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martes, 10 de julio de 2018

Peregrinación ecuménica del Santo Padre Francisco en Ginebra con motivo del 70 aniversario de la fundación del Consejo Mundial de Iglesias (21 de junio 2018) [comentado por José Martí] (3 de 3)


Parte final del discurso del papa Francisco, con los correspondientes comentarios personales:
Ayudemos a los hombres de buena voluntad a dar mayor relieve a situaciones y acontecimientos que afectan a una parte importante de la humanidad, pero que ocupan un lugar muy marginal en el ámbito de la información a gran escala. No podemos desinteresarnos, y es preocupante cuando algunos cristianos se muestran indiferentes frente al necesitado.
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Sí, ciertamente  es preocupante. Pero, ¿a qué cristianos se refiere? Porque ocurre - y esto se omite- que los cristianos indiferentes frente al necesitado no son los que van a Misa los domingos, no son los que tienen fe y absoluta seguridad en la divinidad de Jesucristo, no son los que saben que fuera de la Iglesia no hay salvación posible (de la Iglesia que Él fundó, claro está, aquella que se mantiene fiel a  la Tradición y transmite el Depósito recibido íntegramente, sin inventos ni añadiduras que desfiguran y falsean su Mensaje). Todo lo contrario. Son precisamente estos cristianos los que se preocupan de verdad por los necesitados ... ¡y  lo hacen porque en el necesitado ven a Jesucristo! No aman a los demás porque sí, porque son personas, sin más ... sino por amor a Jesús. Esto es lo que les capacita y les da fortaleza para que la ayuda que ofrecen a los necesitados resulte verdaderamente eficaz, tanto en lo natural como en lo sobrenatural ... No es eso, sin embargo, lo que ocurre con aquellos "cristianos" que se dedican a "armar lío" pero a quienes -en el fondo- no les preocupan demasiado los problemas de la gente que sufre. Por supuesto que habrá excepciones ... en ambos casos. Pero lo que sigue siendo cierto es que la mejor ayuda que se puede dar a los demás es el conocimiento de Jesucristo, el cual es mucho más importante que la comida que, por supuesto, es necesaria.


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Más triste aún es la convicción de quienes consideran los propios bienes como signo de predilección divina, en vez de una llamada a servir con responsabilidad a la familia humana y a custodiar la creación.
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Pienso que no son incompatibles. Ante los bienes que hemos recibido, sin mérito alguno por nuestra parte, ¿cómo no estar agradecidos? El bien mayor y la predilección divina -a la que supongo que usted se refiere, aunque en este contexto no lo diga con toda la claridad que sería deseable-  es el hecho de haber sido bautizados y de haber recibido la gracia sobrenatural que nos hace partícipes de la misma naturaleza divina, todo lo cual es una señal cierta de que Dios nos quiere de un modo especial. No es soberbia admitirlo, sino manifestación de agradecimiento por ese don inmerecido. Eso en primer lugar. Y en segundo lugar,  un cristiano, si lo es de verdad, debe de tener muy claro que todos los bienes que haya recibido son para ponerlos al servicio de los demás, no son para vanagloriarse de ellos. Por supuesto que sí ... Ahora bieneste servicio no se refiere sólo ni principalmente a servir con responsabilidad y a custodiar la creación.  El mejor servicio que podemos proporcionar a los demás es hacer todo lo posible porque conozcan y amen a Jesucristo. Y luego viene lo demás, como consecuencia lógica y necesaria

Lo que no se puede hacer (y se está haciendo en infinidad de casos) es, insistir hasta la saciedad en aquello que es secundario, aunque sea importante, es decir, en lo meramente humano, con olvido de lo sobrenatural, lo cual ni se menciona o se lo hace de pasada, como dándolo por sabido, siendo así que existe una gran ignorancia de su fe por parte de los católicos. Al actuar de este modo -así lo demuestra la experiencia de muchos siglos- lo principal acaba olvidándose (si es que alguna vez llegó a conocerse) y pasa a un segundo o tercer plano ... hasta su completa desaparición. Simultáneamente va emergiendo lo secundario, lo puramente humano, hasta adquirir la condición de principal. Es más, se convierte en lo único importante, lo único que cuenta. Y, en definitiva, en lo único que realmente existe. Dios desaparece así del horizonte de las personas y a Jesucristo se le considera como un mito y algo irrelevante, en el mejor de los casos, si es que no se llega a renegar abiertamente de Él, como si se tratase de un adversario a quien se debe destruir. Al hacer hincapié en el amor al prójimo como si fuese lo más importante, se olvida aquello que realmente lo es: el amor a Dios (primer mandamiento). Las consecuencias son nefastas.

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El Señor, Buen Samaritano de la humanidad (cf. Lc 10, 29-37), nos interpelará sobre el amor al prójimo, cualquiera que sea (cf. Mt 25, 31-46). Preguntémonos entonces: ¿Qué podemos hacer juntos? 
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La unidad, si consiste sólo en estar uno al lado del otro, no es tal. La frase "hay que fijarse en lo que nos une y no en lo que nos separa" es una falacia y una engañifa. Lo que nos separa es, precisamente, lo que nos define. ¿Acaso cree un protestante en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía y en su Divinidad? Y este punto no es secundario, sino fundamental en la Doctrina cristiana.

Por supuesto que tenemos que servir a los demás, pero no hay que engañarlos: tenemos un deber de caridad para con ellosUna de las obras de misericordia es, precisamente, "enseñar al que no sabe". ¿Y les enseñaría lo mismo un católico que sea fiel a la Tradición de la Iglesia que un protestante, un anglicano o un judío?. Ciertamente noSí, que todos sean uno en Cristo, pero siempre dentro de la Iglesia que Él fundó, que es la Iglesia CatólicaSólo esa conversión a la fe católica haría posible la verdadera unidad, aquella que Jesucristo deseaba y desea para todos los hombresPero el espíritu "ecuménico" no es, ni mucho menos, católico. La unidad, si es así entendida, es completamente imposible.



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Si es posible hacer un servicio, ¿por qué no proyectarlo y realizarlo juntos, comenzando por experimentar una fraternidad más intensa en el ejercicio de la caridad concreta?
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Los hermanos lo son en tanto en cuanto son hijos del mismo Padre, que es Dios. Y este ser hijos es un don, inmerecido por nuestra parte; y debemos aspirar y pedir a Dios -siempre en Jesucristo- que se lo conceda a todos ... lo cual supone, en definitiva, la conversión a la verdadera fe, que sólo se encuentra en la Iglesia Católica (la verdadera, aquélla que se mantiene fiel a la Tradición de siempre). Si tal conversión no se produce, no se puede hablar de auténtica fraternidad: sería una farsa. 

Por eso, digo -y me reafirmo en ello- que el ecumenismo es anticatólico. Si se aceptara esa "fraternidad" ya no sería la que nos une como hijos de Dios en Cristo, sino otro "invento humano" más, que tergiversa el sentido de las palabras. Los lemas de la Revolución Francesa son de todos conocidos: Libertad, Igualdad, Fraternidad ... ¡y desde luego, ya sabemos que esas palabras, por bonitas que parezcan y lo son, hacen referencia a unos conceptos que no son católicos. La persecución a los cristianos estaba asociada, precisamente, a esas "bellas" palabras. No podemos fijarnos, pues, en las palabras, que pueden engañar, sino en los hechos. Es en éstos en los que debemos fijarnos. Tan solo hay que utilizar el sentido común ... ¡pero, por si se nos olvida, dado que la naturaleza humana está herida por el pecado de origen, ahí está Jesús para recordárnoslo: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 20)

José Martí