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martes, 24 de junio de 2025

La regla de Lerins por P. Francisco Torres Ruiz | 04 septiembre, 2024





«¡Oh feliz y bendita isla de Lerins que,

aunque parece pequeña y plana,

es famosa por haber elevado hasta el cielo

montañas innumerables!…»


Con estas palabras elogiaba San Vicente la isla que le acogió hasta su muerte en torno al año 435d.C. Según refiere Gennadio en su De Scriptorisbus Ecclesiasticis llegó a aquel lugar tras varios años de ser zarandeado por “diversos y tristes torbellinos de la vida secular”.

De su obra solo nos ha llegado el Primer Conmonitorio y un resumen del Segundo. La palabra “Commonitorium” en latín significa “apuntes”, “notas” o “recordatorio”. El Commonitorium Primum se trata de una especie de vademécum en que el santo expone la regla de la fe, así como algunos ejemplos y temas donde se distinguen entre lo que es de fe católica ortodoxa y lo que es herejía.

Este libro podría estar dirigido hoy contra los protestantes y protestantizados que se empeñan en defender el axioma Sola Scriptura, el libre examen de la escritura, dado que dice el autor: «precisamente porque la Escritura, a causa de su misma sublimidad, no es entendida por todos de modo idéntico y universal… se podría decir que tanto son las interpretaciones como los lectores […] es pues sumamente necesario ante las múltiples y enrevesadas tortuosidades del error, que la interpretación de los Profetas y de los Apóstoles se haga siguiendo la pauta del sentir católico» (2) y para ello ofrece un triple criterio que se ha hecho famoso:

Universalidad: Quod ubique. Dice San Vicente de Lerins: «seguiremos la universalidad sí confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo».

Antigüedad: Quod semper. Dice San Vicente de Lerins: «si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres».

Consenso general: Quod ab omnibus. Dice San Vicente de Lerins: «si en esta misma antigüedad abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros».

Estos tres principios pueden ayudarnos a discernir – palabra tan de moda en estos tiempos – lo que debemos creer y lo que debemos rechazar. En estos momentos actuales de gran confusión doctrinal, de predicaciones vagas y discursos emotivistas; donde la verdad ha sido sustituida por la autoridad, y el derecho natural arrumbado por el positivismo jurídico, conviene tener presente estas enseñanzas de San Vicente de Lerins y procurar mantener vivo el Depositum fidei su custodia y su exposición tal como no recuerda el apóstol de los gentiles “Guarda el depósito” (cf. 1Tim 6,20).

El mismo Concilio Vaticano II recordó el cuidado y mimo con que el Magisterio debe tratar la Revelación Divina de este modo “este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios (n. a. oral o escrita), sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad…» (DV10). En este sentido se entiende la advertencia de San Vicente de Lerins: «debemos tener horror, como si de un delito se tratara, a alterar la fe y corromper el dogma…» (7).

El respeto por la Regla de la fe, su escrupulosa conservación y su minuciosa exposición llevan a tocar tangencialmente, al menos, el viejo – y siempre nuevo- tema Verdad versus autoridad. 

Tema actual de la reflexión teológica fundamental, máxime teniendo en cuenta que hoy se prima el valor de la autoridad y la obediencia servil a la misma mientras se ofusca la verdad. 

La resolución es, aparentemente, sencilla: la autoridad debe someterse a la verdad y estar a su servicio. Pero no es el objeto de este artículo el afrontar este problema, aunque si lo traigo a colación es porque ya en el s. V está presente a juzgar por estas palabras de San Vicente de Lerins: 

" de todo lo que hemos dicho, aparece evidente que el verdadero y auténtico católico es el que ama la verdad de Dios y a la Iglesia, cuerpo de Cristo; aquel que no antepone nada a la religión divina y a la fe católica: ni la autoridad de un hombre, ni el amor, ni el genio, ni la elocuencia, ni la filosofía; sino que despreciando todas estas cosas y permaneciendo sólidamente firme en la fe, está dispuesto a admitir y a creer solamente lo que la Iglesia siempre y universalmente ha creído» (20). Así se entienden las palabras del papa San Esteban con las que cerró el conflicto acerca del bautizo de los herejes vueltos a la iglesia: «ninguna novedad, sino solo lo que ha sido transmitido".

San Vicente de Lerins aborda también una cuestión crucial que se planteaban aquellos católicos – y los católicos de todos los siglos – ¿Por qué permite Dios que haya herejías en la Iglesia? (cf. 10) y usando un texto del Deuteronomio, identificando a los herejes dentro de la iglesia con las divinidades extranjeras que se instalaron en medio de la fe del pueblo de Israel, viene a concluir que «si un doctor se desvía de la fe, es la providencia de Dios la que lo permite, para ver si amamos a Dios con todo el corazón y con toda el alma» (19).

Para concluir, conviene tener en cuenta esta última exhortación que San Vicente de Lerins nos hace: 

«el Depósito es lo que te ha sido confiado, no encontrado por ti; tú lo has recibido, no lo has excogitado con tus propias fuerzas. No es el fruto de tu ingenio personal, sino de la doctrina; no está reservado para un uso privado, sino que pertenece a una tradición pública… Guarda el Depósito, dice; es decir conserva inviolado y sin manchas el talento de la fe católica. Lo que te ha sido confiado es lo que debes custodiar junto a ti y transmitir» (22) y más adelante «si se concediere, aunque fuera para una sola vez, permiso para cualquier mutación impía, no me atrevo a decir el gran peligro que correría la religión de ser destruida y aniquilada para siempre…» (23).

Quod ab omnibus

Quod semper

Quod ubique


Tres palabras a retener.

Lo que por todos

Lo que siempre

Lo que en todas partes

Siempre en cuenta has de tener.

Si la Fe quieres conservar

y no quieres dejarte engañar

estás tres palabras debes conservar.

Y lo que no responda a estas tres

sácalo pronto ¡Recházalo!

o tu Fe verás perder.



Francisco Torres Ruiz

Latín y música / San Juan y las notas musicales



Hoy, 24 de junio, se celebra la festividad de San Juan Bautista, también conocido como San Juan “de la siega”, por su coincidencia con la época de esa importante práctica agrícola.

Pero aquí quiero recordar a San Juan en relación a un antiquísimo himno latino en su honor, de donde deriva la denominación, todavía hoy en uso, de las notas musicales: Re, Mi, Fa... (he omitido el Do, por una razón que veremos enseguida).

En resumen, la historia es la siguiente. Las notas del canto gregoriano comenzaron a escribirse —sin versos (notación neumática)— en el siglo IX, en algunos monasterios europeos, incluido el de San Galo. 

Su anotación en cuatro versos apareció en el siglo XI gracias a la obra del monje Guido de Arezzo. Pero este mismo monje también superó otro inconveniente notable: la dificultad práctica de entenderse, de comunicarse oralmente, entre el compositor y los intérpretes (cantantes). De hecho, no era nada fácil indicar verbalmente las distintas notas sin poder llamarlas por sus nombres: ¡porque esos nombres no existían! Y aquí radica la genialidad del monje Guido: asignar a cada nota su propio nombre, sacándolas así del anonimato y la incomunicación... ¿Y cómo lo hizo? Sencillo: tomó un pergamino en el que se había escrito (¡estrictamente a mano!) un himno a San Juan Bautista, que comenzaba con « Ut queant laxis », y eligió como nombre de cada nota las dos primeras letras de los versos —latinos, obviamente— en el orden en que se sucedían en dicho himno. Así, la primera nota se llamó «Ut», y se mantuvo así hasta el siglo XVII, cuando Giovanni Battista Doni la cambió por «Do», más fácil de pronunciar: ¡Do como en « Dominus »! Pero hay quienes piensan que «Do» es el acrónimo con el que Doni ha vinculado para siempre su nombre a la primera nota musical. 

Cabe destacar que en Francia y en los países francófonos la denominación « Ut » aún se usa.

Guido d'Arezzo "bautizó" (¡igual que el Bautista!) las seis notas que existían entonces. La séptima fue introducida por Bartolomeo Ramis de Pareja en 1482, y tomó su nombre de las iniciales de las dos últimas palabras del himno que Guido d'Arezzo había usado, " Sancte Ioannes ": por lo tanto, la última de las siete hermanas se llamaba "Sí".

Aquí hay una posible traducción del Himno:

Para que tus siervos
canten
a gran voz
tus obras maravillosas,
borra el pecado
de sus labios impuros,
oh San Juan.

( Orestes Martinelli )

miércoles, 18 de junio de 2025

Índice del artículo: Bergoglio, la ambigüedad

ECCLESIA E POST CONCILIO

Jueves, 8 de mayo de 2025

 Índice del artículo: Bergoglio, la Iglesia y un lobby poderoso
Relacionado con: Índice de reacciones de obispos y otros a la « Fiducia supplicans » ( aquí )


Índice de reacciones de obispos y otros a la 'Fiducia supplicans'


ECCLESIA E POST CONCILIO



Jueves, 21 de diciembre de 2023


Conectado con:
El lobby gay de Bergoglio, ambigüedad ( aquí )

lunes, 16 de junio de 2025

El voto útil no es democracia: es la trampa perfecta del bipartidismo | Albert Mesa Rey

ADELANTE ESPAÑA




El voto útil es el mayor engaño de la democracia moderna: una manipulación calculada para perpetuar el poder de los mismos de siempre, disfrazada de sentido común. Nos venden la idea de que votar con miedo es “ser responsable”, cuando en realidad es renunciar a la soberanía. No es pragmatismo, es sumisión. No es estrategia, es complicidad con un sistema podrido que teme a la pluralidad. Cada vez que cedemos al chantaje del “mal menor”, regalamos nuestro voto a quienes llevan décadas traicionándolo. ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo esta mentira?»

Índice de contenidos

El voto útil: un espejismo antidemocrático que perpetúa el bipartidismo

En cada ciclo electoral resurge el mismo mantra: el voto útil. Una estrategia presentada como pragmática, casi como un deber cívico, para evitar la «fragmentación» o el «desperdicio» del sufragio. Pero tras esta aparente racionalidad se esconde una trampa política que ahoga la pluralidad, consolida el duopolio partidista y vacía de significado la democracia representativa.

El mito del voto útil: ¿útil para quién?

El voto útil no es más que un mecanismo de coerción psicológica impulsado por los grandes partidos y los medios afines. Se nos dice que votar a opciones minoritarias es «regalar el poder al adversario», como si el electorado debiera plegarse a una lógica binaria ajena a sus preferencias reales. Este discurso, lejos de ser neutral, beneficia exclusivamente a las fuerzas mayoritarias, que instrumentalizan el miedo al «mal menor» para secuestrar el voto crítico.

La democracia no consiste en elegir entre lo menos malo, sino en representar la diversidad ideológica de la sociedad. Cuando se reduce el debate a un cálculo-táctica entre dos opciones, se empobrece el debate público y se excluyen alternativas necesarias.

Consecuencias perversas: el círculo vicioso del bipartidismo

El voto útil no solo distorsiona la voluntad popular, sino que consolida un sistema oligárquico donde PP y PSOE —o sus equivalentes en otros países— se alternan en el poder sin resolver problemas estructurales. La amenaza del «caos» por la pluralidad es una falacia: la verdadera inestabilidad surge de gobiernos sin mayorías sólidas que negocian con fuerzas heterogéneas.

Además, esta dinámica ahoga la innovación política. ¿Cómo pueden surgir nuevos proyectos si se les niega a priori la posibilidad de crecer? Los partidos emergentes son tachados de «irresponsables» por no someterse a la lógica del bipartidismo, mientras los mismos actores de siempre cosechan votos por inercia.

La falacia del «voto desperdiciado»

El argumento más cínico es el del «voto perdido«. ¿Perdido para qué? ¿Para las estadísticas? Un voto es legítimo cuando expresa convicciones, no cuando se somete a un algoritmo electoral. Si la ciudadanía internaliza que solo dos opciones son viables, el sistema se autoperpetúa: los sondeos reflejarán esa distorsión, los medios la amplificarán y los votantes actuarán en consecuencia. Es una profecía autocumplida.

Peor aún: el voto útil incentiva la despolitización. Cuando las urnas se convierten en un mero trámite para «evitar lo peor«, se pierde el vínculo entre representantes y representados. La abstención y la desafección aumentan, y la democracia se reduce a un teatro donde solo importa el resultado, no las ideas.

Alternativas: romper el chantaje electoral

La solución no es resignarse, sino exigir reformas que acaben con el monopolio del bipartidismo:

  • Sistemas electorales proporcionales, donde cada voto cuente igual.
  • Primarias abiertas y vinculantes para que las bases decidan candidaturas.
  • Financiación transparente que nivele el campo entre partidos grandes y pequeños.

Mientras, el electorado debe rebelarse contra el chantaje del voto útil. Votar por miedo es renunciar a la soberanía. La democracia no es un juego de ajedrez, sino un espacio de disputa ideológica. Si cedemos a la presión táctica, permitiremos que los de siempre sigan decidiendo por nosotros.

Votar según convicciones: Por qué el voto útil es un fraude antidemocrático

El voto no es una apuesta táctica, sino un acto de soberanía. Cuando cedemos al chantaje del voto útil, renunciamos a nuestra capacidad de exigir algo mejor y perpetuamos un sistema diseñado para que nada cambie. Votar por miedo no es inteligente: es un suicidio político.

La democracia no es un juego de supervivencia, sino de representación. El argumento del voto útil presupone que las elecciones son una carrera binaria donde solo dos opciones son legítimas. Pero la democracia no funciona así. En países con sistemas plurales (Alemania, Portugal, Finlandia), la gobernabilidad no depende de mayorías absolutas, sino de pactos y consensos. Si solo votamos para «evitar lo peor», nunca tendremos lo mejor.

El miedo es el arma favorita del poder. Los partidos tradicionales llevan décadas usando el «¿Y si gana el otro?» para paralizar el electorado. Pero ¿qué han resuelto ellos? ¿Por qué seguimos aceptando su mediocridad como destino inevitable? Si tu voto se guía por el pánico, no decides: te manipulan.

Las convicciones no son lujos, son exigencias. Un voto consciente no es un capricho, sino un mandato. Si apoyas una formación por sus ideas, estás presionando al sistema a escucharte. Si te pliegas al bipartidismo, les das carta blanca para ignorarte. La única manera de que surjan alternativas es permitir que existan.

El «voto desperdiciado» es un mito. Ningún voto es inútil si refleja tus principios. Cada sufragio a opciones emergentes:

  • Aumenta su financiación pública (clave para crecer).
  • Les da voz en los medios (rompiendo el cerco informativo).
  • Obliga a los grandes partidos a negociar (como ya ocurre en Europa).

La única estrategia inteligente es votar con dignidad. El voto útil es un espejismo. No garantiza estabilidad, solo continuismo. No evita crisis, las posterga. Si queremos un futuro distinto, hay que dejar de votar con miedo y empezar a votar con rabia. Con rabia contra los que nos dicen que no hay alternativa. Con rabia contra los que llevan 40 años repitiendo los mismos errores. Con rabia, pero sobre todo, con la lucidez de quien sabe que la democracia no se mendiga: se ejerce.

Conclusión:

El voto útil no es un acto de responsabilidad, sino de capitulación. Es la rendición definitiva ante un sistema que nos ha enseñado a temer la diversidad política, a desconfiar de lo nuevo y a conformarnos con migajas de cambio. Los partidos mayoritarios —y los medios que los sostienen— nos repiten como un mantra que votar con honestidad es «dividir«, «debilitar» o «regalar el poder al enemigo«. Pero la verdad es justo lo contrario: el único voto desperdiciado es aquel que no representa nuestras convicciones.

Cada elección condicionada por el miedo consolida un régimen de alternancia ficticia, donde las siglas cambian, pero las políticas se repiten. Donde la deuda sigue creciendo, los derechos se recortan y la corrupción se normaliza, pero todo queda enterrado bajo la lógica del «esto es lo que hay«. El bipartidismo no es una solución: es el problema disfrazado de inevitabilidad.

Si queremos romper este círculo vicioso, hay que empezar por rechazar el chantaje emocional. No hay que votar contra algo, sino a favor de algo. No hay que elegir por resignación, sino por voluntad. La próxima vez que te digan que tu voto a una opción minoritaria «no sirve«, recuerda: los que más temen ese voto son precisamente los que llevan años fracasando en el poder.

La democracia no es un casino donde se apuesta al menos dañino. Es un espacio de lucha, de ideas, de proyectos en conflicto. Si seguimos votando con las tripas en lugar de con la cabeza, seguiremos siendo rehenes de los mismos de siempre. El cambio no llegará por arte de magia: llegará cuando dejemos de tener miedo a votar por él.