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lunes, 7 de enero de 2019

El Papa no puede propagar sus ideas privadas con respecto a las de la perenne verdad católica (Don Nicola Bux)

 

Lo que no dice la carta del papa Francisco a los obispos de EEUU (P. Santiago Martín)

Actualidad comentada

El video completo del padre Santiago, relativo a la carta del Papa a los obispos de EEUU, sobre el tema de la pederastia,  puede verse y escucharse pinchando aquí.

De dicho video he seleccionado sólo el fragmento que, a mi entender, es el más importante ... pues no es tanto lo que el Papa dice sino también lo que deja de decir. Este punto el padre Santiago no lo considera relevante, por aquello de que no se puede hablar de todo. Yo pienso que hay temas que no se pueden callar (o al menos hacer alusión a ellos) y por eso transcribo lo que el mismo padre Santiago dice sobre esto (desde el minuto 4:37 hasta el 4:54 del original). Que cada lector saque sus conclusiones.

Duración 1:18 minutos

El sonsonete (Fray Gerundio)



Lo malo del sonsonete, como su nombre indica, es que siempre está dale que dale. O sea, que no para. Es una especie de cantinela que en ocasiones puede resultar muy molesta, y que lleva consigo la reiteración en el tema de fondo. No son variaciones para un mismo tema, como hacían nuestros músicos clásicos. Es por el contrario un mismo tema sin variaciones. O mejor dicho, las variaciones son cada vez más escogidas y seleccionadas.
Viene esto a cuento, porque estoy convencido de que si un habitante de esta Madre Tierra y bendita Pachamama que nos ha tocado habitar, se fuera del planeta unos pocos meses, encontraría al volver los mismos sonsonetes y cantinelas, pero con un añadido especial, con ese toque de solera que da el paso del tiempo. En el caso de esta Iglesia bergogliana, la solera de cinco años le ha introducido añadidos tiránicos, malolientes, tramposos… y si se me permite decirlo, mientras me santiguo con agua bendita preconciliar, también añadidos diabólicos cocidos en salsa satánica. Nada de cocina minimalista.
Las noticias se suceden sin cesar. Y van apareciendo como un rosario de cerezas enredadas. A cualquier hora. En cualquier medio. 
Que si se les pega la patada a los –hasta hace poco- astros de la comunicación de Francisco, justo cuando tenían las uvas del 2018 en el galillo. Adiós Míster Greg.
 Que si se promueve al amiguete de turno, que si se le da un carguito al periodista pelotillero en un ritornelo (o ri-tornelli) de enchufados. 
Que si se le dice a la Curia que lleven cuidado con su alma (la de ellos, claro). Que si se envía una carta a los Obispos USA como si fueran chilenos, sacando el carnet de sucesor de Pedro pata negra –Ja, como si eso le preocupara-, que si se dice que la Virgen no era santa, sino aprendiza de ídem y poco a poco. 
Que si se prefiere que la gente no vaya a la iglesia y sean ateos. 
Que si se acoge en Roma a un curita sosssssspechoso que fue expulsado de allá, pasó por Osorolandia, llegó a Santa Marta y se instaló en el refectorio con un carguito a medida para él. 
Que si se encumbra a otros más sosssspechosos todavía a la Peña más alta de la diplomacia vaticana. Casi nada, Edgar…
El caso es que no hay cuartel, ni en días de vacaciones (en que los hijos de las tinieblas sigue laborando), ni en plena Navidad. No se deja títere con cabeza ni en días sagrados como los que estamos celebrando. No para el sonsonete cantinelo. 
Incluso trabaja a distancia: -Oye Trucho, hazme un decreto en el que te cargues la misa tridentina, a ver qué dicen los pepinillos en vinagre. Sirva tu diócesis como globo sonda para que se vayan preparando. Ya sabes que el próximo capelo va para tí. Tú que entiendes de besuqueos, hazles besar el suelo a tus tradis. Que luego entro yo en acción.
Así las cosas, mientras se dan consejos variados y muy políticamente estables. Mientras se pone cara de ético. Mientras se pontifica sobre lo mala que es la gente y lo bueno que es el que suscribe -yo, sucesor de Pedro- ..., se predica la paz y se insiste en que no hay que criticar ni chismorrear, se va liando la cosa y se va organizando, desarrollando y remodelando el embrollo que ya la serpiente quiso organizar en el Paraíso, cuando los primeros monos pillines empezaron a pecar y a comer manzanas en lugar de comer plátanos.
Así que no quiero felicitar el año a mis frailes, porque 2019 va a ser de cuidado. 
Mientras se acusa a los del otro lado del atlántico para que no permitan en sus diócesis abusadores, se concentran bujarrones-abusadores junto a la tumba de San Pedro y a la sombra de Santa Marta. 
Mientras se denuncia a los cómplices silenciosos de allá, se acoge a los cómplices amiguetes acá. Y el Jefe Cómplice admite renuncias según de quién. Ahí está el renunciado Wuerl, sin renunciar al motivo de la renuncia y sin ser renunciado por el Renunciador. Tiempo tendremos de hablar de ello si Dios nos da fuerza y salud.
De momento, la felicitación del año puede reducirse a pedirle a Nuestro Señor, que es Juez Justo, que ponga a sus enemigos por escabel de sus pies. Tal como ha rezado la Iglesia durante tantos siglos. Siempre y cuando no sean inmigrantes, musulmanes o luteranos, claro. Ya sabemos quiénes son los enemigos…
Fray Gerundio

NOTICIAS VARIAS 5 y 6 de enero de 2019



INFOCATÓLICA


EL DEBATE.ES


MISES.ORG.ES





Selección por José Martí

El lenguaje de Francisco, deliberadamente impreciso (Stefano Fontana)



En tan solo unos días el Papa Francisco ha hecho tres afirmaciones cuyo contenido es muy problemático. En primer lugar, ha dicho que María no nació santa sino que se convirtió en santa porque nadie nace santo, se hace. Después, ha afirmado que el cristianismo es revolucionario. Finalmente, ha dicho que es mejor ser ateos antes que ir a la Iglesia y después portarse mal; “Hay gente que es capaz de componer oraciones ateas, sin Dios, y lo hace para ser admirado por los demás. ¡Y cuántas veces asistimos al escándalo de personas que van a la Iglesia y están allí todo el día, o van todos los días, y después viven odiando a los demás o hablando mal de la gente! Mejor no ir a la Iglesia; vive así, como si fueras ateo. Pero si vas a la Iglesia, vive como hijo, como hermano y da un testimonio verdadero, no un contra-testimonio”.

La primera afirmación pone en entredicho la correcta interpretación del dogma de la Inmaculada Concepción. 

La segunda se opone a las enseñanzas de muchísimos pontífices que han proclamado la incompatibilidad entre el concepto de revolución y la fe cristiana. 

La tercera es un enredo de graves cuestiones teológicas y pastorales que necesitan ser descifradas con un fino trabajo de exégesis que, sin embargo, ningún fiel es capaz de hacer. 

De aquí el “conflicto de las interpretaciones” y el desconcierto de tantos que -en cambio- esperan del Papa pocas palabras y claras. Para confundirnos, dicen, ya estamos nosotros.

La tercera afirmación referida a los ateos y a los incoherentes frecuentadores de la misa está, entre otras cosas, en contradicción con otras enseñanzas del mismo Francisco

Es conocida -y discutida- la afirmación de la Evangelii gaudium recogida en la famosa nota 351 de Amoris laetitia, según la cual “la Eucaristía no es un premio para los perfectos sino una ayuda para los débiles”. Siempre que sea así, no se comprende por qué se supone que es mejor ser ateos antes que ir a la iglesia siendo cristianos incoherentes. Se pide aquí coherencia como requisito absoluto, mientras que, en nombre de una superior misericordia, a los divorciados que se vuelven a casar ya no se les pide la coherencia de vivir como hermanos según las indicaciones de Familiaris consortio 84.

De todas formas, la frase, incluso examinada por sí misma, presenta algunas sombras teológicas. El ateísmo, cuando es culpable, un tiempo era considerado pecado. Hoy, de hecho, ya no es así, pues se piensa que Dios se revela en todos los hombres, y por tanto, en los ateos también. Esta es la razón por la que se conceden las iglesias a las cátedras de los no creyentes y se les permite enseñar (en la iglesia) que Dios no existe. 

El ateísmo es la situación del hombre que, conscientemente, rechaza a Dios. ¿Cómo es posible que semejante situación de vida sea preferible a la de quien acude a la iglesia aun sin conseguir, después, ser completamente cristiano en la vida práctica? De este modo la coherencia se convierte en criterio de valoración en lugar de ser contenido de verdad

Un ateo coherente sería preferible a un cristiano incoherente. Puede ser correcto criticar la hipocresía, aunque hoy en día (seamos serios…), ¿cuántos van a la iglesia a diario “para ser admirados por los demás”? Es problemático indicar la coherencia del ateo como alternativa.

La frecuencia con la que el Papa Francisco pronuncia frases problemáticas como estas confirma un cambio significativo del lenguaje pontificio en el que, desde hace tiempo, se centran estudiosos y observadores.

El ejemplo máximo de este nuevo código de comunicación es Amoris laetitia

- Se trata de un lenguaje deliberadamente impreciso, alusivo, evocativo, difuminado, volátil y ondeante

- Un lenguaje que formula preguntas sin respuestas, contraposiciones dialécticas sin síntesis, polaridades sin combustión y que, a menudo, utiliza frases del tipo “sí…pero”, donde el “pero” introduce no sólo atenuantes, sino también excepciones. 

- Es un lenguaje por imágenes más que por conceptos y que tiene una problemática interpretación teológica: la doctrina como piedras lanzadas, la tradición que no es un museo, el pecado que es llamado fragilidad, el confesionario que no debe ser una sala de tortura… 

- Es un lenguaje que no cierra sino que abre; que no especifica, pero que plantea preguntas; que no confirma, pero hace que surjan dudas. Un lenguaje “en tensión”, histórico, biográfico, existencial, dinámico, que procede por contraposiciones y contradicciones, y que inquieta.

La cuestión principal ante estos cambios evidentes sobre los que, repito, ya se han escrito libros y libros, es si tras este cambio de lenguaje hay, también, una transformación de la concepción del papado mismo

El lenguaje nunca es solo lenguaje. Cuando se utilizan palabras nuevas para indicar las cosas de antes significa que ha nacido una nueva doctrina que las ve de manera diferente.

Esto significa que si se quiere que nazca una nueva manera de pensar hay que hablar de forma diferente. Y, en este sentido, el lenguaje del Papa Francisco es la radicalización coherente del paso, que comenzó con el Vaticano II, de la doctrina a la pastoral, de la naturaleza a la historia, de la metafísica a la hermenéutica.

Y esto no podía no terminar incluyendo también el papel del papa en la Iglesia.

Stefano Fontana 

traducido por Isabel Matarazzo para InfoVaticana.

Cardenal Marx: “La verdad no es definitiva” (Carlos Esteban)



Los obispos alemanes se disponen a ‘reflexionar’ sobre la pervivencia del celibato eclesiástico antes incluso de que se cuestione en el Sínodo de la Amazonía de este año, y su presidente, el cardenal Marx, les anima a que arriesguen recordando que “nuestra tradición aún no está completa”.

Todo el mundo sabe que, en esta nueva Iglesia que atiende especialmente a las periferias, es la iglesia nacional alemana la que marca el ritmo de esa ‘actualización’ o adaptación de la Iglesia al mundo que parece haberse fijado el Papa Francisco como programa esencial de su pontificado. Y, dentro de la iglesia alemana, el presidente de su conferencia episcopal y miembro del consejo de cardenales que asesora al Papa, el cardenal Reinhard Marx, Arzobispo de Munich y Freising.

Y lo que toca renovar este año, en concreto en el llamado Sínodo de la Amazonía, es el celibato eclesiástico. Renovar, se entiende, en el sentido de abolir, al menos su obligatoriedad. Pero el alemán parece querer adelantarse al sínodo con un ‘seminario’ que preparan los obispos teutones para estudiar, precisamente, esta molesta reliquia de la iglesia medieval.

En su homilía en la misa de Año Nuevo en la Catedral de Nuestra Señora en Munich, Marx dijo que la Iglesia debe, “a la luz del fracaso” que pone de manifiesto la crisis de abusos sexuales en el clero, modificar la tradición en respuesta a los cambios de los tiempos modernos. Dado que en la abrumadora mayoría, por encima del 80%, de los casos denunciados de abusos la víctima es un varón, normalmente adolescente, uno se preguntaría cómo podría el fin del celibato solventar la situación, salvo que Su Eminencia pretenda que la Iglesia apruebe al mismo tiempo el matrimonio ‘paritario’ sacramental.

Si les suena herético esto que les digo, les recuerdo que no debemos ser cristianos obsesionados con los puntos de doctrina, como nos ha aleccionado Su Santidad, ni hacer “de la verdad un ídolo”. O las palabras del superior de los franciscanos, que en una de las ruedas de prensa del pasado Sínodo de la Juventud aseguró que el ‘cambio’ era la nota principal de la Iglesia Católica. En esa línea, Marx añadió en su homilía que “ha llegado la hora de comprometernos profundamente para abrir el camino de la iglesia a la renovación y la reforma. La evolución en la sociedad y las demandas históricas han hecho que las tareas y la urgente necesidad de renovación sean claras”.

Si en otro tiempo la doctrina de la Iglesia Católica se conoció como roca de tormentas, que se mantiene igual a sí misma mientras todo cambia a su alrededor, hoy vivimos lo que el periodista Vittorio Messori llamó “Iglesia líquida”, cambiante con las modas ideológicas del mundo, desde que ese acercamiento se hizo explícito y se consideró deseable en el Concilio Vaticano II, de cuyas postrimerías vivimos con Francisco una fase de vertiginosa aceleración.

Y Marx parece ser el hombre que mejor lo ha entiendo. “La verdad no es definitiva”, ha dicho. “Podemos reconocerla más profundamente en el camino compartido de la Iglesia”. Y, naturalmente, si la verdad no es definitiva, el resultado de las ‘reflexiones’ en torno a la obligatoriedad del celibato eclesiástico no pueden dejar lugar a muchas dudas. “Convertíos a un nuevo modo de pensar”, alecciona el cardenal. “Arriesgarse a este nuevo pensamiento es importante al final del año y al comienzo de un nuevo año, no es un vuelo hacia la retórica del pasado. Naturalmente, tenemos una gran tradición, pero esta no es una tradición completa. Es un camino hacia el futuro “.

Carlos Esteban

Discurso del Papa Francisco a la Curia romana en las Navidades de 2018 (6) [UN MAGISTERIO DIFERENTE] (José Martí)



FRANCISCO - También hoy hay «ungidos del Señor», hombres consagrados, que abusan de los débiles, valiéndose de su poder moral y de la persuasión. Cometen abominaciones y siguen ejerciendo su ministerio como si nada hubiera sucedido; no temen a Dios ni a su juicio, solo temen ser descubiertos y desenmascarados. Ministros que desgarran el cuerpo de la Iglesia, causando escándalo y desacreditando la misión salvífica de la Iglesia y los sacrificios de muchos de sus hermanos. Los pecados y crímenes de las personas consagradas adquieren un tinte todavía más oscuro de infidelidad, de vergüenza, y deforman el rostro de la Iglesia socavando su credibilidad

Lo que dice el Santo Padre es perfecto y refleja, al menos, parte de la realidad penosa por la que atraviesa hoy la Iglesia ... pero no deja de llamarme la atención el hecho de que sea él, precisamente, quien pronuncie esas palabras. Y digo esto porque en lo poco que he ido percibiendo durante estos seis años ... y habiendo ahora oído lo que dice, no puedo evitar que se me pase por la mente que, con ellas, se está refiriendo a sí mismo ... al menos en lo que se refiere a "desgarrar el cuerpo de la Iglesia". 
Por supuesto que puedo equivocarme (y casi con toda seguridad lo esté en lo que concierne a sus intenciones, que sólo Dios conoce) pero veo lo que ocurre ... y la aplicación de la lógica me lleva a esa conclusión. Pues es un hecho que tal "desgarramiento de la Iglesia", aunque no es nuevo, nunca se había manifestado con tanta intensidad y rapidez como ahora, desde que Francisco tomó posesión del Trono de san Pedro, hace ya casi seis años. 
Para no repetir lo dicho ya en este blog en otras ocasiones, enlazo a unas pocas entradas (por poner algunas). Los hechos son incontrovertibles.
Cuatro años después: reflexiones sobre un pontificado sin precedentes (Steve Skojec) 5 septiembre 2017
Consejos vendo que para mí no tengo (11)"Podéis criticarme. No es pecado" -dice Francisco- ... Muy bien: pues atreveos a criticarlo ... y veréis lo que
 ocurre (José Martí) 3 diciembre 2018
El cambio de paradigma del papa Francisco. ¿Continuidad o ruptura en la misión de la Iglesia? (Roberto de Mattei) 7 diciembre 2018
Francisco socava la credibilidad del papado (padre Brian Harrison) 31 diciembre 2018

Afirma De Mattei que el pontificado de Francisco está en discontinuidad con la Tradición de la Iglesia que, aunque acusada de fariseísmo, de inmovilidad y de legalismo, no ha sofocado, sin embargo, la llama de la Tradición en la Iglesia.
En sus casi seis años de Pontificado, estamos observando el modo de actuar de Francisco ( ... o de dejar de actuar, como en los casos de las Dubia de los cuatro cardenales y en el caso del testimonio Viganò, en los que ha guardado silencio) ... con el claro propósito (¡nunca confesado, pero manifestado en los hechos!) de cambiar lo que ha sido siempre la Iglesia (de dos mil años de Tradición) por "otra Iglesia" diferente, una "Iglesia"  que no sólo sea aceptable por el mundo, sino que se haga -ella misma- "mundana", una "Iglesia" que sea conforme a su propia idea personal de lo que -según él- tiene que ser la Iglesia, una Iglesia "modernista", en definitiva (cuando sabemos muy bien que, al decir del papa san Pío X, en su encíclica Pascendi,  "el modernismo es la suma de todas las herejías" ) ... una Iglesia, por lo tanto, en la que Dios deje de "trascender" al hombre, y sea el hombre, en su "inmanencia" (pues todo queda reducido a este mundo) lo único que importa: él será quien decida acerca de lo que es bueno y de lo que no lo es. Se cambia la Religión de Dios por la "religión del hombre" (si es que tiene sentido hablar así) ... y se vuelve a caer, otra vez más, en la vieja tentación, relatada en el libro del Génesis, del "seréis como Dios" (Gen 3, 5)

Hay un problema, sin embargo. Y es que la "idea" que (al menos, aparentemente) tiene Francisco" sobre la Iglesia ( una "idea" nunca confesada ni expresada como tal, claro está) no coincide con la idea de Iglesia de Jesucristo, Fundador de la única y verdadera Iglesia ... 
¡y ante el cual ni siquiera se arrodilla! 

Francisco contradice el Magisterio anterior de la Iglesia en bastantes puntos, puntos que ni siquiera deberían haber sido planteados (como es el caso de la posibilidad de dar la sagrada comunión a los divorciados vueltos a casar, entre muchísimos otros ejemplos). Cuando habla Francisco, da la impresión de que todos los Papas anteriores a él [incluso el mismo Jesucristo: véanse, por ejemplo, las diferentes ideas que ambos tienen sobre el matrimonio y el adulterio] han estado equivocados. Ha tenido que venir él  y llegar al Pontificado para poner "claridad" y la "correcta interpretación", aun cuando lo que diga suponga una ruptura con el Magisterio anterior ... ¡el único Magisterio "que vale" es el que coincide con lo que él piensa y dice ... incluso -y, sobre todo- cuando improvisa, lo que suele ser bastante frecuente en él. ¡Evidentemente, todo esto es un disparate, que no tiene ningún sentido!  La Iglesia es Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana ... y no ha sido él quien la ha fundado.


Es imposible que Dios haya permitido que su Iglesia haya estado equivocada durante dos mil años, hasta la venida de Francisco: es un sinsentido. El Espíritu Santo ha guiado a la Iglesia a lo largo de veinte siglos, y son muchos los santos y los mártires que han preferido morir antes que renegar de Jesucristo, el único de quien proviene la salvación: no hay otro.


¿Por qué en las homilías de santa Marta, por ejemplo, así como en entrevistas y en otras manifestaciones de distinto tipo, no deja de insultar a los pocos cristianos que viven conforme a la Tradición, a los que tacha -incluso- de hipócritas, dando la impresión de que sería 
preferible que fueran ateos? ¿No tendría más bien que alentarlos a la conversión?  (a aquellos pocos entre los poquísimos cristianos que van todavía a misa)

Ciertamente, Francisco pretende operar un cambio radical en la Doctrina de la Iglesia (los adúlteros pueden comulgar, la pena de muerte es totalmente inadmisible, en todos los casos, etc...) 
con una serie de medidas que aplica conforme a su pensamiento personal (contrario a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre

Por las razones que sean (y que ignoro) no soporta nada que suene a tradicional, como lo ha demostrado sobradamente, hasta en nimiedades,   y "parece" que todo su afán consiste en suprimir esta Tradición eclesial de dos mil años. Por otra parte, no condena la homosexualidad de un modo explícito. Todo lo contrario: se rodea de obispos y cardenales pro-homosexuales ( 
aquí y aquí), algo que es inconcebible en la Iglesia católica de toda la vida. Los tales deberían de ser expulsados de la Iglesia. Y no sólo no los expulsa sino que son encumbrados a los más altos puestos de responsabilidad dentro de la Jerarquía.


Por todas estas cosas -que son hechos- es por lo que me ha llamado mucho la atención las verdades, como templos, que ha dicho ... ¡porque es muy verdad lo que dice!  El problema es el siguiente: Para conocer al verdadero Francisco, ¿adónde tenemos que acudir? ¿A sus dichos? Los hay completamente ortodoxos, pero también los hay heterodoxos. ¿Cómo diferenciarlos? Tenemos que aprender a discernir, conforme a verdad.  San Pablo decía:
"Probadlo todo, quedaos con lo bueno" (1 Tes 5, 21). Ahora bien: para conocer lo bueno tenemos que estar muy bien informados y conocer bien nuestra propia Doctrina, de modo que no seamos engañados. Eso por una parte. Y en cualquier caso, para no fallar en nuestro discernimiento, nada hay mejor que atenerse a las palabras de Jesús: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 20). Son los frutos -y no otra cosa- lo que revela el verdadero pensamiento de las personas: esto vale para todos, incluido también el papa Francisco.


La verdad completa sólo es conocida por Dios. En ese sentido, las palabras "no juzguéis y no seréis juzgados" (Lc 6, 37) debemos de grabarlas muy bien en nuestra mente y en nuestro corazón: todos somos pecadores. Es más, como dice San Pablo:  
"el que piense estar en pie, que tenga cuidado de no caer" (1 Cor 10, 12). Él es -y sólo Él- quien nos juzgará ... ¡a todos!. 


A la vista de lo cual, nuestra actitud sólo puede -y debe- ser la de mantenernos siempre vigilantes, y máxime en esta época de tremenda oscuridad, sin perder de vista la meta, que es Jesucristo. A Él sólo podremos alcanzarlo en el seno de la verdadera Iglesia, es decir, la que Él fundó y que conocemos muy bien por la Tradición: "Aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8). "... Y ahora vuelvo a decirlo: si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1, 10).


De manera que cuando yo hablo aquí del papa Francisco, no lo estoy juzgando. Hago uso de mi capacidad de razonamiento y tomo como base las Sagradas Escrituras, interpretadas correctamente por el Magisterio y la Tradición de la Iglesia, que han sido siempre las mismas. Nunca un magisterio posterior puede anular el Magisterio anterior. Todo lo más, profundizar en él, pues la Iglesia es viva y crece, pero siempre permaneciendo fiel a su propia identidad: cualquier otro cambio no es de Dios sino que procede del Maligno. La Palabra de Dios está por encima de todo juicio particular: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29) ... incluso aun cuando esos hombres aparezcan como sus representantes ... si lo que dicen contradice el Evangelio y la Tradición. Esto es algo que tampoco debemos olvidar y que está en consonancia con lo que decía el gran san Agustín: "Debemos odiar el pecado y amar al pecador". Así es: eso es lo propio de un cristiano. En este caso, se podría decir: "Debemos amar al Papa, y de una manera muy especial, pues es el Vicario de Cristo en la tierra; pero no podemos comulgar con todo lo que diga, cuando lo que diga sea contrario al sentir de la Iglesia de siempre. Si lo hiciéramos estaríamos ofendiendo a Dios e incumpliendo sus mandamientos. De los posibles errores del Santo Padre sólo él es responsable ... pero nosotros no nos podemos escudar en ellos para justificarnos. No, de nuestros errores sólo nosotros somos los responsables. Por eso debemos amar al Papa, a quien debemos respeto y cariño, pero no debemos aceptar todo lo que diga: sólo si está en conformidad  con la Doctrina Católica ... en este caso tenemos la obligación grave de obedecer ... ¡pero sólo en este caso!

El estudio y la transmisión de la recta Doctrina a nuestros hijos y a todo aquel que nos pregunte, así como la oración constante y confiada son las únicas armas de las que disponemos los cristianos para poder vencer al Maligno, que es nuestro auténtico Enemigo ... lo que nos dará la fortaleza y el ánimo necesarios para seguir adelante, con alegría, en la búsqueda del Señor, sabiendo que contamos con la ayuda y la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María: ésta es la razón, más que suficiente, por la que no podemos desanimarnos en ningún momento, por muy grande que sea la oscuridad así como las contrariedades o persecuciones con las que, necesariamente, nos vamos a encontrar. No estamos solos en esta batalla por mantenernos siempre unidos al Señor ... Y eso es consolador.
José Martí (continuará)

domingo, 6 de enero de 2019

Suspenso del Magisterio Petrino y Parrhesia

IPSI GLORIA


Suspenso del Magisterio Petrino y Parrhesia


[Apuntes 65] El confuso "hacer lío" (para usar los mismos términos agradables al papa Francisco) que caracteriza este pontificado, nos exige recordar continuamente los hechos y palabras más notables (en cuanto sorprendentes y escandalosos) que vienen jalonando estos casi seis años de régimen en la Sede Romana. Si no lo hiciéramos así, si no los recordáramos, si no acometiéramos con esfuerzo la tarea de discernir (otra palabrita del gusto de Su Santidad) lo que es importante de lo que no lo es, seríamos arrastrados por el tsunami del “lío” en el que navega al garete hoy la barca de Pedro.

Hacia mediados de 2017, año y medio atrás, los fieles católicos pudimos conocer el texto de la última solicitud de los Cuatro Cardenales para que, en una audiencia con el Soberano Pontífice, se pudieran considerar los Dubia que habían planteado anteriormente. Debemos agradecer la respetuosa y valiente actitud de responsable parrhesía que los Cardenales Walter Brandmüller, Raymond L. Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner manifestaron entonces, como claro ejemplo y testimonio para todo el Pueblo fiel, y la historia y N.S. Jesucristo algún día les hará justicia. Lo que siguió después lo conocemos: el silencio del Papa, su desconsideración hacia los Cardenales (miembros de su propio colegio de asesores), su indiferencia, su decisión de mantener viva en el seno de la Iglesia la confusión y ambigüedad doctrinal en graves cuestiones de Fe y Moral, a consecuencia de la exhortación Amoris laetitia, un documento que nunca debió ser firmado por un Romano Pontífice en los términos en que se redactó. Este tipo de actitudes y decisiones escandalosas del Vicario de Cristo son suficientes para colegir que su declamado proyecto de Iglesia sinodal al que él dice aspirar, esconde la más absoluta de las dictaduras, negadora del principio de colegialidad episcopal que él afirma querer sostener.

No pretendo discutir aquí la validez teológica, canónica o de simple conveniencia pastoral, que corresponde a la llamada colegialidad episcopal. Sólo me refiero a ella en cuanto hecho eclesial. Dicho eso, hay que decir que la colegialidad episcopal (repito, sea lo que ella sea) no esperó para existir a ser inventada por el Concilio Vaticano II. En la década de 1950, el papa Pío XII, escribió a cada obispo de la Iglesia Católica para preguntarle: 1°) si creía en la Corporal Asunción de la Madre de Dios; y 2°) si consideraba oportuno definir esa creencia como dogma. La subsiguiente Solemne Definición siguió al abrumador consenso puesto de manifiesto por las respuestas del episcopado mundial. Entiendo que si Pío XII sintió necesidad de hacer aquella consulta a los obispos del todo el mundo no fue por exigencia teológica o canónica ninguna derivada de la colegialidad episcopal, no fue por seguir un supuesto criterio de colegialidad episcopal tal cual hoy se la entiende, sino porque estaba dispuesto a ejercitar su carisma de infalibilidad sólo bajo las condiciones y límites que fueron definidos por el Concilio Vaticano I, que exigen del Papa ser no el dueño sino el servidor del Depósito de la Fe, de la Tradición, del Magisterio, realidades a las que debía someterse y obedecer, como cualquier miembro fiel de la Iglesia.
El próximo 19 de marzo se van a cumplir tres años de la publicación del documento divisivo y mal redactado llamado Amoris laetitia. En todo este tiempo, muchos obispos y conferencias episcopales han emitido directrices, guías pastorales, criterios de orientación, etc. que dejan en claro que nada ha cambiado desde que el papa Juan Pablo II en Familiaris consortio, y el papa Benedicto XVI en Sacramentum caritatis, enfatizaron la inmemorial disciplina de la Iglesia que establece que: los divorciados "vueltos a casar" que no se arrepienten de su adulterio y no se comprometen a separarse o al menos intentar, con la ayuda de la gracia de Dios, cohabitar castamente, deben excluirse de los Sacramentos durante el tiempo de su impenitencia.

Algunas conferencias episcopales y algunos obispos han emitido declaraciones entendidas en el sentido de que los así impenitentes pueden, en virtud de Amoris laetitia, recibir los Sacramentos. Como recordé en mi publicación de ayer, un grupo de obispos porteños también entendió el asunto de ese modo, y el papa Francisco, causando escándalo, aprobó y elogió la interpretación. Aún así, otras conferencias episcopales han sido manifiestamente incapaces de ponerse de acuerdo entre sí. En definitiva, está claro que el Episcopado Universal no está unido, no hay consenso, detrás de una interpretación "alemana" de Amoris laetitia. Sino muy lejos de eso. Obviamente, esta falta de consenso entre los obispos ha conducido a diferentes actitudes del propio bajo clero, es decir, de los sacerdotes con cura de almas acerca de la aplicación pastoral de Amoris laetitia, independientemente del grado de obediencia personal a su Ordinario. Así, sucede hoy que un párroco toma una actitud frente a los divorciados “recasados”, mientras que otro cura de parroquia vecina toma otra actitud completamente distinta. El resultado: un verdadero “lío”… ¿tal como lo quiere el papa Francisco?...

En el contexto de la Unidad de la Una Catholica y de la naturaleza colegiada del Episcopado Universal, cum et sub Petro, seguramente ha llegado el momento de que este "diálogo" (por cierto, infructuoso diálogo que los Cardenales de los Dubia han intentado sostener con el Papa) pase a una nueva etapa. De manera manifiesta, si como Iglesia Católica vamos a persistir con la embarazosa idea de que pertenecemos a una Iglesia con una Enseñanza sobre la Eucaristía y el Santo Sacramento del Matrimonio, se deben tomar medidas para avanzar hacia la coherencia, la armonía y el testimonio unido. La idea de que alguien, que está excluido de los Sacramentos por su propio rechazo impenitente del Evangelio, lo único que tiene que hacer es cruzar la frontera entre Polonia y Alemania, o pasar de una diócesis estadounidense a otra, o pasar de una diócesis argentina a otra o, peor aún, caminar veinte cuadras y asistir a Misa en la Parroquia vecina para poder comulgar (como de hecho ocurre, y soy testigo), es obviamente, un absurdo profundamente anti-católico que necesita ser rápidamente resuelto. La actual disonancia en doctrina y disciplina moral entre diócesis vecinas y hasta en parroquias de una misma diócesis es absolutamente ridícula y anti-católica.

Seguramente ha llegado el momento de que los Dos Cardenales que quedan de los Cuatro que intervinieron con sus Dubia, estén acompañados por otros Cardenales, para revisar y replantar las preguntas y la solicitud al Romano Pontífice. Y es también el momento para que los Obispos, Sucesores como son de los Apóstoles, de acuerdo con las enseñanzas de León XIII y del Concilio Vaticano II, ya que no son simples vicarios del Papa ni gerentes de una franquicia de Roma, hablen con coraje, claridad y unanimidad. Y es también el momento para que clérigos, laicos y académicos hagan lo mismo. Es tiempo de recordar que, en el colmo de la crisis de los Arrianos, no fue entre los Obispos, ni siquiera fue en Roma, donde la Fe se conservó y se defendió del modo más visible. Es tiempo de recordar la cuidadosa y lúcida enseñanza del Beato John Henry Newman, acerca del Transitorio Suspenso del Magisterio.

Parrhesia, que es audacia al dar testimonio de la Verdad, esa virtud que estuvo alguna vez (solo hace un puñado de años... y parece una eternidad, ¿no?) tan incesantemente en los labios del actual ocupante de la Sede Romana, seguramente sigue siendo una virtud obligatoria para todos los fieles católicos.

Si son cada vez más los que audazmente hablen, más difícil será para los fieles quedar sometidos a la antipática presión del actual régimen.

¡Atrévete, monseñor! (Laicos desafían al clero para enfrentar la subcultura homosexual) [Michael J. Matt]


ROBERTO DE MATTEI

The president of the Lepanto Foundation in Rome, Professor Roberto de Mattei, has issued an appeal (full text included below) to the clergy which calls out their silence and dares them to confront the homosexual nature of the sex abuse crisis in the Church.
In the kindergarten world of snarky tweets, cyber saber rattling and an endless series of brand-spankin’-new profile pictures, what a relief it is to read the words of a serious Catholic scholar and historian who knows what is at stake here and has the ability and the courage to confront the enemies of our Faith to their faces. 
Well said, Professor! To paraphrase Thomas More, the bishops of the Catholic Church today would have snored through the sermon on the mount but they’ll labor like scholars over an interfaith prayer meeting.
Meanwhile, the human element of the Catholic Church goes to hell in a handbasket, as whole generations of young people walk away disillusioned, fed up, and disgusted by the inaction and cowardice of the feckless Catholic bishops of the modern church.
In his comments to LifeSite, de Mattei included the following as reason for the provocation:
“…The problem is not only moral but also theological, because even more serious than the practice of homosexuality is the affirmation by many members of the clergy that a bridge between the Catholic faith and LGBT culture is possible. These pastors and theologians are likely a minority, but they are an active minority, and have been encouraged by the Supreme ecclesiastical hierarchies through a general silence.”
Here is the full text of Dare, Monsignor!  (First published HERE by the Lepanto Foundation.)
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TWENTY-FIVE YEARS LATER...
Twenty-five years ago, on 8 February 1994, the European Parliament voted on a resolution that invited the nations of Europe to promote and give legal protection to homosexuality.In his Angelus address on 20 February 1994, the Holy Father Pope John Paul II appealed to public opinion worldwide, affirming that “the legal approbation of active homosexuality is not morally admissible [...]. The Resolution of the European Parliament has called for the legitimization of a moral disorder.The Parliament has unduly given institutional value to deviant behaviors, which do not conform to God’s plan”.
In May of that same year, the Lepanto Cultural Center [Centro Culturale Lepanto] handed out a manifesto in Strasbourg toparliamentary representatives, called “Europe at Strasbourg: Represented or Betrayed?”. The manifesto made an indignant protest against the promotion of a vice condemned by both Christian and Western conscience, and asked the European bishops “to unite their voices to that of the Supreme Pastor [John Paul II] in order to multiply itin their dioceses,by publicly denouncing the moral fault with which the European Assembly has stained itself and warning the flock entrusted to their care of the growing attacks of anti-Christian forces in the world”.
Today, one after another, the principal European nations, including many of those with the most ancient Catholic tradition, have elevated sodomy to a legal right by recognizing, under different forms, so-called “same-sex marriage”and introducing the concept of the crime of “homophobia.” The Pastors of the Church, who should have formed an unbreakable dam of opposition against the homosexualization of society promoted by the political class and by the media-financial oligarchies, have in fact fostered it by their silence. Even at the highest levels of the Church,the practice of homosexuality and of a so-called “gay-friendly” culture that justifies and encourages homosexual vice has spread like a cancer.
Bishop Athanasius Schneider, auxiliary of Astana, Kazakhstan, said in a message dated 28 July 2018, that “We are witnessing an incredible scenario, in which some priests and even bishops and cardinals, without blushing, are already offering grains of incense to the idol of homosexuality or gender ideology, to the applause of the powerful ones of this world, that is, to the applause of politicians, social media giants and powerful international organizations”.
Archbishop Carlo Maria Viganò, in his historic testimony of 22 August 2018, denounced - using precise names and circumstances - the existence of a “homosexual current in favor of subverting Catholic doctrine regarding homosexuality” and the presence of “homosexual networks, which are now widespread in many dioceses, seminaries, religious orders, etc.,” and which “act under the concealment of secrecy and lies with the power of octopus tentacles, and strangle innocent victims and priestly vocations, and are strangling the entire Church”.
These courageous voices remain isolated even until today. The climate of indifference and cover-up which reigns within the Church has profound moral and doctrinal roots that date back to the Second Vatican Council, when the ecclesiastical hierarchies accepted the process of secularization as an irreversible phenomenon. But when the Church subordinates herself to secularism, the Kingdom of Christ becomes conformed to this world and is reduced to a mere power structure. The militant spirit dissipates, and the Church, instead of converting the world to the law of the Gospel, surrenders the Gospel to the world’s demands.
How we long to hear resounding once again the fiery words of a new Saint Peter Damian or Saint Bernardine of Siena, instead of the infamous statement of Pope Francis, “If a person is gay and is seeking the Lord and has good will, who am I to judge them?” If it is true that the meaning of this statement was distorted by the media, such misuse should have been combatted by means of clear and solemn documents condemning sodomy, as St. Pius V did with the two constitutions Cum Primum of 1 April 1566 and Horrendum Illud Scelus of 30 August 1568. Instead, Pope Francis’ Post-Synodal Apostolic Exhortation Amoris Laetitia of 8 April 2016 not only was silent about this most grave moral disorder but also relativized the precepts of the natural law, opening the path towards the approval of cohabitation and adultery.
And this is why we now make an appeal to you, Monsignor.

TO SERVE THE CHURCH
The term “Monsignor” evokes a certain dignity, not a power or a bureaucratic function. Each one of the bishops, as Successors of the Apostles, are recognized with the title of “Monsignor,” but simple priests are also able to receive this title. The word “dignity” seems to have lost its meaning today, despite the fact that there was an entire declaration of Vatican II dedicated to it. Dignity means an awareness of a role and mission given by God. Respect for a person’s dignity is the source of a feeling of honor. Your dignity, Monsignor, derives from the honor which you have of serving the Church, without seeking either your own interests or the approval of the powerful. You have received the dignity of Monsignor from the Church, not from the men of the Church, and it is to the Church that you must render an account. The Church is the divine society founded by Jesus Christ, ever-perfect and ever-victorious, both in time and in eternity. The men of the Church may either serve the Church or betray her. Serving the Church means placing the interests of the Church, which are those of Jesus Christ, ahead of one’s personal interests. Betraying the Church means placing the interests of a family, a religious institute, or an ecclesiastical authority taken as a private person ahead of the Truth of the Church, which is the Truth of Jesus Christ, the one Way, Truth and Life (John 14:6).
We would be insulting your intelligence, Monsignor, were we not to suppose that you already have a certain awareness of the crisis in the Church. Certain eminent cardinals, on various occasions, have manifested their unease and concern over what is happening in the Church. The same unease is displayed by the common man, who is profoundly disoriented by the new religious and moral paradigms. In the face of this unease, Monsignor, many times you have put up your hands, seeking to calm the person speaking to you, using words like: “There is nothing we can do but be silent and pray. The Pope is not immortal. Let’s wait for the next conclave”. That’s all we can do, you say. We cannot speak; we cannot act. You adopt silence as the supreme rule of your behavior. Is this attitude the result of human self-serving; of a selfishness that seeks above all else to live quietly; of the opportunism of those who are able to adapt themselves successfully to every situation? To assert this would be to make a judgment about your intentions, and a judgment about intentions cannot be made by men; only God can do this on the Day of Judgment, when we will each stand alone before Him, to listen to His lips pronounce the un-appealable sentence that will send us either to eternal happiness or to eternal damnation.
We who live on earth can only judge facts and words as they objectively appear. And the words with which you explain your behavior, Monsignor, at times appear to be more noble than your true feelings “We ought to follow the Pope, even when he displeases us, because he is the Rock on which Christ has founded His Church,” you say; or “we ought to avoid a schism at any cost, because this would be the most serious disaster for the Church".
Noble words, because they state truths. It is true that the Pope is the foundation of the Church, and that the Church can fear nothing worse than a schism. But what we would like you to reflect on, Monsignor, is that the path of absolute silence that you want to follow will bring harm to the Papacy and will hasten a schism in the Church.
It is true that the Pope is the foundation of the Church, but before being founded on him, the Church is founded on Jesus Christ. Jesus Christ is the primary and divine foundation of the Church, while Peter is the secondary and human foundation - even if it is true that he is divinely assisted. The divine assistance does not exclude the possibility of error or the possibility of sin. In the history of the Church, there has been no lack of popes who have sinned or erred, without this fact ever prejudicing the institution of the papacy. To say that “we need to always follow the Pope and never depart from him,” while refusing to respectfully correct him in exceptional cases, means attributing to the Church all of the errors which, over the course of the centuries, have been made by the men of the Church. The absence of this distinction between the Church and the men of the Church enables the enemies of the Church to attack her, and many false friends of the Church to refuse to truly serve Her.
Equally fraught with consequences is the assertion that to break silence, to tell the truth, and to denounce – if necessary – the infidelity of the same Supreme Pastor, would lead to a schism. The word “schism” means division, and never as in this moment of her history has the Church appeared so internally divided and fragmented. Within each nation, within each diocese, even within each parish, it is impossible to agree on a common way of living according to the Gospel, because each one experiences and lives a different Christianity – both liturgically and dogmatically – with each one constructing their own religion in such a way that the only thing remaining in common is the name “Catholic”, but the essence of Catholicism is no longer present. What are the reasons for this fragmentation? The star that lights the way has disappeared, and the faithful make their way in the darkness of night, following opinions and personal sentiments, without even one voice being raised to remind them of the unchanging doctrine and praxis of the Church. The schism is being caused by the darkness, which is the daughter of silence. Only clear voices, crystalline voices, voices which are entirely faithful to the Tradition, are able to dispel the shadows and permit good Catholics to overcome the divisions which have been provoked by this pontificate, and to avoid new humiliations to the Church beyond those which have already been inflicted upon her by Pope Francis. There is only one way to save the Church from schism: Proclaim the Truth. By remaining silent we will only further the schism.
AN URGENT APPEAL
Monsignor, you who enjoy a certain dignity, you who exercise a moral authority, you who have received an inheritance –what are you afraid of? The world may attack you with defamation and slander. Your superiors may deprive you of your authority and external dignity. But it is to the Lord that you must render an account, as must each one of us on the Day of Judgment, when everything will be weighed and judged according to measure. Do not ask us what you ought to do concretely. If you will dare to ask Him, the Holy Spirit will not fail to suggest to your conscience times, ways, and tones of coming out into the open, in order to be “the light of the world, a city set on a hill, a lamp set on a lampstand” (Matthew 5:13-16).
What we ask of you, Monsignor, is that you assume an attitude of filial criticism, of deferential resistance, of devout moral separation from those responsible for the Church’s self-destruction. Dare to openly encourage those who defend the Church from within, and who publicly profess the entire Truth of the Catholic Faith. Dare to seek out other confreres who will join you and us in issuing that cry of war and of love which St. Louis Marie Grignon de Montfort raised in his “Fiery Prayer” [Prière embrasée] with these prophetic words: “Fire! Fire! Fire! There is a fire in the house of God! There is fire within souls! There is fire even within the Sanctuary!”.
Tongues of fire like those of the day of Pentecost, as well as flashes of fire like those of Hell, seem to be hanging over the earth. A destroying fire, a purifying fire, a restoring fire – destined to engulf the entire world, to consume it and transform it. May the divine fire flare up within us before the fire of God’s wrath does, which will reduce our society to ashes as happened to Sodom and Gomorrha. And this is the reason why, twenty-five years after the unfortunate resolution of the European Parliament, I now make this appeal to you, for the good of souls, for the honor of the Church, and for the salvation of society.
Monsignor, please accept this appeal, which is also an invocation to the Blessed Mother and to the Angels, that they may intervene, as soon as possible, in order to save the Church and the whole world.
Dare, Monsignor, to take up this holy cause in 2019,and you will find us battling at your side in this good fight!
De Mattei
Roberto de Mattei 
President of the Lepanto Foundation
Written at the foot of the Manger, on this First Saturday of January 2019, the Vigil of the Epiphany of the Lord