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lunes, 31 de octubre de 2016

En la fiesta del gran hereje (por Javier Navascués)



El 31 de octubre es una fecha marcada a fuego en la agenda Papal, con un claro objetivo: conmemorar el V Centenario de la mal llamada reforma protestante, O sea de la herejía protestante, que tanto daño hizo a la cristiandad esparciendo su error por Alemania y el norte de Europa y más tarde por Norteamérica y el resto de América en innumerables sectas. 

España llevó la fe a América, los ingleses la herejía. Para contrarrestar la funesta figura de Lutero emergió en la Iglesia la ciclópea figura de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, milicia en defensa de la sana doctrina, siempre militante contra la herejía.

Lástima que no cupiese en tan apretada agenda papal el V Centenario de Santa Teresa de Jesús, maestra de oración, modelo de obediencia y de amor a la Iglesia, ni para la visita a España, el país que evangelizó el nuevo continente, incluida Argentina. Mientras, la estatua de Lutero, con el color rojo demoníaco, preside tan campante el aula Pablo VI del Vaticano. Todo ello fue analizado espléndidamente en esta página: http://adelantelafe.com/francisco-san-martin-lutero-perfectamente-juntos/

Conviene repasar las palabras exactas con las que se refiere el Catecismo de San Pío X al Protestantismo, herejía fundada por Martín Lutero y dividida en innumerables sectas.

  • 129. El Protestantismo o religión reformada, como orgullosamente la llaman sus fundadores, es el compendio de todas las herejías que hubo antes de él, que ha habido después y que pueden aún nacer para ruina de las almas
  • 130. Con una lucha que dura sin tregua hace veinte siglos, no ha cesado la Iglesia católica de defender el depósito sagrado de la verdad que Dios le ha encomendado y de amparar a los fieles contra la ponzoña de las heréticas doctrinas. 
  • 131. A imitación de los Apóstoles, siempre que lo ha exigido la pública necesidad, la Iglesia ha definido con toda claridad la verdad católica, la ha propuesto como dogma de fe a sus hijos y ha arrojado de su seno a los herejes, lanzando contra ellos la excomunión y condenando sus errores
  • 132. El Concilio que condenó el protestantismo fue el Sacrosanto Concilio de Trento, denominado así por la ciudad donde se celebró. 
  • 133. Herido con esta condenación, el protestantismo vio desenvolverse los gérmenes de disolución que llevaba en su viciado organismo: las discusiones lo desgarraron, multiplicáronse las sectas que, dividiéndose y subdividiéndose, lo redujeron a menudos fragmentos. Al presente, el nombre de protestantismo no significa ya una creencia uniforme y extendida, sino que encierra un amontonamiento, el más monstruoso, de errores privados e individuales, recoge todas las herejías y representa todas las formas de rebelión contra la santa Iglesia católica
Analicemos igualmente los principales puntos doctrinales que siglos antes había determinado el Concilio de Trento para fortalecer la fe católica ante la herejía protestante:

  • Declaró que las fuentes de la revelación son las Escrituras y la Tradición de la Iglesia. De esta manera la Iglesia contestaba la doctrina de Lutero que todo lo cifraba en la sola Escritura.
  • Fijó los libros de la Biblia o canon: son 73 libros; 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Los protestantes aceptan 39 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento; en total, 66 libros; siete menos que los católicos. Los protestantes no aceptan Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiastés, Baruc, 1 y 2 de Macabeos.
  • Explicó la doctrina del pecado original, la gracia y los sacramentos que, en pocas palabras, se resume así: El hombre nace herido con el pecado original, pero no corrompido. Dicho pecado se borra totalmente con el bautismo, aunque queda la concupiscencia o la tendencia o inclinación al pecado. El bautismo nos santifica y el hombre con la gracia del bautismo y de los sacramentos puede hacer obras buenas y meritorias a los ojos de Dios. Así daba contestación al protestantismo que decía que el hombre estaba totalmente corrompido y era incapaz de hacer el bien, aunque haya recibido el bautismo
  • Reafirmó la existencia de los siete sacramentos
  • Afirmó que la fe en Jesucristo salva, pero que las obras buenas son necesarias. Los protestantes afirman que sólo la fe salva, pues todas las obras hechas por el hombre son obras empecatadas y no agradables a Dios.
  • Volvió a enseñar, conforme a la tradición, el valor de las indulgencias, el culto a los santos, el celibato, la vida religiosa, la existencia del purgatorio. Para ganar las indulgencias se necesita, además de la obra de caridad a la que está ligada, tener un corazón contrito, que rechaza el pecado. Ese espíritu penitencial se debe manifestar confesándose, recibiendo la comunión y rezando por las intenciones del Papa.
  • Publicó el catecismo romano, destinado a los párrocos, para ayudarles en su labor y en la enseñanza del catecismo a los niños.

LUTERO SE CREÍA DIVINO


Por último quiero compartir con ustedes un texto de Don Plinio Corrêa de Oliveira, pensador católico tradicional, donde profundiza magistralmente en la nefasta figura de Lutero. Es un documento sumamente interesante para desenmascarar hasta el tuétano el pensamiento de la siniestra figura de Lutero y la intrínseca malignidad de su perversa doctrina.

Es un análisis muy lúcido, clarividente y actual. ¿Tiene algo que ver con Cristo este gran impío? ¿Puede haber un acercamiento con los protestantes, si no renuncian totalmente a las herejías y aberraciones de su fundador? Les dejo con el texto de Don Plinio, escrito en la “Folha de S. Paulo”, 10 de enero de 1984.

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No comprendo cómo ciertos eclesiásticos contemporáneos, incluso de los más cultos, doctos e ilustres, pueden hacer de Lutero, el heresiarca, una figura mítica, con el empeño de favorecer una aproximación ecuménica. Esta aproximación sería en primer término con el protestantismo e indirectamente con todas las religiones, escuelas filosóficas, etc. ¿Discernirán estos hombres el peligro que a todos nos acecha al final de ese camino? Me refiero a la formación a escala mundial de un siniestro supermercado de religiones, filosofías y sistemas de todo tipo, en el que la verdad y el error se presentarán fraccionados, mezclados y puestos en bullicio. Sólo quedaría ausente del mundo —si es que se pudiera llegar hasta allá— la verdad total; o sea, la fe católica, apostólica, romana, pura y sin mancha.

A propósito de Lutero —a quien le correspondería bajo cierto aspecto el papel de punto de partida en esta marcha hacia el desorden total— publico hoy algunos tópicos más que muestran bien el olor que su figura rebelde exhalaría en ese supermercado o, mejor, en esa necrópolis de religiones, de filosofías y del mismo pensamiento humano.

La doctrina de la justificación indepen­diente de las obras es un elemento carac­terístico de la enseñanza de Lutero. En términos llanos quiere decir que los méri­tos superabundantes de Nuestro Señor Jesucristo aseguran al hombre por sí so­los la salvación eterna. De manera que se puede llevar en esta tierra una vida de pecado sin remordimiento de conciencia ni temor de la justicia de Dios.

¡Para él la conciencia no era la voz de la gracia, sino la del demonio! Por eso le escribió a un amigo que el hombre vejado por el demonio de cuando en cuando “debe beber con más abundancia, jugar, divertirse y aun come­ter algún pecado por odio y para molestar al demonio, para no darle pie a que per­turbe la conciencia con niñerías. (…) Todo el decálogo (de la ley de Dios) se debe borrar de nuestros ojos y nuestra alma, de nosotros, tan perseguidos y molestados por el diablo”

En este sentido también escribió Lutero: “Dios sólo te obliga a creer y a confesar. En todas las otras cosas te deja libre y dueño de hacer lo que quieres, sin peligro alguno de conciencia; más bien es cierto que a Él no le importa incluso que dejes a tu mujer, huyas de tu señor y no seas fiel a ningún vínculo. ¿Y qué más le da (a Dios) que hagas o dejes de hacer semejantes cosas?”

Tal vez más tajante es esta incita­ción al pecado en carta a Melanchton del 1 de agosto de 1521: “Sé pecador y peca de veras (“esto peccátor et peca fórtier”), pero con aún mayor firmeza cree y alégra­te en Cristo, vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. Durante la vida pre­sente debemos pecar. Basta que por la misericordia de Dios conozcamos al Cordero que quita los pecados del mundo. De él no nos ha de separar el pecado aunque cometamos mil homicidios y mil adulterios por día”

Esta doctrina es tan descabellada que el propio Lutero a duras penas conse­guía creer en ella: “No hay ninguna reli­gión en toda la tierra que enseñe esta doctrina de la justificación; yo mismo, aunque la enseñe públicamente, creo en ella con gran dificultad”

Pero el mismo Lutero reconocía los efectos de su predicación confesada­mente insincera: “El Evangelio encuentra hoy en día adherentes que se persuaden de que ésta no es sino una doctrina que sirve para llenar el vientre y dar rienda suelta a todos los caprichos".

Y acerca de sus secuaces evangélicos Lutero agregaba que “son siete veces peores que antes. Después de la predica­ción de nuestra doctrina los hombres se entregaron al robo, a la mentira, a la impostura, a la crápula, a la embriaguez y a toda especie de vicios. Expulsamos un demonio (el Papado) y vinieron siete peo­res”

“Después que comprendimos que las buenas obras no son necesarias para la justificación, quedamos mucho más remi­sos y fríos en la práctica del bien. (…) Y si hoy se pudiese volver a la antigua situa­ción, si de nuevo reviviese la doctrina que afirma la necesidad del recto proceder para ser santo, otro sería nuestro entu­siasmo y disposición en el ejercicio del bien”

Todos esos desvaríos explican que Lutero haya llegado al frenesí del orgullo satánico, diciendo de sí mismo: “¿No os parece este Lutero un hombre extravagante? Para mí lo tengo como Dios. Si no, cómo podrían tener sus es­critos y su nombre la potencia de trans­formar mendigos en señores, asnos en doctores, falsificadores en santos, lodo en perlas?”

Otras veces la opinión que Lutero tenía de sí mismo era mucho más objeti­va: “Soy un hombre expuesto y compro­metido en la sociedad, en la crápula, en los impulsos carnales, en la negligencia y otras molestias, a las que se vienen a juntar las de mi propio oficio"

Excomulgado en Worms en 1521, Lutero se entregó al ocio y a la indolencia. Y el 13 de julio escribió a Melanchton, otro prócer protestante: “Yo aquí me hallo, insensato y endurecido, establecido en el ocio; ¡oh, dolor!, rezando poco y dejando de gemir por la Iglesia de Dios, porque mi carne indómita arde en grandes llamas. En suma, yo, que debo tener fervor de espíritu, tengo el fervor de la carne, de la lascivia, de la pereza, del ocio y de la somnolencia”

Javier Navascués

Francisco se hace el sueco (Fray Gerundio)


Llega el ansiado lunes día 31 de Octubre. Francisco está deseando tomar el avión que lo llevará a Lund para celebrar la tan anhelada ceremonia, en compañía de la Arzobispa correspondiente. Menudo gozo. Es un día para agradecerle a Dios el regalo de Lutero.

Menudo regalo. Gracias a este santo varón, las Sagradas Escrituras empezaron a estar en las manos del pueblo cristiano. Antes, ni pum. Gracias a él, quedaron al descubierto los errores que hasta entonces estaba cometiendo la Iglesia. Item más. Por virtud de su encandilado carisma, “Lutero quiso poner remedio a una situación compleja”. Los pobres suecos están en una situación de distancia y a Francisco no le gustan las distancias porque la distancia hace daño. Ya se sabe que el espacio es superior al tiempo, aunque el tiempo supera al espacio por poco tiempo, según se desprende de las delirantes y sabias palabras vertidas por aquí y por allá en encíclicas y sermonarios ad usum.

Total, que Francisco ha decidido hacerse el sueco. O sea, ha determinado agavillarse a la celebración que inicia el magno evento. Los de Rome Reports, que ya se sabe cómo proceden y de dónde proceden, se las ven y se las desean para presentar el evento. El cardenal Kurt Koch, que no se sabe si es católico-luterano o luterano-católico-próximo al luteranismo, lo explica muy bien creyendo que somos luteranos.


Mientras tanto, una voz en off quiere adoctrinarnos sobre el tema:

Cuando el Vaticano anunció el viaje del Papa a Suecia para el primer acto conmemorativo del 500 aniversario de la Reforma protestante, se alzaron muchas voces críticas entre los católicos. No comprendían qué tenía que celebrar el Papa en el aniversario de un cisma. Pero el cardenal Kurt Koch, que preside el Consejo Pontificio para la Unidad de los cristianos, explica que el viaje encierra varios aspectos. En primer lugar sirve para mostrar la actual buena relación entre luteranos y católicos.

O sea, el que no esté de acuerdo en este viajecito de primera, es que no ha entendido. ¿Qué parte del viaje a Suecia no has entendido?, que se dice ahora. ¿Qué parte del entusiasmo por Lutero no has entendido? ¿Qué parte de la boca abierta por Lutero no entiendes? ¿También tú vas con esos galileos con cara de pepinillo que están en contra del diálogo, tender puentes, echar lazos y construir unidad?

Por eso, por encima de todo, a pesar de todo y con un par de solideos pontificios, Francisco ha decidido hacerse el sueco. Según mi abuela palentina, hacerse el sueco viene a ser simular alguien que no oye o no entiende una cosa, o que no se da cuenta de que se le alude con ella. Hacerse el torpe, el tonto. O sencillamente, pasarse por el arco del triunfo cualquier opinión que no interesa escuchar. Claro está que esto les suele pasar a los más dialogantes con las opiniones de los demás dialogados. Que siempre son los cerrados, los antitolerantes y los tercos. Nunca le pasaría esto a Francisco.

El caso es que Francisco se está haciendo el sueco.

- Se hace el sueco desoyendo las críticas de los católicos escandalizados ante tamaño disparate ecuménico.

- Se hace el sueco ante las críticas a su anti-catolicismo. Prefiere una Arzobispa dialogante que todo un número de fieles preocupados por el estado del Bergoglio Destructor.

- Se hace el sueco ante las resoluciones del Concilio de Trento.

- Se hace el sueco ante los numerosos católicos que en la red -porque no tienen otro púlpito-, le exigen que aclare sus posturas anticatólicas y que declare con toda claridad el sentido de sus palabras dichas al albur del último mate o de la última y mordaz ocurrencia contra la Tradición. Estos no están tan alejados como la obispa sueca y las distancias no importan, porque él es el que crea las distancias, el espacio y el tiempo.

- Se hace el sueco cuando muchos claman por el descaro con que quita y pone Obispos a su antojo, miembros de Comisiones (acaba de meter al indigno y venenoso Marini en Culto Divino). Cuando nombra Cardenales indignos, defensores de la homosexualidad.

- Se hace el sueco cuando se le advierte de la cantidad de posibles (?) herejías contenidas en la Amoris Laetitia.

- Y por último, se hace el sueco ante los repetidos terremotos que en Italia le están avisando sobre su futuro inmediato.

Pero es igual, Dios jamás se hace el sueco. Puede ser que en algunos determinados momentos, Dios se haga el dormido. Puede que no actúe con la rapidez que muchos quisiéramos. Pero el Señor no se hace el sueco jamás. Le preocupa su Iglesia.

Y de Él nadie se ríe, según las palabras de aquel teólogo llamado san Pablo, que por lo visto no atendía a la pastoral y se quedaba solo en la doctrina. No había leído la Amoris Laetitia y no daba entrevistas a La Civiltà Cattolica.

Este 31 de Octubre es un día triste. Pero tranquilos. Todo se andará.

Fray Gerundio

domingo, 30 de octubre de 2016

La iglesia de San Benito de Nursia destruida tras otro terremoto la víspera de la conmemoración del 500 aniversario de la ruptura de la Iglesia a la que asistirá el Papa Francisco

Fuente: CATHOLICVS


[LA NOTICIA SALE EN TODOS LOS PERIÓDICOS: La Vanguardia,  El PaísABC, La Nación, el Mundo, Noticias RTVE, el Observador,  Infobae, etc...]

Estas imágenes muestran la completa destrucción de la Basílica de San Benito en Nursia (Italia), construida en el siglo XIII sobre el lugar que, según la tradición, ocupaba la casa natal de San Benito y Santa Escolástica, y ampliada en 1570, tras un nuevo terremoto de magnitud 6,5 en la escala de Richter acaecido hacia las 7:40 horas de esta misma mañana cerca de dicha localidad -el epicentro del seísmo se ha registrado a tan sólo 5 kilómetros y medio de esta ciudad de la región de Umbría-, según han informado los propios Monjes de Nursia. Los daños, además, han sido importantes y generalizados en toda la ciudad, afectando a los antiguos muros que la rodean, cuyas paredes ya habían sido dañadas por el terremoto anterior, acontecido a finales del pasado mes de agosto: ahora presentan grandes grietas y algunas torres han caído, como también lo ha hecho el campanario y techumbre de la basílica de San Benito, corazón histórico y religioso de la ciudad, del que apenas se estaban recuperando los monjes benedictinos (ver aquí), como puede apreciarse en la primera y segunda foto, que muestran el antes y después.


Este desgraciado desastre, que se produce justo en la solemnidad de Cristo Rey y tan sólo un día antes de que el Papa Francisco acuda a la ciudad de Lund (Suecia), a "conmemorar" el 500º aniversario de la herejía y cisma perpetrado por el monje agustino apóstata Martín Lutero -la mal llamada "reforma" protestante- y a participar en la ceremonia "ecuménica" conjunta con la Federación Luterana Mundial, recuerda otros dos fenómenos naturales acaecidos en los últimos tiempos: la espectacular caída de un tremendo rayo sobre la cúpula de la Basílica de San Pedro (cuarta fotografía de esta entrada) el pasado 11 de febrero de 2013, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, cuando S. S. Benedicto XVI anunció su renuncia; fenómeno que volvió a repetirse el pasado viernes 7 de octubre de 2016, fiesta de Nuestra Señora del Rosario, a las 9:20 horas, dos días antes de que Francisco anunciara la lista de nuevos cardenales que va a crear.


No deja de ser significativo que la iglesia de San Benito de Nursia, el monje que es patrón de Europa -esto es, de la Cristiandad, tal y como se consideraba y denominaba antes-, haya sido destruida en vísperas de la celebración, en la que participará por primera vez un Papa, de los 500 años transcurridos desde la ruptura de la Iglesia por parte de otro monje: el heresiarca Martín Lutero.

CATHOLICVS

La fiesta de la condenación: Francisco celebra a Lutero (César Félix Sánchez Martínez)

Fuente: Stat Veritas 

Francisco con el libro de las 95 tesis de Lutero, 13-Otc-2016

En ese libro fascinante –y de lectura más que obligada en estos tiempos terribles-, titulado Fátima, Roma, Moscú del padre Gérard Mura (edición en español de 2005), se revela, entre otras cosas, el misterioso simbolismo de una fecha: 13 de octubre, última aparición y milagro del sol en Fátima. Basándose en estudios historiográficos recientes, el padre Mura señaló como fecha del martirio de San Pedro el 13 de octubre del año 67. Curiosamente, sería el mismo día casi 1900 años después, en que ocurriría, en palabras de Romano Amerio, la «ruptura de la legalidad conciliar», cuando, el 13 de octubre de 1962, el cardenal Liénart, de Lille, «capturaría» el micrófono en la asamblea conciliar, y, encabezando un golpe de fuerza de la minoría progresista, impondría el descarte de los esquemas del Sínodo Romano previo, elaborados bajo la vigilancia del cardenal Ottaviani, y daría propiamente origen al Concilio Vaticano II, al volver a comenzar los trabajos de elaboración de los documentos, pero esta vez con peritos progresistas y con un manejo hábil del «consenso» manufacturado. Se había iniciado de esa forma el desmantelamiento modernista de la Iglesia.

Lo que el libro no alcanzó a consignar fue lo que ocurriría nueve años después de su publicación en español: el 13 de octubre de 2014, la Relatio Post Disceptationem del Sínodo de la Familia fue leída por el cardenal relator, Peter Erdö, a los 190 padres sinodales. El revuelo fue inmenso tanto en medios católicos como seculares; dos puntos, relativos a la comunión a los divorciados vueltos a casar y otro –el punto 50-, de aceptación de la orientación homosexual, al reconocer sus «dones y atributos» específicos para la Iglesia, fueron los más escandalosos. Aunque la Relatio Synodi ulterior fue en algo aguada, la exhortación Amoris Laetitia y su interpretación autorizada por parte del papa Francisco, tres años después, abren la puerta al sacrilegio de permitir la comunión a pecadores públicos, violentando la doctrina católica. Esta medida no solo se agota en este supuesto mero cambio disciplinar, sino, como han señalado prestigiosos intelectuales como Robert Spaemann y Josef Seifert –para nada sospechosos de “ultratradicionalismo”-, la apertura de un horizonte de abolición de la idea de pecado en la Iglesia.

Tampoco alcanzó a consignar lo que ocurrió el 13 de octubre de 2016. Ese día, en el contexto de la recepción por parte del papa Francisco de una delegación de «peregrinos» luteranos alemanes (así los consideraba Radio Vaticana), y, al margen de las usuales declaraciones del pontífice –que en esta ocasión oscilaron por todos los grados de equivocidad que la doctrina católica considera, desde la proposición temeraria hasta la herética –, el mundo presenció un hecho inédito, en el Aula Paulo VI, en la Santa Sede de Pedro, se ponía en un puesto de honor una estatua del archiheresiarca Martín Lutero, abominador del papado, destructor de la fe (pues, como diría Romano Amerio, el libre examen, núcleo de la doctrina luterana, es la definición misma, el constitutivo formal, de la herejía, no una simple negación de un dogma particular, sino la negación de todos) y personaje violento y vulgar, para nada «misericordioso».


El mismo Francisco acudirá el 31 de octubre a Lund, Suecia, a conmemorar el inicio del aniversario 500 de la Revuelta Protestante. El 31 de octubre de 1517, Lutero clavó sus 95 Tesis (que, como dice García-Villoslada, no eran 95 ni tesis) en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. Un nuevo simbolismo en la fecha: doscientos años antes de la fundación de la Gran Logia de Inglaterra, primera francmasonería «especulativa» y trescientos, de la Revolución bolchevique. Tres fechas anticristianas. Tres fechas representativas de la lucha del Demonio por aniquilar los frutos de la redención. Pero además, recordemos que el 31 de octubre es la víspera del 1 de noviembre, día en que la Iglesia conmemora la Fiesta de Todos los Santos, es decir, de las almas que están en el cielo. Al día siguiente, 2 de noviembre, la Iglesia ofrecerá oraciones por las almas que están en el purgatorio. Parece ser, entonces, que, para completar el panorama de estos días consagrados a la ultratumba, se requeriría una fiesta de las almas que están en el infierno. Fiesta abominable celebrada por los satanistas y por el hombre-masa de las «sociedades globales» que, sin saberlo, se disfraza de un alma condenada y juega «inocentemente» a infestar lugares. Ese también es el día de la Pseudoreforma: una fiesta de condenación. Y la cabeza de la Iglesia Católica se apresta a celebrarlo.

Parece ser que, ante los ojos humanos, la conjuración anticristiana ha triunfado.

Sin embargo, hay motivos para confortarnos. En primer lugar, la vindicación absoluta, para todo católico con un mínimo de honestidad intelectual y espiritual, de las previsiones de Monseñor Marcel Lefebvre. En su famosa Declaración del 21 de noviembre de 1974 (que acabaría costándole la supresión ilegal de su obra, la Fraternidad de San Pío X, y ulteriormente su suspensión a divinis, mientras tantos delincuentes y pervertidos fundaban seudomovimientos «eclesiales» que recibían el aplauso de la Jerarquía), escribió lo siguiente:

«Nos adherimos de todo corazón y con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias para el mantenimiento de esa fe; a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir a la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante, que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y, después del Concilio, en todas las reformas que de él surgieron. Todas estas reformas, en efecto, han contribuido y siguen contribuyendo a la demolición de la Iglesia, a la ruina del sacerdocio, a la destrucción del sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa y a la implantación de una enseñanza naturalista y teilhardiana en las universidades, seminarios y catequesis, enseñanza surgida del liberalismo y del protestantismo condenado tantas veces por el Magisterio solemne de la Iglesia. Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada en la jerarquía, puede obligarnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica, claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos».

El acto del 31 de octubre de 2016 no ha caído del cielo, es parte de un proceso de protestantización, alertado por diversas figuras, significativamente por Monseñor Lefebvre, y expresado en la reforma litúrgica y el aggiornamento en general. El pontificado de Francisco es un fruto claro de la reforma litúrgica, que se aleja de manera impresionante de la doctrina de Trento, como señalaron en el Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae los cardenales Ottaviani y Bacci, y que significó una protestantización de la liturgia explícitamente confesada por Monseñor Annibale Bugnini, quien la fabricó. Lex orandi, lex credendi: los efectos deletéreos de la Nueva Misa, que permanecían ocultos para muchos ciegos voluntarios, se revelan, cincuenta años después, en la doctrina y acción del primer pontífice cuyo sacerdocio solo conoció de ese rito.

Por otro lado, los diversos signos en torno al Mensaje de Fátima y al panorama mayor de la teología de la historia de estos últimos tiempos nos hablan de que la medida ha sido colmada y, como diría el conde José de Maistre, en las Veladas de San Petersburgo, refiriéndose a la imposibilidad de que el hombre pueda permanecer en un estado de anomia y desacralización: «Debemos aprestarnos para un acontecimiento inmenso en el orden divino, hacia el cual marchamos con una tan acelerada velocidad que sorprenderá a todos los observadores. Temibles oráculos ya anuncian que los tiempos han llegado».

César Félix Sánchez Martínez

Burke vs Francisco: denuncia el sacrilegio eucarístico frente al homenaje papal a Lutero en Suecia (LSN)

(Traducción: religión la voz libre)



Zagreb, Croacia 28 de octubre de 2016 (LSN) - Es un dogma "irreformable" de la Iglesia Católica que sólo aquellos que crean que Jesucristo está realmente presente en el pan y el vino consagrados son capaces de recibir la Santa Comunión, declaró el cardenal Raymond Burke. El cardenal del Vaticano dijo que san Pablo deja claro que a menos que la persona receptora reconozca el cuerpo de Cristo, "come su propia condenación."

"Esto es un sacrilegio. Este es uno de los más graves de los pecados, "dijo.

El cardenal estaba respondiendo a una pregunta sobre la intercomunión (recepción conjunta de la Santa Comunión Eucarística por parte de varias denominaciones cristianas: católicas y protestantes) hechas a Life Site News por John-Henry Westen durante la edición del lanzamiento de la versión croata de libro del cardenal sobre la Eucaristía en Zagreb, Croacia, el 23 de octubre.

"Nadie puede acercarse a recibir la Santa Eucaristía a menos que crea que la hostia que está recibiendo - a pesar de que parezca pan, sepa a pan, y huela a pan - es, en realidad, el cuerpo y la sangre de Cristo. Sólo la persona que crea esto puede acercarse al Santísimo Sacramento, puede acercarse a recibir la Santa Comunión ", ha indicado.

Los comentarios de Burke surgen días antes de que Francisco viaje a Lund, Suecia, para conmemorar el 500 aniversario del clavado de las 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg por parte de Martin Lutero, el 31 de octubre de 1517. Luteranos y obispos católicos han expresado su deseo de que el Papa permita la intercomunión (que los luteranos puedan comulgar junto con los católicos las hostias consagradas), al menos para los luteranos casados ​​con católicos.

El Papa ha mostrado anteriormente su apertura a que los luteranos reciban la Santa Comunión junto con los católicos, diciéndole a una mujer luterana el año pasado que "siguiese adelante" guiada por su conciencia. También el año pasado, un pastor luterano de Roma insistió en que el Papa había "abierto la puerta" a la intercomunión entre católicos y luteranos después de que el Papa visitó una comunidad luterana y dijo que las dos religiones "deben caminar juntas.” (También, tras una audiencia papal, luteranos recibieron la Sagrada Eucaristía durante la celebración de una sta. misa)

Pero el cardenal Robert Sarah, presidente de liturgia del Vaticano, respondió días más tarde, al afirmar que "no está permitida la intercomunión entre católicos y no católicos", añadiendo que se "debe confesar la fe católica. Un no católico no puede comulgar. Eso es muy, muy claro. No es una cuestión de seguir la propia conciencia ".

Burke tildó de "muy problemático" que cualquier persona sugiera que la próxima celebración en honor a Martin Lutero debe ser "motivo de algún tipo de 'hospitalidad eucarística' o inter-comunión."

"Eso no es posible. Sí, es irreformable ", ha indicado.

“O la hostia consagrada es el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo, o no lo es. Y si lo es, es el más grave de los pecados ofrecer la Sagrada Hostia a alguien que no lo cree ", ha concluido.

Declaración completa del cardenal Burke

LSN: Su eminencia, ¿hay algo acerca de la Santa Eucaristía que prohíba la intercomunión con otras denominaciones cristianas? La próxima semana, y ya ahora, algunos de los líderes Luteranos están expresando la esperanza de recibir la comunión y tener intercomunión entre las religiones. ¿Hay algo acerca de la Santa Eucaristía que prohíba eso, y si hay una tal prohibición, es ésa una enseñanza irreformable?

Burke responde: ¿Que qué hay en la Santa Eucaristía [que prohíba la intercomunión entre las religiones]? La realidad es que la Eucaristía es el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo que, después de las palabras de la consagración pronunciadas [por] el sacerdote - prestando su voz a Cristo mismo, que es el que está actuando en la santa misa - el pan y el vino se convierten en su sustancia, en el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Y así, nadie puede acercarse a recibir la Santa Eucaristía a menos que crea que el hostia que está recibiendo - a pesar de que se ve como pan, sabe a pan, y huele a pan - es, en realidad, el cuerpo y la sangre de Cristo. Sólo la persona que crea esto puede acercarse al Santísimo Sacramento, puede acercarse a recibir la Santa Comunión.

San Pablo dejó esto muy claro en el capítulo 11 de la primera carta a los Corintios, pues en la Iglesia primitiva, hubo abusos en la celebración eucarística. Dijo muy claramente que la persona que recibe la Santa Comunión sin reconocer el cuerpo de Cristo, se come su propia condenación. Esto es un sacrilegio. Este es uno de los más graves pecados.

Y así, nosotros no invitamos a los que no creen en la Presencia Real a recibir la Santa Comunión, en primer lugar, por respeto a nuestro Señor Jesucristo, y por respeto a la realidad de la Santa Eucaristía, pero también por respeto a las personas, debido a que si se los invita a recibir algo en lo que no creen es un signo de falta de respeto [al Señor] y hace un gran daño a las almas de aquellos que están invitados.

Por ejemplo, [tomemos] el pensamiento luterano clásico: hay la idea acerca de la Santa Comunión como un tipo de presencia moral de nuestro Señor durante la celebración de la liturgia. Pero, cuando la liturgia termina, esos panes que se utilizan - y utilizo deliberadamente el término 'panes,' porque no son el cuerpo de Cristo - los devuelven al cajón para usarlos en otra ocasión.

Para nosotros, una vez que las hostias que se han colocado en el altar son consagradas, se han transubstanciado en el cuerpo y la sangre de Cristo, y se guardan en el tabernáculo para los que están enfermos y moribundos, para nuestra adoración y para la eventual comunión de los fieles. Las hostias no se pueden tratar de otro modo nunca, ya que la presencia real de nuestro Señor Jesucristo está en medio de nosotros.

Creo que es muy problemático sugerir que la celebración que va a tener lugar en honor a Martin Lutero pueda ser motivo para algún tipo de 'hospitalidad eucarística' o intercomunión. Eso no es posible. Sí, es (una norma) irreformable.


sábado, 29 de octubre de 2016

El Papa Francisco aparta de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos a los Cardenales Pell y Burke y nombra como nuevo miembro al nefasto Piero Marini (CATHOLICVS)



Ayer, viernes 28 de octubre, fue publicado en el Boletín oficial de la Santa Sede la lista de los 27 nuevos miembros de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (CCD) nombrados por el Papa Francisco. En la misma puede destacarse el nombramiento del nefasto Piero Marini (en la foto que abre esta entrada, junto a S. S. Benedicto XVI) y la exclusión de la misma a los Cardenales Pell y Burke.

Cabe destacar que en esta Congregación, así como en todos los demás dicasterios romanos, todos los "asuntos de mayor importancia" y todas las "cuestiones de carácter general" están reservados a la reunión "plenaria extraordinaria" -que generalmente se realiza una vez al año-, a la que son convocados todos sus miembros, como establece la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana, de San Juan Pablo II. Por otra parte, todos los miembros que residan en Roma también participan en las más frecuentes reuniones "plenarias ordinarias". La pertenencia a un dicasterio curial se mantiene hasta que el miembro es apartado de la misma o al cumplir 80 años. Por tanto, Piero Marini, que ahora tiene 74 años, seguirá siendo miembro de la CCD hasta que sea apartado de ella o cuando cumpla 80 años, que será el 13 de enero de 2022.

Esta es la lista de los nuevos miembros de la CCD, tal y como aparecen en el Bolletino de ayer -he resaltado algunos nombres en amarillo-:

Miembros de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos a los cardenales :

Rainer Maria Woelki, arzobispo de Köln (Germania);
John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja (Nigeria); 
Pietro Parolin, Secretario de Estado ; 
Gérald Cyprien Lacroix, arzobispo de Québec (Canadá); 
Philippe Nakellentuba Ouédraogo, arzobispo de Ouagadougou (Burkina Faso); 
John Atcherley Dew, arzobispo de Wellington (Nueva Zelanda);
Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo de Valladolid (España); 
Arlindo Gomes Furtado, obispo de Santiago de Cabo Verde (Cabo Verde); 
Gianfranco Ravasi, Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura; 
Beniamino Stella, Prefecto de la Congregación para el Clero; 

a los arzobispos y obispos

Dominic Jala, arzobispo de Shillong (India); 
Domenico Sorrentino, arzobispo obispo de Assisi Nocera Umbra Gualdo Tadino (Italia); 
Denis James Hart, arzobispo de Melbourne (Australia);
Piero Marini, arzobispo y presidente del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales; 
Bernard Nicolas Aubertin, arzobispo de Tours (Francia); 
Romulo G. Valles, Arzobispo de Davao (Filipinas); 
Lorenzo Voltolini Esti, arzobispo de Portoviejo (Ecuador); 
Arthur Joseph Serratelli, obispo de Paterson (Estados Unidos); 
Alan Stephen Hopes, obispo de East Anglia (Gran Bretaña); 
Claudio Maniago, obispo de Castellaneta (Italia);
Bernt Ivar Eidsvig, obispo de Oslo (Noruega);
Miguel Ángel D'Annibale, obispo de Rio Gallegos (Argentina); 
José Manuel Garcia Cordeiro, obispo de Bragança Miranda (Portugal); 
Charles Morerod, obispo de Lausanne, Genève et Fribourg (Suiza); 
Jean Pierre Kwambamba Masi, obispo auxiliar de Kinshasa (Rep. Democrática del Congo);
Benny Mario Travas, obispo de Multan (Pakistán); 
John Bosco Chang Shin Ho, obispo auxiliar de Daegu (Corea).

Como puede verse, los anteriormente miembros de la CCD, los Cardenales Pell y Burke han sido excluidos de la lista y, por tanto, han perdido su calidad de miembros de este dicasterio.

Entre los nuevos miembros, cabe destacar que Mons. Arthur J. Serratelli, como encargado del Culto Divino de la Conferencia Episcopal Estadounidense, se opuso en una carta de hace unos meses a la aplicación del llamamiento del Cardenal Robert Sarah a que la Santa Misa fuera oficiada ad Orientem.

Asimismo, el Cardenal Dew fue una de las figuras más radicales en los Sínodos de la Familia de 2014 y 2015, con su defensa de que la Iglesia debe "cambiar su lenguaje" y su oposición a denominar los actos homosexuales como "intrínsecamente desordenados" -que es como aparece en el Catecismo de la Iglesia Católica-.

Piero Marini, por su parte, además de sus declaraciones pro-homosexualistas y sus desastres litúrgicos durante el Pontificado de San Juan Pablo II, reside en Roma, lo que significa que asistirá a las sesiones plenarias ordinarias, lo cual es un motivo más de preocupación.

También hay que recordar que el Arzobispo Domenico Sorrentino fue Secretario de la CCD entre 2003 y 2005, siendo apartado de ella en 2005 y degradado a la diócesis de Asís -aunque manteniendo el título personal de Arzobispo-, lo que fue atribuido entonces a su oposición a la visión litúrgica que S. S. Benedicto XVI quería llevar a cabo, así como a sus querencias bugninistas.

Con estos nuevos nombramientos, el Cardenal Robert Sarah está siendo aislado poco a poco, pese a mantener su cargo de Prefecto de la CCD. No olvidemos que el secretario del dicasterio, Mons. Arthur Roche, es cualquier cosa menos tradicional en sus inclinaciones litúrgicas; o que el Papa Francisco apartó sin contemplaciones a dos subsecretarios del Pontificado de Benedicto XVI: Mons. Anthony Ward y Mons. Juan Miguel Ferrer Grenescheconocido por sus claras inclinaciones tradicionales en la liturgia y la música sacra, y a quien se atribuyen las propuestas concretas para una "reforma de la reforma" de la liturgia-, a los que reemplazó con el P. Corrado Maggioni, muy cercano a Mons. Piero Marini.

Los hechos han demostrado que la supuesta indiferencia del Papa Francisco en materia litúrgica no es tal, y que al tener la última palabra no duda en utilizar su autoridad para hacer cumplir una determinada línea. Se vio claramente cuando ordenó al Cardenal Sarah decretar el permiso para que se pudieran lavar los pies de las mujeres en Jueves Santo, o cuando el Cardenal Sarah hizo un llamamiento a los sacerdotes para oficiar la Santa Misa ad Orientem a partir de este Adviento, lo que le valió ser desautorizado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede con una rapidez inusitada. Bolletino y Rorate Caeli.
CATHOLICVS


Nota: el cardenal Sarah lo va a tener muy difícil, pues no cuenta - por lo que parece- con el apoyo del santo Padre. Puede releerse la entrada de The Wanderer en la que alude, precisamente, a esta dificultad con la que el cardenal Sarah va a encontrarse. 

jueves, 27 de octubre de 2016

La mujer tiene vocación de esposa y madre (Eulogio López)

Un vídeo del director de Hispanidad en el que se hace palpable el grado de idiotez y de pérdida del sentido común al que estamos llegando en esta sociedad. El tiempo de duración es 1:59 minutos.


miércoles, 26 de octubre de 2016

Un intento de justificar el viaje de Francisco a Suecia (Rome Reports)

Duración 2:57 minutos

¡Un intento de justificar lo injustificable! ¿Qué entiende el cardenal Koch por "diálogo"? Sin comentarios. A buen entendedor pocas palabras bastan.

Nuevo libro del padre Gálvez: Sermones para un Mundo en Ocaso (Juan Andrés de Jorge García-Reyes)


El libro se presenta como un conjunto de sermones, escritos sobre la base de algunas homilías pronunciadas, en principio, para un público bien intencionado. Pero en realidad lo que se ha conseguido es una serie de meditaciones muy profundas dirigidas a los hombres de una Iglesia y un mundo “en ocaso”, esto es, en tiempos que el autor ha descrito como de “la gran apostasía” y de una “Iglesia catacumbal”, en un momento de “invierno eclesial”, donde aparece casi naturalmente la pregunta sobre el final de los tiempos. Situación que presenta, ya desde el inicio, una aporía: ¿Tiene sentido predicar en tal medio ambiente, donde nadie parece tener intención de escuchar, o van a estar prontos a rechazar el mensaje? Sin embargo, no importa que, aparentemente, el intento pueda parecer inútil, pues el verdadero predicador cristiano sabe que es depositario de una misión, de un mandato, recibido del mismo Señor; y es consciente del efecto “devastador” de la misma Palabra de Dios, más allá de la disposición de los oyentes a la que va dirigida.

Estamos pues ante una meditación profunda. Tal profundidad de contenidos, tiene como fundamento un doble hecho: por un lado, el autor se encuentra en el cenit de su vida, con la plenitud de sabiduría auténtica que dan los muchos años de una larga existencia vivida en un intento serio de amar a Dios y de servicio y fidelidad a la Iglesia, y, que vislumbra ya la llegada a la Patria definitiva; de otro, el autor sustenta sus reflexiones, sobre todo, en la proclamación valiente de la Palabra de Dios, en su doble función ontológica y didáctica, y de la Tradición de la Iglesia, sin tergiversarlas ni traicionarlas, lo que hace que sus argumentos sean contundentes.

Todo el libro se apoya además sobre los postulados de la trascendental teoría del amor de su autor, que alcanzan en el libro desarrollos nuevos, como se puede ver en el capítulo dedicado a Pentecostés, por ejemplo. Resalta, además, en todos los capítulos, el papel central de la Humanidad de Jesucristo, punto clave de la espiritualidad de A. Gálvez.

Se llega, así, a la raíz y al fundamento último de los temas que aborda, y que son, en definitiva, los que realmente importan: Jesucristo, el verdadero sacerdocio, la muerte cristiana, la vida entendida como una invitación a la fiesta de amor divino–humano, la realidad del Espíritu Santo, el sufrimiento y la vida de Cruz, la oración cristiana mística, etc.

Si la homilética católica fue siempre la presentación de la alegría de la Buena Nueva, este libro se convierte en un canto de esperanza y de gozo, de la única que se le puede dar a un Mundo y a una Iglesia “en ocaso”. Es sobre esto, en donde se puede cimentar la verdadera esperanza cristiana. El libro es también un canto a esa Esperanza. Pero la Alegría y el Amor, la Esperanza y la Nostalgia (con mayúsculas), no pueden ser expresadas muchas veces con la simple prosa, y es por ello, que el autor recurre con frecuencia al auxilio de la poesía, insinuando un mundo de sentimientos y de realidades que más se pueden intuir que describir. Por lo que el libro está también transido de belleza estética.

(Nota: Puede adquirirse el libro en todo el mundo en Amazon)

Juan Andrés de Jorge García-Reyes
Profesor de Teología Dogmática

Francisco y “San” Martín Lutero: Perfectamente juntos (Christopher Ferrara)




Nuestra serie sobre la fuente de errores que es el papa Francisco continúa con su actuación frente a la audiencia de “peregrinos” luteranos de Alemania en el Vaticano, el 13 de octubre. En esa fecha se conmemoraba el 99° aniversario del milagro del sol en Fátima; pero Francisco, supuesto devoto de la Santísima Virgen y cuyo pontificado consagró a Nuestra Señora de Fátima (lo que justifica mi optimismo inicial respecto a su desastroso pontificado) ignoró la ocasión completamente. En cambio, dedicó el día a la celebración de la memoria de Martín Lutero en la sala de audiencias Pablo VI.

Una estatua del archi-hereje compartió el escenario con Francisco durante el evento, en el cual dos ministros luteranos, uno de ellos luciendo un aro en la oreja, colocaron en sus manos una enorme copia ceremonial de Las 95 Tesis, considerada comúnmente punto de referencia del comienzo de la Reforma. Uno de los ministros citó a Lutero con el deseo de que su obra sea entregada a quienes nunca la habían leído. Ni en sus sueños más extraños imaginó Lutero que uno de los receptores sería un Papa, aceptándola.

Francisco pasó la mayor parte de la audiencia luciendo dos bufandas, una amarilla, la otra azul, atadas para simbolizar la “unidad” entre luteranos y católicos ortodoxos, cosa que sólo existe en su imaginación. O quizás Francisco tuvo en mente la unidad que sí existe entre los luteranos y la mayoría católica liberalizada, la que efectivamente se tornó protestante en gran medida gracias a la dañina novedad del “ecumenismo”. Hoy somos testigos de lo que Pío XI temía cuando condenó y prohibió la participación católica en el “movimiento ecuménico” que se había originado en sectas protestantes:

¿Acaso no es justo -suele repetirse- y no es hasta conforme con el deber, que cuantos invocan el nombre de Cristo se abstengan de mutuas recriminaciones y se unan por fin un día con vínculos de mutua caridad? ¿Y quién se atreverá a decir que ama a Jesucristo, sino procura con todas sus fuerzas realizar los deseos que Él manifestó al rogar a su Padre que sus discípulos fuesen una sola cosa? …

Este proyecto es promovido tan activamente y en tantos lugares para ganarse la adhesión de un gran número de ciudadanos; e incluso toma posesión de las mentes de muchos católicos y los seduce con la esperanza de conseguir esa unión que resultaría de agrado a la Santa Madre Iglesia que, ciertamente, no desea más que recuperar a sus hijos errantes y conducirlos de nuevo hacia su vientre. Pero en realidad bajo esas palabras y adulaciones seductoras yace un gravísimo error, por el cual las bases de la fe católica son destruidas completamente.

Ahora, un Papa hiper-ecuménico se compromete personalmente en destruir las bases de la fe católica precisamente en nombre del ecumenismo, bombardeando a la Iglesia con arrogantes afirmaciones tolerantes, frecuentemente presentadas con desdén y un tono de indignante irritación hacia los católicos ortodoxos que difieren con las trivialidades que él considera auténtica espiritualidad católica para agradar a las masas.


Satisfaciendo su habitual balbuceo herético en respuesta a las preguntas presentadas por miembros de la audiencia luterana (las siguientes son traducciones mías, tomadas directamente del video) Francisco declaró que los católicos y luteranos pertenecen “al cuerpo de Cristo”. Sin embargo, Francisco contradijo una vez más la enseñanza de sus predecesores respecto a los miembros del Cuerpo Místico.

Tal como afirmó solemnemente el venerable Pío XII, en conformidad con toda la tradición:

“En verdad, sólo estarán incluidos como miembros de la Iglesia quienes han sido bautizados y profesan la verdadera fe, y quienes no hayan sido desafortunados en separarse de la unidad del Cuerpo, o hayan sido excluidos por una autoridad legítima por faltas graves cometidas. “Por un mismo espíritu” dice el Apóstol, “fuimos bautizados en un solo cuerpo, judíos o gentiles, esclavos o libres.” Por lo tanto en la verdadera comunidad cristiana hay un solo Cuerpo, un Espíritu, Un Señor, y un Bautismo, para que haya una sola fe”.

Pío XI, mientras condenaba el “movimiento ecuménico,” también insistió:

“Dado que el Cuerpo Místico de Cristo, esto es, su Iglesia, a semejanza de su cuerpo físico, es uno, compacto y unido, sería necedad y absurdo el decir que puede estar compuesto por miembros desunidos y separados: quienquiera, pues, que no esté unido a él no es miembro suyo, ni está unido a la cabeza, que es Cristo”.

Pero la enseñanza de sus predecesores no tiene importancia para Francisco, quien se revela diciendo cosas que son “insensatas y fuera de lugar” mientras el mundo aplaude su “humilde revolución”. Luego de su palabrerío, Francisco encaró una pregunta respecto a una región de Alemania donde un ochenta por ciento de la población no profesa ninguna religión:

“¿Qué hacer para convencer a los que no tienen fe? ¡Escucha! La última cosa que tienes que hacer es ‘decir’: tú debes vivir como cristiano elegido, perdonado y en camino. No es lícito convencer de tu fe. El proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino ecuménico [aplausos].

Por el contrario, debes dar testimonio de tu vida cristiana—el testimonio de lo que nace del corazón, ellos pueden ver el corazón. Y de esta inquietud surge la pregunta: “¿Por qué este hombre o esta mujer vive de esta manera?” Y esto preparará la tierra para que el Espíritu Santo, quien trabaja en los corazones, haga lo que tiene que hacer. ¡Él debe hablar, no tú!”


No puede ser más claro: Francisco insiste en que está mal decir lo que sea para convencer a otros de la propia fe. Según él, uno simplemente debe vivir como cristiano mientras Dios es el que habla, como una especie de iluminación interior, en las personas que, supuestamente, serán conducidas a la conversión simplemente por observar una vida cristiana. Francisco no habla del proselitismo en el “sentido negativo” surgido de la fábrica de excusas de los neo-católicos, sino del propio acto de persuadir a la gente de la verdad de la religión católica. Tampoco necesitan Jimmy Akin [apologista católico que trabaja en Catholic Answers] y otros artesanos neocatólicos del encubrimiento, perder tiempo con la triquiñuela de la “mala traducción”. Las palabras exactas del Papa en italiano son las siguientes: “Non é lecito [coorecto o lícito] convincere della tua fede. Il proselitismo [énfasis suyo] é il velleno [veneno] piu forte contro il cammino ecumenico.”

[...] De todas formas, generalmente las personas que los católicos encuentran fuera de sus casas y parroquias no tienen idea de que los católicos “viven de esta manera” a menos que les hablen sobre su fe y lo que esto significa en su forma de vida. Es precisamente el testigo verbal de la fe el que puede mover corazones y guiar almas a la conversión por la gracia de Dios. Si no, los católicos no son más que invisibles en la inmensa multitud de la sociedad civil contemporánea. El cliché liberal que Francisco suelta constantemente es meramente una receta para el silenciamiento total de la Iglesia Militante, cosa que, de hecho, es el resultado mismo del “ecumenismo” y de la “apertura conciliar al mundo” en general.

Peor aún, respecto a su imaginario testigo silencioso cristiano, Francisco no hizo distinción entre los católicos ortodoxos, que siguen todas las enseñanzas de Jesucristo, y los luteranos, que seleccionan y eligen del Evangelio dado que practican la anticoncepción, el divorcio y hasta el aborto, simulan ordenar mujeres y homosexuales como “sacerdotes” y “obispos”, y consienten el “matrimonio” diabólico entre personas del mismo sexo. Francisco quiere que creamos que el Espíritu Santo inspira la conversión en base al “testimonio” de personas que pisotean el Evangelio y que hasta Lutero denunciaría como malditos herejes.

Hasta acá llegó el mandato divino: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado.” Y hasta aquí llegó el ejemplo del primer Papa que, siguiendo dicho mandato, declaró frente a una multitud de potenciales conversos judíos:

“Arrepentíos, dijo, y bautizaos cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Pues para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, cuantos llamare el Señor Dios nuestro.” Con otras muchas palabras dio testimonio, y los exhortaba diciendo: “Salvaos de esta generación perversa”. (Hechos 2:38-40)”.

Cometiendo una más de sus innumerables meteduras de pata, luego Francisco atribuyó a la “teología medieval” el dicho “la Iglesia se está reformando siempre” o “debe ser siempre reformada”, del latín ecclesia semper reformanda est. Este eslogan protestante, que se originó probablemente en el 1600, es atribuido erróneamente a San Agustín (que además no era medieval) y se hizo popular por primera vez gracias al ecléctico teólogo protestante Karl Barth después de la segunda guerra mundial.

Este error fue secundado con la absurda afirmación: “los mayores reformadores de las iglesias, nuestras iglesias, son los santos: los que siguen la palabra del Señor y la ponen en práctica… Tanto en la Iglesia luterana como en la católica hay personas de este tipo: con corazón santo, que siguen el Evangelio. Éstos son los que reforman la Iglesia.”

En el Evangelio según Francisco, el máximo ecumenista católico, no hay diferencias cruciales entre los luteranos y los católicos. Todos somos cristianos. Todos seguimos el Evangelio, incluyendo quienes piensan que el Evangelio permite el divorcio, la anticoncepción, la sodomía y el aborto en situaciones “difíciles”. Para Francisco, la herejía total y la inmoralidad promovidas por la descendencia de Lutero, incluyendo a la mujer “obispo” que Francisco recibió afectuosamente, son irrelevantes. Los católicos tienen sus santos y los luteranos los suyos, incluyendo al maníaco degenerado que fundó su religión hecha por hombres, cuya estatua Francisco dignificó con su presencia junto a ella.

Lejos está de la mente de Francisco la realidad de que no existe “iglesia luterana” y jamás ha existido. Tampoco parece notar que el mismo luteranismo está fracturado en numerosas sectas opositoras cuyas doctrinas corruptas más o menos rechazan la enseñanza dogmática inmutable de la Iglesia Católica en numerosos asuntos así como los preceptos de la ley natural escritos incluso en los corazones de los paganos sin fe, sin mencionar los de quienes profesan ser cristianos.

La actuación de Francisco el 13 de octubre negó efectivamente la necesidad salvífica de la Iglesia, una negación temática de todo su pontificado. Su hiper-ecumenismo, del cual el espectáculo del 13 de octubre fue su demostración más reciente, también niega efectivamente la función del oficio petrino como sine qua non de la unidad cristiana.

Sin embargo, el púlpito del matón papal es un vehículo más que adecuado para promover mundialmente el Bergoglianismo, una religión que los luteranos encuentran totalmente agradable, tal como demostró el aplauso entusiasta en la sala de audiencias. Y Francisco confirmará su entusiasmo cuando viaje a Suecia a fin de mes para conmemorar el comienzo de la rebelión protestante y participe en una liturgia conjunta con laicos luteranos disfrazados de clérigos, confirmándolos así en sus abominables errores, ninguno de los cuales preocupa en absoluto a Francisco.

Pero como infaliblemente Dios extrae bien del mal, lo más horrendo de este pontificado logra despertar finalmente a los fieles ante los peligros del positivismo papal, recordándoles que la fe es objetivamente verdadera, no verdadera porque lo diga el Papa, y que es totalmente posible que los hechos de un Papa contradigan esta verdad objetiva.

Entonces, por ejemplo, el día después de la audiencia del 13 de octubre, Jeffrey Mirus [presidente de Catholic Culture] escribió:

“Los lectores y escritores de CatholicCulture.org, si bien a veces pueden equivocarse, no son idiotas. Es falso pretender que cuando el papa Francisco dice algo que es percibido como nuevo, diferente e inquietante, en verdad [énfasis suyo] quiere decir siempre lo que la Iglesia enseñó previamente. A esta altura, hasta los alumnos más brutos saben que no es cierto. Cuando el armario del emperador está vacío, a nadie ayuda pretender que él va bien vestido—a menos que nos resulte mejor dudar de nuestra cordura”.

No, no estamos dementes. Lo demente es este pontificado. Tal como observó Antonio Socci luego de la fiesta de Francisco por amor a Lutero: “Bergoglio, en lugar de honrar a Nuestra Señora, honró a Martín Lutero, participando en una audiencia (en el Vaticano) donde se exhibió una estatua del alemán heresiarca y cismático, como si fuera uno de los santos. ¡Es más, Bergoglio es el Papa que por primera vez en dos mil años deseó la profanación de los sacramentos! … ¿Qué más hace falta para que los ingenuos abran los ojos?”

Sólo Dios sabe por cuánto tiempo más estará la Iglesia afligida por este Papa desgraciado. Pero por fin los ojos se están abriendo. Y al menos podemos dar gracias por ello mientras esperamos y rezamos para que la Iglesia se vea librada de Francisco y de todas sus obras.

Christopher A. Ferrara

Lutero según el papa Francisco y según Luis Veuillot (Padre.José María Mestre)

«Yo creo que las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas, era un reformador. Tal vez algunos métodos no eran los justos, pero… en ese tiempo la Iglesia no era un modelo de imitar: había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, apego al dinero, al poder, y por esto él protestó. El era inteligente, ha hecho un paso adelante justificando por qué lo hacía, y hoy luteranos y católicos… estamos de acuerdo con la doctrina de la justificación: en este punto tan importante él no se ha equivocado. Pero él ha hecho una medicina a la Iglesia, y luego esta medicina se ha consolidado en un estado de cosa, en un estado de disciplina, en una forma de creer, de hacer, en un modo litúrgico… Debemos meternos en la historia de ese tiempo. Es una historia no muy fácil de entender… La diversidad es lo que tal vez ha hecho tanto mal a todos, y hoy buscamos retomar el camino para encontrarnos después de 500 años».
Ante estas declaraciones del Papa Francisco, sumamente injuriosas pa­ra la Iglesia, podemos preguntarnos si realmente el heresiarca Lutero fue una medicina para la Iglesia y para la sociedad; y dejar que nos conteste el célebre escritor y polemista católico Luis Veuillot, gran defensor de la ortodoxia católica frente al liberalismo en tiempos de Pío IX.
Pues bien, en sólidos estudios sobre el protestantismo, Veuillot prueba que Lutero abrió el camino que luego seguirían Voltaire, Robespierre y Proudhon. En efecto, al emancipar la razón humana, Lutero fue para sus adeptos una causa inmediata de decadencia intelectual y moral; y esta emancipación sería a su vez la causa de las aberraciones filosóficas y políticas de los tiempos modernos, y la fuente de los desórdenes sociales de nuestra época.
1º Lutero fue una causa inmediata de decadencia intelectual y moral
«Para pervertir al hombre, bastaba separarlo del elemento divino, es decir, limitarlo a sus solas fuerzas». Pues bien, Lutero logró un prodigio más espantoso, el de «crear un cristiano que, en presencia de la Iglesia, depositaria e intérprete de la verdad de Dios, proclama la soberanía de su propia razón».
«Al proclamar el derecho al libre examen, al someter la razón de Dios a la razón soberana del hombre, al dar a cada hombre la facultad (o más bien imponerle la obligación) de crearse su propia religión en los límites de la Biblia, Lutero negó la presencia de la autoridad divina en la tierra, y por ahí mismo provocó la aparición de religiones puramente humanas. Una vez que la razón ha ocupado el lugar de Dios en la dirección moral de la humanidad, a ella le incumbe ser la única señora de las creencias, doctrinas, leyes y costumbres; derecho que ella no tardó en reivindicar y ejercer. Desde entonces, ya no hay ni tradición, ni infalibilidad, ni verdad absoluta, ni derecho divino, ni lazo de unidad en la fe; en otras palabras, ya no hay fe».
¿Qué hace esta razón emancipada? «Cae directamente en la independencia absoluta, mas una independencia que se pliega con vergonzosa indiferencia ante cualquier dictadura, para hundirse luego en la indiferencia y desprecio de toda religión».
2º La emancipación luterana de la razón humana, principio de las aberraciones filosóficas del tiempo moderno
Veuillot constata que «la razón emancipada, es decir, incrédula, no ha hecho otra cosa, desde su victoria, que trabajar por destruir lo que la razón sumisa, es decir, creyente, había edificado durante largos siglos mediante sólidos trabajos»… El resultado fue que «produjo millares de sectas religiosas, e introdujo el desorden en la conciencia».
Un siglo y medio después que Lutero hubiese apartado a la filosofía del «camino amplio y luminoso» que seguía la razón católica, el protestante Leibniz se veía obligado a considerar «el rumbo nuevo y las tendencias fatalistas del espíritu filosófico», anunciando por adelantado las revoluciones que conmoverían a Europa cien años después. Espantado, escribía en 1670:
«Ojalá todos los sabios unan sus fuerzas para derribar el monstruo del ateís­mo, y para no dejar crecer más un mal del que sólo podemos esperar la anarquía uni­versal».
3º La emancipación luterana de la razón humana, principio de las aberraciones políticas de los tiempos modernos
Por desgracia, comentaba Veuillot, «este mal, el mayor y más terrible que haya podido verse jamás, invade ahora las ciencias políticas».
«La razón individual, soberana en religión y en filosofía, logró serlo también en política. Después de fabricarse una religión y una filosofía, el individuo quiso hacerse un gobierno según las ideas y los gustos que lo habían guiado al elegir lo anterior. Cuando la noción de Dios perece en la conciencia y en el espíritu, desaparece también la noción de la autoridad, hija del cielo, dejando campo abierto a los combates de los intereses individuales, armados unos contra otros con toda la energía y tenacidad del egoísmo… Sustraído a los derechos de Dios, el hombre cae inmediatamente bajo el yugo del hombre. En esta parcelación y falsificación de la autoridad, la sociedad, que era una familia, degenera en una mezcolanza de tribus cuyo más ardiente deseo es aniquilarse recíprocamente: viva imagen de las sectas del protestantismo y de las escuelas de filosofía. Mismo principio, mismo resultado».
La consecuencia que saca Luis Veuillot es que
«la política de la razón soberana se reduce a la manipulación de las masas»; ahora bien, «a las masas se las agita con la pasión, el error, el temor; y de esta fermentación se desprende una fuerza que todo lo puede, pero que pasa rápidamente y no crea nada por sí misma; irresistible como el vapor, es sutil y estéril como él». Así es como «la soberanía de la razón, destruyendo la noción de la autoridad, reemplaza la autoridad por el despotismo, la obediencia por el servilismo, la libertad por la esclavitud».
Luis Veuillot demuestra luego, historia en mano, que
«Dios no ha enseñado nada tan cuidadosamente al hombre como el respeto de la autoridad […] El principio protestante, introducido en la política, mina sin cesar esta autoridad, con ataques que deben hacer perecer a la misma sociedad. La autoridad tiene en sí algo de tan legítimo, tan necesario y tan divino, que nada puede conmoverla legítimamente, salvo ella misma. Mientras ella cumpla su misión y haga su deber, cree firmemente en su derecho, y resiste a las más temibles pruebas, apoyada en la conciencia pública. Pero la autoridad conspira contra sí misma y se traiciona cuando se separa de Dios; primeramente, porque pierde ella la protección de Aquél por quien los reyes reinan; y luego, porque no puede ella separarse de Dios sin arremeter contra los derechos de Dios. Ahora bien, todo cuanto haga en este sentido se vuelve necesariamente contra el bien del pueblo, especialmente los débiles y los pequeños, que encuentran su única protección y su bien en el derecho de Dios. Pues bien, el protestantismo, o si se prefiere, el espíritu protestante, después de haber llevado la autoridad a sobrecargarse de poder, la ha corrompido al separarla de Dios, quitándole el temor de Dios y obligándola a asumir empresa tras empresa contra los derechos de Dios».
«Lamento mucho, lo confieso francamente, que Lutero no haya sido entregado al brazo secular, y que no haya habido ningún príncipe lo bastante piadoso y político para movilizar una cruzada contra los protestantes…Nuestros padres creían que el heresiarca era más peligroso que el ladrón, y tenían razón. Una doctrina herética era una doctrina revolucionaria. De ella provenían perturbaciones, sediciones, saqueos, asesinatos, toda clase de crímenes contra los particulares y contra el Estado. Se caía en guerra civil, se hacía alianza con el extranjero, y la nacionalidad se veía amenazada al mismo tiempo que la vida y la fortuna de los individuos. La herejía, que es un grandísimo crimen religioso, era también un grandísimo crimen político […] El heresiarca, examinado y convencido por la Iglesia, era entregado al brazo secular y castigado con la muerte. Nada me ha parecido nunca tan natural y tan necesario. Cien mil hombres perecieron por causa de la herejía de Wyclef, mayor número hizo morir la de Juan Huss, y no se pueden medir los ríos de sangre que costó la herejía de Lutero […] La pronta represión de los discípulos de Lutero, y una cruzada contra el protestantismo, le habrían ahorrado a Europa tres siglos de discordias y de catástrofes en que pueden perecer Francia y la civilización».
Un poco más tarde, en 1857, Luis Veuillot afirmaba que «la Revolución francesa, que es el libre examen en política, no ha producido menos escuelas que sectas produjo el libre examen religioso, su antecesor».
4º La emancipación luterana de la razón humana, fuente de los desórdenes sociales de la época contemporánea
Considerando los desórdenes sociales de su tiempo, y desenmascarando en la Revolución francesa «el último acto de la rebeldía del protestantismo contra la Iglesia de Dios y contra la verdad divina», disfrazado ahora bajo el nombre de libertad de los pueblos, como se había disfrazado bajo el nombre de libertad de las conciencias en tiempo de Lutero, Luis Veuillot revelaba magistralmente que el ataque del «monstruo» ofrecía «el mismo triple carácter que tenía en el siglo XVI: carácter social, político y religioso».
«Lutero ataca el estado social en su raíz, demoliendo la solidez del matrimonio, base de la sociedad cristiana; ataca el estado político en su raíz, desplazando los poderes y aboliendo la jerarquía, desarrollo de la sociedad cristiana; ataca el estado religioso en su raíz, aboliendo el culto exterior, expresión necesaria del culto interior, coronación de la sociedad cristiana. Este triple ataque se hace en nombre de la libertad:
• por la libertad de la carne: el divorcio;
• por la libertad del alma: el pontificado de los príncipes;
• por la libertad del espíritu humano, en nombre de la dignidad de Dios: la decadencia de todo culto exterior».
Ahora bien, afirma Luis Veuillot, 
«la Revolución nos presenta el desarrollo regular y lógico de estas tres libertades protestantes».
«Así como Lutero había proclamado pontífices a los reyes, en nombre de la libertad religiosa, así también la Revolución proclama reyes a los pueblos, en nombre de la libertad de conciencia pública… Lutero decía: Antes Mahoma que el Papa. Ese mismo es el grito de la Revolución».
Conclusión
Como puede verse, Lutero no fue de ningún modo para la Iglesia, como pretende el Papa, «una medicina que luego se haya consolidado en un estado de cosa, en un estado de disciplina, en una forma de creer, de hacer, en un modo litúrgico». Lo que sabemos de él y de los frutos de su reforma, que pronto cumplirá los 500 años, es todo lo contrario: que fue el peor revés sufrido por la Iglesia desde la aparición del Islam, y eso mismo es lo que recuerdan continuamente sus pésimas y prolongadas consecuencias.
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