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lunes, 21 de noviembre de 2016

¡Qué bajo ha caído el Opus Dei! Ahora se dedica a censurar el pensamiento y palabras de su propio Fundador, San Josemaría Escrivá de Balaguer y perseguir a quienes lo difundan

FUENTE: CATHOLICVS
 

Además de sorprendente, me parece muy mezquina la forma de proceder de los responsables del Opus Dei, institución de la Iglesia a la que jamás he criticado -y mucho menos atacado-, que ni siquiera se han molestado en ponerse en contacto conmigo, aunque fuera a través de un simple comentario en la entrada "Las tres campanadas: transcripción de las palabras proféticas de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, sobre la actual crisis de la Iglesia", para pedirme directamente que retirara estas cartas y, aunque no fuera necesario, para explicar por qué me lo pedían.

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[Sobre el famoso tema de las tres campanadas, hay nueve entradas en este blog, a cuyo contenido he accedido a través de Internet. Para la primera de ellas pinchar aquí. Además, hay un artículo en pdf sobre las tres campanadas al que se puede acceder pinchando aquí ]
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Si todavía algún lector no lo ha adivinado, me estoy refiriendo a un indisimulado caso de censura por copyright una reclamación por "derechos de autor" que fue enviada a Google el pasado jueves 17 de noviembre de 2016 por el abogado madrileño Javier Domínguez Calatayud -los derechos de autor de esas cartas los posee "Scriptor, S.A.", que es una empresa pantalla vinculada al Opus Dei-, debido a lo cual Blogger me ha pedido que edite la mencionada entrada eliminando las cartas, por lo que he procedido a la retirada de las mismas de esa entrada, manteniendo sólo la introducción escrita por mí

He leído que la excusa que han dado alguna vez para ocultar dichas cartas es que se trata de "documentos internos" destinados a miembros del Opus Dei. Sin embargo, esta explicación se cae por su propio peso desde el momento en que hay otros "documentos internos" difundidos por el propio Opus Dei. Por lo cual, es evidente que el criterio para ocultarlo no se debe a su carácter de "documento interno", sino a su contenido

En mi humilde opinión, hacen muy mal ocultando unos documentos de vital importancia para la Iglesia -no sólo para los miembros de la Prelatura-, que ponen de manifiesto el pensamiento y verdadero sentir de San Josemaría, quien, habrá que recordárselo a algunos, ya no se trata simplemente de su "fundador", sino de un santo de toda la Iglesia universal. 

¿Alguien consideraría normal que los carmelitas prohibieran difundir algunas cartas de Santa Teresa de Jesús alegando "derechos de autor"? Con esa actitud ponen de manifiesto el carácter sectario que todos los enemigos de la Iglesia, y también un considerable número de católicos, les vienen achacando desde hace décadas. ¿Acaso quieren darles la razón? Porque, si no es así, lo disimulan bastante bien. Pues nada, que sigan haciendo amigos.

Durante años han negado la existencia de estas cartas ... hasta que salieron a la luz. Y como después ya no han podido seguir negándolo, recurren a la censura, pura y dura, valiéndose de triquiñuelas legales. Lamentable. 

Como explico al principio de esta entrada, además de por su notable interés en lo que a la vida de la Iglesia católica se refiere, también publiqué estas cartas por coincidir con la festividad litúrgica de San Josemaría Escrivá de Balaguer, el 26 de junio. Como ya expliqué en un comentario, no publiqué el texto completo, sino sólo fragmentos que se referían a la Iglesia universal y que afectan a todos los católicos -no sólo a los miembros de la Prelatura del Opus Dei-, omitiendo cualquier referencia a recomendaciones efectuadas por San Josemaría a miembros del Opus Dei o a asuntos internos de la Prelatura. 

Además, el texto está ampliamente difundido en Internet, mal que le pese al Opus Dei, pudiendo encontrarlo y descargarlo cualquier internauta en muchas páginas web y blogs con sólo utilizar un buscador. Yo no he tenido acceso al documento original ni, por lo tanto, soy sospechoso de haberlo filtrado en Internet, ni siento sentía ninguna animadversión hacia la Prelatura del Opus Dei, nada sospechosa de heterodoxia doctrinal -hasta ahora-, ni mucho menos hacia su fundador, santo de todos los católicos. Es público y notorio que no me mueve ningún ánimo de lucro; de mi blog no obtengo ni un solo céntimo de euro, ni ningún otro beneficio material: sólo tiene como fin la mayor gloria de Dios y provecho de las almas.

Pero, a pesar de lo dicho anteriormente, parece no gustar a los actuales responsables de la Prelatura lo que pensaba y decía su fundador

- En primer lugar, que constatara que la maldad del mundo parecía -y aún parece-, estar afectando a la Iglesia. 

- Que creyera que no es la doctrina católica la que debe adaptarse a los tiempos, sino al contrario: el mundo a Cristo. 

- Que denunciara que quienes deberían proteger a los fieles no lo hicieran, y se alentaran las acechanzas del diablo desde dentro de la propia Iglesia. 

- Que se pudiera propagar impunemente cualquier idea falsa, incluso desde dentro de la misma Iglesia, tachándose de "rigoristas", en cambio, a quienes defienden la Verdad revelada y el Magisterio perenne de la Iglesia, al tiempo que se jalea a apóstatas y a herejes, y se escandaliza y confunde a los simples fieles -a quienes ahora, además, se descalifica-. 

- Se dolía de que algunos hicieran todo lo posible por ocultar que la Misa es el Sacrificio incruento de Nuestro Señor en el Calvario, o que los eclesiásticos heterodoxos se quedaran oficialmente dentro de la Iglesia y provocaran la agitación -ahora se dice "lío"-. 

- Pensaba que parte de la culpa de la desbandada de los fieles se debía a la adulteración del mensaje de Nuestro Señor y a la creación de un cristianismo edulcorado, sin cruz, sufrimiento o dolor, así como a la confusión y tolerancia en la Iglesia de ideas totalmente incompatibles con la Revelación.  Consideraba cobardía callarse en esta situación -silencio culpable-. 

- También criticaba:
  • La introducción en la Iglesia de categorías marxistas de la lucha de clases o el análisis materialista de los fenómenos sociales; 
  • la condescendencia con los poderosos ateos o antirreligiosos; 
  • la desacralización del culto; 
  • los abusos litúrgicos y los sacrilegios en la administración de los sacramentos; 
  • que muchos clérigos no predicaran a Nuestro Señor Jesucristo, pero no les faltara, en cambio, la verborrea suficiente cuando de asuntos políticos o sociales se trataba.
- Creía que los católicos no podemos permitir que se impongan como verdaderas y justas ideas contrarias al mensaje de Jesucristo, y menos desde dentro de la Iglesia; y que aunque la palabra "justicia" nunca ha sido tan ampliamente utilizada, nunca se hubieran oprimido las conciencias de los fieles más injustamente. 

- Sabía, y así lo expresaba, que la mayoría silenciosa de los fieles no protesta pero sufre esta situación, confiando y rezando para que la Iglesia vuelva a ser la que siempre ha sido, ya que ellos no han pedido ningún cambio, y menos aquellos que tratan de reducir o eliminar la espiritualidad, desprecian los sacramentos y enturbian o hacen perder la fe.

- A quienes tal cosa pretenden, no duda en llamarles herejes, modernistas o progresistas, afirmando que no sólo no progresan, sino que retroceden a herejías pasadas para poner en tela de juicio la Exégesis, la Historia y hasta los propios dogmas, sin recibir condena alguna por quien tiene el deber y el poder para hacerlo, sino más bien al contrario: se les alienta, sin considerar el juicio de Dios y el bien de las almas, sino más bien buscando el aplauso del mundo. De ahí que ironizara con que ahora ya se puede sembrar la confusión con licencia eclesiástica. 

- Era totalmente contrario al marxismo cultural, que en ambientes eclesiásticos achacaba unas veces a pura convicción, y otras a simple complejo de inferioridad. 

Como también hicieran otros santos antes que él, y siendo consciente de que en los momentos de crisis profunda de la Iglesia pocos permanecen fieles, debido a la escasa formación doctrinal, espiritual y a la carencia de medios morales e intelectuales suficientes para resistir a quienes promueven el mal, 
  • recomendaba evitar aquellas novedades que podían poner en riesgo la piedad, y prevenía de dejarse arrastrar por doctrinas extrañas a la fe que siempre ha mantenido y enseñado la Iglesia, que jamás puede ser considerada anticuada, pues la Verdad revelada siempre es nueva, ya que Cristo no pasa de moda ni envejece. 
  • Pone en guardia sobre las falsas doctrinas y las reformas innecesarias, muchas de las cuales no son sino herejías que tienen su origen en la mala conciencia, tratando de justificar con ellas las bajas pasiones, la negligencia y muchos errores prácticos. 
  • Ataca el falso ecumenismo, que además de no servir para nada desemboca en la indiferencia religiosa. Lo achacaba a la falta de celo apostólico, el cual busca tanto la propia salvación, como la salvación de los otros, sin necesidad de atacar a nadie, simplemente por la defensa firme de la doctrina.
- Además, arremete contra los falsos teólogos que enseñan herejías, y da el remedio para combatirlo, hoy tristemente denostado: el proselitismo.

- Rechaza la acusación de que quienes propugnan y defienden los dogmas, esto es, la Verdad, lo hagan por soberbia. 

- Por eso afirma claramente que no hay que dejarse dominar por ideas y actitudes distintas a las predicadas por Nuestro Señor.

Así se entiende que denunciara que muchos eclesiásticos pierden la fe progresivamente, apartándose de la sana doctrina, en lugar de dar ejemplo de prudencia, hasta desembocar en la confusión de ideas y de obras, por un buenismo y una concepción utópica del cristianismo y de la Iglesia, que no es otra que la que promovió el tantas veces condenado modernismo. Y, en lugar de promover la conversión y la piedad personales, quienes así piensan sólo ven defectos en las estructuras de la Iglesia. 

Asimismo, criticaba:
  • la rampante mundanización y el activismo político de un sector del clero
  • su falta de oración, 
  • la negación de dogmas por parte de algunos mal llamados "teólogos",
  • la enseñanza de inmoralidades, 
  • el silencio culpable ante el mal,
  • las tendencias patológicas de algunos, o las herejías difundidas por otros. 
- Sus críticas culminan con el tan actual tema de la indisolubilidad del matrimonio, del que pensaba que no hay que dejar de proclamar la doctrina de Cristo por miedo a ser tachados de reaccionarios

- Consideraba el divorcio como un error grave y una herejía, y abominaba del irenismo de aquellos eclesiásticos que pretenden mantenerse en una posición de equidistante prudencia, sin extremismos, ajenos a la realidad sobrenatural y temiendo más el juicio de los hombres que el de Dios, lo cual acaba provocando el alejamiento de los fieles y la pérdida de su autoridad moral. 

- También denunciaba que desde la propia Iglesia se diera una visión de Ella misma y de sus fines totalmente falsa, confundiendola con una organización humanitaria, o que se permitiera que los errores y herejías circularan sin denunciarse, o que se corrompieran las conciencias con ciertas enseñanzas y omisiones graves. 

- Del clero que había caído en las garras del modernismo decía que juzgan todo de forma ajena a lo sobrenatural, calificando la obediencia, la certeza en la fe y la unción en la liturgia como "verticalismo", "falta de pluralismo" o "falta de espontaneidad". 

- Hace notar que muchas veces el mal se disfraza de virtud y de autoridad, por lo que muchas personas con una falsa religiosidad y llenas de fanatismo se oponen desde el interior a la verdadera Iglesia fundada por Jesucristo, que es a la vez dogmática y jurídica, haciendo resaltar lo político antes que lo religioso y contribuyendo así al desprestigio de la autoridad eclesiástica, a que no se corrijan los errores y la confusión en temas de fe, morales, litúrgicos y disciplinares. 

- Culpa, en definitiva, al mal llamado "aggiornamento" y a quienes desde dentro de la Iglesia siembran la confusión, hunden los seminarios y vacían las iglesias -aunque llenen los titulares de prensa-, de la desaparición de la piedad, del desplome de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y del alejamiento de los fieles, recurriendo a la cita del capítulo III de "De Ecclesiae Catholicae unitate", que habla de quienes presentan "la noche como día, la muerte como salud, la desesperación con apariencia de esperanza, la perfidia como fidelidad, el anticristo con el nombre de Cristo; así escamotean con sutileza la realidad, engañando con apariencias de verdad". 

- Y, por último, reconoce que las características del modernismo -o compendio de todas las herejías- descritas por San Pío X en su encíclica "Pascendi", estaban más vivas que nunca -lo siguen estando-, y que entonces se presentaban, si cabe, con mayor virulencia, agresividad y extensión que cuando las condenó San Pío X. 

- Creía que el modernismo después del Concilio Vaticano II identifica erróneamente el amor de Dios con las aspiraciones o deseos humanos de tipo materialista y meramente instintivo. 

- Para remediarlo veía necesario volver al Tomismo, como recomendaran S. S. León XIII y San Pío X, y recuerda a los Padres y Doctores de la Iglesia que dedicaron su vida al servicio de la verdad, defendiéndola de la herejía y sin miedo a llamar a los herejes por su nombre. 

- Su conclusión fue que debe desterrarse de la Iglesia esa visión que trata de convertir el mensaje de Cristo en un humanitarismo disfrazado de "preocupaciones sociales", y recuerda la obligación de todos los católicos de proclamar la fe sin ambigüedades, así como el derecho que les asiste a sentirse apoyados por aquellos que han sido designados por el Señor como custodios del Depósito de la Fe.

Me gustaría concluir con una cita bíblica -afortunadamente el Opus Dei no tiene los "derechos de autor" de los Santos Evangelios-, en la que el Señor, dirigiéndose primeramente a sus discípulos, previene de la doblez y la hipocresía

“Guardaos a vosotros mismos de la levadura –es decir de la hipocresía– de los fariseos. Nada hay oculto que no haya de ser descubierto, nada secreto que no haya de ser conocido. En consecuencia, lo que hayáis dicho en las tinieblas, será oído en plena luz; y lo que hayáis dicho al oído en los sótanos, será pregonado sobre los techos" (Lc 12, 1-3). 

A buen entendedor, pocas palabras bastan.

CATHOLICVS

sábado, 19 de noviembre de 2016

El Papa arremete contra los “rigoristas” a los que acusa de “insatisfacciones personales” (Comentado por José Martí) ACTUALIZADO

FUENTE: INFOVATICANA
18 noviembre, 2016


En una entrevista al diario Avvenire, el Papa sostiene que ciertas maneras de contraponer las cosas de la doctrina frente a las cosas de la caridad pastoral no siguen el Evangelio y crean confusión. También afirma que se ve inmediatamente cuando “ciertos rigorismos nacen de una falta, de querer ocultar dentro de una armadura la propia y triste insatisfacción”.

El Papa Francisco ha concedido una entrevista al diario católico italiano Avvenire, reproducida por Andrea Tornielli en Vatican Insider, pocos días antes de la clausura del Año de la Misericordia y en el momento en el que se ha hecho pública la carta de cuatro cardenales dirigida al pontífice en la que piden que se aclare una serie de dudas sobre la exhortación apostólica Amoris Laetitia.

El Papa sostiene que en el Concilio, la Iglesia sintió la responsabilidad de estar en el mundo como un signo vivo del amor del Padre y con la Lumen Gentium volvió a las fuentes de su naturaleza, al Evangelio. Según el Santo Padre, esto desplaza el eje de la concepción cristiana “de cierto legalismo, que puede ser ideológico, a la Persona de Dios que se hizo misericordia en la encarnación del Hijo”.

“Algunos -piense en ciertas respuestas a Amoris laetitia- siguen sin comprender, o blanco o negro, aunque sea en el flujo de la vida en donde hay que discernir. El Concilio nos ha dado esto, pero los historiadores dicen que un Concilio, para que lo absorba bien el cuerpo de la Iglesia, necesita un siglo… Estamos a la mitad”, ha afirmado Francisco.

El Papa también ha querido recalcar que “la Iglesia existe sólo como una herramienta para comunicarse con las personas del plan misericordioso de Dios”.

Sobre las acusaciones de intentar “protestantizar” a la Iglesia católica, especialmente tras su visita a Suecia para la conmemoración de los 500 años de la Reforma, el Papa ha asegurado: “No me quita el sueño. Yo prosigo por el camino de quienes me precedieron, sigo el Concilio”.

[Un Concilio que habría que ser revisado en algunos de esos puntos que llevan, en efecto, a protestantizar a la Iglesia. Algo muy preocupante. Y, sin embargo, esto no le quita el sueño al santo Padre. Debería de quitárselo, porque él sólo prosigue los puntos más problemáticos y discutibles de un Concilio, el Concilio Vaticano II, el concilio número 21. Antes de este Concilio ha habido 20 concilios más, a lo largo de toda las historia de la Iglesia. Todos ellos dogmáticos y pastorales, por supuesto, pues dogma y moral son inseparables. 

Curiosamente, el Concilio Vaticano II, que surgió con la intención expresa de ser meramente pastoral y con el compromiso formal de no tocar ningún dogma ... en realidad está tocando, de hecho, todos los dogmas: Yo nunca le he oido hablar de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía; según él, el milagro de la multiplicación de los panes y los peces no fue tal milagro, etc. Se podría estar hablando sin parar de la mayoría de las expresiones que salen de su boca ... y que no son precisamente para edificar, porque está sembrando el desconcierto entre aquellos cristianos que permanecen fieles al Mensaje de Jesús. Continuamente los está insultando tratándolos de todo: "personas con cara de pepinillo avinagrado", "gente triste", etc. (se podría escribir un libro con todas las expresiones de desprecio hacia los cristianos que viven conforme a la Tradición y al Mensaje que el Maestro nos ha dejado).

Este Papa, que tanto habla del descarte y de la misericordia, está descartando de hecho a los más pobres y necesitados, que son las ovejas que le han sido encomendadas por Dios. Éstos son los verdaderos descartados. Se contradice continuamente. Un día nombra mártires a los asesinados por los comunistas en Paracuellos del Jarama a causa de su fe. Y dos días más tarde afirma que los comunistas son cristianos. Dice una cosa y la contraria. Eso no es normal.

 Ahora, concretamente, ha descartado a los pastores que se le oponen (caso de los cuatro cardenales). ¿Quiénes se han creído que son para llevarle la contraria? Y, en lugar de contestar a sus preguntas, que le fueron dirigidas el 19 de septiembre, los trata de rigurosos e insatisfechos. Una contestación que, por cierto, no se la da a ellos directamente, a quienes no se dirige, sino a los medios de comunicación. Tal modo de proceder, con el corazón en la mano, y sin juzgar a nadie, yo no lo veo demasiado misericordioso. Ha pasado -y está pasando- de ellos, olímpicamente; que es, precisamente lo que ha dado lugar a que salgan a relucir al dominio público (dos meses más tarde) las cinco preguntas que, con todo respeto, le formularon ante la necesidad pastoral de muchos cristianos que se encuentran desconcertados por este comportamiento de Francisco.

Es un hombre que habla de colegialidad, pero a la hora de la verdad, hay que hacer sólo lo que él dice, sin discusiones, como si el Espíritu Santo hablara directamente por su boca. Una presunción que va más allá de lo ordinario. Pretende cambiar la Iglesia de Jesucristo por una nueva Iglesia, fundada por él. Y no es así. Fue Jesucristo quien dio su vida por nosotros y no Francisco

Es lamentable que se haya llegado a esta situación, en la que los verdaderos cristianos son considerados malos y rigurosos, como gente que no sabe discernir los signos de los tiempos y que se han quedado anclados en el pasado ... cuando es precisamente todo lo contrario

En Jesucristo se dio, de una vez por todas, el máximo progreso. Y hay que recordar que Jesucristo, que es verdadero Dios, al mismo tiempo que verdadero hombre, no vino a destruir la Ley sino a llevarla a su plenitud. Todo lo que aleje de las palabras dichas por Jesucristo supone un retroceso a los estadios más primitivos de la humanidad: ¿Permitir el adulterio, tal y como hacían los judíos? Lo suyo fue un avance. Lo que ahora se pretende, con la Amoris Laetitia, es un retroceso. ¿O es que las palabras de Jesucristo han perdido validez con el correr de los tiempos? Sabemos que eso no es así, pues "Jesucristo es el mismo, ayer y hoy y por los siglos", como nos dice san Pablo. 

Porque, además, ya puestos, ¿por qué no admitir también el robo como legítimo? ...  ¿O el aborto? ... Y así con todos los mandamientos de la Ley de Dios, con la agravante de que llama hipócritas a los que cumplen la Ley: ¿No se da cuenta el santo Padre que aquellos que se toman en serio su fe y cumplen la Ley, lo hacen precisamente porque aman a Jesucristo. La Ley perfecta es la de la caridad. Pero, ¡ojo!: "El que guarda mis mandamientos ése es el que me ama".

A la vista de los hechos, y en honor a la verdad, sintiendo conforme al sentir de la Iglesia de casi dos mil años, animada por el Espíritu Santo, puedo afirmar, con profunda pena, que el Espíritu que anima al santo Padre - y triste es decirlo- no es el Espíritu de Cristo. Una afirmación que se basa en el hecho, comprobable, de que sus palabras contradicen el Mensaje que ha recibido para custodiarlo. 

El Papa, que es el siervo de los siervos de Dios, no puede, de ninguna de las maneras, actuar del modo en que lo está haciendo, si actúa conforme a ese Espíritu. ¡Pero lo está haciendo! Y la verdad hay que reconocerla, por desagradable que sea, porque es la verdad la única que nos puede hacer libres, según dijo el mismo Señor. 

En este caso concreto la verdad es que ha tratado con desprecio a aquellos de sus hijos más queridos por el sano pueblo cristiano, por aquellos que siguen teniendo fe en las palabras de Jesús. Y no les cuadra con lo que el Papa dice en muchísimas ocasiones. Han sido muy pocos los cardenales que se han atrevido a hacerle frente (por las razones que sean, tema en el que no entro). Y es que la Iglesia, en sus más altas esferas también (y sobre todo), se ha mundanizado. 

Y lo más grave es que esto al Papa le tiene sin cuidado. Ya en el Antiguo Testamento se puede leer que "sin justicia no hay paz". ¿Está siendo justo el santo Padre con estos cardenales a los que ni siquiera se ha dignado contestar? No, no lo está siendo ... ante lo cual hay que decir que "un cristiano tiene que obedecer a Dios antes que a los hombres". 

La Amoris Laetitia no es ningún acto de magisterio, ni tiene carácter obligatorio (como pretende el cardenal Schönborn). Es más: lo obligatorio es justamente lo contrario, sobre todo en su polémico capítulo octavo, que se opone claramente a la Ley establecida por Dios: "Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre"

Quien actuase conforme a lo que establece esta exhortación papal y recibiese la comunión, estando divorciado civilmente y vuelto a casar, que sepa que "come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11, 29). Éstas palabras sí que son del Espíritu Santo, puesto que Él es el verdadero autor de la Biblia. Nadie podría sin culpa recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, si se encuentra en estado de pecado grave. Y esto es así, independientemente de todos los escritos que se digan en contra, aun cuando provengan de un papa, porque éste no tiene poder para cambiar las palabras de Cristo y sustituirlas por las suyas.

El Papa, que es el máximo representante de Cristo en la Tierra, por desgracia, se está alejando, cada día más del auténtico Mensaje Evangélico. No porque lo diga yo. Él mismo es quien lo manifiesta con los disparates que dice (y cuyo número va "in crescendo") como cuando afirma que los comunistas son cristianos. ¡Que Dios me perdone si me equivoco, pero hay algo en la mente del santo Padre que no funciona bien! ¡Al menos eso es lo que se deduce racionalmente de esas palabras tan disparatadas! ... y son sólo una muestra de los muchos dislates que viene diciendo desde el primer día de su Pontificado, el 13 de Marzo de 2013.

Ahora bien: puesto que la Iglesia no puede desaparecer, ya que están ahí las palabras del Señor: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). Y este hombre parece que se ha propuesto destruirla (por lo que dice y por lo que hace) pienso sinceramente que algo -y muy grave- tiene que estar a punto de ocurrir, pues de Dios nadie se burla (Gal 6,7). 

No se puede jugar con el Espíritu Santo, "el cual sopla donde quiere" (Jn 3, 8), porque es libre (cfr 2 Cor 3, 17); y no está sometido a la boca de nadie, ni siquiera de un Papa, máxime cuando lo que éste dice se opone claramente a ese Espíritu, que es el Espíritu de Cristo, puesto que se opone a la Tradición de la Iglesia, pretendiendo que la Iglesia ha nacido con el Concilio Vaticano II. Pues va a ser que no. ]

El Santo Padre ha considerado necesario distinguir el espíritu con el que se dicen las opiniones: “Cuando no hay un espíritu malvado, ayudan a caminar. Otras veces se ve inmediatamente que las críticas salen de acá o de allá para justificar una postura ya asumida, no son honestas, están hechas con espíritu malvado para fomentar división.

“Se ve inmediatamente cuando ciertos rigorismos nacen de una falta, de querer ocultar dentro de una armadura la propia y triste insatisfacción, ha agregado.

[Yo también voy a agregar algo: "¿Quién soy yo para juzgarlo?" ... PORQUE ESTÁ JUZGANDO Y CONDENANDO, hablando de posturas que no son honestas y que están hechas con espíritu malvado para fomentar la división]

‘El proselitismo entre los cristianos es un pecado grave’ 

[Todos los santos que en el mundo han sido y que se han jugado la vida por llevar a todos al conocimiento de Jesús, al conocimiento de Dios, en definitiva, con vistas a su salvación ... según estas palabras de Francisco resulta que "cometieron un grave pecado" al hacer tal cosa ... de manera que no deben de estar en el cielo, aun cuando sean santos reconocidos por la Iglesia: San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, etc...: ¡Qué disparate, Dios mío!]

En la entrevista, el Papa ha vuelto a calificar como “pecado grave” el proselitismo entre los cristianos: El proselitismo entre los cristianos, entonces, es en sí mismo un pecado grave, porque contradice la dinámica misma de cómo volverse cristianos y seguir siéndolo. La Iglesia no es un equipo de fútbol que busca hinchas”. 

[Véase la labor de los santos que evangelizaron América, por ejemplo. Al hacerlo contradijeron "la dinámica de cómo volverse cristianos" ... "y seguir siéndolo". Y "pecaron gravemente". ¿Cómo se pueden decir estas cosas?. La dinámica de llegar a ser cristianos es cosa de Dios. A san Pablo lo derribó de un caballo. El cristiano, con su vida y con sus palabras, debe de imitar a Jesucristo y decirle al Padre, junto a su Hijo: "El celo de tu casa me devora". ¿Pues no dijo, hace poco, que él no quiere cristianos tibios? ¿No aconseja hacer lío? ... O, ¿qué entiende él por tibio y por lío?]

“Pienso en el trabajo que después del encuentro en Lund pueden hacer juntas Cáritas y las organizaciones luteranas de caridad. (…) 

[¡No había caído en que la función principal de la Iglesia es la de una ONG, de tipo meramente mundano, sin referencia a Dios!]

"Ciertas maneras de contraponer las cosas de la doctrina frente a las cosas de la caridad pastoral, en cambio, no siguen el Evangelio y crean confusión”, ha añadido. 

[Es precisamente del contacto con Jesucristo y conociéndole (Doctrina) de donde se sacan las fuerzas necesarias para llevar ese amor a los demás. La caridad pastoral no está reñida con la doctrina verdadera: ésta no se puede cambiar por razones pastorales, porque sería contradecir al propio Jesús]

Asimismo, Francisco ha subrayado que el cáncer en la Iglesia es “glorificarse recíprocamente”: “Si uno no sabe quién es Jesús, o nunca lo ha encontrado, siempre lo puede encontrar; pero si uno está en la Iglesia, y se mueve en ella justamente en el ámbito de la Iglesia, cultiva y alimenta su hambre de dominio y afirmación de sí, tiene una enfermedad espiritual, cree que la Iglesia es una realidad humana autosuficiente, en la que todo se mueve según lógicas de ambición y de poder

[Sinceramente, Santidad, ¿cree usted que ése es el caso de los cuatro cardenales que se han atrevido, con gran valentía, a cuestionar la Amoris Laetitia (obra de Tucho Fernández, por cierto)? ¿Cree, Santidad, que les mueve una lógica de ambición y de poder, un hambre de dominio y de afirmación de sí? Eso sí es un juicio condenatorio, que se dirige, además, a las intenciones de estas personas, las cuales sólo Dios puede juzgarlas: sólo Dios, Santidad. Ni siquiera su Santidad puede hacer tal cosa. Y se lo digo con todo mi respeto, debido al cargo que ocupa. ¡Si los conociera de verdad sabría que es injusto para con ellos hablar de esa manera ... y muy poco misericordioso! ¡Y que Dios me perdone por hablarle así, pero es mi deber decir la verdad, pues está en juego el futuro de la Iglesia!]

Respecto a Lutero, el Papa ha afirmado que en su reacción estaba el rechazo de una imagen de Iglesia como organización que podía seguir adelante sin la gracia del Señor, o considerándola algo descontado, garantizado a priori. “Y esta tentación de construir una Iglesia autorreferencial, que lleva a la contraposición y por lo tanto a la división, siempre vuelve”, ha señalado.

[¿Compara a Lutero, un hombre soberbio y asesino, que no aceptaba la autoridad de ningún papa y que se inventó su propia doctrina de la justificación como "peca mucho pero cree más"  y eso es lo que él hacía), con la de estos cardenales que han demostrado, a lo largo de toda su vida, su fidelidad a Cristo y a la Iglesia? ¿No les perdona que le hagan la contra? ¿Considera que su actitud es rebelde y autorreferencial porque no lo refieren todo a su Santidad y, en cambio, lo refieren todo a la fidelidad a Jesucristo y al Papado de siempre? ¿No se da cuenta de que lo que buscan es el bien de los fieles que les han sido encomendados? ¿Por qué ese desprecio hacia ellos ... y digo desprecio porque "no hay más desprecio que no hacer aprecio"? Los ha ignorado durante dos meses. Y les ha obligado, en cierta manera, a hablar públicamente, lo cual es reconfortante y motivo de unión entre los cristianos y no de desunión, como parece dar a entender su Santidad. 

Ojalá Dios le conceda la gracia del amor a la verdad, por encima de todo. Y le abra los ojos para que pueda ver el estado de descomposición en el que se encuentra actualmente la Iglesia. Y todo ello surge por "proseguir el camino del Concilio Vaticano II y de quienes le han precedido". Basándose en ello, dice que no le quita el sueño la posible protestantización de la Iglesia. ¡Pues debería de quitárselo! Porque hubo veinte concilios antes que ése: ¡La Iglesia no nació hace cincuenta años!

La Iglesia, la Santa Iglesia Católica,  ha hecho grandes labores importantes, a lo largo de tuda su historia, las cuales su Santidad pasa por alto y no las reconoce como debiera, dado que no para de pedir perdón a todos por lo mal que lo ha hecho la Iglesia desde su nacimiento prácticamente, hasta que el Pontificado ha sido ocupado por usted, Santidad. ¿Cómo se puede pedir perdón a los indígenas por haberles hecho llegar el Evangelio? 

En razón de todo lo que veo, y con todo el respeto del que soy capaz, me atrevo a preguntarle. 

- ¿Cree su Santidad, realmente, en Jesucristo, como verdadero Dios y verdadero hombre? 
- ¿Cree en su Presencia Real en la Eucaristía?
- ¿Cree en la resurrección del Señor?
- ¿Cree en la virginidad de María? 
- ¿Cree en los milagros que Jesús obró a lo largo de su vida? 
- ¿Cree que la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia y que fuera de ella no hay salvación? 

Porque yo no encuentro otra explicación a todo lo que está sucediendo. Jesucristo no se dedicó a predicar la liberación de la pobreza, al estilo marxista. ¡Y eso que había muchos pobres en su tiempo! Jesús no dedicó su vida a librar de la miseria a los pobres, ni se rebeló contra el César por cobrar impuestos a los judíos. No, Él vino a "evangelizar" a los pobres, esto es, a los sencillos, a los humildes, a los que no se consideran perfectos y aman la verdad, por encima de todo, aunque ésta les lleve a ver que son pecadores e indignos. Los arrogantes, los que actúan para ser vistos por los hombres, aquellos cuyo comportamiento viene dado para agradar a todos y para que todos hablen bien de él, a esos, a los soberbios, les está vedado el Reino de Dios, a menos que, por alguna gracia especial de Dios, cayeran del burro y reconocieran sus pecados. 

Tales fueron, en aquel entonces, los escribas y fariseos y los doctores de la Ley, por interpretar  la Ley rígidamente, quedándose sólo en la letra. 

La Ley de Jesucristo, sin embargo, es la Ley del Amor, entendido éste como Él lo entendió, hasta el extremo de dar la vida por sus ovejas, por aquellos que el Padre le había encomendado.  Ésa fue su misión. Y ésa es también la misión de los apóstoles de hoy, comenzando por el Santo Padre y siguiendo con el resto del grupo cardenalicio, amén de todos los obispos, sacerdotes y del resto de los cristianos que formamos la Iglesia, porque "es preciso, decía Jesús, que el mundo sepa que Yo amo al Padre y que hago todo lo que el Padre me ha mandado" (Jn 14, 31). 

Quien no actúa así, como buen discípulo de Jesucristo, ése es el fariseo de hoy.  "Quien no entra por la Puerta en el redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón y un salteador" (Jn 10, 1) y, continúa diciendo Jesús, "el ladrón sólo viene a robar, matar y destruir" (Jn 10, 10a). Y, para que no haya duda, y quede todo muy claro, les dice: "Yo soy la Puerta; si alguno entra por Mí se salvará; y entrará y saldrá y encontrará pastos" (Jn 10,9).  

"Ningún otro Nombre hay bajo el Cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12), decía san Pablo. Al fin y al cabo, Jesús es Dios, además de ser hombre: "Todo se hizo por Él y sin Él nada se hizo de cuanto ha sido hecho" (Jn 1, 3). 

Quien actúa igualando todas las religiones, por ejemplo, y colocándolas al mismo ras, está poniendo en tela de juicio las palabras de Jesús, unas palabras que no cambian con la historia (historicismo) puesto que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8). 

Ése es el fariseo de hoy: aquél que niega esta verdad que es Dios, revelado en Jesucristo y se considera a sí mismo el portavoz de Dios o la voz del Espíritu. Quien así actúa no lo hace conforme al Espíritu de Jesús. No está en la verdad. A ellos van dirigidas estas palabras, muy duras, del apóstol san Juan: "¿Quién es mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Éste es el Anticristo, que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo también posee al Padre" (1 Jn 2, 22-23). Y no sólo es ya san Juan sino que el mismo Jesús lo dijo expresamente de Sí mismo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14, 6)

Las palabras de Jesús son Espíritu y son Vida (cfr Jn 6, 63). Son palabra de Dios. Por eso no se pueden saltar a la ligera. Y entre otras cosas, y por lo que respecta al tema que nos ocupa, Jesús dijo con toda claridad, que no da lugar a ningún otro tipo de interpretación: "TODO el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y quien se casa con la repudiada de su marido, comete adulterio" (Lc 16, 18). Ante lo cual los propios discípulos se escandalizaron un poco, pues dijeron: "Si esa es la condición del hombre con respecto a la mujer, no trae cuenta casarse" (Mt 19, 10). Pero Jesús les contestó: "No todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquéllos a quienes se les ha concedido" (Mt 19, 11). 

¿Y quiénes son éstos, quienes pueden entender, quiénes son capaces de entender? Desde luego sólo los que se hagan como niños, dóciles y sencillos, y que se fíen de Dios, que nunca falla y que nunca deja de dar la gracia necesaria a todo el que se la pide: "porque nada hay imposible para Dios". (Lc 1, 37). Nuestra respuesta debería ser como la de la Virgen María cuando el arcángel Gabriel le anunció que iba a ser la Madre del Salvador. Ella no podía entenderlo, pero ésto le respondió: "He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38)

Esta verdad no queda reflejada en la Amoris Laetitia, en la que se considera que eso del matrimonio indisoluble está bien para los que son capaces, pero que no todos son capaces. Lo cual va en contra de las enseñanzas del Evangelio. También san Pablo tenía sus dificultades y muy grandes, cuando hablaba de un aguijón que le fue clavado en la carne, como un ángel de Satanás, que le abofetea para que no se envanezca. Dice así: "Rogué tres veces al Señor que lo apartase de mí; pero El me dijo: 'Te basta mi gracia, pues mi fuerza se hace perfecta en la flaqueza' " (2 Cor 12, 8-9).  Y en otro lugar dice: "Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que, con la tentación, os dará la fuerza para que podáis superarla" (1 Cor 10, 13). Y san Pablo actuó en coherencia: "Sé muy bien de quién me he fiado" (2Tim 1, 12). 

No tenemos que rebajar las enseñanzas de nuestro Maestro sino proceder como lo hicieron san Pablo y la Virgen María, con sencillez y humildad (¡ésa es la verdadera pobreza cristiana!) fiándonos de Jesús. Hagamos caso de sus palabras que son, como siempre, consoladoras: "Venid a Mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, que Yo os aliviaré.  Tomad sobre vosotros MI yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Pues MI yugo es suave y MI carga es ligera" (Mt 11, 29-30). Eso sí: tiene que ser "su" yugo. No el que nosotros nos impongamos, haciendo sólo nuestra voluntad y separándonos de Él. De ese modo nos hacemos esclavos e infelices, pues: "todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8, 34)

De manera que no tenemos por qué asustarnos ante las dificultades, que son inherentes a la vida de toda persona y, en particular, a la vida de un cristiano. Dios siempre concede su gracia para poder afrontarlas, con paz interior, y salir libres y vencedores de las tentaciones.

Hoy se habla mucho del amor y de la misericordia de Dios y no se habla, sin embargo, de sus mandamientos, como si éstos fuesen una pesada carga, imposible de llevar. No es así, como se ha explicado y como nos lo recuerda san Juan: "Éste es el Amor de Dios: que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados"  (1 Jn 5, 3) 

Y quien no lo vea así, que piense que Dios no pide imposibles. Que medite, con tranquilidad, en la presencia de Dios, quien no dejará de concederle lo que pide. Éste podría ser un ejemplo para dirigirse a Jesús, con sencillez, abriéndole nuestro corazón con plena confianza en su Amor:

 "Señor, que vea. Que entienda que Tú quieres para mí lo mejor. Y que lo mejor es lo que Tú me has revelado en las Sagradas Escrituras. Y, en concreto, aýudame a entender que esta cruz que puede suponer -y, de hecho, supone- la fidelidad en el matrimonio, si uno mi sufrimiento al tuyo, me hago corredentor contigo y estas tentaciones, vencidas sólo por tu gracia, me hacen fuerte, porque me dan tu fuerza. En mi debilidad, Señor, Tú me salvas y me das la fortaleza suficiente para no desesperar y para aceptar, en lo más intimo de mi corazón, esa cruz que ahora se convierte en la mayor prueba de amor posible, tal y como Tú hiciste conmigo, dando por mí tu vida. 

No debo quejarme sino estar inmensamente agradecido por tus mandamientos. Ellos me hablan de tu amor y son dulces al paladar, como dice la Biblia, aun cuando el estómago se queje. El sufrimiento, causa del pecado, junto a Tí, se convierte en sufrimiento redentor. Es un modo de dar la vida. Y de demostrarte mi fidelidad y el amor que te tengo o que, al menos, quiero tenerte. 

Sé, además, que en ello me va la vida eterna y mi propia salvación, junto a la mayor felicidad posible, ya en esta vida, pues según tus palabras, que siempre son verdad, "hay más dicha y más alegría en dar que en recibir" (Hech 20, 35). 

Toma, pues, mi vida, Señor; pero dame la tuya a cambio, para que, realmente, pueda afrontar con alegría cualquier contrariedad que la vida me depare. 

Sé que lo harás, pero dame fe, porque sin Tí estoy perdido; y nada tiene sentido. Contigo mi matrimonio saldrá a flote, porque tú nunca pides imposibles.

Gracias, Señor, gracias.
José Martí

Nota aclaratoria: Pido disculpas por haber escrito demasiado en esta entrada pero pienso que el tema lo merecía. Estoy contento de que, al menos, haya habido cuatro cardenales que, haciendo uso de la colegialidad y de la corrección fraterna, se hayan dirigido a Francisco, al solo efecto de aclarar un punto que, en realidad es de difícil aclaración, puesto que, pese a la ambigüedad de la Amoris Laetitia, queda bastante claro lo que el Papa piensa, en este sentido, pues ya se ha definido, de alguna manera, cuando, a la pregunta sobre si había habido cambios con la AL dijo aquello de "Sí, y punto" y que Schönborn, que era un gran teólogo, les contestaría con más detalle. La nota final final la dio cuando dijo que no había otra interpretación posible que la que dijeron los cardenales de Buenos Aires, una posición que es claramente herética.

Tampoco contesto a cuarenta y cinco personalidades del mundo que le pedían una aclaración sobre la AL. Hubo incluso una carta abierta de The Remnant al Papa pidiéndole que cambie de posición o que dimita. Por supuesto que pasó de ella.  Y ahora no quiere hablar con estos cuatro cardenales, a los que no les concede ni dos minutos. De manera que tenemos a la Iglesia en manos de las sorpresas del Espíritu Santo, que sólo el papa Francisco conoce. Según el cardenal Burke estos casos están previstos, puesto que no se puede comulgar en estado de pecado mortal, aunque sea el Papa quien hace tal afirmación.

José Martí

Burke recuerda que va contra la fe si alguien, incluido el Papa, dice que se puede comulgar en pecado grave



El cardenal Raymond Burke ha concedido sendas entrevistas a Thomas McKenna, presidente de Acción Católica, y al periodista Edward Pentin, del National Catholic Register, en el que explica las razones por las que él y otros tres cardenales han hecho públicas las preguntas que hicieron al papa Francisco sobre las dudas que surgen del contenido de la exhortación apostólica Amoris Laetitia. Ver también Cuatro cardenales hacen pública su petición al Papa de aclaraciones sobre Amoris Laetitia

(InfoCatólica) El cardenal explica a MacKenna -cuya entrevista ha traducido Adelante en la Fe- que «cuando en la Iglesia surge una cuestión o duda importante acerca de la fe misma o de su práctica, es costumbre que los obispos o sacerdotes o los fieles mismos expresen formalmente la pregunta o duda y la presenten al Romano Pontífice y a la oficina que tenga competencia para tratar con ella. La formulación de una pregunta o duda individual se llama simplemente dubium. Si se articula más de una pregunta o duda, se les llama dubia».

Y añade que «la exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia ha planteado una serie de preguntas y dudas en la mente de los obispos, sacerdotes y fieles, muchos de los cuales ya han sido presentados al Santo Padre y discutidos públicamente. En el presente caso, cuatro cardenales han presentado formalmente al Santo Padre cinco preguntas fundamentales o dudas sobre la fe y la moral basadas en la lectura de Amoris Laetitia».

Para el purpurado «la verdad hablada con caridad es clara y pastoral. Nunca es útil pastoralmente dejar asuntos importantes, en el presente caso asuntos que tocan la salvación de las almas, en la duda o en la confusión»

Además recuerda que «también enviamos una copia de la carta y de la dubia al cardenal Gerhard Ludwig Müller, jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que tiene especial competencia en relación con estas cuestiones».

La razón de hacer pública la carta que enviaron al Papa es que, ante su silencio, cabe aplicar lo que enseñó Cristo: «Nuestro Señor también dijo que, después de dirigir una dificultad a un hermano, individualmente y junto con otros, sin que se resuelva, entonces, para el bien de la Iglesia el asunto debe ser presentado a toda la Iglesia. Esto es precisamente lo que estamos haciendo».

Además recuerda que «ha habido muchas otras declaraciones de preocupación con respecto a Amoris Laetitia, todas las cuales no han recibido una respuesta oficial del Papa o de sus representantes».

Ante la posible acusación de deslealtad, el purpurado norteamericano indica que él «junto con los otros tres cardenales, nos esforzamos por ser leales al Santo Padre al ser leales a Cristo sobre todo. Haciendo pública nuestra súplica para la claridad de la doctrina y de la práctica pastoral, esperamos hacer de esto una discusión para todos los católicos, especialmente nuestros compañeros obispos». Y asegura que «en lugar de ser una cuestión de deslealtad hacia el Papa, nuestra acción es profundamente leal a todo lo que el Papa representa y está obligado a defender en su capacidad oficial»No puede callar

Además, afirma que «este es mi deber como cardenal de la Iglesia católica. No fui creado cardenal para recibir una posición honorífica. Más bien, el papa Benedicto XVI me hizo cardenal para ayudarlo a él y a sus sucesores a gobernar la Iglesia y enseñar la fe. Todos los cardenales tienen el deber de trabajar en estrecha colaboración con el Papa para el bien de las almas, y esto es precisamente lo que estoy haciendo al plantear cuestiones de gran importancia en cuanto a la fe y la moral. No estaría cumpliendo mi deber como cardenal y, por lo tanto, como consejero del Papa, si guardara silencio sobre un asunto tan grave».

El cardenal Burke recuerda igualmente que la cuestión de los divorciados vueltos a casar no es lo que está en juego sino si «se abre la puerta a cualquier persona que cometa algún pecado para recibir la sagrada comunión sin arrepentirse del pecado».

El cardenal, por último, advierte que «contradice a la fe si algún católico, incluyendo al Papa, dice que una persona puede recibir la sagrada comunión sin arrepentirse de pecado grave, o que vivir en forma matrimonial con alguien que no sea su esposo no es un estado de grave pecado, o que no existe tal cosa como un acto que es siempre y en todas partes malvado y puede enviar a una persona a la perdición»

Entrevistado por Edward Pentin

Por su parte, Secretum meum mihi ha traducido parte de la entrevista que el cardenal concedió a Edward Pentin. Preguntado por lo que ocurrirá si el Papa sigue sin responder a sus preguntas, el Patrono de la Soberana Orden de Malta dice que «entonces tendríamos que hacer frente a esa situación. Hay, en la Tradición de la Iglesia, la práctica de la corrección del Romano Pontífice. Es algo que es claramente bastante raro. Pero si no hay respuestas a estas preguntas, entonces yo diría que sería cuestión de llevar a cabo un acto formal de corrección de un error grave».

Ante la duda que pueden tener los fieles sobre qué hacer si entran en conflicto la autoridad eclesial y la Tradición, el purpurado enseña que «lo que es vinculante es la Tradición. La autoridad eclesial existe sólo en el servicio de la Tradición. Pienso en ese pasaje de San Pablo en Gálatas 1,8, que `si incluso un ángel os predicarse cualquier Evangelio diferente al que os hemos anunciado, sea anatema´».

Tal enseñanza concuerda con lo que afirmó el papa emérito Benedicto XVI el 30 de septiembre de 1988, siendo entonces cardenal Prefecto de Doctrina de la Fe:

«El Papa no es en ningún caso un monarca absoluto, cuya voluntad tenga valor de ley. Él es la voz de la Tradición; y sólo a partir de ella se funda su autoridad».

Ante la hipótesis de que el Papa puede enseñar un error grave o herejía, el cardenal Burke responde que «en tales casos es deber, e históricamente ha sucedido, de los cardenales y los obispos, dejar en claro que el Papa está enseñando error y pedirle que lo corrija». Los casos a los que se refiere el cardenal podrían ser los del papa Honorio, acusado de sostener la herejía monotelita y Juan XXII, quien negó la visión beatífica de los santos

Los excluidos de Francisco (Fray Gerundio)



Cuando Nuestro Señor Jesucristo dijo que el Reino de los Cielos es de los pobres de espíritu, sus palabras se entendieron perfectamente. Así lo entendió la Iglesia durante siglos. Aún no se había inventado la doctrina bergoglita, que no es más que un marxismo de arrabal, venido a la existencia por el odio a los contrarios. Por eso ahora, con los nuevos aires hermenéuticos, se entiende la predicación del Señor de forma diferente. No paran de hablar de los excluidos y de que hay que acogerlos. Pero digo yo que en el momento en que a estos excluidos se les incluye, dejan por eso mismo de ser excluidos. Con lo cual ya no habría que tenerles lástima. Una vez más, el espacio es superior al tiempo, como dice el Einstein bonaerense.

A pesar de que suena muy bien eso de incluir y no excluir, lo cierto es que si algo se incluye, es porque otro algo se excluye. Al menos en las matemáticas clásicas, aunque no sea normal en la contabilidad de los políticos, de los partidos y de esa especie de banda denunciadora de pecados capitalistas, que son los utópico-sinvergüenzas de nuestros días.

Esto lo digo a propósito de la noticia, tan exquisitamente preparada y realizada, del Jubileo de los Sin Techo, y de la Misa celebrada especialmente para ellos hace unos días. Gran cantidad de pobres acudieron a la celebración. Dice el cronista que eran más de 4.000 venidos desde toda Europa. Daba gusto ver sus caras, gozando del momento en que podían tocar el borde de la túnica de Bergoglio, que procesionaba entre ellos con una cara un tanto avinagrada. Venid a Mí, benditos de mi Padre, vosotros que habéis sido excluidos por el Sistema Capitalista.

Y para abundar más en el tema, y para hacerles auto-conscientes de por dónde deben ir tirando sus odios, Francisco les pidió perdón en el mismo acto. Perdón por los cristianos que ven a un pobre y miran para otro lado. Cuanto más aumenta el progreso, más aumenta la exclusión. Así dice el Oráculo. Yo, -que soy un fraile inculto en esto de la economía-, creo que cuanto más aumenta el progreso, más aumenta la posibilidad de que muchos sin techo puedan trabajar. Si no hay progreso no hay trabajo. Y si no hay trabajo no hay Techo. Así me lo ha corroborado Fray Peseta, que entiende de esto una barbaridad.

Ya he comentado muchas veces, que Bergoglio quiere hacernos creer que en la Iglesia -y en la Cristiandad en general-, nadie se ha ocupado de los pobres hasta que ha llegado él. Algo tiene de verdad, aunque yo lo matizaría: Nadie se ha preocupado de los pobres como él, porque nadie ha hecho de los pobres (esos excluidos del sistema capitalista), una bandera televisiva populista y electorera. La Iglesia ha cuidado a los pobres sin tanta algarabía, sin que la mano izquierda supiera lo que hacía la derecha y sin los utópicos supuestos marxistas. El Señor lo sabía muy bien y por eso decía: Pobres siempre tendréis entre vosotros. El plan de acabar con la pobreza de forma absoluta es una utopía. Es verdad que el marxismo acabó con la pobreza de muchos millones de seres humanos, pero eso fue por la vía rápida. A pesar de que ya se sabe que los comunistas eran los mejores católicos que hay en el universo. Pobrecillos. Los mandaban al otro barrio para que no sufrieran. Y es que los católico-comunistas (valga la redundancia), creían en la Otra Vida.

Le comentaba yo a mis hermanos de hábito, que estos excluidos -una vez que llegaron al Vaticano-, ya no eran excluidos. Todos ellos vinieron a esta celebración porque conocían a alguien, tenían algún enchufe, pudieron tener una recomendación y pudieron recibir dinero para el viaje. Como se puede ver en la grabación, todos -o casi todos-, llevaban celulares para hacer selfies de esos al paso del cortejo pontificio. Seguramente porque habían conocido a alguien que les dejó los celulares para la ocasión, digo yo. Porque si son sin-techo, deben ser sin-móvil. Los sacerdotes con albas y estolas de apariencia mugrienta, más bien estarían en la lista de los sin-champú. Esos son ontológicamente auto-excluidos.

Puestos a decir la verdad, los auténticos excluidos son aquellos pobres que no pudieron formar parte de estos 4.000 llevados a Roma. No conocían a nadie, nadie les invitó a viajar, ningún sacerdote-amigo les animó a venir, ninguna oficina papal les propuso la posibilidad de viajar a la Ciudad Eterna. Se quedaron sin invitación. Nadie les dijo nada. Como aquel paralítico de la piscina que le dijo al Señor: No tengo a nadie. Nadie los incluyó en el viaje a Roma. Quedaron completamente excluidos. De donde se deduce en lógica matemática, que no todos los excluidos fueron incluidos. O sea, que hay excluidos VIP. De ahí la gran farsa del Demagogo de turno.

Pero hay más. Cuando el Señor nos decía que había que salir a los cruces de los caminos y traer a todos los pobres, cojos, lisiados… al Banquete de Bodas, se preocupó mucho de asegurarse que llevaran el vestido adecuado. Hasta el punto de que cuando sorprendió a uno de ellos sin el traje requerido, lo mandó a los calabozos. ¿Se preocupó Francisco y sus mariachis de que estos Sin Techo fueran realmente católicos, antes de distribuir la Sagrada Comunión de forma tan burda y mercantil como se puede apreciar en el video? Porque si es verdad que en el ejercicio de la caridad no hay que mirar quién es quién, en el Sacramento de la Eucaristía se requiere el traje limpio. Sí, ese traje que Francisco quiere hacer desaparecer, dando sus particulares lecciones de teología y criterios de verdad, en la inspirada encíclica Amoris Laetitia. La sastrería de Bergoglio es como el taparrabos de Tarzán. Así lo entienden también sus sabuesos prestos a recibir el cardenalato con el color rojo, símbolo del martirio. Roma sí paga traidores en estos tiempos.

Y ya que estamos, podemos referirnos a otra visita a sus particulares excluidos. Esta vez en sus propias casas y ante las cámaras televisivas, claro está. Visita que rinde el Sumo Pontífice a los que un día abandonaron su sacerdocio. Para animarlos a seguir adelante. Para bendecir (y dar besitos) a sus esposas y a sus niños. Para …¿pedirles perdón, quizá?… o para seguir sembrando la duda y la contradicción.

¿No serán los verdaderos excluidos aquellos que permanecieron fieles a su sacerdocio en medio de enormes dificultades? ¿O es que resulta que, con los nuevos aires papales, los que NO traicionaron su vocación no merecen una palabra de aliento y de recompensa por su fidelidad? ¿Qué misericordieo subyacente hay en esta visita aparentemente inocua?

Por el momento, los cuatro cardenales que le han pedido explicaciones por su doctrina ambigua en la que peligra la fe, están excluidos. Ni les hace caso, ni les mira a la cara; y con su silencio, los desprecia Les manda mensajitos  entreverados de amenaza. No se atreve a responderles en directo y en claro. Yo creo que deberían haberse disfrazado de obispas suecas lesbianas antes de presentar sus dudas. Les habría contestado enseguida y les habría llamado por teléfono.

Menos mal que ya se acaba en estos días el Año Santo de la Misericordia Selectiva. Fray Malaquías está feliz, porque dice que ahora viene el Año Santo de la Justicia.

Así sea.

Fray Gerundio

viernes, 18 de noviembre de 2016

CUATRO CARDENALES PIDEN ACLARACIÓN AL PAPA FRANCISCO SOBRE AMORIS LAETITIA (Video)


Una gran noticia largamente esperada. Recemos para que sean muchos más los cardenales que se unan a esta clarificación, más que necesaria para multitud de fieles cristianos que andan confundidos y extraviados.

Duración 12:08 minutos

El contenido de este video está tomado de Rorate Caeli y también viene por escrito en la entrada anterior de este blog

La noticia original fue dada por Sandro Magister y Secretum Meum Mihi el día 14 de noviembre. Hacer clic en Cuatro cardenales hacen pública su declaración

¡EXPLOSIVO! Cuatro cardenales solicitan OFICIALMENTE al papa Francisco que clarifique Amoris Laetitia – Actualizado

Fuente: Adelante la Fe (Rorate Caeli)


Jamás habían solicitado públicamente a un Papa que clarifique un asunto muy sensible (su deber de enseñar) con un contenido más sensible aún (su documento más importante) sus propios cardenales, jamás desde la Contra-Reforma. Es increíble: ciertamente nunca visto en tiempos modernos.

La carta con 5 cuestiones a aclarar (“dubia”) fue firmada el 18 de septiembre por cuatro cardenales: el italiano Carlo Caffarra, emérito de Bolonia, el americano Raymond Burke, emérito de Saint Louis y ex presidente del tribunal de la Signatura Apostólica, y los alemanes Walter Brandmüller, eminente historiador y emérito del Comité Pontificio de Ciencias Históricas, y Joachim Meisner, emérito de Colonia. Fueron enviadas junto con una carta.

[Actualización – Nuestro corresponsal en Roma, el p. Pio Pace, nos envía lo siguiente: “Después de Amoris Laetitia, se esperaba la reacción de los cardenales que durante el tiempo de los sínodos habían hablado en contra de la nueva doctrina moral prefabricada. Aquí está: cuatro de ellos han elegido hacer públicas las dudas (dubia) que presentaron formalmente al Papa unos meses atrás. Es un verdadero terremoto – de naturaleza moral. Cuatro miembros del propio senado del Papa (me han dicho que los que lo presentaron, pero no desearon hacerlo público, fueron más numerosos) le presentaron preguntas sobre la fe y la moral que, según el procedimiento de la dubia, deben ser respondidas: ya sea positivamente (sí) o negativamente (no) – con modulaciones de ser necesario, pero deben ser respondidas. Y el Papa hizo saber a los cardenales que NO LAS RESPONDERÍA. En verdad, éste es el silencio que hace temblar la tierra.”]

***

Debajo se encuentra el texto completo (varias fuentes, incluyendo a Edward Pentin y Sandro Magister).

Buscando claridad: una súplica para deshacer los nudos de “Amoris Laetitia”


1. Un prólogo necesario

El envío de la carta a Su Santidad Francisco por parte de cuatro cardenales surge de una profunda preocupación pastoral.

Hemos notado una grave desorientación y gran confusión en muchos fieles, respecto a asuntos de extrema importancia para la vida de la Iglesia. Hemos advertido que, incluso dentro del colegio episcopal, hay interpretaciones contrastantes del capítulo 8 de Amoris Laetitia.

La gran Tradición de la Iglesia enseña que la solución para situaciones como ésta es recurrir al Santo Padre pidiendo a la Sede Apostólica que resuelva las dudas que causan la desorientación y la confusión.

El nuestro es, por lo tanto, un acto de justicia y caridad.

De justicia: con nuestra iniciativa profesamos que el ministerio petrino es el ministerio de la unidad y que a Pedro, al Papa, pertenece el servicio de confirmar en la fe.

De caridad: queremos ayudar al Papa a prevenir divisiones y conflictos en la Iglesia, pidiéndole que elimine toda ambigüedad.

También llevamos a cabo un deber específico. Según el Código de Derecho Canónico (cc. 349), a los cardenales, incluso individualmente, se les confía la tarea de ayudar al Papa a cuidar de la Iglesia universal.

El Santo Padre ha decidido no responder. Hemos interpretado su decisión soberana como una invitación a continuar la reflexión y la discusión, calmada y respetuosamente.

Por lo tanto, comunicamos a todo el pueblo de Dios nuestra iniciativa, ofreciendo toda la documentación.

Esperamos que nadie elija interpretar el asunto según el paradigma “modernista/tradicionalista”. Eso quedaría completamente fuera del tema. Estamos preocupados realmente por el verdadero bien de las almas, la ley suprema de la Iglesia, y no en promover ningún tipo de política en la Iglesia.

Esperamos que nadie nos juzgue, injustamente, como adversarios del Santo Padre y como personas sin misericordia. Lo que hicimos y hacemos deriva de un profundo afecto colegial hacia el Papa y de una preocupación apasionada por el bien de los fieles.

Card. Walter Brandmüller

Card. Raymond L. Burke

Card. Carlo Caffarra

Card. Joachim Meisner

***

2. La carta de los cuatro cardenales al Papa


A Su Santidad, el Papa Francisco.
Y a la atención de Su Eminencia, el Cardenal Gerhard L. Müller


Santísimo Padre:

Luego de la publicación de su Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, teólogos y expertos han propuesto interpretaciones que no sólo divergen, sino incluso confrontan, especialmente respecto al capítulo VIII. Más aún, los medios han enfatizado esta disputa, provocando así la incertidumbre, confusión y desorientación de muchos de los fieles.

Por eso nosotros, los firmantes, pero también muchos obispos y sacerdotes, hemos recibido numerosas preguntas de fieles de diversos estratos sociales sobre la correcta interpretación del capítulo VIII de la exhortación.

Ahora, obligados en conciencia por nuestra responsabilidad pastoral, y deseando implementar aún más la sinodalidad a la cual Su Santidad nos insta, con profundo respeto nos permitimos preguntarle, Santo Padre, como supremo maestro de la fe, llamado por el Resucitado a confirmar a sus hermanos en la fe, que resuelva estas incertidumbres y traiga claridad dando una respuesta benevolente a la dubia que adjuntamos a la presente carta.

Que Su Santidad desee bendecirnos, así como prometemos recordarlo constantemente en nuestras oraciones.

Card. Walter Brandmüller

Card. Raymond L. Burke

Card. Carlo Caffarra

Card. Joachim Meisner

Roma, 19 de septiembre de 2016

***

3. La “dubia”

Se pregunta si, siguiendo las afirmaciones de Amoris Laetitia (nn. 300-305), ahora se ha tornado posible dar la absolución en el sacramento de la penitencia y por tanto admitir a la sagrada comunión a una persona que, estando sujeta por una unión matrimonial válida, vive con una persona diferente more uxorio sin cumplir con las condiciones previstas en Familiaris Consortio n. 84 reafirmadas luego por Reconciliatio et Paenitentia n. 34 y Sacramentum Caritatis n. 29. ¿Se puede aplicar la expresión “en ciertos casos” encontrada en la nota 351 (n. 305) de la exhortación Amoris Laetitia, a personas divorciadas que están en una nueva unión y que continúan viviendo more uxorio?

Después de la publicación de la exhortación post-sinodal Amoris Laetitia (n. 304), ¿debemos seguir considerando válida la enseñanza de la encíclica de Juan Pablo II, Veritatis Splendor n.79, basada en las sagradas escrituras y en la Tradición de la Iglesia, sobre la existencia de normas morales absolutas que son obligatorias sin excepción y que prohíben los actos intrínsecamente malos?

Después de Amoris Laetitia (n. 301) ¿es aún posible afirmar que una persona que vive habitualmente en contradicción con un mandamiento de la ley de Dios, como por ejemplo el que prohíbe el adulterio (cf. Mt 19:3-9), se encuentra en una situación objetiva de pecado habitual grave? (cf. Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Declaración, 24 de junio, 2000)

Después de las afirmaciones de Amoris Laetitia (n. 302) sobre las “circunstancias que atenúan la responsabilidad moral,” ¿debemos seguir tomando como válida la enseñanza de la encíclica de Juan Pablo II, Veritatis Splendor n.81, basada en las sagradas escrituras y la Tradición de la Iglesia, según la cual “las circunstancias o las intenciones nunca podrán transformar un acto intrínsecamente deshonesto por su objeto en un acto ‘subjetivamente’ honesto o justificable como elección”?

Después de Amoris Laetitia (n. 303) ¿debemos considerar todavía válida la enseñanza de la encíclica de Juan Pablo II, Veritatis Splendor n. 56, basada en las sagradas escrituras y en la Tradición de la Iglesia, que excluye una interpretación creativa del rol de la conciencia y que enfatiza que la conciencia jamás puede ser autorizada a legitimar excepciones a las normas morales absolutas que prohíben actos intrínsecamente malos en virtud de su objeto?

***

4. Nota aclaratoria de los cuatro cardenales

CONTEXTO

Dubia (del latín: “dudas”) son preguntas formales presentadas al Papa y a la Congregación para la Doctrina de la Fe solicitando aclaraciones en asuntos particulares concernientes a la doctrina o la práctica.

Lo interesante sobre estas preguntas es que están escritas de manera tal que sólo requieren un “sí” o un “no” como respuesta, sin argumentación teológica. Esta manera de dirigirse a la Sede Apostólica no es una invención nuestra; es una práctica milenaria.

Vayamos a lo que está concretamente en juego.

Tras la publicación de la exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia sobre el amor en la familia, ha surgido un debate, particularmente en relación a su capítulo ocho. Este, específicamente los párrafos 300-305, han sido objeto de interpretaciones divergentes.

Para muchos – obispos, sacerdotes, y fieles, – estos párrafos aluden o inclusive enseñan explícitamente un cambio en la disciplina de la Iglesia respecto a los divorciados que viven en una nueva unión, mientras que otros, admitiendo la falta de claridad o incluso la ambigüedad de esos pasajes en cuestión, argumentan, sin embargo, que estas mismas páginas pueden leerse en continuidad con el magisterio previo y que no contienen una modificación en la práctica y la enseñanza de la Iglesia.

Movidos por una preocupación pastoral por los fieles, cuatro cardenales han enviado una carta al Santo Padre bajo el formato de dubia, esperando recibir claridad, dado que la duda y la incertidumbre son siempre altamente perjudiciales para el cuidado pastoral.

El hecho de que los intérpretes extraigan conclusiones diferentes también se debe a maneras diferentes de comprender la vida moral cristiana. En este sentido, lo que está en juego en Amoris Laetitia no es sólo si los divorciados que han entrado en una nueva unión pueden – bajo ciertas circunstancias – ser readmitidos a los sacramentos.

Sino que la interpretación del documento también sugiere diferentes y contrastantes enfoques sobre el estilo de vida cristiano.

Por lo tanto, mientras la primera pregunta de la dubia concierne a la cuestión práctica sobre los divorciados vueltos a casar por lo civil, las otras cuatro preguntas tratan temas fundamentales de la vida cristiana.


LAS PREGUNTAS

Duda número 1:

. Se pregunta si, siguiendo las afirmaciones de Amoris Laetitia (nn. 300-305), ahora se ha tornado posible dar la absolución en el sacramento de la penitencia y por tanto admitir a la sagrada comunión a una persona que, estando sujeta por una unión matrimonial válida, vive con una persona diferente more uxorio sin cumplir con las condiciones provistas en Familiaris Consortio n. 84 reafirmadas luego por Reconciliatio et Paenitentia n. 34 y Sacramentum Caritatis n. 29. ¿Se puede aplicar la expresión “en ciertos casos” encontrada en la nota 351 (n. 305) de la exhortación Amoris Laetitia, a personas divorciadas que están en una nueva unión y que continúan viviendo more uxorio?

La pregunta 1 hace particular referencia a Amoris Laetitia n. 305 y a la nota al pie 351. Mientras que la nota 351 habla específicamente de los sacramentos de penitencia y comunión, en este contexto no menciona a los divorciados vueltos a casar por civil, ni tampoco lo hace el texto principal. La exhortación apostólica de Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n. 84, ya contemplaba la posibilidad de admitir a los sacramentos a los divorciados vueltos a casar civilmente.

Menciona tres condiciones:

Las personas involucradas no pueden separarse sin cometer nuevas injusticias (por ejemplo, pueden ser responsables de la crianza de sus hijos);

Asumen el compromiso de vivir según la verdad de su situación, es decir, dejar de convivir como si fueran marido y mujer (more uxorio), absteniéndose de los actos propios de los esposos;

Evitan dar escándalo (es decir, evitan dar la apariencia de pecado para evitar el peligro de conducir a otros al pecado).

Las condiciones mencionadas en Familiaris Consortio n. 84 y los documentos subsecuentes parecerán razonables inmediatamente cuando recordemos que la unión matrimonial no se basa sólo en el afecto mutuo y que los actos sexuales no son sólo una actividad entre otras que realizan las parejas.

Las relaciones sexuales son para el amor matrimonial. Son algo tan importante, tan bueno y precioso, que se requiere un contexto particular, el contexto del amor matrimonial. Por lo tanto, no sólo deben abstenerse los divorciados que viven en una nueva unión, sino todos lo que no están casados. Para la Iglesia, el sexto mandamiento “no cometerás adulterio”, siempre ha abarcado todo ejercicio de sexualidad humana extramatrimonial, es decir, todo tipo de relaciones sexuales fuera de las que se contraen con el esposo.

Al admitir a la comunión a los fieles que están separados o divorciados de sus esposos y que han entrado en una nueva unión en la que viven con alguien más como si fueran marido y mujer, parecería que en la práctica la Iglesia enseña una de las siguientes afirmaciones sobre el matrimonio, la sexualidad humana, y la naturaleza de los sacramentos:

a) Un divorcio no disuelve una unión matrimonial, y los miembros de la nueva unión no están casados. Sin embargo, las personas que no están casadas pueden, bajo ciertas circunstancias, cometer actos de intimidad sexual legítimamente.

b) Un divorcio disuelve la unión matrimonial. Las personas que no están casadas no pueden cometer actos sexuales legítimamente. Los divorciados vueltos a casar son esposos legítimos y sus actos sexuales son actos matrimoniales legítimos.

c) Un divorcio no disuelve la unión matrimonial, y los miembros de la nueva unión no están casados. Las personas que no están casadas no pueden cometer actos sexuales legítimos; por lo tanto los divorciados vueltos a casar viven en una situación de pecado grave, habitual, público y objetivo.

Sin embargo, admitir personas a la eucaristía no significa que la Iglesia apruebe su estado de vida público; los fieles pueden acercarse a la mesa eucarística incluso con la conciencia de pecado grave, y no siempre recibir la absolución en el sacramento de la penitencia: ésta requiere el propósito de enmienda de vida. Los sacramentos, por lo tanto, están separados de la vida: los ritos y adoración cristianos están en una esfera completamente diferente a la de la vida moral cristiana.

Duda número 2:

Después de la publicación de la exhortación post-sinodal Amoris Laetitia (cf. n. 304), ¿debemos seguir considerando válida la enseñanza de la encíclica de Juan Pablo II, Veritatis Splendor n.79, basada en las sagradas escrituras y en la tradición de la Iglesia, sobre la existencia de normas morales absolutas que son obligatorias sin excepción y que prohíben actos intrínsecamente malos?

La segunda pregunta considera la existencia de lo que llamamos actos intrínsecamente malos. La encíclica de Juan Pablo II, Veritatis Splendor 79, afirma que se puede “calificar como moralmente mala según su especie… la elección deliberada de algunos comportamientos o actos determinados prescindiendo de la intención por la que la elección es hecha o de la totalidad de las consecuencias previsibles de aquel acto para todas las personas interesadas.”

Entonces, la encíclica enseña que hay actos que son siempre malos, que están prohibidos por normas morales obligatorias sin excepción (“absolutos morales”). Estos absolutos morales son siempre negativos, es decir, nos dicen lo que no debemos hacer. “No matarás.” “No cometerás adulterio.” Sólo las normas negativas pueden ser obligatorias sin excepciones.

De acuerdo a Veritatis Splendor, los actos de discernimiento de circunstancias o intenciones no son necesarios para los actos intrínsecamente malos. El unirse a una mujer casada con otro es y continúa siendo un acto de adulterio que, como tal, no debe ser cometido jamás, ni siquiera si al hacerlo un agente puede extraer de la esposa de un villano secretos valiosísimos para la salvación del Reino (lo que parece una película de James Bond ya había sido contemplado por Santo Tomás de Aquino, De Malo, q. 15, a. 1). Juan Pablo II afirma que la intención (por ejemplo, “la salvación del Reino”) no cambia la especie del acto (en este caso: “cometer adulterio”), y que basta con conocer la especie del acto (“adulterio”) para saber que uno no debe cometerlo.

Duda número 3:

Después de Amoris Laetitia (n. 301) ¿es aún posible afirmar que una persona que vive habitualmente en contradicción con un mandamiento de la ley de Dios, como por ejemplo el que prohíbe el adulterio (cf. Mt 19:3-9), se encuentra en una situación objetiva de pecado habitual grave (cf. Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, Declaración, 24 de junio, 2000)?

En el párrafo 301, Amoris Laetitia recuerda que: “La Iglesia posee una sólida reflexión acerca de los condicionamientos y circunstancias atenuantes.” Y concluye que “por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada « irregular » viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante.”

En su Declaración del 24 de junio del 2000, el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos busca clarificar el canon 915 del Código de Derecho Canónico, que establece que “no deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave.” La Declaración del Consejo Pontificio afirma que este canon es aplicable también a los fieles que están divorciados vueltos a casar. Explica que el “pecado grave” debe ser comprendido objetivamente, dado que el ministro de la eucaristía no tiene manera de juzgar la imputabilidad subjetiva de otra persona.

Por lo tanto, para la Declaración, la cuestión de la admisión a los sacramentos tiene que ver con juzgar la situación de vida objetiva de la persona y no si la persona está en estado de pecado mortal. Ciertamente, él o ella pueden no ser totalmente imputables subjetivamente, o pueden no ser imputables en absoluto.

Sobre la misma línea, en su encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 37, san Juan Pablo II nos recuerda que “el juicio sobre el estado de gracia, obviamente, corresponde solamente al interesado, tratándose de una valoración de conciencia.” Entonces, la distinción referida en Amoris Laetitia entre la situación subjetiva de pecado mortal y la situación objetiva de pecado grave está verdaderamente bien establecida en la enseñanza de la Iglesia.

Sin embargo, Juan Pablo II continúa insistiendo que “no obstante, en los casos de un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al sacramento, no puede mostrarse indiferente.” Luego reitera la enseñanza del canon 915 antes mencionado.

Por lo tanto, la pregunta 3 de la Dubia quiere clarificar si, incluso luego de Amoris Laetitia, aún es posible decir que las personas que viven habitualmente en contradicción con un mandamiento de la ley de Dios, como el mandamiento contra el adulterio, el robo, el asesinato o el perjurio, viven en situaciones objetivas de pecado grave habitual, incluso si, por razones cualesquiera, no está claro si son imputables subjetivamente por sus transgresiones habituales.

Duda número 4:

Después de las afirmaciones de Amoris Laetitia (n. 302) sobre las “circunstancias que atenúan la responsabilidad moral,” ¿debemos seguir tomando como válida la enseñanza de la encíclica de Juan Pablo II, Veritatis Splendor n.81, basada en las sagradas escrituras y la tradición de la Iglesia, según la cual “las circunstancias o las intenciones nunca podrán transformar un acto intrínsecamente deshonesto por su objeto en un acto ‘subjetivamente’ honesto o justificable como elección”?

En el párrafo 302, Amoris Laetitia enfatiza que, por cuenta de circunstancias atenuantes, “un juicio negativo sobre una situación objetiva no implica un juicio sobre la imputabilidad o la culpabilidad de la persona involucrada.” La dubia apunta a la enseñanza de la Iglesia tal como fue expresada por Juan Pablo II en Veritatis Splendor, según la cual las circunstancias o las buenas intenciones nunca pueden convertir un acto intrínsecamente malo en uno que es excusable o, incluso, bueno.

La pregunta plantea si Amoris Laetitia concuerda también en que todo acto que transgrede los mandamientos de Dios, tal como el adulterio, el asesinato, el robo, o el perjurio, jamás puede tornarse excusable ni inclusive bueno en base a las circunstancias que atenúan la responsabilidad personal.

¿Estos actos que la tradición de la Iglesia ha llamado malos y pecados graves continúan siendo destructivos y dañinos para el que los comete, sin importar el estado de responsabilidad subjetiva en el que se encuentra?

¿O podrían estos actos, dependiendo del estado subjetivo de la persona y de las circunstancias e intenciones, dejar de ser injuriosos y tornarse encomiables o al menos excusables?

Duda número 5:

Después de Amoris Laetitia (n. 303) ¿debemos considerar todavía válida la enseñanza de la encíclica de Juan Pablo II, Veritatis Splendor n. 56, basada en las sagradas escrituras y en la tradición de la Iglesia, que excluye una interpretación creativa del rol de la conciencia y que enfatiza que la conciencia jamás puede ser autorizada a legitimar excepciones a las normas morales absolutas que prohíben actos intrínsecamente malos en virtud de su objeto?

Amoris Laetitia n. 303 establece que “esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios”. La dubia solicita clarificación de estas afirmaciones, dado que son susceptibles de interpretaciones divergentes.

Para quienes proponen la idea creativa de la conciencia, los preceptos de la ley de Dios y la norma de la conciencia individual podrían entrar en tensión e incluso oposición, mientras que la última palabra la tendría la conciencia que, en última instancia, decide sobre el bien y el mal.

De acuerdo a Veritatis Splendor n. 56, “con esta base se pretende establecer la legitimidad de las llamadas soluciones ‘pastorales’ contrarias a las enseñanzas del Magisterio, y justificar una hermenéutica creativa, según la cual la conciencia moral no estaría obligada en absoluto, en todos los casos, por un precepto negativo particular.”

En esta perspectiva, no basta con que la conciencia moral sepa que “esto es adulterio” o que “esto es asesinato”, para saber que es algo que no debe hacerse. Sino que uno también debiera mirar las circunstancias o las intenciones para saber si este acto podría ser excusable o incluso obligatorio (cf. pregunta 4 de la dubia).

Para estas teorías la conciencia podría, cierta y legítimamente, decidir, en algún caso, que la voluntad de Dios para mí consiste en un acto por el cual transgredo uno de sus mandamientos. “No cometerás adulterio” es visto sólo como una norma general. En el aquí y ahora, y dadas mis buenas intenciones, cometer adulterio es lo que Dios realmente me está pidiendo. Bajo estos términos, los casos de adulterio virtuoso, asesinato lícito y perjurio obligatorio, son finalmente concebibles.

Esto significaría concebir la conciencia como la facultad de decidir autónomamente sobre el bien y el mal y a la ley de Dios como una carga que es impuesta arbitrariamente y que, a veces, podría oponerse a nuestra verdadera felicidad.

Sin embargo, la conciencia no decide sobre el bien y el mal. Toda la idea acerca de una “decisión en conciencia” es engañosa. El acto propio de la conciencia es juzgar, no decidir. Dice “esto es bueno”, “esto es malo”. Esta bondad o maldad no dependen de ella. Percibe y reconoce la bondad o maldad de una acción, y para hacerlo, es decir, para juzgarla, la conciencia necesita criterios; depende inherentemente de la verdad.

Los mandamientos de Dios son una gran ayuda para que la conciencia conozca la verdad y, por lo tanto, juzgue en verdad. Los mandamientos de Dios son la expresión de la verdad acerca de nuestro bien, acerca de nuestro propio ser, revelando algo crucial sobre cómo vivir bien nuestra vida.

El papa Francisco también se expresa en estos términos cuando en Amoris Laetitia 295 dice: La Ley es también don de Dios que indica el camino, don de Dios PARA TODOS, SIN EXCEPCIÓN.”

[Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original.]

NOTA: En la siguiente entrada coloco un video tomado de "Verdad en la Red" en donde se escucha este mismo artículo, con algunos comentarios adicionales.