BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



jueves, 2 de junio de 2022

Exclusiva: Monseñor Schneider habla de la sinodalidad




La Iglesia se debería centrar en extirpar las causas de la corrupción, no en hacer sondeos de opinión

«No cabe duda de que Dios quiere que su Iglesia se centre en arrancar las causas de corrupción doctrinal, moral, litúrgica y espiritual que la aquejan desde hace décadas a fin de restituirle la salud actualmente».

Son palabras de S.E. Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la diócesis de Santa María de Astaná (Kazajistán) en una extensa entrevista concedida a Catholic Family News sobre el tema de la sinodalidad.

«Sentar como principio de la sinodalidad elementos como el debate y conversaciones insulsas y realizar sondeos de opinión es ajeno a la Iglesia, y desde luego recuerda los métodos de organizaciones heterodoxas», declara el prelado de origen alemán con relación al Sínodo sobre la Sinodalidad, que se inauguró el pasado octubre y tiene previsto clausurarse en octubre de 2023. «El método de la sinodalidad que propone Francisco incluye debatir con seguidores de otras tradiciones religiosas, ateos y hasta con un indefinido «etc.» y acabará por confundir la Fe».

En esta extensa entrevista, monseñor Schneider no se limita a responder preguntas sobre el actual sínodo, sino también la institución del Sínodo de Obispos por parte de Pablo VI, el inquietante concepto de la sinodalidad de Francisco (basado en una eclesiología falsa), la verdadera naturaleza del sensus fidei o sentido de la fe y su auténtica función en la Iglesia, y dice lo que piensa del constante empeño de erradicar la Misa Tradicional y otros ritos de la Iglesia romana por medio de Traditionis Custodes y los Responsa ad Dubia.

A partir de sus conocimientos de historia de la Iglesia y de patrística (Su Excelencia es doctor en teología y patrística por el Instituto Patrístico Augustinianum de Roma), monseñor Schneider arroja mucha luz sobre la función de los sínodos –ya sean locales, regionales o universales, a lo largo de la historia–, y sobre cómo la teoría y la práctica actual de la sinodalidad a partir de la creación del sínodo de obispos en 1965 por Pablo VI «es indudablemente algo novedoso en toda la historia de la Iglesia». No sólo eso; «supone una multiplicación superflua de estructuras eclesiásticas y de burocracia en la vida de la Iglesia». Con gran sagacidad, monseñor señala: «Siempre será más saludable para la vida de la Iglesia que haya menos estructuras permanentes, pues toda estructura no sólo genera burocracia sino burócratas clericales».

A la pregunta de si tuviera que fijar el orden del día de un futuro sínodo de obispos, monseñor Schneider respondió: «Yo creo que el sínodo debería ocuparse de elaborar y formular una profesión detallada de las verdades de fe relativas a los errores doctrinales, morales, litúrgicos y pastorales más frecuentes en la Iglesia actual».

A continuación reproducimos la entrevista en exclusiva con monseñor Athanasius Schneider.

*****

Catholic Family News: Gracias, excelencia, por concedernos esta entrevista. Tal vez podríamos empezar por hablar de esa institución moderna conocida como Sínodo de los Obispos, creada por Pablo VI hacia el final del Concilio Vaticano II (1962-1965) con su carta apostólica Apostolica sollicitudo(15 de septiembre de 1965).

En ella, Pablo VI habló de su «persuasión de la necesidad e importancia de hacer cada vez mayor uso de la colaboración de los Obispos, para bien de la Iglesia universal». Fue –dijo– el Concilio el que «brindó la ocasión de concebir la idea de constituir establemente un consejo especial de Obispos, con el fin de que, aún después de terminado el Concilio, continúe llegando al pueblo cristiano aquella abundancia de beneficios que felizmente se ha obtenido, durante el tiempo del Concilio, como fruto de Nuestra íntima unión con los Obispos».

¿En qué se diferencia el objetivo de la nueva institución montiniana, que parece ser continuación del Concilio, de la función tradicional de los sínodos locales y los concilios ecuménicos celebrados a lo largo de la historia?

Monseñor Athanasius Schneider: El Sínodo de Obispos, instituido por Pablo VI en 1965 como estructura permanente o consejo consultivo de prelados sobre el nivel universal de la Iglesia, es indudablemente algo novedoso en toda la historia de la Iglesia. El cimiento teórico subyacente de dicha estructura es la doctrina contenida en el documento del Concilio Lumen gentium (art. 22), según el cual hay dos agentes supremos permanentes que se encargan del gobierno de la Iglesia Universal: el Papa por su cuenta y el colegio episcopal junto con el Papa. Tal afirmación de doctrina es ambigua. Aunque Lumen gentium iba acompañada de una nota explicativa preliminar a fin de evitar malentendidos, todavía caben interpretaciones diversas. La idea de que la autoridad suprema de la Iglesia esté compartida no se ajusta a la enseñanza constante del Magisterio. El carácter colegiado del cuerpo episcopal se ha manifestado a lo largo de la historia en la costumbre de celebrar asambleas o sínodos con miras a defender la integridad de la Fe, la moral y la disciplina. Lo normal era que sólo tuvieran lugar en caso de verdadera necesidad, ya fueran locales, regionales o, con aprobación pontificia, universales.

Nuestro Señor Jesucristo nombró a San Pedro único pastor personal supremo de su entero rebaño, tanto del clero como de los fieles. San Pedro es asimismo la única piedra sobre la que Cristo edificó su Iglesia (V. Mt.16,18). No hay dos piedras ni dos pastores supremos, o sea una piedra personal y a su lado una piedra colegial, ni un pastor supremo personal junto a un pastor supremo colegial. S.S. León XIII expresó la doctrina constante de la Iglesia en este sentido con estas palabras: «Es preciso notar que lo que turbaría el orden y las relaciones mutuas sería la coexistencia, en una sociedad, de dos autoridades del mismo grado y que no se sometieran la una a la otra. Pero la autoridad del Pontífice es soberana, universal y del todo independiente; la de los obispos está limitada de una manera precisa y no es plenamente independiente. «Lo inconveniente sería que dos pastores estuviesen colocados en un grado igual de autoridad sobre el mismo rebaño» (Santo Tomás de Aquino, In IV Sent. dist.17 a.4 ad c.4 ad 13)» (encíclica Satis cognitum nº43).

El cardenal Charles Journet (1891-1975) dio esta explicación magistral: «Los obispos, reunidos en asamblea colegial, en virtud de una estrecha unión, participan de la jurisdicción universal que permanece propiamente en el Romano Pontífice. Realizan juntamente con él los actos de jurisdicción suprema. La jurisdicción suprema y universal reside enteramente para empezar en el Soberano Pontífice. Éste la comunica al colegio episcopal que a él está unido. Algo así como la vida, que residiendo primero en el corazón se comunica desde éste a todo el organismo. Sólo puede ejercer dicha jurisdicción el Sumo Pontífice, ya sea solo o conjuntamente con el colegio episcopal disperso por el mundo (magisterio ordinario) o congregado en asamblea (magisterio solemne). La jurisdicción es exclusiva, pero reside por partida doble: por un lado en el Soberano Pontífice, y por otro, de forma participada, en el episcopado, entendido en un sentido colegial». [1]

Teológicamente, sería más preciso hablar de modos diversos de ejercer la única autoridad suprema de la Iglesia: una personal, ejercida exclusivamente por el Papa, que es la forma ordinaria de gobierno en la Iglesia, y otra colegiada (cuando el Sumo Pontífice asocia formalmente el colegio episcopal a los actos supremos de gobierno y magisterio). El Papa no está obligado a asociar de modo permanente el colegio episcopal a los actos de supremo gobierno. Aunque conforme a la divina constitución de la Iglesia el episcopado posee un carácter colegiado, el Papa debe tener libertad para decidir los modos, las circunstancias y la frecuencia de tales actos colegiados, dependiendo de la coyuntur histórica y las necesidades concretas del momento. Una doctrina que afirma que hay junto al Papa un cuerpo que también ejerce la máxima autoridad como órgano colegial, aunque esté presidido o dirigido por el Papa, limita en cierta forma la libertad del Sumo Pontífice y hace que se sienta obligado a hacer intervenir en todo momento a la totalidad del episcopado en el gobierno supremo de la Iglesia. La propia palabra sínodo que escogió Pablo VI tiene también cierta ambigüedad, dado que la expresión sacra synodus es además sinónima de concilio ecuménico o general.

CFN: ¿Considera Vuestra Excelencia que era necesario que Pablo VI instituyera «un consejo estable de obispos para la Iglesia Universal» (Apostolica sollicitudo)?

MAS: El objetivo, válido en sí, de consultar a los obispos en cuestiones relativas al gobierno de la Iglesia Universal ya se cumple de manera suficiente mediante la estructura del colegio cardenalicio, ya que éste se compone casi exclusivamente de obispos. No sólo eso; todos los dicasterios romanos cuentan entre sus miembros a obispos de diferentes países. La institución del Sínodo de Obispos como estructura permanente en calidad de cuerpo consultivo con la obligación de celebrar asambleas regulares supone una multiplicación superflua de estructuras eclesiásticas y de burocracia en la vida de la Iglesia. Aparte de que ya existe el Sagrado Colegio Cardenalicio (cuyos miembros son casi todos obispos), y los prelados miembros de los diversos dicasterios, el Papa también puede consultar por escrito la opinión de cualquier obispo del mundo. Siempre será más saludable para la vida de la Iglesia que haya menos estructuras permanentes, pues toda estructura no sólo genera burocracia sino burócratas clericales. Las estructuras exigen por otra parte la celebración de reuniones periódicas que conllevan grandes gastos. En lugar de la actual institución del Sínodo de Obispos, con sus obligadas y relativamente frecuentes asambleas generales (con su burocracia y sus desembolsos económicos), el Papa podría convocar de modo ocasional, y por tanto con más libertad y flexibilidad, a representantes del Episcopado para debatir o decidir asuntos importantes.

CFN: Hablemos ahora del Sínodo sobre la Sinodalidad actualmente en curso (2021-2023). En el discurso de apertura para los dos años del proceso sinodal, Francisco declaró lo siguiente:

«Si hablamos de una Iglesia sinodal no podemos contentarnos con la forma, sino que necesitamos la sustancia, los instrumentos y las estructuras que favorezcan el diálogo y la interacción en el Pueblo de Dios, sobre todo entre los sacerdotes y los laicos. Esto requiere que transformemos ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno, entre otras» (9 de octubre de 2021).

Seguidamente citó a Yves Congar (1904-1995), teólogo dominico conocido por sus inclinaciones modernistas ya antes del Concilio, que dijo en una ocasión: «No hay que hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay que hacer una Iglesia otra, distinta» (Verdadera y falsa reforma en la Iglesia).

¿Cómo debemos entender esas aspiraciones a cambiar esas «visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia« y a «crear una Iglesia distinta»? Se diría que el papa Francisco quiere introducir una nueva eclesiología. Es decir, una nueva forma de entender la Iglesia y su funcionamiento, ¿no?

MAS: Esas declaraciones del papa Francisco y la cita del P. Yves Congar insinúan una alteración sustancial del concepto de la Iglesia y la vida de la Iglesia. Dan a entender que durante 2000 años la Iglesia Católica ha tenido una eclesiología distorsionada y parcial, y que hasta la llegada del papa Francisco y el camino sinodal no ha tenido un sentido teológico correcto de sí misma. Que Francisco utilice expresiones como visiones verticalistas resulta ambiguo y a la vez tendencioso. O se es vertical o no se es. No puede haber nada medio vertical ni un cuarto vertical; expresiones así son una distorsión y una caricatura del sentido natural. Cuando algo no es totalmente vertical, pierde estabilidad y se desequilibra. Dios fundó su Iglesia como un cuerpo jerárquico. Cuando un cuerpo deja de ajustarse a la verticalidad, por ejemplo si el centro de mando del cerebro se daña o se desestima, todo el cuerpo se confunde y perjudica. La crítica que hace Francisco del principio de verticalidad en el cuerpo de la Iglesia socava la constitución divina de la Iglesia y equivale a ceder al espíritu mundano de competencia entre los miembros de un cuerpo; San Pablo advirtió en contra de ello. Por su constitución natural, en un cuerpo hay partes sustancialmente diversas: unas son más visibles y depende de ellas el gobierno, mientras que otras están más ocultas y tienen necesidad de que se las gobierne (cf. 1 Cor. 12,17-19, 22-27). Dios dio a su Iglesia una estructura claramente vertical: «Y a unos puso Dios en la Iglesia, primero apóstoles, segundo profetas, tercero doctores» (1 Cor. 12,28). Por lo que respecta a aquellos a los que Dios ha colocado en posiciones de autoridad, León XIII enseñó: «El deber y el oficio del pastor es guiar al rebaño, velar por su salud, procurándole pastos saludables, librándole de los peligros, descubriendo los lazos y rechazando los ataques violentos; en una palabra: ejerciendo la autoridad del gobierno» (encíclica Satis cognitum, nº 30).

La mutua colaboración entre la jerarquía –línea vertical del Cuerpo Místico de Cristo– y los fieles laicos es algo que siempre enseñó el Magisterio de la Iglesia. No es un descubrimiento de este camino sinodal. Es indudable que la siguiente cita de Pío XII no se puede considerar una “visión distorsionada de la Iglesia”:

«En manera alguna se ha de pensar que esta estructura ordenada u orgánica del Cuerpo de la Iglesia, se limita o reduce solamente a los grados de la jerarquía; o que, como dice la sentencia contraria, consta solamente de los carismáticos, los cuales, dotados de dones prodigiosos, nunca han de faltar en la Iglesia. Se ha de tener, eso sí, por cosa absolutamente cierta, que los que en este Cuerpo poseen la sagrada potestad, son los miembros primarios y principales, puesto que por medio de ellos, según el mandato mismo del divino Redentor, se perpetúan los oficios de Cristo, doctor, rey y sacerdote. Sin embargo, con toda razón los Padres de la Iglesia, cuando encomian los ministerios, los grados, las profesiones, los estados, los órdenes, los oficios de este Cuerpo, no tienen sólo ante los ojos a los que han sido iniciados en las sagradas órdenes, sino también a todos los que, habiendo abrazado los consejos evangélicos, llevan una vida de trabajo entre los hombres, o escondida en el silencio, o bien se esfuerzan por unir ambas cosas según su profesión; y no menos a los que, aun viviendo en el siglo, se dedican con actividad a las obras de misericordia en favor de las almas, o de los cuerpos, así como también a aquellos que viven unidos en casto matrimonio. Más aún: se ha de advertir que, sobre todo en las presentes circunstancias, los padres y madres de familia y los padrinos y madrinas de bautismo, y especialmente, los seglares que prestan su cooperación a la jerarquía eclesiástica para dilatar el reino del divino Redentor, tienen en la sociedad cristiana un puesto honorífico, aunque muchas veces humilde, y que también ellos con el favor y ayuda de Dios pueden subir a la cumbre de la santidad, que nunca ha de faltar en la Iglesia, según las promesas de Jesucristo» (Encíclica Mystici Corporis, nº 8).

CFN: El documento preparatorio del Sínodo (7 de septiembre de 2021) menciona dos textos fundamentales a los que se cita en el mismo: «El Discurso para la Conmemoración del 50° aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos,pronunciado por el Papa Francisco el 17 de octubre del 2015, y el documento La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, elaborado por la Comisión Teológica Internacional y publicado en el 2018» (nº 3).

Una cita concreta del discurso de Francisco de 2015 se repite tanto en el documento preparatorio como en el Vademécum oficial (7 de septiembre de 2021): «Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio» (PD, nº 1, 10; Vademécum, 1.2).

¿En qué se apoya el papa Francisco para afirmar que Dios espera que la Iglesia del tercer milenio emprenda ese camino de la sinodalidad que, según el Vademécum, incluye que la Iglesia consulte a «católicos que nunca o casi nunca practican» y a «personas que han dejado de ser practicantes, seguidores de otras tradiciones religiosas, no creyentes, etc» (Vademecum, 2.1)? ¿Acaso no es más probable que Dios quiera que su Iglesia se centre en arrancar las causas de corrupción doctrinal, moral, litúrgica y espiritual que la aquejan desde hace décadas a fin de restituir la salud a su elemento humano?

MAS: No cabe duda de que Dios quiere que su Iglesia se centre en arrancar las causas de corrupción doctrinal, moral, litúrgica y espiritual que la aquejan desde hace décadas a fin de restituirle la salud actualmente. A lo largo de la historia de la Iglesia, la verdadera sinodalidad siempre ha tenido un objetivo concreto.

Sentar como principio de la sinodalidad elementos como el debate y conversaciones insulsas y realizar sondeos de opinión es ajeno a la Iglesia, y desde luego recuerda los métodos de organizaciones heterodoxas. San Gregorio Nacianceno consideraba los métodos de interminables discusiones y debates de los arrianos una peligrosa epidemia en la Iglesia, y los comparaba con las plagas de Egipto (cf. Discursos 27, 2). Él mismo afirmó: «Estoy resuelto a evitar toda reunión de obispos, pues nunca he visto sínodo que termine bien o que remedie los desórdenes en vez de agravarlos» (Ep. 130 Ad Procopium). Igual de oportuna es la descripción que hace San Gregorio de los prelados de su tiempo, que gustaban de emplear un lenguaje muy florido: «Hacemos caso de los momentos y condiciones que nos exigen las multitudes. Abandonamos la barca dejándola a merced del viento de turno y sabemos dar un colorido muy variado a las palabras, como si fuésemos camaleones» (De vita sua = Carmina 2, 1, 11).

El método de la sinodalidad que propone Francisco incluye debatir con seguidores de otras tradiciones religiosas, ateos y hasta con un indefinido «etc.» y acabará por confundir la Fe. Una simple charla o una encuesta se consideran formas de teología o de cultura. San Gregorio Nacianceno ya había advertido contra tales formas de sinodalidad: «En los buenos tiempos de la Iglesia cuando todo iba bien, los métodos complejos, rebuscados y artificiosos de la teología no habían llegado a los seminarios, y cosas como engañar a la vista manipulando velozmente unos guijarros, o danzar antes los oyentes con contorsiones afeminadas, se consideraban maneras frívolas o extrañas de hablar de Dios. Pero desde los sextos, los pirros y el estilo antitético, una suerte de enfermedad grave y maligna ha contagiado nuestras iglesias. La palabrería se considera cultura, y, como dice el libro de los Hechos sobre los atenienses (17,21), no dedicamos tiempo sino a contar o escuchar novedades. Cómo lamentará Jeremías (Lam.1,1) nuestra confusión y loca ceguera; sólo él podría expresar lamentaciones adecuadas a nuestra desgracia» (Discursos 21, 12).

CFN: Volviendo a la eclesiología, el documento de 2018 de la Comisión Teológica Internacional La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia habla de la «eclesiología del Concilio Vaticano II» (nº 42,71) y de la «eclesiología del Pueblo de Dios» (nº 6), y afirma:

Los frutos de la renovación propiciados por el Vaticano II en la promoción de la comunión eclesial, de la colegialidad episcopal, de la conciencia y del ejercicio sinodal han sido abundantes y preciosos. Pero ciertamente aún queda mucho por hacer en la dirección trazada por el Concilio…

Este es el umbral de novedad que el Papa Francisco invita a atravesar. En la línea trazada por el Vaticano II y recorrida por sus predecesores, él señala que la sinodalidad expresa la figura de Iglesia que brota del Evangelio de Jesús y que hoy está llamada a encarnarse en la historia, en creativa fidelidad a la Tradición» (SVMI, nº 8-9).

¿En qué consiste la «eclesiología del Concilio Vaticano II y en qué se diferencia de la eclesiología católica tradicional. ¿De qué maneras cree Vuestra Excelencia que el sínodo actual servirá para poner más por obra «la línea trazada por el Concilio»?.

MAS: El Concilio prioriza la expresión Pueblo de Dios como imagen de la Iglesia. Esta expresión se ha convertido en la norma de la eclesiología del Concilio. Ahora bien, el cardenal Joseph Ratzinger afirmó en muchas ocasiones que esa expresión clave de la eclesiología conciliar se ha entendido mal en un sentido sociológico, promoviéndose estructuras democráticas en la Iglesia y se impone el parecer de la mayoría en los debates de las asambleas sinodales. Ratzinger afirmaba: «El concepto de pueblo de Dios en el Nuevo Testamento sólo se refiere (con una o, tal vez, dos excepciones) a Israel, es decir, al pueblo relacionado con la Antigua Alianza, no es un concepto inmediatamente eclesial« [2].

Decir «la dirección trazada por el Concilio» es hacer una interpretación abusiva del concepto de Pueblo de Dios expresado por el Concilio instrumentalizándolo para inventar una Iglesia diferente de la que a lo largo de los siglos se mantuvo inmutable. El cardenal Ratzinger recalcó con razón la importancia de guardar con fidelidad lo que se nos ha transmitido, de la llamada democracia de los muertos, es decir, de los santos:

«A la Iglesia le sucede, tal como el Derecho público nos ha preparado (lo cual también tiene significado para la Iglesia), que vive no sólo sincrónicamente sino también diacrónicamente. Esto significa exactamente que todos -incluso los difuntos- vivimos y formamos parte siempre de la totalidad de la Iglesia, pertenecemos siempre a una totalidad de la Iglesia. Ayer, por ejemplo, en un Estado teníamos la Administración Reagan y hoy tenemos la Administración Clinton, y la siguiente Administración probablemente deshará todo lo realizado por la anterior, porque «ahora comenzaremos de nuevo». Pero en la Iglesia no es así. La Iglesia vive su identidad en todas las generaciones, con una identidad que sobrevive a todos los tiempos y cuya mayoría está formada por santos. Cada nueva generación intenta sumarse a esa hilera de santos con su propia aportación. Pero sólo podrá hacerlo, aceptando la continuidad de la iglesia e incorporándose a ella». [3]

Cada uno de nosotros conoce la importancia de la doctrina que representa el núcleo de las enseñanzas de esta encíclica y que hoy volvemos a recordar con la autoridad del sucesor de Pedro. Cada uno de nosotros puede advertir la gravedad de cuanto está en juego, no sólo para cada persona sino también para toda la sociedad, con la reafirmación de la universalidad e inmutabilidad de los mandamientos morales y, en particular, de aquellos que prohíben siempre y sin excepción los actos intrínsecamente malos (Encíclica Veritatis Splendor, n. 115).

Justo antes de su elección, el papa Benedicto proclamó: «Hoy en día es frecuente tildar de fundamentalismo a una fe clara basada en el Credo de la Iglesia. En cambio, el relativismo –o sea, el dejarse arrastrar por cualquier viento de doctrina, se considera la única actitud capaz de hacer frente a los tiempos que vivimos. Estamos edificando una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y cuya máxima aspiración es satisfacer el yo los deseos personales»[4]. Y pocos años después, siendo ya pontifice, afirmó: «La evangelización de la cultura es de especial importancia en nuestro tiempo, cuando la “dictadura del relativismo” amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último»[5].

¿Realmente sigue Francisco las huellas de sus predecesores inmediatos al promover una especie de desprecio del principio de la Tradición y de mantener lo que se ha recibido de los santos (por ejemplo, los fundadores de órdenes religiosas): «Lo he dicho muchas veces, hoy, la tentación es ir hacia atrás, por seguridad, por miedo, para conservar la fe, para conservar el carisma del fundador… Es una tentación. La tentación de ir hacia atrás y de conservar las tradiciones con rigidez. Metámosnolo en la cabeza: la rigidez es una perversión» [6].

CFN: Además de la eclesiología del Concilio, otro tema que parece apoyar la sinodalidad es el sensus fidei (sentido de la fe de los creyentes individuales) y el sensus fidelium (sentido de los fieles en general); a éste último se lo llama a veces sensus fidei fidelium (sentido de la fe de los fieles).

Por ejemplo, en su apartado 9, el documento La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia señala «En conformidad con la enseñanza de la Lumen gentium, el Papa Francisco destaca en particular que la sinodalidad «nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico» [discurso del 17 de octubre de 2015] y que, sobre la base de la doctrina de sensus fidei fidelium, todos los miembros de la Iglesia son sujetos activos de la evangelización».

Asimismo, el documento preparatorio para el actual sínodo declara (nº14): «Es en el vínculo profundo entre el sensus fidei del Pueblo de Dios y la función del magisterio de los pastores donde se realiza el consenso unánime de toda la Iglesia en la misma fe. Cada proceso sinodal, en el que los obispos son llamados a discernir lo que el Espíritu dice a la Iglesia no solos, sino escuchando al Pueblo de Dios, que «participa también de la función profética de Cristo» (LG, n. 12), es una forma evidente de ese «caminar juntos» que hace crecer a la Iglesia».

Asimismo, el Vademécum del Sínodo afirma (1.3): «El Concilio Vaticano II reforzó el sentido de que todos los bautizados, tanto la jerarquía como los laicos, están llamados a participar activamente en la misión salvadora de la Iglesia (LG, 32- 33). (…) Así, la autoridad doctrinal del Papa y de los obispos está en diálogo con el sensus fidelium, la voz viva del Pueblo de Dios (cfr. Sensus Fidei en la vida de la Iglesia, 74). El camino de la sinodalidad busca tomar decisiones pastorales que reflejen lo más posible la voluntad de Dios, basándola en la voz viva del Pueblo de Dios (ICT, Syn. 68)».

¿Podría V.E. sintetizar en pocas palabras el concepto tradicional de sensus fidei y sensus fidelium y de qué manera contribuyen a mantener la Fe de la Iglesia?

MAS: El sensus fidei y el sensus fidelium se conocen también como la infalibilidad pasiva de la Iglesia. Es decir, infalibilidad de la Iglesia en su conjunto en obediencia a verdades divinamente reveladas. Decía San Agustín que cuando desde los obispos hasta el último de los fieles laicos todos manifiestan su acuerdo universal en cuestiones de fe y costumbres dan testimonio de la verdad (De Praedestinatione Sanctorum 14, 27). El Concilio cita este pasaje de San Agustín en Lumen gentium 12. La mejor definición del sensus fidelium que se conoce desde el tiempo de los Padres es la de San Vicente de Lérins: «Lo que siempre ha sido creído por todos en todas partes» (quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est) (Commonitorium II, 6).

Dice Santo Tomás en la Suma teológica: «Los fieles poseen un conocimiento de las cosas de la Fe, no como si les hubiese sido mostrado o revelado (quasi demonstrative), pero conforme a la luz que han recibido de la Fe (in quantum per lumen fidei) se dan cuenta de que es preciso creerlas (credenda sunt)» (ST II-II, q. 1, a. 5, ad. 1).

Antes de la definición dogmática de las verdades de la Inmaculada Concepción de María y su Asunción corporal a los Cielos, tanto Pío IX como Pío XII respectivamente, no sólo consultaron a los obispos sino que sondearon la fe de los fieles en cuanto a dichas verdades. Pío IX habló del «sentido constante de la Iglesia» Ecclesiae sensus) y de «la singular concordia entre obispos y fieles» (singularis catholicorum antistitum ac fidelium conspiratio); o sea, de la concordancia entre la enseñanza del Magisterio y la fe del pueblo cristiano. Tal es el significado tradicional de las expresiones sensus fidei y sensus fidelium.

CFN: Como dijimos, el Vademécum del Sínodo pide la inclusión de «los católicos que rara vez o nunca practican su fe, personas de otras tradiciones de fe, personas sin creencias religiosas, etc.» (Vademécum 2.1) en la fase diocesana de consulta. Con todo, el documento ITC de 2014 El sensus fidei en la vida de la Iglesia describe con las siguientes palabras las Disposiciones necesarias para la auténtica participación en el sensus fidei:
«La primera y más fundamental de todas las disposiciones es la participación activa en la vida de la Iglesia. La pertenencia formal a la Iglesia no es suficiente. La participación en la vida de la Iglesia significa la oración constante (1 Tesalonicenses 5:17), la participación activa en la liturgia, especialmente la Eucaristía, una recepción regular del sacramento de la reconciliación, el discernimiento y el ejercicio dones y carismas recibidos del Espíritu Santo, y un compromiso activo con la misión de la Iglesia y su diakonia . Presupone la aceptación de la enseñanza de la Iglesia en materia de fe y de moral, la voluntad de seguir los mandamientos de Dios y el coraje de ejercer la corrección fraterna como para someterse a ella» (Sensus Fidei, n. 89).
A la luz de estos criterios, ¿cómo puede incluirse a los católicos no practicantes (no digamos a los que no son católicos) en el proceso sinodal , si no están en condiciones de participar del sensus fidei?

MAS: La Santa Sede advirtió que no se distorsionara el sentido de estas expresiones, por ejemplo con la instrucción Donum veritatis, promulgada por la Congregación para la Doctrina de la Fe:

«El disenso apela a veces a una argumentación sociológica, según la cual la opinión de un gran número de cristianos constituiría una expresión directa y adecuada del «sentido sobrenatural de la fe». (Donum Veritatis, nº 35).

Juan Pablo II enseñó algo parecido:

El «sentido sobrenatural de la fe»[13] no consiste sin embargo única o necesariamente en el consentimiento de los fieles. La Iglesia, siguiendo a Cristo, busca la verdad que no siempre coincide con la opinión de la mayoría. Escucha a la conciencia y no al poder, en lo cual defiende a los pobres y despreciados. La Iglesia puede recurrir también a la investigación sociológica y estadística, cuando se revele útil para captar el contexto histórico dentro del cual la acción pastoral debe desarrollarse y para conocer mejor la verdad; no obstante tal investigación por sí sola no debe considerarse, sin más, expresión del sentido de la fe.

Dado que es cometido del ministerio apostólico asegurar la permanencia de la Iglesia en la verdad de Cristo e introducirla en ella cada vez más profundamente, los Pastores deben promover el sentido de la fe en todos los fieles, valorar y juzgar con autoridad la autenticidad de sus expresiones, educar a los creyentes para un discernimiento evangélico cada vez más maduro (Exhortación apostólica Familiaris Consortio, nº 5).

CFN: El citado documento de la Comisión Teológica Internacional de 2014, apoyándose en el Concilio, afirma que «algún tipo de sentido de la fe puede existir en «los bautizados que llevan el nombre de cristianos sin profesar la fe todavía completamente» [73]. Por lo tanto, la Iglesia Católica debe estar atenta a lo que el Espíritu puede decir a través de los creyentes en las iglesias y comunidades eclesiales que no están plenamente en comunión con ella» (Sensus fidei, nº56). La idea de que el Espíritu Santo pueda hablar a la verdadera Iglesia «a través de los creyentes en las iglesias y comunidades eclesiales que no están plenamente en comunión con ella» no parece probable. ¿Cómo respondería a esta afirmación?

MAS: La expresión sensus fidei no se puede aplicar a los católicos heterodoxos ni a los no católicos, pues contradice su verdadero sentido y el uso que siempre le han dado los Padres de la Iglesia y el Magisterio. El gran teólogo y obispo Melchor Cano (1509-1560) dio la siguiente explicación: «Hay dos géneros de cosas que cree la Iglesia: unas que afectan a todos por igual (las verdades fundamentales). En cuanto a éstos no es muy difícil conocer la fe y el sentido de todos sus miembros. Hay otras cuestiones más difíciles relativas a la Fe que no pueden conocer los incultos y los que no están formados en la Fe, sino los doctos y los entendidos. Preguntar al vulgo qué opina de estas es como preguntar a un ciego por los colores que percibe. (…) Ahora bien, a la hora de juzgar en materia de fe, sólo pueden pronunciarse los pastores de la Iglesia» (De locis theologicis IV, c. 6, ad 14).

Santo Tomás de Aquino formuló el siguiente principio: «Independientemente de cuál sea su origen, la verdad procede del Espíritu Santo» (omne verum a quocumque dicatur a Spiritu Sancto est) (cf. ST I-II, q. 109, a. 1, ad 1). Hay cuestiones de derecho natural y de sentido común que los católicos no practicantes e incluso los no católicos son capaces de captar y que pueden promover conjuntamente con los fieles católicos. Por ejemplo, el rechazo categórico del aborto, la homosexualidad, la eutanasia, etc. Eso sí, ni los católicos heterodoxos ni los no católicos pueden afirmar que poseen el sensus fidei, y no están por tanto en condiciones de dar consejos valiosos sobre verdades sobrenaturales de fe que ellos rechazan o de las que dudan.

León XIII enseñó lo que siempre ha sostenido la Iglesia: «Tal es la naturaleza de la fe, que nada es más imposible que creer esto y dejar de creer aquello» (encíclica Satis Cognitum, nº 20). En el mismo documento, León XIII cita una enseñanza muy importante: «Nada es más peligroso que esos heterodoxos que, conservando en lo demás la integridad de la doctrina, con una sola palabra, como gota de veneno, corrompen la pureza y sencillez de la fe que hemos recibido de la tradición dominical, después apostólica» (Autor del Tract. de fide orthod. contra Arianos)».

La Iglesia siempre ha tenido la misma costumbre, como consta en la enseñanza unánime de los Padres. Sabido es que consideraban extraños a la Iglesia a todo el que se apartase un ápice de la doctrina propuesta por el Magisterio autorizado. San Hilario de Poitiers afirmó: «Que Cristo enseñara desde la barca quiere decir que quienes están fuera de la Iglesia nunca podrán entender la divina enseñanza, pues la nave es figura de la Iglesia, donde se deposita y predica la palabra de vida. Quienes están fuera son como arena estéril e inútil: no son capaces de comprender (In Mat. 13, 1). Rufino de Aquilea elogió a San Gregorio Nacianceno y San Basilio el Grande porque «no estudiaban otra cosa que el texto de las Sagradas Escrituras y no la interpretaban a partir de su entendimiento privado, sino por los escritos y la autoridad de los antiguos, quienes a su vez, claro está, para captar el sentido usaban como vara de medir la sucesión apostólica» (Hist. Eccl., lib. II, cap. 9).

Volviendo a León XIII, leemos que «quien en un solo punto rehúsa su asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda la fe, pues rehúsa someterse a Dios en cuanto a que es la soberana verdad y el motivo propio de la fe. (…) los que no toman de la doctrina cristiana sino lo que quieren, se apoyan en su propio juicio y no en la fe, y al rehusar «reducir a servidumbre toda inteligencia bajo la obediencia de Cristo[64] obedecen en realidad a sí mismos antes que a Dios. «Vosotros, que en el Evangelio creéis lo que os agrada y os negáis a creer lo que os desagrada, creéis en vosotros mismos mucho más que en el Evangelio» San Agustín, Contra Faustum manich. XVII c.3. (encíclica Satis Cognitum, nº 20 ).

Es importante destacar, además, las siguientes palabras de San John Henry Newman: «Según el criterio de los primeros cristianos, la vía de la verdad doctrinal es estrecha. Ahora bien, el criterio del mundo a lo largo de los tiempos ha sido tan amplio que no hay camino alguno, como dije más arriba. Como también dije que la perpetuación de la fe a los ojos del mundo consiste en una disputa verbal, polémica sobre cuestiones curiosas y tecnicismos superfluos, en tanto que para los padres es indispensable en orden a la salvación. Lo que ellos califican de herejía, el mundo lo considera tan cierto como lo que llaman ortodoxia, y error cuando sus partidarios se empeñan pertinazmente en ellos, del mismo modo que los Padres insistían en la ortodoxia» (Historical Sketches, I, chap. 3).

Por chocantes que resulten las siguientes palabras de San John Henry Newman, ponen el dedo en la llaga: «Una religión sentimental, carente de ortodoxia doctrinal, no es otra cosa que el calor corporal de un cadáver, que permanece por un tiempo pero inexorablemente desaparece. ¿Hasta cuándo durará este complejo error que consume a nuestra Iglesia? ¿Hasta cuándo las tradiciones humanas modernas eclipsarán de tantas maneras las majestuosa interpretaciones de la Sagrada Escritura que conserva la Iglesia Católica, heredadas de los apóstoles? ¿Cuándo nos contentaremos con disfrutar de la sabiduría y pureza que Cristo legó a su Iglesia, en vez de intentar cada uno por su cuenta y como Dios le dé a entender sacar el agua de los profundos aljibes de la verdad?» (Sermón nº 12, The Humiliation of the Eternal Son, 8 de marzo de 1835).

CFN: De vuelta al tema de la liturgia, es interesante que los documentos que imponen rigurosas restricciones a la Misa de siempre y otros ritos y sacramentos de la Iglesia Católica –es decir, Tradiciones custodes y su adjunta Carta a los obispos (16 de julio de 2021), así como los Responsa ad dubia(4 de diciembre de 2021)–, se promulgaron durante la primera fase del proceso sinodal de dos años (Tradiciones custodes y la carta adjunta poco antes de anunciarse el nuevo programa sinodal el pasado mes de mayo; los responsa se publicaron después de la inauguración oficial del sínodo en octubre).

Es más, tanto el cardenal Blase Cupich (arzobispo de Chicago) como el arzobispo Roche (prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe) han señalado que la Misa Tradicional es «incompatible con la nueva eclesiología del Concilio» SVMI, nº 42, 71):

Cardenal Cupich (10 de noviembre de 2021): «…Están en juego la naturaleza misma y la misión de la Iglesia. Los padres del Concilio calificaron a la Iglesia de pueblo peregrino, expresión con raigambre en las Escrituras, a fin de construir un concepto de la Iglesia que hasta entonces se había entendido como una sociedad perfecta y enfrentada a una potencia mundial» (el destacado es nuestro).

Monseñor Roche (21 de enero de 2022): «En una entrevista concedida a Catholic News Service, afirmó que la adhesión a la Misa Tradicional «no es, en el fondo, un problema litúrgico, sino eclesiástico». Y añadió: «Lo que nos trajo el Concilio, que clasificó y concretó la doctrina de la Iglesia sobre sí misma, el concepto de la misión de los bautizados y la importancia de la Eucaristía y la vida sacramental de la Iglesia, es muy importante para el futuro de la misma» (el destacado es nuestro).

En vista de estas francas admisiones, ¿cree V.E. que hay alguna relación entre el sínodo sobre la sinodalidad y los intentos de erradicar la liturgia tradicional romana?

MAS: No hay una relación directa. Pero hay que reconocer que el documento pontificio Tradiciones custodes y el de la Congregación para el Culto Divino (Responsa ad Dubia) manifiestan una actitud sorprendentemente intolerante y discriminatoria hacia el Rito Romano tradicional y los sacerdotes y fieles que se criaron con dicho rito o han encontrado su nicho espiritual en él. Esa actitud y esas medidas tan restrictivas son palpablemente incoherentes con la actitud y los métodos de la inclusividad y pluralidad de ideas y costumbres pastorales y litúrgicas tan cacareada por los documentos del proceso sinodal.

Por ejemplo, en el Vademecum del Sínodo para la sinodalidad se puede leer: «Ser inclusivos: Una Iglesia participativa y corresponsable, que sabe apreciar la rica variedad y abrazar a todos aquellos que a menudo olvidamos o ignoramos. Una mente abierta: Evitemos las etiquetas ideológicas y utilicemos todas las metodologías que hayan dado sus frutos».

Asimismo, en el discurso de apertura del Sínodo (9 de octubre de 2021), Francisco dijo: «Si nosotros no llegamos a ser esta Iglesia de la cercanía con actitudes de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor». Habló también de «curar las heridas y sanar los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios». Y al día siguiente, en la homilía habló de la marginación de los hijos e hijas de la Iglesia y exigió que la Iglesia de nuestro tiempo manifieste una actitud concreta que la haga sentirse «parte de la vida de la comunidad sin que se les pongan trabas, sin que sean rechazadas o juzgadas».

A pesar de ello, tanto en Traditiones custodes como en los Responsa ad dubia, Francisco y la Santa Sede han hecho todo lo contrario de lo que afirmaban esas declaraciones de tanto impacto emocional, demostrando que todo era pura retórica o una ideología que acepta todo y a todos con una sola excepción: la liturgia romana tradicional con su espiritualidad y su vida pastoral. Esta triste realidad evoca lo que dijo San Basilio Magno durante la crisis arriana: «os verdaderos creyentes callan mientras todos los blasfemos parlotean sin parar» (Ep.92,2), y: «La única acusación que acarrea ahora un castigo severo es observar minuciosamente la tradición de los padres» (Ep. 243,2).

CFN: Si V. E. tuviera el cometido de fijar el orden del día para el próximo sínodo de obispos, ¿en qué tema centraría el encuentro?

MAS: Yo creo que el sínodo debería ocuparse de elaborar y formular una profesión detallada de las verdades de fe relativas a los errores doctrinales, morales, litúrgicos y pastorales más frecuentes en la Iglesia actual.

[1] Cardinal Charles Journet, Théologie de l´Église (édition nouvelle augmentée Paris 1987), p. 161

[2] Cardenal Joseph Ratzinger, La sal de la Tierra: cristianismo e Iglesia Católica ante el nuevo milenio. Madrid, Palabra, 2005, pág.92.

[3] Ibid., pp. 188-189

[4] Cardinal Joseph Ratzinger, Homilía de la Misa Pro Eligendo Romano Pontifice (18 de abril de 2005).

[5] Benedicto XVI, Homilía de la Misa y en Bellahouston Park, Glasgow (16 de septiembre de 2010).

[6] Papa Francisco, Homilía pronunciada en la 26ª Jornada Mundial de la Vida Consagrada y (2 de febrero, 2022).

(Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada)

La izquierda tolera los homenajes a asesinos etarras pero no una bendición a unos soldados




Este martes, los palmeros mediáticos del gobierno montaron un escándalo porque unos militares recibieron una bendición en el Valle de los Caídos.



Cesan a un capitán por una simple bendición a unos soldados…

Este lunes, y según denunció un canal de Telegram, una compañía del Batallón de Infantería Protegida (BIP) “Uad Ras” II / 31, perteneciente al Regimiento de Infantería Mecanizada “Asturias” nº31 con base en “El Goloso” (Madrid), hizo un alto en ese lugar durante una marcha, y un sacerdote bendijo a los soldados. Algo que vienen haciendo nuestros militares desde hace cientos de años, porque por más que les fastidie a algunos, España es un país históricamente católico y sus tradiciones son católicas, al igual que la mayoría de los españoles.

Nuestros ejércitos tienen patrones y participan en celebraciones religiosas sin problema alguno, y eso no es incompatible con la no confesionalidad del Estado. Lo dijo el Tribunal Constitucional en su Sentencia 34/2011: “cuando una tradición religiosa se encuentra integrada en el conjunto del tejido social de un determinado colectivo, no cabe sostener que a través de ella los poderes públicos pretendan transmitir un respaldo o adherencia a postulados religiosos”.

… mientras el gobierno tolera que sus socios separatistas desobedezcan sentencias judiciales

Pero esto que es normal para el TC y para la mayoría de los españoles, es un escándalo para una izquierda cristianófoba que se enfada y grita ¡islamofobia!” cada vez que alguien critica siquiera al Islam, al mismo tiempo que trata a la religión mayoritaria de España como si fuese la peste bubónica. Así, en sólo unas horas, en un tiempo récord, el Ministerio de Defensa cesó al capitán que comandaba esa compañía. Y todo por haber pedido una bendición a un cura cuando pasaban por el Valle de los Caídos. Sí: es el mismo gobierno que consiente que la Generalidad catalana -es decir, sus socios separatistas- se salte las sentencias judiciales que exigen algo tan nimio como un 25% de horas lectivas en español en los colegios de una región española en la que el español es lengua oficial y la lengua materna de la mayoría de la población.

El gobierno votó a favor de tolerar los homenajes a etarras y la apología del terrorismo


El mismo gobierno que quiere encarcelar a gente por rezar

Estamos hablando, sí, del mismo gobierno que pertende encarcelar a los que vayan a rezar ante los abortorios o a ofrecer ayuda a las madres que van a esos sitios a deshacerse de sus hijos no nacidos. Porque para este gobierno, gritar “Gora ETA” es “libertad de expresión”, pero susurrar “Dios te salve María” ante un abortorio es un delito. ¿Se puede ser más atrozmente sectario?

Una izquierda implacable con quienes aman a España y permisiva con quienes la odian

Tenemos un gobierno aliado con proetarras, golpistas y separatistas, un gobierno que está dispuesto a humillar a las víctimas del terrorismo y a nuestros militares y policías con tal de conseguir un día más para Pedro Sánchez en palacio y en al Falcon. Un gobierno cuyo sectarismo ideológico es sólo comparable al odio que profesa al Cristianismo y al patriotismo. Tenemos una izquierda que no ve reparos en abrazarse con delincuentes y con los que odian a España, pero que es implacable con quienes aman a España, con gente que respeta la ley, trabaja honradamente y paga sus impuestos.

Por mi parte, sólo puedo decirle al capitán de esa compañía que tiene todo mi respeto y mi aprecio, y que en el barro de las suelas de sus botas hay mucha más dignidad que en todo el Consejo de Ministros. Cada vez falta menos para que lleguen por fin unas nuevas elecciones y personas como ese capitán vuelvan a ser tratadas con el debido respeto, y la secta ideológica que nos gobierna sea devuelta al basurero de la historia, del que nunca debió salir.

Elentir

miércoles, 1 de junio de 2022

NO PUEDO CREER que la gente siga CREYENDO A ESTOS "GENIOS"



Duración 11:07 minutos

¿Qué pasa en el mundo? (Roberto De Mattei)



¿Qué pasa en el mundo? El pasado 24 de marzo el diario italiano La Reppublica publicó un suplemento de 16 páginas titulado El mes que transformó el mundo. Se refería a las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania el pasado 24 de febrero.

Aunque el verdadero terremoto que sacude el mundo se remonta a al menos dos años, cuando la pandemia de coronavirus alteró los hábitos cotidianos de la población mundial y echó a pique el mito de la globalización feliz. Cuando todavía no está controlada, se cierne el peligro de una guerra nuclear y una crisis económica de alcance mundial.

En Italia, comisiones nombradas por el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Instituto Superior de Sanidad se ocupan de afrontar estos peligros planetarios. Y ahora se añade un nuevo espectro al de la guerra y la enfermedad: el hambre.

Durante bastantes años ha habido mucha retórica sobre el hambre en el mundo, pero siempre referida a países lejanos. Parecía imposible que pudiese afectar a los países ricos de Occidente. Pero ya está sucediendo. Tanto Rusia como Ucrania se cuentan entre los mayores productores de trigo y maíz del planeta, necesarios para saciar el hambre de la humanidad. En concreto, Ucrania es el granero del mundo, y produce más de la mitad del trigo al Programa Mundial de Alimentos de la ONU.

Debido a los bombardeos, Ucrania no puede sembrar, ni tampoco exportar por tener bloqueados los puertos, y por su parte Rusia ha decidido cortar las exportaciones. No sólo está el peligro de la escasez de trigo, sino que éste está también estrechamente ligado al bloqueo del comercio de fertilizantes, que puede afectar a los agricultores de todo el mundo y arrastrar consigo un desplome general de la manufactura de productos alimentarios, no sólo el trigo. Téngase en cuenta que el 50% de los fertilizantes que consume Europa proceden de Rusia.

Por otra parte, la guerra de Ucrania ha provocado una violenta escalada de la crisis energética. Si de un día para otro se interrumpiera el suministro procedente de Rusia, probablemente las reservas almacenadas de gas se agotarían antes de fin de año dejando a Europa expuesta a un invierno brutal.

O sea: trigo, fertilizantes y energía. Es posible que Europa consiga organizarse, pero de continuar la guerra el impacto será mucho más grave para las naciones que dependen de productos provenientes de Rusia y Ucrania, como los países del Magreb, Líbano, Egipto, Siria o Libia, que compran a Rusia y Ucrania la mayoría de los cereales que consumen. Europa busca en muchos países el gas que no puede adquirir a Rusia, pero no se puede garantizar su estabilidad, dado que esos países también dependen de los recursos alimentarios que vienen de Rusia y Ucrania. En esos y otros países de África y del Tercer Mundo ya devastados por el covid podría desencadenarse el hambre, provocando oleadas inmigratorias incontenibles hacia Italia y otros países europeos.

Los historiadores Ruggero Romano y Alberto Tenenti (Los fundamentos del mundo moderno: Edad Media tardía, Reforma, Renacimiento, Siglo XXI de Editores, Madrid, 2016), han explicado que la crisis del siglo XIV, que señaló el fin de la civilización medieval, surgió precisamente del entrelazamiento entre carestías, epidemias, guerras y revueltas sociales. La gente interpretó aquellas desgracias como castigos divinos. Desde entonces se hacen rogativas en el campo: a peste, fame et bello libera nos Domine: líbranos, Señor, de la peste, el hambre y la guerra.

En aquel tiempo los hombres eran capaces de entender el sentido sobrenatural de lo que pasaba, la relación entre la conducta de los hombres en cuestiones de fe y de costumbres y las consecuencias de sus actos. Pero el nacimiento del mundo moderno vino acompañado de un proceso de alejamiento de Dios y del orden natural. Y así, en 1917, durante la espantosa Primera Guerra Mundial, la Virgen se apareció en Fátima para hacer un llamamiento sobrenatural a la humanidad que corría desbocada hacia el abismo. Si el mundo no se arrepentía de sus pecados, nuevos castigos aguardaban a la humanidad: guerra, hambre y persecución de la Iglesia y del Santo Padre.

Ahora bien, los castigos de Dios siempre son misericordiosos. Dios nos castiga porque quiere salvarnos de las penas eternas que nos merecemos por las culpas contraídas en este mundo. Nos castiga en el tiempo para salvarnos en la eternidad. El mundo no entiende esta lógica sobrenatural. ¿Y qué pasa cuando esta lógica no es comprendida ni por el clero ni por los fieles católicos más devotos, los que conocen las profecías de Fátima, como los habitantes de Jerusalén, que conociendo las profecías que anunciaban al Salvador no las tuvieron en cuenta?

Al igual que entonces, hoy tampoco se eleva la mirada al Cielo, y en vez de ver en nuestras culpas la causa de los males que nos afligen la achacamos a malvados que conspiran contra la humanidad. Nos dicen que estos dramáticos sucesos que azotan el mundo tienen su origen en la globalización, la interconexión del mundo, que hacen que toda crisis, ya sea sanitaria, política o económica, se expande de manera incontrolable, o quizás controlada.

Sin embargo, olvidamos que junto a la interconexión horizontal del mundo globalizado existe otra conexión vertical entre el Cielo y la Tierra, hilos invisibles que sólo se entrelazan en los actos de adoración y oración que el hombre frágil e impotente debe dirigir a Dios para implorarle ayuda. En Fátima, el ángel enviado por el Señor exhortó a los tres pastorcitos a rezar con estas palabras: «Dios mío, creo, te adoro, espero en Ti y te amo. Perdona a todos los que no creen, no te adoran, no esperan en Ti ni te aman».

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Abascal cierra las puertas al soñado Gobierno del PP en Andalucía: VOTAREMOS NO una y otra vez



Duración 2:19 minutos

domingo, 29 de mayo de 2022

¡VOX TRIUNFARÁ EN ANDALUCÍA CON MACARENA OLONA: CAMBIO REAL! || LAS 10 MEDIDAS DE SU PROGRAMA





Duración 11:19 MINUTOS

NOTICIAS VARIAS 25 a 29 de Mayo 2022



QUE NO TE LA CUENTEN

- 2500 hombres arrodillados frente a una Mujer. Primer Rosario de hombres. Buenos Aires, Argentina


EL ESPAÑOL DIGITAL

- Es obligatorio para los clérigos y religiosos vestir como tales.


Agnus Dei Prod ---- (video 7:26 minutos)

- JÓVENES POR ESPAÑA: VISITA DE MONS. ATHANASIUS SCHNEIDER A ESPAÑA


IL SETTIMO CIELO (Sandro Magister)


- “En Sudán del Sur, la tribu de los Dinka es la más golpeada por la esclavitud”. Recordatorio para el próximo viaje del Papa

INFOCATÓLICA

- ¿Dónde va el Sínodo sobre la sinodalidad? (1) (Bruno Moreno)


ADELANTE LA FE

- «Primeras» comuniones: la burla a Jesús de cada año


Selección por José Martí

Un obispo de Nicaragua inicia un ayuno para denunciar la persecución que sufre



Monseñor Rolando José Álvarez Lagos Obispo de la Diócesis de Matagalpa y Administrador Apostólico de la Diócesis de Estelí agradeció a la feligresía católica el unirse al rezo de las mil avemarías que convocó el martes 24 de mayo “pidiendo por Nicaragua y por los momentos que vivimos”.

Tras la denuncia de Monseñor Rolando Álvarez, de sufrir persecución por parte de la Policía de Nicaragua, el clero de la Diócesis de Matagalpa, los Obispos de Nicaragua, Panamá y Costa Rica expresaron su cercanía, solidaridad y oración ante los momentos de persecución que enfrenta su hermano en el Episcopado, “por ser profeta en la difícil situación que vive Nicaragua”.

A raíz de la persecución generada en su contra, Monseñor Álvarez anunció el pasado jueves 19 de mayo el comienzo de un “ayuno a agua y suero, indefinido, hasta que la Policía Nacional a través del Presidente o Vicepresidente de la Conferencia Episcopal, únicamente, me hagan saber que van a respetar mi círculo de privacidad familiar”.

El Obispo también pidió “al pueblo Santo de Dios de la Diócesis de Matagalpa y Estelí que quieran unirse a mí a este ayuno indefinido que lo hagan, que vayan a las parroquias, donde los párrocos se lo permitan, a adorar al Santísimo, a alabar al Señor, a ayunar por el tiempo que lo estimen convenientes y a hacer vigilias unidos a este servidor”.

Ante este llamado, las parroquias de la Diócesis de Matagalpa junto a sus fieles y los medios de comunicación mantuvieron jornadas de oración, manifestando su apoyo y respaldo a Monseñor Rolando.

“Es una situación muy triste, como fieles sentimos mucho lo que está pasando, oramos y estamos al lado de nuestro Pastor, hemos participado en la oración en comunión con nuestro Obispo” manifestó con lágrimas en sus ojos una fiel de la diócesis de Matagalpa.

Otro fiel católico que participó de la jornada de oración refirió que: “nosotros muy bien sabemos y está escrito en la biblia que la iglesia será perseguida, pero la fortaleza que debe sentir nuestro Obispo es que el pueblo católico de Matagalpa está con él, y nunca lo dejará solo”.

“Continuamos orando, acompañando al Obispo, no lo abandonamos ya que él necesita de la fortaleza que sólo se encuentra a través de la oración”, expresaron.

En un comunicado, la diócesis nicaragüense afirma que «la iglesia, el pueblo santo de Dios de diversas Parroquias durante esos días salieron en procesión con Jesús sacramentado tal como sucedió en la parroquia de Santa Lucía en Darío, Sébaco y otros lados pidiendo a Dios y a María Santísima por Monseñor Rolando, la paz y la justicia en estos momentos tan complejos y difíciles que vive nuestra patria».

Después de cuatro días de persecución y acoso policial, Monseñor Rolando José Álvarez se trasladó de Matagalpa hacia Estelí para presidir la mañana del martes 24 de mayo la santa Misa en el templo San Isidro Labrador.

Monseñor Álvarez fue recibido entre aplausos y diversas muestras de cariño por la feligresía, a quienes les motivó a seguir orando y participando en ese día de manera especial en el rezo de las mil Avemarías.

La Conferencia Episcopal de Panamá, Costa Rica y Honduras manifestaron su cercanía a través de comunicados al igual que el Consejo Episcopal de América Latina (CELAM).

La trituradora de la izquierda para degradar nuestra sociedad, explicada en cinco pasos



A menudo se suele decir que los árboles no nos dejan ver el bosque, de modo que no nos damos cuenta de nuestra situación por falta de perspectiva.



Esa falta de perspectiva ha llevado a mucha gente a verse sometida, sin darse cuenta, a una agenda política que se ha convertido en una trituradora de libertades y también de vidas humanas, una trituradora gestionada por la izquierda, cuyo fin es mantenerla en el poder al precio que sea, y que está degradando cada vez más nuestra sociedad. ¿Cómo empezó todo esto?

1. Antinatalismo, suicidio demográfico y cristianofobia

En la década de 1970, de la mano del neomaltusianismo y del ecologismo radical, la izquierda empezó a propagar el mito de la superpoblación, valiéndose para ello de catastróficas predicciones ecológicas que no se cumplieron, pero que sirvieron durante años para promover el antinatalismo y el aborto en las sociedades occidentales, incluso criminalizando a las familias con hijos y presentándolas como culpables del cambio climático.

Este proceso fue paralelo a la promoción de la cristianofobia, para que sociedades antaño cristianas aceptasen los dogmas de una izquierda anticristiana y que considera la familia una institución burguesa que debe ser abolida. Esto ha llevado a buena parte de Occidente a un suicidio demográfico que tendrá nefastas consecuencias sociales y económicas, debido a que una sociedad envejecida y con una pirámide de población invertida es incapaz de sostener los actuales sistemas de pensiones.

2. Inmigración masiva e islamización

“Sin la población inmigrante, el Partido Socialista se habría reducido al ocho por ciento del electorado en Bruselas. Nos hemos convertido en prisioneros”. No son palabras de un paranoico ultraderechista: lo reconoció Merry Hermanus, miembro del Partido Socialista belga. La izquierda utilizó la inmigración masiva para conseguir un nuevo caladero de votos a medida que iba perdiendo el apoyo de los trabajadores al asumir unas tesis ideológicas (feminismo radical, ideología de género y la propia inmigración masiva) que muchos de ellos rechazan.

Así mismo, la izquierda favoreció la inmigración islámica por motivos ideológicos: comparte con el rechazo del islamismo al cristianismo y a Occidente, y además era una forma de promover la descristianización de la sociedad, erosionando la libertad religiosa de los cristianos con la excusa de no ofender a los musulmanes recién llegados.

3. Subsidiar la vagancia a costa de los trabajadores

Otra forma que tenía la izquierda para captar votantes era promover toda clase de subsidios con la excusa de proteger a las personas con menos recursos. El fin parecía bueno, pero esas políticas han ido aumentando la presión fiscal hasta extremos impensables hace décadas, y ha creado una losa cada vez más insoportable sobre la población activa, sobre esos trabajadores que antes votaban a la izquierda. A esto hay que añadir que ese sistema de subsidios ha resultado ser un imán para los que llegan a Europa pensando que aquí pueden recibir una paga por no hacer nada. Ante la insostenibilidad de este sistema, la izquierda ha afirmado la necesidad de más inmigración con el objetivo de que pague las pensiones, para de paso arreglar el suicidio demográfico promovido por esa misma izquierda mediante sus políticas de promoción del aborto.

4. El papel del feminismo izquierdista

El problema de la inmigración masiva procedente de países islámicos es que trae sus costumbres con ella, y en muchos de esos países, la mujer es tratada como un ser humano de segunda categoría. Como consecuencia de ello, en Europa estamos viendo un auge de las agresiones sexuales a mujeres por parte de inmigrantes y también una pasmosa tolerancia hacia los matrimonios infantiles entre los inmigrantes.

Esto debería provocar alarma en el movimiento feminista, pero no ha sido así. Ese movimiento lleva décadas tomado por la izquierda. El feminismo izquierdista ha dado la espalda a las mujeres víctimas de los abusos en países islámicos (la izquierda ve en el mundo islámico a un potencial aliado contra su enemigo común: Occidente), y también a las que sufren agresiones sexuales por parte de inmigrantes islámicos en Europa. En vez de eso, la izquierda ha tenido la “genial” ocurrencia de criminalizar a todos los hombres, como pretexto para promover medidas que discriminan legalmente a los varones y contribuyen a fomentar un amplio negocio político formado por organizaciones feministas subvencionadas por el Estado y afines a la izquierda.

5. Criminalizando a quienes se quejan del desastre provocado por la izquierda

Obviamente, todo lo que acabamos de ver genera resistencia en una parte de la sociedad: desde los que sufren en sus barrios el aumento de la delincuencia como consecuencia de la inmigración masiva, hasta las mujeres que ya no pueden ir solas por ciertas calles a ciertas horas, los hombres que sufren los abusos de las leyes de género que violan la presunción de inocencia, los trabajadores que después de toda una vida cotizando ven que se rebaja cada vez más su pensión de jubilación, los cristianos que sufren la violencia y el odio de la izquierda, y un largo etcétera.

La existencia de una derecha tibia y dispuesta a asumir muchas de las tesis de la izquierda había servido, hasta hace poco, para que todo el proceso que acabamos de repasar se desarrollase sin apenas resistencia en el ámbito político. Pero desde hace unos años está en auge otra derecha desacomplejada y que se atreve a denunciar todo eso que está ocurriendo, una derecha que no tiene reparos en discutir los dogmas de la izquierda y en alertar contra su agenda política e ideológica. Se trata de una derecha que está captado a muchos votantes de izquierdas, ya que esa inmigración masiva ha degradado barrios enteros de grandes ciudades europeas, y son precisamente los barrios de la población con menos recursos y que antes votaba a socialistas y comunistas.

Si tuviese un mínimo de honradez intelectual, la izquierda debería reconocer el círculo vicioso en el que nos ha metido, pero eso implicaría su desaparición, ya que dejaría al descubierto las mentiras que ha estado promoviendo durante años para desarrollar su agenda política. Así que en vez de eso, la izquierda se está lanzado a criminalizar a quienes se quejan del desastre provocado por socialistas y comunistas, llamándoles “racistas”, “xenófobos”, “retrógrados” y “fascistas”, sobre todo a quienes se han hartado y han decidido apoyar a partidos de esa derecha desacomplejada.

Con ello, la izquierda ha iniciado una huida hacia adelante que sólo tiene dos salidas: degradar cada vez más nuestras instituciones y lesionar derechos fundamentales para seguir profundizando en la grave crisis social que han generado sus políticas (incluso recurriendo a la censura para silenciar toda queja, tachándola de “discurso de odio”), o romper ese círculo vicioso, desmontando los mitos ideológicos de la izquierda y empezando a reparar el daño causado durante años. La sociedad europea sólo tiene una salida si quiere sobrevivir: la segunda opción. Con la primera opción ya no será Europa, sino Europistán.

Elentir

viernes, 27 de mayo de 2022

¡VOX TRIUNFA EN MÁLAGA CON ABASCAL Y OLONA, LA SEXTA LLORA POR GARCÍA-GALLARDO Y EL PSOE ATACA A VOX



Duración 8:11 minutos

Liturgia: ¿Comunión en la boca o en la mano? (Padre José María Iraburu)



–Historia. El rito de la comunión de los fieles se ha ido desarrollando en formas diversas, que conviene conocer, al menos a grandes rasgos. Ciertas posiciones actuales, duramente contrapuestas en esta cuestión, reflejan en ocasiones una ideologización del asunto y una notable ignorancia de la historia de los formas litúrgicas. Resumo a grandes rasgos la evolución de este rito litúrgico ateniéndome a los documentados datos que da el P. Joseph Jungmann, S. J. en su clásica obra Missarum sollemnia (orig. 1949; El Sacrificio de la Misa, BAC 68, Madrid 1959, pgs. 942-960).

En el primer Ordo Romanus los fieles se quedaban en su sitio y el clero les llevaba la comunión. En otra regiones, ya en siglo IV, los fieles se acercaban a comulgar al mismo altar (Sínodo de Tours 567). En tiempos de San Agustín, en el norte de África, los fieles se acercaban a la barandilla que limitaba el presbiterio. Como era alta, recibían de pie el Santísimo. A partir del siglo XIII se generaliza la costumbre de extender un paño ante los comulgantes, sostenido por acólitos. Por entonces se inicia la costumbre de poner el paño en un banco fijo, el comulgatorio, o se acostumbra el comulgatorio en forma de barandilla, más baja que las antiguas, para comulgar de rodillas. Esta piadosa costumbre de recibir la comunión de rodillas se generalizó en Occidente entre los siglos XI y XVI. Pero en Roma esta costumbre se consideraba ya tradicional en el siglo XII. En una forma ritual o en otra, San Agustín enseña que nadie debe acercarse a la comunión nisi prius adoraverit, sin un gesto anterior de adoración.

San Cirilo de Jerusalén (315-386), en sus famosas Catequesis, da normas muy cuidadosas sobre la comunión en la mano: «Cuando te acerques, no lo hagas con las manos extendidas o los dedos separados, sino haz con la izquierda un trono para la derecha, que ha de recibir al Rey, y luego con la palma de la mano forma un recipiente, recoge el cuerpo del Señor y di Amen… Que no se te caiga ni una miga de lo que es más valioso que el oro y las piedras preciosas» (Catequesis V,21ss). Normas análogos se encuentran en otros autores, como Teodoro de Mopsuestia (+428) y San Agustín (+430).

Como había sin duda un cierto peligro en entregar el Cuerpo sacramental de Cristo en la mano del comulgante, era obligado sumir la Hostia inmediatamente. Algunos Sínodos españoles consideran sacrilegio no comulgar en el acto (Zaragoza, 380; Toledo, 400). Por otra parte, la creciente devoción al Sacramento hizo que se generalizara la comunión en la boca. Así lo prescribe, por ejemplo, el concilio de Ruán (878). «Este cambio –dice Joungmann– se hizo aproximadamente en el mismo tiempo en que se dio el paso del pan fermentado al pan ázimo, y está relacionado seguramente con él. Casi podríamos afirmar que el cambio lo sugirió la facilidad con que se adherían a la lengua húmeda las partículas de las delgadas obleas, a diferencia de los sólidos pedacitos de pan fermentado usado hasta entonces» (pg. 950). El uso del paño de la comunión o de la bandeja se prescribió el años 1929 para los fieles, como un signo más de la devoción creciente a la Eucaristía.

En cuando al ministro de la comunión, ya Cristo lo dispuso en la multiplicación de los panes, anticipación de la Eucaristía. Multiplicados los panes, «los entregó a sus discípulos, y los discípulos a la gente» (Mt 14,19; cf. Mc 6,41; Lc 9,16). En todos los documentos antiguos de la Iglesia que tratan del tema, siempre reservan al Orden sacerdotal la distribución de la comunión. San Francisco de Asís (+1226) dice: «sólo ellos [los sacerdotes] deben administrarlo, y no otros» (Cta. IIª a todos los fieles, 35). Y Santo Tomás (+1274): «Por reverencia a este Sacramento, ninguna cosa entra en contacto con él a no ser que esté consagrada; y por eso se consagran no sólo el corporal sino también el cáliz y, asimismo, las manos del Sacerdote, para tocar este Sacramento. De donde se dedice que a ningún otro le es lícito tocarlo» (STh III, 82, 3).

–La vuelta a la comunión en la mano se inició en Centroeuropa por los años 50 –Holanda, Francia, Bélgica, Alemania– sin autorización de Roma, es decir, en forma abusiva. Ante la presión insistente de algunos Episcopados, la Congregación de Ritos concedió esta práctica a ciertas Conferencias Episcopales (por ejemplo, Alemania, 6-VII-1968; Bélgica, 11-VII-68). Pero las protestas surgidas fueron tantas que aconsejaron al Papa Pablo VI suspender esa concesión (25-VII-1968), y enfrentar el problema en un documento importante, por supuesto, aún vigente.

La Instrucción Memoriale Domini, de modo Sanctam Communionem ministrandi documento de la Congregación para el Culto Divino (28-V-1969), impulsado y aprobado por el Papa Pablo VI, comienza por advertir que el modo de la comunión eucarística en la fieles «ha sido multiforme» en la historia. Y señala que, en el ambiente de la reforma litúrgica postconciliar, se «ha suscitado en algunas partes, durante los últimos años, el deseo de volver al uso de depositar el Pan Eucarístico en la mano de los fieles, para que ellos mismos, comulgando, lo introduzcan en la boca. Más aún, en algunas comunidades y lugares se ha practicado este rito sin haber pedido antes la aprobación de la Sede Apostólica». La Instrucción reafirma la norma general de la comunión eucarística en la boca.

Recuerda que al paso de los siglos «se introdujo la costumbre de que el ministro por sí mismo depositase en la lengua de los que recibían la comunión una partícula del pan consagrado. Este modo de distribuir la santa comunión, considerando en su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado, no solamente porque se apoya en un uso tradicional de muchos siglos [unos doce], sino principalmente porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía… Por lo demás, con este modo de obrar, que se ha de considerar ya común, se garantiza con mayor eficacia la distribución de la Sagrada Comunión con la reverencia, el decoro y la dignidad que convienen, para alejar todo peligro de profanación de las especies eucarísticas… y para tener con los mismos fragmentos del pan consagrado el cuidado diligente que la Iglesia ha recomendado siempre». Me permito añadir aquí una frase de San Agustín: «Sería una locura insolente el discutir qué se ha de hacer cuando toda la Iglesia universal tiene una práctica establecida» (Cta. a Jenaro 54,6).

–Se consulta, sin embargo, al Episcopado católico. No obstante que la Instrucción confirma la norma doce veces secular de la comunión en la boca, considera que habiéndose generalizado mucho el uso o el deseo de la comunión en la mano era prudente consultar al Episcopado universal en cuestión de tan gravé importancia.

«Habiendo pedido algunas conferencias Episcopales y algunos obispos en particular que se permitiese en sus territorios el uso de poner en las manos de los fieles el pan consagrado, el Sumo Pontífice mandó que se preguntase a todos y cada uno de los Obispos de la Iglesia latina su parecer sobre la oportunidad de introducir el rito mencionado»… La pregunta principal que se hizo, con otras accesorias, fue ésta:

«1. ¿Se ha de acoger el deseo de que, además del modo tradicional, se permitan también el rito de recibir la Sagrada Comunión en la mano? Placet: 567. Non placet: 1.223. Placet juxta modum: 315. Votos inválidos: 20»…



El Episcopado mundial se expresó, pues, con una abrumadora mayoría en favor de mantener la comunión en la boca, negando la introducción de la comunión en la mano. Como concluye la Instrucción, «la mayor parte de los obispos estiman que no se debe cambiar la disciplina vigente; más aún, que el cambio sería dañoso, tanto para el sentimiento como para el culto espiritual de los mismos obispos y de muchos fieles». Consiguientemente, «el Sumo Pontífice ha decidido no cambiar el modo hace mucho tiempo recibido de administrar a los fieles la Sagrada Comunión».

–El poderoso retroprogresismo posterior al Concilio persistió, sin embargo, en su intento, actuando en contra de su pretendido espíritu democrático, que se caracteriza por su respeto a la voluntad mayoritaria, ya expresada. Es éste un caso típico del retroprogresismo, que considera un progreso volver a prácticas «superadas» de la antigüedad, en el caso que nos ocupa hace más de un milenio.

Conviene recordar aquí dos principios eclesiológicos importantes:

1º.- El desarrollo de las formas en la Iglesia es normalmente perfectivo, según Cristo lo anunció: «el Espíritu de la verdad os guiará hacia la verdad completa» (Jn 16,13). Son innumerables los Sínodos y Concilios que durante más de un milenio ordenaron que la comunión eucarística se administrase directamente en la boca, y más de dos tercios del Episcopado católico, consultado por Pablo VI, se pronuncia en 1969 en contra de la posibilidad de «volver» a la costumbre antigua de la comunión en la mano. ¿Será realmente un progreso «regresar» a tal costumbre?…

2º.- Y otro principio debe ser también recordado: el de la colegialidad episcopal. Cuando el Papa, concretamente, hace una consulta al Episcopado católico, la opinión prudencial expresada por éste, aunque no se trate de una cuestión atinente a la fe –como cuando el Papa consultó sobre la declaración dogmática de la Asunción de la Virgen antes de su proclamación­– en principio debe ser respetada. ¿Para qué, si no, se hace la consulta?

–Indulto. Roma locuta, quæstio finita.
Este antiguo principio se quebrantó en el primer tiempo postconciliar con gran frecuencia . La supresión total del uso litúrgico del latín, la vuelta de los altares hacia el pueblo, la fidelidad a la guía de Santo Tomás, el desarrollo de la música religiosa, el abandono generalizado del hábito en sacerdotes y religiosos, y otras muchas cuestiones fueron siempre resueltas por la vía de los hechos consumados y de la presión de los medios. Y con frecuencia en contra de lo explícitamente establecido por la Iglesia, a veces en el mismo Concilio Vaticano II.
Pues bien, en el tema que nos ocupa, la misma Instrucción sugiere en su final que «si el uso contrario, es decir, el poner la Santa Comunión en las manos, hubiera arraigado ya en algún lugar, la misma Sede Apostólica, con el fin de ayudar a las Conferencias Episcopales a cumplir el oficio pastoral, que con frecuencia se hace más difícil en las condiciones actuales», estima posible eximir de la norma general a las Conferencias Episcopales que lo soliciten, siempre que su solicitud se fundamente en un «previo y prudente estudio», y que proceda de un acuerdo de la Conferencia en votación secreta «y por dos tercios de los votos; acuerdos que luego han de presentar a la Santa Sede, para su necesaria confirmación, remitiendo aneja una exposición precisa de los motivos que han llevado a tales acuerdos. La Santa Sede ponderará cuidadosamente cada caso». El indulto, legítimamente concedido, autoriza para hacer lo que sin él estaría prohibido por la norma, que sigue vigente.

–Omito la descripción del proceso posterior –diferente en cada país, lógicamente–, pero que en una gran parte de la Iglesia Católica condujo a la aceptación de la comunión en la mano. 
De este modo la excepción vino con frecuencia a hacerse norma. La concesión de la comunión en la mano, que se presentaba como un indulto, es decir, como un permiso concedido por la Santa Sede para eximir lícitamente del cumplimiento de una ley general, nunca derogada, vino así a transformarse de hecho en ley postconciliar, nunca escrita, por supuesto
De hecho, son muchos los fieles de buena voluntad, pero ignorantes en esta materia, que aceptan el cambio de la comunión en la mano «por obediencia a la voluntad de la Iglesia», o si se quiere, «por fidelidad al Concilio» (!).

Pero no todos los Obispos católicos han querido acogerse al citado indulto. Por fidelidad a la tradición y norma general de la Iglesia, por convicción de conciencia, o simplemente por respeto a la costumbre más arraigada en el pueblo cristiano de su Iglesia local, siguen practicando la comunión en la boca. Por otra parte, es preciso señalar en esto que la gran mayoría de los Obispos y sacerdotes que mantienen esta norma nunca niegan la comunión en la mano a los fieles que lo solicitan. Mientras que, por el contrario, no es un hecho muy excepcional que los ministros ideologizados, fieles a esa ley inexistente, niegan la comunión a los fieles que la solicitan en la boca.


No en todas partes, en efecto, se ha seguido esta ley inexistente. Por ejemplo, el Sr. Obispo de San Luis (Argentina), Mons. Juan Rodolfo Laise, no permitió esta práctica en su diócesis –confrontando en esta cuestión al Episcopado argentino–, y publicó un libro, uno de los más documentados sobre el tema, para justificar su oposición: Comunión en la mano. Documentos e historia (San Luis 1997, 142 pgs., comentario del P. G. Díaz Patri; la misma obra en Vórtice, Buenos Aires 2005). Sus sucesores, Mons. Jorge Luis Lona y Mons. Pedro Daniel Martínez Perea han mantenido la comunión en la boca. Otros Obispos, como el auxiliar de Karaganda (Kazajastán), Mons. Atanasio Schneider, o como el Papa Benedicto XVI, en su diócesis de Roma, rechazaron también el uso de la comunión en la mano. En muchas grande concentraciones internacionales, en Congresos Eucarísticos, en Roma, Santiago, Roncesvalles, Guadalupe, etc. puede comprobarse en la Misa que a la hora de comulgar son muchos los que comulgan en la boca, a veces tantos o más que en la mano.

–La Notificación acerca de la comunión en la mano (3-IV-1985), publicada por la Congregación para el Culto Divino, bajo la autoridad de Juan Pablo II, sintetiza el status quaestionis sobre esta cuestión. La resumo.

«La Santa Sede, a partir de 1969, aunque manteniendo en vigor para toda la Iglesia la manera tradicional de de distribuir la Comunión [en la boca], acuerda a las Conferencias Episcopales que lo pidan y con determinadas condiciones, la facultad de distribuir la Comunión dejando la Hostia en la mano de los fieles.

«Esta facultad está regulada por las Instrucciones Memoriale Domini e Inmense Caritatis (29-V-1068 y 29-I-1973), así como por el Ritual De sacra Communione (21-VI-1973). 

De todos modos parece útil llamar la atención sobre los siguientes puntos.

1. Una u otra forma de comulgar debe manifestar «el respeto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía»…

2. De acuerdo con la Tradición, «se insistirá en el Amén que pronuncia el fiel, como respuesta a la fórmula del ministro: “El Cuerpo de Cristo”»…

3. «El fiel que ha recibido la Eucaristía en su mano, la llevará a la boca antes de regresar a su lugar, retirándose lo suficiente para dejar pasar a quien le sigue, permaneciendo siempre de cara al altar».

4. Es tradición constante de la Iglesia que «no se ha de de tomar el pan consagrado directamente de la patena o de un cesto, sino que se extienden las manos para recibirlo del ministro de la comunión».

5. «Se recomienda a todos, y en particular a los niños, la limpieza de las manos»…

6. «Conviene ofrecer a los fieles una catequesis del rito, insistiendo sobre los sentimientos de adoración y de respeto que merece el Sacramento (Dominicae Cenae, 11). Se recomendará vigilar para que posibles fragmentos del pan consagrado no se pierdan».

7. «No se obligará jamás a los fieles a adoptar la práctica de la comunión en la mano, dejando a cada persona la necesaria libertad para recibir la comunión o en la mano o en la boca»…

«Los pastores de almas han de insistir no solamente sobre las disposiciones necesarias para una recepción fructuosa de la Comunión –que, en algunos casos exige el recurso al Sacramento de la Penitencia–, sino también sobre la actitud exterior de respeto, que, bien considerado, ha de expresar la fe del cristiano en la Eucaristía».

* * *

Finalmente, no ideologicemos trágicamente el modo exterior de la comunión eucarística. Nunca olvidemos que precisamente la Eucaristía es el sacramento que expresa y causa la unidad de los cristianos … Lamentablemente, sobre los dos modos exteriores de la comunión se oyen a veces afirmaciones de uno y otro lado muy excesivas, muy idóneas para crear divisiones internas en la Iglesia. Como hemos visto, a lo largo de la historia la comunión eucarística de los fieles ha tenido formas exteriores bastante diversas. Pero la devoción eucarística del comulgante está integrada principalmente por sus disposiciones interiores de fe, de esperanza y de amor, como hemos de considerar en el próximo artículo.

Puede haber comuniones en la mano devotísimas, y también triviales, despectivas, sacrílegas. Pero eso mismo puede decirse de la comunión en la boca
Que la comunión en la mano entró en la Iglesia postconciliar en forma lamentable –como la vuelta de los altares–, parece un dato evidente; pero esto en modo alguno autoriza a considerarla como algo en sí misma mala. 
Es una gran impiedad satanizar una forma de comunión practicada durante muchos siglos y bendecida por la Iglesia. La forma exterior puede favorecer la actitud interior del comulgante, pero muy hasta cierto punto. Y no debe ponerse en la forma del rito, a favor o en contra, un énfasis apreciativo o reprobatorio excesivo, que está ciertamente fuera de lugar y que crea dentro de la Iglesia divisiones no solo malas, sino también insensatas.

José María Iraburu, sacerdote

jueves, 26 de mayo de 2022

San Felipe Neri



San Felipe nació en Florencia, Italia, en 1515. Su padre se llamaba Francisco Neri. Desde pequeño demostraba tal alegría y tan grande bondad, que la gente lo llamaba "Felipín el bueno". En su juventud dejó fama de amabilidad y alegría entre sus compañeros y amigos.

Habiendo quedado huérfano de madre, lo envió su padre a casa de un tío muy rico, el cual planeaba dejarlo heredero de todos sus bienes. Pero allá Felipe se dio cuenta de que las riquezas le podían impedir el dedicarse a Dios, y un día tuvo lo que él llamó su primera "conversión". Y consistió en que se alejó de la casa del riquísimo tío y se fue para Roma llevando únicamente la ropa que llevaba puesta. En adelante quería confiar solamente en Dios y no en riquezas o familiares pudientes.

Al llegar a Roma se hospedó en casa de un paisano suyo de Florencia, el cual le cedió una piecita debajo de una escalera y se comprometió a ofrecerle una comida al día si él les daba clases a sus hijos. La habitación de Felipe no tenía sino la cama y una sencilla mesa. Su alimentación consistía en una sola comida al día: un pan, un vaso de agua y unas aceitunas. El propietario de la casa, declaraba que desde que Felipe les daba clases a sus hijos, estos se comportaban como ángeles.

Los dos primeros años Felipe se ocupaba casi únicamente en leer, rezar, hacer penitencia y meditar. Por otros tres años estuvo haciendo estudios de filosofía y de teología.

Pero luego por inspiración de Dios se dedicó por completo a enseñar catecismo a las gentes pobres. Roma estaba en un estado de ignorancia religiosa espantable y la corrupción de costumbres era impresionante. Por 40 años Felipe será el mejor catequista de Roma y logrará transformar la ciudad.

Felipe había recibido de Dios el don de la alegría y de amabilidad. Como era tan simpático en su modo de tratar a la gente, fácilmente se hacía amigo de obreros, de empleados, de vendedores y niños de la calle y empezaba a hablarles del alma, de Dios y de la salvación. Una de sus preguntas más frecuentes era esta: "amigo ¿y cuándo vamos a empezar a volvernos mejores?". Si la persona le demostraba buena voluntad, le explicaba los modos más fáciles para llegar a ser más piadosos y para comenzar a portarse como Dios quiere.

A aquellas personas que le demostraban mayores deseos de progresar en santidad, las llevaba de vez en cuando a atender enfermos en hospitales de caridad, que en ese tiempo eran pobrísimos y muy abandonados y necesitados de todo. Otra de sus prácticas era llevar a las personas que deseaban empezar una vida nueva, a visitar en devota procesión los siete templos principales de Roma y en cada uno dedicarse un buen rato a orar y meditar. Y así con la caridad para los pobres y con la oración lograba transformar a muchísima gente.

Desde la mañana hasta el anochecer estaba enseñando catecismo a los niños, visitando y atendiendo enfermos en los hospitales, y llevando grupos de gentes a las iglesias a rezar y meditar. Pero al anochecer se retiraba a algún sitio solitario a orar y a meditar en lo que Dios ha hecho por nosotros. Muchas veces pasó la noche entera rezando. Le encantaba irse a rezar en las puertas de los templos o en las catacumbas o grandes cuevas subterráneas de Roma donde están enterrados los antiguos mártires. Lo que más pedía Felipe al cielo era que se le concediera un gran amor hacia Dios. Y la vigilia de la fiesta de Pentecostés, estando aquella noche rezando con gran fe, pidiendo a Dios el poder amarlo con todo su corazón, éste se creció y se le saltaron dos costillas. Felipe entusiasmado y casi muerto de la emoción exclamaba: "¡Basta Señor, basta! ¡Que me vas a matar de tanta alegría!". En adelante nuestro santo experimentaba tan grandes accesos de amor a Dios que todo su cuerpo de estremecía, y en pleno invierno tenía que abrir su camisa y descubrirse el pecho para mitigar un poco el fuego de amor que sentía hacia Nuestro Señor. Cuando lo fueron a enterrar notaron que tenía dos costillas saltadas y que estas se habían arqueado para darle puesto a su corazón que se había ensanchado notablemente.

En 1458 fundó con los más fervorosos de sus seguidores una cofradía o hermandad para socorrer a los pobres y para dedicarse a orar y meditar. Con ellos fundó un gran hospital llamado "De la Santísima Trinidad y los peregrinos", y allá durante el Año del Jubileo en 1757, atendieron a 145,000 peregrinos. Con las gentes que lo seguían fue propagando por toda Roma la costumbre de las "40 horas", que consistía en colocar en el altar principal de cada templo la Santa Hostia, bien visible, y dedicarse durante 40 horas a adorar a Cristo Sacramentado, turnándose las personas devotas en esta adoración.

A los 34 años todavía era un simple seglar. Pero a su confesor le pareció que haría inmenso bien si se ordenaba de sacerdote y como había hecho ya los estudios necesarios, aunque él se sentía totalmente indigno, fue ordenado de sacerdote, en el año 1551.

Y apareció entonces en Felipe otro carisma o regalo generoso de Dios: su gran don de saber confesar muy bien. Ahora pasaba horas y horas en el confesionario y sus penitentes de todas las clases sociales cambiaban como por milagro. Leía en las conciencias los pecados más ocultos y obtenía impresionantes conversiones. Con grupos de personas que se habían confesado con él, se iba a las iglesias en procesión a orar, como penitencia por los pecados y a escuchar predicaciones. Así la conversión era más completa.

San Felipe quería irse de misionero al Asia pero su director espiritual le dijo que debía dedicarse a misionar en Roma. Entonces se reunió con un grupo de sacerdotes y formó una asociación llamada el "Oratorio", porque hacían sonar una campana para llamar a las gentes a que llegaran a orar. El santo les redactó a sus sacerdotes un sencillo reglamento y así nació la comunidad religiosa llamada de Padres Oratorianos o Filipenses. Esta congregación fue aprobada por el Papa en 1575 y ayudada por San Carlos Borromeo.

San Felipe tuvo siempre en don de la alegría. Donde quiera que él llegaba se formaba un ambiente de fiesta y buen humor. Y a veces para ocultar los dones y cualidades sobrenaturales que había recibido del cielo, se hacía el medio payaso y hasta exageraba un poco sus chistes y chanzas. Las gentes se reían de buena gana y aunque a algunos muy seriotes les parecía que él debería ser un poco más serio, el santo lograba así que no lo tuvieran en fama de ser gran santo (aunque sí lo era de verdad).

En su casa de Roma reunía centenares de niños desamparados para educarlos y volverlos buenos cristianos. Estos muchachos hacían un ruido ensordecedor, y algunos educadores los regañaban fuertemente. Pero San Felipe les decía: "Haced todo el ruido que queráis, que a mí lo único que me interesa es que no ofendáis a Nuestro Señor. Lo importante es que no pequéis. Lo demás no me disgusta". Esta frase la repetirá después un gran imitador suyo, San Juan Bosco.

Una vez tuvo un ataque fortísimo de vesícula. El médico vino a hacerle un tratamiento, pero de pronto el santo exclamó: "Por favor háganse a un lado que ha venido Nuestra Señora la Virgen María a curarme". Y quedó sanado inmediatamente. A varios enfermos los curó al imponerles las manos. A muchos les anunció lo que les iba a suceder en el futuro. En la oración le venían los éxtasis y se quedaba sin darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Muchas personas vieron que su rostro se llenaba de luces y resplandores mientras rezaba o mientras celebraba la Santa Misa. Y a pesar de todo esto se mantenía inmensamente humilde y se consideraba el último de todos y el más indigno pecador.

Los últimos años los dedicó a dar dirección espiritual. El Espíritu Santo le concedió el don de saber aconsejar muy bien, y aunque estaba muy débil de salud y no podía salir de su cuarto, por allí pasaban todos los días numerosas personas. Los Cardenales de Roma, obispos, sacerdotes, monjas, obreros, estudiantes, ricos y pobres, jóvenes y viejos, todos querían pedirle un sabio consejo y volvían a sus casas llenos de paz y de deseos de ser mejores. Decían que toda Roma pasaba por su habitación. Empezó a sentir tales fervores y tan grandes éxtasis en la Santa Misa, después de la consagración, que el que le acolitaba, se iba después de la elevación y volvía dos horas después y alcanzaba a llegar para el final de la misa.

El 25 de mayo de 1595 su médico lo vio tan extraordinariamente contento que le dijo: "Padre, jamás lo había encontrado tan alegre", y él le respondió: "Me alegré cuando me dijeron: vayamos a la casa del Señor". A la media noche le dio un ataque y levantando la mano para bendecir a sus sacerdotes que lo rodeaban, expiró dulcemente. Tenía 80 años.

Fue declarado santo en el año 1622 y en Roma lo consideraron como a su mejor catequista y director espiritual. Es patrono de Roma y de Italia,