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sábado, 27 de septiembre de 2014

La intolerancia de los ateos (2 de 4)

Dice, además, que "las creencias personales son un asunto privado que en nada tienen que afectar al espacio público común, que es el Estado".  Totalmente en desacuerdo ... pero bueno, admitamos que eso fuera así. Por la misma razón y en buena lógica, las increencias personales son también un asunto privado. ¿O no? 

¿Por qué se están introduciendo en los colegios ideologías ateas, contrarias a la fe católica, a la que se ataca impunemente, adoctrinando a los niños, además, en la ideología de género, que es claramente una aberración? ¿Esto sí puede hacerse? ¿No se están aplicando aquí las increencias personales, que son un asunto privado, y que en nada tienen que afectar al espacio público común, que es el Estado? ¿En qué quedamos?. ¿O es que es aquí donde debe aplicarse la ley del embudo que, como sabemos, es claramente discriminatoria? 


Se dice que el Estado no es, ni debe ser, confesional. Vale: aceptado como hipótesis: hay una separación Iglesia - Estado. Aceptemos, incluso, que la religión no debe impartirse en los colegios como una asignatura más. Perfecto ... ¡Pero seamos lógicos! [si es que la palabra lógica existe en el vocabulario ateo]
pues si se acepta dicha hipótesis debe haber también una separación Antiiglesia - Estado ... y no debe impartirse clase de  "antirreligión" en los colegios. 

Dicho de otro modo; a la aserción de los ateos: "El Estado no es confesional  y, por lo tanto, no debe enseñarse "religión" en los colegios" se le puede responder con otra aserción del mismo rango, que sería esta otra: "El Estado no es confesional y, por lo tanto, no debe enseñarse "antirreligión" en los colegios" Alguien podría pensar que se trata de un simple juego de palabras. Pero no es así, por desgracia. El ateísmo se ha convertido en la "nueva religión", una religión sin dios, cuyo programa consiste, básicamente, en atacar la religión católica: es una "antirreligión" que adoctrina a los alumnos.  


No nos engañemos: si se enseña "antirreligión" 
[como, de hecho, se está haciendo ya en muchos colegios y, además, de forma obligatoria, en la llamada "educación para la ciudadanía" u otra asignatura con cualquier otro nombre, pero con el mismo contenido]  el Estado es, entonces, confesional [y aunque doy por seguro de que muchos negarán esta afirmación, yo pienso seguir llamando a las cosas por su nombre: mentalmente, además, es lo más sano]. Existe un claro nexo, unión o acuerdo, entre el Estado y el ateísmo, la "nueva religión" (pues una "antirreligión" es también una "religión" ... aunque de otro signo). Y ahora sí que podemos hablar de un adoctrinamiento real que promueve directamente el odio; en concreto, el odio a la religión católica. Y esto se hace desde el propio Estado -independientemente del Partido que esté en el Poder-, lo que hace que la gravedad sea mucho mayor. 


En la letra escrita se dice que el Estado es aconfesional, pero lo cierto es que esa palabra de "aconfesional" ya no la utiliza nadie o casi nadie. De hecho, sin embargo, no existe tal aconfesionalidad y lo que se dice, sin ambages, es que el Estado es laico (y laico en el sentido de "antirreligioso", en el sentido de ir en contra de la religión, la católica por supuesto) y no aconfesional (pues no respeta las diferentes creencias)


Yo diría, aunque parezca un contrasentido expresarlo así, que tenemos un Estado laico "confesional". Se dirá que laico y confesional son incompatibles. No se puede ser ambas cosas, al mismo tiempo. Y ciertamente que sería así ... ¡si a las cosas se las llamara por su nombre! ... ¡pero no es el caso!. Vivimos en el mundo de las mentiras ... Y en este mundo se ha hecho patente (aunque muy pocos lo vean) la aparición de una nueva "religión", con sus 'exigencias' y con sus 'dogmas', como es lo propio de todas las religiones. 

Esta "nueva religión" (aunque no se presente usando esta terminología, como yo lo hago) tiene un nombre: ateísmo. Estado laico se ha transformado en sinónimo de Estado ateo ... pero se trata de un ateísmo, no sólo antirreligioso, sino también- y esto es lo más preocupante- beligerante e intolerante para con los cristianos, a quienes odia por el mero hecho de serlo. De modo que el Estado, en este sentido, sí que profesa una confesión "religiosa". La nueva "confesionalidad" del Estado "laico" es el ateísmo como antirreligión, convertido en la "nueva religión" universal (curiosamente una religión sin dios y forjada por el hombre, que sería el único dios).

Existe un plan premeditado para imponer el ateísmo  (la "nueva religión", como digo) al conjunto de la nación, un plan que comienza [ha comenzado ya] con la educación, atacando el punto más vulnerable y más importante de la sociedad, que son los niños, a los que se adoctrina en esta ideología perniciosa y perversa [mediante asignaturas "especiales" -llámense como se llamen- inventadas para ese fin, y falsificando la historia mediante la llamada Ley de Memoria Histórica, cuyo nombre correcto sería el de Ley de Mentira Histórica].  Y este plan tiene todos los visos de llevarse a cabo con éxito. 


Ojalá que me equivoque pero a la vista de todo lo que está ocurriendo, sin que prácticamente nadie mueva un dedo, mucho me temo que los enemigos de la fe acaben venciendo en esta batalla. Cierto que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia" (Lc 16, 18), pero resuenan en mis oídos estas palabras del Señor: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18, 8b) lo que significa, a mi entender, que serán muy pocos los que aún queden con fe cuando llegue ese momento, hasta el punto que -dice también Jesús- "de no acortarse esos días, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos esos días se acortarán" (Mt 24, 22).  

¿Acaso estamos ya en los últimos tiempos? Acerca de su segunda y definitiva venida, dijo Jesús que "nadie sabe de ese día y de esa hora: ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo [en cuanto a la misión recibida por el Padre con relación a los hombres] , sino sólo el Padre" (Mt 24, 36). Pero dio muchas señales acerca de ese momento, entre ellas la de que tendría lugar, entre otras cosas, la apostasía universal. De aquí puede deducirse, si observamos cómo la fe va disminuyendo a pasos agigantados [y esto ocurre a nivel planetario] que estos últimos tiempos no deben de quedar muy lejos. En todo caso el consejo de Jesús es muy claro: "Estad preparados porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre" (Mt 24, 44) [No es ocasión ni momento de ahondar aquí en este tema]


¿A quién creemos entonces? ¿A esta señora que alaba el ateísmo considerándolo señal de cultura y progreso? ¿O creemos en Jesucristo, que vino al mundo y dio su vida para salvarnos? (aunque sea a costa de pasar por "incultos" e "ignorantes"). La decisión que tomemos es cosa nuestra ... ¡pero nos jugamos mucho según sea la respuesta y el camino que elijamos!



(Continuará)

viernes, 26 de septiembre de 2014

La intolerancia de los ateos (1 de 4)

Me ha escrito un amigo mío pidiéndome que hiciera algún comentario sobre un artículo del periódico El Plural, titulado Creer o no creer, cuya autora es Coral Bravo.

Es tal la cantidad de disparates, de absurdos y de sinsentidos, adornados todos ellos de mentiras, que se superan unas a otras, a medida que habla, que se necesitaría escribir una enciclopedia entera para poder responder a esta señora como es debido ... aunque, por otra parte, como no tiene ni pies ni cabeza todo lo que dice, en realidad el mejor comentario sería ignorarla y no hacerle publicidad. No obstante, dado que siempre hay incautos que se lo creen todo, y aunque sea sólo por una vez, voy a hacer algún comentario, aunque no sea del artículo completo. Porque es que ... ¡dice unas cosas! ...


Para apoyar su "razonamiento" apela a la libertad de pensamiento (1)  y de creencias, que es un derecho fundamental contemplado en la Carta Magna de los Derechos Humanos. 


[Recordemos que la Carta Magna consta de treinta artículos, aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, con posterioridad a la segunda guerra mundial. La nota (1) se debe a que lo que se lee en la Carta Magna no es "pensamiento" sino expresión]


Dando por supuesto, a modo de hipótesis, que estoy de acuerdo con ese derecho fundamental (pues habría que matizar lo que se entiende por libertad de creencias), no sé por qué me da la impresión de que esa "libertad" en la que se basa es, para ella, sólo libertad para elegir la increencia, como única opción posible para poder hablar de libertad. Y punto. Y si alguien no la utiliza en ese sentido es un inepto y un inculto. Vamos, que la creencia es para los ignorantes. La cultura va ligada al ateísmo. Esto viene a ser una síntesis de todo el artículo. El único argumento que esgrime esta señora es su palabra; o lo que es igual, no tiene ningún tipo de argumento.


Se sobreentiende, usando la terminología actual, y apoyándonos en la Carta Magna cuando habla de libertad de creencias, que nos estamos refiriendo a la obligación de respetar a aquellas personas que no compartan nuestras creencias. Lo que no debe hacerse es recurrir a despotricar y a insultar a todos aquellos que no tengan las mismas "creencias" (o "increencias") que nosotros tenemos. Esto es evidente.


Sin embargo, y de entrada, lo primero que hace esta señora cuando habla de religión es referirse única y exclusivamente a la Religión católica (que ha sido la religión oficial en España durante la época de Franco), a la que califica, además, como "superstición" y como "herramienta ideológica tradicional del poder tirano para embaucar, someter y entontecer al pueblo ignorante y a muchos idiotas".  Hablar de este modo supone un gran desprecio hacia todos los cristianos con fe, a los que trata de supersticiosos, ignorantes e idiotas, por el simple hecho de creer en Jesucristo como Hijo de Dios, y Dios, Él mismo. No sé: me parece a mí que no es muy respetuoso, por parte de esta señora, proceder de esa manera. ¿Por qué no aplica el mismo tratamiento a los judíos y a los musulmanes? ¿Por qué no habla de Yavé o de Alá? ... ¿Por qué será? ... Respondan ustedes mismos a esta pregunta. Seguro que conocen la respuesta perfectamente.


Por otra parte, refiriéndose a los cristianos, por supuesto, continúa diciendo que "el amor que proclaman, en la teoría (...) se ha convertido frecuentemente, en la práctica, en el más feroz de los odios"(¿¿¿ ... ???) ... afirmación gratuita, radicalmente falsa y con un ánimo, claro y explícito, de hacer el mayor daño posible. Se trata de una mentira que no resiste al más elemental de los análisis, una calumnia de la que, además, tendrá que rendir cuentas ante ese Dios en el que no cree. 


Si hay algo que defina a la Religión Católica es, precisamente, el Amor: "Dios es Amor" (1 Jn 4,8). En un cristiano no cabe el odio: un cristiano que odiara a alguna persona estaría actuando en contra de su Religión y cometería un grave pecado 
[un pecado que puede ser perdonado si se arrepiente de corazón y cambia el odio por amor]. Que haya cristianos que no se comporten conforme a su fe no es ningún argumento en contra de esa fe; una fe que, además, ha sido y sigue siendo vivida intensamente por miles de cristianos, que están dispuestos a morir antes que renegar de ella [lo estamos viendo hoy en día; no necesitamos remontarnos al pasado]. ¿Dónde se encuentra, en estos cristianos [que son, precisamente los que tienen una fe auténtica] ese "odio feroz" del que habla esta mujer? No existe, sencillamente. Esta señora, por las razones que sean, se dedica a mentir y a calumniar para enardecer los ánimos contra los verdaderos cristianos ... ¡No es ese un buen camino!

[Curiosamente, el "ojo por ojo y diente por diente" (Ex 21, 24) de los judíos, así como el "pelead contra aquellos que no creen" (Sura 9:5,29) de los musulmanes, no es citado por esta señora, dándose el caso -aquí sí- de que, efectivamente, se admite la posibilidad de odiar en sus "libros sagrados"] 



(Continuará)

miércoles, 24 de septiembre de 2014

El Papa es uno y sólo uno (2 de 2) [ por Roberto de Mattei]




El Papa cesa ordinariamente de su cargo con la muerte, pero su poder de jurisdicción no es indeleble e irrenunciable. En el supremo gobierno de la Iglesia existen de hecho los denominados casos de excepción estudiados por los teólogos como la herejía, la enfermedad física y moral, la renuncia (…)

En la estela del Doctor Angélico (Summa Theologica, 2-2ae, q. 39, a. 3) se puede hacer la distinción entre "potestas ordinis" y "potestas iurisdictionis"


La primera, que deriva del sacramento del orden, tiene un carácter indeleble y no está sujeta a renuncia

La segunda tiene naturaleza jurídica y no llevando impreso el carácter indeleble propio del orden sacro, está sujeta a perderse en caso de herejía, renuncia o deposición.

[Egidio, discípulo de Santo Tomás] confirma la diferencia que subsiste entre "cessio" y "depositio", a la segunda de las cuales el Sumo Pontífice no puede ser sometido a no ser en caso de grave y persistente herejía. La prueba decisiva del hecho de que la "potestas papalis" no imprime un carácter indeleble está el hecho de que “si así fuera, no podría haber sucesión apostólica mientras permaneciera en vida un Papa herético”

Esta doctrina, que ha sido también praxis común de la Iglesia durante veinte siglos, puede ser considerada de derecho divino y, como tal, no modificable.

(…) Esta concepción sacramental y no jurídica de la Iglesia aflora hoy en la figura del Papa emérito. Si el Papa que renuncia al pontificado mantiene el título de emérito, quiere decir que de algún modo sigue siendo Papa. Está claro, de hecho, que en la definición el sustantivo prevalece sobre el adjetivo. Pero, ¿por qué es aún Papa tras la abdicación? La única explicación posible es que la elección pontificia le haya impreso un carácter indeleble, que no se pierde con la renuncia. La abdicación presupone en este caso la cesión del ejercicio del poder, pero no la desaparición del carácter pontifical. 


(…) Un papado espiritual diferente del papado jurídico no existe o lo hace sólo en la fantasía de algún teólogo.  Si el Papa es, por definición, quien gobierna la Iglesia, al renunciar al gobierno renuncia al papadoEl papado no es una condición espiritual, o sacramental, sino un “oficio”, es decir, una institución.

La tradición y la praxis de la Iglesia afirman claramente que uno y sólo uno es el Papa, e inseparable en su unidad es su poder. Poner en duda el principio monárquico que rige la Iglesia significaría someter el Cuerpo Místico a una intolerable laceración. Lo que distingue la Iglesia católica de toda otra iglesia o religión es precisamente la existencia de un principio unitario encarnado en una persona e instituido directamente por Dios.

(…) La Iglesia tiene un sólo jefe y fundador, JesucristoEl Papa es vicario de Jesucristo, Hombre-Dios, pero a diferencia del fundador de la Iglesia, perfecto en sus dos naturalezas humana y divina, el romano pontífice es persona solamente humana, privada de las características de la divinidad.

Hoy nosotros tendemos a divinizar, a absolutizar lo que en la Iglesia es humano, las personas eclesiásticasy en cambio a humanizar, a relativizar lo que en la Iglesia es divino: su fe, sus sacramentos, su tradición. De este error surgen graves consecuencias también a nivel psicológico y espiritual.

El Papa es una criatura humana, aunque esté revestida de una misión divina. La impecabilidad no le ha sido atribuida y la infalibilidad es un carisma que puede ejercer sólo en condiciones precisas. Él puede errar desde el punto de vista político, desde el punto de vista pastoral y también desde el punto de vista doctrinal, cuando no se expresa "ex cathedra" y cuando no vuelve a proponer el magisterio perenne e inmutable de la Iglesia. Esto no quita que al Papa se le deben rendir los máximos honores que pueden serle tributados a un hombre y que hacia su persona se debe nutrir una auténtica devoción, como hicieron siempre los santos.

Se puede discutir sobre las intenciones de Benedicto XVI y sobre su eclesiología, pero lo cierto es que se puede tener un único Papa cada vez y que este Papa, hasta prueba contraria, es Francisco, legítimamente elegido el 13 de marzo de 2013.

El Papa Francisco puede ser criticado, también severamente, con el debido respeto, pero debe ser considerado Sumo Pontífice hasta su muerte o una eventual pérdida de su pontificado.

Benedicto XVI ha renunciado no a una parte del papado, sino a todo el papado y Francisco no es un Papa a tiempo parcial, sino que es completamente Papa.

Cómo él ejerza su poder es, obviamente, otro discurso. Pero también en este caso la teología y el "sensus fidei" nos ofrecen los instrumentos para resolver todos los problemas teológicos y canónicos que en un futuro puedan surgir.


Roberto de Mattei

El Papa es uno y sólo uno (1 de 2) [por Roberto de Mattei]

Sobre la figura del Papa emérito ya escribí un artículo en este blog el 9 de marzo de 2014, en la entrada titulada: "¿Tenemos uno o dos papas?". Hice también referencia a ello el 28 de mayo de este mismo años en uno de los artículos de la serie "La vía de los hechos" [en concreto, el artículo 8 en su punto 14]. Hace poco cayó en mis manos un artículo de Roberto de Mattei, titulado "El Papa es uno y sólo uno", que me pareció muy interesante. Escribo aquí un extracto del mismo, en dos entradas (pues es demasiado extenso)

Entre las múltiples y versátiles declaraciones del Papa Francisco de los últimos tiempos hay una que merece ser valorada en todo su alcance.

En la rueda de prensa del 18 de agosto de 2014 a bordo del avión que lo llevaba de vuelta a Italia tras su viaje a Corea, el Papa afirmó, entre otras cosas:

"Pienso que el Papa emérito no es una excepción, sino que, después de tantos siglos, es el primer emérito. […] Hace 70 años los obispos eméritos eran una excepción, no había. Hoy los obispos eméritos son una institución. Creo que 'Papa emérito' es ya una institución. ¿Por qué? Porque nuestra vida se alarga y a una cierta edad no tenemos capacidad para gobernar bien, porque el cuerpo se cansa; la salud puede ser buena, pero no se tienen fuerzas para atender todos los problemas de un gobierno como el de la Iglesia. Y creo que el Papa Benedicto XVI hizo un gesto que de hecho instituye los Papas eméritos. Repito: quizás algún teólogo me diga que no es exacto, pero yo lo veo así. Los siglos dirán si es o no así, veremos. Usted podría decirme: '¿Y si usted no se viera capaz, en un momento dado, de continuar?'. Haría lo mismo, haría lo mismo. Rezaría mucho, pero haría lo mismo. Se ha abierto una puerta que es institucional, no excepcional".



La institucionalización de la figura del Papa emérito parecería, por consiguiente, un hecho adquirido. (…)

La hermenéutica "continuista" de Benedicto XVI se ha transformado en un gesto de fuerte discontinuidad, histórica y teológica.

La discontinuidad histórica surge de la rareza de la abdicación de un Papa en dos mil años de historia de la Iglesia. Pero la discontinuidad teológica consiste precisamente en la intención de institucionalizar la figura del Papa emérito. (…)

En los tiempos de crisis no hay que mirar a los hombres, criaturas frágiles y pasajeras, sino a las instituciones y a los principios inquebrantables de la Iglesia. El papado, en el que se concentra la Iglesia católica en muchos aspectos, se funda sobre una teología de la que hay que recuperar los puntos fundamentales. Pero hay un punto del que, sobre todo, no se puede prescindir. La doctrina común de la Iglesia ha distinguido siempre entre poder de orden y poder de jurisdicción. El primero se recibe a través de los sacramentos; el segundo, por misión divina en el caso del Papa o por misión canónica en el caso de los obispos y de los sacerdotes. El poder de jurisdicción deriva directamente de Pedro, que lo ha recibido a su vez inmediatamente de Jesucristo; todos los otros en la Iglesia lo reciben de Cristo a través de su vicario "ut sit unitas in corpore apostolico" (S. Tomás de Aquino, "Ad Gentes" IV c. 7).

El Papa, por consiguiente, no es un superobispo, ni el punto de llegada de una línea sacramental que desde el simple sacerdote, pasando por el obispo, asciende al Sumo Pontífice. El episcopado constituye la plenitud sacramental del orden y, por lo tanto, por encima del obispo no existe ningún otro carácter superior que pueda ser impreso. Como obispo, el Papa es igual a todos los demás obispos.

La razón por la que el Papa domina a cualquier otro obispo es la misión divina que desde Pedro se transmite a cada uno de sus sucesores, no por vía hereditaria, sino a través la elección legítimamente desarrollada y libremente aceptada.

Efectivamente, aquel que asciende a la cátedra pontificia podría también ser un simple sacerdote, o incluso un laico, que después de la elección sería consagrado obispo pero que es Papa no desde el momento de la consagración episcopal, sino desde el momento en que acepta el pontificado.

El primado del Papa no es sacramental, sino jurídico y consiste en el pleno poder de pacer, regir y gobernar toda la Iglesia, es decir, en la jurisdicción suprema, ordinaria, inmediata, universal e independiente de cualquier otra autoridad terrena (art. 3 de la constitución dogmática del Concilio Vaticano I "Pastor Aeternus").

El Papa, en una palabra, es aquel que tiene el supremo poder de jurisdicción, la "plenitudo potestatis", porque gobierna la Iglesia. Es por esto que el sucesor de Pedro es primero Papa y después obispo de Roma. Es obispo de Roma en cuanto Papa y no Papa en cuanto obispo de Roma.


(Continúa y acaba en la siguiente entrada)

martes, 23 de septiembre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (3) [Fundamento]



Si se desea acceder al Índice de esta primera parte sobre Fundamentalismo cristiano, hacer clic aquí

Cuando el papa Francisco dijo: "Los cristianos tenemos grupos fundamentalistas también"yo voy a interpretarlo -aunque no fue esa la intención del Papa al usar esa palabra- como si hubiese dicho grupos fundamentistasSoy consciente de que esta palabra no existe (me la acabo de inventar) pero expresaría mejor aquello que son, en realidad, estos grupos cristianos ... ¿Por qué? Sencillamente porque estamos hablando de cristianos que se han tomado en serio, y creen con toda su alma y con todo su corazón, que "en cuanto al fundamento nadie puede poner otro distinto del que está puesto, que es Jesucristo" (1 Cor 3, 11).



Ojalá que hubiera muchos cristianos de este "grupo". Son los mismos que están convencidos de las siguientes palabras del apóstol Pablo, cuando dice a los cristianos de Éfeso: "Ya no sois extraños ni advenedizos sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Diosedificados sobre el cimiento de los apóstoles y los profetassiendo piedra angular el mismo Cristo Jesús, sobre quien toda la edificación [es decir, la Iglesia] se alza bien compacta para ser templo santo en el Señor, en quien también vosotros entráis a formar parte del edificio para ser morada de Dios por el Espíritu" (Ef 2, 19-22).


Son aquellos cristianos que se han creído, al pie de la letra, estas otras palabras de san Pablo, que vienen a insistir en la misma idea: "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" (1 Cor 3, 16). Y continúa: "Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, que sois vosotros, es santo" (1 Cor 3, 17)


El templo santo de Dios es la Iglesia, de la que los cristianos formamos parte como miembros vivos de la familia de Dios y conciudadanos de todos los santos, edificados sobre el cimiento de los apóstolesEsta edificación, que es templo santo en el Señor, se alza compacta sobre la piedra angular, que es Jesucristo. Dios mora en ella mediante su Espíritu, el Espíritu Santo, que habita en todos y cada uno de sus miembros. Ésta es la Iglesia de la que dice Jesús que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). 


La Iglesia, como esposa de Cristo, "sin mancha ni arruga ni cosa semejante sino santa e inmaculada", (Ef 5, 27) está formada por aquellos cristianos que lo son de veras, "aquellos cuya vida está escondida con Cristo en Dios" (Col 3, 2). Es tal la unión que se da entre los verdaderos cristianos que forman la Iglesia, que san Pablo la asemeja a la que existe entre los miembros de un cuerpo, pues dice: "Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros, tanto judíos como griegos, fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu" (1 Cor 12, 12-13). Y continúa diciendo, más adelante: "Si un miembro padece, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se gozan con él" (1 Cor 12, 26). Pues bien, nos sigue diciendo: "Vosotros sois cuerpo de Cristo, y cada uno un miembro de Él" (1 Cor 12, 27). De este Cuerpo Místico, que es la Iglesia, unidos todos sus miembros en un solo Espíritu, que es el Espíritu Santo, Cristo es la Cabeza"Cristo es cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo, del cual Él es el Salvador" (Ef 5, 23b)


Esa es la razón que le llevó a san Pablo a decir: "Ahora me alegro de mis padecimiento por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col 1, 24). No es que falte nada a los sufrimientos de Cristo en el sentido de que su sufrimiento y muerte en la Cruz para librarnos de nuestros pecados, no fuera suficiente, puesto que Él es Dios. No es ésa la interpretación correcta; lo que ocurre es que Cristo nos quiere asociar a su Vida (y su Pasión y Muerte forman parte de su Vida), nos quiere colaboradores suyos, corredentores con Él, lo que tiene su lógica: muere la Cabeza ... muere el Cuerpo; resucita la Cabeza ... resucita el Cuerpo. Además, Cristo murió por unos pecados que Él hizo suyos realmente, pero que no había cometido. En cambio, si nosotros padecemos lo hacemos por unos pecados que sí que hemos cometido. 


Lo realmente importante aquí es que si queremos que este sufrimiento nuestro tenga sentido debemos asociarlo voluntariamente al sufrimiento de Cristo: al fin y al cabo somos miembros de su Cuerpo. Cuando sufrimos, Él sufre en nosotros; pero este sufrimiento nuestro, que es real, debido a nuestra unión real a Cristo por su Espíritu, se transforma en meritorio (por pura gracia) y hace que, también nosotros, en Él, salvemos al mundo: nos convertimos en corredentores con Cristo ... de nuestros pecados y también de los de todos los hombres. 


De esta manera la expresión "completar lo que falta a los padecimientos de Cristo" se clarifica. Lo que sucede, en realidad, es que el mismo Amor de Cristo, que es su Espíritu, está en nosotros; y esto es un Don que jamás sabremos apreciar en su justa medida, pues amamos así con el Amor mismo de Dios, que también es realmente nuestro. Este Amor es aquel del que hablaba Jesús cuando decía que "nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Éste es el amor que Jesús nos ha tenido, éste es el amor que salva de los pecados; y éste es el amor del que Jesús nos ha hecho partícipes por nuestra unión con Él en Su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, del cual Cristo es la Cabeza y nosotros sus miembros.



(Continuará)

domingo, 21 de septiembre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (2) [Introducción2]



Si se desea acceder al Índice de esta primera parte sobre Fundamentalismo cristiano, hacer clic aquí

Dicho lo cual, yo me pregunto: ¿Quienes son los cristianos que piensan de este modo? Y la respuesta no es otra que la de aquéllos que intentan ser fieles a la Tradición recibida de los Apóstoles, tanto oral como escrita y transmitida fielmente por la Iglesia de toda la vida.  Se trata de aquellos cristianos que tienen en cuenta, al menos, estas dos ideas, fundamentales para la vida de la Iglesia, a saber:

1.  Que "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos" (Heb 13,8)

2. Que  "el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35) 

Y no estamos hablando de cristianos que se hayan quedado en el pasado o que estén al margen de la vida. Sencillamente viven -o intentan vivir- conforme a la Palabra de Dios, revelada de una vez por todas hace más de dos mil años, con la venida al mundo de Nuestro Señor Jesucristo: Puesto que Jesucristo es Dios sus Palabras poseen una perenne actualidad; no están sujetas ni al tiempo ni al espacio: son Palabras dichas para hoy, para el momento presente que estamos viviendo.

Y vuelvo a preguntarme (y respondo): ¿Cómo es posible que un cristiano, que piense según el sentir de la Iglesia de veinte siglos, pueda ser acusado de fundamentalista por el papa Francisco? ¿Tiene razón el Papa al hacer esa afirmación? Bueno, no tenemos más que analizar sus afirmaciones, una por una, y constatar su veracidad o falsedad. Analicemos las acusaciones del Papa contra estos cristianos y veamos si son ciertas:


1. Un grupo fundamentalista, su estructuraaunque no mate a nadie, aunque no le pegue a nadie, ... , es violentaLa estructura mental del fundamentalismo es violencia en nombre de Dios. Es violenta.


Ya hemos hablado sobre ello en la primera parte y es cierto que tal fundamentalismo violento existe en el caso de los islamistas y también de los judíos. Pero ¿qué violencia contra los demás puede haber en un cristiano que, sencillamente, cree de verdad que Jesucristo es el Hijo de Dios y que ha dado su vida para redimirnos del pecado y hacer posible nuestra salvación? ¿Acaso estos cristianos que aún tienen fe coaccionan a los demás para que tengan también fe? El Papa sabe muy bien que eso es falso


2El saludo del fundamentalista es ... ¡a ver dónde te puedo pegar! ... al menos ideológicamente. No es un saludo que acerqueEl fundamentalismo defiende.


Como digo, en el caso de islamistas y judíos puede darse tal alejamiento. Pero en el caso de un cristiano que tiene fe y que, por lo tanto, ama a los demás con el mismo amor de Dios [un amor que continuamente cultiva  mediante la oración, los sacramentos y el trato con Jesucristo en el Sagrario], ¿cómo su saludo a los demás va a suponer una actitud de defensa y un alejamiento de ellos, cuando en su corazón late el propio Amor de Dios? También aquí el Papa acusa sin base.


3. "Las tres religiones tenemos nuestros grupos fundamentalistas, pequeños en relación con todo el resto.

Bien, EN ESTO TIENE TODA LA RAZÓN ..., al menos en el caso de los cristianos ... porque, efectivamente, son pocos, y cada vez son menos

No deja de ser curioso, sin embargo, el hecho de que, aun siendo tan pocos, le "preocupen" tanto ... como si se tratase de cristianos hipócritas, a los que acusa de "tristes" y "con cara de pepinillo avinagrado". Buena prueba de ello es que con ellos no hace uso de su famosa "misericordia", la cual reserva sólo para los enemigos declarados de la Iglesia.


Lo más incomprensible de todo esto es que el único "delito" que han cometido estos cristianos es el de mantenerse fieles a la Tradición de la Iglesia, a la iglesia de toda la vida [no a la Iglesia que ahora, desde hace cincuenta años se está inventando por los hombres] ¿Tan grave es esto? Por lo visto, para el papa Francisco, sí lo es. Parece ser que el problema más urgente que tiene la Iglesia -según su peculiar enfoque- es el de hacer cumplir las consignas "más problemáticas" del Concilio Vaticano II, cuales son las del ecumenismo a toda costa [un ecumenismo mal entendido], el diálogo interreligioso [que no es sino intentar conseguir la cuadratura del círculo, lo que todo el mundo sabe que es imposible] y la libertad religiosa, entre otras [como si diera lo mismo tener una religión u otra, pues en todas ellas los hombres se van a salvar igualmente


¿No se da cuenta el Papa de que son estos cristianos, precisamente éstos y no otros, los que van a hacer posible que "las puertas del Infierno no prevalezcan contra la Iglesia" (Mt 16, 18)? ...  ¡Pues todo indica que no!  [ ¿O tal vez sí?]. Lo que es evidente -lo estamos viendo- es que el papa Francisco, por las "razones" que sean, no es muy amigo de la Tradición ... ¡Y lo que es aún peor: en mi opinión, la "renovación" que el Papa pretende que tenga lugar en la Iglesia [y ojalá que me equivoque], si se llevara a cabo [lo que pienso que Dios no permitirá, a menos que nos encontremos ya en los últimos tiempos o muy cerca de ellos], acabaría con la verdadera Iglesia, de la cual sólo quedaría un pequeño resto[que, además, sería perseguido por la "nueva Iglesia", por la Iglesia "oficial"], cumpliéndose así las palabras proféticas del mismo Jesús: "Os expulsarán de las sinagogas [entiéndase templos]; más aún: se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 2). Y nos da una razón: "Esto lo harán porque no conocieron a mi Padre ni a Mí tampoco" (Jn 16, 3). 


La Iglesia que nos espera sería la que, según el padre Alfonso Gálvez, podría llamarse "catacumbal". Pero estamos ya advertidos: "Esto os lo he dicho para que no os escandalicéis" (Jn 16, 1). "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié". (Jn 16, 4a). Y continúa diciendo, más adelante: "Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis, y en cambio el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría" (Jn 16, 20).


La gran alegría es, fundamentalmente, la de permanecer junto a Jesús y poder escuchar de su boca estas palabras dirigidas a nosotros: "Vosotros sois los que habéis permanecido junto a Mí en mis tribulaciones. Por eso Yo os preparo un Reino como mi Padre me lo preparó a Mí, para que comáis y bebáis a mi mesa, en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" (Lc 22, 28-30). Por eso, nuestra actitud nunca puede ser desesperanzada. No tenemos ningún motivo para ello. Al contrario. Escuchemos lo que nos dice nuestro Maestro y Amigo: "Os he dicho esto para que tengáis paz en Mí" (Jn 16, 33a). De modo que, en medio de todo tipo de tribulaciones, podemos considerarnos verdaderamente dichosos, pues lo somos desde el momento en que estamos unidos a Jesucristo y compartimos su Vida, incluidos sus sufrimientos.


Ya sólo nos queda abrir bien nuestros oídos y estar muy atentos para poder percibir en lo más intimo de nuestro corazón, esas hermosas palabras que Jesús nos dirige, y que nos llevan a mirar hacia adelante con esperanza y con ilusión: "En el mundo tendréis sufrimientos; pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33b)



 (Continuará)

sábado, 20 de septiembre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (1) [Introducción1]

Si se desea acceder al Índice de esta primera parte sobre Fundamentalismo cristiano, hacer clic aquí

En esta segunda parte, muy diferente de la primera, vamos a seguir comentando el ya famoso párrafo del papa Francisco, que escribo de nuevo:

"Las tres religiones tenemos nuestros grupos fundamentalistas, pequeños en relación con todo el resto. Pero un grupo fundamentalista, su estructuraaunque no mate a nadie, aunque no le pegue a nadie, ... , es violentaLa estructura mental del fundamentalismo es violencia en nombre de Dios. Es violenta. O sea, el saludo que judíos, islámicos y cristianos nos damos es un saludo de aliento, un saludo de cercanía. Ustedes dicen "shalom" [el periodista que lo entrevista es judío], los árabes dicen "salaam"; nosotros decimos, a veces, paz, ¿cómo te va? Buenos días ... cosas de cercanía. El saludo del fundamentalista es ... ¡a ver dónde te puedo pegar! ... al menos ideológicamente. No es un saludo que acerqueEl fundamentalismo defiende. Y ya le digo ... Los cristianos tenemos grupos fundamentalistas también".

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Ya se ha visto y se ha demostrado hasta la saciedad que no tiene ningún sentido hablar de fundamentalismo cristiano

Un cristiano que vive su fe, conforme al sentir de la Iglesia de siempre, es aquel que -entre otras cosas- ha meditado la Biblia, en particular los Evangelios y el Nuevo Testamento; y que intenta hacerlos realidad en su vida. El sentido de su vida no es otro que el de parecerse a Jesucristo que, siendo verdadero Dios -el Único-, sin dejar de serlo, se hizo hombre, verdadero hombre, uno de nosotros, porque así lo quiso, para enseñarnos lo que es el amor verdadero, para que pudiéramos amarle como Él nos ama y pudiéramos ser sus amigos. Y así seríamos también capaces de amar a nuestros semejantes de la misma manera con la que somos amados por Dios, ayudándoles a encontrarse con Él, que es el mayor bien que se les puede hacer.


Al hacer suya nuestra naturaleza humana, Jesús la ha dignificado: Él es la causa de la dignidad humana, de la que hoy tanto se habla, sin saber exactamente de dónde proviene tal dignidad. Jesús ha hecho posible que podamos verlo a Él en los demás, pues realmente está en ellos, no sólo de modo metafórico. Recordemos lo que nos dice san Mateo acerca del Juicio Final"Serán congregadas ante Él todas las gentes, y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey (esto es, Jesucristo): "Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me distéis de beber, (...). Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber?"  (...). Y el Rey les dirá: "En verdad os digo: cuanto hicisteis a uno de éstos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicisteis". (Mt 25, 32-40). 


Un amor en el que, hay que decirlo, es Dios quien tiene siempre la iniciativa. Al fin y al cabo, "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8) y "nosotros amamos porque Él nos amó primero" (1 Jn 4,19) "En esto está el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4,10). Y continúa San Juan: "Si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros" (1 Jn 4, 11). Y esto hasta el punto de que "si alguno dice: 'amo a Dios' y aborrece a su hermano, es un embustero" (1 Jn 4, 20). 


Ahora bien: es preciso recordar que el amor procede de Dios y en Él tiene su raíz y su origen: "En esto conocemos que amamos a los nacidos de Dios; si amamos a Dios y practicamos sus mandamientos. Pues éste es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos" (1 Jn 5, 2- 3a) "Y sus mandamientos no son pesados" (1 Jn 5, 3b). De modo que si no guardamos los mandamientos de Dios, no tendríamos en nosotros el amor de Dios y el amor que dijéramos tener a los demás sería un falso amor: no sería el amor tal y como Dios lo entiende, no sería el verdadero amor


El amor no es sólo vertical (entre Dios y cada uno de nosotros) pero tampoco es sólo horizontal (entre nosotros, olvidándonos de Dios), sino que es circular o envolvente, por decirlo de alguna manera. Tenemos un solo corazón; y con el mismo amor con que amamos a Dios amamos también a los hombres. El que dice amar a los hombres pero no ama a Dios, revelado en Jesucristo, cumpliendo sus mandamientos, es igualmente un embustero, porque vive centrado en sí mismo; amar a los demás sólo por ellos (sin estar, de algún modo, el amor de Dios por medio) no puede llamarse propiamente amor, pues en el fondo lo que se busca no es tanto el verdadero bien de los demás cuanto el utilizarlos para el propio interés o provecho. 


[Puede ocurrir que ni siquiera el propio interesado se percate de esta realidad ... y es que ha llegado a una situación en la que actúa así de modo automático y prácticamente inconsciente ... lo cual redunda en una mayor eficiencia para engañar a los demás acerca del amor que dice tenerles, ya que él mismo vive en un autoengaño que forma parte, en cierto modo, de su personalidad, pues acaba realmente creyéndoselo] 


De modo que no podemos decir que amamos a Dios si aborrecemos a los hombres [
aunque aborreciéramos tan solo a un único hombre]; seríamos unos embusteros y unos hipócritas ...  pero  es igualmente imposible amar, de verdad, a los hombres, si rechazamos a Dios [siempre que la idea que tengamos de Dios sea la correcta, claro está; pues puede ocurrir que no haya un rechazo del Dios auténtico, a quien no se conoce, sino un rechazo -justificado- de la falsa idea sobre Dios que hay en la mente de quien así procede]. Esto es fácil de entender pues si el amor procede de Dios, manifestado en Jesucristo (como así es) y Dios mismo es Amor ... entonces todo alejamiento de Dios es un alejamiento del amor y, en definitiva, un alejamiento de la felicidad y de la alegría.


Otro punto importante, a tener en cuenta, es que si está en nosotros el Amor de Dios [
es decir, el Espíritu Santo, que es Espíritu del Padre y Espíritu del Hijo] entonces podemos llamarnos, con propiedad y verdaderamente, hijos de Dios. "Ved qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Diosy que lo seamos" (1 Jn 3,1a). Esto es pura gracia, naturalmente, sin que haya merecimiento alguno de nuestra parte; y es algo que Dios da a quien quiere y si quiere: nadie puede reclamarlo de Dios como un derecho, pues no es algo que se nos deba en razón de nuestra naturaleza humana, sino que está por encima de ella: no es algo natural sino sobrenatural y completamente gratuito. Conviene recordar lo que decía Santo Tomás, a este respecto: "Lo sobrenatural supone lo natural; y no sólo no lo anula sino que lo perfecciona y lo lleva a plenitud"



En la historia de nuestra vida, comenzamos a ser cristianos cuando recibimos el sacramento del bautismo y fuimos así elevados, por pura gracia, a la categoría de hijos de Dios, verdaderos hijos, hechos partícipes, a través de Jesucristo, de la naturaleza divina, por obra del Espíritu Santo; y pasamos a formar parte de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, como uno más de sus miembros. Y es de aquí, precisamente, de donde proviene la dignidad de un cristiano, pues aunque sea por pura gracia y sea de modo participado, es realmente hijo de Dios. [
Somos hijos en el Hijo, pero verdaderamente hijos]

Son muchas las dificultades y los problemas con los que tiene que enfrentarse un cristiano, pero dado que "el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5, 5), y dado que ese "Espíritu  ayuda nuestra debilidad; pues no sabiendo pedir lo que conviene, el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rom 8, 26), aunque sabemos que por nosotros mismos, nada podemos: "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5), también sabemos que "¡todo es posible para el que cree!" (Mc 9, 23b). "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil 4, 13) -decía san Pablo. 

(Continuará)

viernes, 12 de septiembre de 2014

UN SÍNODO SOBRE LA FAMILIA O UN EXTRAÑO SINCRETISMO [P. Alfonso Gálvez]

El Próximo mes de Octubre se va un celebrar en Roma un Sínodo sobre la Familia. Un gran número de Altas Jerarquías de la Iglesia, Obispos y Consultores de todo el mundo: El Papa como Presidente General, un Secretario General, varios Presidentes Delegados, un Relator General, un Secretario Especial, diversas Comisiones de las Iglesias Orientales Católicas, los Presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo, los Cardenales Jefes de los Dicasterios de la Curia Romana, los Miembros del Consejo Ordinario, otros Miembros de Nómina Pontificia, un gran número de Colaboradores y un extenso etcétera que componen en total una larga lista.

Como no podía esperarse menos, el cristiano de a pie, guardando siempre las formas y el debido respeto, tiene perfecto derecho a reflexionar y expresar su pensamiento acerca de lo que hace y dice la Jerarquía que gobierna la Iglesia a la que él pertenece. San Pablo exhortaba a los cristianos con la siguiente consigna:Examinad todas las cosas, retened lo bueno y apartaos de toda clase de mal (1 Te 5:21). Por otra parte, el Cristianismo es la Religión que más ha abogado por la búsqueda de la verdad: No os escribo porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis y sabéis que ninguna mentira proviene de la verdad, decía el Apóstol San Juan en su Primera Carta (2:21).

Y lo primero que se le ocurre al cristiano común que piensa, con respecto a tan enorme e importante acontecimiento eclesial es acerca de su objeto y, por supuesto, de su oportunidad. Claro que cuando la legítima Jerarquía lo convoca es porque habrán sido propuestos unos fines bien determinados, promovidos por una clara necesidad, buscando todos ellos el mejor bien de la Iglesia y lo más conveniente a la salvación de las almas. Es evidente que la Iglesia debe adaptarse a las exigencias de los tiempos y a los requerimientos de todos los lugares.

Pero de ningún modo está obligado el cristiano de la calle a comprenderlo todo, y de ahí su legítima ansiedad a preguntarse por los últimos porqués (y también por los primeros). Tampoco le ha negado nadie algo que es tan natural al ser humano cual es la capacidad de asombrarse ante lo que presencia. Pues fue precisamente el asombro lo que motivó en los albores del pensamiento humano el nacimiento de la Filosofía. Ahora bien, nadie se atreverá a poner en duda que muchas cosas que suceden en la Iglesia actual no dejan de suscitar admiración.

Un Sínodo Universal sobre la Familia. En el que la Iglesia, según se dice, tratará de afrontar los desafíos que el mundo moderno presenta ante la Doctrina tradicional sobre la Familia. ¿Quizá una Nueva Doctrina? ¿Nuevas aportaciones que complementen y seguramente apuntalen la Doctrina tradicional de la Iglesia? ¿Un intento de añadir especificaciones que faltan en la Revelación o de suprimir otras que sobran? ¿Tal vez de cambiarlas y modificarlas? Todo ello enfocado, claro está, desde la perspectiva de las necesidades del mundo moderno, que es, en último término, el elemento determinante que ha provocado el problema.

Como puede verse, las preguntas se acumulan en número sobre el ingenuo pensamiento del cristiano corriente. La primera de las cuales es la siguiente: Si el problema, en primera y última instancia, viene determinado por las exigencias del mundo moderno, que es el que ha obligado a re-examinar los datos de la Revelación, ¿dónde queda la fe de la antigua creencia según la cual es la Palabra de Dios la que juzga y determina al mundo, y no el mundo el que juzga y determina la Palabra de Dios?

Y las preguntas podrían continuar. Una renovación y actualización de la Doctrina sobre la Familia. ¿Pues no estaba ya contenida esta Doctrina en el Nuevo Testamento, y concretamente en el Evangelio y en las Cartas de los Apóstoles?

Para lograr una cierta comprensión de la necesidad de este importante Sínodo es necesario partir de la idea según la cual la Iglesia ha formado a la Familia cristiana sobre la base de unos principios incompletos. Millones de familias cristianas han vivido durante siglos fundamentadas sobre la base de unas estructuras que ahora se descubren como erróneas o al menos como incompletas.

Claro está - se dice ahora - que no se trata de eso. Sino de responder a las necesidades provocadas por los nuevos desafíos con los que el mundo moderno amenaza la Doctrina de la Iglesia.

Una clara falacia que esconde, a su vez, dos grandes mentiras que en realidad se reducen a una.

En primer lugar, que no es el mundo moderno el que amenaza a la Iglesia acerca de su Doctrina sobre la Familia. Sino el mundo de siempre es el que ha amenazado y estado en constante oposición contra la Iglesia. El mundo no ha dejado en ningún momento de combatir a la Iglesia y al Evangelio predicado por ella, y de ahí que sea falso decir que es el mundo moderno el que amenaza, como si de una cosa nueva se tratara.

En segundo lugar, hablar de nuevos desafíos que se presentan contra la Familia, ante los que - según parece - son incapaces de dar respuesta la Revelación ante todo, y las Enseñanzas de la Iglesia de veinte siglos después, no tiene ningún sentido. ¿Quién y cómo ha sido descubierto tal problema - un tremendo fallo en la Doctrina - y cuándo ha sido demostrado?

Pero hay algo más que confunde al cristiano del montón, llamado por su misma situación y naturaleza a escuchar y aprender de las enseñanzas de la Iglesia Jerárquica (a este grupo de cristianos se les denominaba en la Doctrina antigua como Iglesia discente): El solo hecho de poner sobre el tapete toda esta problemática induce a pensar en dos cosas:

Tiene que ver la primera con el hecho de que la Doctrina de la Nueva Ley, que es la que induce al cristiano a vivir una vida nueva en Cristo, está incompleta; en cuanto que no ha sido capaz de adaptarse a las necesidades de todos los tiempos y lugares.

La segunda se refiere a la sospecha de la relatividad de la Revelación. Como si estuviera en lo cierto el Modernismo al asegurar que la Palabra de la Escritura tiene que adaptarse al pensamiento de los hombres, según las circunstancias de los diversos tiempos y lugares (historicismo).

Es difícil evitar la sensación, una vez reunido tan gran número de gentes provenientes de tan diversos lugares, y con tantos matices en sus creencias pretendidamente comunes, de que el Sínodo busca encontrar una solución consensuada, según se dice en el argot moderno. Pero nadie ha demostrado todavía que la verdad se logre nunca a través de opiniones diversas contrastadas y consensuadas: pues de la mezcla de lo diverso, y aun de lo contrario, no puede surgir la sencillez de la verdad.

El resultado final, que es en realidad a lo que se expone el Sínodo, no es otro sino la posibilidad de aumentar la confusión y debilitar todavía más la ya vacilante fe de unos cristianos que forman parte de una Iglesia en crisis.


Padre Alfonso Gálvez

jueves, 11 de septiembre de 2014

Las Profecías de San Malaquías (3 de 3) [P. Alfonso Gálvez]

Y es que, en efecto, la Iglesia será la misma (no puede perecer), pero sin duda que es diferente de la que existió hasta el Concilio Vaticano II, por más que las nuevas generaciones no puedan imaginarla porque jamás la vieron. Pero, ¿cómo alguien puede pretender que la Iglesia de la Gran Apostasía es más auténtica que la que durante veinte siglos luchó contra las herejías? ¿A tanto han llegado el poder de la seducción y la claudicación humana, como para que se pretenda imponer al conjunto de los fieles que piensen que es blanco lo que a la vista está que es negro, o que admitan que es negro lo que están contemplando como blanco?

¿Que algunos se ven forzados a vivir de la nostalgia y a sentirse abrumados entre sollozos y llanto … ? ¿Y cómo podría ser de otra manera …? Ellos ciertamente saben que la Iglesia está ahí, puesto que es indefectible y las Puertas del Infierno no pueden vencerla (Mt 16:18). Lo cual, siendo tan cierto, no es óbice para que a veces sea difícil reconocerla y encontrarla.

Aunque el Papa Francisco parece no querer reconocerse como Pedro, el lema de San Malaquías se muestra decidido (curiosidades y misterios de la Historia) a encasquetarle el nombre para convertirlo, quieras que no, en el único Papa de la Historia que ha llevado el nombre del Príncipe de los Apóstoles
[Ver nota final]. Por el contrario, el Papa Francisco insiste en que es el Obispo de Roma, lo cual, como todo el mundo sabe, es absolutamente cierto. Aunque de todos modos resulta extraño su empeño en resaltar tal condición de Romano, como si deseara enfatizar este segundo nombre para poner en un segundo plano al del Príncipe de los Apóstoles

¿Obispo de Roma? Ciertamente que sí, aunque también sucesor de Pedro y Papa de toda la Iglesia: Petrus Romanus, el último de los que gobernarán la Iglesia, según la relación de San Malaquías, una vez llegado el fin de los Tiempos


Conclusión 

En los momentos actuales -segunda decena del siglo XXI- la Iglesia está siendo ferozmente atacada en la propia Roca sobre la cual fue erigida. La Piedra inamovible, base y fundamento que habría de asegurarla para siempre contra cualquier intento de destrucción, está sufriendo gravísimas acometidas por parte de Alguien que ansía derribar todo el Edificio que se sustenta en ella. Y la operación posee todas las trazas de lograr el éxito de lo que con ella se pretende.

Con respecto a lo cual, si hay quien se atreva a comparar los ataques sufridos por el Papado, a lo largo de una historia de veinte siglos, con la gravedad de los que actualmente están siendo dirigidos contra el Bastión, es que desconoce por completo la Historia pasada y padece absoluta ignorancia de la actual.

El Enemigo ha logrado penetrar en la Fortaleza -también es frase de Pablo VI- y ahora está centrando la fuerza de sus ataques contra la misma Base y Fundamento que la sustentan, y que no son otros sino el Papado. Mientras tanto, todo parece indicar que entre los Papas postconciliares ninguno ha dado muestras de ofrecer resistencia. Y como prueba quizá la menos importante que se podría aportar, ahí está la eliminación de todas las insignias y emblemas papales: desde la supresión de la tiara y de la silla gestatoria hasta el trono de San Pedro y el Anillo del Pescador, que son los dos últimos distintivos que el Papa Francisco ha hecho desaparecer.

Pero el Asalto definitivo a la Roca, con la consiguiente Apostasía de la Iglesia Universal, no hubiera tenido lugar jamás ni tampoco gozar de la menor oportunidad de éxito sin el consentimiento de lo Alto. Sin embargo, Dios dará en aquellos momentos licencia y poder al Enemigo para hacer la guerra contra los santos y vencerlos. [ver Ap 13, 13]

Y sucede que todos los síntomas que apuntan hacia el final de la Batalla son favorables al Enemigo, con el terrible resultado que parece previsible. Lo cual quiere decir, para quien tenga entendimiento, que los momentos actuales por los que está atravesando la Iglesia, y pese a la extraña inoperancia y absurda indiferencia de sus fieles, serían más que suficientes para inquietar a cualquiera.




¿Coincidirá el Papa Francisco con el Pedro Romano anunciado por San Malaquías? Y todo parece indicar que sí. O tal vez no, en cuyo caso le quedará a la triste Humanidad la confianza en un nuevo y verdadero Amanecer, presidido por la que es Madre de toda la Iglesia, la Virgen María, la Mujer que al fin aparecerá vestida del Sol, la Luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. La cual será para los fieles su única y verdadera Esperanza, mientras dura el tiempo de los dolores y hasta que amanezca la luz del nuevo día.


(Padre Alfonso Gálvez)
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Nota final: Para entender bien la razón por la que el nombre "Pedro Romano" puede asignarse perfectamente al papa Francisco [aunque no necesariamente] habría que leer el artículo completo al que hice referencia al principio, pues un resumen como éste, en el que copio exactamente las propias palabras del autor, queda ciertamente con lagunas, aunque la conclusión quede bien clara. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Las Profecías de San Malaquías (2 de 3) [P. Alfonso Gálvez]

Planteada así la cuestión, y en orden a su clarificación, solamente puede ser admitida como posible una de estas tres hipótesis:

- O bien la Profecía de San Malaquías carece de fundamento suficiente y puede ser rechazada, por lo tanto, como absolutamente falsa.

- O bien podría tomarse en consideración la teoría según la cual no existe una conexión inmediata entre los dos últimos lemas, lo que supondría aguardar durante un tiempo, cuya duración sería desconocida, que abarcaría desde Benedicto XVI, al que la Profecía asigna el de De Gloria Olivæ, hasta la aparición del Papa correspondiente al de Petrus Romanus

- Y en tercer lugar, también parece razonable aceptar como probable el hecho de que el lema Petrus Romanus haya sido mal interpretado. Por lo que no cabe descartar sin más la posibilidad de que efectivamente corresponda al actual Pontífice Francisco I, aun reconociendo las dificultades inherentes a su interpretación.

No hace falta insistir en las enormes dificultades (por no hablar de imposibilidad) que supondría el intento de demostrar cualquiera de las tres hipótesis, dado que nos hallamos en un terreno en el que sólo caben conjeturas y juicios de aproximación. De ahí que la conclusión más probable a deducir de nuestro Estudio sea la de que ninguna de las tres hipótesis posee argumentos suficientes para arrogarse la calificación de indiscutible, y de ahí la libertad de cada cual para mostrar sus preferencias por cualquiera de ellas. De todos modos, conviene adelantar dos advertencias antes de seguir adelante

Ante todo, ha de quedar bien establecido que, por nuestra parte, si bien somos partidarios de mantener la autenticidad de la Profecía de San Malaquías en su conjunto, en modo alguno nos pronunciamos a su favor por medio de un juicio definitivo. Por otra parte, y siempre teniendo en cuenta lo dicho, aquí vamos a investigar los fundamentos en los que se apoya la teoría que defiende la asignación del emblema Petrus Romanus al Papa Francisco I. Bien entendido que no se trata de demostrar que es la hipótesis más razonable, sino de hacer patente el hecho de que existen indicios suficientes como para no rechazarla a la ligera. Y aunque nosotros nos inclinamos decididamente a su favor, el juicio definitivo sobre su verdad o falsedad quedará, como siempre, a cargo del tiempo. Que es, en definitiva, el que se encarga de dirimir con seguridad la autenticidad o falsedad, además de su significado, de todas las profecías y revelaciones privadas.

Por supuesto que nuestra teoría será verdadera o quizá falsa. Aunque nadie podrá tacharla de arbitraria o antojadiza, una vez expuestas las razones, ciertamente no apodícticas, con las que hemos tratado de sustentarla.

Todavía falta un importante problema a considerar. Cuyo planteamiento nos conduce a que el Pontífice a quien corresponde el mote de Petrus Romanus según la Profecía de San Malaquías, y puesto que aparece como el último de la serie total de Papas que habrán existido en la Iglesia, si se admite como cierto el oráculo, su Pontificado habrá de coincidir con las graves tribulaciones que marcarán el fin de la Historia y precederán inmediatamente a la Parusía. Según lo cual, y aunque el momento del final de los Tiempos y de la segunda venida del Señor sólo de Dios Padre es conocido, conforme a las palabras del mismo Jesucristo, habría que considerar el Pontificado del Papa Francisco como el correspondiente a los Últimos Días.

Ahora bien, ¿puede decirse que los acontecimientos que en estos momentos están afectando a la vida de la Iglesia, como también a la de la Humanidad, poseen la suficiente envergadura para considerarlos como los que habrán de ocurrir en los Novissima Tempora, o al menos como los que marcarán su comienzo? Y la respuesta más razonable es, por supuesto, la de que no lo sabemos. Sin embargo, las tribulaciones y asaltos que en estos momentos está sufriendo la Iglesia, que la han conducido a la mayor crisis de su Historia, son de tan extraordinaria gravedad que hubiera sido imposible imaginarlos hace aproximadamente sesenta años. Se podrá discutir todo lo que se quiera acerca de si tales acontecimientos son los propiamente señalados como que van a suceder en los Novissima Tempora, aunque resulta difícil pensar, en el caso de que no sea así, en la manera en que podrían ser superados por los que habrían de venir después.

Puede decirse, por lo tanto, que se trata efectivamente de una teoría a la que no es posible prestar plena adhesión, pero que no deja de ser, sin embargo, otra circunstancia más que apunta hacia la identificación de Francisco I con Pedro Romano.

El desprestigio de la Jerarquía ha alcanzado cotas cuya altura se ha manifestado particularmente con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en el año 2013. El ridículo espectáculo de la samba brasileña, danzada en la Misa de clausura por los Obispos revestidos con ornamentos sagrados y delante del Papa, dirigidos por un coreógrafo homosexual experto en espectáculos incluso pornográficos, no hizo sino poner la guinda final a una Jerarquía cada vez más refractaria a los principios de autoridad y de obediencia y menos dispuesta a mantener la Doctrina y la Moral que la Iglesia ha predicado y defendido durante siglos.

A la confusión, cada vez mayor, reinante entre los católicos contribuyeron no poco los llamados Encuentros de Asís. A los que hay que añadir el cambio fundamental del concepto de la Católica, Santa y Verdadera Iglesia, único y exclusivo instrumento de salvación, según se mantuvo durante siglos, por el de apertura a todas las Iglesias en las que cualquiera se puede salvar, según se proclama ahora.

Luego está lo de la General Apostasía. La cual ofrece un aspecto externo y otro interno.

En cuanto a lo externo, se podría elaborar una interminable lista de miles de sacerdotes y de religiosos, todos ellos en franca huida. Secularizados, abandonado el celibato y, en la mayoría de los casos, también la Fe. Y lo mismo con respecto a los religiosos y monjas: conventos y clausuras desiertos y cerrados, rebelión contra la Jerarquía y noviciados completamente vacíos. Con respecto a los Seminarios y Facultades de Teología, nada hay que decir sino que, en lo poco de ellos que todavía queda, se enseña de todo menos Teología Católica. Por lo que hace a la Moral vivida por el conjunto del Mundo Católico, es mejor no aludir a las espeluznantes y negativas estadísticas de asistencia a Misa, práctica de Sacramentos, Moral sexual y matrimonial, etc., etc.

Si nos referimos al aspecto interno, el panorama que se ofrece a la vista es aún peor. Una gran parte del Orbe Católico, incluida la mayoría de la Jerarquía, ha dejado de creer en la divinidad de Jesucristo, en la virginidad de María, en la validez de los sacramentos, en la inmutabilidad de los Dogmas (que ahora han quedado reducidos a meros productos del entendimiento humano y sujetos a la banalidad de las circunstancias históricas). Se trata de un mundo que tampoco cree en la verdad de los Santos, en la infalibilidad de la Iglesia, en la realidad del pecado, en la existencia de la Ciudad del Eterno Llanto … , ni mantiene la Esperanza en una Patria y en un Mundo mejor con respecto a los cuales el hombre confiaba antes en que iba de camino para alcanzarlos. Nada tiene de extraño que apenas si sea ya conocido el sentimiento de la Alegría Perfecta, solamente capaz de ser producido por un Verdadero Amor al que, por supuesto, ya nadie conoce ni tampoco desea.

Y aquí damos por terminadas las divagaciones acerca del lema que, según San Malaquías, corresponderá al Pontífice que cerrará la Historia de la Iglesia y del Mundo. Con la obligada conclusión final de que solamente Dios sabe con certeza si el Papa Francisco es realmente Pedro Romano. Por nuestra parte, no nos hemos atrevido a asegurar que lo sea, y más bien nos hemos limitado a intentar demostrar que la hipótesis de que ambos son la misma persona no debe ser rechazada alegremente, puesto que goza de tantas razones de credibilidad como las que defienden lo contrario.

Por supuesto que tanto la Iglesia que sueña con una Iglesia Universal unificadora de todas las religiones, a la par de un Mundo que también suspira por una Autoridad Global que gobierne a todos los habitantes de la Tierra (y hay que tener en cuenta que se trata de un mismo sueño en uno y otro caso, alentado por la misma falsa sabiduría y dirigido por los mismos Poderes), están ambos abocados al más estrepitoso de los fracasos y a un castigo que supera a cualquier imaginación humana.

Teorías a favor y teorías en contra, acusaciones y discusiones en uno y otro sentido, opiniones contradictorias según las diversas ideologías y las diferentes tendencias …, todo un batiburrillo donde la Iglesia, que fue algún día Fuente de unidad y de santidad, se ha convertido en un campo de Agramante en el que cada uno de los diversos grupos cree tener la exclusiva de la Verdad, a falta de un factor común y de una mano firme capaz de reunir a las ovejas en un solo rebaño con un solo pastor.



(Continuará)