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martes, 3 de enero de 2023

Gänswein: Benedicto leyó Traditionis custodes con “dolor en el corazón” (Carlos Esteban)



El motu proprio de Francisco Traditionis custodes, que venía a derogar la liberalización de la Misa Tradicional concedida por Benedicto XVI en Summorum Pontificum de catorce años antes, dolió al Papa Emérito, confiesa su secretario y amigo el arzobispo Georg Gänswein en declaraciones a Die Tagespost.

Benedicto leyó Traditionis custodes «con dolor en el corazón», asegura Gänswein. En este decreto, Francisco restringió drásticamente las posibilidades para la celebración de la llamada Misa Antigua que su antecesor había decretado en 2007.

Gänswein describió esta medida como un «golpe» para el Papa jubilado. Benedicto XVI Con su reforma de 2007, quería asegurar que los seguidores de la Misa Antigua, que encuentran su hogar en esta forma de liturgia, «encuentren su paz interior», dijo el arzobispo. También quería «alejarlos de Lefebvre», el excomulgado fundador de la Fraternidad Pio X.

Gänswein dijo que la Misa Antigua había sido la «fuente de su vida espiritual» para muchas personas durante siglos, «alimento para muchos santos». No podía imaginar «que esto es algo que ya no es bueno». Tampoco debe olvidarse que esto también se aplica a muchos jóvenes «que ya no entienden realmente todo el alboroto sobre el Consejo». Él, Gänswein, «no se sentía muy cómodo quitándole este tesoro a la gente».

El secretario personal de Benedicto XVI ha escrito un libro en el que pretende contar la verdad contra las “calumnias flagrantes”, las “maniobras oscuras”, los misterios y los escándalos que mancillaron la reputación de un pontífice mejor conocido por su histórica renuncia.

“Nada más que la verdad: Mi vida al lado del Papa Benedicto XVI” del arzobispo Georg Gaenswein está siendo publicado este mes por el sello Piemme del gigante editorial italiano Mondadori, según un comunicado de prensa.

Según Piemme, el libro de Gaenswein contiene “un testimonio personal sobre la grandeza de un hombre afable, un gran erudito, un cardenal y un papa que hizo la historia de nuestro tiempo”. Pero dijo que el libro también contenía un relato de primera mano que corregiría algunos aspectos «malentendidos» del pontificado, así como las maquinaciones del Vaticano.

“Hoy, tras la muerte del Papa emérito, ha llegado el momento de que el actual prefecto de la casa pontificia cuente su propia verdad sobre las flagrantes calumnias y oscuras maniobras que han intentado en vano ensombrecer el magisterio y las acciones del pontífice alemán. ”, decía el comunicado de prensa.

Carlos Esteban



Benedicto XVI y Traditionis Custodes

Duración 1:33 minutos

lunes, 2 de enero de 2023

La historicidad de Jesús



DURACIÓN 11:06 MINUTOS

La profecía de Benedicto (Carlos Esteban)



En una fecha ya tan lejana como 1968, recién terminado aquel concilio del que se esperaba una ‘primavera eclesial’, cuando aún no era siquiera obispo, Joseph Ratzinger compartió su sorprendente visión sobre el futuro de la Iglesia: “Tendremos sacerdotes reducidos al papel de trabajadores sociales y el mensaje de fe reducido a una visión política. Todo parecerá perdido, pero en la fase más dramática de la crisis, la Iglesia renacerá. Será más pequeña, casi catacumba, pero más santa”.

Es un proceso que ya estamos viviendo, siquiera en sus primeras fases, ocultado en parte por la inercia y la gradualidad del fenómeno. El sueño de la masonería, de la Ilustración y del marxismo está a punto de cumplirse. Pero lo que llegue, me temo, va a ser muy distinto de lo que muchos esperan.

Nunca en la historia hemos vivido algo así, con lo que es imposible calcular sus consecuencias. Occidente fue pagano durante milenios, luego cristiano. Pero el cristianismo cultural, social, no es un paréntesis, no va a volver el paganismo, sino el postcristianismo, que es un vacío.

En su ingenuidad, cuando Voltaire firmaba con su feroz ‘Ecrassez l’infame!”, los ilustrados confiaban que al reinado de la fe le sucedería el triunfo de la razón. Ninguno de ellos, ninguno de los grandes nombres de ese tiempo, llegaron a ver entronizada a una actriz de variedades entronizada en Notre Dame como la Diosa Razón ni el terrible baño de sangre que trajeron ‘las Luces’.

Hoy la influencia social del cristianismo es pequeña y disminuye a toda velocidad, pero resultaría sarcástico concluir que lo que gobierna hoy nuestras sociedades es ‘la Razón’. La naturaleza aborrece el vacío, y al desvanecerse de los principios cristianos le está sucediendo otra dogmática, otro culto, y la más desnuda adoración al puro poder.

Muchos quieren ver en esta paulatina reducción de los cristianos a un ‘pusillus grex’, un rebaño diminuto e insignificante, sin influencia social alguna, el anuncio del final de los tiempos. Es, claro, perfectamente posible. Siempre lo es. Pero si Cristo insistió en que no sabemos “el día ni la hora” y en que el fin llegará como un ladrón debe significar que vamos a equivocarnos muchas veces de fecha.

Puede perfectamente tratarse, como parecen insinuar las palabras de Ratzinger, de un volver a empezar de cero, de una vuelta a las catacumbas, sí, pero recordando que en las catacumbas se forjó una fe que convirtió a todo un imperio.

Carlos Esteban

domingo, 1 de enero de 2023

El sentido de la auténtica obediencia a Dios (padre Alfonso Gálvez)



Fiesta de la Circuncisión- 2/1/2008

Duración 19:34

El futuro de la Iglesia sin el papa emérito (Carlos Esteban)



Es, en un sentido, triste que un papa que ha aportado un legado teológico e intelectual tan espectacular a la Iglesia y ha seguido durante su reinado con tanta prudencia su misión, heredada de su predecesor, de enderezar el rumbo de la barca de Pedro, medio extraviada en la tormenta posterior al Concilio Vaticano II, vaya a pasar a la historia no tanto por el contenido de su pontificado como por su brusco e insólito final.

Ha pasado una década, pero la mayoría de los católicos siguen intrigados por ese acto para muchos aún incomprensible de su abdicación sorpresiva, como un rayo en un cielo sereno, abriendo decenas de debates sobre la posibilidad de que un papa renuncie y de que su decisión inaugure una serie de abdicaciones papales posteriores que nos obliguen a hacernos a la idea de futuros «papas eméritos», un título hasta ahora inexistente y todavía cuestionable.

Su actitud posterior a la elección de Francisco no contribuyó, precisamente, a aclarar la situación. El hecho de que eligiera para sí el título creado al efecto de «papa emérito», de que siguiera recibiendo el tratamiento de «Su Santidad» y confiriendo bendiciones apostólicas y recibiendo cardenales junto al papa en ejercicio, que vistiera de blanco y viviera en Roma, cuando todos lo imaginábamos en un monasterio alemán rodeado de libros polvorientos y bien provisto de cerveza bávara, no hizo más que profundizar el misterio.

Y de ese misterio, y de un ambiguo discurso dado por su secretario, monseñor Gänswein, sugiriendo que, en algún sentido, seguía siendo papa, surgió un estado de opinión que pronto cristalizó una corriente dentro del comentariado católico: el «benevacantismo», como ha sido humorísticamente llamado, y que consiste en la teoría de la conspiración según la cual Benedicto habría redactado deliberadamente mal su acto de renuncia (en latín, naturalmente), de modo que su abdicación sería inválida y Ratzinger seguiría siendo el único papa legítimo.

En otras circunstancias, una teoría tan retorcida hubiera supuesto una muerte temprana con el tiempo, incluso si la abdicación hubiera seguido estando rodeada por el misterio. Pero la línea del papa que le sucedió, Francisco, no ha hecho más que apuntalar la teoría de la conspiración. Porque ni en mil años hubiera podido encontrar Benedicto un sucesor más contrario en casi todo, desde lo importante a lo anecdótico.

Suele decirse que a un Papa gordo le sucede otro flaco, pero ni buscando con lupa se podría encontrar mayor contraste entre ambos pontificados. No creemos injusto para ninguno de los dos personajes concernidos afirmar que Francisco ha deshecho el legado de Benedicto. Es su opuesto en todo. Donde uno era retraído y tímido, el otro es mediático y locuaz; si Benedicto era un intelectual algo desinteresado por las minucias políticas, Francisco es impaciente con las sutilezas teológicas y está más en su salsa disertando sobre asuntos hasta ahora ajenos al campo eclesial, desde el Cambio Climático a la política migratoria de los estados; cuando el primero trataba pacientemente de salvar la continuidad del concilio con toda la historia anterior de la Iglesia, el segundo parece querer olvidar todo lo que vino antes y pisa a tope el acelerador en la presunta renovación conciliar. Incluso ha llegado a derogar un motu proprio no menor de su predecesor, Summorum pontificum, a solo catorce años de su promulgación.

Sería absurdo ignorar que muchos de los pronunciamientos del papa actual han levantado más de un par de cejas a los católicos ortodoxos, y que la situación de la catolicidad, al menos del único modo que podemos medir el fenómeno, por números y estadísticas, no está precisamente mejor que cuando ocupó el solio pontificio.

Sea como fuere, a cada declaración, decisión o nombramiento polémicos de este papa, no eran pocos los fieles que echaban una mirada hacia el monasterio Mater Ecclesiae, esperando un comentario (cuando no un «pronunciamiento», en el sentido que le da la historia española) del papa emérito. Pero solo tuvimos el silencio, puntuado por ciertas contribuciones en prensa en la que creían leer una oposición velada al presente rumbo. Lo cierto es que algunas de ellas levantaron ampollas en la Curia Romana.

Pero ya no hay papa Benedicto, ni emérito ni reinante, y los «benevacantistas» tendrán que buscar un nuevo relato que explique por qué mañana no se va a convocar cónclave alguno.

Y aquí tenemos que mencionar otra corriente de opinión común entre los descontentos con la renovación eclesial: quienes veían al papa emérito como un «katejon», como un freno, no necesariamente en un sentido puramente escatológico, sino con respecto al propio Francisco. Sostiene esta escuela que si Francisco no va más rápido y más lejos en su revolución eclesial es por consideración a Benedicto y que, muerto este, las cosas van a cambiar mucho y muy deprisa, porque tampoco a Francisco, con sus 85 años, pueden quedarle demasiados años.

Carlos Esteban

Publicado el testamento de Ratzinger: «¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir!»



La Santa Sede ha publicado el testamento que fue redactado por el Papa emérito el 29 de agosto de 2006:

Benedicto PP XVI

Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guió bien.

Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado; mi hermano, con la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin su constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta.

De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe. Y, por último, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.

A todos aquellos a los que he agraviado de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.

Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años, acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.

sábado, 31 de diciembre de 2022

¡Gracias Benedicto XVI!



Hace apenas unas horas nos hemos enterado de la partida a la casa del Padre de Su Santidad, el Papa emérito Benedicto XVI que tanto bien ha hecho a la Iglesia en sus cortos años de pontificado.

Para quienes tuvimos la gracia de vivir bajo su gobierno pudimos experimentar su enorme humildad, su profundidad intelectual y su gran caridad pastoral, especialmente, esa caridad que se da en la verdad (Caritas in veritate, como la llamó él mismo).

Porque no hay virtud sin verdad.

Por eso, hoy, finalizando este año 2022, elevamos una plegaria al Cielo y repicamos las campanas «a difuntos» por su eterno descanso para que, si durante esta vida no logró pagar las penas merecidas a sus pecados, nuestras oraciones las acorten y alivien y, en caso de que ya haya llegado a la tierra prometida, desde allí intente reparar por su intercesión ante Dios nuestro Señor, esta barca que «hace agua por todos lados», como cierta vez dijo.

Y, sobre todo, ¡gracias también por la restauración de la Misa tradicional!

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE

Algunos artículos sobre Benedicto XVI, con motivo de su muerte



IL SETTIMO CIELO

Benedicto XVI: mi vida, mis prioridades (Sandro Magister)


INFOCATÓLICA

Fallece Benedicto XVI


La Fe en el pensamiento de Ratzinger-Benedicto XVI (Roberto Esteban Duque)


INFOVATICANA

Muere Benedicto XVI (Javier Arias)

Selección por José Martí

Benedicto XVI ha muerto


              
Declaración del Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, en varios idiomas, Dic-31-2022.
“Con pesar doy a conocer que el Papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9:34 horas, en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano.

Apenas sea posible se proporcionará mayor información.”
RIP Benedicto XVI.


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Lo comunica la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Dic-31-2022, una vez conocida la muerte del Papa emérito.

El cuerpo del Papa Emérito estará en la basílica de San Pedro del Vaticano para la despedida de los fieles
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Funeral de Benedicto XVI próximo Jueves, presidido por Francisco

 

El funeral de Benedicto XVI será el próximo Jueves 5 de Enero 2023, a las 9:30 (hora de Roma), en la Plaza San Pedro, según información del portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, y estará presidido Francisco. Elisabetta Piqué vía Twitter.
Vocero papal anuncia que el funeral de #BXVI será el jueves 5 de enero a las 9.30 en la Plaza de San Pedro, presidido por @Pontifex_es
.twitter.com/X7JRtgwQcs— Elisabetta Piqué (@bettapique) December 31, 2022

viernes, 30 de diciembre de 2022

Luz que brilla en las tinieblas | Actualidad Comentada | 30-12-2022 | Pbro. Santiago Martín FM



DURACIÓN 17:03 minutos

Actualización sobre estado de salud de Benedicto XVI, tercera declaración del Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede



Se ha producido hoy la tercera declaración del Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, como actualización de la información sobre el estado de salud del Papa emérito, Benedicto XVI (nuestra traducción).
Respondiendo a las preguntas de los periodistas, el Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, ha afirmado lo que sigue:

“La noche anterior el Papa emérito ha podido reposar bien. También ayer en la tarde ha participado en la celebración de la Santa Misa en su camara. El estado actual de su condición es estacionaria”. [sic]

El superdogma de la modernidad: está bien porque lo hacen todos (Miguel Ángel Yáñez)



La sociedad moderna esta nutrida en su basta mayoría por personas de todas las clases sociales que carecen de una verdadera formación espiritual, moral e intelectual, lo cual consustancia un gran vacío intelectual que los imposibilita radicalmente para siquiera distinguir con certeza que es el bien y el mal o, simplemente, entender y gobernar su vida de forma mínimamente coherente.

Su desconocimiento o rechazo de la Verdad (en muchos casos culpablemente, especialmente en países «católicos») no los exime de sus angustias ante la vida y las decisiones que deben tomar, del runrún de su conciencia, pero se encuentran desnudos, carentes de recursos, y buscan la seguridad que no tienen en un superdogma establecido tácitamente: está bien lo que hace la mayoría, lo que la corriente dominante nos transmite a través de todos sus medios de comunicación. Esto es lo único indiscutible. El hombre moderno encuentra su falsa seguridad sintiéndose parte de un rebaño gigantesco que camina hacia un destino desconocido; el borreguismo como forma de vida es la esencia de la sociedad actual.

Ejemplos podrían darse millones, pero por sólo citar algunos que son fácilmente reconocibles en nuestro día a día y que si les preguntaras serían incapaces de dar una explicación mínimamente coherente más allá de su deseo de sentirse seguro siguiendo al rebaño y/o su egoísmo personal:

- Me cambian la Fe, la liturgia las oraciones y hasta el padre nuestro, pero lo sigo ciegamente “porque lo hacen todos”.

- Mantengo relaciones sexuales fuera y/o antes del matrimonio “porque lo hacen todos”, y por lo tanto está bien.

- Aunque yo me case y jure por lo más sagrado que es para toda la vida, en lo bueno y en lo malo, eso es papel mojado decorativo y cuando me canse lo tiro a la basura y me autosatisfago buscando otra “pareja” (adulterio y/o concubinato), importándome un comino si es pecado o no, porque “como lo hacen todos” está bien, y el que diga algo es que “no quiere que yo sea feliz”.

- ¿El criterio para evaluar a otras personas? Por favor, nada de moral, coherencia, mandamientos ni antiguallas, es mucho más fácil hoy día, si es “buena persona” todo lo demás no importa. Y este criterio tan minimalista lo tengo “porque lo piensan todos”.

- La homosexualidad, lesbianismo transexualidad… hay que aceptarlos “porque todos lo aceptan”.

- Me vacuno porque lo hacen todos.

Podríamos seguir así hasta el infinito. El hombre moderno queda enclaustrado en una cárcel moral que sólo tiene tres principios que se mueven en un bucle sin salida: 

1. No existe un bien o mal objetivos, y mucho menos una moral objetiva, el bien y el mal lo determinan el comportamiento de “lo que hacen todos” y “lo que yo quiero”.

2. ¿Quiénes forman parte de ese “todo”? Los que son “buenas personas”.

3. ¿Qué hay que hacer para ser “buena persona”? Hacer “lo que hacen todos”.

Cualquiera que se salga de este guion automáticamente es ridiculizado, insultado, expulsado de la sociedad, estigmatizado como fóbico y condenado al ostracismo. Un monstruo que no quiere que las otras personas sean felices.

Así pasa su vida el hombre moderno, refugiado en la falsa seguridad del rebaño caminando inexorablemente hacia un final en el que se encontrará con Dios que le preguntará ¿me has seguido a Mí o a “lo que hacían todos”? En la respuesta tendrá su destino eterno.

Miguel Ángel Yáñez

Por qué el sanchismo es una revolución (y hay que combatirla)



Duración 4:04 minutos

jueves, 29 de diciembre de 2022

NOTICIAS 30 de diciembre de 2022




ESPADA DE DOBLE FILO

- El jesuita que "perdona" a Benedicto XVI (Bruno Moreno)


SPECOLA

- Rezando junto a Benedicto XVI, ¿renuncia cercana del Papa Francisco? , el Vaticano movilizado, carta a Rupnik, ‘muero porque no muero’.


QUE NO TE LA CUENTEN

- El triunfo argentino en Qatar, Messi y los progresistas


SECRETUM MEUM MIHI

- Actualización sobre salud de Benedicto XVI, declaración del Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni


Selección por José Martí

Esto es España, cada vez más parecida a Cuba: la policía se lleva en volandas al doctor Poveda, uno de los más afamados líderes provida



El doctor Jesús Poveda, psiquiatra, es uno de los más afamados líderes provida que hay en España, con décadas de lucha a sus espaldas y cientos de actuaciones en favor de los niños por nacer y de sus madres embarazadas para ayudarles a dar a luz a sus bebés.

Ayer, 28 de diciembre -día de los santos inocentes-, y a sus 65 años de edad, el doctor Poveda no quiso faltar a su tradición de concentrarse delante de la Clínica abortista Dator, en Madrid, donde, al igual que otros años, le esperaban agentes de la Policía Nacional. Su lema es bien conocido: “364 días de asistencia, 1 de resistencia”.

Tal y como recoge este vídeo de Aciprensa, tras sentarse en el suelo y explicarles que no tenía intención de irse de allí, los agentes de policía procedieron a llevárselo cerca del furgón policial, donde lo depositaron en el suelo. El doctor Poveda en ningún caso forcejeó con los agentes y se limitó a ejercer resistencia pasiva. Posteriormente fue trasladado a dependencias policiales.

Resistencia pasiva del doctor Jesús Poveda frente al abortorio Dator de Madrid.@aciprensa @EWTNNoticias pic.twitter.com/zZspAXF2fR — Nicolás de Cárdenas 🇪🇸🇻🇦 (@cardenasnicolas) December 28, 2022

En declaraciones a Aciprensa, el propio Poveda explicaba, entre otras cosas, que “aquí se hacen 10 mil abortos al año desde hace muchos años”.

Declaraciones exclusivas para @aciprensa y @EWTNNoticias de @aguiladepiedra minutos antes de ser detenido a las puertas del negocio de abortos Dator. pic.twitter.com/rcB9Vco0cK — Nicolás de Cárdenas 🇪🇸🇻🇦 (@cardenasnicolas) December 28, 2022

El obispo de Orihuela-Alicante, Mons. José Ignacio Munilla, también se hizo eco del acontecimiento, en un tuit en el que aseguraba: "El día del juicio final, se nos preguntará: ¿Y tú que hiciste mientras se producía el exterminio de millones de vidas inocentes? Y el doctor Jesús Poveda responderá: ¡Perdón, Señor, yo solo me pude poner a la puerta del abortorio! Y ya, de paso, pues...: https://youtu.be/q7xYq4ktNaM"

El día del juicio final, se nos preguntará: ¿Y tú que hiciste mientras se producía el exterminio de millones de vidas inocentes?Y el doctor Jesús Poveda responderá: ¡Perdón, Señor, yo solo me pude poner a la puerta del abortorio! Y ya, de paso, pues...: https://t.co/mbyCtjmXsV pic.twitter.com/cGPQM7kIWx — Jose Ignacio Munilla (@ObispoMunilla) December 28, 2022

Se refería el obispo Munilla al testimonio de José Carlos Martínez, recogido por la ACdP, en el que cuenta que el doctor Jesús Poveda convenció a su madre en la puerta de la Clínica Dator, en Madrid preguntándole “¿Qué necesitas para no abortar?”. Hoy José Carlos tiene 25 años, vive con su mujer y sus dos hijas en Soto del Real y proclama su agradecimiento al médico que rescató su vida y no ha dejado de ayudar a su familia desde entonces.

Cabe recordar que este Gobierno socialista-comunista, tan amigo de las libertades, aprobó en abril de este año castigar hasta con penas de cárcel a quienes acuden a rezar las clínicas abortistas. En concreto, se establece “pena de prisión de tres meses a un año o de trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y uno a ochenta días” para quien, a juicio del legislador, menoscabe la libertad de las madres que se dirigen a un centro de aborto. El Código Penal se refiere a la persona que “para obstaculizar el ejercicio del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo acosare a una mujer mediante actos molestos, ofensivos, intimidatorios o coactivos que menoscaben su libertad”.

Y nada de eso hizo ayer el doctor Poveda. Sólo sentarse delante de una clínica abortista. Pero de este doctor Poveda no hace falta decir nada más, pues es testimonio hecho vida y nunca mejor dicho...

Suecia desafía al mundo y se opone al cambio de sexo en menores (Carlos Esteban)



¿Qué está pasando con Suecia? El país escandinavo ha sido pionero en políticas ‘woke’ desde mucho antes de que se acuñara el término ‘woke’, imponiendo el programa completo de lo políticamente correcto a su indefensa población, desde una enloquecida política de asilo a las más demenciales derivaciones de la teoría de género o la ortodoxia climática. Y, a lo que parece, ahora quiere ser pionera en desandar el camino al desastre, quizá porque lo tiene más cerca que otros países.

Primero fue lo de llevarle la contraria al recetario mundial único en la lucha contra la pandemia, negándose a confinamientos, obligatoriedad de mascarillas o cierres de espacios públicos, contra viento y marea y con resultados excelentes. Luego vino acelerar y facilitar las deportaciones de ilegales, por influencia de los Demócratas Suecos. Más tarde, la clara apuesta por las nucleares. Y ahora también, en la causa sagrada del momento, pisa el freno en la fiebre trans que sacude Occidente.

Por de pronto, las autoridades sanitarias suecas han partido peras oficialmente con la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH) con el anuncio de que las clínicas de género ya no emprenderán «cambios de sexo» experimentales en menores de 18 años, sino que ofrecerán «apoyo psicológico para ayudar a los jóvenes a vivir con el cuerpo sano con el que nacieron». Suena muy de sentido común, pero para el resto del mundo, parece más una declaración de guerra.

Según un artículo publicado en la revista médica sueca Läkartidningen, antes de fin de año se publicarán nuevas pautas que desaconsejan los bloqueadores de la pubertad, la hormonación artificial y la cirugía para menores de 18 años. Esto contrasta directamente con los Estándares de atención 8 (SOC8) de WPATH publicados a principios de este año, que recomiendan la afirmación y la intervención médica como la primera línea de tratamiento para menores con disforia de género.

“En conjunto, las nuevas guías serán más razonables que las anteriores y recomendarán mucha cautela con intervenciones irreversibles en cuerpos sanos, ya que sabemos que algunos se arrepentirán”, escribe el pediatra Mats Reimer en la publicación especializada. Reimer anuncia que los bloqueadores de la pubertad y la hormonación solo se aplicarán en ensayos clínicos, dada la ausencia de estudios que avalen la seguridad y utilidad de estos procedimientos.

Reimer asegura que la política aplicada hasta el momento en Suecia se basaba en los Estándares de atención 7 (SOC7) de WPATH, pero cuando esta asociación internacional publicó su SOC8, los médicos suecos abrieron un debate sobre la eliminación de los límites de edad y la inclusión de «eunuco» como una identidad de género innata que incluso los niños pueden poseer. Reimer, al igual que muchos otros expertos, cree que esto es una señal de que WPATH no es una organización científica sino un grupo activista. Se lo podríamos haber dicho nosotros.

«Si esto se hubiera publicado en otro lugar que no fuera un artículo supuestamente científico, se habría pensado que era una sátira», sostiene Reimer. «El hecho de que las pautas actualizadas de la Junta Nacional de Salud y Bienestar ya no se basen en una organización tan obviamente activista como WPATH es, por supuesto, bienvenido».

«En la atención médica sueca, la psiquiatría infantil seguirá siendo responsable de tratar a los menores de 18 años que experimenten una incongruencia de género y la padezcan. La atención ahora consistirá principalmente en apoyo psicológico para ayudar a los jóvenes a vivir con el cuerpo sano con el que nacieron», concluyó Reimer.

Carlos Esteban

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Monseñor Viganò sobre las sanciones canónicas impuestas a don Frank A. Pavone




DECLARACIÓN
sobre las sanciones canónicas impuestas
a Don Frank A. Pavone



AGERE SEQUITUR ESSE, nos enseña la filosofía escolástica: la acción de todo ente depende de la naturaleza del ente mismo. De ello se deduce que las acciones de una persona son consistentes con quién es esa persona. Encontramos confirmación de este principio de ontología en las recientes sanciones canónicas impuestas por la Santa Sede a Don Frank A. Pavone, un conocido y apreciado sacerdote provida comprometido durante décadas en la batalla contra el horrible crimen del aborto.

De hecho, si un dicasterio romano decide electrocutar a un sacerdote con la reducción al estado laico, acusándolo de blasfemia e impidiéndole defenderse en un juicio canónico ordinario; y si no se toman decisiones similares contra clérigos notoriamente herejes, corruptos y fornicarios, no es ilegítimo preguntarse si una acción persecutoria no revela una mente persecutoria, y si una acción contra un buen sacerdote antiaborto no traiciona la el odio del perseguidor hacia el Bien y los que luchan por él.

Este castigo injusto e ilegítimo se vuelve tanto más odioso cuanto más nos acercamos a la Navidad, si tenemos en cuenta que al matar a los inocentes el Enemigo de la humanidad quiere matar al Niño Rey. La secta bergogliana eclipsa a la Iglesia católica con su arrogante ocupación de puestos de liderazgo y abusa escandalosamente de su autoridad con un fin contrario al que la quiso Nuestro Señor, Cabeza de la Iglesia. No hay ámbito doctrinal, moral, disciplinario y litúrgico que no haya sido objeto de su acción vandálica.

Nada se salva de lo poco que quedó después de sesenta años de demolición sistemática por parte del Concilio Vaticano II; y lo que sobrevive como un recordatorio desmoronado de glorias pasadas está bajo la constante amenaza de nuevos y peores estragos.

Por lo tanto, es evidente que el Sanedrín romano -cuyo trabajo desconcierta incluso a los más cautelosos intérpretes de los acontecimientos del Vaticano- tiene como objetivo la persecución de los buenos y la promoción de los malos. El caso de la "cancelación" de Don Pavone es la enésima demostración de que se persigue con feroz obstinación este fin, tanto para alimentar un clima de terror en el Clero y así inducirlo a una obediencia servil y temerosa, como para crear desorientación y escándalo en los fieles y en aquellos que en todo caso miran a la Iglesia como punto de referencia moral.

Todo esto ocurre mientras el jesuita Marko Ivan Rupnik, sobre quien está pendiente sentencia por gravísimos delitos castigados con excomunión latæ sententiæ , ve remitida su pena canónica por su hermano y compañero residente en Santa Marta; y mientras la Curia romana está infestada de personajes impresentables, notorios sodomitas, fornicarios, corruptos y herejes. La acólita bergogliana se distingue por la gravedad de sus defectos: cuanto más graves son, más prestigioso es el cargo que ocupa.

Ante esta violación de los más elementales principios de justicia y de prudencia gubernamental, y la clara determinación de los líderes de la jerarquía de actuar contra mentem legis , es necesario que los cardenales y obispos comprendan las gravísimas consecuencias de su cómplice callar y levantar valientemente la voz en defensa de la parte sana del cuerpo eclesial: esto lo impone el respeto a la Verdad católica violada, el honor de la Iglesia humillada por sus propios Prelados y la eterna salvación de las almas puestas en peligro por las palabras y acciones de malos pastores, que usurpan una autoridad que no les corresponde a ellos, sino a Cristo Rey y Sumo Pontífice, Cabeza del Cuerpo Místico.

Si servir a la Iglesia y defender la vida de las criaturas inocentes en este tiempo de apostasía constituye una ofensa digna de la expulsión del estado clerical, mientras que la propaganda del aborto, la promoción de la ideología de género o la violación de las vírgenes consagradas no está sujeta a excomunión, entonces el padre Frank puede considerar esta vergonzosa decisión vaticana es motivo de orgullo, recordando las palabras del Salvador: Bienaventurados seréis cuando os insulten, os persigan y, mintiendo, digan de vosotros toda clase de mal por mi causa (Mt 5, 11) .

Y quien se haya hecho culpable y cómplice de esta persecución contra los buenos, debe temblar al pensar en el juicio que le espera. Deus non irridetur (Gál 6, 7).

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
22 de diciembre de 2022

No es broma: Deterioro de la salud de Benedicto

 SECRETUM MEUM MIHI


Es 28 de Diciembre, y lo que sigue no es broma, por si acaso.

Al final de la audiencia general de hoy Francisco ha hecho la siguiente solicitud (nuestra traducción).
Querría pedir a todos vosotros una oración especial, por el Papa emérito Benedicto, que en silencio está sosteniendo la Iglesia. Recordadlo —está muy enfermo— pidiendo al Señor que lo consuele, y lo sostenga en este testimonio de amor a la Iglesia, hasta el final.
Luego de semejante alarma, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, ha emanado la siguiente declaración a los periodistas (nuestra traducción).
En mérito a las condiciones de salud del Papa emérito, por el cual el Papa Francisco ha pedido oraciones al térmono de la audiencia general de esta mañana, puedo confirmar que en las últimas horas se produjo un agravamiento de su condición debido a la avanzada edad. La situación por el momento está bajo control, seguida constantemente por los médicos. Al término de la audiencia general el Papa Francisco se dirigió al monasterio Mater Ecclesiae para visitar a Benedicto XVI. Nos unimos a él en la oración por el Papa emérito.

martes, 27 de diciembre de 2022

La crisis de fe que atraviesa la Iglesia tiene su origen en la nueva Misa



Este imperdible artículo del sacerdote austriaco Michael Gurtner se publicó originalmente en alemán en el sitio katholisches.info el pasado 27 de noviembre, que ha autorizado a Rorate Caeli a publicar la traducción.

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En estos momentos la Iglesia modernista trata de transformar su constitución interna, transformándose por sí sola y por iniciativa propia para que en lugar de la Iglesia jerárquica querida e instituida por Dios sea de carácter sinodal (y por tanto obra de hombres). En la única Iglesia de Jesucristo, que es la católica, se está llevando a cabo desde décadas un proceso de continuo apartamiento de la divina Revelación y del propio Cristo; un proceso de autodemolición. La Iglesia se está haciendo pedazos desde dentro. Desgraciadamente, es muy legítimo plantearse en este momento hasta qué punto sigue siendo católica la Iglesia. ¿Es todavía como Cristo quiso que fuera?

Indudablemente, está claro que la Iglesia es la misma que instituyó Cristo. En cierta forma se puede señalar a la Iglesia y afirmar: «Ésta es la única Iglesia que fundó Jesucristo». Por otro lado, cabría plantearse si lo que en general hacen, enseñan, deciden y creen los jerarcas terrenos de esta Iglesia única de Jesucristo en un momento dado se ajusta a lo que Él quería.
No podemos incurrir en el craso error de creer que todo lo que dice la Iglesia por medio de sus órganos visibles se corresponde automáticamente con las enseñanzas y la voluntad de Jesucristo. No todo lo que dice y hace la Iglesia se conforma de forma automática a la voluntad de Dios: hay muchas posibilidades de que de palabra y de obra se actúe contra la verdad revelada. Cuando esto se hace por ignorancia y sin culpa se llama error; cuando se hace adrede y de modo consciente, se llama pecado.
Para entenderlo bien, lo podríamos comparar con un doble molde. Una parte representa la Iglesia sobrenatural y la otra la natural. La forma de la sobrenatural es formativa. La de la natural adopta la forma y hay que hacerla coincidir con la otra. Si ambas formas coinciden, todo está en orden. Ahora bien, si en ciertos puntos no se ajustan es que algo está mal y es preciso corregirlo urgentemente, quitando o añadiendo lo que proceda hasta restituir la congruencia.

Teniendo en cuenta que el núcleo central de la Iglesia es la liturgia, en concreto la oblación del sacrificio eucarístico, centro de todo su ser y su acción, se hace necesario plantearse una cuestión analítica en torno a la Santa Misa: ¿qué misión ha desempeñado la reforma litúrgica en general, en particular la Misa nueva, en su desarrollo hasta llegar al punto en que nos encontramos hoy? Es decir, la descomposición interna de la Iglesia.

¿Qué significa la Nueva Misa?

En cuanto emprendemos una reflexión de este estilo, nos topamos para empezar con un problema esencial: aunque todo el mundo entiende perfecta e inequívocamente cuando se habla de celebrar la Misa de antes, con la Misa nueva no es así. En este caso es necesario aclarar a qué clase de nueva Misa se refiere uno. Pues aunque no se aparte de los opciones que le brinda el Misal, el espectro es tan amplio que va desde una Misa solemne en latín y con incienso, casulla de guitarra y en el altar mayor a otra que se celebra sentados formando un círculo con albas grises, aporreando guitarras, oración eucarística suiza y cáliz y estola de diseño modernista. A primera vista no tienen nada en común, y sin embargo las dos siguen el mismo Misal de Pablo VI sin apartarse de las opciones que permite.

Si añadimos a eso las misas que se celebran en las parroquias cometiendo infinidad de abusos litúrgicos, o sea cuando se apartan (y a veces mucho) de las posibilidades que brinda el nuevo Misal, la deriva llega más lejos todavía.

Los excesos litúrgicos (si queremos llamarlos así) están a la orden del día en muchos lugares y hace mucho que dejaron de ser cosa de capellanes rebeldes de tercera que lo hacían contrariando abiertamente la voluntad expresa del párroco o el obispo. Todo lo contrario; hace tiempo que esas barbaridades litúrgicas las hacen también clérigos de alto rango: párrocos y capellanes no son los únicos que dan mala nota, sino también vicarios episcopales, vicarios generales, obispos y cardenales. En internet abundan las imágenes, y no están documentadas todas esas misas ni mucho menos, en las que se puede ver desde un obispo de Sicilia dando vueltas en bicicleta por la catedral con casulla y mitra a un obispo alemán con maquillaje de carnaval y casulla barroca o un cardenal vietnamita jugando con globos durante la Misa bajo luces de discoteca.

Incluso en los seminarios modernos (cuyo espacio más antiestético suele ser la capilla, que hace difícil, por no decir imposible el recogimiento y la oración devota, y que evoca una sensación incómoda o hasta suscita resistencia al entrar), se suele describir la liturgia como una especie de laboratorio continuo en el que se puede y debe experimentar. En la formación sacerdotal no se enseña necesariamente el concepto de sacralidad. ¿Qué tiene de sorprendente entonces que algunos sacerdotes no vean nada de malo en celebrar la Misa en medio del mar usando un colchón neumático por altar, o que otro, en camiseta y pantalones cortos, haga lo mismo en un claro de un bosque, y diga Misa sentado sobre una tela extendida en el suelo. La nueva Misa se entiende como un banquete comunal; ya no es el sacrificio sublime y sagrado de Jesucristo. En el novedoso concepto de la liturgia, según lo que promueve y exige la propia reforma litúrgica, todo elemento de culto se ha degradado y reducido a algo meramente cultural y sociológico.

Admitiendo que estos ejemplos extremos –aunque algunos los cometan cardenales y obispos– no son reflejo directo de la propia reforma litúrgica (¡indirectamente sí), el abanico en cuanto a cómo se puede celebrar la Misa según el nuevo rito es enorme, incluso dentro de los límites de lo que permiten las normas establecidas, y no se entiende cómo formas tan divergentes puedan ser expresión de una misma fe. Es la conclusión inevitable dada la amplia variedad de diferencias en los textos y ceremonias que pueden acompañar toda instanciación . Este es el primer problema grave que nos lleva a otros.

La Misa nueva es válida pero ambigua

Nada más esto basta para que la Misa y la fe asociada a ella pierdan la necesaria claridad y falta de ambigüedad. Es más, es inevitable que los fieles tengan la impresión de que, para empezar, no hay claridad: todo es vago, impreciso, y en el fondo no es tan importante lo que se cree con tal que se crea algo, sea lo que sea (única limitación: que no sea preconciliar).

Si la propia Iglesia tiene la intención de que la celebración del sacrificio sea objeto de una amplia gama de opciones aun en sus partes más fundamentales y dependa por tanto de decisiones personales, y de conformidad con ello, de las preferencias de cada uno, al haber creado la Iglesia una situación en la que la liturgia se ha vuelto ambigua, lógicamente ello también se aplicará a la fe que subyace a la liturgia y que esta fomenta (lex orandi, lex credendi). Ahora bien, una situación así no promueve la convicción y la fe, sino la manifestación creativa de las propias y arbitrarias opiniones. El nuevo misal obliga al sacerdote a decidir él mismo cómo y qué va a ofrecer como Santa Misa.

De este modo la Iglesia ha abandonado en la práctica sus convicciones anteriores dejándolas como una opción más entre tantas. Así, es más bien una cuestión de gustos, preferencias y opiniones, todas ellas equiparadas. Aparte de que el nuevo Misal ya ha introducido cambios importantes y muy desafortunados, al celebrante le toca decidir en qué poner más el acento. Lo cual es absurdo, teniendo en cuenta que la Santa Misa tiene que estar definida con claridad y no puede degenerarse para convertirse en la obra de un cura cualquiera o de un comité litúrgico. Está claro, pues, que lo que predomina es el carácter de celebración conjunta y el ofrecimiento del Sacrificio de Cristo en el culto de la Iglesia queda en un segundo plano. El católico medio entenderá que la Santa Misa es una celebración comunitaria que externamente se le presenta de esta manera, y además, también se expresa de dicha manera y no primariamente como un sacrificio, que es lo que realmente es.
Para que nadie oponga resistencia, no se eliminan de forma clara y tajante las creencias de siempre. Se limitarán a no mencionarlas más, y se disimularán y ocultarán hasta que desaparezcan de la fe y de las conciencias y en la mentalidad general del clero y el pueblo hayan dejado de ser una doctrina vigente o válida o una práctica litúrgica. Por ese camino, llegará un momento en que las doctrinas y prácticas tradicionales se llegaran a ver como cosas de antes que han perdido vigencia. Suele ser más eficaz dejar algo como en segundo plano y que así vaya cayendo en el olvido que abolirlo directamente, pues se provocaría una reacción.
Se engaña a la gente con palabras astutas que parecen importantes: no se habla del sacerdote que ofrece el Sacrificio sino de quien preside la celebración, no se habla de altar ni víctima sino de la mesa para la Palabra y la Eucaristía. Lo principal es que se ha perdido la falta de ambigüedad. Ahora se habla más de enriquecer nuestra diversidad, de la necesidad de emplear otros métodos o de la prioridad de la participación activa.

Nada de esto afecta en sí la validez del sacramento, pero es un ataque contra su fruto espiritual. No basta con una comunión válida, como si el Cuerpo del Señor fuera un medicamento que funciona mediante una reacción bioquímica. Es preciso que las gracias que derrama el Sacramento caigan también en suelo fértil para que se desarrollen debidamente. Y dado el contenido y estilo de la nueva Misa, ese suelo -o sea, nuestra alma- no se ha preparado como sería necesario para que las gracias se desarrollaran en su plenitud. Dependiendo de cómo se haga, la nueva Misa puede incluso llegar a petrificar el suelo en vez de abonarlo y hacerlo fructífero.
Como es natural, la gracia de Dios puede actuar en cualquier sitio, pero eso no quiere decir que podamos rehuir nuestras responsabilidades ante el sancta sanctorum, y hacerle cargar con el muerto a Dios y hacer lo que nos dé la gana alegando que como Dios es tan poderoso ya lo resolverá. Esa actitud puede llevarnos incluso a abolir los sacramentos y totalmente la práctica de la religión, la fe y la liturgia. Con una liturgia falsa que ha perdido de vista los principios fundamentales corremos el riesgo de que la gracia de los sacramentos caiga en terreno pedregoso y sea cubierta por espinos. En algún momento la gente dejará de creer, aunque comulgue, o bien dejará de asistir a Misa.
La Misa nueva lleva a transigir en cuestiones fundamentales de fe

Un problema capital de la nueva Misa es que enseña a ceder en cuestiones de fe. Se podría decir que ella misma lo demuestra. Uno se va acostumbrando a hacer concesiones. A una tachadura sigue otra, hasta que no queda nada del escrito original.

Lo que al principio se percibe como una deficiencia que convendría eliminar no tarda en convertirse en un hábito al que hay que hacer frente y se termina por defender. Al principio, tal cosa no es sino una opción más; luego, es un derecho de todos; y al final, un deber general. El altar del pueblo, el empleo de acólitas y la comunión en la mano no son sino tres ejemplos particularmente llamativos que prueban este esquema repetitivo. Mientras tanto, en algunos lugares nos vamos acostumbrando a ver laicos que predican, laicos que bautizan, laicos que celebran enlaces matrimoniales y laicos que presiden funerales. El propio sacerdote se está volviendo superfluo, porque después de haberlo despojado de muchas otras competencias pastorales sólo falta que le quiten la liturgia.
En todo caso, siempre se sigue el mismo esquema: lo que al principio fue un escándalo y un abuso litúrgico se ha vuelto de obligada aceptación para todos. Ha pasado de ser un mal a ser un derecho y un deber. Se está introduciendo una mentalidad fatalista de que es mejor que nada o no es tan malo porque no es esencial. Pero la inexorable espiral cuesta abajo ya ha empezado. La nueva Misa nos ha ido acostumbrando a las novedades. Y poquito a poco siempre se avanza algo más. Con frecuencia se trata de alteraciones mínimas que no parecen tan graves, pero esos cortos pasitos iniciales se van convirtiendo poco a poco en grandes zancadas cuando se enlazan entre sí. Si se observa lo que parece normal durante largos intervalos de tiempo, no se tarda en apreciar hasta qué punto se ha decaído nada más con lo que es normal en el Novus Ordo Missae.
La reforma litúrgica enseña a enseña a hacer cada vez más concesiones. Y una concesión de por sí siempre constituye un entramado de cosas que no convencen ni son las mejores. Ceder siempre supone tolerar un mal que se reconoce como parte del conjunto, una reducción de la calidad. De lo contrario, si no fuera algo inferior a lo mejor no habría necesidad de ceder. En el mejor de los casos lleva al promedio, que aprueba por los pelos. Pero es imposible edificar sobre esa base una fe saludable y plenamente desarrollada, porque la fe supone una convicción profunda y apunta al máximo: la fe exige todo lo que se pueda y sin reservas, no lo mínimo indispensable y necesario.

Y si transigir supone esencialmente un retroceso en las convicciones, vendrá acompañado de una disminución de la fe y las convicciones. Precisamente cuando nos ocupamos de teología, del Santo de los santos, no basta con aspirar a algo meramente válido ni a la mediocridad, a un mínimo común denominador que aglutine a los más posibles: ¡el sacrificium perfectum exige una liturgia perfecta! Es imposible degradar conscientemente, adrede y hasta la mediocridad el sacrificio perfecto de Dios transformándolo en una liturgia antropocéntrica sin afectarla en su núcleo. La fe que transige, aunque sólo sea en su expresión externa, está cómo mínimo sujeta al grave riesgo de desaparecer gradualmente. Es mucho más que un posible peligro; es una realidad brutal que ya se ha cumplido y que vemos y oímos a diario en la Iglesia.

Lo trágico es que, casi de forma paradójica, es la nueva Misa la que por sí misma contribuye a esta degeneración a pesar de que en principio no pierde su validez sacramental. Desde una perspectiva es medicina, pero al mismo tiempo no deja de ser un potente tóxico. Por un lado, en la Misa nueva el sacrificio de Dios sigue siendo el mismo sacrificio perfecto de Jesucristo en la Cruz; pero desde el punto de vista eclesiástico, el sacrificio ya no se corresponde litúrgicamente con su propia esencia. Lo que inevitablemente transmite la nueva liturgia (en mayor o menor medida dependerá del celebrante, pero en principio siempre es así) no es lo que realmente es en cuanto a su esencia y tiene forzosamente que ser en cuanto a su forma. Dada esa discrepancia de esencia y forma, empieza por implantarse un error, que terminará por transformarse en una fe novedosa y diferente. Tal afirmación parece poco menos que sospechosa de herejía, porque al principio cuesta creer que tanta gente haya estado engañada por tanto tiempo en una cuestión tan importante. Pero si evaluamos con objetividad y precisión la cosa, tenemos lamentablemente que dar un diagnóstico: que precisamente es la nueva liturgia de la propia Iglesia, si bien no de forma exclusiva pero sí en una medida importante, la que ha favorecido y en muchos casos desencadenado de forma directa esta masiva apostasía. Justo dónde el hombre espera con toda lógica encontrar la verdad y la salvación se topa con el error y la banalidad.

Tras una apariencia de piedad, hasta el mal es justificado

Por razones que son fáciles de entender, a muchos les cuesta creer esto y reconocerlo como una realidad. Es difícil creer que pueda haberse producido semejante desviación. Surge la cuestión: ¿cómo pueden unas ideas tan ajenas y aun contrarias a la mentalidad tradicional de la Iglesia haber penetrado hasta tal punto y haber arraigado tanto? Al analizar lo sucedido se observa que al religioso se lo convence por su propia religiosidad; es decir, se les ataca por donde son más vulnerables y les gustaría crecer. Se encuentra una excusa santa para todo, que justifica cualquier cosa; se escogen argumentos que a simple vista y formulados engañosamente, dan a la primera la impresión de ser muy buenos y ser fruto de la fe, pero en el fondo no lo son. Como el famoso lobo que aparece disfrazado de oveja para parecer amigo cuando en realidad lo que quiere es devorar al rebaño.
Ay, habría que decir algo bastante claro y con toda franqueza: salvo excepciones muy aisladas, los teólogos, sacerdotes, obispos y hasta organismos de la Santa Sede, en conjunto, ya no son amigos de los que podemos esperar todo. Sobre todo en cuestiones de fe. Y es un objetivo declarado destruir la tradición católica en materia de fe, costumbres, dogma y liturgia, y considerarla cosa del pasado. No puede haber ya catolicismo tradicional, con sus diversos aspectos centrales y marginales; se nos considera retrógrados a los que hay que erradicar con consignas y decretos que suenen muy bien. Si la dirigencia actual de la Iglesia, diocesana o universal, se sale con la suya, no podemos seguir existiendo.
Este objetivo se persigue con mucho empeño, no sólo mediante leyes y decisiones sino con palabras que suenan muy bien pero manipulan con mucha perfidia. Si, por ejemplo, alguien se niega a recibir la Comunión en la mano, se hará que se sienta culpable «por no haber recibido a Cristo». Se le reprochará con palabras bonitas: «Cristo quiere entrar en tu corazón y no lo recibes porque pones la manera de recibirlo por encima de Cristo y de su gracia». A quienes insisten en ir a la Misa de antes en vez de la nueva, se los acusa de desobedientes: «¡Jesús no quiere que seamos desobedientes!» Por otra parte, argumentos como «si Jesús no lo quisiera no lo habría permitido» son tan teológicamente falsos y manipuladores como afirmar: «Si la Iglesia (o el obispo, el Papa, el párroco el consejo parroquial) lo dice, es señal de que está bien. El Espíritu Santo siempre habla por boca de ellos». O se le dice a los feligreses (como siempre les gusta decirles a los alumnos de los seminarios) que el que obedece no peca.

Hay muchos otros argumentos falsos que suenan buenos y creíblesy que pillan a la gente religiosa y crédula por su punto vulnerable pero que si se miran objetivamente no se apoyan en la realidad teológica, sino que apuntan a los sentimientos, y tienen por objeto transformar la manera de pensar, hablar y actuar.

En vez de recurrir a argumentos basados en la realidad –al fin y al cabo, el acto de fe es el asentimiento voluntario de la mente a una verdad reconocida, ¡no una cuestión de sentimientos!–, se prefiere llevar las cosas al nivel emocional para influir en las almas piadosas con argumentos que suenan bien pero están tergiversados en su contenido, y no tener en cuenta los aspectos importantes de la cuestión: los críticos encuentran más eficaz acosar a los tradicionalistas de irreligiosos y de haber roto su relación con Cristo. Lo que hacen y creen –precisamente porque quieren cultivar, edificar y mantener una relación íntima con Cristo–, se les hace ver que es perjudicial. La realidad está, pues, totalmente invertida.

La ambigüedad de la nueva Misa actúa como un anestésico

La ambigüedad de la nueva liturgia y el amplio espacio al que inherentemente da lugar a interpretación actúa como un anestésico que duerme el alma y el espíritu. Nos vamos acostumbrando a cambiar lo que se entiende a la primera sin ambigüedad por algo vago o que se entiende mal. Uno se tranquiliza pronto diciéndose a sí mismo: «De todos modos, se puede entender bien». Pero ahí está precisamente el error. Puede que lo entienda, pero también puede que no lo entienda. Esa impresión de que todo es incierto en vez de claro y diáfano se promueve mediante cambios constantes a nivel pastoral. Uno se hace a la idea de que nada está definido y todoestá sujeto a cambios constantes, porque «el Espíritu Santo sopla donde quiere y lo hace todo nuevo». Las verdades objetivas reveladas se disuelven y se vuelven algo negociable. Una vez que la mente humana está sedada y adormilada de ese modo, se le puede imponer cualquier cosa.

La ambigüedad se utilizada adrede para que lo que en un principio sería legítimamente rechazadopor la mayoría termine por convertirse no sólo en una posibilidad, sino en una obligación para todos. Ya hemos dado algunos ejemplos de ello, como comulgar en la mano, aunque se podrían citar muchas otras innovaciones. La dinámica de esta evolución siempre es la misma y se da en siete etapas pequeñas individuales, y siempre sigue el mismo esquema previamente trazado.

Primero se da algo que suscita el rechazo general, y por tanto se prohíbe. Por ejemplo, mesas de altar para el pueblo, acólitas o comunión en la mano.

Segundo, si uno quiere acabar con esa prohibición o rechazo, empieza a incumplir la prohibición esporádicamente. Aunque en un principio cause escándalo y horror, con el tiempo se vuelve más frecuente y la gente se va habituando.

Tercero, llega un momento en que se cansan de resistir. Al ser cada vez más frecuente, nadie quiere llevar la contraria criticando continuamente lo mismo. Al ir amainando las críticas, la mente y la conciencia se van adormilando: con el hábito viene la tolerancia. Aunque es probable que se siga percibiendo como un mal, se termina por aceptar. Es una situación ambigua: aunque la práctica se asocie con un mal, poco a poco se va considerando posible (aunque sea peor)

Cuarto: la posibilidad se vuelve aceptación: aunque uno diga «no es exactamente mi preferencia», lo empieza a ver factible y legítimo en principio.

Quinto: Claro que todo lo que se entiende como posible y legítimo termina por permitirse oficialmente. El siguiente paso es la autorización.

Sexto: La autorización se convierte en un derecho, que puede llegar a imponerse sobre los demás.

Y séptimo: ¡Al final de la cadena está el grave deber de ejercer los derechos! Hemos pasado de la prohibición estricta al derecho obligatorio. Y como el deber y la prohibición son en realidad una misma cosa (una es una obligación, la otra no), el paso de la obligación a la prohibición sigue los mismos pasos en orden inverso, anestesiando una vez más mentes y conciencias.

Con la nueva Misa se perdió la fe

Si nos desembarazamos de toda ideología y analizamos con bastante serenidad y sin dejarnos llevar por sentimientos, no podemos menos que reconocer que la nueva liturgia acabó con la fe del pueblo, en particular la Misa nueva.Desde luego no ha sido ésa la única causa, pero es preciso verlo como el motivo fundamental. Pues si la Santa Misa es el corazón de la fe católica (en sí lo es), es lógico e inevitable que la gente encuentre la medida de la fe en ese centro. ¿Dónde si no?

Ahora bien, si ese centro se desplaza, si se vuelve ambiguo y transmite contenidos diferentes ya sea en las palabras, los gestos y la evidencia, será inevitable que la fe se adapte a esas ambigüedades y alteraciones. El hombre tiende a percibir las cosas de un modo muy inmediato y sacar las conclusiones más obvias, aunque no sea a nivel intelectual. Las explicaciones teológicas complejas que ayuden a entender bien una ambigüedad no pueden justificar los cambios ni son edificantes para la fe. ¡Es impensable que la sagrada liturgia se altere drásticamente sin que afecte la fe! Podría darse de forma muy ocasional que alguien concreto mantuviera la fe por una obra muy particular de la gracia de Dios, o por nutrir su fe en otras fuentes. Pero a grandes rasgos se puede afirmar que es imposible.

La nueva liturgia sigue un concepto general totalmente alterado que pone al hombre en el centro, donde Dios se encontraba antes. Distrae al hombre apartando su mirada de Dios para dirigirlahacia el hombre, y enla práctica obstaculiza la oración íntima y personal durante la Misa al faltar el silencio litúrgico y ocupar constantemente al hombre con algo externo. Desde luego así no se nutre la fe. En consecuencia, la fe se seca y evapora. Eso es ni más ni menos lo que vemos a diario y lo que ha adquirido unas proporciones que ya no es posible disimular, negar ni minimizar.

Por raro que parezca, las deficiencias en la fe del pueblo, los errores, la apostasía, hunden sus raíces más profundas en las costumbres litúrgicas postconciliares.

No podemos pasar por alto las consecuencias de décadas de mutilación y disolución de la liturgia. ¡Pensemos en el daño inflingido a las almas! Están confundidísimas en la fe; muchas de las cosas que creen ya no se corresponden con la fe católica; es una fe muy incompleta, o se ha secado totalmente. Las consecuencias que vemos a diario de un fe sustancialmente cambiada –hasta en los mismísimos pisos superiores de los palacios apostólicos–, se convierten en causas que agravan la apostasía. Hoy en día se excusa todo, todo tiene su validez y justificación, excepto la Tradición que la Iglesia reconoció, enseñó y practicó durante siglos bajo la guía del Espíritu Santo.

El estado de la fe católica en la Iglesia actual lo vemos en innumerables ejemplos: cultos paganos aun en presencia del Papa, que también encuentran su lugar en documentos y discursos oficiales de la Santa Sede, la imperdonable conducta de la Iglesia durante los confinamientos covidianos, que dejaron bastante claro que las autoridades de la Iglesia habían perdido la fe en el Sacrificio de la Misa y la Presencia Real. Simulacros de misa realizados por laicos se están volviendo cada vez más frecuentes y descarados, considerándose como la nueva normalidad, bautizos, bodas, funerales, bendiciones y otros actos litúrgicos son realizados por seglares en cada vez más diócesis, y en ciertas vicarías se ha decidido oficialmente: ya no hay sacerdotes que celebren honras fúnebres porque no quieren privar de nada a los laicos.

Por consiguiente, la nueva Misa es también peligrosa

La Misa se va degenerando más cada vez, hasta el punto de convertirse en un instrumento de propaganda a favor de temas como la inmigración, el cambio climático y otras cuestiones políticas del momento con las que la izquierda trata de captar a la gente por la vía espiritual y moral. Actualmente la gente vota más a la izquierda porque al fin y al cabo es católica. El resultado final será una sinodalización de la Iglesia en la que su divina constitución e institución terminará por ser abolida: se eliminará la modalidad jerárquica espiritual para transformar en una Iglesia laica y sinodal. No es sino la consecuencia lógica, la coherente continuación y puesta en práctica del antropocentrismo que se inauguró en el último Concilio y ha hecho patente la reforma litúrgica.

El camino sinodal con sus demandas es consecuencia lógica y directa del Concilio y la reforma litúrgica a él anexa, ya que avanza dentro de la misma mentalidad, si bien con más coherencia y va más allá. Sería absurdo y ridículo decir «Concilio sí, sínodo no». Porque la ruptura ya se dio en el último Concilio, no sólo en los últimos años. No es coherente afirmar que el Concilio se ajusta perfectamente a la Tradición. Aunque al principio lo pareciera, es una afirmación errónea. Lo que tenía de verdaderamente católico se ha hecho humo. Al principio parecía que estaba presente (al menos en forma compacta) en las reformas que siguieron. El humo se fue diluyendo más y más, hasta que acabó por perder la forma; se ha vuelto tan tenue que apenas si se perciben ya vagas trazas. Y la nueva liturgia ha desempeñado una parte fundamental en ello.

Cierto que estas ideas, arraigadas en el modernismo, se remontan a más atrás; aun antes de Concilio, no todo estaba bien. La reforma de la Semana Santa es una de muchas pruebas de que no se puede decir que antes de 1960 todo estaba bien y después todo está mal. ¡La diferencia está en que con el último Concilio la Iglesia oficialmente representó y promovió lo que hasta ese momento siempre había rechazado tajantemente con toda razón! Se ha producido un cambio de paradigma que no es posible entender como crecimiento y profundización sino como ruptura y destrucción.

A la vista está adónde nos ha llevado: ha llegado a afectar a obispos, cardenales e incluso papas. Hay prelados que no vacilan el declarar que la Iglesia tiene que cambiar, que de ahora en adelante quieren ser católicos pero diferentes. Supondría un craso error y una tremenda cortedad de vista pensar que esta situación no ha tenido nada que ver con la reforma litúrgica (que a mismo tiempo parece más y más anticuada y necesitada de reformas, como cada vez más se oye decir).

La solución: abandonar la nueva Misa y volver a la Tradición

Desde esta perspectiva, se plantea una pregunta legítima: ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo podemos salir de la crisis?

Hay dos opciones fundamentales. O se intenta salvar lo poco que queda para después volverlo a desarrollar, como cortar la planta parásita del modernismo para que las ramas crezcan más sanas en la planta buena. O seguir por el mismo camino que hasta ahora, avanzando cada vez más hacia la apostasía, esperando un poco más hasta que las partes de la Iglesia heridas de muerte por la reforma terminen por desaparecer porque ya no convencen a nadie y, claro, nadie quiere saber nada de ellas.

Tanto en un caso como en otro, el final será el mismo. Sólo la Tradición permanecerá, pues todo lo demás terminará por desaparecer. ¡Ya se percibe qué está muriendo y qué está cobrando fuerza! Aunque de por sí las cifras no sean un criterio razonable para juzgar, porque la verdad no la decide la mayoría, se va delimitando con bastante claridad una tendencia bastante razonable: la gente se aleja de una iglesia y una liturgia que afirmaban querer salir al encuentro de la gente y ser más humanas y modernas (modernistas). Por otro lado, las iglesias que celebran la liturgia tradicional y exponen en su plenitud la doctrina católica están experimentando un crecimiento tremendo a pesar de los intentos de suprimirlas. En un futuro no muy lejano, o se será católico tradicional o no se será católico.
En vista de ello, lo más sensato sería abandonar la nueva Misa y regresar en todo a la liturgia romana tradicional antes de que la evolución natural de los acontecimientos termine por autodestruirse de mala manera. Porque la nueva liturgia y la teología a ella asociada están ya tan destruidas y vaciadas que no se tienen en pie.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)