Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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viernes, 22 de junio de 2018
Papa Francisco: propuesta alemana sobre la intercomunión [sacrílega] será un "documento guía"
En su vuelo de Ginebra a Roma, el 21 de junio, el papa Francisco hizo un comentario sobre la carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe contra la propuesta de la Conferencia Episcopal Alemana de permitir a los protestantes recibir la [Santa] Comunión.
Francisco resaltó que los obispos deberían “estudiar el tema después” que la propuesta alemana “sea un documento guía, de tal modo que cada obispo diocesano pueda trabajar con lo que el Derecho Canónico ya permite”. Por obvias razones teológicas, el Derecho Canónico prohíbe la intercomunión.
Francisco dijo que él quiere asegurarse que la idea alemana es un “buen camino”.
Según Francisco, la “dificultad de la discusión” no es la distribución [sacrílega] de la Santa Comunión a los no católicos, sino la falta de autoridad de la conferencia episcopal, porque [por obvias razones teológicas] el Derecho Canónico no prevé que las conferencias episcopales tomen decisiones por encima de la autoridad de los obispos, individualmente considerados, quienes son responsables de sus propias diócesis.
Gran maestre masónico: Francisco es un “tirano iluminado"
Francisco resaltó que los obispos deberían “estudiar el tema después” que la propuesta alemana “sea un documento guía, de tal modo que cada obispo diocesano pueda trabajar con lo que el Derecho Canónico ya permite”. Por obvias razones teológicas, el Derecho Canónico prohíbe la intercomunión.
Francisco dijo que él quiere asegurarse que la idea alemana es un “buen camino”.
Según Francisco, la “dificultad de la discusión” no es la distribución [sacrílega] de la Santa Comunión a los no católicos, sino la falta de autoridad de la conferencia episcopal, porque [por obvias razones teológicas] el Derecho Canónico no prevé que las conferencias episcopales tomen decisiones por encima de la autoridad de los obispos, individualmente considerados, quienes son responsables de sus propias diócesis.
Gran maestre masónico: Francisco es un “tirano iluminado"
La Congregación para la Doctrina de la Fe ha enviado a una carta, rechazando nuevamente un documento nunca publicado de la Conferencia Episcopal Alemana, en el cual se permite la Comunión a los protestantes.
Según Sandro Magister, la carta fechada el 25 de mayo está escrita por el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Luis Ladaria, y está dirigida a Reinhard Marx, el cardenal de Múnich.
Ladaria escribe que él habló el 11 de mayo y el 24 de mayo con el papa Francisco, y que Francisco dijo que el documento alemán “no está listo ser publicado”.
Ladaria da tres razones:
• la [apresurada] decisión de los alemanes respecto a la Iglesia en todo el mundo, no sólo en Alemania,
• la decisión afecta las relaciones ecuménicas con otras Iglesias y comunidades eclesiales,
• la decisión afecta la interpretación del Código de Derecho Canónico, canon 844, que permite la Comunión a los protestantes solamente en casos de “grave necesidad” [muerte inminente]
Según Sandro Magister, la carta fechada el 25 de mayo está escrita por el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Luis Ladaria, y está dirigida a Reinhard Marx, el cardenal de Múnich.
Ladaria escribe que él habló el 11 de mayo y el 24 de mayo con el papa Francisco, y que Francisco dijo que el documento alemán “no está listo ser publicado”.
Ladaria da tres razones:
• la [apresurada] decisión de los alemanes respecto a la Iglesia en todo el mundo, no sólo en Alemania,
• la decisión afecta las relaciones ecuménicas con otras Iglesias y comunidades eclesiales,
• la decisión afecta la interpretación del Código de Derecho Canónico, canon 844, que permite la Comunión a los protestantes solamente en casos de “grave necesidad” [muerte inminente]
Reflexiones sobre el “pensamiento único”
Hoy, la cultura dominante, si se puede hablar de cultura, se basa esencialmente en la destrucción de todo canon de ética cristiana. La demolición de las estructuras éticas está en línea con el espíritu del hombre de hoy: si la “verdad” condena la realidad como la hemos reducido, entonces se adapta la “verdad”. Con tal de no mirar a la cara a la realidad y no tener que tomar responsabilidades, la mayor parte de la gente adopta creencias absurdas, renuncia a la libertad, prefiere reconstruir la realidad adaptándola a las propias ilusiones.
“La verdad genera odio; por esto algunos, para no incurrir en el odio de los que le escuchan, velan su boca con el manto del silencio. Si predicaran la verdad, como la verdad misma exige y la divina Escritura abiertamente impone, incurrirían en el odio de las personas mundanas, que acabarían por expulsarlos de sus ambientes. Pero, como caminamos según la mentalidad de los mundanos, temen escandalizarlos, mientras que no se debe nunca faltar a la verdad, ni siquiera a costa de escándalo”(San Antonio de Padua, Sermones).
* * *
Se están destruyendo las bases de la vida ética: los valores cristianos, la familia, el Estado soberano, la escuela. Desaparece el Estado como estructura que tutela el bien común y, con la normalización de las parejas homosexuales, desaparecen las figuras del padre y de la madre y, por tanto, la familia. Son considerados enemigos todos aquellos que osan oponer los valores éticos cristianos de la vida pública.
La batalla contra la verdad emplea fuerzas tan grandes que impiden a las pocas personas “no contagiadas” que se organicen y formen un movimiento compacto y consistente. El poder de la Bestia aumenta con cada ataque, ya que el Becerro de Oro, esto es, el sistema financiero internacional, es capaz de financiar cualquier operación. Los instrumentos monetarios utilizados para el control global son claramente adeudados a la colectividad.
El Becerro de Oro, para mantener su sistema de beneficio, necesita, sin embargo, imponer el pensamiento totalitario, eliminando todo vínculo moral, espiritual y cultural, de manera que nos convierta a todos en ignorantes, llenos de caprichos y carentes de toda responsabilidad hacia el mundo exterior. El pensamiento único globalizado – con sus promotores, arquitectos, vigilantes – sirve para hacer previsibles y controlables los comportamientos sociales.
El hombre de hoy está cada vez más animalizado y globalizado, al haber elegido aceptar la estupidización televisiva y obedecer a los dictámenes del pensamiento único “políticamente correcto”.
Muchos tienen ya una consciencia de la realidad de “dibujos animados”. No tienen la mínima idea de cómo los gobiernos, los bancos y todas las instituciones están controladas para subvertir el orden natural y espiritual querido por Dios. Se piensa todavía que los telediarios y los periódicos son pozos de ciencia y verdad, exentos de conflictos de intereses y de intentos propagandísticos. No existe la mínima consciencia de que los medios son el instrumento de propaganda utilizado para manipular la percepción pública de actuaciones gubernamentales y económicas, para consolidar un sistema que va completamente contra las leyes de Dios. Todo ello es claramente reforzado por instituciones educativas y escolares, en las que se asimila un saber creado para distraer de la comprensión de lo que está sucediendo.
Demasiadas personas piensan que la realidad comienza y termina exactamente donde se les ha hecho creer. Pero, como nos amonestó Séneca: “No existe persona más esclava que quien se cree libre”.
La verdad es que vivimos en un “sistema de poder” corrupto, que, por medio del uso de actuaciones difícilmente opinables, por ser sostenidas por motivos “aparentemente coherentes”, nos dirige por caminos decididos por arriba por los Venerables Hermanos Iluminados, los “Caballeros de la Mesa Puesta”, al servicio del Gran Arquitecto de los Repartos y de los Comederos.
La “dictadura del pensamiento único” es la evolución de los antiguos sistemas totalitarios. Para convencer o conquistar no es necesario recurrir a los métodos autoritarios de un tiempo; por medio del control de los medios de comunicación se crean opiniones mayoritarias. Los descubrimientos en el campo de la psicología cognitiva han permitido la creación de técnicas de manipulación sofisticadas que tienen en los “Spin Doctors” sus figuras de referencia. Son los Spin Doctors los que, actuando en el interior de las instituciones como consultores o asistentes de políticos, dictan la agenda de los medios de comunicación.
La neo-lengua del “pensamiento único”, análoga a la orweliana, invierte el significado de las palabras. Ridiculiza, aísla, reprime toda forma de pensamiento divergente de la “ortodoxia”, sin utilizar argumentos racionales, sino simplemente mediante acusaciones y eslóganes prefabricados.
Para dirigir según los planes el curso de la transformación de la sociedad, se han construido “creencias protegidas” continuamente reforzadas en los telediarios; algunas de las más recurrentes son: impuestos, deuda pública, inmigración. Estas “creencias protegidas” son utilizadas por los vasallos del poder mundialista para determinar la forma de la sociedad porque, como afirmaba Pío XII, “De la forma dada a la Sociedad, según esté de acuerdo o no con las Leyes divinas, depende el bien o el mal de las almas”.
* * *
Como preveía Orwel, hoy son las masas las que defienden las “mentiras oficiales”. Es suficiente apagar la televisión y encender el cerebro para comprender sobre qué bases se apoyan. Basta un poco de espíritucrítico para ver la mentira tecnocrática según la cual “lo que sucede en política y economía es demasiado difícil de comprender”.
Basta poco para comprender que la tarea de las “instituciones legítimas” debería ser la de emitir moneda, no de sustraérsela al pueblo para dársela a los banqueros privados, haciendo pagar, como han pagado los italianos, dos billones de euros de “intereses de deuda”. Basta poco para comprender que la así llamada “deuda pública” es una superestructura creada por la concesión de la soberanía monetaria a los banqueros privados, lo cual sucede cuando se sustituye una moneda de Estado por una moneda privada como el Euro. Basta poco para comprender que justificar la inmigración como medio para compensar el descenso demográfico es una mentira: en vez de gastar 45 euros al día por cada africano que entra en Italia, bastaría con dar 45 euros al día a cada pareja italiana que tenga un hijo…
Si no se hace el esfuerzo de apagar el televisor y de encender el cerebro, se corre el riesgo de volverse como la mayor parte de la gente, que se “abreva” en la televisión confiando en los periodistas telegénicos de moda, puestos allí aposta para organizar el pensamiento colectivo.
* * *
Desgraciadamente, la población, además de adaptarse al “pensamiento único”, tiende también a acostumbrarse a la inmoralidad del poder, ya que pensar en la injusticia que se sufre es demasiado doloroso. La dimensión de la batalla espiritual es imponente y no es posible llevarla sin la “verdadera fe cristiana”; esto es, la que no ha sido mutilada por el espíritu innovador de la Iglesia “emancipada”, que, en vez de convertir al mundo al Evangelio, prefiere “adaptar” el Evangelio al mundo moderno.
“No puede pasarse por alto el espectáculo miserando de un mundo en descomposición por la ruina, actuada en él, de las fundamentales estructuras morales de la vida.
… no podemos, sin embargo, no advertir la creciente marea de culpas privadas y públicas, que intenta sumergir a las almas en el fango y subvertir todos los sanos ordenamientos sociales.
Como todo tiempo tiene una impronta propia que sella sus obras, así nuestra edad, en su misma culpabilidad, se distingue por indicadores como los siglos pasados no vieron quizá nunca igualmente reunidos” (Pío XII, Homilía, Basílica Vaticana, 26 de marzo de 1950).
Anonimo Pontino
(Traducido por Marianus el eremita)
Los cardenales de los Dubia (vivos) sugieren que el Papa no dice la verdad sobre los Dubia (Carlos Esteban)
En su última y extensa entrevista concedida a Reuters, Su Santidad, preguntado sobre los Dubia acerca de la interpretación de pasajes ambiguos de su exhortación Amoris Laetitia planteados por cuatro cardenales, asegura que se enteró de la carta “por los periódicos”, lo que ha suscitado un matizado mentís del Cardenal Brandmüller, uno de los firmantes de la carta.
Francisco aseguró al entrevistador que había conocido la existencia de la carta “por los periódicos” y añadió que es “una forma de hacer las cosas, digamos, no eclesiástica, pero todos cometemos errores”.
Y quizá él mismo haya caído en un error de memoria, a tenor de lo que comenta el Cardenal Brandmüller, uno de los dos supervivientes de los cuatro firmantes originales, consultado por Maike Hickson, de la publicación online OnePeterFive.
“Los Dubia fueron publicados después -creo que dos meses después- de que el Papa ni siquiera confirmara su recepción. Es muy claro que escribimos directamente al Papa y al mismo tiempo a la Congregación para la Doctrina de la Fe. ¿Qué no ha quedado claro en todo esto?”, asegura Brandmüller.
El prestigioso vaticanista Edward Pentin, del National Catholic Register, se ha sumado desde su cuenta en Twitter a la perplejidad generalizada ante estas palabras del Papa, señalando que Su Santidad “recibió los Dubia dos meses antes de que los cardenales los hicieran públicos y dio instrucciones a Müller de no responder”. El Cardenal Gerhard Müller era entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
También el veterano vaticanista italiano Marco Tosatti, en su blog Stilum Curiae, muestra su desconcierto por la declaración de Francisco y resume lo que se conoce de todo el proceso.
“La carta que contenía los “Dubia” sobre Amoris Laetitia la enviaron los cuatro cardenales –Burke, Brandmüller, Caffarra, Meisner – el 19 de septiembre de 2016”, dirigida, como hemos dicho, al Papa y a Müller. Y continúa Tosatti recordando que a Müller “se le pidió/ordenó que no respondiera”.
Los cardenales esperaron pacientemente dos meses una respuesta hasta que, el 14 de noviembre de 2016, decidieron hacerla pública.
Si el Papa no recuerda realmente haber recibido una carta que ha estado continuamente en los medios de comunicación católicos y sobre la que dio instrucciones de no responder, el problema es serio. Si lo recuerda y dice lo contrario, es mucho peor.
En una entrevista con LifeSiteNews, el Cardenal Burke, asegura que “el difunto cardenal Carlo Caffarra entregó personalmente la carta que contiene el dubia a la Residencia Papal, y al mismo tiempo a la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 19 de septiembre de 2016”.
Burke agregó que, “durante todo el tiempo desde la presentación de la dubia, nadie ha cuestionado el hecho de que se presentaron al Santo Padre, de acuerdo con la práctica de la Iglesia y con pleno respeto por su cargo”.
El cardenal Burke insistió en que “la presentación de los dubia al Santo Padre se hizo de acuerdo con la antigua práctica de la Iglesia, es decir, se presentaron al Santo Padre sin ninguna publicación, a fin de que él pudiera responderlas por el bien de toda la Iglesia “.
El Cardenal explicó: “Solo cuando, después de varias semanas, no hubo reconocimiento de los dubia o respuesta a ellos, y los Cardenales nos dieron a entender que no habría respuesta a estas preguntas con respecto a los sacramentos del Santo Matrimonio y la Santa Comunión y sobre los fundamentos de la enseñanza moral de la Iglesia, los cuatro Cardenales, incluyéndome a mí, fuimos obligados, en conciencia como Cardenales, a publicar el dubia, el 14 de noviembre de 2016, para que los fieles conocieran estas serias preguntas relativas a la salvación de las almas “.
Carlos Esteban
El Déspota (Fray Gerundio)
Francisco ha dedicado su catequesis de los miércoles a los Mandamientos. Y nos ha hecho saber que en realidad, los mandamientos no son mandamientos. Hubo hasta ahora un error de interpretación, o más bien una descarada mala intención en la Iglesia de los veinte siglos anteriores. Nos engañaron diciendo que hay normas que cumplir, obligaciones que atender y criterios o fórmulas que poner en práctica. Y unas obligaciones morales que vivir. Pero de eso nada. En realidad hay sugerencias, proposiciones, que indican algo, pero sin imponerlo. Vaguedad de vaguedades, todo vaguedad, que decía el clásico.
Nos la dieron con queso y nos estafaron aquellos malditos catecismos antiguos al hablar de los mandamientos que debemos cumplir. Nos dieron el timo del tocomocho aquellos antiguos libros de Moral en los que se hablaba de los deberes para con Dios, deberes para con el prójimo, deberes con uno mismo y todas aquellas verborreas asfixiantes.
La tentación de la serpiente en el Paraíso quería mostrar –dice Bergoglio-, a un Dios envidioso del hombre que le dictaba normas, cuando en realidad Dios no quiso hacer eso, sino dialogar con el hombre -y con la mujer-, sin imponer: Podéis comer de todos los frutos del jardín, pero debemos entablar un diálogo constructivo para ver si os parece –no quiero forzaros, por favor-, que comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, sería algo inadecuado e incoherente con vuestra dignidad humana.
Y es que –dice Francisco, en su habitual manejo de las palabras-, Dios no es un déspota. En eso estamos de acuerdo. Es que Su Santidad sabe muy bien lo que es un déspota, porque conoce gente muy cercana que sin duda lo es. Un déspota es un dictador. Un tirano. Tiene razón Francisco al decir que Dios no es como Fidel Castro, o Maduro, o Evo Morales a los que él conoce bien. Creo que nunca se lo ha echado en cara a ellos, pero ha sido porque no ha tenido ocasión de hacerlo. Cuando estaba frente a ellos, se le olvidaba hablar de eso. Incluso fue a visitar a Fidel en su lecho de pre-muerte, pero no era el momento de tocar ese tema. Pero el caso es que Dios no es un déspota y Bergoglio lo sabe bien. El Dios de los musulmanes (ese que dicen que es igualico al nuestro), sí es un déspota y Francisco lo sabe bien, pero tampoco es el momento de decir eso, no se vayan a enfurruñar los muslimes.
Comentaba yo con mis hermanos frailes, que en mi larga vida monástica y sacerdotal, nunca me he encontrado católicos que piensen que Dios es un opresor y mandón. Mucho menos después del bendito y bonachón concilio Vaticano II: pocos católicos habrá que piensen que Dios es un déspota.
Y es que –dice Francisco, en su habitual manejo de las palabras-, Dios no es un déspota. En eso estamos de acuerdo. Es que Su Santidad sabe muy bien lo que es un déspota, porque conoce gente muy cercana que sin duda lo es. Un déspota es un dictador. Un tirano. Tiene razón Francisco al decir que Dios no es como Fidel Castro, o Maduro, o Evo Morales a los que él conoce bien. Creo que nunca se lo ha echado en cara a ellos, pero ha sido porque no ha tenido ocasión de hacerlo. Cuando estaba frente a ellos, se le olvidaba hablar de eso. Incluso fue a visitar a Fidel en su lecho de pre-muerte, pero no era el momento de tocar ese tema. Pero el caso es que Dios no es un déspota y Bergoglio lo sabe bien. El Dios de los musulmanes (ese que dicen que es igualico al nuestro), sí es un déspota y Francisco lo sabe bien, pero tampoco es el momento de decir eso, no se vayan a enfurruñar los muslimes.
Comentaba yo con mis hermanos frailes, que en mi larga vida monástica y sacerdotal, nunca me he encontrado católicos que piensen que Dios es un opresor y mandón. Mucho menos después del bendito y bonachón concilio Vaticano II: pocos católicos habrá que piensen que Dios es un déspota.
La catequesis almibarada de los años setenta y siguientes –hasta la fecha-, más bien ha insistido en la idea de que no hay que preocuparse porque ancha es Castilla, y Dios es más bien un compi-yompi, un colega guay, una especie de cardenal Osoro con algo más de categoría, acomplejado y dispuesto a llegar a un consenso para mandar a la porra sus propias exigencias, si así lo piden –y lo reivindican-, las bases. No faltaba más.
Mi abuela palentina solía repetir aquel refrán del Quijote: Le dijo la sartén a la caldera: ¡Quítate allá ojinegra!, para referirse a aquellas personas que ven fácilmente los defectos ajenos y no ven el suyo propio. Y eso es lo que pasa.
Mi abuela palentina solía repetir aquel refrán del Quijote: Le dijo la sartén a la caldera: ¡Quítate allá ojinegra!, para referirse a aquellas personas que ven fácilmente los defectos ajenos y no ven el suyo propio. Y eso es lo que pasa.
Francisco ha demostrado suficientemente en este lustroso pontificado (ya llevamos cinco años), que él sí es un déspota. Porque de diálogo, nada.
Bueno, sí. Ha dialogado con los ateos, con los musulmanes, con los valdenses, con los gays, con los transferatus, con los agnósticos, con los kasperitas, con todo bicho viviente (sobre todo si es bicho), pero actúa despóticamente con los rígidos y dubitativos que le mandan cartas de las que se entera por los periódicos.Entonces, ¿por qué dice esto Francisco en plena catequesis de miércoles? ¿Lo dice para los presentes? ¿O como suele hacer habitualmente, lo dice para enviar otro mensajito a los estáticos encastillados en los mandamientos tradicionales, en las normas y costumbres, en las arenas movedizas de la tradición que impide volar y desarrollarse para evolucionar hacia homo franciscus, especie de punto omega ante el cual toda rodilla se doble…?
Le encomendaré a alguno de mis novicios que haga un trabajillo sobre los actos despóticos de Francisco:
Eliminar milagros para las beatificaciones (yo decido cuándo son suficientes y cuándo no),inventarse mártires marxistas e imponer su canonización (son mártires porque yo lo digo, aunque hayan muerto en la bañera), eliminar doctrinas que estorban (llegado YO, esto se quita de enmedio), desprenderse o no de Obispos (éste con 75, al paro; éste con 84, en activo); cerrar u hostigar seminarios que no simpaticen con el modernismo;clausurar la vida de clausura –valga la redundancia-,y así podríamos continuar.
Decididamente, estoy de acuerdo. Dios no es un déspota.
Bergoglio, sí.
Bergoglio, sí.
Fray Gerundio
Ataque al sacerdocio, ataque a la Eucaristía (Roberto de Mattei)
La Eucaristía siempre ha sido el blanco preferido de los ataques de quienes odian a la Iglesia. De hecho, la Eucaristía es una síntesis de la Iglesia. Como observa un teólogo pasionista, «compendia todas las verdades reveladas, y es la única fuente de gracia, un anticipo de la bienaventuranza, un resumen de todos los prodigios de la omnipotencia divina» (Enrico Zoffoli, Eucarestia o nulla, Edizioni Segno, Udine 1994, p. 70).
La Virgen María ya había prevenido de los actuales ataques contra el sacramento de la Eucaristía. En Cova de Iría exhortó a los tres pastorcillos a «rezar a Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la Tierra, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que se lo ofende».
Ya antes, en la primavera de 2016, el Ángel se había aparecido a los niños con un cáliz en su mano izquierda, sobre el que estaba suspendida una hostia. Dio de comulgar con ella a Lucía, y con el vino a Jacinta y Francisco, que permanecieron de rodillas mientras el ángel decía: «Comed y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, terriblemente ultrajado por la ingratitud de los hombres. Reparad sus transgresiones y consolad a vuestro Dios».
El cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, en su prólogo al hermoso libro del P. Federico Bortoli La distribuzione della Comunione sulla mano. Profili storici, giuridici e pastorali (Edizioni Cantagalli, Siena 2017), afirma que la escena mencionada «nos indica cómo debemos recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo».
Según el cardenal, «los ultrajes de que es objeto Jesús en la santísima Hostia son, ante todo, las horrendas profanaciones de las que algunos ex satanistas convertidos han dado cuenta con espeluznantes descripciones». Pero también lo son «las comuniones sacrílegas no recibidas en gracia de Dios, o recibidas por quienes no profesan la fe católica». Es más: «Lo son todo aquello que pueda impedir el fruto del Sacramento, sobre todo los errores sembrados en la mente de los fieles para que dejen de creer en la Eucaristía».
Pero el más insidioso de los ataques diabólicos consiste «tratar de sofocar la fe en la Eucaristía sembrando errores y promoviendo una manera inapropiada de recibirla. Ciertamente la guerra entre San Miguel y sus ángeles por un lado, y Lucifer en el otro bando, continúa librándose en el corazón de los fieles. El objetivo al que apunta Satanás es el Sacrificio de la Misa y la Presencia Real de Jesucristo en la Hostia consagrada». A su vez, este ataque se realiza por dos vías: en primer lugar, «reduciendo el concepto de la Presencia Real», al invalidar la palabra transustanciación.
El segundo es «la tentativa de apartar del corazón de los fieles el sentido de lo sagrado». Escribe el cardenal Sarah: «Mientras que el término transustanciación nos indica la realidad de la Presencia, el sentido de lo sagrado nos ayuda a entrever su absoluta peculiaridad y santidad. ¡Sería una desgracia tremenda que se perdiese el sentido de lo sagrado precisamente en lo más sagrado! ¿Y cómo se puede perder? Recibiendo un alimento extraordinario como si fuera un alimento ordinario».
Seguidamente, amonesta con estas palabras: «No se atreva ningún sacerdote a imponer su autoridad personal en esta cuestión rechazando o maltratando a quienes desean recibir la Comunión de rodillas y en la lengua. Acudimos como los niños y recibimos humildemente, de rodillas y en la lengua, el Cuerpo de Cristo».
Las observaciones de monseñor Sarah son más que acertadas, pero es preciso contextualizarlas en el proceso de secularización de la liturgia que tiene su origen en el equívoco Novus Ordo Missae de Pablo VI del 3 de abril de 1969, cuyo infausto cincuentenario se cumplirá el año próximo.
Dicha reforma litúrgica, como escribieron los cardenales Ottaviani y Bacci en la presentación de su Breve examen crítico, el Novus Ordo representa «tanto en su conjunto como en sus detalles, una notable desviación de la teología católica de la Misa tal como fue formulada en la sesión XXII del Concilio de Trento». La teología tradicional de la Misa ha sido sustituida por otra que ha eliminado la noción de sacrificio y, en la práctica, ha disminuido la fe en la Eucaristía.
Por otra parte, la apertura de la Comunión a los divorciados fomentada por la exhortación Amoris laetitia, y la intercomunión con los protestantes, auspiciada por numerosos obispos, ¿qué otra cosa son sino ultrajes a la Eucaristía? El sacerdote boloñés Alfredo Morselli ha expuesto magníficamente las raíces teológicas que vinculan Amoris laetitia y la intercomunión con los evangélicos (https://cooperatores-veritatis.org/2018/05/06/in-principio-era-lazione-il-legame-tra-amoris-laetitia-e-lintercomunione-con-gli-evangelici/).
Hay que añadir que el ataque a la Eucaristía se ha convertido actualmente en un ataque contra el Orden Sacerdotal, dada la estrecha vinculación entre ambos sacramentos. La constitución invisible de la Iglesia se fundamenta en el Orden, sacramento que permite al bautizado participar del sacerdocio de Cristo. El sacerdocio se ejerce principalmente al ofrecer el sacrificio eucarístico, que exige el prodigio de la transustanciación, dogma central de la fe católica.
Si la presencia de Cristo en el tabernáculo no es real y sustancial, y si la Misa se reduce a una mera conmemoración o símbolo de lo que sucedió en el Calvario, no hay necesidad de sacerdotes que ofrezcan el Sacrificio, y como la jerarquía de la Iglesia se cimenta en el sacerdocio, se debilitan los cimientos de la Iglesia y su Magisterio.
Desde esta perspectiva, admitir a la Eucaristía a los divorciados que se han vuelto a casar y a los protestantes guarda relación con la posibilidad de conferir el sacerdocio a laicos casados y las órdenes menores a mujeres. El ataque a la Eucaristía es un ataque al sacerdocio.
Nada hay más grande, más hermoso, más conmovedor que la misericordia de Dios para con el pecador. Aquel Corazón que tanto amó a los hombres, por la intercesión del Sagrado Corazón de María, al cual está indisolublemente ligado, quiere llevarnos a gozar de la felicidad eterna en el Paraíso, y nadie, ni el más encallecido de los pecadores, puede dudar de ese amor salvífico.
Por tal razón, no debemos perder jamás la confianza en Dios, sino conservarla hasta el fin de nuestra vida, porque esa ardiente confianza jamás ha defraudado a nadie. El Señor no nos engaña, pero no podemos intentar engañarle ni podemos engañarnos a nosotros mismos. Y no hay mayor engaño que creer que es posible salvarse sin arrepentirse de los propios pecados y sin profesar la fe católica.
Quien peca o vive en pecado se salva si se arrepiente; pero si osa engañar a Dios no se salva. No es Dios quien lo condena; es él mismo quien, al acercarse indignamente a recibir el Sacramento como y bebe su propia condenación. Lo explica San Pablo a los corintios con estas serias palabras: «Quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Pero pruébese cada uno a sí mismo, y así coma del pan y beba del cáliz, porque el que come y bebe no haciendo distinción del Cuerpo del Señor como y bebe su propia condenación» (1 Cor. 11, 27-29). San Pablo constataba, además, que en la Iglesia de Corinto, a raíz de las comuniones sacrílegas, muchos enfermaban y morían misteriosamente (1 Cor. 11, 30).
Triste destino el de quien no recibe el Sacramento porque se obstina en vivir en pecado. Pero peor es el destino de quien lo recibe sacrílegamente sin estar en gracia de Dios. Y más grave todavía es el pecado de quien anima a los fieles a comulgar en pecado y les administra ilícitamente la Comunión. Estos son los ultrajes que más duelen y más hondamente traspasan el Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María.
Éstos son los pecados que exigen reparación por nuestra parte, nuestra presencia ante el Sagrario, nuestra defensa pública de la Eucaristía ante toda clase de profanadores. Así garantizaremos nuestra salvación y la de nuestro prójimo y aceleraremos la venida del Reino de Jesús y de María a la sociedad, que no tardará en instaurarse sobre las ruinas del mundo moderno.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)
Roberto de Mattei
Monseñor Schneider habla del Sínodo Panamazónico, los sacerdotes casados y las mujeres predicadoras
En una nueva entrevista, monseñor Schneider comenta el documento preparatorio del venidero Sínodo Panamazónico de 2019 y rechaza la idea de ordenar a hombres casados. Argumenta que el celibato sacerdotal es una tradición de la Iglesia que se remonta a los tiempos de los Apóstoles. En cuanto al papel de la mujer, teme que la Iglesia no tarde en imitar el ejemplo de las asistentas pastorales que ya pronuncian homilías y celebran la liturgia de la palabra en alemán.
En el curso de una entrevista de media hora de duración concedida el pasado 10 de junio en la República Checa al medio tradicionalista Gloria.tv, monseñor Schneider, obispo auxiliar de Santa María de Astaná (Kazajistán) habla sobre una variedad de temas, como la importancia de la Misa Tradicional, las graves consecuencias del documento pontificio Amoris laetitia y la división en el seno de la Iglesia Católica.
A raíz del documento dado a conocer el pasado 8 de junio (Instrumentum laboris) con vistas al Sínodo Panamazónico a celebrarse en 2019, monseñor Schneider comenta también el problema de la ordenación de hombres casados y los riesgos de dar más prominencia a la mujer en el presbiterio.
Schneider observa que este nuevo documento vaticano es un intento de allanar el camino a la ordenación sacerdotal de hombres casados en esa región concreta del mundo. Afirma que, semejante autorización «equivaldría en la práctica a la abolición del celibato». «Se nota a la legua» –añade, y explica a continuación que sólo un niño dejaría de entender esta consecuencia profunda de la excepción concedida a la región panamazónica.
El prelado alemán señala que la existencia de esos sacerdotes casados «contravendría la Tradición ininterrumpida de la Iglesia». Para monseñor Schneider, «la vida célibe del sacerdote es algo que se remonta a la tradición apostólica, no es una simple norma de la Iglesia». San Agustín ya lo afirmó, así como el Sínodo de Cartago. Según explica Schneider, en el siglo IV ya se sabía que el celibato viene de los tiempos de los apóstoles. (En este caso significa simplemente una vida de castidad. Es posible que algunos sacerdotes ya estuvieran casados, pero en el momento de su ordenación abrazaron la continencia absoluta.)
Como nos recuerda Schneider, a lo largo de la historia de la Iglesia todos los papas han insistido en que sacerdotes y obispos observen una vida de castidad, contra toda oposición –incluso de gobernantes europeos– y contra todo abuso en la práctica. Cuando en el siglo VII la iglesia oriental dejó de observar este principio, «la Santa Sede jamás lo aceptó», explica el prelado.
Por lo que respecta a los ritos orientales que permiten los sacerdotes casados, explica monseñor Schneider que se trata de «una concesión a los clérigos de la Iglesia Ortodoxa que querían regresar a la Católica». Según Schneider, «se los autorizó a mantener una práctica casi milenaria». Ahora bien, la Iglesia Católica Romana «nunca debería ceder», y añade que una alteración de dicha disciplina «se opondría a la Tradición Apostólica e iniciaría una reacción en cadena».
Monseñor Schneider teme que de autorizar la Iglesia la ordenación de sacerdotes casados en la región panamazónica otros obispos y conferencias episcopales querrían hacer lo mismo en sus regiones. «En poco tiempo se habría eliminado el celibato sacerdotal», advierte el prelado, y agrega: «Y eso no debe suceder. Espero, pues, que la Providencia no lo permita».
En cuanto a la posibilidad de que el Sínodo Panamazónico proponga algunas formas de ministerio femenino para la iglesia de su región, Schneider hace una observación parecida: «La ordenación sacramental es imposible», dice. Más bien podría suponer que la Iglesia imitase tal vez el modelo alemán de las asistentas pastorales a las que ya están bendiciendo los prelados germanos. Ya predican homilías y presiden liturgias de la palabra que incluyen la distribución de la Eucaristía. «Se ocupan de todo menos del Canon de la Misa –explica Schneider–. ¡Ya existe!», exclama. Hace décadas que los católicos alemanes ven mujeres en el presbiterio revestidas con un alba y presidiendo celebraciones litúrgicas.
Por tanto, añade Schneider, podría ser que en la región amazónica se hiciera como en Alemania. «Espero, y ruego a Nuestro Señor, a la Providencia de Dios, que no lo permita», repite una vez más Schneider.
Al concluir esta parte de la entrevista, el prelado insiste en la importancia de proteger y salvaguardar «la perla que nos encomendó el Señor».
Al mismo tiempo, el obispo de Astaná anima con estas palabras a los católicos fieles en vista de la crisis de la Iglesia: «Donde el pecado abunda, la gracia sobreabunda», y se le nota la alegría en la voz al decirlo. Donde reina tanta oscuridad, «brilla una luz, la gracia, más todavía». En sus viajes por el mundo él mismo observa que por todas partes hay bolsas de resistencia que mantienen la fe. «Por todo el mundo veo al Espíritu Santo actuando. Quiero decir que en muchos grupos reducidos, numerosas familias jóvenes, la juventud, muchos seminaristas y sacerdotes, se vive la Fe». Esos católicos procuran vivir con arreglo a la moral y dar ejemplo.
Para monseñor Schneider, quienes ostentan el poder en la Iglesia –él los llama la nomenklaturaeclesiástica– «están empapados del espíritu del mundo, del espíritu naturalista, les falta la fe sobrenatural». Aunque hayan accedido a cargos eclesiásticos, explica el prelado, y «ejerzan autoridad sobre los pequeños y los puros, e incluso traten de acabar con ellos», y tengan también «el poder en cuanto gobierno, y dinero, reputación, respaldo mediático, y gocen del elogio público, ¡nosotros tenemos la Fe!», exclama.
«Ustedes tendrán el poder, pero nosotros tenemos la Fe». Esto es lo que, según el obispo Schneider, pueden decir los fieles sencillos a las autoridades eclesiásticas. «Somos más ricos y tenemos más poder». Para él, el Espíritu Santo ya está preparando una primavera de la Iglesia. «El campo todavía está cubierto de nieve, pero ya se ven los copos pequeños que anuncian la llegada de la primavera. Me refiero a todos los grupos pequeños [repartidos por el mundo] que carecen de poder, que son excluidos, pero con Dios son poderosos». Este obispo rebosante de fe concluye con estas palabras: «Además, la Madre de Dios es nuestra Madre, la Madre de la Iglesia, y estamos en sus manos. Y ella es la vencedora de todas las herejías».
Maike Hickson
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)
Cardenal Burke responde: Francisco tiene un problema (Comentado por José Martí)
- Cardenal Burke en Bratislava: ataque devastador sobre la Iglesia proviene incluso de “su cabeza” (30 abril 2016)
- Cardenal Burke: ¿Francisco considera “tontos” a los cardenales de los Dubia? (2 de mayo 2016)
- Francisco sobre las Dubia: “las escuchó a través de los diarios ... ésta no es la forma eclesial de hacer las cosas” (20 junio 2018)
[En una entrevista llevada a cabo el 20 de junio por la agencia de noticias oligarca Reuters, el papa Francisco hizo la afirmación, muy improbable, respecto a las "Dubia de los cuatro cardenales" sobre Amoris Laetitia, que él "las escuchó a través de los diarios", diciendo que "ésta es una forma de hacer las cosas que, digamos, no es eclesial". Esto sólo puede significar que Francisco está leyendo los diarios en vez de ocuparse de su correspondencia. Las Dubia le fueron presentadas en el 2016. Francisco las ignoró desde entonces]
Las afirmaciones de Francisco sobre las Dubia causan reacciones de asombro (21 junio 2018)
Las afirmaciones de Francisco sobre las Dubia causan reacciones de asombro (21 junio 2018)
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Cardenal Walter Brandmüller |
La afirmación del papa Francisco de que fue a partir de los diarios como él se enteró de las Dubia de cuatro cardenales con relación a Amoris Laetitia ha causado un asombro general.
El cardenal Walter Brandmüller, uno de los cuatro cardenales de los Dubia, aclaró el 20 de junio en onepeterfive.com que las Dubia fueron publicadas dos meses después de que ellos se las enviaran a Francisco.
“Es muy claro -dice- que él escribió directamente al Papa y, al mismo tiempo, a la Congregación para la Doctrina de la Fe”.
Brandmüller agrega: “¿Qué es lo que no podía haber estado claro en este caso?”, dando a entender que Francisco no está diciendo la verdad.
Edward Pentin habla, en forma no convincente, de un “lapsus de la memoria”.
Para Phil Lawler, la declaración de Francisco muestra que él no lee habitualmente su correo electrónico “o tenemos un problema más grave”.
Para Damian Thompson, las palabras de Francisco son una “excusa increíble” que “nadie” puede creer.
Cardenal Burke responde: Francisco tiene un problema (21 junio 2018)
El cardenal Walter Brandmüller, uno de los cuatro cardenales de los Dubia, aclaró el 20 de junio en onepeterfive.com que las Dubia fueron publicadas dos meses después de que ellos se las enviaran a Francisco.
“Es muy claro -dice- que él escribió directamente al Papa y, al mismo tiempo, a la Congregación para la Doctrina de la Fe”.
Brandmüller agrega: “¿Qué es lo que no podía haber estado claro en este caso?”, dando a entender que Francisco no está diciendo la verdad.
Edward Pentin habla, en forma no convincente, de un “lapsus de la memoria”.
Para Phil Lawler, la declaración de Francisco muestra que él no lee habitualmente su correo electrónico “o tenemos un problema más grave”.
Para Damian Thompson, las palabras de Francisco son una “excusa increíble” que “nadie” puede creer.
Cardenal Burke responde: Francisco tiene un problema (21 junio 2018)
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Cardenal Burke |
El cardenal Raymond Burke comentó la afirmación del papa Francisco, según la cual dijo que se había enterado de las Dubia “a partir de los diarios”.
El 21 de junio de 2018 dijo Burke a lifesitenews.com.
El 21 de junio de 2018 dijo Burke a lifesitenews.com.
“El fallecido cardenal Carlo Caffarra entregó personalmente en la residencia papal la carta que contenía las Dubia y, al mismo tiempo, a la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 19 de septiembre de 2016, así como también entregó correspondencia posterior de los cuatro cardenales respecto a las Dubia”
Y agregó:
“Durante todo el tiempo desde la presentación de las Dubia, nunca hubo una pregunta sobre el hecho de que esos interrogantes fueron presentados al Santo Padre, de acuerdo con la práctica de la Iglesia y con pleno respeto por su cargo”.
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COMENTARIO PERSONAL
Es evidente que el Papa Francisco miente, dado que no es papa de despacho que no se entera de nada. Todo pasa por él, incluso lo más nimio; de modo que una cuestión tan importante como ésta, la relativa a las Dubia, sobre la que se han escrito ríos de tinta durante más de dos años, es imposible que se le haya pasado por alto ... y que se haya enterado de eso por los medios. Además, lo dice ahora, después de más de dos años. Es algo muy raro. Desconozco lo que pretende con esa afirmación, aunque me atrevo a vaticinar que no se trate de nada bueno.
Conozco la integridad y la ortodoxia, bien patentes, por sus antecedentes, de los cuatro cardenales de las Dubia (dos de ellos ya fallecidos)
Y conozco también el historial de Francisco, tanto cuando era el cardenal Bergoglio como ahora, siendo Papa: dice una cosa y la contraria, según a quién se dirija, habla de no insultar cuando su lista de insultos no cabría en este blog; habla de pobreza y apoya a los ricos cardenales alemanes. Dice que el proselitismo es una enorme tontería, pero él bien que se rodea de prosélitos (sus prosélitos, todos aquellos que comulgan con sus ideas progresistas, de tipo marxistoide). Además, deja por mentirosos a muchos de los anteriores Papas, sobre todo (aunque no sólo), a aquellos anteriores al Concilio Vaticano II, como pueden ser León XIII, san Pío X y Pío XII, aunque no los nombre ... y en cuestiones muy graves, que afectan al Dogma y a la fe, etc... No acabaría nunca.
Puesto que fue el mismo Jesucristo quien dijo: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 16) ..., aunque eso es algo de sentido común, es preciso reconocer la realidad en la que se encuentra la Iglesia en la actualidad. Éstos son los frutos recogidos: apostasía generalizada y corrupción en el seno de la misma Iglesia Jerárquica.
Entonces, ¿de quién me fío? ¿De Francisco, que dice una cosa y hace otra y se contradice, por muy papa que sea ...? ¿O de unos cardenales, cuyo único "defecto" consiste en haberse mantenido y seguir manteniéndose fieles a Jesucristo, conservando el Depósito recibido por la larga Tradición de una Iglesia de veinte siglos y fieles al Magisterio eclesiástico y al Papado?
También dice san Pablo que "nada podemos contra la verdad sino en favor de la verdad" (2 Cor 13, 8). Y añade, en otro lugar: "Aunque nosotros o un ángel del Cielo os anunciara un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8) ... ¡De manera que yo me inclino por Jesucristo y por su Apóstol Pablo y, por lo tanto, de las declaraciones de estos cuatro cardenales y no de la ocurrencia papal!
Ante el desmoronamiento de la Iglesia de siempre, a Francisco no se le ocurre ahora otra cosa que mentir descaradamente ¡Que Dios lo perdone ... y ojalá que rectificara! Pero esto último es algo que, sinceramente, dudo que ocurra.
José Martí
jueves, 21 de junio de 2018
Be Aggressive, Be, Be Aggressive! (Michael Voris)
Duración 7:38 minutos
TRANSCRIPT
Lots of people who attended American high schools might remember the cheer at football games: "Be aggressive, be, be aggressive!" As annoying as it might have been, especially when you were getting blown out, there is a truth there that faithful Catholics need to take to heart.
Put simply, you must be at least as aggressive as your enemy or opposition. In war, in politics, in economics and, most importantly, in matters spiritual, the most aggressive side wins — always wins. This is evident in the spiritual conflict by just looking at the actions of both Heaven and Hell. Hell is as aggressive as, well, Hell. The diabolical never ceases pressing its case.
Think, for example, how many times a day you are tempted to lack of charity, or lust, or pride, or greed or anger. The volleys never stop coming straight at you. That's called aggression.
But Heaven is even more aggressive than Hell. For example, the Second Person of the Holy Trinity crashed into this world from Heaven, jumped down from His throne and attacked — violentlyattacked —the kingdom of Hell here on Earth. It was a giant rescue mission to open a path for the prisoners to escape, and they need to do so post-haste. Get out of the clutches of this aggressive enemy while there is still time.
Fight, war, aggression — these are the hallmarks of the spiritual life — a well-lived and understood spiritual life. but the single biggest hallmark is that simple little word: aggression. Now, if Heaven and Hell battle so aggressively, so must we. It is, after all, why we Catholics on Earth are called the Church Militant.
A kind of moroseness has settled over the people of God, even those who still believe and hold all the Catholic Church proposes for our salvation. The inaction and lack of aggression by supposedly good shepherds in the face of so much confusion and heterodoxy and dissent and heresy is sapping the energy from the faithful.
They feel alone — if not outright abandoned — by shepherds who sit quietly by, working on their private little plans to rescue the Church. Meanwhile, their families and friends apostatize left and right, bringing further sadness.
These bishops have a duty, an obligation before Almighty God to step forward and loudly denounce the evils in the Church right now. And right now means right now, not after consulting and conferencing over months of analysis and hand-wringing.
Every day, the likes of Fr. Martin and many just like him pour out heretical or deceptive messages about the Faith to millions through social media. They equate illegal immigration problems with the murdering of children and not to elevate the immorality of illegal immigration, but to lower the moral importance of abortion.
Others write books, give lectures, pen articles which likewise get shared with millions through social media, and yet, the good bishops do or say nothing.
They have ceded control of the argument, the framing of the debate, to the more aggressive lefties in the Church whose goal has been and remains to obscure the Church's teachings on the very things that send you to Hell and conflate them with social justice concerns which are not intrinsically evil. So they urge the voting for candidates who support child murder because they talk about immigration.
These same candidates belong to a party or political ideology that has no more interest in bringing this child separation issue to end than the man in the moon. The Democratic Party doesn't want a solution, it wants the problem to go on so they have a ranting point against Trump.
This is manifest by the fact that it was the Democrats who brought this law into reality — a law which Obama signed onto. Trump is doing the bidding of a congress and former president who created this situation. It's not his doing. He's enforcing the law they created.
Yet the heretics in the Church are using this issue as a wedge, even threatening to level canon law penalties against Catholics who participate in enforcing the law. They are creating a substitute morality, they are virtue signaling, they are presenting themselves as more moral — not because they are, but so they can attack the Church's teaching on sexual morality while appearing to be superior and better Catholics.
And through it all, the "good" leaders say next to nothing with some of their defenders even claiming that since, for example, James Martin isn't speaking in their diocese, the bishop cannot say anything about what Martin says. That's ridiculous.
There isn't a massive border influx of illegal immigrants in most of these dioceses, yet local bishops with a democratic bent have seen fit to never stop talking about the issue.
How come the liberals can say and talk about whatever, whenever, but the idea is in some Catholics' minds that "good" bishops must hold their tongue or not tap anything on their phones — even in the face of a torrent of evil coming from other bishops or priests?
The aggressive side always wins and faithful Catholics, and especially orthodox Catholic leaders, had better get their fires burning more intensely. Our Blessed Lord was aggressive. It was His Divine aggression that defeated the prideful aggression of the Demon.
Follow suit, or die and be damned.
Michael Voris
Instrumentum laboris del Sínodo de la Juventud … de 1968 (Carlos Esteban)
Tras la aparición del Instrumentum laboris del Sínodo de la Juventud sentimos un inmediato ‘déjà vu’ con respecto a las sesiones preparatorias y su documento final. Se suponía, y se supone, que no se trata solo ni principalmente de dirigirse a los jóvenes sino de escucharles, y en aquella ocasión ya leímos quejas y acusaciones de amaño, desde la selección de los jóvenes que debían ser escuchados hasta la omisión de opiniones que no casaban con lo que es difícil no considerar la ‘visión preestablecida’. Se llegó a acusar al texto de incluir como demandas de los jóvenes alguna que ni siquiera se mencionó en debate alguno.
Hemos hablado ya antes, tomando palabras de Vittorio Messori, del riesgo de una ‘Iglesia líquida’, de una doctrina en constante evolución, y una evolución guiada, por lo demás, por el más que cambiante espíritu de los tiempos. Pero no todo es líquido en el esbozo de la nueva Iglesia que empieza a desplegarse ante nuestros perplejos ojos; por ejemplo, la juventud es totalmente sólida.
Tan sólida, de hecho, que apenas ha cambiado sino imperceptiblemente desde 1968, usa el mismo lenguaje en general y tiene los mismos anhelos, idénticas quejas, iguales reivindicaciones. Se parece, en fin, como una gota a otra a la juventud de quienes, precisamente, hoy septuagenarios, copan los puestos de autoridad dentro de la Iglesia.
Es curioso que sea en un texto sobre los jóvenes, y recogido a partir de la voz de los jóvenes, el que resulte tan escaso de novedad que cualquier autor maduro podría elaborarlo en un par de tardes sin consultar con nadie de menos de 50. Así, que haya jóvenes que “no comparten las enseñanzas de la Iglesia sobre cuestiones polémicas, como la contracepción, el aborto, la homosexualidad, convivencia, matrimonio”, nos hace viajar hacia atrás en el tiempo, al Mayo Francés o al primer día del Postconcilio. Carlos Gardel se quedaba corto en su tango: no ya veinte años; medio siglo no es nada. Todo sigue igual.
Tampoco puede considerarse novedoso el hincapié sobre toda la temática LGTBI, que se cita así: “Algunos jóvenes LGBT, a través de diversas contribuciones llegadas a la Secretaría del Sínodo, desean beneficiarse de una mayor cercanía y experimentar una mayor atención por parte de la Iglesia, mientras algunas conferencias episcoles se preguntan qué proponer a los jóvenes que en lugar de formar parejas heterosexuales deciden constituir parejas homosexuales y, sobre todo, desean estar cerca de la Iglesia”. ¿Les suena? ¿A que podría haberlo escrito el mediático jesuita Padre James Martin, ya más cercano a los 60 que a los 50?
Si el Instrumentum laboris no estaba ya redactado hasta la última coma antes de que se consultara a un solo católico de menos de 40, llama la atención que se ajuste tan milimétricamente a dos realidades ajenas: la opinión de la juventud de quienes hoy peinan canas, cuando queda algo que peinar, y el proyecto que hace tiempo se dibuja, entre estampidas de caballo y paradas de burro, más por gestos que por palabras y estas, tan ambiguas como sea posible, como plantilla para la ‘renovación’ prometida de la Iglesia.
Personalmente siempre he pensado que lo más irritante, si no lo peor, de los modernos regímenes autoritarios es ese prurito de presentar sus decretos inapelables como la voz del pueblo, rodeándolos de un engorroso aparato de simulado consenso. Consultar a la juventud puede tener sus ventajas; enseñarle con autoridad las tiene sin duda. Pero ponerla como coartada para imponer un modelo que hace tiempo se ha diseñado, la verdad, apesta.
Carlos Esteban
RESPUESTA A JUAN SUAREZ FALCO (II), EL ECUMENISMO (Capitán Ryder)
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Joseph Ratzinger dando la comunión al hermano Roger, protestante de la comunidad de Taizé. Funeral de Juan Pablo II. |
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En este primer artículo hablaremos de un tema que, en este blog, ha sido tratado minuciosamente. Por razones obvias, lo haremos de una manera más breve, resaltando solamente algunas ideas que confirmarían lo dicho por Dulles: la ruptura sobre la forma de tratar el ecumenismo que se produce en el Concilio y post-Concilio.
Afirmaciones de Juan Suarez Falcó
Juan Pablo II “En su debe, cabe recordar los Encuentros de Asís. Por cierto, la profanación de la basílica de abajo, donde colocaron una estatua de buda donde estaba el sagrario se hizo con absoluto desconocimiento del Pontífice, y en su ausencia; y Dios castigó a los que lo hicieron (sacerdotes indiferentistas) con un terremoto que hizo que se cayera el techo del Giotto de la basílica; y también, en su debe, hay que poner aquel beso (siempre he pensado que indeseado, forzado por las circunstancias) al Corán; y nombramientos muy discutibles, muchos de ellos, según creo, por engaño o fuerza de la masonería. Fallos humanos, en una vida llena de fidelidad a Cristo, al Evangelio y a la Iglesia. Y el papa más mariano desde el s. XIX”.
Pablo VI “y explica que el verdadero ecumenismo es llamar a los separados y cismáticos a la Iglesia católica, no el irenismo e indiferentismo que se promovía desde muchas Cátedras de teología y desde los mismos púlpitos”.
NOTA DEL CAPITÁN: En la vida nos definen las palabras y los hechos. No podemos obviar aquellos que no nos gustan o rebajar su impacto, justificándolo de mil maneras, pues no encajan en el relato que tenemos escrito de antemano.
En los párrafos citados más arriba don Juan sólo expresa sus deseos y suposiciones, nada coincidentes con la realidad de lo ocurrido. Lo cierto es que hubo profanación, que no hay conocimiento de castigo a los responsables, fueran quienes fueran, que los encuentros fueron promovidos por Juan Pablo II, que siguieron organizándose posteriormente y dejaron algunas de las imágenes más tristes que un católico pueda imaginar. Y que la justificación para dichos encuentros, sin antecedentes en la historia de la Iglesia, fueron “que la Iglesia era ahora más consciente de sí misma”. En concreto, desde el Vaticano II.
Dicen los americanos que cuando un animal anda como un pato, vuela como un pato y hace cua-cua, tiene toda la pinta de ser un pato. Johannes Dörmann recuerda, en su magnífico ensayo, el discurso de apertura de las jornadas de Asís de Juan Pablo II y cómo se esfuerza en el mismo en negar el indiferentismo religioso que pueda parecer trasmiten dichas jornadas. No sería necesario negar nada si fuese tan evidente.
Documentos, ideas, artículos donde se refuta lo dicho por Juan Suarez Falcó, ya publicadas en este blog.
- Veamos cómo habla Romano Amerio del Ecumenismo en su indispensable Iota Unum (págs. 375 y 376).
Sin duda esta variación es la más significativa de las producidas en el sistema católico después del Vaticano II, y se encuentran reunidas en ella todos los motivos de la pretendida variación de fondo que solemos concretar en la fórmula de pérdida de las esencias.
La doctrina tradicional del ecumenismo está establecida en la Instructio de motione oecumenica promulgada por el Santo Oficio el 20 de diciembre de 1949 que retoma la enseñanza de Pio XI en la encíclica Mortalium animos. Se establece por tanto:
Primero: “la Iglesia Católica posee la plenitud de Cristo” y no tiene que perfeccionarla por obra de otras confesiones.
Segundo: no se debe perseguir la unión por medio de una progresiva asimilación de las diversas confesiones de fe ni mediante una acomodación del dogma católico a otro dogma.
Tercero: la única verdadera unidad de las Iglesias puede hacerse solamente con el retorno (per reditum) de los hermanos separados a la verdadera Iglesia de Dios.
Cuarto: los separados que retornan a la Iglesia católica no pierden nada sustancial de cuanto pertenece a su particular profesión, sino que más bien lo reencuentran idéntico en una dimensión completa y perfecta (“completum atque absolutum”).
La variación introducida por el Concilio es patente, tanto a través de los signos extrínsecos como del discurso teórico. En el Decreto Unitatis Redintegratio la Instructio de 1949 no se cita nunca, ni tampoco el vocablo “retorno” (reditus). La palabra reversione ha sido sustituida por conversione. Las confesiones cristianas (incluida la católica) no deben volverse una a otra, sino todas juntas gravitar hacia el Cristo total situado fuera de ellas y hacia el cual deben converger.
Donde los esquemas preparatorios definían que la Iglesia de Cristo es la Iglesia católica, el Concilio concede solamente que la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica, adoptando la teoría de que también en las otras Iglesias cristianas subsiste la Iglesia de Cristo y todas deben tomar conciencia de dicha subsistencia común en Cristo. Como escribe en OR (Osservatore Romano) de 14 de octubre un catedrático de la Gregoriana, el Concilio reconoce a las Iglesias separadas como “Instrumentos de los cuales el Espíritu Santo se sirve para operar la salvación de sus miembros”. En esta visión paritaria de todas las Iglesias el catolicismo ya no tiene ningún carácter de preeminencia ni de exclusividad.
- En esa entrada del blog, como católico perplejo, me permitía añadir estas NOTAS: No hace falta ser un experto para comprender el alcance de este planteamiento.
Si la Iglesia Católica “tiene que moverse hasta un Cristo situado fuera de ella”, ¿tiene sentido seguir hablando de una Revelación, fundamento de la Fe, que terminaría con la muerte del último apóstol y de la que se ha nutrido la Iglesia durante 2.000 años?
¿Qué sería exactamente el dogma? En estos 2.000 años de historia ¿la Iglesia ha acariciado, siquiera rozado la Verdad?
Los Santos que hemos elevado a los altares ¿en virtud de qué lo hemos hecho? ¿Qué sentido tiene un San Atanasio o un San Pedro Canisio?
¿Han existido alguna vez las herejías?
¿A qué piedra se refiere Jesucristo cuando funda la Iglesia? ¿Se trata de una piedra móvil?
Y así podríamos seguir hasta el infinito.
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El Card. Bea retoma una concepción análoga del ecumenismo en “Civiltá cattolica” (enero de 1961), así como en conferencias y entrevistas (“Corriere del Ticino”, 10 de marzo de 1971). Declaró que el movimiento no es de retorno de los separados a la Iglesia Romana y, siguiendo la sentencia común, aseguró que los protestantes no están separados del todo, ya que han recibido el carácter del Bautismo. Sin embargo, citando la Mystici Corporis de Pío XII, según la cual “están ordenados al Cuerpo Místico”, llegaba a asegurar que pertenecen a Él y, por lo tanto se encuentran en una situación de salvación que no es distinta a la de los católicos (OR, 27 de abril de 1962). La causa de la unión es reconducida por él a explicitación de una unidad ya virtualmente presente, de la cual simplemente se trata de tomar conciencia. Esta unidad es solamente virtual incluso en la Iglesia católica, la cual no debe tomar conciencia de sí misma, sino de esa más profunda realidad del Cristo total que es la síntesis de los dispersos miembros de la cristiandad. Por tanto, no se trata de una reversión de unos hacia otros, sino de una conversión de todos hacia el centro, que es el Cristo profundo.
En una intervención en el OR del 4 de diciembre de 1963, el Card. Bea, aunque reconociendo la diferencia entre las Iglesias, afirma que “los puntos que nos dividen no se refieren verdaderamente a la Doctrina, sino al modo de expresarla”, puesto que todas las confesiones suponen una idéntica verdad subyacente a todas: como si la Iglesia se hubiese engañado durante siglos y el error fuese simplemente un equívoco.
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En una perícopa incluida en el discurso del 23 de enero de 1969, Pablo VI parece próximo a tal opinión. A partir de la discusión teológica, dice el Papa, “puede verse cuál es el patrimonio doctrinal cristiano; qué parte de él hay que enunciar auténticamente y, al mismo tiempo, en términos diferentes, pero sustancialmente iguales o complementarios; y cómo es posible, y a la postre victorioso para todos, el descubrimiento de la identidad de la fe, de la libertad en la variedad de expresiones, de la que pueda felizmente derivar la unión para ser celebrada en un solo corazón y una sola alma”.
Se desprende de esta perícopa que la unidad preexiste ubique (1) y debe tomarse conciencia de ella ubique, y que la verdad no se encuentra abandonando el error, sino profundizando su sustancia.
Idéntica es la posición de Juan Pablo II en el discurso al Sacro Colegio de 23 de diciembre de 1982, con ocasión de la VI Asamblea del Consejo Ecuménico de las Iglesias: “Celebrando la Redención vamos más allá de las incomprensiones y de las controversias contingentes para reencontrarnos en el fondo común a nuestro ser de cristianos”. En esa asamblea estaban representadas trescientas cuatro confesiones cristianas, las cuales, según OR, 25-26 julio 1983, “han expresado mediante el canto, la danza y la oración los diversos modos de significar una conducta de relación con Dios”.
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Es significativo el documento en lengua francesa del Secretariado para la unión en aplicación del decreto Unitatis Redintegratio … Sin embargo todo el documento se desarrolla después en una prospección en la unidad que se busca, más que se comunica, en una reciprocidad de reconocimientos gracias a los cuales se persigue “la resolución de las divergencias más allá de las diferencias históricas actuales” (2).
Se contemplan las diferencias dogmáticas como diferencias históricas que el retorno a la fe de los primeros siete concilios debe hacer caer en la irrelevancia.
Se niega así implícitamente el desarrollo homogéneo del dogma después de aquellos siete concilios; se imprime a la fe un movimiento retrógrado; y se da al problema ecuménico una solución más histórica que teológica.
Esta mentalidad por la cual la unidad debe conseguirse sintéticamente por recomposición de fragmentos axiológicamente (3) iguales (4), ha trastocado completamente la situación tradicional.
La apelación hecha en la congregación LXXXIX del Concilio por el obispo de Estrasburgo para que “se evitase toda expresión alusiva al retorno de los hermanos separados”, se ha convertido en el axioma doctrinal y la directriz práctica del movimiento ecuménico.
Juan Pablo II, en este sentido, por ejemplo: "De todos modos, lo que ha salido a la luz, de modo convincente, es la profunda religiosidad de Lutero, que ardía de ansia abrasadora por el problema de la salvación eterna".
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La paralización de las conversiones
El padre Charles Bouyer, en OR del 9 de enero de 1975, con un artículo que choca con la tendencia del diario (3) en cuanto a la cuestión ecuménica y quedó sin resonancia alguna, revela las causas de tal recesión de conversiones, y las reconoce en el abandono generalizado por el mundo de la visión teotrópica (4), y también en la sugestión potente de la civitas hominis sobre la presente generación; pero acusa de ello explícitamente a la acción ecuménica.
“Se pretende que todas las Iglesias son iguales, o casi. Se condena el proselitismo (5), y para huir de él se evita la crítica de los errores y una clara exposición de la verdadera doctrina. Se aconseja a las diferentes confesiones conservar su identidad alegando una convergencia que se hará espontáneamente”.
Aunque el autor atenúe su censura atribuyendo (con poca veracidad) dicha conducta especialmente a las confesiones separadas, realmente la argumentación invalida la sustancia del nuevo ecumenismos católico.
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La idea está desarrollada por Jean Guitton en el OR del 19 de noviembre de 1979. La diversidad (dice) es un bien, y nadie debe sacrificar nada. Pero es fácil oponer que hay diversidades constituidas por antítesis entre lo verdadero y lo falso, y que a veces existen en las religiones no cristianas errores que se deben sacrificar. De cualquier forma, según Guitton, el catolicismo no tiene nada que aportar de específico: sólo concurre para profundizar valores inmanentes a todas las experiencias religiosas.
Por tanto, para un mahometano, convertirse significa ser cada vez más mahometano, para un judío ser más judío, para un budista ser más budista, etc. La renuncia a convertir (es decir, a hacer obra religiosa) se ha convertido en lugar común, y el llamamiento de la Iglesia Católica se evita como un deplorable proselitismo (1).
La novedad es evidente, y el decreto conciliar Ad gentes 1 sobre las misiones la fundamenta sobre el presente orden del mundo “ex quo nova exsurgit humanitis condijo”(2), si bien no abandona las fórmulas tradicionales que consideran las misiones como una “adhesión a la fe de Cristo”. La variación conduce, en línea teórica, a hacer superfluas las misiones. La novedad es coherente con todo el sistema de tendencial desaparición de la trascendencia específica de la Religión Católica.
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Pablo VI no ha despejado esa incertidumbre. En las citadas Conversaciones con Guitton, pp. 164-165, asegura: “No hay más que una Iglesia eje de convergencia; una sola Iglesia en la que todas las Iglesias deben reunirse”. Pero ¿cómo no ver que unirse en la Iglesia no es unirse a la Iglesia ya subsistente como unificante? Y cuando, concluida la parte de la fe, añade “pero la caridad nos impulsa a respetar todas las libertades”, no aclara que ni conciencia ni libertad son autónomas, y que el catolicismo no es la religión de la libertad, sino de la verdad.
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Ahora bien, el titular del secretariado para las religiones no cristianas, en dos extensos artículos de OR, reduce las misiones a diálogo “no para convertir, sino para profundizar en la verdad”.
En el OR del 15 de enero de 1971 se lee que “la Iglesia tiene necesidad, para crecer según el designio de Dios, de los valores contenidos en las religiones no cristianas”.
La tesis no es nueva, e identifica el orden de la civilización con el de la religión, que conviene, sin embargo, distinguir. Tal afirmación implica que en el seno de las religiones no cristianas late el Cristianismo, y que basta profundizar en el Logos natural para encontrar el Logos sobrenatural del hombre-Dios y de la gracia. El Islamismo, por ejemplo, sería un germen de Cristianismo que debe ser hecho germinar y crecer (1). Al igual que en el ecumenismo para los cristianos separados, aquí tampoco se procede por acceso a la verdad cristiana, sino por explicitación y maduración de una verdad inmanente a todas las religiones. El decreto Ad gentes enseñaba que “todos los elementos de verdad y de gracia que es posible hallar entre los infieles por una cierta presencia secreta de Dios, una vez purgados de las escorias del mal, son restituidos a su autor, Cristo. Por lo cual todo el bien que se encuentra diseminado en el corazón y en la mente de los hombres o en las civilizaciones o en las religiones propias de ellos, no sólo no desaparece, sino que es sanado, elevado y llevado a su completitud”.
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La principal característica que se descubre en el sistema es su tendencia pelagiana. Pelagio no dejaba a salvo la trascendencia del Cristianismo, pues según él lo que salva no es la gracia (es decir: la especial comunicación que Dios hace de su propia realidad en la historia), sino la universal comunicación que Dios hace de sí mismo a las mentes mediante la luz de la racionalidad en la naturaleza.
Por tanto se confunde el orden ideal con el orden real, la intuición de la idea con la presencia de lo real. La ordenación a los valores naturales, raíz de la civilización, es distinta de la ordenación a los valores sobrenaturales, raíz del Cristianismo; y no se puede ocultar el saltus de una a otra haciendo del Cristianismo algo inmanente a la religiosidad del género humano. Es imposible con la luz natural encontrar lo sobrenatural, que aunque injertado por Dios con un acto histórico especial en el fondo del espíritu, no proviene de dicho fondo (1).
La declaración conciliar Nostra Aetate 2 cita el célebre texto de San Juan Evangelista “luz que alumbra a todo hombre”, que constituiría el fondo de toda religión. Pero el Concilio no menciona lo que según Juan Pablo II es un misterio paralelo al de la Encarnación: esa luz ha sido rechazada por los hombres. Por tanto es imposible que constituya el fondo de todas las religiones (OR, 26-27 de diciembre de 1981).
El Papa dice que la Navidad, además del misterio (en el cual se cree) del nacimiento del hombre-Dios, incluye también el misterio no resuelto de no haber sido acogido por el mundo y por los suyos. El Concilio no habla de luz sobrenatural, sino de “plenitud de luz”. El naturalismo que caracteriza los dos documentos, Ad gentes y Nostra aetate, es patente, incluso en la terminología, al no parecer jamás el vocablo “sobrenatural”.
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Por el contrario, en el sistema de Mons. Rossano el Cristianismo, el Islamismo, el Budismo o el Hinduismo expresan correctamente la exigencia religiosa del hombre; todas son vehículos de salvación: “la alcanzan o pueden alcanzarla” (1); todas provienen inmediatamente de Dios, “que las ha hecho nacer”; no hay ni rastro del pecado original.
Aún va más allá el padre Rahner en OR, 10 de octubre de 1975: “no obstante su sobrenaturalidad y su carácter gratuito, la gracia puede ser considerada como algo que pertenece a la existencia del hombre”.
Es decir, lo plantean como una diferencia en el grado de perfección, entre la religión cristiana y el resto, pero que no es una diferencia de esencias o de especies.
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Sólo pocos decenios antes del Vaticano II, en su encíclica Mortalium animos (6.1.28) «Acerca de cómo se ha de fomentar la verdadera unidad religiosa», el Papa Pío XI había expuesto y justificado por la fe el punto de vista de la Iglesia Católica sobre ese movimiento por la unión ecuménica e interreligiosa. La posición de Pío XI debería ser representativa de la de todos los Papas de esta época respecto de los movimientos por la paz y la unidad.
Pío XI menciona la aspiración de los pueblos a la unión y la unidad, que encuentra su expresión en los modernos «congresos de las religiones». Describe la composición de los asistentes a esos encuentros regulares: se invita «a la discusión a todos los hombres indistintamente, a los infieles de todas las categorías, a los fieles, y finalmente también a aquellos que desgraciadamente apostataron de Cristo o que niegan áspera y obstinadamente la divinidad de su naturaleza y su misión». Lo mismo podría decirse de los representantes de las «religiones» y «organizaciones mundiales» invitados a Asís. Pío XI juzga, sin embargo, las cosas de otro modo: «Tales esfuerzos no pueden contar, bajo ninguna circunstancia, con la aprobación de los católicos».
Pío XI menciona también las ideas y los motivos que dan lugar a la organización de congresos interreligiosos: puesto que hay muy pocos seres humanos que carezcan totalmente de algún tipo de sentimiento religioso, se piensa que «hay fundadas esperanzas en el sentido de lograr una especie de coincidencia o acuerdo sobre ciertos temas religiosos básicos. A pesar de la amplia divergencia de los conceptos religiosos que prevalecen entre los distintos pueblos, no se puede descartar la posibilidad de alcanzar un acuerdo fraternal sobre algunos principios básicos, los que podrían convertirse en el armazón o fundamento común de su vida espiritual».
Los participantes a tales congresos se apoyan sobre la opinión errónea de que «todas las religiones (de cualquier índole) son más o menos buenas y recomendables, en el sentido de que todas ellas revelan y traducen –aunque de manera bien diferente- el sentimiento natural e innato que nos lleva hacia Dios y nos inclina con respeto ante su supremacía».
Tales pensamientos fueron también expuestos para justificar el encuentro de oración en Asís. Pío XI dice al respecto:
«Aquellos que comparten esa opinión no sólo son víctimas de error y autoengaño sino que, al deformar -y consecuentemente rechazar- la noción de la verdadera religión, se deslizan también paso a paso hacia el naturalismo y el ateísmo. Es evidente que aquellos que se adhieren sin reserva a tales ideas y aspiraciones, abandonan enteramente la religión divinamente revelada».
Pío XI piensa aquí en los «congresos de religiones», es decir en «discusiones» y no en actos de culto interreligioso.
La práctica de un culto interreligioso, que en la Iglesia postconciliar va mucho más lejos que aquellos «congresos», y más aún el hecho de que el mismo Papa organice tales cultos, estaba más allá de lo que Pío XI pudiera haberse imaginado.
Es indiscutible que la actitud postconciliar de la Iglesia hacia las religiones no cristianas representa una ruptura radical con la Tradición.
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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II A LOS REPRESENTANTES DEL CONSEJO DE LA IGLESIA EVANGÉLICA DE ALEMANIA
Museo de la catedral de Maguncia. Lunes 17 de noviembre de 1980
“Recuerdo en este momento a Martín Lutero que en 1510-1511, como peregrino, pero también buscando y preguntando, llegó a Roma, a las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles. Hoy vengo yo a ustedes, a los herederos espirituales de Martín Lutero; vengo como peregrino(1). Vengo para dar, en un mundo cambiado, un signo de la unidad en los misterios centrales de nuestra fe (2). “Nos alegramos no sólo de poder descubrir un consenso parcial en algunas verdades, sino una concordancia en las verdades centrales y fundamentales.
DISCURSO de JUAN PABLO II EN EL ENCUENTRO CON LOS OBISPOS DE LA IGLESIA NACIONAL DANESA,
En la residencia del obispo luterano de Roskilde, martes 6 de junio 1989
Los resultados de su excomunión han producido heridas profundas que después de 450 años no han cicatrizado todavía y que tampoco pueden curarse mediante un acto jurídico (4). Después de que la Iglesia católica ha comprendido que la excomunión termina con la muerte de cada hombre (5), este tipo de procedimiento se ve como medida que afecta a alguien mientras vive.
Hoy, ante todo, necesitamos una valoración nueva y común de muchos interrogantes que han surgido de Lutero y de su mensaje,(6). Por este motivo he podido afirmar en el curso del 500 aniversario del nacimiento de Martín Lutero: “En la práctica, los esfuerzos científicos de los investigadores evangélicos y de los católicos, que han logrado resultados excelentes, han conducido a un panorama pleno y diferenciado de la personalidad de Lutero y a una complicada conexión de los acontecimientos históricos en la sociedad, en la política y en la Iglesia de la primera mitad del siglo XVI. De todos modos, lo que ha salido a la luz de modo convincente es la profunda religiosidad de Lutero (7), que ardía de ansia abrasadora por el problema del la salvación eterna” (Carta al cardenal Willebrands, 31 de octubre, 1983: A AS 77, 1985, págs. 716-717).
Algunas peticiones de Lutero relativas a una reforma y a una renovación han hallado eco en los católicos desde diversos puntos de vista (8):
El deseo de escuchar nuevamente la palabra del Evangelio, y de convencerse de su veracidad que animaba también a Lutero (9), debe guiarnos a buscar el bien en los otros, a perdonar, a renunciar a visiones que están en contraste o son enemigas de la fe (10)
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Añadí una nota en su momento respecto a esta afirmación (5). Me pregunto si rige esto también para los seguidores de Monseñor Lefebvre. Éste falleció en 1991, pero Juan Pablo II no levantó las excomuniones a los obispos por él ordenados, a pesar de que, en 1989, manifestó que las excomuniones terminaban con la muerte.
El 31 de octubre de 1999, representantes de la Iglesia Católica y de la Federación Luterana Mundial firmaron la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación. Cuando se le preguntó si los católicos ahora pueden decir que los individuos están justificados por la sola fe, Jeffrey Cruz, portavoz de la Conferencia Nacional de Obispos, dijo: “Sí, de hecho, el texto de la declaración lo dice muy claramente”.
Los firmantes de la Declaración Conjunta quisieron resaltar que las condenas del Concilio de Trento ya no estaban en vigor. De hecho, la Declaración Conjunta contiene tres secciones que indican exactamente esto.
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Añado unas declaraciones del mismo cardenal (me refiero al “super-ortodoxo” Muller) el 11 de octubre de 2011, en un discurso en homenaje al “obispo” protestante Johannes Friedrich en Baviera:
"El bautismo es el signo fundamental que nos une sacramentalmente en Cristo, y que nos constituye como la única Iglesia ante el mundo. Por tanto, nosotros, los cristianos, católicos y evangélicos ya estamos unidos, incluso en lo que llamamos la Iglesia visible. Estrictamente hablando, no hay varias iglesias, una al lado de la otra. Más bien, son divisiones y separaciones en un solo pueblo y en la casa de Dios".
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Hace unos días Kasper se refería a Juan Pablo II para justificar que se diese la comunión a los protestantes. Lo peor de todo es que el tiro no era al aire.
Mientras tanto, dos encíclicas de Juan Pablo II “Ut unum sint” y “Ecclesia de Eucharistía” han formulado una posición más avanzada que puede ser la norma interpretativa correcta del Concilio Vaticano II.
En concreto, se refiere a los puntos 45 y 46 de la segunda, que dicen:
45. Si en ningún caso es legítima la concelebración, si falta la plena comunión, no ocurre lo mismo con respecto a la administración de la Eucaristía, en circunstancias especiales, a personas pertenecientes a Iglesias o a Comunidades eclesiales que no están en plena comunión con la Iglesia católica. En efecto, en este caso el objetivo es satisfacer una grave necesidad espiritual para la salvación eterna de los fieles, singularmente considerados, pero no realizar una intercomunión, que no es posible mientras no se hayan restablecido del todo los vínculos visibles de la comunión eclesial.
46. En la Encíclica Ut unum sint, yo mismo he manifestado aprecio por esta normativa, que permite atender a la salvación de las almas con el discernimiento oportuno: « Es motivo de alegría recordar que los ministros católicos pueden, en determinados casos particulares, administrar los sacramentos de la Eucaristía, de la Penitencia, de la Unción de enfermos a otros cristianos que no están en comunión plena con la Iglesia católica, pero que desean vivamente recibirlos, los piden libremente, y manifiestan la fe que la Iglesia católica confiesa en estos Sacramentos. Recíprocamente, en determinados casos y por circunstancias particulares, también los católicos pueden solicitar los mismos Sacramentos a los ministros de aquellas Iglesias en que sean válidos ».(97)
Capitán Ryder
P.D1: Respecto a los deseos del autor sobre el beso al Corán siento decepcionarle. Eso, o habrá que pensar que la bendición del descendiente de Toro Sentado también fue sin querer. Ahí estaba, supongo que, “forzado por las circunstancias”, recibiendo el “espíritu de Manitu”.
P.D2: Recomiendo especialmente el artículo “imágenes ecuménicas” donde queda bastante claro que este tipo de “gestos” han sido la norma y no la excepción. En la segunda, Pablo Vi entrega el anillo de pescador al anglicano Ramsey, pero sin promover el indeferentismo ni nada.
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