Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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miércoles, 25 de julio de 2018
martes, 24 de julio de 2018
Vírgenes y mártires en modo #Francisco
Muchas son las modas que el pontificado del Papa Francisco está imponiendo en la Iglesia y algunas tienen ese gustillo tan propio del mundo posmoderno, de ese mundo que busca negar la evidencia, es decir, rebelarse por puro imperio de la voluntad contra la realidad que, en el fondo, no es otra cosa que rebelarse contra el Creador de esa realidad.
Dicho de otra manera, el Santo Padre quiere que las cosas sean como él quiere que sean, y si no son así, peor para las cosas, porque él continuará imponiéndoles su jesuitica voluntad. Él quiere que el pasto sea azul y aunque los prados con todas sus hierbas proclamen a viva voz que son verdes porque así los hizo el Creador, peor para las praderas y pastizales: por decreto o breve pontificio serán azules.
Veamos dos ejemplos de los últimos días. El 4 de julio se dio a conocer un documento de la Sede Apostólica titulado Ecclesiae Sponsae Imago, dedicado a regular el noble orden de las vírgenes, vocación de vida de muchas mujeres que permanecen solteras, consagrando su virginidad al Señor, pero sin pertenecer a ninguna orden religiosa (o prelatura personal).
Se trata de una antiquísima institución de la Iglesia que en las últimas décadas cobró nuevo auge. Pues bien, nuestro Beatísimo Padre ha dispuesto, en un borbotón de puro voluntarismo que, para pertenecer al orden de las vírgenes, no hace falta ser virgen:
"... se tendrá presente que la llamada a dar testimonio del amor virginal, esponsal y fecundo de la Iglesia a Cristo, no se reduce al signo de la integridad física, y que haber guardado el cuerpo en perfecta continencia o haber vivido ejemplarmente la virtud de la castidad, aunque es de gran importancia en orden al discernimiento, no constituye requisito determinante en ausencia del cual sea imposible admitir a la consagración", dice en el número 88. Es decir, que el pasto es azul.
Posiblemente lo que no esperaba el Santo Padre es que las vírgenes consagradas se le levantaran en armas. Pocos días después de conocido el documento, la Asociación de Vírgenes Consagradas de Estados Unidos sostuvo que:
"se encontraban profundamente decepcionadas por la negación de que la virginidad integral es el fundamento esencial y natural de la vocación".
“Es impactante escuchar de la Madre Iglesia que la virginidad física puede ya no ser considerada un prerrequisito esencial para la consagración a una vida de virginidad".
¿Y cómo no entenderlas? Esta política de inclusividad y misericordiosis propia del pontificado de Bergoglio choca con los límites que fija la realidad.
La situación me recuerda los conflictos que se están ocasionando en deportes como el hockey sobre césped o el boxeo femenino cuando intenta integrar alguno de estos equipos un señor que en un momento dado se autopercibió como mujer.
Así como el Estado decide que un hombre que fue constituido como tal por la naturaleza pueda ser considerado mujer, así también el Papa Francisco decide que una mujer que perdió su su virginidad pueda ser considerada virgen. [Pinchar aquí]. Como bien dice la Cigüeña de la Torre, habrá que recurrir a los servicios de La Celestina que ejercía de remendadora de vírgenes.
La distinción que están reclamando con fuerza las vírgenes consagradas no implica un "acto de discriminación" sino un acto de realidad.
Es cosa buena y preciosa que una mujer que no vivió "ejemplarmente la castidad" se convierta. Para eso vino Cristo, para buscar la oveja perdida, y qué mejor ejemplo que el de Santa María Magdalena, igual que el de los apóstoles. Pero a nadie se le ocurriría incluirla en el orden de las vírgenes, sino que ella es conocida como "penitente". Y de ese modo son conocidas tantas otras santas como Santa Thais de Alejandría o Santa Pelagia de Jerusalén.
"Pues nada de discriminar", dice el Santo Padre, "son todas vírgenes porque lo digo yo y así lo decreto y mando".
Pero la tozuda afirmación de que el pasto es azul no se reduce a cuestiones de virginidad sino que el Papa Francisco está redefiniendo el martirio. Ya comentamos en este blog la milagrosa aparición en Argentina de tres mártires desconocidos: Angelelli, Longueville y Murias, que ya están siendo festejados. Y la semana pasada aparecieron dos nuevos mártires: Teresio Olivelli y Lucien Botovasoa.
La diferencia de estos dos hombres -sin duda ejemplares- con los "mártires argentinos" es abismal y no vale la pena detenernos en eso. Resulta también claro que eran virtuosos y buenos cristianos pero, ¿eso los convierte en mártires, aun cuando hayan sido asesinados? ¿Entregaron efectivamente su vida "por odio a la fe"? Yo tengo mis dudas.
Insisto, la vida de tanto de Teresio como de Lucien fue ejemplar y más la quisiera yo para mi, y seguramente están contemplando el Rostro Divino, pero no termino de ver que hayan sido muertos por odio a la fe sino, en todo caso, por odio simple y puro a un enemigo del nazismo o a un opositor al régimen inicuo del rey malgache Tsimihoño. Pero todo esto, aunque meritorio, no puede traducirse sin más en odium fidei.
Veamos un caso análogo, el del requeté Antonio Molle Lazo, que muere en manos de los milicianos comunistas durante la Cruzada Nacional española, poco después asistir a misa. Los relatos de quienes presenciaron su muerte dicen:
"Intentaron (los milicianos) varias veces que gritara: “¡Muera la religión!” y “¡Viva Rusia!”; a lo cual sólo respondía: “¡Viva Cristo Rey!” y “¡Viva España!” También, cuando le amenazaban con ir a matarle y a beber su sangre, dijo: “Me mataréis, pero Cristo triunfará”. De los labios de Antonio, sin embargo, no se escuchó ningún insulto. Ante su negativa a blasfemar y a renegar de la fe, le mutilaron las orejas y le sacaron los ojos y parte de la nariz, pero únicamente decía: “¡Ay, Dios mío!” y seguía profesando: “¡Viva Cristo Rey!” Recibía golpes en todo el cuerpo, pero fundamentalmente en la cabeza. Sobre su pecho seguía llevando, también ensangrentado, el “Detente” con el Corazón de Jesús sobre el fondo de la bandera española. Y, comprendiendo que llegaba ya su final, pues uno de los asesinos dijo que iba a dispararle, extendió cuanto pudo sus brazos en forma de cruz, colocó sus piernas asemejándose a las del Crucificado y, con todas cuantas fuerzas pudo sacar aún de su interior, gritó con voz potentísima: “¡Viva Cristo Rey!”Se trata de un joven, como Teresio, que siempre había sido un buen cristiano, como Teresio y Lucien, y que se enrola en uno de los dos bandos de una contienda, como Teresio y Lucien. Pero a diferencia de ellos, fue asesinado claramente y sin duda alguna "por odio a la fe".
Sin embargo, Antonio, hasta donde yo sé, no es beato y no creo que lo sea, pues para el Santo Padre estaba en el bando equivocado.
Las vírgenes no son vírgenes, los mártires no son mártires y el pasto es azul. ¡No nos cerremos al Espíritu! ¡Abrámonos a las sorpresas del Papa Francisco!
The Wanderer
"¡Cuántas conciencias estarían tranquilas el día que la Iglesia católica diera el beso fraternal a todas las sectas, sus rivales!" Cardenal Pie(VI)
Las palabras que pronuncia a continuación el cardenal Pie, no es la fe que ahora mismo profesa la Iglesia, ni la fe que ha profesado en estas últimas décadas. Para confusión y escándalo de los sencillos. Aquellos que escandalizaron y quienes los secundan no se detuvieron a valorar el mal que hicieron. Aquellos que trataron a la esposa de Cristo como una más no les importó hacerlo.
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Mis hermanos, a menudo estamos desconcertados de lo que escuchamos decir sobre todas estas cuestiones a personas, por lo demás, sensatas. Les falla completamente la lógica tratándose de religión. ¿Es la pasión, es el prejuicio lo que los ciega? Es lo uno y lo otro.
En el fondo, las pasiones saben bien lo que quieren cuando buscan trastornar los fundamentos de la fe, hasta colocar a la religión entre las cosas sin consistencia. No ignoran que, demoliendo el dogma, se preparan una moral fácil. Se ha dicho con perfecta exactitud: “Es más bien el decálogo que el símbolo lo que hace a los incrédulos”. Si todas las religiones pueden ser colocadas en un mismo nivel, es que todas son válidas; y si todas son verdaderas, es que todas son falsas; y si todos los dioses se toleran, es que no hay Dios.
Y cuando se ha podido llegar hasta allí, ya no queda más moral molesta. ¡Cuántas conciencias estarían tranquilas el día que la Iglesia católica diera el beso fraternal a todas las sectas, sus rivales!
La indiferencia de las religiones es, por consiguiente, un sistema que tiene sus raíces en las pasiones del corazón humano; pero es necesario decir también que, para muchos hombres de nuestro tiempo, se debe a los prejuicios de la educación. Ciertamente, ora se trate de hombres ya avanzados en edad y que han mamado la leche de la generación precedente, o bien de quienes pertenecen a la nueva generación: los primeros han buscado el espíritu filosófico y religioso en el Emilio de Juan Jacobo; los otros, en la escuela ecléctica o progresista de esos semi-protestantes y semi-racionalistas que retienen hoy día el cetro de la enseñanza.
Juan Jacobo Rousseau ha sido entre nosotros el apologista y propagador de este sistema de tolerancia religiosa. La invención no le pertenece, aunque él audazmente superó al paganismo, que jamás llevó tan lejos la indiferencia.
Veamos, en un breve comentario, los principales puntos del catecismo ginebrino, lamentablemente popularizado: “Todas las religiones son buenas“, o dicho de otro modo, a la francesa, “todas las religiones son malas“. “Es necesario practicar la religión de su país“, es decir, de la comarca: verdadero de las cumbres para acá, falso tras las cumbres.
Por consiguiente, lo que es aún más grave, es necesario o no tener francamente ninguna religión y actuar como hipócrita en todas partes, o teniendo una religión en el fondo del corazón, convertirse en apóstata y renegado cuando las circunstancias lo requieran. La mujer debe profesar la misma religión que su marido, y los niños la misma religión que su padre; es decir, que aquello que era falso y malo antes del contrato de matrimonio debe ser verdadero y bueno después, ¡y que resultaría malo para los niños de los antropófagos apartarse de las excelentes prácticas de sus padres!
Pero ya los escucho decirme que el siglo de la Enciclopedia ha pasado y que una refutación más extensa sería un anacronismo. ¡En buena hora! Cerremos el libro de la Educación y abramos en su lugar los eruditos Ensayos, que son como la fuente común desde donde la filosofía del siglo XIX se irradia por mil canales escrupulosos sobre toda la superficie de nuestro país. Esta filosofía se llama ecléctica, sincrética y — con una pequeña modificación — también progresista.
Este hermoso sistema consiste en decir que no hay nada de falso; que todas las opiniones y todas las religiones pueden ser conciliadas; que el error no es posible al hombre, salvo que se despoje de su humanidad; que el único error de los hombres consiste en creer poseer exclusivamente toda la verdad, cuando cada uno de ellos no tiene más que un eslabón y que de la reunión de todos esos eslabones debe formarse la cadena completa de la verdad.
Así, según esta inconcebible teoría, no hay religiones falsas, si bien son todas incompletas la una sin la otra. La verdadera religión sería la religión del eclecticismo sincrético y progresivo, que reunirá a todas las otras, pasadas, presentes y por venir; todas las otras, es decir: la religión natural que reconoce un Dios; el ateísmo que no conoce ninguno; el panteísmo, que lo reconoce en todo y por doquier; el espiritualismo, que cree en el alma, y el materialismo, que no cree más que en la carne, la sangre y los humores; las sociedades evangélicas, que admiten una revelación, y el deísmo racionalista que la rechaza; el cristianismo que cree en el Mesías venido, y el judaísmo que lo espera todavía; el catolicismo que obedece al Papa, y el protestantismo que ve al Papa como anticristo. Todo esto es conciliable: son diferentes aspectos de la verdad, y del conjunto de estos cultos resultará un culto más amplio, más vasto, el gran culto verdaderamente católico — es decir, universal — puesto que el contendrá a todos los otros en su seno.
"Nosotros somos, exclusivistas en materia de doctrina. Si no lo fuéramos, es que no tendríamos la Verdad, puesto que la Verdad es Una". Cardenal Pie(V)
Nosotros somos, por consiguiente, intolerantes, exclusivistas en materia de doctrina: en suma, somos decididos. Si no lo fuéramos, es que no tendríamos la verdad, puesto que la verdad es una y, en consecuencia, intolerante. Hija del cielo, al descender sobre la tierra la religión cristiana ha presentado los títulos de su origen, ha ofrecido al examen de la razón hechos incontestables y que prueban indiscutiblemente su divinidad.
Por lo tanto, si ella viene de Dios; si Jesucristo, su autor, ha podido decir: “Yo soy la verdad, Ego sum veritas“, es indispensable, por forzosa conclusión, que la Iglesia cristiana conserve íntegramente esta verdad tal como ella la ha recibido del mismo cielo; es ineludible que ella rechace, que excluya todo lo que es contrario a esa verdad, todo lo que la destruiría.
Reprochar a la Iglesia católica su intolerancia dogmática, su afirmación absoluta en materia de doctrina, es hacerle un reproche muy honroso: es reprochar a la centinela por ser demasiado fiel y demasiado vigilante; es reprochar a la esposa por ser demasiado delicada y demasiado exclusiva.
Nosotros los toleramos bien, dicen algunas veces las sectas a la Iglesia, ¿por qué, entonces, vosotros no nos toleráis? Mis hermanos, es como si las esclavas dijesen a la esposa legítima: Nosotras os soportamos bien ¿por qué ser más exclusiva que nosotras?
Las intrusas soportando a la esposa, ¡es un gran favor, verdaderamente! Y la esposa es muy injusta por pretender para ella sola los derechos y los privilegios, de los cuales desean dejarle una parte, ¡al menos hasta lograr alejarla del todo!
¡Observen, pues, esta intolerancia de los católicos! — se dice a menudo a nuestro alrededor — ¡No pueden soportar ninguna otra iglesia que la suya!; ¡los protestantes los toleran bien!
Mis hermanos: vosotros estáis en la tranquila posesión de vuestra casa y de vuestra finca, y unos hombres armados se abalanzan sobre ellas, apoderándose de vuestra cama, de vuestra mesa, de vuestro dinero; en una palabra, ellos se instalan en vuestra casa, pero no os expulsan: tienen la condescendencia hasta de cederles vuestra parte. ¿De qué tenéis que quejaros? ¡Sois demasiado exigente al no contentaros con la porción conveniente!
Los protestantes afirman que uno puede salvarse en nuestra Iglesia. ¿Por qué pretendéis vosotros que uno no pueda salvarse en la suya? Mis hermanos: trasladémonos a una de las plazas de esta ciudad; un viajero me pregunta por la ruta que conduce a la capital, y yo se la indico.
Entonces uno de mis conciudadanos se aproxima y me dice: “Yo reconozco que esa ruta conduce a París: se lo concedo. Pero usted me debe consideraciones recíprocas, y no me discutirá que esta otra ruta — la ruta de Burdeos, por ejemplo — conduce igualmente a París“.
En verdad esta ruta de París será muy intolerante y exclusivista al no querer que una ruta que le es directamente opuesta conduce a la misma meta. Ella no tiene un espíritu conciliador, incluso ¿no incurre en el abuso y el fanatismo?
Mis hermanos, yo podría incluso hasta admitirlo, pues las rutas más opuestas terminarán tal vez por reencontrarse, luego de haber dado la vuelta al mundo, en tanto que se seguirá eternamente el camino del error sin llegar jamás al cielo. Entonces, no nos pregunten más porqué, mientras los protestantes reconocen que uno puede salvarse en nuestra religión, nosotros nos rehusamos a reconocer que — generalmente hablando y excepto el caso de buena fe e ignorancia invencible — uno puede salvarse en la suya. Los espinos pueden admitir que la viña produce racimos, sin que la viña este obligada a reconocer a los espinos la misma propiedad.
Primer fragmento de un sermón predicado por el Cardenal Pie en la Catedral de Chartres, publicado en “Obras Sacerdotales del Cardenal Pie”, editorial religiosa H. Oudin, 1901, Tomo I pág. 356-377)
Opinión de Luis Fernando sobre la elección de Pablo Casado como presidente del PP [comentario personal ... con añadiduras]
Luis Fernando: Mi opinión
Hay un solo PP, hay un solo sistema, democracia liberal, en el que todos los partidos con representación parlamentaria tienen su papel muy asumido ... Un papel complementario.
Con Casado vuelve la operación ... "votadnos, católicos practicantes, que somos el mal menor"... Y la masa borreguil les votará. Llevan 40 años así -antes como AP- no tienen por qué cambiar. VOX se queda sin clientela.
Casado es solo un auto ajuste del sistema. La serpiente que se cambia la piel, pero sigue siendo serpiente.
Y, por supuesto, eso a lo que llaman "sociedad civil" (HO, Foro de la Familia, etc) está entusiasmada con el nuevo amo del liberalismo conservador.
Amo que, con casi total seguridad, va a desentenderse de ellos a las primeras de cambio.
[Nota: He usado, en esta entrada, la respuesta que le he dado a Luis Fernando, en Facebook, como ocasión para hacer una comparación entre un antes y un después del Concilio Vaticano II, aun cuando me haya desviado del tema inicial que hacía referencia tan solo a Pablo Casado como nuevo Presidente del PP. Al mismo tiempo he retocado un poco mi respuesta, sin variar el contenido de la contestación, para dar una mayor cohesión a este escrito].
José Martí: Comentario personal, el que hice en Facebook
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[Nota: He usado, en esta entrada, la respuesta que le he dado a Luis Fernando, en Facebook, como ocasión para hacer una comparación entre un antes y un después del Concilio Vaticano II, aun cuando me haya desviado del tema inicial que hacía referencia tan solo a Pablo Casado como nuevo Presidente del PP. Al mismo tiempo he retocado un poco mi respuesta, sin variar el contenido de la contestación, para dar una mayor cohesión a este escrito].
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Por desgracia, Luis Fernando, me temo que los hechos que veremos, si vivimos, te van a dar la razón, algo que tú mismo no quisieras.
En principio, pienso que la elección de Pablo Casado es preferible a la de Soraya, pero por otra parte, en la lista de Casado, si no estoy mal informado, irán muchas de las personas que ya estaban en el Gobierno del PP, incluidas las de Soraya y Cospedal, con lo que -de ser así- tendríamos el mismo perro con otro collar.
Ojalá que me equivoque, pero es lo cierto que falta contundencia en las afirmaciones de Pablo Casado. ¿Será capaz de enfrentarse a los grandes temas ideológicos que están llevando a España a la ruina ... en todos los sentidos? ¿Quienes serán los consejeros que se busque?
Porque ahí está la cuestión: Ideológicamente PP = PSOE ... o incluso peor, porque dicen una cosa y luego no cumplen lo que han prometido sino que usan y fomentan los mismos "antivalores" que los partidos de izquierdas y de ultraizquierdas ... Esto es un engaño a quienes los votan.
¡Mucho tendrían que cambiar las cosas para que comenzara a surgir una España que recobrara las raíces católicas que hace mucho tiempo que ha perdido!
Cierto que existen los milagros, pero esos milagros se dan muy raramente ...¡ y, prácticamente, nunca si no existe la libre cooperación de las personas!
Pienso que no hay que perder la esperanza. Todo lo contrario: Ahora, más que nunca, hay que "esperar contra toda esperanza", pero no podemos ser ingenuos sino cautos y procurar vivir íntegramente.
Dios lo ve todo y conoce todo. Y eso debe de ser suficiente para un católico. Se pueden perder batallas, y muchas, pero la victoria final es de Jesucristo y su verdadera Iglesia, aquella que es fiel a la Tradición de siempre, desde su fundación.
Porque no podemos ni debemos olvidar que en el trasfondo de todo lo que está ocurriendo está la persecución desmadrada a todo lo que se dice y actúa o recuerda el auténtico catolicismo. En eso todos los partidos -o casi todos- están de acuerdo, tácita o expresamente.
El "derecho" al aborto, el divorcio, el "matrimonio" homosexual, la exclusión de la religión católica de la educación así como la obligación de la impartición de la ideología de género a los niños, etc, ... Todas estas cosas, que se consideran "falsamente" como síntomas de "progreso" no son sino la consecuencia del alejamiento de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo (como verdadero Dios y verdadero hombre, en quien la humanidad llegó a su máxima plenitud y perfección) ... Se trata del retroceso más grande que jamás se haya visto, hacia niveles inferiores, con mucho, a los de los animales irracionales ... con perdón de estos últimos.
Es un hecho, comprobado por la historia no falseada, que el hombre se vuelve tanto más inhumano en cuanto que Dios deja de contar en su vida. La restauración de la sociedad en general - y de España, en particular- sólo es posible a través de una visión cristiana de la vida, la cual, para nuestro infortunio, se ve cada día más lejana, pues la carencia de verdaderos pastores es la tónica dominante en esta nuestra Iglesia, tan influida por la herejía modernista en sus más altos Jerarcas.
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[LOS SIGUIENTES OCHO PÁRRAFOS QUE SE ENCUENTRAN ENTRE LÍNEAS DISCONTINUAS (-------) SERÍAN LA AÑADIDURA A LA QUE ME REFIERO AL PRINCIPIO]
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Por ejemplo:
-Nunca se había puesto en duda -en la Iglesia católica- que un divorciado no puede volver a casarse, puesto que así se encuentra en un estado de pecado grave ... ¡Nunca hasta ahora!
- Nunca se ha permitido recibir la sagrada comunión a quienes están en pecado mortal. Deben primero arrepentirse de corazón, con el propósito sincero de no recaer en el pecado que han cometido y confesarse con un buen sacerdote. Mediante la absolución, Cristo, en la persona del sacerdote, libera al penitente de su pecado, que deja de existir. ...¡Eso era hasta ahora! ... Hay ya muchas Conferencias Episcopales (en todo el mundo) así como Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que lo permiten e, incluso, lo aconsejan
- "Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo". "Ningún otro Nombre se nos ha dado bajo el Cielo por el que podamos salvarnos". Esta salvación sólo, única y exclusivamente tiene lugar con Jesucristo, en Jesucristo y a través de Jesucristo ... ¡hasta ahora! Es la teoría de la salvación universal: todo el mundo se salva en la religión que profese. Eso es indiferente. Lo importante es que ese Dios (¿qué Dios, porque, según Francisco, "Dios no es católico"? ) es misericordioso. ¿Tenemos todos, acaso, el mismo Dios? Eso es lo que se nos quiere hacer creer, mediante mentiras, que provienen directamente del Santo Padre -dicho sea con el mayor respeto- aunque, en realidad, tienen su raíz en el Concilio Vaticano II. Lo que hace Francisco no es sino acelerar el proceso de demolición de la Iglesia, mediante ambigüedades y, aún peor, incurriendo en claras contradicciones que atentan contra la misma razón, puesto que es imposible que una cosa y su contraria, refiriéndose a lo mismo y en el mismo instante, sean ambas igualmente verdaderas. Este es el llamado principio de no contradicción, el cual es necesario para poder pensar con lógica y clarividencia.
- Es por eso, entre otras cosas, que el llamado "ecumenismo" así como el llamado "diálogo interreligioso" son ambos una farsa y una gran mentira. Y frente a lo que se diga, no conducen a una mayor unión sino a una mayor desunión y a una protestantización de la Iglesia Católica que dejaría, entonces, de serlo ... dado que tendría que alterar su Doctrina, la cual no puede ser cambiada, pues es un Depósito dado en herencia por Jesucristo a sus Apóstoles y a los sucesores de ellos.
- Nunca se había planteado, siquiera, la posibilidad de sacerdotisas en la Iglesia Católica o de sacerdotes casados ... ¡hasta ahora! No tenemos más que pensar en el famoso Sínodo de la Amazonía previsto para octubre del 2019
- Jamás, en la Iglesia católica, se había condenado a los homosexuales: Siempre se les ha ayudado a llevar esa cruz, una cruz en la cual pueden, perfectamente, santificarse ... si la llevan en unión con Jesucristo sacrificado y muerto en la cruz por su amor ... pues su yugo es suave y su carga ligera. Fue Jesús quien dijo a la mujer adúltera estas bellas palabras: "Yo tampoco te condeno. Vete ... ¡y no peques más!". ... ¡pero eso era antes! Ahora Jesús le diría (en conformidad con el pensamiento modernista infiltrado en la Iglesia) : No te preocupes. ¿Quién soy yo para juzgarte? Sigue haciendo lo que quieras. Haz lo que te dicte tu "conciencia".
- La misericordia siempre ha sido una constante en la vida de la Iglesia. Ahí están las obras de misericordia, que siempre se han puesto en práctica por el fiel pueblo cristiano, tanto las materiales como las espirituales. Hoy que tanto se habla de misericordia es, sin embargo, la época en la que menos se practica. De hecho, no se conoce en qué consiste la misericordia. Por ejemplo, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, etc ... todas éstas son obras de misericordia (de las espirituales). ¡Pero no se conocen! Sí ... había que corregir a quien iba por mal camino, a quien iba camino de la perdición eterna. ¡Pero eso era entonces! ¡Ahora las cosas son diferentes!: "Hay que dialogar, comprender, no pretender que se tiene la verdad, hay que ser flexibles y comprensivos, etc ..."
- ¡Qué mal se entiende la misericordia! El pecado esclaviza, hace daño y aniquila a las personas. Y es obligación de los pastores acompañar a sus ovejas y sufrir con ellas, colocándose en su lugar ... pero nunca, nunca, nunca deben justificar su pecado, tal y como hizo Jesús con la mujer adúltera y tal y como decía san Agustín: Es preciso amar siempre al pecador, pero odiando fuertemente el pecado que tanto daño le hace.
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Y no acabaríamos. No obstante -y dicho esto- la actitud de un católico que, por la gracia de Dios, tenga fe, nunca puede ser de derrotismo, porque sabemos que en esta vida estamos sólo de paso, somos peregrinos y nuestra verdadera Patria, nuestra morada definitiva es el Cielo.
Hagamos, pues, lo que esté en nuestras manos, siempre por amor a Jesucristo ... y el resto vamos a dejárselo a Él. ¡Dios nunca ha fallado a los suyos ... y nunca les va a fallar!
😓😔😊
José Martí
lunes, 23 de julio de 2018
Cuando se hubo comprobado el espíritu intolerante de la fe cristiana, fue entonces cuando comenzó la persecución de los primeros cristianos. Cardenal Pie(IV)
Pero la palabra del profeta no tardaría en verificarse: la multitud de ídolos, que veían de ordinario sin celos a los dioses nuevos y foráneos venir a situarse a su lado, a la llegada del Dios de los cristianos repentinamente profirieron un grito de espanto y, sacudiendo su apacible polvo, se estremecieron sobre sus altares amenazados: “Ecce Dominus ascendit, et commovebuntur simulacra a facies ejus”.
Roma estuvo atenta a ese espectáculo y pronto, cuando se advirtió que ese Dios nuevo era el irreconciliable enemigo de los otros dioses; cuando se vio que los cristianos, cuyo culto se había admitido, no querían admitir el culto de la nación; en una palabra, cuando se hubo comprobado el espíritu intolerante de la fe cristiana, fue entonces cuando comenzó la persecución.
Escuchen cómo los historiadores de la época justificaban las torturas a los cristianos: ellos no dicen nada malo de su religión, de su Dios, de sus prácticas; no fue sino más tarde que se inventaron las calumnias. Ellos les reprochan solamente el no poder soportar ninguna otra religión que la suya. “Yo no dudaba — dice Plinio el Joven — sea lo que fuere su dogma, que no fuese necesario castigar su testarudez y su obstinación inflexible: Pervicaciam et inflexibilem óbstinationem”.
“No son en absoluto criminales — dice Tácito — pero son intolerantes, misántropos, enemigos del género humano. Tienen dentro de ellos una fe obstinada a sus principios, y una fe exclusiva que condena las creencias de todos los otros pueblos: Apud ipsos fides obstinata, sed adversus omnes alios hostiles odium“.
Los paganos decían bastante frecuentemente de los cristianos lo que Celso ha dicho de los judíos, quienes fueron confundidos mucho tiempo con ellos porque la doctrina cristiana había tenido su nacimiento en Judea: “Que estos hombres se adhieran inalterablemente a sus leyes — decía este sofista — yo no se lo censuro; ¡yo no censuro más que a aquellos que abandonan la religión de sus padres para abrazar una diferente! Pero si los judíos o los cristianos quieren darse aires de una sabiduría más sublime que la del resto del mundo, diré que no debe creerse que ellos sean más agradables a Dios que los otros“.
De esta suerte, mis hermanos, la principal queja contra los cristianos era la rigidez demasiado rigurosa de su ley y, como se decía, el humor insociable de su teología. Si sólo se hubiera tratado de un dios más, no habría habido reclamos, pero era un Dios incompatible que excluía a todos los otros: he ahí el porqué de la persecución.
Así, el establecimiento de la Iglesia fue una obra de intolerancia dogmática y, de la misma manera, toda la historia de la Iglesia no es más que la historia de esa intolerancia.
De esta suerte, mis hermanos, la principal queja contra los cristianos era la rigidez demasiado rigurosa de su ley y, como se decía, el humor insociable de su teología. Si sólo se hubiera tratado de un dios más, no habría habido reclamos, pero era un Dios incompatible que excluía a todos los otros: he ahí el porqué de la persecución.
Así, el establecimiento de la Iglesia fue una obra de intolerancia dogmática y, de la misma manera, toda la historia de la Iglesia no es más que la historia de esa intolerancia.
¿Qué son los mártires? Unos intolerantes en materia de fe, que desean más los suplicios que profesar el error.
¿Qué son los símbolos? Fórmulas de intolerancia, que reglamentan lo que se debe creer y que imponen a la razón misterios necesarios.
¿Qué es el Papado? Una institución de intolerancia doctrinal, que por la unidad jerárquica mantiene la unidad de la fe.
¿Para qué los concilios? Para detener los desvíos del pensamiento, condenar las falsas interpretaciones del dogma, anatematizar las proposiciones contrarias a la fe.
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Acusan de malversación al arzobispo de Catania (Carlos Esteban)
De los aires que corren en la Iglesia, de ese inasible giro cuya dirección advierte cualquiera pero que resulta tan difícil de concretar en declaraciones tajantes y claras, no es sólo alarmante que tome la forma específica de cesión a las cambiantes corrientes ideológicas del Mundo -permítanme las mayúsculas-, o que haya hecho de la confusión doctrinal nuestra realidad cotidiana. También se ha contagiado esta supuesta ‘renovación’ de otro rasgo imperante en el panorama secular: que lo que vale es lo que se declare, no lo que se haga.
Lo vemos tan a menudo que ya aburre hacer el recuento, desde la Iglesia que se quiere pobre pero no a los inmigrantes para los que se pide albergue a los particulares sin que quien lo pide enseñe con el ejemplo, hasta la descentralización eclesial combinada con fulminantes decretos en cuestiones locales o la misericordia irenista y pueril hacia los de un lado que se compatibiliza con una intransigencia rayana en la crueldad con los del otro.
Que tu mano izquierda, en fin, no sepa lo que hace tu mano derecha pero en el peor sentido posible.
Salvatore Gristina, Arzobispo de Catania, se ha distinguido desde hace algún tiempo por su defensa a ultranza de la entrada irrestricta en Italia de inmigrantes ilegales africanos, y no es fácil distinguirse en algo en lo que parece coincidir tanto la Curia de Francisco como la abrumadora mayoría de la Conferencia Episcopal Italiana. Su Opera Diocesana Assitenza (ODA) ha sido clave en la ayuda a decenas de recién llegados por mar a Sicilia.
Pero la policía financiera acaba de acusar al arzobispo de malversación en relación, precisamente, con la administración de la ODA, mediante simulación de contrato. Se habla de 260.000 euros.
Habrá, naturalmente, que esperar al desarrollo del caso. En cambio, en el caso del conocido sacerdote Giorgio De Capitani, no hay que esperar para preguntarse dónde está su obispo cuando el amable párroco pide públicamente que maten a Donald Trump. De Capitani se hizo célebre durante el mandato de Silvio Berlusconi, a quien llamó en su momento de todo menos bonito.
Naturalmente, estar en desacuerdo con el Gobierno es perfectamente legítimo, incluso obligatorio en ocasiones, como lo es emplear un lenguaje duro. Pero animar al asesinato quizá no sea lo más caritativo del mundo, como llamar ‘idiotas’ a Beppe Grillo y Matteo Salvini, entre otras lindezas más difíciles de traducir en su colorido italiano.
Carlos Esteban
50 YEARS LATER And counting (Michael Voris)
Duración 6:18 minutos
This week, Wednesday specifically, July 25 marks the 50th anniversary of the release of Blessed Pope Paul VI's earthquake encyclical, Humanae Vitae — "On Human Life." There are a number of very important dynamics to this encyclical that now, 50 years later, need to be spoken of freely and discussed with what few remaining Catholics there are, relatively speaking.
Here is a quick rundown of the eight various dynamics that need to be studied, understood and talked about so the same mistakes are not repeated.
First, Humanae Vitae has been an utter failure in convincing Catholics to follow Church teaching regarding the ends of marriage and the marital act. Before Humanae Vitae, Catholics in the West had substantially higher birth rates than Protestants. Since Humanae Vitae, the Catholic birth rate is actually lower than that of Protestants.
Second, the reasoning — not the conclusion — of Pope Paul was flawed in its approach. He abandoned Natural Law in presenting Church teaching. He abandoned the practice of quoting Scripture in encyclicals. He abandoned the practice of heavily quoting former popes. He quoted from no council documents, other than Vatican II. In short: right answer, wrong math.
Third, following the release of Humanae Vitae, Pope Paul specifically stated that he had turned to the prevailing philosophy of the day — personalism — instead of the traditional approach of Natural Law to defend the Church's perennial teaching forbidding contraception.
Fourth, Humanae Vitae revealed a massive century-old rebellion by many clergy against the Church's teaching authority that had been hidden from the laity.
Fifth, Pope Paul and Vatican researchers merely accepted at face value the propaganda of the day regarding an alleged population explosion — which has never materialized, because it's not true.
Sixth, the consequences that Pope Paul accurately predicted which would hit society as a result of widespread acceptance of contraception have all come true — and then some.
Seventh, when the Church of England approved of contraception at their infamous 1930 Lambeth Conference — the first time in history any Christian body had approved of it — Pope Pius XI immediately answered the evil by speaking about the marital act in the context of marriage and the family in his encyclical Casti Connubii. Pope Paul almost completely disregarded the context.
Eighth, the time delay of three years between the end of the commission studying the question and the release of the encyclical was devastating to its reception.
Humanae Vitae was an earthquake, revealing massive fault lines of rebellion, as well as the fallout of a near-complete rejection of Church's teaching authority following its release. There was massive deception on the part of theologians and bishops in the run-up to the encyclical, plotting and lobbying strongly to change Church teaching. This involved some of the most notable luminaries in the Church at the time, from some of the most powerful clergy to some of the most famous, like Notre Dame's Fr. Ted Hesburgh, all who threw the Church under the bus to accommodate the world.
This coming Wednesday, on the 50th anniversary to the day, Church Militant is going to be hosting a day-long live conference going over all of this in great detail. We want to invite you to watch as much of it as you can, even all of it. In the last hour, we will be taking your questions live.
This is the most notable anniversary — a devastating anniversary — in the Church in the last 500 years. Things had been falling apart prior to 1968. Humanae Vitae pushed it over the cliff.
Please make a note to tune in two days from now, starting in the morning and going throughout the entire day.
We are covering this in depth because this has been the epicenter of nearly everything that has gone wrong in the Church since, and the fallout is looking more and more damaging as every generation goes by. Catholics need to understand, completely, all these various dynamics and begin to address them.
Please tune in this Wednesday, July 25, for our day-long coverage of Humanae Vitae.
Michael Voris
domingo, 22 de julio de 2018
«Jesucristo no se ha andado con ambigüedades acerca del dogma». Cardenal Pie (III)
Un pastor inglés ha tenido la osadía de escribir un libro sobre la tolerancia de Jesucristo, y el filósofo de Ginebra ha dicho, hablando del Salvador de los hombres: “Yo no veo para nada que mi divino Maestro se haya andado con ambigüedades acerca del dogma”.
Nada más cierto, mis hermanos: Jesucristo no se ha andado para nada con ambigüedades acerca del dogma. Él ha traído a los hombres la verdad, y ha dicho: “Si alguno no fuera bautizado en el agua y en el Espíritu; si alguien rehusase comer de mi carne y beber de mi sangre, no tendrá ninguna parte en mi reino”.
Lo reconozco, allí no hay ninguna ambigüedad: es la intolerancia, la exclusión más indudable, la más franca. Y además, Jesucristo ha enviado a sus Apóstoles a predicar a todas las naciones, es decir, a violentar todas las religiones existentes para establecer la única religión cristiana por toda la tierra y sustituir, por la unidad del dogma católico, todas las creencias adoptadas por los diferentes pueblos.
Y previendo las revueltas y las divisiones que esta doctrina va a provocar sobre la tierra, Él no se detiene y declara que no ha venido a traer la paz sino la espada, a encender la guerra no solamente entre los pueblos sino aun en el seno de una misma familia, y separar — al menos en cuanto a las convicciones — a la esposa creyente del esposo incrédulo, al yerno cristiano del suegro idólatra. Esto es así, y el filósofo tiene razón: “Jesucristo no se ha andado con ambigüedades acerca del dogma”.
El mismo sofista dice en otro lugar : “Yo hago como San Pablo y coloco la caridad por encima de la fe. Pienso que lo esencial de la religión consiste en que, en la práctica, no solamente es preciso ser hombre de bien, humano y caritativo, sino que a todo el que es verdaderamente tal le basta con creer para ser salvado, no importa cuál religión profese”.
Tenemos ciertamente, mis hermanos, un hermoso comentario de San Pablo que dice, por ejemplo, que sin la fe es imposible complacer a Dios; de San Pablo que declara que Jesucristo no está de manera alguna dividido, que en Él no existe el sí y el no: solamente el sí; de San Pablo que afirma que, si por un imposible, un ángel viniera a evangelizar con otra doctrina que la doctrina apostólica, será necesario declararlo anatema. ¡San Pablo, apóstol de la tolerancia! ¡San Pablo, que marcha derribando toda ciencia orgullosa que se levanta contra Jesucristo, reduciendo todas las inteligencias a la servidumbre de Jesucristo!
Se nos habla de la tolerancia de los primeros siglos, de la tolerancia de los Apóstoles. Mis hermanos, ¡ni lo penséis! Muy por el contrario, el establecimiento de la religión cristiana ha sido por excelencia una obra de intolerancia religiosa. En tiempos de la predicación de los Apóstoles el universo entero poseía, poco más o menos, esa tolerancia dogmática tan elogiada: como todas las religiones eran igualmente falsas e igualmente erróneas, tanto las unas como las otras, ellas no se hacían la guerra; como todos los dioses se ayudaban entre ellos — en tanto que demonios — no eran para nada exclusivistas, se toleraban; Satanás no está divido contra sí mismo. Roma, al multiplicar sus conquistas multiplicaba sus divinidades, y el estudio de su mitología se complicaba en la misma proporción que el de su geografía.
El triunfador que subía al Capitolio hacía marchar delante suyo a los dioses conquistados, con mayor orgullo aún con el que arrastrara a su zaga a los reyes vencidos. Muy a menudo, en virtud de un senado-consultor, los ídolos de los bárbaros se confundían en lo sucesivo con el territorio de la patria, y el Olimpo nacional se agrandaba como el imperio.
El cristianismo, al momento de aparecer (anoten esto, mis hermanos, pues son esquemas históricos de indudable valor relacionados con la cuestión presente); el cristianismo, en su primera aparición, no fue rechazado de plano.
El paganismo se preguntaba si, en lugar de combatir a esta religión nueva, no debía darle cabida en su seno: la Judea se había convertido en provincia romana; Roma, acostumbrada a recibir y conciliar todas las religiones, acogía inicialmente sin mucho esfuerzo al culto venido de la Judea. Un emperador colocaba a Jesucristo, tanto como a Abraham entre las divinidades de su oratorio, como se vio más tarde a otro Cesar proponer rendirle homenajes solemnes.
Fragmento de sermón predicado por el Cardenal Pie en la Catedral de Chartres, publicado en “Obras Sacerdotales del Cardenal Pie”, editorial religiosa H. Oudin, 1901, Tomo I pág. 356-377)
El mismo sofista dice en otro lugar : “Yo hago como San Pablo y coloco la caridad por encima de la fe. Pienso que lo esencial de la religión consiste en que, en la práctica, no solamente es preciso ser hombre de bien, humano y caritativo, sino que a todo el que es verdaderamente tal le basta con creer para ser salvado, no importa cuál religión profese”.
Tenemos ciertamente, mis hermanos, un hermoso comentario de San Pablo que dice, por ejemplo, que sin la fe es imposible complacer a Dios; de San Pablo que declara que Jesucristo no está de manera alguna dividido, que en Él no existe el sí y el no: solamente el sí; de San Pablo que afirma que, si por un imposible, un ángel viniera a evangelizar con otra doctrina que la doctrina apostólica, será necesario declararlo anatema. ¡San Pablo, apóstol de la tolerancia! ¡San Pablo, que marcha derribando toda ciencia orgullosa que se levanta contra Jesucristo, reduciendo todas las inteligencias a la servidumbre de Jesucristo!
Se nos habla de la tolerancia de los primeros siglos, de la tolerancia de los Apóstoles. Mis hermanos, ¡ni lo penséis! Muy por el contrario, el establecimiento de la religión cristiana ha sido por excelencia una obra de intolerancia religiosa. En tiempos de la predicación de los Apóstoles el universo entero poseía, poco más o menos, esa tolerancia dogmática tan elogiada: como todas las religiones eran igualmente falsas e igualmente erróneas, tanto las unas como las otras, ellas no se hacían la guerra; como todos los dioses se ayudaban entre ellos — en tanto que demonios — no eran para nada exclusivistas, se toleraban; Satanás no está divido contra sí mismo. Roma, al multiplicar sus conquistas multiplicaba sus divinidades, y el estudio de su mitología se complicaba en la misma proporción que el de su geografía.
El triunfador que subía al Capitolio hacía marchar delante suyo a los dioses conquistados, con mayor orgullo aún con el que arrastrara a su zaga a los reyes vencidos. Muy a menudo, en virtud de un senado-consultor, los ídolos de los bárbaros se confundían en lo sucesivo con el territorio de la patria, y el Olimpo nacional se agrandaba como el imperio.
El cristianismo, al momento de aparecer (anoten esto, mis hermanos, pues son esquemas históricos de indudable valor relacionados con la cuestión presente); el cristianismo, en su primera aparición, no fue rechazado de plano.
El paganismo se preguntaba si, en lugar de combatir a esta religión nueva, no debía darle cabida en su seno: la Judea se había convertido en provincia romana; Roma, acostumbrada a recibir y conciliar todas las religiones, acogía inicialmente sin mucho esfuerzo al culto venido de la Judea. Un emperador colocaba a Jesucristo, tanto como a Abraham entre las divinidades de su oratorio, como se vio más tarde a otro Cesar proponer rendirle homenajes solemnes.
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Fragmento de sermón predicado por el Cardenal Pie en la Catedral de Chartres, publicado en “Obras Sacerdotales del Cardenal Pie”, editorial religiosa H. Oudin, 1901, Tomo I pág. 356-377)
"Es de la esencia de toda verdad no tolerar el principio de contradicción". Cardenal Pie(II)
Es de la esencia de toda verdad no tolerar el principio de contradicción. La afirmación de una cosa excluye la negación de esa misma cosa, como la luz excluye las tinieblas. Allí donde nada es cierto, donde nada es definido, los sentimientos pueden estar divididos, las opiniones pueden variar.
Yo comprendo y pido la libertad en las cosas discutibles: In dubiis libertas. Pero cuando la verdad se presenta con los distintivos de certeza que la distinguen, por lo mismo que es verdad ella es afirmativa, es necesaria y, por consecuencia, es una e intolerante: In necessariis unitas.
Condenar la verdad a la tolerancia es forzarla al suicidio.
La afirmación se aniquila si ella duda de sí misma, y duda de sí misma si permanece indiferente a que la negación se coloque a su lado. Para la verdad, la intolerancia es el anhelo de la conservación, el ejercicio legítimo del derecho de propiedad. Cuando se posee, es preciso defenderse, bajo pena de ser en breve totalmente despojado.
Por eso, mis hermanos, por la necesidad misma de las cosas, la intolerancia es necesaria en todo, porque en todo hay bien y mal, verdad y falsedad, orden y desorden; en todas partes lo verdadero no soporta lo falso, el bien excluye el mal, el orden combate el desorden.
La afirmación se aniquila si ella duda de sí misma, y duda de sí misma si permanece indiferente a que la negación se coloque a su lado. Para la verdad, la intolerancia es el anhelo de la conservación, el ejercicio legítimo del derecho de propiedad. Cuando se posee, es preciso defenderse, bajo pena de ser en breve totalmente despojado.
Por eso, mis hermanos, por la necesidad misma de las cosas, la intolerancia es necesaria en todo, porque en todo hay bien y mal, verdad y falsedad, orden y desorden; en todas partes lo verdadero no soporta lo falso, el bien excluye el mal, el orden combate el desorden.
¿Qué más intolerante, por ejemplo, que esta proposición: “dos y dos son cuatro”? Si usted viene a decirme que dos y dos son tres, o que dos y dos son cinco, le responderé que dos y dos son cuatro. Y si usted me dijera que no impugna mi manera de contar, pero que mantiene la suya, y que me pide ser tan indulgente con usted como usted lo es conmigo, permaneciendo yo totalmente convencido de que tengo razón y que usted está equivocado, posiblemente yo me callaré, en rigor, porque después de todo me importa muy poco que haya sobre la tierra un hombre para el que dos más dos sean tres o cinco.
Sobre un cierto número de asuntos, donde la verdad fuera menos absoluta o las consecuencias fueran menos graves, yo podría hasta cierto punto transigir con usted. Seré conciliador si usted me habla de literatura, de política, de arte, de ciencias amenas, porque en todas estas cosas no hay un modelo único y determinado. Ahí lo bello y lo cierto son, más o menos, convenciones; y, por lo demás la herejía, en esta materia, no incurre en otros anatemas que los del sentido común y del buen gusto.
Pero si se trata de la verdad religiosa, enseñada o revelada por Dios mismo; si va en ello vuestro destino eterno y el de la salvación de mi alma, por consiguiente ninguna transacción es posible. Me encontrareis inflexible, y debo serlo.
Sobre un cierto número de asuntos, donde la verdad fuera menos absoluta o las consecuencias fueran menos graves, yo podría hasta cierto punto transigir con usted. Seré conciliador si usted me habla de literatura, de política, de arte, de ciencias amenas, porque en todas estas cosas no hay un modelo único y determinado. Ahí lo bello y lo cierto son, más o menos, convenciones; y, por lo demás la herejía, en esta materia, no incurre en otros anatemas que los del sentido común y del buen gusto.
Pero si se trata de la verdad religiosa, enseñada o revelada por Dios mismo; si va en ello vuestro destino eterno y el de la salvación de mi alma, por consiguiente ninguna transacción es posible. Me encontrareis inflexible, y debo serlo.
Es condición de toda verdad el ser intolerante, pero siendo la verdad religiosa la más absoluta y la más importante de todas las verdades, es por lo tanto también la más intolerante y la más exclusivista.
Mis hermanos: nada es tan exclusivo como la unidad; por lo tanto, escuchad la palabra de San Pablo: “Unus Dominus, una fides, unum baptisma”. No hay en el cielo más que un solo Señor: Unus Dominus. Ese Dios, cuyo gran atributo es la unidad, no ha dado a la tierra más que un solo símbolo, una sola doctrina, una sola fe: Una fides. Y esta fe, este símbolo, El no los ha confiado más que a una sola sociedad visible, a una sola Iglesia, todos cuyos niños son señalados con el mismo sello y regenerados por la misma gracia: Unum baptisma.
Mis hermanos: nada es tan exclusivo como la unidad; por lo tanto, escuchad la palabra de San Pablo: “Unus Dominus, una fides, unum baptisma”. No hay en el cielo más que un solo Señor: Unus Dominus. Ese Dios, cuyo gran atributo es la unidad, no ha dado a la tierra más que un solo símbolo, una sola doctrina, una sola fe: Una fides. Y esta fe, este símbolo, El no los ha confiado más que a una sola sociedad visible, a una sola Iglesia, todos cuyos niños son señalados con el mismo sello y regenerados por la misma gracia: Unum baptisma.
De este modo la unidad divina, que reside desde toda la eternidad en los esplendores de la Gloria, se manifiesta sobre la tierra por la unidad del dogma evangélico, cuyo depósito ha sido dado en custodia por Jesucristo a la unidad jerárquica del sacerdocio: Un Dios, una fe, una Iglesia (“Unus Dominus, una fides, unum baptisma”).
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Fragmento de sermón predicado por el Cardenal Pie en la Catedral de Chartres, publicado en “Obras Sacerdotales del Cardenal Pie”, editorial religiosa H. Oudin, 1901, Tomo I pág. 356-377)
Condenar la verdad a la tolerancia es forzarla al suicidio. Cardenal Pie (I)
Los fieles asistimos a una fragmentación de la fe. Sirva como antídoto este sermón del cardenal Pie, ejemplo para sacerdotes y pastores de almas.
“Unus Dominus, una fides, unum baptisma”“No hay más que un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”(San Pablo a los Efesios, IV, 5)
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La verdad en el espíritu y la virtud en el corazón son dos cosas que se corresponden casi puntualmente: cuando el espíritu se ha entregado al demonio de la mentira, el corazón — no obstante que el desorden no haya comenzado por él — está muy cerca de abandonarse al demonio del vicio. La inteligencia y la voluntad son dos hermanas, entre las cuales la seducción es contagiosa: si ven que la primera se ha abandonado al error, corren un velo sobre la honra de la segunda.
Y porque esto es así, mis hermanos, porque no existe ningún daño, ninguna lesión en el orden intelectual que no tenga consecuencias funestas en el orden moral y aun en el orden material, es que concedemos importancia a combatir el mal en su origen, a secarlo en su fuente, esto es, en sus ideas.
Mil prejuicios se han popularizado entre nosotros: el sofisma, asombrado de sentirse atacar, invoca la prescripción; la paradoja se vanagloria de haber adquirido carta de nacionalidad y derechos de ciudadanía. Los mismos cristianos, viviendo en medio de esta atmósfera impura, no han evitado totalmente su contagio: aceptan demasiado fácilmente muchos de los errores. Fatigados de resistir en los puntos esenciales, a menudo cansados de luchar, ceden en otros puntos que les parecen menos importantes, y no advierten nunca — a veces porque no quieren percatarse — hasta dónde podrán ser llevados por su imprudente debilidad.
Entre esta confusión de ideas y de falsas opiniones nos toca a nosotros, sacerdotes de la incorruptible verdad, salir al paso y censurar con la acción y la palabra, satisfechos si la rígida inflexibilidad de nuestra enseñanza puede detener el desborde de la mentira, destronar principios erróneos que reinan orgullosamente en las inteligencias, corregir axiomas funestos admitidos ya por la convalidación del tiempo, esclarecer finalmente y purificar una sociedad que amenaza hundirse, que envejece en un caos de tinieblas y de desórdenes, donde no será ya posible distinguir la índole y, menos aún, el remedio de sus males.
Nuestra época grita: “¡Tolerancia! ¡Tolerancia!” Se admite que un sacerdote debe ser tolerante, que la religión debe ser tolerante.
Mis hermanos: en primer lugar, nada iguala a la franqueza, y yo vengo a decirles sin rodeos que no existe en el mundo más que una sola sociedad que posee la verdad, y que esta sociedad debe ser necesariamente intolerante.
Pero antes de entrar en materia, y para entendernos bien, distingamos las cosas, determinemos el sentido de las palabras y no confundamos nada.
La tolerancia puede ser o civil o teológica.
Pero antes de entrar en materia, y para entendernos bien, distingamos las cosas, determinemos el sentido de las palabras y no confundamos nada.
La tolerancia puede ser o civil o teológica.
- La primera no es de nuestra incumbencia, y yo me permito sólo una palabra al respecto: si la ley pretende decir que ella autoriza todas las religiones porque ante sus ojos todas ellas son igualmente buenas, o aun hasta porque el poder público es incompetente para tomar partido sobre este tema, la ley es impía y atea; ella profesa, no ya la tolerancia civil tal como vamos a definirla, sino la tolerancia dogmática, y — por una neutralidad criminal — ella justifica en los individuos la indiferencia religiosa más absoluta.
- Por el contrario, si, aun reconociendo que una sola religión es buena, ella tolera y permite el libre ejercicio de las otras, la ley en cuestión — como otros lo han observado antes que yo — puede ser sabia y necesaria, según las circunstancias. Si hay tiempos en que es necesario decir, con el famoso condestable: ” Una fe, una ley” habrá otros donde es preciso decir, como Fenelón a los hijos de Jacobo II: “Conceded a todos la tolerancia civil, aunque no aprobando todo como indiferente, sino sufriendo con paciencia lo que Dios sufre”
Pero dejo de lado este campo erizado de dificultades y, ateniéndome a la cuestión propiamente religiosa y teológica, expondré estos dos principios:
1. La religión que viene del cielo es verdad, y ella es intolerante con las otras doctrinas.
2. La religión que viene del cielo es caridad, y ella está llena de tolerancia hacia las personas.
Roguemos a María que venga en nuestra ayuda e implore para nosotros el Espíritu de verdad y caridad: Spiritum veritatis et pacis. Ave María.
Condenar la verdad a la tolerancia es forzarla al suicidio.
- Por el contrario, si, aun reconociendo que una sola religión es buena, ella tolera y permite el libre ejercicio de las otras, la ley en cuestión — como otros lo han observado antes que yo — puede ser sabia y necesaria, según las circunstancias. Si hay tiempos en que es necesario decir, con el famoso condestable: ” Una fe, una ley” habrá otros donde es preciso decir, como Fenelón a los hijos de Jacobo II: “Conceded a todos la tolerancia civil, aunque no aprobando todo como indiferente, sino sufriendo con paciencia lo que Dios sufre”
Pero dejo de lado este campo erizado de dificultades y, ateniéndome a la cuestión propiamente religiosa y teológica, expondré estos dos principios:
1. La religión que viene del cielo es verdad, y ella es intolerante con las otras doctrinas.
2. La religión que viene del cielo es caridad, y ella está llena de tolerancia hacia las personas.
Roguemos a María que venga en nuestra ayuda e implore para nosotros el Espíritu de verdad y caridad: Spiritum veritatis et pacis. Ave María.
Condenar la verdad a la tolerancia es forzarla al suicidio.
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Primer fragmento de un sermón predicado por el Cardenal Pie en la Catedral de Chartres, publicado en “Obras Sacerdotales del Cardenal Pie”, editorial religiosa H. Oudin, 1901, Tomo I pág. 356-377)
Vaticano radical a punto de vengarse del padre Stefano Manelli
Son inminentes sanciones contra el padre Stefano Manelli, de 85 años, el fundador de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada, escribe Marco Tosatti el 21 de julio. La Orden de Manelli languidece bajo la mirada de un comisionario vaticano desde julio de 2013.
Los motivos para esta medida enérgica, nunca explicada por el Vaticano, son evidentes: para la actual nomenclatura vaticana, los Frailes son “demasiado católicos”.
Según Tosatti, un documento que contiene sanciones contra Manelli, elaborado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, actualmente está en la mesa de Francisco.
Después que se impongan las sanciones, el Vaticano presionará para que se realice un Capítulo General. El plan es cambiar las Constituciones de los Frailes y abolir el voto de consagración a la Inmaculada y el voto de pobreza. Éste último ha creado una situación en la que todos los bienes materiales de los frailes pertenecen a personas laicas. El Vaticano ha tratado en vano de apoderarse de este patrimonio, pero perdió todas las batallas jurídicas en las cortes italianas.
En consecuencia, el Vaticano trató de utilizar al padre Manelli con la finalidad de ejercer presión en los propietarios de los activos. Después que esto fracasara, parece que Francisco quiere castigar a Manelli, lo cual revela el extraño sentido de justicia de Francisco.
Uno de los importantes burócratas vaticanos que combate a los Frailes es el arzobispo José Rodríguez Carballo OFM, el secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica e íntimo de Francisco, quien fue uno de los principales protagonistas del tremendo escándalo financiero que golpeó a los Franciscanos (OFM) en diciembre de 2014. El escándalo fue silenciado rápidamente.
Dado que Carballo es un radical-liberal, nadie lo tocó, por el contrario, Francisco lo promovió para ser arzobispo.
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