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sábado, 4 de agosto de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (continúa Introducción)

Como venimos diciendo, los Misterios del Cristianismo nunca son contradictorios, aunque su profundidad sea tal que nos sea imposible una comprensión completa de los mismos, la cual no es para este mundo. Dicho lo cual, es bueno tener en cuenta dos puntos:


Primero: los comprendamos mejor o peor, algo es cierto y es que esos Misterios son Verdad; por lo tanto, es completamente razonable creer en ellos fiándonos de la autoridad por la que nos ha llegado ese conocimiento; una  autoridad que es Dios mismo (quien nos los ha revelado en Jesucristo y en la Iglesia que Jesucristo fundó). Ciertamente no son evidentes ni para nosotros ni para nadie (¡no serían misterios!) sino que requieren de la fe; pero ésta se concede siempre a todo el que se la pide a Dios con un corazón sencillo.

Y segundo: es posible conocer algo de lo que se entrevé en dichos Misterios, ya en esta vida. Tenemos, por supuesto, la Palabra de Dios, contenida en la Biblia y, en particular, de un modo mucho más completo, en el Nuevo Testamento. Pero, sobre todo, para evitar falsas interpretaciones de estos escritos, tenemos a nuestra disposición la recta interpretación de los mismos en el Magisterio de la Iglesia, que para eso fue fundada, de modo que no caigamos en el error. Y luego, tenemos toda la Tradición de más de 2000 años de historia de la Iglesia, con los escritos de los Santos Padres y de aquellos santos declarados Doctores de la Iglesia, como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, entre otros muchos. 

Todo ello, sin olvidar el testimonio de muchísimos cristianos que han vivido plenamente estas Verdades y las han hecho realidad en su propia vida, cual es el caso de todos los santos; tenemos testimonios veraces y escritos de espiritualidad de muchos de ellos. La lectura y la meditación de estos escritos, sobre la base (no lo olvidemos) de la interpretación dada por el Magisterio de la Iglesia, nos puede ayudar a conocer personalmente algo acerca de estos Misterios (contando siempre con la ayuda de la gracia) y, sobre todo, nos puede llevar a conocer qué es lo que Dios espera de cada uno de nosotros en esta vida, qué planes nos tiene preparados para que los cumplamos lo más fielmente posible, pues no hay nada, que no sea el cumplimiento de la voluntad de Dios, que pueda dar un verdadero sentido a nuestras vidas.

Esta segunda parte del post, concerniente al Misterio de la Santísima Trinidad, la vamos a dedicar a recordar algunos de los muchísimos versículos del Nuevo Testamento, en donde aparece reflejada la realidad de este tremendo Misterio al que nos estamos refiriendo. Más que nada para que caigamos en la cuenta de que el Misterio de la Santísima Trinidad no es  algo que la Iglesia se ha sacado de la manga; ni es algo irrelevante. Todo lo contrario, es de una trascendencia vital para nosotros y ha sido revelado por el mismo Jesucristo.

En el Antiguo Testamento se habla de un solo Dios: "Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno" (Dt 6, 4); esta cita es a la que se refirió Jesús en Mc 12, 29 cuando un escriba le preguntó por el primero de todos los mandamientos. En realidad, la existencia de Dios y la idea de que Dios es Uno se remonta a la época de Aristóteles, en el siglo IV antes de Cristo (como documentación escrita) y, posiblemente, mucho antes, aunque no tenemos constancia por escrito de que sea así.

En cambio, la venida de Jesús al mundo aporta algo sustancialmente nuevo, e incomprensible; imposible de admitir si no es, Él mismo, Dios. Humanamente hablando, Jesús es judío, proviene de la estirpe de David, y cuando habla a los judíos, sus hermanos en la Ley, les dice con toda claridad: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirla, sino a darle cumplimiento" (Mt 5,17).

Esa es la misión de Jesús: para eso ha venido Jesús a este mundo: para enseñarnos a todos no solamente que Dios existe y que es Uno, lo cual (aunque sirve de grandísima ayuda en el conocimiento de la verdad) podía ser demostrado "filosóficamente", tal y como hizo Aristóteles y, sobre todo, Santo Tomás de Aquino. Ha venido, sobre todo, para enseñarnos cómo es Dios: "Dios es Amor" (1 Jn 4,16) y cómo quiere Dios que sean nuestras relaciones con Él. Para no alargarme demasiado, continuaré hablando de este tema en el próximo post.

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA SANTÍSIMA TRINIDAD (Introducción)

Recuerdo que, cuando yo era pequeño y aprendí el catecismo, me enseñaron este gran Misterio de la Santísima Trinidad a base de preguntas y de respuestas cortas:

P.  A ver, dime: ¿Cuántos dioses hay?
R. Uno
P. ¿Y cuántas Personas hay en Dios?
R. Tres
P. ¿Cuáles son los nombres de esas tres Personas?
R. Padre, Hijo y Espíritu Santo
P. El Padre, ¿es Dios?
R. Sí
P. El Hijo, ¿es Dios?
R. Sí
P. El Espíritu Santo, ¿es Dios?
R. Sí
P. Luego, entonces ¿hay tres dioses?
R. No, hay tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.
P. ¿Cómo es eso posible?
R. Porque así ha sido revelado por Jesucristo en los Evangelios.
P. ¿Y puede entenderse?
R. No, porque se trata de un misterio.
P. Pero, ¿es verdad lo que se dice en ese misterio?
R. Sí, porque Dios no puede engañarse ni engañarnos.



Evidentemente, yo no lo entendía (¿cómo lo iba a entender?), pero ya entonces intuía que se trataba del misterio esencial del cristianismo, el que daba sentido a todo lo que creemos los cristianos. Y recuerdo que no veía en él ninguna contradicción porque no se decía que un dios es lo mismo que tres dioses: 1 = 3 (lo que sí hubiera sido contradictorio), sino que en un mismo y único Dios había Tres Personas Distintas. Cierto que cada una de las Personas era Dios mismo, el Único; pero, en cuanto Personas, eran distintas.

Y, sin embargo, aunque no lo entendía, sabía que era Verdad. Se puede saber de algo que es verdad, aunque no se comprenda del todo, e incluso aunque no se comprenda nada. De hecho, yo veía que había muchas verdades de diversa índole, de las que no me cabía la menor duda acerca de su veracidad, porque me fiaba de las personas que enunciaban esas verdades, personas competentes en la materia de la que hablaban: sabían lo que decían. Yo no los entendía debido a mi ignorancia. Pero saqué una conclusión: el hecho de que alguien no entienda algo, no significa que “ese algo” sea falso; sólo muestra, sencillamente, el desconocimiento que uno tiene sobre “ese algo”, pero nada más. La expresión: “Si no lo entiendo no puede ser verdad” es una solemne majadería.

La realidad es terca; y no está sujeta a nuestro pensamiento. De lo que se trata es de admitir primero que hay cosas; y segundo procurar conocerlas, adecuar nuestro pensamiento a su realidad. En la medida en la que eso ocurra, vamos conociéndolas más y mejor y nos vamos acercando a la verdad conforme aumenta nuestro conocimiento acerca de ellas; eso sí: sin que podamos decir nunca que ya sabemos todo lo que hay que saber, y que no se puede saber nada más.

Pensar así es erróneo: en el conocimiento de un objeto dado siempre es posible una mayor profundización. Además, el mismo objeto puede estudiarse, considerándolo desde todos los puntos de vista posibles. Esto es fundamental en el conocimiento científico, para que pueda darse el progreso; y, en general, en todo tipo de conocimiento que presuma de tal. Nunca se puede decir acerca de ninguna cosa que “todo está ya dicho”. Y eso moviéndonos en un plano meramente humano.

Si consideramos realidades sobrenaturales, todo lo dicho anteriormente es cierto, pero en un grado mucho más elevado, pues nos encontramos con “problemas” que, humanamente hablando, nos sobrepasan. La Revelación, dada por Jesucristo, que se encuentra recogida en los Evangelios y en el Nuevo Testamento, y que presupone la fe en su Palabra, es el punto de partida necesario para este estudio, sin olvidar obviamente, que la interpretación correcta de dicha Palabra corresponde al Magisterio de la Iglesia; y teniendo también muy en cuenta, en este sentido, la gran importancia de la Tradición.

En el caso concreto que nos ocupa, el Misterio de la Santísima Trinidad, es de notar que no existe mente humana capaz de descifrarlo: Dios mismo, encarnado en Jesucristo, es quien nos lo ha dado a conocer. Sabemos que es Verdad porque nos fiamos de la Palabra de Dios, pero su comprensión nos está vedada.

Nuestra actitud ante la Verdad de este Misterio no puede (¡no debe, o mejor, no debería!) ser otra que la Adoración respetuosa y el reconocimiento de la propia impotencia para comprender que hay Realidades cuyo conocimiento supera cualquier inteligencia sin perder, por ello, un ápice de su Verdad y de su Realidad. Tal es el caso de todos los Misterios del Cristianismo. Y en particular del mayor de todos ellos, que es el de la Santísima Trinidad.

Sin embargo, aunque es cierto que nunca seremos capaces de comprender este Misterio (¡dejaría de ser tal Misterio!) sí podemos intentar profundizar un poco sobre Él. A lo largo de veinte siglos de Historia de la Iglesia se ha escrito mucho sobre el Misterio de la Trinidad, un Misterio que es la Cuestión esencial de toda la Teología. Podríamos citar a muchos santos y grandes teólogos que se han ocupado de este tema tan importante, a lo largo del tiempo. Entre los más significativos cabe destacar a San Agustín que dedicó más de quince años a redactar su "De Trinitate" y, sobre todo, a Santo Tomás de Aquino quien, en su Suma Teológica, en la 1ª parte, dedica 17 cuestiones (q.27 a q.43) a escribir sobre este asunto.

En la línea de Santo Tomás para quien (siguiendo a Aristóteles) lo importante no es lo que piensan los filósofos o los teólogos, sino la realidad de las cosas, se ha ido profundizando bastante, y en particular en estos últimos años. Tenemos autores de la talla de Scheeben, que en su obra “Los misterios del Cristianismo” (1865) le dedica unas 200 páginas a este Misterio (estando el resto de misterios en conexión con él). Tenemos luego obras más recientes como “Dios Uno y Trino” de Lucas F. Mateo-Seco (1998). Es de destacar también el libro del mismo título “Dios Uno y Trino” de Juan A. Jorge García-Reyes (2010). En realidad, estos títulos son "a modo de ejemplo", porque sería exhaustiva la relación completa de todos los escritos que, en consonancia con la fidelidad a la Iglesia Católica, han sido escritos. Y no se trata de ello en un post como éste.
(Continuará)

viernes, 27 de julio de 2012

JURAMENTO ANTIMODERNISTA (José Martí)



Si los lectores de este blog han leído los post anteriores sobre el modernismo, se darán cuenta de que esos errores son los mismos que se dan en la actualidad, pero ampliados y llevados a situaciones sumamente graves para desconcierto de muchos fieles católicos.

Por lo difuso de la herejía modernista, la lucha contra ella fue (y sigue siendo) muy difícil, razón por la que el papa Pío X (posteriormente canonizado) estableció el Juramento antimodernista el 1 de Septiembre de 1910. Mandó que, de forma pública, "todo el clero, los pastores, confesores, predicadores, superiores religiosos y profesores de filosofía y teología en seminarios" debían prestar dicho juramento, el cual se mantuvo vigente desde esa fecha hasta el 17 de julio de 1967 cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe, en tiempos del papa Pablo VI, lo suprimió.

En ese juramento se rechazan solemnemente los principales puntos de la herejía modernista. Dado que el modernismo vuelve a imperar en estos tiempos actuales "pos-modernistas" escribo en este blog dicho juramento, al que me adhiero expresamente de todo corazón, junto a otros blogueros que ya lo han hecho, comenzando por Bruno Moreno, de Infocatólica, el 29 de junio de este año 2012.

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“Yo, José Martí Florenciano, abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.

- En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación, como la causa por su efecto.

- En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.

- En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.

- En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, siempre con el mismo sentido y la misma interpretación. Por esto rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. 

- Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.

- En quinto lugar: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades del subconsciente, bajo el impulso del corazón y el movimiento de la voluntad moralmente informada, sino que es un verdadero asentimiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente, asentimiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Señor.

Más aún, con la debida reverencia, me someto y adhiero con todo mi corazón a las condenaciones, declaraciones y todas las prescripciones contenidas en la encíclica Pascendi y en el decreto Lamentabili, especialmente aquellas concernientes a lo que se conoce como la historia de los dogmas.

- Rechazo asimismo el error de aquellos que dicen que la fe sostenida por la Iglesia contradice a la historia, y que los dogmas católicos, en el sentido en que ahora se entienden, son irreconciliables con una visión más realista de los orígenes de la religión cristiana.

- Condeno y rechazo la opinión de aquellos que dicen que un cristiano bien educado asume una doble personalidad, la de un creyente y al mismo tiempo la de un historiador, como si fuera permisible para una historiador sostener cosas que contradigan la fe del creyente, o establecer premisas las cuales, provisto que no haya una negación directa de los dogmas, llevarían a la conclusión de que los dogmas son o bien falsos, o bien dudosos.

- Repruebo también el método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura que, apartándose de la tradición de la Iglesia, la analogía de la fe, y las normas de la Sede Apostólica, abraza los errores de los racionalistas y licenciosamiente y sin prudencia abrazan la crítica textual como la única y suprema norma.

- Rechazo también la opinión de aquellos que sostienen que un profesor enseñando o escribiendo acerca de una materia histórico-teológica debiera primero poner a un costado cualquier opinión preconcebida acerca del origen sobrenatural de la tradición católica o acerca de la promesa divina de preservar por siempre toda la verdad revelada; y de que deberían interpretar los escritos de cada uno de los Padres solamente por medio de principios científicos, excluyendo toda autoridad sagrada, y con la misma libertad de juicio que es común en la investigación de todos los documentos históricos ordinarios.

- Declaro estar completamente opuesto al error de los modernistas que sostienen que no hay nada divino en la sagrada tradición; o, lo que es mucho peor, decir que la hay, pero en un sentido panteísta, con el resultado de que no quedaría nada más que este simple hecho—uno a ser puesto a la par con los hechos ordinarios de la historia, a saber, el hecho de que un grupo de hombres por su propia labor, capacidad y talento han continuado durante las edades subsecuentes una escuela comenzada por Cristo y sus apóstoles.

- Prometo que he de sostener todos estos artículos fiel, entera y sinceramente, y que he de guardarlos inviolados, sin desviarme de ellos en la enseñanza o en ninguna otra manera de escrito o de palabra. Esto prometo, esto juro, así me ayude Dios, y estos santos Evangelios [que toco con mi mano]".

José Martí

jueves, 26 de julio de 2012

CARTA ENCÍCLICA PASCENDI DE SAN PÍO X (Algunos párrafos:3/3)




Por ello, venerables hermanos, hemos resuelto sin más demora acudir a los más eficaces remedios. Os rogamos encarecidamente que no sufráis que en tan graves negocios se eche de menos en lo más mínimo vuestra vigilancia, diligencia y fortaleza; y lo que os pedimos, y de vosotros esperamos, lo pedimos también y lo esperamos de los demás pastores de almas, de los educadores y maestros de la juventud clerical, y muy especialmente de los maestros superiores de las familias religiosas.

En primer lugar, por lo que toca a los estudios, queremos, y definitivamente mandamos, que la filosofía escolástica se ponga por fundamento de los estudios sagrados.

... es preciso notar que, cuando prescribimos que se siga la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que por todos sea exactamente observado

A los obispos pertenecerá estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las órdenes religiosas. Y a los maestros les exhortamos a que tengan fijamente presente que el apartarse del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones metafísicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio.  

Colocado ya así este cimiento de la filosofía, constrúyase con gran diligencia el edificio teológico. Preceptos estos nuestros y de nuestro predecesor, que conviene tener muy en cuenta siempre que se trate de elegir los rectores y maestros de los seminarios o de las universidades católicas. Cualesquiera que de algún modo estuvieren imbuidos de modernismo, sin miramiento de ninguna clase sean apartados del oficio, así de regir como de enseñar, y si ya lo ejercitan, sean destituidos

En esta materia, venerables hermanos, principalmente en la elección de maestros, nunca será demasiada la vigilancia y la constancia; pues los discípulos se forman las más de las veces según el ejemplo de sus profesores; por lo cual, penetrados de la obligación de vuestro oficio, obrad en ello con prudencia y fortaleza.

Ninguno en lo sucesivo reciba el doctorado en teología o derecho canónico si antes no hubiere seguido los cursos establecidos de filosofía escolástica; y si lo recibiese, sea inválido. Los obispos que estén al frente del régimen de dichos institutos o universidades procuren con toda diligencia que se observe constantemente todo lo mandado hasta aquí.

Y todos los sacerdotes tengan muy fijo en el ánimo lo que recomendó León XIII con estas gravísimas palabras: «Consideren los sacerdotes como cosa intangible la autoridad de sus prelados, teniendo por cierto que el ministerio sacerdotal, si no se ejercitare conforme al Magisterio de los obispos, no será ni santo, ni muy útil, ni honroso».

Para que estos mandatos no caigan en olvido, queremos y mandamos que los obispos de cada diócesis, pasado un año después de la publicación de las presentes Letras, y en adelante cada tres años, den cuenta a la Sede Apostólica, con Relación diligente y jurada, de las cosas que en esta nuestra epístola se ordenan; asimismo, de las doctrinas que dominan en el clero y, principalmente, en los seminarios y en los demás institutos católicos, sin exceptuar a los exentos de la autoridad de los ordinarios. Lo mismo mandamos a los superiores generales de las órdenes religiosas por lo que a sus súbditos se refiere.

Estas cosas, venerables hermanos, hemos creído deberos escribir para procurar la salud de todo creyente. Los adversarios de la Iglesia abusarán ciertamente de ellas para refrescar la antigua calumnia que nos designa como enemigos de la sabiduría y del progreso de la humanidad. Entre tanto... para vosotros, en cuyo celo y diligencia tenemos puesta la mayor confianza, con toda nuestra alma pedimos la abundancia de luz muy soberana que, en medio de los peligros tan grandes para las almas a causa de los errores que de doquier nos invaden, os ilumine en cuanto os incumbe hacer y para que os entreguéis con enérgica fortaleza a cumplir lo que entendiereis.

Asístaos con su virtud Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe; y con su auxilio e intercesión asístaos la Virgen Inmaculada, destructora de todas las herejías, mientras Nos, en prenda de nuestra caridad y del divino consuelo en la adversidad, de todo corazón os damos, a vosotros y a vuestro clero y fieles, nuestra bendición apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 8 de septiembre de 1907, año quinto de nuestro pontificado.

miércoles, 25 de julio de 2012

CARTA ENCÍCLICA PASCENDI DE SAN PÍO X (Algunos párrafos:2/3)




[Según los modernistas]...hay una regla fija, y es que la fecha de un documento cualquiera se ha de determinar solamente según la fecha en que cada necesidad surgió en la Iglesia... No vacilan a cada paso en asegurar que los libros de la Escritura, y en especial el Pentateuco y los tres primeros evangelios, de una breve narración que en sus principios eran, fueron poco a poco creciendo con nuevas adiciones e interpolaciones, hechas a modo de interpretación, ya teológica, ya alegórica, o simplemente intercaladas tan sólo para unir entre sí las diversas partes. Según ellos... es necesario admitir la evolución vital de los Libros Sagrados, que nace del desenvolvimiento de la fe y es siempre paralela a ella.

...Ya cuanto hasta aquí hemos dicho manifiesta de cuán vehemente afán de novedades se hallan animados tales hombres; y dicho afán se extiende por completo a todo cuanto es cristiano. Quieren que se renueve la filosofía, principalmente en los seminarios: de suerte que, relegada la Escolástica a la historia de la filosofía, como uno de tantos sistemas ya envejecidos, se enseñe a los alumnos la filosofía moderna, la única verdadera y la única que corresponde a nuestros tiempos.

Así es que... abarcando con una sola mirada la totalidad del sistema [modernista], ninguno se maravillará si lo definimos afirmando que es un conjunto de todas las herejías. Pues, en verdad, si alguien se hubiera propuesto reunir en uno el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podría obtenerlo más perfectamente de lo que han hecho los modernistas. Pero han ido tan lejos que no sólo han destruido la religión católica, sino, como ya hemos indicado, absolutamente toda religión.

Para un conocimiento más profundo del modernismo, así como para mejor buscar remedios a mal tan grande, conviene ahora, venerables hermanos, escudriñar algún tanto las causas de donde este mal recibe su origen y alimento. La causa próxima e inmediata es, sin duda, la perversión de la inteligencia. Se le añaden, como remotas, estas dos: la curiosidad y el orgullo... En verdad, no hay camino más corto y expedito para el modernismo que el orgullo.

 ¡Si algún católico, sea laico o sacerdote, olvidado del precepto de la vida cristiana, que nos manda negarnos a nosotros mismos si queremos seguir a Cristo, no destierra de su corazón el orgullo, ciertamente se hallará dispuesto como el que más a abrazar los errores de los modernistas!

Por lo cual, venerables hermanos, ... examinad diligentemente a los alumnos del sagrado clero, y si hallarais alguno de espíritu soberbio, alejadlo con la mayor energía del sacerdocio: ¡ojalá se hubiese hecho esto siempre con la vigilancia y constancia que era menester!

Tres son principalmente las cosas que tienen por contrarias a sus conatos: el método escolástico de filosofar, la autoridad de los Padres y la Tradición; y el Magisterio eclesiástico. Contra ellos dirigen sus más violentos ataques

Por esto ridiculizan generalmente y desprecian la filosofía y teología escolástica, y ya hagan esto por ignorancia o por miedo, o, lo que es más cierto, por ambas razones, es cosa averiguada que el deseo de novedades va siempre unido con el odio del método escolástico, y no hay otro más claro indicio de que uno empiece a inclinarse a la doctrina del modernismo que comenzar a aborrecer el método escolástico.

Por ello, venerables hermanos, no es de maravillar que los modernistas ataquen con extremada malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia...Finalmente, ... , si la Iglesia condena a alguno de ellos, no sólo se aúnan para alabarle en público y por todos medios, sino que llegan a tributarle casi la veneración de mártir de la verdad.                                            (Continuará)

martes, 24 de julio de 2012

CARTA ENCÍCLICA PASCENDI DE SAN PÍO X (Algunos párrafos: 1/3)


Al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia.


En los últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo...

Hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno mismo de la Iglesia... traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro... han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas... 

Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo. 

Si sólo se tratara de ellos, podríamos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.


Según la doctrina y maquinaciones de los modernistas, nada hay estable, nada inmutable en la Iglesia. En la cual sentencia les precedieron aquellos de quienes nuestro predecesor Pío IX ya escribía: «Esos enemigos de la revelación divina, prodigando estupendas alabanzas al progreso humano, quieren, con temeraria y sacrílega osadía, introducirlo en la religión católica, como si la religión fuese obra de los hombres y no de Dios, o algún invento filosófico que con trazas humanas pueda perfeccionarse»

Según el agnosticismo [filosofía que siguen los modernistas] la historia, no de otro modo que la ciencia, versa únicamente sobre fenómenos. Luego, así Dios como cualquier intervención divina en lo humano, se han de relegar a la fe, como pertenecientes tan sólo a ella.

Por lo tanto, si se encuentra algo que conste de dos elementos, uno divino y otro humano — como sucede con Cristo, la Iglesia, los sacramentos y muchas otras cosas de ese género —, de tal modo se ha de dividir y separar, que lo humano vaya a la historia y lo divino a la fe. De aquí la conocida división, que hacen los modernistas, del Cristo histórico y el Cristo de la fe...

... Afirman que en la historia que llaman real Cristo no es Dios ni ejecutó nada divino; como hombre, empero, realizó y dijo lo que ellos, refiriéndose a los tiempos en que floreció, le dan derecho de hacer o decir.

...oponen la historia de la fe a la historia real en cuanto real. De donde se sigue que hay dos Cristos: uno, el real, y otro, el que nunca existió de verdad y que sólo pertenece a la fe; el uno, que vivió en determinado lugar y época, y el otro, que sólo se encuentra en las piadosas especulaciones de la fe. Tal, por ejemplo, es el Cristo que presenta el evangelio de San Juan, libro que no es, en todo su contenido, sino una mera especulación. (Continuará)

lunes, 23 de julio de 2012

LA HEREJÍA MODERNISTA

Tras un tiempo sin escribir en el Blog, lo retomo de nuevo. En los próximos "post" continuaré hablando sobre el misterio de la Santísima Trinidad, aunque alternando, a veces, con otros temas de menor extensión. En este post, en concreto, hablaré acerca del modernismo, tomando como referencia un artículo de Ramón García de Haro, prestigioso profesor de Teología Moral, ya fallecido (1996) y la encíclica Pascendi del Papa S. Pío X.

El modernismo, en sentido teológico, se entiende como una corriente de pensamiento promovida por algunos pensadores católicos de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que dio lugar a una fuerte crisis religiosa.

El tema de las relaciones de la fe con las corrientes subjetivistas y naturalistas del pensamiento moderno había sido objeto de especial atención por parte del Magisterio, ya desde hacía más de medio siglo, dando lugar a una serie de manifestaciones que culminaron con la publicación por Pío IX en 1864 del Syllabus y con la convocatoria, en 1868, del Concilio Vaticano I, cuya constitución Dei Filiis declara y define ampliamente la doctrina cristiana sobre la Revelación, la fe y la razón humana.

La Iglesia se opuso a la adaptación de la fe a la llamada "filosofía moderna", porque ésta situaba el origen de la verdad en el hombre, en su certeza de conciencia, en lo que se ha venido a llamar filosofía de inmanencia. Cuando se comenzó a juzgar la fe desde la aceptación previa e incondicionada de esa filosofía es precisamente cuando nació la crisis modernista, que condujo a muchos a la pérdida de la fe. Ocasión definitiva para esta crisis fue L'Evangile et l'Eglise (París, 1902) de Loisy, obra que produjo un inmenso revuelo en los medios católicos por lo peligroso de las ideas propuestas, claramente tendentes a negar la divinidad de Jesucristo y la institución divina de la Iglesia y de los sacramentos.

La Santa Sede se vio obligada a intervenir, condenando los graves errores cometidos por un gran número de escritores católicos "modernistas", con el Decreto Lamentabili sane exitu (3 julio 1907) que recoge 65 proposiciones tomadas en su mayoría de las obras de Loisy, algunas de Tyrrell y otras de Le Roy. Se pueden agrupar en cuatro apartados de errores:

1) Referentes a la Revelación: negación de la inspiración divina de las Sagradas Escrituras; independencia de la crítica respecto del Magisterio; negación de la verdad histórica de los evangelios, que narraría sólo la experiencia religiosa de sus autores, etc.
2) Respecto a la Iglesia: negación de su institución divina; su estructura y sus dogmas serían mudables, como en cualquier sociedad humana; el catolicismo actual no sería conciliable con la ciencia, etc.
3) Relativos a Cristo: no resucitó propiamente, ni es cierta la concepción virginal, ni su divinidad, a menos que se entiendan como hechos del sentimiento religioso, es decir, creación posterior de la conciencia cristiana.
4) Sobre los sacramentos: no son de institución divina sino disciplinar de la Iglesia, a veces bastante tardía, como la confesión y el matrimonio, etc.

Dos meses después del Decreto anterior se publicaba la encíclica Pascendi (8 de septiembre de 1907), que no se limita sólo a denunciar unos errores, sino que hace una síntesis de todo el movimiento modernista, poniendo de relieve la actitud desde la cual se había llegado o se podía llegar a esos errores: "El primer paso lo dio el protestantismo; el segundo corresponde al modernismo; muy pronto hará su aparición el ateísmo".

El modernismo, señala la encíclica, se caracteriza por dos rasgos esenciales: el agnosticismo, que anula todas las pretensiones de demostración racional de la existencia de Dios; y la inmanencia vital que hace buscar todas las explicaciones de la verdad religiosa en el sujeto y en las necesidades de la vida: la fe sería una percepción de Dios en los más íntimo del hombre en virtud de la ley de la inmanencia. El desarrollo de esta fe, mediante el trabajo de la inteligencia, daría lugar al dogma. Así los libros de la Sagrada Escritura serían una recopilación de experiencias hechas por los primeros creyentes de Israel y los primeros apóstoles del cristianismo. El crítico, al estudiar la Sagrada Escritura, ha de "excluir todos los añadidos que la fe ha hecho" y " todo lo que no está en la lógica de los hechos". Para los modernistas, el Cristo real fue el hombre que mejor ha intuido el sentimiento religioso de la humanidad, pero sólo un hombre. Cristo no sería Dios según la historia, sino sólo por la fe.

Nada cuenta para ellos la autoridad del Magisterio -del que no soportan ningún tipo de corrección- ni de los Padres y Doctores de la Iglesia: "sus doctrinas- señala la Pascendi- les llevan al desprecio de toda autoridad... y nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que no es más que obstinación en el propio juicio". Obstinación que les conducirá, en la mayor parte de los casos, a romper con la Iglesia, pero manteniendo siempre la pretensión de que lo hacen por defender la verdadera faz de la Iglesia.

En el choque de la fe con las nuevas corrientes de pensamiento, el modernismo considera que la Revelación está obligada a expresarse continuamente según las perspectivas y términos que la historia le impone: un expresarse que no es hacerse inteligible a su tiempo, sino adaptarse a cualesquiera exigencias de la filosofía dominante. La función de la Iglesia, según Loisy, es "adaptar la verdad histórica contenida en la Escritura a las necesidades de los tiempos". En definitiva, los modernistas confían antes en la ciencia que en la fe: el Magisterio -a su juicio- no goza de seguridad ante las afirmaciones del "pensamiento moderno". Si hay que revisar algo, por falta de acuerdo, debe ser el Magisterio el que lo revise.

Otro elemento observable en todos los modernistas es un humanismo antropocéntrico, que desplaza a Dios. Bajo la pretensión de dar una construcción "menos extraordinaria y más humana" que el cristianismo tradicional, borran, en realidad, todo elemento sobrenatural. La Iglesia, los sacramentos, los dogmas son tan solo un producto de la evolución del pensamiento religioso y de la conciencia humana, pero no son sobrenaturales.

Loisy, ya en el seminario, comenzó a acariciar el proyecto de un cambio radical del cristianismo. Antes de cumplir los 30 años, entre 1883 y 1886, ya había abandonado todas sus creencias teológicas. Sin embargo, se incrustó insinceramente en la Iglesia para reclutar compañeros en su empresa de reformarla, cuando en realidad opina que la Iglesia es irreformable y que ha de ser exterminada como el más grande enemigo del progreso.

Cuando en 1902 publica L'Evangile et l'Eglise hace cerca de 20 años que no tiene fe; aun a los más íntimos oculta su incredulidad fundamental y mantendrá esta postura hasta abandonar su sacerdocio y salir de la Iglesia (1908). Resulta duro leer las frases que anotaba Loisy en su diario: "Desde hace tiempo no puedo rezar a Dios como uno rogaría a una persona de quien se espera un favor. Mi oración consiste en recogerme en mi conciencia para decidir lo que yo creo bueno y lícito... me parece evidente que la noción de Dios no ha sido jamás otra cosa que una suerte de proyección ideal, un desdoblamiento de la personalidad humana, y que la teología no ha sido ni podrá ser jamás otra cosa que una mitología más y más depurada" (Choses passées).

Después de la publicación del Motu propio Sacrorum antistitum (1910) podría decirse que la crisis había sido resuelta, pero el problema que la suscitó -tensiones entre la fe y el llamado "pensamiento moderno"- continúa vivo y susceptible, por tanto, de replantearse.

domingo, 22 de abril de 2012

FELIZ 7º ANIVERSARIO DE PONTIFICADO


Mis deseos de felicidad a Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, con motivo de su séptimo aniversario como Papa, para que el Señor lo ilumine en todas sus decisiones y cumpla la misión que le ha sido encargada con fidelidad al depósito de la fe que ha recibido.

Una carta semejante a la que sigue le escribí el 24 de abril de 2005, hace siete años, al comienzo de su Pontificado, y he vuelto a escribirle ahora, de nuevo, la misma carta que entonces, aunque con algunos retoques (los problemas siguen siendo básicamente los mismos, aunque agravados):

Su Santidad: España va mal. Necesitamos ideas claras, ilusión, alegría... Necesitamos fe. Hay mucha confusión. Necesitamos buenos pastores, fieles a la Iglesia y enamorados de Jesucristo.

Pienso en el pasaje evangélico que habla de Jesús cuando “vio una gran muchedumbre y se llenó de compasión, porque estaban como ovejas sin pastor” (Mc 6, 34). Es cierto que Él mismo nos señalaba el remedio: "Pedid al dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9,38). Sí, eso es verdad, pero para pedir es preciso un mínimo de fe, y ésta es hoy muy débil: cada vez es menor la gente con fe, cada vez hay menos vocaciones al sacerdocio... ¡justo, precisamente, cuando más falta hace! Y nosotros, los que decimos llamarnos cristianos, ¡qué lejos estamos de serlo!

Necesitamos de su oración a Dios, para que recobremos nuestra fe y nuestra ilusión; para que no perdamos la esperanza, al ver tanta maldad y tanto cinismo; para que el Señor signifique "todo" para nosotros y no nos avergoncemos de ser llamados cristianos y de vivir como tales, con la alegría que proviene de saber que Jesús nos quiere personalmente a cada uno: "Yo soy el buen Pastor" (Jn 10, 11), dice el Señor. No dice "un" buen pastor, sino "el" buen pastor, porque no hay ningún otro pastor bueno más que Él, ni hay otro Nombre sobre la Tierra por el que podamos ser salvos. ¡Si nos creyéramos estas cosas!

Yo le ruego que pida por mí de un modo especial. Pídale tan solo una cosa: que caiga en la cuenta, algún día, de que el Señor me quiere (¡a mí!) de un modo exclusivo y único. No deseo nada más. ¡Que me crea (de verdad, de corazón) esta realidad del Amor que Dios me tiene! Esto que pido para mí lo pido también para todos los cristianos.

Si hasta este momento no lo he hecho de una manera consciente y decidida, a partir de ahora (¡desde este mismo momento!) voy a tener presente a S.S.todos los días, en mi oración, a fin de que el Señor lo ilumine y le dé fuerzas para cumplir fielmente con su misión, sin importarle lo que "el mundo" diga o deje de decir, recordando las palabras del Señor: “¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros” (Lc 6, 26).

Necesitamos (me voy a atrever a decirlo, aunque se me quemen los labios), necesitamos ver en S.S. al mismo Jesús, necesitamos oír salir de su boca las palabras que Jesús diría en las circunstancias actuales, aunque ello arrecie las persecuciones del “mundo” contra los cristianos. Me da miedo hablar así, pero es precisamente por mi falta de fe. Sí, S.S., porque necesitamos conocer y amar a Jesús, a este Jesús que parece que se ha escondido. Él es el Único que puede dar "solución"  (¡la única, la verdadera solución, no hay otra!) a todos los problemas que padece hoy el mundo.

Sé que estas cosas que digo a S.S. soy yo el primero que debo vivirlas. Pero también es verdad que soy sencillamente (¡nada más y nada menos!) una pobre oveja de este rebaño "maravilloso" que es la Iglesia, y que ha sido encomendado a S.S., como "pastor supremo" de todos los que componemos este redil. Y yo estoy necesitado, como lo estamos todos los cristianos, de "pasto fresco y puro", para poder así ayudar también, de un modo eficaz, a aquellos que se nos acerquen en busca de consejo o de ayuda.

Dios le ha elegido como Papa. Es una "carga" difícil, sobre todo en estos tiempos postcristianos y anticatólicos. Sepa que cuenta con mi oración, con mi pequeña contribución. Muy poca cosa, es cierto. Aunque son muchos los cristianos que hacen lo mismo. S.S. cuenta con la oración de muchos cristianos. Y me consta que quien ora posee la fuerza del mismo Dios, porque así Él lo ha establecido.

Que el Espíritu Santo lo ilumine en todo momento, y S.S. se deje iluminar dócilmente por Él; y actúe en conformidad con Su Voluntad. Que Él le conceda la fortaleza necesaria para llevar a buen término la misión que le ha sido encomendada, y la seguridad en su Palabra: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35)

Y no tenga miedo, porque los cristianos "no hemos recibido un espíritu de servidumbre para recaer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos, con el que clamamos: Abba, Padre" (Rom 8,15); aunque no soy yo, precisamente, quien debería decirle esto, porque me considero completamente indigno.

         Reciba un abrazo de éste su hijo en el Señor.

Un cristiano que desea ser siempre fiel a la Iglesia

viernes, 20 de enero de 2012

CARTA BREVE A MARIANO RAJOY

Esta carta es, en realidad, un comentario que he hecho en facebook a D. Mariano Rajoy. Y que reproduzco a continuación, con algún matiz en la forma de expresión, que no en el contenido:

Espero que lea usted este comentario. No entiendo cómo es posible que hayan llegado a las altas esferas del PP personas que apoyan claramente el aborto, como es el caso de la Secretaria de Estado de Investigación y Ciencia, Carmen Vela, o  que están encantadas con el matrimonio homosexual, como ocurre con CristinaCifuentes, la nueva Delegada del Gobierno en Madrid, o bien que consideran  que la ostentación de figuras blasfemas contra Jesucristo en el Teatro Español de Madrid es sencillamente un respeto a la libertad de expresión, como declara el responsable del Gobierno de Arte, Fernando Villalonga, etc...

Yo siempre he votado al PP. En una carta, que posiblemente no recordará, si es que acaso ha llegado a leer, le comentaba que iba a darle un voto de confianza, con el único objeto de contribuir a que el PSOE saliera del poder (lo que se podría llamar el voto útil, aunque no convencido).

Pero visto lo visto, y si esto no cambia, observo que desde un punto de vista moral no hay gran diferencia entre el PSOE y el PP, por desgracia.

Es una pena, porque vamos marcha atrás. Una sociedad  moralmente enferma, acaba destruyéndose a sí misma. Ni siquiera el aspecto económico va a mejorar si las personas que nos gobiernan no son personas íntegras, moralmente hablando. El hecho de colocar a determinadas personas afines al PSOE en el gobierno del PP es arrojar piedras sobre el propio tejado. Es una incongruencia... Y eso es lo que está ocurriendo. Bueno, y esto apenas si acaba de empezar (aún no lleva usted en el Gobierno ni siquiera un mes). A este ritmo, puestos a continuar la política devastadora del PSOE en materia social ¿qué será lo siguiente? ¿Legalizar la eutanasia? A mí ya no me extrañaría.

Está cometiendo un tremendo error; y no le quepa la menor duda de que le pasará factura, no sólo a su partido, lo que no es muy relevante sino a la nación española en su conjunto. 

Recuerde que tiene que responder ante Dios de su cometido como Presidente de la Nación; todos tenemos que hacerlo, cada uno en función de la tarea que tiene asignada en esta vida... Pero, en su caso concreto, la responsabilidad es mucho mayor. De usted dependen muchísimas cosas muy importantes. Yo le rogaría que fuese valiente. No consienta que haya personas en su partido que aboguen por lo mismo que aboga el PSOE. ¿Qué diferencia hay entonces entre ambos partidos?

Yo tengo muy claro que en las próximas votaciones mi "voto" será la ABSTENCIÓN. No encuentro alternativa católica a su partido. Y tengo el convencimiento de que esta postura la tomarán todos los españoles que intenten vivir como católicos coherentes.Y no sólo los católicos.

Porque estas cuestiones relativas al aborto, al "matrimonio" entre homosexuales y a la persecución contra los católicos (por más que se hable de un estado laico), son auténticas aberraciones del derecho natural. Ninguna persona que actúe con un mínimo de sentido común puede admitirlas. 

Hoy se están admitiendo, lo que significa que estamos entrando en una etapa de gran decadencia humana: pérdida del sentido común, pérdida de los valores morales, pérdida del conocimiento y del valor de las personas como personas, etc... Y ya se sabe que se recoge según lo que se siembra.

Deseo con toda mi alma que sea usted valiente y que actúe  con rapidez y contundencia, "también" en estos temas; y no solo en el aspecto económico. Ojalá que así sea, por el bien de España y de cada uno de los españoles. Un afectuoso saludo.


Como se puede observar estamos en una situación realmente preocupante. El PP es una mezcla de ideologías, pero se decanta, de hecho, por lo mismo que el PSOE. Recién llegados al poder se excusan diciendo que es demasiado pronto que se les pida la derogación (¡ya mismo!) de las leyes del aborto y del "matrimonio" entre homosexuales... Que todo irá llegando... En cambio, se han dado mucha prisa en colocar a partidarios de la muerte y del "matrimonio homosexual" en puestos importantes del Gobierno.

Si nos atenemos a los hechos que son los que realmente cuentan, la conclusión a la que se llega es lamentable, porque son los hechos los que indican aquello que verdaderamente se piensa, las verdaderas intenciones. Es para echarse a temblar en lo que concierne al futuro moral de este país que llamamos España... Es una pena muy grande y una desgracia para todos los españoles.

Porque, yo me pregunto: Si el señor Rajoy permite todos estos nombramientos de personas de muy dudosa reputación moral, ¿no será porque, en el fondo (y también en la superficie) él piensa de la misma manera? No encuentro otra explicación. Por lo tanto, como aquel que dice: ¡Que Dios nos pille confesados!

jueves, 8 de diciembre de 2011

EL SOCIALISMO O LA NUEVA “RELIGIÓN” (III)

Evidentemente, hace falta un consenso; pues de lo contrario la convivencia sería imposible. Para lo cual es necesario relativizar el bien y relativizar la verdad: No hay ningún bien absoluto ni hay ninguna verdad absoluta.Cada uno se fabrica su propio bien y su propia verdad; esto a título individual. Y, a título colectivo, la "verdad" o el "bien" lo decide la mayoría. Debe haber consenso: de ahí que se den unas normas, más o menos arbitrarias (algunas incluso razonables) para hacer posible la coexistencia. Y esas normas son la nueva ley, una ley cambiante según quien esté en el poder.

Podría continuar con la lista de "logros" sociales, entendidos por el socialismo como tales logros, aunque sólo diré algunas palabras acerca de otro "logro" dentro de la llamada política de "igualdad", una política absurda porque no se puede igualar lo que, de por sí, es diferente. Un simple ejemplo, obvio por otra parte, puede servir de aclaración con relación a la famosa "igualdad",  tan proclamada  hoy en día, entre el hombre y la mujer.

Ciertamente, que el hombre y la mujer son iguales, en cuanto que son personas humanas (un auténtico logro, real en este caso, debido a la influencia del cristianismo); y poseen, por lo tanto, la misma dignidad. Pero son diferentes en cuanto a su función, una función que les viene dada por naturaleza (es de tipo genético). La maternidad, sin ir más lejos, es una función de la mujer, exclusiva de ella, una función que la engrandece como persona y que la hace, en cierto sentido, superior al hombre. La mujer no es, en absoluto, el sexo débil. Más bien es lo contrario. ¿Debería sentirse el hombre indiscriminado por no ser mujer? Si lo hiciera, habría que recomendarle un buen psiquiatra.

Darse cuenta de que una mujer es una mujer y de que un hombre es un hombre es algo tan elemental que no se puede acabar de entender cómo tal realidad puede ponerse en duda. Esto es así y no constituye ningún tipo de discriminación, ni hacia el hombre ni hacia la mujer. Sencillamente, son lo que son, porque así han nacido: personas humanas ambos, pero con funciones diferentes. La ideología de género, que está hoy tan en boga, es algo demencial.

El que siendo hombre siente atracción sexual por otros hombres y no por las mujeres, sigue siendo un hombre. Y lo mismo ocurre con las mujeres que sienten atracción sexual hacia otras mujeres y no hacia los hombres: siguen siendo mujeres. Esa atracción es una anomalía, no es normal, no es conforme a su naturaleza, desde un punto de vista objetivo; por supuesto. Aunque lo primero de todo es reconocerla como tal anomalía. Es un grave error el de quien, para defender y promover al homosexual, defiende la homosexualidad como un valor. En este revuelo quienes más salen perdiendo, en realidad, son los propios homosexuales, sobre todo aquellos que, aun con tendencia homosexual, logran dominar, en parte, esa tendencia. Si se declara la homosexualidad como otra forma natural de la sexualidad, sólo se consigue desalentar, como inútil, el esfuerzo de aquellos homosexuales normales que luchan contra esa tendencia desordenada (a la cual reconocen como lo que es).

En la declaración "Persona humana" de la Iglesia (sobre algunas cuestiones de ética sexual) en su número 8 habla de que "las relaciones homosexuales están condenadas en la Sagrada Escritura como graves depravaciones e incluso presentadas como la triste consecuencia de una repulsa de Dios. Este juicio de la escritura no permite concluir que todos los que padecen esta anomalía son del todo responsables, personalmente, de sus manifestaciones; pero atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que no pueden recibir aprobación en ningún caso". ¡Ojo, no debemos olvidar que también son gravemente inmorales la fornicación y el adulterio, y estas anomalías (que también lo son) no se refieren a los homosexuales!

El Catecismo enseña que "las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y de la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana" (CIC 2359).

Además, no sólo las personas homosexuales tienen su lucha, sino que esta llamada a la castidad y a la perfección, con su correspondiente lucha, es para todas las personas. También las personas solteras heterosexuales están llamadas a vivir la castidad en la abstinencia; y deben luchar, y a veces muy intensamente, cuando sienten la atracción heterosexual.  Y lo mismo ocurre con las personas casadas cuando se sienten atraídas sexualmente por alguien que no es su cónyuge.

San Pablo no distingue, en ese sentido, entre aquellos que no proceden conforme al querer de Dios, no hace distinciones especiales entre ellos. Todos son culpables: "ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros,..., ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,.., heredarán el Reino de Dios" (1 Cor 6, 9-10).

La lucha, y la cruz, es para todos, independientemente de cual sea nuestra orientación sexual. Todos tenemos que poner de nuestra parte. Eso no es suficiente, pero sí necesario. Lo decisivo es la gracia de Dios, y sabemos que esa gracia nos nos va a faltar si la pedimos con humildad y confianza en la Palabra de Dios que nos viene revelada en la Biblia y, de un modo más completo, en el Nuevo Testamento:   "Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación, os dará también el modo de poder soportarla con éxito" (1 Cor 10, 13) .  

Bien, pero ¿qué ocurre, entonces, si somos débiles y caemos en la tentación? Todo está pensado por Aquel que nos conoce y que nos ama y que desea que nos salvemos y que estemos a su lado, el Señor Jesús, quien instituyó el sacramento de la Penitencia, al que podemos acercarnos confiadamente, para recibir el perdón, con la condición de que estemos de verdad arrepentidos y de que luchemos sinceramente contra aquellas tentaciones que pretenden alejarnos de Dios.

Cada persona tiene su cruz, la que Dios le ha dado, aquí y ahora. Si vivimos unidos a Jesucristo y a lo que Él nos enseña a través de la Iglesia Católica, podemos estar absolutamente seguros de que nuestra vida, con todos sus avatares, habrá tenido sentido. Todo habrá merecido la pena. Al fin y al cabo, no lo olvidemos, esta vida es tan solo el comienzo de esa otra vida, junto al Señor, que nunca tendrá fin. "No tenemos aquí morada permanente, sino que vamos en busca de la venidera" (Heb 13,14)

Seamos fieles a la doctrina que enseña la Iglesia. Recordemos aquellas palabras que el Señor dirige a todos: "El que a vosotros oye, a Mí me oye; el que a vosotros desprecia, a Mí me desprecia; y quien a Mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado" (Lc 10, 16). Si rechazamos a la Iglesia, estamos rechazando a Jesucristo. Esto debemos de tenerlo  muy en cuenta y no echarlo en el olvido. Pensemos en las palabras que Jesús le dirigió a San Pedro, el primer Papa: "Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 19). De ahí la "necesidad" de vivir conforme a las normas que la Iglesia católica nos enseña para no errar en nuestro camino hacia Dios.


Para acabar con el tema de las personas homosexuales, sería conveniente primero que recordáramos estas palabras que el Señor pronunció cuando los judíos intentaban apedrear a una mujer adúltera: "El que de vosotros esté sin pecado, que tire la piedra el primero" (Jn 8,7).  No justificó Jesús el adulterio. De hecho, cuando se fueron todos, sin que ninguno se atreviera a condenarla, y quedaron solos, dijo Jesús a la mujer: "¿Nadie te ha condenado? ... pues tampoco yo te condeno; vete y a partir de ahora no peques más" (Jn 8,11). Jesucristo condena el adulterio pero perdona a la mujer adúltera arrepentida. Ese es el camino a seguir por todos aquellos que somos cristianos, por la gracia de Dios: el reconocimiento de la verdad (por dura que sea), como paso inicial; y luego la comprensión y el perdón.

En el caso concreto de los homosexuales, imagino que habrá muchas asociaciones para ayudar a personas con ese problema. Yo he buscado en Internet y he encontrado una página web que pienso que puede ser útil a personas con esa orientación sexual, con vistas a vivir su castidad y a ser santos, pues la llamada a la santidad es para todos los hombres, "porque ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación" (1 Tes 4, 3) 

Me he extendido demasiado en este punto que, en principio, no había pensado tocar. En todo caso, pienso que viene a cuento con el tema que nos ocupa, aunque de ello seguiremos hablando en otro post.