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jueves, 25 de febrero de 2021

El obispo Schneider pide un "nuevo movimiento provida" contra las vacunas y los medicamentos "contaminados por el aborto"



En nuestra traducción de LifeSiteNews, el relato del discurso del obispo Athanasius Schneider en la conferencia on line titulada 

"Desenmascarando el COVID-19: vacunas, mandatos y salud global"

en el que espera la formación de un "nuevo movimiento pro-vida" se niega a tratar con medicamentos o vacunas derivadas de cualquier forma de bebés abortados.

Observo que el problema no es sólo de carácter moral en relación con el uso de células fetales, sino que también concierne al desconocimiento que se tiene de las consecuencias, insuficientemente probadas (incluso a medio / largo plazo) sobre el organismo humano, de los productos concebidos y fabricados en el campo de las nuevas biotecnologías. 

Están mal definidas como vacunas, ya que no se corresponden con las características de las vacunas utilizadas hasta la fecha, que actúan confiriendo inmunidad mediante la creación inducida de anticuerpos. 

Los nuevos productos, en cambio, actúan de forma invasiva sobre el delicado equilibrio del mecanismo de funcionamiento de las células; un mecanismo complejo, ni siquiera del todo conocido, así como interconectado de una manera admirable pero no completamente explorada, con todos los innumerables sistemas fisiológicos del organismo humano. 

En conclusión, manifestar perplejidad respecto a las vacunas anti-Covid no significa ser no-vax, sino ejercitar libremente el derecho de elección tanto por motivos morales -objeto de la pastoral del obispo Schneider- como pendientes de más elementos de evaluación en el aspecto de salud.

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Un obispo católico pide la formación de un "nuevo movimiento provida" que se niega a tratar con medicamentos o vacunas derivadas de una forma u otra de niños abortados. "Tenemos que crear un nuevo movimiento pro-vida", dijo el obispo Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, Kazajstán, el 19 de febrero durante su discurso en una conferencia on line titulada " Desenmascarando el COVID-19: vacunas, mandatos y salud global ", organizado por LifeSiteNews

El obispo Schneider dijo que hasta ahora el movimiento pro-vida ha sido "muy meritorio" al adoptar una postura unívoca contra el aborto. Y agregó: “Sin embargo, creo que ha llegado ya un nuevo tiempo, una nueva etapa, un nuevo período para que todos los movimientos pro-vida protesten, de manera clara e inequívoca, contra las drogas contaminadas por el aborto, contra el uso de partes del cuerpo del feto ". "Esta es una nueva etapa y debemos ser valientes"

El llamado a la acción de Schneider se produce a raíz de las revelaciones sobre cómo los investigadores obtienen líneas celulares celulares de bebés abortados que se utilizan en el desarrollo de numerosas vacunas, incluidas varias vacunas COVID, para tener tejido utilizable.

Las pautas de la Iglesia Católica de 2020 permiten que los católicos reciban vacunas contaminadas por aborto, enfatizando que los católicos que reciben una vacuna COVID relacionada de alguna manera con el aborto pueden hacerlo con "buena conciencia" con "la certeza de que el uso de tales vacunas no constituye una cooperación formal" con el aborto.

El obispo Schneider, aunque ciertamente podría estar de acuerdo con la no cooperación formal (es decir, la participación voluntaria) de un vacunado en un aborto del que se ha obtenido una línea celular para producir vacunas, también sostiene que los cristianos no pueden "simplemente disociarse" del hecho de que la producción de varios medicamentos está relacionada con el sacrificio de bebés prematuros cuyas partes del cuerpo se utilizan.

"La voz de la sangre de los niños por nacer clama a Dios por las vacunas contaminadas por el aborto, por los medicamentos contaminados por el aborto", dijo Mons. Schneider. "Esta voz está gritando en todo el mundo y tenemos que despertar". Y agregó: "Nadie que esté verdaderamente preocupado por la defensa de la vida y la ley moral puede callar o mantener la calma y resignarse a esta situación".

El obispo se quejó de los líderes de la Iglesia, especialmente de los vinculados a la Santa Sede, que "lamentablemente no ven la gravedad" de la cuestión.

Schneider destacó que hay una "acumulación de delitos" en relación con la creación de medicamentos contaminados por el aborto.
«El primer crimen es el asesinato, el asesinato del feto. Luego está la extracción de las células: es un crimen, es horrible. Y luego el reciclaje de estas partes del cuerpo. Y luego está el marketing y así sucesivamente. Y finalmente está la fabricación de medicamentos y la fabricación de vacunas ”.
“Son todos aspectos conectados. No se pueden separar”, dijo. “Cuando tomas una determinada medicina o una determinada vacuna, no puedes decir: 'Oh, todos estos males desaparecen y estoy muy lejos [de todos]'. Eso no es verdad. Entras en esta cadena". "Ha llegado el momento de que todas las personas de buena voluntad, especialmente los católicos creyentes y todas las organizaciones pro-vida, se pongan de pie y protesten fervientemente con voz unánime diciendo: "Nunca estaremos de acuerdo, nunca admitiremos [en nuestras vidas] estos males”
Schneider citó de Los hermanos Karamazov, de Dostoievski , la advertencia del autor ruso sobre el costo moral de crear una utopía de "paz e inactividad" basada en la tortura, la muerte y las "indescriptibles lágrimas" de "una pequeña criatura, ese niño que se golpea el pecho con su puño».

“Hay que protestar contra esto e iniciar un nuevo movimiento en el sector farmacéutico, en la medicina, sin ninguna conexión, ni siquiera la más remota, con estos delitos”, dijo el obispo.

Schneider declaró que los cristianos en este nuevo movimiento deberían estar dispuestos a enfrentar la "prisión" e incluso la "muerte" en lugar de recibir los beneficios para la salud, que provienen de matar a los niños por nacer.
“¿Cómo se puede explotar el asesinato y todos estos horribles crímenes en los niños no nacidos más débiles e inocentes para la salud temporal de uno? El fin nunca justifica los medios. No puedes entrar en esta cadena ».
Indicó el ejemplo de los primeros cristianos que, ante tiempos de persecución, eligieron el martirio antes que salvar sus vidas, sus familias, sus hijos, colocando un grano de incienso frente a la estatua de un ídolo. "Rechazaron cualquier acto de ambigüedad o cooperación contra el primer mandamiento de Dios", dijo.

“Creo que nos acercamos a un tiempo en el que los verdaderos cristianos entrarán en una especie de período de persecución. Las señales ya están ahí. Pero no debemos tener miedo porque Dios está con nosotros […] "Si Cristo vive en nosotros, no debemos tener miedo", añadió.
"Debemos estar convencidos de que somos ganadores y mirar hacia la eternidad. ¿Qué es un cristiano? Diría que es una persona de la eternidad. Y como miramos más allá de esta vida única temporal, como miramos lo eterno, buscamos sólo la voluntad de Dios, y cuando lo hagamos, Dios siempre nos dará la fuerza de Jesús, su consuelo y su bendición".

miércoles, 24 de febrero de 2021

Miércoles de la primera semana de Cuaresma (Summa Theologica, III C.46 a.6)

MEDITACIONES ENTRESACADAS DE LAS OBRAS DE SANTO TOMÁS DE AQUINO


INTENSIDAD DEL DOLOR DE CRISTO EN LA PASIÓN (1)

Atended, y mirad si hay dolor como mi dolor (Lam 1, 12).

Cuando Cristo padeció se dio en Él un verdadero dolor, tanto sensible, causado por algún daño corporal, como interior, proveniente de la aprehensión  de algo nocivo, y que se llama tristeza. Ambos dolores fueron en Cristo los mayores que pueden sufrirse en la vida presente. Y esto sucedió por  cuatro razones.

Primero. Por las propias causas del dolor, pues la causa del dolor sensible fue la lesión corporal, la cual llegó a la acerbidad [cualidad de implacable, cruel, despiadado], tanto por la universalidad como por el género del sufrimiento. Porque la muerte de los crucificados es acerbísima, ya que son clavados en las partes nerviosas y sumamente sensibles, esto es, en las manos y en los pies; y  el mismo peso de su cuerpo colgado aumenta continuamente el dolor; y junto con esto está la larga duración del dolor, porque no mueren inmediatamente como sucede con los que son muertos a espada. La causa del dolor interior fue, en primer lugar, el cúmulo de todos los pecados del género humano, por los que satisfacía padeciendo; por lo cual se los atribuye a sí mismo, diciendo con Sal 22, 2: "Las palabras de mis delitos". En segundo lugar, de manera especial, la ruina de los judíos y de otros que delinquieron ante su muerte; principalmente de sus discípulos, que fueron víctimas del escándalo en la Pasión de Cristo. Finalmente, también la pérdida de la vida corporal, que es naturalmente horrible para la naturaleza humana.  

Segundo. Por la capacidad de la percepción del paciente: Cristo estaba óptimamente complexionado en cuanto al cuerpo, ya que éste fue formado milagrosamente por obra del Espíritu Santo (...) En Él fue exquisito el sentido del tacto, de cuya percepción se sigue el dolor. Y también su alma, conforme a sus facultades interiores, percibió eficacísimamente todas las causas de tristeza.

Tercero. Por la pureza del dolor. Porque en los demás pacientes se mitiga la tristeza interior, e incluso el dolor exterior, con alguna consideración de la mente, en virtud de cierta derivación o redundancia de las fuerzas superiores en las inferiores. Esto no aconteció en la pasión de Cristo, porque "permitió" a cada una de sus potencias, "realizar lo que le es propio"

Cuarto. Porque Cristo tomó aquella pasión y aquellos sufrimientos voluntariamente, con el fin de liberar del pecado a los hombres. Por ese motivo, asumió tanta cantidad de dolor cuanta fuese proporcionada a la grandeza del fruto que de ahí iba a seguirse.

Por consiguiente, de la consideración de todas estas causas juntas resulta evidente que el dolor de Cristo fue el máximo posible.

Tomás de Aquino

(1) La traducción correspondiente no me convence del todo, de modo que he usado una traducción intermedia entre que enlaza al libro y la dada por la BAC (Suma de Teología V - Parte III e índices), págs 404 y 405 

Francisco agradece la labor del un congreso religioso proLGTBI de EE UU (Carlos Esteban)



El Santo Padre envió un mensaje en vídeo al Congreso de Educación Religiosa, famoso por la presencia de grupos LGTBI y numerosos disidentes de la doctrina católica, agradeciendo su “larga y fecunda” labor de 65 años, informa LifeSiteNews.

“Queridos hermanos y hermanas: un cordial saludo para todos los participantes en el Congreso de Educación Religiosa patrocinado por la Arquidiócesis de Los Ángeles, que celebra su 65 aniversario y el 50 aniversario del “Día de la Juventud”, dice el Papa en el vídeo dirigido a la conferencia patrocinada por la Archidiócesis de Los Ángeles, que este año se celebra por Internet. “Felicitaciones por estas iniciativas, que ya han recorrido un camino, largo y fecundo, y que en este momento han asumido una realización en forma virtual”.

Se trata de la mayor reunión anual de católicos en Estados Unidos, un evento de tres días que ha llegado a reunir a cuarenta mil personas y que este año celebra su 65 aniversario. Por lo demás, el congreso es conocido como una plataforma para la disidencia, con ponentes que defienden la normalización de la actividad homosexual o proponen novedades litúrgicas mucho más allá de la reforma posterior al Concilio.

El año pasado, por ejemplo, el congreso presentó obras del sacerdote jesuita y abierto homosexual William Hart McNichols, autor de piezas como “Crucifixión Sida”, una imagen irreverente, sino abiertamente blasfema, de Cristo en la cruz.

El lema del congreso de este año es “Proclamad la promesa”, y entre los ponentes figuran el omnipresente jesuita proLGTBI padre James Martin; el también jesuita padre Gregory Boyle, que se opone abiertamente a la enseñanza de la Iglesia sobre el ‘matrimonio’ homosexual, el sacerdocio femenino y la necesidad de estar en gracia para recibir la comunión (o, si se prefiere, lo que debe considerarse “estar en gracia”); y el obispo de San Diego y entusiasta de la causa LGTBI Robert McElroy, que durante la pasada campaña electoral se opuso a sus hermanos en el episcopado sobre la idea de que el aborto deba considerarse un asunto “preeminente”.

Carlos Esteban

La degradación litúrgica pone en peligro la misma fe (Aldo María Valli)

 MARCHANDO RELIGIÓN



Traducido por Miguel Toledano para Marchando Religión

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Últimamente me ha llamado la atención una carta escrita por un religioso dominico que se interesa por la degradación litúrgica imperante y que escribe lo siguiente: “Ya no son los ateos, anticlericales o librepensadores, ni los sin Dios, quienes desean a cualquier precio quitar a los fieles lo que éstos consideran más precioso; sino que son los obispos los que se dedican a dicho objetivo”.

La denuncia es muy fuerte. En la carta, el religioso habla de “iniciativas litúrgicas anárquicas y profanas” que “pululan por todas partes en nuestras iglesias e incluso en nuestras catedrales más venerables, con el consentimiento e incluso la participación de algunos obispos”. De hecho, parece que para estos mismos obispos el peligro es la Misa tridentina según el rito de san Pío V.

Escribe igualmente el autor de la carta: 
“¿Por quién nos toman nuestros obispos? Nos sabemos los textos. Nos consta que el nuevo misal de Pablo VI está únicamente autorizado, no impuesto. Sabemos que Pablo VI jamás ha prohibido la celebración de la Misa conforme al rito de san Pío V. Sabemos que el Concilio, por su parte, y el mismo papa, consideran el latín como la lengua oficial de la Iglesia”. Y sin embargo, “a día de hoy un sacerdote puede prestar su iglesia a musulmanes, budistas, tibetanos, patagones, hippies, papúes, niños, niñas, ambiguos, ambivalentes, ambidextros, anfibios y vendedores ambulantes; pero, por desgracia, si un infeliz sacerdote quiere celebrar la Misa para la cual la misma iglesia fue construida (por el pueblo, no por los sacerdotes) y, si el pueblo desea asistir a la misma Misa que se ha celebrado en dicho lugar durante siglos, resulta que no faltan los anatemas episcopales. Que además proceden de los mismos obispos que hablan de ecumenismo, pluralismo y tolerancia. Obispos que en las relaciones con todo el mundo son un pedazo de pan, pero que contra nosotros, hermanos en la fe y en el sacerdocio, disparan su artillería de forma despiadada”.
El autor de la carta, como se ve, no está exento de retórica polémica, particularmente gráfica cuando sostiene que los obispos y sacerdotes conocidos por ser “un pedazo de pan” cierran la puerta a una única categoría de personas: los católicos que quieren seguir siendo fieles a la liturgia antigua.

Para finalizar, escribe el religioso: “Santo Tomás de Aquino nos dice que la Eucaristía es el bien común de la Iglesia católica. Cuando este bien común queda destruido, se desintegra toda la Iglesia”.

¿Y por qué me ha impactado tanto esta carta? Porque, una vez redactada por el dominico francés Raymond-Leopold Bruckberger, fue publicada en Le Figaro del 24 de enero de 1975. Sí, habéis leído bien: 1975. Pensaréis que hace cuarenta y seis años ya estaban bien descritos y evidenciados, a los ojos de quienes querían ver, todos los problemas que vivimos hoy y que nos provocan amargura tan a menudo.

Además, mientras leía la carta del padre Bruckberger, recibí otra, procedente de una lectora de mi blog Duc in altum. Una carta que revelaba sufrimiento, llena de desánimo, que comienza así: “Quiero manifestar el malestar que me invade cada vez que voy a Misa. Malestar creciente, contra el cual trato de luchar, pero con escaso resultado. Desde que entro en la iglesia no consigo estar tranquila. Veo demasiadas cosas que no proceden. Me digo que no debo juzgar, pero mi sentimiento es más fuerte que yo. Miro a Nuestro Señor clavado en la cruz y le pregunto cómo puede soportar tanto desprecio y tanto abuso. No ha bastado cambiar el Padre nuestro. Ahora los obispos, siempre dispuestos a descuidar lo esencial en pro de lo superfluo, han llegado a inventarse el grotesco intercambio de miradas de paz. Hay quien guiña el ojo, otros hacen una reverencia (a Dios no, pero al que está al lado sí). Toda la escena tiene algo de tragicómico. La Comunión se distribuye rigurosamente en la mano, con los fieles de pie, lo que es el colmo del desastre. Después de la Misa vuelvo a casa con expresión sombría y con sentido de culpa por mis críticas, pero ¿Cómo podría evitar no ver lo que veo?”

El padre Bruckberger, al final de su reflexión y citando el pensamiento de Henri Bergson, el filósofo que el difunto Vittorio Mathieu definió como “el gran olvidado de la filosofía contemporánea”, observa que los ritos y las ceremonias sin ninguna duda emanan de la fe, pero también tienen un efecto sobre ésta. Los ritos y ceremonias pueden consolidar la fe, pero alterados y pervertidos la fe corre el riesgo de ser destruida.

Y, sin embargo, con raras excepciones, nuestros pastores ni ven ni oyen. Y, siempre misericordiosos y acogedores con todos, se muestran súbitamente duros e inflexibles hacia quien se permite recordar que Deus non irridetur.

Aldo Mª Valli

Corresponsal vaticano de ABC: “Francisco es el Papa de todas las religiones” (Carlos Esteban)

 INFOVATICANA


Juan Vicente Boo, veterano corresponsal de ABC en el Vaticano, ha sido entrevistado por la cadena de radio de los obispos, COPE, con motivo de la publicación de un libro, ‘Descifrando el Vaticano’.

“Francisco, por su diálogo con todas sus religiones, se ha convertido en el Papa de todas las religiones”, ha asegurado en COPE Juan Vicente Boo. “Los tres Papas que yo he conocido son fascinantes, cada uno a su modo, Benedicto XVI y Juan Pablo II han marcado distintos puntos de la historia de la Iglesia”.

Boo, que ha pasado en la Roma papal 22 años como corresponsal, cuenta en su último libro, ‘Descifrar el Vaticano’, los entresijos de los tres pontificados que ha cubierto para el diario conservador, teniendo siempre en cuenta que la interpretación es, como no podía ser de otro modo, estrictamente personal.

Que un veterano conocedor del medio califique a Francisco de “Papa de todas las religiones” es, por una parte, perfectamente obvio, porque los esfuerzos del Santo Padre en los últimos tiempos para acercar las religiones en una gran “fraternidad” se han multiplicado desde la firma, durante su viaje a Abu Dabi en febrero de 2019, del pacto por la paz con el gran imán de la mezquita de Al Azhar -usualmente descrito como la máxima autoridad del islam suní-, Ahmed Al-Tayyeb.

El documento en cuestión generó inmediata polémica, especialmente el pasaje en el que se afirmaba que Dios quiere la pluralidad de las religiones.

La perplejidad que despertó en muchos esta afirmación llevó al obispo auxiliar de Astaná, en Kazajstán, Athanasius Schneider, a viajar a Roma y pedir al mismo Papa una aclaración de tal afirmación. En efecto, si las religiones enseñan doctrinas diferentes sobre los mismos puntos, en muchas ocasiones incompatibles entre sí, es imposible que sean todas ellas verdaderas en el mismo grado, y si Dios se complaciera en la existencia de religiones que no son verdaderas se estaría complaciendo en el error.

Su Santidad especificó que el pasaje se refería a la ‘voluntad pasiva’ de Dios, es decir, en el sentido de que quiere lo que tolera, lo que permite que pase. Sin embargo, todas sus declaraciones posteriores sobre el particular parecen reafirmar la interpretación inicial de la mayoría, menos oscura.

El repetido tema de la fraternidad de las religiones, de la idea de que todas las religiones son distintos caminos eficaces para llegar a la misma meta, culminó con la publicación de su más reciente encíclica, Fratelli tutti, centrada en esa misma idea, sobre el esquema más general de la fraternidad de todos los hombres.

Las dificultades doctrinales para avanzar en esa confluencia religiosa, en opinión de muchos, han llevado al Santo Padre a evitar o mitigar aquellos principios del mensaje cristiano que puedan subrayar su lejanía y distinción con respecto a otros credos, llegando a denostar a quienes “hacen de la verdad un ídolo”, frase que hasta la fecha choca por lo incomprensible. ¿Cómo podría la verdad ser un ‘ídolo’? ¿No se definió Cristo a sí mismo diciendo: “Yo soy la verdad”?

En cualquier caso, nos parece un tanto inadecuado por parte de Boo que haga de Francisco un “Papa de todas las religiones” sin haber consultado a ninguna, cada una de las cuales tendrá sus propios líderes e, imagino, alguna objeción que hacer a ese intento de OPA confesional.

Carlos Esteban

lunes, 22 de febrero de 2021

Monseñor Athanasius Schneider: Francisco está “objetivamente equivocado”



Al hablar el 19 de febrero en una conferencia online de LifeSiteNews.com, el obispo Athanasius Schneider advirtió que la voz de la sangre de los niños no nacidos clama a Dios desde las vacunas contaminadas por el aborto.

Schneider presenta una “cadena de crímenes”: el asesinato de niños no nacidos, la extracción de sus células, el reciclaje de partes de sus cuerpos y su comercialización. Critica que Francisco y los obispos no vean la gravedad del asunto.

Para Schneider, el documento del Vaticano que permite esas vacunas y su promoción por parte de Francisco son declaraciones personales: “No tenemos que aceptarlo como enseñanza definitiva e infalible". El obispo aclara que Francisco está “objetivamente equivocado” en este tema.

Schneider desea un nuevo movimiento provida que proteste sin ambigüedades contra las vacunas contaminadas por el aborto.

sábado, 20 de febrero de 2021

Tanzania católica: No hay necesidad de vacunas Covid-19

 GLORIA TV


La ministra de Salud de Tanzania, Dorothy Gwajima, anunció el 1 de febrero que el país no tiene necesidad de vacunas y “no tiene planes para recibirlas”.

Tanzania tiene 60 millones de personas. Algunas vacunas deben recibir aprobación ministerial. Gwajima explico que Tanzania es segura, y animó a consumir comida saludable, mejorar las prácticas higiénicas, usar desinfectantes y hacer nebulizaciones.

Unos días antes el presidente católico John Magufuli calificó a las vacunas de peligrosas e innecesarias, diciendo que “Dios protegerá” a la nación.

En marzo Magufuli decidió NO cerrar las iglesias. Animó al pueblo para que fuera a trabajar y asistir a los lugares de culto.

Tanzania es uno de los únicos tres países en el mundo que no participa en la histeria del Covid-19 y no da a conocer “datos de infectados”

Los otros son Turkmenistán y Corea del Norte. La Wikipedia de los oligarcas está acusando ahora a Tanzania de “negar el Covid-19”.

Los jesuitas vuelven a la carga: «Legalidad» de utilizar células extraídas de fetos abortados para preparar vacunas contra Covid-19

 SPECOLA


El último número de la Civiltà Cattolica se centra en la «legalidad» de utilizar células extraídas de fetos abortados para preparar vacunas contra Covid-19. Los jesuitas vuelven a la carga desafiando a los católicos más reaccionarios. 

En este momento sus ‘borradores’ son revisados por la Secretaría de Estado y su contenido es el fundamento, o la explicación, de muchas intervenciones del Papa Francisco. 

Por primera vez las autoridades vaticanas, «ante la propagación de la pandemia y la necesidad de producir vacunas capaces de afrontar la amenaza del Covid-19 en un nivel global» da luz verde al uso de células obtenidas de fetos tras la interrupción del embarazo. 

Se elogia la decisión de Doctrina de la Fe de disolver con gran prudencia todos los nudos morales y canónicos sobre el uso de esas células vivas hasta la pandemia, y nos recuerda, menos mal, pero con los artificios propios de las neuronas jesuíticas, que «el recurso la interrupción voluntaria del embarazo es siempre y en todo caso pecado mortal».

Specola

Ayuno y abstinencia de carne (Padre Javier Olivera Ravasi)

 QUE NO TE LA CUENTEN


Duración 8:26 minutos


Desde tiempo inmemorial es práctica en la Iglesia observar unos días de penitencia. Y esto porque la Iglesia quiere ser fiel al mandato del Señor, que indicó que “vendrán días en que les será arrebatado el esposo y entonces ayunarán” (Mt, 9, 15).

Especialmente la Cuaresma, es un tiempo en que los católicos debemos hacer algún tipo de penitencia y, la Santa Madre Iglesia, nos manda la del ayuno y la abstinencia de carne, especialmente los viernes.

En este sentido el Código de Derecho Canónico nos dice:

“todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen” (c. 1249).

La Iglesia establece unos tiempos de penitencia que incluyen el ayuno y la abstinencia. Pero se debe tener en cuenta que los fieles están obligados cada uno “a su modo”: las prácticas que se establecen no dispensan de la obligación moral de hacer penitencia, la cual es personal, y no se debería limitar a las pocas prácticas comunes a todos los católicos.

Los días propiamente de ayuno y abstinencia son: miércoles de ceniza y viernes santo, sin embargo, el resto de los viernes del año también son días penitenciales, más aún los viernes de Cuaresma.

¿Y por qué el viernes? Por ser el día en que el Señor entregó su espíritu.

¿Y por qué la carne? En respeto de la carne del Salvador y por ser de los alimentos más apetecidos y más comunes.

¿Cuáles son las prácticas de penitencia que indica el derecho canónico? El canon 1251 señala que “todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo” y el c. 1252 nos dice que “la ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad (18 años), hasta que hayan cumplido 59 años. Cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia”.

No hay obligación de guardar abstinencia los días que coinciden con solemnidad (ej, si en Cuaresma el 19 de marzo, San José o el 25 de Marzo, la Anunciación del Señor caen en viernes).

En algunos casos, la Conferencia Episcopal de cada país, podrá suplir esa penitencia por otra (c. 1253); es el caso de Argentina, por ejemplo, donde se nos dice por una legislación de 1986 que “a tenor del canon 1253, se retiene la práctica penitencial tradicional de los viernes del año (fuera de los viernes de Cuaresma) consistente en la abstinencia de carnes; pero puede ser sustituida, según libre voluntad de los fieles por cualquiera de las siguientes prácticas: abstinencia de bebidas alcohólicas, o una obra de piedad, o una obra de misericordia”.

Con respecto a las obras de piedad que reemplazan la abstinencia, podrían ser, por ejemplo, el Vía crucis, el rezo del Rosario, la adoración al Santísimo Sacramento.

Pues nada. Una ayuda memoria nomás para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE

viernes, 19 de febrero de 2021

NOTICIAS VARIAS 19 de febrero de 2021


ADELANTE LA FE



IL SETTIMO CIELO


INFOVATICANA


MARCHANDO RELIGIÓN


SECRETUM MEUM MIHI


LIFE SITE NEWS

The anti-hydroxychloroquine campaign was based in politics, not science: biologist

Selección por José Martí

Actualidad Comentada | El mundo sin Dios | P. Santiago Martín FM |

 Magnificat TV - Franciscanos de María

Duración 9:11 minutos

https://youtu.be/LehYz4uS9-E

La sorprendente renuncia romana a la objeción de conciencia (Carlos Esteban)



Como en la batalla provida, durante décadas la Iglesia Católica y sus pastores han estado en la vanguardia de la defensa de la objeción de conciencia. Los católicos han figurado con honores en el combate para que los poderes públicos reconozcan el derecho de todo individuo a abstenerse de hacer lo que su conciencia le impele a evitar, con independencia de que el poder político considere su postura irracional o perniciosa.

Por eso llama poderosamente la atención que sea el propio vértice de la jerarquía eclesial, la propia Curia romana, la que prohíba la objeción de conciencia ante la obligación de vacunarse contra el covid, a pesar no solo de las dudas razonables sobre su seguridad y su naturaleza hasta cierto punto experimental -comparado con el proceso habitual de aprobación de vacunas-, sino de la documentada sospecha de que se han utilizado para su elaboración células de fetos abortados deliberadamente.

Por eso recibimos con alivio la noticia recién aparecida según la cual la oficina del cardenal Bertello ha emitido una declaración en la que rectifica, asegurando que se encontrarán “soluciones alternativas” para aquellos empleados vaticanos que no quieran recibir la vacuna por cualquier razón, y que no perderán su empleo como se amenazaba en el decreto original.

La sorprendente decisión inicial de las autoridades vaticanas, que obviamente pone en peligro todo el edificio jurídico y doctrinal de defensa de la objeción de conciencia en otros campos, contrasta, además, con la decisión de una institución tan poco sospechosa de estrechas miras y tan amada por la línea oficial vaticana de los últimos años como es el Consejo de Europa, cuya Asamblea Parlamentaria acaba de aprobar (27 de enero) una importante resolución en torno a la aplicación de las vacunas contra el Covid19 que dice expresamente que los gobiernos deben asegurarse de que los ciudadanos estén informados de que la vacunación NO es obligatoria y de que nadie es presionado política, social o de otro modo para que se vacune, si no lo desea; deben además velar por que nadie sea discriminado por no haber sido vacunado, por posibles riesgos para la salud o por no querer ser vacunado.

Incluso en el seno de la jerarquía episcopal, especialmente la de Estados Unidos, han surgido voces defendiendo, no ya la libertad que deben tener los ciudadanos para aceptar o rechazar la vacunación, sino directamente la ilicitud de esas mismas vacunas.

Entre estas figuras destaca el obispo de la diócesis texana de Tyler, Joseph Strickland, que no es la primera vez que se pronuncia a la contra del consenso de sus hermanos en el episcopado. En esta ocasión, Strickland ha hecho propaganda activa contra el uso de las vacunas contra el covid, argumentando que aceptar una vacuna desarrollada o probada con células de niños abortados podría constituir una complicidad moral con el crimen del aborto. Ya el pasado mes de junio, Strickland anunció que rechazaría toda vacuna producida usando tejidos de niños abortados.

Por su parte, el Santo Padre señaló hace un mes que no conseguía explicarse el “negacionismo suicida” de quienes se negaban a la vacunación, añadiendo que “desde el punto de vista ético todo el mundo debe vacunarse, porque no solamente pones en peligro tu salud, tu vida, sino también las de los otros”.

Pero si el principio moral que plantea el Papa es difícilmente discutible en abstracto, la resistencia al uso de una vacuna concreta en una situación específica escapa a las competencias del Santo Padre. Incluso dejando de lado -y es mucho dejar- la ilicitud grave de su forma de producción o testeo, es perfectamente lícito cuestionar la idoneidad, eficacia y efectos secundarios de una vacuna desarrollada y probada en un tiempo absolutamente récord -el tiempo normal suele ser de entre 8 y 10 años- y para la que los laboratorios -empresas comerciales con ánimo de lucro y un comprobable historial de prácticas cuestionables- ensayan una tecnología nunca antes empleada, más aún cuando dichas firmas han obligado a los gobiernos a firmar un acuerdo que las hace en caso de que algo salga mal. Se trata, en fin, de discusiones científicas sobre las que el Vaticano no tiene competencias, y ante las que cualquiera esperaría que guardase un prudente respeto a la libertad individual.

Llama, en cualquier caso, la atención este desvío de la línea invariablemente seguida por la cúpula eclesiástica en defensa de un principio tan esencial como la objeción de conciencia.

Carlos Esteban

jueves, 18 de febrero de 2021

La iglesia vaciada (Javier Urcelay)

 THE WANDERER


Parece ser que los obispos españoles están preocupados por la disminución del número de asistentes a las misas dominicales después del confinamiento. Lo han notado también en la bajada de la recaudación en los cepillos de las iglesias. Y la cuestión preocupa. La caída podría llegar a un 40%.

Es ya un lugar común decir que el coronavirus ha cambiado nuestras vidas, y que algunos cambios han llegado ya para quedarse. Son frases hechas y tópicas que se repiten en los periódicos. Sin embargo, no hay nada que haya venido para quedarse que no estuviera ya de alguna forma presente. Y, desde luego, muchas cosas que han venido, se irán por la misma puerta cuando “esto” pase: mascarillas, geles, distancias sociales…

Lo que sí ha hecho el coronavirus, es acelerar algunas tendencias prexistentes, es decir, adelantar de alguna manera el futuro previsible. Por ejemplo, las compras por internet, el teletrabajo, la explosión de las redes sociales, el dominio de las cinco grandes tecnológicas, la tendencia de los poderes a controlar nuestras vidas y dictar nuestros comportamientos… y el vaciamiento de las iglesias.

La tendencia al vaciamiento de las iglesias viene observándose, de manera constante, desde hace ya bastantes años. Los españoles, que hace algunas décadas constituíamos la “reserva espiritual” de Occidente junto con irlandeses y polacos, nos hemos ido “europeizando”, y con ello abandonando la religión y la práctica religiosa.

Las iglesias españolas van despoblándose, y encontrar en ellos un menor de cuarenta años, o incluso varones, empieza a ser raro. Según una reciente encuesta del CIS, ya sólo el 57% de los españoles se declaran católicos, diez puntos menos que al inicio de la pandemia, y cuando hace apenas un par de décadas la cifra estaba en torno al 90%. Entre la juventud, la asistencia regular a la misa dominical está por debajo de uno de cada diez. En una reciente encuesta de World Vision y Barna Group, a la pregunta sobre la importancia de la dimensión religiosa en sus vidas, el 60% de los jóvenes entrevistados respondía que poco o nada.

Tampoco el panorama de los curas es mucho más alentador. Rara avis es un celebrante que baje de los sesenta, o de los setenta, o incluso de los ochenta…es decir, sacerdotes jubilados que siguen al pie del cañón, porque falla la “tasa de reposición”. Los seminarios están vacíos, las congregaciones religiosas subsisten gracias a las vocaciones de los países subdesarrollados. Los jesuitas, franciscanos, agustinos y dominicos están en torno a cinco seminaristas en España, muchos menos si contamos sólo a los nativos. Si la tendencia continúa, en quince o veinte años, desaparecerán de nuestro país las que han sido principales órdenes religiosas durante siglos. Por otra parte, los pueblos se quedan sin cura que les diga misa, es decir, en situación análoga a la que antes oíamos contar de los países de misión, donde los fieles tenían que andar 30 kilómetros para recibir los sacramentos.

No voy a entrar en las causas de todo lo anterior, porque desde luego que deben ser múltiples y complejas. Sólo señalo que van en paralelo con la proliferación eclesiástica de planes pastorales, comisiones de trabajo, documentos consensuados y deseos de los obispos, y más que obispos, de resultar simpáticos y políticamente correctos. Y en paralelo, también, a esa tendencia actual de convertir a la iglesia en una ONG. Porque, si la cosa va de ayudar a los más necesitados, a los migrantes, refugiados y marginados, ¿para qué necesita un jóven comprometerse al celibato, la pobreza, la obediencia…?

En este contexto, el coronavirus no ha cambiado nada, pero si puede haber acelerado las cosas, es decir, la progresión hacia una “iglesia vaciada”, y en esto sí que podemos descubrir algunas responsabilidades.

El trabajo de los curas -sanar las almas- no fue considerado “trabajo esencial” durante el confinamiento, y nuestros obispos aceptaron de buen grado y con plena sumisión todo aquello. Tampoco era el momento de organizar plegarias y rogativas como antaño. Un bien superior, la salud de la población, justificaba todos los sacrificios, incluido el del culto divino. Los sacerdotes deberían seguir diciendo sus misas en privado, y los fieles no habría ningún problema porque podrían seguir la Eucaristía desde sus casas, en la televisión, por internet, o incluso por la radio.

La situación era excepcional y lo primero, la salud de todos, era lo primero. Lo importante era seguir las recomendaciones del Ministerio de Sanidad -el “Ministerio de la Verdad” orweliano-, que se convirtió en gran administrador apostólico: cuándo podrían abrir las iglesias, con qué aforo, en qué horarios y con qué ritual: mascarillas, pasillos, señalizaciones, espaciamiento en los bancos…

Los obispos completarían el cuadro con más instrucciones sanitarias: circulación para acercarse a recibir la comunión, extensión de los brazos para la distancia de seguridad con el sacerdote, mamparas en los confesionarios (en los pocos que siguen funcionando), y sustitución del signo de la paz por una pequeña inclinación de cabeza, o un guiño a la señora de al lado.

En España fueron muy pocas las voces episcopales que se dieron entonces cuenta de lo que todo aquello significaba, del mensaje que se estaba dando a la feligresía con tanto anteponer la salud y tanta sumisión a los dictados del gobierno orweliano.

El primero, naturalmente, que la salud es lo primero, y ante ello, todo lo demás tiene que ceder, incluido el culto divino y los derechos de Dios. Un mensaje sin duda novedoso en la historia de la Iglesia, y que de haberse conocido antes hubiera ahorrado mucho mártir en el Coliseo y mucha madre Teresa atendiendo moribundos contagiosos.

El segundo, es que el gobierno tiene autoridad para abrir y cerrar iglesias y para disponer el orden interior en las mismas. Y si el gobierno puede decidir que no se pueden hacer procesiones el día del Corpus en el atrio de la iglesia, supongo que con más motivo se le está legitimando para que mañana disponga quitar el crucifijo de las escuelas o prohibir la celebración en las calles de la Semana Santa.

El tercero, es que, ante el bien superior de la salud, internet o la televisión suplen sin problema a la asistencia y participación directa en los sacramentos. Y, qué duda cabe, acaba hasta resultando más cómodo: elijo horario, oigo misa en un sofá, y hasta me paso de un canal a otra si el cura me aburre en la homilía. ¡No digamos ya la ventaja que tendría para las confesiones!

Conclusión: una parte de los católicos españoles que tenían el hábito de la asistencia dominical a misa, han perdido esa rutina durante los confinamientos, que están siendo suficientemente largos y frecuentes como para hacernos cambiar de hábitos. Y una vez pasadas las restricciones, casi como que se han acostumbrado ya a que ir a misa pueda ser un poco como a la carta y un poco como cuando apetece.

A ello se suma el que, tantas medidas de seguridad, tanta distancia en los bancos y tanto gel hidroalcohólico en las iglesias hace que, ¿quién no?, todos pensemos que en las iglesias es uno de los sitios donde hay más riesgo. Total, que lo voy dejando, que por ahora no voy, que no quiere decir que haya dejado de ir a misa…

Así a lo tonto, y aun cuando este resultado estuviera lejos de lo que pretendían los obispos con sus recomendaciones, lo cierto es que hemos acortado algunos años en nuestro caminar hacia una iglesia vaciada. Lo que se nota también en la recaudación de los cepillos. La situación es preocupante.

Hace algunos meses escribí un artículo al que titulé “la profecía de Ratzinger”. Se trataba de la visión profética de un espíritu privilegiado, como el del papa emérito, sobre el futuro de la Iglesia en Europa. Algunos acogían ese panorama con alborozo -una iglesia minoritaria pero fervorosa-, y a otros se nos helaba la sangre: una Cristiandad en ruinas y un mundo mayoritariamente sin Dios.

La iglesia vaciada no es solo una tragedia para la Iglesia y para los creyentes. Es una tragedia, de incalculables consecuencias, para la humanidad, para las almas. Y será el fin de España como nación.

Cada uno haría bien en reflexionar sobre su papel y sus responsabilidades.

No hay motivos para el optimismo, y pocos para la esperanza humana. Pero si para avivar la esperanza virtud teologal. Dios ha vencido al mundo, y Él sabrá sacar bien del mal: omnia in bonum.

Vaticano del Covid-19: los que se negaron a ser vacunados pueden ser despedidos

GLORIA TV


Un decreto del cardenal Giuseppe Bertello (ver a continuación), presidente de la Pontificia Comisión del Estado de la Ciudad del Vaticano, aprobado específicamente por Francisco, amenaza a los empleados del Vaticano con “fuertes sanciones” si se niegan a la vacunación por el Covid-19, escribe el 18 de febrero el sitio web FaroDiRoma.it.

El Vaticano hace que la vacuna relacionada con el aborto esté disponible en forma gratuita para todos los trabajadores y sus familias.

El decreto se refiere a una ley del Vaticano, datada en el 2011, en la que se amenaza a empleados que no se someten a un examen de salud a “consecuencias de diverso grado que pueden ir hasta la interrupción del empleo”.

El decreto menciona otras normas del Covid-19 como el distanciamiento, las mascarillas, la cuarentena y la prohibición de reuniones, y prevé sanciones financieras en caso de incumplimiento.

Esta rigidez contrasta con el tratamiento de Francisco a los que no respetan la regla de la fe: ellos son elogiados y promovidos.

Las Tentaciones del Señor (Primer Domingo de Cuaresma)

PADRE ALFONSO GÁLVEZ


Duración: 50 minutos

https://www.alfonsogalvez.com/podcast/episode/1cdb7f12/i-domingo-de-cuaresma


Meditación predicada el 8 de marzo de 1987. Texto evangélico: Mateo, 4-11.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Un gran documental acerca de San Fernando Rey

 QUE NO TE LA CUENTEN


Nuestros amigos de EUKMAMIE han publicado en estos días este excelente documental acerca de San Fernando Rey, que no debe dejar de verse.

Estará disponible de modo gratuito durante todo el mes de Febrero. Vale la pena para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE

Hacer clic AQUÍ para acceder al documental (DURACIÓN: 85 MINUTOS)

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– Editorial y librería: https://editorial.quenotelacuenten.org/

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Susanna Tamaro juzga los templos modernos (Roberto De Mattei)



Susanna Tamaro es una novelista italiana que ha escrito nóvelas de mucho éxito, algunas de las cuales han sido llevadas al cine. No es católica, y a veces ha asumido posturas que se apartan de la fe católica o la contradicen. Con todo, más de una vez ha conseguido zafarse del conformismo que nos invade revelando una honda sensibilidad a la dimensión trascendente de la vida. La pandemia que atravesamos le ha dado ocasión para escribir un artículo que publicó Il Corriere della Sera el pasado 7 de febrero, del cual me gustaría citar algunas cosas.

Escribe Susanna Tamaro: «El destino nos agobia y no alcanzamos a otear un destello de esperanza en el horizonte. En el fondo no nos diferenciamos mucho de Atlas, obligado a cargar el universo sobre sus hombros. Mientras él miraba al suelo, nosotros, en la misma postura, consultamos obsesivamente nuestros aparatos electrónicos en busca de algo que alivie el peso invisible que nos dobla la espalda. ¿Cuál es el peso que oprime con una fuerza cada vez más sutil nuestra vida de sapiens modernos? La falta de una dimensión trascendente. Somos hijos de la casualidad y esclavos del tiempo, y esta condición nos obliga a cargar con todo el peso del mundo sobre nuestras espaldas».

Añade la escritora: «He viajado mucho por Italia en estos últimos años, y en numerosas ocasiones, al toparme con la infinidad de horrendas iglesias modernas construidas en la posguerra, me he preguntado: ¿podría alguien convertirse aquí dentro, o al menos, llegar a pensar que tras el mundo material existe otro que se concreta y manifiesta en el misterio de la belleza? ¿Quien decidió, proyectó y costeó la construcción de estas abominaciones arquitectónicas se preguntó alguna vez si le hubiera gustado casarse, o asistir a un bautizo o a un funeral en un lugar semejante? Ahora bien, el horror que siento no es de índole intelectual; es un horror que hiere directamente el corazón porque la fealdad, la disonancia y lo desagradable son la negación misma de la trascendencia».

Y prosigue: «Hará unos diez años, atormentada por este sentimiento de rabia, pregunté a un importante cardenal que estaba presente a qué obedecería la abominable deriva que, en un país como el nuestro, duele más todavía por la enorme cantidad de parroquias, capillas y catedrales maravillosas edificadas a lo largo de los siglos. Me explicó que se trataba de una tendencia surgida en los años sesenta con la prosperidad económica que llevó a la construcción de nuevas barriadas. Se pensaba que como el hombre moderno pasaba mucho tiempo en fábricas, garajes y otros edificios feos levantados a toda prisa, hacían falta templos que por el estilo del mundo que lo rodeaba para que se sintiera en su casa, sin tener en cuenta que unos lugares así no podían tener otro fruto que un alejamiento progresivo de las realidades que se ofrecían como complementarias a la horizontalidad del mundo».

De todos modos, hay que reconocer que la tendencia de la que habla este desconocido cardenal es consecuencia de la llamada apertura al mundo, del aggiornamento que trajo a la Iglesia el Concilio Vaticano II. Si no se dice esto, no se llega a la raíz del problema. Después, dice Tamaro que ha leído con alegría y consuelo Disegnare il sacro, ensayo publicado recientemente por Christiano Sacha Fornaciari, publicado por la editorial Lindau reivindicando el papel de la luz en el espacio litúrgico cristiano.

Hasta el siglo XX –recuerda el autor– toda época tuvo una arquitectura adecuada a su estilo musical y su teología: la arquitectura románica y el cántico gregoriano se reflejan mutuamente, y «mientras asciende el canto, ayudado por los arcos de medio punto y los grandes ábsides semicirculares, fuentes de luz natural iluminan el lugar donde se anuncia la Palabra de Dios (…) En la catedral gótica todo está ordenado a la total participación emotiva de los fieles».

»¿Y ahora? –se pregunta Susanna Tamaro– ¿A qué dimensión nos transporta la música de estos templos modernos? A la del desaliento: voces en su mayoría incultas, aunque no les falte fervor, que cantan como si estuvieran de acampada; alegres conjuntos juveniles con guitarra y batería que se apagan de repente sin dejar huella en el ánimo de quienes han asistido a la función, salvo tal vez una especie de alegría epidérmica. La dimensión de la fraternidad es sin duda importante, pero cuando la dimensión trascendente se vincula exclusivamente a esto, a la primera crisis, al primer choque con las asperezas de la vida, la fe que se creía poseer se derrite como la nieve al sol».

»La soledad en que vivimos –prosigue– es la soledad del abandono de lo sagrado porque, paradójicamente, la fe en la Encarnación ya no está en condiciones de acompañarnos en una dimensión que nos abra a los interrogantes y nos motive a buscar respuestas a las inquietudes que ontológicamente nos son propias. Aturdidos por las imágenes, convulsionados en un mundo que desconoce las razones profundas de la existencia, y más en unos momentos tan graves como los que atravesamos, ¿cómo es posible reconquistar la estabilidad profunda que nos proporciona la contemplación del misterio?

»Los ecomonstruos cúbicos, las astronaves, las velas de cemento y los campanarios siderúrgicos que, como un cáncer maligno, invaden nuestro país humillando con su agresiva fealdad no sólo a los creyentes sino a todo el que pase nos hablan de la ceguera espiritual de los arquitectos y de la todavía mayor ceguedad de quienes les han encargado el diseño. La naturaleza, con sus formas armoniosas, suscita en nosotros un asombro que nos conduce a las puertas de lo sagrado. Pero la naturaleza jamás tiene en cuenta la rigidez geométrica que se nos ofrece en estas construcciones modernas. Si hay geometría, si hay matemática –y la hay, y mucha, en la naturaleza–, siempre se caracteriza por la armonía.»

Susanna Tamaro cita en su artículo un episodio de la vida de Santa Edith Stein, que siendo filósofa atea entro por casualidad en una capilla y quedó conmocionada ante la visión de una anciana que rezaba sola con la bolsa de la compra a su lado. «Entonces entrevió una frontera invisible: la del fanum, el lugar sagrado, un espacio suspendido en el tiempo donde era posible recogerse un día cualquiera de semana para entablar un diálogo íntimo con la eternidad. Fue el principio de su conversión».

La conversión de Santa Edith Stein recuerda a la del escritor francés Paul Claudel, estudiante incrédulo que vagando por las calles parisinas la Nochebuena de 1886 entró en la catedral de Notre-Dame mientras el coro entonaba el Magnificat. «En aquel momento –recuerda– tuvo lugar un suceso que se convirtió en el eje de mi vida. El corazón se me conmovió y creí. Creí con una fuerza de adhesión tan grande, con tal elevación de todo mi ser, que no quedaba lugar para la menor duda. Desde entonces, ningún razonamiento, ninguna circunstancia de mi agitada vida ha sido capaz de sacudir ni alterar mi fe.

Aquella noche, Paul Claudel comprendió en un abrir y cerrar de ojos y con palpable evidencia que la vida de cada uno de nosotros nos presenta ante los ojos una elección ineludible: el amor infinito de Dios o la condenación eterna. Y nos recuerda: «Me hablaba en concreto a mí, a Paul, y me prometía amor. Pero al mismo tiempo, si no lo seguía, no me planteaba otra opción que la condenación. No hacía falta que me explicara lo que era el Infierno; yo ya había cumplido condena allí. Aquellas pocas horas me bastaron para entender que el Infierno está donde no está Cristo. ¿Qué me importaba el mundo, si me encontraba ante este Ser prodigioso que se me acababa de revelar?» Estas palabras ya nadie las dice: o Cristo o la condenación eterna. Esto también se aplica igualmente a la vida humana y a la sociedad. Y si la armonía de las catedrales antiguas prefigura la belleza del Paraíso, el horror de las modernas nos muestra una vislumbre de la gélida frialdad y la tristeza infinita del Infierno.

ROBERTO DE MATTEI


Son pocos los que animan ya a negar que Bergoglio dejará a la iglesia, cuando su pontificado termine de terminar, en un estado de postración quizás único en toda su historia. Literalmente, y aprovechándose del envión recibido por el Vaticano II, se cargó dos mil años de teología y espiritualidad cristiana. Y no se da cuenta o, en todo caso, no le importa hacerlo.

¿Cómo será entonces esa iglesia post-Francisco? Es un tema en el que vale la pena detenerse a pensar, sabiendo que nos adentramos en el área de las especulaciones y fácilmente podemos equivocarnos.

Para comenzar se impone una reserva. Quien obra en la iglesia es el Espíritu Santo, por lo que las previsiones que podamos hacer tienen siempre un valor muy relativo. Por ejemplo, al Papa lo eligen los cardenales que son asistidos por el Espíritu Santo; sin embargo, ellos son libres de aceptar o rechazar esa asistencia. Cualquier análisis, entonces, que pretenda dar alguna perspectiva sobre el futuro, deberá siempre enfrentarse a las incertidumbres de la acción del Paráclito y de la libertad de los hombres.

La muerte de Francisco se acerca inexorablemente, como se acerca la todos nosotros. Y se acerca también la llegada de su sucesor luego de un cónclave al que todos temen.

Nadie sabe qué saldrá de ese aquelarre escarlata y lo que podamos decir no son más que quinielas. Pero podemos hacer algún análisis de los datos que tenemos, incluyendo a los nuevos purpurados anunciados el último domingo de octubre de 2020. Hay 128 cardenales electores, más de los previstos por la ley canónica. De ellos, 16 fueron creados por Juan Pablo II, 39 por Benedicto XVI y 73 por Francisco. Estos datos dicen algo pero no dicen todo. Estaríamos tentados a dar por sentado que los cardenales que deben su púrpura a Bergoglio votarán en masa por el candidato que unja, con todas las sutilezas del caso, el Papa reinante antes de morir. Pero no necesariamente es así, y una prueba de ello es lo sucedido en el cónclave anterior: no todos los cardenales benedictinos votaron por Scola, el candidato de Ratzinger. Y esto señala la incertidumbre que encierran los resultados, pues por el secreto propio del cónclave no sabemos cómo se mueven allí las fuerzas.

Sin embargo, podemos encontrar alguna pista mirando a reuniones semejantes como los concilios. Y lo que allí vemos es que la masa de obispos se mueve al compás que marca un apretado puñado de líderes. Es decir, las reuniones episcopales se caracterizan por estar compuestas de un número muy reducido de capitostes y una rebaño de borregos. Es cuestión de ver lo que ocurrió durante el concilio Vaticano I, tan bien relatado por O’Malley, o lo sucedido en el Vaticano II, mejor relatado por De Mattei: los obispos entendían poco los temas que se trataban, aplaudían lo que aplaudía la mayoría y votaban a los que más aplausos cosechaban. Y convengamos que esta suele ser la conducta de todas los cuerpos colegiados, desde los consejos académicos de una universidad a la cámara de diputados de la nación, pasando por las reuniones de consorcio de cualquier edificio de mala muerte.

No he hecho, ni ganas que tengo de hacerlo, un análisis detallado de los cardenales nombrados por Bergoglio, pero aventuro alguna hipótesis. Como viejo zorro de la política y sabedor de la mecánica de los cuerpos colegiados, lo previsible es que se haya preocupado de llenar el sacro colegio de borregos, agregando de cuando en cuando algún líder que, llegado el momento, pueda ser elegido él mismo, o bien, ser un king maker. Y creo plausible esta maniobra por dos hechos fácilmente comprobables.

El primero y más universalmente conocido, es que Francisco de ha caracterizado por armar un colegio cardenalicio que posee dos características principales: su mediocridad y su color. Sobre la primera de ellas, remito al artículo de Tosatti, cuya conclusión se puede sintetizar afirmando que los cardenales creados por Bergoglio son apéndices de sí mismo. Sobre la segunda, con la fácil y cuestionable excusa de que en púrpura debe estar representada toda la iglesia, se ha preocupado de hacer cardenal desde el obispo de Toga, una remota y perdida isla del Pacífico hasta, últimamente, al vicario apostólico de Brunei. No conozco a estos prelados y nada puedo decir de ellos, pero el sentido común indica que se trata de personas que pasaron sus vidas en ocupaciones y preocupaciones de una grey reducida y maltratada, y que difícilmente tengan las habilidades que sí tienen los peligrosos lobos vaticanos, a los cuales serán arrojados. Aventuro que con este tipo de cardenales, que son mayoría, ocurrirá lo que ocurrió en los concilios: serán fácilmente amedrentados, o comprados, por los king makers y votarán por quien se les indique.

En cambio, Bergoglio se ha cuidado mucho de hacer cardenales a los titulares de sedes que tradicionalmente fueron ocupadas por la púrpura. Uno de los casos más clamorosos es el de París. Su arzobispo, Mons. Michel Aupetit, cuya nominación fue aplaudida incluso por la FSSPX, sigue sin ser cardenal aunque han pasado ya dos consistorios desde su elección. Y a Aupetit, claro, no le calentaría la cabeza ningún bergogliano en los corredores del cónclave.

¿Qué puede esperarse? Las posibilidades que salga electo algún cardenal cercano a la tradición son nulas. Nadie elegiría, por ejemplo, al cardenal Burke. Y no sé cuán bueno sería que eligieran al cardenal Sarah. A pesar de la campaña que se hizo para convertirlo en papabile en los últimos años, lo cierto es que el Su Eminencia ha dado muestras de tener miedo aún de su propia sombra.

¿Debemos prepararnos para lo peor? Pareciera ser ese el caso. Sin embargo, hay dos factores que considerar. Primero, aunque Francisco elija cardenales a aquellos que le son vergonzosamente fieles, lo cierto es que las fidelidades terminan cuando desaparece su objeto. Como se ha dicho, Bergoglio no participará del próximo cónclave. La muerte disolverá la fidelidad mafiosa al porteño. Y por ese lado, nada está dicho. La segunda es que las instituciones, como los seres vivos, tienen una indestructible tendencia a la supervivencia, y cualquiera sabe que la iglesia, desde un punto de vista puramente humano, no aguantaría otro pontificado como el de Francisco. Más bien lo contrario. No sería raro que la elección se adecuara al movimiento pendular y, para compensar la devastación de los últimos años, se eligiera, por mera cuestión instintiva, a un moderado o conservador, versado en teología y con algún resto de fe católica.

Emociones no nos faltarán.

THE WANDERER

Conferencia Episcopal de Estados Unidos financia al diablo



La Campaña Católica para el Desarrollo Humano (CCHD, por sus siglas en inglés), el programa de justicia social y contra la pobreza de los obispos de Estados Unidos, financia cuatro organizaciones en Nashville (Tennessee), que están en connivencia con el aborto y la ideología transgénero, informa el 15 de febrero el sitio web Lepanto.org.

El peor es el llamado “Proyecto de Dignidad de los Trabajadores” (WDP, por sus siglas en inglés), el cual recibió seis subvenciones de la CCHD desde el 2013, por un total de u$s 245.000. El sitio web Lepanto.org reunió evidencia, incluyendo grabaciones de audio y video, de que WDP está impulsando el aborto y el transgénero en los inmigrantes y trabajadores que se supone debe cuidar:

• WDP respaldó el “Orgullo Nashville” 2017.

• WDP fue incluido como “socio comunitario” en el informe anual 2018 de Tennessee y North Mississippi de la red abortista Planned Parenthood.

• Cecilia Prado, codirectora de WDP, se rodea en Facebook.com de organizaciones a favor del aborto, marxistas y homosexuales (captura de pantalla a continuación).

• La estación de radio de WDP presenta regularmente a ideólogos homosexuales y de Planned Parenthood.

De acuerdo con sus pautas fantasma, CCHD “no” financia organizaciones que contradicen las enseñanzas morales de la Iglesia.

Burke acusa implícitamente a Francisco de mentiroso

GLORIA TV


“El mejor término para describir el estado actual de la Iglesia es confusión, que con frecuencia limita “con el error”, escribe el 15 de febrero el cardenal Raymond Burke en el sitio web LaNuovaBq.it.

Él advierte una negación de la verdad, el pretexto de “no conocerla” y el fracaso de proclamarla. Implícitamente, Burke critica declaraciones de Francisco, tales como la afirmación de que todos los hombres son hijos de Dios y que los católicos deberían referirse a las personas de otras religiones y sin religión como hijos de Dios: “Esta es una mentira fundamental y fuente de la más grave confusión”.

Todos los hombres son creados por Dios, pero solo pueden llegar a ser hijos de Dios en Cristo a través de la fe y el bautismo, explica Burke.

Rechazó la acusación de que “Dios quiere una pluralidad de religiones”, porque Dios ha enviado a Cristo como el único Salvador, y que las otras religiones son “falsas”.

Aquéllos que se aferran a la verdad son “etiquetados como rígidos” y descritos “por los autores de la cultura de la mentira y la confusión como personas pobres y deficientes, personas enfermas que necesitan una cura”, analiza Burke.

martes, 16 de febrero de 2021

Se cierra la trampa china (Carlos Esteban)



Si vas a cenar con el diablo, reza un viejo refrán inglés, necesitarás una cuchara muy larga. Imagino que la diplomacia vaticana, de las más antiguas y eficaces del mundo, se las prometía muy felices cuando Pekín se abrió a negociar un acuerdo con la Santa Sede, esto es, con la propia Iglesia Católica.

El resultado podría ser un maravilloso triunfo para el Vaticano, para el pontificado de Francisco, en muchos sentidos, no el menor un golpe de efecto para su imagen. Ya en sí mismo, normalizar las relaciones diplomáticas con el gigante asiático por primera vez en la historia reciente sería un paso de gigante, permitiendo cauces oficiales para presionar a favor de la población católica china, condenada a la persecución, el ostracismo y el cisma.

Y esa del cisma sería, sin duda, otra victoria resonante: acabar con la dolorosa división, la duplicidad de iglesias con sus respectivas jerarquía y clero, una quiebra entre la Iglesia Patriótica, dependiente del Partido Comunista y con un cuadro nombrado por el gobierno y los obispos, sacerdotes y laicos fieles a Roma que vivían una existencia clandestina. ¿Qué Papa no desearía ardientemente cerrar un cisma de esta magnitud? Y la imagen del primer Papa en pisar China desde el principio de los tiempos tampoco es irrelevante.

A cambio, naturalmente, había que ceder, había que consentir sacrificios y pasos atrás. Los sacrificios serían, esencialmente, los de los obispos fieles a Roma que deberían ceder sus sedes a ‘obispos’ de la Iglesia Patriótica cuya consagración había sido hasta entonces inválida. En cuanto al principal paso atrás sería la admisión de cierto cesaropapismo superado tras largas luchas en el resto del mundo por el que las autoridades civiles propondrían los nombres de los obispos para cada nombramiento.

Naturalmente, la diferencia con la lucha de las investiduras medieval era que, en ese caso, los reyes y nobles laicos que realizaban los nombramientos eran, al menos, cristianos, e incluso concebían su propio poder como delegado por Dios, mientras que en el caso chino los responsables de nombrar a los obispos serían funcionarios de un partido agresiva y confesamente ateo. Pero, tranquilizaba el Papa y los representantes de la Secretaría de Estado, Roma tendría en cualquier caso la última palabra para consagrar o denegar la consagración del prelado propuesto.

Los chinos no parecen sentirse obligados por el acuerdo. Llevamos desde el anuncio del mismo -que sigue siendo secreto en sus detalles- haciendo la crónica del creciente acoso sobre los clérigos y fieles chinos por parte del gobierno de Pekín, como ya advirtiera desde el principio el arzobispo emérito de Hong Kong, cardenal Joseph Zen, que aunque conoce bien a sus compatriotas del PCCh, ha predicado en el más absoluto desierto.

Las autoridades han decretado qué deben predicar los sacerdotes en sus iglesias (y qué no), cómo deben incluir en sus prédicas loas al (incompatible) socialismo con rasgos chinos, o cómo los fieles deben sustituir estampas y crucifijos en sus hogares por imágenes de Mao o Xi Jinping.

Pero hoy hemos sabido que tampoco piensan cumplir con lo estipulado sobre los nombramientos episcopales, de los que se han publicado las normas sin referencia alguna al papel de Roma en el proceso.

Y aquí es donde viene a colación el refrán con que abría este texto: el Vaticano ha iniciado un proceso que no tiene vuelta atrás, del que no puede salir sin muchísimo quebranto. Denunciar un acuerdo que uno mismo ha buscado suele equivaler a ‘perder la cara’, como dicen en la propia China. Pero en este caso las consecuencias van mucho más allá. Supondría renovar el cisma, indisponerse públicamente con la que está llamada a ser a plazo fijo la mayor potencia de la tierra y multiplicar la confusión de los fieles de la Iglesia de la clandestinidad, muchos de los cuales ya se sienten traicionados y abandonados por Roma.

Por otra parte, permitir que la tiranía china haga mangas y capirotes con la parte del acuerdo que no le gusta y que siga organizando la iglesia nacional a su gusto es totalmente inasumible. Bastante difícil ha debido de ser para un pontífice tan debelador de las injusticias y defensor de los derechos humanos callar ante los desmanes descarados y masivos de esta enorme tiranía. Seguir ese camino sin contrapartida alguna, figurar como cómplice de una secta cada vez más controlada pastoral y doctrinalmente por un funcionariado ateo y que esa complicidad permitirá usar la etiqueta de católico, sería un desastre como hacía mucho no vivía la Iglesia.

Carlos Esteban