ADELANTE LA FE
La comunión, ¿en la boca o en la mano? Roberto De Mattei
INFOCATÓLICA
SECRETUM MEUM MIHI
Selección por José Martí
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
«La interpretación del Concilio Vaticano II difundida por la así llamada «Escuela de Bolonia» fue una agenda para la refundación de la Iglesia católica, de acuerdo con las ideas de la Ilustración y la crítica religiosa: en otras palabras, la transformación de la Iglesia de Dios en una iglesia civil, sin la divinidad de Cristo. No es otra cosa que apostasía disfrazada, porque los obispos y el Papa «son los únicos sucesores de los apóstoles y vicarios de Cristo, que no tienen el derecho a fundar otra iglesia, transmitir una fe diferente y administrar otros sacramentos que aquellos instituidos por Cristo» (Santo Tomás de Aquino, Summa Teológica III, q.64 a.2 ad 3). ¿De dónde recibirían los arquitectos de su propia iglesia la autoridad para adoctrinar, integrar y, en el caso de desobediencia, excomulgar a los fieles de Cristo, apartarlos de los magisterios dados a ellos por Cristo y ridiculizarlos en los medios de comunicación contrarios a la Iglesia?»; «Aunque esté justificado hablar del principio sinodal en la interacción entre obispos, sacerdotes y laicos, no deberíamos pasar por alto su defecto original. Este consiste en el error político de considerar que en la Iglesia el problema principal gira en torno al poder que ahora tiene que ser limitado «democráticamente». Hablar de «división de poderes en la Iglesia es populismo e ignorancia teológica». De imprescindible lectura como casi todo lo de Müller en estos momentos en que el Sínodo Alemán parece que pretende retomar sus reclamaciones olvidando el drama de la peste y el fracaso amazónico que tan lejano nos parece.
«La Iglesia reconoce a Cristo como el más bello de los hombres; la gracia derramada en sus labios manifiesta la belleza interior de su palabra, la gloria de su anuncio. De este modo, no sólo la belleza exterior con la que aparece el Redentor es digna de ser glorificada, sino que en Él, sobre todo, se encarna la belleza de la Verdad, la belleza de Dios mismo, que nos atrae hacia sí y a la vez abre en nosotros la herida del Amor, la santa pasión («eros») que nos hace caminar, en la Iglesia esposa y junto con ella, al encuentro del Amor que nos llama.»
«Los obispos italianos no podemos aceptar ver comprometido el ejercicio de la libertad de culto […] Después de semanas de negociaciones en las que la CEI presentó las Directrices y Protocolos para enfrentar una fase transitoria en el pleno respeto de todas las normas sanitarias, el Decreto del Presidente del Consejo de Ministros publicado esta tarde excluye arbitrariamente la posibilidad de celebrar la Misa con el pueblo. Recordamos a la Presidencia del Consejo y al Comité Técnico Científico el deber de distinguir entre su responsabilidad, dando indicaciones precisas de carácter sanitario, y la de la Iglesia, llamada a organizar la vida de la comunidad cristiana, de conformidad con las medidas dispuestas, pero en la plenitud de su propia autonomía».La autoridad y la credibilidad de la Iglesia, con connotaciones cada vez más relativistas y sociológicas, ha perdido consistencia, tanto respecto a los fieles como en las relaciones con el mundo mismo. Abandonando los derechos divinos por los supuestos derechos humanos, los hombres, autores de leyes contra el hombre y contra Dios, como el aborto, y de virus ideológicos contagiosos, miran hacia abajo y no hacia el Cielo, por lo que muchos pastores ya no pueden discernir entre lo que es malo y lo que es bueno. Desconcentrados y perdidos, gran parte de los ministros de cosas sagradas han perdido la sobrenaturalidad de la fe y, por lo tanto, se convierten en escrupulosos examinadores de la crónica terrenal, huyendo del admirable horizonte de lo sobrenatural, el único capaz de resolver problemas, contradicciones, falacias y desacuerdos terrenales. De esta manera es olvidado lo esencial de la Religión revelada por el Salvador para volver la mirada hacia el mismo pecado, el enemigo por excelencia de las almas.