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domingo, 22 de octubre de 2017

El papa Francisco corrige al Cardenal Sarah mediante una ‘Correctio paternalis’


(Traducido del original latino La Nuova Bussola Quotidiana)


La interpretación del Cardenal Robert Sarah del Motu Proprio “Magnum Principium” no es correcta; el espíritu del documento pontificio es precisamente el de conceder para las traducciones litúrgicas esa amplia autonomía y confianza a las Conferencias episcopales que el Cardenal Sarah querría limitar. Esto lo dice justamente el papa Francisco con una carta autógrafa al Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos – el Cardenal Sarah precisamente – que publicamos en la Nuova Bussola 
 bajo petición explícita del mismo Pontífice. Había sido de hecho justamente la Nuova Bussola Quotidiana la que el 12 de octubre publicó la nota del Cardenal Sarah, quien, teniendo en cuenta algunas reacciones ya manifiestas, proponía una correcta interpretación del Motu Proprio( aquí y aquí).

El Papa pide que la Nuova Bussola Quotidiana publique su carta después de haber publicado la nota del Cardenal Sarah: es un gesto, éste del papa Francisco, sin precedentes. Y más allá de las cuestiones de cuyo mérito señalaremos, ciertamente nos sentimos honrados [NBQ] y agradecidos de esta atención del Santo Padre que objetivamente confiere a la NBQ la autoridad para acoger un debate sobre temas fundamentales para la vida de la Iglesia que lo ve como protagonista junto a algunos cardenales.

Pero vayamos al tema de la controversia: el argumento es el de las traducciones del latín de los textos litúrgicos en uso en cada país. Las traducciones (versiones y eventuales adaptaciones) son preparadas por cada una de las Conferencias episcopales, que después solicitan la aprobación a la Santa Sede. El examen de la Santa Sede viene a través de dos instrumentos: la confirmatio y la recognitio, que el Motu Proprio quiere redefinir

He aquí las diferentes interpretaciones sobre este punto: 

- Según el Cardenal Sarah, confirmatio y recognitio son diferentes por el efecto producido (confirmatio: traducción sola de la edición típica en latín; recognitio: agregado de nuevos textos y modificaciones rituales evidentemente no sustanciales), pero son dos actos idénticos desde el punto de vista de la responsabilidad de la Santa Sede. Y entonces en ambos casos es posible y se solicita un análisis detallado de todo: nuevos textos, modificaciones rituales, traducciones del original en latín.

Es evidente la preocupación del Cardenal Sarah en su calidad como Prefecto de la Congregación para el culto divino: mantener la unidad de la Iglesia también en la liturgia, respetando la autonomía de los obispos de cada país en la elaboración de la liturgia local.

- Sin embargo el Papa ahora hace saber que ésta no es la mens [espíritu] del Motu Proprio que, en cambio, va en la perspectiva de una verdadera y propia “devolution” litúrgica. De hecho hace la precisión de que los dos procedimientos – confirmatio y recognitio – no son idénticos y que en el ejercicio de estas dos acciones se da una responsabilidad «diferente» ya sea por parte de la Santa Sede, ya sea por parte de las Conferencias Episcopales.

Un ulterior pasaje de la carta del Papa requiere atención. Dice de hecho que «El Magnum Principium ya no sostiene que las traducciones deban ser confirmadas en todos los puntos a las normas de la Liturgiam Authenticam, tal como se venía haciendo en el pasado»

Tal afirmación unida a la otra según la cual una traducción litúrgica “fiel” «implica una triple fidelidad» – al texto original, a la lengua de la traducción, a la comprensión de los destinatarios – da a entender que Magnum Principium pretende ser el inicio de un proceso que puede llevar muy lejos.

[Leer: Libertad a las Conferencias Episcopales para disolver la liturgia católica definitivamente]

Aquí está la importancia de esta controversia que ve al Papa desmentir al Cardenal Sarah, el cual no hace otra cosa que moverse sobre la línea trazada por Benedicto XVI. No hay duda de hecho que con el “espíritu” de Magnum Principium, precisado y acentuado por la carta papal que aquí publicamos, la tendencia será de encaminarse hacia los Misales nacionales cada vez más diferentes entre sí, hacia un “espíritu litúrgico” cada vez menos compartido.

La cuestión va más allá del aspecto meramente litúrgico y, como en muchas ocasiones sostuvo el Cardenal Joseph Ratzinger, posteriormente Benedicto XVI, tiene que ver con la concepción de Iglesia, y la comprensión que la Iglesia tiene de sí misma. En discusión y sobre todo el papel y el poder de las Conferencias episcopales a las que el papa Francisco pretende dar «también alguna auténtica autoridad doctrinal» (cfr. Evangelii Gaudiumno. 32).

[Traducción de Dominus Est. Artículo original]


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Sobre el Falso Sínodo III (Christopher A. Ferrara)



A medida que se acerca el Sínodo de 2018 sobre "Juventud, Fe y Discernimiento Vocacional", todos los signos indican otro desastre inminente para la Iglesia. En su "Carta a los jóvenes" en relación con el Sínodo, el Papa Francisco declara: 

"La Iglesia también desea escuchar su voz, sus sensibilidades y su fe; incluso sus dudas y sus críticas . Haz que se escuche tu voz, haz que resuene en las comunidades y haz que sea escuchada por tus pastores de almas ".
Justo lo que la Iglesia necesita en medio de la tempestad que el Papa Francisco ya ha desencadenado: un foro en el que los "jóvenes" nivelan sus dudas y críticas sobre la Fe, y la Iglesia escucha atentamente el absurdo de sus quejas. El contexto perfecto para el próximo "desarrollo revolucionario" - es decir, la supuesta reversión - de la enseñanza católica, probablemente en el área de la moral sexual, incluida la cohabitación y la "orientación sexual". Esto estaría de acuerdo con los sínodos falsos I y II, que fueron meramente vehículos para el lanzamiento de Amoris Laetitia , que ha fracturado la disciplina eucarística bimilenaria de la Iglesia que protege la indisolubilidad del matrimonio y la santidad del Santísimo Sacramento.

Otra señal de un desastre inminente es el "Foro de la Juventud" que se celebró recientemente en Canadá (se transmitirá el 22 de octubre), al que el Papa Francisco se dirigió por transmisión remota. Los presidentes no eran otros que estos dos:


- El padre Thomas Rosica y el obispo Kevin Farrell, ambos defensores "amigos de los homosexuales" de una emergente "Iglesia Gay", que incluye "parroquias gay" y "ministerios homosexuales". 

En su discurso al foro, el Papa Francisco instó a los "jóvenes" de todo Canadá a ser "tejedores de relaciones firmadas por la confianza, el intercambio, la apertura incluso a los confines del mundo". No levantes muros de división: ¡no levantes muros de división! Construye puentes, como este extraordinario que estás cruzando en espíritu, y que une las costas de los dos océanos. Estás experimentando un momento de intensa preparación para el próximo Sínodo, el Sínodo de los Obispos, que te concierne de una manera particular, del mismo modo que involucra a toda la comunidad cristiana ".
¡Franqueza! Sin muros de división! ¡Construir puentes! Al igual que el "puente" Padre James Martin, SJ propone construir a la "comunidad LGBT", tal vez? No hubo referencia, por supuesto, a la castidad entre los "jóvenes" solteros o la fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio, la procreación y la moral sexual en general. 

Hubo, sin embargo, una referencia a "un momento de intensa preparación para el próximo Sínodo", que implica el mismo tipo de pseudo-misticismo semi-gnóstico que acompañó a los dos primeros sínodos falsos en su camino hacia un resultado predeterminado, considerado como una inspiración dada por "el Espíritu" y una aparición de "el Dios de las sorpresas".

Independientemente de lo que tengan en mente los manipuladores del próximo Sínodo falso, el mismo equipo que manipuló a los dos primeros, podemos estar seguros de esto: no será bueno para la Iglesia, sino que será la próxima fase de la "batalla final". "Sobre el matrimonio y la familia de los cuales hermana

Lucia advirtió al fallecido Cardenal Caffarra a la luz del Tercer Secreto de Fátima.

Recuerde, sin embargo, que hay esperanza en estos desarrollos, ya que indican que nos estamos acercando al punto en el que tendrá que producirse un cambio dramático, incluso si va acompañado de graves consecuencias para un mundo en rebelión contra Cristo Rey y el Ley del Evangelio.


Christopher A. Ferrara

IGLESIA/MUNDO Y PASTORAL/PASTORALISMO: breves consideraciones teológicas (Don Lillo D’Ugo)



Durante la última entrevista que Benedicto XVI ha concedido al periodista alemán Peter Seewald, ha declarado que hay dos cuestiones que aún no están resueltas en la Iglesia de hoy: la recta interpretación del Concilio Vaticano II y la relación existente entre la Iglesia y el mundo. Pienso que hay que situar en este amplio contexto eclesial y eclesiológico las preguntas que el libro-entrevista de Crepaldi-Fontana sobre la pastoral social en la vida de la Iglesia italiana plantea a la Iglesia en Italia, y no solo.

La eclesiología contemporánea, tanto la que propone el Magisterio como la que propone la Teología, a menudo ha considerado el misterio de la Iglesia a partir de algunas imágenes bíblicas retomadas y profundizadas por los Padres de la Iglesia. Entre las más consideradas están las siguientes: Pueblo de Dios; Sacramento universal de salvación en Cristo; Cuerpo místico de Cristo; Templo del Espíritu Santo.

El denominador común de dichas reflexiones es que la Iglesia surge de Dios y es ordenada por Dios. Es el pueblo convocado por la Trinidad: “El Padre eterno, con un plan de sabiduría y bondad muy libre y arcano, ha creado el universo y ha decretado elevar a los hombres a la participación de su misma vida divina”. Esta participación a la vida de Gracia se realiza siempre en y por el Hijo. Una comunión que inicia en la tierra y se perfecciona en el Cielo cuando Dios, verdadera vida y suma felicidad, será Todo en todos. Comunión que se realiza en el hoy de la Iglesia porque “ha querido convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia”.

Por consiguiente, el mundo ha sido creado en la perspectiva de la Iglesia. La perspectiva teológica es tan clara en la Tradición de la Iglesia que San Agustín afirma: Mundus reconciliatus Ecclesia.
La Iglesia es, por lo tanto, una realidad que aunque tenga una dimensión histórico-terrena, la trasciende, lo mismo que hace ese Dios que, aunque ha creado todo y se ha encarnado, transciende el mundo y la historia. La Iglesia es el Pueblo de Dios, pero su esencia íntima consiste en ser Cuerpo místico de Cristo y, en Él, sacramento universal de salvación. Cuerpo del que Él es la Cabeza y la Iglesia sus miembros. La parte visible, histórica, está constituida por los hombres que, durante un tiempo determinando, forman parte de ella. La parte invisible es primariamente Dios y, después, sus partes gloriosas o en espera de la Gloria. A partir de esta naturaleza suya, construye su relación con el mundo. 

Si no se tuviera en cuenta este misterio de la Iglesia, se tendría una visión falsa y limitada que equipararía a la Iglesia con una multinacional humanitaria o una ONG con sedes mundiales.

Tenemos que considerar ahora qué se entiende por mundo. Nos ayuda el texto de Crepaldi, que nos recuerda la polisemia del término y confirma su doble significado. El primer significado es positivo. Por mundo se entiende la creación de Dios: hombres, animales y cosas. Por lo tanto, una realidad que viene del corazón y de las manos de Dios y que lleva consigo una unicidad, bondad y belleza que expresan el estilo del Artista. El propio Catecismo de la Iglesia católica, en línea con una tradición católica milenaria, afirma que el mundo con su movimiento, devenir, contingencia y orden puede proporcionar incluso “argumentos convergentes y convincentes” sobre la existencia y el conocimiento de Dios. Los hombres son la parte más consistente de la creación. Una humanidad viva, dinámica que a pesar de tener una profunda identidad suya (naturaleza) está en statu viae, es decir, en camino hacia un perfeccionamiento en Cristo en la lógica del ya y no aún. Un Cristo total que, parafraseando a San Agustín, está siempre unido a su Iglesia, en lo que Santo Tomás define instrumentum coniuctum de la humanidad de Cristo, inseparabile de su divinidad. Una humanidad que fue herida por el pecado original y que Dios salva en Cristo Jesús. Salvación que llega, por Spiritum et ecclesiam, a los hombres de cada generación que, encontrándose con Dios, entran en comunión con el Padre y entre ellos.
Entonces el mundo, así entendido, está predestinado a ser de y en Dios. Es una maravillosa dimensión del ser.

Pero hay un significado negativo de mundo. Las mismas Escrituras, sobre todo la de Juan, entienden el mundo como el lugar del pecado a cuya cabeza está el Diablo, el Príncipe de este mundo. Así, el término mundo indica una parte de la humanidad que, junto a las estructuras del pecado que genera, se enfrenta a Dios y al orden que ha dado a la creación. Crepaldi afirma, como ya hizo Biffi, que Barth ponía en evidencia que en la Gaudium et spes esta acepción negativa no está muy considerada. Consideración que ha escapado a una cierta reflexión teológica y eclesial sucesiva y que no puede ser omitida sin caer en una teología coja, ingenua o, peor aún, ideológica, que no considera todo desde el dato revelado, sino que una parte la considera a partir de esquemas intelectuales sugeridos por una cierta filosofía.

Se necesita una auténtica comprensión del binomio Iglesia/mundo porque, por como se comprenda, brota la acción pastoral de la Iglesia. 

Si la Iglesia-Cuerpo de Cristo no es comprendida como realidad sobrenatural, no del mundo, distinta aunque no separada, portadora de un quid gratuito que el mundo no puede darse a sí mismo y que espera para poder salvarse, las cuentas no cuadran. Crepaldi hace referencia a la manera rahneriana de comprender la relación Iglesia/mundo que tiende a redimensionar la Iglesia a la que considera como una parte del mundo. Según Rahner, la Gracia es un don de Dios para todos y no puede ser obstruida y frustrada por las resistencias del corazón humano o por instrumentos aleatorios como son los sacramentos. Al no ser necesarios los sacramentos y ni tan siquiera la conciencia de la gracia para estar en posesión de ella, pueden haber personas que sean cristianas y no lo saben; son los llamados “cristianos anónimos”. El propio Kasper afirma de manera crítica: “Rahner permanece atrapado (…) en las redes de la filosofía idealista de la identidad, prisionero de la identificación de ser y conciencia”.

Si la Iglesia es una parte del mundo; si Dios se concede a sí mismo a todos los hombres, también a quien no lo quiere y no lo sabe; si el orden natural y el sobrenatural coinciden; si libertad y necesidad son equivalentes; si cada uno ya está salvado por el hecho de existir en la historia, la Iglesia ya no tiene motivo de existir y obrar a partir de una identidad propia; la humanidad histórica ya está cristificada automáticamente, no se necesita la obra de Cristo y de la Iglesia a Él vinculada para llegar a cada hombre que surge en la historia. Además, ya no existe el libre albedrío, por lo tanto no existe el hombre. Vuelve la crítica que Kierkegaard hace al idealismo hegeliano al que Rahner está fuertemente anclado.

Dicha perspectiva eclesiológica parece estar presente directa o indirectamente, aunque con menos profundidad y sutileza que en Rahner, en muchas afirmaciones de teólogos, pastores y laicos llamados “adultos”. Pero es una perspectiva no católica, falsa y peligrosa por la autocomprensión que la Iglesia de hoy debe hacer de sí misma. A la luz de dicha perspectiva, la pastoral cambia y se convierte en pastoralismo. 

La pastoral es el hacerse de la Iglesia continuamente. Un hacerse como actores: Dios y el Pueblo jerárquicamente ordenado. Un hacer de Cristo presente en la Iglesia difundida en el tiempo y en el espacio. Un hacerse que tiende a crear comunión entre Dios y los hombres, y los hombres entre ellos. Un hacerse que profesa, celebra, vive y reza. Un hacerse que genera santos a lo largo del complejo camino de la historia y que combate la obra inicua que el mundo constante pone en marcha. 

Por lo tanto, un obrar de la Iglesia que parte de su identidad (agere sequitur esse) dogmática, moral, litúrgica, disciplinar. La pastoral es consecuente con la naturaleza de la Iglesia y, aunque se cree un círculo virtuoso entre ser y obrar, o la vida sea una unidad inseparable, esto no quiere decir que no se distingan los distintos elementos. Como escribe Vignelli, la pastoral “no puede cambiar dogmas, leyes y cultos, no aborda el quod (el qué) ni el quid (por qué), sino sólo el quomodo (cómo): es decir, reglas, métodos y medios”. Podríamos decir que es la dimensión de la praxis que camino junto a la teoría. Un proceder juntos que se sostiene y se enriquece mutuamente.

Si no se incluye a la pastoral en esta perspectiva eclesiológica, corre el riesgo de convertirse ya no en arte que permite el encuentro del hombre con Dios en la Iglesia, sino en en lugar del encuentro igualitario, que tiende a realizar el bienestar existencial y no la salvación. De aquí puede brotar la adecuación de la Iglesia a las peticiones de las mentalidades históricas del momento. El fin de la pastoral se convierte en el esfuerzo de adecuar el anuncio cristiano a los cambios del momento. Tiene lugar una metamorfosis: la pastoral deja de ser medio para convertirse en fin.

La pastoral, entonces, se transforma en pastoralismo, al que Crepaldi define: “El deseo de encontrar al otro en situaciones concretas de vida subordinando, con relación a este encuentro, las cuestiones doctrinales. Es la versión católica de la prevalencia de la praxis sobre la teoría o de la existencia sobre el pensamiento” o si queremos, “la total aceptación de la secularización como autonomía del mundo”.

Este planteamiento destruye la pastoral y amordaza la Iglesia de hoy. Una realidad que no habla, no dialoga, sino que calla y acepta, pierde su presencia en la situación histórica y, sobre todo, socio-política. 

Y sin embargo, muchos intelectuales y agentes católicos afirman que la Iglesia hoy debe sólo acompañar, como una cuidadora pasiva, al mundo y acoger todos sus caprichos. Y citan a menudo el Concilio Vaticano II, olvidándose de páginas como la siguiente: “El sagrado Concilio (…) enseña, fundado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. El único Mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a todos nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia. El mismo, al inculcar con palabras explícitas la necesidad de la fe y el bautismo (…), confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una puerta. Por lo cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella” (Lumen Gentium, 14).

Don Lillo D’Ugo

sábado, 21 de octubre de 2017

Maria dignifica a la mujer en la Historia (Rafael Mª Molina)

Duración 14:58 minutos

Lo pide el Papa: "Por favor, nada de chismes". ¿Y cómo se informa Francisco de la actividad de la Curia?



Cosas del fin del mundo. Los "novísimos" según Francisco (Sandro Magister)




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En el importante diario "la Repubblica" del cual es fundador, Eugenio Scalfari, autoridad indiscutida del pensamiento laico italiano, el 9 de octubre pasado volvió a referirse así a la que él considera una "revolución" de este pontificado, recogida de la viva voz de Francisco en el transcurso de los diálogos frecuentes que tiene con él:
"El papa Francisco ha abolido los lugares donde deberían ir las almas después de la muerte: el infierno, el purgatorio, el paraíso. La tesis sostenida por él es que las almas dominadas por el mal y no arrepentidas dejan de existir, mientras que las que fueron rescatadas del mal serán llevadas a la felicidad contemplando a Dios".
Y observa inmediatamente después:
"El juicio universal que se sostiene en la tradición de la Iglesia se encuentra entonces privado de sentido. Permanece como un simple pretexto que ha dado lugar a espléndidos cuadros en la historia del arte. No es nada más que eso".
Hay que dudar seriamente que el papa Francisco quiera realmente liquidar los "novísimos" en los términos descritos por Scalfari.
Pero en su predicación hay algo que inclina a un efectivo empañamiento del juicio final y de los destinos opuestos de beatos y condenados.

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El miércoles 11 de octubre, en la audiencia general en la plaza San Pedro, Francisco dijo que no hay que tener miedo a ese juicio, porque "al final de nuestra historia está Jesús Misericordioso", y en consecuencia "se salvará todo. Todo".

Esta última palabra, "todo", en el texto distribuido a los periodistas acreditados en la sala de prensa vaticana estaba resaltada en negrita.

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También en otra audiencia general de hace pocos meses, la del miércoles 23 de agosto, Francisco dio una imagen completa y consoladora del fin de la historia humana: la de "una inmensa tienda, donde Dios acoge a todos los hombres para habitar definitivamente con ellos".

Imagen que no es suya, sino que está tomada del capítulo 21 del Apocalipsis (Ap 21, 3), pero de la que Francisco se cuidó de citar las posteriores palabras de Jesús:

"El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo. Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los falsos, tendrán su herencia en el estanque de azufre ardiente, que es la segunda muerte". (Ap 21, 8)

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Y también, al comentar en el Angelus del domingo 15 de octubre, la parábola del banquete nupcial (Mt 22, 1-14) leída ese día en todas las Misas, Francisco evitó cuidadosamente citar los pasajes más inquietantes.

Tanto aquél en el que "el rey se indignó, mandó su ejército, hizo matar a los asesinos y entregó su ciudad a las llamas" (Mt 22, 7)

Como también aquél en el que, al ver "a un hombre que no utilizaba el traje apropiado para una boda", el rey ordenó a sus siervos: "aten sus manos y sus pies y arrójenlo afuera, a las tinieblas; allí habrá llanto y rechinar de dientes". (Mt 22, 13)

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El domingo anterior, el 8 de octubre, la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21, 33-43), había sufrido el mismo tratamiento selectivo.

En el Angelus, al comentar la parábola, el Papa omitió decir qué hace el dueño de la viña a esos labradores que mataron a sus siervos y por último a su hijo: "A esos malvados les dará una muerte miserable" (Mt 21, 41) Ni mucho menos citó las palabras conclusivas de Jesús, referidas a sí mismo como "piedra angular" (Mt 21, 42): "El que caiga sobre esta piedra será destrozado; y sobre quien ella cayera, lo aplastará"(Mt 21, 44).

Más aún, el papa Francisco insistió en defender a Dios de la acusación de ser vengativo, como si quisiera mitigar los excesos de "justicia" reconocidos en la parábola:
"Aquí está la gran novedad del cristianismo: un Dios que, incluso desilusionado por nuestros errores y nuestros pecados, no pierde su palabra, no se detiene y sobre todo ¡no se venga! Hermanos y hermanas, ¡Dios no se venga! Dios ama, no se venga, nos espera para perdonarnos, para abrazarnos".
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En la homilía de la solemnidad de Pentecostés, el pasado 4 de junio, Francisco polemizó, como hace muchas veces, con "el que juzga". Y al citar las palabras de Jesús resucitado a los apóstoles e implícitamente a sus sucesores en la Iglesia (Jn 20, 22-23) las ha cortado voluntariamente por la mitad:

"Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados serán perdonados" (Jn 20, 22-23a) ... quitando lo siguiente"A los que no se los perdonen no les serán perdonados" (Jn 20 23b)

Que la amputación fue deliberada está probado por su reiteración. Porque un corte idéntico a estas palabras de Jesús Francisco lo había hecho también el 23 de abril anterior, en el rezo del Regina Coeli del primer domingo después de Pascua.

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También el 12 de mayo pasado, en su visita a Fátima, Francisco mostró que quería liberar a Jesús de la fama de juez inflexible al final de los tiempos. Por eso puso en guardia ante la siguiente falsa imagen de María:
"Una María bosquejada por sensibilidades subjetivas que la ven manteniendo firme el brazo justiciero de Dios pronto a castigar. Una María mejor que Cristo, visto como juez implacable".
*

Se agrega a ello que la libertad con la que el papa Francisco corta y cose las palabras de la Sagrada Escritura no se refiere sólo al juicio universal. Ensordecedor, por ejemplo, es el silencio en el que él siempre ha envuelto la condena hecha por Jesús del adulterio (Mt 19, 2-11 y pasajes paralelos).

Con sorprendente coincidencia, esta condena estuvo contenida en el pasaje del Evangelio que se leía en todas las iglesias del mundo justamente el domingo en que comenzó la segunda sesión del sínodo de los obispos sobre la familia, el 4 de octubre de 2015... Pero ni en la homilía ni en el Angelus de ese día el papa Francisco hizo la mínima mención.

Y ni tampoco la mencionó en el Angelus del domingo 12 de febrero de 2017, cuando esa condena fue leída de nuevo en todas las iglesias.

NO SÓLO ESO: Las palabras de Jesús contra el adulterio no aparecen ni siquiera en las doscientas páginas de la exhortación post-sinodal "Amoris laetitia".

Así como no aparecen ni siquiera las terribles palabras de condena de la homosexualidad escritas por el apóstol san Pablo en el primer capítulo de la Epístola a los Romanos.

Primer capítulo leído también – otra coincidencia – en las Misas feriales de la segunda semana del sínodo del 2015. A decir verdad, sin que esas palabras figuraran en el Misal. Pero en todo caso sin que el Papa u otros jamás las citaron, mientras que en el sínodo se discutía el cambio de los paradigmas del juicio sobre la homosexualidad:
"Por eso, Dios los entregó también a pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Del mismo modo, los hombres dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución merecida por su extravío. Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. Están llenos de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad; colmados de envidia, crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones. Son detractores, enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Y a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen" (Rm 1, 26-32).
*

ADEMÁS, algunas veces el papa Francisco se toma también la libertad de reescribir a su modo las palabras de la Sagrada Escritura.

Por ejemplo, en la homilía matutina en Santa Marta, el 4 de setiembre del 2014, en un cierto punto el Papa atribuyó textualmente a san Pablo estas palabras "que escandalizan": "Me jacto solamente de mis pecados". Y concluyó invitando también a los fieles presentes a "jactarse" de sus propios pecados, en cuanto perdonados por la cruz de Jesús.

Pero en ninguna de las cartas de san Pablo se encuentra una expresión similar. Más bien el apóstol dice de sí mismo: "Si es necesario jactarse, me jactaré de mis debilidades" (2 Cor 11, 30), después de haber detallado todas las adversidades de su vida: las encarcelaciones, las flagelaciones, los naufragios.

O bien: "No me jactaré de mí mismo, sino de mis debilidades" (2 Cor, 12, 5). O también: "Él me dijo: 'Te basta mi gracia; en efecto, la fuerza se manifiesta plenamente en la debilidad'. Me jactaré entonces con gusto de mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo" (2 Cor 12, 9), con alusiones de nuevo a los ultrajes, a las persecuciones y a las angustias sufridas.

*

Volviendo al juicio final, también el papa Benedicto XVI reconocía que "en la época moderna, la idea del juicio final se ha desvaído".

Pero en la encíclica "Spe salvi", escrita totalmente por su mano, reafirmó con fuerza que el juicio final es "la imagen decisiva de la esperanza". Es una imagen que "exige la responsabilidad", porque "la gracia no excluye la justicia", más bien, la cuestión de la justicia "es ciertamente un motivo importante para creer que el hombre esté hecho para la eternidad", porque "sólo en relación con el reconocimiento de que la injusticia de la historia no puede ser la última palabra en absoluto, llega a ser plenamente convincente la necesidad del retorno de Cristo y de la vida nueva".

Y también:
"La gracia no convierte la injusticia en derecho. No es un cepillo que borra todo, de modo que cuanto se ha hecho en la tierra acabe por tener siempre igual valor. Contra este tipo de cielo y de gracia ha protestado con razón Dostoievski en su novela 'Los hermanos Karamazov'. Al final los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada".
Sandro Magister 

viernes, 20 de octubre de 2017

La Corrección filial y la Laudatio al papa Francisco (Roberto de Mattei)




Tres semanas después de la Corrección filial ha aparecido la primera respuesta organizada: una Laudatio publicada en internet y firmada por un grupo de sacerdotes e intelectuales en su mayor parte de Austria y Alemania.

¿Quiénes firman la Laudatio? 


- Uno de ellos, el alemán monseñor Fritz Lobinger, obispo emérito de Aliwal (Sudáfrica), es el padre de la expresión presbíteros de feligresía, que explica en el libro Teams of Elders. Moving beyond Viri probati (2007), en el que propone que en la Iglesia se establezcan dos clases de sacerdotes: los diocesanos y los de feligresía. Los primeros serían célibes y de plena dedicación, y los segundos casados y con hijos, a disposición de la parroquia en la que viven y trabajan.

- Otro signatario, el padre Paul Zulehner, discípulo de Karl Rahner, es conocido a su vez por una fantasiosa «futurología pastoral» (Pastorale Futurologie, 1990). En 2011 apoyó el llamado a la desobediencia de 329 sacerdotes austriacos favorables al matrimonio de los presbíteros, la ordenación sacerdotal de mujeres y el derecho de los protestantes y los divorciados que se han vuelto a casar a recibir la comunión, y de los laicos a predicar y dirigir parroquias.

- Martin Lintner es un religioso servita de Bolzano, docente en Bressanone y presidente de la INSECT (International Network of Societies for Catholic Theology). Es conocido por su libro La riscoperta dell’eros. Chiesa, sessualità e relazioni umane (2015), en el que manifiesta una actitud de apertura hacia la homosexualidad y las relaciones extraconyugales, así como por su entusiasta acogida de Amoris laetitia, que a su juicio marca un antes y un después en la Iglesia. Llega a afirmar: «Ya no podemos afirmar que hoy se excluya categóricamente la recepción de los sacramentos de la Eucaristía y la reconciliación a quienes no se abstengan de relaciones sexuales en su nueva unión. No hay la menor duda al respecto, precisamente basándose en propio texto de Amoris Laetitia» (www.settimananews.it, 5 de diciembre de 2016).

A estas alturas se hace patente que la profunda brecha que divide la Iglesia no es entre los detractores y los admiradores del papa Francisco.

La línea de fractura separa a quienes son fieles al Magisterio inmutable de los papas y quienes se adhieren a Bergoglio persiguiendo el sueño de una nueva iglesia, distinta de la fundada por Nuestro Señor Jesucristo

No hace falta ser historiador para darse cuenta de que vivimos un episodio totalmente inédito de la vida de la Iglesia. No estamos en el fin del mundo, pero se pueden aplicar a nuestra época las palabras de Nuestro Señor, que dijo con tristeza de su regreso al final de los tiempos: «Cuando vuelva, ¿hallaré por ventura fe sobre la Tierra?» (Lc 18,8).

La pérdida de la fe, incluso por parte de hombres de la Iglesia, es ya palpable. El 27 de enero de 2012, hablando ante la asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Benedicto XVI afirmó: 
«Estamos ante una profunda crisis de fe, ante una pérdida del sentido religioso que constituye el mayor desafío para la Iglesia de hoy. Por lo tanto, la renovación de la fe debe ser la prioridad en el compromiso de toda la Iglesia en nuestros días». 
Esta pérdida actual de la fe tiene todas las características de una apostasía general.

Durante una intervención en un encuentro de las conferencias episcopales europeas celebrado en Trieste el 4 de noviembre de 2013, el cardenal Robert Sarah declaró: 
«Hasta entre los bautizados y los discípulos de Cristo se da actualmente una especie de apostasía silenciosa, un rechazo de Dios y de la fe cristiana en la política, en la economía, en los ámbitos ético y moral y en la cultura postmoderna occidental».
Por su parte, el cardenal Raymond Leo Burke, en una homilía pronunciada el 13 de octubre de 2017 en la abadía de Buckfast, recordó que el mensaje de Fátima 
«habla de las fuerzas diabólicas desencadenadas en nuestro tiempo en el mundo, que se introducen en la vida de la propia Iglesia alejando a las almas de las verdades de la fe y, por lo tanto, del amor divino que mana del glorioso Corazón traspasado de Jesús».
Las almas se pierden porque el lenguaje es oscuro y engañoso y se difunden a diario herejías entre el pueblo fiel. El pontificado de Francisco significa la consecuencia y culminación de un proceso de autodemolición de la Iglesia que tiene orígenes remotos pero ha adquirido actualmente una velocidad vertiginosa.

En la noche en que están inmersas las almas, la Corrección filial del 24 de septiembre pasado ha sido como un rayo de luz que ha deshecho la oscuridad. La denuncia de las herejías sostenidas y propagadas por el papa Francisco ha resonado de un extremo a otro de la Tierra, haciendo eco en los medios de difusión y constituyendo el tema dominante de las conversaciones privadas de numerosos católicos. En dichas conversaciones, pocos son los que niegan la verdad de los hechos denunciados en la Corrección.

Las divergencias son ante todo en cuanto a cómo se puede afrontar una situación que no tiene precedentes en la historia. Hay quienes llegan a practicar una doble verdad: critican en privado y rinden pleitesía en público a quien lleva a la Iglesia al desastre. Esta actitud la definió Calvino como nicodemita, refiriéndose a los protestantes que disimulaban su doctrina honrando públicamente la fe y los ritos católicos. Pero la Iglesia católica siempre ha condenado el disimulo, proponiendo como modelo de vida la confesión pública de la fe, llegando incluso al martirio.

Confesar la fe significa denunciar los errores que se oponen a esta, aunque los proponga un prelado o incluso un papa, como sucedió con Honorio I (625-638). Saber si Honorio fue hereje o se limitó a favorecer la herejía es lo de menos. Que fuera solemnemente condenado en el VI Concilio de Constantinopla (681), presidido por el papa León II, y que su condena fuera confirmada por dos concilios ecuménicos posteriores, demuestra que la posibilidad de que un pontífice incurra en herejía, admitida por todos los canonistas medievales, es real, con independencia que esté o no históricamente verificada.

Ahora bien, ¿quién tiene autoridad para resistir y corregir a un papa? Ante todo, es un deber que corresponde a los cardenales, que con los consejeros del Papa en su gobierno de la Iglesia; después, a los obispos, que en unión con el Sumo Pontífice integran la Iglesia; y por último, a los simples fieles, sacerdotes, religiosos y hasta laicos que en razón de haber recibido el bautismo tienen el segurísimo sensus fidei que les permite discernir la verdadera fe de la herejía.

Antes de ser creado obispo de Dorilea, Eusebio era un abogado de Constantinopla cuando en el año 429 interrumpió públicamente una homilía del sacerdote Nestorio en la que éste ponía en duda la divina Maternidad de María. Eusebio habría hecho lo mismo si aquel día hubiera hablado el Patriarca o el propio Papa.

Su espíritu católico no toleraba que la Bienaventurada Virgen María fuese insultada ante el pueblo fiel. Hoy en día la Iglesia no tiene necesidad de nicodemitas, sino de confesores de la fe con el temple de un Eusebio o un Máximo el Confesor, que fue un simple monje que no vaciló en enfrentarse al patriarca de Costantinopla y a los emperadores bizantinos. A quienes querían obligarlo a la comunión con los herejes monotelitas, les respondió: «Aunque el universo entero comulgue con vosotros y me quede solo, no lo haré».

Con ochenta años de edad y después de sufrir tres procesos por su fidelidad, fue condenado a la mutilación de la lengua y de la mano derecha, los dos miembros con los que mediante la palabra hablada y la escrita había combatido los errores y las herejías.
Habría podido hacer suyas las palabras de San Pablo: «En mi primera defensa nadie estuvo de mi parte, sino que me abandonaron todos. No se les cargue en cuenta. Mas el Señor me asistió y me fortaleció para que por mí quedase completo el mensaje y lo oyesen todos los gentiles. Y así fui librado de la boca del león» (2ª Timoteo 4,16-17).

La Divina Providencia permite que sean pocos, perseguidos e incomprendidos los testigos de la fe para aumentar su mérito y hacer que su conducta no sea sólo justa y obligada, sino también santa y heroica. 

¿Qué es el ejercicio heroico de la virtud sino cumplir con el deber en circunstancias excepcionales, no contando con las propias fuerzas sino con la ayuda de Dios?


Roberto de Mattei
(Traducido por J.E.F)

Expulsan a otro crítico de Amoris Laetitia (Luca Gili)




Nuevas depuraciones entre los críticos de Amoris Laetitia: despidieron al prof. Thomas Heinrich Stark (Austria), signatario de la corrección enviada a Francisco.

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Mientras que un gran grupo de teólogos y clérigos progresistas firmaron la petición Pro Francisco, el 15 de octubre el profesor Thomas Heinrich Stark, profesor de filosofía en el centro teológico-filosófico de la abadía de Heiligenkreuz en Austria, ha sido relevado de su posición por el abad Maximiliam Heim y el rector del instituto, el padre Karl Wallner. Los estudiantes se enteraron del despido en un correo electrónico el 18 de octubre en el que se les asignaba un nuevo profesor: Marian Gruber.Las razones de la destitución de Stark se leen en un comunicado publicado en la página web del Instituto y firmado por el Abad y rector. Stark no es mencionado en el anuncio público, pero la hoja se puede confirmar su identidad basada en el correo electrónico a los estudiantes que hemos podido leer.

La acusación contra Stark es por haber sido signatario de Correctio Filialis dirigida a Francisco, publicada el 24 de septiembre en el que 62 eruditos y sacerdotes (en el ínterin aumentado a 245) habían mostrado su queja por los actos y omisiones del Papa que llevó a muchos a tomar ventaja de las ambigüedades y confusiones de Amoris Laetitia para endosar prácticas poco ortodoxas.

Pater Edmund Waldstein, O.Cist., Raymond Cardinal Burke; and Prof. Thomas Stark.

En su declaración, el abad y rector quieren hacer hincapié en que "desde su fundación en 1802 el centro filosófico-teológico Benedict XVI Heiligenkreuz, tiene el carácter esencial de seguir el lema "cum Petro et sub Petro" . "Por esto - añaden los autores - nos distanciamos firmemente de un profesor de nuestra organización que ha entrado en la crítica pública de Francisco, eufemísticamente llamada correctio filialis de haeresibus propagatis" aunque no tiene un cargo permanente y ha firmado sólo a título personal.


Sin embargo se sienten en la urgencia de disociarse de él, para que su firma "no proyecte una sombra sobre nuestra institución." Stark, un alemán de 57 años, ha trabajado intensamente con el filósofo Ernst Cassier para su doctorado en Düsseldorf.

En los últimos tiempos había criticado la teología de Walter Kasper en conferencias públicas y entrevistas, con el argumento de que el cardenal alemán tuvo una configuración del idealismo alemán demasiado viciada lo que condujo inevitablemente a la heterodoxia. No es sorprendente que él se encuentre entre los críticos de la "propuesta Kasper" que, según muchos, fue aprobada por el mismo Papa en Amoris Laetitia.

El despido del profesor Stark no debe leerse como la reacción de la jerarquía progresista contra un profesor conservador, sino, en este caso concreto, más bien como la lucha entre la facción neoconservadora, con ganas de obedecer siempre el Papa, y el mundo tradicional que no duda en corregirlo en actos y omisiones, cuando estos parecen contradecir el evangelio y la tradición

El caso del profesor Stark se suma a la destitución, decidida por el obispo local, Francisco Javier Martínez, del profesor Joseph Seifert del Instituto de Filosofía de la archidiócesis de Granada. Incluso en este caso, el "crimen" fue la falta de entusiasmo por Amoris Laetitia.

Luca Gili 

miércoles, 18 de octubre de 2017

Aparece orientación de los obispos polacos sobre Amoris Laetitia: no a la comunión para los divorciados vueltos a casar,


 

Ordenación de hombres casados. En el bullpen Congo, Asia Pacífico y otros "biomas"



‘LA VERDAD DE LA FE EN PELIGRO’



La Iglesia vive un período de fuerte debate interno. El profesor Strumia, un firmante de la “corrección filial” y un teólogo de renombre internacional, explica por qué.

Por Francesco Boezi. Il Giornale.it.

La Iglesia vive un período de fuerte debate interno. Don Alberto Strumia era un profesor ordinario de física-matemáticas en las universidades de Bolonia y Bari y actualmente es profesor invitado en la facultad teológica de Emilia Romagna.

Pero también es uno de los sacerdotes que ha firmado la “corrección filial” de Amoris Laetitia, la exhortación apostólica del Papa, que tanto debate el mundo católico y no. La firma de Don Strumia ha suscitado, ya que ha reconocido pacíficamente la competencia internacional tanto en términos teológicos como científicos.

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- Profesor Strumia, ¿Por qué ha firmado la “Corrección Filial” sobre “Amoris Laetitia”?


Porque he sentido que era necesario hacerlo a pesar que nunca había imaginado antes de ahora que sería necesario llegar a una decisión casi extrema y dolora. Osas dirigir una corrección doctrinal al Papa, lo cual sólo se puede y se debe hacer cuando está en peligro la verdad de la fe y también la salvación de los pertenecientes al pueblo de Dios. El realismo ante los acontecimientos no me engaña de que la corrección vaya a ser tomada seriamente en consideración, desde el momento en que las dudas presentadas por los cuatro cardenales hasta ahora no han recibido respuesta, pero somos muchos los que solicitamos el aclaramiento, hay 
también una mayor posibilidad  a causa de la visibilidad pública favorecida por los medios. Hay muchos en la Iglesia que se sienten ahogados por un clima negativo en el cual el abuso de poder rara vez es reemplazado por la autoridad.


- En materia doctrina, ¿Un sacerdote puede contradecir al Papa?


La “doctrina de la Iglesia” no ha sido inventada por teólogos o incluso por los papas, sino que se basa en la Escritura y está enraizada en la tradición de la Iglesia. El Papa está al servicio, como custodio y garante de esta continuidad y no puede romperla ni siquiera veladamente, dejando entender, con formulaciones ambiguas, que hoy se puede creer y hacer lo contrario de aquello que se ha enseñado hasta ahora por el Magisterio, sobre cuestiones esenciales como la doctrina de los sacramentos o la moral familiar, con el motivo de que los tiempos han cambiado y el mundo exige una actualización. Por esto es un deber de caridad que tiene como propósito la “salvación de las almas” como se decía en un tiempo, y la defensa de la misma dignidad del trono de San Pedro y de quien lo ocupa, con el máximo respeto resaltar esta ambigüedad.


- ¿Este debate teológico es instrumentalizado? ¿Hay un cambio meramente doctrinal o está emergiendo en la dialéctica una división ya existente en la Iglesia?


Es evidente que hoy emerge, en la Iglesia, a niveles altos lo que durante cincuenta años se ha disparado desde la base a lo más alto. La liturgia se vuelve menos sagrada, y siempre más concentrada en la inventiva más o menos histriónica de los celebrantes, y en el protagonismo de los animadores siempre más preocupados de exhibirse a sí mismos que de exaltar la centralidad del Sacrificio de Cristo, que tal vez no comprendan más. Las homilías se han vuelto melancólicas o sentimentalistas, y el canto es menos litúrgico. Cualquiera que haya deseado corregir, a veces ha imitado las mismas tendencias.


- Una de las críticas que los tradicionalistas hacen al Pontífice es la relacionada a una presunta vuelta modernista. ¿Es así?


Mientras tanto, deberíamos dejar de ver todo lo que está sucediendo en la Iglesia como un contraste entre corrientes: los “tradicionalistas” y los “progresistas”. La Iglesia no es un partido, y las cuestiones fundamentales de la doctrina y la moral no pueden reducirse a “opiniones” de una u otra parte. Aquí se trata de ser católico o no, católico o protestante, católico o gnóstico, católico o defensor de “todas las religiones son equivalentes”, tanta “misericordia” (!), Te permite hacer lo que quieres y no “no hay necesidad de conversión, excepto lo que se adhiere al ‘pensamiento único’ que él cree en el ‘nuevo orden mundial’. Como dije antes, esta es una tendencia de matriz modernista y protestantizante que ha existido por cerca de cincuenta años y que ahora ha llegado a su fin en los últimos años. Fue un fuego bajo la ceniza que ahora se ha revigorizado.


- Pero, ¿Existe realmente una contraposición entre “conservadores” y “progresistas”? Resumiendo, ¿la palabra de Dios no es una sola? Es difícil de comprender por los laicos estas diferencias de visión…


La división interna de la Iglesia es un hecho que no se puede y no se debe negar: si no hubiera división, ahora también en las cuestiones fundamentales, la doctrina y la forma de aplicarla en la práctica pastoral, no estaríamos aquí hablando de ello. Pero, como he dicho, es incorrecto hablar de un contraste entre “progresistas” y “conservadores”. Si el problema fuera sólo una de las dos líneas de moda “cuestionables” estaríamos ante un pluralismo de la escuela, que también podría ser útil para la investigación teológica, y un incentivo para competir en la realización de obras culturales y benéficas. Pero hoy en día no es así: cuando las diferencias vienen a socavar los cimientos de la doctrina, entonces ya no estamos ante dos opiniones de pensamiento a elegir, sino con dos doctrinas opuestas, dos iglesias separadas, de hecho, aunque no jurídicamente. Como dos “separados en casa”.


- ¿Cuál es la relación entre la línea doctrinal de este Pontificado con Martín Lutero y la Doctrina Protestante?

Se diría que Lutero es visto como un profeta y como un santo que ha comprendido con gran anticipación lo que la Iglesia Católica no ha comprendido hasta ahora, condenando un retraso histórico que sería el momento de rejuvenecer. ¡Sin embargo, la biografía de Lutero está lejos de ser presentada como un capítulo de la “hagiografía”! La Iglesia está lenta pero inexorablemente haciéndose protestante… y el “caballo de Troya” para avanzar en este proceso está siendo la ambigüedad "en palabras y gestos", junto con una concepción de misericordia sin arrepentimiento o conversión , que recuerda aquello de pecca fortiter et crede fortius (peca fuertemente, pero cree aún más fuertemente) que decía Lutero.

Y frente a todo esto ¿cómo podría uno no moverse hacia una “corrección filial” que revela la gravedad de la situación?

[Traducción de Uriel García. Dominus Est. Artículo original]