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viernes, 25 de septiembre de 2020

La fe es un don de Dios que no debiéramos dar por hecho (Peter Kwaskniewski)



A comienzos de septiembre el calendario litúrgico de la Iglesia Católica Romana nos ofrece un interesante enigma. De 1955 a 1970 el día 3 de septiembre era la festividad de San Pío X, mientras que el 12 de marzo siguió siendo la festividad de San Gregorio Magno (siendo el día real en el que murió y aún celebrado como tal en el calendario Tridentino y entre los cristianos orientales). Sin embargo, en 1969 el comité que revisó el calendario litúrgico trasladó a San Gregorio al 3 de septiembre, el día de su consagración episcopal, y movió a Pío X al 21 de agosto, el día después que este Papa murió. Así no obstante uno observa que estos dos Papas están misteriosamente conectados el uno con el otro. Y de hecho es apropiado que ellos estén asociados porque Gregorio estableció la forma final del Canon Romano, la oración central de la Misa Latina, mientras que Pío reestableció la primacía del canto llamado Gregoriano, la música central del rito Romano.

Ambos Papas fueron hombres que vivieron heroicamente las virtudes teologales de la fe; ambos fueron grandes predicadores y proclamadores de la Fe Católica.

“La fe viene de oír” dice San Pablo, “y el oír por la palabra de Cristo” (Romanos 10, 17). Aprendemos del Evangelio de Nuestro Señor a través de sus ministros y defensores, de nuestros padre y padrinos, de nuestros sacerdotes y obispos. Escuchamos de la belleza y de la profundidad de la palabra de Dios en las sinuosas líneas del Canto Gregoriano; escalamos el Monte Tabor espiritual en la solemne quietud del Canon de la Misa, así que ambos música y silencio se convierten en heraldos de los misterios. Aquellos que llegan a la fe tarde en la vida a menudo fueron introducidos por aquellos laicos católicos que predicaron la verdad a tiempo y a destiempo. Siempre hay una palabra y un oído atento.

Cualquier sea la forma en que las verdades del Evangelio nos lleguen y penetren en nuestros corazones es necesario para nuestro bienestar como cristianos que recibamos instrucción religiosa sólida junto con la iniciación sacramental. Esta doble fuente de madurez cristiana, la dupla catequesis moral e intelectual unida a la participación de la vida divina a través de los sacramentos, está bellamente ilustrada en la conversación de Cristo con Nicodemo (Juan 3, 1-21), donde Nuestro Señor está a la vez catequizando a Nicodemo sobre el significado de la redención y llevándolo de la mano a ver la necesidad del bautismo.

Donde quiera que los profesores de la verdad católica difundan la palabra de la salvación forjada por Cristo, están imitando a su Maestro en Su aspecto de Luz de los Gentiles. “La fe viene del oír”: es a través de la prédica y de enseñanza de la fe católica que la virtud teologal de la fe, que abarca los sublimes misterios de Dios, se siembra primero en los corazones de los no creyentes y fortalece aún más la de aquellos que ya creen.

No obstante, debemos tener en cuenta el hecho más importante que sólo Dios nos da: el hábito de la fe sobrenatural.

Es únicamente por su gracia, no por instrucción humana o iniciación, que creemos “para la salvación”, que se nos permite confesar el Credo con total cometido a Dios quien lo reveló a nosotros. Los cristianos llegan a esta verdad sobrenatural por medio de la gracias de la fe infusa en sus almas (“recibid en suavidad la palabra ingerida (en vosotros) que tiene el poder de salvar vuestras almas” Santiago 1, 21), no mediante argumentos o persuasiones en la boca de los hombres.

El cristiano completamente formado recibe tres dones fundamentales de Dios, llamados “virtudes teologales” que permean su vida espiritual entera: fe, esperanza y caridad (donde la “caridad” es entendida no como una práctica de limosna que sirve para reducir impuestos, sino como el amor de Dios por Su propio amor y el amor al prójimo por amor a Dios). La gracia de la fe es el fundamento de los otros ya que es imposible esperar el cielo o tener amistad con Dios sin adherirse firmemente a la doctrina revelada de la fe, mientras sea posible, tal como lo muestra Santo Tomás de Aquino, para tener una fe “informe” incluso en ausencia de la esperanza o de la caridad. Por ejemplo, el alma en estado de pecado mortal está en estado de enemistad con Dios y sabe que no puede alcanzar el cielo por esta separación, sin embargo, aún cree que el Evangelio es verdad, que Jesucristo es su Redentor y que el arrepentimiento es posible. “Ninguno puede exclamar: “Jesús es el Señor”, si no es en Espíritu Santo” (1 Corintios 12, 3). “Conoced el Espíritu de Dios en esto: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios.” (1 Juan 4, 2) Sin una fe inquebrantable en Dios, ninguno volvería nunca a Él en la Confesión.

Para los cristianos, cuya alma alberga la íntima presencia de Dios, la gracia de la fe, que conduce al alma hacia arriba a realidades invisibles, tiene un paralelo con la gracia de la esperanza impulsándonos a anhelar nuestra realización en la visión cara a cara de Dios; y por la gracia de la caridad, que capacita al alma a compartir la vida y el amor mismo de Cristo; así lo que es Suyo llega a ser nuestro “Pero a cada uno de nosotros le ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo.” (Efesios 4, 7)

La gracia de la caridad es la corona de las virtudes teologales por al menos tres razones: es la amistad espiritual a la cual hemos sido elevados por la misericordia de Dios; nos capacita para realizar obras y para sufrir privaciones de manera agradable a Él; y es la única que se mantiene en su esplendor en el cielo, donde la fe da paso a la visión y la esperanza a la posesión (cf. 1 Corintios 13, 8-13).

Dios sólo es el autor de las virtudes teologales, las que son inherentemente sobrenaturales, esto es, por sobre y más allá del poder del hombre para producir o inducir. Ni por nuestros propios sinceros esfuerzos ni por recibir la instrucción de otros puede el hombre aprender u obtener las virtudes teologales. Dios escoge (debemos hablar como si Dios estuviera tomando decisiones en el tiempo cuando en realidad Él permanece eternamente sin cambios) dar crecimiento a las semillas que otros han plantado y regado. En una notable declaración de humildad, el más grande predicador de la religión cristiana que alguna vez se haya conocido dice: “Yo planté, Apolo regó, pero Dios dio el crecimiento. Y así, ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento” (1 Corintios 3, 6-7)

El Señor nos dice que le supliquemos, al divino Jardinero, para darnos un aumento. “¡Señor aumenta nuestra fe!” (Lucas 17, 5). Como las vírgenes prudentes esperan la llegada del novio en la parábola (cf. Mateo 25) o como la amada anhela a su amado en el Cantar de los Cantares, así debemos orar y suplicar, esperando, pero siempre buscando al Todopoderoso.


“En mi lecho, de noche,

busqué al que ama mi alma;

le busqué y no le hallé.

Me levantaré y giraré por la ciudad,

por las calles y las plazas;

buscaré al que ama mi alma.

Le busqué y no le hallé.

”Cantar de los Cantares 3, 1-2)

En muchos de sus libros, Søren Kierkegaard insiste en recordar al lector que “No tenemos prisa.” Tampoco lo está el hombre en búsqueda de Dios. Está bien esperar por luz, esperarla humildemente, ansiar su amanecer, pero no podemos hacer que salga el sol. Podemos viajar a pie, en el frío de la noche hacia el horizonte donde aparecerá la luz, y en este sentido hacernos abiertos a la luz, capaz de iluminar, deseando ser convertidos por la gracia de Dios. Puede parecer que estamos acelerando la salida del sol cuando simplemente nos estamos acercando hacia donde sale primero, para poder contemplarlo en una hora más temprana. “Yo amo a los que me aman; y los que me buscan me hallarán” (Proverbios 8, 17)

Peter Kwaskniewski

Schneider: desde el concilio, la mayoría de los católicos han abandonado la Iglesia (Carlos Esteban)



En una entrevista concedida a Gloria.tv, el obispo auxiliar de Astaná, Athanasius Schneider, ha recordado que la Iglesia se ha ‘protestantizado’ desde el Concilio Vaticano II y que una mayoría de católicos ha abandonado la fe.

Schneider ha tenido una experiencia vital que le ha marcado y que le ha permitido ver la realidad de la Iglesia desde una perspectiva muy diferente a la de sus compatriotas alemanes. Nacido en la Unión Soviética, no fue hasta cumplidos los 12 años cuando su familia logró refugiarse en el entonces llamado ‘mundo libre, en Alemania. Esto hizo que pasara de una experiencia de catolicismo vivido en una heroica clandestinidad, con misas secretas en casas, a encontrarse con la Iglesia postconciliar de la Alemania de los años setenta.

El contraste fue tan fuerte que dice preferir vivir la fe como en la Unión Soviética de su infancia que el panorama de desacralización y protestantización que observó al otro lado del Telón de Acero, donde podía vivir su catolicismo en libertad. Cita, por ejemplo, el impacto de ver pornografía expuesta abiertamente, algo inexistente en el régimen comunista. También se sorprendió viendo a los fieles comulgar en la mano, algo que juzga “incomprensible, “como si se recibiera al Salvador como un bizcocho y se lo pusiera en la boca”.

En cuanto a la Misa, a ojos del joven Schneider parecía más una asamblea que el culto divino que conoció en la Unión Soviética.

En los noventa, mientras Schneider vivía en Roma ya como sacerdote, recuerda las llamadas de su madre, que lloraba al teléfono contándole las condiciones que se vivían en la parroquia al sur de Alemania. No había sacerdote y un asistente pastoral presidía los encuentros de oración. “Preferiría sufrir de nuevo la persecución soviética y vivir en la clandestinidad que experimentar lo que está sucediendo aquí en esta parroquia de Alemania”.

Schneider prevé -o, mejor, espera- para la Iglesia un futuro de reducidas congregaciones que practiquen la fe y la liturgia verdadera, algo que ahora solo existe de modo minoritario. Porque para el obispo kazajo se ha vuelto habitual que los obispos descuiden sus obligaciones en muchas áreas. Esta crisis de liderazgo no empezó ayer, sino que se retrotrae al Concilio Vaticano II, dice. Con el concilio, los obispos se volcaron en cuestiones mundanas para las que no tienen especial competencia. Este énfasis en lo asistencial y político lo describe Schneider como una “traición al Evangelio”.

Carlos Esteban

jueves, 24 de septiembre de 2020

Tomás García Madrid: “La victoria de Franco frente al comunismo cambió la historia de Europa y del Mundo”. Por Javier Navascués



Tomás García Madrid es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la Univ. Politécnica de Madrid, donde posteriormente ha sido profesor, y Master en Economía y Dirección de Empresas por el IESE (Univ. de Navarra). Durante 30 años ha ocupado puestos de responsabilidad ejecutiva en varias compañías de los sectores de construcción, infraestructuras, energía e industria básica. Ha sido consejero de empresas cotizadas en España, México, Brasil y EE.UU. y consejero delegado en varias de ellas.

Actualmente ejerce como asesor independiente y consultor de empresas y pertenece al consejo de administración de varias de ellas. Es miembro del patronato de varias fundaciones: Fundación Nacional Francisco Franco, Fundación Agustín de Bethancourt, Fundación Red Madre, Fundación Misión Paz y otras. Colabora con varios medios de comunicación, incluido El Correo de España y El Toro TV.


¿Considera que estamos ante una gran revancha del Frente Popular actual, que no ha olvidado aún su derrota en la Guerra, 80 años después?


Si, eso es evidente, pero es solo uno de los motivos por lo que este nuevo Frente Popular, que por cierto es una réplica exacta del infausto Frente Popular de 1936, nos está llevando hacia este precipicio.


La España Nacional, liderada por el Generalísimo, hizo mucho más que ganar la Guerra. Franco ha sido el único que ha vencido al comunismo en el campo de batalla, y eso es una afrenta que nunca olvidarán, pero es que además, con esa victoria probablemente cambió la historia de Europa y del Mundo. Si Franco no hubiera ganado la Guerra, España se habría convertido en un satélite de la Unión Soviética, como pretendían los que mandaban en el Frente Popular (recuerden quien era y lo que decía Largo Caballero, ese que tiene una estatua en un lugar preeminente del Paseo de la Castellana, como si fuera un demócrata y un hombre de paz). Y si eso hubiera ocurrido, si los comunistas hubieran tenido una “pata” en el sur de Europa, en la puerta del Mediterráneo, la historia de Europa probablemente habría sido muy diferente.


Pero es que perdieron la Guerra y además perdieron la Paz. Durante años, prácticamente hasta final de los 50, la URSS hizo todo lo posible por derrocar al Régimen: el maquis (unos terroristas, que saqueaban y asesinaban, a los que por cierto esta ley de Mentira Totalitaria reivindica expresamente y califica como “víctimas” del franquismo, aunque parezca increíble), el terrible bloqueo internacional, intentándonos ahogar económicamente y excluyéndonos de todos los organismos internacionales, etcétera, etcétera.


Pues bien, no solo no consiguieron derrocarlo, sino que el Caudillo permaneció en la Jefatura del Estado hasta su muerte, contando con el apoyo, el respeto y el agradecimiento de la inmensa mayoría del pueblo español, pues había conseguido hacer de España una de las naciones más prósperas del Mundo (la novena potencia económica mundial), había cambiado completamente a la sociedad española (acabó con el analfabetismo, creó la clase media, acabó con las grandes bolsas de pobreza, la esperanza de vida aumento en 20 años, creó una gran parte de las infraestructuras que tenemos ahora y tantísimas cosas) y convirtió a nuestra Nación en un modelo de estabilidad, unidad y progreso.


Es decir, Franco les ganó por goleada y no solo eso, sino que en los años de “esplendor” del comunismo fue un verdadero incordio para la mitad del mundo que se declaraba contraria a la libertad, a la Fe y al libre mercado, era una excepción a la socialdemocracia o al marxismo imperante entonces en el mundo. Eso no se lo perdonarán nunca, es más, lo deben borrar de la historia, como pretenden, pues para ellos es bochornoso.


Pero eso es solo uno de los motivos, hay varios más. Este falso debate sirve, como todo el mundo entiende, para intentar tapar los enormes problemas que tenemos, muchos de ellos causados o acentuados por este Gobierno de incompetentes: crisis sanitaria, económica, social, institucional, etc. Sirve para reavivar el enfrentamiento entre los españoles, que ya estaba superado, para radicalizar a la sociedad (en uno u otro sentido) y así justificar todos los abusos que están cometiendo. También sirve para intentar blanquear su pasado, ahora que nos quieren volver a llevar a la república, pues para ello tienen que reescribir la historia, haciendo creer que los verdugos fueron las víctimas, y viceversa, para hacer olvidar las atrocidades de todo tipo que cometieron sus abuelos (al menos ideológicos). Y sirve también, y no es poca cosa, para tener otro medio para seguir “chupando del bote”, pues a cuento de la mentira histórica ya se han repartido más de 50 millones de euros, y lo que está por venir … Quiero decir que esta ley, en este momento, les sirve para “matar varios pájaros de un tiro”, o al menos intentarlo.


Pero aparte de todas esas motivaciones, hay algo más, sobre lo que me gustaría detenerme si tenemos tiempo, y es que este proceso diabólico y liberticida de manipulación de la historia responde al pie de la letra a los objetivos de lo que se conoce como “Nuevo Orden Mundial” (NOM) que, en definitiva, pretende acabar con nuestra civilización y nuestra forma de vida. El NOM aspira a todo lo contrario de lo que defendió Franco durante toda su vida. Franco era una persona extremadamente creyente, con todo lo que eso implica en términos de reconocimiento del valor de la persona frente al Estado o a la “masa” y de reconocer que el ser humano es el centro de la Creación; tenía un enorme sentido de justicia social; era profundamente anticomunista, con unos principios morales inquebrantables, una persona íntegra y honrada hasta la médula que defendió a muerte la unidad de España y el impresionante legado histórico de nuestra Patria; que conocía la perversidad de la ‘partitocracia’ y la abominaba.


Todo eso es absolutamente incompatible con los objetivos del NOM: ateísmo -y por supuesto destrucción del cristianismo-; desprecio a la vida (aborto, eutanasia, …); ataque a todo lo que tenga que ver con la Ley Natural o simplemente con la moral (ideología de género, LGTBI, …); anulación de las identidades nacionales; “multiculturalidad” (es decir, inmigración masiva e islamización de Europa), ecologismo radical (están poniendo a lo que ellos llaman “la madre Tierra” por encima del ser humano); destrucción de la familia y de clase media para volver a tener una masa cada vez mayor de pobres (“los parias de la tierra”) y desarraigados, dependientes y manipulables, etc., etc. Por eso los impulsores del NOM (que no son otros que la Masonería) y todos sus acólitos necesitan no solo destruir todo el legado del Régimen, sino reescribir la historia imputándole con toda falsedad las mayores atrocidades imaginables para desacreditarlo.


Usted acaba de afirmar que no es una venganza espontanea sino que obedece a un plan premeditado de ingeniería social del Nuevo Orden Mundial, ¿Cree que el virrey de Soros en España, Sánchez, tiene una obsesión personal contra Franco, o más bien le dictan lo que ha de hacer en este tema, como en otros, desde fuera de España?


Yo creo que en el caso concreto de Sánchez no hay ninguna obsesión personal contra Franco, hasta donde yo conozco no tiene agravios “familiares” o de otro tipo, es más, hay quien dice que es nieto o bisnieto de un militar que llegó a teniente general con Franco y es sabido que pertenece a una familia de clase media que progresó, y mucho, con lo que ellos llaman “el franquismo”. Yo creo que Sánchez es un personaje tan anodino, tan vacío de todo, que por no tener no tiene ni siquiera esa especie de “afrenta” personal, que si pueden tener otros, real o imaginaria, como el infame Zapatero, nieto de un militar del montón que fue juzgado y fusilado por rebelión, o Iglesias, nieto de un chequista (que por cierto después progresó mucho durante el Régimen) e hijo de un miembro de la banda terrorista FRAP, es decir, hijo de un terrorista. Yo creo que Sánchez, por no tener, no tiene ni ideología. Su única ideología, por llamarle algo, es mantenerse en la poltrona para satisfacer su ego, vivir como un millonario y probablemente, aunque no me consta, enriquecerse todo lo que pueda. Para ello se vende a quien haga falta, incluido Soros, Gates, el NOM o, si le conviniera y se lo dijera Iván Redondo, al Ku-Kux-Klan. Y, por supuesto, hace lo que dicen sus amos.


Da la impresión de que no pararán hasta que consigan hundir la monarquía, ya que no olvidan que fue restaurada por Franco. Y lo peor de todo es que parece que no encuentran resistencia.


Si, eso está claro, pero no es ninguna sorpresa, muchos ya lo dijimos cuando el Rey se desentendió completamente de la profanación de los restos mortales del Generalísimo: el próximo es Ud. Yo no soy ningún forofo de los Borbones, y mucho menos del ex Rey Juan Carlos, pues creo que todos los borbones, salvo Carlos III y ya veremos Felipe VI, han sido nefastos para España, por lo que no me siento monárquico en el sentido de creer que, por definición, esa sea la mejor forma de Estado. Hay muchas repúblicas, no hace falta citar ejemplos, que funcionan de maravilla, por lo que yo, pensando en abstracto, no tengo una especial prevención contra la república. Sin embargo, por un lado las dos experiencias republicanas en España han sido terribles y, por otro lado, los que están ahora empeñados en proclamar la tercera república quieren que esta sea una república socialista, incluso bolivariana, y eso, desde luego, sería infinitamente peor que la monarquía que tenemos, por lo que cualquiera con un mínimo de sentido común debe defender nuestra monarquía frente a la república a la que aspira esta canalla.


De todos modos, para mí, el origen de todo esto está en la Constitución de 1978, donde Juan Carlos I renunció sin ninguna necesidad a cualquier atribución, a cualquier autoridad para hacer o impedir que se haga, por lo que de hecho ya casi estamos en una república presidencialista “coronada”, donde el Jefe del Estado no pinta nada y el Presidente del Gobierno tiene todo el poder ejecutivo, y si además le añades que la Constitución también facilita el control del Presidente sobre el poder legislativo (Parlamento) y sobre el poder Judicial (Consejo General del Poder Judicial y Tribunal Constitucional), se lo ponen muy fácil a cualquiera que quiera, desde el gobierno, cargarse nuestra forma de Estado. Juan Carlos, a quien Franco entregó todo el poder, podía haber hecho la constitución que casi le diera la gana, reservándose, por ejemplo, el nombramiento de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, o del Tribunal Constitucional, reservándose la facultad de disolver las cortes y convocar elecciones, y tantas otras cosas que harían que nuestro sistema funcionara como es debido, con una efectiva separación de poderes, no como ahora. Pero no lo hizo, y de aquellos polvos, de esa irresponsable dejadez de funciones, vienen estos lodos.

Respecto al hecho de que a Juan Carlos le nombró Franco, sin duda influye, pero creo que para esta re edición de Frente Popular el objetivo de la república es independiente de que el Rey fuera nombrado o no por Franco pues Juan Carlos se ocupó bien pronto de desvincularse del Régimen traicionando todos los juramentos solemnes que había hecho en cuanto a respeto y lealtad hacia los Principios del Movimiento y las Leyes Fundamentales. Yo creo que le hubiera ido mucho mejor, a él y a España, si no hubiera cometido esa gran traición.


También su odio al catolicismo es evidente, están obsesionados con expulsar a los monjes del Valle y transformar un lugar sagrado católico en una especie de panteón masónico. ¿Puede valorar la gravedad del hecho?


Para cualquier régimen totalitario, desde el nazismo al comunismo, que necesitan destruir al individuo para sustituirlo por la masa (el proletariado) o por el pueblo, en sentido abstracto, el cristianismo es un obstáculo que tienen que eliminar. El cristianismo, incluido obviamente el catolicismo, casi fue erradicado en la Alemania nazi, o en la antigua URSS y, hoy día, en la China todavía comunista. En nuestro caso, además, llevan décadas tratando de involucrar a la Iglesia y a los católicos en todas esas imaginarias atrocidades de las que acusan falsamente al Régimen, por ejemplo con lo que llaman el “nacionalcatolicismo”, por lo que este proceso de tergiversación de la historia, si sigue avanzando, llevará de nuevo a la persecución de los católicos. Ya está habiendo ataques, no solo el pretendido derribo de la Cruz del Valle y la expulsión de los benedictinos, ya hay pintadas en templos católicos diciendo que “Arderéis como en el 36” o que “La única iglesia que ilumina es la que arde”, ya hay profanaciones de iglesias, lo de siempre. Por ahora los casos son aislados, pero esa es una mecha que ya está encendida y que si no apagamos pronto se convertirá en un gran incendio. Si no hacemos nada por evitarlo, la historia se repite.


Por cierto, hay otras religiones, en particular el Islam (que yo creo que es una ideología, más que una religión) que si son compatibles con regímenes totalitarios, basta darse una vuelta por Irán o por Arabia Saudí para comprobarlo. Por eso no me sorprende nada que los que están empeñados en erradicar el cristianismo convivan perfectamente, si es que no lo fomentan, con el islamismo.


¿La destrucción de la Cruz sería el equivalente al fusilamiento del Sagrado Corazón en 1936?


No estoy seguro, creo que es incluso peor. Ambos son dos sacrilegios terribles y dos salvajadas, pero el fusilamiento y posterior voladura del Sagrado Corazón ocurrió en julio de 1936 pocos días después del Alzamiento, en un ambiente revolucionario y de violencia generalizada, entre gran crispación, sin que esto sea justificación ni mucho menos, mientras que la eventual destrucción de la Cruz sería algo planificado, hecho con pretendida apariencia de legalidad, digamos que “en frío”, sin que exista absolutamente nada que lo pueda explicar, salvo el odio a lo que representa. De todos modos, desde la promulgación de la ley de Memoria Histórica en vigor se han destruido muchas cruces, por ejemplo la de Callosa de Segura, con la excusa de que eran en memoria de los caídos y eso estaba en contra de esa maldita ley y casi nadie (incluida en ese “nadie” la jerarquía de la Iglesia Católica) ha hecho nada por impedirlo, así que estos canallas se sienten impunes, capaces de cualquier cosa, incluida la voladura de un monumento de importancia mundial, la mayor cruz del mundo.


¿No debería ser ilegal que quien quiso enterrar a sus familiares en un lugar sagrado, vea como, contra su voluntad, transforman su lugar de reposo en un cementerio civil?


Me resulta complicado decir lo que es legal o ilegal en esta España que vivimos, con las arbitrariedades que estamos viendo, con las sentencias injustas que vemos un día sí y otro también. Hoy en España hay muchas cosas injustas e inmorales que son legales. Dicho eso, si creo que lo que me dice tiene toda la apariencia de ser ilegal, pero desde luego estoy seguro de que es inmoral e injusto, un abuso de poder en el más puro estilo totalitario de esta gente, una vergüenza. No nos podemos sorprender si lo hacen, pues ya ha dicho el Tribunal Supremo en una sentencia aberrante, en relación con la profanación y “expropiación” de los restos mortales del Generalísimo, que es legal que el Gobierno profane una sepultura que no es suya, en contra de los deseos de la familia, que se apropie de los resto mortales allí enterrados y que los entierre donde le dé la gana, de nuevo en lugar distinto al elegido por la familia, y no ha pasado nada, así que se preparen los deudos de los enterrados en el Valle.


Resultaría muy triste que la Fundación Nacional Francisco Franco, al ser ilegalizada, se tuviera que exiliar, ¿Fue un gran error legalizar a partidos comunistas, republicanos y separatistas?


Si, sería muy triste pero sobre todo muy escandaloso y muy contrario a derechos fundamentales reconocidos en la Constitución, empezando por la libertad de pensamiento y de expresión. La pretendida ilegalización no tiene justificación alguna, es una arbitrariedad impropia de un Estado que pretende ser un estado de Derecho. La Fundación Nacional Francisco Franco, a cuyo patronato me honro en pertenecer, no es una entidad de carácter político, y mucho menos partidista, es una institución privada de carácter cultural e histórico que aspira a difundir y promover el estudio y conocimiento de la obra de Franco y del Régimen que rigió los destinos de España durante casi 40 años. No es una entidad que defienda volver a un régimen como el de Franco, ni es contraria a la democracia, ni por supuesto pretende que España vaya hacia un régimen totalitario (como, por cierto, si pretenden los que ahora nos gobiernan), pero lo que si hace es recordar la verdadera historia, cómo estaba España en julio de 1936 y cómo estaba en noviembre de 1975 y todo lo que se hizo en esos años para reconstruirla y convertirla en una de las 10 primeras potencias económicas del mundo, con una paz social hasta entonces desconocida y con unos niveles de progreso y bienestar también desconocidos y eso no lo pueden soportar estos fanáticos.


En cuanto a la legalización del partido comunista creo que fue un grandísimo error, todo el mundo sabe lo que ha hecho el comunismo en el mundo, más de 100 millones de muertos y la ruina económica y moral de muchos otros millones, existe una resolución del parlamento europeo condenando al comunismo, hay bastantes países comparables a nosotros que tienen prohibidos los partidos comunistas, es decir, que lo normal en un país moderno, en un país libre, es que el comunismo esté erradicado y sea ilegal. Igual pasa con los partidos independentistas, cuyo único objetivo es destruir la unidad de España, algo completamente contrario a la Constitución y a la razón. No deberían ser legales, y mucho menos tener el poder que tienen para influir en el futuro de todos los españoles en base a un número insignificante de votos a nivel nacional. Sobre los partidos republicanos tengo más dudas, no creo que deban ser ilegalizados, creo que es legítimo aspirar a un modelo de Estado diferente a la monarquía, pero siempre que lo hagan siguiendo cauces legales y constitucionales: que consigan un número de escaños suficientes para promover una reforma constitucional de ese calado, para lo que necesitan una mayoría reforzada, y que sigan el procedimiento, que como sabe exige un referéndum. Como ya he dicho, yo conceptualmente no soy contrario a la república, soy contrario a una república socialista, o federal, o bolivariana.


El Gobierno actual socio comunista está hundiendo España en el Tercer mundo, y ha llevado al país a una catástrofe económica realmente histórica, además de ser responsable de un grandísimo número de homicidios por negligencia. ¿Cree que el pueblo español tarde o temprano se sublevará contra el régimen marxista?


En ese asunto tengo que hacer un esfuerzo para ser optimista. Por un lado, la historia nos enseña que los españoles siempre han reaccionado cuando la Patria estaba en peligro, desde la guerra contra el francés al Alzamiento, así que eso me da esperanza. Además, la historia también demuestra que todos los regímenes comunistas, tarde o temprano, fracasan porque la sociedad se rebela. Todos han terminado cayendo. Eso también me invita a ser optimista. Pero, al contrario, veo que en España en los últimos años, y especialmente en los últimos meses, están ocurriendo cosas inauditas sin que casi nadie se rebele: más de 50.000 muertos por Covid, los peores datos del mundo, mentiras flagrantes como el del inexistente ‘comité de expertos’, ruina económica sin precedentes, ERTEs que no se pagan, ingreso mínimo vital que tampoco se paga, ataques a las libertades individuales más básicas, ataques a la propiedad privada, censura, etcétera, etcétera. ¿Quién podía imaginar que todo esto podría ocurrir sin que la población se echara a la calle? … pues está ocurriendo.


Dentro de la estrategia de ingeniería social que están siguiendo estos fanáticos, uno de los puntos clave es hacernos a todos más dependientes del Estado y controlar lo que hacemos, lo que decimos y, si me apura, lo que pensamos. En ese sentido, creo que la crisis sanitaria les ha venido bien para tenernos a todos aterrorizados y encerrados en nuestras casas, tragando la propaganda con la que continuamente nos bombardean a través de sus medios de comunicación comprados, e incluso que la crisis económica les viene bien, para que cada vez haya más gente que dependa del Estado. De hecho, hoy ya una mayoría de la población, bastante más de la mitad, dependen del estado para sobrevivir: pensionistas, desempleados, funcionarios, personas en ERTE, etc. Así, se podría decir que tienen a una mayoría de la sociedad cautiva, que no se atreve a alzar la voz contra el que les da de comer. Eso mismo pasa en Venezuela, en Cuba o en Corea del Norte.


En definitiva, sí creo que algún día la ciudadanía se rebelará contra este estado de abuso, de mentira y de latrocinio, pero no sé cuándo


Me da miedo solo pensarlo, pero como no reaccionemos pronto nos podemos pasar una generación bajo este yugo en el que nos están metiendo sin que la gente, al menos aparentemente, se dé cuenta.


Javier Navascués

Schneider: Since Vatican II, the Majority of Catholics Have Fallen Away

GLORIA TV NEWS


 Duración 4:06 minutos



Schneider: Since Vatican II, the Majority of Catholics Have Fallen Away

Since Second Vatican Council, the Church has been Protestantised and the big majority of Catholics have abandoned the Faith, Bishop Athanasius Schneider told Gloria.tv, stressing that only a minority of Catholics has remained faithful in the face of the present disorientation in the Church. This minority sought Mass in spring despite the Coronavirus curfew. Schneider hopes for a future of the Church, which will come about in small congregations which practice the true faith and liturgy. He points out that in every major Church crisis only a minority has carried the faith through.

Apostasy of Bishops Is Global Phenomenon

According to Schneider, it has become a "general phenomenon" that the bishops do not fulfill their tasks in many areas. This crisis of leadership did not start yesterday, but has been developing since Vatican II. With the Council, the bishops turned to worldly matters, for which they have no competence, Schneider explains. He describes this overemphasis on worldly affairs as a "betrayal of the Gospel".

The Church Precedes the Pope - but Will She Survive Him?

Schneider notes that for an unbeliever observing the Church from outside, the Church looks like an NGO for worldly concerns and environmental protection. He explains that in some periods of church history, the popes or bishops - or now bishops' conferences - have been preventing access to the pure sources of faith. Surprisingly, Schneider considers the current crisis a temporary phenomenon which, he says, "will certainly end". He stresses that the Church cannot be reduced to the person of a pope or a bishop. Quote: "The Church is bigger and older than an individual pope and the pope himself has received the Faith from the Church which thus precedes him.

Pachamama Cult Is A Consequence of Assisi Meetings

For Schneider, the Pachamama cult in the Vatican was prepared by John Paul II’s interreligious meetings in Assisi and elsewhere, but - quote - "not in the blatant form as it happened with the Pachamama cult.” Schneider says that never before in Church history has worshipping an idol taken place in the presence of a pope. However, he admits that the Assisi gatherings accustomed the faithful to the idea that all religions were on the same level. For Schneider this as a false doctrine directed against the First Commandment and the Gospel. Quote: "Christ is the only way. All other religions are false." For Schneider, the Assisi meetings were a great slump which prepared the ground for the - quote - "terrible, terrible event of the Pachamama worship in the Vatican". Schneider sees Pachamama as “a logical consequence" of Assisi.

"God Does Not Want False Religions"

Contrary to the text of Francis' Abu Dhabi Document, Schneider explains that the other religions are "not willed by God". God allows the other religions as well as the sins of mankind. Quote: "It is not His will that we sin. It is not His will that there be Islam, Buddhism and idolatry."


TRADUCIDO AL ESPAÑOL (Con el traductor de Google)

Schneider: Desde el Vaticano II, la mayoría de los católicos se han ido

Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha sido protestante y la gran mayoría de los católicos han abandonado la Fe, dijo el obispo Athanasius Schneider a Gloria.tv, enfatizando que solo una minoría de católicos se ha mantenido fiel frente a la actual desorientación en la Iglesia. Esta minoría buscó misa en primavera a pesar del toque de queda por coronavirus. Schneider espera un futuro de la Iglesia, que se producirá en pequeñas congregaciones que practican la verdadera fe y liturgia. Señala que en cada gran crisis de la Iglesia, solo una minoría ha superado la fe.

La apostasía de los obispos es un fenómeno mundial

Según Schneider, se ha convertido en un "fenómeno general" que los obispos no cumplan con sus tareas en muchas áreas. Esta crisis de liderazgo no comenzó ayer, sino que se viene desarrollando desde el Vaticano II. Con el Concilio, los obispos pasaron a asuntos mundanos, para los que no tienen competencia, explica Schneider. Describe este énfasis excesivo en los asuntos mundanos como una "traición al Evangelio".

La Iglesia precede al Papa, pero ¿le sobrevivirá?

Schneider señala que para un incrédulo que observa a la Iglesia desde fuera, la Iglesia parece una ONG para las preocupaciones mundanas y la protección del medio ambiente. Explica que en algunos períodos de la historia de la iglesia, los papas u obispos, o ahora las conferencias episcopales, han estado impidiendo el acceso a las fuentes puras de la fe. Sorprendentemente, Schneider considera la crisis actual como un fenómeno temporal que, dice, "ciertamente terminará". Subraya que la Iglesia no puede reducirse a la persona de un papa o un obispo. Cita: "La Iglesia es más grande y más antigua que un Papa individual y el Papa mismo ha recibido la Fe de la Iglesia que le precede".

El culto a la Pachamama es una consecuencia de las reuniones de Asís

Para Schneider, el culto a la Pachamama en el Vaticano fue preparado por las reuniones interreligiosas de Juan Pablo II en Asís y en otros lugares, pero, cito, "no en la forma descarada como sucedió con el culto a la Pachamama". Schneider dice que nunca antes en la historia de la Iglesia se había adorado a un ídolo en presencia de un Papa. Sin embargo, admite que las reuniones de Asís acostumbraron a los fieles a la idea de que todas las religiones estaban al mismo nivel. Para Schneider esto es una mentira, es doctrina dirigida contra el Primer Mandamiento y el Evangelio. Cita: "Cristo es el único camino. Todas las demás religiones son falsas ". Para Schneider, las reuniones de Asís fueron una gran recesión que preparó el terreno para el - cita -" terrible, terrible evento del culto a la Pachamama en el Vaticano ". Schneider ve a la Pachamama como" una consecuencia lógica "de Asís.

"Dios no quiere religiones falsas"

Contrariamente al texto del Documento de Abu Dhabi de Francisco, Schneider explica que las otras religiones "no son queridas por Dios". Dios permite las otras religiones así como los pecados de la humanidad. Cita: "No es Su voluntad que pequemos. No es Su voluntad que haya Islam, Budismo e idolatría".

Trump a la ONU: protejan al no nacido y a las minorías religiosas (Carlos Esteban)

 INFOVATICANA


Mientras el cardenal Parolin se dirige a la Asamblea de la ONU para elogiar al organismo internacional, el presidente le pone deberes: que se dediquen a proteger al no nacido y los derechos de las minorías religiosas.

Las Naciones Unidas deben “centrarse en los problemas reales del mundo”, ha dicho el presidente Donald Trump en un mensaje telemático dirigido a la Asamblea General en el 75 Aniversario de la fundación de la organización internacional. Y entre esos problemas, el presidente norteamericano ha citado “el tráfico de seres humanos y sexual, la persecución religiosa y la limpieza étnica de minorías religiosas”.

Curiosamente, en ciertos momentos el presidente y el secretario de Estado vaticano parecían haber cambiado los papeles. Así, Trump dejó claro en su mensaje que su país, Estados Unidos, se compromete a “proteger a los niños no nacidos”.

No es la primera vez que Trump habla de la defensa del no nacido ante una organización que lleva tiempo tratando de universalizar el derecho al aborto y que tiene la reducción drástica de la población mundial como una de sus prioridades. En 2019 también ante la Asamblea General, dijo que “como muchas otras naciones aquí presentes, en América creemos que todo niño, nacido o no nacido, es un sagrado don de Dios”.

Trump, siguiendo la llamada Política de Ciudad de México, por la que Estados Unidos que estipula que todas las organizaciones no gubernamentales que reciben fondos federales deben abstenerse de promover o realizar servicios relacionados con el aborto en otros países, siguen esforzándose por rediseñar su estrategia de asistencia internacional, y pretenden aplicarla también a los contratos de Defensa y gubernamentales con las ONG.

Estados Unidos interrumpió su financiación del fondo de población de Naciones Unidas (UNFPA) por su asociación con China, cuya política oficial de un máximo de dos hijos por mujer se aplica mediante abortos y esterilización forzosos. También ha reducido su colaboración financiera con la Organización de Estados Americanos después de que uno de sus departamentos presionara políticamente para que se despenalizara el aborto en aquellos países donde sigue siendo delito.

Carlos Esteban

miércoles, 23 de septiembre de 2020

NOTICIAS VARIAS 23 de septiembre de 2020




MARCHANDO RELIGIÓN

- Concilio Vaticano II: Cuando la historia se convierte en criterio de enjuiciamiento

SPECOLA

Las audiencias sin oyentes del Papa Francisco, a vueltas con Fratelli Tutti, debilidades del Vaticano, Iglesia en Argentina

GLORIA TV

Pomposo documento del Documento: Eutanasia similar al asesinato

El verdadero cisma (Luis Fernando Pérez)

 EXSURGE, DOMINE


Una parte tanto del sector ilustrado radical del catolicismo -vulgo “progre”- como del ilustrado conservador (*) -vulgo “neocón”- anda exhibiendo últimamente el espantajo de un cisma visible ante el evidente estado de descomposición de la unidad de la Iglesia. Ambos sectores se han tomado en serio el famoso “hagan lío” del actual Pontífice, Francisco, quien decidió que en vez de dedicarse a cumplir el ministerio de “confirmar a los hermanos en la fe”, era hora de poner prácticamente todo patas arriba, especialmente en lo relacionado a la moral y los sacramentos. Como bien señaló a principios de este año Alonso Gracián:
Amoris laetitia es la constatación de la insana «creatividad» situacionista, conforme a la asimilación irresponsable del alma de la Modernidad. Amoris laetitia es consecuencia del personalismo y de la Nueva Teología.
Se puede hablar de otro sector de la Iglesia, el tradicionalista, muy minoritario pero reactivado últimamente por plumas seglares de reconocida popularidad e incluso por un par de obispos, caso de Mons. Schneider y Mons. Viganò. Este último, conocido en el mundo entero por el caso McCarrick, está “resucitando” el debate sobre el CVII. Debate, curiosamente, al que no prestan apenas atención los radicales, pues dan por amortizado dicho concilio y se disponen a ir más allá del mismo. Las reacciones, en no pocos casos furibundas, contra el cuestionamiento del CVII están llegando de filas conservadoras. Por su parte, el sector lefebvrista del tradicionalismo, protagonista precisamente del último pseudo-cisma oficial (incompleto según el cardenal Castrillón Hoyos) que fue “solucionado” por Benedicto XVI, está “contemplando los toros desde la barrera”, supongo que experimentando una especie de deja-vu. O sea, “esto ya lo hemos vivido”.

En mi opinión el cisma real fue gestado y alumbrado hace ya bastante tiempo. La unidad de la Iglesia es desde hace décadas como la vida del toro al que el torero acaba de entrar a matar eficazmente. Todavía se tiene de pie, pero está más muerto que vivo. Solo hace falta un leve toque en la cabeza para que se desplome. Y si no, el descabello.

Ni obispos ni sacerdotes ni religiosos ni seglares de todos los sectores señalados profesan la misma fe. No la profesan en materia moral. No la profesan a nivel litúrgico. No la profesan a nivel de muchos dogmas (¿cuál no ha sido cuestionado?). Es decir, del catolicismo se ha apoderado el espíritu de división típico del protestantismo. Cada cual cree lo que le parece y actúa en consecuencia. Y sin embargo, se ha ido manteniendo una especie de ficción de unidad visible en torno a la figura del papado. 

¿Quién, cuándo y cómo puede provocar un cisma “visible”? Sinceramente, dudo que se produzca algo así. Los alemanes parecen muy cerca de ello, y el cardenal Woelki, que no es precisamente un ultra-conservador, ha advertido en repetidas ocasiones (ver aquí, aquí y aquí) que la asamblea sinodal puede acabar muy mal. En un sentido parecido se han pronunciado el cardenal alemán Paul Josef Cordes, el arzobispo de Denver y, hace ya años, el P. Dwight Longenecker. De hecho, los obispos católicos ucranianos se vieron en la necesidad de exhortar a los alemanes a no separarse de las Escrituras y la Tradición.

El último en hablar de cisma en la Iglesia ha sido el cardenal Eijk, arzobispo de Utrech. Y lo ha hecho para decir que no cree que ocurra:
«Muchos hablan del peligro de un cisma, pero pienso que no lo habrá. Pienso más bien que en muchas partes del mundo sucederá lo que ya sucedió con nosotros en Holanda. Hubo una sanación silenciosa a través del recambio generacional. […] Porque, en última instancia, ¿quiénes permanecen en la Iglesia? Prácticamente ya no están los sacerdotes y laicos de 1968, de aquellos años de confusión y con ideas ultra progresistas. En Holanda todavía están los que creen, oran y tienen una relación personal con Cristo».
Al mismo tiempo el cardenal holandés reconoce que la Iglesia sufre una profunda crisis de fe. Estoy de acuerdo con él en el diagnóstico y en el pronóstico, aunque no en las razones para el pronóstico.

Es decir, me parece evidente que la actual no sólo es la peor crisis de fe en la historia de la Iglesia, sino que ha alcanzado la categoría de apostasía generalizada. Ciertamente hay elementos de esperanza en África y, aunque menos, en zonas de Asia, pero nunca antes la jerarquía católica había incumplido de forma tan notable su tarea de confirmar en la fe. Entre los que la profanan y los que se callan ante la profanación, el panorama es desolador. Hay doctrinas como el Reinado Social de Cristo (con su triple potestad), la necesidad de estar en gracia para comulgar, la indisolubilidad real, y no meramente nominal, del matrimonio, la verdadera libertad -siempre orientada a la verdad y no como derecho al error-, etc, que han sido aniquiladas o están en proceso de aniquilación. Y salvo unas ligeras protestas sin sustancia -p.e, no caben dudas (dubia) de la heterodoxia de Amoris Laetitia-, prácticamente nadie hace nada.

La verdadera batalla parece librarse entre aquellos que quieren llegar a las últimas consecuencias de la revolución que ya denunció y combatió San Pío X (modernismo), y los que quieren impedir tal cosa pero no tienen la menor intención de desandar lo ya caminado, especialmente en las últimas décadas. Pongo un ejemplo para que se me entienda. Los conservadores esperan que no se avance por el camino del documento de Abu Dhabi firmado por el papa argentino pero no están dispuestos a denunciar el encuentro de Asís protagonizado por el papa polaco. Se repite en la Iglesia el esquema de los liberales tras 1789: radicales que quieren una locomotora que vaya a toda prisa y conservadores que paran el tren pero se mantienen en la misma vía y confirman parte de lo que los primeros han llevado a cabo. Es por eso, y no por el recambio generacional del que habla el cardenal Eijk -¿acaso no hay cardenales jóvenes “progresistas”?-, que pienso que, aunque lo hay de facto, no habrá cisma visible. Progresistas y conservadores tienen más en común de lo que están dispuestos a aceptar.

¿Cómo pienso que saldremos de esta crisis? Creo que la explicación más plausible a lo que está sucediendo es la escatológica. Y que estamos ante lo profetizado por San Pablo en 2ª Tes 2,3 y por algunas apariciones de nuestra Madre y Señora, la Virgen. Las Puertas del Hades no prevalecerán porque el Señor mismo se encargará de impedirlo. Pero solo Dios sabe si estamos en esa situación.

Laus Deo Virginique Matri
Luis Fernando Pérez

(*) Benedicto XVI, en su discurso a la curia romana en las Navidades del 2006, dijo que “es necesario aceptar las verdaderas conquistas de la Ilustración, los derechos del hombre, y especialmente la libertad de la fe y de su ejercicio, reconociendo en ellos elementos esenciales también para la autenticidad de la religión”. Y hay otras declaraciones suyas en ese sentido. En mi opinión representa claramente el catolicismo liberal moderado.

martes, 22 de septiembre de 2020

¿Se puede interpretar el Vaticano II a la luz de la Tradición? (Mons. Viganò)


Este artículo se encuentra ya en este blog, pero traducido por Google y por mí. Seguro que esta traducción es bastante mejor que la mía.


El comentario de Peter Kwasniewski titulado Por qué hay que tomarse en serio las críticas de Viganò al Concilio me ha causado una excelente impresión. Se publicó el pasado 29 de junio en OnePeterFive ([en español] aquí), y quedó rezagado entre otros artículos que me habría gustado comentar. Me dispongo a hacerlo ahora, dando gracias al autor y a la redacción por el espacio que tengan a bien concederme.

Para empezar, creo que estoy de acuerdo con prácticamente todo el contenido de lo escrito por Kwasniewski: su análisis de la situación es sumamente claro y lúcido y refleja en su totalidad lo que pienso. En concreto, lo que más me agrada es constatar que «desde la carta que escribió monseñor Viganò el pasado 9 de junio y lo que ha escrito después, se debate lo que supondría anular el Concilio Vaticano II ».
Encuentro interesante que se empiece a poner en tela de juicio un tabú que desde hace casi sesenta años impide toda crítica teológica, sociológica e histórica del Concilio, y más cuando esa intangibilidad reservada al Concilio Vaticano II no se aplica -según sus partidarios- a ningún otro documento magisterial ni a las Sagradas Escrituras

Hemos leído infinidad de intervenciones de los defensores del Concilio en las que califican de superados los cánones del de Trento, el Syllabus del beato Pío IX, la encíclica Pascendi de San Pío X, y la Humanae vitae y la Ordinatio sacerdotalis de Pablo VI. La propia enmienda al Catecismo de la Iglesia Católica que corrige la legitimidad de la pena de muerte se cambia en nombre de una supuesta nueva manera de entender el Evangelio demuestra que para los novadores no hay dogmas ni principios inmutables que no se puedan corregir o derogar: la única excepción es el Concilio Vaticano II, que por su naturaleza –ex se, como dirían los teólogos- goza del carisma de infalibilidad e inerrancia que a su vez se niega a la totalidad del Depósito de la Fe.

Ya expresé mi opinión de la hermenéutica de la continuidad teorizada por Benedicto XVI y retomada constantemente por los defensores del Concilio que -indudablemente de buena fe- tratan de hacer una interpretación del mismo en armonía con la Tradición. A mí me parece que los argumentos en favor del criterio hermenéutico propuesto por primera vez en 2005 (1) se limitan a realizar un análisis teórico del problema y prescinden obstinadamente de la realidad de cuanto sucede ante nuestros ojos desde hace décadas. Este análisis parte de un postulado válido y aceptable, aunque en este caso concreto presupone una premisa que no es necesariamente cierta.

El postulado consiste en que hay que interpretar todos los actos del Magisterio a la luz de los textos magisteriales en razón de la analogia fidei (2), la cual de algún modo se expresa también en la hermenéutica de la continuidad. Con todo, dicho postulado parte de la premisa de que el texto que nos disponemos a analizar es un acto concreto de magisterio, con un grado de autoridad bien explícito en las formas canónicas previstas. Y precisamente ahí está el engaño, ahí salta la trampa. Porque los novadores consiguieron dolosamente colocar la etiqueta de Sacrosanto Concilio Ecuménico a su manifiesto ideológico, del mismo modo que a nivel local los jansenistas que manipularon el Sínodo de Pistoya se las arreglaron para poner un falso manto de autoridad sobre sus heréticas tesis, más tarde condenadas por Pío VI (3).

Por un lado, el católico se fija en la forma del Concilio y entiende sus actos como una expresión del Magisterio, e intenta por tanto interpretar su sustancia, patentemente equívoca por no decir errónea, en coherencia con la analogía de la fe, por el amor y veneración que tienen todos los católicos a la Santa Madre Iglesia. No pueden entender que los pastores hayan sido lo bastante ingenuos para imponerles una adulteración de la Fe, pero tampoco entienden la ruptura con la Tradición y procuran explicar esta contradicción.

Por otro lado, los modernistas se fijan en la sustancia del mensaje revolucionario que quieren transmitir, y para dotarlo de una autoridad que no tiene ni debe tener la magisterializan mediante la forma del Concilio, publicándola en actas oficiales. 

Saben bien que están forzando las cosas, pero se valen de la autoridad de la Iglesia –la cual en circunstancias normales rechaza y refuta- para que sea prácticamente imposible condenar esos errores, que fueron ratificados nada menos que por la mayoría de los padres sinodales. La instrumentalización de la autoridad con fines contrarios a los que la legitiman es una estratagema de lo más astuta: por una parte se garantiza una especie de inmunidad, de escudo canónico, a doctrinas heterodoxas o próximas a la herejía; por otra, se permite aplicar sanciones a quien denuncia tales desviaciones, todo en virtud de un respeto formal a las formas canónicas. 

En el ámbito civil, este comportamiento es típico de las dictaduras. Si esto ha sucedido también en el seno de la Iglesia, es porque los cómplices de dicho golpe de estado carecen del menor sentido de los sobrenatural, no temen a Dios ni a la condenación eterna y se consideran partidarios del progreso, investidos de una misión profética que legitima todos sus nefandos actos, al igual que las masacres comunistas son realizadas por funcionarios de partido convencidos de que promueven la causa del proletariado.

En el primer caso, el análisis de los documentos conciliares a la luz de la Tradición se topa con la constatación de que se formularon de tal modo que evidencian el propósito subversivo de quienes los redactaron, y lleva inevitablemente a la imposibilidad de interpretarlos en sentido católico sin debilitar todo el cuerpo doctrinal. En el segundo, el dar a conocer lo novedoso de las doctrinas insinuadas en las actas conciliares ha hecho necesaria una formulación deliberadamente equívoca, precisamente porque para que la autorizadísima asamblea diera el visto bueno y los publicara era imprescindible hacer creer que eran coherentes con el Magisterio perenne de la Iglesia.

Habría que señalar que el mero hecho de tener que buscar un criterio hemenéutico para interpretar las actas del Concilio pone de manifiesto la diferencia entre el Vaticano II y cualquier otro concilio ecuménico, cuyos cánones no dan lugar a malentendidos

Objeto de hermenéutica puede ser un pasaje poco claro de las Sagradas Escrituras o de los Santos Padres, pero desde luego nunca un acto de magisterio, que tiene precisamente por objeto disipar la falta de claridad. Y sin embargo, tanto los conservadores como los progresistas concuerdan, sin proponérselo, en reconocer una especie de dicotomía entre lo que es un concilio y lo que fue aquel concilio, el Vaticano II; entre la doctrina de todos los concilios y la expuesta o implícita en el concilio de marras.

En un texto reciente en el que cita a Benedicto XVI, monseñor Pozzo afirma precisamente que «un concilio sólo lo es en tanto que no se aparta del surco de la Tradición y es preciso entenderlo a la luz de toda la Tradición» (4). Pero esta afirmación, irreprochable desde el punto de vista teológico, no lleva necesariamente a considerar católico el Concilio Vaticano II, sino a preguntarse si al no mantenerse dentro del surco de la Tradición y no pudiendo interpretarse a la luz de toda la Tradición sin trastornar la intención que lo ha motivado, puede calificarse efectivamente de católico. Desde luego esta pregunta no puede ser respondida con imparcialidad por quien se profesa orgulloso defensor, partidario y formulador del Concilio. 

Evidentemente, no me refiero a la ineludible defensa del Magisterio católico, sino al puro Concilio en cuanto primer concilio de una nueva Iglesia que pretende sustituir a la Iglesia Católica, a la que se apresuran a rechazar como postconciliar.

Hay además otro aspecto que a mi juicio no conviene descuidar: que el criterio hermenéutico -entendido en el contexto de una crítica seria y científica del texto- no puede prescindir del concepto que desea expresar: en realidad no se puede imponer una interpretación católica de una tesis que es en sí patentemente herética o próxima a la herejía por el mero hecho de que esté inserta en un texto declarado como magisterial

La tesis de Lumen gentium que dice «El designio de la salvación abarca también a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando profesar la fe de Abraham, adoran con nosotros a un solo Dios, misericordioso, que ha de juzgar a los hombres en el último día» (LG 16) no puede tener una interpretación católica: en primer lugar porque el dios de Mahoma no es uno y trino, y en segundo porque el islam condena como blasfema la Encarnación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad en Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. Afirmar que «el designio de la salvación abarca también a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes» contradice a las claras la doctrina católica, que profesa en exclusiva la Iglesia Católica, única arca de salvación

La salvación que pudieran llegar a alcanzar los herejes, y más aún en el caso de los paganos, proviene siempre únicamente del inagotable tesoro de la Redención de Nuestro Señor, tesoro custodiado por la Iglesia, mientras que la pertenencia a cualquier otra religión es un impedimento para alcanzar la eterna bienaventuranza. Quien se salva, se salva por el deseo al menos implícito de pertenecer a la Iglesia, a pesar de su adhesión a una religión falsa; nunca por medio de ésta. Porque lo que tenga de bueno esa religión no le pertenece, lo ha usurpado; y lo que tiene de erróneo es lo que la hace intrínsecamente falsa dado que la mezcla de error y verdad engaña con más facilidad a sus adeptos.

No es posible alterar la realidad para ajustarla a un esquema ideal: si la evidencia demuestra que la heterodoxia de alguna tesis de un documento conciliar (y lo mismo se puede decir de los actos de magisterio bergoglianos) y la doctrina nos enseña que los actos de Magisterio no contienen errores, la conclusión no es que esas tesis no sean erróneas, sino que no pueden formar parte del Magisterio. Y punto.

La hermenéutica sirve para aclarar el sentido de una frase oscura o aparentemente contradictoria con la doctrina, no para corregirlo en sustancia después. Un método similar no daría la clave de interpretación de los textos magisteriales, sino que sería una intervención correctora, y por tanto el reconocimiento de que en tal tesis específica de tal documento concreto se afirma un error que es preciso corregir. Y habría que explicar además no sólo el motivo por el que no se evitó ese error desde el principio, sino también si los padres sinodales que aprobaron el error y el Papa que lo promulgó tenían intención de empeñar su autoridad apostólica para ratificar una herejía, o si en realidad quisieron servirse de la autoridad implícita derivada de su condición de Pastores para avarlala sin que se pusiera en duda la acción del Paráclito.

Monseñor Pozzo admite que «la dificultad para aceptar el Concilio se puede atribuir a que se han enfrentado dos hermenéuticas o interpretaciones del mismo, y conviven por tanto opuestas entre sí». Pero al decir eso confirma que la opción católica de aceptar la hermenéutica de la continuidad se adhiere a la acción innovadora de recurrir a la hermenéutica de la ruptura, con un arbitrio que pone de relieve la confusión imperante y, lo que es más grave, el desequilibrio entre las fuerzas que combaten a favor de una u otra tesis. «La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de terminar en una ruptura entre la Iglesia preconciliar y la postconciliar, y presupone que los textos del Concilio no serían la verdadera expresión del mismo sino el resultado de una conciliación», según monseñor Pozzo. Pero la realidad es precisamente ésa, y negarla no resuelve en lo más mínimo el problema, sino que lo agrava al negarse a reconocer la existencia del cáncer cuando éste ha llegado a un punto en que es innegable la metástasis.

Las declaraciones de monseñor Pozzo, según el cual el concepto de libertad religiosa expresado en Dignitatis humanae no contradice el Syllabus de Pío IX (5) demuestran que el citado documento conciliar es en sí equívoco. De haber querido sus redactores evitar tal equívoco, habría bastado con indicar en una nota a pie de página la referencia a las tesis del Syllabus; pero los progresistas jamás habrían aceptado tal cosa, que precisamente por no remitir al Magisterio precedente pudieron introducir subrepticiamente un cambio de doctrina. No parece que las intervenciones de los pontífices postconciliares –y la misma participación de ellos, incluso in sacris en ritos no católicos o hasta paganos– hayan corregido en modo alguno los errores propagados por la interpretación heterodoxa de Dignitatis humanae. Si se examina bien, en la redacción de Amoris laetitiae se siguió el mismo método, con lo que la disciplina de la Iglesia en materia de adulterio y concubinato público se formuló de manera que en teoría se pudiera interpretar en un sentido católico mientras en la práctica se entendió justamente en el obvio y único sentido herético que se quería difundir. Hasta tal punto que esa clave de interpretación querida por Bergoglio y sus exégetas en lo que respecta a la administración de la Comunión a los divorciados ha alcanzado el grado de interpretatio authentica en las actas oficiales de la Santa Sede (Acta apostolicae Sedis).

La tentativa por parte de los defensores del Concilio ha resultado ser como el inútil esfuerzo de Sísifo. En cuanto consiguen con innumerables esfuerzos y matizaciones formular una solución en apariencia razonable que no afecte directamente a su idolito, al momento resultan contradichos por declaraciones de opuesto signo por un teólogo progresista, un prelado alemán o el propio Francisco. Y así, el peñasco conciliar rueda una vez más montaña abajo atraído por la gravedad al lugar que naturalmente le corresponde.

Está claro que para un católico un concilio reviste de por sí tal autoridad e importancia que acepta espontáneamente sus enseñanzas con filial devoción. Pero es igual de evidente que la autoridad de un concilio, de los padres que aprueban sus decretos y los papas que los promulgan no hace menos problemática la aceptación de documentos que están en abierta contradicción con el Magisterio, o que como mínimo lo debilitan. Y si esa problemática se mantiene después de sesenta años, demostrando su perfecta coherencia con la engañosa voluntad de los novadores que prepararon sus documentos e influyeron en sus protagonistas, debemos preguntarnos cuál es el óbice, el obstáculo insuperable que nos obliga contra toda razón a considerar forzadamente católico lo que no lo es, en nombre de un criterio que tan sólo se aplica a lo que es claramente católico.

Es necesario tener bien claro que la analogía fidei se aplica a la verdad de la fe, ni más ni menos, y no sólo al error, porque la armoniosa unidad de la Verdad en todas sus expresiones no puede hallar coherencia con aquello a lo que se opone. Si un texto conciliar expresa un concepto herético o próximo a la herejía, no hay criterio hermenéutico que lo pueda volver ortodoxo simplemente porque ese texto forme parte de las actas de un concilio. Conocemos de sobra los engaños y hábiles maniobras efectuadas por los consultores y teólogos ultraprogresistas con la complicidad del ala modernista de los padres. E igualmente conocemos bien la complicidad con que Juan XXIII y Pablo VI aprobaron esos golpes de mano vulnerando las normas que ellos mismos habían aprobado.

El vicio sustancial está por tanto en que se llevó a los padres conciliares a aprobar textos equívocos, que ellos consideraban lo bastante católicos como para ameritar el plácet, sirviéndose luego del mismo carácter equívoco para hacerles decir ni más ni menos lo que querían los novadores. Hoy en día no es posible alterar aquellos textos en su sustancia para hacerlos más ortodoxos o más claros. Hay que rechazarlos sin más según las formas que la autoridad de la Iglesia juzgue en su momento oportunas, porque están viciados de una intención dolosa. Habría también que determinar si una asamblea anómala y desastrosa como el Concilio Vaticano II puede seguir mereciendo el título de Concilio Ecuménico cuando se reconoce universalmente su heterogeneidad con respecto a los que lo precedieron. Heterogeneidad que es tan patente que exige nada menos que el recurso a una hermenéutica, cosa que jamás fue necesaria con ningún otro concilio.

Sería necesario destacar que este mecanismo inaugurado por el Concilio Vaticano II ha conocido un recrudecimiento, una aceleración, un resurgimiento inaudito con Bergoglio, que recurre deliberadamente a expresiones imprecisas astutamente formuladas prescindiendo del lenguaje teológico, precisamente con el objeto de desmantelar poco a poco lo que queda de la doctrina en nombre de la aplicación del Concilio. Es cierto que con Bergoglio las herejías y la heterogeneidad con respecto al Magisterio son patentes y casi descaradas; pero no es menos cierto que la declaración de Abu Dabi habría sido inimaginable sin el antecedente de Lumen Gentium.

Con toda razón Peter Kwasniewski afirma: «Lo que hace que el Concilio Vaticano II sea singularmente merecedor de repudio es la mezcla, el revoltijo de cosas grandes, buenas, indiferentes, malas, genéricas, ambiguas, problemáticas y erróneas, todo ello en textos de gran extensión». La voz de la Iglesia, que es la voz de Cristo, es por el contrario cristalina e inequívoca y no puede inducir a error a quien confía en su autoridad. «Por eso el último concilio es totalmente irrecuperable. Si el proyecto de aggionarmento dio lugar a una pérdida masiva de la identidad católica, incluido lo relativo a la doctrina y la moral fundamentales, la única salida hacia adelante es enterrar honrosamente el gran símbolo y sepultarlo.

Finalizo recalcando algo a mi juicio muy significativo: si el mismo empeño que prodigan desde hace años los pastores en la defensa del Concilio y de la Iglesia conciliar se hubiera dedicado a corroborar y defender la doctrina católica en su totalidad, o siquiera para promover en los fieles el conocimiento del Catecismo de San Pío X, la situación del cuerpo eclesial sería radicalmente distinta. Pero no es menos cierto que los fieles instruidos en la fidelidad a la doctrina habrían empuñado las armas ante las adulteraciones llevadas a cabo por los novadores y los defensores de éstos. Es posible que la ignorancia por parte del pueblo de Dios haya sido provocada intencionalmente para que los católicos no se den cuenta del fraude y la traición de que han sido objeto, del mismo modo que el prejuicio ideológico que pesa sobre el rito tridentino sólo sirve para impedir que haya algo con que comparar las aberraciones de los ritos reformados.

¿Acaso borrar el pasado y la Tradición, renegar de las propias raíces, deslegitimar a los disidentes, los abusos de autoridad y el respeto aparente de las normas no son elementos recurrentes en las dictaduras?

+Carlo Maria Viganò, arzobispo

21 de septiembre de 2020

Festividad de San Mateo, apóstol y evangelista

(1) http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2005/december/documents/hf_ben_xvi_spe_20051222_roman-curia.html

(2) CCC 114: Por «analogía de la fe» entendemos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.

(3) Es interesante señalar que, también en aquel caso, de las 85 tesis sinodales condenadas por la bula Auctorem fidei, sólo eran totalmente heréticas 7, mientras que las otras fueron calificada de «cismátiica, errónea, capciosa, subversiva del orden jerárquico, falsa, temeraria, conducente al desprecio de los sacramentos y costumbres de la Santa Madre Iglesia, injuriosa para la piedad de los fieles, injuriosa contra la Iglesia y derogadora de su autoridad, perturbadora de la tranquilidad de las almas, contraria e injuriosa al Concilio Tridentino, alteradora del orden en las iglesias, injuriosa a la veneración debida especialmente a la bienaventurada Virgen, lesiva del derecho de los concilios universales, etc.»

(4) https://www.aldomariavalli.it/2020/09/10/concilio-vaticano-ii-rinnovamento-e-continuita-un-contributo-di-monsignor-pozzo/

(5) «Al mismo tiempo, el Concilio ratifica en Dignitatis humanae que la única religión verdadera se verificó en la Iglesia Católica y Apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la obligación de difundirla a todos los hombres (DH 1), y niega con ello el relativismo e indiferentismo religioso condenado en el Syllabus de Pío X».

(6) https://lanuovabq.it/it/lettera-del-papa-ai-vescovi-argentini-pubblicata-sugli-acta


(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Lo que preocupa a nuestros obispos (Carlos Esteban)



“¿Tanto le preocupa a la gente que los benedictinos tengan que salir o no salir de ese monasterio?”, ha preguntado retóricamente el presidente de la Conferencia Episcopal Española y Arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella, en una entrevista en su cadena COPE. Pero la pregunta es: ¿qué les preocupa verdaderamente a los obispos españoles?

Arriesgaré una respuesta a la pregunta de Su Eminencia: Nada. O muy poco a muy pocos. Quiero decir, lo que preocupa, preocupa mucho y preocupa a bastantes fieles no es que unos benedictinos tengan o no que trasladarse de este a aquel monasterio, algo que ni siquiera sería noticia de primera. No, lo que preocupa es que el traslado en cuestión no lo disponga la Orden, o siquiera el ordinario del lugar, sino el gobierno, un gobierno, por lo demás, abiertamente hostil a la Iglesia.

Lo que preocupa es que la jerarquía eclesiástica española parezca no apoyar jamás a los suyos frente al gobierno, que ceda constantemente ante el gobierno, salvo en lo que se refiere a un puñado de asuntos -inmatriculaciones, IBI, clases de religión- que significan, al cabo, cuotas de poder.

Creo sinceramente que los católicos españoles pasarían por alto incluso esta cesión si vieran a sus pastores centrados con celo evangélico en la salvación de las almas de sus fieles. Pero no es así, y oímos mucho más a menudo a nuestros prelados perorando de lo que ignoran, como la ecología, que apenas tiene incidencia en la vida cristiana de su rebaño y que no parece figurar de modo muy prominente en dos mil años de predicación cristiana -empezando por el propio Evangelio-, que sobre Cristo y las realidades sobrenaturales.

Omella y su vicepresidente, el cardenal arzobispo de Madrid Carlos Osoro, han estado en Roma con Su Santidad, y a la vuelta, ante las declaraciones del gobierno de que el Valle de los Caídos se convertirá en un cementerio civil y se ‘estudiará’ retirar la gigantesca cruz de piedra, han mostrado cualquier cosa menos irritación.

Así, Osoro hizo estas desconcertantes declaraciones: “Que ese lugar sea un lugar donde volvamos a recuperar la fraternidad, la reconciliación, la paz… que volvamos a lo que es fundamental y dejemos de vivir de adverbios y de adjetivos. Lo importante son los sustantivos y son dos: hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. Luchar por esto es una gran oportunidad”.

Volver a recuperar. Olviden la redundancia: lo que está diciendo el arzobispo es que si en un cementerio hay una cruz, o hay una abadía, no puede haber fraternidad, reconciliación o paz. Sólo el secularismo garantiza esas cosas tan bonitas, esos ‘importantes sustantivos’. Sorprendente en un sucesor de los apóstoles, cuya única razón de ser es dar testimonio de lo que significa esa cruz y afirmar que es la única esperanza de fraternidad, reconciliación y paz verdaderas. Porque si la manera de que haya paz, reconciliación y fraternidad es que un cementerio pase a ser civil y elimine la cruz, entonces quizá él mismo debería preguntarse qué significa su cargo.

A los católicos españoles no nos debe importar la cruz, no nos debe importar que un gobierno secular tome decisiones sobre un espacio eclesiástico. Pero tiene que importarnos muchísimo el equilibrio climático, algo que ni uno entre cien mil (o, probablemente, nadie en absoluto) tiene la posibilidad de alterar con su actitud o sus acciones diarias.

Entendido, Eminencias.

Carlos Esteban