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martes, 10 de marzo de 2015

Cuidado con los falsos profetas (18) [Tentaciones (3ª) Nueva Iglesia ]


El mundo ha alcanzado su mayor esplendor y su mayor progreso cuando ha procedido conforme al Mensaje de Jesucristo. Y esto en todos los niveles: personal, cultural, social, científico y religioso.


No es la Iglesia la que debe inclinarse ante el mundo, sino el mundo el que debe aprender de Cristo y de su Iglesia [la verdadera Iglesia, que es la Católica, la que se mantiene fiel al Mensaje recibido]. El mundo necesita convertirse a Dios, encarnado en la Persona de Jesucristo. Sólo los que así lo hagan alcanzarán la máxima felicidad que es posible conseguir en este mundo, que consiste en la amistad íntima con Jesús; una felicidad que subsiste aun en medio del dolor y de las contrariedades de esta vida terrena (una vida que pasa); y que será el anticipo de aquella otra vida celestial (y eterna) que Jesús tiene reservada para quienes lo aman en este mundo y han perseverado hasta el fin en su fidelidad a Él y a la Iglesia que Él fundó.


Quienes digan otra cosa están engañando al pueblo cristiano ... y apareciendo como pastores no lo son, en realidad. Son falsos pastores o falsos profetas [que viene a ser lo mismo], que pretenden medrar y escalar puestos en el mundo, aunque para ello haya que traicionar el Mensaje recibido. No se puede adulterar y cambiar el Evangelio, pero se está haciendo, de hecho. De ahí la inmensa responsabilidad que tienen ante Dios aquellos que han sido llamados por Él al sacerdocio, comenzando por los simples sacerdotes pero, sobre todo, los obispos, arzobispos y cardenales ... hasta llegar al propio Papa. Todos ellos tienen la obligación de estar muy atentos para no consentir tal "cambio" en el Evangelio: un "cambio" que, de hacerse efectivo, cambiaría la Iglesia en "otra cosa" pero, desde luego, no sería ya la Iglesia fundada por Jesucristo. Si la Jerarquía Eclesiástica pasa por alto los errores -que son herejías, en su mayoría- y callan ... con su su silencio son cómplices de tal engaño al pueblo cristiano y Dios les pedirá cuentas por no haber cumplido con su misión de pastorear a las ovejas que les han sido encomendadas. 


El Pastor por excelencia, el buen Pastor, es Jesucristo, el fundador de la Iglesia. Él nombró a Pedro como primer Papa y todos los sucesores de Pedro, es decir, los Papas, tienen la gravísima obligación de mantener íntegra la doctrina recibida de su Maestro. Y hay más todavía: suponiendo (y es más que una suposición) que alguno de los miembros de la Jerarquía hubiera perdido la fe, se impone un mínimo de honradez intelectual, puesto que la Verdad que predican no les pertenece. No pueden aparecer ante el pueblo cristiano como portadores de una Verdad en la que ya no creen; y enseñar, en cambio, ideas mundanas. Su misión es, fundamentalmente, la de ser transmisores de lo que han recibido. Y lo que se busca en un transmisor es que sea fiel al mensaje original y que no se invente su propia doctrina, diciéndole a la gente lo que la gente quiere oir. 

Actuando así traicionan la confianza que Dios depositó en ellos cuando fueron ordenados al sagrado ministerio del sacerdocio. Una traición que tiene tanta mayor trascendencia cuanto mayor sea el puesto que ocupen en la Jerarquía Eclesiástica. Su misión principal es la de procurar, por todos los medios legítimos a su alcance, que el rebaño que les ha sido encomendado no se disperse y se mantenga fiel a la fe recibida. Los cristianos deben de tener muy claro aquellas palabras que dirigió el apóstol san Pablo a los Gálatas: "Aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8). 

De manera que ni siquiera el Papa (ni, por supuesto, cualquier obispo o cardenal) puede inventarse otra doctrina distinta de la que ya está dada de una vez para siempre (sin añadir ni quitar nada). En el libro del Apocalipsis, son puestas en boca de Jesús las siguientes palabras: "Yo aseguro a todo el que oiga las palabras de la profecía de este libro que si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la Vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19).


Por supuesto; y a mí no me cabe la menor duda, de que los que adulteran el Evangelio, se justificarán y defenderán su manera de proceder como la correcta y la que está en conformidad con los signos de los tiempos. De manera que, sacando pecho incluso, esgrimirán que lo que les lleva a actuar así son razones de tipo pastoral y que ese es el único modo de llegar a la gente. Tal excusa (porque no es otra cosa) es falsa y mentirosa, por una razón muy sencilla: la pastoral más importante que necesitan los cristianos de hoy es la de conocer su fe.  ¡Son innumerables los cristianos que desconocen su doctrina, pues no se les predica! ¡ Esto es sumamente grave!  A causa de ello se ha llegado en el mundo a una situación de apostasía generalizada; de olvido, desprecio o indiferencia en el mejor de los casos, con relación al contenido sublime del Cristianismo, del que se ha eliminado toda referencia a lo sobrenatural; y al que se quiere reducir a unas consignas meramente humanas, lo que supondría la destrucción de la Iglesia (aunque ésta no puede ocurrir porque "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18) sin embargo, sí puede quedar reducida, como de hecho está ocurriendo, a un estado catacumbal, como en tiempo de los primeros cristianos.

Fue un mandato explícito el que dio Jesús a sus apóstoles, antes de subir a los cielos: "Id y enseñad a todas las gentes ..."  (Mt 28, 19). No fue un simple deseo. No hay más que observar que el verbo ir está en imperativo. ¿Qué es lo que deben enseñar?  "... a guardar todo lo que Yo os he mandado"  (Mt 28, 20). Por lo tanto, su primera obligación es la de ir por todo el mundo y no quedarse para sí solos la hermosa Noticia y la inmensa Alegría que han recibido de parte de Dios, manifestado en Cristo Jesús. Y, en segundo lugar ... no pueden enseñar cualquier cosa que se vayan inventando sobre la marcha sino sólo, única y exclusivamente la Doctrina que han recibido, la cual queda reflejada en las Sagradas Escrituras (en especial en el Nuevo Testamento), así como en la Tradición de la Iglesia de veinte siglos, aquélla que se ha mantenido fiel al Mensaje inicial de Jesucristo, fundador de la Iglesia.

El Evangelio ya está dado de una vez por todas y para siempre. No nos podemos inventar la doctrina y la fe "transmitida a los santos de una vez para siempre" (Jd, 3) ¡Qué poco han entendido los que piensan que la religión es algo subjetivo y que debe reservarse para la esfera privada, sin imponerla a los demás, aquellos que van en contra del apostolado y del proselitismo!  ¡Es cierto que la Religión católica no se puede imponer a nadie!  ¿Por qué? Pues porque tal es la voluntad de Jesús, quien "decía a todos: 'Si alguno quiere venir en pos de Mí ..." (Lc 9,23): Jesús usa del máximo respeto hacia la libertad de cada persona: "Si alguno quiere..." [pues el amor que Él tiene a la gente, a cada uno, sólo puede ser correspondido en libertad ; de lo contrario no podría hablarse de amor]. Pese a lo cual, es una obligación para los discípulos de Jesús predicar su Doctrina a todos los hombres, hacer todo cuanto esté en su mano para que a todos llegue su Mensaje.  La Religión católica, por su propia esencia, no es para que se quede en el ámbito privado, sino que es una verdad que es para todos los hombres: Todos están llamados a la máxima felicidad posible, y ésta sólo tiene lugar en el seno de la Iglesia Católica. La predicación es, para un sacerdote, un deber, una obligación grave: "¡Ay de mí si no predicara!" (1 Cor 9, 16) -decía san Pablo. Eso sí: se trata de predica el auténtico Mensaje de Jesús, no las propias ideas, teniendo presente y muy claro, tanto en la mente como en el corazón, que las palabras de Jesús son siempre actuales. Jesús nunca se queda obsoleto.  




Las personas que rigen la Iglesia, es decir, la Jerarquía, con el Papa a la Cabeza, no son los fundadores de la Iglesia, sino meros delegados, cuya misión es la de conservar el depósito de la fe (1 Tim 6, 20), que fue dada de una vez para siempre. "Te ordeno que conserves el mandamiento, sin tacha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tim 6, 14). ¿O es que vamos nosotros a inventar ahora la Iglesia? Pretender fundar una "nueva religión", una "nueva Iglesia", que ya no es la Católica, y seguir llamándola Iglesia católica, es algo muy grave. Y "de Dios nadie se burla" (Gal 6, 7). 


Se pretende sustituir la "Religión de Dios" por la "Religión del Hombre". Dios sustituido por el Hombre, que pasa a ser el "nuevo dios" ... un "dios", ciertamente ciego y engañado, debido a su vanidad, soberbia y avaricia, pues "el dios de este mundo" (2 Cor 4, 4) no es él, sino el Diablo, que se regocija -si eso fuera posible en él- de su triunfo y de su engaño magistral, al hacerle creer al hombre que el mundo es suyo, siendo así -y esto es la pura realidad- que es a él, al Diablo, a quien adoran: éste, hábilmente, les ha hecho creer que no existe y que es una leyenda que sólo cree la gente ignorante y anclada en el pasado. De este modo se oculta, permaneciendo invisible y como un mero producto de imaginaciones enfermizas y supersticiosas, para que su engaño no resulte manifiesto ... ¡hasta el final! ... cuando ya no haya remedio y cada cosa sea llamada por su nombre, esto es, cuando llegue el fin de los tiempos.



(Continuará)

sábado, 7 de marzo de 2015

Cuidado con los falsos profetas (17) [Tentaciones (3ª) Progreso]


Ningún cristiano, que lo sea de veras, puede tener complejo ante el mundo. De hecho, ha sido en una "matriz cristiana" donde ha tenido lugar de modo efectivo casi todo el desarrollo y el avance del que disfrutamos hoy en día (incluidos la mayoría de los avances técnicos) Ante lo cual -como reacción esquizofrénica y difícil de comprender- nos encontramos con el hecho de que Europa reniega de sus raíces cristianas. Es como si un hijo renuncia de sus padres ... ¡no por eso deja de ser hijo, aunque no quiera a sus padres! Hay evidencias, más que suficientes, acerca de las raíces cristianas de Europa. No hay más que contemplar la infinidad de monasterios, catedrales y obras de arte de motivos religiosos históricos para que el que quiera ver pueda ver. Sin embargo, se niega la evidencia. 


No deja de ser curioso, por ejemplo, que la llamada "época oscura" -como se suele denominar a la Edad Media- sea, en realidad [con sus limitaciones y errores, ciertamente, como los hay en cualquier otra época histórica] una de las épocas más luminosas por las que ha atravesado la humanidad, a lo largo de su historia; así lo atestiguan infinidad de documentos que suelen ocultarse; desde luego, fue mucho más luminosa que la época de la Ilustración en el siglo XVIII, el llamado "siglo de las luces", que hizo un "dios" de la razón, aunque de una "razón" que prescindía, muchas veces, de hechos evidentes y del sentido común (y, por supuesto, de Dios); de modo que era, en verdad, más irracional que aquella otra razón a la que combatía porque armonizaba la fe y la ciencia.


[El filósofo más influyente fue el idealista alemán Kant (1724-1804), con su teoría de la moral autónoma. Nadie tiene que decirle al hombre lo que éste tiene que hacer; cada uno tiene su propia autonomía; y decide lo que es bueno y lo que es malo para él. El hombre se convierte en un "dios" para sí mismo. La libertad es, realmente autonomía; y la responsabilidad, si la hay, es sólo ante la propia conciencia. Y los deberes (en cuanto que son una imposición externa) son sustituidos por los derechos (sin deberes, naturalmente).  De manera que la Ilustración, en realidad, no acabó a finales del siglo XVIII, pues sus "ideales" siguen vigentes en la actualidad. Para dar una explicación más adecuada -y detallada- de lo que acabo de decir, se requiere de un análisis detenido y riguroso, pero no vamos a entrar en ello en esta entrada del blog. El que desee una mayor información acerca de la Ilustración puede leer el libro "Kant y la Ilustración" de Rafael Corazón González (2004)].


Por cierto: aquí sí que vendría bien una ley de memoria histórica que hiciera honor a la verdadtanto en lo bueno como en lo malo, y que llamara a las cosas por su nombre. Entonces veríamos por qué digo que la Edad Media fue mucho más luminosa que la época de la Ilustración, en contra de la opinión generalizada (o pensamiento único impuesto). La gente sólo conoce de esa época lo que los enemigos de Dios y de la Iglesia, es decir, los que detentan el poder en este mundo, quieren darle a conocer que, por lo común, suele ser una sarta de mentiras, con algún dato histórico concreto real para que lo falso posea algún viso de credibilidad. Aconsejo la lectura del libro "El espíritu de la filosofía medieval", del gran conocedor de esa época que fue Etienne Gilson. Es altamente esclarecedor y objetivo, nos sitúa de lleno en esa época, sin prejuicios, y está muy bien documentado. 

La época en que vivimos sobresale por sus adelantos técnicos pero la gente es muy poco crítica con la información que recibe siendo, por lo tanto, fácilmente manipulable. Las causas de esta recepción acrítica por parte de la gran mayoría de las personas del siglo XXI -y en particular, de los jóvenes de menos de treinta años- son varias. Aunque, a mi entender, una de las más importantes es el hecho -comprobable- de que en la educación que recibieron en su infancia, no se les enseñó a pensar que es, exactamente, lo que sigue sucediendo hoy en día. Y en ese sentido, al menos, la época actual no supone un "progreso" sino un "retroceso" con relación a la mal denominada "época oscura", que es la Edad Media. 


Lo que escribo a continuación, entrecomillado, esta tomado del libro "Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental", de Thomas E. Woods, Ed. Ciudadela, año 2007; págs 264 y 265. De su lectura se deduce la enorme influencia de la Edad Media en el progreso real. Sobre el tema del progreso se puede leer algo en este mismo blog, pinchando aquí y aquí


"Las Universidades europeas fueron creadas en la Alta Edad Media bajo los auspicios de la Iglesia y fueron lugares de intenso debate e intercambio intelectual (...). El pensamiento económico, el Derecho Internacional, la ciencia, la vida universitaria, la caridad, las ideas religiosas, el arte y la moral constituyen los cimientos de una civilización; y en Occidente, todo ello surgió del núcleo de la Iglesia católica"



Un cristiano jamás tiene miedo del progreso. El auténtico progreso no nos separa de Dios. Más bien es lo contrario. La existencia de Dios puede ser demostrada por la recta razón, si no existe mala voluntad en el corazón del hombre que razona. En cambio, nadie ha demostrado nunca (y repito: ¡nadie!) la no existencia de Dios. Quien diga lo contrario miente como un bellaco. Por eso, los adelantos de la técnica, como todo lo que suponga un mayor y mejor conocimiento de la realidad son siempre bienvenidos, porque son un acercamiento a la verdad ... [¡a Dios, en definitiva!] según decía Jesús: "todo el que es de la verdad escucha mi voz" (Jn 18, 37). El conocimiento de las cosas haciendo un uso recto de la razón, que conduce a la ciencia y a la técnica, cualquier actividad que suponga una mejor comprensión de la realidad, todo ello puede y debe llevar al hombre hasta Dios. La ciencia, en sí misma, no aparta al hombre de Dios: por eso nos encontramos con científicos creyentes y científicos que no lo son. Pero lo que tiene que quedar claro es que el hecho de que un científico sea creyente o ateo no tiene a la ciencia como causa, sino que se debe a una opción personal que el tal científico ha realizado (bien a favor o bien en contra de Dios); y esto vale para cualquiera, sea o no científico. 


Ciencia y Religión no sólo no están reñidas, sino que se armonizan en la consecución del mismo fin que es el conocimiento de la realidad; esto es, la posesión de la verdad por parte del hombre ... No tiene absolutamente ningún sentido que la Iglesia se arrodille o se incline ante el mundo, porque es en el seno de la verdadera Iglesia de Cristo donde se halla el máximo progreso posible, tanto a nivel personal como a nivel social




Cuando se conoce "algo" de Jesús, aunque sea un "poquito" -y si se ama la verdad- se llega al convencimiento inequívoco de que en Él la humanidad ha llegado a su plenitud, a su perfección máxima. Claro está que estamos hablando del Jesús real (y no del inventado por los hombres), el que es perfecto hombre [es un hombre igual que nosotros, además de ser Dios: dos naturalezas, la humana y la divina unidas en una sola Persona divina, el Hijo: misterio insondable de la unión hipostática que se da en Jesucristo] y hombre perfecto, Aquél que más ha amado, que en esto consiste la máxima perfección y el verdadero progreso del hombre: en el amorentendido éste como tal y como Dios lo entiende, que es tal y como es realmente, a saber, como donación de la propia vida, pues "nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Jesús dio su vida por amor a nosotros, a todos y a cada uno. Dado que en Jesús la humanidad llegó a su máxima perfección el hombre se perfeccionará y progresará en tanto en cuanto se asemeje a Jesús y se identifique con Él

El hombre tiende a actualizar sus potencialidades y a dar de sí todo lo que le sea posible. Esto, que es lo propio de cualquier persona, lo es aún más de un cristiano, y de una manera muy especial, pues "cada cual recibirá la recompensa según su trabajo" (1Cor 3, 8); o lo que es igual, según su amor, manifestado en el trabajo.  [Se puede leer, a este respecto, la parábola de los talentos en Mt 25, 14-30)]. El cristiano debe hacer rendir sus talentos al máximo y dar cuenta a Dios de todo lo que haya hecho con su vida, por sí mismo y por los demás, tal como nos dice el apóstol Pedro: "Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones recibidos" (1 Pet 4, 10).


(Continuará) 

viernes, 6 de marzo de 2015

Cuidado con los falsos profetas (16) [Tentaciones (3ª) Diablo]


En la tarea de destrucción de la Religión Católica, el mundo lleva ya empeñado bastantes siglos, aunque nunca acaba de lograrlo; pero de dos siglos atrás, más o menos, este empeño se ha ido radicalizando cada vez más, de modo sistemático, debido -sobre todo- a la influencia de las filosofías idealistas, encarnadas particularmente en Kant (época de la Ilustración) y en Hegel. Como consecuencia lógica llegó, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, el pensamiento modernista,  el cual ataca  toda idea de sobrenaturalidad; y éste es el que domina hoy prácticamente toda la sociedad actual. Fue condenado de modo solemne por San Pío X en su encíclica Pascendi, y definido como la suma de todas las herejías. La gran desgracia es que, al día de hoy, gran parte de la Jerarquía de la Iglesia está imbuida de ideas modernistas. En este sentido se podría decir, sin temor a equivocarnos, que la situación actual por la que atraviesa la Iglesia es la más grave de su historia, desde que fue fundada por Jesucristo, hace ya veinte siglos.


No cabe duda de que en todo este intento de aniquilación de la Iglesia hay ocultas poderosas influencias masónicas. No obstante, si vamos a la raíz del problema, que es lo que realmente importa, debemos de tener muy claro que "nuestra lucha no es contra la sangre o la carne, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos que están por las regiones aéreas"(Ef 6, 12).  En la homilía que pronunció el papa Pablo VI el 29 de Junio de 1972 -una fecha posterior a la celebración del Concilio Vaticano II-  dijo que "a través de una grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios" ; y añadía, un poco más adelante: "Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia. Por el contrario, ha venido un día de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre y se siente fatiga en dar la alegría de la fe". Pues bien: estas palabras (que entonces eran ciertas) poseen hoy una mayor credibilidad, hasta el punto de que, en la actualidad, sería más apropiado decir -en mi opinión- que es el mismo Satanás (y no sólo su humo) el que -de alguna manera- se ha infiltrado en el seno de la misma Jerarquía Eclesiástica.  



También las palabras del Señor: "Os envío como ovejas en medio de lobos" (Mt 10, 16) poseen hoy una actualidad aún mayor que cuando fueron pronunciadas, al añadirse ahora la dificultad -y no pequeña-  de saber discernir entre los buenos y los malos pastores, pues tanto unos como otros están  "sentados en la cátedra de Moisés" (Mt 23, 2). Contra los malos pastores ya nos previno Jesús: "Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mt 7, 15). Y, además, acto seguido, nos dio la receta infalible para diferenciar entre unos y otros"Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 16). Y san Pablo, en su carta a los colosenses, nos advierte, con gran seriedad: "Mirad que nadie os atrape por medio de vanas filosofías y falacias, según la tradición de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo" (Col 2, 8). Estamos, pues, avisados, tanto del problema como de su solución.

Es evidente que el Mensaje evangélico debe adaptarse a las diferentes épocas, ..., pero siempre permaneciendo íntegro. Habría que usar -si se quiere- palabras más inteligibles, de modo que la gente llegue a conocer y a querer a Jesús con más facilidad : ¡eso no se discute ni está en tela de juicio, porque es de sentido común! ... pero lo que jamás puede hacer la Iglesia es cambiar la Doctrina recibida de su Fundador. En este sentido, que es el correcto, hay que decir que es el mundo el que tiene que adaptarse a la Iglesia y no al revés. El mundo necesita conocer a Jesucristo; además, convirtiéndose a Él dejaría de ser "mundo"; y podría salvarse.


Por si hubiera todavía alguna duda hay un mandato expreso del Señor, en este sentido: "Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del  Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar TODO lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 19 - 20a).  ... De manera que no se puede alegar como excusa para realizar determinado tipo de cambios en la Iglesia que "se procede así por razones de tipo pastoral, para que sea mayor el número de personas que lleguen a Jesús": esta argumentación es una falaciaLa pastoral no se puede desligar nunca de la Doctrina; proceder de ese modo sería darle a la gente un Jesús inexistente e "inventado por el hombre", un Jesús que queda difuminado y desaparece, pues no es nada: es evidente que el tal Jesús no sería el verdadero, Aquél de quien se dice en la Biblia que "es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8).


Un cristiano no puede presentarse "acomplejado" ante el mundo, como si estuviera suplicando. Quien procediese de ese modo es que no conoce aún la profundidad y la grandeza de su fe. De ahí la enorme importancia de que, quien evangeliza enseñe bien la Doctrina de Jesús, la que ha recibido y se encuentra en las Escrituras, siempre rectamente interpretada por el Magisterio de la Iglesia. No se puede enseñar a la gente cualquier doctrina y decirles que esa es la doctrina de Cristo. La gente se merece que se le diga la verdad acerca del cristianismo, porque la mayoría de los cristianos de hoy (entendiendo por tales "aquellos que han sido bautizados") no tiene un verdadero conocimiento de su propia Religión. Esto es muy preocupante. 
(Continuará)

jueves, 5 de marzo de 2015

Cuidado con los falsos profetas (15) [Tentaciones (3ª) Susto]

Lo más grave, con relación a esta tercera tentación, es que no sólo está afectando al mundo -que se ha vuelto de espaldas a Dios- sino también a la propia Iglesia. La relatamos aquí de nuevo:  

"Después lo condujo el Diablo a un lugar elevado, le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo: 'Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque me ha sido entregado y lo doy a quien quiero. Por tanto, si me adoras, todo será tuyo'. Jesús respondió: Escrito está: 'Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás' " (Lc 4, 5-8).

El "arrodillamiento de la Iglesia ante el mundo", una expresión que se debe al filósofo Jacques Maritain (y que usa en su libro El campesino del Garona, pags. 89 a 100, edición de 1967, hace ya casi cincuenta años) es de una actualidad impresionante. Se vuelve a hablar de "aggiornamento", o sea, de puesta al día: la Iglesia tiene que hacerse al mundo  moderno (¿?) para poder ser comprendida por él. Frente a este enfoque de la nueva pastoral nos encontramos con lo que decía el apóstol san Pablo: "¿Busco yo el aplauso de los hombres o de Dios? ¿O es que deseo agradar a los hombres? Si aún tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo" (Gal 1, 10). ¿Con qué nos quedamos? ¿Valen más los pensamientos de los hombres y la manera de pensar del mundo o las enseñanzas de Jesucristo, contenidas en las Escrituras, que son palabra de Dios? ¿Es que la Iglesia tiene que pensar igual que el mundo, siendo así que son esencialmente incompatibles? : "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia" (Jn 15, 19). Ésta es la condición normal para un cristiano: " Todos los que quieran vivir  piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" ( 2 Tim 3, 12). ¿Vale la pena adoptar los mismos criterios que el mundo si eso nos separa de Dios? ¿Dónde queda el progreso, rectamente entendido?  


Pondré un ejemplo que ilustre lo que quiero decir. Pensemos en la encuesta universal que se realizó a finales del año 2013, con vistas al primer Sínodo sobre la familia previsto para octubre de 2014, fecha en la que se celebró finalmente (pinchar aquíaquí  aquí ). El mero hecho de tal encuesta, en sí mismo, no sólo podría confundir al pueblo cristiano como -de hecho- así ha sucedido sino que, además, podría dar la sensación - aunque esto será negado- de que la Iglesia se estuviera planteando la posibilidad de cambiar su doctrina en algunos puntos, en función de los resultados que salieran de la encuesta ... De no ser así, ¿qué sentido tendría la encuesta? ... ¿Por qué realizar preguntas acerca de algo que se sabe, de antemano, que no se va a cambiar, pues no puede ser cambiado ... dado que la Iglesia no tiene potestad para realizar ningún tipo de cambios en la Doctrina recibida de Jesucristo? La misión de la Iglesia es la de mantener vivo el depósito de la fe que ha recibido y transmitirlo con fidelidad de generación en generación, pues la Verdad que transmite es siempre válida, independientemente del momento histórico en el que el hombre se encuentre.


[Se impone ser muy cautos porque, cuando llegue el momento, lo que se llamarán cambios pastorales -si tal ocurriera- es bastante más que probable que encubran, de manera muy sutil, pero real, cambios fundamentales en la Doctrina cristiana ... Si así ocurriera- Dios no lo quiera- ello podría traer, como consecuencia, un cisma en el seno de la Iglesia ... aunque, no sé por qué, me da la impresión -justificada- de que dicho cisma ya existe, de hecho. Léase, si no, el siguiente artículo, con las declaraciones del Cardenal Marx acerca del Sínodo de octubre de 2015] 


La Iglesia no es una institución humana más, comparable a otras, ni se regula conforme a la opinión mayoritaria de los miembros que la componen: su origen es divino y su estructura es Jerárquica ... No es una democracia.  Y si esto es así -como lo es- se hace muy difícil entender que, otra vez más, el papa Francisco haya enviado un nuevo cuestionario que aborda temas tales -entre otros- como la homosexualidad o la comunión para los divorciados vueltos a casar. Éstos serán debatidos en el próximo Sínodo de octubre de 2015. Y de nuevo la misma pregunta: ¿Tiene algún sentido debatir sobre algo que ya está definido doctrinalmente, que no depende del contexto histórico en que ocurrió y que, por lo tanto, no se puede cambiar? ¿Se podría debatir sobre si dos y dos son cuatro? La realización de estas encuestas es absurda y supone, en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo y de dinero innecesarios por más que, para justificarlas, se hable y se aduzcan razones pastorales, que son necesarias ante los nuevos retos que plantea el mundo actual, con problemas que antes no existían. 




Una pastoral católica que vaya contra el propio núcleo de la doctrina católica es una contradicción, un imposible metafísico.  No habría tal pastoral: lo que se dijera y nada serían la misma cosa, desde el punto de vista de Dios, que es el único que realmente cuenta. Oponerse a la ley de Dios, usando para ello el nombre de Dios, es una estafa al pueblo cristiano, un engaño; pues, en el fondo, lo que se pretende es sustituir la adoración de Dios por la adoración del hombre; de manera que, en adelante, ya no sea Dios, sino el hombre, el que haga y deshaga, el que decida lo que es bueno y lo que es malo: "Si me adoras, todo será tuyo" (Lc 4, 7). Se habría caído así en la peor de las tentaciones, que es la idolatría, la tentación diabólica por excelencia, aquélla en la que cayeron nuestros primeros padres: "Seréis como Dios" (Gen 3, 4). 


Esta sensación de libertad, de autonomía, es ficticia; tan solo pura soberbia y mentira radical. Se niega que el ser humano sea una criatura, un ser creado por Dios; a Dios se le considera como una amenaza para la libertad del hombre. Si Dios existe, el hombre es dependiente de Dios y de sus Leyes. Esto no lo puede consentir. De manera que se niega su existencia. De ese modo el hombre pasa a ser "independiente" y "autónomo". Ya no necesita de Dios y es él mismo quien se dicta sus propias leyes. El hombre se instala así en la mentira. Y se piensa libre. El engaño del Diablo ha surtido efecto porque, además, le ha hecho creer que tampoco existe lo que la gente llama el Diablo. Son quimeras propias de gente sin cultura e irracional. A este respecto aconsejo la lectura del libro: "Cartas del diablo a su sobrino", de C. S. Lewis. Es un libro de una finura exquisita, que no tiene desperdicio y nos lleva a conocer cómo es, en realidad, ese personaje al que llamamos Diablo, cuya mayor victoria (o una de sus mayores victorias) ha sido la de hacerle creer a la gente su no existencia. De ese modo, campa a sus anchas: la gente hace lo que el Diablo quiere que haga y todos piensan que son ellos los que lo hacen libremente, sin que haya nadie que se lo imponga ... cuando, en realidad, de verdad, son esclavos del Diablo, que es su señor, y a quien obedecen sin saberlo.


[No por ello dejan de ser responsables, pues han hecho su opción por la mentira desde el principio, negando a Dios, y se siguen manteniendo en ella, conscientes de la decisión que tomaron y de la que no se arrepienten]


La gran pena y la gran desgracia es que el Diablo se haya infiltrado también en la Iglesia, de manera que algunos de sus miembros aparecen como pastores cuando ya no lo son; son del mundo. Y como "buenos" hijos del Diablo saben disfrazar la mentira con astucia, y hacerla pasar como verdad ante el conjunto de la gente, revistiéndola con varias capas de humanidad y grandes dosis de "misericordina" y de comprensión para con todos. Así consiguen ser aceptados por el mundo, aunque para ello hayan tenido que renegar de Dios y engañar a los fieles que les han sido encomendados.


Como digo, "arrodillamiento ante el mundo" y aceptación de sus ideas como propias para ser así oídos por este mundo, diciendo a la gente lo que la gente quiere oír: todo pura farsa, montaje y mentira, ..., como si el hombre, centrado en sí mismo y egoísta, fuese capaz de ser más comprensivo y más misericordioso que el propio Dios: "Ellos son del mundo. -decía Jesús- Por eso hablan cosas mundanas, y el mundo los escucha" (1 Jn 4, 5). Y al decir ellos Jesús se está refiriendo también a aquellos miembros de la Jerarquía Eclesiástica que han perdido la fe en lo sobrenatural y que, como consecuencia, están confundiendo y engañando al pueblo cristiano, no enseñándoles la sana Doctrina, sino prácticamente lo mismo que el mundo acepta como "normal", aunque ello se oponga a la Ley de Dios: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt 26, 31).


¿Por qué actúan así estos "pastores"? Pues muy sencillo: una vez que han renegado de su fe en Jesucristo, en quien ya no creen como verdadero Dios y como verdadero hombre, no son realmente pastores, sino falsos pastores y falsos profetas, a quienes no les importan las ovejas; y viven acomplejados ante un mundo - del que ellos mismos han pasado a forman parte, para no quedarse atrás-  y ante el que se inclinan y adoran como a su único dios (aunque no le llamen así), pues es a ese mundo al que sirven y al que quieren tener contento y no tenerlo como enemigo. En definitiva, sirven al Diablo, que es el "Príncipe de este mundo"(Jn 16, 11)

(Continuará)

viernes, 27 de febrero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (14) [Tentaciones (3ª) Apostasía]

Estábamos comentando que, ciertamente, todas las tentaciones son graves, si se cae en ellas, pues toda caída en tentación es pecado; y el pecado separa de Dios ... pero la tercera tentación -como decíamos- es especialmente grave, si se cae en ella, pues se trata, nada menos, que de la tentación de apostasía. 

La caída en esta tentación supone que Dios deja de ser el Supremo Bien para el hombre y es cambiado por otras cosas, a las que se da la máxima importancia. Y así, el mundo, con todos sus atractivos y riquezas, aparece ante el hombre como el "nuevo dios", como el único "dios", en realidad ... El auténtico Dios desaparece del horizonte del pensamiento del hombre, y todo queda reducido a este mundo, pues se considera que no hay otro. Y ya sólo queda, como la única realidad, el "comamos y bebamos que mañana moriremos" (1 Cor 15, 32). Todo lo demás son ilusiones. Y la muerte pone fin a todo. Es el final definitivo. ¿Qué sentido tiene pensar en lo sobrenatural? Ninguno.


Esta tercera tentación va directamente contra el primero y principal de los mandamientos de la Ley de Dios: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente" (Lc 10, 27). En lugar de colocar a Dios como el centro de la vida y de la existencia, el hombre es ahora el único que cuenta, el que decide todo, sin ningún tipo de sujeción o sometimiento a nadie. Y desde esa postura, pretende -incluso- cambiar las leyes de la naturaleza. 

Al asumir el hombre el papel de dios -un papel que no le corresponde, puesto que es una criatura-, se sitúa en la mentira, la cual defiende a capa y espada, como si fuera la única verdad. A aquél que continúe creyendo en Dios se le perseguirá, porque estará actuando contra el Sistema, contra los valores del mundo, que son los únicos reales, a saber:  la exaltación del propio yo, el poder, la riqueza, las cosas, la fama, la consideración de los demás, etc... El nuevo y único ídolo es ahora el "dios" dinero, ante el que todos tendrán que inclinarse. Porque este "dios" es el que proporcionará al hombre todas las satisfacciones que éste sea capaz de imaginar ... ¡Y si no fuera así, ...,  y la realidad lo desmintiera, ..., pues peor para la realidad!,  como diría Lenin. 


¿Por qué será que ha aumentado de modo tan desorbitado el número de suicidios  en el mundo y esto, además, tiene lugar de modo que el mayor número de suicidios se da, en general, cuanto más "civilizada" es la sociedad. La razón habría que buscarla, tal vez, en que en una sociedad hedonista, individualista y egoísta, como es la nuestra, caracterizada por su relativismo moral y su antropocentrismo (lo centra todo en el hombre y en su bienestar material), es lógico que aparezca pronto el vacío existencial y la carencia de sentido de la vida; lo cual pretende llenarse acudiendo a sucedáneos como el alcohol, el sexo y las drogas, entre otros, que -como sabemos- producen el efecto contrario al perseguido; es decir, se produce así en las personas un vacío aún mayor, un vacío que se hace insoportable; generándose, además, una dependencia tan grande de esos productos, que se convierte en esclavitud. 

"Os lo aseguro: todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8, 34): esto son palabras de Jesucristo. Y se trata de una realidad que estamos viendo todas los días, en cualquier instante y lugar. 


Ni siquiera cosas que -en sí mismas- tienen una connotación positiva, como puede ser la escucha de una buena música, la visión de alguna película fuera de lo común, el contacto con la naturaleza, etc ... son capaces de llenar el corazón del hombre; eso sí: sirven de entretenimiento y distracción; y, además, se pueden transformar en moralmente buenas si, al ejecutarlas, no nos quedamos sólo en ellas -como si fuesen la única realidad existente- sino que las referimos a Dios, a modo de agradecimiento. Así se pone de manifiesto el carácter referencial de las cosas, que hace honor a la verdad, y no su carácter de finalidad, que hace de ellas un todo, que se persigue por sí mismo.  


Está claro que las cosas que son malas -en sí mismas- pues son "contra natura" (como en el caso del aborto y de la homosexualidad, por poner algún ejemplo); y que suponen una manifiesta perversidad, producen una penosa esclavitud en aquél que las pone por obra.  Y no puede ser de otro modo, pues el hombre, por más que se empeñe, es incapaz de transformar en bueno lo que es intrínsecamente malo; tampoco puede conseguir fabricar la felicidad conforme a las reglas que él elija.  La felicidad -la auténtica- está ligada a unas reglas que vienen dadas con la propia naturaleza


El hombre ha sido creado para amar y para ser amado. Y en la medida en la que actúe así será feliz. Y dejará de serlo en tanto en cuanto se aparte de esa regla fundamental, que es principio y fin de toda su existencia. Por eso, las personas que están más cerca de Dios, como es el caso de los santos, son las más felices.  Al fin y al cabo, el hombre fue creado "a imagen y semejanza de Dios" (Gen 1, 26) ...  y  "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8).




Tengamos presente, por otra parte, que la Creación es cosa de Dios y no del Diablo; éste no es ningún "dios" sino que es también una criatura de Dios; una criatura creada libre (un ángel) pero que usó de su libertad para rebelarse contra Dios (y se transformó en demonio; éste es, pues, un ángel caído). Relata la Biblia que después de crear Dios el mundo "vio que todo era muy bueno" (Gen 1,31). Pues bien: en ese "todo" estamos incluidos, de una manera especial, las personas humanas que, para Dios tenemos un valor infinito; y lo tenemos, no por nosotros mismos -lo que sería imposible- sino porque Él nos lo ha dado. Y nos lo ha dado porque así lo ha querido, libérrimamente.


Nuestro valor se debe a la íntima unión que tenemos con Jesucristo, conforme a la petición que Él hizo a su Padre en la oración sacerdotal de la Última Cena: "Que todos sean uno: como Tú, Padre, en Mí y Yo en Tí, que también ellos sean uno en Nosotros" (Jn 17, 21). En otro lugar del Nuevo Testamento también leemos: "¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?" (1Cor 6, 19). 


Porque así es: en Él somos uno: Él es la Cabeza y nosotros los miembros de ese Cuerpo Místico de Jesucristo, que es la Iglesia: "Vosotros sois Cuerpo de Cristo y miembros cada uno por su parte" (1 Cor 12, 27). "Somos para Dios el buen olor de Cristo" (2 Cor 2, 15). ¿A qué más podemos aspirar? Nuestro valor infinito ante Dios procede del hecho de estar unidos íntimamente, por la gracia, con Jesucristo, Nuestro Señor: "Ved qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, y que lo seamos" (1 Jn 3, 1). Somos verdaderamente hijos de Dios, hijos en el Hijo, pero realmente hijos. Y esto es pura gracia y puro Don, aunque sólo se da a aquellos que optan por Jesucristo, pues el Amor es algo a lo que nadie puede ser obligado. Dignidad infinita, pues, la del hombre, a la cual ha sido elevado por Puro Amor de Dios, sin mérito alguno de nuestra parte. 

De ahí la respuesta de Jesús al Diablo: "Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás" (Lc 4, 5-8). Frente a la dignidad infinita que Dios nos ha concedido, hay muchos hombres que prefieren rebajarse a sí mismos a niveles peores que los de las bestias quienes, al fin y al cabo, son seres irracionales. Se prefieren a sí mismos y a las cosas, en lugar de optar por Dios. La soberbia les lleva a la desobediencia y a la maldad; e instalándose en la mentira y en la esclavitud consideran que están en la verdad y que son libres (engañándose a sí mismos). Las consecuencias de esta actitud del hombre con relación a Dios las estamos viendo: basta mirar el mundo en el que vivimos ...; y esto no ha hecho más que empezar. El rechazo y el alejamiento de Dios, la sustitución de la Religión de Dios por la "religión del hombre" está conduciendo a éste a su autodestrucción como persona.


Si Dios no existe todo está permitido, decía Fédor Dostoiesky; la única ley que impera es la ley del más fuerte. (¡Estamos volviendo atrás!). Todos desean tener más y más, y cada vez más; y no por ello son más felices (¡y lo saben!); al contrario, cada día que pasa están más vacíos y más desesperanzados. Y todo ello porque han hecho su opción por la mentira, han hecho del dinero, de las cosas y de las riquezas (del "tener", en definitiva) lo único importante; lo cual los sitúa en la mayor de las falsedades. 


Es el "ser" y no el "tener" lo que nos puede dar la felicidad. Y nosotros "somos" (somos realmente nosotros mismos) sólo en Dios. Si algo "tenemos", lo primero de todo es ser conscientes de que lo hemos recibido; y lo segundo, ser conscientes -también- de que lo recibido no es para que nos lo quedemos nosotros de modo egoísta sino para ofrecérselo a Él, por amor: un dar-recibir entre Dios y cada uno de nosotros que puede hacer de la vida una maravillosa aventura. En expresión de san Agustín "nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Dios", pues hemos sido creados con ansias de infinitud. Ninguna cosa puede colmarnos que no sea Jesús. 



(Continuará)

El aborto, la eternidad de España y VOX (Pío Moa)



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González Quirós, uno de los dirigentes de VOX, considera el aborto moralmente un crimen, pero, señala, ahí se produce una colisión de dos derechos y hay casos en los que el aborto está justificado. Además, el orden político y el orden moral son diferentes. La ley tiene que hacerse por el consenso de la sociedad, y solo el 0,7% de la población, según encuestas del CIS, estima importante la cuestión del aborto
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Haré algunas observaciones:

Es obvio que hay casos en que el aborto está justificado, como hay casos en que matar está justificado. Sin embargo no me parece buena argumentación el resto.

La cuestión está en definir qué casos son esos. Y la definición no puede hacerse desde “la colisión de dos derechos”, que es como lo plantean los abortistas: el derecho a la conservación de la vida chocando con el “derecho” a disponer del propio cuerpo, valorado este como prioritario, y la vida en gestación como una especie de tumor en el cuerpo materno. Quizá González Quirós no quiso decir eso, pero al hablar de colisión de derechos lo da a entender.

El orden político es también un orden moral, aunque con sus particularidades y exigencias, pues de otro modo la vida política derivaría al maquiavelismo. Es un problema casi eterno del pensamiento político, que no debe darse por resuelto. De todas formas, si el aborto es un crimen, la ley y el consenso deben abordarlo como tal.

No es del todo cierto que la política, en este caso la ley, deba hacerse siempre por consenso social. Los consensos se hacen entre los partidos, y la opinión pública predominante en una sociedad cambia considerablemente de un tiempo a otro, generalmente a partir de consensos entre políticos y por el influjo o manipulación de los medios de masas. Un partido debe defender principios claros y solo a partir de una defensa hábil de ellos puede establecer consensos razonables. Pues muchos consensos no lo son.

Por lo tanto, si el aborto es moralmente un crimen, como dice González Quirós, debe resultar muy preocupante que solo un 0,7% de la sociedad lo considere una cuestión importante (quizá considera más importante las andanzas de Belén Esteban, por ejemplo. Por lo menos les presta mucha más atención). Se trata así de un "consenso social" perverso, nacido de consensos políticos. Porque ello sugiere que la sociedad española está profundamente desmoralizada, con muy escasa sensibilidad moral. Una degradación muy alarmante, que debiera hacerse un gran esfuerzo por remediar, en lugar de resignarse a ella con fatalismo. También en la Alemania hitleriana la sociedad llegó a dar poca importancia a cuestiones que la tenían moralmente y debían tenerla políticamente.

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No sé si interpreto fielmente el pensamiento de González Quirós, pues la suya fue una intervención improvisada y breve, que dificulta perfilar bien las ideas. Pero espero que, tal como han sido expuestas, no sean adoptadas por VOX. Este partido recién nacido, en el que tengo esperanzas, se encuentra con serios problemas derivados del silenciamiento que le hacen los grandes partidos y sus medios, y del hecho real de una sociedad largo tiempo sometida a la “cultura” del embuste, en la que parece que solo calan mensajes triviales o tramposos, algo que no puede remediarse de pronto ni a gritos.


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Otro punto me ha alarmado en González Quirós: "España no es una realidad eterna, platónica", afirma. A él le gustaría que durase todavía algo más que él mismo, pero, bueno, alguna vez España será una parte de otra cosa y eso es un proceso al que no tenemos derecho a detener, porque el "proyecto europeo tiene sentido”. 
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Veamos: 

a. España no es eterna. Obvio. Ninguna cosa creada lo es. Tampoco el señor González Quirós, y seguramente no le gustará que con tal "argumento" alguien quisiera quitarle la vida, por la violencia o de forma suave. Me da la impresión de que en el caso de España no le parece mal liquidarla, ya que no es eterna.

b. España siempre ha sido parte de otra cosa: de Europa occidental, del mundo hispanoamericano, del mundo en general. Nueva obviedad. La cuestión es de qué modo y en qué circunstancias forma parte.

c. Lo que evidentemente quiere decir González es que España debe aceptar una eutanasia que cree dulce, renunciando a su soberanía en la UE (“Europa”, dice) Y que no tenemos derecho a oponernos a ello porque el proyecto “europeo” tiene sentido (implícitamente, el proyecto español, la soberanía española, no lo tendría)

d. El señor González Quirós debiera saber que no existe un proyecto europeo, sino europeísta: básicamente, crear una especie de nuevo imperio con su nacionalismo peculiar que sustituyera a las culturas y naciones y hasta idiomas históricamente formados. Un proyecto de tinte originariamente cristianodemócrata (al menos respetaba las raíces cristianas) y actualmente socialdemócrata y directamente anticristiano. Es decir, un proyecto contra la cultura, las culturas y las naciones europeas, manejado, como es cada vez más el caso, por unas burocracias sin apenas representatividad real. 

A González Quirós le parece un proyecto con "sentido", a mí me parece nefasto y a la larga inviable. Y mi derecho a oponerme a él no es menor, creo que bastante mayor, que el suyo a apoyarlo. En cualquier caso, el modo acrítico, casi diríamos beato, con que González Quirós ensalza lo que llama "Europa" contrasta con su buena disposición a liquidar cuanto antes, diluyéndola en "Europa" a una España a la que, en definitiva, no encuentra sentido. De ese modo, ¿por qué oponerse a los separatismos? ¿Qué importa si España se disuelve en la UE entera o por partes?
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Creo que no es ésta la orientación predominante en VOX, un partido que me parece muy interesante; también es posible que yo esté exagerando. Me gustaría.

PÍO MOA

domingo, 22 de febrero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (13) [Tentaciones (3ª) Riquezas]

Aunque son muchas las tentaciones que padece hoy la Iglesia; y en las que -por desgracia- están cayendo muchos de sus miembros, incluidos también algunos Obispos y Cardenales, con lo que eso lleva de confusión para los fieles, a mi entender -aunque todas son graves- es la caída en la tercera tentación (Mt 4, 8-10) [o la segunda, según san Lucas] la más preocupante, dentro de la gravedad. Éste es el relato de san Lucas: "Después lo condujo el Diablo a un lugar elevado, le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo: 'Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque me ha sido entregado y lo doy a quien quiero. Por tanto, si me adoras, todo será tuyo'. Jesús respondió: Escrito está: 'Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás' " (Lc 4, 5-8). 

Nos encontramos ante una opción que todo ser humano debe de tomar. Nadie se puede escapar. Es preciso definirse: "No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Lc 16, 13). San Pablo decía que "la avaricia es la raíz de todos los males; y algunos llevados de ella se apartaron de la fe" (1 Tim 6, 10) ... "la avaricia es una idolatría" (Col 3, 5). "Estad atentos y guardaos de toda avaricia, pues aunque uno abunde en bienes, su vida no depende de aquello que posee" (Lc 12, 15).




Y debemos de ser conscientes de que nos jugamos mucho en esa decisión. En realidad, nos lo jugamos todo, por así decirlo, pues es nuestra salvación eterna la que está en juego. ¿A quién hacemos caso: a Dios o al Diablo? De nosotros depende. Y la elección no es fácil, pues cada vez son menos las personas que se mantienen fieles a Dios, manifestado en Jesucristo. Por otra parte, el ambiente es cada vez más hostil contra los cristianos (incluso en el seno de la misma Iglesia): "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt 26, 31). Encontrar buenos pastores se ha convertido en una tarea harto difícil. Lo habitual es dar con pastores que no son tales, en realidad, sino que son
falsos pastores asalariados. De ellos decía Jesús: "El asalariado, el que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa-, porque es asalariado y no le importan las ovejas" (Jn 10, 12-13).


Afortunadamente, tenemos las palabras de Nuestro Señor, quien dijo de Sí mismo: "Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas" (Jn 10, 11). Pero, ¿lo tenemos a Él, además de sus palabras? Porque es de todo punto imprescindible que lo encontremos, ya que sólo en Él está nuestra salvación y nuestra vida: 
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6). Para eso vino: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10b). Y es también la única puerta del redil de las ovejas. No hay otra puerta: "Yo soy la puerta; si alguno entra por Mí se salvará, y entrará y saldrá, y encontrará pastos" (Jn 10, 9). 


Pero claro: nosotros conocemos a través de los sentidos (vista, oído, gusto, tacto y olfato). Y a Jesús no podemos conocerlo de este modo, pues aunque está realmente con nosotros, con su 
Presencia Real en la Eucaristía; y de ello tenemos absoluta seguridad, a través de la fe, sin embargo, los accidentes del pan y del vino ocultan esa Presencia a nuestros sentidos. De ahí la necesidad vital que tenemos, los que somos cristianos por la gracia de Dios, de acudir a buenos pastores que nos hablen de Jesús y que nos conduzcan hasta Él. Dios se sirve de ellos para llegar a nosotros (supliendo así, en cierto modo, su ausencia sensorial). 


[Hay que decir, no obstante, que aunque viéramos a Jesús y lo viéramos hacer milagros e incluso resucitar muertos, ello no nos llevaría a creer en Él, sin más: "Aunque  había hecho tan grandes señales delante de ellos -dice san Juan- no creían en Él" (Jn 12, 37). Jesús se quejaba, con frecuencia, de la falta de fe de sus propios discípulos. Por ejemplo, cuando Pedro "comenzó a andar sobre las aguas hacia Jesús, al ver que el viento era muy fuerte se asustó y, al empezar a hundirse, gritó: '¡Señor, sálvame!'. Al instante le tendió Jesús la mano, lo sostuvo y le dijo: 'Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?' " (Mt 14, 30-31). Y así con infinidad de ejemplos. 

Es de destacar el hecho de que cuando Jesús resucitó y se apareció, por primera vez a sus discípulos, "Tomás, uno de los Doce, el apodado Dídimo, no estaba con ellos" (Jn 20, 24) y no vio a Jesús. Cuando se lo contaron no lo creyó. "Pasados ocho días, estaban otra vez dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Estando cerradas las puertas, se presentó Jesús en medio y dijo: 'La paz sea con vosotros' " (Jn 20, 26). Entonces entabló una conversación con Tomás, al cabo de la cual "respondió Tomás: '¡Señor mío y Dios mío!' Jesús le dijo: 'Porque me has visto has creído. ¡Bienaventurados los que sin ver creyeron!' " (Jn 20, 28-29). 

De manera que podemos, incluso, considerarnos más dichosos que los mismos apóstoles que vieron a Jesús. Y es que "sin fe es imposible agradarle, pues es preciso que quien se acerca a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan" (Heb 11, 6). Es más: "El justo vive de la fe" (Heb 10, 38). San Pedro, desde Roma, escribe en su primera carta a los fieles del Asia Menor (Ponto, Galacia, Capadocia, Bitinia) hablando de Jesucristo: "Al cual amáis sin haberlo visto; en quien ahora, sin verle, creéis y exultáis con un gozo inefable" (1 Pet 1, 8). 

Tampoco nosotros lo vemos, pero podemos llegar a conocer a Jesús y a amarle, a través de la fe, con un conocimiento más seguro que el que nos podrían proporcionar los sentidos. Somos realmente afortunados, pues poseemos el tesoro de la Iglesia, durante veinte siglos, con el testimonio y los escritos de algunos de sus santos que fueron declarados Doctores de la Iglesia, entre ellos san Agustín y santo Tomás, auténticas lumbreras y enamorados de Jesucristo. Esto no lo tuvieron los discípulos de Jesús. Podríamos decir que tenemos una cierta ventaja sobre ellos.] 

Pero, ¿cómo distinguir a un buen pastor de otro que no lo es, si ambos aparecen ante nosotros como pastores?. Carísimos, -decía san Juan- no creáis a cualquier espíritu, antes bien examinad si los espíritus son de Dios, porque se han presentado en el mundo muchos falsos profetas" (1 Jn 4, 1). Y continúa diciendo: "En esto conoceréis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiese que Jesucristo vino en carne, es de Dios; pero el espíritu que no confiese a Jesús, no es de Dios; ése es el Anticristo, el cual oísteis que viene, y ahora ya está en el mundo" (1 Jn 4, 2-3). El buen pastor entra por la puerta del redil y esa puerta es Jesús. No hay otro camino: Sólo "quien entra por la Puerta es pastor de las ovejas" (Jn 10, 2).  


[De modo que si alguno aparece ante nosotros como pastor o sacerdote, pero nos aconseja mal sobre temas acerca de los cuales la Iglesia se ha pronunciado siempre con toda claridad, bien sean de carácter dogmático como la presencia real de Cristo en la Eucaristía, la divinidad de Jesucristo, la virginidad de María, ..., o bien de carácter moral, como el caso de la licitud de los anticonceptivos, el divorcio, el aborto, el adulterio, la homosexualidad, etc, ..., entonces debemos de huir de él como de la peste, pues estamos en grave peligro de caer en la mentira y de llamar bueno a lo malo y viceversa. Y puesto que Él es la Verdad y toda mentira aleja de Dios, el que se deja engañar se hace igualmente mentiroso (y se aleja de Dios), como mentirosos son todos los que no piensan según Dios y hacen caso al Diablo, que es el padre de la mentira]. 


¿Y dónde buscar y encontrar a esos pastores? Como siempre y de nuevo, 
sólo nos quedan las palabras del Señor, que son las únicas de las que podemos fiarnos, sin temor a error: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; y el que busca halla, y al que llama se le abre" (Lc 11, 9-10). Aunque llegados a este punto, debemos de tener bien claro qué es, exactamente, lo que tenemos que pedir, ..., pues aunque recibiésemos todo cuanto pidiéramos, aun así, seguiríamos quedando insatisfechos: ¡que no nos quepa de ello la menor duda!. 


Y es que, además, no puede ser de otro modo, si es cierto -como lo es- aquello que dijo san Agustín: "Nos hiciste, Señor, para Tí; y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Tí". Hemos sido creados con afán de infinito; y sólo en Dios podemos saciar todas nuestras ansias. Lo demás, por bueno que sea, siempre acabará dejándonos vacíos, pues ninguna cosa finita puede llenar el corazón del hombre, creado por Dios con ansias de infinitud. Tal es nuestra naturaleza. 

Mientras es de día (el tiempo de nuestra vida) es preciso estar vigilantes"Velad y orad para no caer en tentación; pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mt 26, 41). Y sin temores de ningún tipo. Jesús jamás nos engaña; y fue Él quien dijo: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden? "  (Lc 11, 13). 


Eso es lo que tenemos que pedir: el Espíritu Santo [que es el Espíritu de Jesús, el Amor que mutuamente se profesan Padre e Hijo entre sí]. Así tendremos la seguridad, no sólo de conseguir lo que pedimos sino, sobre todo, de encontrarnos con el Único que puede llenar nuestro corazón: "Hasta ahora no habéis pedido nada en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa" (Jn 16, 24); lo cual ocurrirá ya, en esta vida, de modo perfecto (en cuanto al máximo posible de gozo) aunque incompleto (en cuanto que aún somos peregrinos en este mundo) ... puesto que junto al Espíritu de Dios -que es puro Amor- siempre va de la mano la Alegría (con mayúsculas). Y es que si poseemos -por gracia- el Espíritu Santo, es señal inequívoca de que estamos participando (y haciendo nuestra) la Vida de Aquél a quien amamos con todo el corazón y sobre todas las cosas, que es Jesús. ¿Y cabe mayor alegría que ésta, en este mundo y en el otro?

La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes santos que den un testimonio auténtico de Jesús entre los hombres, sacerdotes que aparezcan entre los hombres como "el mismo Cristo" y cumplan bien la misión que les ha sido encomendada, pues han sido "elegidos por Dios de entre los hombres y constituidos en favor de los hombres para las cosas relativas a Dios" (Heb 5, 1). Dios vino al mundo y se manifestó en su Hijo, Jesucristo, en un determinado momento histórico, hace dos mil años. Y fundó -además- su Iglesia, con una misión bien clara encomendada a sus apóstoles"Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 18-20a). "Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20b). 


Cristo se hace presente en sus sacerdotes: en la Jerarquía Eclesiástica, por una parte ( Papa, Cardenales y Obispos) y de un modo especial en los simples sacerdotes, en cuanto que son ellos los que mantienen una mayor cercanía con los cristianos de a pie. Sin sacerdotes, la Iglesia no podría subsistir

Se da el hecho, sin embargo, de que el número de sacerdotes va disminuyendo. Dios sigue llamando, pero la sociedad -que antes era cristiana- se ha vuelto pagana y son cada vez menos los que mantienen la fe, si es que llegaron a tenerla alguna vez. La educación que reciben hoy los niños es -por lo general- anticristiana; y lo mismo el ambiente que los rodea. Y -por las razones que sean- la educación que reciben los niños en sus familias deja mucho que desear, en términos generales. Ésta es una de las razones por las que los seminarios están casi vacíos.


Y -lo que es aún más grave-, no siempre la enseñanza que reciben los futuros sacerdotes es pasto bueno: "El humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia" -decía el papa Pablo VI hace cuarenta años. Hoy día ese humo se ha extendido demasiado; y nos encontramos con el hecho -no reconocido por todos, pero que está ahí para que lo vea el que quiera ver- el hecho -digo- de que la herejía modernista se ha infiltrado en la Iglesia; y esto a niveles de grandes e influyentes Jerarcas (aunque el pueblo llano no es consciente de lo que está ocurriendo). Como decía el papa San Pío X, "la herejía modernista es la suma de todas las herejías" y fue atacada, muy ardiente y con razones fundamentadas en su famosa Encíclica "Pascendi",  cuya lectura nos vendría muy bien y nos abriría un poco mas los ojos, si es que no los tenemos completamente cerrados.

En fin, lo cierto y verdad es que -debido a múltiples razones que aquí no vamos a analizar- el número de personas que desconocen a Jesucristo es inmenso. "La mies es mucha -decía Jesús-, pero los obreros pocos" (Mt 9, 37). ¿Y qué podemos hacer ante esta situación? Pues justamente lo que nos dijo Jesús que hiciéramos: "Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9, 38). La confianza en la Providencia es esencial en un cristiano. Dios no nos va a dejar solos jamás, si nosotros ponemos de nuestra parte. De ello podemos tener una seguridad absoluta. Ciertamente sufriremos, como no puede ser de otro modo: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" (2 Tim 3, 12), pero el sufrimiento no nos llevará a la desesperanza. Más bien al contrario, porque esos sufrimientos, compartidos con los del Señor (lo que será tanto más cierto cuanto mayor sea nuestra unión con Él en el Espíritu Santo) tienen un valor redentor, si tenemos en cuenta el Misterio del Cuerpo Místico de Cristo y de la comunión de los santos: Cristo mismo sufre en nosotros; nuestros sufrimientos son los suyos y los suyos son los nuestros.


Sólo así se pueden entender un poco esas palabras del apóstol san Pablo a los colosenses: "Ahora me alegro por vosotros y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo por su cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 24). Teniendo presentes estas palabras -u otras cualesquiera que leamos en el Evangelio- podemos estar tranquilos y vivir con alegría y sin temor alguno, en conformidad con lo que nos dice -una vez más- el autor de la carta a los hebreos: "No perdáis vuestra confianza, que tiene una gran recompensa" ( Heb 10, 35) 



(Continuará)