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lunes, 3 de noviembre de 2025

La verdadera fuerza motriz detrás de Fiducia supplicans




¿Cuánto tiempo permanecerán en la Iglesia los católicos bautizados y los conversos?

Una búsqueda en Internet ofrece una larga lista de conversos notables al catolicismo. Muchos de ellos han contado cómo encontraron en las enseñanzas de la Iglesia católica una representación más plena de la verdad que la que hallaron en otras denominaciones cristianas o religiones. Varios conversos, como el padre Richard John Neuhaus y el vicepresidente JD Vance —quien comparó el aborto con el sacrificio de niños—, atribuyen su conversión en parte a la firme postura provida de la Iglesia católica.

Varios ministros que se convirtieron y fueron ordenados sacerdotes católicos —a menudo con esposa e hijos— no quisieron permanecer en una denominación pro-LGBTQ en la que debían rendir cuentas a un obispo gay o lesbiana. Por desgracia, tras convertirse, muchos ministros descubrieron que ahora ejercen el ministerio en diócesis bajo la supervisión de obispos homosexuales que, como el cardenal de Chicago Blase Cupich, el cardenal de Washington Robert McElroy, el obispo electo de Albany Mark O’Connell y otros obispos “de armario”, no tienen reparo en dar la comunión a políticos proabortistas.

Cuando el papa León XIV no se pronunció contra la intención del cardenal Blase Cupich de Chicago de honrar al senador proabortista Dick Durbin; cuando reconfirmó discretamente al cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (dossier); cuando no abrogó Fiducia supplicans, que permite bendecir a parejas del mismo sexo, ni Traditionis custodes, que limita la misa tradicional en latín (TLM); y cuando no pidió perdón por la profanación de la basílica de San Pedro durante la peregrinación LGBTQ del 6 de septiembre de 2025 (antecedente), los conversos que habían valorado la adhesión de la Iglesia a las enseñanzas bíblicas provida y profamilia, y su negativa a adaptarse al zeitgeist, han empezado a cuestionar su conversión.

El problema es que, aunque las enseñanzas oficiales de la Iglesia sobre la inmoralidad y pecaminosidad del aborto y de la conducta homosexual no han cambiado —como sí ha ocurrido en la mayoría de las Iglesias protestantes históricas—, la praxis ministerial y la predicación del papa, así como de muchos obispos y sacerdotes, no parecen apoyar esas enseñanzas tradicionales. Esta percepción también quedó expresada en “The God of Dialogue Has No Creed” de Chris Jackson, quien escribió: «Las palabras permanecen en el pergamino, pero la práctica predica más alto. El papado moderno ha descubierto que no necesita revocar la doctrina; puede simplemente sobrevivirla».

La estrategia de Roma para subvertir la doctrina mediante la praxis, inadvertida para la mayoría de los católicos del Novus Ordo (NO) y de la misa tradicional (TLM), fue descubierta y expuesta por el académico de Cambridge y periodista de investigación afincado en Roma, el Dr. Jules Gomes. Él mostró cómo, aunque el papa León XIII declaró nulas e inválidas las órdenes anglicanas, León XIV y sus predecesores recientes han recurrido a gestos performativos para demostrar que no están de acuerdo con León XIII. En un artículo reciente titulado “Pope Leo’s Doublespeak on Whether Anglicans Have ‘Real’ Priests”, Gomes escribió con acierto:

«En 1966, Pablo VI tomó la mano derecha del arzobispo Michael Ramsey y colocó en el dedo del prelado anglicano su anillo episcopal de diamantes (contexto). Desde entonces, los papas han estado otorgando obsequios cargados de peso simbólico a los arzobispos de Canterbury. Juan Pablo II regaló una cruz pectoral al arzobispo Rowan Williams con motivo de su entronización. Juan Pablo II dio al arzobispo George Carey una copia del Codex Vaticanus del Nuevo Testamento. Francisco presentó un báculo al arzobispo Justin Welby, réplica del de san Gregorio Magno (el mismo Gregorio que envió a san Agustín de Canterbury como primer arzobispo a Inglaterra). Estos regalos van más allá de gestos diplomáticos; son semióticamente subversivos y actos de habla performativos (J. L. Austin). En primer lugar, su propósito es reconocer públicamente a los arzobispos de Canterbury como obispos válidos. En segundo lugar, están calibrados con astucia para defenestrar Apostolicae curae. El “teatro de guerrilla” (Amos Wilder) de los papas recientes ha sido un éxito rotundo. La bula de León XIII es ahora como un cañón sin balas. Los católicos tradicionalistas que quieren hacer retroceder el reloj pueden dispararla con pólvora, pero solo lograrán hacer fuertes explosiones sin balas para demoler el objetivo».

La mayoría de las Iglesias evangélicas, como aquellas que apoyaron a Charlie Kirk y su ministerio provida y profamilia, reconocen que la mayoría de gays y lesbianas creen que «los derechos LGBTQ y los derechos al aborto son inseparables». En consecuencia, estas Iglesias nunca bendecirían a parejas del mismo sexo ni permitirían que políticos proabortistas recibieran la sagrada comunión. En apoyo de las enseñanzas bíblicas, la Iglesia Luterana–Sínodo de Misuri, que cree en la Presencia Real de Cristo, negaría la comunión a un miembro si este, como Eduardo Peñalver, nuevo presidente de la Universidad de Georgetown, repudiara públicamente las enseñanzas de su Iglesia sobre la homosexualidad.

Lo que muchos no advierten es que la práctica de bendecir relaciones del mismo sexo no se originó en la comunidad LGBTQ. Los individuos y parejas gays, lesbianas y transgénero no estaban derribando las puertas de las rectorías y cancillerías católicas exigiendo que se bendijeran sus uniones. Fiducia supplicans fue concebida, más bien, por el papa Francisco, el cardenal “Tucho” Fernández y otros clérigos católicos “de armario” que querían que la comunidad católica aceptara la homosexualidad, como ya lo han hecho la mayoría de las Iglesias protestantes históricas. Para quienes llevamos décadas estudiando este asunto, como es mi caso, es evidente que este documento está impulsado por el deseo de clérigos católicos —ocultos y no ocultos— de obtener la aceptación por parte de los laicos de sus «relaciones» homosexuales clericales. Se ha pensado durante mucho tiempo, por ejemplo, que la jerarquía se niega a hablar con claridad llamando a los homosexuales a la conversión en materia de castidad por miedo a la feroz reacción del lobby LGBTQ —notoriamente agresivo— y a ser tildada de “homófoba”. En realidad, la razón del conspicuo silencio de la jerarquía es su propia conducta homosexual, que ahora desean solemnizar con una ceremonia eclesiástica espuria que equivale a buscar «una bendición para las ruedas pero no para la bicicleta».

Parece que Francisco y Fernández no anticiparon la fuerte reacción negativa del episcopado africano, similar a la de los líderes anglicanos africanos —incluida la Iglesia de Nigeria—, que rechazaron a la nueva arzobispa de Canterbury, Sarah Mullally, alegando diferencias teológicas, en particular sobre cuestiones como la ordenación de mujeres y las bendiciones de parejas del mismo sexo.

A diferencia del papa Francisco y del papa León XIV, ni el papa León X (1513–1521), que sufrió una fístula anal como resultado de demasiado sexo anal, ni Julio III (1540–1555), que compartía su lecho con Innocenzo Ciocchi del Monte —de 15 años—, a quien hizo cardenal a los 17, intentaron que los católicos aceptaran la conducta homosexual. León podrá afirmar que no está cambiando la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad, pero su negativa a laicizar a más de 160 obispos acusados de abusos sexuales y su falta de disciplina para con innumerables obispos culpables de encubrir abusos —principalmente contra varones jóvenes— llevan a concluir que está protegiendo a prelados homosexuales (incluidos muchos compatriotas que lo eligieron), igual que innumerables obispos homosexuales han estado encubriendo durante décadas a sus sacerdotes depredadores homosexuales. Sobre la magnitud del problema véase la lista global de obispos acusados.

Una razón por la que Francisco y León se han mostrado más vocales en su apoyo a los miembros de la comunidad LGBTQ es que, en este siglo —a diferencia del XVI—, la inmensa mayoría del clero católico sería homosexual; algunos hablan de “hasta un 80 %” (reseña del libro de Martel). Del mismo modo que cardenales, obispos y sacerdotes “de armario” que trabajan en la Curia romana fueron documentados frecuentando prostitutos en la zona de Roma Termini (ejemplo), también el clero homosexual católico de todo el mundo sigue los pasos de monseñor Jeffrey Burrill (caso) y de miles de clérigos sexualmente activos en Grindr (GrindrGate).

Con base en los nombramientos episcopales de León; su negativa a disciplinar a obispos culpables de abusos o de encubrirlos; sus represalias y el despido impugnado por Ricardo Coronado —el canonista que expuso su encubrimiento de abusos en su diócesis—; y varias otras acciones que no respaldan las enseñanzas de la Iglesia que llevaron a JD Vance y a otros a convertirse a la fe católica, uno no puede sino preguntarse si estos acontecimientos fueron vaticinados por el arzobispo Fulton Sheen cuando escribió:

«Como su religión será la hermandad del Hombre sin la paternidad de Dios, engañará incluso a los elegidos. Levantará una contriglesia que será el simio de la Iglesia, porque él, el Diablo, es el simio de Dios. Tendrá todas las notas y características de la Iglesia, pero al revés y vaciada de su contenido divino. Será un cuerpo místico del Anticristo que en todos los aspectos externos se parecerá al Cuerpo Místico de Cristo…»

El antiguo obispo anglicano de Rochester, Michael Nazir-Ali —convertido al catolicismo—, predijo recientemente que habrá una ola de conversiones anglicanas a la Iglesia católica por la elevación de Sarah Mullally a la sede de Canterbury. En su entrevista con OSV, Nazir-Ali ofrece generalidades vagas sin citar ni un solo nombre de clérigo anglicano que, según él, podría convertirse. Contrariamente a las especulaciones de Nazir-Ali, algunos clérigos anglicanos conversos con los que he hablado personalmente me han dicho que han regresado a la Comunión Anglicana Global precisamente porque León XIV no ha abrogado Fiducia supplicans, y la Iglesia de Roma se halla ahora en la misma situación que la Iglesia de Inglaterra en lo que respecta a las bendiciones de parejas homosexuales.

Si el papa León, prelados como el cardenal Cupich, sacerdotes como el padre James Martin y laicos como Eduardo Peñalver continúan defendiendo y proclamando impunemente posturas que no apoyan la doctrina católica fundada tanto en la Escritura como en la ley natural, cabe anticipar menos conversiones y más abandonos; quizá incluso de conversos como JD Vance, Candace Owens, Mark Wahlberg y otros.

Gene Thomas Gomulka —biografía— es defensor de víctimas de abusos sexuales, periodista de investigación, autor y guionista. Antiguo capitán (O6) capellán de la Marina de los EE. UU., profesor de seminario y director diocesano de Respeto a la Vida, Gomulka fue ordenado sacerdote para la diócesis de Altoona-Johnstown y posteriormente nombrado Prelado de Honor (Monseñor) por san Juan Pablo II.

LAS 7 LECCIONES EN ROMA DE LA 14ª PEREGRINACIÓN SUMMORUM PONTIFICUM “AD PETRI SEDEM” Y DEL ENCUENTRO DE LA PAX LITURGICA




El 24 de octubre de 2025, tuvo lugar el X Encuentro Pax Liturgica en el Augustinianum de Roma, como parte de la XIV Peregrinación Summorum Pontificum « ad Petri Sedem » . Desde 2011, estos eventos han reunido a fieles de todo el mundo que desean rendir homenaje al Papa Benedicto XVI, quien, tras tantos conflictos, inició la Paz Litúrgica con la publicación de su motu proprio Summorum Pontificum . Hoy presentamos siete lecciones que podemos extraer de este evento.

Lección n.º 1: Juventud y números

“ Las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas. ” Zacarías 8:5

De todas las ediciones de la Jornada de la Pax Liturgica y la peregrinación del Summorum Pontificum , los organizadores nunca se habían enfrentado a una multitud tan grande. Desde la Basílica de San Lorenzo in Lucina hasta la Basílica de San Pedro, muchos fieles tuvieron dificultades para abrirse paso entre la multitud y se vieron obligados a sentarse en el suelo. Las fotografías tomadas a lo largo de la Via della Concilazione durante la procesión del sábado 25 de octubre dan fe de la juventud de los asistentes. Si bien el corresponsal especial permanente de La Croix en Roma, Mikael Corre, habló de casi mil fieles (la policía italiana estimó el número de peregrinos en tres mil), no negó el aspecto juvenil de la multitud. Andrea Mattana, de 27 años, y Hélène Frelon y Pauline Phelippeau, veinteañeras, una familia de Lyon, entrevistadas por el diario francés, dan una clara idea de la edad promedio. Esto resultó aún más llamativo dado que el evento coincidió con el jubileo de los equipos sinodales, que se esforzaron por reunir a 2000 participantes, supuestamente de diócesis de todo el mundo, durante el mismo fin de semana. Cabe destacar, al observar las fotos del jubileo de los equipos sinodales, una edad promedio que oscilaba entre canas y calvicie. El análisis pastoral basado en estadísticas tiene sus limitaciones, lo reconocemos, pero debemos, sin embargo, desterrar la idea que a algunos les cuesta tanto abandonar: no, el mundo tradicionalista no es simplemente una colección de vestigios nostálgicos. Al contrario, un examen minucioso revela juventud y dinamismo.

Lección n.º 2: La dimensión internacional

« Vinieron de toda nación, tribu, pueblo y lengua, y se presentaron ante el trono y en la presencia del Cordero .» Apocalipsis 7:9

Las 27 asociaciones dedicadas a la defensa de la liturgia tradicional demuestran que el amor por el rito antiguo no conoce fronteras. Nada más lejos de la realidad que reducir el amor por la Misa de San Pío V a meras cuestiones francoamericanas. Durante esta 14ª peregrinación del Summorum Pontificum, marfileños, filipinos y brasileños se mezclaron con españoles, nigerianos y alemanes. Desde Sierra Leona y Polonia, desde el otro lado del Pacífico y la Bahía de Bengala, todos los continentes estuvieron representados, formando una auténtica unidad católica y ofreciendo un retrato genuino de la Tradición, intacta y libre de influencias extranjeras. Como dijo un participante: «¡ El latín nos une! ».

Lección n.° 3: El clero presente de nuevo

“ Yo entregué a los levitas como regalo a Aarón y a sus hijos para que realizaran el servicio del tabernáculo de reunión en nombre de los israelitas .” Números 8:19

Es preciso reconocer que un pontificado reemplaza a otro. Esto no implica que León XIV haya enterrado lo que Francisco pudo haber iniciado aquí o allá, en tal o cual área. Se recomienda cautela, y el experto vaticano Jean-Marie Guénois advierte a sus lectores que no saquen conclusiones precipitadas sobre la autorización de esta misa tradicional en la Basílica de San Pedro, en el altar de la Cátedra de San Pedro. Sin embargo, la mención hecha por el prestigioso Washington Post sugiere un espíritu de distensión. De hecho, el diario estadounidense recoge las palabras de uno de los maestros de ceremonias papales, Monseñor Marco Agostini: « El cardenal Burke sin duda tenía luz verde desde arriba: claramente, porque el Papa dijo: “Que lo hagan ”». Esta actitud de libre competencia ha animado legítimamente a muchos clérigos a rodear al cardenal Burke y asistir a la ceremonia. Si bien en los últimos años el número de clérigos había sido menor para evitar críticas o acusaciones difamatorias, el sábado pasado estuvieron presentes varios cientos.

Lección #4: La misa tradicional, un puente entre las diversidades eclesiales.

« Hay diversidad de dones, pero el mismo Espíritu los reparte. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de actividades, pero en todas ellas actúa el mismo Dios .» 1 Corintios 12:4-6

Si bien la polarización es precisamente el mal que se debe combatir, esta misa tradicional ofreció un soplo de aire fresco y caridad a todos los participantes. En primer lugar, entre las comunidades que celebran según la antigua liturgia. Al igual que en las misas pontificias celebradas durante la peregrinación de la cristiandad a Chartres, la Fraternidad de San Pedro, el Instituto de Cristo Rey y el Instituto del Buen Pastor, por nombrar solo algunas de estas congregaciones tradicionales, se unieron de corazón para acompañar al Cardenal Burke al altar. Pero, sobre todo, en la más alta jerarquía, cinco cardenales demostraron su entusiasta apoyo a la promoción de la misa de San Pío V con su presencia. El Cardenal Burke, como celebrante, por supuesto, pero también el Cardenal Zuppi, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, quien pontificó las Vísperas el viernes 24 de octubre. Jean-Marie Guénois no tardó en señalar que los abrazos públicos y cordiales entre el cardenal italiano y su homólogo estadounidense indicaban un cambio de ambiente. Estos gestos de amistad del Arzobispo de Bolonia no fueron menos impresionantes que los que compartió con el propio León XIV cuatro días después, a los pies del Coliseo durante la clausura del Encuentro Internacional de Oración por la Paz. Otro prelado presente en la peregrinación fue el Cardenal Brandmüller, tan alegre y atento como siempre, quien, a pesar de sus problemas de salud, estaba decidido a asistir a la Misa en la Basílica de San Pedro en Roma. El Cardenal Sarah, por su parte, había asistido al coloquio Pax Liturgica el día anterior , en particular para escuchar la conferencia sobre la peregrinación Feiz e Breizh . Su presencia demostró así su interés por toda la labor que se realiza para promover el desarrollo de la liturgia tradicional en todo el mundo. Finalmente, el cardenal Simoni, un albanés de 97 años que recibió el birrete cardenalicio de manos del papa Francisco en 2016 y que fue condenado a muerte bajo el régimen soviético en 1963 —condena que finalmente se conmutó por casi 20 años de trabajos forzados—, impresionó profundamente a los presentes al recitar la oración de liberación a San Miguel en el corazón de la Basílica de San Pedro en Roma. ¡Un momento conmovedor, de esos que solo se viven en ocasiones como esta!

Lección n.º 5: Una investigación encubierta

« No difundirás falsos rumores. No te unirás a los impíos para dar falso testimonio. No seguirás a la multitud para hacer el mal; con tu testimonio no pervertirás la justicia. » Éxodo 23:1-3

Durante las reuniones de Pax Liturgica , fue imposible no retomar la noticia bomba que sacudió Roma en el primer trimestre de 2025: la filtración de información que muchos ya anticipaban —la encuesta a obispos de todo el mundo sobre Summorum Pontificum , cuyos resultados debían justificar la publicación de Traditionis Custodes en 2021—, que supuestamente había sido falsificada. Lejos de ser una teoría conspirativa, Diane Montagna, con pruebas que la respaldaban, abordó las ambigüedades en las conclusiones de la encuesta. De los 3.000 obispos de todo el mundo, 2.000 respondieron, y la mayoría de ellos expresó claramente la observación de una pacificación litúrgica como resultado de las reformas emprendidas por Benedicto XVI.

Lección nº 6: El momento culminante de la Misa en la Basílica de San Pedro.

« Cuando se vistió con sus ropas de gloria y se adornó con su perfecto esplendor, ascendiendo al altar santo, llenó el santuario de gloria .» Eclesiástico 50:11

¡Un verdadero paraíso terrenal! Innumerables son los testimonios de quienes asistieron a esta misa pontificia celebrada según el antiguo rito de la Iglesia. Todos quedaron asombrados, impresionados, conmovidos o profundamente conmovidos. Los presentes y los turistas, instintivamente, bajaron la voz, y muchos se unieron a la solemnidad de la ceremonia. Las voces del coro de la Basílica Romana de Santa María de los Mártires, la maestría del maestro de ceremonias, el canto gregoriano y la profunda introspección del rito contribuyeron a ello. El personal de seguridad de la basílica, aunque inicialmente desbordado por la inesperada multitud, demostró una dedicación ejemplar. El cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la Basílica de San Pedro, se esmeró en la organización de la peregrinación y se regocijó por el regreso de la antigua liturgia a la catedral. Sin duda, las gracias divinas concedidas durante esta ceremonia serán significativas para el futuro.

Lección #7: Summorum Pontificum , un referente en materia de concordia.

« Orad por la paz de Jerusalén: “¡Paz a los que te aman!” ¡Que haya paz dentro de tus murallas y seguridad en tus palacios! » Salmo 122:6-7

Durante el sermón del Cardenal Burke, publicado en nuestra carta n.º 1293, su voz serena transmitía una suave determinación de hacer justicia a los beneficios espirituales de la liturgia tridentina. No hubo exigencias ni críticas mordaces, solo la celebración de una Misa centenaria que alimenta las almas. Un párrafo, entre otros, habrá llamado la atención de los presentes: « Teniendo el privilegio de participar hoy en el Santo Sacrificio de la Misa, no podemos evitar pensar en los fieles que, a lo largo de los siglos cristianos, se han encontrado con Nuestro Señor y han profundizado en su vida en Él, gracias a esta venerable forma del Rito Romano. Muchos se han sentido inspirados a practicar una santidad heroica, incluso hasta el martirio. Quienes tenemos edad suficiente para haber crecido adorando a Dios según el rito antiguo no podemos evitar reflexionar sobre cómo esto nos ha inspirado a mantener la mirada fija en Jesús, especialmente al responder a nuestra vocación en la vida». Finalmente, no podemos dejar de dar gracias a Dios por cómo esta venerable forma del Rito Romano ha conducido a la fe y profundizado la vida espiritual de tantos que han descubierto por primera vez su incomparable belleza, gracias a la disciplina establecida en Summorum Pontificum. Damos gracias a Dios porque, a través de Summorum Pontificum, toda la Iglesia llega a comprender y amar cada vez más profundamente el gran don de la sagrada liturgia, tal como nos ha sido transmitida, en línea ininterrumpida, por la Sagrada Tradición, por los Apóstoles y sus sucesores. Mediante la sagrada liturgia, nuestra adoración a Dios «en espíritu y en verdad», Nuestro Señor está con nosotros de la manera más perfecta en esta tierra. Es la expresión más excelsa de nuestra vida en Él. Testigos hoy de la gran belleza del rito de la Misa, dejémonos inspirar y fortalecer para reflejar esta belleza en la bondad de nuestra vida diaria bajo la maternal protección de Nuestra Señora. "Sí, dejarnos transformar por la rectitud doctrinal y el océano de sacralidad que ofrece la liturgia tridentina, eso es lo que, en caridad, podemos desear para nuestro prójimo."

domingo, 2 de noviembre de 2025

TRIBUNA: Carta abierta a León XIV a propósito de la celebración del 60° aniversario de la declaración conciliar Nostra Aetate



Santidad,

Como la lectura de su mensaje en la audiencia general celebrada a propósito de la celebración del sexagésimo aniversario de la declaración conciliar Nostra Aetate me ha producido sinceramente honda inquietud, paso a exponer, al hilo de sus mismas palabras, que pongo en cursiva, los interrogantes y reflexiones que se me han ido suscitando.

En el centro de nuestra reflexión de hoy, en esta Audiencia General dedicada al diálogo interreligioso, deseo poner las palabras del Señor Jesús a la samaritana: “Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad” (Jn 4,24).

¿Se puede adorar realmente a Dios en religiones que no han sido fundadas por el que es su Verdad, ni son guiadas por su Espíritu?

Este encuentro revela la esencia del diálogo religioso auténtico: un intercambio que se establece cuando las personas se abren unas a otras con sinceridad, escucha atenta y enriquecimiento recíproco. Es un diálogo nacido de la sed: la sed de Dios en el corazón humano y la sed humana de Dios.

¿Acaso toda religión es capaz de colmar la sed de Dios, que anida en el corazón humano?

En el pozo de Sicar, Jesús supera las barreras de cultura, género y religión, invitando a la samaritana a una nueva comprensión del culto, que no se limita a un lugar particular, sino que se realiza en espíritu y en verdad.

¿Acaso Jesús vino, en vez de a fundar la única iglesia capaz de, administrando la gracia redentora, dar culto en espíritu y verdad, a declarar que todas las religiones sin barrera de ningún tipo son válidas para ello?; ciertamente Jesús superó las barreras de cultura y sexo, presentando una propuesta que acababa con los límites entre pueblos y con las preeminencias entre sexos; pero ¿cómo se puede decir que superó asimismo las barreras religiosas, si él no vino a establecer algo que rebasara el ámbito religioso, sino la verdadera religión que lo cumpliera plenamente?; tanto es así que su mensaje es estrictamente religioso, que el primer paso ineludible, para aceptarlo, no es otro que la conversión, que supone la transformación religiosa del hombre, estableciendo, por una parte, la prioridad de lo religioso sobre todo lo demás, y, por otra, la ruptura con cualquier otro lazo religioso, lo que hace incompatible la opción por Cristo con cualquier otra adhesión religiosa, que vendría a ser una idolatría y una apostasía.

Este momento recoge el mismo sentido del diálogo interreligioso: descubrir la presencia de Dios más allá de toda frontera y la invitación a buscarle con reverencia y humildad.

¿Acaso, más allá de toda frontera, cualquier religión puede ofrecer realmente la presencia de Dios?, ¿y se puede buscar a Dios, haciendo abstracción de una religión concreta?, lo que viene a significar la relativización de todas las religiones, incluida aquella de la que el mismo papa se presenta como cabeza, y cuyas abismales divergencias las convertiría a todas en impedimentos para una ensalzada unidad que no pasaría de indefinido sincretismo.

Este luminoso documento (Nostra aetate) nos enseña a encontrar a los seguidores de otras religiones no como extraños, sino como compañeros de camino en la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra común humanidad; y a discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación.

¿Acaso en todas las religiones se puede encontrar un camino hacia la verdad salvífica?; ¿acaso el hecho común de la naturaleza humana, que obviamente abarca a todos los hombres, está por encima de las diferencias religiosas, que, en el caso de la religión cristiana, tienen un evidente carácter sobrenatural?; entonces ¿lo sobrenatural es accesorio y aun negativo frente a la igualdad de naturaleza?, ¿y no supone eso relativizar y hasta banalizar la esencia sobrenatural del cristianismo?; además ¿acaso todas las religiones permiten igualmente una búsqueda sincera de la verdad religiosa, reflejando el único misterio divino?, ¿y cómo se dice que este misterio abarca toda la creación, como si estuviera contenido en la misma?; ¿no habrá, más bien, que decir que el misterio divino supera infinitamente, que eso es trascender, toda la creación, para que se pueda mantener diáfanamente la eminencia de Dios sobre todas sus obras?, ¿y resulta que ese misterio divino trascendente va a poder ser reflejado y expresado adecuadamente por todas las religiones, cuando sólo una: la católica, posee el conjunto de toda la revelación sobrenatural: Escrituras y Tradición eclesial?, ¿o resulta que ahora la revelación sobrenatural es secundaria frente a la unidad de la naturaleza humana?, que ciertamente podrá ser portadora de la revelación natural, pero sin que se deba desconocer que tal naturaleza quedó profundamente dañada por el pecado original, lo que, como hasta aquí enseñaba el magisterio, hace imposible al hombre, privado de la ayuda de la gracia, discernir sin error, y alcanzar el camino hacia la salvación; además ¿cómo esa gracia puede actuar desde las distintas religiones, si sólo la iglesia católica puede ser su auténtico canal?, tal como se afirma en la tesis de que fuera de la iglesia católica, denominada así “sacramento universal de salvación”, en cuanto unida a Cristo como su cabeza y sacramento fontal, no hay salvación, ya que, si la iglesia no pidiera e intercediera por todos los hombres, ninguno se salvaría.

Incluso se podría profundizar todavía más, pues ¿cómo es posible tratar de cubrir con la deshilachada tela de la naturaleza humana dañada las radicales e incompatibles diferencias entre tantísimas religiones, cuyo mínimo común denominador queda reducido al carácter misterioso que todas se atribuyen, pero que llegan a entender de modo tan antagónico como inconmensurable entre sí? Hablar entonces de lazos comunes en medio de la absoluta disparidad entre las religiones existentes viene a ser una mentira tan sarcástica como la vulgar comparación entre un huevo y una castaña, cuando estos seres biológicos comparten, al menos, una forma más o menos esférica.

Ciertamente, pues nadie elige dónde nacer, se puede ser inculpablemente ignorante de la verdad salvífica de la iglesia católica; pero, en primer lugar, el juicio de tal situación corresponde a Dios, quien, queriendo, como dice el apóstol, que todos los hombres se salven, se encargará de que el sol salvífico de Cristo no deje sin iluminar de algún modo a ningún hombre que haya venido a este mundo; en segundo lugar, está también la norma moral que obliga a toda conciencia a formarse objetivamente según los medios con que cuente, y, en tercer lugar, tenemos la grave obligación que pesa sobre todos los seguidores de Jesús, de ser luz en medio del mundo, para extender el anuncio del evangelio, ya que la consecuencia inmediata de la consideración buenista de todas las religiones es la inutilidad total de algo tan intrínseco a la esencia de la iglesia, como es la misión evangelizadora; en efecto, si, como vino a afirmar Francisco en Indonesia, todas las religiones no son más que los distintos idiomas para comunicarnos con Dios, y los diversos caminos que a éste nos conducen, ¿qué sentido tiene molestarse en molestar a los demás con las puñeteras exigencias evangélicas, si ya se dice que el cuerpo es un animal de costumbres, y así sería mejor dejar a cada cual, que a todo se acostumbra uno, tranquilo y a su aire, viviendo, como pez en el agua, en la religión que ha mamado?

No olvidemos que el primer impulso de Nostra Aetate fue hacia el mundo judío, con el cual san Juan XXIII quiso restablecer el vínculo originario. Por primera vez en la historia de la Iglesia se elaboró un texto que reconocía las raíces judías del cristianismo y repudiaba toda forma de antisemitismo.

Aun repudiando sinceramente toda forma de antisemitismo, ¿puede ignorarse la falsedad de la identificación del judaísmo actual, de raíces talmúdicas, sumamente ofensivas hacia el cristianismo, con el judaísmo veterotestamentario?, a lo que se añade que, como afirma rotundamente el apóstol, el verdadero Israel está formado por cuantos creen en Jesús, reconociéndolo como a mesías y único redentor.

El espíritu de Nostra Aetate sigue iluminando el camino de la Iglesia. Reconoce que todas las religiones pueden reflejar “un rayo de aquella verdad que ilumina a todos los hombres” y que buscan respuesta a los grandes misterios de la existencia humana.

Como ya enseñaron los padres de la iglesia, las semillas del Verbo pueden hallarse por doquier; pero ¿puede eso significar, de hecho, la normalización de todas las religiones?, lo que supondría negar el principio básico de que la iglesia católica es la única no ya sólo que posee la plenitud salvífica, sino también que ha sido querida realmente por Dios, como destinataria de su revelación y como canal exclusivo de toda la gracia ganada por Cristo, de modo que todo lo que de verdadero posean parcialmente las demás religiones, es lo que comparten y hasta han tomado de la iglesia católica.

El diálogo debe ser no solo intelectual, sino profundamente espiritual. La declaración invita a todos —obispos, clero, consagrados y laicos— a comprometerse sinceramente en el diálogo y la colaboración, reconociendo y promoviendo todo lo que es bueno, verdadero y santo en las tradiciones de los demás.

¿Puede establecerse un diálogo realmente sincero y productivo que, a la vez que reconoce lo verdadero y lo bueno, no señale también lo erróneo y lo desafortunado? Es evidente que, según el principio de no contradicción, los opuestos no pueden ser, a la vez, verdaderos, ¿y entonces se podrá pasar por alto el fundamento mismo de toda lógica y así de toda racionalidad, para lograr imponer la verdad y bondad, amalgamadas, de la enorme diversidad religiosa?; ¿cómo no darse cuenta de que, eliminando la racionalidad, se dinamita precisamente el único puente que podría facilitar el diálogo interreligioso?, el cual necesariamente, para ser serio, debe internarse en las procelosas aguas del debate, ¿o ahora será que, enarbolando la bandera de la verdad, se llega al colmo de desestimar todo lo que huela a apologética?, ¿y qué verdad queda, en realidad, cuando se ha eliminado el sentido que le da la unidad, descoyuntada entre la caótica y amorfa variedad?, ya que efectivamente, cuando todo se considera verdad, nada termina siendo verdad, sino que todo acaba despedazado por el voraz relativismo, cuya primera víctima es la misma verdad. Lo peor para el caso es que sin verdad no hay ni Dios verdadero ni religión verdadera, y el tan cacareado diálogo interreligioso viene a derivar en un diálogo de besugos, que encierra en una jaula de grillos.

En un mundo marcado por la movilidad y la diversidad, Nostra Aetate nos recuerda que el diálogo verdadero hunde sus raíces en el amor, fundamento de la paz, la justicia y la reconciliación.

Como, fuera de la verdad, no hay amor verdadero, y éste no es otro que el sobrenatural que define a Dios mismo, tal como ha sido revelado por Cristo, ¿cabe un auténtico amor fuera de la fe en esa revelación?, ¿o equipararemos el amor cristiano, que brota de Dios mismo, con lo que cada cual pueda entender por amor, que es la palabra mas polisémica?

Debemos ser vigilantes frente al abuso del nombre de Dios, de la religión y del mismo diálogo, y ante los peligros del fundamentalismo y del extremismo.

Si en el paroxismo del relativismo ya no hay nada verdadero, ¿qué es todo uso del nombre de Dios sino un abuso lingüístico, carente de toda referencia no ya sólo real sino meramente portadora de sentido?, ¿y en qué deviene toda religión sino en un mero juego de palabras, cuya pretensión de realidad, más allá del imaginario cultural colectivo, también sería un completo abuso?; ¿qué moral, tan necesaria para la convivencia interpersonal y social, se podría entonces levantar sobre arenas tan movedizas?; en suma, disuelta toda posible racionalidad, ¿qué freno queda ya al extremismo fundamentalista y fanático, si la única que puede iluminar a la voluntad, para que, a su vez, embride la ciega impetuosidad de los sentimientos, es la razón?

Nuestras religiones enseñan que la paz comienza en el corazón del hombre. Por eso la religión puede desempeñar un papel fundamental: debemos devolver la esperanza a nuestras vidas, familias, comunidades y naciones. Esa esperanza se apoya en nuestras convicciones religiosas y en la certeza de que un mundo nuevo es posible.

¿De qué sirven enseñanzas que son radicalmente relativas?, ¿y qué sentido tiene apelar a las mismas en nombre de la paz y del corazón del hombre, si estas mismas nociones divergen profundamente en cada religión? ¿Cómo se habla de esperanza común entre las religiones, si toda esperanza se funda en la fe, y ésta es justamente la que distingue cada religión, de modo que tanta divergencia habrá entre las distintas esperanzas, cuanta sea la de la fe de la que dimane cada una?Más grave, empero, es que esa equiparación de esperanzas diluye no sólo la sobrenaturalidad de la cristiana, sino también la trascendencia de su objetivo, como se ve en el hecho de la reducción a la pura inmanencia de este mundo, como si la religión fuera una mera herramienta al servicio de esta vida terrenal, al estilo de la medicina o la política. Concebir la religión como un ideario político que podría llegar a convivir con otros dentro del marco de un cierto consenso fundamental, es olvidar precisamente el carácter de sustrato radical que posee toda religión, y que la convierte en una auténtica cosmovisión, incompatible, por definición, con cualquier otra, toda vez que la primera pretensión de cualquier religión es la del monopolio no ya de la fuerza ni de un territorio sino de algo tan elemental como la verdad y la bondad; ahora bien, una cosa es abogar por un diálogo civilizado entre las religiones, que siempre será mejor que la imposición por la fuerza bruta, y otra, reducirlo todo al diálogo por sí mismo, que así queda vaciado de todo contenido, y sólo consigue desactivar todas las religiones, despojadas de su doctrina, que es su razón de ser; sin embargo, el diálogo no puede ser un fin en sí mismo, sino que debe ser un instrumento para la verdad, igual que el camino no tiene más sentido que conducir a la meta, la cual desaparece, relativizada, cuando el anterior es absolutizado, como ocurre en la nueva iglesia sinodal, que lo convierte en un mero recorrido circular en que hasta queda eclipsado el maquiavelismo, pues no es ya que el fin justifique los medios, sino que éstos llegan a suplantar a aquél.

Por último, no puedo sino lamentar, desolado, que la iglesia se encuentre ahora mismo en la tormenta perfecta: atacada no sólo por los enemigos externos, sino también masacrada por los internos, y desde un doble fuego cruzado: el de los que la empujan, para prostituirla ante el mundo, y el de los que la acusan de haberse ya irreparablemente prostituido con el mundo; así, en suma, todos vienen en tropel, y generando una indescriptible confusión, a destruir y negar la esencia misma de la iglesia como cuerpo social visible que recorre toda la historia en evolución orgánica, sin cortar las raíces que lo unen al que es su cabeza, y sin obstruir la savia que recibe del que es su alma; por eso frente a todos aquellos es perentorio salvaguardar la identidad de la única iglesia católica reconocible históricamente, y el único modo reside en la llamada por Benedicto XVI “hermenéutica de la continuidad”, imposibilitada, empero, tanto por los que rechazan el concilio Vaticano II, como por los que, dando la razón a los anteriores, lo utilizan como coartada para la consumación de la ruptura doctrinal efectiva.

Por: Francisco José Vegara Cerezo - sacerdote de Orihuela-Alicante

Padre Alfonso Gálvez. La gravedad de la infiltración de la democracia en la Iglesia



DURACIÓN 41 MINUTOS

sábado, 1 de noviembre de 2025

San John Henry Newman, Doctor de la Iglesia




En la Solemnidad de Todos los Santos, y al cierre del Jubileo del Mundo de la Educación, el Papa León XIV proclamó a San John Henry Newman Doctor de la Iglesia. En una homilía centrada en la dignidad humana y la misión educativa de la Iglesia, el Pontífice presentó al cardenal inglés como una luz para los tiempos de incertidumbre y oscuridad.

Una proclamación con sentido profético

En una Plaza de San Pedro colmada de fieles, el Papa León XIV elevó a Newman al rango de Doctor de la Iglesia Universal, el número 38 en la historia. La ceremonia coincidió con la clausura del Jubileo del Mundo de la Educación, dedicado a la reflexión sobre el papel de la Iglesia en la formación integral de la persona.

“Newman nos enseña —dijo el Papa— que el conocimiento sin fe se vuelve estéril, y que la educación verdadera florece cuando está al servicio de la verdad y de la santidad.”

«Formar personas que brillen como estrellas»

En su homilía, León XIV destacó que la educación cristiana no se mide por el éxito económico, sino por la capacidad de ayudar a cada persona a descubrir su vocación. “En el corazón del camino educativo —afirmó— no hay estadísticas, sino personas reales. Estamos llamados a formar personas para que brillen como estrellas en su plena dignidad.”

Nuevo Copatrono de la educación católica

Durante la Misa, el Papa anunció que San John Henry Newman será Copatrono de la misión educativa de la Iglesia, junto a Santo Tomás de Aquino. Ambos, dijo, representan la unión entre la razón que busca la verdad y la conciencia iluminada por la fe.

“Su figura será un faro para las nuevas generaciones que tienen sed de infinito y que, por el camino del estudio, buscan el rostro de Dios”, afirmó el Santo Padre.

Las universidades como laboratorios de profecía

León XIV describió la educación como “una semilla indispensable de esperanza”. “Cuando pienso en escuelas y universidades —añadió— las imagino como laboratorios de profecía, donde la esperanza se estudia, se discute y se alimenta.”

Pidió a los docentes que vivan su vocación con alegría, brillando “como estrellas en el mundo” a través de su servicio a la verdad y su entrega a los jóvenes, especialmente a los más pobres.

Contra la oscuridad del nihilismo

El Papa advirtió contra “la enfermedad más peligrosa de nuestro tiempo: el nihilismo, que amenaza con cancelar la esperanza”. Recordó el himno de Newman Lead, Kindly Light (“Guíame, Luz amable”), compuesto cuando aún era pastor anglicano, como símbolo de esa fe que ilumina incluso en la noche más oscura.

“La educación cristiana —dijo— consiste en aprender a seguir esa Luz amable, aun cuando no veamos todo el camino.”

Educar para la santidad

León XIV concluyó recordando que “educar, desde la mirada cristiana, es ayudar a cada persona a hacerse santa”. Citó a Benedicto XVI en la beatificación de Newman: “Lo que Dios quiere más que nada para cada uno de vosotros es que seáis santos”.

El Papa cerró su homilía evocando a San Agustín, tan admirado por Newman: “Somos condiscípulos con un solo Maestro; su escuela está en la tierra, pero su cátedra está en el cielo”.

El legado de un converso

San John Henry Newman (1801–1890) fue sacerdote, teólogo y cardenal inglés. Convertido del anglicanismo al catolicismo, dejó una profunda huella en la teología moderna con su pensamiento sobre la conciencia, la fe y la educación. Su proclamación como Doctor de la Iglesia por León XIV reconoce su influencia duradera y su ejemplo de fidelidad a la verdad.

«Guíame, Luz amable» resonó en el ofertorio de la Misa, como eco del espíritu de Newman y de la misión educativa de la Iglesia: conducir las almas hacia la luz de Cristo.



TRIBUNA: La Doctrina de la Iglesia, ¿evolución o desarrollo?





Por una católica (ex) perpleja

Con motivo de la proclamación de San John Henry Newman Doctor de la Iglesia por parte de León XIV, recordemos esta importantísima contribución suya a la comprensión del desarrollo doctrinal correctamente entendido, con el fin de superar la confusión modernista.

Nuestro contexto es el del desarrollo de la “iglesia sinodal”. En este marco, el domingo 27 de octubre de 2024 finalizó la segunda sesión de la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos. Infovaticana ofreció un interesante análisis al respecto del documento final del Sínodo, que reemplazó a la habitual exhortación apostólica postsinodal.

Como bien señaló el canal de Youtube La fe de la Iglesia analizando el citado artículo de InfoVaticana, el documento parece apuntar a una fundación eclesial cuando afirma que “una verdadera conversión hacia una Iglesia sinodal es indispensable para responder a las necesidades actuales”. Responder a la pregunta recurrente sobre qué es la sinodalidad parece una empresa vana: puesto que un sínodo es una reunión, la sinodalidad sería “el hecho de reunirse”; por tanto, sería una reunión sobre el hecho de reunirse. Lo que sí está claro es que, siendo el de “sinodalidad” un concepto vacío en sí, es preciso rellenarlo de contenido. Y en eso está la jerarquía eclesial: en dotar a esta iglesia sinodal de nuevos dogmas (ecologismo, fraternidad universal masónica, fomento de la invasión islámica y la sustitución poblacional) y pecados (contra la sinodalidad, contra la ecología, etc).

Una frase del documento llega a afirmar, para referirse a roles de liderazgo que considera que deberían desempeñar las mujeres en la Iglesia, que “no se podrá detener lo que viene del Espíritu Santo”. Del Espíritu de Dios, empero, del Espíritu Santo, ¿puede provenir algo que sea contrario a lo que contienen las fuentes de la Revelación, es decir, la Sagrada Escritura y la Tradición? Además de una miserable apelación a un espíritu que no es el de Dios, porque Él no se contradice, que vigilen estos innovadores vaticanos no estar incurriendo en pecado contra el mismo Espíritu, que no tiene perdón, como dijo Nuestro Señor. Porque resulta que los modernistas encaramados a la más alta jerarquía eclesiástica cometen un error propio de la herejía en la que han incurrido, y que es la confusión de la evolución con el desarrollo.

Han olvidado el principio de no contradicción del catolicismo: la Iglesia no se puede contradecir. Y han caído en el culto al progreso como algo positivo per se, refiriéndose continuamente a “las necesidades de los tiempos actuales” (¿recuerdan el “aggiornamento” del Concilio Vaticano II?), pensando que la doctrina católica puede “evolucionar” (cambiar) según los signos de los tiempos, aunque eso implique contradecir a lo que la Iglesia dijo con anterioridad.

Resulta por todo lo dicho dramático que el papa Francisco incurriese en el nefasto error de pensar que la doctrina no se desarrolla sin contradicción, sino que evoluciona con cambios. Es la consecuencia del pensamiento modernista que domina el actual razonamiento eclesial. En la consideración indistinta por parte del anterior Papa de los conceptos de progreso, evolución y desarrollo yace el origen del problema. Por eso creyó que podía inventar pecados nuevos y cambiar el Catecismo. En este sentido, pensemos en el cambio producido en el Catecismo sobre la pena de muerte: puesto que Francisco consideraba que la Iglesia ha tenido hasta ahora una visión equivocada del depósito de la fe como algo estático (como era habitual en él, creaba un problema que no existía – en este caso, la consideración de la doctrina como algo estático – para luego resolverlo de manera confusa y heterodoxa), argumentaba que “la Palabra de Dios no se puede conservar en naftalina como si se tratase de una vieja manta que debe protegerse de los parásitos. No. La Palabra de Dios es una realidad dinámica y viva que progresa y crece porque tiende hacia un cumplimiento que los hombres no pueden detener”. Por lo tanto – decía -, “la doctrina no puede preservarse sin progreso, ni puede estar atada a una lectura rígida e inmutable sin humillar la acción del Espíritu Santo”.

Este error en el pensamiento de Francisco – y por lo visto parece que de León XIV también: primero, cambio de mentalidades; luego, cambio de doctrina – no es nuevo. Alfred Loisy (1857 – 1940), principal representante del modernismo en tiempos de san Pío X, juzgaba necesaria una “adaptación del Evangelio a la condición cambiante de la humanidad”, y pretendía “el acuerdo del dogma y la ciencia, de la razón y la fe, de la Iglesia y la sociedad”. Esta “adaptación” y este “acuerdo” llevaban necesariamente, según Loisy – como indica Yves Chiron en su obra “Historia de los tradicionalistas”- al cuestionamiento de ciertos dogmas y a nuevas interpretaciones de las Sagradas Escrituras (p. 15).

Se observa claramente el error, al referirse Francisco al “progreso” de la Doctrina, y no a su desarrollo. En esta línea, su discurso era el de un continuo enfrentamiento entre lo que se hizo y dijo, que ya no es válido hoy, y las posturas contrarias desarrolladas, necesarias para que la Iglesia viva al ritmo del mundo y sus modas, aunque eso contradiga lo que dijo siempre. En definitiva, una hermenéutica de la discontinuidad o de la ruptura contra la que tanto luchó Benedicto XVI: una interpretación del Concilio Vaticano II y su fiel o abusiva implementación como un nuevo comienzo de la Iglesia. Una discontinuidad que Francisco parecía haberse propuesto convertir en ruptura y reinicio con esta especie de Concilio camuflado que es el sínodo de la sinodalidad.

Sin embargo, es necesario insistir en que la doctrina de la Iglesia no evoluciona a la manera en que plantean los modernistas, sino que se desarrolla, de la manera que puede desarrollarse un árbol desde una semilla: todo el árbol que llegaría a ser estaba ya contenido en la semilla, como brillantemente explicó el cardenal John Henry Newman. En su obra de 1845 “Un ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana”, Newman expone cómo el problema no es el hecho de que la doctrina se hubiera desarrollado a lo largo de los siglos – lo cual parecía innegable—, sino los criterios para el desarrollo. ¿Cómo se pueden distinguir los desarrollos que son auténticos de los que son falsos? En términos más explícitos, ¿cómo se puede distinguir la doctrina genuina de la herejía?

A este respecto, John Senior sintetizó de manera brillante la exposición de Newman en “La muerte de la cultura cristiana”, para el autor, “el evolucionismo religioso es confundido con frecuencia con la idea exactamente contraria de Newman acerca del desarrollo de la doctrina – en el cual toda la creación está para siempre contenida en su propio petardo. Evolución, dice Newman, no es desarrollo: en el desarrollo, lo que es dado una vez y para siempre al comienzo es meramente explicitado. Lo que fue dado de una vez y para siempre en la Escritura y la Tradición ha sido clarificado en generaciones sucesivas, pero sólo por adición, nunca por contradicción; por el contrario, la evolución funciona mediante la negación. Newman dedica un capítulo entero de su ´Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana´ a refutar la idea de que algo contrario al dogma o que no se encuentre en el consenso de los dogmas de los Padres pueda ser desarrollado alguna vez apropiadamente. Concebido positivamente, el desarrollo es radicalmente conservador, permitiendo sólo aquel cambio que ayude a la doctrina a seguir siendo verdadera al definir los errores que aparecen en cada edad”.

Lo que ocurre es que, como suele suceder, Francisco inventó que la Iglesia ha creído que la doctrina era estática, cuando resulta que el mismo Cristo dijo a los Apóstoles que el Espíritu Santo les ayudaría a comprender con el tiempo la verdad completa. Les ayudaría, y de hecho les ayudó, con el desarrollo de la doctrina, que no tiene nada que ver con un supuesto “progreso” o “evolución”. En un muy interesante artículo en InfoCatólica, Jorge Soley destacaba las siete notas que deben poseer los desarrollos auténticos de la doctrina según el cardenal Newman, en su obra citada, de las que carecen los que, aun presentándose como un mero desarrollo, no son más que corrupciones de la doctrina. De estas siete notas, me gustaría destacar aquí cuatro:

1) la continuidad de los principios: los principios son generales y permanentes, mientras que las doctrinas se relacionan con los hechos y crecen. Escribe Newman, “la continuidad o alteración de los principios sobre los que se ha desarrollado una idea es una segunda marca de distinción entre un desarrollo fiel y una corrupción”.

2) la sucesión lógica: Un proceso de desarrollo auténtico sigue las reglas de la lógica: “la analogía, la naturaleza del caso, la probabilidad antecedente, la aplicación de los principios, la congruencia, la oportunidad, son algunos de los métodos de prueba por los que el desarrollo se transmite de mente a mente y se establece en la fe de la comunidad”. Lo que le hace decir a Newman que una doctrina será un desarrollo verdadero y no una corrupción, en proporción a cómo parezca ser el resultado lógico de su enseñanza original.

3) la Acción conservadora de su pasado: escribe Newman que, “así como los desarrollos que están precedidos por indicaciones claras tienen una presunción justa a su favor, así también los que contradicen e invierten el curso de la doctrina que se ha desarrollado antes que ellos y en la cual tuvieron su origen son ciertamente corrupciones”. Si un desarrollo contradice la doctrina anterior está claro que no es desarrollo, sino corrupción. En este importante punto, Newman aclara que “un desarrollo verdadero se puede describir como el que conserva la trayectoria de los desarrollos antecedentes… es una adición que ilustra y no oscurece, que corrobora y no corrige el cuerpo de pensamiento del que procede”.

4) El “vigor perenne”: “la corrupción no puede permanecer mucho tiempo y la duración constituye una prueba más de un desarrollo verdadero”. Resulta interesante otro comentario que Newman desliza aquí y en el que se nos muestra como un fino observador: “la trayectoria de las herejías siempre es corta, es un estado intermedio entre vida y muerte, o lo que es como la muerte. O si no acaba en la muerte, se divide en alguna trayectoria nueva y tal vez opuesta que se extiende sin pretender estar unida a ella… mientras que la corrupción se distingue de la decadencia por su acción enérgica, se distingue de un desarrollo por su carácter transitorio”.

El desarrollo, pues, es conservador; no es rupturista ni innovador. La Iglesia afirma que la Revelación acabó en la era apostólica, con la muerte del último apóstol. Lo que se ha desarrollado – de manera orgánica y sin contradicciones – es la comprensión y exposición de la misma. Sin embargo, si la doctrina cristiana o católica progresara, tal como la entendía Francisco, en contradicción con postulados de tiempos anteriores al nuestro, eso significaría que la Iglesia erró al predicar que la Revelación se había terminado con la muerte del último apóstol y que, en realidad, la doctrina estaría incompleta y necesitaría ser completada. Se observa perfectamente el catastrófico error epistemológico, la ignorancia de la lógica católica y la intoxicación modernista. Si hablamos de desarrollo quiere decir que toda la doctrina está ahí, y lo que se hace es des-enrollarla, descubrirla, conocerla, abrirla. El desarrollo no añade nada nuevo, sino que descubre lo escondido; mientras que el progreso es todo lo contrario: un salto y, por lo tanto, algo nuevo. Dicho de otra manera: progreso es discontinuidad y desarrollo es continuidad. La doctrina de la Iglesia se desarrolla; no evoluciona. Por tanto, estemos atentos: allí donde haya contradicciones no existe un sano desarrollo doctrinal, sino corrupción y error.

Debido a la utilización manipulada que el progresismo en el Concilio Vaticano II hizo de la figura del Cardenal Newman, Peter Kwasniewski ha realizado aclaraciones muy necesarias sobre él tras el anuncio de León XIV de su proclamación como Doctor de la Iglesia. Aclaraciones que el bloguero Wanderer tradujo al español en un extenso artículo presentado en tres partes que recomiendo leer, en la que Kwasnieweski comenta cómo “es irónico que se mencione a Newman junto a los defensores de las tendencias reformistas de la Iglesia moderna, cuando —al menos en cuestiones relativas a la teología fundamental, la moral cristiana y la liturgia sagrada— arguyó enérgica y constantemente a lo largo de su carrera contra el racionalismo, el emocionalismo, el liberalismo y la «tinkeritis» litúrgica, es decir, la creencia de que podemos construir un culto mejor si modificamos lo suficiente lo que hemos heredado.

En el ámbito de la liturgia en particular, se opuso firmemente a las modificaciones y modernizaciones rituales destinadas a «encontrar a las personas donde están» o a «adaptarse a la mentalidad actual» (como dijo Pablo VI en su Constitución Apostólica del 3 de abril de 1969, que promulgaba el Novus Ordo).

Newman no era solo antiliberal (lo dice expresamente de sí mismo, y más de una vez); no era sólo un conservador que detestaba los planes revolucionarios. Era lo que hoy se llama un tradicionalista en materia dogmática y litúrgica, alguien que habría criticado duramente todo el proyecto conciliar, y sin duda la reforma litúrgica llevada a cabo en su nombre, por errónea y condenada al fracaso”.

¿Una Iglesia liberal o una Iglesia fiel? | Actualidad Comentada (31-10-2025) | P. Santiago Martín FM




DURACIÓN 15:31 MNUTOS

¿QUÉ PASA EN LA IGLESIA? #91 PADRE JORGE GONZÁLEZ GUADALIX



PA


DURACIÓN 33:35 MINUTOS

NO ESTÁ TAN CLARO LO DEL CAMBIO CLIMÁTICO



DURACIÓN 4:08 MINUTOS

miércoles, 29 de octubre de 2025

El futuro del Opus Dei tras las Reformas de Francisco y León XIV con el sacerdote Enrique Cases

INFOVATICANA



DURACIÓN 52:44 MINUTOS



Un sacerdote del Opus Dei admite que el motu proprio del Papa “les fastidió”, pero dice que “Dios quiere el Opus Dei” y que “la forma jurídica da igual”

El sacerdote Enrique Cases, numerario del Opus Dei desde hace más de sesenta años y doctor en Derecho Canónico, ha concedido una entrevista a Marcos Vera para Tekton en la que intenta refutar la información publicada por InfoVaticana sobre el futuro de la prelatura. Sin embargo, sus propias palabras confirman, punto por punto, el diagnóstico de este medio: el Opus Dei se considera una obra divina al margen de cualquier forma jurídica, autoridad eclesiástica o reforma pontificia.

Cases, que asegura haber conocido personalmente a san Josemaría Escrivá, afirma que el motu proprio de Francisco —redactado por el cardenal jesuita Gianfranco Ghirlanda— “no nos gustó” y “fastidió un poco”, porque “se hizo desde una mentalidad jerarcológica” y “no entiende la misión de los laicos”. “No estoy contento”, reconoce, “porque no comprenden nuestro carisma”. Pero a continuación deja claro que la prelatura no depende de esa decisión del Papa, ni de su sucesor León XIV, porque —dice textualmente— “lo importante es que Dios quiere que el Opus Dei exista” y que “esto no es un montaje humano, sino una cosa que Dios hizo ver” a Escrivá en 1928.

El sacerdote llega incluso a decir que, aunque se cambie la figura jurídica, “eso no cambia nada”, porque “la vestimenta jurídica es lo de menos” y “nosotros seguiremos haciendo lo mismo”. En su opinión, el Opus Dei es “una misión divina que no se puede abolir”, y las reformas romanas “no afectan a lo esencial”.

Durante la entrevista, el presentador lee en voz alta la noticia de InfoVaticana titulada «El Opus Dei al borde de dejar de existir», y el sacerdote responde airado: “Eso dice InfoVaticana, y no es verdad”. Pero en el mismo diálogo admite que el Papa León XIV está llevando a cumplimiento la reforma iniciada por Francisco y que no ha leído aún el nuevo documento, limitándose a confiar en que “no abandonen a los laicos en manos de los lobos”.

«Dile al señor que ha escrito esto que se confiese de sus pecados. Porque dice muchos pecados, mentiras, calumnias…» llega a afirmar sobre mí el sacerdote, sin aportar un solo argumento que refute las informaciones de este medio.

En otro momento, el propio sacerdote confiesa con un tono de candidez que revela la contradicción central de toda la obra: “A mí me importa un bledo el Banco Popular, y no tengo ni un duro. Pero esto es un querer de Dios, no un montaje de un sacerdote jovencito”. La idea, repetida varias veces, es que la existencia del Opus Dei no depende del Derecho Canónico sino de una elección divina directa, incluso frente a la autoridad del Papa.

El resultado es que, intentando defender la obediencia y la ortodoxia, el sacerdote reproduce el argumento de fondo que InfoVaticana ha venido señalando en sus investigaciones: que el Opus Dei, tras el motu proprio y la pérdida de su estructura privilegiada, se refugia en una convicción casi mística de superioridad espiritual, según la cual ni las normas, ni los estatutos, ni la jerarquía eclesial alteran su misión.

El vídeo, disponible a continuación, es la mejor demostración de que el Opus Dei vive hoy una disonancia entre su retórica de obediencia y su autonomía práctica. Lo que Cases describe con serenidad teológica —que no hay Papa ni ropaje jurídico que importe un pimiento— es, en el fondo, el mismo diagnóstico que InfoVaticana ha documentado con escrituras, notas simples y estatutos: una institución que ya no pertenece jurídicamente a la Iglesia, pero que sigue funcionando como si tuviera una misión divina por encima de ella.

Diego Lanzas | 29 octubre, 2025

martes, 28 de octubre de 2025

Cupich convierte la Misa en un proyecto social con ayuda de Vatican News




El cardenal Cupich ha vuelto a hablar, y como siempre, lo hace para explicar a los fieles que la liturgia no trata de Dios, sino de los pobres. Su comentario en Vatican News sobre la exhortación Dilexi te de León XIV es una demostración más de esa enfermedad moderna que convierte el altar en un escenario sociológico y la Eucaristía en un instrumento de ingeniería moral. Dice Cupich que el Concilio Vaticano II fue un “hito” en la comprensión del lugar de los pobres en la Iglesia, y que esa conciencia inspiró también la reforma litúrgica. Traducido: que la Misa debía dejar de parecer una adoración a Dios y pasar a ser una asamblea entre iguales.

Para él, la “noble sencillez” de Sacrosanctum Concilium consistía en desprenderse de los signos de trascendencia, de la lengua sagrada, del silencio, de la orientación al Señor. Todo eso le parece “espectáculo”, porque en el fondo no cree que en el altar ocurra nada. Y cuando uno deja de creer en la Presencia Real, no queda más que la coreografía. Si Cristo no está realmente ahí, si no hay sacrificio, si el altar no es Calvario, entonces la Misa se convierte en una reunión benéfica, un gesto simbólico, un “proyecto de solidaridad con la humanidad”, como él mismo dice.

Cupich habla de “purificar la liturgia de elementos espectaculares”. Pero lo que llama espectáculo es precisamente lo que la Iglesia siempre ha llamado adoración. La genuflexión, el incienso, el canto, el silencio: todo lo que apunta hacia Dios le resulta incómodo porque revela lo que él no soporta admitir, que la Misa es un acto divino, no humano. En su teología, los pobres desplazan a Cristo; en la de la Iglesia, los pobres son amados por Cristo. Es una diferencia de fe, no de sensibilidad.

Por eso insiste en que la liturgia debe ser “una escuela de paz” y “un proyecto de solidaridad”. No se da cuenta de que lo dice un obispo con chófer, rodeado de mármol y micrófonos, mientras desprecia la piedad silenciosa de los fieles que rezan el rosario y asisten al rito que él aboliría si pudiera. Su Iglesia de los pobres es la de los clérigos satisfechos que viven del sentimentalismo pastoral y de las subvenciones estatales.
No, Eminencia: la Misa no es una escuela de convivencia, ni un taller de justicia social. La Misa es el Sacrificio de Cristo, que se ofrece al Padre por la salvación del mundo. Y precisamente porque creemos en la Presencia Real, porque sabemos que ese Pan es Dios, los católicos pobres y ricos, sabios e ignorantes, nos arrodillamos ante Él. Si Cupich y los suyos no lo hacen, no es por humildad: es porque no creen que haya nadie ante quien arrodillarse.
La liturgia no se hizo para parecer simple, sino para ser sagrada. Y la pobreza que importa no es la sociológica, sino la de espíritu, la del publicano que no se atreve a levantar los ojos al cielo. Si Cupich de verdad creyera que Cristo está en el altar, no hablaría de “noble sencillez” sino de santo temor. Pero es más fácil hablar de los pobres que del Misterio.

Por eso su artículo no es una reflexión, sino una confesión involuntaria: la confesión de que ha perdido la fe en la Presencia Real. Los que sí creemos que el Cuerpo de Cristo está ahí, seguiremos adorando de rodillas, aunque a Cupich le parezca demasiado “espectacular”.

domingo, 26 de octubre de 2025

León XIV defiende la Iglesia sinodal “Ninguno posee la verdad toda entera”




En la Basílica de San Pedro, el Papa León XIV celebró el Jubileo de los equipos sinodales y de los órganos de participación con una homilía centrada en la comunión y el “caminar juntos”. Invitó a los fieles a superar “las lógicas del poder” y a redescubrir “las del amor”, afirmando que “nadie está llamado a mandar, todos lo son a servir”.

El Pontífice describió la sinodalidad como signo visible de la unión entre Dios y los hombres, recordando que las estructuras de participación deben reflejar fraternidad y servicio. Pero su reflexión dejó al descubierto una distancia creciente entre el discurso sinodal y la vida real de la Iglesia.
Una teología con omisiones inquietantes

Aunque la homilía mantiene una teología formalmente sólida, evita mencionar un punto esencial: la verdad no se busca desde cero, sino que ya ha sido revelada en el Evangelio y transmitida por la Tradición. Al afirmar que “ninguno posee la verdad toda entera, todos la debemos buscar con humildad, y juntos”, el mensaje omite que esa verdad ya tiene rostro y palabra: Cristo mismo, vivo en la fe de la Iglesia.

Esa omisión no es trivial. Si se desliga la búsqueda de la verdad de su anclaje en la Revelación, la sinodalidad corre el riesgo de parecer un proceso de consenso, más cercano al relativismo que al discernimiento cristiano. La verdadera humildad no consiste en reinventar lo que ya ha sido entregado, sino en recibirlo con fidelidad.
Un sinodalismo encerrado en sí mismo

Más allá del plano doctrinal, la homilía pasa por alto otra realidad: los equipos sinodales no han llegado a las parroquias ni a los jóvenes. En muchos lugares, se han convertido en círculos administrativos dependientes de las curias, alejados de la vida concreta de los fieles. Se habla mucho de “escucha”, pero esa escucha parece dirigida siempre a los mismos interlocutores, ignorando a una juventud que, lejos de huir, redescubre la fe a través de la liturgia y la tradición.

El resultado es una Iglesia que corre el riesgo de confundir apertura con dispersión, diálogo con indecisión. La homilía de León XIV refleja buena intención y sensibilidad pastoral, pero deja entrever una visión idealizada, más centrada en los procedimientos que en el fuego interior de la fe.


Texto completo de la homilía del Papa León XIV

JUBILEO DE LOS EQUIPOS SINODALES Y DE LOS ÓRGANOS DE PARTICIPACIÓN

SANTA MISA – HOMILÍA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Basílica de San Pedro
XXX domingo del Tiempo Ordinario, 26 de octubre de 2025

Hermanos y hermanas:

Al celebrar el Jubileo de los equipos sinodales y de los órganos de participación, se nos invita a contemplar y a redescubrir el misterio de la Iglesia, que no es una simple institución religiosa ni se identifica con las jerarquías o con sus estructuras. La Iglesia, en cambio, como nos lo ha recordado el Concilio Vaticano II, es el signo visible de la unión entre Dios y los hombres, de su proyecto de reunirnos a todos en una única familia de hermanos y hermanas y de hacer de nosotros su pueblo, un pueblo de hijos amados, todos unidos en el único abrazo de su amor.

Mirando el misterio de la comunión eclesial, generada y custodiada por el Espíritu Santo, podemos comprender también el significado de los equipos sinodales y de los órganos de participación. Estas estructuras expresan lo que ocurre en la Iglesia, donde las relaciones no responden a las lógicas del poder sino a las del amor. Las primeras —para recordar una admonición constante del Papa Francisco— son lógicas “mundanas”, mientras que en la comunidad cristiana el primado atañe a la vida espiritual, que nos hace descubrir que todos somos hijos de Dios, hermanos entre nosotros, llamados a servirnos los unos a los otros.

La regla suprema en la Iglesia es el amor. Nadie está llamado a mandar, todos lo son a servir; nadie debe imponer las propias ideas, todos deben escucharse recíprocamente; sin excluir a nadie, todos estamos llamados a participar; ninguno posee la verdad toda entera, todos la debemos buscar con humildad, y juntos.

Precisamente la palabra “juntos” expresa la llamada a la comunión en la Iglesia. El Papa Francisco nos lo ha recordado también en su último Mensaje de Cuaresma: «La vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios» (Mensaje de Cuaresma, 25 de febrero de 2025).

Caminar juntos. Aparentemente es lo que hacen los dos personajes de la parábola que hemos recién escuchado en el Evangelio. El fariseo y el publicano suben los dos al templo a orar, podríamos decir que “suben juntos” o de todas formas se encuentran juntos en el lugar sagrado; y sin embargo, están divididos y entre ellos no hay ninguna comunicación. Ambos recorren el mismo camino, pero su caminar no es un caminar juntos; ambos se encuentran en el templo, pero uno ocupa el primer lugar y el otro, el último; ambos rezan al Padre, pero sin ser hermanos y sin compartir nada.

Esto depende sobre todo de la actitud del fariseo. Su oración, aparentemente dirigida a Dios, es solamente un espejo en el que él se mira, se justifica y se elogia a sí mismo. Él «subió a orar, pero no quiso rogar a Dios, sino alabarse a sí mismo» (S. Agustín, Sermón 115,2), sintiéndose mejor que el otro, juzgándolo con desprecio y mirándolo con desdén. Está obsesionado con su ego y, de ese modo, termina por girar en torno a sí mismo sin tener una relación ni con Dios ni con los demás.

Hermanos y hermanas, esto puede suceder también en la comunidad cristiana. Sucede cuando el yo prevalece sobre el nosotros, generando personalismos que impiden relaciones auténticas y fraternas; cuando la pretensión de ser mejor que los demás, como hace el fariseo con el publicano, crea división y transforma la comunidad en un lugar crítico y excluyente; cuando se aprovecha del propio cargo para ejercitar el poder y ocupar espacios.

Es al publicano, en cambio, al que debemos mirar. Con su misma humildad, también en la Iglesia nos debemos reconocer todos necesitados de Dios y necesitados los unos de los otros, ejercitándonos en el amor mutuo, en la escucha recíproca, en la alegría de caminar juntos, sabiendo que «Cristo está con los que son humildes de corazón y no con los que se exaltan a sí mismos por encima de la grey» (S. Clemente de Roma, Carta a los corintios, c. XVI).

Los equipos sinodales y los organismos de participación son imagen de esa Iglesia que vive en la comunión. Y hoy quisiera invitarlos a que, en la escucha del Espíritu, en el diálogo, en la fraternidad y en la parresia, nos ayuden a comprender que, en la Iglesia, antes de cualquier diferencia, estamos llamados a caminar juntos en busca de Dios, para revestirnos de los sentimientos de Cristo; ayúdennos a ensanchar el espacio eclesial para que este sea colegial y acogedor.

Esto nos ayudará a afrontar con confianza y con espíritu renovado las tensiones que atraviesan la vida de la Iglesia —entre unidad y diversidad, tradición y novedad, autoridad y participación—, dejando que el Espíritu las transforme, para que no se conviertan en contraposiciones ideológicas y polarizaciones dañinas. No se trata de resolverlas reduciendo unas a otras, sino dejar que sean fecundadas por el Espíritu, para que se armonicen y orienten hacia un discernimiento común. Como equipos sinodales y miembros de organismos de participación saben ciertamente que el discernimiento eclesial requiere «libertad interior, humildad, oración, confianza mutua, apertura a las novedades y abandono a la voluntad de Dios. No es nunca la afirmación de un punto de vista personal o de grupo, ni se resuelve en la simple suma de opiniones individuales» (Documento final, 26 octubre 2024, n. 82). Ser Iglesia sinodal significa reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca juntos, dejándonos guiar por un corazón inquieto y enamorado del Amor.

Queridos hermanos y hermanas, debemos soñar y construir una Iglesia humilde. Un Iglesia que no se mantiene erguida como el fariseo, triunfante y llena de sí misma, sino que se abaja para lavar los pies de la humanidad; una Iglesia que no juzga como hace el fariseo con el publicano, sino que se convierte en un lugar acogedor para todos y para cada uno; una Iglesia que no se cierra en sí misma, sino que permanece a la escucha de Dios para poder, al mismo tiempo, escuchar a todos. Comprometámonos a construir una Iglesia totalmente sinodal, totalmente ministerial, totalmente atraída por Cristo y por lo tanto dedicada al servicio del mundo.

Sobre ustedes, sobre todos nosotros, sobre la Iglesia extendida por el mundo, invoco la intercesión de la Virgen María con las palabras del siervo de Dios don Tonino Bello: «Santa María, mujer afable, alimenta en nuestras Iglesias el anhelo de comunión. […] Ayúdala a superar las divisiones internas. Interviene cuando el demonio de la discordia serpentea en su seno. Apaga los focos de las facciones. Reconcilia las disputas mutuas. Atenúa sus rivalidades. Detenlas cuando decidan actuar por su cuenta, descuidando la convergencia en proyectos comunes» (Maria, Donna dei nostri giorni, Cinisello Balsamo 1993, 99).

Que el Señor nos conceda la gracia de permanecer enraizados en el amor de Dios para vivir en comunión entre nosotros. De ser, como Iglesia, testigos de unidad y de amor.