Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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viernes, 14 de mayo de 2021
Francisco elude mencionar el aborto en su intervención sobre la crisis de la natalidad (Carlos Esteban)
Según el prestigioso The Lancet, el aborto, en crecimiento sostenido, es ya la primera causa de muerte en el planeta. Pero Su Santidad, en el discurso inaugural de los Estados Generales de la Natalidad promovidos por el Foro de Asociaciones Familiares junto con el primer ministro italiano Mario Draghi, consiguió no mencionar la palabra una sola vez.
En estas páginas hemos defendido que la afirmación de Francisco a comienzos de su pontificado, en el sentido de que los católicos no debíamos “obsesionarnos” con las cuestiones de vida y familia en la lucha cultural es, en algún sentido, razonable. Es evidente que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad no se hizo hombre para predicar que la vida empieza con la concepción y que matar al niño en el vientre de su madre es una atrocidad. Por lo demás, es un concepto de ley natural que cualquiera puede entender sin necesidad de la fe.
Y, sin embargo, es innegable que sonó extraña y produjo un hondo efecto de desánimo en el movimiento católico provida, porque, pese a lo que hemos escrito antes, la Iglesia ha liderado indiscutiblemente estas iniciativas por juzgar, correctamente, que el aborto es una de las peores lacras de nuestro tiempo.
Dicho de otro modo, hay pocos asuntos de ámbito social más claros, urgentes y sangrantes, y la Iglesia Católica es, entre otras cosas más importantes, la conciencia del mundo, la voz profética que denuncia las injusticias que el mundo se niega a ver.
Pero de no ‘obsesionarse’ con el asunto a dirigir un largo discurso a una asamblea centrada en la espantosa crisis demográfica de nuestro tiempo, que deja nuestras sociedades condenadas a la extinción a medio plazo, con una tasa de natalidad muy por debajo de la tasa de sustitución, hay un larguísimo trecho.
«Cada año es como si una ciudad de más de doscientos mil habitantes desapareciera”, explica, gráficamente, el Santo Padre en su discurso. “En 2020 tocó el número más bajo de nacimientos desde la unidad nacional: no sólo por Covid, sino por una tendencia continua y progresiva a la baja, un invierno cada vez más duro».
La asamblea se centra en el caso Italiano, perfectamente asimilable al nuestro y al de toda Europa, y el Papa deploró la situación de “lo que se está convirtiendo en el viejo continente no ya por su gloriosa historia, sino por su avanzada edad». Habló de padres desgarrados entre el trabajo y la familia, de abuelos como botes salvavidas, y sentenció que «para que el futuro sea bueno, es necesario, por tanto, atender a las familias, especialmente a las jóvenes, asaltadas por preocupaciones que corren el riesgo de paralizar sus proyectos de vida».
Incluso criticó la situación en la que se encuentran tantas mujeres en el trabajo, temerosas de que un embarazo pueda suponer un despido, hasta el punto de llegar a ocultar su barriga. «¿Cómo es posible que una mujer sienta vergüenza por el regalo más hermoso que la vida puede ofrecer? No la mujer, sino la sociedad debería avergonzarse, porque una sociedad que no acoge la vida deja de vivir. Los niños son la esperanza que hace nacer a un pueblo».
¿No era la ocasión perfecta, lógica, natural, para recordar que nuestras civilizaciones dan por bueno el procedimiento de masacrar esa “esperanza” en el vientre mismo de sus madres, ese “regalo más hermoso que la vida puede ofrecer”? En Latinoamérica, su Latinoamérica, se produce ya un aborto por cada tres embarazos y es la región del planeta donde más está creciendo esta plaga. ¿Y ni siquiera una mención de pasada, un párrafo, una frase; pronunciar la palabra?
Esta semana, la carta de Ladaria tratando de frustrar un documento del episcopado norteamericano sobre negar la comunión a los políticos que defienden y aprueban leyes abortistas insistía en que la palabra “preeminente” aplicada a la gravedad del aborto podía malinterpretarse en el sentido de convertirlo en problema único. No creemos que los fieles sean tan estúpidos como para no entender su propio idioma. Pero en este caso no es que el asunto del aborto sea “preeminente”; es que parece haber desaparecido de la agenda pastoral.
Les ofrecemos el discurso del Papa, publicado en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
Queridos hermanos y hermanas
Os saludo cordialmente y agradezco al presidente del Foro de Asociaciones Familiares, Gianluigi De Palo, la invitación y sus palabras de presentación. Doy las gracias al Dr. Mario Draghi, presidente del Gobierno, por sus palabras claras y esperanzadoras. Os doy las gracias a todos vosotros que reflexionáis hoy sobre el tema urgente de la natalidad, fundamental para invertir la tendencia y volver a poner en marcha Italia, empezando por la vida, empezando por el ser humano. Y está bien que lo hagáis juntos, involucrando a las empresas, los bancos, la cultura, los medios de comunicación, el deporte y el espectáculo. En realidad, hay muchas otras personas aquí con vosotros: hay sobre todo jóvenes que sueñan. Los datos dicen que la mayoría de los jóvenes quieren tener hijos. Pero sus sueños de vida, brotes de renacimiento del país, chocan con un invierno demográfico todavía frío y oscuro: sólo la mitad de los jóvenes cree que podrá tener dos hijos en el transcurso de su vida.
Así, Italia se encuentra desde hace años con el menor número de nacimientos de Europa, en el que está convirtiéndose en el viejo continente no ya por su gloriosa historia, sino por su avanzada edad. Este país nuestro, en el que cada año es como si desapareciera una ciudad de más de doscientos mil habitantes, alcanzó en 2020 el número más bajo de nacimientos desde la unidad nacional: no sólo por la Covid, sino por una continua y progresiva tendencia a la baja, un invierno cada vez más duro.
Y sin embargo, todo esto no parece haber atraído todavía la atención general, centrada en el presente y en lo inmediato. El presidente de la República ha reiterado la importancia de la natalidad, que ha definido como «el punto de referencia más crítico de esta temporada», afirmando que «las familias no son el tejido conectivo de Italia, las familias son Italia» (Audiencia al Foro de Asociaciones Familiares, 11 de febrero de 2020). ¡Cuántas familias en estos meses han tenido que hacer horas extras, dividiendo sus hogares entre el trabajo y la escuela, con los padres haciendo de profesores, técnicos informáticos, operadores, psicólogos! ¡Y cuántos sacrificios se piden a los abuelos, los verdaderos botes salvavidas de las familias! Pero no sólo: ellos son la memoria que nos abre al futuro.
Para que el futuro sea bueno, debemos ocuparnos de las familias, sobre todo de las jóvenes, acosadas por preocupaciones que corren el riesgo de paralizar sus proyectos de vida. Pienso en el desconcierto que provoca la incertidumbre del trabajo, pienso en los miedos que provocan los costes cada vez menos asequibles de la crianza de los hijos: son miedos que pueden engullir el futuro, son arenas movedizas que pueden hundir una sociedad. También pienso, con tristeza, en las mujeres a las que en el trabajo se les disuade de tener hijos o que tienen que ocultar su vientre. ¿Cómo es posible que una mujer tenga que avergonzarse del regalo más hermoso que puede ofrecer la vida? No la mujer, sino la sociedad debería avergonzarse, porque una sociedad que no acoge la vida deja de vivir. ¡Los hijos son la esperanza que hace renacer a un pueblo! Por fin, en Italia se ha decidido convertir en ley una subvención, definida como única y universal, para cada niño que nazca. Expreso mi agradecimiento a las autoridades y espero que esta subvención responda a las necesidades reales de las familias, que han hecho y hacen tantos sacrificios, y marque el inicio de reformas sociales que pongan a los hijos y a las familias en el centro. Si las familias no están en el centro del presente, no habrá futuro; pero si las familias vuelven a ponerse en marcha, todo vuelve a funcionar.
Quisiera ahora fijarme precisamente en la reanudación y proponeros tres reflexiones que espero sean útiles de cara a una esperada primavera que nos saque del invierno demográfico. La primera reflexión gira en torno a la palabra regalo. Todo regalo se recibe, y la vida es el primer regalo que cada uno ha recibido. Nadie puede dárselo a sí mismo. En primer lugar, hubo un don. Es un antes que olvidamos en el transcurso de la vida, siempre empeñados en mirar al después, a lo que podemos hacer y tener. Pero ante todo hemos recibido un don y estamos llamados a transmitirlo. Y un hijo es el mayor de los regalos para todos y está por encima de todo. A un hijo, a todo hijo, le acompaña esta palabra: primero. Al igual que a un niño se le espera y se le ama antes de que vea la luz, nosotros debemos dar prioridad a los hijos si queremos volver a ver la luz después del largo invierno. En cambio, «la falta de hijos, que provoca un envejecimiento de las poblaciones, junto con el abandono de los ancianos a una dolorosa soledad, es un modo sutil de expresar que todo termina con nosotros, que sólo cuentan nuestros intereses individuales.» (Carta encíclica, Fratelli tutti, 19). Hemos olvidado la primacía del don, -¡la primacía del don!- código fuente de la vida en común. Ha ocurrido sobre todo en las sociedades más ricas y consumistas. Vemos, en efecto, que donde hay más cosas, suele haber más indiferencia y menos solidaridad, más cerrazón y menos generosidad. Ayudémonos a no perdernos en las cosas de la vida, para redescubrir la vida como sentido de todas las cosas.
Ayudémonos mutuamente, queridos amigos, a redescubrir el valor de dar, el valor de elegir la vida. Hay una frase del Evangelio que puede ayudar a cualquiera, incluso a los que no creen, a orientar sus decisiones. Jesús dice: «Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mt 6,21). ¿Dónde está nuestro tesoro, el tesoro de nuestra sociedad? ¿En los hijos o en las finanzas? ¿Qué nos atrae, la familia o la facturación? Hay que tener el valor de elegir lo que más nos importa, porque allí es donde se atará el corazón. La valentía de elegir la vida es creativa, porque no acumula ni multiplica lo que ya existe, sino que se abre a la novedad, a las sorpresas: toda vida humana es una verdadera novedad, que no conoce un antes y un después en la historia. Todos hemos recibido este don irrepetible, y los talentos que tenemos sirven para transmitir, de generación en generación, el primer don de Dios, el don de la vida.
La segunda reflexión que me gustaría brindaros está relacionada con esta transmisión. Gira en torno a la palabra sostenibilidad, una palabra clave para construir un mundo mejor. A menudo hablamos de sostenibilidad económica, tecnológica, medioambiental etc.. Pero también tenemos que hablar de la sostenibilidad generacional. No podremos alimentar la producción y proteger el medio ambiente si no prestamos atención a las familias y los hijos. El crecimiento sostenible pasa por aquí. La historia nos los enseña. Durante las fases de reconstrucción que siguieron a las guerras que devastaron Europa y el mundo en siglos pasados, no hubo reinicio sin una explosión de nacimientos, sin la capacidad de infundir confianza y esperanza en las generaciones más jóvenes. También hoy nos encontramos en una situación de reinicio, tan difícil como llena de expectativas: no podemos seguir modelos de crecimiento miopes, como si todo lo que se necesitara para preparar el mañana fueran unos cuantos ajustes apresurados. No, las dramáticas cifras de natalidad y las aterradoras cifras de la pandemia exigen cambios y responsabilidad.
Sostenibilidad rima con responsabilidad: es el tiempo de la responsabilidad para que florezca la sociedad. Aquí, además del papel principal de la familia, es fundamental la escuela . No puede ser una fábrica de nociones que se vierten sobre los individuos; debe ser el momento privilegiado del encuentro y del crecimiento humano. En la escuela no se madura sólo mediante las notas, sino a través de las caras que se conocen. Y para los jóvenes es esencial entrar en contacto con modelos elevados que formen tanto los corazones como las mentes. En la educación, el ejemplo hace mucho, también pienso en el mundo del espectáculo y el deporte. Es triste ver modelos que sólo se preocupan por parecer, siempre bellos, jóvenes y en forma. Los jóvenes no crecen gracias a los fuegos artificiales de la apariencia, maduran si se sienten atraídos por quienes tienen el valor de perseguir grandes sueños, de sacrificarse por los demás, de hacer el bien al mundo en que vivimos. Y mantenerse joven no pasa por hacerse selfies y retocarse, sino por poder reflejarse un día en los ojos de los hijos. A veces, en cambio, el mensaje que se transmite es el de que realizarse significa ganar dinero y tener éxito, mientras que los hijos parecen casi una excepción, que no debe obstaculizar las aspiraciones personales. Esta mentalidad es una gangrena para la sociedad y hace insostenible el futuro.
La sostenibilidad necesita un alma, y este alma, – la tercera palabra que os propongo es la solidaridad. Y también a ella le asocio un adjetivo: así como necesitamos una sostenibilidad generacional, necesitamos una solidaridad estructural. La solidaridad espontánea y generosa de muchas personas ha permitido a muchas familias salir adelante en estos tiempos difíciles y hacer frente a la creciente pobreza. Sin embargo, no podemos quedarnos en el ámbito de lo urgente y lo temporal, tenemos que dar estabilidad a las estructuras que apoyan a las familias y ayudan a los nacimientos. Son indispensables una política, una economía, una información y una cultura que promuevan con valentía la natalidad.
En primer lugar, necesitamos políticas familiares de largo alcance y con visión de futuro: no basadas en la búsqueda de un consenso inmediato, sino en el crecimiento del bien común a largo plazo. Aquí radica la diferencia entre gestionar los asuntos públicos y ser buenos políticos. Es urgente ofrecer a los jóvenes garantías de un empleo suficientemente estable, seguridad para sus hogares e incentivos para no abandonar el país. Es una tarea que también concierne de cerca al mundo de la economía: ¡qué maravilloso sería ver aumentar el número de empresarios y empresas que, además de producir utilidades, promueven la vida, que se cuidan de no explotar nunca a las personas con condiciones y horarios insostenibles, que llegan a distribuir parte de las ganancias a los trabajadores, con el fin de contribuir a un desarrollo impagable, el de las familias! Es un reto no sólo para Italia, sino para muchos países, a menudo ricos en recursos, pero pobres en esperanza.
La solidaridad debe declinarse también en el precioso servicio de la información, que tanto influye en la vida y en la forma de contarla. Está de moda utilizar palabras fuertes, pero el criterio para formar informando no es la audiencia, no es la polémica, es el crecimiento humano. Necesitamos una «información de tamaño familiar», en la que la gente hable de los demás con respeto y delicadeza, como si fueran sus propios parientes. Y que al mismo tiempo saque a la luz los intereses y tramas que perjudican el bien común, las maniobras que giran en torno al dinero, sacrificando a las familias y a las personas. La solidaridad llama también al mundo de la cultura, el deporte y el espectáculo a fomentar y potencien la natalidad. La cultura del futuro no puede basarse en el individuo y en la mera satisfacción de sus derechos y necesidades. Urge una cultura que cultive la química del conjunto, la belleza del dar, el valor del sacrificio.
Queridos amigos, por último me gustaría decir la palabra más sencilla y sincera: gracias. Gracias por los Estados Generales de la Natalidad, gracias a cada uno de vosotros y a todos los que creen en la vida humana y en el futuro. A veces os sentiréis como si estuvierais gritando en el desierto, luchando contra molinos de viento. Pero id adelante, no os rindáis, porque es hermoso soñar el bien y construir el futuro. Y sin natalidad no hay futuro. Gracias.
Carlos Esteban
LOS CDC DEJARÁN DE REGISTRAR LAS INFECCIONES POR COVID-19 EN PERSONAS VACUNADAS A PARTIR DEL 14 DE MAYO
A partir del 14 de mayo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos cambiarán la forma de registrar los casos de infección por Covid-19 [1]. Con este cambio, ya no se registrarán las infecciones por disrupción en individuos vacunados, a menos que la infección resulte en hospitalización o muerte.
Esto significa que a partir del 14 de mayo la tasa de infección en no vacunados seguirá aumentando, mientras que la tasa de infección en vacunados decrecerá, pero no por la efectividad de las vacunas sino por este cambio en el protocolo de información.
Como era de esperar, este cambio se produce en un momento en el que se están registrando miles de casos de infección en personas totalmente vacunadas, algo que incluso está siendo reportado por los medios de masas. Dicho de otro modo, ahora que los operadores de la crisis del Covid-19 empiezan a ver cifras que les perjudican, se les ha hecho fácil, simplemente, dejar de contar.
Así que dentro de unas semanas, cuando se empiece a notar el drástico descenso artificial de las infecciones por Covid-19 entre vacunados, acuérdate de los CDC y de este artículo.
Pero este no es el único artificio que emplearán los CDC para manipular las cifras del Covid-19. Un documento publicado por los CDC [2], instruye a los laboratorios de salud pública, clínicos y de referencia para que apliquen la prueba PCR a 28 ciclos o menos a personas que ya han recibido las vacunas transgénicas ARNm, en ves de aplicarla a 4o ciclos o más como lo ha venido haciendo con los no vacunados con el objetivo de inflar las estadísticas de la pandemia que no lo fue, pues a más de 40 ciclos, las pruebas producen hasta un 95-97% de falsos positivos, como concluyó la Coordinación de Asociaciones para la Protección del Medio Ambiente y los Derechos de Usuarios y Consumidores de Italia.
NOTICIA OFICIAL SOBRE LA VACUNACIÓN COVID-19: LA VACUNACIÓN NO ES OBLIGATORIA
APROBADO EN ASAMBLEA EL PASADO 27 de ENERO DE 2021
Se trata de una excelente noticia para las personas preocupadas por la vacunación obligatoria o coercitiva o por la discriminación en la vacunación.
Finalmente se votó sobre los derechos de los individuos ante la vacunación una resolución del propio Consejo de Europa que PROHÍBE a los Estados “la obligatoriedad” de la vacunación contra el coronavirus o que ésta pueda utilizarse para discriminar a los trabajadores o a cualquier persona que no se vacune.
A continuación, exponemos los textos extraídos de puntos concretos de la propia resolución, así como un enlace a la resolución completa en versión original en inglés. https://pace.coe.int/en/files/29004/html
7.3 Con respecto a asegurar un alto uso de la vacuna:
7.3.1 Garantizar que los ciudadanos estén informados de que la vacunación NO es obligatoria y de que nadie estará bajo presión política, social o de otro tipo para vacunarse, si no lo desea.
Finalmente se votó sobre los derechos de los individuos ante la vacunación una resolución del propio Consejo de Europa que PROHÍBE a los Estados “la obligatoriedad” de la vacunación contra el coronavirus o que ésta pueda utilizarse para discriminar a los trabajadores o a cualquier persona que no se vacune.
A continuación, exponemos los textos extraídos de puntos concretos de la propia resolución, así como un enlace a la resolución completa en versión original en inglés. https://pace.coe.int/en/files/29004/html
Vacunas Covid-19: consideraciones éticas, legales y prácticas
7.3 Con respecto a asegurar un alto uso de la vacuna:
7.3.1 Garantizar que los ciudadanos estén informados de que la vacunación NO es obligatoria y de que nadie estará bajo presión política, social o de otro tipo para vacunarse, si no lo desea.
7.3.2 Garantizar que nadie sea discriminado por no haber sido vacunado, por posibles riesgos para su salud, o bien por no querer vacunarse.
7.3.4 Distribuir información transparente sobre la seguridad y los posibles efectos secundarios de las vacunas
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La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa o Asamblea Consultiva es la dimensión parlamentaria del Consejo de Europa, cuya sede se encuentra en Estrasburgo. La Asamblea es uno de los dos órganos estatutarios del Consejo de Europa, que está compuesto del Comité de Ministros (los 47 ministros de Asuntos Exteriores se reúne usualmente al nivel de sus diputados) y la Asamblea que representa a las fuerzas políticas (la mayoría y la oposición) en los estados miembros.
jueves, 13 de mayo de 2021
Tolkien y la oscuridad de este mundo
Es notable como varios autores del último siglo fueron capaces de prever e incluso de experimentar en sí mismos la angustia de las nubes oscuras que veían acercarse silenciosamente. Entre nosotros, Leonardo Castellani, por ejemplo, y de otras latitudes, T.S. Elliot, C.S. Lewis o J.R.R. Tolkien. Justamente, este último le hace cantar lo siguiente a Sam en la torre de Cirith Ungol:
Aquí yazgo, al término de mi viaje,
hundido en una oscuridad profunda:
más allá de todas las torres altas y poderosas,
más allá de todas las montañas escarpadas,
por encima de todas las sombras cabalga el Sol
y eternamente moran las Estrellas.
No diré que el Día ha terminado,
ni he de decir adiós a las Estrellas.
Y a medida que el tiempo pasaba, esta sensación era ya casi certeza. En carta a su amiga Amy Ronald, fechada el 16 de noviembre de 1969, decía:
¡Qué mundo espantoso, oscurecido por el miedo, cargado por el dolor, es el mundo en que vivimos! Especialmente para aquellos que soportan además la carga de la edad, cuyos amigos y todos los que les preocupan en especial padecen de lo mismo. Chesterton dijo que es nuestro deber mantener flameando la Bandera de Este Mundo: pero hoy exige eso un patriotismo más vigoroso y sublime que entonces. Gandalf agregó que no nos corresponde a nosotros elegir la época en que nacemos, sino hacer lo que esté de nuestra parte para componerla; pero el espíritu de la maldad en los sitios encumbrados es ahora tan poderoso y sus encarnaciones tienen tantas cabezas, que no parece haber nada más que hacer que negarnos personalmente a venerar cualquiera de las cabezas de la hidra...
Y sin embargo, a pasar de la oscuridad y de la angustia, siempre hay un motivo para alentar “la esperanza a la que hemos sido llamados” (Ef. 1,18). En carta a uno de sus hijos escribía:
Nacimos en una era oscura fuera del momento debido (para nosotros). Pero hay este consuelo: de otro modo no sabríamos lo que amamos o no lo amaríamos tanto. Imagino que el pez fuera del agua es el único que tiene vocación acuática.
De modo que en el Milagro Primordial (la Resurrección) y también en los milagros cristianos menores, aunque en menor escala, no sólo se tiene el súbito atisbo de la verdad tras la aparente Ananke de nuestro mundo, sino un atisbo de que es realmente un rayo de luz a través de las grietas mismas del universo que nos rodea.
The Wanderer
Fátima y el posible cisma alemán
Duración 23:49 minutos
https://www.youtube.com/watch?v=gnMqVc9a2Xw&t=14s
Ante los acontecimientos que están ocurriendo en Alemania, una breve reflexión para, Que no te la cuenten... P. Javier Olivera Ravasi, SE
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miércoles, 12 de mayo de 2021
¿Qué es una ideología? Conversando con un experto: José Ramón Ayllón
Duración 56:55 minutos
José Ramón Ayllón es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Oviedo. Especialista Universitario en Bioética por la Universidad de Valladolid. Coordinador editorial de Nueva Revista. Ha sido profesor de Antropología Filosófica y Ética en la Universidad de Montevideo y en la Universidad de Navarra. Ha escrito las biografías «El hombre que fue Chesterton» y diversos ensayos, a saber, «El mundo de las ideologías», «10 ateos cambian de autobús», «Las raíces de Europa» y «Desfile de modelos» (finalista en el premio Anagrama de ensayo).
Entre sus novelas: «Querido Bruto», «Etty en los barracones», «Otoño azul» y «Vigo es Vivaldi».
En la presente entrevista conversaremos acerca del origen y la esencia de las IDEOLOGÍAS para,
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
La verdad por encima del miedo: covid-19, la vacuna y el Gran Reinicio (Monseñor Viganò)
Venite, faciamus nobis civitatem et turrim,
cujus culmen pertingat ad cœlum.
Génesis 11,4
«Vendrá un tiempo en que los hombres perderán la razón, y cuando vean a alguien que no esté loco se abalanzarán contra él diciendo: “estás loco”, porque no es como ellos»
San Antonio Abad
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Mi más sentido agradecimiento al Dr. Patrick Coffin por brindarme la oportunidad de participar en la cumbre mundial Truth Over Fear: Covid-19, the Vaccine and the Great Reset. Antes de hablar, aprovecho para saludar a los participantes y bendecir su compromiso con la verdad, en particular en estos tiempos de gran confusión y entenebrecimiento de las mentes y las conciencias.
Sin duda tienen noticia de mi declaración del pasado 25 de marzo, en la que manifesté mi intención de celebrar este acto y presentar de antemano los temas a tratar, exponiendo algunos de ellos con más precisión. Lo que les voy a decir se refiere a otros aspectos y tiene por objeto completar mi exposición anterior.
Los medios de prensa, los políticos, los grandes empresarios y hasta los sacerdotes y los obispos nos hablan obsesivamente de un mundo interconectado en el que las facultades humanas se verán ampliadas por una serie de apéndices tecnológicos que nos permitirán dar instrucciones a nuestro automóvil, encender la luz de la sala hablando a un cilindro plástico, solicitar información relativa al tránsito diario, encargar la cena al restaurante por el teléfono móvil y saber si es inminente la fecha de expiración del cartón de leche que tenemos en el refrigerador. Según nos dicen, un mundo así supone una conquista y un progreso para la humanidad. Muchas de las maravillas que nos esperan ya existen. Otras son de inminente aparición; ya están patentadas y a punto de salir al mercado.
Imaginemos por un momento que a principios del año pasado alguno de nosotros se hubiera visto por casualidad aislado de todo lo que estamos viviendo. Supongamos que decidió retirarse a una casita en la montaña para escribir un libro, o que ingresó en un monasterio para una temporada de retiro y oración. Lejos de la televisión, los periódicos y otros medios informativos, y sin recibir las últimas noticias en el teléfono celular. Sólo oye la música de la naturaleza, el canto de los pájaros, el susurro del viento, el fragor de un torrente y el tañido de la campana. Hasta que al cabo de más de un año este afortunado amigo concluye su aislamiento y regresa al mundo, creyendo lo encontraría tal como lo dejó.
¿Qué se encontraría a su regreso esta persona que estuvo apartada de todo mientras los demás estábamos encerrados en nuestra casa durante el confinamiento impuesto por casi todos los gobiernos del mundo?
Nuestro amigo descubrirá que mientras él se entregaba a escribir su novela o a meditar sobre los textos de los Padres de la Iglesia el mundo se volvió loco, ni más ni menos. Un síndrome gripal, que según datos oficiales tiene aproximadamente la misma tasa de mortalidad entre los ancianos y las personas de salud frágil que cualquier gripe estacional ha servido de pretexto para sembrar el terror en la población, con la complicidad de los políticos, la prensa, los médicos y hasta las fuerzas del orden. Se verá rodeado de personas que se cubren el rostro con mascarillas quirúrgicas incluso en la calle, porque les han dicho que así se evita el contagio. Cuando vuelva a su ciudad e intente ir de compras, verá que no lo dejan entrar en el supermercado por no llevar el ridículo bozal, y tampoco podrá entrar a un restaurante sin que primero lo sometan a una PCR, prueba que hasta el año pasado se consideraba ineficaz como método diagnóstico. Le dirán que esta pandemia ha causado millones de muertes, y eso que en 2020 el número de fallecimientos a nivel mundial fue prácticamente el mismo que en años anteriores. También le dirán que por un virus gripal que es sabido que muta como cualquier otro coronavirus las autoridades de todos los países han adquirido miles de millones de dosis vacunas de reconocida ineficacia, pues no garantizan la inmunidad, y de hecho tienen graves efectos secundarios, cosa que nadie quiere reconocer.
Nuestro amigo quedará estupefacto al enterarse de que en cuanto se dio el primer brote en un lugar remotísimo de China, en vez de suspender los vuelos y cerrar las fronteras, hubo quienes declararon que aquello era una campaña racista contra el país asiático y se desvivieron por manifestar solidaridad yendo a comer rollitos de primavera a un restaurante chino de su localidad, con una cohorte de fotógrafos y reporteros para dar cuenta del acto. Sabrá por la prensa que desde hacía más de una década, muchos países habían abandonado sus sistemas de salud, cerrado hospitales y descuidado los planes de contingencia para epidemias. No entenderá cómo es que se han prohibido tratamientos eficaces y en la propia casa, dejando que los enfermos empeoren para atiborrar con ellos las unidades de cuidados intensivos y dejarlos morir conectados a respiradores. Quedará horrorizado cuando le digan que no se practicó la autopsia a los cadáveres, y que se los incineró sin hacerles honras fúnebres en la iglesia, como si quienes los dejaron morir no quisieran que quedara rastro de sus fechorías.
Nos podemos imaginar lo absurdo e incomprensible que resulta todo esto para quien no está bombardeado día y noche por los terroristas medios de prensa. Igual de inconcebible es la pasividad y resignada obediencia de las masas a los dictados de las autoridades civiles y religiosas. Porque nuestro amigo también descubrirá que en la Iglesia también ha cambiado la situación: ya no hay agua bendita, los reclinatorios han desaparecido para dejar lugar a sillas espaciadas con letreros que te dicen dónde te puedes sentar, se limita el aforo en los templos y la Comunión sólo se puede recibir en la mano por razones higiénicas. Se enterará de que no sólo los párrocos y los obispos se han sumado a la histeria colectiva, sino que hasta han hecho su contribución personal, en algunos casos llegando al extremo de exigir PCR y certificado de vacunación a quienes quieran asistir a Misa. Hasta ponen el famoso video de Bergoglio solito en la Plaza de San Pedro, o la entrevista en que afirma que vacunarse es «un deber moral”, a pesar de que las vacunas están producidas a partir de tejidos procedentes de fetos abortados. Y también le dirán que la Congregación para la Doctrina de la Fe se apresuró a decir que era moralmente lícito ponerse esas vacunas.
Cuando hable con amigos a los que no ha visto en más de un año, nuestro amigo descubrirá que les han prohibido salir, verse en vacaciones, celebrar Semana Santa y Navidad, ir a Misa, confesarse y recibir otros sacramentos; que el Estado ha decretado confinamientos domiciliarios y toque de queda, y se han cerrado tiendas, restaurantes, museos, gimnasios, colegios y bibliotecas. Todo está cerrado por miedo a un virus que se podría –que se puede– curar con tratamientos que han prohibido la OMS y otros supuestos expertos, ordenando en su lugar una «prudente espera». Y si pregunta cómo es que nadie ha protestado, le explicarán que también se han prohibido las manifestaciones de protesta y reprimidas duramente por la policía. Y que en algunos países se han construido centros de detención para quienes no quieran someterse a la vacunación, y que se ha hecho obligatoria una app. que permite ubicar a los ciudadanos en todo momento, y ya se teoriza el empleo de un microchip subcutáneo capaz de detectar positivos o servir de pasaporte que identifique a los vacunados, lo cual les permitiría viajar en avión y acceder a restaurantes.
Todo esto ha sido posible gracias al silencio de los magistrados, mientras comisiones científicas anónimas imponían tiránicamente su autoridad por medio de una normativa absurda e ineficaz. Millones de personas confinadas en arresto domiciliario tendrían que haber reducido lógicamente el número de contagios, cuando la verdad es que los países en que no se impuso confinamiento han registrado menos muertes. Millones de personas impedidas de trabajar, reducidas a la miseria por medio de decisiones ilegítimas e inconstitucionales, han obedecido a la espera de unas limosnas miles de veces prometidas que nunca llegan. Millones, por no decir miles de millones, de personas sufren las consecuencias de las decisiones de unos pocos filántropos que han conseguido imponer unas vacunas producidas por compañías farmacéuticas de las que son los principales accionistas, con la aprobación de organismos supervisores financiados por ellos mismos. Sin conflicto de intereses, sin crímenes de lesa humanidad, sin infringir las libertades naturales y los derechos fundamentales de los ciudadanos. Todo ha ido como una seda, como en una película distópica.
Pues bien, amigos; aquello a lo que se enfrenta nuestro amigo es el mundo soñado por el Gran Reinicio, por los promotores del Nuevo Orden Mundial, los secuaces de la secta mundialista. Un mundo transhumano en el que algoritmos brotados de mentes morbosas y diabólicas deciden si uno puede salir de casa, qué tratamientos se le deben administrar, qué actividades se le permiten y quiénes tienen derecho a trabajar. Y mientras nos tenían encarcelados sin rejas en nuestra casa confiados en la demencial publicidad de la televisión y las redes sociales, al amparo de las tinieblas iban instalando torres de telefonía 5G por todas partes para hacer posibles los avances tecnológicos que permitirán conectarnos a todos y a todo, desde una batidora o un iPad hasta los automóviles eléctricos, pasando por la enseñanza a distancia. Con la perpetua obligación del distanciamiento social y teniendo que vacunarse cada seis meses, aunque todo vaya bien, en nombre de una pandemia cuyos estragos sólo se ven en los medios de difusión y en su desafortunado manejo por parte de los políticos y los médicos del régimen.
Aunque nuestro amigo no es médico, al no haber estado sometido a este año y medio de delirante bombardeo por la televisión, el celular y la computadora, se da cuenta de la locura de lo que nos han hecho a todos con este plan criminal urdido por la élite. Y también se ha dado cuenta –como nos la dimos nosotros– de que la jerarquía católica ha desempeñado un papel importante en lo que se refiere a imponer el discurso oficial, valiéndose de la autoridad de la Iglesia para ser cómplice de un crimen monstruoso, un fraude colosal contra Dios y la humanidad.
Si comparamos cómo vivíamos en enero de 2020 con cómo han terminado por obligarnos a vivir, no podemos menos que reconocer el éxito alcanzado por este plan infernal, aceptado por la mayoría como algo inevitable. Hay quienes, incapaces de aceptar la irracionalidad intrínseca de las medidas adoptadas por los gobernantes, han suspendido totalmente el juicio y se han entregado a sus verdugos. Otros, buscando un sentido espiritual a la histeria colectiva, ruegan a Dios por el fin de una plaga inexistente o se adaptan a la nueva liturgia pagana del covid. Y algunos otros, más combativos, son incapaces de resignarse a la monstruosidad de lo que pasa y esperan una intervención divina.
Ojalá tuviéramos el sentido común para pensar por nosotros mismos, para hacer uso de la razón con que nos ha dotado el Padre Eterno. Entonces comprenderíamos al momento que este horror no es otra cosa que el mundo patas arriba al que aspira el Enemigo eterno de la especie humana, la pesadilla infernal deseada por los siervos de Satanás, el Nuevo Orden Infernal que preludiará la llegada del Anticristo y del final de los tiempos. Sólo así nos daremos cuenta de la apostasía que ha tenido lugar en las más altas instancias de la Iglesia, entregada a demostrar su obediencia a la ideología mundialista, hasta el punto de negar a Cristo crucificado y preferir las pesadas cadenas de Lucifer al ligero yugo de Cristo.
Si hay un Gran Reinicio que necesita la humanidad, sólo lo podrá encontrar regresando a Dios, en la verdadera conversión de las personas y de la sociedad a Cristo Rey, a quien hemos permitido durante mucho tiempo que sea destronado en aras de una perversa libertad que lo permite y legitimiza todo excepto el bien.
El Gran Reinicio tuvo lugar en el Gólgota, en el momento en que Satanás creyó que mataba al Hijo de Dios evitando así la Redención, cuando en realidad había sellado su derrota definitiva. Lo que actualmente presenciamos no es sino una secuela de la batalla entre Cristo y Satanás, entre el linaje de la Mujer vestida de luz de la que habla el Apocalipsis y el linaje condenado de la antigua Serpiente.
Al aproximarnos a la persecución del final de los tiempos, contamos con la certeza sobrenatural de que esta misma grotesca pandemia, miserable pretexto para la instauración de una sinarquía antihumana y anticristiana, está destinada al fracaso, porque Cristo ya ha derrotado al eternamente vencido en una victoria aplastante e inexorable. Fortalecidos con la certidumbre de tan épica victoria, que tal vez veamos muy pronto, hemos de combatir bajo la bandera de Cristo Rey y el amparo de la Reina de las Victorias, a quien dio el Señor poder para aplastar la cabeza del Maligno.
Si volvemos a Cristo, comenzando por nosotros mismos y nuestras familias, no sólo lograremos que se nos abran los ojos para entender el absurdo de la situación que vivimos, sino que también sabremos combatir eficazmente con las armas imbatibles de la Fe. «Omne, quod est ex Deo, vincit mundum: et haec est victoria, quae vincit mundum, fides nostra: Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la verdad que ha vencido al mundo: nuestra fe» (1 Jn 5,4). Entonces, la nueva Torre de Babel, el castillo de naipes covidiano, la farsa de las vacunas y el fraude del Gran Reinicio colapsarán inevitablemente manifestando con su diabólica naturaleza el plan asesino del Adversario y sus secuaces.
Pongamos la vista en la Nueva Jerusalén que desciende del Cielo, la Santa Iglesia, que en la visión de San Juan apareció «como una novia que se engalana para su Esposo» (Ap. 21,4) Nuestro Gran Reinicio lo lleva a cabo Nuestro Señor: «He aquí, Yo hago todo nuevo » (Ap.21,5); «Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin» (Ap.21,6). Que toda la Corte Celestial nos asista y proteja en esta épica batalla en la que nos gloriamos de servir bajo los estandartes de Cristo Rey y nuestra Reina María.
+Carlo Maria Viganò, arzobispo
Ex nuncio apostólico en los Estados Unidos de América
[1] La plataforma que iba a transmitir el acto, programado para el 30 de abril y el 1º de mayo pasados, ha sido víctima de la censura e inutilizada. El acto ha tenido lugar una semana más tarde. https://www.restoretheculture.com/library
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)
lunes, 10 de mayo de 2021
QUINTO DOMINGO DE PASCUA: La fuerza de la oración.
Homilía predicada el 17 de mayo de 2009.
Duración: 31 minutos
https://www.alfonsogalvez.com/podcast/episode/d959d69f/v-domingo-de-pascua
Cardenal Burke: en Alemania “ahora hay un cisma”
En Alemania “hay ahora un cisma que es real, aunque no declarado, en la práctica es un cisma, si se lo puede llamar así”.
El cardenal Raymond Burke le dijo esto el 2 de mayo al sacerdote argentino Javier Olivera Ravasi en un videochat en español. Explica que los obispos alemanes están llevando a la Iglesia a la herejía respecto a la homosexualidad, el matrimonio y otras doctrinas católicas fundamentales. También señala que “no han sido disciplinados” [por Francisco].
Preguntado por los cinco Dubia presentados a Francisco en 2016, Burke informó que “no hemos recibido ninguna respuesta ni un acuse de recibo”. El cardenal expresó su opinión de que “todavía no sabe” lo que Francisco piensa sobre las cuestiones planteadas por los Dubia. En realidad, Francisco no ha dejado ninguna duda de que apoya la Comunión a los adúlteros.
En cuanto a la Misa Tradicional en latín, Burke dijo que se mantuvo igual durante 14 siglos y que sólo cambió radicalmente después del Vaticano II. Sin embargo, “especialmente los jóvenes” buscan la Misa en latín.
domingo, 9 de mayo de 2021
viernes, 7 de mayo de 2021
Estamos hartos y tenemos soluciones (Vídeo) Natalia Prego, Fernando López Mirones
DURACIÓN 7:07 minutos
La Dra Natalia Prego Cancelo especialista en medicina comunitaria y el biólogo Fernando López Mirones reclaman un debate científico, precisamente en honor a los que sufren y a los fallecidos. Médicos y Científicos , biólogos por la verdad unidos, hartos del autoritarismo, porque tienen soluciones.
La grieta en la Iglesia II (Monseñor Héctor Aguer)

En la primera nota del mismo título, publicada en InfoCatólica, presenté algunos antecedentes bíblicos, las divisiones en las primeras comunidades cristianas, concretamente los sjísmata que asolaban a la Iglesia de Corinto, y que San Pablo combatió con energía. Asimismo, señalé el origen de la grieta actual en una interpretación del «espíritu del Concilio», corregida repetidamente por Pablo VI. Doctrinalmente, la grieta se abre a causa de la pretensión progresista de imponer «nuevos paradigmas», desdeñando la gran tradición eclesial.
Yo empleo espontáneamente el calificativo de progresista. Según la tercera acepción del término, registrada en el Diccionario de la Real Academia Española, se llama así a «la persona, colectividad, etc. con ideas avanzadas, y a la actitud que esto entraña». En un sentido religioso el término comenzó a usarse ampliamente después del Concilio Vaticano II; hoy en día al movimiento o corriente se le puede atribuir la desacralización o secularización de la misión de la Iglesia, que es reformulada para orientarla, en diálogo con otras religiones y culturas, a hacerse levadura de la fraternidad universal, ya que todos somos hermanos, fratelli tutti. El planeta es la patria, y la humanidad su pueblo, empeñados en un proyecto común para rehacer la historia en una unidad pluriforme que engendre nueva vida. Las prioridades son el cuidado de la naturaleza, la defensa de los pobres y la construcción de redes de respeto y fraternidad. Se me ocurre que ante estos avances católicos –que constituyen una verdadera gnosis- la masonería ha quedado descolocada. Este es el lugar para introducir una breve digresión semántica: adelphós –hermano- se decía en la Grecia clásica de los miembros de la misma tribu o nación. En el Nuevo Testamento designa a los miembros de la comunidad cristiana, que comparten la gracia de la adopción filial recibida en el Bautismo. No he encontrado que en el Nuevo Testamento se llame adelphós a un no cristiano.
El Cardenal Robert Sarah, que ha sido inmediatamente «misericordiado» al igual que otros obispos considerados molestos, ha descrito en un libro magnífico la noche que se cierne sobre la Iglesia. En esa obra anota que en comparación con la situación actual, el modernismo de principios del siglo XX, al cual San Pío X destinó la Encíclica Pascendi dominici gregis fue «un simple resfrío». Prolongando esa imagen, podemos decir que ahora hemos pescado una terrible pulmonía (el covid 19 es inocente).
Me detengo un momento en la caracterización del progresismo eclesiástico, que asume implícitamente una filosofía del progreso y el pathos religioso intramundano que es una de sus notas. Hablo de él en términos absolutos, excluyendo versiones y matices. Me parece importante advertir que los mismos se verifican en la adhesión a los criterios progresistas, en las conclusiones pastorales que de ellos se derivan, y en las realizaciones que se producen en las diócesis, desde las más leves o desvaídas hasta las rigurosas. Al hablar del progresismo habría que tener en cuenta las gradaciones que se distinguen entre sí sin perder el nombre, es decir, una identidad fundante. Esta circunstancia ayuda a ser ponderados en el juicio de posiciones eclesiales y de personas, para evitar injusticias que engendran confusión.
La inspiración progresista estaba en pleno auge en los años 70 del siglo pasado; se presentaba como la realización legítima del «espíritu del Concilio», en ajenidad y aun en oposición a la gran Tradición de la Iglesia. El otro borde de la orilla de la grieta era despreciado como «tradicionalismo» –así se hablaba-, como una actitud «conservadora». El progresismo, que tenía sus mentores y un gran poder de difusión, era una verdadera ideología; su incomodidad con la tradición expresaba aquella heterogeneidad que San Vicente de Lerins, en el siglo V, consideraba deformación del auténtico desarrollo católico de la doctrina y las instituciones eclesiales. Ese «nuevo modelo de hablar» –sentenciaba- es más propio de los herejes que de los católicos. El progresismo abrió una grieta en la sólida estructura de la comunión eclesial, y tuvo derivaciones políticas asociadas con los movimientos subversivos que florecían en aquel tiempo.
Mencionemos ahora la dimensión operativa. Cuando gente de ese estilo se apodera de una diócesis en la que todo discurría católica y pacíficamente, instaura una especie de imperialismo: el control despótico puede encubrirse con un rostro de simpatía y con buenos modales. Inclusive puede apelar a una devoción sentimental, como las que profesan algunos movimientos y sociedades apostólicas. La principal presa codiciada es el Seminario, inmediatamente comienzan con la coacción y los ardides para lograr que los candidatos cambien su visión de las cosas y adopten los nuevos planteos; esta actitud suele provocar la dispersión. Algunos se acomodarán a las nuevas circunstancias, otros dejarán el Seminario. El progresismo es esencialmente infecundo; en las diócesis que domina no surgen normalmente vocaciones (¿qué sólidas razones puede ofrecer para que un joven entregue su vida a Dios y a la Iglesia?). Me viene a la memoria al escribir esto la sentencia de Soren Kierkegaard en su Ejercitación del cristianismo: «Lo absoluto consiste únicamente en escoger la eternidad».
El Vaticano II ha ofrecido en los Decretos Presbyterorum ordinis y Optatam totius Ecclesiae renovados criterios para el fomento de las vocaciones sacerdotales, fundados en una teología del ministerio presbiteral y en una espiritualidad que –en mi opinión- valen especialmente para los sacerdotes diocesanos; quienes no tendrán necesidad entonces de unirse a terceras órdenes, o adoptar la espiritualidad de sociedades y movimientos apostólicos. Si en una diócesis se adoptan esa teología y esa espiritualidad del ministerio, pueden florecer vocaciones. Los textos conciliares deben ser leídos, como enseñó reiteradamente Benedicto XVI, a la luz de la Gran Tradición de la Iglesia; en esa continuidad se destacan, a la vez, su arraigo y su novedad. La condición es asumir con fidelidad y coraje esos criterios en una diócesis, instrumentando una inteligente pastoral vocacional.
El vaciamiento de los Seminarios comienza con la decadencia de la formación humanística, que según los Padres Conciliares debe apoyarse en el «patrimonio filosófico de perenne validez» (Optatam totius, 15); incautamente se lo abandona sin advertir que la adhesión a sistemas filosóficos modernos no ofrece el fundamento adecuado para la reflexión teológica. El Vaticano II exhortaba a «profundizar en los misterios y descubrir su conexión por medio de la especulación, bajo el magisterio de Santo Tomás» (Optatam totius, 16). El desprecio de Santo Tomás, y el desconocimiento de la renovación tomista protagonizada por Cornelio Fabro, van unidos a un cierto biblicismo y el recurso exclusivo a la teología positiva. Se arruina así el pensamiento de la fe, que debe acompañar a la oración, tratándose de personas que han de ejercer un ministerio de predicación para hacer crecer a los fieles en el conocimiento y el amor a Jesucristo. Los problemas culturales de hoy, sobre todo en una sociedad descristianizada, exigen que el testimonio cristiano esté avalado por una formación que habilite para el diálogo, y si es necesario, para la discusión serena y profunda de aquellas cuestiones más urgentes sobre las cuales hay que contar con el influjo confusionista y superficial de los medios de comunicación.
En la Argentina, diócesis con ochocientos mil o un millón de habitantes cuentan apenas con un centenar de sacerdotes, y los seminaristas se cuentan con los dedos de una mano; ¡pero no les falta obispo auxiliar! Apunto a un rasgo curioso: la multiplicación de obispos auxiliares.
Un signo evidente de la destrucción se encuentra en la liturgia: ni respeto de las rúbricas, ni solemnidad, ni belleza. En la Constitución Sacrosanctum Concilium se recurre constantemente al adjetivo sagrado para designar a la liturgia y sus realidades. El capítulo VI está dedicado a la música sagrada; se dice: «Consérvese y cultívese con sumo cuidado el tesoro de la música sacra» y concretamente «foméntense diligentemente las scholae cantorum…» (n. 114). En cuanto a los Seminarios, se afirma: «Dése mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios» (115). Más aún: «La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana…» y no se excluye la polifonía. Pero caído en manos progresistas se destruye tanto la scholae cuanto el coro polifónico, y se imponen ritmos sincopados y percusivos, los cantos populares carentes de todo valor artístico; se iguala siempre por lo bajo. Además, se prohíbe el latín, con lo que se eliminan aquellos cantos que habían llegado a ser ampliamente utilizados por el pueblo.
En otro artículo me he referido a la falsa oposición entre estudio y pastoral; el menosprecio de la aplicación al estudio comienza en el Seminario, la doctrina, entonces (la didajé o didaskalía), es postergada por una preferencia que se otorga a la hipertrofia de una pastoral, que no pasa muchas veces de devaneos insustanciales. Prematuramente se envía a los seminaristas a las parroquias. Es esta otra dimensión de la grieta que se manifiesta luego en la distribución de los cargos y en la elección de obispos. El progresismo presume de pastoralidad.
Un detalle que puede juzgarse sin mayor relieve, pero que es significativo: el odio de la sotana, cuyo uso suele ser prohibido a los seminaristas; por otra parte, no se cuida respetar la obligación de los clérigos de usar una vestimenta que los distinga. Se trata de secularizar todas las realidades eclesiales; he oído decir ya hace tiempo a algunos obispos que no existe distinción entre sagrado y profano. Un hombre primitivo se escandalizaría de semejante afirmación. Los estudios de fenomenología de la religión muestran claramente que aun en las culturas más antiguas existía un sentido de lo sagrado: era «lo otro», «lo distinto», lo perteneciente al mundo de los dioses. Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, instituyó la nueva y definitiva sacralidad en su persona y en su sacrificio pascual, asumiendo y cumpliendo por superación el esbozo de las culturas primitivas y la ritualidad de la Antigua Alianza. Los seminaristas deben ser educados en el reconocimiento de estas realidades para que comprendan la centralidad que tiene en la Iglesia la celebración de los misterios del culto divino.
La cuestión que aquí he esbozado me parece de máxima actualidad, cuando muchos en la Iglesia, impulsados por ciertas declaraciones oficiales, subordinan el orden sobrenatural de los sacramentos a la cobertura de cuestiones culturales, sociales y políticas. No advierten que el principal aporte que puede hacer la comunidad eclesial es la gracia del Señor, capaz de renovar los corazones para que tiendan sinceramente a buscar la justicia tan deseada y a trabajar por ella. El peor servicio que la Iglesia puede hacerle al mundo es mundanizarse, y perder su originalidad para competir con las fuerzas políticas y sociales, consintiendo así con el vacío de Dios que afecta a la cultura actual. ¿Quién puede hacerlo presente, devolverlo al mundo, sino ella? En esto reside el error principal del progresismo.
Quedó explicada la dimensión operativa de la grieta, los casos repetidos en todo el mundo cuando una diócesis es atrapada por la dialéctica progresista. Resta una posible cuestión: puede ocurrir, milagrosamente casi, según las leyes de la inescrutable providencia de Dios, que a una diócesis devastada –pienso en situaciones extremas que se registran en tantos países, digamos por ejemplo Alemania o España-, o hundida en la inoperancia y confundida por la promoción insensata de un diálogo que ha ido corroyendo su sustancia, llega un obispo según la tradición, un hombre de recta doctrina y mucha oración, un caso que en estos últimos años pudo verificarse ut in paucioribus (con poca frecuencia). ¿Qué deberá hacer? Entregar su vida en un empeño pastoral de reconstrucción. Para ello, será prioridad formar sacerdotes: promover con inteligencia la pastoral vocacional, que articule la pastoral familiar y la educativa; si esta actividad tiene éxito, como es muy probable, podrá pensar en la formación de los seminaristas en la propia diócesis. Crear su seminario diocesano -¡si lo dejan!- para aplicar en él los criterios del Vaticano II, en lugar de enviar candidatos a una institución en la que están vigentes las deformaciones impuestas por el falso «espíritu del Concilio», o deficiencias en diversos aspectos. En estas cuestiones se juega el futuro de la Iglesia. Es de esperar una intervención providencial del Señor, y la intervención de su Madre y de San José. Como en el camino hacia Emaús, el Señor parece pasar de largo –autos prosepoiēsato porrōteron poreuesthai - los discípulos le dijeron con insistencia, casi forzándolo: «quédate con nosotros porque ya es tarde y el día se acaba» –Meinon meth’ hēmōn- (Lc 24, 28-30). ¡Sí, quédate con nosotros, Señor, porque se acabó el día, y ha caído la noche sobre la Iglesia!
+ Héctor Aguer
Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
Académico de Número de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro.
Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).
Buenos Aires, jueves 29 de abril de 2021.
Memoria de Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia.
La grieta en la Iglesia I (Monseñor Héctor Aguer)
No es arbitrario considerar que la grieta actual de la Iglesia está íntimamente relacionada con las proyecciones del Concilio Vaticano II. Leyendo las discusiones de los Padres en el aula se advierte la contraposición de dos tendencias.
Monseñor Héctor Aguer – 14/07/20 10:15 AM
En la Argentina actual suele usarse el nombre de grieta para caracterizar la situación política, las divergencias ideológicas entre partidos o sectores de la sociedad, y la discordia, que torna imposible, o muy difícil de lograr, cualquier acuerdo o entendimiento. En realidad, son males ancestrales en nuestra historia. El nombre empleado, asumido por los comentaristas como un término técnico es por demás elocuente. La grieta es, por definición, la «quiebra o abertura que se hace naturalmente en cualquier cuerpo sólido»; es una rotura o hendidura que, aunque no llega a dividir del todo, implica pérdida o menoscabo. Así ocurre en el cuerpo social; por eso principalmente el país se empantana en el subdesarrollo. La grieta es todo lo contrario de la solidaridad, de la amistad social.
El fenómeno señalado se verifica también en la Iglesia, en las comunidades cristianas, y asimismo en este ámbito sucede desde los inicios. Me permito unas pocas referencias bíblicas. El menoscabo es doble, del orden de la fe y del de la caridad. Un caso bien notorio es el de la Iglesia de Corinto, tal como aparece en las dos cartas del Apóstol Pablo. Este reprueba severamente las discordias, por ejemplo: «En el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo»; es decir, que digan todos lo mismo (tò autò légete pántes, que digan y piensen lo mismo); «que no haya divisiones (sjísmata, cismas) entre ustedes y vivan en perfecta armonía», con el mismo pensamiento, manera de ver, sentimiento (nóos) y el mismo juicio o convicción (gnōmē), 1 Cor 1, 10.
Pablo registra la gravedad de los hechos: «Cada uno afirma: yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo» (1 Cor 1, 12). Dios ha dispuesto otra cosa para la Iglesia: «Que no haya división -sjísma- y que todos los miembros del cuerpo sean mutuamente solidarios», literalmente: que se preocupen, tengan la misma solicitud -merimnōsin- los unos por los otros. La vida cristiana descarta los arrebatos, la agitación interior que infla el alma, la irritación, el resentimiento y la cólera (1 Tim 2, 8: joris orges kài dialogismoû); el ideal es vivir en paz unos con otros (1 Tes 5, 13: eirenéute en heautôi); ser pacientes con todos (ib. 14: makrothyméite pròs pántas), ayudarse mutuamente a llevar las cargas (Gál 6, 1-2: allelon tà báre bastádzete), y corregir con dulzura (ib. en pnéumati praÿtetos, con espíritu de suavidad).
Todas estas actitudes son posibles, y se hacen necesarias, como aplicación y vivencia de una fe que se comparte unánimemente; los pastores de la Iglesia deben cuidar esa identidad de la fe, como servidores de Cristo, que alimentan con las enseñanzas de la fe y de la buena doctrina (1 Tim 4, 6: tes kalés didaskalías), rechazando los mitos ridículos, cuentos de viejas (ib. 7: graodeis mýthous). La exhortación del Apóstol a su discípulo Timoteo vale para todos los tiempos: «... arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y afán de enseñar» (2 Tim 4, 2: en páse makrothymía kái didajé). Sigue una profecía, cumplida reiteradamente en la historia de la Iglesia: «Llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina -tes hyglainoúses didaskalías-, por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas» -mýthous- (2 Tim 4, 2-4). ¡Una excelente descripción de las herejías y, en general, de los errores que dan la espalda a la gran tradición eclesial!. San Vicente de Lerins señalaba que los herejes no sólo no veneran la antigüedad, sino que se apegan a la novedad con todas sus fuerzas; con espíritu de disensión pretenden dar a la Iglesia un aspecto nuevo. Por eso concluía: «Evita las novedades profanas de lenguaje».
No es arbitrario considerar que la grieta actual de la Iglesia está íntimamente relacionada con las proyecciones del Concilio Vaticano II. Leyendo las discusiones de los Padres en el aula se advierte la contraposición de dos tendencias. Sin embargo, los documentos conciliares fueron aprobados por una casi unanimidad. En la votación final de cada uno de ellos, los votos negativos fueron, según los casos, 2, 3, 4, 5, 6, 10, 11, 14, 19, 35, 39, 70, 75, 164. El día de la conclusión de la Asamblea, cuando se aprobaron los últimos cuatro documentos, se desencadenó un momento de alegría en el que todos se abrazaban emocionados. Sin embargo, las divergencias que se notaron claramente en el aula conciliar, reaparecieron en el posconcilio. La invocación de un supuesto «espíritu del Concilio» inspiró toda clase de arbitrariedades en materia dogmática, moral, espiritual y de doctrina social. Pablo VI señaló que se trataba de una crisis de fe, y procuró hacerle frente en su magisterio de los años 1968 - 1978. Un caso digno de especial mención fue la oposición de vastos sectores eclesiales a la encíclica Humanae vitae. El largo pontificado de Juan Pablo II permitió hacer un balance y ubicar en su sitio las reformas realizadas. Lo mismo puede decirse del magisterio de Benedicto XVI, quien insistió recordando que los textos del Vaticano II deben ser leídos «a la luz de la gran tradición de la Iglesia». Este Papa dio un paso fundamental para superar la grieta litúrgica al autorizar el empleo de la forma extraordinaria del rito romano. El disenso tenía causas más profundas, que se revelan en la extensión de la grieta actual.
Algunos autores que ejercen un influjo importante, consideran que el Concilio ha revolucionado la manera del hacer y del pensar creyente. Se propone entonces la construcción de un «humanismo nuevo», basado en un cambio radical de paradigmas en diálogo con otras religiones y culturas; la Iglesia tendría que hacerse levadura de la fraternidad universal. Llama la atención el empleo de términos clásicos del vocabulario masónico; la finalidad de la acción eclesial sería hallar, en contacto con otras tradiciones religiosas y renovando el proceso de deshelenización del cristianismo, pistas de resolución de los problemas que afectan a la humanidad de hoy.
La misión evangelizadora de la Iglesia es así alterada en sus elementos esenciales; se la desea incorporar a un proyecto mayor que la supera: una verdadera gnosis, análoga a la que San ireneo refutaba en el siglo II, en su obra «Contra las herejías». Se fomenta de este modo la grieta al reconocer un valor positivo al conflicto, con la convicción insólita de que conduciría a una unidad plena y a la creación de nueva vida; en este planteo asoma la inspiración hegeliana. La misión que el Señor encomendó a los Apóstoles con las palabras inconfundibles del mandato registrado al final de los Evangelios de Mateo y de Marcos, queda secularizada completamente: se trataría de concebir el planeta como patria, y la humanidad como pueblo, para empeñarse en un proyecto común, que ya no es procurar expresamente que todos los hombres crean en Jesucristo, asuman su enseñanza y cumplan todo lo que Él nos ha mandado.
Para emplear los símbolos del Apocalipsis podríamos decir: la Bestia de la tierra, el falso profeta, induce a adorar a la Bestia del mar, la potencia secular divinizada (cf. Apoc. 13). Los nuevos paradigmas de pensamiento y acción tendrían así cabida en el contexto del pluralismo ético-religioso que caracteriza al mundo contemporáneo, y diseñarían en él un modo de hacer la historia para alcanzar una unidad pluriforme que engendre nueva vida. En estos términos se habla. La finalidad es el cuidado de la naturaleza, la defensa de los pobres, la construcción de redes de respeto y fraternidad.
Con toda razón, el Cardenal Robert Sarah ha escrito que en comparación con la situación de la Iglesia actual, la crisis modernista, descrita y condenada por San Pío X, fue «un simple catarro». Obviamente, quienes permanecen fieles a la gran tradición eclesial, a la que conocen muy bien y a la que adhieren con amor, no pueden aceptar una transformación de la misión eclesial contraria a su identidad. La grieta afecta a los dos órdenes, el de la fe y el de la caridad; verdad y amor -alētheia y agápē- son inseparables; una especie de «concordia ecumenista» es incompatible con la integridad de la Verdad católica. La alteración de la conciencia teologal y teológica, con la pretensión de diseñar y realizar nuevos sistemas de presentación de la verdad cristiana, solo puede llevar a la ruina de la fe y el más estruendoso fracaso pastoral.
Los principales responsables de la grieta eclesial somos los hombres de Iglesia, con nuestros errores y pasiones (epithymíai, un término frecuente en la Escritura). Pero se debe incluir también un factor preternatural: aquel que es mentiroso -pséustes- y padre del pséudos, mentira, falsedad, acción disfrazada (cf. Jn 8, 44); el diablo, cuyo nombre -diábolos- designa a quien desune, separa, inspira odio o envidia (del verbo diabállo: entrometerse, apartar de algo, disuadir, calumniar, atacar, acusar). La etimología incluye la acción de mezclar y confundir, una especialidad suya; en el caso que nos ocupa importa recordar que la concordia en la Iglesia no puede asegurarse sino en la común aceptación de la Verdad, sin mezclas. La alteración del modo de hablar es en realidad consecuencia de un cambio de pensamiento. San Vicente de Lerins, un Padre del siglo V, como dijimos anteriormente, señalaba como característica de los herejes que no solo no veneran la antigüedad, sino que se apegan con todas sus fuerzas a la novedad; «dan una forma nueva al aspecto exterior de la Iglesia», decía, de allí su recomendación: «Evita las novedades profanas de lenguaje».
Una pregunta clave: ¿Qué papel se le reserva a Jesucristo en esos proyectos de nuevos paradigmas?. Me he referido especialmente a este problema fundamental para la misión de la Iglesia en mi artículo «Predicar a Jesucristo», publicado oportunamente en «InfoCatólica». Jesús afirma ser «la luz del mundo»; o se vive en la luz (phōs) siguiéndolo a Él, o se permanece en las tinieblas (skotía), Jn 8, 12. En la Última Cena le responde a Tomás, que busca orientación: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). Son estos términos absolutos que revelan la identidad del Señor, están por encima de cualquier otra gnosis porque constituyen la única gnosis auténtica: Jesús es el Camino (hodós) que por la Verdad (alētheia) conduce a la Vida (zōḗ); así interpreta el pasaje la mayoría de los Padres de la Iglesia. Él es el camino, y la meta en su unión con el Padre (Jn 14, 10: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí»). Pedro afirmó ante el Sanedrín: «No existe bajo el cielo otro Nombre (ónoma) dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación» (Hech 4, 12). Se trata, entonces, de la salvación; es interesante señalar que este término, sôtèría, ya en el griego clásico significaba la liberación, salud o conservación plenaria de la persona, seguridad para alguien tan inseguro como el ser humano. No puede reducirse a un beneficio provisorio, ni mezclarse con él. La Iglesia no puede dejar de proclamar esta realidad, de presentarla con el máximo respeto y amor por todos; es el servicio que les debe, ejercido con una prudencia que jamás se identifica con el acomodo o el relativismo, porque es sabiduría en el Espíritu Santo.
Por último: podríamos decir que existe una única grieta (si cabe ese nombre) necesaria, imprescindible, evangélica. Los Sinópticos, al presentar la predicación de Jesús muestran que ella, que Él es signo de contradicción; así lo anunció el anciano Simeón a María: Jesús sería sêmeion antilegómenon, y a la Madre una espada le atravesaría el corazón; entonces quedarían al descubierto los íntimos pensamientos de los hombres (Lc 2, 34s.). Jesús mismo declara que no vino a traer la paz (eirene) sino la espada (májaira), y expone los términos de esa grieta: «He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra» (Mt 8, 34 s.). Vino a separar (dijásai); este verbo, dijádzo, significa dividir en dos. Es la división contraria a la que provoca el Enemigo; de su influjo perverso precisamente separa, en función de la Verdad, del Amor, de la salvación. Suscita la libertad, para que esa elección, lejos de menoscabar, solidifique el Cuerpo de la Iglesia, para que reine en él -entonces sí- la paz, la armonía de la fraternidad. ¿Paradojal?. Es el misterio mismo de Cristo y de su Evangelio. La grieta es una salida, un éxodo. Cito a Joseph Ratzinger: «No podemos encontrar a Dios sino en este éxodo, en este salir de la comodidad de nuestro presente para entrar en el ocultamiento de la luminosidad proveniente de Dios».
El cristianismo no es irenista. Quien prefiera otra cosa a Cristo no es digno de Él. San Benito expresó bellamente, en su Regla, instrumento fundamental de la edificación de Europa, el absoluto del cristianismo: «No anteponer absolutamente nada a Cristo» (Nihil omnino Christo praeponere). Omnino: entera, absolutamente, totalmente.
+ Héctor Aguer, Arzobispo emérito de La Plata
Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).
Los obispos no sancionarán al ladrón de las elecciones en Estados Unidos
Los obispos estadounidenses no harán cumplir el Derecho Canónico contra el ladrón electoral y militante del aborto Joe Biden, predice George Neumayr en The Spectator. Los obispos estadounidenses carecen de la voluntad de negar la Comunión a Biden, a pesar de que el Canon 915 “obliga al ministro de la Sagrada Comunión a rechazar el Sacramento” a aquéllos que están en “pecado grave manifiesto”. Neumayr pregunta: “Si la facilitación directa de Biden de la matanza de niños no nacidos no entra en esa categoría, ¿qué lo hace?”
Neumayr observa que la Iglesia del Vaticano II ha engendrado a muchos de sus propios destructores. Llama a Biden un “católico” anticatólico que persigue a su propia Iglesia. Los obispos podrían haber aplastado a esta serpiente en su caparazón, pero debido a su laxitud y heterodoxia declinaron hacerlo. Biden es para Neumayr el producto de la pasividad de los obispos, la culminación de un catolicismo secularizado que los obispos permitieron que se extienda durante décadas.
Estos obispos explican por qué no aplican el derecho canónico contra los enemigos de la Iglesia, diciéndonos que “no somos guardianes de la Eucaristía”. Neumayr observa que tal afirmación habría sorprendido a los primeros obispos de la Iglesia. “Al negarse a controlar el sacramento de la Sagrada Comunión, los obispos han permitido que los enemigos de la Iglesia lo controlen”. Biden y sus amigos exigen autonomía para sí mismos en la esfera política, mientras se reservan el derecho de burlar las reglas de la Iglesia.
Todos los prelados influyentes de Francisco están en el tanque para Biden. Neumayr nombra a McElroy de San Diego, Gregory de Washington, Cupich de Chicago y Tobin de Newark. El cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, un supuesto “conservador” que dijo que “las cuestiones incendiarias son cosa del pasado”, no es mejor. Ellos dicen que la Iglesia debe buscar el “diálogo” por encima de la confrontación. Neumayr observa que “por supuesto, ese diálogo nunca se produce”. Identifica esto como el llamado “enfoque pastoral” que ha vaciado los pastos de la Iglesia y expuesto el rebaño a los lobos.
Cardenal y obispos lanzan el Día Internacional de la Reparación (Contra los obispos desviados)
El cardenal de Hong Kong, Joseph Zen, el obispo auxiliar de Astana, Athanasius Schneider y el obispo auxiliar jubilado de Chur, Marian Eleganti, publicaron junto con 15 sacerdotes y decenas de intelectuales un llamamiento datado el 5 de mayo, en el que se critica al Sínodo alemán en curso.
Califican las ideas del sínodo de “descaradamente contrarias” a la doctrina católica, diciendo que entre sus errores se encuentra el ataque al matrimonio y al sacerdocio, porque quieren imponer “uniones sodomíticas” y “sacerdotes casados y mujeres”.
Los firmantes observan que el clero alemán, salvo contadas excepciones, se está apartando de la Iglesia. El llamamiento se refiere a la próxima “bendición homosexualista” del 10 de mayo en toda Alemania, que es apoyada abiertamente por 2.500 sacerdotes y agentes de pastoral y más o menos abiertamente por la mayoría de los obispos: “El camino sinodal alemán tiende cada día a convertirse en un paso hacia el cisma declarado y la herejía”.
El llamamiento pide a Francisco (¡!) que ponga fin a “estas derivaciones” del Sínodo alemán y que aplique “sanciones canónicas” -aunque en la Iglesia del Novus Ordo las sanciones sólo se utilizan contra los católicos, nunca contra los liberales heterodoxos:
Como medida inmediata, el llamamiento proclama el 10 de mayo como Día Internacional de Oración y Reparación contra las ofensas y sacrilegios cometidos por los desviados obispos alemanes.
Los católicos están llamados a rezar las Letanías del Sagrado Corazón. El sacerdote celebrará la Missa pro remissione peccatorum.
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