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sábado, 23 de julio de 2016

¿Mirada parusíaca o quietismo apocalíptico? (Infocaótica)

FUENTE AQUÍ


Tal vez el aporte más notable del P. Castellani haya sido llamar la atención sobre la centralidad del dogma escatológico como especificativo del ser cristiano. Con acribia teológica y gran talento literario, Castellani nos recordó la importancia de ampliar el horizonte con la mirada parusiaca. Y de vivir en eso que se ha dado en llamar tensión escatológica. Lo cual nos previene de los mesianismos temporales que cifran la perfección en algún bien intramundano. Pero hay grandes verdades que, cuando se sacan de quicio, enloquecen. Veamos algunos peligros:
1. Curiosidad indiscreta. Lo seguro es que el Señor vendrá. Pero la Escritura enseña que nadie sabe el día ni la hora (cfr. Mc 13,33-37). Cristo ha revelado lo necesario y conveniente; y a la vez quiso mantener la incertidumbre acerca del momento preciso en que acontecerá la Parusía. Es un error ponerse a buscar revelaciones privadas que complementen la Revelación pública para remediar una incertidumbre querida por el Señor.
La indeterminación del momento temporal no debe ser obstáculo para una vida cristiana auténtica, ni fuente de desasosiego. Como lo hizo notar San Atanasio, resulta beneficioso:
“No conocer cuándo será el fin ni cuándo será el día del fin es útil a los hombres. Si lo conocieran, despreciarían el tiempo intermedio, aguardando los días próximos a la consumación. En efecto, sólo entonces alegarían motivos para pensar en ellos mismos. Por esto guardó silencio sobre la consumación de la muerte de cada uno para que los hombres no se enorgullecieran con tal conocimiento y no comenzaran a pasar la mayor parte del tiempo irreflexivamente. Ambas cosas, la consumación de todo y el final de cada uno, nos lo ocultó el Verbo (pues en la consumación de todo se halla la consumación de cada uno y en la de cada uno se contiene la del todo) para que siendo incierto y siempre esperado, cada día avancemos como llamados, tendiendo hacia lo que está delante de nosotros y olvidando lo que está detrás (Flp 3, 13)” (Contra Arrianos 3,49).
2. Parálisis moral. Cristo enseñó que para entrar en la vida eterna hay que cumplir los Mandamientos (Mt 19,16-17). De ningún modo dijo que ante la inminencia de la Parusía algunos cristianos -creyéndose superiores a los demás por su mirada parusiaca- estarían dispensados de cumplir los Mandamientos y de practicar las virtudes. Por el contrario, se deben cumplir todos los Mandamientos; practicar todas las virtudes. Dentro de las cuales se incluyen virtudes sociales como la piedad patriótica, la justicia legal y la caridad social. Jamás se puede pensar que ante la inminencia de la Segunda Venida los cristianos deban "congelarse" en una suerte de "ataque de pánico". 
3. Descuido de los deberes de estado. La palabra deber ha sufrido un desprestigio, por lo cual pareciera que hablar de deber de estado implica solidarizarse con la ética kantiana. Pero esto no es correcto: los deberes de estado no son otra cosa que la concreción de los Mandamientos y de las virtudes a las distintas situaciones en las que se encuentra un ser humano: familia, profesión, sociedad, comunidad política. “Nadie puede, pues, santificarse sin guardar los […] deberes de su estado; descuidarlos, so pretexto de dedicarse a obras de supererogación, es ilusión perniciosa, y una verdadera aberración; no hay que decir que el precepto es antes que el consejo.” (Tanquerey).
San Pablo tuvo que enfrentarse con este modo particular de parálisis moral que es el descuido de los deberes del propio estado (cfr. cf. 1 Tes 5:14; 2 Tes, 3:6-15). Así describe la actitud de algunos cristianos el comentario bíblico de la BAC a los textos del Apóstol:
“…ante la persuasión de una próxima parusía, descuidaban el trabajo, con los consiguientes trastornos para la vida de la comunidad…”.
“…la preocupación escatológica de los tesalonicenses, quienes andaban agitados y algunos ni trabajaban, pensando en que todo iba a terminar muy pronto.” 
Estos tesalonicenses descuidaron sus deberes de estado profesionales. Pero la enseñanza paulina vale también para otros deberes familiares, sociales y políticos.
En suma, la mirada parusiaca no justifica un quietismo apocalíptico, ni tampoco debe causar en los seglares la fiebre desordenada por una fuga del mundo específica del estado religioso. Hay que “vivir el momento actual pensando en la eternidad” (Garrigou-Lagrange), en tensión escatológica, tanto personal como colectiva, sin que esta última se convierta en opio para los laicos o implique una rebaja en su vocación.

viernes, 22 de julio de 2016

"El pacto de las catacumbas" (Adelante la Fe; The Remnant)

Artículo completo original aquí


Nota del Editor: Escribí esto el año pasado, y apareció solamente en la edición impresa de The Remnant. Dados los acontecimientos recientes, involucrando a un papa Francisco cada vez más agresivo, parece apropiado publicarlo aquí en nuestro sitio. MJM
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La enseñanza inmutable de la Iglesia sobre el deber de los fieles católicos a resistir a la autoridad legítima en tiempos de crisis está fundada en la Escritura: “Mas cuando Cefas vino a Antioquía” -escribe san Pablo en Gálatas 2:11- “le resistí cara a cara, por ser digno de reprensión”.
En las Escrituras, la exhortación más firme al respecto viene también de Gálatas: “Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!”(Gal 1, 8)
Como católico que llegó a la mayoría de edad durante la turbulenta era post-conciliar, era claro para mí, incluso de niño, que los Papas pueden fallar y causar un gran daño a la Iglesia. Pero siempre consideré que este potencial era más por ignorancia o debilidad humana, que por pura maldad. El mismo Pedro sentó el precedente. Antes de dejar su vida por Cristo, nuestro primer Papa lo negaría tres veces, excediéndose, por demás, en demostrar que los Papas están ciertamente sujetos a la debilidad humana. ¿Pero deseaba Pedro destruir la Iglesia? Definitivamente no. ¿Y Liberio? ¿Honorio? ¿Alejandro VI? Otra vez, parecería que no.
Los intentos papales proactivos para destruir la Iglesia son en verdad escasos, y de hecho parecen estar confinados casi exclusivamente a los pontificados de los más recientes ocupantes de la silla de Pedro. Pero incluso estos intentos no parecen descalificar como vicarios legítimos de Cristo en la tierra a los pontífices culpables. Así como Pedro negó a Cristo y se unió momentáneamente a quienes deseaban su sangre, los sucesores de Pedro, evidentemente, tampoco estarían impedidos de tomar parte en el misterio de iniquidad; cosa que no sorprende demasiado a quienes recuerdan la visión del papa León, la de Cristo permitiendo al mismo Satanás poner a prueba a su Iglesia durante cien años.
Pero dado que los sucesores de Pedro pueden—por temor, debilidad o desorientación diabólica—trabajar activamente para destruir la Iglesia, esto no significa que estén por encima de todo reproche o que no deban ser fuertemente resistidos.
“Así como es lícito resistir al Papa que ataca el cuerpo” -argumenta san Roberto Belarmino (De Romano Pontifice, Lib. II, Ch. 29)- “también es lícito resistir al que ataca a las almas, altera el orden civil o, sobre todo, al Papa que intenta destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirlo no haciendo aquello que ordena y evitando que se ejecute su voluntad.”
Hace cincuenta años, en la noche del 16 de noviembre de 1965, unos cuarenta obispos católicos se reunieron en las catacumbas de Santa Domitila para decir misa y, efectivamente, para hacer un juramento de renuncia eclesial cuando se trate del dogma que sostiene que la Iglesia católica es la única vía de salvación.
Bajo la apariencia de lo que la historia consideraría una nueva preocupación de la Iglesia por la condición humana, este cuadro de modernistas juró cambiar la Iglesia católica para siempre transformándola en una “Iglesia para los pobres” que levantaría la bandera blanca en relación a la dura doctrina y el compromiso de la Iglesia con proteger del mal, fomentar la santidad y trabajar para la salvación de las almas.
Según el informe favorable del Washington Post sobre este acontecimiento, ‘El Pacto de las Catacumbas’—cuya descripción parece extraída de las páginas de una novela de Malachi Martin—se desarrolló a modo de drama:
La misa fue celebrada poco antes de terminado el concilio Vaticano II, la reunión histórica de todos los obispos del mundo que a lo largo de tres años puso a la Iglesia en el camino de la reforma y de un compromiso sin precedentes con el mundo moderno — lanzando el diálogo con otros cristianos y otras religiones, respaldando la libertad religiosa y cambiando la misa del latín a la lengua vernácula, entre otras cosas…
Y mientras la liturgia finalizaba bajo la tenue luz de la abovedada cámara del siglo IV, cada uno de los prelados se acercó al altar y adhirió su nombre al corto pero apasionado manifiesto que prometía que todos ellos "intentarían vivir de acuerdo a la manera ordinaria de su gente en todo lo referido a la vivienda, alimentos, medios de transporte y asuntos relacionados".
Los signatarios juraron renunciar a las posesiones personales, las vestimentas sofisticadas, y los “nombres y títulos que denoten prominencia y poder,” [por ejemplo, ‘Papa’, ‘monseñor’ etc.] y dijeron que abogar por los pobres y los débiles sería el foco de su ministerio. Para todo esto, dijeron, “buscaremos colaboradores en el ministerio para que podamos ser animadores según el espíritu en lugar de dominadores según el mundo; trataremos de ser lo más humanamente presentables y acogedores posible; y nos mostraremos abiertos a todos, sin importar sus creencias.”
El documento sería conocido como ‘El Pacto de las Catacumbas’, y los firmantes esperaban que marcara un punto de inflexión en la historia de la Iglesia. En cambio, el citado pacto de las catacumbas desapareció, para toda intención y propósito. Apenas se lo menciona en las exhaustivas historias del Vaticano II, y si bien hay copias del documento circulando, nadie sabe qué sucedió con el documento original. Además, el número exacto y los nombres de los firmantes originales está en discusión, si bien se cree que sólo uno sobrevive aún: Luigi Bettazzi, de casi 92 años, obispo emérito de la diócesis italiana de Ivrea.
Si bien jamás se menciona ‘El Pacto de las Catacumbas’, no es difícil observar que el papa Francisco sabe acerca de él. Y de acuerdo al Washington Post, el cardenal Kasper concuerda, admitiendo que el programa del papa Francisco “es en gran medida lo que era ‘el Pacto de las Catacumbas’. Ahora se habla en todos lados del ‘Pacto de las Catacumbas’.” Kasper incluso lo menciona en su libro Misericordia: Clave del Evangelio y de la Vida Cristiana.
El Post publica que este mes se llevará a cabo en Roma un seminario de jornada completa, marcando el aniversario de este acontecimiento: (...) Un reconocido historiador de la Universidad de Santo Tomás en Saint Paul [Minnesota], Massimo Faggioli, dijo al Post que el ‘Pacto de las Catacumbas’ es clave para comprender a Francisco: “con el papa Francisco no se puede ignorar el ‘Pacto de las Catacumbas’. Es una clave para entenderlo a él, por eso hoy no es un misterio que haya regresado a nosotros.”
“Tenía el olor del comunismo” dice fray Uwe Heisterhoff, miembro de la Sociedad del Verbo Divino, la comunidad misionera a cargo de las Catacumbas de Domitila: “Lo que las catacumbas representaban realmente,” dijo Heisterhoff, “era una Iglesia sin poder, una Iglesia que mostraba lo que Francisco alabó como ‘testigo convincente’ — una visión radical de simplicidad y servicio que dice el Papa que es necesaria para la Iglesia actual—.”
En otras palabras, una Iglesia que será neutralizada, marginada y eventualmente aplastada bajo el dominio del mundo moderno, dado que ella está esencialmente aceptando cambiar su mandato divino de bautizar a todas las naciones por una mezcolanza llamada hermandad del hombre.
No se confundan: el papa Francisco está tratando de destruir la Iglesia tal como existió por dos mil años. ¿Por qué? Por su compromiso personal de enrolar a la Iglesia en una guerra mundial para establecer un nuevo orden social, tal como prometió hacer el párrafo número 10 de Pacto de las Catacumbas:
Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos promulguen, y pongan en práctica, leyes, estructuras e instituciones sociales requeridas por la justicia y la caridad, la igualdad y el desarrollo armonioso y holístico de todos los hombres y mujeres y, de esta manera, dar lugar al advenimiento de otro orden social, digno de hijos e hijas de la humanidad y de Dios. También conocido como Nuevo Orden Mundial basado en la hermandad del hombre y el rechazo del reinado de Jesucristo.
Acabo de regresar del Sínodo de la Familia en Roma, el cual, debo decirlo, se trató más que nada del surgimiento de la nueva Iglesia de la hermandad del hombre concebida hace cincuenta años en esa catacumba romana. He regresado de la Ciudad Eterna convencido sin sombra de duda que hemos entrado en la siguiente fase de la auto-demolición de la Iglesia de Pablo VI.
Como miembros de la prensa, nos reunimos en la sala de prensa del Vaticano a escuchar al Papa y a los padres sinodales elegidos a dedo explicar por qué las palabras de Nuestro Señor y las enseñanzas tradicionales e infalibles de la Iglesia ya no están a la altura para lidiar con los problemas de una sociedad iluminada y moderna como la nuestra.
Fuimos instruidos en lecciones de misericordia (como si la Iglesia del pasado no supiera nada de ello) y la importancia de la escucha porque, verán, esta nueva Iglesia trata de ser complaciente con quienes en el último medio siglo recibieron piedras en lugar de pan, no fueron catequizados, y ahora están en familias destruidas que han estado bebido demasiado de las fuentes venenosas del Vaticano II y de la nueva misa. Dado que ahora los católicos se divorcian y toman anticonceptivos al mismo ritmo que el resto del mundo, es hora de que los obispos y los Papas los escuchen, aprendan de ellos y basen la política pastoral futura en las mismas políticas fracasadas que los condujeron a la ruina.
¡Sí, es así de estúpido!
La entera pesadilla sinodal es como un extraño experimento de la era soviética que primero lava los cerebros de la gente y luego les pide que expresen lo que el Gran Hermano necesita escuchar para justificar la revolución que él hará creer al mundo que es voluntad del pueblo.
Sorprendentemente, la Iglesia post-conciliar que ya ni puede llenar los bancos, igualmente llevó a cabo un sínodo complejo cuyo propósito era apuntar los dedos acusadores a la Iglesia de hace 2000 años que construyó la majestuosa cristiandad y bautizó a medio planeta.
En una de las conferencias de prensa del sínodo, observé con abatida incredulidad al arzobispo Leonard de Bélgica asegurar a la prensa que este sínodo lo oficializa: No somos una Iglesia que juzga. Somos una Iglesia acogedora, que escucha a la gente y le habla en términos claros. La ternura es la palabra de este sínodo. Este es el comienzo de una nueva Iglesia.”
Presuntamente, en oposición a la vieja Iglesia, que juzgaba a las personas y no las hacía sentirse bienvenidas. ¡Dios, ayúdanos, qué blasfemia!
Pero el cardenal de Ghana Peter Turkson coincidió alegremente: “Sí, este sínodo es un emblema de la nueva Iglesia.”
Al menos en esto nos dicen la verdad: han salido de la catacumba y admiten públicamente lo que se traen entre manos. El Sínodo de la Familia fue debido a la promesa de Francisco de cambiar la Iglesia de manera tal que ningún Papa futuro pudiera volverla a lo que era … al menos ése es el deseo.
El Sínodo refleja el espíritu de una nueva era, la del Concilio y de lo que pasó hace 50 años en aquella catacumba bajo las calles de Roma, donde los clérigos se rindieron al mundo en la boca de una catacumba de 10 millas con tumbas de 100.000 cristianos convertidos en tontos testigos de la segunda traición de Pedro—esta vez la del Cuerpo Místico de Cristo.
¿Puede un Papa destruir la Iglesia? ¡No! ¿Puede un Papa intentar destruir la Iglesia? Bueno, eso es exactamente lo que está haciendo Pedro, quien se encuentra una vez más en el patio del sumo sacerdote, y el Cuerpo Místico de Cristo está frente a Pilato, azotado y coronado con espinas. La pregunta es, ¿cuándo comenzará Pedro a llorar?
Michael Matt
Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original.
Nota: “Un «Pacto de las Catacumbas» hasta ahora secreto, surge después de cincuenta años y Francisco le da nueva vida”, por David Gibson

EXCLUSIVA: Rorate Caeli entrevista a Mons. Schneider (FSSPX, lavado de pies a mujeres, consagración de Rusia, obispos antipastorales y mucho más)


ORIGINAL  AQUÍ

PUBLICADO POR RORATE COELI EL 3 DE FEBRERO DE 2016

DE LECTURA OBLIGADA PARA TENER IDEAS CLARAS ACERCA DE LA CRISIS ACTUAL DE LA IGLESIA Y OTROS TEMAS DE INTERÉS  PARA  TODO CATÓLICO.
[Nota: Hay otra entrevista a Monseñor Schneider que se encuentra en un vídeo de este blog, del 6 de junio de este año. La exhortación apostólica Amoris Laetitia , conclusión de los dos sínodos sobre la familia, ya era bien conocida cuando se realizó esta nueva entrevista]

La semana pasada Rorate Caeli entrevistó sobre varios temas a uno de los prelados con más perfil en la restauración de la misa latina tradicional y de la fe, Su Excelencia el obispo Athanasius Schneider. 
En el curso del amplio espectro de esta entrevista Su Excelencia se explayó cuidadosamente acerca de asuntos cruciales para la Iglesia en este importante momento de crisis. Es imprescindible leer la entrevista en su totalidad para no perderse los comentarios de Su Excelencia acerca de la condición actual de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), la participación de la mujer en la misa y el lavado de pies, si fue realmente Rusia consagrada al Inmaculado Corazón de María, el Summorum Pontificum y los obispos antipastorales y mucho, mucho más. 
Se puede reproducir libremente este texto haciendo siempre mención a Rorate Caeli.
*NB: el texto en negrita es énfasis añadido por Rorate Caeli



LA IGLESIA POSTSINODAL Y LOS NO CREYENTES DENTRO DE LA JERARQUÍA
Rorate Caeli: Acerca del sínodo próximo pasado, no sabremos cuál será el impacto legal que tendrá en la Iglesia por algún tiempo ya que es el Papa quien debe tomar el siguiente paso; más allá del resultado, y a todos los efectos, ¿no existe ya un cisma en la Iglesia? De ser así, ¿qué significa en sentido practico? ¿En qué manera se manifestará ante el católico típico de a pie?
S.E. Schneider: El cisma significa, según la definición que le da el Código de derecho canónico, Can. 751, «cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos». Es necesario distinguir entre el defecto en una creencia, o herejía, con el cisma. El defecto en una creencia, o herejía, es ciertamente un pecado mayor que el cisma, como lo afirma Santo Tomas de Aquino: «es evidente que la infidelidad es pecado contra Dios mismo, en cuanto que es en sí mismo la verdad primera en que se apoya la fe. El cisma, en cambio, se opone a la unidad de la Iglesia, que es un bien participado, menor que Dios mismo. Resulta, pues, evidente que el pecado de infidelidad, por su naturaleza, es más grave que el de cisma» (II-II, p. 39, r. 2 c). 

La crisis de la Iglesia en nuestros días consiste en 
un creciente fenómeno, el de individuos que no creen plenamente, o profesan íntegramente la fe católica, y que con frecuencia ocupan puestos estratégicos para la vida de la Iglesia, como profesores de teología, maestros en seminarios, superiores religiosos, párrocos y hasta obispos y cardenales. Estos individuos, con una fe defectuosa, declaran estar sometidos a la autoridad del Papa. 

El colmo de la confusión y el absurdo se manifiesta cuando esos clérigos semiherejes afirman que aquellos que defienden la pureza y la integridad de la fe católica se oponen al Papa —son cismáticos, según esa opinión. Para el católico promedio, desde las bancas, una situación de confusión como esta es un verdadero reto a su fe en una Iglesia indestructible. Deben, sin embargo, continuar aferrándose a la integridad de su fe según las verdades católicas inmutables que hemos recibido de nuestros antepasados, las mismas que encontramos plasmadas en el catecismo tradicional y en las obras de los padres y doctores de la Iglesia.   
Rorate Caeli: Ya que hablamos del católico típico, ¿con qué tendrá que lidiar el típico párroco postsinodal que no tuvo necesidad de encarar antes? ¿Qué nuevas presiones, tal como el lavado de pies a mujeres el Jueves Santo, según el ejemplo de Francisco, agobiarán a los párrocos aún más al sumarse a las ya existentes?

S.E. Schneider: 
El párroco católico típico debe conocer bien el significado inmutable de la fe católica, así como el significado perenne de las normas de la liturgia católica y, consciente de todo esto, fundar ahí su certeza y su entereza interior. Debe recordar siempre los principios católicos del discernimiento: «Quod semper, quod ubique, quod ab omnibus”», i.e., lo que se ha sostenido y practicado siempre, por todos y por doquier. 

Las categorías «siempre, por doquier y por todos» no se deben considerar en un sentido aritmético, sino en un sentido moral. Un criterio concreto para el discernimiento es el siguiente: ¿Constituye el cambio en una afirmación doctrinal, en una práctica pastoral o doctrinal, una ruptura con el pasado centenario o quizá milenario? ¿Causa realmente esta innovación que la fe luzca más diáfana y brillante? ¿Nos acerca más esta innovación a la santidad de Dios, o manifiesta de manera más profunda los misterios divinos? ¿Esta innovación en la disciplina incrementa realmente en mayor medida nuestro celo por la santidad de la vida? 


En lo que se refiere específicamente a la innovación de lavar los pies de una mujer durante la Santa Misa de la Última Cena el Jueves Santo, en esta Santa Misa celebramos la conmemoración de la institución de la eucaristía y el sacerdocio. 
Por lo tanto, lavar los pies de hombres y mujeres constituye no solo una distracción del enfoque central en la Eucaristía y el sacerdocio, sino que genera también confusión en torno al simbolismo histórico de «los doce» y del sexo masculino de los apóstoles. Universalmente, la tradición de la Iglesia jamás ha permitido el lavado de pies durante la misa, únicamente fuera de ella, en una ceremonia especial. 

Por cierto, el hecho de que un hombre lave en público los pies de una mujer y los bese —y en nuestro caso se trata de un sacerdote o un obispo— se considera, por cualquier persona con sentido común en cualquier cultura, como un acto indebido y hasta indecente. Demos gracias a Dios que ningún sacerdote u obispo está obligado a lavar en público los pies de una mujer el Jueves Santo, ya que no existe una norma vinculante y el lavado es, en si mismo, tan solo facultativo.    
LA FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X (FSSPX)
Rorate Caeli: Una situación atípica en la Iglesia es la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX). ¿A que se debe, Su Excelencia, que tantos católicos se sienten atemorizados por la FSSPX, o sienten ansiedad ante cualquier asociación con esta? Según lo que Su Excelencia ha podido observar ¿que dones considera que la FSSPX podría introducir en la vertiente central del catolicismo?
S.E. SchneiderCuando algo o alguien es insignificante o débil a nadie le causa temor. Aquellos que están atemorizados de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X están, en resumidas cuentas, atemorizados de las verdades católicas perennes y de sus precisiones en el ámbito moral y litúrgico. 

Cuando la FSSPX cree, adora y vive moralmente de la misma manera que nuestros antepasados, de la misma manera que lo hicieron los santos mejor conocidos durante un periodo milenario, 
no nos queda más que considerar la obra de estos sacerdotes católicos y fieles de la FSSPX como un don a la Iglesia en nuestros días —quizá incluso como uno de los instrumentos de los que se vale la Divina Providencia para remediar la enorme crisis actual de la fe, de la moral y de la liturgia dentro de la Iglesia. 

Existen, sin embargo, en algunos sectores de la FSSPX, 
como ocurre en toda sociedad humana, personalidades excéntricas; estas tienen un método y una mentalidad con cierta escasez de justicia y caridad y como consecuencia ese sentire cum ecclesia, y hay peligro de una doctrina autocéfala y de considerarse como la última instancia judicial de la Iglesia. Sin embargo, a mi saber y entender, la parte saludable corresponde con la mayoría de la FSSPX, y yo considero a su superior general, Su Excelencia monseñor Bernard Fellay, como un obispo católico verdaderamente ejemplar. Hay esperanzas de un reconocimiento canónico de la FSSPX.   
EL SÍNODO Y LA PAPOLATRÍA
Rorate Caeli: Volviendo al Sínodo, mientras que se centra en la tradición, ¿cree Su Excelencia que los cambios en la liturgia Romana después de Vaticano II han contribuido a la actual crisis en la Iglesia, en el matrimonio, en la familia y en la moral de la sociedad en general?
S. E. Schneider: Yo no afirmaría eso de tal manera. De hecho, el origen de la actual crisis en la Iglesia, en la crisis del matrimonio, en la de la familia y en la de la moral en general no es la reforma litúrgica, sino los defectos en la fe con la doctrina del relativismo, de la que brota la moral y la litúrgica relativista. Ya que si yo tengo fe de forma defectuosa, viviré con una moral defectuosa en la vida y adoraré defectuosamente, de manera indiferente. Primero es necesario restaurar la claridad y la firmeza de la doctrina, de la fe y de la moral en todos los niveles, para desde allí, empezar a mejorar la liturgia. La integridad y la belleza en la fe exigen la integridad y la belleza de la vida moral, y esto exige a su vez la integridad y la belleza de la adoración pública.
Rorate Caeli: Siguiendo con el Sínodo, está claro para aquellos que tienen ojos para ver como el Papa Francisco ha causado gran confusión en lugar de claridad durante el proceso Sinodal, y como este alentó un giro hacia la ruptura al elevar el papel de los Cardenales Kasper y Danneels, del Arzobispo Cupich, etc. ¿Cuál sería la actitud correcta que un católico debería tomar en relación al papa en estos tiempos difíciles? ¿Estarían los católicos obligados a dar a conocer sus opiniones y a “resistir” tal y como el Cardenal Burke dijo en una entrevista el año pasado con nosotros, incluso cuando sus opiniones son críticas con el Papa?
S. E. Schneider: Durante muchas generaciones, hasta nuestros días, reinó en la vida de la Iglesia una especie de “papa-centrismo” o una especie de “papolatría“, que era sin duda alguna, algo excesivo en comparación con la visión moderada y sobrenatural de la persona del Papa y la debida veneración que le era debida en tiempos más antiguos. Una actitud tan exagerada hacia la persona del Papa genera en la práctica un sentido teológico excesivo y equivocado sobre el dogma de la infalibilidad Papal.
Si el Papa fuese a decirle a toda la iglesia que hiciese algo que pudiese dañar directamente a una verdad inmutable Divina o a un mandamiento Divino, todos los católicos tendrían el derecho a corregirlo en la debida forma, respetuosamente y movidos de reverencia y amor por el oficio sagrado y la persona del Papa. La Iglesia no es la propiedad privada de la Papa. El Papa no puede decir “yo soy la Iglesia”, como hizo el rey Luis XIV de Francia, quien dijo: “L’État c’est moi.” El Papa es sólo el Vicario, no el sucesor de Cristo.
Las preocupaciones acerca de la pureza de la fe, es en última instancia una cuestión de todos los miembros de la Iglesia que son uno, y un cuerpo único vivo. En los tiempos antiguos, antes de confiarle a alguien en el cargo sacerdotal u obispal, se les preguntaba a los fieles si podían garantizar que el candidato tenía una fe adecuada y una elevada conducta moral. El viejo Pontificale Romanum dice: “El capitán de un barco y sus pasajeros tienen las mismas razones para sentirse seguros o en peligro durante un viaje, por lo tanto, deben ser una sola mente en sus intereses comunes.” Fue precisamente el Concilio Vaticano II, quien alentó a los fieles, para contribuir al auténtico bien de la Iglesia, con el fortalecimiento de la fe.
Creo que, en un momento en el que una gran parte de los titulares de la oficina del Magisterio son negligentes en su deber sagrado, el Espíritu Santo llama a día de hoy a los fieles, para que llenen ese vacío y para que con un auténtico “sentire cum ecclesia“, defiendan con valentía la fe Católica.
TRADICIÓN Y SUS ENEMIGOS DE DENTRO
Rorate Caeli: ¿Es el papa la medida de la Tradición, o está él medido por la tradición? Y ¿deberían de rezar los fieles católicos para que llegase pronto un papa tradicional?
S. E. Schneider: El Papa no es ciertamente la medida de la tradición, sino todo lo contrario. Siempre debemos tener en mente la siguientes enseñanza dogmática del Concilio Vaticano I: La función de los sucesores de Pedro no consiste en dar a conocer una nueva doctrina, sino en vigilar y exponer fielmente el depósito de la fe transmitida por los apóstoles (cf. Constitutio Dogmatica Pastor Aeternus, cap. 4).
En el cumplimiento de una de sus tareas más importantes, el Papa ha de esforzarse para que “A fin de que, apartado todo el rebaño de Cristo del pasto venenoso del error, sea alimentado con el manjar saludable de la doctrina celestial” (Concilio Vaticano I, ibíd.). La siguiente expresión, que estaba en uso desde los primeros siglos de la Iglesia, es uno de las definiciones más notables del oficio Papal, y tiene que ser en cierto sentido como una segunda naturaleza de cada Papa: Y así Nos, adhiriéndonos fielmente á la tradición de la fé cristiana entendida desde su origen (Concilio Vaticano I, ibíd.).
Siempre debemos orar para que Dios dé a Su Iglesia Papas con mentalidad tradicional. Sin embargo, tenemos que creer en estas palabras: “A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad” (Hechos 1: 7).
Rorate CaeliSabemos que hay muchos obispos y cardenales – posiblemente la mayoría – que quieren cambiar el lenguaje doctrinal de la Iglesia y la antigua disciplina, bajo las excusas del “desarrollo de la doctrina” y de la “pastoral de la compasión.” ¿Qué está mal con su argumento?
S. E. Schneider: Expresiones tales como “desarrollo de la doctrina” y “pastoral de misericordia” son de hecho, generalmente un pretexto para cambiar la enseñanza de Cristo, y en contra de su sentido e integridad perennes, tal y como los Apóstoles la habían transmitido a toda la Iglesia, y que fue preservada fielmente a través de los Padres de la Iglesia, de las enseñanzas dogmáticas de los Concilios Ecuménicos y de los Papas.
En definitiva, esos clérigos quieren otra Iglesia, y aun otra religión: Una religión naturalista, que se adapte al espíritu de la época. Tales clérigos son realmente lobos vestidos de oveja, a menudo, coqueteando con el mundo. No son pastores valientes pastores–, sino más bien conejos cobardes.
EL PAPEL DE LA MUJER EN LA IGLESIA
Rorate CaeliEscuchamos mucho sobre el papel de la mujer en la Iglesia de hoy – el llamado “genio femenino”. Las mujeres, obviamente, han jugado un papel fundamental en la Iglesia desde el principio, empezando con la Santísima Virgen María. Pero litúrgicamente, Cristo nos mostró Su posición tan claro como el agua, tal y como lo hicieron los papas preconciliares. ¿Cree Su Excelencia que la implicación de las mujeres en la liturgia, tanto si se trata de mujeres que toman parte en el Novus Ordo de la Misa como de niñas monaguillos, ha jugado un papel positivo o negativo en la Iglesia de las últimas cuatro décadas?
S. E. Schneider: No Hay ninguna duda sobre el hecho de que la implicación de las mujeres en los servicios litúrgicos en el altar (tanto como lectores, o sirviendo en el altar o distribuyendo la Sagrada Comunión) representa una ruptura radical con toda la tradición universal de la Iglesia. Por lo tanto, es una práctica que está en contra de la tradición Apostólica.
Esta práctica dio a la liturgia de la Santa Misa, una clara forma protestante y caracterizándola como si fuese una reunión informal de oración o un evento de catequesis. Esta práctica va sin duda contra las intenciones de los Padres del Concilio Vaticano II y no hay en ellos una indicación de esto en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia.
LA SANTA MISA TRADICIONAL 
Rorate Caeli: Su Excelencia es bien conocido por la celebrar la Santa Misa Tradicional en muchos lugares alrededor del mundo. ¿Cuál es lección más profunda que Vuestra Excelencia ha aprendido al decir la Misa en latín, tanto como sacerdote y como obispo, para que otros sacerdotes y obispos pueden tener la esperanza de ganar la misma experiencia al decir la Misa Tradicional?
S. E. Schneider: La más profunda de las lecciones que he aprendido de la celebración de la tradicional forma de decir la Misa es esto: Yo solo soy sólo un pobre instrumento de lo sobrenatural, y de una elevada acción sagrada, cuyo celebrante principal es Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Siento que durante la celebración de la Misa, pierdo, en cierto sentido, mi libertad individual, por las palabras y los gestos que son prescritos incluso en sus detalles más pequeños, y no soy capaz de deshacerme de ellos. En mi corazón siento profundamente que sólo soy un siervo y un ministro, que aunque con libre albedrío en la fe y en el amor, no se cumple mi voluntad, sino la voluntad de Otro.
El más que milenario y tradicional antiguo rito de la Santa Misa, que ni siquiera el Concilio de Trento cambió, porque el Ordo Missae antes y después de este Concilio era casi idéntico, proclama con fuerza evangelizadora la Encarnación y la Epifanía de la inefable santidad e inmensidad de Dios, que en la liturgia como “Dios con nosotros”, o como “Emmanuel,” se hace tan pequeño y tan cerca de nosotros. El rito tradicional de la Santa Misa está muy elaborado y, al mismo tiempo, es una poderosa proclamación del Evangelio, al realizar la obra de nuestra salvación.
Rorate Caeli: Si el Papa Benedicto está en lo correcto al decir que el Rito Romano en la actualidad (aunque parezca extraño) existe en dos formas, en lugar de uno, ¿por qué no ha sucedido todavía el que todos los seminaristas estén obligados a estudiar y aprender la Santa Misa Tradicional en latín, como parte de su formación en el seminario? ¿Cómo puede ser que un sacerdote diocesano de la Iglesia Romana no conozca las dos formas del rito de su Iglesia? Y ¿cómo pueden denegar a tantos católicos los sacramentos y la Santa Misa por el Rito Tradicional si es igual a la otra forma?
S. E. Schneider: De acuerdo con las intenciones del Papa Benedicto XVI, y de las normas claras en la Instrucción “Universae Ecclesiae”, todos los seminaristas católicos tienen que saber la forma tradicional de la Santa Misa y saber celebrarla. El mismo documento dice que esta forma de Misa es un tesoro para toda la Iglesia – esto es para todos los fieles.
El Papa Juan Pablo II hizo un llamamiento urgente a todos los obispos para acomodar generosamente el deseo de los fieles con respecto a la celebración de la tradicional forma de la Santa Misa. Cuando los clérigos y obispos obstruyen o restringen la celebración de la Misa Tradicional, no obedecen lo que dice el Espíritu Santo a la Iglesia, y actúan de una manera muy anti-pastoral. Se comportan como si fuesen los poseedores del tesoro litúrgico, que no les pertenece, ya que son únicamente sus administradores.
Al negar la celebración de la Misa Tradicional o su obstrucción y discriminación en contra de ella, se comportan como un administrador infiel y caprichoso que – contrario a las instrucciones del padre de la casa – mantiene la despensa bajo llave como una malvada madrastra que da a los niños una comida magra. Tal vez estos clérigos tienen miedo del gran poder de la verdad que irradia la celebración de la Misa Tradicional. Uno podría comparar a la Misa Tradicional con un león: al dejarlo libre, se defenderá a sí mismo.
RUSIA AÚN NO ESTA CONSAGRADA EXPLÍCITAMENTE
Rorate Caeli: Hay muchos rusos ortodoxos donde vive Su Excelencia. ¿Le han preguntado a Su Excelencia personas en el Patriarcado de Moscú o el mismo Alexander de Astana sobre el reciente Sínodo o acerca de lo que está sucediendo a la Iglesia bajo el pontificado de Francisco? ¿O han llegado ya al punto de que no les importe esta situación?
S. E. Schneider: Los Prelados Ortodoxos con los que tengo contacto, generalmente no están bien informados sobre la actualidad interna o los conflictos de la Iglesia Católica. Al menos nunca han hablado conmigo acerca de tales cuestiones. A pesar de que no reconocen la jurisdicción de la primacía del Papa, sin embargo ven al papado como el puesto principal dentro del rango jerárquico de la Iglesia, desde un punto de vista de orden de protocolario.
Rorate Caeli: Estamos a sólo un año del centenario de Fátima. Discutiblemente Rusia no fue consagrada al Inmaculado Corazón de María y ciertamente no ha sido convertida. La Iglesia, aunque siempre está inmaculada, se encuentra en un completo desorden – tal vez incluso peor que durante la herejía arriana. ¿Irán las cosas de mal a peor antes de que puedan mejorar? Y ¿cómo deberían de prepararse los fieles católicos para lo que viene?
S. E. Schneider: Tenemos que creer firmemente: La Iglesia no es nuestra, ni del Papa. La Iglesia es de Cristo y sólo Él la posee y la conduce indefectiblemente, incluso a través de los periodos más oscuros de crisis, tal y como de hecho es la presente situación actual.
Esta es una demostración del carácter Divino de la Iglesia. La Iglesia es esencialmente un misterio, un misterio sobrenatural, y no podemos acercarnos a ella, del mismo modo al que nos acercaríamos a un partido político o a una sociedad meramente humana. Al mismo tiempo, la Iglesia es humana y en su nivel humano, tiene hoy en día que soportar una dolorosa pasión, que es a su vez una participación en la Pasión de Cristo.
Uno puede pensar que la Iglesia de nuestros días está siendo flagelada como lo fue nuestro Señor; que está siendo despojada, tal y como lo fue Nuestro Señor, en la décima estación de la Cruz. La Iglesia, nuestra Madre, está siendo obligada contra las cuerdas no sólo por los enemigos de Cristo, sino también por algunos de sus colaboradores en el rango del clero, e incluso a veces del alto clero.
Todos los que somos buenos hijos de la Madre Iglesia, como valientes soldados, tenemos que intentar liberar a nuestra Madre – con las armas espirituales para defender y proclamar la verdad, la promoción de la Liturgia Tradicional, la adoración Eucarística, la cruzada del Santo Rosario, la batalla contra el pecado en la vida privada y la búsqueda de la santidad.
Tenemos que orar para que el Papa pueda pronto consagrar explícitamente a Rusia al Inmaculado Corazón de María, y entonces Ella ganará, tal y como la Iglesia oró desde los tiempos antiguos: “Alégrate, Virgen María, tú sola has destruido todas las herejías del mundo entero.” (Gaude, Maria Virgo, cunctas haereses sola interemisti in universo mundo).
[Traducción por Enrique Treviño y Miguel Tenreiro. Artículo original]