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domingo, 17 de agosto de 2025

Cristo es el Salvador | Invitan a radicales liberales a participar en el Jubileo | P Santiago Martín




DURACIÓN 16:34 MINUTOS

EL OBISPO DE BARBASTRO RENUNCIA A TORRECIUDAD


1 de julio de 2025




La diócesis de Barbastro-Monzón propone erigir Torreciudad como santuario internacional

En un giro imprevisto de los acontecimientos, la diócesis de Barbastro-Monzón ha hecho pública una propuesta formal elevada a la Santa Sede en relación con el complejo de Torreciudad, actualmente considerado oratorio semipúblico.

El documento, en el que se expresa la voluntad de actuar “en fidelidad al mandato del Papa Francisco y ahora del Papa León XIV”, propone su reconocimiento como Santuario Internacional, bajo la dependencia directa de la Santa Sede.

Termina así un conflicto que lleva varios años enquistado.

Propuesta de erigir un santuario internacional

La diócesis solicita que Torreciudad sea reconocido canónicamente como santuario internacional con las siguientes características:Dependencia directa de la Santa Sede, constituyéndose como ámbito extraterritorial.

Designación libre del rector del santuario por parte del Opus Dei, conforme a derecho.

Independencia económica respecto de la diócesis, con auditoría y aprobación de cuentas a cargo de la Santa Sede. La diócesis renuncia expresamente a cualquier beneficio económico, responsabilidad patrimonial o vinculación con las sociedades o fundaciones que operan en torno al complejo.

Petición de restitución de elementos sagrados

La diócesis también solicita la devolución de dos elementos significativos:

La imagen original de Nuestra Señora de los Ángeles de Torreciudad, actualmente fuera de su ubicación histórica. Se propone su retorno a la ermita-santuario original, donde ha sido venerada por más de mil años. Una copia fiel sería colocada en el nuevo santuario.

La pila bautismal primitiva de la catedral de Barbastro, trasladada a Roma, donde fueron bautizados numerosos mártires y el propio san Josemaría Escrivá. Se pide su restitución a la capilla del Pantocrátor de la catedral, para que siga siendo usada por los fieles de la diócesis.

Estas devoluciones se presentan como “un acto de justicia hacia el pueblo fiel y de comunión entre la Prelatura del Opus Dei y la iglesia local”, así como una forma de enriquecer la Ruta de San Josemaría en Barbastro, que incluye el templo, la casa natal, la catedral y Torreciudad.

Un ofrecimiento en clave de comunión

La diócesis subraya que esta iniciativa no busca dividir ni reclamar, sino “proponer con amor lo que ha recibido como don”. En un tono claramente conciliador, recalca que “solo desde la comunión y la entrega gratuita podrá seguir fructificando el legado espiritual de tantos mártires y santos como san Josemaría”.

La propuesta se encuentra actualmente bajo el discernimiento del papa León XIV.

Jubileo 2025, la Fraternidad San Pío X reafirma su fidelidad a la Sede de Pedro

 CHIESA E POST CONCILIO



La Fraternidad Sacerdotal San Pío X anuncia su participación oficial en el Jubileo 2025 con una gran peregrinación internacional que se celebrará el miércoles 20 de agosto de 2025 en Roma. Religiosos, sacerdotes y fieles de todo el mundo se unirán en este evento de oración y testimonio de fe. Esta es la tercera vez que la Fraternidad participa en un Año Santo, y este evento representa una oportunidad solemne para demostrar pública y concretamente su identidad romana y su fidelidad a la Sede de Pedro y a la tradición milenaria de la Iglesia.

Fundada por el arzobispo Marcel Lefebvre, la Fraternidad San Pío X siempre ha reivindicado un profundo apego a la Roma de los Apóstoles, maestra de la verdad. Con esta peregrinación, la Fraternidad pretende renovar su compromiso con la oración, pidiendo a Nuestro Señor y a su Santa Madre las gracias necesarias para la Iglesia y nuestra congregación.
El programa incluye:9:30 – Celebración de la solemne Santa Misa al aire libre en el Parque del Colle Oppio, cerca del Coliseo, símbolo del martirio cristiano.
Aproximadamente a las 14:00 horas – Salida de la procesión hacia la Basílica de San Juan de Letrán, catedral del Papa y Madre y Cabeza de todas las Iglesias, donde los peregrinos pasarán por la Puerta Santa para obtener la indulgencia plenaria concedida durante el Año Santo.
La persona presente en el lugar para responder cualquier pregunta, y la única persona designada por la dirección de la organización para representar la posición oficial de la Sociedad de San Pío X, será el sacerdote Don Daniele Di Sorco, a quien se puede contactar al: 3332312341.

NB: Los periodistas y/o fotógrafos podrán asistir en un espacio reservado, siempre que se hayan registrado utilizando los siguientes datos de contacto.
Contactos de prensa: info@iubilaeumfsspx.org Sitio web oficial: www.iubilaeumfsspx.org

Fraternidad Sacerdotal San Pío X – Italia

viernes, 15 de agosto de 2025

Obispo Strickland: Sobre el Papa León XIV, el Antiquior de la Misa y el arzobispo Lefebvre






En nuestra traducción de The Catholic Herald, entrevistamos al obispo Strickland, quien responde con entusiasmo a preguntas que nos plantean un desafío en este contexto complejo. Aquí encontrará una lista de entrevistas anteriores.Obispo Strickland: Sobre el Papa León XIV,
el Antiquior de la Misa y el arzobispo Lefebvre


El obispo Joseph Strickland es un prelado muy conocido, querido por muchos católicos conservadores.

Ordenado para la Diócesis de Dallas en 1985 y nombrado obispo de Tyler, Texas, por el papa Benedicto XVI en 2012, en los últimos años se ha convertido en un firme crítico de ciertas políticas del Vaticano que, en su opinión, contradicen la verdad del Evangelio. Fue destituido del cargo de obispo de Tyler en 2023 después de que una investigación del Vaticano concluyera que la continuidad del obispo Strickland en el cargo era inviable.
En esta entrevista exclusiva, analiza su percepción inicial del pontificado del Papa León XIV, la respuesta de sus compañeros obispos a su destitución y sus reflexiones sobre la vida del arzobispo Marcel Lefebvre, fundador de la FSSPX.


CH: Su destitución como obispo de Tyler en noviembre de 2023 se produjo tras una visita apostólica y sus críticas públicas al papa Francisco. Insinuó que esto se debía a que proclamaba la "verdad del Evangelio". ¿Podría explicar qué verdades específicas cree que contradicen al liderazgo del Vaticano y cómo concilia su franqueza con el llamado a la unidad en la Iglesia?

S: Las verdades que he afirmado no son mías: pertenecen al Evangelio y a la enseñanza constante de la Iglesia. He defendido la sacralidad de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la verdad del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, la realidad de que solo los hombres pueden ser ordenados sacerdotes y la absoluta necesidad de claridad moral en temas como la ideología de género y las relaciones entre personas del mismo sexo. Estas no son posturas políticas ni opiniones personales; son las enseñanzas perennes de la Iglesia Católica, arraigadas en las Escrituras y la Sagrada Tradición.

Si estas verdades me ponen en desacuerdo con el liderazgo del Vaticano, no es porque hayan cambiado, sino porque, en los últimos años, se ha querido difuminarlas en nombre de la flexibilidad pastoral o la adaptación cultural. Mi conciencia no me permite callar cuando las almas están extraviadas o confundidas.

En cuanto a la unidad, la auténtica unidad en la Iglesia nunca se basa en el silencio ante el error. La verdadera unidad solo se encuentra en Cristo, quien es «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6). La unidad que ignora la verdad es mera uniformidad, y eso no es lo que nuestro Señor pidió la noche antes de morir. Él oró: «Santifícalos en la verdad. Tu palabra es verdad» (Juan 17:17). Si estamos unidos en Él, debemos estar unidos en la verdad que Él ha revelado.

CH: Tras la elección del Papa León XIV en mayo de 2025, usted expresó su esperanza de que "respetara fielmente el Depósito de la Fe". ¿Cuáles son sus expectativas para su pontificado y cómo cree que podría abordar las tensiones que experimentó bajo el papado de Francisco?

S: Cuando fue elegido el Papa León XIV, expresé mi esperanza de que custodiara fielmente el Depósito de la Fe. Esa esperanza era genuina, pero ya ha sido puesta a prueba y, lamentablemente, debilitada.

En estos primeros meses, la evidencia es clara: ha mantenido al cardenal Víctor Manuel Fernández en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, un hombre cuyo pasado incluye debilitar la doctrina moral y aprobar documentos que confunden a los fieles en temas como las bendiciones entre personas del mismo sexo ( aquí ). Ha nombrado obispos que apoyan abiertamente la ordenación de mujeres, en contra de la doctrina constante de la Iglesia. También ha mantenido restricciones a la misa tradicional en latín, privando a los fieles de una liturgia que ha producido innumerables santos.

Estos no son asuntos triviales. Representan una continuación del mismo patrón que vimos bajo el papa Francisco: tolerar, o incluso promover, voces que contradicen la fe y marginar a quienes la expresan abiertamente.

Mi experiencia en la Diócesis de Tyler bajo el papa Francisco, incluyendo la visita encabezada por el cardenal Prevost, estuvo marcada por el mismo clima de ambigüedad doctrinal y castigo para quienes se oponían. Sin embargo, más importante que mis circunstancias personales es el llamado que todos compartimos: vivir y proclamar la verdad de Cristo en el amor, para que las almas se salven y Dios sea glorificado.

Rezo por el Papa León a diario, porque el papado es un oficio sagrado confiado por Cristo mismo. Pero orar por el Papa no significa permanecer en silencio cuando el rebaño se dispersa. Mi expectativa —y mi súplica— es que el Papa León detenga este camino, expulse a quienes socavan la fe, restaure la claridad de la enseñanza católica y fortalezca a sus hermanos en la verdad, como Nuestro Señor le ordenó a Pedro en Lucas 22:32: «Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando hayas regresado, confirma a tus hermanos».

Los tiempos lo exigen y las almas de los fieles no merecen menos.

CH: El cardenal Daniel DiNardo declaró que su visita apostólica de junio de 2023 examinó todos los aspectos de la gobernanza y el liderazgo de su diócesis, concluyendo que su continuación era inviable. ¿Se le proporcionaron detalles específicos sobre cuestiones de gobernanza? ¿Cómo responde a las afirmaciones de que problemas administrativos, como la rotación de personal o la gestión financiera, contribuyeron a su destitución?

S: No, no me dieron ningún detalle al respecto. Como dije, todo esto es historia, y no me destituyeron por mala gestión de la diócesis. Me destituyeron porque dije la verdad cuando no era lo más popular. Creo que esta es la cruda realidad. No había problemas ocultos ni nada complicado. La diócesis gozaba de buena salud financiera. Sí, tuvimos algunos problemas de personal en el pasado, pero todas las diócesis los tienen.

La realidad es que el cardenal DiNardo y los nuncios me han hablado más de una vez y me han dicho: «Deja de enfatizar tanto el Depósito de la Fe y de oponerte a lo que dice el Vaticano». Como dije, no pude hacerlo. En definitiva, no soy yo quien importa: lo que importa es la verdad del Evangelio de Cristo. De eso es de lo que quiero hablar.

CH: Usted enfatizó que no podía renunciar voluntariamente porque sentía un deber hacia la grey que le confió el Papa Benedicto XVI. En retrospectiva, ¿cree que había una manera de dialogar con el Papa Francisco que podría haber preservado su rol como obispo?

S: No creo que hubiera ninguna vía para el diálogo, porque se promovían demasiadas cosas contrarias al Depósito de la Fe que prometí salvaguardar. La razón por la que no podía renunciar es que la responsabilidad del obispo de instruir y proteger al rebaño es muy seria. Creía que renunciar significaría abandonar mi deber como obispo.

El Papa es la autoridad suprema de la Iglesia. Siempre he procurado respetar la autoridad del Oficio Petrino. El Papa Francisco tenía la autoridad para destituirme; de hecho, está por encima del derecho canónico en este sentido. La carta que recibí, adjunta a un correo electrónico, simplemente indicaba que había sido relevado de mis funciones como obispo de Tyler. Él tenía la autoridad para hacerlo, al igual que la de nombrar obispos. Respeté esa decisión.

Algunos han debatido si el Papa realmente tiene tal autoridad, pero como legislador supremo de la Iglesia, he aceptado que la tiene. Sin embargo, bajo mi autoridad como obispo de Tyler, no podía abandonar al rebaño, y eso es exactamente lo que sentí que haría si renunciaba.

CH: En el pasado, ha notado una aparente falta de fraternidad entre algunos de sus hermanos obispos, particularmente durante su visita apostólica. ¿Le transmitieron sus hermanos obispos un mensaje de caridad y apoyo tras su destitución en noviembre de 2023?

S: Muy pocos obispos me contactaron en privado, pero fueron muy pocos. La verdad es que no recibí mucho apoyo fraternal. Ya no soy bienvenido en las diócesis de Texas, aunque algunos obispos me recibieron personalmente. Creo que la falta de apoyo fue deliberada: me estaban poniendo como ejemplo.

El mensaje a los demás obispos fue claro: si hablan abiertamente sobre la verdad de nuestra fe frente a cualquier cosa proveniente del Vaticano, ya sea la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo, la discusión sobre la ordenación de mujeres u otras controversias similares, se arriesgan a ser destituidos. La verdad no es negociable; no es algo que podamos cambiar a voluntad. Nos ha sido revelada divinamente. Por negarme a acatar los mensajes falsos del Vaticano, fui destituido.

Es comprensible que otros obispos temieran el mismo trato si adoptaban una postura similar. Roma dejó claro que se arriesgarían a ser destituidos. Creo que eso fue lo que ocurrió.

CH: El Papa León XIV ha demostrado continuidad con las prioridades del Papa Francisco, como su compromiso con el Sur global y la reforma de la Iglesia. Tras haber cuestionado públicamente algunos aspectos del liderazgo de Francisco, ¿cómo piensa interactuar con el pontificado de León XIV, en particular si continúa apoyando políticas que usted critica, como las restricciones a la misa tradicional en latín?

S: Si el Papa León XIV decidiera apoyar las mismas políticas contra las que ya me he pronunciado —como las restricciones a la Misa Tradicional en latín—, mi proceder sería simple: seguiría proclamando la verdad y defendiendo lo que la Iglesia siempre ha transmitido, cueste lo que cueste. La apertura al Sur Global y una reforma genuina son positivas cuando se basan en las verdades inmutables de la fe católica. Pero cuando estas prioridades se utilizan para justificar concesiones doctrinales o la supresión de expresiones legítimas de la fe, como la liturgia antigua, se convierten en instrumentos de división en lugar de unidad.

Mi compromiso durante este pontificado será el mismo que bajo el papa Francisco: respetuoso con el oficio papal, pero inquebrantable en la denuncia de errores y la defensa del Depósito de la Fe. La liturgia no es una pieza de museo: es el culto vivo de la Iglesia, y ningún papa tiene la autoridad para menospreciar el tesoro que ha santificado a innumerables almas durante siglos.

Rezaré diariamente por el Papa León XIV, pero la oración debe ir acompañada de acción. Como dijo San Pablo a los Gálatas: «Cuando vi que no andaban rectamente según la verdad del evangelio, dije a Cefas delante de todos...» (Gálatas 2:14). Si es necesario, hablaré con la misma claridad hoy. Mi misión es custodiar la fe, fortalecer a los fieles y asegurar que Cristo, y no el espíritu de la época, gobierne su Iglesia.

CH: Instó a los católicos a mantenerse firmes en su amor a Cristo y la Sagrada Tradición bajo el Papa León XIV. ¿Qué orientación específica ofrecería al clero y a los laicos que se sienten inseguros sobre el rumbo de la Iglesia bajo su liderazgo, especialmente a la luz de su propia experiencia de destitución?

S: Mi consejo tanto para el clero como para los laicos es simple: mantengan la mirada fija en Jesucristo y la verdad que confió a su Iglesia. Ningún papa, obispo o sacerdote tiene la autoridad para cambiar esta verdad. La Sagrada Tradición, los Sacramentos y el Magisterio perenne no son de nuestra jurisdicción: son tesoros que custodiamos y transmitimos.

Cuando la dirección del liderazgo de la Iglesia genera incertidumbre, la primera respuesta debe ser una oración más profunda, la fidelidad al Catecismo y la plena participación en la vida sacramental, especialmente la Sagrada Eucaristía y la Confesión. Permanezcan arraigados en las Escrituras, el Rosario y las devociones que han nutrido a los santos durante siglos.

He enfrentado desafíos en mi servicio como obispo, pero los detalles de mi situación son mucho menos importantes que la lección que confirman: nuestra fe nunca debe basarse en personalidades ni posiciones. Debe estar anclada en Cristo. La Iglesia ha superado tormentas antes, y volverá a hacerlo. Estamos llamados, como escribió San Pablo, a «mantenernos firmes y aferrarnos a las tradiciones que aprendieron» (2 Tesalonicenses 2:14). Este es el camino seguro, en cualquier pontificado, en cualquier época.

No me interesa repasar los detalles de mi destitución: son cosa del pasado. Lo importante es que sigo, como todo obispo y católico debe, proclamando la verdad de Cristo y sirviendo fielmente a su Iglesia. Nunca se trató de mí; se trata de Cristo.

CH: El Papa Francisco ha argumentado que la Misa Tradicional en latín puede ser divisiva y estar vinculada a un rechazo al Concilio Vaticano II [ ver ]. ¿Cómo respondería a esta crítica y qué papel cree que debería desempeñar la Misa en latín en la promoción de la unidad dentro de la Iglesia bajo el liderazgo del Papa León XIV?

S: La misa en latín se denomina a veces la Misa de los Siglos, e innumerables santos han alcanzado la santidad gracias a ella, la misma santidad a la que todos estamos llamados. Por lo tanto, discrepo firmemente con quienes afirman que es perjudicial para la fe o divisiva. Creo que toda la evidencia, incluso en el mundo moderno, demuestra que muchas familias se sienten atraídas por la misa en latín.

Fui ordenado en lo que ahora llamamos Novus Ordo , pero de niño simplemente se llamaba «Misa». Nunca supe de todas estas controversias hasta que me convertí en obispo. Intentar suprimir la Misa en latín como si fuera obsoleta o errónea es, en mi opinión, contrario a la fe. La respuesta de los fieles lo ha dejado muy claro.

Lo que siempre he intentado enfatizar es la presencia de Cristo en la Misa. Solo por esta razón, nadie, digamos en 1900, cuando se celebraba la Misa en latín en la Iglesia, dudaba de la Presencia Real en tan gran número. La Misa trata sobre cómo el pan y el vino se convierten en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Cristo. En aquellos tiempos, no había católicos que se declararan católicos, pero que al mismo tiempo afirmaran que era solo un símbolo. Este tipo de pensamiento se ha desarrollado a lo largo de mi vida.

Nací en 1958, y poco después, en la década de 1960, llegó el Concilio Vaticano II y sus cambios en la Misa, que, en mi opinión, debilitaron su esencia sagrada y la centralidad de Cristo. Afortunadamente, la Misa sigue vigente, y el pan y el vino se convierten verdaderamente en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Cristo. Pero hay innumerables ejemplos de la pérdida de reverencia resultante de estos cambios. Creo que necesitamos reenfocarnos en Cristo y en su venida a nosotros en su Presencia Real, instituida en la Última Cena del Jueves Santo. Esa Misa de los siglos sigue siendo lo que nos sostiene. El rostro eucarístico de Cristo es la fuerza de la Iglesia Católica, y el Concilio Vaticano II lo reafirmó.

Hay mucha controversia en torno al Concilio Vaticano II. Creo que fue un concilio de la Iglesia Católica, sin duda. Pero después del Concilio, no en los documentos mismos, se usaron ambigüedades de maneras que los Padres conciliares nunca pretendieron. Si lees Sacrosanctum Concilium , la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, no se parece en nada a lo que hoy conocemos como el Novus Ordo . He leído comentarios y he hablado con obispos que estuvieron presentes. No habrían reconocido el Novus Ordo como lo exigía el Concilio. El documento decía preservar la lengua latina, usar la lengua vernácula hasta cierto punto, pero conservar el latín y el canto gregoriano. No decía nada sobre el sacerdote dirigiéndose al pueblo, ni sobre muchos otros cambios posteriores. Lo que obtuvimos, creo, fue una distorsión de lo que realmente declaró el Vaticano II.

El Novus Ordo es la Misa con la que crecí, y en ella Cristo se presenta verdaderamente en su altar. Pero ha debilitado significativamente el enfoque en Cristo, desplazándolo más hacia la comunidad y el sacerdote. Los resultados de esto son evidentes.

En la vida de la Iglesia después del Vaticano II, no culpo tanto al Concilio en sí, sino a lo que la gente hizo después, como la Comunión en la mano, que en Estados Unidos solo se permite mediante indulto. No es una práctica universal, pero es otro ejemplo de la disminución de la sacralidad de la Misa, la realidad sobrenatural de que el pan y el vino se convierten en Dios mismo: el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Cuando se reduce este enfoque, la Iglesia se ve en peligro. Y creo que hemos visto las consecuencias de este peligro: perder de vista el significado de la Misa y, sobre todo, quién es el significado de la Misa: Nuestro Señor Jesucristo.

CH: La Fraternidad San Pío X ha sido un punto de discordia, pero atrae a católicos devotos de la Misa Tradicional en latín y la Doctrina Tradicional. Dado su apoyo a la Misa en latín y sus críticas a algunas políticas del Vaticano, ¿cómo ve el papel de la FSSPX en la preservación de la tradición católica? ¿Y qué les diría a los católicos que estén considerando asistir a las liturgias de la FSSPX en respuesta a restricciones como la de Tyler?

S: Ciertamente no pretendo ser un experto en todos los detalles de lo sucedido con el Arzobispo Lefebvre y lo que ahora se llama la FSSPX, pero creo que, como Arzobispo de la Iglesia, y junto con quienes se unieron a él, jugó un papel importante en la preservación de la Misa en latín como algo vital para la vida de la Iglesia. Es el rito antiguo y sagrado de celebrar la Eucaristía, de Jesucristo que viene a nosotros en forma del pan y el vino consagrados.

Por supuesto, aún tenemos la Eucaristía en el Novus Ordo , pero como dije antes, el declive de la fe en el significado de la Misa es un asunto de fundamental importancia. En este sentido, creo que el papel histórico del arzobispo Lefebvre merece atención. Probablemente hayan leído, como yo, que la Iglesia Católica, con dos mil años de existencia, tiende a pensar en siglos en lugar de años o décadas. Ya han transcurrido seis o siete décadas de este período posterior al Vaticano II, y la Iglesia aún intenta determinar cómo responder al mundo moderno.

La Misa está en el centro de esta lucha. Lex orandi, lex credendi —la ley de la oración es la ley de la fe— y estamos viendo cómo esta verdad se manifiesta. En cuanto al arzobispo Lefebvre y la FSSPX, varios papas, incluido Juan Pablo II, han intentado iniciar un diálogo, y se han logrado algunos avances, aunque persisten algunas preguntas. No puedo afirmar que conozco toda la obra del arzobispo Lefebvre, pero al apoyar firmemente la misa en latín e insistir en que no podía abolirse, creo que sirvió a la Iglesia de una manera que la historia reconocerá.

Dentro de cien años, en 2125, la Iglesia seguirá aquí si el mundo sigue aquí. Cristo prometió que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella. Los católicos lo creemos porque es un mandato divino. La Iglesia existe para la salvación de las almas, y la Misa es fundamental para ello porque trae a Cristo mismo para nutrirnos, fortalecernos y llamarnos a abandonar el pecado.

Yo diría que Monseñor Lefebvre será recordado como un católico fiel que defendió principios que estaban en peligro de perderse, de ser cuestionados o abandonados, el más importante de los cuales es la Misa en latín. En nuestros días, con Traditionis Custodes , se la trata como si fuera un veneno a eliminar, lo cual es una completa distorsión de lo que es la Misa.

La reforma litúrgica ya se había llevado a cabo mucho antes del Concilio Vaticano II. La Iglesia siempre necesita reformarse, no en el sentido de cambiar la verdad, sino de purificarse para estar más íntimamente alineada con Cristo. Esto es lo que hacemos en nuestra vida personal: nos arrepentimos de nuestros pecados, crecemos en santidad y buscamos constantemente la renovación. La Iglesia debe hacer lo mismo, alejándose de la mundanidad y proclamando la luz de Cristo.

En resumen, creo que el arzobispo Lefebvre pasará a la historia de la Iglesia por haber prestado un servicio muy importante. Fue una decisión dolorosa para él personalmente, pero decidió que debía aferrarse a la Misa de los Siglos, la Misa en latín, y no abandonarla, independientemente de quién le dijera lo contrario.

CH: La Fiducia Supplicans del Vaticano permite a los sacerdotes ofrecer bendiciones no litúrgicas a parejas del mismo sexo [ aquí ], enfatizando la importancia de la atención pastoral y reiterando que dichas bendiciones no avalan su unión ni la equiparan al matrimonio. Dada su abierta oposición a las supuestas desviaciones de la doctrina de la Iglesia, ¿cómo evalúa el enfoque de esta declaración para equilibrar el compromiso pastoral y la fidelidad doctrinal, y qué orientación ofrecería a los sacerdotes y laicos que lidian con la confusión y la división que ha causado?

S: Bueno, creo que hay mucha confusión, pero la respuesta es bastante sencilla. Un par de años antes de la publicación del documento Fiducia Supplicans —que hablaba en términos poco claros sobre bendiciones no litúrgicas, no para parejas, etc.—, el Vaticano ya había hecho una declaración clara y directa: no podemos bendecir el pecado.

Es muy sencillo. Cuando dos hombres o dos mujeres se unen para tener una relación sexual, no podemos bendecir esa relación. Claro que sí se puede pedir una bendición, especialmente si se busca volver a vivir conforme a la verdad proclamada por la Iglesia. Cristo siempre acoge al pecador —lo ha hecho muchas veces en las Escrituras—, pero siempre lo llama al arrepentimiento.

Esto es lo que la Fiducia Supplicans y la práctica de bendecir a dos hombres en una relación sexual pecaminosa no aclaran. Esto no es amor ni un interés genuino por ellos. No podemos bendecir el pecado.

La Iglesia debe ser absolutamente clara en este punto en nuestra época. La sociedad ajena a la Iglesia, que rechaza a Jesucristo y gran parte de la enseñanza moral católica, dirá "vive y deja vivir" o "el amor es amor". Pero esta no es la verdad de nuestra fe católica, y sabemos que la verdad nos hace libres. Si somos verdaderamente amorosos y bondadosos, debemos advertir a las personas que el pecado puede destruirlas para la eternidad y condenarlas al infierno.

Si el amor es lo que nos importa —y lo es—, entonces debemos decir la verdad. A menudo uso la analogía de la drogadicción. En todo el mundo, las drogas están destruyendo vidas. Es una falta de amor fingir que ser adicto a las drogas es aceptable si es tu decisión, y darle una bendición a alguien sin invitarlo a cambiar su vida. Lo mismo aplica para quienes están involucrados en una relación pecaminosa.

No es diferente de un hombre y una mujer que no están casados, pero viven juntos en fornicación. Si se acercaran para recibir una bendición, sería tan incorrecto que un sacerdote los bendijera como lo sería bendecir a dos hombres o dos mujeres en una relación sexual.

El mundo necesita desesperadamente la claridad de la verdad que Cristo reveló, y es una gran tragedia de nuestro tiempo que incluso dentro de la Iglesia no haya claridad. Lo que debemos hacer es proclamar la verdad —la verdad sobrenatural revelada por Dios— porque esto es lo que la Iglesia ha sido comisionada a enseñar. Es la verdad que nos permite progresar y liberarnos de las ataduras del pecado.

Por eso murió Cristo: para vencer el pecado y la muerte. Su muerte y resurrección tienen poder cuando nos arrepentimos y elegimos vivir en él. Hay innumerables ejemplos de personas que vivieron en terribles pecados, cuyas vidas fueron destruidas, pero que escucharon el mensaje de Cristo, se arrepintieron y fueron transformadas. Muchos santos han experimentado este camino de conversión, y muchas personas en nuestros días se han alejado del ateísmo o del pecado profundo para abrazar la verdad de Jesucristo.

Él es el Señor de todo, el Hijo de Dios, y sólo hay un Hijo de Dios: Jesucristo.

sábado, 2 de agosto de 2025

¿Necesita autorización un sacerdote para celebrar la Misa Tradicional?



Descubrimiento que cambia las reglas del juego: Pablo VI no decretó la Misa nueva ni alteró los imprescriptibles derechos del misal de siempre

Cuántas veces habremos sido testigos en los últimos años de que en decretos diocesanos los obispos digan: «Se autoriza a los padres Fulano y Mengano a celebrar por el misal de 1962. Ningún otro sacerdote tiene permitido hacerlo sin mi autorización»? ¿Cuántas veces habremos oído a tal o cual sacerdote anunciar en una homilía que se va a suprimir en su parroquia una Misa en latín que gozaba de gran acogida: «El obispo me ha retirado la autorización para seguir diciendo esta forma de la Misa»? Hoy en día esto pasa continuamente. Y hasta encuentra uno a obispos que que están convencidos de que tienen que conceder autorización para que un sacerdote celebre el rito de siempre en privado, sin fieles presentes, e incluso sacerdotes que por la razón que sea les parece que esa autorización es indispensable.

Pero esa forma de expresarse y esas autorizaciones no tienen en qué apoyarse; de hecho, decir esas cosas no tiene fundamento jurídico alguno. Para darnos cuenta de ello, tenemos que remontarnos al principio, a cuando la constitución apostólica Missale Romanum de Pablo VI anunció la publicación de un nuevo misal, de lo cual se cumplieron recientemente 56 años: fue el 3 de abril de 1969.

Durante bastante tiempo muchos han dicho, y todos han dado por sentado que es así, que mediante dicho documento Pablo VI decretó el uso del nuevo misal. Y que lo hizo de tal forma que el uso del viejo quedó derogado y se impuso el del nuevo.

Pero no es así.

En el capítulo 16 de su libro True or False Pope?, John Salza y Robert Siscoe demuestran con lujo de detalles (pp. 493–524) que, en su texto latino original, el documento de Pablo VI se limita a anunciar la publicación y autorizar el nuevo misal, y expresa el deseo de que este último se utilice, pero ni anula el anterior ni hace obligatorio el nuevo. La disposición de que se adopte universalmente (dando a entender con ello que sustituye al de San Pío V) tuvo mucha fuerza retórica, pero desde el punto de vista canónico no significa nada. A pesar de ello, la confusión aumentó con traducciones erróneas (¿adrede?) del documento que se expresaban en el lenguaje típico de las promulgaciones y obligaciones, fórmulas que no se encuentran en el texto original.

En resumidas cuentas: Pablo VI no hizo lo que habría exigido una verdadera imposición del Novus Ordo y una supresión del rito de San Pío V, lo que no quita que después tanto él como todos se comportasen como si en efecto lo hubiera hecho. Es más, ninguna disposición posterior impuso efectivamente la obligación de utilizar el misal de Pablo VI, por lo que desde el punto de vista legal los sacerdotes eran libres de servirse del antiguo. De hecho, la Quo primum de San Pío V sigue en vigor en ese sentido (y, como he argumentado en mi opúsculo La verdadera obediencia en la Iglesia, la mencionada bula es mucho más que un simple decreto de orden disciplinario). En esto se basó Benedicto XVI para determinar que el misal de siempre nunca había sido abrogado ni reemplazado.

Ciertamente viene al caso establecer diferenciaciones críticas entre cuál pueda haber sido la intención original, lo que en la práctica se legisla, y lo que pueda legislarse o no. Un canonista actual que ha desarrollado este tema es Réginald-Marie Rivoire, FSVF, en su opúsculo Does “Traditionis Custodes” Pass the Juridical Rationality Test? Como demuestra el P. Rivoire, ni siquiera Tratitionis custodes cambia la doctrina que sintetizan Salza y Siscoe; no sólo eso: es patente que quien fuera que la escribió ni siquiera se dio cuenta de las cuestiones que más tarde descubrieron canonistas más meticulosos. Esto también se debe a la Divina Providencia.

Cierto sacerdote me comentó por escrito que esto es un sueño hecho realidad, porque socava los cimientos de Traditionis custodes, y lo que es más, la mayoría de las actitudes y normativas de las cinco y media últimas décadas en lo referente a la aplicación del nuevo misal. Se me ocurrió entonces consultar con un amigo que es un destacado especialista en derecho canónico (no digo quién; qui legit, intelligat) y pedirle asesoramiento sobre lo que dicen Salza y Siscoe,

He aquí su amable respuesta:En respuesta a su pregunta, a mí también me parece bastante coherente y convincente la postura de John Salza y Robert Siscoe. Entre las páginas 499 y 502 del capítulo 16 está la síntesis de la respuesta canónica que yo le daría. S.S. Pablo VI jamás derogó el misal romano de San Pío V, porque jurídicamente no podía. Eso explica la postura de los nueve cardenales a los que Juan Pablo II encomendó buscar la respuesta a dos preguntas sobre el misal romano de Pablo VI.
Por si fuera poco, el Usus antiquor siguió celebrándose después de la publicación del Usus recentior. Por una conversación con un venerable prior benedictino, sé que cuando el abad de su monasterio se dirigió a la congregación romana correspondiente tras la publicación del misal romano de Pablo VI para señalar que una reducción tan radical del Rito Romano estaba demasiado empobrecida espiritualmente para que los monjes pudieran celebrar la Misa, le dijeron al abad que los monjes podían seguir celebrando según el rito antiguo. Igualmente, el derecho que tiene cualquier sacerdote a celebrar según el rito antiguo como forma válida y ciertamente más hermosa del Rito Romano nunca lo ha perdido, porque jurídicamente no se le puede quitar.
Lo que pasó con el Misal Romano después del Concilio de Trento es diametralmente diferente de lo que sucedió tras el Concilio Vaticano II: San Pío V corrigió los abusos con una forma del Rito Romano que substancialmente había sido la misma desde los tiempos del papa Gregorio Magno e incluso antes; y Pablo VI presentó una nueva forma del Rito Romano sin hablar de abusos en el usus antiquor. No pongo en duda la validez de la nueva forma del Rito Romano; pero sí sostengo que no se puede afirmar que sustituya a la forma anterior.

En vista de que esta respuesta nos lleva a lo central de los argumentos expuestos por Salza y Siscoe, me pareció que vendría bien añadir a continuación lo que dicen en las páginas 499 a 502 de su libro. El título de la sección es: ¿Abrogó Pablo VI Quo primum?1Con su constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium (4 de diciembre de 1963), el Concilio Vaticano II decretó una reforma del Misal Romano. En los años posteriores al Concilio tuvo lugar una avalancha de declaraciones que poco a poco fueron introduciendo en el culto católico unas novedades que lo acercaron a las reformas que efectuaron los novadores protestantes. Los primeros cambios apuntaban a la Misa Tradicional, hasta que el 3 de abril de 1969 Pablo VI promulgó su constitución apostólica Missale Romanum, en la que anunció la nueva Misa. A raíz de la publicación de dicho texto, la Congregación para el Culto Divino (no Pablo VI) decretó la nueva Misa con la publicación de Celebrationis Eucaristiae el 26 de marzo de 19702. Vinieron a continuación otras declaraciones de la mencionada Congregación, incluida una que era un intento de prohibir la Misa de siempre imponiendo el uso exclusivo del nuevo Misal3.
Desde que se lanzaron estos decretos contra la Iglesia hace más de cuatro décadas, los católicos están divididos en cuanto a su interpretación y su nivel autoridad. En concreto, los católicos liberales y neoconservadores aducen que Pablo VI abrogó a efectos legales Quo primum y está prohibido decir la Misa de antes. Por su parte, los tradicionalistas sostienen que la Misa de siempre nunca se abrogó jurídicamente, y que el uso del nuevo Misal tampoco se ha impuesto nunca con una ley vinculante. En medio de este embrollo, los sacerdotes que siguieron diciendo la Misa de siempre y se negaron (y siguen negando) a decir la nueva son objeto de persecución por parte de los liberales, así como por sus obispos y feligreses.

La postura de los tradicionalistas en lo que se refiere a la Misa de siempre, si bien no de forma pública, fue vindicada durante el reinado de Juan Pablo II, que encargó a una comisión de nueve cardenales4 que estudiase la cuestión y respondiera a dos preguntas:

1) ¿Ha sido la Misa Tradicional prohibida por Pablo VI o alguna otra autoridad legítima?

2) ¿Puede cualquier sacerdote decir la Misa de antes sin una autorización especial?

En una entrevista que le hicieron en 1995, el cardenal Stickler, que formó parte del comité de nueve cardenales, explicó las conclusiones de a que llegaron y reveló algunas cosas interesantes que pasaron en sus reuniones .

Llegados a este punto, Salza y Siscoe reproducen un trecho de una entrevista al cardenal Stickler (los destacados son nuestros):

Pregunta: ¿Llegó realmente Pablo VI a prohibir la Misa?

Monseñor Stickler: En 1986, Juan Pablo II planteó dos preguntas a una comisión de nueve cardenales. La primera, si Pablo VI o algún otro pontífice o autoridad competente llegó a prohibir mediante un texto legal la celebración generalizada de la Misa Tridentina en la actualidad? No. En concreto, le preguntó a Benelli si Pablo VI había prohibido la Misa de antes. Y nunca recibió una respuesta. Nunca le dijo que sí ni le dijo que no. ¿Por qué? No podía decir que sí, que la había prohibido. No podía prohibir una Misa que fue válida desde el principio, la que había sido la Misa de millares de santos y de fieles. El dilema en que se encontró fue que no podía prohibirla, pero al mismo tiempo quería que se celebrara la nueva, que se aceptara. Así que lo único que pudo decir fue: «Quiero que se diga la nueva Misa». Esto fue lo que respondieron aquellos príncipes de la Iglesia a la pregunta que les hicieron. Dijeron que el Santo Padre deseaba que todos celebraran la nueva Misa.
La respuesta que dieron ocho de los nueve cardenales en 1986 fue que, en efecto, la Misa de San Pío V nunca ha sido suprimida. Yo era uno de los nueve, y puedo decir que sólo hubo uno que estaba en contra. Todos los demás eran partidarios de que hubiera libertad de celebración; de que cualquiera pudiese optar por la Misa de antes. Si mal no recuerdo, el Papa aceptó la respuesta; pero cuando algunas conferencias episcopales se dieron cuenta del peligro de que se autorizara, fueron al Papa y le dijeron: «No se puede permitir de ninguna manera, porque dará lugar, e incluso causará, polémica entre los fieles». Y me parece que en vista de esa controversia, el Papa no llegó a firmar la autorización. Pero por lo que respecta a la comisión, puedo decir por experiencia propia que la respuesta de la gran mayoría fue positiva.

Se les formuló también una pregunta muy interesante: si un obispo podía prohibir a un cualquier buen sacerdote volver a celebrar la Misa Tridentina. Los nueve purpurados concordaron unánimemente en que ningún prelado puede prohibir a un sacerdote que celebre la Misa Tridentina. No tenemos ninguna prohibición oficial, y a mí me parece que el Papa nunca impondría una prohibición oficial.

Quien desee saber más sobre la mencionada comisión de cardenales, puede leer las actas que levantó monseñor Darío Castrillón-Hoyos y fueron publicadas [en inglés] en el portal New Liturgical Movement.

Volvamos al texto de Salza y Siscoe:

A pesar de las conclusiones de los nueve purpurados, durante el reinado de Juan Pablo II la mayoría de los obispos, ya fuera por malicia o por ignorancia, mantuvieron en pie la prohibición de la Misa de siempre y persiguieron a los sacerdotes que siguieron celebrándola. Los sacerdotes tradicionalistas llegaron a ser tildados de cismáticos por celebrar la Misa Tridentina, y se vieron obligados a soportar una inimaginable crisis de conciencia.

Hasta que en 2007, para sorpresa y espanto de la izquierda (y sin duda también de la derecha sedevacantista), S.S. Benedicto XVI promulgó el motu proprio Summorum Pontificum, que declaraba públicamente lo que veinte años atrás había determinado el comité de nueve cardenales. Al contrario de lo que la práctica totalidad de los católicos había sido inducido a creer durante años, el papa Benedicto reiteró que la Misa de siempre nunca había sido jurídicamente abrogada, y que desde luego siempre había estado permitida; lo que siempre habían sostenido los católicos tradicionalistas.

El papa Benedicto afirmó [en Summorum Pontificum] algo que desató una onda sísmica por toda la Iglesia: «Quisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido». Para poner fin a tan grave injusticia, el Papa dijo una obviedad: «Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser de improviso prohibido o incluso perjudicial».

Durante cerca de cuarenta años se había hecho creer a todo el mundo católico que Pablo VI había abrogado la Misa de antes, pero esta impresión que tenían resultó ser infundada. La Misa de siempre nunca fue abrogada por ninguna disposición legal, ni tampoco la Misa nueva se había impuesto jamás como una ley vinculante. Semejante injusticia pone de relieve lo que Dios permite que padezca su Iglesia, y en lo que respecta a la fuente y culmen del culto católico, es ni más ni menos igual. Ciertamente, Dios puede permitir y permite que tales males aflijan a su Cuerpo Místico, eso sí, sin llegar a comprometer nunca el carisma de infalibilidad de la Iglesia. Si bien esta confusión con respecto a la Misa de antes y la de ahora ha causado (y sigue causando) consternación en los fieles, no se puede comparar [en cuestión de problemas jurídicos] con otras crisis que Dios ha permitido, como la que vimos en el capítulo 8, cuando permitió que sínodos, convocados y supervisados por papas, promulgasen decretos erróneos (por ejemplo, declarando nulas de derecho las ordenaciones realizadas por pontífices anteriores) que más tarde fueron contradichos por otros sínodos, también presididos por papas, que decretaron todo lo contrario.

Al final del capítulo, Salza y Siscoe inician su refutación de la postura del P. Cekada sobre la constitución apostólica Missale Romanum de Pablo VI, debate que por el momento no me interesa, ya que los argumentos ya alegados son irrefutables (quienes deseen leer en su totalidad el capítulo 16, incluida su refutación del sedevacantismo en este punto en particular, lo encontrarán en formato PDF en este enlace).

La clave de bóveda de toda la legislación referente al Novus Ordo es la constitución apostólica Missale Romanum de Pablo VI. Si se leen una por una las notas a pie de página (al modo de lo regueros de miguitas que se seguían en los cuentos para no perderse), se observa que toda legislación posterior sobre el nuevo misal remite a dicho documento. En consecuencia, si Pablo VI promulgó y dispuso el uso exclusivo del nuevo misal, cualquier sacerdote necesitaría en efecto algún permiso para eludir tal disposición y celebrar Misa por otro misal. Ahora bien, si –como han demostrado Salza y Siscoe– Montini no promulgó ni ordenó el empleo exclusivo del nuevo misal (lo cual habría abrogado el misal antiguo y derogado Quo primum), el uso del nuevo no era (ni es) obligatorio ni tampoco se prohibió ni está prohibido el antiguo, ni se puede prohibir; de hecho, cualquier sacerdote del rito latino tiene siempre la opción de utilizarlo.

No es algo que se pueda resolver arrojando una moneda al aire. Es más, Summorum Pontificum decidió claramente en favor de esta última postura, de conformidad con las conclusiones de la comisión de purpurados. La situación jurídica del rito antiguo se puede condensar en tres frases: «nunca fue abrogado», «siempre estuvo permitido» y «no puede prohibirse». En cuanto a Traditionis custodes, si bien deroga algunas disposiciones de Summorum Pontificum, no altera ni la realidad del texto ni la fuerza legal de la constitución de Pablo VI.

De modo que si un obispo le dice a un sacerdote que éste tiene que pedirle permiso para decir la Misa de antes, o le prohíbe celebrar por el Misal preconciliar, o le exige el uso del nuevo, una de dos: o bien el prelado es víctima de una mentira, o el propalador es esa mentira. Socava además la autoridad de la ley, y es culpable de abuso espiritual y de excederse. En la medida en que sinceramente desconozca la realidad y obrando de buena fe, equivocado en cuanto a lo que está permitido y lo que no (según mi experiencia personal, la mayoría de los obispos tienen un conocimiento pésimo de la historia de la liturgia y de los misales), no le irá tan mal en el Día del Juicio. Eso sí, aquellos sacerdotes a los que Dios les haya concedido la gracia de amar la Tradición y a las almas cuya nutrición espiritual dependa de ellos, no están exentos de su obligación coram Deo et secundum consuetudinem ecclesiae, de seguir celebrando el Rito Tradicional.

A mí parece que los sacerdotes que desde hace mucho tiempo están hechos a la idea de que necesitan autorización para confesar, predicar o celebrar matrimonios han llegado sin darse cuenta a pensar que les hace falta permiso para hacer todo lo que tenga que ver con sacramentos o liturgia. Creen que tienen que pedir permiso para celebrar una misa, para rezar tal o cual versión del Oficio Divino, bendecir agua por el Rito Romano, o para lo que sea. Eso es extrapolar indebidamente las atribuciones a aspectos en los que no tiene sentido. Un sacerdote ordenado según el Rito Latino para celebrar en la Iglesia de Rito Latino está facultado para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa en cualquier variante lícita y válida del Rito. No sólo eso: tiene claramente derecho a hacerlo, derecho del que sólo se le puede privar por la comisión de faltas concretas contra sus deberes sacerdotales.

Ya va siendo hora de dejar de usar palabras como atribuciones, autorizaciones y demás sin darnos cuenta de lo que decimos. Hablemos con precisión y corrección.

En resumen:

• Un sacerdote no necesita permiso para celebrar la Misa Tradicional.

• Los sacerdotes nunca han necesitado autorización para decir la Misa de siempre.

• No se les puede prohibir que la celebren.

• Y tampoco se les puede imponer el uso exclusivo del Misal nuevo.

Espiritualmente, no es saludable permitir que los prelados abusen de su autoridad pastoral ni que los sacerdotes se dejen imponer esos abusos

Espero sinceramente que lo que hemos expuesto más arriba ayude a todos los presbíteros, independientemente de la función que desempeñen, a pensar, decidir y obrar con arreglo a la verdad.

1 Por razones de espacio, no he incluido las notas al pie.

2 [Nota del original:] Como veremos más adelante en el capítulo, dado que la nueva Misa fue promulgada por el cardenal prefecto de la Congregación para el Culto Divino (no por el Papa), no sólo no compromete la infalibilidad de la Iglesia; algunos alegan también que habiendo sido Quo primum promulgada por un papa (San Pío V), esto priva forzosamente de todo valor al documento de la Congregación. Un inferior no puede derogar una ley promulgada por un superior. Sostienen además que, técnicamente, la Misa nueva es ilícita (ilegal aunque no inválida) por vulnerar las disposiciones de Quo primum.

3 [Nota del original:] Véase el aviso Conferentia Episcopalium del 28 de octubre de 1974. Obsérvese que dicho aviso, al igual que otras notificaciones relativas a la Misa nueva de los años setenta, no fue firmado por el Papa ni apareció en Acta Apostilicae Sedis, donde es debe publicarse toda nueva ley para poder entrar en vigor (como el uso exclusivo de la Misa nueva nunca fue ordenado por Pablo VI en los decretos promulgados en 1969 y 1970, si el aviso de 1974 hubiera sido una ley nueva habría tenido que publicarse en las actas de la Sede Apostólica).

4 Los cardenales Ratzinger, Mayer, Oddi, Stickler, Casaroli, Cantin, Innocenti, Palazzini y Tomko.

5 The Latin Mass, verano de 1995, página 14.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)


"Intrigas en el Cónclave": La Ficción de la Sucesión Papal y la Desconfianza hacia León XIV




Duración 19:22 minutos

domingo, 29 de junio de 2025

Sermón sobre el primado de Pedro (Padre Javier Olivera Ravasi)



San Francisco 29 de Junio de 2025

En tiempos de confusión como los que vivimos, no está de más volver a las fuentes. Y cuando digo «las fuentes», me refiero, por supuesto, a las fuentes de la Revelación: la Sagrada Escritura, la Tradición viva de la Iglesia y el Magisterio auténtico que, lejos de inventar verdades nuevas, las custodia, las transmite y las defiende. Y dentro de ese patrimonio sagrado, hay una verdad que hoy más que nunca debemos reafirmar sin complejos ni ambigüedades: el Primado de Pedro.

Cristo dijo a Simón: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18). No dijo: «Tú eres Pedro, y tu opinión será una más entre muchas». No dijo: «Tú eres Pedro, y a veces tendrás razón». No. Dijo: «Tú eres piedra», Petros, y sobre ti construiré Mi Iglesia. La Iglesia no es una asamblea democrática, ni una federación de ideas simpáticas, ni un club de opinión religiosa. Es el Cuerpo Místico de Cristo, con una cabeza visible: el Sucesor de Pedro.

Ahora bien, ¿qué significa esto? ¿Acaso el Papa no puede errar? La respuesta, como siempre, está en la doctrina perenne: el Papa es infalible solo cuando habla ex cathedra, es decir, cuando define solemnemente una verdad de fe o costumbre como revelada por Dios. No es infalible en entrevistas, conferencias de prensa, ni cuando improvisa sobre el clima. Esto lo definió solemnemente el Concilio Vaticano I en 1870, y no se puede cambiar por moda, por sentimentalismo o por ideologías de turno.

También debemos nuestro respetuoso asentimiento cuando habla no solemnemente sobre algo que la Iglesia aún no ha propuesto de modo definitivo pero que va en la línea de su doctrina.

¿Por qué es tan importante el Primado de Pedro? Porque Cristo quiso la unidad de su Iglesia, y esa unidad debía tener una cabeza visible. San León Magno lo decía así: “Lo que fue dado a Pedro, pasa también a sus sucesores”. Y San Agustín afirmaba con fuerza: “Roma locuta, causa finita est”, es decir: “Roma ha hablado, el caso está cerrado”. Porque en la Cátedra de Pedro no está el capricho de un hombre, sino la promesa del mismo Cristo de asistir a su Iglesia hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28,20).

Pero aquí viene la parte que nos duele: hoy muchos niegan este primado, incluso desde dentro. Algunos lo relativizan, lo vacían, o lo subordinan a sínodos locales o consensos culturales. Y otros, en reacción contraria, caen en una especie de papolatría irracional, donde todo lo que dice un Papa, aunque sea contradictorio o confuso, se toma como magisterio definitivo. Ambas posturas son erróneas.

La verdad está en el justo medio: el Papa es vicario de Cristo, no su reemplazo ni su corrector. Tiene autoridad real, pero limitada por la fe que debe custodiar. Cuando enseña conforme a la Tradición y al Evangelio, lo seguimos con docilidad. Pero si alguna vez sus palabras sembraran confusión, tenemos el deber de orar por él, de resistir con respeto filial y de adherirnos a lo que la Iglesia siempre ha enseñado.

No olvidemos a San Pablo resistiendo a Pedro “cara a cara” (cf. Gál 2,11) cuando se desvió de la coherencia doctrinal por temor a los judaizantes. Pedro no dejó de ser Papa, pero necesitó ser corregido. Así también nosotros hoy: fidelidad a la Iglesia, a Pedro y, sobre todo, a Cristo.

Queridos hermanos, en tiempos en que muchos abandonan la barca o tratan de convertirla en un crucero modernista, nosotros permanecemos en ella, no por los marineros, sino porque en ella está Cristo, y Pedro al timón. A veces el timón tiembla, pero la promesa permanece: “Las puertas del infierno no prevalecerán”.

Pidamos a la Virgen, que estuvo con Pedro en Pentecostés y junto a Juan al pie de la cruz, que interceda por la Iglesia, por el Papa, y por todos nosotros, para que seamos fieles no a los vientos del mundo, sino a la Roca de la fe.

Amén.

P. Javier Olivera Ravasi, SE

29 de Junio de 2025

sábado, 28 de junio de 2025

Agradecidos y desagradecidos – Partes 1 y 2 (Padre Alfonso Gálvez)

ADELANTE LA FE (aquí y aquí)


HOMILÍA DEL 23 AGOSTO DE 2015


DURACIÓN 26:50


DURACIÓN 35:16


Los nuevos fariseos vs Forma de gobernar de León XIV | Celibato Sacerdotal | P. Santiago Martín FM



DURACIÓN 15:32 MINUTOS

Carta de Carlo Acutis a un profesor confundido

INFOVATICANA

Carlo Acutis durante una caminata al aire libre con mochila y gafas de sol 

¡Paz y alegría en Cristo resucitado! Le saludo desde el Paraíso, donde las discusiones sobre liturgia suenan un poco distintas, créame. He visto que se ha tomado usted la molestia de hablar sobre mí y sobre la manera en que yo vivía mi fe eucarística. Le agradezco el interés. Pero, si me permite decírselo con la sinceridad de un chico que no tenía miedo de quedar mal con tal de defender a Jesús, hay en sus palabras —y en algunas de sus enseñanzas— cosas que me duelen. No por mí, sino por Él.

Según usted, yo soy víctima de una “mala educación eucarística”: una de una visión arcaica y milagrera de la Eucaristía. Y me fijo más en lo “inesencial” que en “el cuerpo eclesial”. ¡Simpático! Mire, profesor: yo era muy normal. Me gustaban los videojuegos, me encantaba comer pizza y ver a mis amigos. Pero había una diferencia: Jesús Eucaristía era el centro de mi vida. Y me daba cuenta de que muchos no lo sabían. ¿Cómo no iba a hacer todo lo posible para mostrarlo? Si tuviera que nacer otra vez, haría lo mismo. Porque uno no se guarda el secreto del cielo cuando lo ha encontrado. Supe que «la Eucaristía era mi autopista al Cielo», la tomé y… aquí estoy, animando a otros a tomar la misma ruta.

Desde aquí, donde todo se ve a la luz del Amor eterno, no puedo evitar una sonrisa —de esas que aquí no se borran— al conocer sus recientes palabras sobre mí y sobre mi humilde trabajo para dar a conocer los milagros eucarísticos, que dio lugar a una exposición internacional con decenas de casos documentados, apoyada por obispos y aprobada por la Iglesia. ¡Quién me hubiera dicho que un joven nerd de los ordenadores acabaría metido en una polémica litúrgica! Aquí en el cielo todo se ve con una claridad y una paz inmensas: no hay espacio para la confusión. Todo se comprende a la luz del Amor, ese Amor que es Verdad, Belleza y Fidelidad. El cielo no está hecho de opiniones humanas, sino de la fidelidad a la Verdad revelada.

Le confieso que me hace gracia ver cómo un pobre chico de zapatillas y mochila puede convertirse en objeto de tanta atención. ¡Y eso que lo único que quise fue ayudar a otros a descubrir lo que yo encontré tan joven y tan claro! Verá usted, yo no pretendí fundar escuelas ni agitar el “espíritu del concilio”. Solo me enamoré de la Eucaristía. Me bastó una Hostia consagrada para entender que ahí está todo: el misterio, la belleza, la Iglesia entera. Yo no entendía muchas cosas… pero eso sí lo entendí. Créame: nunca quise imponer nada, solo compartir lo que había descubierto como el centro de mi vida: Jesús Eucaristía. Él es el motor, el destino y el corazón palpitante de la Iglesia. Todo lo demás —las formas, las ideas, incluso nuestras queridas discusiones teológicas— solo tienen sentido si nos llevan a Él. Estoy seguro de que, si le dejamos un poco de lado nuestras agendas, nuestras categorías y nuestros filtros, volveremos todos a poner a Cristo en el centro. Porque, al final, ¿de qué nos sirve la mejor teoría litúrgica si olvidamos que es Dios mismo quien se hace presente?

Usted ha estudiado, tiene voz, tiene influencia. Pero, por favor, use ese don para confirmar en la fe, no para sembrar dudas. No necesitamos una Iglesia “más moderna”, sino más santa. El mundo no tiene hambre de experimentos teológicos, sino de verdad, de consuelo, de salvación. Si usted dice que la transubstanciación contradice la metafísica, o promueve bendiciones para uniones contrarias al plan de Dios, o sugiere reemplazar el concepto de indisolubilidad del matrimonio por el de “vínculo indisponible”, o aboga por la legitimidad moral de los anticonceptivos, o niega que la Iglesia tenga autoridad definitiva sobre moral sexual, o reivindica el diaconado para las mujeres, o habla de cambios litúrgicos que vacían de contenido el misterio… está usted arriesgándose mucho.

Jesús no vino a dialogar con las modas del mundo, vino a salvarnos del pecado. Y ese Salvador está realmente presente en cada Santa Misa. Quizá hoy se discute tanto sobre los signos que se olvida al Significado. Aquí arriba he aprendido que todo lo verdadero, lo bello y lo bueno se resume en un encuentro personal con Cristo. La liturgia no es campo de batalla, sino umbral del cielo. Jesús en la Santa Misa no es un símbolo ni una memoria piadosa. ¡Es Él mismo, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad! No lo dice un adolescente milanés apasionado por los milagros eucarísticos: lo dice el mismo Señor, lo ha dicho la Iglesia siempre, lo proclamaron los mártires y lo enseñó el Concilio de Trento, el Vaticano II y todos los santos que me han hecho compañía en esta aventura del cielo.

Le pido que no me vea como un símbolo, sino como un simple chico enamorado de la Eucaristía. Espero que algún día podamos reírnos juntos de todo esto… ¡delante de Jesús! Le prometo mi oración, profesor. Le aseguro que aquí arriba se reza también por los teólogos (y mucho). Yo, si me deja, le encomiendo especialmente para que su corazón sienta con fuerza la dulzura de Jesús Eucaristía y un día celebremos juntos, cara a cara, la Liturgia celestial, donde no hay rúbricas que valgan más que el Amor.

Con afecto sincero, y mi oración por usted, Carlo Acutis, el eternamente “maleducado eucarístico”

Por Monseñor Alberto González Chaves