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martes, 16 de abril de 2019

A propósito del voto católico en las elecciones generales del 28 de abril de 2019 (José Martí) [1: Abstención y Voto en blanco]


[1: Abstención y Voto en blanco]

[4:PP]


Supongamos, por un momento, que vivimos en un estado "democrático": es una suposición, porque habría que especificar entonces muy bien qué es lo que se entiende por democracia. Hoy en día todo el mundo presume de ser demócrata, desde los partidos de ultraizquierda hasta los de ultraderecha, pasando por el centro. Todo el mundo es demócrata, aunque ninguno se pone de acuerdo en definir lo que se entiende por democracia. El mayor "pecado" es decirle a alguien que no es demócrata. El término demócrata se ha devaluado y se presta a las mayores mentiras. En nombre de la democracia se cometen auténticas barbaridades y aberraciones.

Pero, en fin, concedámosle a la democracia que es un buen sistema de gobierno y que, si se la entiende bien, como lo hicieron los socráticos, tal vez sea el mejor sistema de Gobierno en el momento actual. Esto, lamentablemente, como decimos, no es así, porque se ha absolutizado la democracia y se ha convertido en fin lo que tan solo es un medio de Gobierno.
Admitamos que la libertad de los ciudadanos "es" ( en el sentido de "deber ser") algo que caracteriza a toda verdadera democracia ... Pues bien, si eso es así, yo, en el ejercicio de mi libertad, PUEDO OPTAR POR NO ACUDIR A VOTAR   unas determinadas elecciones. A nadie se le puede obligar a votar, pues, por definición, las elecciones democráticas son -y deben ser- libres. 
Alguien podría preguntarme acerca del porqué de dicha decisión, si tal fuera la decisión que vaya a tomar, que no lo sé.  De lo que estoy completamente seguro es de que, al menos "esta" democracia en la que nos desenvolvemos, deja mucho que desear, en infinidad de sentidos. Aunque no es éste el momento de explayarnos en ello sí me hago algunas preguntas. ¿Estamos todos obligados a ser demócratas? ¿Por qué damos por sentado que la democracia es un bien en sí misma? ¿No estaremos cayendo en el error maquiavélico que hace realidad la diabólica frase de que EL FIN (la democracia, en este caso) JUSTIFICA LOS MEDIOS (aunque sean medios claramente inmorales e incluso antinaturales)?

Todo Gobierno, y la democracia, como forma especial de Gobierno, para ser legítimo, debe tener como objetivo fundamental el "bien común". Pero, ¿sabe alguien qué es eso del BIEN COMÚN?

Para empezar la misma idea de BIEN ni siquiera se plantea, debido al relativismo brutal en el que estamos inmersos. No se concibe que exista un bien absoluto, sino que lo que es bien para uno, no lo es para otro ... y esto se hace patente en temas básicos fundamentales, como el derecho a la vida y la idea de familia y de matrimonio, por poner algún ejemplo. Habrá, por supuesto, temas y asuntos discutibles -y de eso se trata- pero hay otros que no lo son ... ¡sin embargo, todo se pone en tela de juicio ... hasta el extremos de dudar acerca de lo que significa ser hombre o ser mujer! Estamos en una sociedad enferma y paranoica. El bien se ha relativizado por completo.

En cuanto a lo de COMÚN, es decir, eso de que se trate de un bien que lo sea PARA TODOS Y PARA CADA UNO,  esta idea brilla por su ausencia ... Hay que lamentar que no es el BIEN COMÚN lo que prima en nuestros políticos como la norma suprema que SIEMPRE debe de ser seguida.  Y de hecho, la mal llamada "democracia" ha degenerado en una partitocracia: lo que importa ahora es el "bien" de cada partido y no el bien del conjunto de españoles. Esta idea del BIEN COMÚN, entendida como debe de ser entendida, es esencial. Y todo auténtico político,  todo BUEN POLÍTICO debe de tenerla en cuenta. Sólo así la Política podría convertirse en lo que siempre tuvo que ser, según su genuino sentido ... por desgracia estos POLÍTICOS son una especie en extinción.
Puede ocurrir, no obstante, que yo tenga una confianza muy grande en la naturaleza humana, y piense que la Democracia es el mejor sistema de Gobierno, pero que está mal entendida y que por eso no funciona ... en cuyo caso, acudiré a votar, como buen demócrata, pero mi voto será un voto en blanco. Y esto lo haré porque no me convence ninguno de los partidos que se presenta, dado que llevan en sí mismos el germen de la destrucción de la propia democracia. Por lo tanto,  ACUDO A VOTAR, PERO VOTO EN BLANCO.
Continuará 

NOTICIAS VARIAS 15 de abril de 2019





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Duración 4:02 minutos

domingo, 14 de abril de 2019

La santidad (Cardenal Carlo Caffarra)



Queridísimos jóvenes, no os conforméis con realizaros de alguna manera, no disminuyáis la medida de vuestra vocación. Cristo quiere daros la plenitud de la vida, es decir, la santidad. En el fondo, creedlo, sólo hay una verdadera infelicidad en la vida: la de no ser santos. No dilapidéis el patrimonio más valioso de vuestra juventud: vuestra capacidad de entregaros definitivamente a Cristo tanto en la vida consagrada como en el santo sacramento del matrimonio.

(...) Nuestro corazón no está hecho para odiar, sino para amar. Pero nosotros, cada uno de nosotros, podemos malograr esta fuerza para el bien que el Señor ha puesto en nosotros, podemos dilapidar el que es nuestro mayor patrimonio, a saber: nuestra capacidad de amar

Escuchad lo que dice el Señor en la Biblia: «El pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo» (Gén 4, 7). Cada uno de nosotros puede convertirse en un santo o en un criminal. 

Habéis visto, veis cada día lo que sucede cuando el corazón de un hombre renuncia a su dignidad más grande: ser capaz de amar. 

Me dirijo en especial a vosotros, los jóvenes. ¡La libertad es un “caso serio”, podéis verlo! No confiéis en quien intenta convenceros de que el hombre no es libre, que sus elecciones están totalmente predeterminadas por las condiciones sociales en las que vive. ¿Es que acaso el hombre está inexorablemente atraído por el mal que, al final, resultará siempre vencedor? Intentad ahora elevar la mirada: mirad al Crucificado. Es la víctima más inocente de la violencia humana. Pero precisamente por medio de Su muerte entregó al hombre la fuerza de vencer el mayor mal del hombre: la incapacidad de amar. Nosotros, cristianos, estamos seguros: el hombre ha sido salvado. Sin embargo, si uno tiene una enfermedad mortal, no basta con que exista la medicina que lo pueda curar; es necesario que se la tome
Y la medicina que nos cura de nuestra herida más grave es Cristo: tenemos que “tomarla” acercándonos a Él, haciendo que entre en nuestra vida.
Cardenal Carlo Caffarra

Tomado del libro: "No anteponer nada a Cristo: Reflexiones y apuntes póstumos" (Spanish Edition) . Homo Legens. 

El Domingo de Ramos y el Reinado de Jesús (Mons. Aguer)


Duración 6:22 minutos

NOTICIAS VARIAS 14 de abril de 2019



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sábado, 13 de abril de 2019

NOTICIAS VARIAS 13 de abril de 2019



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Selección por José Martí

La senda está marcada, se puede caminar con seguridad (Ricardo Cascioli)



La que propone Benedicto XVI no es una alternativa al papa Francisco, en el sentido mundano del término; él no juega a ser el antagonista del Papa reinante, eso sería caer en una visión sólo horizontal, típica de sus detractores. Por el contrario, él mira lejos, más allá de Francisco, señala la senda para el renacimiento de la fe.

El tema es la pedofilia en la Iglesia, pero sólo un ciego no se daría cuenta que la puesta en juego es mucho más alta y remite a los fundamentos de la Iglesia misma. Los “apuntes” del Papa emérito Benedicto XVI son la voz de la tradición bi-milenaria de la Iglesia de Cristo que vuelve a emerger bajo una espesa manta de consignas dictadas por los que sueñan con una “nueva Iglesia”; son el testimonio de una continuidad de vida que rompe la corteza que la sofocaba.

Con su indirecta respuesta a los Dubia; con la reactivación de una teología moral plenamente católica, sintetizada en la encíclica Veritatis Splendor, de san Juan Pablo II; con la restitución de la dignidad a la Eucaristía; con la valorización de las pequeñas comunidades que viven según la llamada opción Benedicto, el Papa emérito ofrece un punto de referencia y un estímulo a todos los que en estos años han permanecido fieles a una experiencia de fe irreductible a las lógicas del mundo.

En sus palabras se percibe la sintonía con lo vivido por cardenales que en estos años aparecieron aislados, bombardeados por los nuevos “guardianes de la Revolución”: los cuatro de los Dubia (de los cuales sólo dos viven todavía, Raymond Burke y Walter Brandmuller); el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Müller, que apenas hace dos meses publicó el “Manifiesto de la Fe”; Robert Sarah, quien justamente en estos días ha publicado un libro y ha dado entrevistas en Francia que aparecen en perfecta sintonía con las palabras de Benedicto XVI. Y esto sólo para citar los que están más a la vista. Pero son tantos los obispos, sacerdotes y laicos que seguramente han encontrado y encontrarán consuelo en estos pensamientos del Papa emérito, que se sentirán confirmados en la fe en un momento de grave confusión.

El juicio es claro: hay una crisis profunda, pero se sale de ella solamente volviendo a ese Dios al que se ha querido alejar, con una decisión que está en la raíz de los graves pecados que infestan también a la Iglesia. Al contrario, “la idea de una Iglesia mejor creada por nosotros mismos – escribe Ratzinger – es verdaderamente una propuesta del diablo con la que quiere alejarnos del Dios vivo, sirviéndose de una lógica mentirosa en la que caemos con demasiada facilidad”.

Lo que propone Benedicto XVI no es una alternativa, en el sentido mundano del término, al papa Francisco – al que por otra parte, al final agradece “por todo lo que hace”; él no juega a ser el antagonista del Papa reinante, lo cual sería caer en una visión puramente horizontal típica de sus detractores, quienes efectivamente desde ayer a la mañana destilan rabia en los medios de comunicación social y en los sitios web. La mirada de Ratzinger va más lejos, lo advierte también Massimo Franco en su comentario en el Corriere della Sera: «La impresión es que desde la ermita vaticana en la que vive desde su renuncia en el 2013, Benedicto XVI mira ya más allá de esta fase; y más allá del pontificado del mismo Francisco”. Hay que edificar la Iglesia de Cristo y él señala el camino, que es el mismo desde hace dos mil años y que también tan fácilmente se extravía. Quizás porque implica decisiones radicales, sin compromisos, en los que el testimonio es el martirio.

Publicado originalmente en italiano el 12 de abril de 2019, en 12-04-2019, ad www.lanuovabq.it/it/la-strada-e-seg…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

Obispo Athanasius Schneider—Los Obispos deben hablar claro de la Homosexualidad (4 de 13)


Duración 6:05 minutos

Raíces, flores y frutos del mal” – P SANTIAGO MARTIN FM


Duración 13:19 minutos


Véase el diagnóstico de Benedicto XVI sobre la Iglesia y los abusos sexuales al que hace referencia el padre Santiago Martín

Obispo Athanasius Schneider—Falso Ecumenismo (3 de 13)


Duración 4:50 minutos

viernes, 12 de abril de 2019

Obispo Athanasius Schneider—El Infierno es un peligro real (2 de 13)


Duración 3:48 minutos

Obispo Athanasius Schneider—Confusion y Relativismo (1 de 13)


Duración 3:41 minutos

Índice de la entrevista que concedió el Obispo Athanasius Schneider a Michael Voris, de Church Militant

Desear la dicha (Cardenal Carlo Caffarra)



El drama del hombre consiste en el hecho de que, para saciar su sed, bebe en los bienes limitados que le ofrece la existencia, pero no se satisface. Esos son como el agua salada: cuanto más bebes, más aumenta la sed. 

¿Tenemos que concluir, entonces, que el hombre es una pasión inútil? ¿O que no pudiendo tener lo que deseamos, debemos limitarnos a desear lo que podemos tener? 

Jesús nos dice: ni el hombre en su ilimitado deseo es una pasión inútil, ni debe disminuir la medida de su deseo, porque existe un “agua” capaz de saciarlo plenamente
«El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed» (Jn 4, 14). […] 
El encuentro con Cristo viviente en su Iglesia es la única solución adecuada al drama de nuestra vida, porque Cristo es la respuesta que corresponde plenamente a lo que el corazón humano desea. Sin este encuentro, el drama de la vida se transforma en farsa o en tragedia. 

El hombre sólo necesita a Dios mismo, que se da a él en Cristo; conformarse con menos significa renunciar a sí mismo

Desear una dicha plena no es el signo de una inmadurez juvenil que la vida, después, se encarga de corregir, desde el momento en que existe una realidad que corresponde a este deseo: la persona de Cristo vivo en su Iglesia

Al final, la samaritana lo comprendió y abandonó el cántaro: ya no lo necesitaba. Pero cuando reducimos nuestro deseo de dicha a lo que conseguimos alcanzar con nuestras fuerzas, Cristo pasa a ser inútil e insignificante.

Caffarra, Cardenal Carlo. 

[De su libro "No anteponer nada a Cristo: Reflexiones y apuntes póstumos" (Spanish Edition) . Homo Legens]