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domingo, 21 de febrero de 2016

CARTA ABIERTA A FRANCISCO PARA QUE CAMBIE DE RUMBO O DIMITA (THE REMNANT)


La carta es larga y se necesita de un cierto tiempo para leerla; o hacerlo en varias sentadas, una por punto. El lector tiene la última palabra.Yo ya tenía noticia de esta carta, fechada el 8 de diciembre, el mismo día que comenzó el año de la misericordia, aunque no la incluí en el blog ... en aquel momento. Ahora sí lo hago, pues los acontecimientos que ya se han producido, los que se están produciendo ... y, sobre todo, los que se avecinan, que serán aún más atastróficos, requieren que los seglares católicos tomen cartas en el asunto ... Y que lo hagan con gran seriedad y sentido de la responsabilidad, en conciencia, y ante Dios, que todo lo ve ... pues está en juego el porvenir de la Iglesia Universal y nuestra propia salvación.

Los simples sacerdotes tienen las manos atadas y no pueden hacer nada, en este sentido, pues deben obediencia a su Obispo ... y, por desgracia, son muchos los obispos -cada vez en mayor número- que están acobardados ante el mundo o incluso impregnados de modernismo.

La situación es muy grave y no hay remedios humanos para combatirla: sólo los hay sobrenaturales ... ¡pero estamos en un mundo que ha perdido la fe!. De ahí la necesidad de orar con insistencia al Señor, en todo momento, y pedirle que ayude a su Iglesia, pues se está hundiendo. Que haga surgir buenos pastores, santos pastores, aunque sea de las piedras. De no ser así -y es poco probable que lo sea- falta ya muy poco para que se produzca un "crac". No sé lo que será ... pero, desde luego, Dios tiene que intervenir de modo directo ... o nadie se salvaría.

Mientras tanto, no podemos permanecer dormidos, como quizás lo hayamos hecho hasta ahora, dejándolo todo en manos de los sacerdotes, como si el ser cristiano fuese una especie de etiqueta, algo externo a nuestro ser, pero que no compromete nuestra vida: grave error. De todos modos, sigue siendo cierto que "Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que lo aman" (Rom 8, 28). Pienso sinceramente que el hecho de que nos haya "tocado" este Papa, como Vicario de Cristo (cuando tanto daño está haciendo a aquellos que pretenden ser fieles a lo que siempre ha dicho la Iglesia) es para que nos espoleemos y salgamos ya, de una vez por todas, de nuestra comodidad, de nuestra tibieza y de nuestra mediocridad. Es el momento de jugárnoslo todo por Jesús y de demostrarle que le queremos de verdad y no sólo de palabra.

Eso sí: necesitamos de las armas de la fe que son las que nos darán la valentía que necesitamos para no acobardarnos ante nuestros enemigos, con la absoluta certeza de que "el mal se vence con la abundancia de bien" (Rom 12, 21) y de que, si somos fieles, nuestra victoria es segura: "Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5, 4).

Tenemos su Palabra y su firme voluntad de estar con nosotros: "Padre, quiero que donde Yo estoy también estén conmigo los que Tú me has confiado" (Jn 17, 24) ... "para que el Amor con el que Tú me has amado esté en ellos y Yo en ellos" (Jn 17, 26). Eso nos basta y nos sobra.


Oh, María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos 

The Remnant solicita a S.S. Francisco que cambie de rumbo o renuncie al cargo de Sucesor de S. Pedro

8 de diciembre de 2015
Festividad de la Inmaculada Concepción

Santidad:

Celestino V (que reinó en 1294), reconociendo su incapacidad para el cargo, al que había sido elegido de forma inesperada, siendo el ermitaño Pietro da Morrone; y dándose cuenta del grave daño que estaba haciendo a la Iglesia con su inepto gobierno, abdicó tras un reinado de apenas cinco meses. Clemente V lo canonizó en 1313. A fin de que no quedase duda de la validez de tan inusitado acto pontificio, Bonifacio VIII, confirmó a perpetuidad (ad perpetuam rei memoriam) que «el Romano Pontífice es libre para abdicar de su cargo».

Son cada vez más los católicos, entre los que se cuentan cardenales y obispos, que son conscientes de que vuestro pontificado, igualmente fruto de una elección imprevista, está causando también un serio perjuicio a la Iglesia. Ya no es posible negar que os falta la capacidad o la voluntad para aquello que tan acertadamente señaló vuestro predecesor que debe cumplir todo pontífice: «vincularse constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo».

Al contrario, como se puede ver en los hechos que adjuntamos, vuestra Santidad ha dado numerosas indicaciones de tener una alarmante hostilidad a la doctrina, disciplina y práctica tradicionales de la Iglesia, así como a los fieles que las defienden, a la vez que manifiesta preocupación por cuestiones sociales y políticas que no son competencia del Romano Pontífice. A consecuencia de ello, los enemigos de la Iglesia constantemente se regocijan de vuestro pontificado, exaltándoos por encima de vuestros predecesores. Esta situación tan calamitosa no tiene precedentes en la historia de la Iglesia.

El año pasado, hablando de la abdicación de Benedicto, Vuestra Santidad declaró que haría igual si se sintiera incapaz de ejercer su cargo. En el primer aniversario de la abdicación de Benedicto, pidió a los fieles que lo acompañaran en sus oraciones por S. S. Benedicto XVI, «hombre de gran valor y humildad».

Con gran inquietud, y bajo la mirada de Aquel que nos juzgará en el Último Día, estos humildes súbditos ruegan respetuosamente a Vuestra Santidad que cambie de rumbo por el bien de la Iglesia y de las almas. Si eso no fuera posible, ¿no sería preferible que Vuestra Santidad renunciase a la Silla de S. Pedro a que presida una catastrófica transigencia en la integridad de la Iglesia?

Hacemos nuestras las palabras de Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia, en su famosa carta a Gregorio XI, en la que lo instaba a enderezar bien el rumbo de la Iglesia en una de sus mayores crisis: "Dios os ha concedido autoridad y la habéis asumido. Por tanto, debéis hacer uso de vuestra virtud y autoridad. Y si no estáis dispuestos a emplearlas, sería mejor que abandonaseis el cargo que habéis tomado"

¡María, Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros!

Vuestros súbditos en Cristo:

Christopher A. Ferrara
Michael J. Matt
Dr. John Rao
Professor Brian McCall
Elizabeth Yore
Timothy J. Cullen
Chris Jackson
Michael Lofton
Father Celatus
Connie Bagnoli
Susan Claire Potts
Robert Siscoe
John Salza, Esq.
Vincent Chiarello
John Vennari


HECHOS

Vuestro predecesor Benedicto XVI, cuando se sentó por primera vez en la cátedra petrina, recordó a los fieles católicos que «el Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Al contrario: el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra». De conformidad con ello, dijo Benedicto, «un papa no debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo».

El rumbo que ha seguido hasta el momento vuestro pontificado nos obliga a declarar públicamente que no habéis respetado la naturaleza del cargo petrino, sino que habéis abusado de él como nunca se ha visto. Por la presente, exponemos a Vuestra Santidad las principales inquietudes que han suscitado la alarma en todos los niveles de la Iglesia motivando esta súplica.

Primero. En lugar de enseñar en todo momento la doctrina de la Iglesia sobre la Palabra de Dios, Vuestra Santidad ha proclamado incesantemente sus propias ideas en homilías, conferencias de prensa, comentarios improvisados, entrevistas con la prensa, discursos varios e interpretaciones extravagantes de las Escrituras.

Dichas ideas, desde las simplemente inquietantes hasta las claramente heterodoxas, están bien representadas en vuestro manifiesto personal Evangelii Gaudium, documento que contiene varias declaraciones asombrosas que jamás se atrevido a expresar pontífice alguno. Entre otras, vuestro sueño de «transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación». Resulta increíble que un pontífice plantee una inexistente oposición entre la autopreservación de la Iglesia Santa Católica y Romana y la misión de ésta en el mundo.

Segundo. En vez de sumarse usted, y a la Iglesia, a la obediencia de la palabra de Dios, ha menospreciado en repetidas ocasiones las tradiciones apostólicas y eclesiásticas, así como a los fieles que las defienden. Aquí Evangelii Gadium resume su ideario: «Más que el miedo a perder el camino, tengo esperanza de que encontremos motivación en el miedo a quedar atrapados dentro de estructuras que nos aportan un sentido falso de seguridad, dentro de normas que nos vuelven jueces austeros, dentro de costumbres en las que nos sentimos seguros mientras que a nuestra misma puerta hay personas muriéndose de hambre y Jesús no se cansa de decirnos: “Dadles algo de comer” (Mc 6, 37)».

El catolicismo se tambalea ante el espectáculo de un pontífice romano denigrando la constitución, doctrina y costumbres de la Iglesia refiriéndose a ellas como «estructuras», «normas» y «costumbres» que roban al pueblo de su sustento espiritual dejándolo morir de hambre a sus puertas. Se atreve usted a referirse de esta manera a la Iglesia que construyó y transformó civilizaciones enteras, educó un sin número de santos, que creó órdenes religiosas, vocaciones sacerdotales y religiosas, institutos de caridad para la salvación de almas e incomparables obras de beneficencia.

Asimismo, ha insultado usted con tanta frecuencia a los fieles que defienden las tradiciones de la Iglesia que un observador ha recopilado un «Pequeño libro de insultos» que recoge muchos ejemplos de abusos sin precedente por parte de un Papa a sus súbditos. Entre los epítetos lanzados a los católicos devotos, con una ligereza imprudente, se encuentran «fundamentalistas», «fariseos», «pelagianos», «triunfalistas», «agnósticos», «nostálgicos», «cristianos superficiales», «banda de los escogidos», «pavorreales», «moralistas de nimiedades», «uniformistas», «orgullosos y autosuficientes», «aristócratas del intelectualismo», «murciélagos cristianos que prefieren la obscuridad a la luz de la presencia del Señor», etc.

Sin embargo, ni una sola palabra dura le ha usted dirigido a los enemigos declarados de la doctrina de la fe, o a los degenerados sexuales que infestan la jerarquía católica. Por el contrario, declara usted «¿Quién soy yo para juzgar?» con respecto a «personas gay» entre el sacerdocio. En particular el reconocido clérigo homosexual que permite usted que encabece vuestro hogar, y que guarda un parecido repugnante a vuestra persona. Usted ha permitido audiencias ampliamente difundidas de depravados sexuales, incluyendo transexuales y homosexuales, organizando estos encuentros personalmente por teléfono. Usted ha rehabilitado y hasta recompensado con cargos prestigiosos a teólogos de la liberación, que habían sido silenciados y suspendidos por sus dos predecesores anteriores, a promotores de la homosexualidad y a prelados que encubrieron los delitos sexuales de sacerdotes homosexuales.

Evangelii Gaudium resume perfectamente el desprecio —sin precedente en los anales del papado— que usted guarda para con los defensores de la doctrina y la probidad litúrgica. Se burla usted de «una ostentosa preocupación por la liturgia, por la doctrina y por el prestigio de la Iglesia», y temerariamente acusa a los católicos que sostienen una postura tradicional de «carecer de interés de que los evangelios tengan un impacto entre los que son fieles a Dios y por las necesidades concretas de nuestros días»; cruelmente e injustificadamente caricaturizándolos como personas que reducirían a la Iglesia a «una pieza de museo o a un objeto propiedad de unos cuantos».

Un momento que indica el estado de ánimo despectivo de Su Santidad con respecto a este tema es la humillación al acólito, que ya ha sido dada a conocer a todo el mundo y conmemorada en Internet. Mientras el joven se encontraba postrado, con sus manos unidas en oración, a la entrada de las grutas del Vaticano, las cuales usted visitaba en ese momento, le separó usted las manos mofándose de él con las palabras « ¿Acaso tenéis las manos atadas? ¡Ya, parecen estar atoradas!». Para mérito suyo, el joven volvió a unir sus manos inmediatamente, resumiendo el comportamiento adecuado a la dignidad de la ocasión y en obediencia a una formación espiritual cuidadosa. Nos preguntamos, sin embargo, qué efecto tendrá esta humillación pública, ya permanentemente accesible a todo el orbe, sobre la vida espiritual en una mente susceptible como ésta.

Quizá el más injurioso de los insultos de Su Santidad a los fieles aparece en Evangelii Gaudium, donde denuncia usted a los tradicionalistas católicos por un supuesto «ensimismamiento prometeico neo pelagiano». Asumiendo usted conocer su criterio interno declara que estos católicos «se sienten superiores a su prójimo porque siguen ciertas normas y se mantienen fieles a un estilo católico particular del pasado»; como si nuestra religión fuera asunto de estilos que pasan de moda como la ropa. Llega usted al extremo de burlarse de «una supuesta solidez de doctrina y disciplina» calificándola como «narcisista, un elitismo autoritario, que en vez de evangelizar se dedica a analizar y a clasificar a los demás…»

Por el bien de la verdad y la justicia, Santo Padre, debemos decirle que parece ser que usted mismo ha dedicado bastante tiempo a analizar, clasificar y, ciertamente, a juzgar a los demás, para mayor consternación y vergüenza de sus súbditos, que jamás han presenciado tal comportamiento de un pontífice romano. Y este comportamiento no parece llegar a término alguno.

Recientemente durante una conferencia para la formación sacerdotal, aseveró usted —con gran deleite de los presentes— que tenía «miedo de los sacerdotes inflexibles… no me acerco a ellos. ¡Creo que muerden!» ¿Qué propósito tiene esa retórica burlona si no es humillar y marginalizar a aquellos sacerdotes que aún tienen el valor de defender las enseñanzas impopulares de la Iglesia, sin compromiso, ante un mundo en guerra con Dios y Su ley? ¡No es del todo sorprendente que los medios aclamen vuestro pontificado!

Hay aún más que las palabras, Santo Padre, ya que ha dirigido usted la persecución abierta de órdenes religiosas dedicadas a restaurar la ortodoxia, la piedad sobria, la vida interior y la tradición litúrgica en medio de lo que su predecesor describió como las «calamidades» y el «sufrimiento» que ha soportado la Iglesia en nombre del Vaticano II, incluyendo «seminarios cerrados, conventos cerrados, la banalización de la liturgia…».

Bajo vuestras órdenes específicas los florecientes Frailes Franciscanos de la Inmaculada han sido destruidos por motivo de lo que vuestro comisionado apostólico (quien más tarde murió de una apoplejía) calificó como «definitivamente un giro tradicionalista». Asimismo, las Hermanas de la Inmaculada, afiliadas a aquella orden, han sido colocadas bajo un comisionado apostólico debido a supuestas «desviaciones» que consisten en una formación «preconciliar»; en otras palabras, una liturgia tradicional, una vida conventual tradicional, como si estas cosas sagradas fuesen una enfermedad que debe ser erradicada de la Iglesia. Estas son acciones propias de un dictador, motivado por una ideología, no de un paternal guardián del patrimonio sagrado de la Iglesia.

Y sin embargo, después de un año de investigaciones el proceso disciplinario, iniciado por el papa Benedicto, del Directorio de Religiosas (LCWR por sus siglas en inglés) bajo vuestra supervisión, ha sido encubierto y dispensado a pesar de su apoyo al aborto la eutanasia y el «matrimonio homosexual» y su notoria promoción por lo que el cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha descrito como «errores fundamentales acerca de la omnipotencia divina, la Encarnación de Jesucristo, la realidad del pecado original, la necesidad de la salvación y la naturaleza definitiva de la acción salvífica de Cristo en el Misterio Pascual».

Tercero. Al persistir con su menosprecio programático de la doctrina y la disciplina tradicional de la Iglesia y de los que la defienden, usted presidió y controló un “Sínodo sobre la Familia”, que pasó a ser un esfuerzo sostenido para diluir o adaptar la enseñanza infalible de la Iglesia sobre el matrimonio, la procreación y la sexualidad, con el fin de acomodar el espíritu rebelde de la época y la inmoralidad que se ha fomentado en toda nuestra civilización post-cristiana.

En el nombre de la “misericordia” –los prelados progresistas que dominan su círculo de asesores, incluyendo el infame cardenal Kasper, cuyos puntos de vista se han promovido desde el inicio de su pontificado– ahora se proclama una falsa disyuntiva entre la doctrina y la intrínsecamente relacionada práctica pastoral, como si la Iglesia pudiera prohibir la conducta inmoral como principio, mientras que da acogida a la práctica de la misma.

Como un cardenal prominente lo ha manifestado, esta “es una forma de herejía, una patología esquizofrénica peligrosa“. Sin embargo, se ha convertido en un tema de su pontificado, ya que se invoca a la “misericordia” sin cesar contra las leyes morales de la Iglesia, que se degradan como "reglas de mentes pequeñas", "barreras", "puertas cerradas" y "casuística".

Los progresistas que usted personalmente designó para la secretaría del Sínodo y la comisión de redacción, además de los 45 progresistas agregados a los miembros votantes, incluido el cardenal Kasper, se juntaron para atacar la indisolubilidad del matrimonio mediante la promoción de la admisión “caso por caso” de los divorciados y “vueltos a casar” a la santa comunión. Esto significaría el derrocamiento de la disciplina sacramental milenaria de la Iglesia, enraizada en las palabras de Nuestro Señor: “Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, comete adulterio… (Lc. 16, 18.)”. Esta disciplina la reafirmaron Benedicto XVI y Juan Pablo II frente a los desafíos por disidentes Católicos de la enseñanza, siendo el Cardenal Kasper uno de los más importantes entre ellos. Es evidente que usted desea abandonar la disciplina, como lo hizo cuando era arzobispo de Buenos Aires y cuando ya fue Papa, cuando se permitió llamar, personalmente, por teléfono a una mujer en Argentina, casada por lo civil con un hombre divorciado, para decirle que podía recibir la sagrada comunión a pesar de que su “rígido” párroco había dicho lo contrario.

En la primera sesión del sínodo en 2014, en la que usted personalmente aprobó y ordenó publicar al mundo, un informe intermedio, antes de que los padres sinodales lo hubieran revisado y que nunca fue aprobado por ellos y, de hecho, era una invención, al parecer, escrita antes del sínodo que no representaba ni remotamente su consenso real. Este documento vergonzoso abogaba por un tratamiento tipo “caso por caso” para abandonar la disciplina de la Iglesia, respecto a los divorciados “vueltos a casar” y el “valorar” la “orientación” homosexual. Un prelado valiente calificó este hecho como "un punto negro que ha manchado el honor de la Sede Apostólica". Sin embargo, después de que la mayoría en el Sínodo rechazó, con fundamento, estos puntos, usted denunció a "los llamados … tradicionalistas" por "querer cerrarse dentro de la palabra escrita… y no dejarse sorprender por Dios, por las sorpresas de Dios…".

Y entonces usted pidió que el mismo documento se distribuyera a los obispos del mundo, junto con tres párrafos del informe final que no recibieron la mayoría necesaria, pero que usted pidió fueran incluidos de todos modos, después de haber “quebrantado el libro de reglas” de un Sínodo que fue “amañado” para lograr un resultado arreglado de antemano, pero que por la gracia de Dios no se logró.

En la segunda sesión del sínodo en 2015, usted solicitó que todas las deliberaciones se basarán en un Instrumentum laboris tan heterodoxo, que una coalición internacional de clérigos y laicos advirtió que se "pone en peligro toda la estructura de la enseñanza católica sobre el matrimonio, la familia y la sexualidad humana…". Cuando ese documento fue igualmente rechazado por la mayoría en el Sínodo y sustituido en el último minuto por un documento compromiso (que crea aberturas para el derrocamiento de la disciplina sacramental de la Iglesia), usted denunció los "corazones cerrados, que con frecuencia se ocultan incluso detrás de las enseñanzas de la Iglesia o de las buenas intenciones, con el fin de sentarse en la silla de Moisés y del juez … casos difíciles". Es decir, usted condenó a los padres sinodales que habían defendido la disciplina sacramental constante de la Iglesia.

En su evidente determinación para dar cabida a los divorciados “casados nuevamente” por lo civil, a quienes inexplicablemente usted caracterizó como "los pobres", justo antes del sínodo 2015, usted inventó en secreto, sin consultar a cualquier dicasterio competente del Vaticano, una repentina y drástica “racionalización” del proceso de anulación. Un canonista de renombre mundial, que reflexionó y comentó sobre la alarma generalizada por esta “reforma” imprevista, la describió como "proporcionar un camino que se parece a la versión católica de divorcio sin culpa". Usted mismo libremente reconoció que "no se me ha escapado, el hecho de que un juicio abreviado podría poner en riesgo el principio de la indisolubilidad del matrimonio… ".

Cuarto. Al mantener su asombrosa sugerencia, rápidamente aclamada por los medios de comunicación, de que la Iglesia ha estado “obsesionada” con "el aborto, el matrimonio gay y el uso de métodos anticonceptivos", por su propio reconocimiento, usted "no había hablado mucho sobre estas cosas y fue reprendido por ello". Sin embargo, estas faltas graves amenazan la supervivencia misma de nuestra civilización en medio de lo que Juan Pablo II llamó una “cultura de la muerte” y “apostasía silenciosa”.

Mientras tanto, Vuestra Santidad tuvo una opinión muy vocal sobre muchos temas políticos, a la vez que permanecía en completo silencio cuando la que una vez fue Irlanda católica, legalizó el “matrimonio gay” por referéndum popular y la Corte Suprema de los Estados Unidos impuso esta abominación en los cincuenta estados.

Por otra parte, mientras el mundo occidental se hunde en el abismo de la depravación y los musulmanes fanáticos están masacrando a los cristianos de todo el Medio Oriente, África y en el corazón de Europa, usted está preocupado por “el cambio climático”. Su encíclica, con la extensión de un libro, sobre una supuesta “crisis ecológica”, Laudato Si, la única encíclica que ha producido, postula la existencia de una “crisis ecológica” y adopta acríticamente los reclamos ideológicamente motivados, fuertemente impugnados por la “ciencia del cambio climático”, sobre los que un Papa no tiene absolutamente ninguna competencia para evaluar, y mucho menos presentar a los fieles como hechos indiscutibles.

La misma encíclica lamenta el “calentamiento global”, el uso excesivo de aire acondicionado, la pérdida de manglares, la supuesta amenaza para el plancton y los gusanos, la extinción de diversas plantas y animales, que se denuncia como una ofensa a Dios, antes de mencionar el aborto (mientras que falla completamente en no mencionar la práctica sumamente anti-natural de la anticoncepción).

En cuanto al aborto, la encíclica habla sólo de un fracaso “para proteger un embrión humano”, cuando en realidad el aborto es el asesinato en masa y brutal de seres humanos inocentes, desgarrándolos miembro a miembro en el útero o apuñalándolos con unas tijeras quirúrgicas en el mismo momento del nacimiento.

No es de sorprender que los poderes del mundo hayan aclamado universalmente a Laudato Si, como parte de "la revolución de Francisco" y que los medios de comunicación, incluida la prensa progresiva “católica”, hayan estado alabando la misma a lo largo de su pontificado.

Quinto. Vuestra Santidad ha desestimado constantemente todas las diferencias doctrinales con los protestantes, considerándolas insignificantes, y ha declarado en repetidas ocasiones, muy falsamente, que «todos los bautizados son miembros del mismo Cuerpo de Cristo, su Iglesia». En esto también desestima la enseñanza de Juan Pablo II, Benedicto XVI y todos los papas que los precedieron, incluido Pío XI, que enseñó todo lo contrario en relación con la situación de los protestantes: «Dado que el Cuerpo Místico de Cristo, esto es, su Iglesia, a semejanza de su cuerpo físico, es uno, compacto y unido, sería necedad y absurdo el decir que puede estar compuesto por miembros desunidos y separados: quienquiera, pues, que no esté unido a él no es miembro suyo, ni está unido a la cabeza, que es Cristo».

En este sentido, Vuestra Santidad parece indiferente a la creciente inmoralidad y herejía de las mismas sectas protestantes que participan en el interminable y absurdo «diálogo ecuménico» con el Vaticano. Después de cincuenta años de «diálogo», esas sectas toleran el divorcio, la anticoncepción, el aborto, la homosexualidad y el «matrimonio gay», pretenden ordenar «sacerdotes» y «obispos» a mujeres y homosexuales practicantes, y continúan rechazando firmemente dogmas fundamentales de la única religión verdadera revelada por Cristo para la salvación del mundo.

¿Y qué hay de la verdad que nos hace libres? (Juan 8, 32) ¿Qué sucede con el testimonio de innumerables santos y mártires que gastaron su fortuna y ofrendaron su vida para defender y transmitir la fe católica ante los numerosos errores y la destrucción social generados por la revuelta protestante, cuyas últimas consecuencias se están jugando ante los propios ojos de Vuestra Santidad?

Sexto. Parece que sus declaraciones públicas de estos últimos días se han vuelto cada vez más descuidadas y desordenadas, causando aún más escándalo y aprensión entre los fieles:

El 15 de noviembre, durante su participación en un servicio de oración dominical luterana, Vuestra Santidad afirmó que las enseñanzas de los católicos y los luteranos acerca de Cristo son «las mismas», ya que se trata simplemente de una cuestión de «lenguaje católico» o «lenguaje luterano». Calificó el dogma definido y la realidad ontológica de la transubstanciación como meras «explicaciones e interpretaciones», declarando que «la vida es más que explicaciones e interpretaciones». Como si «la vida» fuera «más» que la presencia real de Dios encarnado en la Sagrada Eucaristía, que los protestantes niegan.

En la misma ocasión, sugirió que si los protestantes pueden recibir la Sagrada Comunión es algo que les corresponde determinar a los teólogos, cuando la Iglesia ya ha determinado infaliblemente que es imposible sin la conversión y la profesión de la misma fe de los católicos. Afirmando que el asunto estaba más allá de su competencia -pero es precisamente competencia del Papa sostener la doctrina de la Iglesia en este sentido-, dio a entender que un luterano casado con una católica podría recibir la Sagrada Comunión después de «hablar con el Señor», pero que «no se atreve a decir más». Pero ya había dicho demasiado al remitir públicamente un asunto de grave importancia para la salvación a la conciencia privada, propensa a errores personales: «El que come y bebe no haciendo distinción del cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación» (1 Cor. 11,29).

El 21 de noviembre declaró en una conferencia mundial de educadores católicos: «Nunca hagan proselitismo en las escuelas. Educar cristianamente es sacar adelante a los jóvenes con unos valores humanos en toda su realidad, y uno de ellos es la trascendencia». Por el contrario, la educación católica consiste sobre todo en inculcar los valores divinos: el Evangelio y lo que se exige a los católicos, de hecho a todo el mundo, no valores meramente humanos o una «trascendencia» vaga desprovista de su propio fin, que es el Dios que se ha revelado en la persona de Jesucristo, el Verbo Encarnado.

Durante su viaje a África del 25 al 30 de noviembre, opinó que el mundo está «al borde del suicidio» por el «cambio climático». Como ha hecho a lo largo de su pontificado, no abordó el verdadero peligro de suicidio para la civilización de nuestro tiempo, destacado por su gran predecesor el venerable Pío XII: que casi todo el género humano está dejándose arrastrar a dos campos opuestos, o por Cristo o contra Cristo. La especie humana está inmersa hoy en una crisis suprema que resultará en su salvación por Cristo o en su terrible destrucción. A fuerza de dirigir la atención de la Iglesia a una mundana «crisis ecológica», consigue que los fieles pierdan de vista la crisis cristológica que pone en peligro en nuestro tiempo la felicidad eterna de innumerables almas.

Durante la conferencia de prensa en el vuelo de regreso a Roma desde África, denunció una vez más a los católicos «fundamentalistas», burlándose de las convicciones religiosas absolutas de los miembros ortodoxos de su rebaño, basadas en la palabra revelada de Dios y la enseñanza infalible del Magisterio en la fe y la moral: El fundamentalismo es una enfermedad que se encuentra en todas las religiones… Entre nosotros los católicos tenemos algunos… no algunos, muchos, ¿eh? –que se creen que poseen la verdad absoluta y van por ahí ensuciando a otros con calumnias, con difamaciones, y hacen mal… El fundamentalismo religioso no es religioso, porque no tiene a Dios, y es idólatra, como la idolatría del dinero.

Después de acusar a «muchos» miembros de su propio rebaño de ser idólatras que prescinden de Dios, propuso más tarde una equivalencia moral entre los cristianos y los musulmanes fanáticos que masacran, torturan, violan, esclavizan y obligan a exiliarse a cristianos por todo el mundo: «No se puede acabar con una religión solo porque haya algunos o varios grupos de fundamentalistas en un momento dado de la historia… Piense en cuántas guerras hemos librado los cristianos. No fueron los musulmanes los culpables del Saco de Roma».

Una vez más Vuestra Santidad avergüenza a la Iglesia -y a usted mismo- con un comentario malconsiderado, bastante inadecuado para el Romano Pontífice. El histórico registro requiere rectificación de su absurdo. Antes que nada, los musulmanes sí saquearon Roma en el 846, saqueando el viejo San Pedro y provocando que el Papa León IV construyera las “murallas leoninas” “para defender la sede de Pedro de una yihad islámica”.

En segundo lugar, si se estaba refiriendo al saqueo de Roma en 1527, a manos del ejército de Carlos V, no tuvo nada que ver con “fundamentalismo” religioso, sino que más bien implicó básicamente represalia política contra Clemente VII, un Papa débil y vacilante, que desafortunadamente había forjado una alianza con el rey de Francia (Francisco I), con quien Carlos estaba en guerra. En efecto, el ejército del emperador incluía mercenarios alemanes, la mayor parte de los cuales eran luteranos, y fueron ellos los principales responsables de la devastación de la santa Sede, y la violencia contra sus habitantes católicos.

En tercer lugar, durante el mismo periodo, por supuesto, los saqueadores musulmanes -que de hecho eran violentos “fundamentalistas”- estaban expandiendo el imperio otomano, a base de la conquista de tierras cristianas, hasta la rotunda y milagrosa derrota de la flota musulmana en la batalla de Lepanto en 1571, que evitó una conquista musulmana de toda Europa y, probablemente, otro saqueo musulmán de Roma.

Provocando incluso más escándalo, en respuesta a una pregunta sobre si la Iglesia debería “cambiar su postura” sobre la inmoralidad de la contracepción, para permitir el uso de condones como un método de limitar nuevas infecciones de VIH, usted se refirió a esta nefasta práctica como “uno de los métodos”, pareciendo legitimarlo de este modo, mientras sugería que presenta un dilema moral para la Iglesia, incluso equiparándolo a la curación de nuestro Señor en el sábado:

La pregunta me parece demasiado pequeña. Me parece también una pregunta parcial. Sí, es uno de los métodos. La moral de la Iglesia se encuentra, pienso, en este punto, frente a una perplejidad. O el quinto o el sexto mandamiento: la vida (con condones) o que la relación sexual esté abierta a la vida. Pero este no es el problema. El problema es más grande.

Esta pregunta me hace pensar en la que le hicieron a Jesús una vez: “Dime, maestro, ¿es lícito curar el sábado?” Es obligatorio curar. Esta pregunta si es lícito curar. La malnutrición, el trabajo esclavo, la explotación, la falta de agua potable… Esos son los problemas.

No hablemos de si se puede usar esta tirita o no para esa herida. El gran problema la injusticia social, la injusticia del medio ambiente …
Así que parece que usted aceptó que hay lugar para considerar este “método”, aunque lo ve como un asunto más bien trivial (una tirita), incluso si facilita la fornicación y una cultura de total depravación sexual. ¡Usted entonces ha subordinado la ley moral a la preocupación por la justicia social y ambiental! Y así, una vez más, la Iglesia se encuentra herida por el escándalo y la confusión, a causa de su costumbre de comentarios a la prensa descuidados y fruto de la casualidad, sobre temas morales de peso y cuestiones teológicas, acerca de las cuales un Papa debería hablar o escribir con la máxima prudencia y reflexión, invocando la asistencia divina.

Finalmente, justo ha aparecido en la web del Vaticano una entrevista de su Santidad al semanal Credere, en la que alude favorablemente (una vez más) a la falsa noción de “misericordia” del cardenal Kasper, y revela que usted pretende dirigir una “revolución de la ternura” -una alusión al título del libro del cardenal Kasper que lo elogia a usted: "El Papa Francisco. Revolución de la ternura y el amor"-. Usted declara que esta “revolución de la ternura” tendrá lugar durante su Jubileo de la Misericordia, que implicará “tantos gestos”, incluyendo “un gesto diferente” el “viernes de cada mes”.

El motivo señalado para la “revolución de la ternura” es que, según usted, “la Iglesia misma a veces sigue una línea dura, cae en la tentación de seguir una línea dura, en la tentación de poner énfasis sólo las reglas morales, mucha gente es excluida”. Afirmando la sugerencia de su entrevistador que la Iglesia debe “descubrir” a “un Dios que Es conmovido y Quien tiene compasión para el hombre”, usted responde: “El descubrirlo nos llevará a tener una actitud más tolerante, más paciente, más llena de ternura”—como si a la Iglesia le faltara paciencia y compasión por los pecadores antes de su elección.

¿Qué son estas afirmaciones asombrosas sino una amenaza totalmente sin precedentes, hecha por un Romano Pontífice, de poner de lado las “reglas morales”—esto es, la enseñanza constante del infalible Magisterium—en el nombre de una falsa misericordia, evidentemente refiriéndose a los divorciados, a los “vueltos a casar” y a otros quienes usted estima “excluidos” de alguna manera? ¿Cómo debemos tomar a un papa que dice que la Iglesia que Cristo fundó para enseñar infaliblemente sobre la fe y la moral ha “caído” en la tentación de tomar una línea dura sobre la moral? ¿Qué, además de horror, deberían experimentar los fieles cuando un papa dice tales cosas que nunca han sido escuchadas desde la Sede de Pedro en 2000 años?

Los católicos saben que una verdadera revolución de ternura ocurre en cada alma que pasa por el Bautismo o que, correspondiendo a la gracia del arrepentimiento, entra al confesionario con el firme propósito de hacer enmienda y con un corazón contrito, se libra del peso del pecado, recibe la absolución por un sacerdote ejerciendo "in persona Christi", y emerge “blanca como la nieve”, citando a su propio antecesor, hablando del Sacramento de la Confesión.

La Iglesia Católica siempre ha sido una fuente inagotable de divina misericordia por medio de sus Sacramentos. ¿Qué es lo que su propuesta “revolución” le puede agregar a lo que Cristo ya ha provisto en Su Iglesia? ¿Puede usted declarar la amnistía al pecado mortal? ¿Puede usted perdonar lo que no es perdonable sin el arrepentimiento y la contrición? ¿Puede usted sobrepasar la misericordia del Mismo Dios?

A diario crece la percepción de que, aunque usted es el Vicario de Cristo, usted simplemente no tiene el interés de defender la fe y la moral, las cuales están siendo atacadas como nunca antes lo fueron, ni tiene intención alguna de llamar a las ovejas extraviadas al redil establecido por Nuestro Señor para su salvación. Por el contrario, parece que usted ha dedicado su papado a un verdadero programa de laxitud doctrinal y disciplinario, cuyo tema es el de denunciar a los católicos ortodoxos regularmente, combinado con las acusaciones de que a la Iglesia le falta misericordia.

Al mismo tiempo, usted persigue asuntos sociales y políticos, ámbitos en los cuales un papa no tiene injerencia ni autoridad alguna, tales como “el cambio climático”, el medio ambiente, y restaurar relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos.

Después de ser vilipendiado por una tormenta de controversias, una tras otra, ocasionada por vuestras palabras y acciones sin precedente, los fieles se sienten cada vez más como si “el barco de la Iglesia hubiera perdido su brújula.

En suma, Santo Padre, durante los últimos dos años y medio usted ha ganado la alabanza unánime del mundo mientras que ha sumergido al bien común eclesiástico en un estado de confusión y de división. Ha ridiculizado, regañado y condenado a los ortodoxos, mostrado tolerancia sin límites a los heterodoxos y a los desviados sexualmente, y ha buscado subvertir la disciplina sacramental defendida por el mismo Papa a quien usted declaró como un santo. Acompañado a todas partes por la adulación de los medios y del rugir de las multitudes, usted parece no hacerle caso a la amonestación de Nuestro Señor: “Miseria a ustedes cuando los hombres los bendigan: porque esto mismo hicieron sus padres a los falsos profetas.”

La situación ha alcanzado el punto en donde un oficial superior en jefe del Vaticano, haciendo reflexiones sobre las preocupaciones de los católicos de todos los rangos, se ha visto obligado a advertirle a un bien conocido periodista católico que “este pontificado supone serios riesgos para la integridad de la enseñanza Católica en cuestión de fe y de la moral”.

De acuerdo con el prelado, estamos obligados ante Dios a declarar públicamente, en conciencia, que su pontificado sólo puede ser visto como un claro y presente peligro para la Iglesia, un peligro que parece aumentar con cada día que pasa. Verdaderamente los efectos dañinos de su pontificado están en evidencia por doquier, con los católicos alrededor del mundo tratando a las enseñanzas de la Iglesia sobre la fe y la moral cada vez con más y más desdén, tomando como su punto de referencia vuestras propias palabras y acciones —jubilosamente proclamadas al mundo por los medios de comunicación— en vez de la enseñanza infalible del Magisterum sobre la fe y la moral durante los últimos 2000 años.

Ahora, en tanto que usted condena la “línea dura” de la Iglesia sobre “las reglas morales” y proclama una “revolución de ternura”, nos vemos encarados ante la inminente amenaza de inauditos “gestos” de “misericordia” que podrían socavar la estructura moral de la Iglesia con un gran daño para las almas, cuya salvación está en riesgo.

Entre estos gestos, al parecer, podría estar una exhortación apostólica post-sinodal autorizando la admisión a la Santa Comunión de los públicamente adúlteros, de acuerdo con el juicio individual de los obispos o conferencias episcopales. Esto significaría nada más y nada menos que el sacrilegio masivo, la práctica destrucción de la unidad de la Iglesia, la abolición de facto de la doctrina sobre el pecado mortal y los requerimientos del estado de gracia para una vida sacramental, el colapso de las enseñanzas morales de la Iglesia, y en última instancia, la rendición de su reclamo a un Magisterium infalible.

Se tiene la sensación de un giro casi apocalíptico de los acontecimientos en la historia de la Iglesia. No nos atrevemos a juzgar sus motivos ni sus intenciones subjetivas con respecto a lo que usted ha dicho y hecho en detrimento a la Iglesia en el transcurso de un papado turbulento, sin parecido a ninguno que la Iglesia haya tenido jamás. Pero no nos podemos quedar silenciosos ante el daño objetivo que la Iglesia ya ha sufrido, ante la alabanza sin fin del “papa de la gente”, o a un futuro daño que ahora parece inminente.

Para recordarnos, una vez más, las palabras de su predecesor, un papa debe ejercer su poder para "atarse a sí mismo y a la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, ante cualquier intento de adaptarla o diluirla, así como a cualquier tipo de oportunismo".

Cuando un papa no puede o no quiere seguir este fin, cuando de hecho él parece determinado a actuar en contra de ella, ¿no estaría mejor servida la Iglesia si él dejara el puesto, tan augusto, de Vicario de Cristo? Mejor esto que arriesgar un fatal compromiso de la doctrina y disciplina de la Iglesia, subvertiendo 2000 años de tradición apostólica y eclesiástica e incurriendo, para citar la famosa fórmula del Papa San Pío V, en “ la ira de Dios Todo Poderoso y del de los Benditos Apóstoles Pedro y Pablo.

THE REMNANT

sábado, 20 de febrero de 2016

Garrotazoterapia (Fray Gerundio)


Cariñoterapia


Enfado del Papa


Garrotazoterapia
El viaje papal a México ha sido agotador para el propio Francisco, aunque creo que lo ha sido infinitamente más para los que hayan intentado seguir de cerca y en directo todos sus viajes internos, papamovilidades, discursos, reconvenciones, visitas y consejos.
Creo que los Obispos mexicanos estaban deseando que acabara el viaje, después del sofoco y el acaloramiento a que les sometió el Obispo de Roma. El Padre Lombardi se va a tomar unas vacaciones en un balneario de la Toscana y el tío ese que sale en las entrevistas del avión junto a Francisco con cara de perro faldero -no tengo idea de quién es porque sólo se le ve en los viajes, bien sonriente- se va a meter a cartujo para no hablar y, sobre todo, para no escuchar.
Y es que como los lugares claves para que el viaje fuera productivo estaban en la frontera sur (albergue tradicional de la liberación) y en la frontera norte (margen y arcén del capitalismo excluyente), allá que ha ido volando el Pontífice para apoyar las diferentes situaciones con la luz del evangelio, pues para eso era el viaje.  Por eso los discursos han sido kilométricos.
Ya hay análisis de todo tipo sobre las palabras de Francisco. Unos y otros explotan el filón doctrinal de sus onomatopeyas doctrinales y de sus sintagmas pluriverbales, porque hay para todos los gustos, todas las creencias, todas las religiones y todas las sensibilidades. 
Mientras unos se fijan quisquillosamente en el testimonio de la pareja de felices-divorciados-recasados que (casualmente) mostraron ante todo el mundo su fe, a pesar de su exclusión … otros están encantados en que Francisco haya dicho en el avión que no se les puede admitir a la comunión … aunque otros estén algo mosqueados con que haya añadido  “si hay algo más, ya lo dirá el Señor” ; y otros ofendidos por la interpretación desenfadada del virus del zika. Hay para todo.
Mis novicios no se han apartado del televisor en toda la semana. Imagino cuántos conventos de monjas habrán tenido el televisor encendido para no perderse detalle de las diversas catequesis. Yo no tengo fuerzas. Menos mal que mis jóvenes me van informando, y según estén mis coronarias y mi tensión, me fijo más en lo hilarante para evitar lo indignante. O en lo indignante, que me lo tomo como hilarante para poder sobrevivir.
Me he reído mucho con el vocablo cariñoterapia, que viene a decir que el mejor método de curación para los enfermos es tratarlos con amor y con cariño. Claro que esto es lo que siempre se ha dicho, pero el término hace mucha labor publicitaria. Es un poco el descubrimiento del Mediterráneo mexicano. Pero es la pura verdad, y así lo dijo el Papa en un hospital de niños, al tiempo que los fotógrafos hacían su trabajo.
No sólo es cariño, sino que también es igualdad y fraternidad. Porque se le añade a la cariñoterapia un concepto de bendición muy al estilo:
Acá yo los bendigo a ustedes, los médicos los bendicen a ustedes cada vez que los curan, las enfermeras, todo, todo el personal que trabaja los bendicen a ustedes los chicos, pero ustedes también tienen que aprender a bendecirlos a ellos y a pedirle a Jesús que los cuide, porque ellos los cuidan a ustedes.
Aquí todo el mundo bendice, como si fuera un concurso a ver quién bendice más. Me ha recordado las imágenes de Pío XII bendiciendo a los fieles. Aquí no. Aquí bendice el Papa, los médicos, las enfermeras, la mujer de la limpieza y el portero.
Pero casi me da un ataque de risa cuando he visto la escena del atropello del Papa entre la muchedumbre. No me extraña que, en medio de la multitud, haya gente que -apasionadamente y llena de amor por el líder- empuje y pisotee. Suele pasar. Lo que ocurre es que si el líder se vuelca en dar manos, besuqueos, palmaditas en la cabeza y cercanías varias, siempre sale algún excedido que se pasa un poco. No vaya a ser que desperdicie la oportunidad histórica y se largue el Papa sin haberle dado la mano o haberse hecho un selfie de esos que se hacen ahora todos. Los mexicanos son amorosos, cariñosos y entusiastas.
Lo malo es que la reacción de Francisco ha sido agria y de pepinillo en vinagre. Con acusación de egoismo incluida. Y no ha dado tiempo a retirar las cámaras. Ni a que Lombardi pueda proporcionarnos una explicación adecuada. Como me hubiera pasado a mí, Francisco se ha enfadado. Hace poco decía que el único que acusa es el diablo, pero que Dios nunca acusa, sino que perdona. Pues no sé.
A mí me parece que este es el otro método paliativo-curativo que nadie se ha atrevido a calificar, pero que yo creo que es una terapia alternativa increíblemente poderosa para ciertos casos: la garrotazoterapia. Si yo fuera un poco más joven iría ahora mismo a patentar el término y pediría a mis novicios que me abrieran un portal de esos que se llame garrotazoterapia.com para ir haciendo un seguimiento anual. Garrotazos en caso de pura necesidad, claro. Y no sólo como método curativo, sino también como método punitivo y anti-misericordino. Sería un exitazo.
Yo no he escuchado que se haya pedido perdón al pobre mejicanito. Me imagino cómo se habrá vuelto a casa el pobrecillo. Se va a acordar, hasta el fin de sus días, de la mirada del Papa -entre airada y colérica- y, sobre todo, de sus palabras: ¡¡No seas egoísta!! No creo que haya podido todavía conciliar el sueño el pobre. Ni creo que luego lo llamara Francisco a que comiera con él y con los indígenas en la misma mesa y con las mismas oraciones mayas.
Me está dando la nariz que este mejicano era un tradicionalista. Porque todo encaja.
Fray Gerundio

viernes, 19 de febrero de 2016

Carta a Ada Colau, la alcaldesa que reclama respeto al Islam y se lo niega a los cristianos


POR ELENTIR (del Blog CONTANDOESTRELAS)
Jue 18·2·2016 · 18:05



Querida Ada, alcaldesa de Barcelona: espero que ya estés repuesta de la diarrea de demagogia que tuviste ayer en tu página de Facebook para justificar tu ofensa del lunes a los cristianos.

Pides respeto para el Islam y luego se lo niegas a los cristianos

Muchos se han preguntado estos días si te atreverías a hacer algo parecido contra los musulmanes, pero me temo que deben haber pasado por alto que en noviembre firmaste un manifiesto contra la “islamofobia”. No es que te falte valor para meterse con ellos: es que el Islam te merece respeto pero el Cristianismo no, aunque sea precisamente en los países de mayoría musulmana donde las mujeres son peor tratadas. ¿Es que tienes ganas de que te obliguen a llevar un hiyab?

Llamas ‘censura’ a respetarnos pero censuras lo que a ti no te gusta

Me ha hecho reflexionar este argumento con el que justificas las ofensas sin venir a cuento que has lanzado, con dinero público, contra los cristianos: “Defenderé hoy y siempre que la cultura debe poder expresarse sin miedo a la censura ni al dirigismo partidista.” 

Veo que te falla la memoria, Ada, porque en octubre ordenaste censurar un cartel porque aparecía un torero. ¿Qué pasa, es que eso no te parecía “cultura”? Además, en julio cerraste un programa de la televisión municipal porque se atrevieron a mencionar el enchufe de tu marido. Debe ser que el programa tampoco era “cultura”, que es el burladero al que os acogéis algunos por sistema para ciscaros en los que no opinamos como vosotros. De hecho, tu técnica ya está muy vista. Si tú te lanzas a incendiar la convivencia ofendiendo porque sí a los cristianos, es “cultura”, pero si algo te molesta a ti, entonces no es “cultura” y se censura. Ésa es tu idea de la libertad de expresión, Ada.

Ofendes porque sí y luego dices que lo haces con ‘máximo respeto’

Ayer defendiste esa ofensa a los cristianos afirmando que lo hacías desde “el máximo respeto a las creencias de cada uno”. Es decir, que te ciscas en las creencias de la mayoría de los barceloneses, pero que lo haces con el máximo respeto. 

Tú, Ada, tomas a la gente por imbécil. De hecho, tus ganas de ofender por el mero gusto de hacerlo han acabado molestado incluso a algunos de tus fans, como Sor Lucía Caram, que ayer hacía suyas las palabras de una mujer de la PAH: “nos ha deshauciado a los creyentes. Para ella no contamos.Hoy perdí la fe y el respeto en ella”. Lucía Caram y esa otra mujer de la PAH deben entrar en esa categoría de personas a las que reprochas que “no se escandalicen ni monten campañas por las decenas de mujeres asesinadas, y las miles de violadas y agredidas cada año por el simple hecho de ser mujeres”, que es tu cínica forma de descalificar a priori a todo el que se queje de tus faltas de respeto. El problema es que ese torpe método de callar bocas se puede volver en tu contra. Por ejemplo, se podría decir de ti que firmaste un manifiesto contra la islamofobia, pero no te hemos visto escandalizarte ante la matanza sistemática de cristianos en Oriente Medio por parte del ISIS. ¿Qué tal sabe tu propio jarabe, Ada?

Te has gastado 140.000 euros en ofender a la gente de tu ciudad 

Con tu actitud demuestras que eres incapaz de entender lo más básico en una sociedad, y más en un cargo público, que es el respeto a los demás. Has cogido el bastón de mando como quien se cree que tiene derecho a ir dando palastrazos con él, y lo has puesto al servicio de tus más bajos instintos ideológicos. Y en ello te gastaste el lunes nada menos que 140.000 euros, es decir, más de 23 millones de las antiguas pesetas. ¿Cuántos desahucios se podrían haber evitado con ese dineral, cuánta gente hambrienta habría comido y cenado? ¿No te da vergüenza?

Ataque cobarde contra quienes sabes que no responderán con violencia

Por supuesto, sabes que te has metido con una religión que predica el amor al prójimo, incluso al enemigo, y que anima a poner la otra mejilla. Tenías la certeza de que nadie te iba a responder como lo habrían hecho los fundamentalistas islámicos. Entre los insultados hay misioneros que ayudan a los más pobres en el Tercer Mundo, voluntarios de Cáritas, monjitas que ayudan a ancianos y enfermos, seglares que intentan ayudar a los demás sin ofender a nadie, y un largo etcétera, entre el que hay que citar -los últimos, porque son los más importantes- a miles de cristianos que son perseguidos por su fe en diversos lugares del mundo

Tú, que no tienes que enfrentarte con la amenaza yihadista, te crees una campeona de la libertad de expresión por meterte con los cristianos sabiendo que gozas de total impunidad. Te has puesto a la altura de todos los cobardes que agreden a otros sabiendo que no se van a defender con la violencia. Desde luego, la segunda ciudad de España se merece una alcaldesa mucho mejor que tú, alguien que al menos tenga una pizca de respeto por esa amplia mayoría de barceloneses que, sean cristianos o no, no van por ahí creyéndose con derecho a ofender a los demás. Barcelona no se merece una alcaldesa tan intolerante que ya ni siquiera asume la norma más básica de convivencia: el respeto.

ELENTIR

jueves, 18 de febrero de 2016

El «histórico» encuentro entre Francisco y Kiril (Roberto de Mattei)

Un artículo excelente, el mejor de los que he leído hasta el momento sobre el trasfondo real que hay oculto en este encuentro, que ha habido en Cuba, entre Kiril y Francisco, el 12 de febrero de este año 2016. 

Todo cuanto dice este autor está documentado históricamente y se expresa, además, con una claridad meridiana. Es verdaderamente preocupante que el papa Francisco, reflejándolo por escrito en el Documento de Declaración conjunta (punto 24) haya llegado hasta la "traición" de la que le acusan ahora -y con razón- esos "uniatas", que son nada menos que 18 millones de verdaderos católicos que se mantienen y se han mantenido siempre fieles a la Iglesia de Roma, con valentía y sin doblegarse ante el poder político, como en el caso de los ortodoxos rusos, que constituyen, de hecho, una especie de Iglesia estatal.


Entre los numerosos éxitos atribuidos por los medios informativos al papa Francisco, está el del «histórico encuentro» del 12 de febrero pasado en La Habana con el patriarca Kiril de Moscú. Se ha escrito que este acontecimiento ha derribado el muro que desde hace mil años separaba la Iglesia de Roma de las orientales.

Según las palabras del propio Francisco, la importancia del encuentro no radica en el documento, de carácter meramente pastoral, sino en la convergencia hacia una meta común, no política ni moral, sino religiosa. Se diría que Francisco quisiera sustituir el Magisterio tradicional de la Iglesia, declarado por medio de documentos, por un neomagisterio, expresado mediante actos simbólicos. El mensaje que quiere transmitir el Papa es el de que nos encontramos en un momento decisivo en la historia de la Iglesia. Pero es preciso partir de la propia historia de la Iglesia para entender el sentido del acontecimiento. En realidad, son muchas las inexactitudes históricas, y hay que corregirlas porque frecuentemente las desviaciones doctrinales se construyen sobre errores históricos.

Para empezar, no es cierto que mil años de historia separen la Iglesia de Roma del Patriarcado de Moscú, ya que éste no se creó hasta el año 1589. En los cinco siglos anteriores, y antes incluso, el interlocutor oriental de Roma era el Patriarcado de Constantinopla. Durante la celebración del Concilio Vaticano II, el 6 de enero de 1964, Pablo VI se encontró en Jerusalén con el patriarca Atenágoras a fin de iniciar un «diálogo ecuménico» entre el mundo católico y el ortodoxo. Diálogo que fracaso por culpa de la milenaria oposición de los ortodoxos al primado de Roma. El propio Pablo VI lo reconoció en un discurso ante el Secretariado para la Unión de los Cristianos el 28 de abril de 1967, afirmando: «El Papa, y Nos lo sabemos bien, constituye sin duda el mayor obstáculo en el camino del ecumenismo».

El patriarcado de Constantinopla era una de las cinco sedes principales de la Cristiandad establecidas por el Concilio de Calcedonia en 451. Los patriarcas bizantinos sostenían, sin embargo, que tras la caída del Imperio Romano, Costantinopla, sede del renacido Imperio romano de Oriente, debía convertirse en la capital religiosa del mundo. El canon 28 del Concilio de Calcedonia, abrogado por san León Magno, contiene en germen todo el cisma bizantino, porque atribuye a la supremacía del Romano Pontífice un fundamento político y no divino. Por esta razón, en 515, el papa Hormisdas (514-523) mandó a los obispos orientales suscribir una Fórmula de Unión, en la que reconocían su sumisión a la Cátedra de San Pedro (Denz-H, n. 363).

Entre los siglos V y X, mientras que en Occidente se afirmaba la distinción entre la autoridad espiritual y el poder temporal, en Oriente nacía el llamado cesaropapismo, en el cual la Iglesia queda de hecho subordinada al emperador, que se considera cabeza de la misma, en tanto que representante de Dios, tanto en el ámbito eclesiástico como en el secular. Los patriarcas de Constatinopla eran de hecho poco menos que funcionarios del Imperio Bizantino, y continuaron fomentando una aversión radical a la Iglesia de Roma.

Tras una primera ruptura, provocada por el patriarca Focio en el siglo IX, se produjo el cisma oficial el 16 de julio de 1054, cuando el patriarca Miguel Cerulario declaró que Roma había caído en herejía por la cuestión del «Filioque» y otros pretextos. Los legados romanos depusieron entonces la sentencia de excomunión contra él sobre el altar de la iglesia de Santa Sofía en Constantinopla. Los príncipes de Kiev y de Moscú, convertidos al Cristianismo en 988 por san Vladimiro, secundaron en el cisma a los patriarcas constantinopolitanos, reconociendo su jurisdicción religiosa. Las discordias parecían inconciliables, pero el 6 de julio de 1439 tuvo lugar un hecho extraordinario en la catedral florentina de Santa María del Fiore: el papa Eugenio IV anunció solemnemente mediante la bula Laetentur Coeli (alégrense los cielos) que se había disuelto el cisma entre las iglesias de Oriente y OccidenteDurante el Concilio de Florencia (1439), en el cual habían participado el emperador de Oriente Juan VIII Paleólogo y el patriarca José II de Constantinopla, se había alcanzado un acuerdo en todos los problemas, desde el Filioque hasta el Primado Romano

La bula pontificia concluía con esta solemne definición dogmática, suscrita por los padres griegos: «Definimos que la santa Sede apostólica y el Romano Pontífice tienen el primado sobre todo el orbe y que el mismo Romano Pontífice es el sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, verdadero vicario de Cristo y cabeza de toda la Iglesia y padre y maestro de todos los cristianos y que, al mismo, en la persona del bienaventurado Pedro, le fue entregada, por nuestro Señor Jesucristo, plena potestad de apacentar, regir y gobernar a la Iglesia universal, como se contiene hasta en las actas de los Concilios ecuménicos y en los sagrados cánones» (Denzinger, 694).

Éste ha sido el único abrazo histórico verdadero entre las dos iglesias durante el último milenio

Entre los más activos participantes en el Concilio de Florencia se encontraba Isidoro, metropolitano de Kiev y de todas las Rusias. Recién regresado a Moscú, anunció la reconciliación que había tenido lugar bajo la autoridad del Romano Pontífice, pero el príncipe de Moscú, Basilio II el Ciego, lo declaró hereje y puso en su lugar a un obispo que le estaba sujeto. Este gesto señaló el inicio de la autocefalia de la iglesia moscovita, independiente no sólo de Roma sino también de Constantinopla

Poco después, en 1453, el Imperio Bizantino fue conquistado por los turcos y arrastró, en su caída, al patriarcado de Constantinopla. Surgió entonces la idea de que Moscú debía recoger la herencia de Bizancio y convertirse en el nuevo centro de la iglesia cristiana ortodoxa. Tras casarse con Sofía Paleóloga, sobrina del último emperador de Oriente, el príncipe Iván III de Moscú adoptó el título de Zar e introdujo el emblema del águila bicéfala. En 1589 se creó el Patriarcado de Moscú y de todas las Rusias. Los rusos se convirtieron en los nuevos defensores de la ortodoxia, y proclamaron el nacimiento de una Tercera Roma, sucesora de la católica y la bizantina.

Ante estos sucesos, los obispos de aquella región, entonces llamada Rutenia y que actualmente corresponde a Ucrania y parte de Bielorussia, se reunieron en octubre de 1596 en el Sínodo de Brest y proclamaron su unión con la sede romana. Se los conoce como UNIATAS, en razón de su unión con Roma, y también grego-católicos, porque a pesar de estar sometidos al primado de Roma conservan la liturgia bizantina.

Los zares rusos emprendieron una persecución sistemática la iglesia uniata, que, entre muchos otros mártires, cuenta con el monje Juan (Josafat) Kuncevitz (1580-1623), arzobispo de Polotzk, y el jesuita Andrea Bobola (1592-1657), apóstol de Lituania. Los dos fueron torturados y muertos por odio a la fe católica y hoy se los venera como santos. La persecución se recrudeció bajo el imperio soviético. El cardenal Josyp Slipyj (1892-1984), deportado durante 18 años en el Gulag comunista, fue el último intrépido defensor de la Iglesia Católica ucraniana.

Hoy en día los uniatas constituyen el grupo más numeroso de católicos de rito oriental, y son un testimonio vivo de la universalidad de la Iglesia Católica

Es una mezquindad afirmar, como lo hace el documento firmado por Francisco y por Kiril, que el «método de la unión», que implica la unificación «de una comunidad con la otra a costa de la separación de su iglesia», «no es la manera de restaurar la unidad», y que «es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones».

El precio que ha debido pagar el papa Francisco por estas palabras pedidas por Kiril es muy elevado: la acusación de «traición» que ahora le echan en cara los católicos uniatas, de siempre fidelísimos a Roma

Pero el encuentro de Francisco con el patriarca moscovita tiene mucho más alcance que el de Pablo VI con Atenágoras. El abrazo a Kiril tiende más que nada a acoger el principio ortodoxo de la SINODALIDAD, necesario para DEMOCRATIZAR la Iglesia Romana

Por lo que respecta, no a la estructura de la Iglesia, sino a la sustancia de su fe, el acto simbólico más importante del año será tal vez la conmemoración por parte de Francisco de los 500 años de la revolución protestante, prevista para el próximo mes de octubre en la localidad sueca de Lund.

Roberto de Mattei

miércoles, 17 de febrero de 2016

Francisco y Kiril: Cortinas de humo y espejismos (Adelante la Fe)




El papa Francisco finalizó su histórico encuentro con el patriarca Cirilo de Moscú y todas las Rusias en Cuba la semana pasada. Su Declaración conjunta convoca a las iglesias Católica y Ortodoxa rusa a apoyar conjuntamente a los cristianos perseguidos, así como a dar testimonio unidas a favor de la vida y el matrimonio tradicional.

El documento tiene mucho de bueno, pero los párrafos 24 y 25 en particular me llamaron la atención por sus implicaciones ecuménicas. Veamos los párrafos en cuestión:


24. Los ortodoxos y los católicos están unidos no sólo por la Tradición común de la Iglesia del primer milenio, sino también por la misión de predicar el Evangelio de Cristo en el mundo contemporáneo. Esta misión requiere respeto mutuo entre los miembros de las comunidades cristianas, excluye cualquier forma de proselitismo. No somos competidores, sino hermanos: debemos arrancar de este concepto ejecutando todas estas actividades relacionadas con nuestros lazos y contactos con el mundo exterior. Instamos a los católicos y a los ortodoxos de todo el mundo para aprender a vivir juntos en paz, amor y «armonía unos con otros» (Rom. 15,5).Es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones.Estamos llamados a poner en práctica el mandamiento de San Pablo Apóstol y «anunciar el Evangelio donde nunca antes se había oído hablar de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros» (Ro 15,20).


25. Esperamos que nuestro encuentro contribuya a la reconciliación donde hay tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos. Hoy en día es obvio que el método de la unión de los siglos pasados que implica la unidad de una comunidad con la otra a costa de la separación de su iglesia no es la manera de restaurar la unidad. Al mismo tiempo, las comunidades eclesiásticas que han aparecido como resultado de circunstancias históricas tienen derecho a existir y hacer todo lo necesario para satisfacer menesteres espirituales de sus fieles, buscando la paz con sus vecinos. Los ortodoxos y los greco-católicos necesitan la reconciliación y la búsqueda de formas de convivencia mutuamente aceptables.

Los dos últimos párrafos contienen las típicas advertencias contra el proselitismo. Aunque el documento limita el proselitismo a los medios de conversión que empleen «medios incorrectos» para hacer prosélitos, hemos visto observado que los documentos vaticanos modernos la palabra proselitismo está llena de ambigüedades. Si bien siempre se utiliza de forma que da lugar que se pueda afirmar que sólo se refiere a formas incorrectas o inmorales de convertir –como en la cita arriba reproducida–, sabemos también que para S.S. Francisco y para muchos teólogos proselitismo es sinónimo de simple y sencillamente conversión. Por ejemplo, en el discurso de Francisco en Argentina en 2013, en el que condenó el proselitismo con estas palabras y dijo: «¿Voy a convencer a otro de que se haga católico? ¡No, no, no!», O cuando afirmó en Corea: «Con mi identidad y con mi empatía, apertura, camino con el otro. No busco que se pase a mi bando, no hago proselitismo». En este caso, hacer proselitismo significa que se pase a nuestro bando; o sea, convertirlo. Para más detalle sobre el sentido fraudulento en que se emplea la palabra proselitismo en documentos contemporáneos véase el artículo de Unam Sanctam Catholicam Proselytism and Conversion“.

Pero la afirmación más interesante se encuentra en el párrafo 25, en el que el Pontífice y el Patriarca rechazan a los llamados uniatas. ¿Quiénes son los cristianos uniatas, y por qué los rechazan categóricamente?

Históricamente, era una forma de reconciliación entre las iglesias ortodoxas orientales y Roma. Para ello se establecían unas normas jurídicas y canónicas particulares a esas comuniones que les permitían mantener ciertos distintivos culturales a cambio de que reconocieran la supremacía del Romano Pontífice. Esto daba lugar a la unión eclesial; de ahí el nombre de iglesias uniatas.

En total, hay 19 iglesias uniatas con 253 prelados que gobiernan a más de 18 millones de cristianos por todo el mundo. Algunas son muy reducidas, como la Iglesia Católica Bizantina Albanesa, con 3800 afiliados, y la Iglesia Católica Bizantina Griega, con 2400. Otras, en cambio, son bastante numerosas, como los ritos melquita y siromalabar, cada uno de los cuales cuenta con cerca de un millón de seguidores. La iglesia uniata más numerosa es la Iglesia Grego-Católica Ucraniana, con 44 obispos que pastorean a más de cinco millones de católicos ucranianos distribuidos en 31 eparquías. Con un total de 18 millones de fieles, las iglesias uniatas no son insignificantes en modo alguno. Es una bendición que la nueva declaración conjunta otorgue a esos 18 millones de católicos el «derecho a existir».

A propósito, como esto de los uniatas no es sino un método de reconciliar a los ortodoxos con Roma (y no de convertir a los católicos a la fe ortodoxa), este acuerdo para rechazar tal método resulta demasiado parcial para la Iglesia Católica. Los rusos no ganan nada de terreno; la Iglesia Ortodoxa rusa siempre ha detestado a las iglesias uniatas, a las que considera traidoras. Por lo tanto, la declaración conjunta significa en esencia que la Iglesia Católica adopte la perspectiva ortodoxa de Rusia con respecto a las uniatas.

Parece mentira que se rechace el sistema uniata como modelo de reconciliación, dado que históricamente ha sido el medio más eficaz de reconciliar a los ortodoxos. ¿A que se debe que la Iglesia Católica rechace lo que hasta ahora ha resultado el mejor método para reconciliar a los ortodoxos? A que ese método requiere que los uniatas se aparten de la comunión ortodoxa, y eso está prohibido en el nuevo orden ecuménico. Esta es la postura implícita de la Iglesia desde la Ostpolitik vaticanosecondista, y se hizo oficial en la declaración de Declaration de Balamand en 1993. Aquí pueden leer lo que escribimos sobre la Conferencia de Balamand (en inglés) si quieren saber más sobre dicha declaración.

En últimas, lo que esto quiere decir es que a pesar del alarde de unidad entre Francisco y Cirilo, la declaración de marras no permite el menor acercamiento entre Roma y Moscú. De hecho, una unión semejante queda explícitamente repudiada, como se puede ver en el párrafo 24, ¡donde la declaración cita extrañamente el versículo Romanos 15,20 fuera de contexto («empeñándome de preferencia en no predicar la Buena Nueva en donde no era conocido ya el nombre de Cristo, para no edificar sobre fundamento ajeno») para que se entienda que Roma no quiere convertir a los fieles de Moscú. Parece mentira que Francisco cite de modo a San Pablo; los otros fundamentos o cimientos a los que se refiere San Pablo son otras iglesias cristianas. No olvidemos que, desde la perspectiva católica, los ortodoxos rusos son cismáticos. No hay precedentes en la eclesiología católica de que se considere a las iglesias cismáticas como otros fundamentos sobre los que no podamos edificar.


Más cortinas de humo y espejismos es lo que tenemos aquí.

Podemos es Leninismo y Corralito (Eulogio López)


Un nuevo vídeo de Eulogio López, el director de Hispanidad

Duración: 1, 35 minutos

Ada Colau está dolida consigo misma: todavía no puede fusilar católicos ni quemar iglesias (Eulogio López)


Hay gente que tiene conciencia, gente que tiene estómago y gente que carece de ambos. La blasfemia en un acto presidido por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (en la imagen), donde se hizo una blasfemia elegante, originalísima y lírica del Padre Nuestro (“santificado sea tu coño”) pertenece al tercer grupo, porque a cualquiera que no tuviera ni fe ni conciencia, pero sí estómago, un hecho así le produciría arcadas.

No les voy a decir a qué grupo pertenece esa alcaldesa de mirada perdida, un pelín, sólo un pelín, desequilibrada, llamada Ada Colau, pero sí que finalizado el acto no dejó de felicitar a las valientes que habían dado un paso al frente.

Mientras, el representante de ERC, Alfred Bosch, aseguraba que lo importante es la libertad de expresión, que es lo mismo que nosotros diremos cuando mentemos a la señora madre del señor Bosch: libertad de expresión.

Y ni una palabra por parte del jefe de filas de Colau, señor Iglesias, quien horas antes volvía a insultar a la Virgen María para intentar ridiculizar al ministro Jorge Fernández.

Porque lo peor no es la blasfemia de Barcelona ni la cretinada de Madrid: lo peor es que nadie se atreve a levantar la voz ante la majadera de Colau o ante el miserable de Pablo Iglesias. Lo peor es que nadie reacciona. Sobre todo, sus propios correligionarios, que son los únicos a los que tienen miedo personajetes como la Colau. La pobre está muy preocupada: todavía no puede fusilar curas ni quemar iglesias. La lentitud del proceso le exaspera.

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com

domingo, 14 de febrero de 2016

El papa Francisco y el Concilio Vaticano II (José Martí)

  Me encontraba el otro día recordando una conversación que tuve, hace algún tiempo, con un profesor de filosofía, amigo mío, acerca de la Lógica. Hablábamos sobre las figuras y los modos del silogismo. Se me quedó grabado lo más típico, que es el silogismo en modo BÁRBARA, correspondiente a la primera figura, con el famoso ejemplo, de todos conocido:

Todos los hombres son mortales
Sócrates es hombre
Luego Sócrates es mortal 

Las dos primeras proposiciones son las premisas y la tercera es la conclusión. 

Posteriormente, razonando con esta lógica, intenté aplicarla a un caso actual. Y me dije:

El modernismo es la suma de todas las herejías 
La Iglesia actual está impregnada de modernismo
Luego la Iglesia actual es hereje

La conclusión no tiene sentido. Luego debe de haber algún sofisma escondido como así es. La primera premisa es correcta y expresa una gran verdad: fue enunciada por el Papa San Pío X en su encíclica Pascendi. El error se encuentra en la segunda. Hay un matiz importante que, al no haberlo señalado, nos ha conducido a una conclusión falsa. Simplemente donde dice "La Iglesia actual" debemos escribir "Gran parte de la Iglesia actual". Y, por supuesto, la conclusión será, ahora, muy diferente.

El nuevo silogismo quedaría escrito de la siguiente manera:

El modernismo es la suma de todas las herejías (verdad)
Gran parte de la Iglesia actual está impregnada de modernismo (verdad)
Luego gran parte de la Iglesia actual se comporta heréticamente (verdad)

Aunque mis conocimientos de Lógica son escasos, me parece que he transformado un silogismo en modo BÁRBARA en otro silogismo en modo DARÍI, también de la primera figura. No estoy seguro ... pero, en fin, lo cierto es que la conclusión a la que ahora se llega sí es la correcta. Un buen filósofo podría, tal vez, corregirme y decirme que el silogismo es DATISI, de la 3ª figura; o DABITIS, de la 4ª. De todos modos, se llame como se llame, su conocimiento es irrelevante para nuestro propósito, en el sentido de que no afectaría a la conclusión, que es lo verdaderamente importante ... y preocupante.

Es un hecho comprobado que una inmensa mayoría de los que componen la Iglesia actual están inficionados de modernismo ... de donde se sigue, aplicando la lógica, que una gran mayoría de los que componen esta Iglesia nuestra ha caído en algún tipo de herejía (en concreto todos aquellos que se hayan dejado llevar por las corrientes modernistas  e inmanentistas de la época en la que vivimos)



Si esto es así -y lo es- nos encontraríamos ante un fenómeno que jamás se ha producido en la Historia de la Iglesia (que yo sepa): estarían conviviendo, simultáneamente, una Iglesia "hereje", cuyo número de miembros sería mayoría, junto a otra Iglesia, que se mantiene "fiel" a la Tradición recibida, pero en clara y exigua minoría. Ambas bajo la autoridad de un único Papa, que es el "Papa legítimo", en teoría, conforme al Derecho Eclesiástico ... con la particularidad de que es afín a la primera Iglesia, a la Iglesia "nueva", una "Iglesia" que, por desgracia, no sería la Iglesia instituída por Jesucristo, aun cuando así se proclamara por todos. Desde que el papa Francisco tomó posesión de su Pontificado (hace ya casi tres años) todos los hechos lo van confirmando

No tenemos más que leer el Denzinger-Bergoglio, en donde aparecen infinidad de dichos, escritos, homilías, entrevistas, llamadas telefónicas, reuniones, etc... en los que se pone de manifiesto que no es un Papa amante de la Tradición, sino que castiga continuamente a los tradicionalistas, considerándolos como una carga o un lastre que pesa sobre la Iglesia (sobre "su" Iglesia) y que hacen que  "su" proyecto de Iglesia no se lleve a cabo con la celeridad que a él le gustaría. 

En este blog hay suficientes entradas relativas a la actuación del papa Francisco en las cuales, de un modo documentado, incluyendo vídeos, se observa la deriva que está tomando la "nueva" Iglesia, en un intento de destruir todos los vestigios de la Iglesia de siempre y poniendo todo tipo de trabas a los que no sigan esa línea de actuación (Véase, por ejemplo, el caso de los Franciscanos de la Inmaculada y el caso de Monseñor Liviéres, entre otros muchos). 


Y todo ello mediante imposiciones "arbitrarias", en tanto en cuanto la mayoría de ellas no se adecúa a la palabra de Dios ... sobre todo cuando se trata de esos temas que tanto le gustan como son el "ecumenismo" y el "diálogo interreligioso": Véase, por ejemplo, el vídeo del 7 de enero y el comentario realizado sobre el mismo, en este blog: ¿Dónde aparece ahí la verdad católica fundamental, cual es la de que Jesucristo es la piedra angular y que "en ningún otro hay salvación, pues ningún otro Nombre hay bajo el Cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12). Tenemos un Papa políticamente correcto, pero su misión no es esa, sino la de anunciar la Palabra de Dios, hecha realidad en Jesucristo: ¡Pero eso no lo vemos, en sus encuentro con judíos y musulmanes, por ejemplo!


A fuer de ser sinceros habría que consignar que lo que el papa Francisco está haciendo no es sino llevar a efecto una serie de puntos que ya se encuentran en algunos de los documentos del Concilio Vaticano II. De manera que habría que remontarse al 11 de octubre del año 1962, día en el que tuvo lugar la ceremonia de inauguración del Concilio Vaticano II por el papa Juan XXIII, cuya clausura tendría lugar el 8 de Diciembre de 1965 por el papa Pablo VI. El concilio -dijo- había sido convocado no para condenar errores ni formular nuevos dogmas sino para manifestar la verdad de Cristo al mundo contemporáneo, a su mentalidad y a su cultura.


Un "aggiornamento" que, bien entendido, debería de haber supuesto una adecuación de la verdad que no cambia y que siempre es nueva al clima cultural de la época actual; lo que supone tener siempre presente que  "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8). Desgraciadamente no ha sido así. Y es que el propio Concilio Vaticano II estaba ya inficionado de modernismo, lo que se puede comprobar mediante un estudio serio y cuidadoso de cada uno de los dieciséis documentos que lo componen. Además, sólo tenemos que ver los frutos obtenidos y todo lo que está ocurriendo hoy en día en la Iglesia, consecuencia lógica de lo que se sembró. 


En un artículo que escribí, hace algún tiempo, decía yo, entre otras cosas, lo siguiente:  Con la excusa de la "nueva pastoral" y de que los cristianos tenemos que estar pendientes de los llamados "signos de los tiempos", lo que de hecho se está haciendo -aunque se quieran cerrar los ojos para no ver- es un cambio en la doctrina:  esto se negará ... pero los hechos están ahí, para que vea todo aquel que quiera ver


Ante lo cual, uno se pregunta en qué medida son preceptivos los documentos emanados del Concilio Vaticano II [al que, por cierto, se le llama simplemente "el Concilio", como si fuera el único Concilio, cuando hay veinte concilios previos anteriores a el y éstos sí se definieron explícitamente como dogmáticos; siendo los más relevantes el Concilio de Trento y el Concilio Vaticano I]. 


Otro aspecto a tener en cuenta es que se habla de la Iglesia pre-conciliar y de la Iglesia post-conciliar, como si se tratase de dos Iglesias distintas. Es más: incluso, a veces, se da la impresión de que la Iglesia (su verdadera interpretación) ha comenzado hace tan solo cincuenta años, a raíz del Concilio Vaticano II, siendo así que la Iglesia surgió hace dos mil años y su raíz no se encuentra en el Concilio Vaticano II, sino que está en Jesucristo: hay que acudir siempre a las Sagradas Escrituras y a la Tradición multisecular de la Iglesia así como a las verdades dogmáticas definidas de una vez para siempre en los diferentes concilios anteriores al Concilio Vaticano II (éste es sólo meramente pastoral y no dogmático, como fue definido explícitamente por el papa Juan XXIII). 


Es preciso ir a la base, al fundamento y no darle tanta importancia -como se le está dando- al Concilio Vaticano II, un concilio meramente pastoral ... en teoría. Y para colmo se está haciendo hincapié, precisamente, en aquellos puntos del CVII que son más que discutibles:  el resultado es que la gente conoce cada vez menos a Jesucristo y pierde la gran oportunidad de su vida, lo único que podría darles la verdadera felicidada, ya en este mundo, en la medida en la que ello es posible.


Brunero Gherardini, autoridad de reconocido prestigio en estos temas, en el prólogo de su excelente libro " Vaticano II: una explicación pendiente"; y en contestación a la pregunta que he formulado más arriba,  afirma lo siguiente:


Un concilio es promovido y guiado por el Espíritu Santo. Esto no quita que la acción del Espíritu Santo pueda encontrar resistencia, formal o material, en la libertad de los hombres que dan vida al momento conciliar. De esta posibilidad surge el gran riesgo que se proyecta sobre el fin del concilio -de todo concilio en cuanto tal- que llega hasta la posibilidad del fracaso. Alguno ha ido más allá y se ha preguntado si un concilio ecuménico puede incurrir en errores sobre la fe y la moral. Los pareceres están en desacuerdo, pero se debería unívocamente convenir sobre la posibilidad de que prevalezca la perversa libertad humana contra la acción del Espíritu Santo. Mi parecer es que esto puede suceder, mas en el preciso momento en que se verifica, un concilio ecuménico deja de ser tal.


Si a todos los concilios se les debe religioso respeto y generosa adhesión, de esto no se sigue que todos ellos tengan una misma eficacia vinculante. La de un concilio rigurosamente dogmático no se pone ni siquiera en discusión: depende su infalibilidad e irreformabilidad y, por  lo tanto, obliga a la Iglesia entera, en todos sus componentes (...) 


Luego cuando un concilio se presenta a sí mismo, al contenido y a la razón de sus documentos bajo la categoría de la pastoralidad, autocalificándose así como pastoral, excluye, de este modo, todo intento definitorio. Por eso no puede pretender la calificación de dogmático, ni otros pueden conferírsela (...) 


Ésta es la ratio que guió, desde el principio hasta el fin, al Vaticano II. Quien, citándolo, lo equipara al Tridentino y al mismo Vaticano I, acreditándole una fuerza normativa y obligatoria que, por sí mismo, no posee, hace algo ilegítimo; y, en última instancia, no respeta el concilio (...) Alguno dirá que nunca nadie ha definido como dogmático al Vaticano II y, a fin de cuentas, es cierto. Pero es también cierto e incontestable que magisterio, teología y operadores pastorales han hecho del Vaticano II un absoluto. Un error de base, sobre el cual se ha construído el edificio postconciliar y contra el cual es necesario, por fin, reaccionar.


Un poco más adelante, añade: "Sólo es lícito reconocer al Vaticano II una índole dogmática allí donde él repropone como verdad de fe dogmas definidos en precedentes concilios (...)". De manera que "si el Vaticano II no puede definirse, en sentido estricto, como "dogmático", sus doctrinas (...) no son ni infalibles ni irreformables ni, por lo tanto, son tampoco obligatorias: quien las negara no por esto sería formalmente hereje. Quien las impusiera como infalibles e irreformables estaría yendo contra el concilio mismo"


Como siempre, ante la duda, debemos de actuar según la recta conciencia: ésta es la que está en conformidad con la palabra de Dios, que podemos encontrar en las Sagradas Escrituras y en la Tradición Perenne de la Iglesia. Ese es el camino seguro. Y debemos de tener presente, y tomar ejemplo, de lo que dijeron Pedro y los Apóstoles al Sumo Sacerdote, cuando éste les reprendió por enseñar en nombre de Jesucristo: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29) -le contestaron. 


Esto es hoy especialmente importante y urgente, pues son muchos los falsos profetas que se han infiltrado en el seno de la Iglesia y ocupan algos cargos de responsabilidad. Sólo debemos de seguirlos cuando lo que digan esté en conformidad con lo que la Iglesia siempre ha dicho ... pues los pastores, desde los sacerdotes hasta los obispos y el Papa, son esclavos de la Palabra de Dios y no pueden permitirse el lujo de dar sus propias opiniones. Si esto ocurriera, no sólo no estarímos obligados a obedecerles sino que nuestra obligación sería la desobediencia, por un motivo muy claro; y es que los tales no serían ya verdaderos pastores, al no ser portavoces de la palabra de Dios.


Nuestros oídos y nuestro corazón deben de estar a la escucha de la Palabra del Buen Pastor, Aquél que dio su Vida por sus ovejas, Aquél a quien le importan las ovejas. Ésa es la única Voz que llega al corazón. Y las ovejas de su rebaño conocen esa Voz y la siguen. Y no seguirán la voz de los extraños, porque son ladrones y salteadores. Así nos lo hizo saber Jesús, nuestro Maestro y Señor, nuestro Amigo, Aquel que dijo: "He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi Voz y abre la puerta, Yo entraré a él y cenaré con él y él cenará conmigo" (Ap 3, 20). 


Si los pastores nos hablan realmente de Él lo notaremos, porque su Voz se dirige siempre al corazón y éste no puede menos que conmoverse si se encuentra frente a frente con la verdadera Palabra de Dios, que es Jesús, Aquel por quien suspira y de quien está enamorado. Esto lo sabía muy bien la esposa del Cantar. Escuchemos lo que dice, pues sus palabras expresan, con gran belleza poética, sus ansias de estar con Él (las mismas que nosotros debemos de tener):



¡La voz de mi Amado!
Ya está aquí, ya viene
saltando por los montes,
brincando por los cerros.
Mi Amado parece una gacela,
un cervatillo.
Vedle. Está detrás de nuestra tapia.
Mira por las ventanas,
atisba por las celosías

(Cant 2, 8-9)
José Martí