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viernes, 7 de septiembre de 2018

La mayor asociación de empresarios católicos de EEUU congela sus donaciones al Vaticano (Carlos Esteban)



Legatus, la mayor asociación de empresarios católicos, ha enviado una nota en la que informa su intención de congelar los fondos que destina a la Iglesia como medida prudencial, tras los recientes escándalos de pederastia clerical y encubrimiento episcopal.
“A la luz de las recientes revelaciones, pensamos que es respetuosamente opbligado pedir aclaraciones sobre el uso específico de estos fondos”, ha escrito en una nota publicada por The Wall Street Journal Thomas Monaghan, presidente de Legatus (“Embajadores de Cristo en los Mercados”) y fundador del gigante de la comida rápida Domino’s Pizza.

Legatus informa que ha decidido dejar en fideicomiso las donaciones recibidas, por el momento. “Los sucesos de las últimas semanas han movido a muchos miembros a contactar con nuestra sede principal y con miembros de la Junta Directiva en relación con la actual crisis de la Iglesia”, añade la nota.

“Este es un momento en el que se necesita a cada uno de los miembros de Legatus. Nuestra misión de estudiar, vivir y difundir la fe católica en nuestras vidas empresariales, laborales y personales es más crucial que nunca”, señala, antes de informar de la decisión de dejar los fondos donados en fideicomiso».
“A la luz de las recientes revelaciones y dilemas, estamos convencidos de que es adecuado exigir respetuosamente una clarificación sobre el uso específico que se haga del dinero donado”.
La asociación habría recaudado en los primeros ocho meses de 2018 unos 820.000 dólares, un porcentaje insignificante del presupuesto del Vaticano, pero la decisión tiene más importancia como síntoma y, quizá, precedente de una nueva renuencia por parte del católico norteamericano a seguir cumpliendo con el diezmo y destinar parte de su dinero a una Iglesia que, por lo que dejan traslucir los casos de McCarrick o los desgranados por el gran jurado de Pensilvania, no son ni transparentes ni excesivamente ‘santos’.

Desde el inicio de la crisis, son numerosas las voces que urgen a utilizar la palanca económica de los fieles para forzar a las diócesis a tomar decisiones valientes y tajantes ante un escándalo que sume en la tristeza a toda la Iglesia

Siendo el laicado impotente para llevar a cabo las medidas que muchos querrían adoptar y que están, a menudo, en manos de obispos en los que han perdido la confianza, retirar las ayudas directas a la Iglesia se ve como el único medio de hacer sentir su protesta.

Siendo Estados Unidos el país más rico de la tierra, al menos entre los que cuentan con un número significativo de católicos, una ‘huelga de bolsillos cerrados’ podría forzar cambios o, en el peor de los casos, colaborar a construir esa “Iglesia pobre para los pobres” con la que sueña el Papa Francisco.

Carlos Esteban

Cardenal Cupich tenía razón: Ante las acusaciones de Viganò es mejor que Francisco cambie de tema. ¡Y Francisco lo hizo!





Los correspondientes enlaces, por orden son:


Cardenal Cupich sobre ex nuncio: El Papa tiene cosas más importantes de qué preocuparse

Pedofilia en la IglesiaAbuso sexual: con una entrevista, el papa Francisco busca reafirmarse y cambiar de tema



El Vaticano espera otra ‘bomba’, ésta sobre la penetración gay en la Jerarquía (Carlos Esteban)



El Informe Viganò podría haber levantado la veda del secreto de oficio vaticano, y Roma se llena de rumores esperando la siguiente ‘bomba’, quizá surgida del dossier encargado por Benedicto XVI sobre la corrupción en la Curia y nunca hecho público.

Quizá lo más sorprendente del Informe Viganò sea que no es sorprendente en absoluto, salvo en una cosa: que un arzobispo curial tan alto en el escalafón haya violado su juramento de secreto de oficio para acusar al Papa y a la Curia y pedir la dimisión del primero.

Por lo demás, el contenido de las acusaciones, verdaderas o no, es poco o nada sorprendente. Que la Curia conociera lo que conocían tantos, lo que, al final, tenían la obligación de conocer, no debería resultar tan llamativo. Lo hemos vivido ya, con Juan Pablo II, sin contar con que la jerarquía eclesiástica tiene fama de poseer un excelente servicio de información interna.

Lo que cuenta Viganò podrá, naturalmente, ser mentira, pero una mentira eminentemente verosímil que se compadece extraordinariamente con situaciones que ya vivimos en 2002 y hechos con los que se especulaba desde hace tiempo, porque son lógicos y tienen sentido: si ha habido obispos que han pagado extrajudicialmente para solventar denuncias judiciales contra McCarrick, es de razón que no lo hicieran a título individual y que informaran a sus superiores, como han aclarado que hicieron, por otra parte.

Viganò ha ‘pecado’, de eso no hay duda, al violar el secreto de oficio. O, quizá, podría alegarse que ha ‘discernido’, que ha optado por no ser un semipelagiano rígido de rostro amargado obsesionado por el cumplimiento de las normas. Y es que la ‘nueva dispensación’ que parece ofrecer Su Santidad puede mostrarse como una espada de doble filo, en el sentido de que no todos van a discernir los asuntos de conciencia de la misma forma.

Y ese es el peligro ahora, que haya más altos funcionarios vaticanos que disciernan en el mismo sentido, y que se tomen más en serio las palabras del Pontífice cuando exalta la apertura y la transparencia que el viejo y hasta ahora escrupulosamente mantenido secreto de oficio. Que se rompa el dique, en fin, y se filtren muchos otros confidenciales con consecuencias aún más explosivas.

Hoy en Roma, caldera de rumores, se habla sobre todo de tres, que probablemente sean o procedan del mismo. El primero sería un dossier sobre el cardenal americano Kevin Farrell, que vivió seis años en el mismo domicilio que el ex cardenal McCarrick cuando era entonces su auxiliar en Washington, que escribió un elogioso prefacio para el libro ‘Building a bridge’ del jesuita homosexualista Padre James Martin, a quien invitó como ponente estrella al desastroso Encuentro Mundial de las Familias de Dublín. Farrell, cuando estalló el escándalo McCarrick, dijo no sospechar nada de las andanzas de su buen amigo y protector y mostró una sorpresa que ha convencido a pocos.

El segundo sería meramente una lista: nombres y cargos de los clérigos y prelados gays en el Vaticano que presuntamente formarían la red homosexual que estaría presionando para que la Iglesia cambie su concepción de la sexualidad humana.

Pero este segundo -al igual que, probablemente, el primero- solo podría salir del Santo Grial de los informes confidenciales: el encuadernado en rojo, 300 páginas, que el Papa Benedicto entregó a su sucesor para que hiciera con él lo que creyera oportuno.

Sí, suena novelesco y hasta conspiracionista, pero no hay nada de ello: todo está debidamente publicado, incluso en publicaciones oficiales de la Iglesia, y cualquiera puede consultar la historia del famoso dossier de misterioso contenido. Sólo las interpretaciones difieren sobre esta curiosa saga.

Que comienza, entre otros, con Viganò, entonces a cargo de la Gobernación o Gobernorato, el organismo que administra el Estado Vaticano. El Arzobispo se encontró con un verdadero patio de Monipodio en las finanzas, corrupción económica que se traducía en un déficit de ocho millones de euros cuando él mismo habría de convertir ese saldo en más de treinta millones de superavit.

Viganó escribió a Benedicto para denunciar esta corrupción, al tiempo que tomaba medidas para atajarla, estropeando muchos negocios a gente importante de la Curia. Hasta que algunos de esos mensajes, junto con otros que exponían igualmente la corrupción de las altas esferas vaticanas, se filtraron a la prensa en el escándalo conocido como VatiLeaks.

Se halló al culpable o, al menos, se encontró culpable y se condenó al mayordomo personal de Su Santidad, que fue casi inmediatamente indultado, lo que llevó a muchos a pensar que las filtraciones habían sido aprobadas por el propio pontífice para iniciar una ‘operación limpieza’.

El caso es que el asunto VatiLeaks dio a Benedicto una razón -o un pretexto, si se quiere- para iniciar una investigación sobre la corrupción en la Curia en particular y en la jerarquía en general, investigación que encargó a tres cardenales: Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi.

El resultado fue el informe del que hablamos y que, al parecer, junto a la corrupción económica había encontrado muy extendida la corrupción moral entre representantes del alto clero, especialmente en su vertiente homosexual.

El Vaticano informó en su momento que el Papa había leído el informe y que había decidido no hacerlo público, sino traspasarlo a su sucesor para que hiciera lo que estimara conveniente. Unas semanas más tarde, de forma sorprendente, Benedicto anunciaba su renuncia alegando que no se veía con fuerzas para afrontar las reformas que la Iglesia necesitaba.

Y entregó el famoso informe a Francisco, que no sólo no lo ha hecho público sino, que sepamos, no ha vuelto a mencionarlo.

Pero si el informe está a buen recaudo en poder de Francisco, o incluso si ha pasado ya por la trituradora de papel, hay, como poco, tres personas que lo conocen bien y que con toda probabilidad guardarán copia del mismo: Julian Herranz, Jozef Tomko y Salvatori De Giorgi.

Y ésta es la ‘bomba’ de la que hablan ya publicaciones como Il Giornale, entre otros muchos, que recogen el rumor que corre como la pólvora en la Roma que se despide del verano y en la que, de creer a los alarmista, abundan los prelados a los que no les llega la camisa al cuello. 

De este informe saldría casi con toda seguridad la ‘lista negra’ que amenaza con hacerse pública y, probablemente, el informe que algunos esperan sobre el cardenal Farrell.

El secreto de oficio -cubierto por sanciones morales y canónicas- ha sido hasta ahora la salvaguarda de estos secretos. Pero Viganò podría haber abierto la veda y muchos funcionarios obligados por él quizá estén en este momento discerniendo, según la doctrina de moda de la primacía de la conciencia, si no harán un mayor bien a la Iglesia rompiéndolo.

Carlos Esteban

La crisis vocacional. Es preciso transmitir el mensaje de Jesucristo sin rebajas (Padre SANTIAGO MARTIN FM)


Duración 8:28 minutos


THE ‘GAY PRIEST’ PROBLEM And it is a PROBLEM (Michael Voris)


Duración 6:19 minutos

 TRANSCRIPT

Father James Martin is not going to like this one.
Men who see themselves as "gay" should not be ordained — period.
Why? Because homosexuality is a psychological disorder which can too often end up damaging the lives and souls of not only those afflicted, as nearly all afflictions can, but in particular the damaging effects of homosexuality can be transferred to the sheep who entrust themselves to the spiritual care of such men.
And as an aside, just because the American Psychological Association was politically bullied in 1975 to declare homosexuality "normal" does not make it so — it's not.
It is always the result of a deep wound, almost always not the fault of the person but nonetheless his to now suffer with. It is a cancer of the mind and self-image. The man who sees himself through the lens of being sexually attracted to other men can never be psychologically healthy enough to minister in the priesthood, and this is true even if the man remains completely chaste.
This issue is not one of chastity, but one of psychological fitness.
The priesthood is a place where healthy men who are well grounded in their identity as a man can put themselves on the line for the good of their sheep.
The reason psychological health is so necessary in this regard is because this is the precise aspect of the soul of the priest which enables him to move beyond himself for the sake of the other — a true altruism. A man who is wounded psychologically cannot behave in this manner because he is too concerned with addressing his inner pain, consciously or unconsciously.
Gay priests are just not capable of giving themselves totally to the sheep. In truth, most men are not really capable of that, which is why most men cannot and should not be priests.
It's also one of the reasons we see such failure of fatherhood and husbandry in the society at large these days because most men have had their masculinity stripped from them through broken families or media glorification of everything bad in masculinity and a hundred other causes. No man who sees himself in any distorted way should be ordained or even admitted to seminary.
But a flood of psychologically wounded men, wounded by their homosexuality, have been allowed into seminary and been ordained and a large percentage of U.S. bishops are included among them.
These men — owing explicitly to their pain from this psychological illness — seek each other out, a "misery loves company" kind of mindset.
They form cliques, associate with one another, embolden one another, in some cases rationalize sin for one another, and their priesthood becomes a gay-centric priesthood not really about the people as much as it is about themselves. They become the center of parish life, Masses become about them, their homilies are personal stories meant to elicit warm and fuzzies from the pewsitters, the Church itself becomes not a door to salvation, the gate of Heaven, but a large treatment center for their illness.
The gay man is terrified of rejection on a foundational psychological level, and owing to this, will not preach the hard truths of the Faith because when the inevitable blowback comes, he takes it personally
In fact, everything about his life is inward-turned, it's all personal for him. Many of these men go on personal crusades to get the parish to "accept" them. It becomes the focus of their entire priesthood, and when they rise up the ranks, they bring in others who see the world through the same lens.
Those men get promoted to vocation directors, rectors at seminaries and so forth.
And it doesn't take long to see how seminaries could easily become a ticking time bomb where homosexual men in power, unstable in their own psychologies, begin lusting after seminarians subordinate to them.
Effeminate men are welcomed into these environments not because they have a genuine call to serve at the altar, but because they represent a steady supply of fresh meat.
Men who have a genuine calling are screened out, precisely because they are psychologically healthy and offer very little chance of ever succumbing. This is the world the seminaries in the United States — and other countries — have operated within for decades.
Why are so many priests swishy? Because bishops and vocations directors and directors and so forth are homosexual themselves and have made it a point to turn the priesthood into a gay profession.
James Martin himself even recently said there are thousands of homosexual men in the priesthood in the United and the priesthood would essentially collapse if every priest who was gay was tossed out.
Regardless of what pro-gay Cdl. Cupich says, all of this crisis in the priesthood is exactly a gay thing.
It was gay men preying on minors that was the heart of the issue revealed back in 2002, something gay bishops did not want talked about, so they were happy to go along with Theodore McCarrick when he said it's not a gay thing, but psychological immaturity, as he trotted back to his notorious beach house to sexually assault the next group of vulnerable seminarians while his gay brother bishops looked the other way.
And as Abp. Viganò has flatly stated in his testimony, the heart of this problem is a homosexual network in the priesthood and huge numbers of bishops and cardinals are all part of it.
So Catholics, let's deal in reality here and not allow homosexual men — many who are active — who have devastated the Catholic priesthood set the narrative.
There is only one narrative which is truthful: This is a problem with gay priests. Until the good bishops come to terms with this, it's going be one heck of an uphill struggle.

Michael Voris

Cardenal de EEUU quiere que el Papa responda sobre abusos




El video puede escucharse pinchando aquí

Cardenal Burke: Francisco debe responder las preguntas de las “Dubia”




Francisco consulta con pro-homosexual Coccopalmerio sobre una sanción al denunciante Viganò (con los correspondientes enlaces)



Según Roberto De Mattei, se dice que el papa Francisco ha consultado a abogados canonistas, incluyendo al cardenal pro-homosexual Coccopalmerio, sobre la aplicación de sanciones canónicas al denunciante arzobispo Viganò.

Al escribir el 5 de setiembre en CorrispondenzaRomana.it, el confiable historiador italiano De Mattei hace referencia a “varias fuentes”.

En el 2017, monseñor Luigi Capozzi, secretario personal del cardenal pro-homosexual Coccopalmerio, cuyos problemas con la homosexualidad eran conocidos incluso por el papa Francisco, fue atrapado en una fiesta de drogas y homosexualidad en el Vaticano.

jueves, 6 de septiembre de 2018

El arzobispo Viganò. ¿Castigado por decir la verdad? (De Mattei)



El arzobispo Carlo Maria Viganò, que ha puesto en evidencia la existencia de una red de corrupción el Vaticano, llamando a los responsables por su nombre, ¿será castigado por decir la verdad? 
El papa Francisco está estudiando esta posibilidad, si es cierto -como han confirmado varias fuentes- que ha consultado al cardenal Francesco Coccopalmerio y a algún otro canonista para estudiar las posibles sanciones canónicas que podría imponer al arzobispo, empezando por la suspensión a divinis.
De confirmarse la noticia, revestiría extrema gravedad, y sería además un tanto surrealista, ya que el experto al que se ha pedido que sancione a monseñor Viganò no sería otro que el cardenal Coccopalmerio, acusado por el exnuncio en los Estados Unidos de pertenecer al lobby gay que ejerce su tiranía en el Vaticano.
Tampoco podemos olvidar que el secretario del cardenal, monseñor Luigi Capozzi, está a su vez complicado en un caso de orgías homosexuales en el que todavía no está clara la postura de su superior. 
Pero, naturalmente, el problema de fondo es otro. Como sociedad visible, la Iglesia Católica cuenta con su derecho penal, o sea, el derecho que tiene para sancionar a los fieles que vulneran sus leyes.
En este sentido, hay que distinguir entre pecado y delito. El pecado es una infracción de orden moral, en tanto que el delito es una transgresión de la ley canónica de la Iglesia, que es distinta en su naturaleza de las leyes civiles de los estados.
Todos los delitos son pecado, pero no todos los pecados son delito
Hay delitos comunes a la legislación civil y al derecho canónico, como el de pedofilia, pero otros delitos solamente lo son según el derecho canónico y no según las leyes penales de los estados.
Por ejemplo, la homosexualidad y el concubinato no están considerados delito en la mayoría de las legislaciones de los países contemporáneos, pero siguen constituyendo graves delitos para el clero que los comete, y como tales los sanciona el derecho canónico. 
De hecho, no todo acto externo que vulnera una ley es delito; únicamente la infracción para cuyo incumplimiento está prevista una sanción, según el principio nulla crimen, nulla pena sine lege*.
Como recordó hace poco el padre Giovanni Scalese en su blog Antiquo robore, el Código de Derecho Canónico no sólo considera delito los abusos a menores, sino también otros pecados contra el sexto mandamiento, como el concubinato y las situaciones escandalosas, que incluyen la homosexualidad (canon 395 del nuevo Código).
Por lo visto estas distinciones no están claras para el papa Francisco, que proclama tolerancia cero contra los delitos civiles como la pedofilia pero apela al perdón y la misericordia para pecados de juventud como la homosexualidad, olvidando que las leyes eclesiásticas sancionan también ese delito. 
Pero luego –y ahí está la contradicción– invoca las leyes de la Iglesia para culpabilizar, no a los sacerdotes inmorales, sino a quien denuncia la inmoralidad del clero, como monseñor Carlo Maria Viganò, que en ningún punto de su testimonio se ha apartado de la línea trazada por los reformadores de la Iglesia, desde San Pedro Damián a San Bernardino de Siena, grandes fustigadores de la sodomía.
¿Qué motiva la sanción canónica que se quiere aplicar al valiente arzobispo? El papa Francisco podría responder como el león en la fábula de Fedro: no hace falta que alegue razones; Quia nominor leo**; porque lo digo yo que soy el más fuerte.
Ahora bien, cuando la autoridad no se ejerce para servir a la verdad se convierte en abuso de poder, y la víctima del abuso de poder adquiere una fuerza que nadie le podrá quitar: la fuerza de la Verdad
En este momento trágico que vive la Iglesia, lo primero que piden no sólo los católicos sino también la opinión pública de todo el mundo a los eclesiásticos es «vivir sin mentira», según la célebre expresión de Solzhenitsyn. 
El tiempo de las dictaduras socialistas ya pasó, y la verdad está destinada a imponerse.
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* Sin ley no hay delito ni pena.
** Porque me llamo león.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)
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Roberto de Mattei

SI LO DICE EL PAPA ... (ÍNDICE)




1. MISERICORDIA, PERO NO PARA LOS CATÓLICOS

2. LA IGLESIA SE HUNDE Y LOS OBISPOS CALLAN

3. ¿EL FALSO PROFETA O SÓLO UN FALSO PROFETA?

4. LA CAJA DE PANDORA

5. ¿ES MAGISTERIO TODO LO QUE EL PAPA PIENSA?

6. CAMBIOS EN EL CATECISMO, RECHAZO DE LO SOBRENATURAL

7. AMOR A LA VERDAD, PROTESTANTIZACIÓN DE LA IGLESIA, LINKS

8. RUPTURA CON LA TRADICIÓN

9. RELATIVISMO

José Martí

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Un desmentido del obispo emérito de Metuchen confirma la acusación principal de Viganò (Carlos Esteban)



Queriendo desmentir detalles del Informe Viganò, la oficina del obispo emérito de Metuchen, diócesis de Nueva Jersey, Paul G. Bootkoski, viene a confirmar la acusación principal: en Roma conocían perfectamente las andanzas de McCarrick.

Si Su Santidad ha optado por el silencio ante las acusaciones vertidas por el arzobispo Carlo María Viganò en su informe y los ‘comandos francisquistas’ en los medios se han lanzado con entusiasmo digno de mejor causa a destruir la reputación del ex nuncio y disputar detalles y fechas, la razón es muy evidente: la esencia de los cargos que presenta Viganò no solo es cierta, sino que era un secreto a voces.

Roma sabía, la Curia sabía. Y lo más interesante es cuando la confirmación de todo ello viene en forma de desmentido. En el torbellino de noticias ha pasado casi desapercibido, pero aquí está la nota aparecida el pasado 28 de agosto, en la que ‘corrige’ a Viganò señalando que en 2004 recibió la primera de tres quejas contra el ya Arzobispo de Washington, Cardenal Theodore McCarrick y que, inmediatamente, dio parte de las acusaciones a la policía de varios condados en varios estados e informó al entonces nuncio (de 1998 a 2005) Arzobispo Gabriel Montalvo detalladamente, por teléfono y por escrito.

Montalvo era el nuncio entonces, es decir, el embajador de la Santa Sede en Estados Unidos. Evidentemente, Bootkoski no le informaba a Montalvo a título personal, sino como representante del Estado Vaticano. La idea de que el nuncio fuera a quedarse con tan explosiva revelación desafía a la imaginación más calenturienta, precisamente porque se trataba de una información que se le comunicaba en su calidad de transmisor legítimo.

Es decir, en 2004 -como tarde, un año después-, el Vaticano del entonces debilitado Juan Pablo II sabía que el Cardenal Arzobispo de Washington, verdadero ‘hacedor de reyes’ en el episcopado americano, era un abusador homosexual en serie sobre el que se habían recibido quejas que habrían de taparse en sendos juicios en costosos acuerdos extrajudiciales.

Esas quejas habrían de traducirse, un año o dos más tarde, en las sanciones secretas impuestas por el nuevo Papa, Benedicto XVI, en las que se ordenaba a McCarrick a llevar una vida recluida de oración y penitencia.

Sabemos que McCarrick no obedeció, y se le vio en numerosos actos, viviendo en o cerca de un seminario e incluso asistiendo a la última misa del Papa Benedicto.
Tenemos, asimismo, numerosos indicios de que las sanciones, si bien privadas, existieron, como indican determinadas acciones de su sucesor, el Cardenal Donald Wuerl.

Pero incluso si esto último puede disputarse, el curioso desmentido de Bootkoski confirma lo principal de la acusación de Viganò, lo que nadie hasta la fecha se ha atrevido a negar y lo que, en última instancia, constituye el núcleo principal de los cargos contra Francisco y su Curia, a saber: que conocían las andanzas homosexuales, reiteradas y abusivas de McCarrick y que, lejos de disciplinarle -o mantener la disciplina, tanto da-, se le honró con nuevos encargos y misiones pontificias.

Carlos Esteban

NOTICIAS VARIAS 5 de SEPTIEMBRE de 2018



CHIESA E POST CONCILIO

"Somos los soldados de Cristo" - Tarjeta de Raymond Leo Burke.

ONE PETER FIVE

Una “nueva bomba” en el Vaticano? Diario italiano Teases CDF Dossier sobre el cardenal Kevin Farrell (Steve Skojec)

EL ORIENTE EN LLAMAS

Las preguntas planteadas por Mons. Viganó «merecen respuestas que sean concluyentes». Cardenal Di Nardo"

KATH.NET


Sí, sí - no-no: la necesidad de un juicio claro


CATHOLIC HERALD

Papa dice que el 'silencio' es la mejor respuesta a 'las personas que carecen de buena voluntad'


CORRISPONDENZA ROMANA

El arzobispo Viganò: ¿castigado por decir la verdad?

INFOCAÓTICA

La última tontería de Maradiaga
Selección por José Martí

EL CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES por Luis López-Cózar


Duración 18:48 minutos

martes, 4 de septiembre de 2018

Noticias varias 4 de Septiembre de 2018



THE WANDERER



GLORIA TV

Pro-homosexual cardenal Cupich miente, está en problemas

Grecos-ortodoxos permiten segundo matrimonio [adúltero] para sacerdotes 

ADELANTE LA FE


CORRESPONDENCIA ROMANA

¿Una pastoral de Medjugorje? Observaciones críticas de Manfred Hauke

«No voy a decir ni una palabra sobre el asunto» (De Mattei del 1 d septiembre)

LIFE SITE NEWS

Archbishop Viganò responds to Vatican pushback about Pope’s meeting with Kim Davis (Diane Montagna)

ONE PETER FIVE



La Iglesia debe volver a constituir un signo de contradicción

LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA

No, el Papa no siempre tiene la razón

CRISIS MAGAZINE


LA FEDE QUOTIDIANA

"Caso Viganò", 27.000 mujeres católicas pidiendo respuestas a Francisco

Selección por José Martí

Francisco, en Gaudete et Exsultate: “No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro” (Carlos Esteban)



Ha dicho el Papa en una reciente homilía en Santa Marta que la respuesta ante los ataques debe ser el silencio, ese mismo silencio que en Gaudate et Exsultate consideraba “insano”.

El silencio, ¿es bueno o malo, conveniente o no? De acuerdo con Su Santidad, la respuesta debería ser ‘a la gallega’: depende. En la homilia de su primera misa en Santa Marta desde el estallido del escándalo del Informe Viganò, el Santo Padre nos enseña que “con las personas que buscan solamente el escándalo, que buscan solamente la división”, el único camino a seguir es el del “silencio” y la “oración”, lo que contrasta con lo que nos dice en el punto 26 de Gaudete et exsultate (“No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro”), o con el 152 (“Pero ruego que no entendamos el silencio orante como una evasión que niega el mundo que nos rodea”).

Por supuesto, no es absolutamente incompatible que algo sea bueno en una circunstancia y malo en otra, pero siembra cierta perplejidad los momentos que elige Francisco para elogiar el silencio, casi tanto como su crítica aparentemente general en Gaudete.

La oportunidad de la defensa de una silencio que se presenta indisimuladamente como ‘crístico’ nos plantea ciertas dificultades.

El Santo Padre elogia exactamente el camino por el que él mismo optó en el avión de vuelta de Irlanda, como respuesta a la pregunta de una periodista sobre el informe recién hecho público del arzobispo Carlo María Viganò, hoy en paradero desconocido; y parece limitarlo, en la ocasión, como reacción ante las acusaciones de “las personas que buscan solamente el escándalo, que buscan solamente la división”.

Creo que advertirán inmediatamente el problema: ¿quién soy yo para juzgar si la persona que me acusa “busca solo el escándalo y la división”? Esa misma persona podría pensar lo mismo de mí; podría, si se dejase arrastrar por el espíritu del juicio y comportarse como un pepinillo avinagrado, achacarme un espíritu de división o incluso el deseo de escapar a mis responsabilidades.
Jesús, en efecto, eligió el silencio ante sus acusadores porque, siendo Dios, podía leer los corazones y saber -no suponer- que su intención era torcida. Doy por hecho que Su Santidad no se arroga esa misma facultad.
Una dificultad añadida a ésta de la imposibilidad de juzgar las intenciones del acusador -siguiendo el principio ‘De internis, neque ecclesia’, ni la iglesia puede entrar en el alma de los seres humanos-, es que la actitud elegida se parece demasiado a la estrategia procesal que cualquier jurista avezado reconoce en casos similares. Los americanos lo llaman “acogerse a la Quinta Enmienda”, y es común entre los detenidos este silencio.

De hecho, los precedentes no son demasiado halagüeños si centramos el caso en acusaciones contra clérigos en relación con los escándalos de abuso en la historia reciente. Que recuerde, el último en compararse con Cristo guardando silencio ante las acusaciones fue Marcial Maciel, el diabólico fundador de los Legionarios de Cristo. Cuando Maciel recibió la notificación de la Santa Sede destituyéndole ante las acusaciones, la Legión emitió una nota de prensa cuyo segundo punto reza así: “Frente a las acusaciones levantadas con él, declaró su inocencia y, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, decidió no defenderse en modo alguno”.

No es un precedente tranquilizador. Como quizá tampoco lo sea que Su Santidad aproveche una homilía para elogiar la postura que ha elegido seguir.

Por lo demás, el Santo Padre puede estar acertado al recomendar el silencio ante las acusaciones -sin juicio de intenciones- como una mortificación añadida para perfeccionamiento del alma. Pero tenemos dos razones, creemos que de peso, para pensar que el consejo no es aplicable a este caso.

En primero lugar, el fiel que se niega responder a las acusaciones que se hacen contra él tiene que tener como límite el escándalo: no hay virtud en dejar que otros piensen que hechos escandalosos son ciertos si no lo son. No sólo porque la verdad nos hace libres y hay que confesarla a tiempo y a destiempo, sino porque esa obligación es especialmente grave cuando la falsedad puede llevar al desánimo y al escándalo del prójimo.

En segundo lugar, no estamos ante una acusación privada, algo que afecte exclusivamente al alma de Jorge Bergoglio, sino ante una denuncia que daña a la Iglesia misma. El Papa puede decidir que no responder a la humillación de un falso testimonio levantado contra él purifica su alma, pero aquí no se trata de él, sino de más de mil millones de fieles católicos que quieren conocer la verdad y que, en su abrumadora mayoría, están más que dispuesto a creer al Santo Padre.

Por el honor de la Iglesia, por la edificación de los fieles, para que brille la verdad, Su Santidad podría acabar con la insoportable zozobra de tantos y disipar las acusaciones con la sencilla orden de que se muestren los documentos que prueban su inocencia. Eso le imploramos.
Carlos Esteban

Carta abierta a nuestros detractores de buena fe (Carlos Esteban)



¿Es impensable que el Informe Viganò sea cierto? ¿Por qué? ¿Es impecable Su Santidad? Si es falso, ¿no tiene más sentido desmentirlo? Si es cierto, ¿hizo mal Viganò en denunciarlo, aunque sea lo que ha pedido el propio Papa?

De los ‘renovadores’ no hablaré mucho, porque sé lo que quieren, y en su honor hay que decir que no disimulan demasiado: quieren otra Iglesia. Quieren lo que anunció alborozado el Padre Rosica, una “nueva fase”, una ruptura con lo anterior, un modo distinto de concebir la Iglesia Católica, que quedaría tan ‘aggiornata’ con las modas ideológicas imperantes en el mundo que apenas resultaría distinguible de él.

Estos, para ser sinceros, no me interesan gran cosa. Llevan décadas anhelando ese cambio y, desde que les leo, me han parecido siempre más interesados en la ideología a cuyo servicio quieren poner a la Iglesia que en la Iglesia misma, por no hablar de sus pretensiones sobrenaturales, en las que parecen, por lo común, poco o nada interesados.

Me interesan más los otros, aquellos que nos atacan con furia, no porque deseen una ‘nueva Iglesia’, no porque aspiren, como los anteriores, a cambiar la doctrina, sino porque de buena fe piensan que nuestras críticas están erradas y son perjudiciales y contribuyen al descrédito de la Iglesia.

Conozco personalmente a muchos de ellos, y puedo atestiguar su buena fe. A esos me dirijo, justo ahora que el ‘affaire Viganò’ les ha hecho redoblar los ataques contra esta publicación o contra cualquiera que ose otorgar crédito alguno a las acusaciones del arzobispo.

La primera pregunta que les dirijo es muy sencilla: ¿qué hubieran hecho ellos?

Es decir, imaginen el caso. Supongan que llevan media vida trabajando en la Curia y observan todo tipo de porquerías. ¿Cuál es el curso de acción más moral en este caso? ¿Denunciarlo discreta, incluso secretamente al Papa? Eso es exactamente lo que hizo Viganò, primero como número dos de la Gobernación del Estado Vaticano, referido principalmente a corrupción económica, y luego como nuncio en Estados Unidos, en relación al escandaloso comportamiento del ex cardenal McCarrick.

No estoy dando por bueno el informe; pregunto solo qué harían ellos, los críticos de Viganò, si efectivamente hubiese sido así.

Imaginen que descubren en Estados Unidos que un poderoso e influyente cardenal, disciplinado por el Papa anterior para que lleve una vida retirada de oración y penitencia, no solo hace caso omiso a la prohibición y se le ve celebrando y discurseando y participando en todo tipo de actos sino que es favorecido por el nuevo pontífice como asesor de confianza y representante suyo en delicadas misiones. ¿Qué harían?

Comunicárselo al Papa, naturalmente, que es lo que hizo Viganò. Y si al cabo ven que el Papa mantiene su favor hacia el prelado escandaloso y, cuando al fin estalla el escándalo, Su Santidad se hace de nuevas y muestra una sorprendida indignación y habla de ‘dolor’ y de ‘vergüenza’, sabiendo usted perfectamente que conocía la situación, ¿qué hacer?

¿Seguir callado? Bien, es una opción. Es exactamente la opción que han adoptado casi todos, la misma que nos ha traído a esta crisis. Es exactamente la confianza en el silencio de los buenos lo que ha hecho que la peor clase de abusador campe a sus anchas durante décadas hasta que, finalmente, sus abusos no pueden seguir ocultándose y los desvela la prensa o la justicia seculares.

¿Es eso lo correcto? Si la respuesta es “sí”, ¿por qué tanto el propio Papa como todas las conferencias episcopales del mundo dicen lo contrario? Porque no creo tener que recordar que Francisco ha insistido en que se debe denunciar siempre, en cualquier caso, sin miedo a represalias. Que quienes denuncian tienen, al menos, el beneficio de la duda, y que ‘atacar al mensajero’ como primera providencia no es solo injusto, sino que es exactamente la causa de que las víctimas o los testigos no se atrevan a denunciar.
Naturalmente, Viganò puede estar lisa y llanamente mintiendo. Por supuesto, sus alegaciones deben demostrarse. Pero si hay que dar a Su Santidad el beneficio de la duda, también Viganò tiene derecho a no ser atacado por su denuncia mientras se ignore si es o no cierta.
No es que haya visto algo impropio y haya llamado inmediatamente a la prensa. En todo momento, hasta el último, ha seguido fielmente los trámites reglamentarios y las normas obvias de discreción. Hasta llegar al Papa. ¿Está el Papa por encima de toda crítica, es moralmente erróneo criticarle o denunciar un abuso por su parte?

No es lo que nos ha dicho el propio Francisco, que, por si ni fuera evidente, hizo explícito en los primeros años de su pontificado que no hay nada malo, al revés, en criticar al Pontífice.

Así que, en la hipótesis de que lo que cuenta Viganò fuera real, ¿qué hubieran hecho los que ahora le atacan? ¿Callar? ¿Dejar que triunfe la mentira, hasta que sea un enemigo de la Iglesia quien la denuncie o hasta que acabe pudriendo aún más nuestra jerarquía? ¿Es eso lo correcto?
Y aunque insisto en que lo que cuenta Viganò pueda ser completamente falso, no es en absoluto inverosímil. El hecho de que lo denuncie quien por su posición tenía acceso a la información que desgrana lo hace, al menos, creíble, en absoluto disparatado. No es algo que repugne a la razón, algo que suene absurdo o de todo punto improbable. Salvo, naturalmente, para quienes quieran sumar al dogma de la infalibilidad del Papa uno nuevo sobre su impecabilidad. Pero ese segundo sería harto difícil de compatibilizar con lo que nos enseña la Historia de la Iglesia.
Por razón de su cargo, Monseñor Viganò tenía pleno acceso a la información que publica, y su denuncia es concreta y detallada. Tan concreta, de hecho, que de ser falsa solo sería necesario un desmentido y la apertura de algunos archivos para que la Iglesia universal pudiera dejar atrás, aliviada, este sucio asunto. ¿Quién podría no desear eso?

Carlos Esteban