BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



martes, 21 de febrero de 2023

Cinco riesgos y tres contramedidas urgentes. La alarma de un gran canonista sobre el proyecto de la Iglesia sinodal



Justo cuando están concluyen los sínodos continentales que confluirán en el sínodo mundial sobre la sinodalidad previsto en Roma en octubre de este año y de nuevo el año que viene, el 24 de febrero saldrá a la venta en las librerías de Italia un ensayo de un distinguido canonista que expone, con rara competencia, tanto las ambiciones como los límites y riesgos de este proyecto capital del pontificado de Francisco.

El ensayo, publicado por Marcianum Press, se titula: “Metamorfosis de la sinodalidad. Del Vaticano II al papa Francisco”. El autor es Carlo Fantappiè, profesor de Derecho Canónico en la Universidad de Roma Tre y en la Pontificia Universidad Gregoriana, miembro de la École des Hautes Études en Sciences Sociales y autor de importantes libros también sobre la historia de la Iglesia, desde la perspectiva del Derecho.

En poco más de cien páginas, ágiles pero muy bien documentadas, Fantappiè revive en primer lugar el nacimiento y el desarrollo de la idea de sinodalidad, a partir del Concilio Vaticano II y de los turbulentos sínodos nacionales de los años setenta en Holanda, Alemania y otros países. Describe la posterior elaboración por teólogos y canonistas de diversos países y escuelas, incluida la Comisión Teológica Internacional con su documento “ad hoc” de 2018. Y, por último, evalúa su aplicación en el “proceso” que Francisco ha puesto en movimiento.

Que Francisco tiene en mente “un nuevo modelo de Iglesia” está fuera de toda duda, según Fantappiè. “Después del modelo gregoriano, del modelo tridentino, del modelo jurídico-societario, del modelo pueblo de Dios, se hace presente el modelo de Iglesia sinodal”. Del que, sin embargo, es difícil entender en qué consiste, sometido como está a continuas variaciones por parte del mismo Papa, “casi de mes en mes”.

“Habría que entender -escribe Fantappiè- que el papa Francisco pretende establecer un eje preferente y permanente entre la sinodalidad y el sínodo de los obispos”, hasta el punto, tal vez, de “implementar el tránsito de una ‘Iglesia jerárquica’ a una ‘Iglesia sinodal’ en estado permanente, y modificar así la estructura de gobierno que ha pivoteado durante un milenio sobre el papa, sobre la Curia romana y el colegio cardenalicio”.

Es en el umbral de esta inminente mutación de la estructura misma de la Iglesia, puesta en marcha por Francisco, donde Fantappiè concluye su ensayo. Pero también es útil repasar sintéticamente “los cinco grandes riesgos” que él identifica en la nueva sinodalidad, tal y como está configurada hoy.

El primer riesgo, escribe, es la extensión de la sinodalidad al “supremo criterio regulador del gobierno permanente de la Iglesia”, superior tanto a la colegialidad episcopal como a la autoridad primacial del Papa.

Esto sería, ni más ni menos, una vuelta a la “vía conciliarista” de Constanza y Basilea en la primera mitad del siglo XV, una verdadera y propia “deformación de la configuración constitucional de la Iglesia”. Con lo que tendríamos “una Iglesia asamblearia” y, en consecuencia, “ingobernable y débil, expuesta a los condicionamientos del poder político, económico y mediático”, sobre lo que “debería enseñarnos algo la historia de las Iglesias reformadas y de las Iglesias congregacionalistas”.

Un segundo peligro, escribe Fantappiè, es “una visión idealista y romántica de la sinodalidad”, que no tiene en cuenta seriamente “la realidad del disenso y del conflicto en la vida de la Iglesia” y, por lo tanto, se niega a establecer normas y prácticas adecuadas para gobernarlos. Cuando en cambio sería “necesario no sólo fijar principios y reglas sobre el modo de representación electoral de las diversas clases de fieles y los procedimientos adecuados para gestionar los debates y las votaciones, sino garantizar a todos los participantes la información necesaria para evaluar los problemas y poder tomar decisiones realistas”.

Un tercer riesgo es “una visión plástica, genérica e indeterminada de la sinodalidad”. Precisamente porque sin una configuración conceptual precisa, “el término ’sinodalidad’ corre ahora el riesgo de convertirse, según los casos, en un eslogan (un término impropio y abusado para indicar la renovación de la Iglesia), en un ‘estribillo’ (una estrofa a la que se recurre en cada ocasión, casi como una moda) o en un mantra (una invocación milagrosa capaz de curar todos los males presentes en la Iglesia)”.

Lo que falta, escribe Fantappiè, es “una distinción neta para poder distinguir y diferenciar lo que es ’sinodal’ de lo que no lo es”. Con el resultado de que “la nueva sinodalidad se resuelve en reuniones, asambleas o congresos en los diversos niveles de organización eclesial”, muy similares, por su organización y modalidades, “a los sínodos nacionales celebrados a principios de los años setenta en diversos países europeos, cuyo resultado fue sustancialmente un fracaso”. Esos sínodos fueron “una especie de transposición en la vida de la Iglesia del movimiento asambleario que se estableció después de 1968 en algunos ámbitos de las sociedades democráticas de Occidente y que se basaba en el principio de que las ‘bases’ participaban directamente en el proceso de toma de decisiones”.

El hecho es, observa Fantappiè, que los consensos actuales no tienen nada que ver con los “concilios particulares” que se han celebrado ininterrumpidamente en la Iglesia a partir del siglo II y cuyas tareas, desde el Concilio IV de Letrán de 1215 en adelante, incluyen “la aplicación y adaptación de las normas comunes de los concilios generales a las realidades de las Iglesias particulares”. Estos concilios particulares continúan establecidos hasta ahora por el Derecho Canónico, aunque sin segmentaciones temporales prefijadas, pero su abandono es “una grave pérdida para la vida de la Iglesia”, lejos de ser compensada por los conglomerados de reuniones y foros que hoy están de moda.

Y llegamos al cuarto riesgo, identificado por Fantappiè “en la prevalencia del modelo sociológico en lugar del teológico-canónico del proceso sinodal”. Ya el documento de la Comisión Teológica Internacional sobre la Sinodalidad “utiliza una terminología típicamente sociológica (’estructuras’ y ‘procesos eclesiales’) en lugar de una jurídico-canónica (’instituciones’ y ‘procedimientos’)”, pero aún más marcada aparece esta derivación “si vamos a leer el ‘Vademécum para el sínodo sobre la sinodalidad’ preparado por la secretaría general del sínodo de los obispos”, o el llamamiento a un “liderazgo colaborativo, ya no vertical y clerical, sino horizontal y cooperativo”, formulado por la subsecretaria del sínodo de los obispos, la hermana Nathalie Becquart.

“A la luz de estas referencias -observa Fantappiè-, se podría suponer que, de manera más o menos disimulada, detrás del proceso sinodal hay un intento de reinterpretar el oficio eclesiástico de los obispos, párrocos y otros colaboradores en términos de una función de animación pastoral más que de ministerios sagrados, a los cuales les están reservadas ciertas tareas institucionales”.

Un quinto y último malentendido que hay que evitar, escribe Fantappiè, es precisamente “la identificación del concepto de sinodalidad con la dimensión pastoral”. Cuando se indica el programa de la nueva sinodalidad “en la tríada Comunión-participación-misión”, se le confían tareas tan desmesuradas “cuya realización no puede sino parecer utópica”.

A la enumeración de estos cinco riesgos del supuesto “fármaco” de la sinodalidad, al que muchos atribuyen la capacidad de “remediar todos los males de la Iglesia”, Fantappiè añade también la sugerencia de tres “precauciones para su uso”.

La primera es establecer para la sinodalidad “límites precisos en el ámbito de su actuación”, abriendo también nuevos espacios a “la participación de todos los fieles en el ‘munus regendi’, es decir, en el gobierno de la Iglesia en las tres funciones tradicionalmente distinguidas como legislativa, ejecutiva y judicial”, manteniendo firme que “no todas las potestades de gobierno requieren estar unidas al orden sagrado”; por el contrario, algunas de ellas se vincularían más bien, debido a los requisitos de competencia específica y de testimonio cristiano, con el “sacerdocio real de todos los fieles”, en particular en el sector judicial.

La segunda precaución es la de “rehusarse a la confusión entre sinodalidad y democratización”. ¿Y la tercera? Es la más irrenunciable: “evitar que la nueva sinodalidad modifique las disposiciones de la constitución divina de la Iglesia”. Explica Fantappiè:

“Aunque sea llevada adelante por minorías eclesiales, no hay que subestimar el peligro que se deriva de una visión desacramentalizada de la Iglesia, la cual propone más o menos conscientemente su homologación a una comunidad democrática plenamente inserta en el contexto de las formas modernas de gobierno representativo. Por ello, los partidarios de tal versión de la sinodalidad tienden a cuestionar la estructura jerárquico-clerical, a reducir el rol de la doctrina de la fe y del derecho divino, a descuidar la centralidad de la Eucaristía y a concebir la organización eclesial según el modelo congregacional (una Iglesia de Iglesias)”.

En síntesis, escribe Fantappiè dirigiéndose a los lectores y en especial a los teólogos y a los canonistas:

“Las esperanzas de un nuevo horizonte abierto por el ‘camino sinodal’ en la vida de la Iglesia no deben quemarse a corto plazo, ni desvirtuarse en sus intenciones, ni dulcificarse en su aplicación. Más bien, ese programa espera ser sometido a verificación en sus premisas doctrinales y ser ponderado en su compleja articulación, para ser reforzado en términos de coherencia teológica, solidez canónica y eficacia pastoral. Poner al descubierto sus puntos débiles y proponer las integraciones necesarias es una tarea de crítica constructiva, no de crítica destructiva, en plena armonía -podría decirse- con el ‘espíritu sinodal’ de la Iglesia”.

Sandro Magister

Noticias de la Gaceta de la Iberosfera 21 de febrero de 2023


Expertos alertan sobre la ley trans: «En la mayor parte de los casos es una decisión equivocada»

domingo, 19 de febrero de 2023

NOTICIAS del 19 de febrero de 2023


CONTANDO ESTRELAS

Ley Trans: las fuertes multas por no permitir a hombres trans acceder a vestuarios femeninos

GACETA DE LA IBEROSFERA


Selección por José Martí

"Ya no os llamo siervos, sino amigos" (Padre Alfonso Gálvez)



7/3/2011 Homilía domingo de quincuagésima

DURACIÓN 40:38 MINUTOS

La cultura de la vida (una de las 15 medidas de VOX en su Agenda España)



La falta de respeto a la dignidad de la persona

El último de los motivos en los que se funda este rechazo global a la Comunicación se basa en la dignidad ontológica de la persona, cuyo reconocimiento constituye una cuestión nuclear del ordenamiento jurídico, pues “el Derecho existe, ante todo, por causa del hombre y para el hombre”.

Este reconocimiento se concreta de manera radical en el derecho a la vida, presupuesto sin el cual los restantes derechos carecerían de toda entidad. La privación de este derecho supone la privación de todo derecho, por cuanto el mismo es condición de todos los demás. Constituye, en definitiva, la negación práctica de la dignidad del ser personal.

De esta manera, toda acción política debe estar inspirada en el respeto a la dignidad humana y a los derechos que le son inherentes, teniendo como razón última el bien común.

Sin embargo, desde que se inició la XIV Legislatura, la acción del Gobierno de la Nación ha ido en dirección contraria. Desde los poderes públicos se ha implantado la llamada cultura de la muerte. Esta imposición ideológica, que se potenció durante el mandato del Sr. Rodríguez Zapatero con la aprobación de la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, que consagró el aborto libre y que no fue revertida durante la posterior mayoría absoluta del Partido Popular, ataca frontalmente la dignidad y la vida de las personas.

El Gobierno del Sr. Sánchez Pérez-Castejón ha consolidado la deriva ideológica que España padece en los últimos años, independientemente del partido que ocupe el Ejecutivo. Esta consolidación se materializó en la aprobación el pasado año de la Ley Orgánica 3/2021, de 24 de marzo, de regulación de la eutanasia, que vulnera frontalmente el artículo 15 de la Constitución, en virtud del cual el Estado tiene la obligación de proteger el bien jurídico de la vida.

A este nuevo hito de la cultura de la muerte y del descarte se ha unido la modificación del Código Penal para calificar como delincuentes a quienes acuden a los centros abortistas a rezar e informar sobre las consecuencias de abortar a las mujeres que se desplazan hasta ellas. De nuevo, estamos ante un atentado contra los derechos fundamentales a la libertad de expresión y de reunión, e incluso contra la libertad de aquellas personas que simplemente quieren rezar en un lugar determinado.

Por si fuera poco, el Ejecutivo de coalición ya ha anunciado una nueva reforma de la Ley del aborto que, de ser aprobada, permitiría a las mujeres embarazadas abortar a partir de los 16 años sin necesidad del consentimiento previo de los padres. Con esta nueva Ley se pretenderá también blindar el acceso al aborto en los centros públicos, amenazando el derecho a la objeción de conciencia de los profesionales de la salud.

En definitiva, el Gobierno socialcomunista indulta a terroristas, pero pretende meter en prisión a quien quiere ayudar e informar a las mujeres embarazadas de los efectos adversos que conlleva el aborto. Asimismo, asumiendo la ideología de género, permite a los menores cambiar de sexo sin informes médicos ni autorización de sus padres.

En contraste con esta execrable agenda gubernamental, VOX va a trabajar para que esta cultura de la muerte se convierta en una Cultura de la Vida, que comienza por la derogación inmediata de las leyes que atentan contra el derecho a la vida y sigue por un apoyo decidido y sin reservas a las mujeres, a la maternidad y paternidad y a la familia, poniendo a disposición de los españoles todos los medios que les permita tener hijos y mantenerlos con garantías.

El aborto o la eutanasia vulneran principios básicos que deben ser defendidos, y el papel del Estado, como se ha señalado anteriormente, no puede ser otro que el de velar por la protección de toda vida humana y, especialmente, la de los más vulnerables.

En conclusión, es necesario salvaguardar jurídicamente el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural y acabar con la Cultura de la Muerte que, por desgracia, representa este Gobierno.

La religión del estado. Algunas observaciones sobre el culto globalista (Arzobispo Vigano)




EN UNA INTERVENCIÓN INTERESANTE en Fox News titulada La iglesia del ambientalismo ( aquí ), el periodista Tucker Carlson destacó una contradicción que muchos pueden haber pasado por alto pero que creo que es extremadamente reveladora.

Carlson recuerda que la Constitución estadounidense prohíbe la religión de estado, pero desde hace un tiempo los gobiernos demócratas imponen el culto globalista al pueblo estadounidense, con su agenda verde , sus dogmas del despertar , sus condenas con la cultura cancel , sus sacerdotes de la OMS. , los profetas del WEF. Una religión a todos los efectos, omnicomprensiva no sólo para la vida de los individuos que la practican, sino también en la vida de la nación que públicamente la confiesa, adapta sus leyes y sentencias, inspira la educación y toda acción de gobierno.

En nombre de la religión globalista, sus seguidores exigen que todos los ciudadanos se comporten de acuerdo con la moral del Nuevo Orden Mundial, aceptando acríticamente -y con una actitud de devota sumisión a la autoridad religiosa- la doctrina definida ex cathedra por el Sanedrín de Davos . .

A los ciudadanos no se les exige compartir las razones que justifican las políticas sanitarias, económicas o sociales impuestas por los gobiernos, sino un asentimiento ciego e irracional, que va mucho más allá de la fe. Por ello no está permitido impugnar la psicopandemia, criticar la gestión de la campaña de vacunación, argumentar la infundabilidad de las alarmas climáticas, oponerse a la evidencia de la provocación de la OTAN a la Federación Rusa con la crisis de Ucrania, pedir investigaciones sobre el portátil de Hunter Biden o el fraude electoral que impidió que el presidente Trump se quedara en la Casa Blanca, o negarse a ver niños corrompidos con obscenidades LGBTQ.

Tras tres años de locura incomprensible para una mente racional pero sobradamente justificable en términos de fideísmo ciego, la propuesta de una clínica americana de pedir a los pacientes que abandonaran parte de la anestesia para reducir su huella de dióxido de carbono y "salvar el planeta" ( aquí) no debe, por tanto, leerse como un pretexto grotesco para reducir los gastos hospitalarios en detrimento de los pacientes, sino como un acto religioso, como una penitencia a aceptar voluntariamente, como un acto éticamente meritorio. El carácter penitencial es indispensable en esta operación de conversión forzada de las masas, porque contrapesa el absurdo de la acción con la recompensa de un bien prometido: al ponerse la máscara (que no sirve) el ciudadano fiel ha cumplido su gesto de sumisión, se "ofreció" a sí mismo a la divinidad (¿el Estado? ¿la comunidad?); una sumisión confirmada con el acto igualmente público de la vacunación, que representó una especie de "bautismo" en la fe globalista, la iniciación en el culto.

Los sumos sacerdotes de esta religión llegan a teorizar el sacrificio humano con el aborto y la eutanasia: un sacrificio exigido por el bien común, para no sobrepoblar el planeta, para no sobrecargar la salud pública, para no sobrecargar la seguridad social. Incluso las mutilaciones a las que se someten quienes profesan la doctrina de género y la privación de las facultades reproductivas inducidas por el homosexualismo no son más que formas de sacrificio e inmolación del yo, del propio cuerpo, de la propia salud, hasta la vida misma (suponiendo, por ejemplo, una terapia génica experimental probadamente peligrosa y a menudo fatal).

La adhesión al globalismo no es opcional: es la religión del Estado, y el Estado "tolera" a los no practicantes en la medida en que su presencia no impida que la sociedad ejerza este culto. En efecto, en su presunción de legitimarse por principios "éticos" para imponer a los ciudadanos lo que representa un "bien" superior indiscutible, el Estado también obliga a los disidentes a realizar los actos básicos de la "moral globalista", castigándolos si no los cumplen. con sus preceptos.

Comer insectos y no carne, inyectarse drogas en lugar de llevar una vida sana; usar electricidad en lugar de gasolina; renunciar a la propiedad privada, la libertad de movimiento; sufrir controles y limitaciones de derechos fundamentales; aceptar las peores desviaciones morales y sexuales en nombre de la libertad; renunciar a la familia para vivir aislado, sin heredar nada del pasado y sin transmitir nada a la posteridad; borrar la propia identidad en nombre de la corrección política ; negar la fe cristiana para abrazar la superstición wokY; condicionar el trabajo y la subsistencia al respeto de reglas absurdas son todos elementos destinados a formar parte de la vida cotidiana del individuo, una vida basada en un modelo ideológico que, visto más de cerca, nadie quiere ni ha pedido y que justifica la propia existencia sólo con el coco de un apocalipsis ecológico no comprobado e improbable. Esto atenta no sólo contra la tan cacareada libertad de religión en que se basa esta sociedad, sino que quiere llevarnos poco a poco, inexorablemente, a hacer este culto excluyente, como único admitido.

La “iglesia del ambientalismo” se define como inclusiva pero no tolera la disidencia y no acepta confrontar dialécticamente a quienes cuestionan sus dictados. Cualquiera que no acepte el antievangelio de Davos es ipso facto un hereje y por lo tanto debe ser castigado, excomulgado, separado del cuerpo social, considerado enemigo público; debe ser reeducado a la fuerza, tanto con un incesante martilleo mediático, como mediante la imposición de un estigma social y formas reales de extorsión del consentimiento, comenzando por que el "informado" se someta contra su voluntad a la obligación de vacunar y continuando en la locura de las llamadas “ciudades de 15 minutos”, anticipadas además con detalle en los puntos programáticos de la Agenda 2030 (que en definitiva son cánones dogmáticos por el contrario).

El problema de este inquietante fenómeno de superstición de masas es que esta religión de Estado no se ha impuesto de facto.sólo en los Estados Unidos de América, sino que se ha extendido a todas las naciones del mundo occidental, cuyos líderes han sido convertidos al verbo globalista por el gran apóstol del Gran Reset, Klaus Schwab, autoproclamado "papa" y por tanto investido de una autoridad infalible e incontestable. Y así como en el Anuario Pontificio podemos leer la lista de Cardenales, Obispos y Prelados de la Curia Romana y de las Diócesis repartidas por todo el mundo, así en la web del Foro Económico Mundial encontramos la lista de los “prelados” del globalismo, desde Justin Trudeau hasta Emmanuel Macron, descubriendo que no solo los presidentes y primeros ministros de muchos Estados pertenecen a esta "iglesia", sino también numerosos funcionarios, responsables de organismos internacionales y de las grandes multinacionales, de los medios de comunicación. A estos también hay que añadir los "predicadores" y "misioneros" que trabajan por la difusión de la fe globalista: actores, cantantes, influencers, deportistas, intelectuales, médicos, profesores. Una red muy poderosa, muy organizada, extendida no solo en la cúpula de las instituciones, sino también en universidades y juzgados, empresas y hospitales, organizaciones periféricas y municipios locales, asociaciones culturales y deportivas, de modo que es imposible escapar del adoctrinamiento incluso en una escuela primaria provincial o en una pequeña comunidad rural.

Es desconcertante -lo reconoceréis- que el número de conversos a la religión universal pueda contar también con exponentes de religiones mundiales, y entre ellos hasta Jorge Mario Bergoglio -a quien los católicos consideran también cabeza de la Iglesia de Roma- con todo el séquito de eclesiásticos a los fieles. La apostasía de la jerarquía católica ha venido a adorar al ídolo de la Pachamama, la “Madre Tierra”, la personificación demoníaca del globalismo “amazónico”, ecuménico, inclusivo y sostenible. Pero no fue precisamente Juan Podesta quien abogó por el advenimiento de una "primavera de la Iglesia" que sustituyera su doctrina por un vago sentimentalismo ecologista, encontrando pronta realización de sus deseos en la acción coordinada que llevó a la dimisión de Benedicto XVI y la elección de Bergoglio?

Lo que estamos presenciando no es otra cosa que la aplicación inversa del procedimiento que condujo a la expansión del cristianismo en el Imperio Romano y luego en todo el mundo, una especie de venganza de la barbarie y el paganismo sobre la Fe de Cristo. Lo que Julián el Apóstata intentó hacer en el siglo IV, a saber, restaurar el culto a los dioses paganos, hoy es perseguido con celo por nuevos apóstatas, todos unidos por una "rabia sagrada" que los hace tan peligrosos como convencidos de que pueden tener éxito. en sus intenciones en razón de los medios exterminados a su alcance.

En realidad esta religión no es más que una declinación moderna del culto a Lucifer: la reciente actuación satánica en los premios Grammy patrocinados por Pfizer [ aquí] es solo la última confirmación de una pertenencia a un mundo infernal que hasta ahora se había mantenido en silencio porque todavía se consideraba innombrable. No es ningún secreto que los ideólogos del pensamiento globalista son todos indiscriminadamente anticristianos y anticlericales, significativamente hostiles a la moralidad cristiana, ostentosamente adversos a la civilización y cultura que el Evangelio ha moldeado en dos mil años de historia. No sólo eso: el odio inextinguible hacia la vida y hacia todo lo que es obra del Creador -desde el hombre hasta la naturaleza- revela el intento (casi exitoso, aunque delirante) de alterar el orden de la Creación, de modificar plantas y animales, de cambiar el propio ADN humano a través de intervenciones de bioingeniería, para despojar al hombre de su individualidad y su libre albedrío, haciéndolo controlable e incluso maniobrable a través del transhumanismo.

Este odio satánico se expresa en la determinación de imposibilitar a los cristianos la práctica de su religión, hacer respetar sus principios, poder aportar su propia contribución a la sociedad y, en última instancia, en el deseo de inducirlos a hacer el mal, o por lo menos para que no puedan hacer el bien, y mucho menos difundirlo; y si lo hacen, desvirtuar sus motivaciones originales (amor a Dios y al prójimo) pervirtiéndolas con lamentables fines filantrópicos o ambientalistas.

Todos los preceptos de la religión globalista son una versión falsificada de los Diez Mandamientos, una inversión grotesca de ellos, una inversión obscena. En la práctica, utilizan los mismos medios que la Iglesia ha utilizado para la evangelización, pero con el objetivo de condenar las almas y someterlas no a la Ley de Dios, sino a la tiranía del diablo, bajo el control inquisitorial de la anti-iglesia. de Satanás. En esta perspectiva también encaja el señalamiento de grupos de fieles católicos tradicionales por parte de los servicios secretos americanos, confirmando que la enemistad entre el linaje de la Mujer y el de la serpiente (Gén 3, 15) es una realidad teológica en la que creen ante todo enemigos de Dios, y que una de las señales del fin de los tiempos es precisamente la abolición del Santo Sacrificio y la presencia de la abominación desoladora en el templo (Dan 9, 27). Los intentos de suprimir o limitar la Misa tradicional unen iglesia profunda y estado profundo, revelando la matriz esencialmente luciferina de ambos: porque ambos saben muy bien cuáles son las Gracias infinitas que se derraman sobre la Iglesia y el mundo con esa Misa, y quieren prevenirlos porque no se interponga en el camino de sus planes. Ellos mismos nos lo demuestran: nuestra batalla no es sólo contra criaturas de carne y hueso (Ef 6,12).

La observación de Tucker Carlson pone de relieve el engaño al que somos sometidos diariamente por nuestros gobernantes: la imposición teórica del estado laico ha servido para eliminar la presencia del Dios verdadero de las instituciones, mientras que la imposición práctica de la religión globalista sirve para introducir a Satanás en las instituciones, con el objetivo de instaurar ese Nuevo Orden Mundial distópico en el que el Anticristo pretenderá ser adorado como un dios, en su loco delirio de sustituir a Nuestro Señor.

Las advertencias del Libro del Apocalipsis adquieren cada vez mayor concreción cuanto más el plan sigue sometiendo a todos los hombres a un control que impide toda posibilidad de desobediencia y resistencia: sólo ahora comprendemos lo que significa no poder comprar ni vender sin el pase verde, que no es otro que la versión tecnológica de la marca con el número de la Bestia (Ap 13, 17).

Pero si no todos están todavía dispuestos a reconocer el error de haber abandonado a Cristo en nombre de una libertad corrompida y engañosa que escondía intenciones indecibles, creo que hoy muchos están dispuestos -psicológicamente antes que racionalmente- a tomar nota del golpe con el que un lobby de peligrosos fanáticos está logrando tomar el poder en Estados Unidos y en el mundo, empeñados en hacer cualquier gesto, hasta el más temerario, para mantenerlo.

Por un chiste de la Providencia, el laicismo del Estado -que en sí mismo ofende a Dios al negarle el culto público al que tiene derecho soberano- podría ser el argumento con el que acabar con el proyecto subversivo del Gran Reseteo. . Si los americanos -y con ellos los pueblos del mundo entero- son capaces de rebelarse contra esta conversión forzada, exigiendo que los representantes de los ciudadanos respondan por sus acciones ante los detentadores de la soberanía nacional y no ante los líderes del Sanedrín globalista, será quizás sea posible poner fin a esta carrera hacia el abismo. Pero para hacerlo, necesitamos la conciencia de que esta será solo una primera fase en el proceso de liberación de este lobby infernal,

Durante demasiado tiempo, los ciudadanos y los fieles se han sometido pasivamente a las decisiones de sus líderes políticos y religiosos, ante la evidencia de su traición. El respeto a la Autoridad se basa en el reconocimiento de un hecho “teológico”, es decir, del Señorío de Jesucristo sobre las personas, las naciones y la Iglesia. Si los que tienen autoridad en el Estado y en la Iglesia actúan contra los ciudadanos y contra los fieles, su poder es usurpado y su autoridad nula. No olvidemos que los gobernantes no son los dueños del Estado y los dueños de los ciudadanos, así como el Papa y los obispos no son los dueños de la Iglesia y los dueños de los fieles. Si no quieren ser como padres para nosotros; si no quieren nuestro bien y hacen de todo para corrompernos en cuerpo y espíritu.

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
16 de febrero de 2023

sábado, 18 de febrero de 2023

Papa Francisco Revisando Nueva Constitución Apostólica para consolidar Traditionis Custodes (Diane Montagna)



Esta es una información firmada por Diane Montagna y publicada en The Remnant, Feb-18-2023, la cual sirve para confirmar los precedentes rumores (1, 2, 3) sobre la posible publicación de una Constitución Apostólica que enterraría de una buena vez por todas la liturgia tradicional. Traducción de Secretum Meum Mihi, con adaptaciones.

Papa Francisco Revisando Nueva Constitución Apostólica para consolidar la ‘Traditionis Custodes’

CIUDAD DEL VATICANO, 18 de febrero de 2023— The Remnant ha sabido que un documento del Vaticano está siendo revisando por el Papa Francisco quien ampliaría y reforzaría su Motu proprio de 2021 Traditionis Custodes, que afirman que la única liturgia oficial de rito latino es el Novus Ordo, y regula estrictamente las comunidades ex-Ecclesia Dei.

Fuentes vaticanas bien informadas han confirmado a The Remnant, que advirtió con precisión de Traditionis Custodes antes de su publicación en 2021, que el borrador del documento, en forma de una constitución apostólica, fue presentado al Papa Francisco a finales de Enero por los superiores del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos encabezado por el cardenal Arthur Roche.

Se dice que el documento fue escrito por funcionarios del dicasterio, bajo la dirección de su secretario, el arzobispo Vittorio Francesco Viola, OFM, en colaboración con al menos un consultor de la oficina del Vaticano para las celebraciones litúrgicas papales¹.

En tanto Traditionis Custodes tiene como objetivo principal frustrar el crecimiento de la Misa Tradicional en latín y los sacramentos entre el clero diocesano, este nuevo documento asestaría un golpe particularmente duro a las comunidades ex-Ecclesia Dei, al prohibir las ordenaciones diaconales y sacerdotales en el Vetus Ordo, prohibiendo la administración de los demás sacramentos a los fieles, y exigiendo la concelebración de todos los sacerdotes, incluidos los miembros de estos institutos.

También se dice que está sobre la mesa una prohibición de Misas Dominicales en el Vetus Ordo.

The Remnant también se enteró de que un cardenal italiano creado en 2022² está tratando de persuadir al Papa Francisco para que promulgue una constitución apostólica alternativa, la cual a primera vista puede parecer menos dura, pero de hecho es peor al buscar enterrar de una vez por todas la liturgia latina tradicional.

Este segundo borrador nunca mencionaría el Vetus Ordo sino más bien celebra el 54º aniversario de la promulgación de la constitución apostólica de Pablo VI sobre el Nuevo Misal Romano (3 de Abril de 1969), siendo probable su publicación el Lunes de Semana Santa. Las fuentes dicen que relataría las “bendiciones” de la reforma litúrgica de Pablo VI y el “abundante fruto” que ha dado en la Iglesia, y buscaría “coronarla y completarla” declarando que, en adelante, el único rito oficial de la Iglesia latina es el Misal Romano de Pablo VI, el Novus Ordo.

Sin decir nunca una palabra sobre el Vetus Ordo, esta segunda opción adelantaría todo lo contenido en la primera por las consecuencias que implica. Daría a los obispos que son hostiles a la liturgia tradicional, o que están dispuestos a sacrificarla por lo que ven como un bien mayor, la base para erradicarla en sus diócesis. Y reforzaría los esfuerzos del cardenal Arthur Roche para forzar a obispos de mentalidad tradicional en la implementación de su interpretación de Traditionis Custodes, después de repetidos intentos de hacerlo en formas consideradas por los canonistas como contrarias a la ley de la Iglesia.

Pero nada está escrito en piedra en este punto, se nos dijo, y hay una resistencia considerable por parte de los miembros de la Curia Romana, quienes creen que la promulgación del Papa Francisco de cualquiera de las dos constituciones apostólicas enviaría a la Iglesia a aguas desconocidas, hiriendo aún más el Cuerpo Místico de Cristo, y ser vista (por católicos y no católicos por igual) como un acto cruel y divisivo.

También sería interpretado por cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos por igual como un repudio total del legado del Papa Benedicto XVI solo unos meses después de su muerte.

¹ En el momento de aparecer la presente información, el sitio de internet del Vaticano relaciona cinco consultores de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, de los cuales una es mujer, lo cual deja la opción a los restantes cuatro. Si se cumple el principio aquel de la creciente influencia de la escuela litúrgica Sant'Anselmo en el Vaticano, nuestra especulación particular sería el P. Pietro Angelo Muroni (N. de T.)

² Los cardenales italianos creados en 2022 fueron solamente dos, uno no elector, Arrigo Miglio, y el elector que es el actual obispo de Como, Oscar Cantoni (N. de T.).

El Papa Francisco debe detener la locura (Por Gerald E. Murray)



La situación actual de la Iglesia Católica es de grave desorden, debido en gran parte a la voluntad del Papa Francisco de decir, hacer y tolerar cosas que ningún Papa en la historia ha dicho, hecho o tolerado jamás.

Por ejemplo, sus recientes comentarios improvisados, dando instrucciones a los sacerdotes para que no nieguen la absolución a nadie que venga a confesarse. Esto está en contradicción directa con la enseñanza de la Iglesia sobre las disposiciones requeridas para la recepción válida del perdón de Dios en el sacramento de la penitencia.

Los penitentes que, por cualquier razón, se niegan a arrepentirse de los pecados de los que pueden acusarse en confesión, no pueden ser absueltos. Hubiera parecido impensable que el Papa Francisco dijera que debían ser absueltos de todos modos. Pero lo hizo.

Volvió sobre este tema en su reciente viaje a África. Dijo a los obispos del Congo: «Siempre. Perdonad siempre en el Sacramento de la Reconciliación». En una línea similar, en 2021, dijo que nunca ha negado la Sagrada Comunión a nadie.

El Papa Francisco quiere que los sacerdotes en el confesionario sigan su ejemplo cuando se enfrenten a un pecador impenitente. En tal escenario, la Confesión se convierte en una farsa sin sentido. A un pecador obstinado nunca se le debe dar la absolución por una ofensa de la que no está arrepentido. Su negativa a abjurar de sus pecados le incapacita para recibir el perdón sacramental de Dios.

¿Cuál es la lógica de absolver a alguien que se aferra a sus pecados? La impía farsa de intentar absolver a un pecador impenitente que pretende seguir pecando es una grave violación del deber del sacerdote de guiar a los fieles por el camino de la virtud y la gracia de Cristo, no por el camino destructivo del pecado y la muerte espiritual. Sin embargo, eso es lo que el Papa Francisco dijo a los sacerdotes que deberían hacer.

Este laxismo moral va acompañado de una lamentable indecisión a la hora de defender, enérgica y públicamente, la doctrina de la Iglesia en materia de moral sexual cuando dicha doctrina es abiertamente repudiada por cardenales, obispos y sacerdotes.

Los valientes defensores de las enseñanzas morales de la Iglesia son injustamente vilipendiados como ideólogos, fariseos, rigoristas, propagadores de la rigidez, «retrógrados». Los críticos de esas enseñanzas, como los cardenales Hollerich, Marx, McElroy, el obispo Bätzing y el padre James Martin, S.J., reciben el favor papal y desempeñan papeles influyentes. No hay ninguna reprimenda o disciplina papal significativa por sus persistentes campañas para derrocar las enseñanzas morales y antropológicas de la Iglesia.

No se despide a nadie por intentar cambiar la enseñanza inmutable de la Iglesia de que Dios nos creó varón y mujer; que el único uso moralmente bueno de la facultad sexual es la unión física del hombre y la mujer en el matrimonio, con vistas a propagar la raza humana en un vínculo matrimonial fiel, amoroso y permanente.

Somos bombardeados incesantemente con propaganda que afirma que Dios hizo a algunas personas con atracción hacia el «mismo sexo» y, por lo tanto, debe tener la intención de que actúen según sus deseos sexuales; que la sodomía es un uso tan bueno y santo de la facultad sexual como el coito conyugal, y que, por lo tanto, las uniones basadas en la sodomía merecen la bendición de la Iglesia; que Dios hizo que algunas personas tengan un cuerpo masculino siendo realmente femeninas, y viceversa.

Esta intolerable oleada de errores doctrinales está arrasando la Iglesia mientras el Papa Francisco permanece en gran medida pasivo y en silencio.

Los preparativos para el Sínodo de octubre sobre la Sinodalidad están siendo determinados por la campaña heterodoxa de quienes gozan del favor papal. En lugar de discutir formas de defender las enseñanzas morales impugnadas de la Iglesia, esas mismas enseñanzas están siendo atacadas en los debates en curso.

El resultado esperado de este implacable cuestionamiento de doctrinas que siempre han sido enseñadas por la Iglesia como inmutables sería una aceptación gradualmente creciente por parte de los fieles de una supuesta necesidad de reexaminar si esas enseñanzas son realmente inmutables, dado el supuesto «nuevo mundo» en el que vivimos.

Las previsibles afirmaciones sobre un cambio en la opinión pública católica (real o inventado) irán seguidas de una nueva proclamación «inspirada por el Espíritu» de que las enseñanzas católicas estaban de hecho equivocadas sobre la homosexualidad y la transexualidad, etc.

«Progreso contra inmovilismo reaccionario» es el mantra que pone fin a la discusión y que se emplea para estigmatizar cualquier resistencia a cambiar las enseñanzas transmitidas por los apóstoles. Si bien es cierto que el progreso del error en el mundo puede ser imparable en nuestro tiempo gracias al hundimiento moral de la sociedad occidental, esta catástrofe no tiene cabida en el catolicismo.

La tolerancia del error doctrinal no forma parte del mandato dado por Nuestro Señor a San Pedro, y a los apóstoles y sus sucesores. Si esos sucesores faltan a su deber, infligen daño a los fieles. Las almas son puestas en peligro por esos pastores que enseñan a los hombres a amar el pecado y a rechazar la virtud.

Está completamente fuera del poder (ultra vires) de cualquier Papa, cardenal u obispo cambiar las inmutables enseñanzas morales y antropológicas de la Iglesia. Es falso y censurable afirmar que no existen las enseñanzas inmutables, o que lo que se consideraba inmutable en tiempos pasados puede llegar a cambiar en tiempos más «ilustrados».

No estamos acostumbrados a una situación en la que la oposición a diversos actos del Papa y de sus asociados elegidos no sea en absoluto una forma de deslealtad, sino más bien una exigencia de la caridad fraterna que fluye de la lealtad primordial debida a Dios y a su revelación por aquellos que sirven a Jesucristo en la Iglesia. Cuando el error y la inmoralidad son propagados por los encargados por Cristo de refutar el error y desalentar la inmoralidad, nuestro deber es llamar la atención a esos pastores, reprendiéndolos con la caridad de la verdad.

Si la Iglesia quiere evitar un desastre completamente evitable, el Sínodo sobre la Sinodalidad no debe convertirse en un momento de cuestionamiento autodestructivo de la doctrina de la Iglesia sobre la moral sexual y otras cuestiones controvertidas. Los cardenales y obispos, con razón horrorizados por hacia dónde ven que se dirige este proceso, deberían dar a conocer su protesta al Santo Padre.

La manifiesta negligencia del Papa Francisco en su deber de defender la doctrina de la Iglesia frente a graves errores exige urgentemente un «amor duro», es decir, una intervención en la que cardenales y obispos valientes, dejando a un lado la cortesía y la deferencia habituales, digan francamente al Papa que hay que poner fin a esta locura. Ahora.

Acerca del autor:

El reverendo Gerald E. Murray, J.C.D. es abogado canónico y pastor de la iglesia Holy Family en la ciudad de Nueva York. Su nuevo libro (con Diane Montagna), Calming the Storm: Navigating the Crises Facing the Catholic Church and Society, ya está disponible.

viernes, 17 de febrero de 2023

NOTICIAS 17 de febrero de 2023

LA GACETA DE LA IBEROSFERA

La ley trans también afecta al Código Civil: elimina las palabras «madre» y «padre» e incluye «progenitor gestante» y «no gestante»

Ayuso, entre ataques a VOX, reitera que no derogará la ley trans aprobada por el PP en Madrid

La moda trans: en tres años más de 1.000 menores han sido medicados con efectos dañinos e irreversibles para su salud

CATHOLIC. NET

Siete Santos Fundadores de los siervos de Santa María Virgen (Servitas)

Selección por José Martí

Las raíces del mal en la Iglesia | Actualidad Comentada | 17-2-2023 | Pbro. Santiago Martín, FM



Duración del video 16:01 minutos

‘Lo que menos entiendo de España es el escaso coste electoral que tiene la corrupción’ (Iván Espinosa de los Monteros)

EL TORO TV


Duración video 2:26 minutos

¿Cómo es la nueva ley del aborto? ¿Qué diferencias hay con la de plazos de Zapatero?




Duración vídeo 1:37 minutos

‘Un aumento del 10000% indica que se está animando a las personas a cambiar de sexo’ (Iván Espinosa de los Monteros)



«La ley dice que un padre no puede oponerse a que su hijo de 12 años se opere para cambiar de sexo». Iván Espinosa de los Monteros afirma en El Gato al Agua que el aumento tan brutal que se está produciendo en España con el tema trans solo puede responder al apoyo y la publicidad que se lanza desde los medios e instituciones animando a cambiar de sexo.

Duración vídeo 3:08 minutos


"¡Ay, Feijóo! ¡Ay, Europa!", por Julio Ariza



La inmediata reacción de Alberto Núñez Feijóo al posicionamiento del Tribunal Constitucional respecto al recurso a la ley del aborto de Rodríguez Zapatero es consecuente con la actuación que Rajoy mantuvo en este tema mientras gobernó este país. El razonamiento expuesto por el líder popular va directamente contra los propios actos de su partido si nos atenemos al contenido del recurso que el Partido Popular presentó.

Sus palabras reafirman la extraordinaria necesidad de la existencia de Vox para seguir luchando por los Derechos Humanos y recordando a la sociedad española que hay cosas que no pueden ser aceptadas con normalidad porque suponen la complicidad con el crimen y un verdadero suicidio para la sociedad que así actúa.

Feijóo afirma acertadamente que el aborto afecta a la mujer (madre) y a su pareja (padre), ¡un aplauso para ese recuerdo de la existencia del padre! Lamentablemente este asunto no concierne exclusivamente a una “pareja”. Hay un tercero, nasciturus, sin el que el debate no tendría sentido… No es una pareja, don Alberto, ¡es una terna! Y usted se olvida justamente de la víctima, del que muere.

Me resulta muy interesante y al mismo tiempo desconcertante la apelación que hace usted a la asunción que ha hecho la sociedad de la normalidad de esta ley.
La aceptación de lo inaceptable es sólo cuestión de dinero, de leyes y de tiempo

Es verdad que el propio efecto pedagógico de esta ley aprobada ya hace 13 años, el posicionamiento pro muerte de la mayor parte de los medios de comunicación social, el apoyo con abundante financiación pública de todas las instituciones mundialistas a la promoción del aborto, y el silencio de la mayor parte de los grupos sociales y políticos sobre este asunto han propiciado esa dulce y acrítica aceptación social de los cien mil asesinatos anuales… Pero no debe olvidar el presidente de los populares que en este momento una gran parte de la sociedad española ha asumido ya los indultos a los presos del Procés, los traslados masivos de los etarras a las cárceles del País Vasco, los cambios de nomenclatura de tantas y tantas calles en España puestas en recuerdo de dirigentes criminales de la izquierda y de la extrema izquierda y de los más que sectarios y radicales escritores y artistas.

Esta sociedad ha aceptado resignadamente el gobierno por Decreto Ley, la inacción del Tribunal Constitucional, el control político del Poder Judicial y la extinción de la separación de poderes, la exclusión del español en partes muy importantes de la geografía española. La aceptación de lo inaceptable, don Alberto, es sólo cuestión de dinero, de leyes y de tiempo. Hasta lo más execrable y aberrante puede ser asumido con naturalidad si dispones de esos instrumentos.

Y no debe olvidar Feijóo que los españoles aceptan con naturalidad que dos tipos con bigote adopten una niña o un niño de dos o tres años para satisfacer sus “ansias de paternidad”. Asumen con completa naturalidad que una persona pueda auto percibirse mujer por la mañana, hombre por la tarde y no se sabe qué por la noche. Y ya comienzan a asumir con toda paz, don Alberto, que un niño de 12 años pueda ser castrado porque así lo manifiesta el propio muchacho incluso contra la voluntad de sus padres.

Tantas cosas está dispuesta a asumir nuestra sociedad, señor Feijóo, adormilada, manipulada y engañada por los que influyen cada día en la formación de la opinión pública, que se le helaría a usted la sangre si supiera hasta dónde esa aceptación puede llegar.

Dice el diario ABC que «Feijóo añadió que esta norma es un hecho en toda la Unión Europea, lo que, a su juicio, es un punto más a su favor”.

¡Ay, Europa! ¡La de los lobbies LGTB, la de las leyes de género! Asómese, don Alberto, a la historia de Europa o simplemente a la Alemania de 1933 y comprobará hasta qué punto se puede lograr democráticamente que resulte normal o natural cualquier aberración y cualquier crimen.

Ya hoy, en España, los seres humanos que van a nacer y que todavía crecen en el seno de sus mamás no tienen derecho alguno. El derecho a la vida, el más sagrado de los derechos, les ha sido vetado. Y no se debe olvidar que Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, pero la naturaleza no perdona nunca.

Julio Ariza

domingo, 12 de febrero de 2023

¡La fuerza y la profundidad de la Palabra de Dios no adulterada!



Domingo de sexagésima. 16/2/2009

DURACIÓN 40:38 MINUTOS

Homilía de Sexagésima de monseñor Viganò: el Arca, a la espera del inminente Diluvio



Vio, pues, Yahvé que era grande la maldad del hombre sobre la tierra, y que todos los pensamientos de su corazón se dirigían únicamente al mal, todos los días (Gén. 6, 5)


En el Domingo de Sexagésima nos acercamos al tiempo de penitencia y ayuno en preparación para la Pascua. Desde hace una semana no se oye el Aleluya en la liturgia, sustituida en la Misa por el Tracto. Y en este domingo casi penitencial, con las lecturas de maitines, nos acompaña la meditación sobre el pecado que motivó a Dios a exterminar a la humanidad rebelde con el Diluvio, salvando sólo a la familia de Noé.

Las Sagradas Escrituras hablan de la maldad de los hombres: «todos los pensamientos de su corazón se dirigían únicamente al mal, todos los días«. Cuesta creer que la humanidad pueda haber cometido en otros tiempos lo que la vemos cometiendo hoy en día: en ninguna cultura antigua fue tan profundo el abismo del mal como hasta el extremo en que lo vemos abrirse en el mundo contemporáneo: masacres, violencia, guerras, perversiones, latrocinio, matanzas, profanaciones y sacrilegios, cometidos no sólo por personas aisladas, sino impuestos por ley por los dirigentes de las naciones, promovidos en los medios de difusión, fomentados por maestros y magistrados, y tolerados e incluso aprobados por los sacerdotes. Nos preguntamos si el hombre de hoy merecerá castigos más terribles que el Diluvio, en vista de la maldad que inspira todas sus acciones contra Dios, contra sus semejantes y contra la Creación. Y al contemplar el aparente triunfo del mysterium iniquitatis, al ver hasta qué punto está difundido y arraigado el mal en este mundo corrupto y apóstata, nos preguntamos hasta cuándo tolerará la Divina Majestad las abominaciones de los hombres. Se nos hace difícil creer la promesa del Señor: «No volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque los deseos del corazón humano son malos desde su niñez, ni volveré a exterminar a todos los seres vivientes, como he hecho» (Gen. 8, 21).

Lo que nos causa estupor no es tanto el silencio con en el que se nos ha abandonado a nuestra propia suerte y a nuestras tribulaciones como que la impunidad de los crímenes y pecados actuales pueda constituir un castigo más tremendo y grave aún que el que podría imponernos el Padre Eterno. La modernidad paganizada e inmersa en la barbarie prepara con sus propias manos un azote mucho más calamitoso que el Diluvio antiguo, una destrucción mucho más amplia del género humano, con la que cree que podrá eliminar de la Tierra, no a los malos sino a los buenos: los que se mantienen fieles al Señor y a su santa Ley. Y mientras se acumulan negros y amenazantes nubarrones preñados de la lluvia que los anegará, nuestros contemporáneos se ríen de quienes preparan su arca espiritual para ponerse a salvo junto con sus seres queridos, y hasta hacen de todo para impedir que la lleguen a construir.

La Sagrada Escritura y los Padres nos enseñan que el Arca es figura de la Santa Iglesia, gracias a la cual los elegidos pueden salvarse del naufragio general. Hæc est arca -cantamos en el Prefacio de la Dedicación- quæ nos a mundi ereptos diluvio, in portum salutis inducit. ¿Y dónde podemos encontrar el Arca de salvación? ¿Cómo podemos distinguirla de las falsificaciones destinadas a sumergirse bajo el peso de quienes se instalan en ella, en una imitación hecha para poner a salvo a los malos mientras el piloto impide a los buenos que suban a bordo y hasta expulsa a sus hijos, tildándolos de polizones indignos de salvarse de la inundación?

Esta angustiosa idea no es tan rebuscada si tenemos en cuenta quién ocupa actualmente la Silla de San Pedro. Por lo que se ve, el Arca de la Iglesia quiere acoger a todos menos a los que reúnen las condiciones para salvarse de la catástrofe. Es más, se diría que no sirve de nada, que no habrá diluvio al que se pueda escapar. Peor aún: el gigantesco diluvio provocado, no por la justa cólera de Dios sino por la marea de iniquidad de los hombres se considera una regeneración, una oportunidad de reducir la población mundial en base a los delirantes planes del Gran Reinicio. Al igual que en el Titanic, la tripulación y los pasajeros bailan borrachos y despreocupados mientras el buque avanza a toda máquina hacia el iceberg que lo hará zozobrar, como arrogante monumento a la soberbia que se cree inmune a la justicia divina. A ese terrorífico transatlántico ha subido también el que debería congregarnos por el contrario en el arca verdadera, y lo vemos brindando con los malos, los poderosos de la Tierra, los enemigos de Dios.

Pero si por un lado estas consideraciones humanas pueden causarnos desazón y hacernos temer por nuestra supervivencia, por otra parte podemos reconocer la verdadera Arca de salvación, porque la vemos lista para ascender al monte Calvario donde se construyó, y al místico Calvario del altar donde nos espera todos los días.

Da igual que se nos muestre otra -incluso que lo hagan personas en las que ciframos nuestra confianza y que no deberían engañarnos-, o que haya quienes la consideren inútil y por eso se burlen de nosotros o nos tomen por locos. Da igual que haya quienes nieguen el inminente diluvio, siendo ellos mismos sus impíos artífices, en su necia pretensión de querer controlar los fenómenos atmosféricos por geoingeniería.

Sabemos que el Arca verdadera, la única Arca, es la Santa Iglesia. Y por las palabras de Nuestro Señor, divino Piloto que tiene bien aferrado el timón, sabemos que esa Arca saldrá indemne del diluvio y encontrará finalmente tierra seca sobre la que asentarse. Por eso, estamos más que resueltos a no dejarnos engañar creyendo que podremos salvarnos fuera del Arca mencionada o construyéndonos nosotros mismos una.

En la Epístola de la Misa de Hoy, San Pablo enumera todas las pruebas que deberá afrontar la siembra de la Palabra de Dios, basándose en el ejemplo de la Parábola del Sembrador que nos presenta el Evangelio: «Él me dijo: “Mi gracia te basta, pues en la flaqueza se perfecciona la fuerza” » (2 Cor.12,9). Reconocer nuestra debilidad, ser conscientes de nuestra impotencia, de que no somos nada, nos ayuda a percibir el poder de Dios, con mucha más intensidad cuanto mayor es nuestra humildad y confianza en Él. Sufficit tibi gratia mea. Mi gracia te basta. Porque es la Gracia la que nos hace dignos de refugiarnos en el Arca; la que hace que podamos mantenernos en ella durante el diluvio; y por la gracia llegaremos al puerto celestial.

No perdamos, pues, la Gracia de Dios. Subamos al místico monte en cuya cima nos espera el Arca. Arca en la que también hallaremos alimento para el alma: el Pan de los ángeles.

Así sea.

12 de febrero de 2023

Dominica in Sexagesima

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

viernes, 10 de febrero de 2023

Munilla cuestiona que «alguien que tenga una recta conciencia» pueda votar al PP



El obispo de Orihuela-Alicante, monseñor José Ignacio Munilla, ha dedicado su programa de hoy ‘Sexto Continente’, para comentar la reciente decisión del Tribunal Constitucional que avala la ley del aborto de Zapatero.

José Ignacio Munilla ha vuelto a denunciar lo insólito de que el Tribunal Constitucional no haya dictado sentencia durante 13 años cuando aceptó por vía de urgencia el recurso de inconstitucionalidad que presentó por entonces el PP. 

«Era un caso de prevaricación de facto», ha dicho Munilla quien ha añadido que «hubo unos años en los que unos Magistrados que estaban, se supone, elegidos mayoritariamente por la derecha, no han resuelto esto en 13 años».

José Ignacio Munilla se ha mostrado durante el programa visiblemente molesto por la inacción de unos y la prisa que se han dado los otros para dictar sentencia con el tema del aborto.

El obispo de Orihuela ha aprovechado su intervención para dejar en evidencia la posición de Alberto Núñez Feijóo y del Partido Popular. «La gran novedad ha sido la reacción del señor Feijóo, presidente del PP, ante esta sentencia del Constitucional, porque el Partido Popular puso hace 13 años un recurso de inconstitucionalidad», apunta Munilla.

El obispo vasco ha afirmado que «la reacción de Feijóo ha sido aplaudir la sentencia y afirmar con contundencia que se siente feliz por la sentencia del Constitucional». «Ahora de repente viene el presidente del PP y aplaude la sentencia del Constitucional cuando hace 13 años su partido había puesto un recurso de inconstitucionalidad y ahora viene el PP y lo aplaude», se lamentaba Munilla.

Monseñor Munilla ha leído en el programa varios titulares de prensa que recogen «la felicidad» y «conformidad» de Feijóo con esta sentencia del Constitucional. Uno de esos titulares decía, en palabras del líder del PP, que con esta decisión se cierran las fisuras dentro del partido, a lo que añadía Munilla que «quien piense lo contrario sobre el aborto está sobrando en el PP».

«La traición del Partido Popular a la causa provida es total y absoluta. Ya no se puede ir más lejos. Han asumido todos los parámetros de la izquierda más radical que es reconocer el aborto como un derecho», agrega el obispo.

Munilla no se ha mordido la lengua y ha lanzado un aviso a navegantes: «entramos en la contradicción de que alguien que tenga una recta conciencia, ya no digo un católico, sino alguien que reconozca la vida como algo inviolable, pueda votar a un partido que sostenga esos principios».

Javier Arias