis de salud causada por la epidemia. Nuestros lectores mexicanos no informan de que todavía sienten cientos de réplicas, mientras que el Servicio Geológico de los Estados Unidos, ha alertado del riesgo de tsunami que puede afectar a las costas de México, Ecuador, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala , Honduras, Nicaragua, Perú y Hawai. No dudamos que la madrecita de Guadalupe les dará fuerza para salir de estas y de peores con la alegría que les caracteriza.

Terminamos agradeciendo a tantos sacerdotes, miles, que han estado atendiendo, y lo siguen haciendo, a sus fieles en estos momentos tan complicados. No solo de pan vive el hombre y menos ahora. Necesitamos la oración en tiempos tan deshumanizados, necesitamos a Dios presente en medio de la epidemia. No podemos pretender hibernar la fe. La fe es necesaria siempre pero mucho más en tiempos de prueba. Estamos viendo cómo los que se atrincheran dentro de los muros y suprimen todas sus actividades pasando a ser un holograma se siente molestos, y califican de infantilismo, a tantos que no han dejado de estar presentes junto a sus fieles. No necesitan darles de comer, están comiendo con ellos, o pasando hambre a su lado, sus alegrías son sus alegrías y sus penas sus penas. Sus despensas, y sus escasos bolsillos, son trasparentes y no se alojan en paraísos fiscales o en complicadas tramas inmobiliarias. Los fieles para nuestros sacerdotes tienen nombres y apellidos, son su familia. Insultarlos tachándolos de infantiles porque intentan facilitar los sacramentos en estos tiempos oscuros denota una ignorancia monumental, o quizás, Dios no lo quiera, una maldad tan refinada que solo puede provenir del propio Satanás.

«…se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»

Buena lectura.

jueves, 25 de junio de 2020

VUELVEN LOS BÁRBAROS (Monseñor Reig Plá)



El video tiene 2:13 minutos de duración y se puede ver en el siguiente enlace

¿Respuesta a Viganò? Monseñor Schneider presenta sus tesis sobre el Vaticano II



Monseñor Athanasius Schneider escribió el 24 de junio que el Vaticano II necesita correcciones y explicó dónde y por qué.

Este texto se lee como una respuesta al pedido del arzobispo Viganò que el Vaticano II sea descartado en su totalidad.

Schneider enfatiza que se puede criticar o corregir a un Concilio. Por ejemplo, Pío XII declaró en 1947 que solo la imposición de las manos y la oración de consagración son necesarias para la validez del Sacramento del Orden Sagrado. En este sentido, contradijo al Concilio de Florencia, según el cual la entrega del cáliz también pertenece a la materia del sacramento.

Eugenio IV (1446) y el Vaticano I (1870) condenó del decreto “Frequens” del Concilio de Constanza, que había sido confirmado por Martín V en 1425, según el cual un Concilio está por encima del Papa.

Schneider quiere entonces corregir los siguientes problemas en el Vaticano II:

- la aseveración que la libertad religiosa es un derecho querido por Dios para practicar incluso un religión falsa;

- la aseveración que se puede distinguir entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia Católica, de tal modo que la primera “subsiste” ("subsistit in”) en la segunda;

- la actitud del Concilio hacia las religiones no cristianas y el mundo.

Schneider enfatiza que el Vaticano II no quiso presentar enseñanzas infalibles, se vio a sí mismo como un concilio pastoral, y no fue claro. Él prueba esto con Pablo VI, quien sintió la necesidad de publicar una nota aclaratoria en Lumen Gentium.

Schneider describe la historia del impacto del Vaticano II como “catastrófica”. Elogia al fundador de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, el arzobispo Marcel Lefebvre, quien criticó enérgicamente al Vaticano II y comparó su propia franqueza con la de algunos Padres de la Iglesia.

Schneider critica el desarrollo también anterior al Vaticano II. Con Benedicto XV (+1922) comenzó la infiltración de los obispos con un espíritu secular y modernista que continuó creciendo hasta el Concilio.

También Juan XXIII (+1963), a quien Schneider no considera un modernista, mostró un complejo de inferioridad hacia el mundo, “ciertamente” tenía buenas intenciones, cree Schneider.

La repugnante deriva racista y cristianófoba de Black Lives Matter que los medios ocultan


La imagen de la Virgen Negra de Czestochowa en el cementerio polaco de Breda, en Países Bajos, vandalizada por activistas de Black Lives Matter (Foto: Pix4Profs/René Schotanus).

Hasta ahora el movimiento racista Black Lives Matter (BLM) se ha carecterizado por su violencia contra monumentos públicos de todo tipo, pero ahora da un paso más.

¿Antirracismo? Black Lives Matter ataca un monumento a las víctimas del comunismo
¿Antirracistas? ‘Antifa’ atacan la estatua de un héroe polaco que se opuso a la esclavitud

Racismo y cristianofobia en BLM: pide derribar imágenes cristianas de raza blanca

Uno de los líderes y promotores de ese movimiento, el periodista y activista de extrema izquierda Shaun King, hizo gala de su actitud propia de un talibán señalando los próximos objetivos a los violentos activistas de ese grupo. Este lunes, en un fanático mensaje publicado en Twitter, King escribió: “Sí, creo que las estatuas del blanco europeo que dicen que es Jesús también deberían derribarse. Son una forma de supremacismo blanco. Siempre lo ha sido. En la Biblia, cuando la familia de Jesús quería esconderse, y mezclarse, ¿adivina a dónde fueron? ¡EGIPTO! No Dinamarca. Derribadlos”.

Unos minutos después, King escribía otro mensaje más con la misma actitud de talibán: “Sí. Todos los murales y vidrieras del Jesús blanco, y su madre europea, y sus amigos blancos también deberían derribarse. Son una forma grosera de supremacismo blanco. Creadas como herramientas de opresión. Propaganda racista. Todos deberían derribarse”. Una clara incitación a la violencia racista y anticristiana, que no se dirige, curiosamente, contra la iconografía que representa a Cristo y a la Virgen con otras razas (es habitual adaptar esas imágenes al entorno cultural de cada comunidad cristiana).

Avalancha de críticas contra el racismo y la violencia de BLM

Los comentarios del dirigente de Black Lives Matter han provocado un fuerte rechazo en Twitter. Anoche, el primero de los comentarios llevaba ya más de 16.000 contestaciones, y el segundo más de 11.000. Muchos usuarios le han reprochado abiertamente su racismo, su violencia y su odio a los cristianos. A estas alturas ha quedado en evidencia que Shaun King odia a los blancos. Es tan racista como los racistas a los que dice oponerse, y BLM se parece cada vez más a una versión negra del Ku Klux Klan, tan violenta, racista y odiosa como ese grupo supremacista blanco.

Activistas de BLM atacan a la Virgen Negra de Czestochowa en Breda
Significativamente, unas horas antes de que Shaun King publicase esos comentarios, activistas de BLM atacaron la imagen de la Virgen de Czestochowa en el cementerio polaco de Breda, en Países Bajos, donde están enterrados soldados de la Segunda Guerra Mundial que combatieron contra el nazismo. Para colmo de ignorancia, la de Czestochowa es una Virgen negra (tanto ella como el Niño Jesús aparecen representados con piel oscura). Esta representación de la Virgen María como una mujer negra no es nada extraña en Europa, y en España es muy habitual: aquí tenemos Vírgenes negras tan famosas como las de Atocha (patrona de la monarquía española), la Cabeza, Guadalupe, Montserrat, la Candelaria, Torreciudad…

Los guiños de King hacia la ultraizquierda, el Islam y la Iglesia de Satán
El alegato extremista y anticristiano de King no es nada extraño viniendo de él. El dirigente de Black Lives Matter es partidario del ala más izquierdista del Partido Demócrata: “Amo a Bernie Sanders”, decía King el 14 de abril en un artículo publicado en The North Star, el periódico izquierdista que él dirige. Así mismo, en 2017 mostró abiertamente su apoyo a los ultraizquierdistas violentos de Antifa, y también escribió: “Apoyo a los comunistas y socialistas que se oponen a Trump”. Tal vez esta afirmación pueda servir de explicación a cosas como el reciente ataque de BLM al monumento a las víctimas del comunismo en Washington DC.

Por otra parte, y en contraste con su mensaje cristianófobo de este lunes, en 2017 Shaun King también hizo un alegato en defensa del Islam: “Nunca debemos odiar al Islam, ni a los musulmanes”, comentó. Ese mismo año, King arremetió contra el “cristianismo estadounidense” citando un mensaje de la Iglesia de Satán. Esto da una idea de la clase de personas que mueven los hilos del movimiento racista BLM. Y lo más curioso es que la amplia mayoría de los medios ocultan todo esto. Empezad a preguntaros por qué.
Elentir

Algunas reflexiones sobre el Concilio Vaticano II y la crisis actual de la Iglesia (Monseñor Schnëider)



S. E. Mons. Athanasius Schneider publicó hoy un documento titulado “Algunas reflexiones sobre el Concilio Vaticano II y la crisis actual de la Iglesia” a fin de esclarecer su posición sobre el Concilio y disipar toda confusión entre los fieles. En algunos temas, Mons. Schneider profundiza algunas de las reflexiones ya presentadas en su libro-entrevista Christus Vincit: Christ’s Triumph Over the Darkness of the Age.

Mons. Schneider dio la versión oficial del documento en exclusividad a Corrispondenza Romana en italiano, a Correspondencia Romana en español, a The Remnant en inglés y al Blog de Jeanne Smits en francés. Todos los derechos reservados.

En las últimas décadas no únicamente algunos modernistas declarados sino también teólogos y fieles que aman a la Iglesia han tenido una actitud que se parecía a una suerte de defensa ciega de todo aquello que había sido dicho en el Concilio Vaticano II. Tal actitud a veces parece requerir verdaderas acrobacias mentales y una “cuadratura del círculo”. También hoy la mentalidad de los buenos católicos lleva a considerar como totalmente infalible cada palabra del Concilio Vaticano II y cada palabra y gesto del Pontífice. Este género de malsano centralismo papal estaba ya presente en varias generaciones de católicos de los últimos dos siglos. Una crítica respetuosa y un debate teológico sereno, sin embargo, estuvieron siempre presentes y permitidos en el interior de la Iglesia, en conformidad con su gran tradición, ya que es la Verdad y la fidelidad a la revelación divina como también la tradición constante de la Iglesia lo que se debe buscar, lo que de suyo implica el uso de la razón y de la racionalidad evitando acrobacias mentales. Algunas explicaciones de ciertas expresiones obviamente ambiguas que inducen al error, contenidas en textos del Concilio, parecen artificiales y poco convincentes, especialmente cuando se reflexiona sobre los mismos, de un modo intelectualmente más honesto, a la luz de la doctrina ininterrumpida y constante de la Iglesia.

Instintivamente, se ha reprimido todo argumento razonable que pudiera, incluso mínimamente, colocar en discusión cualquier expresión o palabra en los textos del Concilio. Sin embargo, un comportamiento semejante no es sano y contradice la gran tradición de la Iglesia, como se observa en los Padres de la Iglesia y en los grandes teólogos de la Iglesia a lo largo de dos mil años. Una opinión diferente de la que ha enseñado el Concilio de Florencia sobre la materia del sacramento del Orden, es decir de la traidito instrumentorum, se permitió en los siglos posteriores a este Concilio y dio lugar al pronunciamiento del Papa Pío XII en el año 1947 en la Constitución Apostólica Sacramentum Ordinis, con la cual corrigió la enseñanza no infalible del Concilio de Florencia, estableciendo que la única materia estrictamente necesaria par la validez del sacramento del Orden es la imposición de las manos del Obispo. Con este acto, Pío XII hizo no un acto de hermenéutica de la continuidad sino, precisamente, una corrección, porque esta doctrina del Concilio de Florencia no reflejaba la doctrina constante y la praxis litúrgica de la Iglesia universal. Ya en el año 1914 el Cardenal G.M. van Rossum había escrito respecto a la afirmación del Concilio de Florencia sobre la materia del sacramento del Orden, que aquella doctrina del Concilio es reformable y que incluso hay que abandonarla (cfr. De essentia sacramenti ordinis, Freiburg 1914, p. 186). Entonces,, en este caso concreto no había margen para una hermenéutica de la continuidad en este caso concreto.

Cuando el Magisterio Pontificio o un Concilio Ecuménico han corregido alguna doctrina no infalible de Concilios Ecuménicos precedentes– aunque esto ha ocurrido raramente–, con ese acto no han minado los fundamentos de la fe católica ni tampoco opusieron el magisterio de mañana al de hoy, como lo demuestra la historia. Con una Bula del año 1425 Martín V aprobó los decretos del Concilio de Costanza e incluso el decreto “Frequens” de la 39a sesión (del 1417), un decreto que afirma el error del conciliarismo, es decir, de la superioridad del Concilio sobre el Papa. Sin embargo, su sucesor, el Papa Eugenio IV, declaró en el año 1446 que aceptaba los decretos del Concilio Ecuménico de Costanza excepto aquellos (de las sesiones 3, 5 y 39) que perjudican los derechos y el primado de la Sede Apostólica” (absque tamen praeiudicio iuris, dignitatis et praeeminentiae Sedis Apostolicae). El dogma del Concilio Vaticano I sobre el primado del Papa rechazó definitivamente el error conciliarista del Concilio Ecuménico de Costanza. El Papa Pío XII, como ya fue mencionado, corrigió el error del Concilio de Florencia respecto a la materia del sacramento del Orden. Con estos no frecuentes actos de corrección de precedentes afirmaciones del Magisterio no infalible no fueron minados los fundamentos de la fe católica, no se han minado los fundamentos de la fe católica, precisamente porque dichas afirmaciones concretas (como por ejemplo las del Concilio de Costanza y de Florencia) no habían tenido carácter infalible.

Algunas expresiones del Concilio no pueden ser tan fácilmente reconciliables con la constante tradición doctrinal de la Iglesia, como por ejemplo las expresiones del Concilio sobre el tema de la libertad religiosa (en el sentido de un derecho natural y por lo tanto positivamente querido por Dios, de practicar y difundir una religión falsa, que puede abarcar también idolatrías o cosas peores), sobre una distinción entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia Católica (el problema del “subsistit in” da la impresión de la existencia de dos realidades: por una parte la Iglesia de Cristo y por otra la Iglesia Católica), de la conducta ante la confrontación de las religiones no cristianas y de la conducta frente a las confrontaciones del mundo contemporáneo.

Aunque la Respuesta la Congregación para la -Doctrina de la Fe a estos aspectos acerca de la doctrina sobre la Iglesia (29 de junio de 2007) dio una explicación del “subsistit in”, lamentablemente ha evitado decir con toda claridad que la Iglesia de Cristo es verdaderamente la Iglesia Católica, o sea, ha evitado de declarar explícitamente la identidad entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia Católica. Permanece, de hecho, un tono de indeterminación.

También se observa una actitud que rechaza a priori todas las posibles objeciones a las discutibles afirmaciones de los textos conciliares. Se presenta, en cambio, como única solución el método llamado “hermenéutica de la continuidad”. Desafortunadamente no se toman en serio las dudas con respecto a los problemas teológicos inherentes a aquellas afirmaciones conciliares. Debemos tener siempre presente el hecho de que la principal finalidad del Conciliar era de carácter pastoral y que el Concilio no tenía la intención de proponer sus propias enseñanzas de un modo definitivo.

Las declaraciones de los Papas antes del Concilio, también aquellos del siglo XIX y del siglo XX, reflejan fielmente a sus predecesores y a la constante tradición de la Iglesia de un modo ininterrumpido. Los Papas de dos siglos, decimonoveno y veinte, es decir después de la Revolución Francesa, no representan un período “exótico” con relación a la tradición bimilenaria de la Iglesia. No se puede reivindicar ninguna ruptura en las enseñanzas de aquellos Papas respecto al Magisterio anterior. En lo que dice respecto a la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo y a la objetiva falsedad de las religiones no cristianas, por ejemplo, no se puede encontrar una significativa ruptura entre las enseñanzas de los Papas desde Gregorio XVI a Pío XII por un lado y a las enseñanzas del Papa Gregorio el Grande (siglo VI) y sus predecesores y sucesores por el otro.

Verdaderamente se puede ver una línea continua sin ninguna ruptura desde la época de los Padres de la Iglesia hasta Pío XII, especialmente en temas como la realeza también social de Cristo, la libertad religiosa y el ecumenismo en el sentido de que existe un derecho natural positivamente deseado por Dios de practicar exclusivamente la única verdadera religión que es la fe católica. Antes del Concilio Vaticano II no existía la necesidad de hacer un esfuerzo colosal para presentar voluminosos estudios a fin de demostrar la perfecta continuidad de la doctrina entre un Concilio y otro, entre un Papa y sus predecesores, pues la continuidad era evidente. El hecho en sí de la necesidad, por ejemplo, de la “Nota explicativa previa” al documento Lumen Gentium demuestra que el mismo texto de la Lumen Gentium en el nº 22 es ambiguo respecto al tema de las relaciones entre el primado y la colegialidad episcopal. Los Documentos esclarecedores del Magisterio en la época post-conciliar, como por ejemplo las encíclicas Mysterium Fidei, Humanae Vitae, il Credo del Popolo di Dio de Paulo VI fueron de gran valor y ayuda, pero los mismos no aclararon las afirmaciones ambiguas del Concilio Vaticano II antes mencionadas.

Frente a la crisis que surgió con Amoris Laetitia y con el documento de Abu Dhabi estamos obligados a profundizar estas consideraciones sobre el necesario esclarecimiento o rectificaciones de algunas de las afirmaciones conciliares anteriormente mencionadas. En la Suma Teológica Santo Tomás presentaba siempre objeciones (“videtur quod”) y contra-argumentaciones (“sed contra”). Santo Tomás era intelectualmente muy honesto; las objeciones deben ser permitidas y tomadas en serio. Deberíamos utilizar su método respecto a algunos puntos controvertidos de los textos del Concilio Vaticano II que fueron discutidos durante casi sesenta años. La mayor parte de los textos del Concilio está en continuidad orgánica con el Magisterio anterior. En última instancia, el Magisterio Pontificio debe esclarecer de modo convincente algunas expresiones específicas de los textos del Concilio, lo que hasta ahora no siempre fue hecho de una manera intelectualmente honesta y convincente. Si fuera necesario, un Papa o un futuro Concilio Ecuménico deberían agregar explicaciones (algo así como notas explicativas posteriores) o presentar incluso modificaciones de esas expresiones controvertidas dado que no fueron presentadas por el Concilio como una enseñanza infalible y definitiva, como lo declaró también Paulo VI diciendo que el Concilio: “evitó de dar definiciones dogmáticas solemnes, empeñando la infabilidad del magisterio eclesiástico” (Audiencia General, 12 de enero de 1966).

La historia nos lo dirá a distancia. Estamos a solo cincuenta años del Concilio. Seguramente lo veremos más claramente después de otros cincuenta años. Sin embargo, del punto de vista de los hechos, de las pruebas, desde un punto de vista global, el Vaticano II no ha traído un verdadero florecimiento espiritual en la vida de la Iglesia. Y aún cuando antes del Concilio ya existían problemas en el Clero, sin embargo, honestamente y por amor a la justicia, se debe reconocer que los problemas morales, espirituales y doctrinales del Clero antes del Concilio no estaban difundidos en una escala tan vasta y con una intensidad tan grave como lo fue en el período postconciliar hasta los días de hoy. Tomando en cuenta que ya antes del Concilio existían algunos problemas, la primera finalidad del Concilio Vaticano II debería haber sido, precisamente, establecer normas y doctrinas lo más claras posibles e incluso privadas de toda ambigüedad, como lo hicieron en el pasado todos los Concilios empeñados en reformas. El plan y las intenciones del Concilio eran principalmente pastorales, sin embargo, a pesar de su propósito pastoral, le siguieron consecuencias desastrosas que aún hoy estamos viendo. Ciertamente, el Concilio tiene varios textos hermosos. Pero las consecuencias negativas y los abusos cometidos en nombre del Concilio fueron tan significativos que obscurecieron los elementos positivos que se encuentran en él.

He aquí los elementos positivos que aportó el Vaticano II: es la primera vez que un Concilio Ecuménico hizo un solemne llamamiento a los laicos a tomar en serio sus votos bautismales para aspirar a la santidad. El capítulo de Lumen Gentium sobre los laicos es bello y profundo. Los fieles son llamados a vivir su bautismo y su confirmación como valientes testigos de la fe en la sociedad secular. Este llamamiento fue profético. Sin embargo, después del Concilio, este llamamiento a los laicos fue utilizado de un modo abusivo por el establishment progresista en la Iglesia y también por muchos funcionarios y burócratas eclesiásticos. Frecuentemente los nuevos burócratas laicos (en determinados países europeos) no eran ellos mismos testigos sino que ayudaban a destruir la fe en los consejos parroquiales y diocesanos y en otros consejos oficiales. Desafortunadamente estos burócratas laicos eran a menudo engañados por el Clero y los Obispos.

El período después del Concilio nos dio la impresión de que uno de los principales frutos del mismo fuera la burocratización. Esta burocratización mundana en las décadas posteriores al Concilio a menudo paralizó el fervor espiritual y sobrenatural en una considerable medida y, en lugar de la primavera anunciada, llegó un momento de invierno espiritual. Bien conocidas e inolvidables permanecen las palabras con las cuales Paulo VI diagnosticó honestamente el estado de la salud espiritual de la Iglesia después del Concilio: “Se creía que, después del Concilio, el sol habría brillado sobre la historia de la Iglesia. Pero en lugar del sol, han aparecido las nubes, la tempestad, las tinieblas, la incertidumbre. Predicamos el ecumenismo y nos distanciamos cada vez más de los otros. Buscamos cavar abismos en vez de colmarlos.” (Homilía del 29 de junio de 1972).

En este contexto, el Arzobispo Marcel Lefebvre, en particular, fue quien a una escala más amplia y con una franqueza comenzó (si bien no fue el único que lo hizo) en un ámbito más vasto y con una franqueza similar a la de algunos de los grandes Padres de la Iglesia, a protestar contra el debilitamiento y la dilución de la Fe católica, particularmente en lo que dice respecto al carácter sacrificial y sublime del rito de la Santa Misa, que se estaba difundiendo en la Iglesia, sustentado, o al menos tolerado, también por las autoridades de alto rango de la Santa Sede. En una carta dirigida al Papa Juan Pablo II al comienzo de su Pontificado, el Arzobispo Lefebvre describe de manera realista y apropiada en una breve síntesis la verdadera magnitud de la crisis de la Iglesia. Impresiona la perspicacia y el carácter profético de la siguiente afirmación: “El diluvio de novedades en la Iglesia, aceptado y alentado por el Episcopado, un diluvio que devasta todo en su camino: la fe, la moral, la Iglesia institución: no podían tolerar la presencia de un obstáculo, de una resistencia. Tuvimos entonces la oportunidad de dejarnos llevar por la corriente devastadora y de unirnos al desastre, o de resistir al viento y a las olas para salvaguardar nuestra fe católica y el sacerdocio católico. No podemos dudar. No podíamos dudar. Las ruinas de la Iglesia están aumentando: el ateismo, el abandono de las iglesias, la desaparición de las vocaciones religiosas y sacerdotales son de tal magnitud que los Obispos están comenzando a despertarse” (Carta del 24 diciembre de 1978). Estamos ahora asistiendo a la culminación del desastre espiritual en la vida de la Iglesia que el Arzobispo Lefebvre ya señaló tan vigorosamente hace cuarenta años.

Al acercarnos a cuestiones relativas al Concilio Vaticano II y a sus documentos se deben evitar interpretaciones forzadas o el método de la “cuadratura del círculo”, manteniendo naturalmente todo el respeto y el sentir eclesiástico (sentire cum ecclesia). El principio de la hermenéutica de la continuidad no puede ser utilizado ciegamente a los efectos de eliminar a priori eventuales problemas evidentemente existentes o para crear una imagen de armonía, mientras persisten en la hermenéutica de la continuidad matices de incertidumbre. En efecto, tal enfoque transmitiría de manera artificial y no convincente el mensaje de que cada palabra del Concilio Vaticano II es inspirada por Dios, infalible y a priori en perfecta continuidad con el Magisterio precedente. Dicho método infringiría la razón, la evidencia y la honestidad y no rendiría honor a la Iglesia.

Tarde o temprano – tal vez después de cien años – la verdad será declarada tal como es. Existen libros con fuentes documentadas y demostrables que suministran profundizaciones históricamente más realísticas y reales sobre los hechos y las consecuencias respecto al evento del mismo Concilio Vaticano II, a la redacción de sus documentos y al proceso de interpretación y aplicación de sus reformas en las últimas cinco décadas. Son por ejemplo recomendables los siguientes libros que pueden ser leídos con provecho: Romano Amerio, Iota Unum: un estudio sobre los cambios en la iglesia católica en el siglo XX (1996); Roberto de Mattei, El Concilio Vaticano II: una historia nunca escrita (2010); Alfonso Gálvez, El invierno Eclesial (2011).

Los temas siguientes: el llamado universal a la santidad, el papel de los laicos en la defensa y el testimonio de la fe, la familia, como iglesia doméstica y la enseñanza sobre María Santísima– son los que se pueden considerar contribuciones verdaderamente positivas y duraderas del Concilio Vaticano II.

En los últimos 150 años la vida de la Iglesia fue sobrecargada con una insana papolatría a tal punto que ha surgido una atmósfera en la cual se atribuye un papel de centralidad a los hombres de la Iglesia en lugar de a Cristo y a Su Cuerpo Místico, y esto representa a su vez un antropocentrismo escondido. De acuerdo con la visión de los Padres de la Iglesia, la Iglesia es únicamente la luna (mysterium lunae), y Cristo es el sol. El Concilio fue una demostración de un rarísimo “Magisterio-centrismo”, pues con el volumen de sus prolijos documentos superó de lejos a todos los otros Concilios. Sin embargo, el Concilio Vaticano II también suministró una bellísima descripción de lo que es el Magisterio, que nunca antes había sido dada en la historia de la Iglesia. Está en el documento Dei Verbum, n. 10, donde está escrito: “Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve”

Por “Magisterio-centrismo” se entiende a los elementos humanos y administrativos, especialmente la producción excesiva y continua de documentos y frecuentes forums de discusión (con la consiga de la “sinodalidad”) que fueron colocados en el centro de la vida de la Iglesia. Si bien los Pastores de la Iglesia deben siempre ejercitar con celo el munus docendi, la inflación de los documentos y con frecuencia de los documentos prolijos, se reveló sofocante. Documentos menos numerosos, más breves y concisos habrían tenido un mejor efecto.

Un ejemplo clarísimo del malsano “Magisterio-centrismo”, donde representantes del Magisterio no se comportan como siervos sino como dueños de la tradición, es la reforma litúrgica de Paulo VI. En cierto sentido, Paulo VI se colocó por encima de la Tradición -no de la Tradición dogmática (lex credendi), sino de la gran Tradición litúrgica (lex orandi). Paulo VI se atrevió a iniciar una verdadera revolución en la lex orandi. Y en cierta medida, actuó en desacuerdo con la afirmación del Concilio Vaticano II el cual en Dei Verbum, n. 10 afirma que el Magisterio solo es el servidor de la Tradición. Debemos colocar a Cristo en el centro, Él es el sol: lo sobrenatural, la consistencia de la doctrina y de la liturgia y toda la verdad del Evangelio que Cristo nos ha enseñado.

A través del Concilio Vaticano II, y ya con el Papa Juan XXIII, la Iglesia comenzó a presentarse al mundo, a coquetear con el mundo y a manifestar un complejo de inferioridad con relación a él. Sin embargo, los clérigos, en particular los Obispos y la Santa Sede, tienen el deber de mostrar a Cristo al mundo, no a sí mismos. El Vaticano II dio la impresión de que la Iglesia Católica había comenzado a mendigar simpatía al mundo. Esto ha continuado en los pontificados postconciliares. La Iglesia pide la simpatía y el reconocimiento del mundo; eso no es digno de ella y no ganará el respeto postconciliar. La Iglesia pide la simpatía de quienes verdaderamente buscan a Dios. Debemos pedir simpatía a Cristo, a Dios y al cielo.

Algunos que critican al Concilio Vaticano II afirman que, si bien tiene aspectos buenos, es como una torta con un poco de veneno, y entonces todo el pastel tiene que ser desechado. Pienso que no podemos seguir ese método y ni siquiera el método de «tirar al bebé con el agua sucia». Con relación a un Concilio Ecuménico legítimo, aunque existían puntos negativos, debemos mantener una actitud global de respeto. Debemos valorar y estimar todo aquello que es verdadero y verdaderamente bueno en los textos del Concilio, sin cerrar irracionalmente y deshonestamente los ojos de la razón a aquello que es objetiva y evidentemente ambiguo en algunos de los textos y a aquello que puede inducir al error. Es necesario recordar siempre que los textos del Concilio Vaticano II no son la inspirada Palabra de Dios, ni son juicios dogmáticos definitivos o declaraciones infalibles del Magisterio, porque el mismo Concilio no tenía esa intención.

Otro ejemplo es Amoris Laetitia. Ciertamente existen muchos punto que deben criticarse doctrinalmente. Pero existen algunas secciones que son muy útiles, verdaderamente buenas para la vida familiar, como por ejemplo sobre los ancianos en la familia: de suyo son muy buenos. No se debe rechazar todo el documento sino recibir aquello que es bueno. Lo mismo vale para los textos del Concilio.

Aunque antes del Concilio todos tenían que hacer el juramento anti-modernista, promulgado por el Papa Pío X, algunos teólogos, sacerdotes, obispos e incluso cardenales lo hicieron con reservas mentales, tal como lo demostraron los hechos históricos posteriores. Con el pontificado de Benedicto XV, comenzó una lenta y cauta infiltración de eclesiásticos con un espíritu mundano y parcialmente modernista a altos cargos en la Iglesia. Esta infiltración creció sobretodo entre los teólogos a tal punto que después el Papa Pío XII debió intervenir condenando algunas ambigüedades y errores de importantes teólogos de la llamada “nouvelle théologie” (Chenu, Congar, De Lubac, etc.), publicando en 1950 la encíclica Humani generis. Sin embargo, del pontificado de Benedicto XV en adelante, el movimiento modernista estaba latente y en continuo crecimiento. Y así, en la vigilia del Concilio Vaticano II, una parte considerable del episcopado y de los profesores en la facultad teológica y de los seminarios estaba embebida de una mentalidad modernista, que es esencialmente relativismo doctrinal y moral, como así también mundanismo, amor por el mundo. En la vigilia del Concilio, estos cardenales, obispos y teólogos adoptaron la “forma” – el modelo de pensamiento– del mundo (cfr. Rm. 12, 2), queriendo complacer al mundo (cfr. GAL. 1, 10). Demostraron un claro complejo de inferioridad con relación al mundo.

También el Papa Juan XXIII demostró una suerte de complejo de inferioridad con relación al mundo. No tenía una mentalidad modernista, pero tenía un estilo político de ver al mundo y extrañamente mendigaba simpatía al mundo. Tenía seguramente buenas intenciones. Convocó el Concilio que después abrió un enorme portón hacia el interior de la Iglesia al movimiento modernista, protestantizante y mundano. Muy significativa es la aguda observación hecha por Charles de Gaulle, Presidente de Francia desde 1959 a 1969, respecto al Papa Juan XXIII y al proceso de reformas iniciado con el Concilio Vaticano II: “Juan XXIII abrió las puertas y aún no ha podido cerrarlas. Era como si un dique se hubiera derribado. Juan XXIII fue superado por aquello que desencadenó.” (ver Alain Peyrefitte, C’était de Gaulle, París, 1997, 2, 19).

El discurso de “abrir las ventanas” antes y durante el Concilio era una suerte de ilusión y una causa de confusión. Estas palabras causaron en mucha gente la impresión de que el espíritu de un mundo no creyente y materialista, ya evidente en aquel tiempo, podía transmitir algunos valores positivos para la vida de la Iglesia. Por el contrario, la autoridad de la Iglesia en aquellos tiempos habría debido declarar expresamente el verdadero significado de la expresión “abrir las ventanas”, que consiste en abrir la vida de la Iglesia al aire fresco de la belleza y de la claridad inequívoca de la verdad divina, a los tesoros de la santidad siempre joven, a la luz sobrenatural del Espíritu Santo y de los Santos, a una liturgia celebrada y vivida con un sentido siempre más sobrenatural, sacro y reverente. A lo largo del tiempo, durante la era post-conciliar, los portones parcialmente abiertos dejaron espacio para un desastre que provocó daños enormes a la doctrina, a la moral y a la liturgia. Hoy, el agua de la inundación que entró está alcanzando niveles peligrosos. Estamos viviendo el auge del desastre.

Hoy el velo fue levantado y el modernismo reveló su verdadero rostro, que consiste en la traición a Cristo y en el volverse amigo del mundo, adoptando al mismo tiempo su modo de pensar. Una vez terminada la crisis en la Iglesia, el Magisterio tendrá el deber de rechazar formalmente todos los fenómenos negativos de las últimas décadas en la vida de la Iglesia. La Iglesia lo hará porque es divina. Lo hará con precisión y corregirá los errores que se han acumulado, comenzando con algunas expresiones ambiguas en los textos del mismo Concilio Vaticano II.

El modernismo es como un virus escondido, escondido en parte también en algunas afirmaciones del Concilio, pero que ahora se ha manifestado plenamente. Después de la crisis, después de esta grave infección espiritual, la claridad y la precisión de la doctrina, la sacralidad de la liturgia y la santidad de la vida del Clero resplandecerán más intensamente. La Iglesia lo hará de un modo inequívoco, como lo ha hecho en épocas de grave crisis doctrinal y moral en los últimos dos mil años. Enseñar claramente la verdad del depósito divino de la fe, defender a los fieles del veneno del error y conducirlos de un modo seguro a la vida eterna pertenece a la misma esencia de la misión divinamente confiada al Papa y a los Obispos.

El documento Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II nos ha recordado la genuina naturaleza de la verdadera Iglesia, “de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos. ” (n. 2).

S. E. Mons. Athanasius Schneider