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sábado, 27 de octubre de 2018

El último día del sínodo o la consagración de la 'primavera’ (Carlos Esteban)



La renovación eclesial anunciada por Francisco desde el primer año de su pontificado, todo apunta, va a venir de la mano de esta nueva palabra de la que hablábamos ayer y que pronto escucharemos por todas partes: sinodalidad.

El sínodo que acaba este sábado, presentado como sínodo de los jóvenes como podría haberse llamado de cualquier otra manera, contiene dos capítulos enteros dedicados a la sinodalidad, aunque apenas se haya hablado de ello en todo este mes de sesiones.

La anécdota desmiente su propio objeto, porque si los que van a liderar la ‘renovación’ son estos supuestos sínodos y en el documento final los padres sinodales se encuentran con casi una sección entera dedicada a lo que apenas se ha discutido, ¿para qué todo el paripé? ¿Quién está mandando, realmente?

No es el único contenido inesperado para los propios participantes. Sí, parece que las polémicas siglas que van a centrar las búsquedas de la mayoría de periodistas -LGBT- y que fueron asombrosamente incluidas en el Instrumentum laboris -tras asegurar fálsamente el cardenal Baldesseri que las había recogido del informe del presínodo-, se han evitado. Pero el concepto se ha colado con otros ropajes, como el de “orientación sexual”.

En esta última rueda de prensa antes de la presentación el sábado del documento final se ha podido ver muy bien los dos tipos de obispos que han acudido a este sínodo: los que se lo han tomado como una oportunidad eclesial de recuperar el Evangelio y presentárselo sin diluir ni aguar a las nuevas generaciones, casi todos procedentes de esas periferias tan amadas por el Papa; y quienes están en el secreto sobre aquello de lo que de verdad va todo esto, y saben que su papel es alimentar una maquinaria demagógica que oscurezca un resultado trazado de antemano.

Eamon Martin, arzobispo de Armagh, no parecía muy feliz al asegurar que “el Espíritu Santo parece haber quedado fuera del documento de trabajo”, aunque ha añadido haber sentido “Su presencia” durante toda la reunión, hablando de “la nueva Primavera” que se espera en la Iglesia. No entiendo cómo después de lo mal que ha salido siempre todo cuando se anuncian ‘primaveras’ -ya sean eclesiales o árabes- todavía se siga usando una expresión tan gafada.

El Cardenal Christoph Schönborn, el arzobispo de Viena que recientemente convirtió su hermosa catedral en local discotequero de una ‘rave’ multitudinaria, como si fuera una nave industrial de un polígono abandonado, ha derrochado, concentrada, todo la sinuosa demagogia que ha caracterizado estas semanas. Ha sacado pecho, recordando que han sido 270 obispos de todo el mundo escuchando atenta y amorosamente a los jóvenes y preguntándo que otro grupo de líderes podrían presumir de lo mismo.

Con todos los indicios de descarados amaños, seguir fingiendo que esto ha consistido en “escuchar a los jóvenes” exige el sólido descaro de un veterano como el de Viena. Pone luego en boca de un joven delegado africano estas palabras que, asombrosamente, coinciden con la idea inicial de todo el sínodo, de todo el pontificado de Francisco, de toda la herencia del difunto cardenal Martini: “La Iglesia es nuestra única esperanza porque aquí encontramos un lugar donde somos acogidos, comprendidos, donde podemos ser nosotros mismos y sentirnos en casa”.

Es una suerte que esto haya acabado ya, porque no sé si podría aguantar mucha más blanda jerga del Verano del Amor. Eminencia, recuerde por un segundo que es un príncipe de la Iglesia Católica, la Esposa de Cristo, sucesor de los Apóstoles; no puede hablar como un concursante de Operación Triunfo. Sí, la Iglesia es nuestra única esperanza, pero no porque sea una especie de gigantesco grupo de terapia y autoafirmación para jóvenes, sino porque nos trae a Cristo, y Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra esperanza. Si la Iglesia es sólo una alternativa al diván del psicoanalista, Su Eminencia se iba a encontrar sin empleo mañana mismo.

Es un alivio oír, tras esta viejuna exposición de psicologismo, al africano del grupo, el arzobispo de Nyeri, en Kenia, Anthony Muheria. No es que haya sido una homilía de San Juan Crisóstomo, entiéndanme, pero al menos ha hablado de conectar a los jóvenes “a la obra de la Gracia, conectarles con Cristo, de modo que puedan alcanzar a Dios”. Se diría que uno tiene que irse a África para volver a oír los términos habituales del mensaje cristiano.

A Schönborn le ha preguntado un periodista por ‘el tema’, si se ha desarrollado el asunto de la homosexualidad y se ha cambiado “tendencias sexuales” por “orientación sexual”. Pero si cree que va a pillar en un renuncio a un veterano como Schönborn, con más conchas que un galápago, es que no le conoce. El cardenal ha dicho que “aún no disponemos del Texto Definitivo”. Y lo ha dicho sin inmutarse.

También a Schönborn se le ha preguntado por la diferencia entre ‘colegialidad’ y la palabra de moda, ‘sinodalidad’. Ha dicho que lo primero se refiere a los obispos, mientras que lo segundo “es una noción mucho más amplia que se refiere al funcionamiento de la Iglesia”. Asegura que el modelo es el Concilio de Jerusalén del que habla el Capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles. Aunque no consigo imaginar a ningún prelado diciéndole a la cara y claramente a Francisco que está equivocado y logrando que cambie de parecer, como hizo San Pablo con San Pedro.

El irlandés parece alinearse con sus colegas africanos al decir que la Iglesia “debe presentar sin miedo al mundo, en el que los jóvenes se ahogan, un mensaje contracultural”, porque “si la Iglesia va detrás de las modas con la esperanza de atraer a los jóvenes, no lo conseguirá”. ¿Oído, cocina?

Pero la suerte está echada, la sinodalidad es el futuro previsto para el gobierno de la Iglesia y, a juzgar por los sínodos que hemos visto hasta ahora, no augura nada bueno ni tiene nada que ver con esa imagen de “todos, obispos, el Papa y el pueblo de Dios, caminando juntos”. Se parece bastante más a una cámara de resonancia de la Curia que ofrecerá la coartada ‘colegial’ a este último experimento en primaveras.

Carlos Esteban

viernes, 26 de octubre de 2018

El defenestrado obispo de Memphis achaca su cese a una ‘venganza’ de Wuerl (Carlos Esteban)



Resultó bastante inusual el fulminante cese, el pasado 24, del obispo de Memphis, Martin Holley, por “mala gestión”. Se sospechó algo más, tal como está el clima en el episcopado americano. Y ahora el defenestrado Holley asegura a CNA que todo ha sido una venganza del ex arzobispo de Washington, Donald Wuerl, por frustrarle un nombramiento en la Curia vaticana.

Tenemos que admitir que, de primeras y sin conocer nada más, el cese fulminante por el Vaticano del obispo Martin Holley, de Memphis, ‘sonaba’ bien. Después de todas las revelaciones de este verano terrible sobre encubrimiento de abusos sexuales del clero por parte de obispos -el caso McCarrick, el informe del gran jurado de Pensilvania, la exasperante inacción de Roma, llena de buenas palabras se hacía cada día más inexplicable. Los fieles querían ver acción, acción efectiva y visible, sobre todo, en forma de ‘cabezas rodando’. Así que la defenestración de, al menos, un obispo americano, por más que se justificara con el vago motivo de ‘mala gestión’, parecía un paso en la dirección acertada.

Sólo que nada parecía cuadrar en este caso. El Vaticano ha sido consistente, hasta tozudo, en su inactividad en este asunto. Ni siquiera parecía haber modo de que Roma aceptara al más obvio de los ‘reemplazables’, el cardenal Donald Wuerl, sucesor de McCarrick al frente de la Archidiósesis de Washington y citado casi doscientas veces en el informe del gran jurado de Pensilvania.

Wuerl tenía a sus propios sacerdotes en pie de guerra, cancelaba actos por temor al ‘odium populi’ y las voces pidiendo su sustitución eran ya un clamor. Al fin el Papa se vio forzado a actuar en una forma que nos recuerda poderosísimamente a la aceptación de la dimisión su flamante primer prefecto para las comunicaciones vaticanas, Monseñor Edoardo Viganò, que al poco de estrenarse fue pillado por la prensa mundial en un flagrante intento de manipulación de un texto del Papa Emérito.

Los pasos fueron idénticos. Primero, negación y resistencia. Cuando la situación se vuelve imposible, el despido toma la forma de dimisión aceptada, que se realiza con una carta pública en la que se pone por las nubes al defenestrado. Y, por último, se le deja en su puesto con otro nombre.

En el caso de Wuerl, su dimisión llevaba ya -por edad canónica- tres años sobre la mesa de Su Santidad, y al aceptarla el Papa lo hizo con una misiva que algún día podría servir en su proceso de canoninación, poniéndole como ejemplo de lo que debe ser un obispo. Y, por último, le ruega que continúe al frente de la archidiócesis como administrador apostólico. El Papa odia, odia, odia que le fuercen a prescindir de alguno de sus hombres.

Y no ha habido más. Al contrario, los obispos elegidos por influencia del pedófilo McCarrick -el trío Cupich, Tobin y Farrell-, lejos de sufrir con su proximidad a la crisis, son objeto de constantes gestos de favor pontificio. Cupich fue elegido para asistir a este ‘sínodo de sínodos’ que se celebra aún en Roma, Farrell fue nombrado responsable del nuevo megadiscasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y el nombre de Tobin suena cada vez con más fuerza para sustituir a Wuerl en Washington.

Y en vista de eso, ¿cesan fulminantemente -se negó a dimitir- a un obispo cuyo nombre no se ha mencionado siquiera en la gran polémica de los abusos alegando ‘mala gestión’? Suena tan raro, tan poco propio del modo de actuar de Francisco en esta crisis que la explicación que da el propio Holley resulta eminentemente creíble.

Dice Holley que, en 2012, siendo entonces Holley obispo auxiliar de Washington bajo el liderazgo de Wuerl, el nombre de este se barajó en Roma para que ocupara el cargo de secretario de Estado en la Curia romana. Tradicionalmente, el ‘número dos’ del Vaticano solía ser el prefecto para la Doctrina de la Fe, pero hace ya más de medio siglo que la politización burocrática entró en la Iglesia, convirtiendo al secretario de Estado en el verdadero ‘hombre fuerte’ después del Papa.

Un cargo de tanta importancia no se da sin el debido proceso de consultas, y entre estas, Benedicto tuvo a bien recabar la opinión del obispo Holley que, al parecer, no consideraba a su superior la persona indicada para tan alto puesto. Sea como fuere, Wuerl no obtuvo el cargo y achacó a Holley, en opinión de este, su fracaso. Y este es el motivo, opina Holley, de que Roma abriera una investigación sobre su gestión que ha desembocado en su cese por Roma: la venganza. “Me interpuse en su camino hacia algo que deseaba”, asegura Holley.

La versión oficial es que la investigación se inicia a raíz de las fuertes críticas que provocaron la decisión de Holley de reasignar a dos tercios de sus sesenta sacerdotes en activo y el nombramiento de un sacerdote canadiense, Padre Clement Machado, como vicario general, moderador de la Curia y canciller de la diócesis.

Carlos Esteban

Carta abierta a los simpatizantes de los “tradicionalistas” (Stefanie Nicholas)





Es difícil saber cómo empezar esta carta. Quizá ya te estás encogiendo por mi uso de calificativos católicos “divisivos”, lamentando el hecho de que no puedo simplemente llamarnos a ambos “católicos” y seguir con lo que tengo que decir. Odio este lenguaje categórico. Sin embargo, siento que no tengo más remedio que usarlo, del mismo modo que no tengo más remedio que llamarme una “cristiana católica” sin disculpas, en vez de sólo una “cristiana” porque el protestantismo ha usurpado la Iglesia como el administrador fiel del significado de cristianismo.

Somos ambos católicos en el sentido de que creemos en la única fe verdadera. El catolicismo no puede ser dividido y no puede enseñar dos verdades diametralmente opuestas. El catolicismo, como a menudo recuerdo a mis amigos protestantes, no es y nunca puede ser una denominación. Pero ¿y los católicos como tú y como yo, el elemento humano de la Iglesia? Con toda certeza, podemos caer en nuestras propias divisiones en cuanto a lo que creemos. Esto ha sido verdad desde los tiempos más tempranos de la Iglesia. Incluso la Sagrada Escritura habla de esta realidad. Nuestro Señor y Salvador Jesucristo rezó por nuestra unidad. Ese tipo de división no es nuevo.

Lo que es nuevo, sin embargo, es lo que te ha traído a leer esta carta. Lo que te ha llevado a leer One Peter Five en general. Lo que te ha llevado a engancharte a leer sobre la falsedad de Pablo VI, a la una de la mañana de un día de vacaciones… bueno, puede que esa fuera sólo yo.

Steve Skojec llama a esta cosa nueva y sin precedentes en la Iglesia “La gran fealdad”. Yo la llamo La pasión de la Iglesia, la brutal crucifixión de la esposa de Cristo. La llamemos como la llamemos y sean cuales sean las diferencias doctrinales que quedan entre tú y yo, confío en que podemos estar de acuerdo en una cosa: esta situación de la Iglesia no se parece a nada de lo que hayamos experimentado nunca, y es profundamente aterrador, incluso con la promesa de que al final venceremos.

Históricamente, cuando se desgarró en trozos el Cuerpo de Cristo, fue siempre virtualmente a causa de varios individuos o grupos que se oponían al único espíritu de la Iglesia. No nos confundamos: este pecado ya es bastante horroroso. Hiere a Nuestro Señor en la cruz. Ciega a los que están en el error y escandaliza a los católicos ortodoxos que son testigos de ello.

Hoy hay una verdad más difícil de tragar: el espíritu de la Iglesia (en su elemento humano), desde el papa Francisco hasta la mayoría de los obispos, sacerdotes y laicos, está obstruido por la desorientación diabólica sobre la que la hermana Lucia de Fátima advirtió a Pablo VI.

Se ha escrito tanto sobre el tema de qué es lo que ha ido mal en la Iglesia, que no estoy segura de qué más puedo añadir en esta breve carta que no se haya dicho ya. Si estás leyendo esto, espero y rezo porque hayas prestado un oído sincero a esos locos tradicionalistas radicales a los que quizá has descartado toda tu vida. Espero que hayas pensado en las críticas al Concilio Vaticano II. Espero que hayas leído sobre la brillante encíclica del papa san Pío X contra el modernismo. Espero que hayas investigado los cambios de la misa realizados con la creación del Novus Ordo.

Espero, sobre todo, que hayas rezado el rosario todos los días, considerando las bellas promesas que Nuestra Santísima Madre nos dio a cambio, particularmente la promesa de que el rosario “será una poderosa armadura contra el infierno; destruirá el vicio, disminuirá el pecado y destruirá las herejías”.

Si una persona de verdad quiere aprender la verdad completa de la fe católica, la fe católica tradicional que ha permanecido como un puerto seguro para las almas durante 1900 años, la información está ahí. Las ayudas espirituales están ahí, también, la mayoría de ellas disponibles incluso para aquellos de nosotros que todavía asistimos normalmente a parroquias del Novus Ordopor necesidad (yo) o por elección (quizá tú).

Lo que quiero que sepas es simplemente esto: tendrás que elegir un lado. Vendrá un tiempo, y siento que ese tiempo está cercano, en que se abrirá el terreno medio de debajo de tus pies. En el que tendrá un fin el lenguaje calificativo católico, por necesidad y de un modo muy doloroso. En el que no podré llamarnos a los dos católicos incluso en un sentido amplio. En el que cada uno de nosotros será o hijo de la Iglesia o hijo de la Antiiglesia.

No sé cómo pasará esto, pero no tengo duda de que pasará. No disfruto de esta realidad más que tú. No me gusta tener que afirmar que, sí, nosotros los católicos tradicionales somos de hecho “más católicos que el papa” por todas las evidencias disponibles.

Sabemos que hemos de ser cándidos como palomas. Pero igualmente debemos recordar siempre ser astutos como serpientes.

El tiempo de aplacar al dragón se terminó antes de que empezara. Nunca es demasiado tarde para pisar fuerte, tomar tu cruz y decidir caminar todo el camino del catolicismo que existió desde el principio. No pedir disculpas por defender toda la verdad, incluso las partes que la mayoría de la Iglesia militante ha ignorado durante medio siglo o más. Es lo que se nos mandó hacer y, aunque la tarea no es fácil, podemos contar con la gracia de Dios para que nos dé toda la fuerza que necesitamos para hacer su voluntad.

“La verdad os hará libres” no es un simple dicho. El sentimiento de liberación en saber que, por primera vez en mi pecadora vida, descanso en la verdad no se parece a nada de lo que he experimentado antes. Quiero eso para cada católico, cada uno de nosotros los que hemos sido adoptados por el bautismo como hijos de Dios. Es nuestro derecho de nacimiento y necesitamos luchar por él con todo lo que tenemos.

Si no por nosotros, tenemos que encontrar la voluntad de luchar por nuestros hijos. Tengo un hijo de tres años. No fue bautizado hasta que tuvo dos por mi ignorancia y mi pecado. El Señor, en su increíble misericordia, protegió a esta pequeña criatura que me dio para que yo cuidara, velando por él hasta esa gloriosa vigilia pascual en que finalmente fue traído a las aguas seguras del bautismo. La lucha no ha terminado para su alma, pero yo haré lo que sea para ayudarle a ir al Cielo.

No sé si vendrás a nuestro lado, el lado de la Tradición. Quizá aún estás pensándote las cosas, aún cuestionándolo todo, aún intentando encontrar un modo de hacer una “hermenéutica de continuidad”. Pero espero que considerarás tomar esta decisión con el mismo nivel de temor de Dios que tuve yo cuando me di cuenta de la gravedad del hecho de que mi hijo no estuviera bautizado. Tu alma y las almas de tus hijos dependen de seguir a Cristo en su Iglesia, en sus enseñanzas verdaderas y perennes, en la totalidad de sus sacramentos, en la belleza de sus devociones y sacramentales.

Querido simpatizante de los tradicionalistas, ten por seguras mis oraciones. Ten por seguro mi amor por tu alma, pues es preciosa sin medida. Estáte seguro de que, incluso si nos has desechado en las últimas horas, te daré la bienvenida con alegría, como harán muchos, muchos católicos de ideas afines. No te engañes. No desesperes: después de todo, el primer papa abandonó a Cristo el mismo día en que fue crucificado. Si no fue demasiado tarde para san Pedro, no es demasiado tarde para ninguno de nosotros. Por la gracia de Dios, aún respiramos y, mientras respiremos, tenemos la oportunidad de elegir lo correcto.

Reza el rosario, agárrate a nuestra Santísima Madre, y elige. Puede que no tengamos mucho tiempo.

Stefanie Nicholas

(Traducido por Natalia Martín. Artículo original)

Francisco esconde la tiranía modernista detrás de las hojas de parra de la “sinodalidad”



Edward Pentin publicó el 25 de octubre en Twitter información sobre un borrador de los contenidos del documento final del Sínodo sobre la Juventud. Los 173 parágrafos fueron repartidos confidencialmente el lunes y serán votados el próximo domingo.

Según Pentin, la tercera parte del borrador está dominado por el mantra “sinodalidad”, aunque esto no está conectado al tema y a las discusiones del Sínodo. Además, la “sinodalidad” no es el estilo del gobierno absolutista de la Iglesia del papa Francisco, quien utiliza la “sinodalidad” sólo como un pretexto.

Sin embargo, las fuentes de Pentin afirman que Francisco planea imponer la “sinodalidad” como un “nuevo modelo de la Iglesia” (por ejemplo, la revolución permanente).

El borrador contiene encabezamientos tales como “Sinodalidad – Sinodalidad misionera en la Iglesia” o “Sinodalidad en nuestras relaciones diarias”.


NOTA: Esta idea de «sinodalidad» está bien explicada por Carlos Esteban. Pinchar aquí.

¡Era la sinodalidad, estúpidos! (Carlos Esteban)



Vaya, al final la palabra clave parece no ser, esta vez, como temíamos, ‘homosexualidad’, sino más bien ‘sinodalidad’, un concepto al que, por lo visto, dedican dos capítulos del documento final. ¿Que qué significa eso? Si lo tienen tan claro como el arzobispo peruano de Trujillo, Héctor Cabrejos Vidarte, tenemos un problema. ¿Jóvenes? ¿Qué jóvenes?

“Que hagan ellos las leyes, que ya haré los reglamentos”, solía decir el Conde de Romanones. Porque la ley no es nada sin su aplicación concreta, sin su desarrollo específico, que son los reglamentos, que pueden usarse para atenuar lo que no gusta e incluso para introducir cosas que la ley no dice.

Eso, en la Iglesia, podría aplicarse a lo que se conoce, abusivamente, como ‘pastoral’. Por poner un ejemplo evidente, ningún obispo o conferencia episcopal ha tenido que rebelarse contra la doctrina católica contenida en la Humanae Vitae para ignorarla por completo. Basta con apartarla en absoluto de la ‘pastoral’, es decir, de la relación cotidiana del clero con el pueblo fiel. Lo vemos todos los días, en sacerdotes como el padre James Martin o los sacerdotes de Nuestra Señora de Madrid, que pueden mostrarse abiertamente en contra de la doctrina católica sobre la homosexualidad sin perder el favor de sus superiores, antes al contrario.

Esa es una herramienta de renovación que usa mucho Su Santidad, pero no la ha inventado él, sino que nos viene del Concilio Vaticano II, que empezó ya por definirse como un concilio “pastoral y no dogmático”.

De hecho es -como temíamos- que el presente sínodo introdujera un cambio de la actitud de la Iglesia con respecto a la homosexualidad, por la vía ‘pastoral’, sin tener que cambiar una iota de la doctrina. Todavía podría ser, por lo que sabemos, pero las fuentes mejor informadas -aquí mismo hemos ofrecido la visión del prestigioso vaticanista Sandro Magister- indican que ha sido el propio Francisco quien ha dado instrucciones de dejar el asunto para mejor ocasión. Es probable que haya tenido mucho que ver en su decisión la firme defensa de la ortodoxia en este aspecto del episcopado africano, y sin duda ha pesado el Testimonio Viganò y los escándalos de abusos homosexuales asociados, que aún colean y no tienen visos de ir a menos.

Pero la revolución de este sínodo parece ser, precisamente, el sínodo como instrumento de gobierno de la Iglesia, esa ‘Iglesia sinodal’ que ha dicho querer Francisco en otras ocasiones y que define con términos adecuadamente vagos y biensonantes. En la práctica viene a ser instituir la revolución permanente.

De hecho, ha sido una enorme sorpresa que ha enfurecido a no pocos padres sinodales saber a estas alturas que a este aspecto, que se ha ignorado por completo a lo largo de todos estos días a juzgar por las ruedas de prensa, se va a dedicar dos capítulos enteros en el texto final, los dos primeros de la Tercera parte: ‘Sinodalidad Misionera en la Iglesia’ y ‘Sinodalidad en Nuestras Relaciones Cotidianas’.

La ‘sinodalidad’ es el modelo por el que optó hace ya décadas la Iglesia Anglicana, con los resultados que están a la vista: su práctica desaparición y su absoluta irrelevancia. ¿Recuerdan cuando el cardenal alemán Walter Kasper, teólogo favorito del Papa, respondió de forma algo despectiva a las objeciones de los obispos africanos diciendo que África “no nos va a dictar cómo hacemos aquí las cosas”? Bien, pues en la nueva Iglesia sinodal, muy probablemente los alemanes podrán tener ‘su’ catolicismo a medida y los africanos, el suyo.

“Enterrar a Benedicto”, lo definía Matthew Schmitz en mayo del año pasado en la revista americana First Things. Allí señalaba que Francisco parecía decidido a trastocar todo lo que Ratzinger -primero como prefecto para la Doctrina de la Fe y luego como Papa- había intentado dejar sentado para siempre, como la abolición de esa aparente primacía de la pastoral sobre la doctrina de la que hablábamos antes. Y otro mal que Benedicto pretendía conjurar era el de las fuerzas centrífugas en la Iglesia, cuando escribía insistiendo en que la Iglesia Universal era “una realidad temporal y ontológicamente anterior a todas las iglesias particulates concretas”.

Cómo se va a articular ese modelo, es más que dudoso, al menos si tenemos en cuenta la respuesta que ha dado hoy en la rueda de prensa el arzobispo peruano de Trujillo, Héctor Cabrejos Vidarte a esa misma pregunta, que parecía un artista conceptual explicando su obra: “El Papa Francisco hace hincapié en la noción de caminar juntos, con todos, también con los que están más alejados, es importante participar, cooperar, escuchar”. También añadió que “la sinodalidad es el fruto del Espíritu Santo, que ha indicado que la Iglesia debe practicar la sinodalidad”. No estudié yo eso en catequesis, pero quizá estaba distraído. Cabrejos ha sido algo más prolijo que todo esto, pero en ningún momento más claro, por lo que mejor lo dejamos aquí.

Y esta falta de claridad es lo que nos hace recelar, más aún de lo que ya podamos desconfiar de un modelo revolucionario que ha destruido la Iglesia Anglicana. Porque, en principio, la sinodalidad sería una descentralización, una cesión de poder del centro -la Curia romana- a las iglesias nacionales. Ahora bien, Dios no nos ha dado ojos para que pretendamos no haber visto en estos cinco años que el Santo Padre no es hombre que se deshaga del control con facilidad y ligereza. A lo largo de su pontificado le hemos visto empeñarse en causas concretas, incluso más allá de lo que cualquier juzgaría razonable, especialmente en el apoyo a determinados prelados de su confianza.

Del mismo modo, habla desde el primer día con un hombre que tiene una misión y que está decidido a llevarla a cabo contra viento y marea. Ya comentamos en otra ocasión la conversación que mantuvo en Vilna, durante su visita a las repúblicas bálticas, con un grupo de jesuitas, a quienes confesó sentir que Dios le pedía que completara lo decidido en el Concilio Vaticano II.

¿Cómo conciliar estas dos realidades? De un modo perfecto. Que el sínodo está amañado -como lo estuvieron, al menos parcialmente, los dos dedicados a ‘la familia’- es creencia común entre muchos comentaristas, entre ellos el citado Magister. 
De hecho, para quien lo organiza, y más si es el Papa, es relativamente sencillo ‘teledirigirlo’, disponiendo del control de la elección de padres sinodales, del equipo de redacción y, naturalmente, de todos los resortes del primado petrino. 

Así que este nuevo instrumento -el sínodo cuasi permanente, transformado por la constitución Episcopalis Communio- se convierte en la maquinaria perfecta para que el Papa pueda imponer todas sus reformas sin tener que responsabilizarse individualmente de ellas: ya ven, es lo que quieren mis colegas en el episcopado, no hago más que respetar los deseos del pueblo de Dios.

Y ustedes se preguntarán: todo esto, ¿qué tiene que ver con los jóvenes? A lo que sólo se me ocurre responder: ¿y a quién le importa?

Carlos Esteban

VATICANO II: PRE-CONCILIO Y CONCILIO (Desde el 25 de enero de 1959 hasta el 7 de noviembre de 1961)




PRE-CONCILIO

- ALLOCUZIONE DEL SANTO PADRE GIOVANNI XXIII
CON LA QUALE ANNUNCIA
IL SINODO ROMANO,
IL CONCILIO ECUMENICO
E L'AGGIORNAMENTO DEL
CODICE DI DIRITTO CANONICO*
Sala capitolare del Monastero di San Paolo
Domenica, 25 gennaio 1959
(No está traducido al español)

- MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
A LOS PARTICIPANTES EN EL VII CONGRESO INTERAMERICANO
DE EDUCACIÓN CATÓLICA*
Martes, 10 de enero de 1960

Es un principio de la pedagogía católica que la esencia de la educación consiste en la colaboración con la divina gracia para la formación del verdadero y perfecto cristiano. Si bien no se han de despreciar los valores naturales, «es falso todo naturalismo pedagógico que de cualquier modo excluya o aminore la formación sobrenatural cristiana en la instrucción de la juventud» (Pío XI, Enc. Divini illius Magistri).

- DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
EN EL CONSISTORIO SECRETO
PARA LA CREACIÓN DE NUEVOS CARDENALES*
Lunes 16 de enero de 1960

-DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
EN LA SOLEMNE INAUGURACIÓN
DEL PRIMER SÍNODO DIOCESANO DE ROMA
Basílica Lateranense
Domingo 24 de enero de 1960

PRIMER SÍNODO DIOCESANO DE ROMA

- DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
AL CLERO DE ROMA EN LA PRIMERA SESIÓN DEL SÍNODO*
Sala de las Bendiciones
Lunes 25 de enero de 1960

- DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
EN LA SEGUNDA SESIÓN DEL SÍNODO*
Sala de las Bendiciones
Martes 26 de enero de 1960

-DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
EN LA TERCERA SESIÓN DEL SÍNODO*
Sala de las Bendiciones
Miércoles 27 de enero de 1960

- DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII 
EN LA CLAUSURA DEL SÍNODO ROMANO*
Basílica de San Pedro
Domingo 31 de enero de 1960

-DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII AL SACRO COLEGIO
CON MOTIVO DEL CONSISTORIO*
Lunes 28 de marzo de 1960

-CARTA APOSTÓLICA DADA EN FORMA DE MOTU PROPRIO SUPERNO DEI*  

DE SU SANTIDAD JUAN XXIII PARA LA CONSTITUCIÓN DE LAS COMISIONES PREPARATORIAS DEL CONCILIO ECUMÉNICO

5 Junio de 1960

-PREPARACIÓN DEL CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II
HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN XXIII*
Solemnidad de Pentecostés
Domingo 5 de junio de 1960

- DISCURSO DEL PAPA JUAN XXIII
DESPUÉS DE LA PROMULGACIÓN DE LAS CONSTITUCIONES
DEL PRIMER SÍNODO ROMANO*
Martes 28 de junio de 1960

Pues lo que constituye la grandeza de los hijos de Roma, mucho más que el esplendor artístico de las basílicas y monumentos de los pasados siglos, es la fidelidad a la Tradición evangélica, a las enseñanzas de sus Pontífices, al ejemplo de sus santos, que hacen de esta ciudad el punto de reunión y de exaltación religiosa para todos los que se complacen en reunirse aquí desde los confines todos del universo.

-DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
A LOS MIEMBROS DE LA SAGRADA ROTA ROMANA*
Martes 25 de octubre de 1960

- ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A LOS MIEMBROS DE LAS COMISIONES PONTIFICIAS
Y SECRETARIADOS PREPARATORIOS
DEL CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II*
Lunes 14 de noviembre de 1960

- AUDIENCIA DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
A LA COMISIÓN CENTRAL PREPARATORIA
DEL CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II AL FINAL DE LA PRIMERA SESIÓN*
Sala del Consistorio
Martes 20 de junio de 1961

En cuanto al latín, es claro que ésta debe ser la lengua oficial del Concilio; pero, en determinadas circunstancias, si es necesario, se permitirá expresar y ver recogido el propio pensamiento en la lengua nativa.

Todo el mundo se interesa ya por la preparación del Concilio Ecuménico, y sobre todo cuando comience su celebración, sus deliberaciones serán difundidas por todas partes por los modernos medios de difusión. No debemos callar nada que sirva para el provecho de las almas. Pero cuando hayan de tratarse cosas serias y graves deben exponerse con prudencia y sencillez, evitando inútiles curiosidades y agrias polémicas.

Nuestro lenguaje, sereno y claro, debe iluminar malentendidos, disipar, con la fuerza de la verdad, los errores; debe mirar por las aspiraciones universales de la Iglesia y por lo que mejor contribuya al pacífico desarrollo de sus actividades.

- HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN XXIII*
SEGUNDAS VÍSPERAS SOLEMNES EN LA CONMEMORACIÓN DE SAN PABLO
Basílica de San Pablo extramuros
Viernes 30 de junio de 1961

- HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
EN EL TERCER ANIVERSARIO DE SU CORONACIÓN*
Basílica de San Pedro
Sábado 4 de noviembre de 1961

Desde el Concilio de Trento al Vaticano II

En este "previgilium" del Concilio Vaticano II, cómo no pensar en San Carlos Borromeo, que tanto se distinguió por su ansiosa solicitud en la conclusión del Concilio de Trento; aquel viajar suyo, sin excitación, desde Roma a Milán, para obedecer, con el ejemplo, a la aplicación inmediata, exacta y atenta de la nueva legislación canónica. De hecho, del Concilio de Trento le vino la inspiración y el propósito de celebrar los concilios provinciales y los sínodos diocesanos que, juntamente con las visitas pastorales a su vastísima diócesis, nos dan rasgos incomparables de paternal solicitud, de jurídica doctrina, de perfecta correspondencia a las necesidades de su tiempo.

Recordando esta coincidencia reservada a Nos por la Providencia, se nos aumenta más intensamente cada día el interés por los ejemplos y sabios consejos de San Carlos, como para sacar de allí, de la misma manera que para nuestra persona el 4 de noviembre de 1958, ahora en la preparación del Concilio Ecuménico Vaticano II, el ánimo para el inmenso trabajo que nos aguarda y el auspicio de una bien organizada y generosa fusión de inteligencias y de buenas disposiciones, destinadas a dilatar la renovada semilla evangélica y a asegurar —no importa cuándo— el prodigioso fruto que está en los designios y en los altísimos secretos del Señor.

La vida de San Carlos está encerrada entre dos términos muy próximos entre sí, 1538-1584: cuarenta y seis años apenas, un poco más de la mitad de los ochenta años de nuestra humilde vida.

- DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
A LA SEGUNDA SESIÓN PLENARIA DE LA COMISIÓN CENTRAL
PARA LA PREPARACIÓN DEL CONCILIO ECUMÉNICO*
Martes 7 de noviembre de 1961

- ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN XXIII
EN LA CLAUSURA DE LA SEGUNDA SESIÓN DE LA COMISIÓN
CENTRAL PARA LA PREPARACIÓN DEL CONCILIO*
Viernes 17 de noviembre de 1961

(Continuará)

jueves, 25 de octubre de 2018

Details Behind the Viganó Revelations


Duración 3:35 minutos

Details Behind the Viganó Revelations

The Italian journalist Aldo Maria Valli who helped whistle-blower Archbishop Carlo Maria Viganó to write his statements, revealed details in an interview with Riscossa Cristiana. Valli describes Viganó as not an easy character. Quote: “He is not able to be empathic, as they say today and he did not do anything to ingratiate himself with me.” But Valli was impressed by Viganó’s suffering and fear of God.

Throrough Interrogation

Archbishop Viganó asked Valli to proofread a draft of his August statement in front of him, and to ask necessary questions. Valli says that he subjected Viganó to a – quote “thorough interrogation”. Viganó never pulled back, was never confused nor did he contradicted himself. Only sometimes he siad, “I do not remember this.”

“We All Had the Same Impression”

The first two meetings with Viganó took place in Valli’s apartment because the journalist wanted his wife and children to be present in order to have their feedback. Quote: “We all had the same impression: before us was a man who spoke of his death, the last judgment, and eternal life, a man deeply grieved not for himself but for the state of the Church.”

A Serious Man

Valli describes Archbishop Viganó as a gifted administrator and manager, serious, with a big sense of duty, never accommodating. As a Secretary General of the Vatican City Governatorate he checked the details of bills and orders and battled against a rampant mismanagement and cronyism, making for himself many enemies.

The Reason for the Crisis

Lack of Faith is for Valli the origin of the present Church crisis. Quote, “We have pastors who speak like sociologists, economists, psychologists, but they rarely speak of God. All problems, up to the abuses, arise from this dramatic lack of faith.”

Vatican Does Not Wish a Conversion

The Vatican non-reaction to Viganò did not surprise Valli who, in the Vatican, sees no desire for a spiritual conversion. He calls Pope Francis’ explanation of the abuses with “clericalism” an abstraction. Quote, “It is a bit like saying in the face of the wrongs of this world that the fault lies with society. This does not mean anything.”

Amoris Laetitia Was the Eye-Opener

Amoris Laetitia opened Valli’s eyes because it introduced subjectivism into the Church’s thought. Quote, “This is an attempt to put man in the place of God.” The fact that it was done in a surreptitious manner through a footnote, alarmed Valli. Quote, “I saw in such behaviour a malice that does not belong and cannot belong to our mother Church.”


Los católicos fieles están viviendo “una pesadilla” en China (Carlos Esteban)



El acuerdo alcanzado por el Vaticano con las autoridades chinas no ha supuesto alivio alguno en las condiciones de los católicos fieles, más bien al contrario. El cardenal Zen, arzobispo emérito de Hongkong, lo achaca a que “el Papa no entiende China” en una tribuna publicada en el New York Times.
Si fuera un viñetista, dibujaría al Santo Padre de rodillas ofreciendo las llaves del Reino de los Cielos al presidente Xi Jinping y diciendo: “Por favor, reconózcame como Papa”. Estas duras palabras no corresponden a un deslenguado bloguero ni a un ocioso e ignorante comentarista en redes sociales, sino que es el penúltimo párrafo de una columna publicada por el cardenal Joseph Zen Ze-Kiun, arzobispo emérito de Hongkong, en el New York Times, con el revelador titular: ‘El Papa no entiende China’.
Es el enésimo grito de alarma del prelado chino contra el acuerdo entre el Vaticano y el gobierno comunista de Pekín que, asegura Zen, pone en serio peligro a la Iglesia perseguida en aquel país.

No es para menos, a juzgar por los datos que ofrece la ONG International Christian Concern, según la cual el presidente Xi Jinping sigue aumentando las restricciones a la libertad religiosa, haciendo que los creyentes vivan en una continua “pesadilla”, según un informe del Congreso norteamericano.

Jinping se ha propuesto con las nuevas medidas ‘sinicizar’ la religión en el país para convertirla en un ‘instrumentum regni’, una herramienta más de control en manos del Partido Comunista que sirva a los intereses del poder.

The Baptist Press señala que Chris Smith, diputado de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, decía en su informe: 
“Si no te ajustas en todo lo que hagas a los principios del Partido Comunista y a la ideología de Xi Jinping, te van a arrestar, te van a torturar y, en algunos casos, te van a matar”.
En China, por ejemplo, una oración comunitaria en público se considera “actividad religiosa ilícita” y conlleva una detención, lo que hace muy difícil la práctica de la fe en China. El acuerdo alcanzado con la Santa Sede, por el que Roma reconoce a la hasta ahora cismática Iglesia Patriótica China y a sus obispos y permite que el Gobierno elija a los prelados, lejos de reducir la presión estatal sobre los fieles parece haberla recrudecido.

El Papa respondió a las críticas de este acuerdo asegurando que, aunque sea el Gobierno el que proponga a los candidatos al episcopado, es él quien los nombra, en última instancia, y puede vetarlos. Pero lo que se pregunta Zen en su artículo es: ¿cuántas veces podrá ejercer ese derecho? Y, sobre todo, ¿qué utilidad tiene tener la última palabra cuando los otros tienen todas las demás?

Hemos olvidado, dice Zen, “que nunca tienes un acuerdo verdaderamente bueno con un régimen totalitario”. El obispo emérito sabe de lo que habla: conoce China, conoce el comunismo y conoce Roma. El Papa, en cambio, sólo conoce una de esas tres realidades.

De hecho, Zen achaca parte, al menos, del trágico error que supone este acuerdo a la propia experiencia vital de Francisco como argentino. Él mismo, explica Zen, conoce a los comunistas en el poder, como opresores implacables, mientras que Francisco puede sentir cierta simpatía por ellos porque los ha conocido más bien como defensores de los oprimidos, sujetos, además, a la represión de una junta militar y una situación socioeconómica de grandes desigualdades.

Zen, que a lo largo de su tribuna hace un rápido repaso a la historia de las relaciones entre el Vaticano y el gobierno comunista chino, acaba dirigiendo estas palabras a los obispos y sacerdotes de la Iglesia perseguida china: 
“Por favor, no iniciéis una revolución. ¿Ocupan vuestras iglesias? ¿Ya no podéis celebrar misa? Idos a casa y rezad con vuestras familias. Cultivad la tierra. Esperad tiempos mejores. Volved a las catacumbas. El comunismo no es eterno”.
Carlos Esteban

Sínodo de los Jóvenes 2018 y Constitución Apostólica Episcopalis Communio sobre el Sínodo de los Obispos (José Martí)


La Constitución Apostólica Episcopalis Communio sobre el Sínodo de los Obispos [Coloco abajo los artículos 17, 18 y 27, que son los más significativos, con relación a lo que quiero decir] fue aprobada el 15 de septiembre de 2018 ... curiosamente muy poco antes de que diera comienzo el Sínodo de los jóvenes, que tuvo lugar el  3 de octubre y que durará hasta el 28 de octubre de 2018.

Da qué pensar la celeridad con la que se ha llevado a cabo dicha constitución, justo prácticamente antes de la celebración del «Sínodo de los jóvenes-2018», como digo. Y es que la razón de ser de la misma es, ni más ni menos, que la de dar un carácter magisterial a las conclusiones sinodales. 

Según dice Carlos Esteban, en Infovaticana, la constitución apostólica ‘Episcopalis communio’, en interpretación del teólogo ‘francisquista’ Massimo Faggioli, vendría a convertir lo decidido en un sínodo en solidario con la opinión papal y, por tanto, en magisterio ordinario, doctrina que debe creer todo fiel católico. 

Esto es algo que jamás había ocurrido en la Iglesia. Imagino que será alguna «sorpresa del Espíritu» ... pero uno no puede menos que ser algo «malicioso» (y que Dios me perdone). 

No sé por qué, pero lo que me ha pasó por la mente, al leer esa Constitución, fue -más o menos- lo que sigue:

Está más que claro que Francisco tiene mucha prisa y quiere dejar todo bien atado antes de su muerte, de manera que los Papas que vengan después de él no puedan modificar las conclusiones de los Sínodos posteriores, puesto que éstas tendrán el carácter de magisterio ordinario. El proceso, así seguido, se simplifica y es mucho más rápido que la celebración de un Concilio.

Y, sin embargo, no es tan sencillo como Francisco pretende, dado que él sí que está cambiando, y destruyendo, en la práctica, el Magisterio anterior. Como puntos claros a resaltar se podrían citar la Amoris Laetitia, que permite la comunión a los divorciados vueltos a casar, y el cambio en el catecismo con relación a la pena de muerte ... ¡y esto no es sino la punta del iceberg!. 

Si él no respeta el Magisterio anterior, ¿cómo puede pretender que los papas que le sucedan respeten el suyo? Es más: con este enfoque no tiene ningún sentido hablar de Magisterio en la Iglesia, puesto que el así llamado magisterio iría cambiando en función del Papa que gobernara la Iglesia. O sea, que el Magisterio, propiamente dicho, el que supone la Tradición de la Iglesia de dos mil años de historia, quedaría destruido. Lo que la gente llamaría Iglesia, en esa situación -si se diera- no sería la verdadera Iglesia, la fundada por Jesucristo, sino una ONG más, una institución meramente humana. 

Se seguirá diciendo que, en realidad, la doctrina no se ha tocado y que se mantiene intacta; que lo único que se pretende es que la Iglesia llegue a la mayor parte de la gente, en una labor pastoral que (¡ahora sí!) sería fecunda. Y todo ello con la colaboración (complicidad o silencio) de una gran parte de la Jerarquía que, dicho sea de paso, ha sido nombrada por él, para asegurar la continuidad de una Iglesia «abierta» y «misericordiosa», pues ése es su objetivo: continuarse en el tiempo a sí mismo, por aquello de que «el tiempo es superior al espacio» .

Se trata de una labor auténticamente diabólica. En realidad no es obra suya, solamente, sino que comenzó con el Concilio Vaticano II y ahora, según palabras del propio Francisco a un grupo de jesuitas en Lituania, confesó que Dios le pedía que ‘completara’ el Concilio Vaticano II.

Ésa es -a mi entender- la razón por la que está canonizando todo el Concilio Vaticano II, canonizando a todos sus papas, con milagros o sin ellos, como si la Iglesia comenzase a partir de dicho Concilio, el cual hace tabla rasa -en algunos documentos- de la Iglesia de siempre. El mismo cardenal Ratzinger declaró, antes de ser Papa, que la Gaudium et Spes es un "Contra Syllabus", algo de lo que no se desdijo cuando fue elegido Papa y adoptó el nombre de Benedicto XVI.

El Syllabus recoge los principales errores en los que, de cometerlos, se incurriría en herejía, pues se negarían verdades «intocables» (a las que Francisco llamaría «rígidas») de la Doctrina Católica de toda la vida. De manera que, según estas palabras de Benedicto XVI (que, como digo, no se desdijo de ellas) no se estaría dando una hermenéutica de la continuidad, expresión atribuida a él mismo y ya descartada ante los acontecimientos que se están viendo y viviendo en el seno de la Iglesia, sino una clara ruptura entre el Concilio Vaticano II y la Tradición y el Magisterio de la Iglesia desde que fue fundada por Jesucristo.

Francisco no está haciendo otra cosa que llevar a efecto y completar (como él mismo dice) lo que comenzaron Juan XXIII y continuaron Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, para dar lugar a una Iglesia de puertas abiertas ... a todos (menos a los cristianos que viven conforme a la Tradición de la Iglesia).

«Francisco, el papa de todos» es el título de un libro que salió cuando sólo había transcurrido un año de su Pontificado. Verdaderamente, el modernismo, entendido como suma de todas las herejías, según dijo el Papa san Pío X en su encíclica Pascendi, está  causando verdaderos estragos en la Iglesia, infiltrado en ella, como lo está. 

Y, mientras tanto, la mayoría de los católicos no se entera de nada. En esas estamos.

José Martí
_______________

FRANCISCO
CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
EPISCOPALIS COMMUNIO
SOBRE EL SÍNODO DE LOS OBISPOS

Art. 17

Elaboración y aprobación del Documento final

§ 1. Las conclusiones de la Asamblea son recogidas en un Documento final. 
§ 2. Para la redacción del Documento final, es constituida una Comisión especial, compuesta por el Relator General, que la preside, el Secretario General, el Secretario Especial y por algunos Miembros elegidos por la Asamblea del Sínodo teniendo en cuenta las diferentes regiones, a las que se añaden otros nombrados por el Romano Pontífice.  
§ 3. El Documento final es sometido a la aprobación de los Miembros según la norma del derecho peculiar, buscando en la medida de lo posible la unanimidad moral.

Art. 18

Entrega del Documento final al Romano Pontífice

§ 1. Recibida la aprobación de los Miembros, el Documento final de la Asamblea es presentado al Romano Pontífice, que decide su publicación. Si es aprobado expresamente por el Romano Pontífice, el Documento final participa del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro
§ 2. Si el Romano Pontífice concede a la Asamblea del Sínodo potestad deliberativa, según norma del can. 343 del Código de derecho canónico, el Documento final participa del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro una vez ratificado y promulgado por él. En este caso el Documento final es publicado con la firma del Romano Pontífice junto a la de los Miembros.

Art. 27

Según el can. 20 del CIC y del can. 1502 § 2 del CCEO, con la promulgación y la publicación de la presente Constitución apostólica permanecen abrogadas todas las disposiciones contrarias, en particular:

1. los cánones del CIC y del CCEO que, en todo o en parte, resulten directamente contrarios a cualquier artículo de la presente Constitución apostólica;
2. los artículos del motu proprio Apostolica sollicitudo de Pablo VI, del 15 de septiembre de 1965;
3. el Ordo Synodi Episcoporum, de 29 de septiembre de 2006, incluido el Adnexum de modo procedendi in Circulis minoribus.

Establezco que cuanto sea deliberado en esta Constitución apostólica tenga plena eficacia a partir del día de su publicación en L’Osservatore Romano, a pesar de cualquier cosa contraria, aunque merecedora de especial mención, y que sea publicada en el Comentario oficial Acta Apostolicae Sedis.

Exhorto a todos a acoger con espíritu sincero y disponibilidad preparada las disposiciones de esta Constitución apostólica, con la ayuda de la Virgen María, Reina de los Apóstoles y Madre de la Iglesia.

Dado en Roma, en San Pedro, el 15 de septiembre de 2018, sexto año del Pontificado.

Monseñor Viganò y la hora del juicio (Roberto de Mattei)



En medio del clima de silencio e incluso de omertà que reina en la Iglesia Católica ha resonado una vez más la voz del arzobispo Carlo Maria Viganò que, respondiendo al cardenal Ouellet, ha reiterado que el escándalo de McCormick no es sino la punta de un inmenso iceberg que representa la hegemonía del lobby homosexual dentro de la Iglesia.

No quiero hablar mucho de esta trágica realidad. Por el contrario, me parece importante destacar un punto que ilumina con luz sobrenatural el testimonio de monseñor Viganò: la alusión a la responsabilidad que tendremos cada uno en el día del juicio.

Dirigiéndose a sus hermanos en el colegio episcopal y el sacerdocio, este arzobispo escribe lo siguiente: «Vosotros también os veis obligados a tomar una decisión. Podéis retiraros de la batalla permaneciendo en la conspiración de silencio y cerrar los ojos al avance de la corrupción; idear excusas, avenencias y justificaciones para posponer la hora de la verdad, y consolaros con la falsedad y el engaño de que será más fácil decir la verdad mañana, y más aún pasado mañana. O bien, podéis optar por hablar. Confiad en Aquel que dijo: «la verdad os hará libres». No dijo que sea fácil distinguir entre callar y hablar. Os exhorto a pensar de qué decisión no tendréis que arrepentiros en el lecho de muerte y ante el Justo Juez.»

Hoy en día nadie habla del destino supremo del hombre, lo que antes se conocía como novísimos: la muerte, el juicio, el infierno y el paraíso. Ahí está la causa del relativismo y el nihilismo que se propagan por la sociedad. El hombre ha perdido la conciencia de su propia identidad y su propio fin, y se precipita día tras día en el abismo de la nada.

No obstante, ningún hombre razonable puede cerrar los ojos a la realidad de que hay algo más que la vida terrena. El hombre no es un amasijo de células, sino un compuesto de alma y cuerpo, y después de la muere hay otra vida que no será igual para quien haya hecho el bien que para quien haya obrado el mal. Hoy en día, incluso al interior de la Iglesia, muchos prelados y sacerdotes viven inmersos en el ateísmo práctico, como si no hubiese una vida venidera. Pero no pueden olvidar que los aguarda un juicio supremo.

Ese juicio tendrá lugar en dos momentos. El primer juicio, llamado juicio privado, tiene lugar en el momento de la muerte. En ese instante, un rayo de luz penetra el alma hasta el fondo para hacerle ver cómo es y fijar para siempre su destino, ya sea bienaventurado o desgraciado. Se nos mostrará ante nuestros ojos toda nuestra existencia. Desde el primer momento en que Dios nos sacó de la nada para darnos el ser, nos ha mantenido vivos con infinito amor, ofreciéndonos día tras día y momento tras momento las gracias necesarias para salvarnos.

En el juicio privado veremos claramente lo que se nos pidió en nuestra vocación particular, ya se tratase de una madre, un padre o un sacerdote. Iluminada por la luz divina, la propia alma pronunciará el veredicto definitivo sobre si misma, el cual coincidirá con el juicio de Dios.

La sentencia será de vida eterna o de pena eterna. No hay tribunal superior al que apelar la sentencia porque Cristo es el Juez Supremo, no hay otro por encima de Él. Y, como enseña Santo Tomás, «iluminada por esta luz en cuanto a sus propios méritos y deméritos, el alma se va por sí misma a su destino eterno, así como los cuerpos ligeros y pesados ascienden o descienden al lugar en que culmina su movimiento» (Suma Teológica, supl. q. 69,a.2). «Esto –explica el P. Garrigou-Lagrange– acontece inmediatamente, apenas el alma se separa del cuerpo, de modo que es lo mismo decir de una persona que está muerta como decir que está juzgada» (La vida eterna y la profundidad del alma, Rialp, Madrid 1950, p. 106).

En una revelación que, con permiso de Dios, recibió una religiosa sobre una amiga que se había condenado, podemos leer: «En el momento en que morí salí bruscamente de la oscuridad. Me vi inundada por una luz deslumbrante en el mismo lugar en que yacía mi cadáver. Fue como cuando en el teatro se apaga la luz y sube el telón mostrando un escenario inesperado, terriblemente luminoso… y contemplé la escena de mi vida. Vi como en un espejo mi alma, las gracias que había pisoteado desde mi juventud hasta mi última negativa. Me sentí como un asesino al que se le hubiese mostrado su víctima: “¿Arrepentirme? ¡Jamás! ¿Avergonzarme? ¡Jamás! Sin embargo, no podía resistir la mirada de aquel Dios al que había rechazado. Sólo podía hacer una cosa: huir. Como huyó Caín de Abel, mi alma fue ahuyentada de la vista de aquel horror. Fue el juicio privado. El Juez invisible dijo: “¡Apártate de Mí!” Entonces mi alma, como una sombra amarillenta de azufre, se precipitó en el lugar de los eternos tormentos.»

Pero la enseñanza divina no se detiene aquí, y revela que nos espera un segundo juicio, el juicio universal cuando al fin de las cosas terrenas Dios, con su omnipotencia, resucitará nuestros cuerpos. En el primer juicio sólo se juzgará el alma; en el universal, se juzgará la totalidad del hombre, alma y cuerpo.

Este segundo juicio será público, porque el hombre nace y vive en sociedad, y todos sus actos tiene repercusiones en la sociedad. Se revelará la vida de todo ser humano, porque «nada hay oculto que no haya de ser descubierto, nada hay secreto que no haya de ser conocido» (Lc.12,2). No se omitirá la menor circunstancia: ni una acción, ni una palabra, ni un deseo. Como recuerda el P. Francesco M. Gaetani (I supremi destini dell’uomo, Università Gregoriana, Roma 1951), todos los escándalos, intrigas, maquinaciones tenebrosas y pecados secretos borrados de la memoria se harán públicos.

Caerán todas las máscaras, los hipócritas y los fariseos quedarán al descubierto. Quienes habían intentado ocultarse a sí mismos la gravedad de los propios pecados quedarán confundidos al ver la vanidad de todas sus excusas, las pasiones, las circunstancias, los obstáculos. Dará testimonio contra ellos el ejemplo de los elegidos, tal vez más débiles y agotados, menos dotados en cuanto a dones y gracias naturales, sus sin embargo lograron ser fieles a sus deberes y la virtud. Dios sólo extenderá un manto de misericordia sobre los pecados de los buenos.

En el juicio final, los buenos serán apartados públicamente de los malvados e irán con su cuerpo glorioso al Cielo con Cristo para poseer el Reino preparado por el Padre desde la creación del mundo, mientras los réprobos irán, malditos, al fuego del infierno preparado para el Diablo y los demás ángeles rebeldes. Cada uno será juzgado en base a los talentos recibidos y a la misión que Dios le haya encomendado en la sociedad.

El trato más severo será para los pastores de la Iglesia que hayan traicionado a su grey. No sólo los que abrieron el redil a los lobos, sino también los que mientras los lobos devoraban el rebaño se encogieron de hombros, miraron para otro lado, alzaron los ojos al cielo y permanecieron en silencio dejando en manos de Dios una responsabilidad que era de ellos. Pero la vida consiste en asumir responsabilidades, y el testimonio de monseñor Viganò nos lo recuerda hoy.

Las palabras de este valeroso arzobispo son un reproche público a los pastores que callan. Dios les hace ver que el silencio no es una opción obligada. Se puede hablar, y a veces es obligatorio. Y el testimonio de monseñor Viganò es también una exhortación a todo católico a reflexionar sobre su futuro destino. La hora del juicio que nos espera sólo Dios la conoce. Por eso dice Jesús: «Estad en guardia, velad y orad, porque no sabéis cuando será aquel tiempo. Lo que os digo a vosotros, a todos lo digo: velad» (cf. Mt. 24, 36 ss.).

Vivimos tiempos que imponen vigilancia y obligan a elegir. Es el momento histórico de la fortaleza y la confianza en Dios, infinitamente justo, pero también de infinita misericordia para quien, a pesar de su debilidad, lo sirva a cara descubierta.

Roberto de Mattei



(Traducido por Bruno de la Inmaculada /Adelante la Fe)

Noticias varias 24 de octubre de 2018



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