BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



sábado, 28 de julio de 2018

¿A quién iremos, Señor? Sólo tú tienes palabras de vida eterna (José Martí) [2 de 4]


Ya sabemos que las dos fuentes de la Revelación de las que un católico debe de alimentarse son las Sagradas Escrituras y la Tradición. Ésos son los buenos pastos que las ovejas del rebaño de Cristo esperan de sus pastores Recordemos algunas recomendaciones del apóstol Pablo, en este sentido, cuando le decía a Timoteo:  "Tú persevera en lo que has aprendido y creído, sabiendo de quiénes lo aprendiste, y que desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras, que pueden instruirte en orden a la salvación por medio de la fe que está en Cristo Jesús. Pues toda Escritura es divinamente inspirada, y es también útil para enseñar, para rebatir, para corregir, ... (2 Tim 3, 14-16). Y en otra parte añade: "hermanos, manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta" (2 Tes 2, 15)

La Iglesia tiene, pues, una doble misión, recibida de Jesucristo. En primer lugar -y esto está recibido como un mandato- debe extenderse por todo el mundo, proclamando el Evangelio a todas las gentes y bautizándolas (Mt 28, 19); por una razón muy sencilla, cual es la de que "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4), lo que únicamente será posible si lo conocen a Él y lo aman, pues sólo Él ha podido decir: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí(Jn 14, 6). 

Conviene recordar, o aprender -si no se sabe- que la fidelidad de un cristiano no es a tal o cual Papa, no es a un Papa concreto, sino al Papado, instituido directamente por Jesucristo, así como también a los dogmas que se han ido definiendo a lo largo de la historia de la Iglesia, verdades que son inalterables por voluntad de su Fundador: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19). 

Las palabras de Jesús, como Dios que es y Señor de la Historia, son siempre actuales; no sirven sólo para una determinada época o para un lugar concreto, sino para todos los tiempos y lugares: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13, 8). De igual modo ocurre con los dogmas, como verdades absolutas definidas de una vez para siempre, a lo largo de la Historia de la Iglesia, verdades que no evolucionan ni se tienen que adaptar a los tiempos.

Recordemos algunos párrafos que pronunció el papa Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II, que tuvo lugar el 11 de octubre de 1962
El gesto del más reciente y humilde sucesor de San Pedro, que os habla, al convocar esta solemnísima asamblea, se ha propuesto afirmar, una vez más, la continuidad del Magisterio Eclesiástico, para presentarlo en forma excepcional a todos los hombres de nuestro tiempo, teniendo en cuenta las desviaciones, las exigencias y las circunstancias de la edad contemporánea (...) El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz (...)
Es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la Verdad, recibido de los Padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevos caminos para el apostolado católico (...). 
El Concilio Ecuménico XXI  [puesto que han habido veinte concilios a lo largo de la Historia de la Iglesia y éste era el que hacía veintiuno] (...) quiere transmitir, pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres; patrimonio que, si no ha sido recibido de buen grado por todos, constituye una riqueza abierta a todos los hombres de la adhesión renovada, serena y tranquila, a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión, tal como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y del Vaticano I (...)
Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del  "depositum fidei", y otra la manera de formular su expresión; [¡atención al lenguaje, pues puede desfigurar la doctrina, como, de hecho vemos hoy que está ocurriendo!] y de ello ha de tenerse gran cuenta —con paciencia, si necesario fuese— ateniéndose a las normas y exigencias de un Magisterio de carácter predominantemente pastoral (...). Es motivo de dolor el considerar que la mayor parte del género humano —a pesar de que los hombres todos han sido redimidos [¡ojo al dato!] por la Sangre de Cristo— no participa aún de esa fuente de gracias divinas que se halla en la Iglesia católica
Habría que distinguir entre Redención objetiva y Redención subjetiva. Jesucristo murió en rescate por muchos (Mt 20, 28) y no en rescate por todos. Su Poder afecta a todos los hombres de todos los tiempos y lugares de la tierra. Todos pueden ser salvados, pero es preciso que les llegue a todos los hombres el Mensaje de Jesús para que esa salvación objetiva se transforme en salvación subjetiva, que es la verdaderamente eficaz para cada persona

Y esto es misión fundamental de la Iglesia, en cumplimiento del mandato de Jesucristo a sus apóstoles, antes de su ascensión a los Cielos: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. Quien crea y sea bautizado, se salvará; pero quien no crea, se condenará" (Mc 16, 15-16). San Mateo completa este mismo mensaje, cuando dice: "Acercándose Jesús [a sus discípulos] les habló diciendo: "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28, 18-20). 

De manera que no se puede hablar, por ejemplo, de la Evangelización de América "pidiendo perdón" por haberles evangelizado. Nada más hermoso y de más valor podían haber enseñado los misioneros españoles a los indígenas que el conocimiento y el amor a Jesucristo, sin el cual su vida carecía de sentido. Les hicieron un gran bien, difícil de ponderar en toda su magnitud ... Y, sin embargo, la Iglesia actual "se avergüenza"  ... ¡y pide perdón!. Inconcebible, pero cierto. La implantación de la cultura cristiana en el continente americano dio lugar a un abismal progreso de aquella sociedad, cuyas culturas nativas eran bárbaras y homicidas. Con la llegada del Cristianismo eso cambió ... gracias a hombres con una fe total en la Verdad del Mensaje que tenían la obligación de transmitir.

La Iglesia ha de procurar, por todos los medios, que el Mensaje recibido de Jesucristo se difunda por toda la tierra y se vaya transmitiendo de generación en generación, de padres a hijos, en fidelidad al "depósito recibido", de modo que Cristo reine, en todos y cada uno de los corazones y en toda la sociedad, único modo de que ésta se regenere y de que la gente pueda ser feliz en la medida en la que eso es posible, ya en este mundo.

Pero la gente no es feliz ... porque le han robado al Señor y no saben dónde se encuentra. Pues sus pastores se han "abierto" al mundo (sobre todo a partir del Concilio Vaticano II), con una idea de "pastoral" completamente errada ... que omite, entre otras cosas, la Doctrina Católica. La Iglesia, en sus Pastores, tiene la obligación de transmitir, sin error, ni interpretaciones personales, la Doctrina cristiana, contenida en las Sagradas Escrituras y, en particular y de un modo especialísimo, en el Nuevo Testamento. Porque si la gente no conoce a Jesucristo, ¿cómo puede quererlo y enamorarse de Él? 

Sin embargo, con el pretexto de que la Iglesia tiene que acercarse a la gente y abrirse al mundo (el famoso "aggiornamento") lo que, de hecho, se ha producido (aun sin decirlo expresamente) es un cambio radical de la Iglesia de siempre, la que fundó Jesucristo.El nuevo lenguaje "modernista", la nueva "pastoral" ha dado lugar -y esto es algo que no se puede negar, porque se trata de hechos constatables) a una "Nueva Iglesia" que cada día se parece menos a la Iglesia fundada por Jesucristo. Es una Iglesia diferente y relativista, que busca congraciarse con el mundo, presentándole un camino fácil y doblegándose a los dictados de una sociedad paganizada y apóstata, que se ha vuelto de espaldas a Dios. 

En los documentos del Concilio Vaticano II hay algunos que atentan directamente contra la enseñanza de la Iglesia, en particular los concernientes al ecumenismo, a la colegialidad, a la libertad religiosa y al diálogo interreligioso, aunque no sólo esos. Habría que convocar un nuevo Concilio, en el que se aclararan las ideas y en donde se especifique, sin ningún tipo de ambigüedad, qué es lo ortodoxo y lo correcto, qué es lo que se sigue manteniendo fiel a la Tradición y qué es lo que se ha cambiado y es heterodoxo e infiel al Mensaje Evangélico. Deben de extirparse de raíz todas las influencias modernistas, que tanto daño están haciendo a la verdadera Iglesia.

Con la excusa de la "nueva pastoral" y de que los cristianos tenemos que estar pendientes de los llamados "signos de los tiempos", lo que de hecho se está haciendo -aunque se quieran cerrar los ojos para no ver- es un cambio en la doctrina. Evidentemente, esto se va a negar; pero los hechos están ahí para que el que quiera ver, que vea.

Cierto que hay que buscar el mejor modo posible de transmitir el Mensaje de Jesús a toda la gente, mediante una pastoral adecuada a los nuevos tiempos que corren ... pero esto no puede hacerse -y se está haciendo- al precio de cambiar el Mensaje Evangélico por otro que no se parece en nada al original. Ya hay mucha gente que se pregunta: ¿Dónde está la Iglesia católica? Y es que, en efecto, esta nuestra amada Iglesia, ha sido traicionada ... y esta traición está produciéndose en el seno mismo de la Iglesia, en una gran parte de la Jerarquía eclesiástica, lo que es sumamente grave.

Aunque lo peor de todo -con ser ya bastante malo lo anterior- es que este cambio "revolucionario", que se está produciendo en la Iglesia, y que está dando lugar a una "iglesia" diferente; como digo, este cambio se niega. Y se dice y se proclama -haciendo uso de todos los medios de comunicación mundanos- que no existe tal cambio y que la Iglesia es la misma de siempre en lo que respecta a lo esencial del Mensaje de Jesús, lo cual no es que sea una gran mentira, que atenta contra la razón, sino que es diabólico. No hay otra explicación ... ¡Y Dios lo permite! 

Creo que ya va siendo hora de replantearse nuestra fidelidad a la Iglesia y dejar atrás cualquier tipo de indecisión. Ha llegado el momento de la radicalización: "El que no está conmigo, está contra Mí", decía Jesús (Mt 12, 30). ¿A quién le hacemos caso? ¿A lo que dice cualquier sacerdote, obispo,  cardenal o el mismo Papa, cuando lo que dice contradice las enseñanzas del Evangelio ... o, por el contrario, optamos por seguir a Jesucristo y su Mensaje auténtico, aunque ello suponga, hoy en día, una heroicidad especial que nos puede llevar -incluso- a perder nuestra vida? 

Yo, sinceramente, me inclino por la segunda opción, porque es la verdadera. Jesús fue muy claro: "A todo el que me confiese delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue delante de los hombres, Yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos" (Mt 10, 32-33)
 José Martí (continuará)