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viernes, 1 de diciembre de 2017

Estado católico, una exigencia irrenunciable (José María Permuy)





Recientemente he escrito sobre la conveniencia y necesidad de que los Estados profesen la Religión Católica para preservar el medio ambiente moral, espiritual y religioso de la sociedad.

Pocos días después me encontré en un templo una hoja parroquial de la que me llamó la atención un articulito que habla de laicismo y laicidad.

Es interesante, porque refleja perfectamente la confusión sobre el tema generada por el Concilio Vaticano II y el magisterio posterior.

El autor rechaza el laicismo que promueve la separación entre la Iglesia y el Estado, porque considera que la Iglesia debe colaborar positivamente con el Estado. Pero por otro lado, reproduce (sin citar su origen) una frase de un discurso del Papa Francisco que afirma que la laicidad es positiva, entendiéndola como el respeto del Estado hacia todas las religiones sin asumir ninguna en concreto.

Este tipo de equilibrios doctrinales complejos, que intentan hacer compatibles dos posturas que se contradicen la una con la otra, me recuerdan siempre las palabras de Jesús: que tu sí, sea sí y tu no sea no. Todo lo que pase de eso, proviene del maligno.

La ambigüedad en asuntos de fe y moral es cosa diabólica.

La doctrina tradicional de la Iglesia enseña que la obligación moral de confesar y practicar la Religión Católica incumbe tanto a los individuos como a las sociedades, sin excluir las comunidades políticas.

Esta doctrina fue predicada por la Iglesia siempre y en todas partes hasta el segundo Concilio Vaticano. Sobre todo desde que la Revolución francesa difundió por doquier la peste del laicismo. Cuanto más avanzaban los principios del Derecho Nuevo, la filosofía ilustrada iluminista y la ideología liberal en las naciones, más alta, contundente e insistente se alzaba la voz de la Iglesia para condenar todos esos errores, reclamar los derechos de Dios y recordar a los pueblos su obligación de reconocer el reinado social de Jesucristo.

Es lógico: a mayor olvido de la verdad, mayor necesidad de recordarla.

Pero esa lógica es abandonada a partir del Vaticano II. Desde entonces los Papas y los obispos apenas han vuelto a hablar más de ello y si en alguna ocasión han abordado el tema de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, lo han hecho sin recordar al deber moral de las sociedades políticas para con la verdadera religión y para con la Iglesia de Cristo y, en ocasiones, amparándose en las ambigüedades de la declaración sobre la libertad religiosa, en sentido contrario a la doctrina tradicional.

Ello ha dado pie a que los enemigos del Estado católico sostengan que la tradicional y multisecular doctrina sobre la constitución cristiana de las sociedades políticas, magistralmente expuesta por León XIII en su encíclica Inmortale Dei, no pretendía ser definitiva sino tan solo facultativa, opcional, dependiente de la posibilidad o no de llevarla a cabo en cada momento y circunstancia. En el mejor de los casos, podría entenderse como un consejo, pero no como un precepto. En conclusión, sería una doctrina mudable, opinable y relativa.

Frente a quienes defienden esa teoría, hay tres razones, al menos, para considerar definitiva la enseñanza de la Iglesia sobre el deber moral de los Estados de reconocer y profesar el catolicismo y prohibir el culto público de las religiones falsas:

La condena de las ideas contrarias a dicha enseñanza es expresada por Pío IX en la encíclica Quanta cura de un modo que reúne todas y cada una de las condiciones que la Constitución Dogmatica Pastor aeternus, del Concilio Vaticano I, atribuye al magisterio pontificio infalible [1]. En Quanta cura, Pío IX ejerce su oficio de Pastor Supremo de la Iglesia (“en virtud de Nuestra Autoridad Apostólica…”), se dirige a toda la Iglesia (“…mandamos que por todos los hijos de la Iglesia católica”) y ordena que las doctrinas contrarias a la fe y a la moral sobre la libertad religiosa, la libertad de conciencia y el indiferentismo religioso del Estado sean totalmente rechazadas (“ …sean absolutamente tenidas por reprobadas, proscritas y condenadas”) [2].

Se trata de una enseñanza que ha sido propuesta durante siglos, de modo unánime, por todos los Papas y obispos, de tal modo que cabe pensar que forma parte del magisterio ordinario y universal, que es tan definitivo y vinculante como el magisterio extraordinario del Papa cuando habla ex cathedra [3].

León XIII afirma en Libertas praestantissimunm que “es la misma naturaleza la que exige a voces que la sociedad proporcione a los ciudadanos medios abundantes y facilidades para vivir virtuosamente, es decir, según las leyes de Dios, ya que Dios es el principio de toda virtud y de toda justicia. Por esto, es absolutamente contrario a la naturaleza que pueda lícitamente el Estado despreocuparse de esas leyes divinas o establecer una legislación positiva que las contradiga” “Por esta razón, los que en el gobierno de Estado pretenden desentenderse de las leyes divinas desvían el poder político de su propia institución y del orden impuesto por la misma naturaleza”. (Encíclica Libertas praestantissimum, 14). En esta misma encíclica y en Inmortale Dei, el Romano Pontífice enseña que la obligación del Estado de dar culto al Dios verdadero es una prescripción de la “iustitia” et “ratio”, de la “natura et ratio” [4]. Siendo así, es lógico deducir que se trata de un mandato derivado de la ley natural y, puesto que la ley natural es eterna [5], universal [6] e inmutable [7], también lo es el precepto de que las comunidades civiles rindan el culto debido a Cristo.

La Iglesia ha admitido que, en los Estados católicos, sólo si ello evita males mayores, la autoridad puede tolerar la práctica privada de religiones falsas, pero no la difusión pública de dichas creencias [8].

Allí donde no se da una unidad religiosa católica suficiente (por ejemplo, naciones pluriconfesionales en las que no prevalezca la religión católica, o pueblos en los que la inmensa mayoría es no católica) y, por lo tanto, no cabe esperar que el Estado establezca el culto público católico mientras no cambien las circunstancias, la Iglesia reclama la libertad religiosa, bien entendida, para sí misma. La libertad para practicar el bien y propagar la verdad. Nunca para el mal y el error.

Pero que en un determinado momento histórico, o en una sociedad en particular, no se den condiciones objetivas mínimas para que un Estado profese la religión católica con todas las consecuencias políticas, sociales y jurídicas que se siguen de ello, no quiere decir que el deber moral del Estado haya desaparecido, ni que los gobernantes y gobernados católicos deban resignarse a aceptar tal situación, ni mucho menos que puedan estar de acuerdo con ella, como hacen los llamados liberal-católicos y los democristianos.

Por el contrario, en dichas coyunturas es más apremiante la tarea de evangelizar la sociedad, procurando la conversión de los herejes, cismáticos, infieles, y apóstatas, así como la enmienda de vida de los alejados de la Iglesia y los católicos incoherentes. Es más necesario que la Iglesia recuerde, para que no caiga en el olvido y para evitar que los fieles cristianos se dejen seducir por los errores modernos, la doctrina tradicional católica acerca del imperio de Cristo sobre las sociedades. Es más urgente que los católicos procuren por todos los medios posibles la instauración y restauración del orden social cristiano, impulsando la progresiva impregnación católica de las estructuras sociales, la legislación civil, las instituciones políticas, la economía y todo lo relativo a la vida pública, de tal modo que la sociedad entera se vaya ajustando a los dictados de la ley eterna, revelada y natural sin perder de vista que el objetivo final es que la sociedad civil reconozca plenamente la Soberanía de Jesucristo [9].

José María Permuy

[1] “Enseñamos y definimos como dogma divinamente revelado que: el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.

Canon: De esta manera si alguno, no lo permita Dios, tiene la temeridad de contradecir esta nuestra definición: sea anatema”. (Constitución dogmática Pastor aeternus. Capítulo 4)

[2] “En virtud de nuestra autoridad Apostólica reprobamos, proscribimos y condenamos todas y cada una de las perversas opiniones y doctrinas singularmente mencionadas en estas Letras, y queremos y mandamos que por todos los hijos de la Iglesia católica sean absolutamente tenidas por reprobadas, proscritas y condenadas”. (Encíclica Quanta cura).

Entre las doctrinas reprobadas, proscritas y condenadas están las siguientes: 

  • “El mejor orden de la sociedad pública, y el progreso civil exigen absolutamente, que la sociedad humana se constituya y gobierne sin relación alguna a la Religión, como si ella no existiesen o al menos sin hacer alguna diferencia entre la Religión verdadera y las falsas”.
  • “Es la mejor la condición de aquella sociedad en que no se le reconoce al Imperante o Soberano derecho ni obligación de reprimir con penas a los infractores de la Religión católica, sino en cuanto lo pida la paz pública”. 
“La libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida y los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo, sin trabas ningunas por parte de la autoridad eclesiástica o civil”. (Encíclica Quanta cura)

[3] “Deben ser creídas con fe divina y católica todas aquellas cosas que están contenidas en la Palabra de Dios, escrita o transmitida, y que son propuestas por la Iglesia para ser creídas como materia divinamente revelada, sea por juicio solemne, sea por su magisterio ordinario y universal”. (Constitución Dogmática Filius Dei. Capítulo 3).

“Los Romanos Pontífices no han dejado jamás, según lo exigían las circunstancias y los tiempos, de rechazar y condenar las doctrinas que defendían la separación de la Iglesia y el Estado” (Encíclica Vehementer Nos, 3)

[4] “Es evidente que el Estado tiene el deber de cumplir por medio del culto público las numerosas e importantes obligaciones que lo unen con Dios. La naturaleza y la razón, que manda a cada hombre dar culto a Dios piadosa y santamente, porque de Él dependemos, y porque, habiendo salido de Él, a Él hemos de volver, impone la misma obligación a la sociedad civil. Los hombres no están menos sujetos al poder de Dios cuando viven unidos en sociedad que cuando viven aislados. La sociedad, por su parte, no está menos obligada que los particulares a dar gracias a Dios, a quien debe su existencia, su conservación y la innumerable abundancia de sus bienes

Por esta razón, así como no es lícito a nadie descuidar los propios deberes para con Dios, el mayor de los cuales es abrazar con el corazón y con las obras la religión, no la que cada uno prefiera, sino la que Dios manda y consta por argumentos ciertos e irrevocables como única y verdadera, de la misma manera los Estados no pueden obrar, sin incurrir en pecado, como si Dios no existiese, ni rechazar la religión como cosa extraña o inútil, ni pueden, por último, elegir indiferentemente una religión entre tantas. Todo lo contrario. El Estado tiene la estricta obligación de admitir el culto divino en la forma con que el mismo Dios ha querido que se le venere. Es, por tanto, obligación grave de las autoridades honrar el santo nombre de Dios. Entre sus principales obligaciones deben colocar la obligación de favorecer la religión, defenderla con eficacia, ponerla bajo el amparo de las leyes, no legislar nada que sea contrario a la incolumidad de aquélla”. (Inmortale Dei. 3)

“Es necesario que el Estado, por el mero hecho de ser sociedad, reconozca a Dios como Padre y autor y reverencie y adore su poder y su dominio. 
La justicia y la razón prohíben, por tanto, el ateísmo del Estad, o, lo que equivaldría al ateísmo, el indiferentismo del Estado en materia religiosa, y la igualdad jurídica indiscriminada de todas las religiones. Siendo, pues, necesaria en el Estado la profesión pública de una religión, el Estado debe pro¡fesar la única religión verdadera, la cual es reconocible con facilidad, singularmente en los pueblos católicos, puesto que en ella aparecen como grabados los caracteres distintivos de la verdad. Esta es la religión que deben conservar y proteger los gobernantes, si quieren atender con prudente utilidad, como es su obligación, a la comunidad política”. (Libertas praestantissimum. 16)

[5] “La ley natural es la misma ley eterna, que, grabada en los seres racionales, inclina a éstos a las obras y al fin que les son propios; ley eterna que es, a su vez, la razón eterna de Dios, Creador y Gobernador de todo el universo” (Encíclica Libertas praestantissimum. 6)

[6]“Así, pues, se debe concluir que la ley natural, en cuanto a los primeros principios universales, es la misma para todos los hombres, tanto en el contenido como en el grado de conocimiento”. (Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica. Parte I-IIae – Cuestión 94 – Artículo 4)

“La ley natural, presente en el corazón de todo hombre y establecida por la razón, es universal en sus preceptos, y su autoridad se extiende a todos los hombres”. (Catecismo de la Iglesia Católica. 1956)

[7] “Cambiaría la ley natural por vía de sustracción, es decir, porque algo que antes era de ley natural deja de serlo. En este sentido, la ley natural es completamente inmutable en lo que se refiere a los primeros principios de la misma” (Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica. Parte I-IIae – Cuestión 94 – Artículo 5).

La ley natural es inmutable y permanente a través de las variaciones de la historia; subsiste bajo el flujo de ideas y costumbres y sostiene su progreso. Las normas que la expresan permanecen substancialmente valederas”. (Catecismo de la Iglesia Católica. 1958)

[8] “Si bien la Iglesia juzga ilícito que las diversas clases de culto divino gocen del mismo derecho que tiene la religión verdadera, no por esto, sin embargo, condena a los gobernantes que para conseguir un bien importante o para evitar un grave mal toleran pacientemente en la práctica la existencia de dichos cultos en el Estado. Es, por otra parte, costumbre de la Iglesia vigilar con mucho cuidado para que nadie sea forzado a abrazar la fe católica contra su voluntad, porque, como observa acertadamente San Agustín, «el hombre no puede creer más que de buena voluntad»” (Encíclica Inmortale Dei, 17)

“Pero en tales circunstancias, si por causa del bien común, y únicamente por ella, puede y aun debe la ley humana tolerar el mal, no puede, sin embargo, ni debe jamás aprobarlo ni quererlo en sí mismo”. “Permanece siempre fija la verdad de este principio: la libertad concedida indistintamente a todos y para todo, nunca, como hemos repetido varias veces, debe ser buscada por sí misma, porque es contrario a la razón que la verdad y el error tengan los mismos derechos”. (Encíclica Libertas praestantissimun, 23)

[9]Los católicos tienen motivos justos para intervenir en la vida política de los pueblos. No acuden ni deben acudir a la vida política para aprobar lo que actualmente puede haber de censurable en las instituciones políticas del Estado, sino para hacer que estas mismas instituciones se pongan, en lo posible, al servicio sincero y verdadero del bien público, procurando infundir en todas las venas del Estado, como savia y sangre vigorosa, la eficaz influencia de la religión católica”. (Encíclica Inmortale Dei, 22).

“Los católicos han de utilizar, en la medida que les permita su conciencia, las instituciones públicas para defensa de la verdad y de la justicia. Han de esforzarse para que la libertad en el obrar no traspase los límites señalados por la naturaleza y por la ley de Dios. Han de procurar que todos los Estados reflejen la concepción cristiana, que hemos expuesto, de la vida pública”.

“La defensa de la religión católica exige necesariamente la unidad de pensamiento y la firme perseverancia de todos en la profesión pública de las doctrinas enseñadas por la Iglesia. Y en este punto hay que evitar dos peligros: la connivencia con las opiniones falsas y una resistencia menos enérgica que la que exige la verdad” 

“Entiendan todos que la integridad de la verdad católica no puede en manera alguna compaginarse con las opiniones tocadas de naturalismo o racionalismo, cuyo fin último es arrasar hasta los cimientos la religión cristiana y establecer en la sociedad la autoridad del hombre independizada de Dios”. (Encíclica Inmortale Dei, 23).

Noticias 30 de Noviembre 2017 (Selección)



INFOVATICANA
SECRETUM MEUM MIHI

Algunos ejemplos de Dictadura Papal (por José Martí)

Juan Domingo Perón // El papa Francisco

Con relación al artículo anterior en el que el profesor Roberto de Mattei comenta un libro, escrito en italiano, titulado "El Papa dictador", cuyo autor es Marcantonio Colonna, he seleccionado algunas de las entradas de este blog, prácticamente todas (excepto dos) de este año, en donde aparece claramente este carácter dictatorial de la figura del papa Francisco. 

Tanto las fuentes de estos artículos (Gloria TV, Adelante la Fe, Secretum Meum Mihi, Infovaticana, One Peter Five, Il Settimo Cielo, Life Site News, Rorate Caeli, The Vortex, Nuova Bussola Quotidiana, ...) como los autores (Christopher A. Ferrara, Roberto de Mattei, Steve Skojec, Sandro Magister, Carlos Esteban, Michael Voris, The Wanderer, ...) son de entera confianza y plenamente ortodoxos.

Yo me he limitado a comentar alguno de estos artículos que, en realidad, son sólo una muestra, relativa sólo a este año (salvo los tres primeros, que son de 2016) de la situación de extrema gravedad por la que está atravesando hoy la Iglesia Católica y que va a un ritmo cada vez más acelerado desde que el cardenal Bergoglio accedió a la Cátedra Papal, el 13 de marzo de 2013, en circunstancias que no están muy claras para la gran mayoría de los que somos. 

Si de algo podemos estar seguros es de que Dios lo está permitiendo ... y que, por lo tanto, redundará, sin la menor duda, en un bien mayor, aunque el camino para llegar a ese bien mayor pase por la apostasía de la gran mayoría y los consiguientes sufrimientos de todos aquellos que desean permanecer fieles a la Iglesia de siempre y al auténtico Papado. 

Con toda probabilidad se producirá un cisma (cisma que, de hecho, ya existe ... pero que será oficial); sin embargo, eso servirá para que se manifieste la gloria de Dios, pues se saldrá de este clima de confusión en el que se vive ... y habrá que decidirse: 
  • O con la Iglesia católica de siempre, aquella que es fiel a la Tradición y que se mantiene fiel al depósito recibido 
  • O con esa "nueva Iglesia modernista" que se ha acomodado al pensar del mundo y que ha olvidado las enseñanzas de Jesús y de los santos Padres.  
Éstos son los artículos de este blog a los que me refiero: hay 27. Están ordenados desde los más antiguos (mayo del 2016) hasta los más actuales (noviembre del 2017) ... y, por supuesto, como se ha dicho, son tan solo una muestra de esta penosa realidad por la que atraviesa la Iglesia ... y de la que, sin duda, saldremos, con la ayuda de Dios, manifestado en Jesucristo, Señor Nuestro, Verdadero Dios y verdadero hombre ... y con la ayuda de su Madre -y nuestra madre- la Virgen María.


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Selección por José Martí

jueves, 30 de noviembre de 2017

Cardenales Burke, Brandmüller y Müller y el "Papa dictador" (Roberto de Mattei)



Transcribo -y traduzco- sólo parte del artículo de Roberto de Mattei (el original está en italiano)

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En las últimas semanas, ha habido tres entrevistas con eminentes cardenales. La primera fue emitida el 28 de octubre de 2017 por el cardenal Walter Brandmüller a Christian Geyer y Hannes Hintermeier de Frankfurter Allgmeine Zeitung ; la segunda fue otorgada el 14 de noviembre por el cardenal Raymond Leo Burke a Edward Pentin del National Catholic Register ; la tercera, por el cardenal Gerhard Müller, apareció el 26 de noviembre en las columnas del Corriere della Sera,  por Massimo Franco.

El cardenal Brandmüller expresó su preocupación por la posibilidad de que se abra una división en la Iglesia: 

"El simple hecho de que una petición con 870.000 firmas dirigidas al Papa para solicitar aclaraciones siga sin respuesta, como tampoco responde a 50 académicos internacionales, genera dudas. Es realmente difícil de entender". 
" Responder a las dudas y preguntas dirigidas al Papa siempre ha sido una manera absolutamente normal para disipar las ambigüedades. Por decirlo simplemente, la pregunta es: lo que ayer era pecado, ¿puede ser bueno hoy? También se pregunta si realmente hay actos (es la doctrina constante de la Iglesia) que son siempre y en todas las circunstancias moralmente reprensibles. Como, por ejemplo, el asesinato del inocente o el adulterio. Ésta es la cuestión. Si responde con un "sí" a la primera pregunta y con un "no" a la segunda, eso sería una herejía y, por lo tanto, un cisma. Una división en la Iglesia".
El cardenal Burke, quien dijo que permanecía en contacto con el cardenal Brandmüller, formuló una nueva advertencia sobre:
la "gravedad de una situación que no deja de empeorar" y reafirmó la necesidad de arrojar luz sobre todos los pasajes heterodoxos de Amoris Laetitia . De hecho, nos enfrentamos a un proceso que constituye "una subversión de las partes esenciales de la Tradición". "Más allá del debate sobre la moralidad, el sentido de la práctica sacramental se erosiona cada vez más en la Iglesia, especialmente con respecto a la penitencia y la Eucaristía"El cardenal se dirige nuevamente a Francisco y a toda la Iglesia, subrayando que "es urgente que el Papa, ejerciendo el ministerio que ha recibido del Señor, confirme a sus hermanos en la fe, expresando claramente la enseñanza de la moral cristiana y el significado de la práctica sacramental de la Iglesia".
El cardenal Müller, por su parte, dice que:
Existe el peligro de un cisma dentro de la Iglesia y que la responsabilidad de la división no es de los cardenales de las dubia sobre 'Amoris Laetitia' ni de la corrección filial al Papa Francisco, sino del "círculo mágico" del Papa, que impide un debate abierto y equilibrado sobre los problemas doctrinales planteados por estas críticas.(...) tengo la impresión -dice- de que en el "círculo mágico" del Papa hay quienes están especialmente preocupados por espiar a supuestos oponentes, lo que impide una discusión abierta y equilibrada. Clasificar a todos los católicos de acuerdo con las categorías "amigo" o "enemigo" del Papa es el peor daño que causan a la Iglesia. Uno se queda perplejo si un conocido periodista, desde el ateísmo, se jacta de ser amigo del Papa; y en paralelo, un obispo católico y cardenal, como yo, está siendo difamado como el opositor del Santo Padre (...)
[NOTA: Hay un libro titulado "El Papa dictador" cuyo autor es Marcantonio Colonna. Éste  se graduó en la Universidad de Oxford y tiene una amplia experiencia en investigación histórica y en otros campos. Reside en Roma desde el comienzo del pontificado del Papa Francisco, y su libro es el resultado de contactos cercanos con muchas personas que trabajan en el Vaticano, incluidos algunos de los cardenales y otros personajes principales mencionados en la narración. En realidad, esta entrada se refiere a dicho libro]

(...) lo que es nuevo en este libro es la reconstrucción exacta de una serie de "pinturas históricas": 
  • El telón de fondo de la elección de Bergoglio como Papa, guiada por la "mafia de San Galo.
  • Los eventos argentinos de Bergoglio antes de su elección.
  • Los obstáculos encontrados por el Cardenal Pell para intentar una reforma financiera de la Curia.
  • La revisión de la Academia Pontificia para la Vida. 
  • La persecución de los Franciscanos de la Inmaculada.
  • La decapitación de la Soberana Orden Militar de Malta.
(...)  "El miedo es la nota dominante de la Curia bajo la ley de Francisco, junto con la sospecha mutua (...) 

El libro de Marcantonio Colonna confirma, en resumen, cuanto se cuenta en la entrevista del cardenal Müller:  la existencia de un clima de espionaje y engaño, que el ex prefecto de la Doctrina de la Fe atribuye a un "círculo mágico" que condiciona las elecciones del Papa, pero el historiador de Oxford se refiere, sobre todo, al modus gubernandis de Francisco, que compara con los métodos autocráticos del dictador argentino Juan Perón, de quien el joven Bergoglio era un seguidor.

Uno podría responder que "nada hay nuevo bajo el sol" (Eclesiastés 1:10). La Iglesia ha visto muchas deficiencias en el gobierno. Pero si este pontificado conduce realmente a una división entre los fieles, como señalan los tres cardenales, las razones no pueden limitarse al modo de gobernar del Papa, sino que deben buscarse en algo absolutamente inédito y sin precedentes en la historia de la Iglesia: la separación del Romano Pontífice de la doctrina del Evangelio, que él, por mandato divino, tiene el deber de transmitir y proteger. Éste es el corazón del problema religioso de nuestro tiempo. 

Roberto de Mattei

Noticias 29 de Noviembre de 2017


INFOVATICANA

‘Tiempos Modernos’ analiza el Concilio Vaticano II con el director de InfoVaticana

Abascal responde a los obispos que ‘la imposición de la ideología de género es obra del bloque PP-PSOE-Cs-Podemos’

INFOCATÓLICA

El P. Custodio Ballester recibe el Premio HO por su defensa de la libertad religiosa

SECRETUM MEUM MIHI

GLORIA TV

Inglaterra: ser cristiano se convierte en crimen

Papa Francisco "Guiado" por "Las Enseñanzas del Buda"

Rabino: "Cada lugar donde el cristianismo se debilita, el paganismo crece más fuerte"

'Ab Occultis Meis Munda Me': una tarde con un sacerdote francés

LA VOZ LIBRE




miércoles, 29 de noviembre de 2017

Guerra en el Vaticano: la elección de Francisco en la mira



La ideología de Jorge Bergoglio, su populismo, su inacción en la dramática situación en Venezuela, en Cuba, su falta de interés en la protección eficaz de las minorías cristianas en el Medio Oriente etc. etc. etc. están creando un clima propicio a que surja un cisma dentro de la iglesia católica. A estos hechos negativos se suma en los últimos meses la aparición de diferentes publicaciones, principalmente en Italia, en Inglaterra, también en los EEUU que cuestionan incluso el propio nombramiento del Papa, por no ser legítimo, por ser el producto de componendas mafiosas. Es un verdadero escándalo que sacude actualmente las aguas del Vaticano.

De todas estas publicaciones quisiéramos mencionar, a título de ejemplo, los libros publicados por el italiano Antonio Socci “Bergoglio non e Papa”, por la inglesa Catherine Pepinster “The keys and the kingdom”, por el norteamericano George Neumayer “The Political Pope” y por el italiano Mauro Mazza “Il destino del Papa russo Emodio II”, todos ellos eminentes periodistas y reconocidos vaticanistas.

- En el libro “Bergoglio non e Papa”, que desde su publicación agita al mundo católico, Antonio Socci enfoca su crítica fundamentalmente en los supuestos rasgos fraudulentos de la elección de Bergoglio y concluye que Francisco no debería ser Papa sosteniendo irónicamente que tendría que hacer las valijas y volver a su Argentina natal. Toma de base el informe sobre la realización del cónclave. Allí se relata que el cardenal encargado del recuento de votos se da cuenta que hay uno más de los previstos, son 116 en lugar de 115. Esta votación se anula de inmediato y el paquete con los votos es quemado sin que nadie lo haya visto y se procede intempestivamente a la sexta elección, que de acuerdo a las normas vaticanas al respecto sería nula. Se debió haber procedido previamente al escrutinio de las boletas, que podría muy bien haber dado un resultado no favorable al cardenal Bergoglio. Es más, se debería haber esperado al día siguiente para realizar la sexta votación de acuerdo al artículo 69, que prevé que se pueden hacer sólo cuatro votaciones por día, y no hacerla de inmediato. La conclusión de Socci es simple: “La elección de Bergoglio es nula, nunca existió”.

- Y bien y siguiendo en esta investigación de la guerra que se está librando actualmente en el Vaticano debido a las manipulaciones mafiosas que llevaron a Bergoglio al trono de San Pedro, hablemos ahora de un libro que está a punto de aparecer de la autora inglesa Catherine Pepinster, directora de la revista católica inglesa “The Tablet”, bajo el título “The Keys and the Kingdom” (Las llaves y el reino). Aquí encontraremos más elementos para entender cómo y de manos de quién Jorge Bergoglio se convirtió, supuestamente en forma ilegítima, en Papa. La autora en su libro nos cuenta que el cardenal inglés Cormac Murphy O’Connor, ex arzobispo de Westminster, organizó en Roma, en días previos a la elección papal, y en la sede de la embajada británica, al menos un encuentro secreto para convencer a los cardenales votantes del Commonwealth para que apoyaran al arzobispo de Buenos Aires. Excluyó de dicha invitación al cardenal George Pell, australiano, y al cardenal Marc Ouellet , canadiense, prefecto de la congregación de obispos, por ser críticos de Bergoglio, temiendo que éstos desaconsejaran la elección del mismo. Esta acción del cardenal Murphy O’Connor va en contra de las reglas de un cónclave, en especial del artículo 81, “los cardenales electores se abstendrán de cualquier forma de negociación, acuerdos y promesas, y si esto se hiciera se puede imponer la excomunión de los transgresores.”


El cuadro de la elección fraudulenta de Bergoglio se evidencia aquí como algo ya preparado desde largo tiempo por parte de un think tank mafioso más que de un soplo repentino del Espíritu Santo, para así poder llevar al arzobispo de Buenos Aires hacía el solio de Pedro. Tenemos entonces ante nosotros una especie de thriller apocalíptico, pero cuidado, basado en hechos reales.

- El tercer libro que quisiéramos mencionar, fue publicado hace muy poco tiempo y escrito por el joven renombrado periodista y vaticanista norteamericano George Neumayer, con el título “The political Pope” y con el sugestivo subtítulo “How Pope Francis is delighting the liberal left and abandoning conservatives” (Cómo el Papa Francisco está complaciendo a la izquierda y abandonando a los sectores conservadores). En este libro publicado el 2 de mayo pasado en los EEUU, y que no tengo conocimiento que haya sido ya traducido al español, Neumayer analiza muy críticamente los primeros cuatro años del papado de Bergoglio, y su libro será seguramente una gran contribución al análisis del papado actual. 

El autor, nacido en el año 1972, centra su estudio, como ya lo anuncia en el título, en el accionar político del Papa. Neumayer; formado en la universidad jesuita de San Francisco, conoce obviamente muy bien los entretelones de cierto sector de izquierda de esta congregación al que pertenece Bergoglio, el primer Papa jesuita en la historia de la iglesia. 

El pensamiento de Francisco se caracteriza por ser favorable a un modernismo teológico y a un relativismo moral en tono con el pensamiento de la izquierda globalizada actual, y así lo demuestran las populares expresiones papales tales como “Quién soy yo para juzgar…”. Neumayer va aún más lejos en sus críticas diciendo que la fórmula bergogliana de su pontificado nos trae un catolicismo vacío, casi sin doctrinas, muy a la moda de nuestros tiempos sin ser una guía espiritual valedera para los católicos en el mundo. El autor ha decidido tomar parte activa en la actual guerra que se libra en el Vaticano utilizando sus armas periodísticas en defensa de su fe.

- Hoy en día la guerra dentro del Vaticano es tan cruenta y la grieta tan profunda, que de acuerdo al cuarto libro que queremos mencionar sólo una persona de afuera puede cerrarla, sólo una persona de afuera puede calmar las aguas. En la novela futurística, para no decir utópica “Il destino del Papa russo” el autor italiano Mauro Mazza, periodista con larga actuación en la tv italiana, ve la solución en la elección de un Papa ruso, un Papa ortodoxo que casi mil años después del cisma de la iglesia católica aparece como un “deus ex machina” poniendo fin a las divisiones existentes, devolviéndole al representante de Dios en la tierra su rol como líder espiritual. Un Papa con el nombre de Metodio II (pensando en San Metodio, llamado El Grande, Patriarca de Constantinopla del 843 – 847) que pondría fin a las cruentas luchas internas y suicidas
¿Una idea absurda? Sin duda, pero una idea que refleja mejor que cualquier análisis la situación crítica que ha causado el papado de Francisco hoy en día.

José A. Friedl Zapata

Selección de noticias 28 de Noviembre de 2017



ADELANTE LA FE

Sí o NO

Defensores del aborto y la eutanasia, invitados a hablar en el Vaticano

INFOVATICANA

El Congreso apoya que los menores cambien de nombre y sexo en el Registro Civil

INFOCATÓLICA

El Santo Padre da instrucciones a los responsables de tribunales de las nulidades matrimoniales
El Papa dice que cada confesión religiosa tiene riquezas que dar


SECRETUM MEUM MIHI


GLORIA TV

El vidente de Fátima advierte a Pablo VI de la desorientación mundial de la iglesia

Naiv Cardinal aplaude el segundo matrimonio de los Royals británicos

Disculpa, este sacerdote pasó por años de caza de brujas


¿El próximo arzobispo de París es partidario de la misa en latín?

DOMINUS EST

Los Católicos serán juzgados por Dios por no pedir al Papa que termine la confusión: Mons. Schneider (Original: Life Site News)

Card. Müller: “Me quieren al frente de un grupo contra el Papa” (Original: Corriere della Sera)

Jóvenes católicos divididos entre tradicionalistas y modernistas: Estudio

'Mi sentido de la responsabilidad lo exigió': Ettore Gotti Tedeschi sobre la corrección filial

LIFE SITE NEWS

La tarjeta navideña de Trump dice "Feliz Navidad", nunca lo hizo Obama


En medio de escándalos sexuales, Hollywood lanza un "romance" gay que normaliza el sexo hombre-chico


'Motín contra Dios': la subrogación en Rusia prospera gracias a la falta de regulación

La verdad detrás de las muertes 'transgénero'



NATIONAL CATHOLIC REGISTER

Tesoro escondido de Corea del Sur: una iglesia católica vibrante

LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA

Las razones del regreso del latín a la iglesia

Noticias falsas, incluso los medios son manipulados


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El Papa en tierra de misión. Pero para hablar de Jesús esta solamente ella, una budista


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El Papa en tierra de misión ... pero la única que habla de Jesús es una budista (Sandro Magister)



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Hubo un solo momento en el que se expresó el nombre de Jesús y se anunció su Evangelio, en los discursos de la primera jornada de la visita del papa Francisco a Myanmar.

Solo que quien dijo estas palabras no fue el Papa, sino la consejera de Estado y ministro de relaciones exteriores birmana, Aung San Su Kyi, quien profesa la fe budista:

"Jesús mismo nos ofrece un 'manual' de esta estrategia de construcción de la paz en el así llamado Discurso de la montaña. Las ocho bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-10) trazan el perfil de la persona que podemos definir bienaventurada, buena y auténtica. Bienaventurados los mansos —dice Jesús—, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de la justicia.

"Esto es también un programa y un desafío para los líderes políticos y religiosos, para los responsables de las instituciones internacionales y los dirigentes de las empresas y de los medios de comunicación de todo el mundo: aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de sus propias responsabilidades. Es el desafío de construir la sociedad, la comunidad o la empresa, de la que son responsables, con el estilo de los trabajadores por la paz; de dar muestras de misericordia, rechazando descartar a las personas, dañar el ambiente y querer vencer a cualquier precio".

Es verdad que San Su Kyi retomó estas palabras del mensaje de Francisco para la Jornada Mundial de la Paz, fechado el 1 de enero de 2017. Pero impacta que la única en pronunciar el nombre de Jesús y que haga resonar su Evangelio haya sido ella y no el Papa.

El texto íntegro del discurso de la Premio Nobel de la Paz, pronunciado al comienzo del encuentro de Francisco con las autoridades y exponentes de la sociedad civil, en la tarde del martes 28 de noviembre, en el Centro Internacionales de Convenciones de Nay Pyi Taw, la capital de Myanmar, puede ser leído en esta otra página de Settimo Cielo:

> "Jesus himself in the Sermon on the Mount…"

Mientras que este es el discurso pronunciado inmediatamente después por el papa Francisco, un discurso totalmente "laico", salvo la invocación genérica general sobre los presentes de "bendiciones divinas de sabiduría, fuerza y paz":

> "Una paz basada en el respeto por cada grupo étnico y su identidad"

También en la mañana del martes 28 de noviembre, al encontrarse con representantes de las diversas religiones presentes en Nyanmar – budistas, musulmanes, hindúes, judíos, cristianos anglicanos y católicos – Francisco no dijo nada específicamente cristiano, sino que más bien insistió en el hecho que "cada confesión tiene sus riquezas, sus tradiciones para dar y para compartir"; invocó una "armonía" entre las religiones en el respeto de las diferencias; condenó la "colonización cultural" que pretende "hacer iguales a todos" y, en consecuencia, "matar a la humanidad":

> "Desde esas diferencias uno aprende del otro, como hermanos"

Ahora bien, ¿no era precisamente una Iglesia "en salida" y más que nunca "misionera" el objetivo que el papa Jorge Mario Bergoglio ha puesto en primer lugar en el texto programático de su pontificado, la exhortación "Evangelii gaudium"?

¿Y que puede estar más "en salida" y ser más "misionero" que un viaje del sucesor del apóstol Pedro a una "periferia" del mundo como Myanmar, todavía para evangelizar casi en su totalidad?

Sandro Magister