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jueves, 7 de abril de 2016

Pensamientos previos a la exhortación apostólica Amoris Laetitia [José Martí]


Con fecha 12 de Marzo de 2016 escribí un artículo titulado "Pendientes de la Exhortación Apostólica de Marzo sobre el Sínodo de la Familia", cuya lectura aconsejo, pues hay en dicha entrada numerosos enlaces a este tema de tanta trascendencia. Ahora ya se sabe que la susodicha Exhortación Apostólica post-sinodal del Papa Francisco saldrá a la luz el viernes, 8 de abril, según radio vaticana y su título será "Amoris Laetitia" (la alegría del amor).

Mi opinión al respecto es la misma que escribí entonces y a la que ahora aludo, y reproduzco "prácticamente" aquí otra vez ... aunque sólo las conclusiones, dado que se ha atrasado la aparición de dicha Exhortación. 


Como entonces dije -y ahora repito- no es de esperar que se produzca ningún tipo de cambios en la doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio, la cual teóricamente seguirá siendo la misma. Nunca se dirá que el matrimonio no es indisoluble, pues ello iría directamente en contra de la Doctrina de Jesucristo, ..., y podría producirse fácilmente un cisma en el seno de la Iglesia Católica.

No sé lo que ocurrirá, pero conociendo un poco al papa Francisco y su "obsesión" por el tema de la misericordia, pienso -es tan solo mi opinión- que se dirá algo así como que pueden haber distintas acciones pastorales para cada caso, sin que por ello se toque para nada la Doctrina, lo que así dicho, suena bien. Luego hay que atenerse a los hechos.

Pienso, por ejemplo, que en el tan manido tema de la comunión de los divorciados y vueltos a casar, se hablará de acompañamiento y de comprensión y se dará poder a las diferentes Conferencias Episcopales para que tomen la decisión que consideren adecuada, teniendo en cuenta el sufrimiento por el que atraviesan estas personas y su "buena disposición" ... de modo tal que, en esos casos, se podría considerar que el primer matrimonio no es válido, siéndolo, en cambio, el segundo ... todo ello será justificado como una medida pastoral y como un acto de misericordia. Por supuesto que será necesario estudiar caso por caso.

La decisión final sería tomada a raíz de varios "diálogos" de las personas afectadas con su confesor, recayendo sobre éste el marrón. Imagino que saldrá a relucir también el tema de las parejas de hecho y otros semejantes. 


Y siempre, siempre, se dirá -como "justificación"- que estamos en otros tiempos y que la Iglesia tiene que amoldarse a ellos y no quedarse fija en el pasado; en fin, pura palabrería pero que, en la praxis, dará lugar a la ruptura del vínculo "en algunos casos", aduciendo que se trata de un problema pastoral muy concreto. 


¡Pero la Pastoral no puede separarse de la Doctrina! ... Una vez abierta la puerta, so capa de misericordia "engañosa", el desastre está servido.


Lo que pase después sólo Dios lo sabe ... desde luego, no será bueno ni para los divorciados vueltos a casar, a quienes se les estará engañando, para tranquilizar su conciencia ni, por supuesto, para la Iglesia, que -por desgracia- se está convirtiendo, cada día más, en una organización meramente humana, una religión del hombre, una religión sin Dios, en definitiva, donde lo único que cuenta es el consenso, la sinodalidad , el vive y deja vivir, el ecumenismo sincrético (que no es nada) y el diálogo interreligioso (que es absurdo) 


... En definitiva: una "religión" inventada por el hombre, que no tiene nada que ver con la Religión Católica de dos mil años de historia, cuyo Fundador fue Jesucristo. Una "nueva Iglesia", en definitiva (se diga lo que se diga) ... con lo que eso supone con respecto a la Iglesia "antigua", porque no debemos (no nos conviene) olvidar que "de Dios nadie se ríe" (Gal 6, 7).

Será cuestión de poco tiempo, pero lo que se avecina no es bueno; y todo ello por el complejo eclesial frente al mundo, a fin de que todos oigan lo que quieren oír: "Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán lo doctrina sana sino que, dejándose llevar de sus caprichos, reunirán en torno a sí maestros que halaguen sus oídos; y se apartarán de la verdad, volviéndose a las fábulas" (2 Tim 4, 3-4). Y aquí sólo cabe añadir estas palabras de nuestro Señor: "Quien tenga oídos para oír, que oiga" (Mc 4, 23)

Se pretende justificar lo injustificable, relativizándolo todo, a fin de que todos vivan con la conciencia tranquila: "Los que son cristianos, con la Biblia, y los que son musulmanes con el Corán, con la fe que recibieron de sus padres. Dios es un solo: el mismo". Esto son palabras del Santo Padre. 


Pues bien, aunque Francisco diga otra cosa, lo cierto es que la verdad es perenne y no depende de las culturas. Hay verdades absolutas, por más que esto se niegue en el mundo en el que vivimos que, para desgracia suya, ha optado por la mentira. Esa Verdad es el propio Cristo "en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col 2, 3).

Y esta Palabra de Dios, que es Jesucristo, "es viva y eficaz, y más cortante que una espada de doble filo; entra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquél a quien hemos de rendir cuenta" (Heb 4, 12-13)

El cuidado amoroso de los pastores por sus ovejas pasa por decirles siempre la verdad. Y la verdad es que no se pueden considerar excepciones en el precepto dado por Jesucristo acerca de la indisolubilidad del matrimonio


Fue Jesucristo quien dio ese precepto, Jesucristo, que es "rico en misericordia" y que "es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13, 8). Jesucristo, que fue quien dijo: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31) pues son "Espíritu y Vida" (Jn 6, 63) y, por lo tanto, de perenne actualidad, válidas para los hombres de todos los tiempos y lugares ... también para nuestro tiempo: ¡ sí, también! Sobre todo para nuestro tiempo que es en el que vivimos; de lo que hagamos -o no hagamos- tendremos que rendir cuentas ante Dios.

La referencia siempre es Jesucristo. Y esto fue lo que dijo Jesucristo, con relación al matrimonio, cuando los fariseos, para tentarle, le preguntaron si le es lícito al marido repudiar a su mujer. A la pregunta que Jesús les hace sobre lo que Moisés les mandó, le responden que "Moisés permitió darle escrito el libelo de repudio y despedirla". Entonces Jesús les dijo: "Por la dureza de vuestro corazón os escribió ese precepto. Pero en el principio de la creación los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". Una vez en la casa, sus discípulos volvieron a preguntarle sobre esto. Y les dijo: "Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio" (Mc 10, 4-12).

Y san Pablo escribe a los corintios: "No os engañéis: ni los fornicamos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los injuriosos, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios" (1 Cor 6, 9-10). Como vemos, san Pablo no se anda con palabras de doble sentido.

En cuanto a Jesús, como hemos podido leer, no puede ser más claro ni sus palabras más actuales. ¿Nos quedamos con lo que nos diga cualquiera, por muy alto que se encuentre en la Jerarquía eclesiástica, o nos quedamos con lo que Jesús nos ha enseñado y la Iglesia de siempre nos ha transmitido con fidelidad a lo recibido?


De todos modos, esperemos a ver qué es lo que nos dice el santo Padre en su Exhortación Apostólica sobre la familia: ¡Ojalá que me equivoque en mis apreciaciones!



José Martí

Veterum Sapientia, Constitución Apostólica del papa Juan XXIII, relegada al olvido más completo (José Martí)





La Constitución Apostólica "Veterum Sapientia" de Juan XXIII del año 1962, que hace especial mención al estudio obligatorio del latín por parte de los aspirantes al sacerdocio, ha caído en el olvido ... si es que alguna vez ha llegado a conocerse. El hecho real es que no se ha llevado a la práctica nada de lo que ahí se dice, aun cuando el Papa hace en ella uso de su autoridad suprema, sancionándola de modo definitivo hasta el extremo de afirmar que ninguna otra prescripción o costumbre, por buena que sea, puede entrar en vigor si se opone a lo que él prescribe.

Las Constituciones Apostólicas se publican como Bulas Papales debido a su forma solemne y pública. La categoría más alta después de una Constitución Apostólica es una Encíclica. Para conocer la importancia de los documentos pontificios se puede hacer clic aquí

Ejemplos de Constituciones Apostólicas tenemos la "Quo Primore Tempore" de Pío V (1570), sobre la Misa Tridentina (cuya lectura nos lleva a entender el porqué del "Summorum Pontificum" de Benedicto XVI, de 14 de Septiembre de 2007, según el cual la Misa Tradicional nunca había sido abrogada) y la "Munificentissimus Deus" de Pío XII (1950) acerca del dogma de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos. 
Puesto que son muy pocos los que conocen la Constitución Apostólica Veterum Sapientia de Juan XXIII (1962) hago aquí un extracto de lo que considero más relevante de ella:



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La lengua latina, por su naturaleza, se adapta perfectamente para promover toda forma de cultura en todos los pueblos: no suscita envidias, se muestra imparcial con todos, no es privilegio de nadie y es bien aceptada por todos. No se puede olvidar que la lengua latina tiene una estructura noble y característica; un estilo conciso, diverso, armonioso, lleno de majestad y dignidad, que contribuye de una manera singular a la claridad y a la solemnidad.

La lengua usada por la Iglesia debe ser no solamente universal sino también inmutable. Pues si se confiaran las verdades de la Iglesia católica a alguna o a varias lenguas modernas, aunque no fuera ninguna superior a las demás, sucedería ciertamente que, siendo diversas, no aparecería claro y suficientemente preciso el sentido de tales verdades y, por otra parte, no habría ninguna lengua que sirviese de norma común y constante, que pudiera regular el sentido exacto de las demás.

Pues bien, la lengua latina, sustraída desde hace siglos a las variaciones de significado que el uso cotidiano suele producir en las palabras, debe considerarse como fija e invariable, porque los nuevos significados de algunas palabras latinas exigidos por el desarrollo, por la explicación y defensa de las verdades cristianas, han sido ya desde hace tiempo determinados establemente.

Puesto que la Iglesia católica, al ser fundada por Cristo supera en mucho la dignidad de las demás sociedades humanas, es justo que no se sirve de una lengua popular aunque sea noble y augusta.

Además, la lengua latina que podríamos llamar con razón católica, al ser consagrada por el continuo uso que ha hecho de ella la Sede Apostólica, madre y maestra de todas las Iglesias, hay que guardarla como un tesoro ... de incomparable valor. (...)

Es una puerta que pone en contacto directo con las verdades cristianas transmitidas por la Tradición y con los documentos de la Doctrina de la Iglesia y, finalmente, es un lazo eficacísimo que une en admirable e inalterable continuidad la Iglesia de hoy con la de ayer y la de mañana.

No hay nadie que pueda poner en duda la especial eficacia que tienen tanto la lengua latina, en general, como la cultura humanística, para el desarrollo y formación cultural de los jóvenes. Pues ella cultiva, madura, perfecciona las principales facultades del espíritu; proporciona agilidad mental y exactitud en el juicio, desarrolla y consolida las jóvenes inteligencias para que puedan abarcar y apreciar justamente todas las cosas y, finalmente, enseña a pensar y a hablar con un gran orden.

Por estos merecimientos la Iglesia la ha sostenido siempre y la sostiene.

Si se ponderan bien estos méritos, se comprenderá fácilmente por qué, con tanta frecuencia, los Papas no solamente han exaltado la importancia y excelencia de la lengua latina, sino también han prescrito su estudio y su empleo a los sagrados ministros del clero secular y regular, denunciando claramente los peligros derivados de su abandono.

(...) Puesto que el empleo del latín se somete en nuestros días a discusión en muchos sitios, y muchos preguntan el pensamiento de la Santa Sede a este respecto, hemos decidido dar oportunas normas, que se enuncian en este solemne documento, para que se mantenga el antiguo e ininterrumpido uso de la lengua latina y, donde haya caído en abandono, sea absolutamente restablecido.

Después de haber examinado y cuidadosamente ponderado lo que hasta ahora hemos expuesto, conscientes de Nuestro oficio y de Nuestra autoridad, establecemos y ordenamos cuanto sigue:

(...) 3. Como está establecido por el Código y por Nuestros Predecesores, los aspirantes al sacerdocio, antes de comenzar los estudios propiamente eclesiásticos, deben ser instruidos con sumo cuidado en la lengua latina por profesores expertos, con métodos adaptados y durante un período razonable, para que no suceda que, llegados a las disciplinas superiores, por una culpable ignorancia del latín, no puedan entenderlas plenamente y mucho menos ejercitarse en las disputas escolásticas con las que las mentes juveniles se preparan para la defensa de la verdad. Estas normas también tienen valor para los que han sido llamados por Dios al sacerdocio ya en edad adulta, sin haber realizado estudios clásicos o demasiado insuficientes. Ninguno, pues, podrá ser admitido al estudio de la filosofía o de la teología, sin estar suficientemente instruido en esta lengua y sin dominar su empleo.

(...) 8. Ordenamos también a la Sagrada Congregación de Estudios que prepare una reglamentación de los estudios latinos —que deberá ser seguida por todos fielmente— para que cuantos la cumplen puedan obtener un conveniente conocimiento y empleo de esta lengua.

(...) Cuanto con esta constitución hemos establecido, decretado, ordenado e impuesto, queremos y mandamos con nuestra autoridad, que quede todo firme y sancionado definitivamente, y que ninguna otra prescripción, concesión o costumbre, aun digna de especial mención, tenga vigor en contra de cuanto aquí se ordena.

Dado en Roma. junto a San Pedro, el 22 de febrero, fiesta de la Cátedra de San Pedro, el año 1962, cuarto de Nuestro Pontificado.


JUAN XXIII

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Ha habido, pues, una ocultación a todos los católicos, de esta Constitución tan sumamente importante para el devenir de la Iglesia. De haberla tenido en cuenta, no se hubiera producido el cambio de la Misa Tradicional a lo que ha dado en llamarse Novus Ordo, la llamada Misa de Pablo VI, una Misa en cuya confección hubo diez personas: tres de ellas eran protestantes y de las otras tres, el director de la Comisión, el cardenal Bugnini, se descubrió más adelante que era masón ... lo que no fue óbice para que (aun conociendo estos hechos) se implantara la nueva Misa en 1970 por el papa Pablo VI. Conforme a Derecho Canónico, sin embargo, según se ha demostrado después, la Misa Tradicional siempre ha estado en vigor, desde la Constitución Apostólica, dada en forma de bula papal y emitida por el papa San Pío V el 14 de Julio de 1570: la codificación que aprobó San Pío V por medio de esta Bula, no podría ser jamás abrogada.

Así se demostró posteriormente en un estudio que encargó el Papa Juan Pablo II sobre la Forma Tradicional del rito romano, en el año 1986, a una Comisión de nueve cardenales expertos (entre ellos el cardenal Ratzinger, junto a otros como Mayer, Oddi, Stickler, Casaroli, Gantin, Palazzini, Tomko e Innocenti). Como resultado del mismo se dictaminó que la Misa Tradicional aprobada por San Pío V jamás había sido derogada ni jamás podría serlo .

Aun así, hemos tenido que esperar todavía casi veinte años, cuando el cardenal Ratzinger que ocupaba entonces la silla papal (
año 2007) con el nombre de Benedicto XVI, en su motu propio "Summorum Pontificum" afirmó explícitamente que "es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia".

Dada la extrema importancia de esta cuestión y su influencia capital en el futuro para la supervivencia de la Iglesia Católica, dedicaremos a ello alguna entrada más en este blog.


José Martí

martes, 5 de abril de 2016

El vídeo del Papa - 4 (Abril 2016): Pequeños agricultores


Duración: 1 min 20 seg

Como es ya habitual en el papa Francisco, no nombra a Jesucristo (incluso esconde la cruz) y se dedica a hablar de temas humanitarios, pero sin una visión sobrenatural, incurriendo, como casi siempre, en errores teológicos, como cuando afirma, otra vez, que todos, por el mero hecho de ser personas, somos hijos de Dios ... ¡y no es esa la enseñanza de Jesucristo ni del Magisterio perenne de la Iglesia! A través del bautismo pasamos a formar parte de la familia de los hijos de Dios, lo que es pura gracia, sin merecimiento alguno por nuestra parte por el simple hecho de ser personas. 

Es absolutamente cierto que el obrero merece su salario y un salario digno. Pero no es la retribución de sus esfuerzos lo que dignifica al hombre sino el propio trabajo que no sólo no es una carga sino lo que, entre otras cosas, da un sentido a la vida. Es necesario para todo hombre el tener entre manos una tarea que realizar, pues para eso fue creado: "Dios creó al hombre para que trabajara" (Gen 2, 15), donde es de resaltar que esta circunstancia ocurrió previamente al pecado. 

El trabajo no es consecuencia del pecado: sí lo es "el sudor de la frente" (Gen 3, 19), pero éste tuvo lugar después del pecado de nuestros primeros padres. Además, desde un punto de vista cristiano, el trabajo nos lleva a asemejarnos a Jesucristo, lo cual ya es más que suficiente como para que seamos felices trabajando ... aun cuando la remuneración no sea siempre la que debiera de ser. Éste es un tema que debe de ser resuelto, pero nunca desde consideraciones de "lucha de clases" (de "ricos" y "pobres"), que son típicamente marxistas ... 

Éstas son las palabras de Jesús: "Aunque alguien tenga abundancia de bienes, su vida no depende de lo que posee" (Lc 12, 15). La avaricia, la envidia y el odio hacia los que tienen más que nosotros, no son virtudes cristianas y no son buenos. Además, ¡se puede incitar a ellos de muchas maneras, incluso haciendo uso de  "bellas" palabras que lo son tan solo en apariencia! Cuando uno de la muchedumbre le dijo a Jesús: "Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo", Él le respondió: "Hombre, ¿quién me ha constituido juez o encargado de repartir entre vosotros?" (Lc 12, 13-14). No era esa la misión que el Padre le había encomendado. Y la misión de los apóstoles es la misma que la de Jesús: "Como el Padre me envío así os envío Yo a vosotros" (Jn 20, 21). El que hace otra cosa no actúa como buen discípulo de Jesucristo, incluso aun cuando fuese el mismo Papa.

El problema es que hay mucha gente que piensa -no entro en sus intenciones- que todo lo que dice el papa es poco menos que "palabra de Dios", lo que es un grave error. El Papa se equivoca. No es infalible. Sólo lo es si habla "ex cathedra". Esto no ha ocurrido ni va a ocurrir con el papa Francisco. Sobre este asunto de la papolatría hay un interesante vídeo que reproduzco en la siguiente entrada.

José Martí

lunes, 4 de abril de 2016

Sobre la entrevista al papa emérito Benedicto XVI




El texto completo de dicha entrevista se encuentra en “secretum mihi meum”. (1 de abril de 2016). También puede pincharse aqui. Tuvo lugar el pasado mes de octubre en Roma y el autor de la misma es Jacques Servais, discípulo de Hans Urs Von Balthasar y estudioso de su obra.

Yo resumo aquí bastante tanto las preguntas como las respuestas, para que no se haga excesivamente largo el artículo; de modo que no coloco todas las preguntas que le hicieron. Tan solo las que más me han impresionado

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P. La experiencia religiosa de Lutero estaba condicionada por el terror ante la cólera de Dios, sentimiento más bien extraño para el hombre moderno, marcado más bien por la ausencia de Dios. La doctrina de san Pablo sobre la justificación de la fe, en este nuevo contexto, ¿puede alcanzar la experiencia “religiosa” , al menos la experiencia “elemental” de nuestros contemporáneos?

R. El hombre de hoy tiene la sensación general de que Dios no puede dejar que se pierda la mayor parte de la humanidad. En este sentido, la preocupación por la salvación, típica de un tiempo, casi ha desaparecido. Sin embargo sigue existiendo, de otra forma, la percepción de que nosotros necesitamos la gracia y el perdón. Para mí es un “signo de los tiempos” el hecho de que la idea de la misericordia de Dios sea cada vez más central y dominante.

[Aquí cita a sor Faustina y sus visiones, a Juan Pablo II y al papa Francisco quien tanto insiste sobre la misericordia]

La misericordia es la que nos mueve hacia Dios mientras que la justicia nos asusta. Por eso es tan atractiva la parábola del buen samaritano para el hombre moderno quien espera, en el fondo, un amor salvífico que sea donado gratuitamente. Me parece que en el tema de la misericordia divina se expresa de modo nuevo lo que significa la justificación por la fe

[Echo de menos una referencia a la necesidad del arrepentimiento por parte del hombre. Además, parece como si el hombre de hoy tuviese unas necesidades diferentes a las del hombre de ayer, en lo que a la salvación se refiere. Los dogmas no evolucionan. Y la verdad es la misma siempre. Jesús es la Verdad]

P. Cuando san Anselmo dice que el Cristo tenía que morir en la cruz para reparar la ofensa infinita que se le había hecho a Dios y así restaurar el orden destrozado, él usa un lenguaje difícilmente aceptable por el hombre moderno.

R: El concepto de san Anselmo se ha convertido hoy para nosotros en incomprensible. Es tarea nuestra tratar de comprender de modo nuevo la verdad que oculta detrás de esa forma de expresarse.

[El misterio de la cruz siempre es y será incomprensible, pero la cruz es la esencia del cristianismo y la señal del cristiano. Si la forma de expresarse corresponde a la verdad, cualquier otra forma debería de decir lo mismo. La expresión "de modo nuevo" no tiene mucho sentido]

 Por mi parte, presento tres puntos de vista sobre ese argumento:

1. La contraposición entre el Padre que insiste, de modo absoluto, sobre la justicia, y el Hijo, que obedece al Padre y obedeciendo acepta la cruel exigencia de la justicia, no sólo es incomprensible hoy sino que, a partir de la teología trinitaria es, en sí misma, totalmente errónea. El Padre y el Hijo son una sola cosa y, por lo tanto, su voluntad es ab intrínseco una sola.

[Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios. Hay en Él dos voluntades. En cuanto Dios, su voluntad es la voluntad del único Dios. Pero tiene también una voluntad humana. Y ésta, al ser perfectamente hombre, se manifiesta, inicialmente, como un rechazo al sufrimiento: ¡Padre, si es posible, que pase de Mí este cáliz!. Es la tentación de la huida de la cruz, propia de todo hombre … tentación que vence: … ¡pero no se haga mi voluntad sino la tuya!]

Cuando el Hijo en el Huerto de los olivos lucha con la voluntad del Padre no se trata del hecho de que Él deba aceptar para sí una cruel disposición de Dios sino del hecho de atraer a la humanidad hacia la voluntad de Dios. 

[Eso es una interpretación muy personal y no está en conformidad con lo que la Iglesia siempre ha dicho. Jesús es verdaderamente hombre y tiene, por lo tanto, una voluntad humana ... o no sería verdaderamente hombre. En ese sentido es correcto decir: ¡no se haga mi voluntad sino la tuya! "Jesús aprendió, sufriendo, a obedecer", dice san Pablo. Y entonces, en su respuesta libre y amorosa, identificó su voluntad humana con su voluntad divina, pues era verdaderamente Dios y tenía, pues, también, una voluntad divina. Esta voluntad divina del Hijo es Una con la voluntad del Padre, puesto que hay un solo Dios, que tiene una sola voluntad ... sin olvidar que Padre e Hijo son Personas distintas: el Padre no es el Hijo ni el Hijo es el Padre. De ahí que pueda darse entre ellos esa relación maravillosa de Amor, que es el Espíritu Santo] 

Tendremos que volver, a continuación, sobre la relación de las dos voluntades del Padre y del Hijo.

2. Pero, entonces, ¿por qué la cruz y la expiación? En cierto sentido hoy, en los retorcimientos del pensamiento moderno del que hemos hablado antes, la respuesta a esas preguntas es posible formularla de modo nuevo

[Se supone que la contestación debe de ser la misma aunque se usen otras palabras. Los conceptos de tipo dogmático no pueden evolucionar, aun cuando se profundice en ellos a fin de conocerlos cada vez mejor].

Situémonos ante la increíble y sucia cantidad de mal, de violencia, de mentira, de odio, de crueldad y de soberbia, que infectan y arruinan a todo el mundo. Esta masa de mal no puede ser simplemente declarada inexistente, tampoco por parte de Dios.

[¡Nunca se ha dicho tal cosa en la Iglesia: Dios no ignora nuestros pecados ni los males que se ocasionaron a raíz del pecado original, entre ellos el sufrimiento y la muerte!]

Ella debe ser depurada, re-elaborada y superada (…). Los cristianos sabían que ante el gran poder del mal sólo un amor infinito podía ser suficiente, sólo una expiación infinita.

[Esto requiere algunos matices. La ofensa a un Ser infinito es infinita. El hombre no puede reparar esa ofensa, puesto que no es Dios. Y entonces Dios interviene en la Historia, haciéndose Él mismo hombre, en la Persona de su Hijo. La justicia de Dios queda así satisfecha, al ser el Hijo infinito, al igual que lo es el Padre y porque es realmente hombre; al hacerse hombre cargó sobre sí con todos los pecados de los hombres de toda la humanidad y de todos los tiempos y apareció como pecador ante su Padre, no siéndolo, y así nos consiguió la posibilidad de entrar, junto a Él, en su Reino. El porqué de este proceder de Dios es algo que se nos escapa, pues se trata del Misterio del mismo Dios, que es Amor, un Misterio que conocemos gracias a Jesucristo]

Ellos sabían que el Cristo crucificado y resucitado es un poder que puede contrarrestar el mal y salvar el mundo. Y sobre estas bases pudieron también entender el sentido de su sufrimiento integrado en el amor sufriente de Cristo y como parte del poder redentor de ese amor (…) Dios sencillamente no puede dejar como está la masa de mal que deriva de la libertad que Él mismo ha concedido. Sólo Él, llegando a formar parte del sufrimiento del mundo, puede redimir al mundo.

[¡Da la impresión de que Dios tiene que justificarse por haber dado libertad al hombre … y por haber permitido que éste usara de ella para desobedecerlo: como si Dios tuviese la culpa del pecado que el hombre cometió y que, por eso mismo, tiene la obligación de redimirnos! Esto suena muy extraño]

3. A partir de estas bases se hace más inteligible la relación entre el Padre y el Hijo. (…) El Padre sostiene la cruz y al crucificado, se inclina con amor sobre Él y, por otra parte, por decirlo así, está junto a Él en la cruz. Así, de un modo grandioso y puro se percibe lo que significa la misericordia de Dios y la participación de Dios en el sufrimiento del hombre.

[¿El Padre sufre también? Pero eso no es lo que está contenido en los Evangelios, en los que se dice claramente que Dios envió a su propio Hijo para expiar por nuestros pecados, “haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz”. Tal idea coincide con la herejía patripasiana, según la cual el Padre se encarnó, nació, sufrió y murió en la cruz … cuando sabemos que quien fue a la cruz fue Jesús. ¿O es que el Padre y el Hijo son la misma Persona? De ser así, ¿cómo es posible, entonces, que hablen entre ellos, como distintos, aun cuando tengan la misma naturaleza divina? Véase lista de herejías ¿Cómo puede Ratzinger decir esas cosas?]

No se trata de una justicia cruel, como tampoco del fanatismo del Padre, sino de la verdad y de la realidad de la creación: de la auténtica e íntima superación del mal que, en última instancia, sólo puede realizarse en el sufrimiento del amor.

[¡La verdad es que hace uso de un lenguaje que no acabo de entender, al decir que de lo que se trata es de la verdad y de la realidad de la creación! ¿Qué tiene que ver esto con la Redención del hombre?]

P. ¿Se puede decir que en las últimas décadas hubo una especie de desarrollo del dogma que el Catecismo debe de tener en cuenta?

R. No cabe duda de que, en este punto, estamos ante una profunda evolución del dogma.

[La pregunta se las trae, pero la respuesta mucho más, como podemos leer a continuación:]

Mientras que los padres y los teólogos del medievo podían todavía ser del parecer que, en esencia, todo el género humano se había convertido al catolicismo y que el paganismo existía sólo en los márgenes, el descubrimiento del nuevo mundo a inicios de la era moderna ha cambiado de forma radical las perspectivas (…) En la segunda mitad del siglo pasado se ha afirmado plenamente que Dios no puede dejar que se pierdan todos los no bautizados y que incluso una felicidad puramente natural para ellos no representa un respuesta real a la cuestión de la existencia humana. Bien es verdad que los grandes misioneros del siglo XVI estaban aún convencidos de que quien no está bautizado está perdido para siempre- y esto explica su compromiso misionero- (…) pero en la Iglesia católica, después del Concilio Vaticano II, esa convicción fue definitivamente abandonada.

[Desde luego que aquí sí que está clarísimo lo que dice Ratzinger. Pero, ¿hicieron mal, entonces, los misioneros en bautizar a la gente, cumpliendo así el mandato de Cristo? ¡Es difícil de entender esta afirmación del cardenal Ratzinger, antiguo Papa Benedicto XVI! Yo tengo el total convencimiento de que lo que hicieron fue en cumplimiento del mandato de Jesucristo: “¡Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura!” Actuaron muy bien, pues condujeron a Dios a mucha gente … ¡y esto sin emplear la violencia! A nadie se le obligaba a creer por la fuerza. Por otra parte, ¿quién ha dicho que Dios deja que se pierdan todos los no bautizados? Dios no es injusto. Y existe una ignorancia invencible. Y eso Él lo sabe muy bien. En cuanto al destino sobrenatural, es algo que no es exigido por nuestra naturaleza humana, sino que es un puro don de Dios, el cual lo ha querido dar sólo a algunos, a aquellos que se bautizan ... y no por eso es injusto con los demás. Finalmente, Dios es el que conoce todos los datos y el Único que tiene todas las respuestas. Creo que es bueno que seamos humildes y reconozcamos nuestra incapacidad para entender todo. Nosotros no somos Dios]

De ello derivó una doble y profunda crisis:

Por una parte esto parece eliminar toda motivación para un futuro compromiso misionero. ¿Por qué se debe tratar de convencer a las personas a aceptar la fe cristiana cuando pueden salvarse incluso sin ella?
Pero también surge una cuestión para los cristianos: se volvió  incierta y problemática la obligatoriedad de la fe y de su forma de vida. Si está quien se puede salvar también de otras formas, ya no es evidente, al final, por qué el cristiano mismo permanece vinculado a las exigencia de la fe cristiana y a su moral. Pero si la fe y la salvación ya no son interdependientes, la fe queda también sin motivación.

[Lo cual es verdad, como decía san Pablo: “Si Jesucristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe. Aún estaríamos en nuestros pecados”]

En los últimos tiempos se formularon diversos intentos con el fin de conciliar la necesidad universal de la fe cristiana con la posibilidad de salvarse sin ella:

[¿Realmente es posible la salvación sin la fe?... ¿se puede dar esta conciliación? La respuesta es negativa ... si nos atenemos a las enseñanzas de la Iglesia]

Recuerdo dos de ellos: Ante todo, la muy conocida tesis de los cristianos anónimos de Karl Rahner. En ella se sostiene que el acto base esencial de la existencia cristiana, que es decisivo en orden a la salvación (…) consiste en la apertura (…) hacia la unidad con Dios. (…) Cuando el hombre se acepta en su ser esencial, realiza lo esencial del ser cristiano, incluso sin conocerlo de modo conceptual.

[¿Se reduce todo, entonces, a una aceptación de sí mismo por parte del hombre para ser cristiano? ¿De dónde saca Rahner esta idea? Desde luego, no del Evangelio]

El cristiano coincide, por lo tanto, con lo humano, y en este sentido es cristiano todo hombre que se acepta a sí mismo incluso si él no lo sabe. Esta teoría es fascinante,

[¡Efectivamente lo es! … ¡Hay que tener mucha imaginación! Lo preocupante es que el mismo Ratzinger, antiguo Papa Benedicto XVI, da la impresión de estar de acuerdo con dicha teoría, aunque no lo diga expresamente. ¿Qué pasaría entonces con los hombres que no se aceptan a sí mismos? Para ellos no sería tan fascinante, aun cuando no lo supieran.]

pero reduce el cristianismo  mismo a una pura presentación consciente de lo que el ser humano es en sí, y por lo tanto descuida el drama del cambio y de la renovación que es central en el cristianismo.

[Esta respuesta necesita de una mayor aclaración para ser entendida correctamente. Además, lo central en el cristianismo es el Amor de Dios]

Menos aceptable es la solución propuesta por las teorías pluralistas de la religión, para las cuales todas las religiones, cada una a su modo, serían caminos de salvación. Y en este sentido, en sus efectos, deben de ser consideradas equivalentes (…) Una recepción tan simplista no es proporcional a la grandeza de la cuestión.

[Digo lo mismo que en el caso anterior: aunque simplifico las respuestas (el original puede leerse aquí), sin embargo, se observa una falta de claridad en las mismas; y de nuevo, al menos a mí me lo parece, da la impresión de que el mismo Ratzinger está de acuerdo con esas ideas, aunque no lo diga expresamente: lo da a entender]

Luego, recordamos a Henri de Lubac y otros teólogos que han dado vigor al concepto de sustitución vicaria.

[¿No iría esto en contra del Papado y a favor de la sinodalidad?]

Para ellos la pre-existencia de Cristo sería expresión de la figura fundamental de la existencia cristiana y de la Iglesia en cuanto tal.

[Jesucristo comenzó a existir como tal cuando la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, se hizo hombre en el vientre de la Virgen María. ¿Qué sentido tiene hablar de que Jesucristo ya existía antes de venir al mundo? ¡Ninguno! Es una elucubración sin ninguna base evangélica. Y me atrevería a decir que es una herejía].

Es verdad que así el problema no está resuelto del todo, pero a mí me parece que ésta es, en realidad, la intuición esencial que también toca la existencia de cada cristiano.

[¡Va a resultar, entonces, que ésa es la postura del cardenal Ratzinger! Me quedo perplejo, la verdad]

Cristo, en cuanto único, era y es para todos (…) Cristianos, por decirlo así, no se es para sí mismos sino, con Cristo, para los demás. (…) Lo que la persona humana necesita para la salvación es la íntima apertura a Dios, la íntima expectativa y fidelidad a Él y esto significa que nosotros, juntamente con el Señor, que hemos encontrado, vamos hacia los demás, y tratamos de hacer visible la venida de Dios en Cristo.

[Todo esto es muy “bonito” pero ¿refleja la verdad? Esta entrevista me deja con mal sabor de boca. Para contrarrestar gran parte de lo que dice habría que escribir un libro]

P. Usted dijo en su libro “Jesús de Nazaret”: ‘La injusticia, el mal como realidad concreta, no se puede ignorar sin más, dejarlo estar. Se debe de acabar con él, vencerlo. Sólo esto es verdadera misericordia”. El sacramento de la confesión, ¿es, y en qué sentido, uno de los lugares en los cuales puede tener lugar una “reparación” del mal cometido?

R. (…) El contrapeso al dominio del mal puede consistir en primer lugar sólo en el amor divino-humano de Jesucristo, que es siempre más grande que todo posible poder del mal. Pero es necesario que nosotros nos introduzcamos en esta respuesta que Dios nos da mediante Jesucristo. Incluso si cada uno es responsable por un fragmento de mal y, por lo tanto, cómplice de su poder, juntamente con Cristo puede “completar lo que aún falta a sus sufrimientos”. El sacramento de la penitencia tiene ciertamente un papel importante en este campo. Esto significa que nosotros siempre nos dejamos modelar y transformar por Cristo y que pasamos continuamente de la parte de quien destruye a la que salva.

[Una respuesta igualmente confusa: puede interpretarse de modos diferentes: ¡Pero eso es lo que hay! Bueno es conocerse]

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Después de esta lectura me quedé un tanto perplejo porque, por una parte “parece” que Ratzinger no está de acuerdo con todas esas tesis de los cristianos anónimos, etc ... pero, al final, no acaba de definirse, al menos no con la suficiente claridad. Quiero entender que la solución se encuentra en que nosotros, unidos al sacrificio de Cristo, nos convertimos en corredentores con Él (Col 1, 24) y así salvamos al mundo. Si esa fuese la interpretación dada a lo que dice, no tendría ningún problema, porque es lo que siempre ha dicho la Iglesia … pero su modo de hablar da lugar a otras interpretaciones distintas. Y eso no es bueno: “Sea vuestro modo de hablar: sí, sí; no, no. Todo lo que pasa de esto, del Maligno procede” (Mt 5, 37)


Por otra parte, no acabo de entender muy bien qué es eso de la sustitución vicaria a la que se refiere el jesuita Henri de Lubac, quien fue suspendido por el Vaticano en 1950 por Pío XII, aunque en el pontificado de Juan XXIII le fue levantada la suspensión. Fue uno de los peritos del Concilio Vaticano II, y estuvo muy apoyado por Pablo VI y Juan Pablo II, quien lo nombró cardenal en 1983. La idea fundamental de De Lubac es que todo hombre, por el mero hecho de ser hombre, está llamado a lo sobrenatural, siendo esto una condición esencial de su ser; de manera que el carácter gratuito de lo sobrenatural desaparece. Es un modo de decir que Dios está obligado a darnos el cielo a todos los hombres. Y por lo que se ve, Ratzinger parece que piensa del mismo modo. Y, en definitiva, ¿en qué se diferencia esta respuesta de las otras en las que se hace referencia, de modo directo, a la salvación universal? Básicamente, viene a ser lo mismo o muy parecido.
José Martí