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sábado, 20 de diciembre de 2014

Fundamentalismo cristiano 2ª - (14) [Testigos de Cristo-1]

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Ellos son del mundo. Por eso el mundo hablan cosas mundanas, y el mundo los escucha (1 Jn 4, 5)

Se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios (Jn 16, 2)


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En todo lo que venimos diciendo hasta ahora hemos podido ver cómo el Papa, a aquellos cristianos que se mantienen fieles a la Tradición y creen en Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre, a los que creen en lo sobrenatural y saben que Jesucristo resucitó verdaderamente y que tanto Él como su madre, la Virgen María, se encuentran en cuerpo y alma en los cielos, a aquellos que piensan que no tenemos aquí morada permanente sino que esperamos la definitiva, a todos ellos los califica de infinidad de maneras (hay que reconocerle, en esto, una cierta creatividad, aunque negativa): cristianos "rígidos", "tristes", "hipócritas", "con cara de pepinillo avinagrado", "encerrados en sí mismos", "con apariencias de religiosidad", "formalistas", "santurrones", que buscan sus propios intereses" "semipelagianistas autorreferenciales", "mundanos espirituales", "egocéntricos autocomplacientes", "seguros doctrinalmente" y un sinfín más de calificativos, llenos todos ellos de un componente de "misericordina" adicional para que vuelvan a la Iglesia progre.  

[De todo ello se ha hablado ya en este blog en varias entradas; por ejemplo, en la que se titula "Mundanidad espiritual"  Fundamentalismo cristiano (21) "Evangelii gaudium" Fundamentalismo cristiano (12) Una religión sin Dios Fundamentalismo cristiano (22) Hechos  Fundamentalismo cristiano (8) Análisis de los hechos, etc] 


Todo ha quedado reducido al pecado "social" hasta el punto de decir que "la corrupción es el peor de los pecados", siendo así que el pecado es la causa de todos los males, también de la corrupción. 


Lo que más llama la atención, sin embargo, es que apenas se habla de Jesucristo: sólo ecumenismo y más ecumenismo, diálogo interreligioso, libertad religiosa, "misericordia", etc... Y los que hablan de Jesucristo y de la fidelidad a la Iglesia de siempre son tachados de "fundamentalistas" y "violentos", por el propio Papa, en la mayoría de sus homilías en Santa Marta. 




Pero si esto es así, como lo es, y puestos a ser sinceros y a llamarle a las cosas por su nombre, ¿quiénes son, en realidad, los violentos contra los demás? Porque, desde luego, por más que el papa Francisco diga otra cosa, la violencia no es practicada [en ninguno de los sentidos, ni siquiera mentalmente], por aquellos a los que se ha dado en llamar cristianos tradicionalistas ("fundamentalistas", en interpretación papal). Véase, como referencia, el caso de los Franciscanos de la Inmaculada, que se han limitado a obedecer. Y punto. No se han sublevado, aun a sabiendas de que el proceder del Papa, con relación a ellos, no ha estado cargado de misericordia, sino todo lo contrario, como si hubieran cometido un grandísimo delito por el mero hecho de su fidelidad a la Tradición multisecular de la Iglesia. Aunque parezca increíble, eso es lo que está sucediendo.

Estos cristianos "fundamentalistas" actúan, sencillamente, imitando a su Maestro quien "aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer" (Heb 5, 8). Su "violencia" se limita a una lucha contra el pecado, contra las malas tendencias que tiene toda persona que viene a este mundo; una lucha que no usa las armas del mundo, sino que se manifiesta poniendo los medios que siempre ha recomendado la Iglesia: oración, penitencia y confianza en Dios, aunque sean tachados -con mentira- de "intolerantes", "antiguos", "no adaptados a los tiempos modernos", etc..., por parte de aquellos que tienen la obligación de ayudarles y defenderles. Actúan así porque saben que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13, 8). Y quieren hacer de sus vidas un testimonio de la vida de Jesús, no olvidando -y haciéndoselo recordar también al mundo- la importancia fundamental de lo sobrenatural en la vida cristiana y siendo conscientes de las palabras del apóstol san Juan: "Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5, 4). Intentan hacer realidad en su vida estas palabras de la carta de san Pablo a los hebreos: "Aún no habéis resistido hasta derramar sangre en vuestra lucha contra el pecado" (Heb 12, 4); unas palabras que nos recuerdan hasta qué punto tienen que estar dispuestos los cristianos a luchar contra la causa de todos los males que afectan a este mundo, que es el pecado. 


Es increíble -pero así es- que habiendo producido estos frailes tantísimo fruto de numerosas y auténticas vocaciones, de personas enamoradas de Jesús, algo tan necesario hoy en día, son, sin embargo, perseguidos por sus propios "hermanos" en Cristo, comenzando por aquel cuya obligación es la de "confirmar en la fe a sus hermanos" (Lc 22, 32). Están haciendo realidad en su vida aquellas palabras que dijo Jesús: "Bienaventurados seréis cuando os injurien y persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo mal por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos" (Mt 5, 11-12). 

Éstos son los verdaderos "pobres", los que sufren y padecen necesidad, los que necesitan misericordia y les es negada por quien tanto la proclama y es considerado como "el papa de los pobres". Como Papa que es, yo lo respeto; pero es una persona que, excepto cuando habla ex cathedra (lo que no ha hecho hasta ahora) puede equivocarse. Su función de Papa no lo inmuniza contra el error. Sabemos, además, por la Historia, que no todos los Papas han sido modelos de vida, por desgracia. En este caso, la situación es aún más grave porque parece que se ponen en tela de juicio doctrinas que son dogmas de fe y, por lo tanto, intocables. 

Ante esta situación no debemos de asustarnos, pues tenemos a nuestro alcance la doctrina de la Iglesia de dos mil años, que no puede ser modificada. Y a eso es a lo que debemos de atenernos, si no queremos equivocarnos. La "pastoral" nunca puede contradecir la Doctrina. Pueden cambiar los enfoques para que llegue mejor a la gente el mensaje de Jesús ... ¡pero este mensaje no se puede escamotear ni tergiversar ni, por supuesto, cambiar! Si tal cosa ocurriera, nuestra obligación como cristianos no podría ser otra que la desobediencia, pues "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). 

No olvidemos que antes que los Papas -y por encima de ellos- está Jesucristo, quien dijo de Sí mismo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6). Si un Papa actúa contra la verdad está actuando contra Jesucristo y, por lo tanto, no debe ser obedecido en ese punto concreto. Su misión no es la de inventar la Doctrina, sino la de transmitir íntegro el depósito de la fe que ha recibido. 

Por eso, los Franciscanos de la Inmaculada son testigos vivientes de Jesucristo, auténticos mártires. Y su sufrimiento y el castigo que están soportando, por parte de la Jerarquía eclesiástica, redundará, sin duda, en un florecimiento de la Iglesia, la auténtica Iglesia, no la inventada por los hombres: ésta tiene los días contados. Aunque aparezca aplaudida por casi todos y cuente con la mayoría de los poderes mediáticos de este mundo, sin embargo, esta Iglesia mundanizada y triunfalista no podrá destruir a la verdadera Iglesia, aquella que fue fundada por Jesucristo y que, cada día con más furor, está siendo rechazada incluso por sus propios "pastores". 


La prueba a la que ya están sometidos -y estarán- los que desean mantenerse fieles a Jesucristo y viven seguros de su fe (es decir, los verdaderos cristianos), una prueba que es sólo el comienzo de lo que se avecina- será muy dura y serán muchos los que apostatarán de su fe. Por eso, con humildad y confianza, debemos pedirle al Señor que nos conceda la gracia de la perseverancia, porque sin Él, sin su ayuda, no podríamos mantenernos firmes. Imposible. Pero
 "fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación os dará la fuerza para que podáis superarla" (1 Cor 10, 13). 

En este sentido, si ponemos todo de nuestra parte, podemos tener la seguridad de que la ayuda de Dios nunca nos va a faltar, por muy difíciles que sean las pruebas a las que nos veamos sometidos. Jesús es Dios y sus palabras son Verdad. Él mismo es la Verdad y no puede engañarnos. Esa es la seguridad que tenemos: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). Y lo que ahora nos está diciendo es que "el que persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 13). 

El testimonio de los Franciscanos de la Inmaculada, al igual que el de otros muchos cristianos que son igualmente perseguidos, por la misma o parecida razón, ese testimonio de auténtica vida cristiana es, en realidad, digno de envidia (en el mejor sentido de esta palabra) y nos puede -y debe- servir como acicate para imitarlos, sin miedo de ninguna clase: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed, sobre todo, al que puede arrojar el alma y el cuerpo en el infierno" (Mt 10, 28). 


Al igual que ellos también nosotros, los cristianos de a pie, debemos de luchar "hasta la sangre", si es preciso,  pero no contra los demás: Tal ocurre en el caso de los que sí son realmente fundamentalistas (en el genuino sentido de esa palabra), como judíos y musulmanes, en tanto en cuanto son fieles al Talmud y al Corán, libros cuyo lenguaje es, en sí mismo, violento, pues hablan del "ojo por ojo" y de "matar al infiel", respectivamente. No así el Nuevo Testamento, que es el mensaje del Amor que Dios al hombre y del amor que espera recibir de nuestra parte. Por eso los que queremos ser cristianos tenemos que estar dispuestos a dar nuestra vida, por amor a Jesús, si tal fuera su voluntad con relación a nosotros ...Y es que el seguimiento de Jesús no es ninguna broma: si lo seguimos (¡y lo seguimos de verdad!), nos lo tenemos que tomar muy en serio, pues nos jugamos en ello nuestra propia Salvación eterna: "Tengo por cierto que los sufrimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que se ha de manifestar en nosotros" (Rom 8, 18).  Un cristiano tiene que vivir sin complejos y ser una persona alegre y valiente, con la confianza puesta completamente en las palabras del Señor, que son "Espíritu y Vida" (Jn 6, 63). Él jamás nos defraudará. De eso podemos estar completamente seguros.


(Continuará)

martes, 16 de diciembre de 2014

La Infalibilidad del Papa y el Sínodo (De Mattei)

Mientras el Sínodo de 2015 se acerca cargado de incógnitas y de problemas, una cuestión de fondo está sobre la mesa ¿Cuál es la autoridad de los documentos eclesiásticos que pueden ser producidos por el Magisterio ordinario de un Papa o de un Sínodo? Los progresistas o quizá mejor dicho los neo-modernistas atribuyen un carácter de infalibilidad a todos los actos del actual Pontífice y a los resultados del próximo Sínodo, independientemente de lo que sean.

A estos actos —dicen— es necesario obedecer porque, como en el caso del Concilio Vaticano II, el Papa o los Obispos a Él unidos, no pueden equivocarse. Por otro lado, los mismos progresistas niegan valor de infalibilidad a las enseñanzas de la encíclica Humanae vitae de Pablo VI y afirman que la moral tradicional en campo matrimonial tiene que ser “aggiornata”, para adecuarse a las “convicciones vividas” por aquellos católicos que práctican la contracepción, la fecundación artificial, las convivencias extraconyugales.

En el primero de los dos casos, ellos parecen admitir la infalibilidad del Magisterio ordinario universal, identificándolo con el Magisterio viviente del Papa y de los Obispos después del Vaticano II; en el segundo caso niegan la infalibilidad del verdadero concepto de Magisterio ordinario universal, expresado por la Tradición de la Iglesia, según la conocida fórmula de Vicente de Lerins: quod semper, quod ubique, quod ab omnibus.

Nos encontramos ante un evidente vuelco de las verdades de fe sobre el Magisterio eclesiástico. En efecto, la doctrina de la Iglesia enseña que cuando un Papa, solo o unido a los Obispos, habla ex cathedra es ciertamente infalible
Pero, para que un pronunciamiento pueda considerarse ex cathedra son necesarios algunos requisitos

1) Debe hablar como Papa y Pastor de la Iglesia universal.
2) La materia sobre la que se expresa debe concernir a la fe o a las costumbres. 

3) Sobre ese objeto debe pronunciar un juicio solemne y definitivo, con la intención de obligar a todos los fieles.

Si faltara incluso una sola de estas condiciones, el Magisterio pontificio (o conciliar) queda auténtico, pero no es infalible. Esto no quiere decir que sea equivocado, sino significa sólo que no es inmune de error: en una palabra, es falible.

Pero, hay que añadir que la infalibilidad de la Iglesia no se limita al caso extraordinario del Papa que, solo o unido a los Obispos, hable ex cathedra, sino que se extiende también al Magisterio ordinario universal. Para aclarar este punto, recurrimos a un escrito del Padre Marcelino Zalba (1908-2009) sobre Infalibilidad del Magisterio ordinario universal y contracepción, publicado en el número de enero-marzo de 1979 de la revista “Renovatio” (pp. 79-90) del Cardenal Giuseppe Siri.

El autor, considerado como uno de los más seguros moralistas de su época, recordaba que otros dos conocidos teólogos americanos, John C. Ford y Gerald Kelly, había estudiado en 1963, precisamente cinco años antes de la promulgación de la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, el grado de certeza y de verdad que se debería atribuir, en campo teológico, a la doctrina católica tradicional concerniente la inmoralidad intrínseca y grave de la contracepción (John C. Ford s.j. y Gerald Kelly, s.j. Contemporary Moral Theology, vol. 2, Marriage Questions, Newman, Westminster 1964, pp. 263-271).

Según los dos teólogos jesuitas se trataba de una doctrina que debía ser considerada normativa para la conducta de los fieles. En efecto, sería inconcebible que la Iglesia católica, asistida por el Espíritu Santo en la conservación de la doctrina y de la moral evangélica, hubiera afirmado explícitamente en numerosas intervenciones que los actos contraceptivos son una violación objetiva de la ley de Dio, si no fuese realmente así. Con su intervención equivocada, la Iglesia habría originado innumerables pecados mortales, contradiciendo la promesa de la divina asistencia de Jesucristo.

Uno de los dos moralistas, el Padre Ford, en colaboración con el filósofo Germain Grisez, profundizó este problema en un sucesivo ensayo: Contraception and the Infallibility of the Ordinary Magisterium, (“Theological Studies”, 39 (1978), pp. 258-312). Los dos autores concluyeron que la doctrina de la Humanae Vitae podía considerarse enseñada de manera infalible, no en virtud de su acto de promulgación (que fue menos solemne y categórico que, por ejemplo, el de la Casti Connubii de Pío XI), sino porque la encíclica de Pablo VI confirmaba el Magisterio ordinario universal de los Papas y de los Obispos del mundo.

A pesar de no ser en sí misma infalible, la Humanae Vitae se convertía en infalible cuando, condenado la contracepción, reafirmaba una doctrina propuesta desde siempre por el Magisterio ordinario universal de la Iglesia. La constitución Dei Filius del Concilio Vaticano I estableció, en su capítulo 3º, que pueden haber verdades que deben ser creídas en la Iglesia, con fe divina y católica, sin que haya necesidad de una definición solemne, en cuanto están expresadas por el Magisterio ordinario universal.

Las condiciones necesarias para la infalibilidad del Magisterio ordinario universal son que se trate de una doctrina concerniente la fe o la moral, enseñada con autoridad en reiteradas declaraciones de los Papas y de los Obispos, con un carácter indudable y comprometedor

Hay que entender la palabra universal no en el sentido sincrónico de una extensión en el espacio de un determinado período histórico, sino en el sentido diacrónico de una continuidad del tiempo, para expresar un consenso que abraza todas las épocas de la Iglesia (Card. Joseph Ratzinger, Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de la ‘Professio fidei’, nota 17).

Por ejemplo, en el caso de la regulación de la natalidad, la Iglesia ha condenado, desde el siglo III, los métodos artificiales. Cuando, a comienzo del siglo XIX, volvió a presentarse este problema, las declaraciones de los Obispos, en unión con el Papa, propusieron siempre como doctrina definitiva y vinculadora de la Iglesia que la contracepción es pecado mortal.

Las declaraciones explícitas de Pío XI, de Pío XII y de todos sus sucesores, confirman la enseñanza tradicional. Pablo VI en la Humanae Vitae confirmó esta doctrina del Magisterio ordinario, «fundada sobre la ley natural, iluminada y enriquecida por la Revelación divina» (n. 4), rechazando las conclusiones de la comisión pontificia que había estudiado este problema porque tales conclusiones «se separaban de la doctrina moral sobre el matrimonio propuesta por el Magisterio de la Iglesia con constante firmeza» (n. 6).

El discurso que el Padre Zalba, Padre Kelly, Padre Ford y el Prof. Grisez hacen a propósito de la contracepción puede extenderse a la fecundación artificial, a las uniones de hecho o a los divorciados vueltos a casar. Incluso en ausencia de pronunciamientos extraordinarios de la Iglesia sobre estos problemas morales, el Magisterio ordinario universal de la Iglesia se ha pronunciado en el curso de los siglos de manera coherente, constante y constringente, por lo que puede ser considerado infalible. Y en campo moral la praxis nunca podrá estar en contradicción con lo que la doctrina del Magisterio universal de la Iglesia ha establecido definitivamente.

Muy distinto es el discurso concerniente las novedades doctrinales incluidas en los documentos del Concilio Vaticano II. En ese caso, no sólo faltó un acto ex cathedra del Pontífice en unión con los Obispos, sino que además ninguno de los documentos fue expuesto en manera dogmática, con la intención de definir una verdad de fe o de moral y de obligar a los fieles al asentimiento. De infalible, en esos documentos, sólo hay algunos pasajes en los que es confirmada la doctrina de siempre de la Iglesia.

De hecho, católico, es decir universal, no es lo que en un determinado momento es creído “en todo lugar”, como puede acaecer en un Concilio o en un Sínodo, sino lo que desde siempre y en cualquier parte es creído por todos, sin equivocaciones ni contradicciones. 

El debate hermenéutico aún abierto sobre las novedades de los textos del Vaticano II confirma su carácter provisional y discutible, en ningún modo vinculante. ¿Cómo pueden pretender obediencia ciega e incondicionada a las novedades falibles del Concilio Vaticano II y del Sínodo sobre la familia quienes pretenden contradecir las enseñanzas infalibles del Magisterio ordinario universal de la Iglesia en temas de moral conyugal?

domingo, 14 de diciembre de 2014

Fundamentalismo cristiano 2ª (13) [Misericordia selectiva-2( María Teresa Moretti)



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5. El nuevo Secretario General de los FFI

El 5 de septiembre de 2013, el Comisario Apostólico nombra al Padre Alfonso Maria Bruno nuevo Secretario General del Instituto

Para conocer mejor al Padre Bruno, resulta instructivo el testimonio del escritor y periodista Francesco Agnoli que había detectado, desde hace un tiempo, comportamientos como mínimo ambiguos y actitudes contradictorias en este fraile que estaba sembrando cizaña dentro de la Orden. Y para comprobar hasta qué punto llega su hipocresía y mala fe después de haber conseguido lo que buscaba, o sea llegar al control de la Orden, véase esta entrevista 

6. Normalización forzosa de los laicos

Después de todo esto, con una carta del 27 de noviembre de 2013, el Padre Fidenzio Volpi, apoyado por el Padre Alfonso Bruno, consideró oportuno extender su “guerra total” también contra los laicos. Y ha suspendido todas las actividades de los laicos pertenecientes a la MIM (Misión de la Inmaculada Mediadora) y al TOFI (Tercera Orden Franciscana de la Inmaculada), prohibiendo además a los terciarios llevar el hábito.

Desde luego, medidas como éstas no se parecen en nada a diálogos fraternos, llenos de comprensión y tolerancia, con los que resolver eventuales problemas internos, sino más bien recuerdan las purgas de los regímenes totalitarios del siglo pasado


Queda cada vez más claro que las supuestas dificultades internas eran sólo un pretexto. Y que, desde el principio, el verdadero y único objetivo de toda la estrategia puesta en acto a través de la clásica alianza entre traidores internos y enemigos externosera la destrucción de un carisma, la demolición de la Orden.




7. Y ahora… ¡a por las monjas!


Por si quedaban aún algunos pánfilos por allí empeñados en no querer ver malicia en todo este asunto, la noticia del envío de una Visitadora Apostólica a las Monjas Franciscanas de la Inmaculada ha borrado cualquier duda al respecto.


- El 19 de mayo de 2014, el Cardenal João Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, anunció a la Madre General de las Franciscanas de la Inmaculada, el nombramiento, con efecto inmediato, de una “visitadora” para el Instituto, con plenos poderes de control que, de hecho, la convierten en una “comisaria”:  en la casa madre situada en Frattocchie (a unos veinte kilómetros de Roma), se ha instalado la Hermana Fernanda Barbiero, una religiosa “adulta” y “aggiornata”, de tendencia moderadamente feminista. 


Sobre lo cual escribe Roberto de Mattei: “El caso de las Franciscanas de la Inmaculada que ahora empieza es aún más grave que el del Instituto masculino. El pretexto de la “visita” y luego del nombramiento del Comisario de los Frailes fue la presencia de un pequeño y agresivo grupo de ‘disidentes’, alentado y alimentado desde el exterior. Sin embargo, ninguna disidencia se ha manifestado entre las Monjas, que viven en espíritu de unión y caridad fraterna. Franciscanas y Franciscanos de la Inmaculada deben de ser suprimidos esencialmente por su acercamiento a la Tradición, en conflicto con la praxis de la mayor parte de los Institutos de Vida Consagrada. Decimos acercamiento porque las dos congregaciones franciscanas nacieron y se sitúan fuera del mundo ‘tradicionalista’ [son posteriores al Concilio Vaticano II].
Ante la ruina teológica y pastoral del post-concilio, éstas han manifestado una fidelidad a la ortodoxia de la Iglesia que contrasta con la "creatividad" doctrinal y litúrgica hoy imperante. La Congregación para los Religiosos considera este sentire cum ecclesia ‘tradicional’  incompatible con el sentire cum ecclesia 'vaticanosegundista' "


No hace falta ser adivinos para prever lo que pasará (y que de hecho está pasando) con las Franciscanas de la Inmaculada. Mientras que con las “monjas” americanas pro-abortistas y promotoras de la ideología de género se “dialoga” con mano suave; se dejan a las “monjas” catalanas vomitar sus despropósitos en talk shows de política o cocina y otras ganan concursos canoros y toman a Madonna de modelo… en cambioa las Franciscanas de la Inmaculadaque se atreven a vestir el santo hábito, a rezar Rosarios de rodillas y a practicar la penitencia, se les trata con mano dura, la más dura posible. Unas acuciantes preguntas han circulado por la red: ¿Pero qué han hecho de terrible esas pobres monjas? Qué crímenes han cometido? ¿De qué culpa se han manchado para merecer tal tratamiento de parte de la Santa Sede?

La respuesta es la misma que para el caso de sus hermanos frailes: se empeñan en ser fieles a la fe, a la espiritualidad, a la doctrina y a la liturgia de siempre. En el mundo al revés en el que nos ha tocado vivir, el que hemos querido construir rechazando a Dios y apostatando de Cristo, en este mundo trastornado y agonizante, seguir siendo católicos, como lo fueron nuestros antepasados, como los fueron legiones de santos, es una herejíaY la Iglesia, toda misericordia y tolerancia, toda comprensión y delicadeza, que no quiere juzgar a nadie y que ha renunciado a convertir al mundo, esta Iglesia con los católicos 
que quieren seguir siéndolo no tiene ninguna piedad.


8. Conclusiones provisionales



La destrucción de todo lo sembrado y construido por los dos fundadores, Padre Stefano Maria Manelli y Padre Gabriele Maria Pellettieri, junto con la inmensa mayoría de frailes y monjas del Instituto, ha sido implacable y, de momento, y si Dios no lo remedia, irreversible.

La Iglesia que distribuye “misericordina”  en sobredosis y que ha trocado el Decálogo de Dios por diez consejos para ser felices, sin embargo ha sido una apisonadora inexorable con un Instituto religioso cuyo crimen principal era celebrar también, pero no exclusivamente, la Santa Misa según el Vetus Ordo, aplicando lo establecido en el Summorum Pontificum, de Benedicto XVI, como expresión de aquella “hermenéutica de la continuidad” de la que hablaba el anterior Papa y de la que ahora ya nadie se acuerda.

La misma Iglesia que derrocha tolerancia con cardenales masones, monjas proabortistas, curas casados y diáconos homosexuales (por supuesto acompañados de su regular pareja), porque como dijo alguien “¿quién soy yo para juzgar?”, esa Iglesia cuya "teología está de rodillas" [como decía el papa Francisco hablando del cardenal Kasper, aquel que está a favor de dar la comunión a los divorciados y vueltos a casar] de rodillas sí, pero no ante Dios sino ante el “nuevo paradigma” del mundo;  esta Iglesia no duda en desempolvar métodos que pueden recordar algunos de los que se aplicaron en la Inquisición ... con una diferencia fundamental: Mientras que la  Inquisición velaba por la salvaguarda de la fe, la “nueva” Inquisición de la “nueva” Iglesia persigue sin piedad a los que quieren salvar la  fe incluso a costa de su vida.


El “caso” de Franciscanos y Franciscanas de la Inmaculada no se ha cerrado. Ni es el único. Lo que se ha puesto en marcha con ellos es una persecución interna que ya ha cosechado otras víctimasSe trata de una estrategia elaborada hábilmente con el fin de erradicar aquellas “sensibilidades” eclesiales que resultan intolerables para una Iglesia que es tolerante con todos excepto con los que quieren seguir siendo católicos "de siempre"

El drama aún sigue abierto y su final concierne no tanto - y no sólo- a un determinado Instituto religioso, sino al futuro del entero Cuerpo Místico de Cristo. Porque si a unos pobres frailes y a unas humildes monjas entregados a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, en oración, penitencia, obediencia y apostolado, les ha caído encima esta persecución, ¿qué le pasará a cualquiera, religioso o laico, que no quiera arrodillarse ante el paradigma del mundo?

El caso de los Franciscanos y Franciscanas de la Inmaculada se acerca a su fin. Veremos los giros que nos reserva el guión de esta historia, al menos desde una perspectiva meramente natural e histórica. Pero si levantamos nuestro corazón y nuestros ojos hacia el cielo, buscando la justicia de Dios, en medio de tanta podredumbre e impiedad, vislumbramos signos esperanzadores que son como destellos de la ley evangélica.


Y así, el martirio "blanco" [Mártir significa "testigo"; y ellos están dando  un "testimonio fiel" de Jesucristo, que es el mismo ayer y hoy y lo será siempre] que están viviendo los fundadores y la gran mayoría de frailes, monjas, terciarios y laicos de la Orden, sumado al dolor de miles y miles de católicos que han conocido directa o indirectamente a los FFI, por las calles del mundo o en los meandros de Internet, será -sin lugar a dudas- terreno fértil para la santificación de las almas y la difusión del Evangelio. 

La Tradición enseña que la única verdadera y eficaz evangelización, la sola pastoral que cuenta, como no se cansa de repetir San Pablo, es la que predica a Cristo, y a Cristo Crucificado, y no sólo con palabras, sino con la propia vida, hasta la entrega extrema

Quizás, nunca como en estos dolorosos momentos, el Padre Manelli y el Padre Pellettieri, junto con sus mejores hijos e hijas, siendo radicalmente fieles a sus votos, están alcanzando la plenitud del carisma que el Espíritu Santo les inspiró. 

Que la Virgen Santísima, Consolátrix afflictórum y Auxílium Christianórum, consuele y proteja a estas almas que se han consagrado especialmente a Ella.



viernes, 12 de diciembre de 2014

Fundamentalismo cristiano 2ª (12) [Misericordia selectiva-1](María Teresa Moretti )



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Acerca de los Franciscanos de la Inmaculada ya se ha hablado anteriormente en este blog, en varias ocasiones. Es un caso clarísimo de misericordia selectiva, lo que en términos coloquiales suele denominarse también la ley del embudo. Hay una serie de artículos (siete, para ser precisos) escritos recientemente por María Teresa Moretti  cuya lectura nos puede situar un poco con relación a este gran problema surgido en el seno de la Iglesia Católica; y del que apenas si se habla, siendo así que es de una importancia capital. En estas dos entradas me voy a limitar a entresacar (o bien resumir) algunos párrafos de dichos escritos.
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Desde que en 1969 el Padre Stefano Maria Manelli, hijo espiritual de San Pío de Pietrelcina, en la estela de la invitación conciliar a volver a las fuentes originarias para reavivar la vida religiosa, fundara una pequeña comunidad franciscana, la Congregación de los Franciscanos de la Inmaculada, ésta floreció hasta ser reconocida, en 1998, de derecho pontificio. A finales de 2012 se contaban 384 frailes (en 55 comunidades) y 400 monjas (en 48 conventos), además de muchos grupos de terciarios con votos.

En el invierno eclesial que se abatió sobre la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, los Franciscanos y las Franciscanas de la Inmaculada eran uno de los pocos “brotes verdes” en el gélido panorama de abandono de la vida religiosa y de apostasía generalizada. Su caso era la prueba fehaciente de que precisamente la austeridad y pobreza evangélicas, el testimonio coherente de oración y penitencia, el seguimiento de la Tradición de la Iglesia Católica y, sobre todo, la fidelidad a la Cruz siguen atrayendo no sólo a vocaciones jóvenes, sino a toda alma sedienta de encontrarse con Cristo en su Iglesia.

Los Franciscanos de la Inmaculada representaban la vitalidad del escándalo de la Cruz en una Iglesia empeñada primero en disimularla, luego en ocultarla y, finalmente, si fuera posible, en borrarla de su historia y de la historia del mundo.
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Stefano Manelli: Nuevo mártir de la Tradición

Resumen de los sucesos principales ocurridos después de la promulgación, el 11 de julio de 2013, del Decreto de nombramiento del Capuchino Padre F. Volpi como Comisario Apostólico de los Franciscanos de la Inmaculada. Nos ceñiremos, exclusivamente, a los acontecimientos de la trama principal, aquella urdida desde el principio para destruir una Orden religiosa floreciente culpable de “desviacionismo tradicionalista” y hasta de “cripto-lefebvrismo”. Lo haremos en varios puntos:

1. Prohibición de celebrar la Misa según el Vetus Ordo


Es una manifestación directa de la voluntad del Papa Francisco que comienza a ser efectiva a partir del 11 de agosto de 2013. Tal prohibición es una sanción en evidente contraste con la legislación vigente de la Iglesia en materia de liturgia, recogida en la Bula "Quo primum" de San Pío V (1570) y en el Motu Proprio "Summorum pontificum" de Benedicto XVI (2007). La prohibición sigue aún vigente y es acatada con obediencia por parte del Instituto


2. Confinamiento del Padre Manelli


Considerado implícitamente culpable de haber alejado a sus hijos espirituales del “sentire cum Ecclesia” (especialmente por la aplicación del Motu Proprio ‘Summorum pontificum’ de Benedicto XVI), el Padre Manelli, fundador del Instituto de los Franciscanos de la Inmaculada, gravemente enfermo, es enviado a un convento del sur de Italia, con la prohibición de recibir visitas, incluso de sus familiares, bajo pena de pecado grave, y también de recibir llamadas telefónicas o cualquier otro tipo de contacto directo con el mundo exterior. 


El aislamiento al que está sometido el Padre Manelli es tan estrecho que el Comisario Apostólico le ha prohibido incluso, el día de su 81º cumpleaños (1 de mayo de 2014), ir a visitar la tumba de sus padres (Settimio Manelli y Licia Gualandris, ambos declarados Siervos de Dios) y de celebrar la Santa Misa por ellos. Desde el primer momento, el Padre Manelli obedece en silencio, siguiendo también en esta prueba tan dolorosa las huellas de su padre espiritual, San Pío de Pietrelcina


El “martirio blanco” que está padeciendo lo acerca aún más a la larga lista de fundadores que, al final de su vida, se vieron perseguidos ferozmente por sus propios discípulos y por la Jerarquía eclesiástica: de San Benito de Nursia a San Francisco de Asís, de San Juan de la Cruz a San Alfonso María de Ligorio, de Santa Teresa de Jesús a San Juan de la Cruz. Desde luego, el Padre Manelli está en buena compañía.


3. Gran Purga en la cúpula de la Orden


Después del nombramiento del Padre Volpi, se procede rápidamente a la destitución de los cargos del Instituto. Los frailes fieles al carisma de los Padres Fundadores son transferidos y alejados, con furia y precipitación, a la vez que se promocionan, en todos los niveles de la Orden, a los hermanos que apoyan la “nueva” orientación.


- En esta línea, sin motivos claros, se aparta de la enseñanza al Padre Alessandro Maria Apollonio, Procurador General, Presidente del Seminario Teológico y Guardián del convento de Roma-Boccea, y se le traslada a Portugal


- También se aleja de la enseñanza y de toda actividad, enviándolo a Austria, al Padre Serafino Maria Lanzetta, Superior de la Casa Mariana de Florencia y Profesor de Teología Moral en el Seminario Teológico “Inmaculada Mediadora”, fecundo organizador de congresos, jornadas de estudio e iniciativas pastorales. 


- Igualmente, al Padre Francesco Maria Budani, que estaba estudiando Derecho Canónico, se le traslada, de la noche a la mañana, a África impidiéndole así continuar sus estudios. 


- Misma suerte para el Padre Settimio Maria Manelli y el Padre Paolo Maria Siano, respectivamente Rector y Vice-Rector del Seminario, que son destituidos de sus cargos y reemplazados por dos hermanos de la “nueva” línea, uno de ellos ni siquiera bachiller en Teología (…)


[Hay, además, un dato a tener en cuenta: el Padre Siano, Profesor de Historia de la Iglesia, es un experto en masonería y autor de dos importantes libros sobre los orígenes, la ritualidad y el simbolismo de esta peligrosa institución sectaria violentamente anticristiana y anticatólica. Una de sus últimas conferencias antes del nombramiento del Comisario tuvo lugar precisamente en Florencia, el 1 de marzo de 2013. Pues bien, según Giovanni Pallanti (ex vice-Alcalde de Florencia, historiador y periodista) detrás del susodicho nombramiento estaría también la irritación tanto de las logias como de ciertos sectores de la Iglesia empeñados en el “diálogo” con la masonería. Los Franciscanos de la Inmaculada pagarían caro su valiente activismo contra la virulencia de esta asociación iniciática que, tras casi tres siglos desde su fundación, sigue aún infectando la sociedad con sus ideas ponzoñosas (…)]


Es importante destacar que tanto los fundadores como los miembros de los órganos directivos del Instituto de los Franciscanos de la Inmaculada han obedecido y están viviendo su exilio en los lugares a los que les ha trasladado el Comisario Apostólico, sin poner ningún tipo de trabas

[Esto, para mí, es muy significativo, pensando en la fe auténtica de estas personas, que obedecen, aunque estén convencidos de que sea una injusticia lo que están haciendo con ellos. No discuten y obedecen: el juicio se lo dejan a Dios. Estas medidas no se toman, sin embargo, con otros (teólogos, sacerdotes, frailes, monjas o cardenales) que se han decantado claramente por difamar y mentir acerca de las verdades fundamentales de la Iglesia; entre otras cosas porque, caso de producirse (como ha ocurrido en algún caso), no acatan la autoridad de sus superiores. Como digo, el juicio acerca de cada persona le corresponde a Jesucristo, que es infinitamente misericordioso e infinitamente justo].


4. Se recogen firmas en favor de los FFI y son desoídas las apelaciones.


La consternación y la inquietud no sólo de los que, de un modo u otro, estaban en contacto con los Franciscanos de la Inmaculada, sino de todos los católicos sinceramente angustiados por los desgarros internos de la Iglesia, han empujado varias recogidas de firmas en apoyo de los FFI. 


- La primera de ellas la lanza la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” y, entre el 1 y el 7 de agosto de 2013, 3515 mensajes llegan a las direcciones de correo electrónico del Cardenal João Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, del Secretario de la misma Congregación, Arzobispo José Rodríguez Carballo, del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Arzobispo Gerhard Ludwig Müller, del Vice-Presidente de la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei”, Arzobispo Augustine Di Noia y del mismo Comisario Apostólico de los FFI, Rev. Padre Fidenzio Volpi.


- En febrero de 2014, “Corrispondenza Romana” y otras asociaciones de laicos católicos lanzan una segunda recogida de firmas para pedir la dimisión del Comisario Apostólico, el Padre Volpi, llegando a cosechar unos 8000 avales


El 8 de febrero de 2014 parte otra iniciativa de la web “Ecclesia Dei” para la defensa de los FFI y del Motu Proprio “Summorum Pontificum”.


Lamentablemente, a estas interpelaciones de parte de los fieles de todo el mundo la Santa Sede no ha dado otra respuesta más que lacónicos comunicados (como el del Padre Lombardi el 2 de agosto de 2013 ), embarazosos silencios o, peor aún, un recrudecimiento de las medidas vejatorias contra el Instituto


Además, los que han estado en primera línea desde el comienzo de toda esta lamentable historia, han pagado y siguen pagando su compromiso en defensa de los Franciscanos de la Inmaculada, con retorsiones y querellas, como por ejemplo, el Profesor Roberto de Mattei, que por sus, siempre respetuosas y filiales, críticas al Papa Francisco y a la gestión de casos como el de los FFI, fue despedido de Radio María.

(Continuará)

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Fundamentalismo cristiano 2ª (11) [Violencia cristiana-2]



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Aquellos que han puesto su total confianza en el Señor y que están convencidos de que Jesús no les va a fallar nunca y que pueden decir, con san Pablo: "Sé muy bien de quien me he fiado" (2 Tim 1, 12); estos cristianos, que "conservan el buen depósito" (1 Tim 1, 14) [es decir, el depósito de la fe que han recibido] son los que harán posible que la Iglesia no se desplome. 

Así ocurrió, por ejemplo, con el caso de San Atanasio, obispo de Alejandría, de quien Dios se sirvió [y él cooperó, jugándose la vida, pues fue encarcelado y expulsado cuatro veces de su sede] para salvar a Su Iglesia, pues ésta se había desviado del recto camino debido a la influencia de la herejía arriana. Su intervención en el Concilio de Nicea (año 325) fue decisiva para que se proclamase solemnemente la divinidad de Jesucristo. 

Hoy la herejía dominante es la modernista, suma de todas las herejías, según proclamó el papa San Pío X, en su encíclica "Pascendi", puesto que rechaza lo sobrenatural. Tenemos una urgente y vital necesidad de santos que, como San Atanasio, estén dispuestos a jugarse la vida para que la Palabra de Dios no sea desfigurada, escamoteada o adulterada, tal y como está ocurriendo en la actualidad, para desgracia nuestra. Dios está necesitado de pastores que "expongan con rectitud la doctrina verdadera" (2 Tim 2, 15), sin miedo, y que no se avergüencen de Jesucristo. 


Y, desde luego, suscitará estos pastores santos [como siempre lo ha hecho en las épocas en las que todo parecía estar perdido para la Iglesia, tal y como hoy ocurre]. Pero para ello es preciso que se lo pidamos, con fe y con ardor, con lágrimas, si es preciso, porque está en juego el destino eterno de millones de personas. Se me viene a la mente el pasaje evangélico en el que Jesús, "al ver a las muchedumbres, se llenó de compasión hacia ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas sin pastor" (Mt 9, 36). Y cómo "entonces dijo a sus discípulos: 'La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mt 9, 37-38). 

Aunque Dios podría sacarlos de las piedras, cuenta, sin embargo, con nosotros, con nuestra oración confiada y constante, para que envíe santos a su Iglesia y ésta vuelva a resurgir: santos del estilo de San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina de Siena, San Vicente Ferrer, San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino, San Juan de la Cruz, etc ...; es decir, auténticos santos, de virtud probada, que amen fervientemente a Jesucristo y que lo den a conocer a este mundo, cuya mayor desgracia es que no se dan cuenta, ni siquiera, de que la padecen. 
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Si volvemos, otra vez, a las palabras del Papa, cuando dice -hablando de los cristianos fieles a la Tradición, a los que llama fundamentalistas- que "su estructura mental es violenta; violencia en nombre de Dios", y si se piensa un poco, tal vez tenga razón el Papa, aunque habría que introducir un matiz esencial en el uso de esa palabra, un matiz de tal calibre que cambiaría por completo el significado con el que normalmente se la entiende, y que es también como el mismo Papa la entendió en su entrevista con Cymerman, al contestarle a una de sus preguntas. Dijo: El saludo del fundamentalista es ... ¡a ver dónde te puedo pegar! ... al menos ideológicamente. No es un saludo que acerque".  

Como se ve -y esto es lo habitual- la violencia se entiende siempre, implícitamente, como violencia hacia los demás para hacerles daño. Pues bien: en este sentido, ningún cristiano que se precie de tal puede ser violenta; menos aún los llamados cristianos tradicionalistas. Se sobreentiende que esto es así en tanto en cuanto actúen como cristianos. Si actuasen con violencia, su acción sería pecaminosa y no estarían actuando conforme a la voluntad de Dios: su actuar no sería cristiano. 

El Papa erró por completo, con relación a estos cristianos, [cuyo único delito es el de ser fieles a la Tradición de la Iglesia], pues la violencia que, efectivamente, se da en los fundamentalistas judíos y musulmanes, el Papa la hizo extensiva a los que él llama fundamentalistas cristianos. Esto es una grave injusticia. Y no sólo no ha pedido perdón por ello, sino que se ha reafirmado, como hemos podido ver en sus recientes declaraciones.



Vamos, pues, a considerar ahora la violencia de los cristianos dándole ese matiz esencial al que antes aludíamos, un matiz que hace que tal palabra posea un significado diferente al que todos le damos siempre. Nos podríamos preguntar si esto es posible ... y por qué quiero introducir aquí esa palabra con otro sentido distinto del usual. Mi punto de partida son unas palabras pronunciadas por Jesús, que siempre me han llamado la atención, y que nunca he acabado de entender del todo: "El reino de los cielos padece violencia y son los violentos los que lo arrebatan" (Mt 11,12).


¿A qué violencia se refiere el Señor? Es fundamental dar una respuesta adecuada a esta pregunta, dada la afirmación rotunda que hace Jesús, según la cual sólo los violentos arrebatarán el Reino de Dios. ¿Acaso debemos ser violentos los cristianos? La clave para poder entender estas palabras se encuentra en el verbo que Jesús ha utilizado: "padecer". Los cristianos no son violentos -ni pueden serlo- en el sentido de ejercer violencia contra los demás, sino en cuanto que padecen esa violencia: "Todos los que aspiren a vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución"  (2 Tim 3, 12). 

Y de aquí se puede sacar una conclusión, si aplicamos la lógica; y es que si un cristiano no sufre persecución -de alguna manera- es una muestra evidente de que no posee, como debería de poseer, esa aspiración a vivir santamente en Cristo Jesús. La persecución parece ser, así, una nota esencial que sirve para identificar si nos encontramos o no ante un cristiano de verdad, una persecución que no tiene por qué ser necesariamente cruenta [aunque un cristiano debería de estar dispuesto a dar su vida, también físicamente, si se encontrase ante la disyuntiva de negar a Jesús o morir]. Se da, por ejemplo, en las burlas y en las incomprensiones por parte del mundo; las cuales tienen lugar incluso por parte de otros "cristianos", sin excluir a "algunos" pastores y Jerarcas; en particular -aunque no sólo- tal ocurre cuando salen a relucir temas controvertidos y de los que no se quiere hablar, pero que están ahí: divorcio, aborto, homosexualidad, etc..., que están condenados por la Iglesia desde siempre, como no podía ser de otra manera, pues atentan contra la ley de Dios.


Sea como fuere, ahí están las palabras de nuestro Señor, cuando dice:  "¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6, 26). De manera que si, por lo que fuese, tuviéramos el aplauso del mundo, deberíamos de estar seriamente preocupados, pues sería una clara señal de que nos estábamos desviando del recto camino; y, que, por lo tanto, deberíamos reflexionar sobre lo que hay de errado en nuestra conducta, puesto que según las palabras de Jesús "nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá odio a uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mt 6, 25). 


Dios no nos pide mucho, sino que nos lo pide todo, aunque sea poco lo que podamos darle. Pensemos en lo que decía san Pablo: "¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" (1 Cor 4, 7). Todo es gracia y todo es don de Dios; y si Dios nos lo ha dado todo (¡se ha dado a Sí mismo, por Amor, para salvarnos!) ¿qué de extraño tiene que también nos lo pida todo? El amor supone totalidad, no se queda nada para sí. No se puede amar a medias: "Quien no está conmigo, está contra Mí" (Mt 12, 30). 


Sin embargo, nuestra naturaleza está herida por el pecado original, resultando así que tenemos tendencias contrarias a lo que realmente queremos, lo que le ocurría también a san Pablo: "No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero" (Rom 7, 19). Y anteriormente a San Pablo, el poeta romano Ovidio, muerto en el año 17, coincide con lo dicho por san Pablo: Video meliora; proboque. Deteriora sequores decir, veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor. Así somos los humanos; todo ello, como consecuencia del pecado original (que algunos niegan y el que muchos no creen). Pero esto no es motivo de pena, pues nos podemos aplicar a nosotros mismos las palabras que san Pablo dirigía a los corintios, a quienes animaba, diciéndoles: "fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación, os dará también el modo de poder soportarla con éxito" (1 Cor 10, 13). 


Toda prueba o tentación lleva consigo un sufrimiento, un "hacerse violencia" a uno mismo pues, como se ha dicho, nuestra naturaleza humana es una naturaleza caída, debido al pecado, y tendemos a lo más fácil, a lo cómodo. Pero es precisamente, a través de las pruebas (si las superamos, con la ayuda del Señor, que no nos va a faltar) como le demostramos al Señor que lo queremos de verdad, pues obras son amores y no buenas razones. 


El sufrimiento, junto a Jesús, y a causa de Él, nos une aún más con Él, pues nos lleva a compartir su Vida. No hablo del sufrimiento en sí (que no es bueno y que es consecuencia del pecado de Adán, pecado de naturaleza, con el que todos nacemos) sino del sufrimiento a causa de Jesucristo, que es completamente distinto. Este sufrimiento es una demostración del máximo amor posible, pues el estar dispuestos a padecer por Jesús antes que negarle es un claro indicativo de que lo queremos de verdad y de que lo preferimos a Él antes que a las riquezas. [Éstas, las riquezas, se refieren a todo aquello que nos ata, sea lo que fuere, en tanto en cuanto nos pueda separar de Jesucristo]. 


El amor que decimos tenerle al Señor se hace más patente y auténtico conforme vamos superando las pruebas con las que siempre nos vamos a encontrar en el camino de nuestra vida, por el mero hecho de tomarnos en serio nuestro ser cristianos y nuestro amor al Señor. Y no vayamos a pensar que esto es algo por lo que debamos entristecernos: es todo lo contrario, pues junto al amor siempre se encuentra la alegría. Así se explica, por ejemplo, que los apóstoles "salían gozosos del Sanedrín, porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa del Nombre de Jesús" (Hech 5, 41). Y también las palabras de Jesús, en el Sermón de la Montaña: "Bienaventurados seréis cuando os injurien y persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo mal por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será abundante en los cielos" (Mt 5, 11-12)
(Continuará)

sábado, 6 de diciembre de 2014

Fundamentalismo cristiano 2ª (10) [Violencia cristiana-1]



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Bien, continuamos analizando las palabras del papa Francisco en su entrevista con Cymerman, en junio de este mismo año, en donde afirmaba que algunos grupos cristianos, aunque pocos, son también fundamentalistas. Previo a lo cual había dicho que la estructura mental de un grupo fundamentalista es violenta, es violencia en nombre de Dios, aunque no pegue ni mate a nadie.  Como ya demostramos en su momento (y aunque parezca increíble), cuando el Papa habla de cristianos fundamentalistas se está refiriendo a los que son fieles a la Tradición de la Iglesia, y éstos no son, precisamente, cristianos violentos, desde ningún punto de vista (se incurre en una contradicción), equiparándolos (¡pues los mete a todos en el mismo saco!) a los grupos fundamentalistas judíos e islámicos, en los que sí se da tal violencia, particularmente en los últimos.

Podríamos pensar en que se trató de un "lapsus" por parte del Papa, pero lo cierto es que, en la conferencia de Prensa que dio durante su vuelo de regreso de Turquía a Roma el 30 de Noviembre de 2014, vuelve a utilizar la misma palabra "fundamentalista" refiriéndose a cierto grupo de cristianos, coincidiendo, como era de esperar, con lo que manifestó en la entrevista que le concedió al periodista Henrique Cymerman el pasado 13 de Junio de 2014, que es la que estamos tomando como referencia en este estudio, pues ahora dice, partiendo de que hay actos terroristas islámicos.

"Muchos, muchos musulmanes se sienten ofendidos, y dicen: «No, nosotros no somos así. El Corán es un libro de paz, es un libro profético de paz. Esto no es el Islam» Creo que – al menos yo lo creo, sinceramente – no podemos decir que todos los musulmanes son terroristas: no se puede decir. Como no se puede decir que todos los cristianos son fundamentalistas, porque también nosotros los tenemos. En todas las religiones existen estos pequeños grupos".  

Por lo visto, parece que todo el que no comulgue con las ideas del Papa es un fundamentalista. De entrada, como ya hemos comentado muchas veces en este blog, el Papa no es Jesucristo y puede equivocarse cuando no habla "ex cathedra". No se puede decir amén a todo cuanto diga el Papa en cualquier ocasión. Eso sería un insulto a nuestra inteligencia y a la capacidad de razonar que Dios nos ha dado. Porque resulta que los cristianos calificados por él como "fundamentalistas cristianos" no se dedican a violar, asesinar, degollar y crucificar como sí lo hacen los fundamentalistas islámicos. La comparación que realiza el Papa es, a todas luces, injusta para con estos cristianos que aman la Tradición y aman a Jesucristo.


Que todos los musulmanes no son terroristas ya lo sabemos. Aunque nunca nos viene mal que nos lo recuerden ... Hasta aquí, correcto. Pero es que esos musulmanes a los que se refiere el Papa, aquellos que dicen que "el Corán es un libro profético de paz", yerran completamente, porque lo que se lee en el Corán no es eso sino lo contrario, a saber:

Matadlos dondequiera que los encontréis y expulsadlos de donde os hayan expulsado. La oposición [a vuestra creencia] es más grave que matar”[Corán 2:191]

Y no los matasteis vosotros, Alá los mató. Ni tirabas tú cuando tirabas sino que era Alá quien tiraba”.[Corán 8:17]

Como se ve aquí no aparece la idea de paz por ninguna parte. Es más, lo que podríamos deducir, en buena lógica, es que los buenos musulmanes, los que no son terroristas, lo son en tanto en cuanto no siguen las enseñanzas del Corán. Aunque ... lo peor de todo es que el mismo Santo Padre, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, piense que el Corán es un libro de paz:  " Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia (punto 253)". Esto es difícil de entender y de admitir; pues si nos atenemos a las palabras del Corán, que se han leído más arriba; y si ellos creen en esas palabras a pie juntillas ... la conclusión lógica a la que se llega es que los verdaderos creyentes del Islam son los más violentos de todos, en contra de lo que afirma el papa Francisco.



Lo más extraordinario de todo es que gracias a los llamados cristianos "fundamentalistas" la Iglesia no se derrumbará del todo. No es justo utilizar la palabra "fundamentalista" para referirse a aquellos cristianos que se toman en serio el Evangelio y que son completamente fieles a la Iglesia de veinte siglos; cristianos que tienen muy claro que "en cuanto al fundamento nadie puede poner otro distinto del que ya está puesto, que es Jesucristo" (1 Cor 3, 11). Tal vez habría que llamarles cristianos "fundamentistas", cristianos cuya vida tiene un fundamento y una razón de ser que es Jesucristo; pero nunca "fundamentalistas", pues tal palabra lleva consigo la idea de violencia, como bien dijo el propio Papa, y tales cristianos no son violentos para con los demás: tal vez lo sean para con ellos mismos, en tanto en cuanto "el Reino de los Cielos padece violencia" (Mt 11, 12) y es preciso hacerse violencia para alcanzarlo. 

No cabe duda de que Dios pondrá todas las cosas en el lugar que les corresponde, aunque se reserva para Sí el tiempo en el que hará efectivas tanto su justicia como su misericordia. Es asombroso e inaudito que tal acusación de "fundamentalistas" a los cristianos que viven conforme a la Tradición de la Iglesia, haya salido de la boca del propio Papa. Todo esto es grave y está llevando a poner en entredicho -y cada vez con mayor fuerza- si estamos o no ante el verdadero Papa. Puede leerse a este respecto el artículo de Fray Gerundio


La división interna que está teniendo lugar en el seno de la propia Jerarquía Eclesiástica es ponzoñosa y dañina para la Iglesia de Cristo y para sus fieles, que se encuentran -cada vez más- como "ovejas sin pastor" (Mt 9, 36). Las palabras de Jesús son clarísimas: "Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado; y cae casa sobre casa" (Lc 11, 17). Es verdaderamente milagroso que la Iglesia aún perviva, lo cual ocurre porque las palabras de Jesucristo no pueden dejar de cumplirse: "El Cielo y la Tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31). Y entre esas palabras se encuentran las que pronunció con respecto a su Iglesia, y es que -pese a todas las dificultades- "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18).


La Iglesia no podrá ser destruida, por muy grande que sea el empeño de todos "los hijos del Diablo" (1 Jn 3, 10) en llevar a cabo esa labor, pero sí es cierto que serán muy pocos los cristianos que sigan manteniéndose fieles a Jesucristo y a su verdadera Iglesia, la cual quedará reducida a su mínima expresión, según palabras del propio Jesús: "¿Pensáis que cuando venga el Hijo del hombre encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18, 8). 

Los pocos que queden -además- serán perseguidos y considerados malditos por lo que podríamos denominar Iglesia "oficial": "Se acerca hora en la que quien os dé muerte piense que así está sirviendo a Dios" (Jn 16, 2). Una Iglesia que lo será sólo de nombre, puesto que habrá renegado de sus raíces, haciéndose mundana y arrastrando consigo a infinidad de cristianos, que ya no serán tales [aunque se les hará creer que lo son para adormilar su conciencia], pues -comenzando por los propios Jerarcas- cuestionarán las verdades fundamentales de la fe, entre ellas todas las relativas a los dogmas que, como sabemos, son intocables, así como la propia historicidad de los Evangelios. 


Todo lo sobrenatural será negado. De la Biblia se tomarán sólo aquellas sentencias o dichos que "interesen"  a los que --arbitrariamente- han decidido lo que es -o lo que debe ser- la Iglesia, intentando hacer así tabla rasa de la fe de dos mil años de Historia ... como si la Iglesia Católica verdadera fuese la que ha ido surgiendo a partir del Concilio Vaticano II que, como sabemos, data de hace sólo cincuenta años.


Y, lo que es más grave, a esta "nueva religión", inventada por los hombres (incluidos muchos jerarcas que han dejado de creer en Dios), se le pretenderá seguir llamando -de modo hipócrita- religión católica, para confundir a muchos, pero no será tal, pues nada tendrá ya que ver esa "religión" con la única y verdadera Iglesia de Jesucristo, la que Él fundó. Ésta quedará reducida a un estado catacumbal, como en los primeros años de la era cristiana.


Los verdaderos cristianos serán perseguidos por la propia Jerarquía, aunada con el mundo, ante el cual habrá claudicado, pues se regirá únicamente por criterios meramente humanos y racionalistas, criterios sólo para este mundo, como si no existiera otro. 


Aparentemente, la victoria será de Satanás que es, al fin y al cabo, el Príncipe de este mundo (Jn 14, 30), como así lo llama el Señor en multitud de ocasiones. Y si así lo llama es porque lo es (se le ha permitido serlo, en razón del pecado). Pero tal victoria que será real [pues arrastrará consigo a millones de cristianos, que lo serán ya sólo de nombre por haber renegado de su fe en Jesucristo y en lo sobrenatural] no será definitiva. La última palabra la tiene reservada Jesucristo, Aquél que es "el lucero radiante de la mañana" (Ap 22, 16), quien "vendrá sobre una nube con gran poder y majestad" (Lc 21, 27)

(Continuará)