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jueves, 9 de febrero de 2017

AMORIS LAETITIA (Monseñor Atanasio Schnëider)

Duración 30:32 minutos

Y ahora, cambiemos la fe católica sobre el sacerdocio (Bruno Moreno)



Como sabrán los lectores, La Civiltà Cattolica, revista oficiosa del Vaticano e impresa con el control previo de la Santa Sede, acaba de publicar un artículo del P. Giancarlo Pani SJ dedicado a la propuesta de cambiar la doctrina católica sobre el sacerdocio, de modo que se admita el sacerdocio femenino en la Iglesia.

Es un artículo pasmoso, que revela una actitud de rechazo abierto y frontal de la fe de la Iglesia, al servicio de las ideologías de moda en nuestra época. Resulta casi increíble que un medio como la Civiltà preste cobijo y apoyo a posturas como esta, imposibles de reconciliar con el catolicismo.

La doctrina de que la Iglesia no está facultada para ordenar mujeres ha sido enseñada siempre por el Magisterio, sigue el ejemplo del mismo Cristo y es parte de la fe católica. Recogiendo una larga sucesión de textos magisteriales sobre el mismo tema, San Juan Pablo II enseñó que:

“Con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia” (Ordinatio Sacerdotalis)

Por si eso fuera poco, la Congregación para la Doctrina de la Fe declaró un año después que “la Iglesia no tiene facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres” y que esa verdad, “exige un asentimiento definitivo”, está “basada en la Palabra de Dios escrita y constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia desde el principio”, “se ha de entender como perteneciente al depósito de la fe” y “ha sido propuesta infaliblemente por el Magisterio ordinario y universal” (Congregación para la Doctrina de la Fe, respuesta a dubia del 28 de octubre de 1995).

En principio, uno pensaría que “infalible”, “definitivo”, “Palabra de Dios”, “Tradición” y “depósito de la fe” bastan para que un tema quede perfectamente claro para los católicos. Sin embargo, el P. Pani SJ no lo considera así y propone un cambio en esta doctrina, quizá sin ser consciente de que algo así equivale a pedir la destrucción completa de la doctrina católica, porque si una doctrina infalible y definitiva está equivocada y se puede cambiar, eso quiere decir que no existen las doctrinas infalibles y definitivas. Si la fe católica puede cambiar, eso quiere decir que no es verdadera revelación de Dios, sino una mera opinión humana.


¿Cuáles son los argumentos de peso del P. Giancarlo para pedir algo tan grave? En apoyo del sacerdocio femenino, de forma bastante trillada pero no por eso menos sorprendente, apela a que la doctrina no contempla los “profundos cambios sociales y culturales que han afectado a las mujeres” “en el siglo XX”. ¿Qué sentido tiene dar ahora como argumento los cambios del siglo XX, si precisamente la Iglesia del siglo XX fue la que definió de manera irreformable la cuestión? 

¿No vivían San Juan Pablo II y Benedicto XVI en el siglo XX? En otro lugar, el articulista intenta camuflar un poco la incoherencia apelando al siglo XXI y diciendo que la Iglesia, al definir que el sacerdocio ministerial está reservado a los hombres, “no toma en cuenta los desarrollos que en el siglo XXI han tenido la presencia y el rol de la mujer en la familia y en la sociedad. Se trata de dignidad, de responsabilidad y de participación eclesial”. Esta táctica, sin embargo, produce más bien sonrojo, porque, como hemos visto, en otra parte del artículo reconoce que esos “desarrollos” son los mismos del siglo XX, algo evidente por otra parte, teniendo en cuenta que el nuevo siglo apenas lleva diecisiete años de andadura, en los que, francamente, no hemos inventado nada nuevo.

Por otra parte, se trasluce un entendimiento de la cuestión completamente ajeno al catolicismo. En primer lugar, es una forma de razonar burdamente cronolátrica, como si la naturaleza del hombre, de la mujer y del sacerdocio no fuera la misma hoy que hace dos milenios. En segundo lugar y de forma fundamental, el artículo revela un enfoque montanista de la Revelación, que nada tiene que ver con la fe católica:

“No se puede recurrir siempre al pasado, como si solamente en el pasado hubiera indicaciones del Espíritu. También hoy el Señor guía a la Iglesia y sugiere asumir con valentía perspectivas nuevas”.

Es asombroso que en un artículo publicado en una revista católica seria y tan importante, se digan estas cosas. La frase “no se puede recurrir siempre al pasado” es frontal y expresamente anticatólica. El autor olvida (o rechaza) que el catolicismo no es una filosofía que construimos, sino la Verdad revelada por Dios en su Hijo Jesucristo, encarnado en el siglo I para nuestra salvación, que es “mediador y plenitud de toda la Revelación” (Dei Verbum 2). 

Contra lo que dice el P. Pani SJ, la misión de la Iglesia es, expresamente, recurrir siempre al pasado, volver la mirada a la Revelación “entregada de una vez a los santos” en Jesucristo y transmitida por la Tradición, y proponerla de modo siempre nuevo a los hombres. Las fuentes de la Revelación son dos, Escritura y Tradición, interpretadas por el Magisterio (DV 10), y no hay una tercera consistente en “perspectivas nuevas” o “indicaciones del Espíritu”, que se salgan de lo revelado. No hay nuevas revelaciones públicas, ni el Señor puede guiar a la Iglesia a algo fundamentalmente diferente de lo que siempre ha enseñado. Como explica San Juan de la Cruz (y cita el Catecismo):

“el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad” (San Juan de la Cruz, Subida del monte Carmelo 2,22,3-5) 

Como ya hemos indicado, la Iglesia, al definir esta verdad de fe católica, hizo lo que tenía que hacer: recordarnos una verdad “basada en la Palabra de Dios escrita y constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia desde el principio”, siguiendo el ejemplo del mismo Cristo. Quien critica algo así, está criticando toda la fe de la Iglesia, porque toda ella la hemos recibido “del pasado”. Así lo enseña el Catecismo: “la fe cristiana no puede aceptar ‘revelaciones’ que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud” (Catecismo de la Iglesia Católica 67).


Por otra parte, el artículo utiliza un lenguaje engañoso, inadmisible en cualquier reflexión teológica seria. Se dice, por ejemplo, que “las dificultades de recepción de la respuesta crearon «tensiones» en las relaciones entre Magisterio y Teología por los problemas vinculados”. Con esto, a lo que realmente se refiere es a que, a pesar de la definición infalible, hubo algunos teólogos que continuaron sin aceptar la enseñanza de la Iglesia y siguieron defendiendo lo indefendible, pura y simplemente porque no estaban dispuestos a aceptar la fe católica. No se trata de tensiones entre Magisterio y Teología, sino falta de fe por parte de algunos seudoteólogos (que, además, en el artículo de la Civiltà, se identifican directamente con la “Teología”, con una desfachatez asombrosa, como si no hubiera innumerables teólogos católicos que aceptaron con alegría la definición infalible de la Iglesia, del mismo modo que antes habían aceptado siempre su doctrina constante sobre este tema).

Del mismo modo, se utiliza como argumento a favor de cambiar nuestra fe católica que “hoy hay malestar entre quienes no llegan a comprender cómo la exclusión de la mujer del ministerio de la Iglesia puede coexistir con la afirmación y la valoración de su igual dignidad”. 

Para ver lo absurdo de esta forma de razonar, basta aplicarla a cualquier otra parte de la fe de la Iglesia y decir, por ejemplo, que “hoy hay malestar entre quienes no llegan a comprender cómo la existencia de tres personas en Dios puede coexistir con la afirmación y la valoración de su unidad de naturaleza”. Cualquier teólogo con dos dedos de frente sabe que, ante esa “objeción” lo que hay que hacer es, por un lado, explicar lo mejor posible la fe de la Iglesia (cosa que, la Civiltà se abstiene significativamente de hacer en este caso) y, por otro, recordar a los que sufren ese malestar que la fe de la Iglesia no es producto de un razonamiento humano, sino de la Revelación de Dios. Crede ut intelligas. Cree, acepta, ora, contempla y entenderás.

Da la impresión de que, en realidad, lo que se está ofreciendo es, simplemente un argumento basado en el sentimentalismo: mirad a los pobres angustiados y agobiados porque no entienden lo que dice la Iglesia (con la insinuación de que no lo entienden porque es absurdo); si no queremos que la gente viva angustiada, debemos cambiar lo que enseña la Iglesia para que dejen de sufrir. ¿Por qué resulta tan familiar ese argumento? Quizá porque es el mismo que utiliza el mundo contra todas las doctrinas de la Iglesia que le resultan incómodas, desde la pecaminosidad de los anticonceptivos hasta la condena del aborto, pasando por el matrimonio indisoluble y la fe en la Trinidad, la transustanciación o la misma Encarnación. O quizá porque numerosos seudoteólogos llevan décadas utilizándolo “dentro” de la Iglesia para acabar con esas mismas doctrinas.

Asimismo, el P. Pani SJ afirma, citando a otro teólogo, que los pronunciamientos de la Iglesia sobre el sacerdocio “más que expresión de autoridad, parecen significar autoritarismo”. ¿Y qué criterio se nos da para diferenciar ambas cosas? Ninguno, más allá de que todo lo que le cueste creer al mundo (paganizado) de hoy es autoritarismo y debe cambiarse. El criterio de verdad es lo que quiere el mundo moderno o, mejor dicho, lo que quiere el Mundo en el sentido teológico del término. Y, por supuesto, lo que quiere y propone el autor, por mucho que se esconda de forma algo pueril tras expresiones como “muchos católicos”, la “participación”, los “cambios socioculturales”, la “Teología” o “los que no llegan a comprender”.

Quizá lo más triste de todo esto es que ni siquiera se trata de una sesuda especulación teológica, aunque sea errada, sino de una argumentación de niño pequeño. Tengo un hijo de dos años y sé de lo que hablo. Cuando quiere algo, no pierde el tiempo en grandes argumentaciones o razones sólidas, sino que se limita a decir “quero”, “quero”, “quero”, una y otra vez, a un volumen cada vez más alto, con lágrimas y, si es necesario, con una pataleta. Hasta que alguien le dé lo que quiere o, si sus padres cumplen su deber, le hagan entender que no puede tener todo lo que quiere. Así ha sucedido con los defensores del sacerdocio femenino, aunque algunos mantengan aún hoy la pataleta infantil.

Dicho más finamente, se trata de un argumento que ya expresó hace dieciocho siglos el poeta romano Juvenal: Hoc volo, sic iubeo, sit pro ratione voluntas. Es decir, “quiero esto y lo exijo; valga mi voluntad como razón”. Un “razonamiento”, este sí, definitivo, porque vale absolutamente para todo y tiene la ventaja de terminar con cualquier discusión. Contra la nuda voluntad no caben argumentaciones.


Curiosamente, este último párrafo lo escribí ya, casi idéntico, hace un año y medio. Tengo una cierta sensación de dejà vu, porque esta situación ya la hemos vivido. Cuando comenzaron los Sínodos sobre la Familia, se afirmó, increíblemente, que en el Sínodo habría “un clima de respeto por todas las posturas, de caridad mutua y con auténtico sentido constructivo. […] De hecho, es importante expresarse claramente y con valentía. En un clima de diálogo sereno y leal, los participantes estarán llamados a no presentar su propio punto de vista como exclusivo, sino a buscar juntos la verdad”.

Ya entonces señalé que esas afirmaciones no tenían sentido en la Iglesia, porque pretendían partir de cero, como si en la Iglesia no hubiera “puntos de vista exclusivos”, que son precisamente los formados por la fe y la doctrina católicas, que no se pueden discutir y cuya negación nunca es respetable. Por aquel entonces, diversos comentaristas afirmaron que yo exageraba en mi crítica, que sólo se estaba buscando una discusión sana de los temas, que nadie pensaba cambiar la doctrina de la Iglesia… y un año y medio después, se está dando la comunión a los divorciados en una nueva unión en la mitad de las diócesis del mundo, sin necesidad de arrepentimiento y propósito de la enmienda.

Usando la misma táctica, la Civiltà pretende crear de nuevo una tabula rasa y partir de cero en un tema que ya está definido por la Iglesia. De un plumazo, se borra la doctrina constante de la Iglesia sobre el tema a lo largo de dos milenios e incluso el magisterio clarísimo y específico sobre este tema de los dos últimos Papas, exactamente igual que ha sucedido ya con el acceso de los divorciados a la comunión. Y todo eso sin ningún argumento, más allá de vagas referencias a la misericordia, al siglo XX, al malestar, a la angustia, al acompañamiento y al discernimiento.

De todas formas, a mi entender, no importa que el artículo esté desprovisto de argumentos, porque su única finalidad real es introducir dos frases envenenadas:

“La objeción básica, que ha reaparecido en el debate, es: ¿por qué la Iglesia antigua admitió a algunas mujeres al diaconado y hasta al apostolado? ¿Y por qué después la mujer fue excluida de estas funciones?”

Estas frases muestran con claridad por dónde van los tiros y cuál va a ser la táctica del nuevo ataque contra la doctrina: basarse en la innecesaria comisión sobre el diaconado que se creó recientemente, para atacar desde ahí la fe de la Iglesia sobre este tema. En las frases, maliciosamente, se asume que las mujeres ya fueron diaconisas ordenadas sacramentalmente e incluso de alguna forma obispos, al igual que los Apóstoles, pero que después la malvada Iglesia les arrebató inmisericordemente ese derecho.

Igual que sucedió en el Sínodo con el pretexto de “hablar con libertad”, con la excusa de la comisión se desea reabrir un tema zanjado. A fin de cuentas, como sabe todo el mundo, tanto los defensores de la fe de la Iglesia como los partidarios de cambiarla, el tema no es el diaconado (no sacramental) de las mujeres, sino dar sea como sea un nuevo paso hacia el sacerdocio de la mujer, al igual que ya ocurrió en el anglicanismo.

Digámoslo una vez más: todo esto nada tiene que ver con el catolicismo. Es pura mundanidad, disfrazada de palabras bonitas y vagas para confundir las cuestiones

La única respuesta posible de un católico ante estos despropósitos es recordar las palabras de San Pablo: Mas si aun nosotros o un ángel del cielo os anunciara otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema. (Gal 1, 8)

BRUNO MORENO

martes, 7 de febrero de 2017

El responsable de caridad de la Orden de Malta justifica el reparto de condones y dice que la caída de donativos no se debe a éso sino al enfrentamiento con el Papa. La nueva reforma podría posibilitar su acceso o el de Albrecht von Boeselager al puesto de Gran Maestre



Según relata el semanario británico The Tablet [autodenominado "católico progresista"], el pasado jueves 2 de febrero el responsable de la rama caritativa [filantrópica, más bien] de los Caballeros de la Orden de Malta, Dominique de La Rochefoucauld-Montbel, afirmó en rueda de prensa que tanto él como Albrecht von Boeselager -a la derecha en la foto que abre esta entrada, en la que aparecen ambos durante dicha rueda de prensa-, que anteriormente había dirigido la rama de caridad mundial de la Orden [se trata del Gran Canciller destituido por el reparto de condones], tomaron medidas cuando la Orden fue informada de que los condones estaban siendo distribuidos.

No dice qué medidas tomaron. Sin embargo, justifica dicha distribución:

Rochefoucauld-Montbel explicó que los condones fueron distribuidos en partes de África y en Myanmar donde los caballeros participaban en un proyecto diseñado para ayudar a prevenir la esclavitud sexual. "Hay que seguir los principios", explicó. "Pero de vez en cuando nos encontramos en una disyuntiva, y tenemos que encontrar una solución dentro de la enseñanza de la Iglesia. No siempre es fácil".

Y como no es fácil, ante la duda... ¡a distribuir condones!

También admitió que el "lío" producido en la Orden (ver aquí, aquí y aquí) ha llevado a una caída en los donativos, y en Francia, donde se recaudaban millones de euros al año [el texto original habla de libras], ha disminuido alrededor de 30.000 euros (25.800 libras). "Esto ha sido problemático para nuestros donantes", dijo Dominique de La Rochefoucauld-Montbel a los periodistas. "La gente ha decidido no ayudarnos porque pensaban que estábamos luchando contra el Papa. Pero no era cierto. Necesitamos restablecer la confianza".

Así que, ya lo saben: los benefactores de la Orden no han dejado de dar donativos porque con su dinero se paguen y repartan condones, algo condenado por la moral de la Iglesia Católica, sino "por estar luchando contra el Papa". ¿Se lo habrán preguntado a todos los ex donantes, uno por uno?

También afirmó que ahora la prioridad de la Orden era centrarse en su trabajo a favor de los pobres y los enfermos y, en particular, de los refugiados.

Es decir: como cualquier otra ONG mundana. Como si hubiera que elegir entre la atención a los pobres y refugiados o seguir los principios morales de la Iglesia Católica. ¿Acaso no han sido compatibles durante dos milenios? ¿Por qué ahora iban a dejar de serlo? Pues, por lo visto, en las prioridades de la nueva Orden de Malta los principios morales, la evangelización y la religión en sí misma, ni están ni se los espera.

Por último, el referido artículo plantea un dato interesante: actualmente, los únicos candidatos que pueden optar a ser elegidos como Gran Maestre son aquellos que han hecho los votos completos, es decir, tan sólo 55 de los 13.500 caballeros con los que cuenta la Orden de Malta. Tras su comisariamiento por parte de la Santa Sede, las anunciadas reformas podrían permitir que dicho puesto estuviera abierto a caballeros del rango inferior, haciendo posible que tipos como von Boeselager o Rochefoucauld-Montbel puedan ser elegidos

CATHOLICVS

Pasquino regresa a Roma (Roberto de Mattei)


En la noche del viernes al sábado, una mano desconocida ha empapelado las calles en las proximidades del Vaticano con un manifiesto en el que, bajo la imagen de un papa Bergoglio de mirada sombría y ceño fruncido se lee: 

«Ah, Pancho, has intervenido congregaciones, destituido a sacerdotes, decapitado a la Orden de Malta y a los Franciscanos de la Inmaculada, desdeñado a cardenales… Pero ¿dónde está tu misericordia?».

La cáustica protesta en dialecto romanesco se ajusta a lo que en Roma es conocido como la tradición de las pasquinadas. Se conocía como Pasquino a una estatua sobre la cual se fijaban durante la noche carteles y manifiestos en los que se denunciaban los abusos de las autoridades o se hacía burla de los defectos de pontífices y cardenales. Por ejemplo, cuando falleció Clemente VII (1534) apareció un retrato de su médico, que en vez de sanar a un paciente lo había enviado al otro mundo, acompañado de un letrero que expresaba gratitud: ecce qui tollit peccata mundi (he aquí al que quita los pecados del mundo).

Hoy lo mismo que ayer, las pasquinadas han recogido siempre sentimientos difundidos entre el pueblo y aun el mismo clero romano.

En nuestro caso, precisamente en estos días en que la cuestión de la Orden de Malta ha concluido con la destitución del Gran Maestre, la rehabilitación por el Vaticano de un hombre acusado de deriva moral, Albrecht von Boeslager, y la atribución a monseñor Angelo Becciu facultades para intervenir la Orden. Todo ello en absoluto desprecio a la soberanía de la Orden, que sólo está subordinada a la Santa Sede en lo que respecta a la vida religiosa de sus caballeros profesos, pero que es –o debería ser– totalmente independiente en la vida interna y sus relaciones internacionales.

La misma falta de consideración por la ley parece extenderse al derecho civil italiano. Un decreto de la Congregación para los Religiosos con la aprobación del Papa, impone al padre Stefano Maria Manelli, superior de los Franciscanos de la Inmaculada, a «devolver en el plazo de 15 días a contar de la recepción del presente decreto el patrimonio económico administrado por asociaciones civiles y cualquier otra cantidad a su disposición de cada uno de los institutos». Es decir, devolver a la Congregación de los Religiosos los bienes patrimoniales de los que, como ha confirmado el Tribunal de Apelación de Avellino, el padre Manelli no puede disponer porque pertenecen a asociaciones legalmente reconocidas por el Estado italiano.

Por si fuera poco, monseñor Ramon C. Argüelles, arzobispo de Lipa (Filipinas), ha tenido noticia de su destitución por un comunicado de la Sala de Prensa Vaticana. Se desconocen los motivos de tal medida, pero se pueden intuir: monseñor Argüelles ha reconocido canónicamente una asociación que agrupa a ex seminaristas de los Franciscanos de la Inmaculada que han abandonado la orden a fin de poder estudiar y prepararse para el sacerdocio con plena libertad e independencia.

«Libertad libertad, ¡cuántos delitos se cometen en tu nombre», se lamentaba Madame Roland, ilustre víctima de la Revolución francesa. «Misericordia, misericordia, ¡cuánta violencia se ejerce en tu nombre!», podrían repetir las víctimas del Pontificado de la misericordia.

Roberto de Mattei
(Traducido por J.E.F)

Caos en la Iglesia en Alemania a raíz de las nuevas directrices pastorales (Mike Hickson)

Artículo de Mike Hickson, de One Peter Five, traducido por Víctor  Lozano en Infocatólica


Sólo dos días después de la publicación oficial de las nuevas directrices pastorales sobre el matrimonio, el desorden parece aumentar en Alemania. Se dejan oír voces contradictorias, confusas y alarmadas por todos los rincones del país. Pero, sobre todo, dicho documento resulta ser más peligroso e insidioso que lo que parecía a primera vista. Ahora incluso cabe preguntarse si los laicos ejercerán alguna jurisdicción en la Iglesia Católica.

En un principio, las directrices alemanas sobre los divorciados casados de nuevo eran a primera vista menos liberalizadoras que las de los obispos de Malta, que el Dr. Edward Peters (abogado canonista) llegó a calificar de «Desastre maltés» Sin embargo, al mismo tiempo, los obispos alemanes se han acercado mucho a los niveles de Malta. En efecto, la expresión alemana de que «la decisión [de los divorciados «recasados»] de recibir los Sacramentos debe ser respetada» está muy próxima a la declaración de los obispos malteses de que los «recasados» pueden acceder a la Comunión si se sienten «en paz con Dios». En ambos casos, se ensalza la conciencia subjetiva y sentimental, con un peso muy decisivo.

Por ejemplo, he aquí lo que dijo recientemente el Arzobispo Heiner Koch de Berlín en materia de conciencia: «Nosotros [los obispos alemanes] indicamos que –en casos individuales justificados [sic] y tras un prolongado proceso– el creyente puede decidir en conciencia recibir los Sacramentos y esta decisión debe ser respetada.» Al ser preguntado por qué los obispos alemanes ahora «optan por la postura más aperturista del mundo [con respecto a los divorciados vueltos a casar], que hace de la propia conciencia el criterio determinante», Koch respondió muy significativamente: «Porque estamos firmemente convencidos de que esa es la intención –tanto en la letra como en el espíritu– que el propio Papa Francisco desea y asume, por lo que la ponemos en práctica junto con él».

Así pues, está cada vez más claro que las directrices pastorales alemanas plantean problemas crecientes por el acento que ahora se va a poner en la conciencia individual, por no decir en una conciencia subjetiva no formada.

Hasta ahora hemos pasado por alto que los obispos alemanes ya no hacen referencia expresa a los sacerdotes a la hora de llevar a cabo el «camino de discernimiento».

Por ejemplo, en las directrices pastorales en su conjunto, únicamente se utilizan las palabras «pastoral» y «agente de pastoral» (sin más definición); la palabra «pastor» o «sacerdote» no figura en ninguna parte. Las graves consecuencias que entraña este fenómeno lingüístico es que, al menos en Alemania, ahora también los laicos (hombres y mujeres) pueden «acompañar» oficialmente a los divorciados casados de nuevo en su discernimiento acerca de si pueden o no recibir los Sacramentos. Me percaté de esta cuestión al leer una entrevista publicada recientemente en el sitio web de la Conferencia Episcopal alemana, Katholisch.de. En tal entrevista, Ute Eberl, una laica que trabaja en la atención pastoral en la diócesis de Berlín, comenta las nuevas directrices pastorales alemanas y elogia expresamente el hecho de que la persona que realiza el acompañamiento puede ser también un laico. Eberl explica:

Antes de nada, diré que estoy contenta. Creo que es realmente maravilloso que los obispos hayan tratado el tema de los divorciados recasados en el texto principal diciendo: la decisión de la conciencia debe ser respetada. Espero que así terminen las polémicas. El consejo que puede ofrecer un agente de pastoral es excelente. Además de un sacerdote, también puede desempeñar esa función una persona cercana, que acompaña durante el proceso de separación y que también se regocija cuando surge una nueva relación. El documento episcopal [las nuevas directrices] no es, por tanto, una forma de imponer un nuevo conjunto de normas y comportamientos, sino que respiran una gran libertad.

Tras leer toda la entrevista, me puse en contacto con la oficina de prensa de la Conferencia Episcopal alemana, pidiendo si podían aclarar quién será entonces la persona que acompañe oficialmente al divorciado casado de nuevo. Hice mención del siguiente pasaje de las nuevas directrices alemanas: «Amoris Laetitia habla de un proceso para llegar a una decisión [sobre la recepción de los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía] con el acompañamiento de un agente de pastoral» A la pregunta de si esto significa que una persona distinta de un sacerdote está legitimada para acompañar a los divorciados y vueltos a casar, recibí la siguiente respuesta del Dr. Michael Feil de la Conferencia Episcopal alemana. Estas son todas las explicaciones que he recibido:

Para una definición de la expresión «agente de pastoral» en este contexto, puede consultarse el canon 519 del Código de Derecho Canónico:

«El párroco (parochus) es el pastor (pastor) propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de fieles laicos, conforme a la norma del derecho».

Hasta el momento, no he vuelto a tener noticias del Dr. Feil, en particular tras escribirle por segunda vez solicitando que confirmara si esto significa que ahora los laicos pueden también acompañar legítimamente a los divorciados recasados en su proceso de discernimiento sobre si pueden recibir los Sacramentos, y acerca de si los obispos alemanes sostienen ahora que el sacerdote local ha de respetar en todo caso la decisión en conciencia del divorciado casado de nuevo a efectos de la recepción de la Sagrada Comunión.

Queda también poco clara otra cuestión polémica, a saber: ¿Cuáles serían los efectos de todo lo anterior para la recepción del Sacramento de la Penitencia? ¿Un laico podría encargarse de asesorar al divorciado recasado, participando así en la decisión de recibir la confesión? ¿En qué medida los laicos ejercerán ahora jurisdicción en la Iglesia? Después de todo, los obispos alemanes hablan de «agentes de pastoral» en general cuando mencionan expresamente la posibilidad de acceder a los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía.

El Dr. Peters formuló recientemente, en sus comentarios sobre las directrices alemanas, una pregunta similar y conexa, a saber:

Por cierto, otros pasajes de los documentos alemanes dan a entender que también los divorciados y vueltos a casar pueden acudir a la Confesión, pero sin requerir, al parecer, a estos penitentes un ‘firme propósito de enmienda’ (incluso en lo que respecta a los actos sexuales voluntarios con una persona distinta del cónyuge). Como señalé en HPR hace algunos años, con este planteamiento la celebración de la Penitencia corre el riesgo de incurrir en sacrilegio y el sacerdote puede cometer un delito de solicitación en confesión.

Aquí el Dr. Peters subraya el peligro de que los sacerdotes se vean presionados –como consecuencia de la obligación de remitirse a la conciencia subjetiva del divorciado recasado– a dar la absolución a un adúltero no arrepentido, lo cual pone en riesgo su propio sacerdocio, de conformidad con el Derecho canónico. Por consiguiente, recomendamos encarecidamente a nuestros lectores un estudio atento del análisis realizado por el Dr. Peters en 2011 sobre el canon 1387 (véase el anterior hipervínculo del Dr. Peters), en el que se afirma que un sacerdote que «solicita a un penitente a un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo,» en confesión o con ocasión de la misma, debe ser castigado. El concepto de «solicitación» también puede incluir, según el Dr. Peters, el hecho de que un sacerdote induzca y estimule a un penitente a incumplir el sexto mandamiento con cualquier otro tercero, y no únicamente con el propio sacerdote.

Como ejemplo de esta confusión, cabe citar al obispo alemán Konrad Zdarsa. Considera que nosotros, los obispos «hemos atribuido una responsabilidad tan enorme a los sacerdotes locales que no todos podrán soportarla y administrarla de la misma forma.» Este prelado alemán se plantea una punzante pregunta: ¿si un sacerdote no tiene siquiera tiempo suficiente para la preparación de las jóvenes parejas que van a contraer matrimonio, «cuánto menos tiempo, fuerzas y paciencia» tendrá para llevar a cabo ese proceso, deseablemente concienzudo, de discernimiento, «tal como el Papa lo demanda»? En este contexto, el obispo Zdarsa teme que se adopten «decisiones prematuras» («Schnellschüsse»), «o que existan otras graves causas de conflicto que no pudieran preverse adecuadamente.»

Asimismo, el obispo Zdarsa se pregunta, en general, si los divorciados alemanes recasados recabarán siquiera el consejo sacerdotal, habida cuenta de que «en nuestro país, no es demasiado frecuente la práctica de la confesión.» En cuanto a la cuestión de la conciencia individual, Monseñor Zdarsa señala, con una mirada de dolor en el rostro, que es preciso empezar con la «formación de la conciencia», y a continuación admite que, en Alemania, se ha descuidado mucho este aspecto. «Apenas analizamos esta cuestión de la formación de la conciencia». Tras destacar la importancia de que la vida del hombre se oriente según la Ley de Dios, este obispo –que se educó en la Alemania Oriental comunista– contesta con pesar a la pregunta «Entonces, ¿será difícil?» con un lacónico «Sí.» Casi puede palparse el sufrimiento de este prelado atribulado en el actual contexto de confusión y desorden.

Sin embargo, el obispo Zdarsa no es el único clérigo que expresa con sinceridad sus reservas a las nuevas directrices pastorales (que no han sido aprobadas por todos los obispos individualmente, sino sólo por el Consejo General de la Conferencia Episcopal alemana, del que son miembros los delegados elegidos por todas las diócesis, uno por diócesis). Por ejemplo, el diario progresista alemán Der Spiegel publicó hace poco un artículo con el título: «Sacerdotes conservadores rechazan la iniciativa de la Conferencia Episcopal alemana.» El artículo indica lo siguiente:

Representantes de la Red de Sacerdotes Católicos («Netzwerk katholischer Priester»), del Opus Dei de Alemania, de los Legionarios de Cristo y de otros grupos ortodoxos hablan ahora de «cismas en las parroquias» y «oscurecimiento del Sacramento del Matrimonio».

Es importante destacar en este contexto que un canonista alemán, P. Gero P. Weishaupt, ha publicado un comentario en el Facebook de Mathias von Gersdorff, describiendo el creciente caos que afecta a Alemania: «Ahora reina el caos, especialmente entre los obispos. El Cardenal de Colonia [Cardenal Rainer Maria Woelki] dijo ayer […] que no excluye un cisma. El Papa no podrá eludir una aclaración sobre esta materia.»

Es oportuno mencionar también los comentarios del analista católico alemán Mathias von Gersdorff. Con respecto a un artículo publicado el 2 de febrero en el influyente diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ), en el que se llega a asegurar que «todas las demás conferencias episcopales del mundo tendrán que preguntarse con qué argumentos podrán ahora negar su lealtad al Papa en esta cuestión [el acceso a la comunión de los divorciados recasados],» Von Gersdorff comenta en tono jocoso: «¡Estamos en tiempos nuevos: de entre todos los pueblos, los obispos alemanes son ahora el nuevo modelo de lealtad papal !»

Von Gersdorff añade que el FAZ de Alemania presenta a los obispos Walter Kasper, Karl Lehmann y Oskar Saier –que ya en 1993 ejercieron fuertes presiones en sus propias diócesis para permitir la Comunión sacramental a los divorciados vueltos a casar– como víctimas valientes que finalmente han sido exculpadas.

Según el FAZ, «con el documento Amoris Laetitia, el Papa Francisco se adhiere ahora a las ideas de estos tres obispos [antes disidentes].» Von Gersdorff comenta estas afirmaciones haciendo uso de su ironía: «Después de un largo tiempo de sufrimiento –unos 25 años– ha quedado patente lo siguiente: los verdaderos seguidores leales del papa son los alemanes, después de todo! Tan pronto como el cardenal Kasper muera, Daniel Deckers [el periodista del FAZ ] solicitará, con toda probabilidad, su canonización».

Con demasiada frecuencia, el mundo parece haberse vuelto del revés. Los antiguos disidentes son ahora papistas leales, y los católicos ortodoxos son los nuevos desleales recalcitrantes.

El caos en Alemania está indiscutiblemente expandiéndose, al igual que en la Iglesia en general.

Maike Hickson

lunes, 6 de febrero de 2017

Al árbol se le juzga por sus frutos (Ignacio Vaz-Romero Trueba)



[Aunque se trata de un artículo muy extenso, merece la pena tomarse el tiempo de leerlo, porque clarifica mucho la situación actual por la que atraviesa la Iglesia. La molestia que suponga la lectura se verá recompensada]

Cada día que pasa una nueva noticia acerca del Papa Francisco aparece en los medios de comunicación. No hay día en que los medios no se hagan eco de sus acciones, sus discursos o sus viajes. Parece que nunca antes el mundo (ni tampoco los propios católicos) habían estado tan pendientes de todo cuanto rodea la vida del Obispo de Roma. Y a raíz de esta implosión mediática no son pocos los católicos que actualmente se encuentran perplejos y confusos ante todo lo que ven u oyen por sí mismos. Allá donde va Bergoglio le acompaña también un titular y junto él un gran desconcierto entre los católicos que le siguen. No son pocas las veces que hemos oído comentar: ¿cómo es posible que el Papa haga esto? o ¿cómo puede atreverse a decir tal cosa? ¿No es eso contrario a lo que la Iglesia siempre ha enseñado? A día de hoy, hemos comprobado con tristeza como muchas de sus declaraciones son motivo de escándalo. Éstas son de cariz muy diverso y atañen a casi todos los dominios de la vida humana: la vida en familia, la vida conventual, la vida política, la vida espiritual, etc. Sin embargo, analizando fríamente lo que está sucediendo hoy en día — y que parece inaudito para muchos católicos — nos damos cuenta que, en verdad, Bergoglio, tal como el mismo reconoció no hace mucho en una entrevista, no hace más que seguir las directrices del Concilio. Y es que, como viene siendo habitual, cuando nos ponemos a analizar los orígenes de la llamada “crisis en la Iglesia”, el origen de los problemas actuales acaba convergiendo siempre en el mismo acontecimiento histórico: el Concilio Vaticano II. Y aquí de nuevo podemos decir: “con el Concilio hemos topado”.

Tal como decíamos, muchos católicos actualmente, a raíz de las consignas y directivas que llegan desde Roma, empiezan a hacerse preguntas e intentan hallar respuestas convincentes capaces de dar paz a sus almas atormentadas ante tanta confusión y apostasía. Aun así, muchos son los católicos aterrados ante esta situación, y no sin razón. No quieren (o no pueden) concebir que desde Roma — la cuna de la Cristiandad y la que debiera ser faro de luz para los pueblos y naciones — se promueva la herejía, la confusión y hasta el sacrilegio. Simplemente no es posible, eso no puede ocurrir… El Papa siempre ha sido el Papa y los católicos debemos seguirle, así como a la Iglesia si queremos salvarnos. El Papa no puede errar. Él es el “Santo Padre”. No entraremos ahora a revisar y profundizar en el dogma de la Infabilidad Papal proclamada en el Concilio Vaticano, pues no es el objeto de este artículo, pero sí me gustaría recuperar aquí las sabias palabras de Monseñor Lefebvre, de bienaventurada memoria. Leámoslas con atención, pues en ellas queda resumida la gran estrategia del diablo, el enemigo de las almas, para llevar a los católicos por la vía de la perdición aun creyendo seguir el buen camino.

“Para hacer eso [engañar a los católicos], […] el golpe maestro de Satanás será […] difundir los principios revolucionarios introducidos en la Iglesia por la autoridad de la misma Iglesia, poniendo a esta autoridad en una situación de incoherencia y de contradicción permanente; mientras que este equívoco no sea disipado, los desastres se multiplicarán en la Iglesia. Al tomarse equívoca la liturgia, se torna equívoco el sacerdocio, y habiendo ocurrido lo mismo con el catecismo, la Fe, que no puede mantenerse sino en la verdad, se disipa. La jerarquía de la Iglesia misma vive en un equívoco permanente entre la autoridad personal, recibida por el sacramento del Orden y la Misión de Pedro o del Obispo y los principios democráticos”.

Y sigue así: “Satanás ha logrado verdaderamente un golpe maestro: logra hacer condenar a quienes conservan la fe católica por aquéllos mismos que debieran defenderla y propagarla”.

Esta corta descripción de lo que él ya percibía en los años inmediatos al Concilio sigue siendo lo mismo de lo que somos testigos hoy en día. Lo que estamos viviendo actualmente no deja de ser una subversión en toda regla de la moral católica, las costumbres y la práctica religiosa. Y como en toda revuelta, esta subversión viene del mismo diablo. Lo dramático en este caso no es tan sólo que haya quienes buscan la ruina de las almas y la destrucción de la vida sacramental y espiritual sino que los impulsores de toda esta revolución no se hallan ya fuera de la Iglesia (como en otros tiempos) sino que parecen emerger del seno mismo de la barca de San Pedro. Como hemos visto reflejado en las palabras de Monseñor Lefebvre, el diablo ha sabido utilizar la estructura misma de la Iglesia y sus principios bimilenarios — como la obediencia al Papado— para destruirla (o intentar destruirla) desde el interior. Si indagamos en la historia reciente de la Iglesia no son pocas las pruebas de las que disponemos de la existencia de un plan a medio/largo plazo de infiltración de la Iglesia por la masonería y los enemigos de Cristo. Pero como todo plan destructor, éste no puede llevarse a cabo de la noche a la mañana. Los destructores deben actuar sigilosamente para evitar levantar sospechas entre los católicos y así hacer prevalecer sus tesis y sus novedades sin excitar las conciencias y las inteligencias de las gentes. De otro modo, su plan fracasaría.

Tal como vemos ahora, la estrategia de los que trabajan por la destrucción de la Iglesia Católica es siempre la misma: se trata de cambiar las cosas sin decirlo abiertamente, jugando con la ambigüedad y el doble lenguaje típico del modernismo. Examinando el ejemplo de la trágica protestantización de la Santa Misa esta estrategia parece más que evidente. En ningún momento se nos ha dicho que la nueva misa era de inspiración protestante — al menos desde las fuentes oficiales —, simplemente nos ha sido impuesta sin mayor explicación de forma que los fieles, sin ellos saberlo, se protestantizan por la práctica. Es lo que podemos llamar, sin miedo a pecar de osadía, un gran fraude, quizás el engaño más grande del siglo XX o de toda la Historia. Si hoy mismo preguntáramos a un católico de a pie si se siente protestante responderá con un “no” rotundo e incluso podrá mostrar su espanto ante tal proposición (eso si aun conserva el “sentir católico”). Pero si le preguntamos por la definición de la Misa, ¿sería capaz de repetir las tres líneas del Catecismo [de San Pío X] acerca de la noción sacrificial de la Misa y sus cuatro fines?

Probablemente este católico nunca haya oído hablar de la Misa como de la renovación verdadera del Sacrificio de Cristo en la Cruz sino más bien como de una comida fraterna o una mera reunión social en la cual los fieles se reúnen para alabar y “adorar” a Dios confundiendo muchas veces, y de forma trágica, la Presencial Real de Cristo en el Santísimo Sacramento del Altar con una simple presencia espiritual. Como vemos, y esto es innegable, todo ha sido subvertido por la práctica, sin decirlo, poco a poco, año tras año, sermón tras sermón. Evidentemente se ha tardado mucho tiempo en llegar hasta el extremo en el que nos encontramos actualmente. Pero hoy en día la hoja de ruta sigue siendo la misma: nunca se dirá abiertamente, por ejemplo, que se permite la Comunión a los divorciados vueltos a casar pero sí se les dará la Comunión cuando éstos la soliciten. Nunca se dirá que la Iglesia revoca los 500 años de Contrarreforma o los dictámenes del Sacrosanto Concilio de Trento pero, en cambio, se procede a nombrar a Lutero “testigo del Evangelio” y “renovador de la Iglesia” sin ningún tipo de pudor o condenación alguna por parte de los estamentos que debieran velar por la salvación eterna de las almas. Todo esto, en otros tiempos, habría levantado ampollas entre los católicos y los fieles se habrían precipitado sin duda a las parroquias o a la misma plaza de San Pedro a pedir explicaciones. ¿Se imaginan a San Pío X defendiendo a Lutero?

Recomiendo aquí a los católicos de buena fe que lean lo que los Papas no tenían reparo alguno en proclamar acerca de ese monje maldito que sin duda alguna fue condenado a sufrir el fuego eterno del infierno — sin ir más lejos, la bula Exsurge Domine, de León X condenando los errores de Lutero —. Sin embargo, hoy no vemos ninguna reacción en contra, nadie alza su voz desde la jerarquía para defender la sana doctrina y llamar a las cosas por su nombre. Y aquellos sacerdotes, que dentro de la estructura conciliar, son aun algo más conservadores accederán quizás a reconocer en privado que hay cosas que sorprenden o que no alcanzan a entender acerca del rumbo que está tomando la Roma actual, pero nunca harán públicas esas inquietudes contribuyendo así con su silencio a la degradación de los cimientos mismos de la Iglesia. Así pues, desde los púlpitos de las iglesias no se vacila a la hora de exaltar la revuelta de Lutero, de colocar carteles con su foto con motivo del quinto centenario de la Reforma protestante (omitiendo descaradamente el centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima). Tampoco se duda a la hora de recalcar las virtudes de las otras religiones y de lanzar otro sinfín de mensajes envenenados. Pero las conciencias están adormecidas y no ven el peligro que se cierne sobre ellas. Les han cambiado la religión y apenas se han dado cuenta. La maestría del plan diabólico es innegable.

Hemos de insistir en que todo esto requiere de un proceso, un proceso de moldeado de las mentes y los espíritus; en definitiva, un oscurecimiento de las inteligencias. Y si bien ahora vemos todos estos escándalos multiplicarse y nos escandalizamos (legítimamente) por ello, hemos de considerar que, en el fondo, no hay nada nuevo bajo el sol. Y aunque esto pueda chocar voy a proceder a decir algo en favor de la gestión de Bergoglio, algo en lo que sí está contribuyendo al bien de las almas aun sin saberlo él; y es que, su política y sus gestos son tan descarados y anticatólicos que aquel que no quiera ver lo que está sucediendo no es por no poder sino por no querer. Muchos católicos, gracias a Bergoglio, están en efecto abriendo los ojos después de un largo y penoso letargo. Pero lo que muchos no han comprendido aun es que Bergoglio no es más que un títere en la hoja de ruta postconciliar. Los masones, liberales y modernistas que infiltraron la Iglesia sabían que sólo a través de un Concilio ecuménico lograrían alcanzar su meta e infiltrar la Iglesia hasta lo más alto para, desde los puestos de poder, darle la vuelta a todo cuanto parecía inamovible hasta entonces.

Si bien la infiltración se fraguó ya mucho antes de los años ‘60 desde los propios seminarios y escuelas, no es hasta el Concilio cuando por fin la masonería parece tener preparado a “su Papa”; un Papa listo para llevar a cabo las reformas que tanto tiempo llevaban reclamando. Y es que el Concilio no fue un mero conjunto de sesiones y discusiones sino que constituye de forma clara la piedra fundacional de la nueva “religión Conciliar” que ha copado las estructuras de la Iglesia Católica y ante la cual nos encontramos hoy en día. El Concilio permitió definir todas las novedades sobre las cuales los destructores se apoyan ahora para llevar a cabo la demolición del edificio de la Iglesia. ¿Cuántas veces oímos citar en nuestros púlpitos o a Bergoglio mismo a Pío XII o a San Pío X? Nunca, ¿no es cierto? Sin embargo, ¿cuántas alusiones al Concilio, a sus constituciones e instrucciones y a los “Papas postconciliares”? El cómputo es innumerable. Pueden hacer la prueba de ir a una de esas tantas librerías que se dicen “religiosas” y preguntar, en la sección de magisterio, por la Pascendi, la Mortalium Animos o la Humanum Genus. Creo que no las hallarán por ninguna parte. En su lugar, las estanterías estarán repletas de obras y documentos del Concilio, de “San Juan XIII”, de “San Juan Pablo II” y otros tantos autores y “teólogos” (de la Nouvelle Théologie todos ellos) que han contribuido de forma directa a la subversión del orden natural en la Iglesia como son Lubac, von Balthasar, Congar, Rahner, Hans Küng o el propio Ratzinger. Podemos afirmar y comprobar cómo han hecho desaparecer todo el magisterio que pone en entredicho la nueva forma de proceder de la Iglesia Conciliar. Toda su forma de vivir la religión “católica” se basa en textos y aseveraciones que, a lo sumo, se remontan a 60 años atrás. Los otros 2000 años de historia de la Iglesia son conscientemente olvidados e ignorados. Cojan un libro de catequesis actual y cuenten las referencias o citas a cualquier documento previo al Concilio. El resultado es sencillo: cero. Los innovadores han ido confeccionando en estas últimas décadas una multitud de documentos alternativos de “magisterio” para poder justificarse así en lo sucesivo de forma a hacer avanzar el tan siniestro plan que habían planeado ya desde el siglo XIX en las oscuras logias masónicas. Para aquellos que piensen que todo esto suena a una especie de teoría de la conspiración aplicada al terreno eclesiástico, por desgracia, no es así. Por ejemplo, cualquiera puede consultar hoy en día los planes de la Alta Vendita que llegaron a manos de Gregorio XVI y a raíz de los cuales éste redactó la brillante Encíclica Mirari Vos.

A pesar de la gravedad de los acontecimientos, hemos de confiar en que Dios es el conductor de la Historia. Su Palabra es eterna y por eso mismo, en este punto, sería apropiado leer con detenimiento lo que Dios mismo, mediante el Santo Evangelio, nos dice acerca de cómo reconocer a todos estos falsos pastores y profetas que conducen al pueblo por sendas inseguras.

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. Es sabido que al árbol se le juzga por sus frutos” (Lc. 6.43-44).

El Santo Evangelio, como de costumbre, no puede ser más claro y explícito. Un mal árbol no puede sino dar malos frutos. Y sólo hemos de pararnos a observar los frutos que ha dado el Concilio hasta hoy. ¿Dónde está esa ansiada “primavera espiritual”, ese “renacer de la Iglesia”? ¿Dónde está esa mejor comprensión de los santos misterios? ¿Dónde el mayor celo apostólico por la conversión de los pecadores, herejes y cismáticos? ¿Dónde ha quedado el celo misionero por bautizar a todas las Naciones para así hacer partícipe a todos los pueblos de la obra de la Redención? Bergoglio ya dijo hace un tiempo que el “proselitismo” (léase, la evangelización) es una “solemne tontería”, que no hay tal cosa como un “Dios católico” y que a él no le preocupa lo más mínimo en qué religión sean educados los niños siempre y cuando éstos no pasen hambre (parece pues que las necesidades materiales suplen y sustituyen las necesidades del alma y el alimento espiritual). Ha abandonado completamente el celo por la Salus Animarum. Sin embargo, aquellos que se escandalizan ahora ante tales propósitos, una vez más han de ser conscientes que el problema no radica en Bergoglio ni en los prelados que le rodean, sino que todo ello responde al mismo plan masónico al que hacíamos referencia unas líneas atrás. Si aun queda alguna duda acerca del origen de todos estos profundos males, sólo hemos de releer el fragmento de la siguiente entrevista:

“Santo Padre, algunos piensan que en los encuentros ecuménicos usted quiere liquidar la doctrina católica, que se quiere protestantizar la Iglesia”, le dice al Papa sin rodeos Stefania Falasca del periódico Avvenire. Y Francisco responde: “No me quita el sueño. Sigo el camino de los que me han precedido, sigo el Concilio”.

Ahí está. “Sigo el camino…”; todo ha quedado claro. Él mismo se ha delatado, ha dejado al descubierto su plan y su propósito. Se trata por tanto de un verdadero camino, de un largo recorrido que se inició durante el Concilio y que todos los papas postconciliares se han esforzado en seguir paso a paso sin salirse ni un ápice de la hoja de ruta preparada. Todo estaba y está planeado. Bergoglio tiene hoy una misión y la está llevando a cabo, avanzando en el camino trazado previamente por sus antecesores (evidentemente los “antecesores” a los que se refiere se paran en Roncalli). Pero, volviendo a nuestro razonamiento, para que hoy Bergoglio pueda prácticamente rehabilitar a Lutero, lavarle los pies a mujeres musulmanas en el Mandatum del Oficio de Jueves Santo o rezar con toda clase de herejes sin suscitar ningún tipo de reacción por parte de los católicos, ha sido necesario un gran trabajo previo de corrupción de las almas. Cualquier alma cristiana, bien formada y en posesión del conocimiento que otorga el Catecismo tradicional, ya sea ésta niño o adulto, podría en apenas dos frases desmotar y dejar en evidencia a esta falsa religión que se nos quiere imponer en nuestros tiempos. De ahí el incesante esfuerzo de hacer olvidar el catecismo en los colegios y las salas de catequesis, de retirar los misales en las parroquias, de cambiar el catecismo redactando uno nuevo y adulterado (les propongo también encontrar la definición del Santo Sacrificio de la Misa en el catecismo de 1992 — les adelanto que les será imposible…), etc.

Nada es casual. Y no son pocos los ejemplos de los que disponemos para demostrar que Bergoglio no ha sido el primero en llevar a la práctica acciones tan escandalosas como las que le hemos visto perpetrar en Suecia, en su visita a Hispanoamérica, a Sri Lanka o en la JMJ de Río de Janeiro. Muchos católicos, con un buen sentir, se escandalizan ahora, por ejemplo, del reciente intento de rehabilitación de Lutero. ¿Cómo es posible que el Santo Padre vaya a rehabilitar a aquel que destruyó la unidad de la Cristiandad?, se preguntan. ¿A aquel que negaba la culpa del pecado original? ¿A aquel que afirmaba “pecar necesariamente”? ¿A aquel que arremetió contra la Misa, el Papado y los Sacramentos y por tanto contra los medios de Salvación? Muchos se escandalizan cuando ven a Bergoglio rezar junto a los mahometanos en mezquitas o junto a los judíos en sinagogas o incluso cuando se reviste de prendas paganas en sus numerosos viajes. Pero no hemos de pecar de ilusos y hemos de atrevernos a mirar al pasado y examinarlo sin miedo a las consecuencias. ¿Acaso no fueron igual de escandalosas las sacrílegas reuniones de Asís donde se llegó a colocar un ídolo de Buda en el Sagrario de la Basílica de San Francisco o donde imanes musulmanes predicaron desde los presbiterios? ¿No fueron igual de escandalosos los viajes de Wojtyla o Ratzinger donde ambos se dejaron marcar por toda clase de señales paganas? ¿No fue igual de escandalosa la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación de 1999 dónde Juan Pablo II “pone fin” a todos los anatemas y sanciones de Trento impuestas a los seguidores de Lutero? ¿De qué nos extrañamos ahora? En este proyecto de rehabilitación de Lutero, Wojtyla ya dio el primer paso. Y más aun, ¿no fue aun más escandalosa la “reforma” litúrgica del Concilio que desdibuja y pone en entredicho la concepción católica de la Misa? ¿No hemos de escandalizarnos al saber que seis pastores protestantes, cuyos nombre se conocen, contribuyeron a redactar el nuevo misal que sería promulgado por Montini en 1969 bajo el nombre de Novus Ordo Missae? ¿Por qué somos pues capaces de reconocer la perfidia en las nuevas directrices provenientes de Roma pero no acabamos de atrevernos a reconocer el origen de toda esta iniquidad?

Retomando el fragmento evangélico citado con anterioridad, “al árbol se le juzga por sus frutos”. Hoy estamos catando los frutos de un árbol que quiso venderse a los fieles católicos como la panacea para un “catolicismo oscuro y alejado de la realidad de los tiempos modernos” pero que ha resultado ser un árbol envenenado de raíz por quienes lo plantaron. No basta pues con observar los malos frutos y podarlos con la esperanza de que surjan otros mejores. La solución no es tampoco abonar el árbol o fertilizar el suelo para que los frutos crezcan mejor o más fuertes. La solución es cortar el árbol de raíz. Por eso ahora, en relación con la misa nueva, se está empezando a hablar de una “reforma de la reforma” para esclarecer algunos de los puntos que levantan más controversia entre los católicos más “conservadores”. Pero la solución no es esa. Podemos establecer la comparación con un viejo jersey repleto de agujeros. Por mucho que apliquemos un remiendo, el agujero seguirá ahí y podrá volver a abrirse en cualquier momento. La solución es coser el agujero y cerrarlo; es decir, sanear el problema, no sólo camuflarlo o edulcorarlo. Otra comparación muy evidente con el ámbito de la medicina. Ante un enfermo que presenta una serie de signos y síntomas, el médico no ha de pensar únicamente en la forma de atajar las manifestaciones que presenta el paciente sino que ha de establecer un diagnóstico concreto y planificar un tratamiento que ponga fin al substrato orgánico (si lo hay) que está siendo responsable de su mal estado de salud. Con un tratamiento sintomático el paciente quizás no experimente fiebre ni molestias, pero seguirá padeciendo el problema de base que poco a poco irá deteriorando su estado físico y su fisiología normal. Al igual que la enfermedad, el error hay que atajarlo de base, no hemos de contentarnos con aliviar los síntomas o las consecuencias ulteriores del error. Pero para ello, primero hay que identificar de forma correcta el origen del error en cuestión. Sin ello no podremos hacerle frente de forma eficaz pues, tarde o temprano, volverá a aflorar en la misma o en otra forma. El error se corrige, no se remienda.

Así pues, en este caso, y a modo de ejemplo, el problema auténtico de la nueva misa no radica en las licencias excesivas de ciertos sacerdotes que buscan a toda costa introducir notas de “creatividad” en la celebración de la misma — como se pretende desde los sectores defensores del Novus Ordo —, sino que el problema radica en el propio ritual, un ritual que fue desprovisto de todo aquello que era “demasiado católico” y que era susceptible de obstaculizar el buen entendimiento con las distintas sectas protestantes. Asimismo, en el contexto ecuménico, el problema no reside en la persona misma de Bergoglio y en su ideología marxista (que también), sino en la nueva y errónea concepción de la libertad religiosa que ofrece el Concilio Vaticano II en su declaración Dignitatis Humanae y que ha dado pie a todos estas empresas ecuménicas que llevamos contemplando con horror en los últimos treinta años. No debe sorprendernos por tanto nada de lo que pueda hacer Bergoglio, quien a tanta gente ha escandalizado y hecho dudar de su Fe, pues el verdadero origen del mal no está en él, sino que no hace más que aplicar las directrices de un Concilio nefasto que determinó una nueva hoja de ruta, el nuevo camino que debería emprender la nueva religión mundialista y concebida a la imagen del mundo.

Recemos pues en este primer Centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima para que ella proteja a la Iglesia y la conduzca siempre a buen puerto. Debemos consagrarnos a ella y confiar plenamente en la Providencia de Dios que, por alguna razón, quiere que vivamos este último suplicio de la Iglesia a imagen de la Pasión de su Hijo. Sin embargo, conociendo la desolación en la que se encontrarían los católicos en el Fin de los Tiempos, Nuestro Señor mismo no dudó en dejarnos como remedio a todas nuestras aflicciones a su Bendita Madre y la devoción a su Corazón Inmaculado. Muchas son las veces en las que la Santísima Virgen María, en un acto de profundo amor por nosotros sus hijos, ha bajado del Cielo para advertirnos de los tristes acontecimientos que estaban por venir — y que muchos se están cumpliendo hoy en día — con el fin de que no cayéramos en el engaño en el momento de la prueba. No cabe duda que la apostasía anunciada en La Salette o en Fátima son hoy realidades tangibles a las cuales hemos de hacer frente. Así pues, en espera de la anunciada Restauración de la Iglesia, esforcémonos por rezar diariamente el Rosario, reparar cuantas blasfemias o sacrilegios presenciásemos y en cumplir la santa voluntad de Dios. No perdamos nunca la confianza, pues, tal se nos prometió, “mi Corazón triunfará”.

Ignacio Vaz-Romero Trueba

¿Por qué odian a Trump?



3 de febrero de 2017 (LifeSiteNews) - Olvídate de la mayoría de las quejas y acusaciones contra Donald Trump que estás escuchando estos días. Hay una creciente, fea y violenta guerra que se está librando contra el gobierno de Trump y los conservadores en general. La mayor parte de esa guerra está siendo orquestada y financiada por unas  elites financiadas masivamente pertenecientes a un movimiento general, el movimiento para un Nuevo Orden Mundial y un gobierno mundial agresivamente secular, sin fronteras y despoblacionista.

Aquí están los elementos principales, todos estrechamente interconectados del movimiento del Nuevo Orden Mundial:


Las Naciones Unidas y la Unión Europea. 


International Planned Parenthood y otras organizaciones que promueven el aborto y la anticoncepción.


Todas las organizaciones de control de la población


El multimillonario George Soros y las numerosas organizaciones de agitación social radical que ha financiado con cientos de millones de dólares. Soros es uno de los principales impulsores del malvado movimiento del Nuevo Orden Mundial.


Los líderes del movimiento de calentamiento global / cambio climático, que entre otras cosas, quieren destruir el capitalismo, despoblar al mundo y están dispuestos a un ocultismo panteísta.


La mayoría de los principales medios de comunicación en Occidente que son controlados por las élites del Nuevo Orden Mundial. Estos controladores de información están vomitando propaganda descarada y mentiras que demasiados crédulos, ciudadanos desinformados están cayendo.


Los movimientos militantes de los derechos de los homosexuales / transgénero / movimiento feminista radical (destruyendo el matrimonio, la familia y la fe de las naciones libres, socialmente sanas y soberanas)


Marxistas, anarquistas y otros grupos sociales radicales violentos, generalmente financiados por George Soros.


Las instituciones de educación pública estadounidenses, especialmente debido a la influencia de los sindicatos de maestros ricos y de extrema izquierda, han sido desde hace mucho tiempo capturadas y cooptadas en la propaganda de los estudiantes cada día con su visión ideológica antiamericana y anticristiana. En los últimos años, los estudiantes han sido especialmente sometidos a un adoctrinamiento total y unilateral sobre la ideología del cambio climático que exige cambios masivos a la sociedad.


Sociedades masónicas y similares de las elites ateo, anti cristianas que todavía ejercen influencia sustancial en el mundo.


Lo más asombroso es que el propio Vaticano se vea involucrado, como el Papa Francisco, los obispos alemanes y otros que le rodean han desarrollado relaciones estrechas con muchos líderes del mundo, invitándolos al Vaticano a dar charlas y consejos (contrariamente a fuertes declaraciones de Francis contra el aborto , "Matrimonio" gay, familias numerosas, etc.). Los informes sugieren que George Soros favoreció a Bergoglio durante el Conclave que lo eligió papa. Por primera vez, el movimiento del Nuevo Orden Mundial ha ganado un poderoso respaldo público para muchas de sus agendas de la cabeza de la Iglesia Católica Romana, que ha insistido agresivamente en que el cambio climático, las fronteras abiertas y más son ahora cuestiones de obligación moral y religiosa para una Iglesia Católica nueva y mundana. También parece que algunos en el Vaticano están sentando las bases para un caso moral y religioso en favor del control de la población, el uso de la anticoncepción, las familias pequeñas y la aceptación de la homosexualidad, de nuevo, a pesar de muchas declaraciones contrarias de Francisco. 


Muchos de los multimillonarios del mundo y las corporaciones más grandes, que han sido seducidos en el movimiento. Por ejemplo, Bill Gates, Apple, Michael Bloomberg, Warren Buffet, Mark Zuckerberg y más.


El islam militante,- Angela Merkel, otros líderes de la UE, George Soros y otros defensores progresistas del Nuevo Orden Mundial, incluso dentro de la Iglesia Católica-, están usando un influjo masivo y agresivo de islamistas agresivos (muchos musulmanes no son islamistas), en Occidente para forzar el Nuevo Orden Mundial del mundo, abierto a las fronteras, hacia el Oeste. Los islamistas también están facilitando el derribo final de la civilización cristiana dondequiera que estén inundando naciones previamente cristianas. Canadá, bajo el abogado de fronteras abiertas Justin Trudeau, está acelerando este movimiento en su país. Los globalistas están jugando un juego muy peligroso dado que el Islam militante tiene su propio deseo históricamente consistente de subyugar al mundo y obligar al Islam y la ley Sharia a todas las naciones. El envalentonar, financiar y promover la aceptación de su religión ideológica y política totalitaria, que es diferente a cualquier otro, ha estado ayudando a un resurgimiento mayor de los viejos esfuerzos islámicos de conquista del mundo.

¿Puede Trump y su administración soportar este asalto casi satánico? Muchos oraron por él durante la elección y él, asombrosamente, prevaleció. Está claro, a pesar de los defectos personales del presidente, que está haciendo muchas cosas correctas. Él no sería tan intensamente odiado por todas estas personas si no lo hiciera. Se necesitan aún más oraciones para proteger, guiar e inspirar a Trump y a su administración para que sigan el curso y sirvan a la Voluntad de Dios. Las oraciones son necesarias para su continua conversión - especialmente en las cuestiones de derechos homosexuales / transgénero. También hay una gran necesidad de orar por la seguridad física del Presidente Trump y su equipo de liderazgo.