FUENTE: SECRETUM MEUM MIHI
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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miércoles, 11 de enero de 2017
El Cardenal Burke explica cómo será la corrección formal al Papa y contradice las recientes declaraciones del Cardenal Müller: "Amoris laetitia es un peligro para la fe y la corrección al Papa se hará"
REFERENCIA: CATHOLICVS
Como indica el título de esta entrada, y en claro contraste con las palabras dichas por el Cardenal Müller en el programa de televisión italiano "Stanze Vaticane", del canal Tgcom24, comentado durante todo el día en páginas católicas de Internet, el Cardenal Burke ha afirmado en una reciente entrevista, que"Amoris Laetitia" (AL) sí supone un peligro para la fe y que se hará una corrección del Papa.
Además, ha añadido que no teme perder la púrpura -cardenalicia-, sino que teme más el juicio de Dios. Fue en una entrevista concedida en exclusiva a M.J. Matt, del periódico The Remnant, que la publicó en su formato de papel el pasado día de Navidad y en formato digital ayer, 9 de enero (ver aquí).
El pasado domingo 8 de enero, el Cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una entrevista en la que contradijo su postura previa al respecto (ver aquí), aseguró que no habrá una corrección al Papa a corto plazo porque no hay peligro para la fe: "Una corrección fraterna al Papa me parece muy lejana, en este momento no es posible porque no hay ningún peligro para la fe".
El Cardenal Burke, además, ha vuelto a reiterar que "Amoris laetitia" no es un documento magisterial, como indica el mismo Papa Francisco en dicho documento. Según Burke, algunas afirmaciones confusas del documento, aunque no sean heréticas materialmente, necesitan ser aclaradas porque pueden inducir a error a los fieles en cuestiones muy serias. Para él, si no llegase una aclaración por parte del Papa el resultado sería devastador.
En cuanto a si teme perder el capelo cardenalicio, Burke ha asegurado que conoce cuál es su deber y que no teme decir la verdad. En cambio, dice temer estar ante Nuestro Señor en el Juicio Final y tener que decirle: "No, no Te defendí cuando estabas siendo atacado y la verdad que Tú enseñaste estaba siendo traicionada".
Al ser preguntado sobre si la situación actual se parece al tiempo de la herejía arriana en el siglo IV, dice que en cierto modo sí: "Ahora están en juego dos verdades de fe: la que se refiere al sacramento del Matrimonio, y la que se refiere al sacramento de la Eucaristía, y si no se pone coto a la confusión actual, llegará un momento que habrá amplios sectores de fieles que no tengan la Fe Católica, como los que se encontró San Ambrosio cuando fue nombrado Arzobispo de Milán".
Y en cuanto a cómo sería esa corrección formal, el Cardenal Burke ha aclarado que no sería muy diferente a las "dubia". En otras palabras, aquellas verdades que parecen ser puestas en cuestión por AL simplemente se cotejarían con lo que la Iglesia ha enseñado, practicado y anunciado siempre en su Magisterio Oficial. De esta manera dichos errores serían corregidos.
El pasado domingo 8 de enero, el Cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una entrevista en la que contradijo su postura previa al respecto (ver aquí), aseguró que no habrá una corrección al Papa a corto plazo porque no hay peligro para la fe: "Una corrección fraterna al Papa me parece muy lejana, en este momento no es posible porque no hay ningún peligro para la fe".
El Cardenal Burke, además, ha vuelto a reiterar que "Amoris laetitia" no es un documento magisterial, como indica el mismo Papa Francisco en dicho documento. Según Burke, algunas afirmaciones confusas del documento, aunque no sean heréticas materialmente, necesitan ser aclaradas porque pueden inducir a error a los fieles en cuestiones muy serias. Para él, si no llegase una aclaración por parte del Papa el resultado sería devastador.
En cuanto a si teme perder el capelo cardenalicio, Burke ha asegurado que conoce cuál es su deber y que no teme decir la verdad. En cambio, dice temer estar ante Nuestro Señor en el Juicio Final y tener que decirle: "No, no Te defendí cuando estabas siendo atacado y la verdad que Tú enseñaste estaba siendo traicionada".
Al ser preguntado sobre si la situación actual se parece al tiempo de la herejía arriana en el siglo IV, dice que en cierto modo sí: "Ahora están en juego dos verdades de fe: la que se refiere al sacramento del Matrimonio, y la que se refiere al sacramento de la Eucaristía, y si no se pone coto a la confusión actual, llegará un momento que habrá amplios sectores de fieles que no tengan la Fe Católica, como los que se encontró San Ambrosio cuando fue nombrado Arzobispo de Milán".
Y en cuanto a cómo sería esa corrección formal, el Cardenal Burke ha aclarado que no sería muy diferente a las "dubia". En otras palabras, aquellas verdades que parecen ser puestas en cuestión por AL simplemente se cotejarían con lo que la Iglesia ha enseñado, practicado y anunciado siempre en su Magisterio Oficial. De esta manera dichos errores serían corregidos.
CATHOLICVS
La apostasía de la razón (Bruno Moreno)
FUENTE: INFOCATÓLICA
Un excelente artículo de Bruno Moreno, que se supera a sí mismo cada vez que escribe. De obligada lectura para no enloquecer.
A esto hay que añadir, como también sabemos todos, que muchos han abandonado la fe pero permanecen en la Iglesia como apóstatas silenciosos, más o menos conscientes de su propia apostasía. Por desgracia, uno también se encuentra con clérigos en esa situación, a menudo amargados por la contradicción en la que viven. El daño que esto hace a la Iglesia es enorme, porque los catequistas, padres, vecinos y clérigos que no tienen fe inevitablemente tienden a destruir la fe por donde pasan, sembrando todo de sal para que no vuelva a crecer nada durante generaciones.
Supongo que esto bastaría para un artículo enjundioso, porque la apostasía masiva es una herida terrible para la Iglesia, pero me temo que va unida a otro problema no sé si más grave, pero sí más básico: la apostasía de la razón.
El mundo moderno o, mejor dicho, el mundo post-moderno es el mundo que ha renunciado a conocer la verdad, que es el objeto de la razón, sustituyéndola por el pensamiento débil, el relativismo y la subjetividad exacerbada.
Constantemente escuchamos a nuestro alrededor que el bien y el mal no existen y lo que importa es el consenso “democrático", que no hay verdades absolutas sino que cada uno tiene su verdad, que el único conocimiento posible es el científico o que la metafísica es un conjunto de tonterías y supersticiones.
Constantemente escuchamos a nuestro alrededor que el bien y el mal no existen y lo que importa es el consenso “democrático", que no hay verdades absolutas sino que cada uno tiene su verdad, que el único conocimiento posible es el científico o que la metafísica es un conjunto de tonterías y supersticiones.
Son afirmaciones propias de personas que han apostatado de la razón humana y resultan equivalentes, en su propio plano, a confundir el amor con la mera sexualidad animal (algo que, no por casualidad, también caracteriza a nuestra época).
Es decir, comenzando por la razón se abandona a la carrera todo lo que hace humano al hombre, asimilándolo a un simple animal entre muchos otros, algo más espabilado quizá, pero determinado por sus instintos y separado irremediablemente de cualquier realidad trascendente y duradera.
Por desgracia, cada vez más católicos, incluidos los clérigos, se apuntan a esa apostasía de la razón. Viven la fe católica como algo irracional y no encuentran problema en que un día (o un siglo) la fe diga una cosa y al siguiente la contraria, porque ya no discurren en el plano de la razón y la verdad, sino en el del sentimentalismo.
Por desgracia, cada vez más católicos, incluidos los clérigos, se apuntan a esa apostasía de la razón. Viven la fe católica como algo irracional y no encuentran problema en que un día (o un siglo) la fe diga una cosa y al siguiente la contraria, porque ya no discurren en el plano de la razón y la verdad, sino en el del sentimentalismo.
El principio de no contradicción, que es la base de todo pensamiento humano, se desestima en la práctica como una antigualla escolástica sin importancia para la “vida de la gente” y como un obstáculo para un cristianismo moderno, misericordioso, en constante evolución y a tono con los “signos de los tiempos”.
Las polémicas relacionadas con la comunión de los divorciados en una nueva unión y el sínodo de la familia son un ejemplo perfecto de esta apostasía de la razón.
Las polémicas relacionadas con la comunión de los divorciados en una nueva unión y el sínodo de la familia son un ejemplo perfecto de esta apostasía de la razón.
Al seguir este tema, tuve que contemplar asombrado y desalentado cómo eclesiásticos de altísimo rango negaban en público el principio de no contradicción en repetidas ocasiones y no tenían reparo en decir que se iba a cambiar la fe católica en puntos esenciales.
Monseñor Vesco, obispo de Orán, nos explicó que la nueva unión de un divorciado era “tan indisoluble como la primera” y que por lo tanto la Iglesia no tenía derecho a hablar contra ella.
Monseñor Agrelo, arzobispo de Tánger, indicó que el adulterio era un “camino de acercamiento a Dios” y se quedó tan ancho, a la vez que reconocía que él nunca hablaba de la inmoralidad de las parejas del mismo sexo, porque él no se “metía en esas cosas”.
Monseñor Cortés, obispo de Sant Feliú, sugirió la posibilidad de abandonar los preceptos de Jesús y volver a la ley de Moisés en relación con el divorcio.
El cardenal Sistach, arzobispo de Barcelona, defendió la posibilidad de que “respetando la indisolubilidad”, el “Papa tuviera” la facultad de “disolver un matrimonio que era válido”, sin explicar cómo pretendía lograr el absurdo lógico de disolver lo indisoluble ni por qué pensaba que la Iglesia podía inventar de la nada nuevas prerrogativas papales para dispensar de la ley de Dios.
El cardenal Kasper (y luego la relatio final del Sínodo) propuso un “camino penitencial” de conversión para los divorciados en una nueva unión en el que, llamativamente, ni había penitencia, ni conversión, ni se caminaba en absoluto, porque el punto de llegada era el mismo que el de salida, de modo que se seguía adulterando como al principio pero, eso sí, con el premio de recibir la comunión.
Los obispos argentinos, que se supone que aceptan la doctrina de la Iglesia sobre que el fin no justifica los medios y sobre los actos intrínsecamente malos que no deben realizarse en ninguna circunstancia, decidieron aun así que aquellos que siguieran realizando esos actos graves podrían comulgar siempre que tuvieran el buen fin de cuidar de sus hijos. En fin, así podríamos seguir durante párrafos y párrafos.
Y todo esto sin que el Papa o sus hermanos obispos les corrijan, horrorizados, ni ellos mismos hayan reconocido que habían dicho barbaridades.
¿De verdad piensan que se puede jugar con la fe y que todo vale en Teología? ¿Es que no se dan cuenta unos y otros de que pretender lo que es contradictorio es renunciar a la razón y de que el intento de cambiar la fe y la moral católicas es equivalente a llamar mentiroso a Dios?
¿De verdad piensan que se puede jugar con la fe y que todo vale en Teología? ¿Es que no se dan cuenta unos y otros de que pretender lo que es contradictorio es renunciar a la razón y de que el intento de cambiar la fe y la moral católicas es equivalente a llamar mentiroso a Dios?
¿Es que no son conscientes de que, al renunciar a la razón, renuncian a encontrar la verdad, porque sin razón no hay nada que nos permita distinguir lo verdadero de lo falso? Más aún, ¿es que no se dan cuenta de que al renunciar a la razón están renunciando a Cristo, qué es el Logos eterno y la Verdad reflejada en todas las pequeñas verdades?
Hablando de este tema en los comentarios del artículo anterior, un amable lector me señaló algo que me impresionó, porque ejemplificaba perfectamente el problema. Un reciente twitter del P. Spadaro SJ en el que el portavoz oficioso del Vaticano decía:
“La Teología no es matemáticas. 2+2 en Teología pueden ser 5. Porque tiene que ver con Dios y con la vida real de la gente…”
Hablando de este tema en los comentarios del artículo anterior, un amable lector me señaló algo que me impresionó, porque ejemplificaba perfectamente el problema. Un reciente twitter del P. Spadaro SJ en el que el portavoz oficioso del Vaticano decía:
“La Teología no es matemáticas. 2+2 en Teología pueden ser 5. Porque tiene que ver con Dios y con la vida real de la gente…”
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[Doy fe de ello. Y me permito añadirlo aquí en un vídeo-noticia de Gloria TV.
DURACIÓN: 31 segundos
En Inglés:
Clerical Mathematics: Jesuit Father Antonio Spadaro, one of the guardians of Pope Francis’ revolution, wrote on his Twitter account that – quote – “Theology is not Mathematics” and that, “2+2 in Theology can make 5, because it has to do with God and real life of people.” Gloria.tv comments: In the real life of people 2+2 is never 5.
Traducción al español:
Matemáticas clericales: El padre jesuita Antonio Spadaro, uno de los guardianes de "la revolución del papa Francisco", escribió en su cuenta de Twitter que -cita-: "La Teología no es Matemáticas" y dos más dos, en Teología, pueden ser cinco, porque esto tiene que ver con Dios y con la vida real de la gente". Gloria TV comenta: En la vida real de la gente 2 + 2 nunca es 5. ]
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Al leer estás frases, me quedé un momento sobrecogido y tuve que releerlas para asegurarme de que las había entendido bien. Pretender que para la Teología no valen las leyes de la lógica es un ejemplo brutal de apostasía de la razón… y de inevitable destrucción de la Teología, porque si 2+2 pueden ser 5, también pueden ser 328 o 5.000 o guisantes con jamón, porque ya no hay nada que permita aceptar una respuesta y rechazar otra. Será igualmente “cierto” que Lutero es un heresiarca y un testigo del Evangelio, el adulterio será a la vez un pecado mortal y un camino de santidad. Cualquier cosa será verdad y, al mismo tiempo, nada lo será.
Cualquiera puede ver, además que es una afirmación en contra de todo el pensamiento cristiano de dos milenios. Si Santo Tomás, San Agustín, San Buenaventura o Francisco Suárez escucharan esa frase en labios de un religioso, habrían llorado amargamente al darse cuenta de que la filosofía cristiana había sido olvidada por completo.
Cualquiera puede ver, además que es una afirmación en contra de todo el pensamiento cristiano de dos milenios. Si Santo Tomás, San Agustín, San Buenaventura o Francisco Suárez escucharan esa frase en labios de un religioso, habrían llorado amargamente al darse cuenta de que la filosofía cristiana había sido olvidada por completo.
En cualquier seminario decente, tanto la frase del P. Spadaro como las de los obispos mencionados habrían causado que los interesados fueran enviados de nuevo a primer curso, a aprender lo más básico de la Filosofía y la Teología.
¿Será casualidad que el P. Spadaro sea uno de los partidarios más conocidos de dar la comunión a los divorciados en una nueva unión? ¿Será casualidad que esa propuesta se base, en última instancia, en la idea absurda y sin sentido de que el matrimonio es indisoluble pero se puede disolver?
Por supuesto, nadie puede vivir en la realidad negando las leyes de la lógica, así que no sería descabellado suponer que estas afirmaciones autocontradictorias, aparte de manifestar una formación tan mala que debería impedir el desempeño de cualquier cargo eclesiástico, son más bien excusas que, consciente o inconscientemente, apenas disimulan el deseo de cambiar los elementos del cristianismo que le molestan al mundo de hoy. Como la lógica no lo permite, abandonemos la lógica… pero sólo para conseguir lo que queremos, por supuesto.
Por supuesto, nadie puede vivir en la realidad negando las leyes de la lógica, así que no sería descabellado suponer que estas afirmaciones autocontradictorias, aparte de manifestar una formación tan mala que debería impedir el desempeño de cualquier cargo eclesiástico, son más bien excusas que, consciente o inconscientemente, apenas disimulan el deseo de cambiar los elementos del cristianismo que le molestan al mundo de hoy. Como la lógica no lo permite, abandonemos la lógica… pero sólo para conseguir lo que queremos, por supuesto.
¿O es que el P. Spadaro, cuando en vez de recibir cuarenta euros de cambio en una tienda le entregan veinte céntimos lo que hace es aceptar que, en la “vida de la gente” no rigen las leyes de la lógica?
¿O es que Mons. Agrelo asume que la explotación del inmigrante puede ser un “camino de acercamiento a Dios?
¿O quizá Mons. Cortés cree que podríamos volver a la ley de Moisés en lo de lapidar a las adúlteras o prohibir el jamón?
Es muy difícil no darse cuenta de que las excusas se usan única y exclusivamente en una misma dirección: lo que está de moda hoy, lo que desea el mundo, lo que hace el cristianismo más cómodo… la huida del martirio.
Nada bueno puede salir de esto. Dios nos conceda no renunciar nunca a la Fe católica, pero también nos conceda no renunciar a la razón, porque sin ella no se podría tener Fe, ya que uno habría dejado de ser humano.
Nada bueno puede salir de esto. Dios nos conceda no renunciar nunca a la Fe católica, pero también nos conceda no renunciar a la razón, porque sin ella no se podría tener Fe, ya que uno habría dejado de ser humano.
Bruno Moreno
martes, 10 de enero de 2017
Contradicciones entre el video del Papa y su homilía en santa Marta: ¿En qué quedamos? (por José Martí)
Duración 1:26 minutos
El título de este primer video del papa de Enero de 2017 es: "Los cristianos al servicio de la humanidad". En él puede escucharse lo siguiente:
"En el mundo actual muchos cristianos de diversas Iglesias trabajan juntos al servicio de la humanidad necesitada, para la defensa de la vida humana y de su dignidad, de la creación y contra las injusticias".
"Este deseo de caminar juntos, de colaborar en el servicio y en la solidaridad con los más débiles y los que sufren, es un motivo de alegría para todos".
"Uní tu voz a la mía para pedir por todos los que contribuyan con la oración y la caridad fraterna a restablecer la PLENA COMUNIÓN ECLESIAL al servicio de los desafíos de la humanidad"
COMENTARIO PERSONAL A ESTE VIDEO
Yo diría que con estas pocas palabras, el papa Francisco está preparando ya el terreno para la celebración del quinto centenario de la Reforma Protestante de Lutero, cuyo objeto es la "unidad" [imposible] de las Iglesias.
Obsérvese: "Muchos cristianos DE DIVERSAS IGLESIAS trabajan juntos ...". ¿En qué trabajan exactamente? No queda muy claro.
Dice: "Al servicio de la humanidad necesitada y de los desafíos de la humanidad" [Sí, pero ¿en qué consiste ese servicio? El máximo servicio que se puede prestar al hombre es el de darle a conocer a Jesucristo. Esto le cambiaría el corazón y cambiaría la sociedad, pero no creo que vayan por ahí los tiros: la idea de Jesucristo que tiene un católico está a años-luz de la que tiene, por ejemplo un protestante] ...
"Para la defensa de la vida humana" [Habría que hacer aquí una referencia al aborto, el máximo genocidio que se está llevando a cabo en la humanidad hoy en día; ... pero ni siquiera se nombra ... ¡se da por supuesto! ]
"... al servicio de la creación" [Esto me recuerda la funesta encíclica laudato si. No es el hombre el que tiene que estar al servicio de la creación. Dios lo creó para que dominara la creación (respetándola, por supuesto, pero no dedicándose a servirla, como hacen los animistas de la Pacha Mama, la madre tierra. La Tierra no es madre de nadie. En todo caso y en sentido figurado, es una criatura de Dios, al igual que lo somos nosotros, con la diferencia de que, porque Él así lo ha dispuesto, nos ha creado a su imagen y semejanza para trabajar la tierra y dominarla, no para servirla. Recordemos que no se hizo el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre]
"¿Contra las injusticias?" [¿Pero hay mayor injusticia que se la que se comete contra el Hijo de Dios, que vino a los suyos y, sin embargo, éstos no le recibieron? ¿Por qué no se nombra a Jesús? ¿Y por qué no se nombra el pecado, cuando es el pecado la causa y el origen de todas las injusticias, del tipo que sean? No podemos olvidar que el mensaje del Papa va dirigido a los católicos y no a todo el mundo, aun cuando todo el mundo esté pendiente de sus palabras]
"¿Solidaridad con los más débiles y con los que sufren?" Muy bien, pero ¿quiénes son los que sufren, los pobres, los verdaderamente necesitados? ¿Aquéllos a quienes les falta el sustento? Por supuesto que sí. No cabe duda de ello ... aunque esto siempre lo ha hecho la Iglesia y no como solidaridad, sino llevada del amor a Jesús, pues en los pobres y en los necesitados le ve a Él. De lo contrario, la Iglesia sería una ONG más ... lo cual no es así. Es la caridad y no la solidaridad la que ha llevado a los misioneros a abandonar a sus padres y su tierra y entregarse de lleno a la misión de dar a conocer a Jesucristo a todo el mundo, según fue su mandato expreso .
... Aunque habría que recordar aquí, también, que "no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Jesús dio de comer a miles de personas cuando tuvo lugar el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces que, por cierto, fue un verdadero milagro. Hubo multiplicación. Así está recogido en la Biblia. Pero no era esa su misión: "Yo he venido a hacer la voluntad de mi Padre" Y ésta es su Voluntad: "Que creáis en Aquél que el Padre ha enviado". Por eso se retiró de ellos a orar a una montaña, cuando querían proclamarlo rey.
Además, hoy en día los verdaderos necesitados son los millones de católicos que no conocen su fe, ni conocen a Jesucristo porque no se les ha hablado de Él, sino de cosas meramente humanas. Se ha desvirtuado el catolicismo y a los fieles se les ha escamoteado la figura de Jesucristo y su mensaje de amor que le llevó hasta dar la vida por nosotros, hasta la muerte y una muerte de cruz. Sí, son los cristianos de hoy los realmente infelices, los auténticamente pobres y necesitados, necesitados de la Palabra de Dios, esa Palabra que es Jesucristo, el único que puede traerles la alegría y la máxima felicidad que, en este mundo que pasa, es posible tener. Lo del pan está muy bien, pero el pan solo no es suficiente para dar la vida al hombre y, con la vida, la alegría.
Habla también de "restablecer la PLENA COMUNIÓN ECLESIAL". Un empeño muy loable, pero no es ese "falso ecumenismo" el que podrá hacerla posible. Por el contrario -y es fácil predecirlo- esto sólo traerá consigo más división y, para colmo, la apostasía será aún más generalizada de lo que ya lo es.
¿Caminar juntos? ¿Acompañar? Sí, todo eso está muy bien ... pero acompañar sin engañar a la persona que sufre, alejándola de la fe, haciéndole creer que Dios no le pide determinadas cosas que son sólo para gente escogida. Eso es una gran mentira de la que tendrán que dar cuenta ante Dios quienes así procedan, pues han contribuido al alejamiento de la fe de esa persona a la que, aparentemente, pretenden consolar. El consuelo que Dios da es, con mucho, muy superior al que pueden dar los hombres. Y Dios no pide imposibles. La salvación no es sólo para unas cuantas personas de élite. Eso es una falsedad que se ha infiltrado en la Iglesia junto con el modernismo, en donde todo vestigio de sobrenaturalidad desaparece.
La verdadera misericordia para con los demás consiste en atraerlos hacia Jesucristo y hacia su única Iglesia, la que Él fundó, que es la Iglesia Católica. Si nos avergonzamos de Él, también Él se avergonzará de nosotros cuando venga de nuevo, glorioso, al final de los tiempos.
COMENTARIO DEL PAPA PÍO XI en su encíclica MORTALIUM ANIMOS
(LA ENCÍCLICA COMPLETA PUEDE LEERSE EN ESTE ENLACE)
Tales tentativas ( se refiere a las reuniones entre "cristianos" que no comulgan con la fe de la verdadera Iglesia) no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables ... hasta el punto de que cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios.
Con FALAZ APARIENCIA DE BIEN se engañan más fácilmente algunos cuando se trata de fomentar la unión de todos los cristianos ... Luego habla de unos principios y argumentos ... en los cuales hallarán los católicos la norma de lo que deben pensar y practicar en cuanto se refiere al intento de unir de cualquier manera en un solo cuerpo a todos los hombres que se llaman católicos. Y sigue diciendo más adelante:
Ninguna religión puede ser verdadera FUERA DE AQUELLA QUE SE FUNDA EN LA PALABRA REVELADA POR DIOS, revelación que comenzada desde el principio, y continuada durante la Ley Antigua, fue perfeccionada por el mismo Jesucristo con la Ley Nueva
Pues es lo cierto que Cristo Nuestro Señor instituyó su Iglesia como sociedad perfecta, externa y visible por su propia naturaleza, a fin de que prosiguiese realizando, de allí en adelante, la obra de la salvación del género humano, bajo la guía de una sola cabeza, con magisterio de viva voz) y por medio de la administración de los sacramentos ...
Esta Iglesia, tan maravillosamente fundada, no podía ciertamente cesar ni extinguirse, muertos su Fundador y los Apóstoles que en un principio la propagaron, puesto que a ella se le había confiado el mandato de conducir a la eterna salvación a todos los hombres, sin excepción de lugar ni de tiempo: "Id, pues, e instruid a todas las naciones". Y en el cumplimiento continuo de este oficio, ¿acaso faltará a la Iglesia el valor ni la eficacia, hallándose perpetuamente asistida con la presencia del mismo Cristo, que solemnemente le prometió: "He aquí que yo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos"? Por tanto, LA IGLESIA DE CRISTO no sólo ha de existir necesariamente hoy, mañana y siempre, sino también HA DE SER EXACTAMENTE LA MISMA QUE FUE EN LOS TIEMPOS APOSTÓLICOS, si no queremos decir -y de ello estamos muy lejos- que Cristo Nuestro Señor no ha cumplido su propósito, o se engañó cuando dijo que las puertas del infierno no habían de prevalecer contra ella.
Sería necesario -dicen- que, suprimiendo y dejando a un lado las controversias y variaciones rancias de opiniones, que han dividido hasta hoy a la familia cristiana, se formule y se proponga con las doctrinas restantes una norma común de fe, con cuya profesión puedan todos no ya reconocerse, sino sentirse hermanos. y cuando las múltiples iglesias o comunidades estén unidas por un pacto universal, entonces será cuando puedan resistir sólida y fructuosamente los avances de la impiedad...
[Y más adelante dice]
Siendo todo esto así, claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener parte en dichos Congresos, ni de ningún modo pueden los católicos favorecer ni cooperar a semejantes intentos; y si lo hiciesen, darían autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo. ...
Si nuestro Redentor manifestó expresamente que su Evangelio no sólo era para los tiempos apostólicos, sino también para las edades futuras, ¿habrá podido hacerse tan oscura e incierta la doctrina de la Fe, que sea hoy conveniente tolerar en ella hasta las opiniones contrarias entre sí? Si esto fuese verdad, habría que decir también que el Espíritu Santo infundido en los apóstoles, y la perpetua permanencia del mismo Espíritu en la Iglesia, y hasta la misma predicación de Jesucristo, habría perdido hace muchos siglos toda utilidad y eficacia; afirmación que sería ciertamente blasfema.
Cuando el Hijo Unigénito de Dios mandó a sus legados que enseñasen a todas las naciones, impuso a todos los hombres la obligación de dar fe a cuanto les fuese enseñado por los testigos predestinados por Dios; obligación que sancionó de este modo: el que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere será condenado
Podrá parecer que dichos "pancristianos", tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? ...Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe.
¿Y de qué manera, si se nos quiere decir, podrían formar una sola y misma Asociación de fieles los hombres que defienden doctrinas contrarias, como, por ejemplo, ..., los que adoran a Cristo realmente presente en la Sagrada Eucaristía por la maravillosa conversión del pan y del vino, llamada "transubstanciación", y los que afirman que el Cuerpo de Cristo está allí presente sólo por la fe, o por el signo y virtud del Sacramento;
Entre tan grande diversidad de opiniones, no sabemos cómo se podrá abrir camino para conseguir la unidad de la Iglesia, unidad que no puede nacer más que de UN SOLO MAGISTERIO, de una sola ley de creer y de una sola fe de los cristianos.
En cambio, sabemos, ciertamente que de esa diversidad de opiniones es fácil el paso al menosprecio de toda religión, o"indiferentismo", y al llamado "modernismo", con el cual los que están desdichadamente inficionados, sostienen que la verdad dogmática no es absoluta sino relativa, o sea, proporcionada a las diversas necesidades de lugares y tiempos, y a las varias tendencias de los espíritus, no hallándose contenida en una revelación inmutable, sino siendo de suyo acomodable a la vida de los hombres.
Esta Sede Apostólica no ha permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de acatólicos; porque la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que procurando el retorno de los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo, de la cual un día desdichadamente se alejaron; a aquella única y verdadera Iglesia que todos ciertamente conocen y que por la voluntad de su Fundador debe permanecer siempre tal cual El mismo la fundó para la salvación de todos.
Difícilmente se puede ser tan claro como aparece reflejada aquí la auténtica doctrina de la Iglesia.
LO CURIOSO DE NUESTRO PAPA ES QUE DICE UNA COSA EN SU MENSAJE Y LUEGO DICE OTRA -COMPLETAMENTE DISTINTA, Y MÁS CONFORME A VERDAD- EN LA ÚLTIMA HOMILÍA DE SANTA MARTA, en donde Jesucristo aparece -como así es y debe de ser- como el centro de la vida de todo cristiano (¡Y no el servicio a la humanidad, el cual es y debe de ser una consecuencia del amor a Jesucristo!) Coloco a continuación parte de ese video de la homilía papal. ¡Que cada uno saque sus conclusiones!
Duración: 2 minutos
José Martí
domingo, 8 de enero de 2017
Octogésimo noveno aniversario de la encíclica "Mortalium Animos" del Papa Pío XI, en la que condena el ecumenismo y prohíbe a los católicos los encuentros ecuménicos (CATHOLICVS)
FUENTE: CATHOLICVS
En la entrada publicada anteayer di cuenta de la publicación, por parte de la Santa Sede, de un documento en el que denomina al heresiarca Martín Lutero"testigo del evangelio", a la vez que compara a San Ignacio de Loyola, San Carlos Borromeo y San Francisco de Sales (Doctor de la Iglesia), con los apóstatas Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino -a los que llama "grandes reformadores"-, y establece oficialmente la conmemoración ecuménica de la herejía y cisma protestante. Puede leerse en el siguiente enlace:
Se veía venir: la página oficial de la Santa Sede denomina al heresiarca Martín Lutero "testigo del evangelio" y establece oficialmente la conmemoración ecuménica de la herejía y cisma protestante (que copié en este blog)
En dicha entrada, también mencioné que ayer, 6 de enero, solemnidad de la Epifanía del Señor, se cumplirían 89 años de la promulgación de la encíclicaMortalium animos del Papa Pío XI, fechada el 6 de enero de 1928. Dicha encíclica fue escrita para defender la Revelación y reiterar la verdadera naturaleza de la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo, condenando al mismo tiempo el ecumenismo en el sentido que el Diccionario de la Real Academia Española da a este término (1. m. Rel. Tendencia o movimiento que intenta la restauración de la unidad entre todas las iglesias cristianas) y prohibiendo a los católicos participar en los encuentros ecuménicos.
Cabe señalar que el texto oficial de esta encíclica, así como el de todas las encíclicas escritas con anterioridad al presente pontificado, en que se ha abandonado el idioma oficial de la Iglesia en la redacción de los documentos papales, está escrito en latín.
Esta encíclica no se encuentra traducida al español en la página web oficial de la Santa Sede, donde sí aparece traducida al portugués (PT), al inglés (UK), al francés (FR) y al italiano (IT), difiriendo las traducciones hasta en el propio título:
DE VERA RELIGIONIS VNITATE FOVENDA (Latín)
Sobre la promoción de la verdadera unidad de religión (PT)
Sobre la unidad religiosa (UK)
Sobre la unidad de la Iglesia verdadera (FR)
Sobre la defensa de la verdad revelada por Jesús (IT)
Como puede verse, los matices en las traducciones van modificando sensiblemente el sentido del texto original, hasta llegar a la traducción en italiano, donde directamente han traducido lo que les ha dado la gana, aunque no sea lo que de verdad dice el original en latín. No he cotejado cada una de las traducciones oficiales en las diferentes lenguas, pero como el resto del texto de la encíclica responda al mismo criterio empleado para traducir el título de la misma, da miedo pensar en lo que se estará transmitiendo en las diferentes lenguas, habida cuenta de lo políticamente incorrecto de su contenido hoy en día.
Para no hacer excesivamente larga esta entrada, dejaré que hable la misma encíclica, el mismo Papa, la misma Iglesia, a través de su traducción íntegra al español -que puede encontrarse, afortunadamente, con relativa facilidad en Internet-. Recomiendo vívamente su lectura, ya que es un hecho que, aparte de sus títulos, pocos católicos conocen el contenido de las encíclicas papales; y no digamos si éstas son "pre-conciliares". En el caso que nos ocupa, su contenido es de rabiosa actualidad. Tómense su tiempo, medítenla y saquen sus propias conclusiones:
CARTA ENCÍCLICA MORTALIUM ANIMOS DEL SUMO PONTÍFICE PAPA PÍO XI A LOS REVMOS. SEÑORES PADRES PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y OTROS ORDINARIOS DE LUGARES EN PAZ Y UNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA
ACERCA DE CÓMO SE HA DE FOMENTAR LA VERDADERA UNIDAD RELIGIOSA
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Ansia universal de paz y fraternidad
Nunca quizás como en los actuales tiempos se ha apoderado del corazón de todos los hombres un tan vehemente deseo de fortalecer y aplicar al bien común de la sociedad humana los vínculos de fraternidad que, en virtud de nuestro común origen y naturaleza, nos unen y enlazan a unos con otros.
Porque no gozando todavía las naciones plenamente de los dones de la paz, antes al contrario, estallando en varias partes discordias nuevas y antiguas, en forma de sediciones y luchas civiles y no pudiéndose además dirimir las controversias, harto numerosas, acerca de la tranquilidad y prosperidad de los pueblos sin que intervengan en el esfuerzo y la acción concordes de aquellos que gobiernan los Estados, y dirigen y fomentan sus intereses, fácilmente se echa de ver --mucho más conviniendo todos en la unidad del género humano-, porque son tantos los que anhelan ver a las naciones cada vez más unidas entre sí por esta fraternidad universal.
2. La fraternidad en religión. Congresos ecuménicos
Cosa muy parecida se esfuerzan algunos por conseguir en lo que toca a la ordenación de la nueva ley promulgada por Jesucristo Nuestro Señor. Convencidos de que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso, parecen haber visto en ello esperanza de que no será difícil que los pueblos, aunque disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente en la profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida espiritual. Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes e invitar a discutir allí promiscuamente a todos, a infieles de todo género, de cristianos y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión.
3. Los católicos no pueden aprobarlo
Tales tentativas no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio.
Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios.
4. Otro error - La unión de todos los cristianos. - Argumentos falaces
Pero donde con falaz apariencia de bien se engañan más fácilmente algunos, es cuando se trata de fomentar la unión de todos los cristianos. ¿Acaso no es justo -suele repetirse- y no es hasta conforme con el deber, que cuantos invocan el nombre de Cristo se abstengan de mutuas recriminaciones y se unan por fin un día con vínculos de mutua caridad? ¿Y quién se atreverá a decir que ama a Jesucristo, si no procura con todas sus fuerzas realizar los deseos que El manifestó al rogar a su Padre que sus discípulos fuesen una sola cosa? (1); y el mismo Jesucristo ¿por ventura no quiso que sus discípulos se distinguiesen y diferenciasen de los demás por este rasgo y señal de amor mutuo: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os améis unos a otros? (2). ¡Ojalá -añaden- fuesen una sola cosa todos los cristianos! Mucho más podrían hacer para rechazar la peste de la impiedad que, deslizándose y extendiéndose cada más, amenaza debilitar el Evangelio.
5. Debajo de esos argumentos se oculta un error gravísimo
Estos y otros argumentos parecidos divulgan y difunden los llamados "pancristianos"; los cuales, lejos de ser pocos en número, han llegado a formar legiones y a agruparse en asociaciones ampliamente extendidas, bajo la dirección, las más de ellas, de hombres católicos, aunque discordes entre sí en materia de fe.
6. La verdadera norma de esta materia
Exhortándonos, pues, la conciencia de Nuestro deber a no permitir que la grey del Señor sea sorprendida por perniciosas falacias, invocamos vuestro celo, Venerables Hermanos, para evitar mal tan grave; pues confiamos que cada uno de vosotros, por escrito y de palabra, podrá más fácilmente comunicarse con el pueblo y hacerle entender mejor los principios y argumentos que vamos a exponer, y en los cuales hallarán los católicos la norma de lo que deben pensar y practicar en cuanto se refiere al intento de unir de cualquier manera en un solo cuerpo a todos los hombres que se llaman católicos.
7. Sólo una Religión puede ser verdadera: la revelada por Dios
Dios, Creador de todas las cosas, nos ha creado a los hombres con el fin de que le conozcamos y le sirvamos. Tiene, pues, nuestro Creador perfectísimo derecho a ser servido por nosotros. Pudo ciertamente Dios imponer para el gobierno de los hombres una sola ley, la de la naturaleza, ley esculpida por Dios en el corazón del hombre al crearle: y pudo después regular los progresos de esa misma ley con sólo su providencia ordinaria. Pero en vez de ella prefirió dar El mismo los preceptos que habíamos de obedecer; y en el decurso de los tiempos, esto es, desde los orígenes del género humano hasta la venida y predicación de Jesucristo, enseñó por Sí mismo a los hombres los deberes que su naturaleza racional les impone para con su Creador. "Dios, que en otro tiempo habló a nuestros padres en diferentes ocasiones y de muchas maneras, por medio de los Profetas, nos ha hablado últimamente por su Hijo Jesucristo"(3). Por donde claramente se ve que ninguna religión puede ser verdadera fuera de aquella que se funda en la palabra revelada por Dios, revelación que comenzada desde el principio, y continuada durante la Ley Antigua, fue perfeccionada por el mismo Jesucristo con la Ley Nueva. Ahora bien: si Dios ha hablado -y que haya hablado lo comprueba la historia- es evidente que el hombre está obligado a creer absolutamente la revelación de Dios, y a obedecer totalmente sus preceptos. Y con el fin de que cumpliésemos bien lo uno y lo otro, para gloria de Dios y salvación nuestra, el Hijo Unigénito de Dios fundó en la tierra su Iglesia.
8. La única Religión revelada es la de la Iglesia Católica
Así pues, los que se proclaman cristianos es imposible no crean que Cristo fundó una Iglesia, y precisamente una sola. Mas, si se pregunta cuál es esa Iglesia conforme a la voluntad de su Fundador, en esto ya no convienen todos. Muchos de ellos, por ejemplo, niegan que la Iglesia de Cristo haya de ser visible, a lo menos en el sentido de que deba mostrarse como un solo cuerpo de fieles, concordes en una misma doctrina y bajo un solo magisterio y gobierno. Estos tales entienden que la Iglesia visible no es más que la alianza de varias comunidades cristianas, aunque las doctrinas de cada una de ellas sean distintas.
Sociedad perfecta, externa, visible
Pero es lo cierto que Cristo Nuestro Señor instituyó su Iglesia como sociedad perfecta, externa y visible por su propia naturaleza, a fin de que prosiguiese realizando, de allí en adelante, la obra de la salvación del género humano, bajo la guía de una sola cabeza (4), con magisterio de viva voz (5) y por medio de la administración de los sacramentos (6), fuente de la gracia divina; por eso en sus parábolas afirmó que era semejante a un reino (7), a una casa (8), a un aprisco (9), y a una grey (10). Esta Iglesia, tan maravillosamente fundada, no podía ciertamente cesar ni extinguirse, muertos su Fundador y los Apóstoles que en un principio la propagaron, puesto que a ella se le había confiado el mandato de conducir a la eterna salvación a todos los hombres, sin excepción de lugar ni de tiempo: "Id, pues, e instruid a todas las naciones" (11). y en el cumplimiento continuo de este oficio, ¿acaso faltará a la Iglesia el valor ni la eficacia, hallándose perpetuamente asistida con la presencia del mismo Cristo, que solemnemente le prometió: "He aquí que yo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos"? (12) Por tanto, la Iglesia de Cristo no sólo ha de existir necesariamente hoy, mañana y siempre, sino también ha de ser exactamente la misma que fue en los tiempos apostólicos, si no queremos decir -y de ello estamos muy lejos- que Cristo Nuestro Señor no ha cumplido su propósito, o se engañó cuando dijo que las puertas del infierno no habían de prevalecer contra ella (13).
9. Un error capital del movimiento ecuménico en la pretendida unión de iglesias cristianas
Y aquí se Nos ofrece ocasión de exponer y refutar una falsa opinión de la cual parece depender toda esta cuestión, y en la cual tiene su origen la múltiple acción y confabulación: el de los católicos que trabajan, como hemos dicho, por la unión de las iglesias cristianas. Los autores de este proyecto no dejan de repetir casi infinitas veces las palabras de Cristo: "Sean todos una misma cosa. Habrá un solo rebaño y un solo pastor" (14), mas de tal manera las entienden, que, según ellos, sólo significan un deseo y una aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la verdadera y única Iglesia de Cristo, no ha existido casi nunca hasta ahora, y ni siquiera hoy existe: podrá, ciertamente, desearse, y tal vez algún día se consiga, mediante la concordante impulsión de las voluntades; pero en entre tanto, habrá que considerarla sólo como un ideal.
La pretendida "división" de la Iglesia
Añaden que la Iglesia, de suyo o por su propia naturaleza, está dividida en partes, esto es, se halla compuesta de varias comunidades distintas, separadas todavía unas de otras, y coincidentes en algunos puntos de doctrina, aunque discrepantes en lo demás, y cada una con los mismos derechos exactamente que las otras; y que la Iglesia sólo fue única y una, a lo sumo desde la edad apostólica hasta tiempos de los primeros Concilios Ecuménicos. Sería necesario pues -dicen- que, suprimiendo y dejando a un lado las controversias y variaciones rancias de opiniones, que han dividido hasta hoy a la familia cristiana, se formule y se proponga con las doctrinas restantes una norma común de fe, con cuya profesión puedan todos no ya reconocerse, sino sentirse hermanos. y cuando las múltiples iglesias o comunidades estén unidas por un pacto universal, entonces será cuando puedan resistir sólida y fructuosamente los avances de la impiedad...
Esto es así tomando las cosas en general, Venerables Hermanos; mas hay quienes afirman y conceden que el llamado Protestantismo ha desechado demasiado desconsideradamente ciertas doctrinas fundamentales de la fe y algunos ritos del culto externo, ciertamente agradables y útiles, los que la Iglesia Romana por el contrario aún conserva; añaden sin embargo, en el acto, que ella ha obrado mal porque corrompió la religión primitiva por cuanto agregó y propuso como cosa de fe algunas doctrinas no sólo ajenas sino más bien opuestas al Evangelio, entre las cuales se enumera especialmente el Primado de jurisdicción que ella adjudica a Pedro y a sus sucesores en la sede Romana.
En el número de aquellos, aunque no sean muchos, figuran también los que conceden al Romano Pontífice cierto Primado de honor o alguna jurisdicción o potestad de la cual creen, sin embargo, que desciende no del derecho divino sino de cierto consenso de los fieles. Otros en cambio aún avanzan a desear que el mismo Pontífice presida sus asambleas, las que pueden llamarse "multicolores". Por lo demás, aun cuando podrán encontrarse a muchos no católicos que predican a pulmón lleno la unión fraterna en Cristo, sin embargo, hallarás pocos a quienes se ocurre que han de sujetarse y obedecer al Vicario de Jesucristo cuando enseña o manda y gobierna. Entre tanto asevera que están dispuestos a actuar gustosos en unión con la Iglesia Romana, naturalmente en igualdad de condiciones jurídicas, o sea de iguales a igual: mas si pudieran actuar no parece dudoso de que lo harían con la intención de que por un pacto o convenio por establecerse tal vez, no fueran obligados a abandonar sus opiniones que constituyen aun la causa por qué continúan errando y vagando fuera del único redil de Cristo.
10. La Iglesia Católica no puede participar en semejantes uniones
Siendo todo esto así, claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener parte en dichos Congresos, ni de ningún modo pueden los católicos favorecer ni cooperar a semejantes intentos; y si lo hiciesen, darían autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo.
11. La verdad revelada no admite transacciones
¿Y habremos Nos de sufrir -cosa que sería por todo extremo injusta- que la verdad revelada por Dios, se rindiese y entrase en transacciones? Porque de lo que ahora se trata es de defender la verdad revelada. Para instruir en la fe evangélica a todas las naciones envió Cristo por el mundo todo a los Apóstoles; y para que éstos no errasen en nada, quiso que el Espíritu Santo les enseñase previamente toda la verdad (15); ¿y acaso esta doctrina de los Apóstoles ha descaecido del todo, o siquiera se ha debilitado alguna vez en la Iglesia, a quien Dios mismo asiste dirigiéndola y custodiándola? Y si nuestro Redentor manifestó expresamente que su Evangelio no sólo era para los tiempos apostólicos, sino también para las edades futuras, ¿habrá podido hacerse tan obscura e incierta la doctrina de la Fe, que sea hoy conveniente tolerar en ella hasta las opiniones contrarias entre sí? Si esto fuese verdad, habría que decir también que el Espíritu Santo infundido en los apóstoles, y la perpetua permanencia del mismo Espíritu en la Iglesia, y hasta la misma predicación de Jesucristo, habría perdido hace muchos siglos toda utilidad y eficacia; afirmación que sería ciertamente blasfema.
12. La Iglesia Católica depositaria infalible de la verdad
Ahora bien: cuando el Hijo Unigénito de Dios mandó a sus legados que enseñasen a todas las naciones, impuso a todos los hombres la obligación de dar fe a cuanto les fuese enseñado por los testigos predestinados por Dios (16); obligación que sancionó de este modo: el que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere será condenado (17). Pero ambos preceptos de Cristo, uno de enseñar y otro de creer, que no pueden dejar de cumplirse para alcanzar la salvación eterna, no pueden siquiera entenderse si la Iglesia no propone, íntegra y clara la doctrina evangélica y si al proponerla no está ella exenta de todo peligro de equivocarse. Acerca de lo cual van extraviados también los que creen que, sin duda, existe en la tierra el depósito de la verdad, pero que para buscarlo hay que emplear tan fatigosos trabajos, tan continuos estudios y discusiones, que apenas basta la vida de un hombre para hallarlo y disfrutarlo: como si el benignísimo Dios hubiese hablado por medio de los Profetas y de su Hijo Unigénito para que lo revelado por éstos sólo pudiesen conocerlo unos pocos, y ésos ya ancianos; y como si esa revelación no tuviese por fin enseñar la doctrina moral y dogmática, por la cual se ha de regir el hombre durante el curso de su vida moral,
13. Sin fe, no hay verdadera caridad
Podrá parecer que dichos "pancristianos", tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis (18) Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe.
14. Unión irrazonable
Por tanto, ¿cómo es posible imaginar una confederación cristiana, cada uno de cuyos miembros pueda, hasta en materias de fe, conservar su sentir y juicio propios aunque contradigan al juicio y sentir de los demás? ¿y de qué manera, si se nos quiere decir, podrían formar una sola y misma Asociación de fieles los hombres que defienden doctrinas contrarias, como, por ejemplo, los que afirman y los que niegan que la sagrada Tradición es fuente genuina de la divina Revelación; los que consideran de institución divina la jerarquía eclesiástica, formada de Obispos, presbíteros y servidores del altar, y los que afirman que esa Jerarquía se ha introducido poco a poco por las circunstancias de tiempos y de cosas; los que adoran a Cristo realmente presente en la Sagrada Eucaristía por la maravillosa conversión del pan y del vino, llamada "transubstanciación", y los que afirman que el Cuerpo de Cristo está allí presente sólo por la fe, o por el signo y virtud del Sacramento; los que en la misma Eucaristía reconocen su doble naturaleza de sacramento y sacrificio, y los que sostienen que sólo es un recuerdo o conmemoración de la Cena del Señor; los que estiman buena y útil la suplicante invocación de los Santos que reinan con Cristo, sobre todo de la Virgen María Madre de Dios, y la veneración de sus imágenes, y los que pretenden que tal culto es ilícito por ser contrario al honor del único Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo? (19).
15. Resbaladero hacia el indiferentismo y el modernismo
Entre tan grande diversidad de opiniones, no sabemos cómo se podrá abrir camino para conseguir la unidad de la Iglesia, unidad que no puede nacer más que de un solo magisterio, de una sola ley de creer y de una sola fe de los cristianos. En cambio, sabemos, ciertamente que de esa diversidad de opiniones es fácil el paso al menosprecio de toda religión, o"indiferentismo", y al llamado "modernismo", con el cual los que están desdichadamente inficionados, sostienen que la verdad dogmática no es absoluta sino relativa, o sea, proporcionada a las diversas necesidades de lugares y tiempos, y a las varias tendencias de los espíritus, no hallándose contenida en una revelación inmutable, sino siendo de suyo acomodable al a vida de los hombres.
Además, en lo que concierne a las cosas que han de creerse, de ningún modo es lícito establecer aquélla diferencia entre las verdades de la fe que llaman fundamentales y no fundamentales, como gustan decir ahora, de las cuales las primeras deberían ser aceptadas por todos, las segundas, por el contrario, podrían dejarse al libre arbitrio de los fieles; pues la virtud de la fe tiene su causa formal en la autoridad de Dios revelador que no admite ninguna distinción de esta suerte. Por eso, todos los que verdaderamente son de Cristo prestarán la misma fe al dogma de la Madre de Dios concebida sin pecado original como, por ejemplo, al misterio de la augusta Trinidad; creerán con la misma firmeza en el Magisterio infalible del Romano Pontífice, en el mismo sentido con que lo definiera el Concilio Ecuménico del Vaticano, como en la Encarnación del Señor.
No porque la Iglesia sancionó con solemne decreto y definió las mismas verdades de un modo distinto en diferentes edades o en edades poco anteriores han de tenerse por no igualmente ciertas ni creerse del mismo modo. ¿No las reveló todas Dios?
Pues, el Magisterio de la Iglesia el cual por designio divino fue constituido en la tierra a fin de que las doctrinas reveladas perdurasen incólumes para siempre y llegasen con mayor facilidad y seguridad al conocimiento de los hombres aun cuando el Romano Pontífice y los Obispos que viven en unión con él, lo ejerzan diariamente, se extiende, sin embargo, al oficio de proceder oportunamente con solemnes ritos y decretos a la definición de alguna verdad, especialmente entonces cuando a los errores e impugnaciones de los herejes deben más eficazmente oponerse o inculcarse en los espíritus de los fieles, más clara y sutilmente explicados, puntos de la sagrada doctrina.
Mas por ese ejercicio extraordinario del Magisterio no se introduce, naturalmente ninguna invención, ni se añade ninguna novedad al acervo de aquellas verdades que en el depósito de la revelación, confiado por Dios a la Iglesia, no estén contenidas, por lo menos implícitamente, sino que se explican aquellos puntos que tal vez para muchos aun parecen permanecer oscuros o se establecen como cosas de fe los que algunos han puesto en tela de juicio.
16. La única manera de unir a todos los cristianos
Bien claro se muestra, pues, Venerables Hermanos, por qué esta Sede Apostólica no ha permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de acatólicos; porque la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que procurando el retorno de los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo, de la cual un día desdichadamente se alejaron; a aquella única y verdadera Iglesia que todos ciertamente conocen y que por la voluntad de su Fundador debe permanecer siempre tal cual El mismo la fundó para la salvación de todos. Nunca, en el transcurso de los siglos, se contaminó esta mística Esposa de Cristo, ni podrá contaminarse jamás, como dijo bien San Cipriano: No puede adulterar la Esposa de Cristo; es incorruptible y fiel. Conoce una sola casa y custodia con casto pudor la santidad de una sola estancia (20). Por eso se maravillaba con razón el santo Mártir de que alguien pudiese creer que esta unidad, fundada en la divina estabilidad y robustecida por medio de celestiales sacramentos, pudiese desgarrarse en la Iglesia, y dividirse por el disentimiento de las voluntades discordes (21). Porque siendo Porque siendo el cuerpo místico de Cristo, esto es, la Iglesia, uno (22), compacto y conexo (23), lo mismo que su cuerpo físico, necedad es decir que el cuerpo místico puede constar de miembros divididos y separados; quien, pues, no está unido con él no es miembro suyo, ni está unido con su cabeza, que es Cristo (24).
17. La obediencia al Romano Pontífice
Ahora bien, en esta única Iglesia de Cristo nadie vive y nadie persevera, que no reconozca y acepte con obediencia la suprema autoridad de Pedro y de sus legítimos sucesores. ¿No fue acaso al Obispo de Roma a quien obedecieron, como a sumo Pastor de las almas, los ascendientes de aquellos que hoy yacen anegados en los errores de Focio, y de otros novadores?
Alejáronse ¡ay! los hijos de la casa paterna, que no por eso se arruinó ni pereció, sostenida como está perpetuamente por el auxilio de Dios. Vuelvan, pues, al Padre común, que olvidando las injurias inferidas ya a la Sede Apostólica, los recibirá amantísimamente. Porque si, como ellos repiten, desean asociarse a Nos y a los Nuestros, ¿Por qué no se apresuran a venir a la Iglesia, madre y maestra de todos los fieles de Cristo (25). Oigan como clamaba en otro tiempo Lactancio: Sólo la Iglesia Católica es la que conserva el culto verdadero, Ella es la fuente de la verdad, la morada de la Fe, el templo de Dios, quienquiera que en él no entre o de él salga, perdido ha la esperanza de vida y de salvación. Menester es que nadie se engañe a sí mismo con pertinaces discusiones, Lo que aquí se ventila es la vida y la salvación, la cual si no se atiende con diligente cautela, se perderá y se extinguirá (26).
18. Llamamiento a las sectas disidentes
Vuelvan, pues, a la Sede Apostólica, asentada en esta ciudad de Roma, que consagraron con su sangre los Príncipes de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, a la Sede raíz y matriz de la Iglesia Católica (27); vuelvan los hijos disidentes, no ya con el deseo y la esperanza de que la Iglesia de Dios vivo, la columna y el sostén de la verdad (28) abdique de la integridad de su fe, y consienta los errores de ellos, sino para someterse al magisterio y al gobierno de ella. Pluguiese al Cielo alcanzásemos felizmente Nos, lo que no alcanzaron tantos predecesores Nuestros; el poder abrazar con paternales entrañas a los hijos que tanto nos duele ver separados de Nos por una funesta división.
Plegaria a Cristo y a Maria
Y ojalá Nuestro Divino Salvador, el cual quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad (29), oiga Nuestras ardientes oraciones para que se digne llamar ala unidad de la Iglesia a cuantos están separados de ella.
Con este fin, sin duda importantísimo, invocamos y queremos que se invoque la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Divina Gracia, debeladora de todas las herejías y Auxilio de los cristianos, para que cuanto antes nos alcance la gracia de ver alborear el deseadísimo día en que todos los hombres oigan la voz de su divino Hijo, y conserven la unidad del Espíritu Santo con el vínculo de la paz (30).
19. Conclusión y Bendición Apostólica
Bien comprendéis, Venerables Hermanos, cuánto deseamos Nos este retorno, y cuánto anhelamos que así lo sepan todos Nuestros hijos, no solamente los católicos, sino también los disidentes de Nos; los cuales, si imploran humildemente las luces del cielo, reconocerán, sin duda, a la verdadera Iglesia de Cristo, y entrarán, por fin, en su seno, unidos con Nos en perfecta caridad. En espera de tal suceso, y como prenda y auspicio de los divinos favores, y testimonio de Nuestra paternal benevolencia, a vosotros, Venerables Hermanos, y a vuestro Clero y pueblo, os concedemos de todo corazón la Apostólica Bendición.
Dado en San Pedro de Roma, el día 6 de enero, fiesta de la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo, el año 1928, sexto de Nuestro Pontificado.
PÍO PP. XI
NOTAS
[1] Juan 17, 21.
[2] Juan 13, 35.
[3] Hebr. 1, 1-2.
[4] Mat. 16, 18; Luc. 22, 32; Juan 21, 15-17.
[5] Marc. 16, 15.
[6] Juan 3, 5; 6, 59; 18, 18; 20, 22.
[7] Mat. 13, 24, 31, 33, 34, 31, 47.
[8] Mat. 16, 18.
[9] Juan 10, 16.
[10] Juan 21, 15-17.
[11] Mat. 28, 19.
[12] Mat. 28, 20.
[13] Mat. 16, 18.
[14] Juan 17, 21; 10, 16.
[15] Juan 16, 13.
[16] Hech. 10, 41
[17] Marc. 16, 16.
[18] II Juan vers. 10.
[19] I Tim. 2, 5.
[20] S. Cipr. de la unidad de la Iglesia (Migne Pl. 4, col. 518-519).
[21] S. Cipr. de la unidad de la Iglesia (Migne Pl. 4, col. 519-B y 520-A).
[22] I Cor. 12, 12.
[23] Efes. 4, 15.
[24] Efes. 5, 30; 1, 22.
[25] Conc. Lateran. IV, c. 5 (Denz.-Umb 436)
[26] Lactancio Div. Inst. 4, 30 (Corp. Ser. E. Lat., vol. 19, pág. 397, 11-12; Migne Pl. 6, col 542-B a 543-A)
[27] S. Cipr. carta 38 a Cornelio 3. (Entre las cartas de S. Cornelio Papa III; Migne Pl. 3. col. 733-B).
[28] I Tim. 3, 15.
[29] I Tim. 2, 4.
[30] Efes. 4, 3.
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