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viernes, 19 de febrero de 2016

Carta a Ada Colau, la alcaldesa que reclama respeto al Islam y se lo niega a los cristianos


POR ELENTIR (del Blog CONTANDOESTRELAS)
Jue 18·2·2016 · 18:05



Querida Ada, alcaldesa de Barcelona: espero que ya estés repuesta de la diarrea de demagogia que tuviste ayer en tu página de Facebook para justificar tu ofensa del lunes a los cristianos.

Pides respeto para el Islam y luego se lo niegas a los cristianos

Muchos se han preguntado estos días si te atreverías a hacer algo parecido contra los musulmanes, pero me temo que deben haber pasado por alto que en noviembre firmaste un manifiesto contra la “islamofobia”. No es que te falte valor para meterse con ellos: es que el Islam te merece respeto pero el Cristianismo no, aunque sea precisamente en los países de mayoría musulmana donde las mujeres son peor tratadas. ¿Es que tienes ganas de que te obliguen a llevar un hiyab?

Llamas ‘censura’ a respetarnos pero censuras lo que a ti no te gusta

Me ha hecho reflexionar este argumento con el que justificas las ofensas sin venir a cuento que has lanzado, con dinero público, contra los cristianos: “Defenderé hoy y siempre que la cultura debe poder expresarse sin miedo a la censura ni al dirigismo partidista.” 

Veo que te falla la memoria, Ada, porque en octubre ordenaste censurar un cartel porque aparecía un torero. ¿Qué pasa, es que eso no te parecía “cultura”? Además, en julio cerraste un programa de la televisión municipal porque se atrevieron a mencionar el enchufe de tu marido. Debe ser que el programa tampoco era “cultura”, que es el burladero al que os acogéis algunos por sistema para ciscaros en los que no opinamos como vosotros. De hecho, tu técnica ya está muy vista. Si tú te lanzas a incendiar la convivencia ofendiendo porque sí a los cristianos, es “cultura”, pero si algo te molesta a ti, entonces no es “cultura” y se censura. Ésa es tu idea de la libertad de expresión, Ada.

Ofendes porque sí y luego dices que lo haces con ‘máximo respeto’

Ayer defendiste esa ofensa a los cristianos afirmando que lo hacías desde “el máximo respeto a las creencias de cada uno”. Es decir, que te ciscas en las creencias de la mayoría de los barceloneses, pero que lo haces con el máximo respeto. 

Tú, Ada, tomas a la gente por imbécil. De hecho, tus ganas de ofender por el mero gusto de hacerlo han acabado molestado incluso a algunos de tus fans, como Sor Lucía Caram, que ayer hacía suyas las palabras de una mujer de la PAH: “nos ha deshauciado a los creyentes. Para ella no contamos.Hoy perdí la fe y el respeto en ella”. Lucía Caram y esa otra mujer de la PAH deben entrar en esa categoría de personas a las que reprochas que “no se escandalicen ni monten campañas por las decenas de mujeres asesinadas, y las miles de violadas y agredidas cada año por el simple hecho de ser mujeres”, que es tu cínica forma de descalificar a priori a todo el que se queje de tus faltas de respeto. El problema es que ese torpe método de callar bocas se puede volver en tu contra. Por ejemplo, se podría decir de ti que firmaste un manifiesto contra la islamofobia, pero no te hemos visto escandalizarte ante la matanza sistemática de cristianos en Oriente Medio por parte del ISIS. ¿Qué tal sabe tu propio jarabe, Ada?

Te has gastado 140.000 euros en ofender a la gente de tu ciudad 

Con tu actitud demuestras que eres incapaz de entender lo más básico en una sociedad, y más en un cargo público, que es el respeto a los demás. Has cogido el bastón de mando como quien se cree que tiene derecho a ir dando palastrazos con él, y lo has puesto al servicio de tus más bajos instintos ideológicos. Y en ello te gastaste el lunes nada menos que 140.000 euros, es decir, más de 23 millones de las antiguas pesetas. ¿Cuántos desahucios se podrían haber evitado con ese dineral, cuánta gente hambrienta habría comido y cenado? ¿No te da vergüenza?

Ataque cobarde contra quienes sabes que no responderán con violencia

Por supuesto, sabes que te has metido con una religión que predica el amor al prójimo, incluso al enemigo, y que anima a poner la otra mejilla. Tenías la certeza de que nadie te iba a responder como lo habrían hecho los fundamentalistas islámicos. Entre los insultados hay misioneros que ayudan a los más pobres en el Tercer Mundo, voluntarios de Cáritas, monjitas que ayudan a ancianos y enfermos, seglares que intentan ayudar a los demás sin ofender a nadie, y un largo etcétera, entre el que hay que citar -los últimos, porque son los más importantes- a miles de cristianos que son perseguidos por su fe en diversos lugares del mundo

Tú, que no tienes que enfrentarte con la amenaza yihadista, te crees una campeona de la libertad de expresión por meterte con los cristianos sabiendo que gozas de total impunidad. Te has puesto a la altura de todos los cobardes que agreden a otros sabiendo que no se van a defender con la violencia. Desde luego, la segunda ciudad de España se merece una alcaldesa mucho mejor que tú, alguien que al menos tenga una pizca de respeto por esa amplia mayoría de barceloneses que, sean cristianos o no, no van por ahí creyéndose con derecho a ofender a los demás. Barcelona no se merece una alcaldesa tan intolerante que ya ni siquiera asume la norma más básica de convivencia: el respeto.

ELENTIR

jueves, 18 de febrero de 2016

El «histórico» encuentro entre Francisco y Kiril (Roberto de Mattei)

Un artículo excelente, el mejor de los que he leído hasta el momento sobre el trasfondo real que hay oculto en este encuentro, que ha habido en Cuba, entre Kiril y Francisco, el 12 de febrero de este año 2016. 

Todo cuanto dice este autor está documentado históricamente y se expresa, además, con una claridad meridiana. Es verdaderamente preocupante que el papa Francisco, reflejándolo por escrito en el Documento de Declaración conjunta (punto 24) haya llegado hasta la "traición" de la que le acusan ahora -y con razón- esos "uniatas", que son nada menos que 18 millones de verdaderos católicos que se mantienen y se han mantenido siempre fieles a la Iglesia de Roma, con valentía y sin doblegarse ante el poder político, como en el caso de los ortodoxos rusos, que constituyen, de hecho, una especie de Iglesia estatal.


Entre los numerosos éxitos atribuidos por los medios informativos al papa Francisco, está el del «histórico encuentro» del 12 de febrero pasado en La Habana con el patriarca Kiril de Moscú. Se ha escrito que este acontecimiento ha derribado el muro que desde hace mil años separaba la Iglesia de Roma de las orientales.

Según las palabras del propio Francisco, la importancia del encuentro no radica en el documento, de carácter meramente pastoral, sino en la convergencia hacia una meta común, no política ni moral, sino religiosa. Se diría que Francisco quisiera sustituir el Magisterio tradicional de la Iglesia, declarado por medio de documentos, por un neomagisterio, expresado mediante actos simbólicos. El mensaje que quiere transmitir el Papa es el de que nos encontramos en un momento decisivo en la historia de la Iglesia. Pero es preciso partir de la propia historia de la Iglesia para entender el sentido del acontecimiento. En realidad, son muchas las inexactitudes históricas, y hay que corregirlas porque frecuentemente las desviaciones doctrinales se construyen sobre errores históricos.

Para empezar, no es cierto que mil años de historia separen la Iglesia de Roma del Patriarcado de Moscú, ya que éste no se creó hasta el año 1589. En los cinco siglos anteriores, y antes incluso, el interlocutor oriental de Roma era el Patriarcado de Constantinopla. Durante la celebración del Concilio Vaticano II, el 6 de enero de 1964, Pablo VI se encontró en Jerusalén con el patriarca Atenágoras a fin de iniciar un «diálogo ecuménico» entre el mundo católico y el ortodoxo. Diálogo que fracaso por culpa de la milenaria oposición de los ortodoxos al primado de Roma. El propio Pablo VI lo reconoció en un discurso ante el Secretariado para la Unión de los Cristianos el 28 de abril de 1967, afirmando: «El Papa, y Nos lo sabemos bien, constituye sin duda el mayor obstáculo en el camino del ecumenismo».

El patriarcado de Constantinopla era una de las cinco sedes principales de la Cristiandad establecidas por el Concilio de Calcedonia en 451. Los patriarcas bizantinos sostenían, sin embargo, que tras la caída del Imperio Romano, Costantinopla, sede del renacido Imperio romano de Oriente, debía convertirse en la capital religiosa del mundo. El canon 28 del Concilio de Calcedonia, abrogado por san León Magno, contiene en germen todo el cisma bizantino, porque atribuye a la supremacía del Romano Pontífice un fundamento político y no divino. Por esta razón, en 515, el papa Hormisdas (514-523) mandó a los obispos orientales suscribir una Fórmula de Unión, en la que reconocían su sumisión a la Cátedra de San Pedro (Denz-H, n. 363).

Entre los siglos V y X, mientras que en Occidente se afirmaba la distinción entre la autoridad espiritual y el poder temporal, en Oriente nacía el llamado cesaropapismo, en el cual la Iglesia queda de hecho subordinada al emperador, que se considera cabeza de la misma, en tanto que representante de Dios, tanto en el ámbito eclesiástico como en el secular. Los patriarcas de Constatinopla eran de hecho poco menos que funcionarios del Imperio Bizantino, y continuaron fomentando una aversión radical a la Iglesia de Roma.

Tras una primera ruptura, provocada por el patriarca Focio en el siglo IX, se produjo el cisma oficial el 16 de julio de 1054, cuando el patriarca Miguel Cerulario declaró que Roma había caído en herejía por la cuestión del «Filioque» y otros pretextos. Los legados romanos depusieron entonces la sentencia de excomunión contra él sobre el altar de la iglesia de Santa Sofía en Constantinopla. Los príncipes de Kiev y de Moscú, convertidos al Cristianismo en 988 por san Vladimiro, secundaron en el cisma a los patriarcas constantinopolitanos, reconociendo su jurisdicción religiosa. Las discordias parecían inconciliables, pero el 6 de julio de 1439 tuvo lugar un hecho extraordinario en la catedral florentina de Santa María del Fiore: el papa Eugenio IV anunció solemnemente mediante la bula Laetentur Coeli (alégrense los cielos) que se había disuelto el cisma entre las iglesias de Oriente y OccidenteDurante el Concilio de Florencia (1439), en el cual habían participado el emperador de Oriente Juan VIII Paleólogo y el patriarca José II de Constantinopla, se había alcanzado un acuerdo en todos los problemas, desde el Filioque hasta el Primado Romano

La bula pontificia concluía con esta solemne definición dogmática, suscrita por los padres griegos: «Definimos que la santa Sede apostólica y el Romano Pontífice tienen el primado sobre todo el orbe y que el mismo Romano Pontífice es el sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, verdadero vicario de Cristo y cabeza de toda la Iglesia y padre y maestro de todos los cristianos y que, al mismo, en la persona del bienaventurado Pedro, le fue entregada, por nuestro Señor Jesucristo, plena potestad de apacentar, regir y gobernar a la Iglesia universal, como se contiene hasta en las actas de los Concilios ecuménicos y en los sagrados cánones» (Denzinger, 694).

Éste ha sido el único abrazo histórico verdadero entre las dos iglesias durante el último milenio

Entre los más activos participantes en el Concilio de Florencia se encontraba Isidoro, metropolitano de Kiev y de todas las Rusias. Recién regresado a Moscú, anunció la reconciliación que había tenido lugar bajo la autoridad del Romano Pontífice, pero el príncipe de Moscú, Basilio II el Ciego, lo declaró hereje y puso en su lugar a un obispo que le estaba sujeto. Este gesto señaló el inicio de la autocefalia de la iglesia moscovita, independiente no sólo de Roma sino también de Constantinopla

Poco después, en 1453, el Imperio Bizantino fue conquistado por los turcos y arrastró, en su caída, al patriarcado de Constantinopla. Surgió entonces la idea de que Moscú debía recoger la herencia de Bizancio y convertirse en el nuevo centro de la iglesia cristiana ortodoxa. Tras casarse con Sofía Paleóloga, sobrina del último emperador de Oriente, el príncipe Iván III de Moscú adoptó el título de Zar e introdujo el emblema del águila bicéfala. En 1589 se creó el Patriarcado de Moscú y de todas las Rusias. Los rusos se convirtieron en los nuevos defensores de la ortodoxia, y proclamaron el nacimiento de una Tercera Roma, sucesora de la católica y la bizantina.

Ante estos sucesos, los obispos de aquella región, entonces llamada Rutenia y que actualmente corresponde a Ucrania y parte de Bielorussia, se reunieron en octubre de 1596 en el Sínodo de Brest y proclamaron su unión con la sede romana. Se los conoce como UNIATAS, en razón de su unión con Roma, y también grego-católicos, porque a pesar de estar sometidos al primado de Roma conservan la liturgia bizantina.

Los zares rusos emprendieron una persecución sistemática la iglesia uniata, que, entre muchos otros mártires, cuenta con el monje Juan (Josafat) Kuncevitz (1580-1623), arzobispo de Polotzk, y el jesuita Andrea Bobola (1592-1657), apóstol de Lituania. Los dos fueron torturados y muertos por odio a la fe católica y hoy se los venera como santos. La persecución se recrudeció bajo el imperio soviético. El cardenal Josyp Slipyj (1892-1984), deportado durante 18 años en el Gulag comunista, fue el último intrépido defensor de la Iglesia Católica ucraniana.

Hoy en día los uniatas constituyen el grupo más numeroso de católicos de rito oriental, y son un testimonio vivo de la universalidad de la Iglesia Católica

Es una mezquindad afirmar, como lo hace el documento firmado por Francisco y por Kiril, que el «método de la unión», que implica la unificación «de una comunidad con la otra a costa de la separación de su iglesia», «no es la manera de restaurar la unidad», y que «es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones».

El precio que ha debido pagar el papa Francisco por estas palabras pedidas por Kiril es muy elevado: la acusación de «traición» que ahora le echan en cara los católicos uniatas, de siempre fidelísimos a Roma

Pero el encuentro de Francisco con el patriarca moscovita tiene mucho más alcance que el de Pablo VI con Atenágoras. El abrazo a Kiril tiende más que nada a acoger el principio ortodoxo de la SINODALIDAD, necesario para DEMOCRATIZAR la Iglesia Romana

Por lo que respecta, no a la estructura de la Iglesia, sino a la sustancia de su fe, el acto simbólico más importante del año será tal vez la conmemoración por parte de Francisco de los 500 años de la revolución protestante, prevista para el próximo mes de octubre en la localidad sueca de Lund.

Roberto de Mattei

miércoles, 17 de febrero de 2016

Francisco y Kiril: Cortinas de humo y espejismos (Adelante la Fe)




El papa Francisco finalizó su histórico encuentro con el patriarca Cirilo de Moscú y todas las Rusias en Cuba la semana pasada. Su Declaración conjunta convoca a las iglesias Católica y Ortodoxa rusa a apoyar conjuntamente a los cristianos perseguidos, así como a dar testimonio unidas a favor de la vida y el matrimonio tradicional.

El documento tiene mucho de bueno, pero los párrafos 24 y 25 en particular me llamaron la atención por sus implicaciones ecuménicas. Veamos los párrafos en cuestión:


24. Los ortodoxos y los católicos están unidos no sólo por la Tradición común de la Iglesia del primer milenio, sino también por la misión de predicar el Evangelio de Cristo en el mundo contemporáneo. Esta misión requiere respeto mutuo entre los miembros de las comunidades cristianas, excluye cualquier forma de proselitismo. No somos competidores, sino hermanos: debemos arrancar de este concepto ejecutando todas estas actividades relacionadas con nuestros lazos y contactos con el mundo exterior. Instamos a los católicos y a los ortodoxos de todo el mundo para aprender a vivir juntos en paz, amor y «armonía unos con otros» (Rom. 15,5).Es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones.Estamos llamados a poner en práctica el mandamiento de San Pablo Apóstol y «anunciar el Evangelio donde nunca antes se había oído hablar de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros» (Ro 15,20).


25. Esperamos que nuestro encuentro contribuya a la reconciliación donde hay tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos. Hoy en día es obvio que el método de la unión de los siglos pasados que implica la unidad de una comunidad con la otra a costa de la separación de su iglesia no es la manera de restaurar la unidad. Al mismo tiempo, las comunidades eclesiásticas que han aparecido como resultado de circunstancias históricas tienen derecho a existir y hacer todo lo necesario para satisfacer menesteres espirituales de sus fieles, buscando la paz con sus vecinos. Los ortodoxos y los greco-católicos necesitan la reconciliación y la búsqueda de formas de convivencia mutuamente aceptables.

Los dos últimos párrafos contienen las típicas advertencias contra el proselitismo. Aunque el documento limita el proselitismo a los medios de conversión que empleen «medios incorrectos» para hacer prosélitos, hemos visto observado que los documentos vaticanos modernos la palabra proselitismo está llena de ambigüedades. Si bien siempre se utiliza de forma que da lugar que se pueda afirmar que sólo se refiere a formas incorrectas o inmorales de convertir –como en la cita arriba reproducida–, sabemos también que para S.S. Francisco y para muchos teólogos proselitismo es sinónimo de simple y sencillamente conversión. Por ejemplo, en el discurso de Francisco en Argentina en 2013, en el que condenó el proselitismo con estas palabras y dijo: «¿Voy a convencer a otro de que se haga católico? ¡No, no, no!», O cuando afirmó en Corea: «Con mi identidad y con mi empatía, apertura, camino con el otro. No busco que se pase a mi bando, no hago proselitismo». En este caso, hacer proselitismo significa que se pase a nuestro bando; o sea, convertirlo. Para más detalle sobre el sentido fraudulento en que se emplea la palabra proselitismo en documentos contemporáneos véase el artículo de Unam Sanctam Catholicam Proselytism and Conversion“.

Pero la afirmación más interesante se encuentra en el párrafo 25, en el que el Pontífice y el Patriarca rechazan a los llamados uniatas. ¿Quiénes son los cristianos uniatas, y por qué los rechazan categóricamente?

Históricamente, era una forma de reconciliación entre las iglesias ortodoxas orientales y Roma. Para ello se establecían unas normas jurídicas y canónicas particulares a esas comuniones que les permitían mantener ciertos distintivos culturales a cambio de que reconocieran la supremacía del Romano Pontífice. Esto daba lugar a la unión eclesial; de ahí el nombre de iglesias uniatas.

En total, hay 19 iglesias uniatas con 253 prelados que gobiernan a más de 18 millones de cristianos por todo el mundo. Algunas son muy reducidas, como la Iglesia Católica Bizantina Albanesa, con 3800 afiliados, y la Iglesia Católica Bizantina Griega, con 2400. Otras, en cambio, son bastante numerosas, como los ritos melquita y siromalabar, cada uno de los cuales cuenta con cerca de un millón de seguidores. La iglesia uniata más numerosa es la Iglesia Grego-Católica Ucraniana, con 44 obispos que pastorean a más de cinco millones de católicos ucranianos distribuidos en 31 eparquías. Con un total de 18 millones de fieles, las iglesias uniatas no son insignificantes en modo alguno. Es una bendición que la nueva declaración conjunta otorgue a esos 18 millones de católicos el «derecho a existir».

A propósito, como esto de los uniatas no es sino un método de reconciliar a los ortodoxos con Roma (y no de convertir a los católicos a la fe ortodoxa), este acuerdo para rechazar tal método resulta demasiado parcial para la Iglesia Católica. Los rusos no ganan nada de terreno; la Iglesia Ortodoxa rusa siempre ha detestado a las iglesias uniatas, a las que considera traidoras. Por lo tanto, la declaración conjunta significa en esencia que la Iglesia Católica adopte la perspectiva ortodoxa de Rusia con respecto a las uniatas.

Parece mentira que se rechace el sistema uniata como modelo de reconciliación, dado que históricamente ha sido el medio más eficaz de reconciliar a los ortodoxos. ¿A que se debe que la Iglesia Católica rechace lo que hasta ahora ha resultado el mejor método para reconciliar a los ortodoxos? A que ese método requiere que los uniatas se aparten de la comunión ortodoxa, y eso está prohibido en el nuevo orden ecuménico. Esta es la postura implícita de la Iglesia desde la Ostpolitik vaticanosecondista, y se hizo oficial en la declaración de Declaration de Balamand en 1993. Aquí pueden leer lo que escribimos sobre la Conferencia de Balamand (en inglés) si quieren saber más sobre dicha declaración.

En últimas, lo que esto quiere decir es que a pesar del alarde de unidad entre Francisco y Cirilo, la declaración de marras no permite el menor acercamiento entre Roma y Moscú. De hecho, una unión semejante queda explícitamente repudiada, como se puede ver en el párrafo 24, ¡donde la declaración cita extrañamente el versículo Romanos 15,20 fuera de contexto («empeñándome de preferencia en no predicar la Buena Nueva en donde no era conocido ya el nombre de Cristo, para no edificar sobre fundamento ajeno») para que se entienda que Roma no quiere convertir a los fieles de Moscú. Parece mentira que Francisco cite de modo a San Pablo; los otros fundamentos o cimientos a los que se refiere San Pablo son otras iglesias cristianas. No olvidemos que, desde la perspectiva católica, los ortodoxos rusos son cismáticos. No hay precedentes en la eclesiología católica de que se considere a las iglesias cismáticas como otros fundamentos sobre los que no podamos edificar.


Más cortinas de humo y espejismos es lo que tenemos aquí.

Podemos es Leninismo y Corralito (Eulogio López)


Un nuevo vídeo de Eulogio López, el director de Hispanidad

Duración: 1, 35 minutos

Ada Colau está dolida consigo misma: todavía no puede fusilar católicos ni quemar iglesias (Eulogio López)


Hay gente que tiene conciencia, gente que tiene estómago y gente que carece de ambos. La blasfemia en un acto presidido por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (en la imagen), donde se hizo una blasfemia elegante, originalísima y lírica del Padre Nuestro (“santificado sea tu coño”) pertenece al tercer grupo, porque a cualquiera que no tuviera ni fe ni conciencia, pero sí estómago, un hecho así le produciría arcadas.

No les voy a decir a qué grupo pertenece esa alcaldesa de mirada perdida, un pelín, sólo un pelín, desequilibrada, llamada Ada Colau, pero sí que finalizado el acto no dejó de felicitar a las valientes que habían dado un paso al frente.

Mientras, el representante de ERC, Alfred Bosch, aseguraba que lo importante es la libertad de expresión, que es lo mismo que nosotros diremos cuando mentemos a la señora madre del señor Bosch: libertad de expresión.

Y ni una palabra por parte del jefe de filas de Colau, señor Iglesias, quien horas antes volvía a insultar a la Virgen María para intentar ridiculizar al ministro Jorge Fernández.

Porque lo peor no es la blasfemia de Barcelona ni la cretinada de Madrid: lo peor es que nadie se atreve a levantar la voz ante la majadera de Colau o ante el miserable de Pablo Iglesias. Lo peor es que nadie reacciona. Sobre todo, sus propios correligionarios, que son los únicos a los que tienen miedo personajetes como la Colau. La pobre está muy preocupada: todavía no puede fusilar curas ni quemar iglesias. La lentitud del proceso le exaspera.

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com

domingo, 14 de febrero de 2016

El papa Francisco y el Concilio Vaticano II (José Martí)

  Me encontraba el otro día recordando una conversación que tuve, hace algún tiempo, con un profesor de filosofía, amigo mío, acerca de la Lógica. Hablábamos sobre las figuras y los modos del silogismo. Se me quedó grabado lo más típico, que es el silogismo en modo BÁRBARA, correspondiente a la primera figura, con el famoso ejemplo, de todos conocido:

Todos los hombres son mortales
Sócrates es hombre
Luego Sócrates es mortal 

Las dos primeras proposiciones son las premisas y la tercera es la conclusión. 

Posteriormente, razonando con esta lógica, intenté aplicarla a un caso actual. Y me dije:

El modernismo es la suma de todas las herejías 
La Iglesia actual está impregnada de modernismo
Luego la Iglesia actual es hereje

La conclusión no tiene sentido. Luego debe de haber algún sofisma escondido como así es. La primera premisa es correcta y expresa una gran verdad: fue enunciada por el Papa San Pío X en su encíclica Pascendi. El error se encuentra en la segunda. Hay un matiz importante que, al no haberlo señalado, nos ha conducido a una conclusión falsa. Simplemente donde dice "La Iglesia actual" debemos escribir "Gran parte de la Iglesia actual". Y, por supuesto, la conclusión será, ahora, muy diferente.

El nuevo silogismo quedaría escrito de la siguiente manera:

El modernismo es la suma de todas las herejías (verdad)
Gran parte de la Iglesia actual está impregnada de modernismo (verdad)
Luego gran parte de la Iglesia actual se comporta heréticamente (verdad)

Aunque mis conocimientos de Lógica son escasos, me parece que he transformado un silogismo en modo BÁRBARA en otro silogismo en modo DARÍI, también de la primera figura. No estoy seguro ... pero, en fin, lo cierto es que la conclusión a la que ahora se llega sí es la correcta. Un buen filósofo podría, tal vez, corregirme y decirme que el silogismo es DATISI, de la 3ª figura; o DABITIS, de la 4ª. De todos modos, se llame como se llame, su conocimiento es irrelevante para nuestro propósito, en el sentido de que no afectaría a la conclusión, que es lo verdaderamente importante ... y preocupante.

Es un hecho comprobado que una inmensa mayoría de los que componen la Iglesia actual están inficionados de modernismo ... de donde se sigue, aplicando la lógica, que una gran mayoría de los que componen esta Iglesia nuestra ha caído en algún tipo de herejía (en concreto todos aquellos que se hayan dejado llevar por las corrientes modernistas  e inmanentistas de la época en la que vivimos)



Si esto es así -y lo es- nos encontraríamos ante un fenómeno que jamás se ha producido en la Historia de la Iglesia (que yo sepa): estarían conviviendo, simultáneamente, una Iglesia "hereje", cuyo número de miembros sería mayoría, junto a otra Iglesia, que se mantiene "fiel" a la Tradición recibida, pero en clara y exigua minoría. Ambas bajo la autoridad de un único Papa, que es el "Papa legítimo", en teoría, conforme al Derecho Eclesiástico ... con la particularidad de que es afín a la primera Iglesia, a la Iglesia "nueva", una "Iglesia" que, por desgracia, no sería la Iglesia instituída por Jesucristo, aun cuando así se proclamara por todos. Desde que el papa Francisco tomó posesión de su Pontificado (hace ya casi tres años) todos los hechos lo van confirmando

No tenemos más que leer el Denzinger-Bergoglio, en donde aparecen infinidad de dichos, escritos, homilías, entrevistas, llamadas telefónicas, reuniones, etc... en los que se pone de manifiesto que no es un Papa amante de la Tradición, sino que castiga continuamente a los tradicionalistas, considerándolos como una carga o un lastre que pesa sobre la Iglesia (sobre "su" Iglesia) y que hacen que  "su" proyecto de Iglesia no se lleve a cabo con la celeridad que a él le gustaría. 

En este blog hay suficientes entradas relativas a la actuación del papa Francisco en las cuales, de un modo documentado, incluyendo vídeos, se observa la deriva que está tomando la "nueva" Iglesia, en un intento de destruir todos los vestigios de la Iglesia de siempre y poniendo todo tipo de trabas a los que no sigan esa línea de actuación (Véase, por ejemplo, el caso de los Franciscanos de la Inmaculada y el caso de Monseñor Liviéres, entre otros muchos). 


Y todo ello mediante imposiciones "arbitrarias", en tanto en cuanto la mayoría de ellas no se adecúa a la palabra de Dios ... sobre todo cuando se trata de esos temas que tanto le gustan como son el "ecumenismo" y el "diálogo interreligioso": Véase, por ejemplo, el vídeo del 7 de enero y el comentario realizado sobre el mismo, en este blog: ¿Dónde aparece ahí la verdad católica fundamental, cual es la de que Jesucristo es la piedra angular y que "en ningún otro hay salvación, pues ningún otro Nombre hay bajo el Cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12). Tenemos un Papa políticamente correcto, pero su misión no es esa, sino la de anunciar la Palabra de Dios, hecha realidad en Jesucristo: ¡Pero eso no lo vemos, en sus encuentro con judíos y musulmanes, por ejemplo!


A fuer de ser sinceros habría que consignar que lo que el papa Francisco está haciendo no es sino llevar a efecto una serie de puntos que ya se encuentran en algunos de los documentos del Concilio Vaticano II. De manera que habría que remontarse al 11 de octubre del año 1962, día en el que tuvo lugar la ceremonia de inauguración del Concilio Vaticano II por el papa Juan XXIII, cuya clausura tendría lugar el 8 de Diciembre de 1965 por el papa Pablo VI. El concilio -dijo- había sido convocado no para condenar errores ni formular nuevos dogmas sino para manifestar la verdad de Cristo al mundo contemporáneo, a su mentalidad y a su cultura.


Un "aggiornamento" que, bien entendido, debería de haber supuesto una adecuación de la verdad que no cambia y que siempre es nueva al clima cultural de la época actual; lo que supone tener siempre presente que  "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8). Desgraciadamente no ha sido así. Y es que el propio Concilio Vaticano II estaba ya inficionado de modernismo, lo que se puede comprobar mediante un estudio serio y cuidadoso de cada uno de los dieciséis documentos que lo componen. Además, sólo tenemos que ver los frutos obtenidos y todo lo que está ocurriendo hoy en día en la Iglesia, consecuencia lógica de lo que se sembró. 


En un artículo que escribí, hace algún tiempo, decía yo, entre otras cosas, lo siguiente:  Con la excusa de la "nueva pastoral" y de que los cristianos tenemos que estar pendientes de los llamados "signos de los tiempos", lo que de hecho se está haciendo -aunque se quieran cerrar los ojos para no ver- es un cambio en la doctrina:  esto se negará ... pero los hechos están ahí, para que vea todo aquel que quiera ver


Ante lo cual, uno se pregunta en qué medida son preceptivos los documentos emanados del Concilio Vaticano II [al que, por cierto, se le llama simplemente "el Concilio", como si fuera el único Concilio, cuando hay veinte concilios previos anteriores a el y éstos sí se definieron explícitamente como dogmáticos; siendo los más relevantes el Concilio de Trento y el Concilio Vaticano I]. 


Otro aspecto a tener en cuenta es que se habla de la Iglesia pre-conciliar y de la Iglesia post-conciliar, como si se tratase de dos Iglesias distintas. Es más: incluso, a veces, se da la impresión de que la Iglesia (su verdadera interpretación) ha comenzado hace tan solo cincuenta años, a raíz del Concilio Vaticano II, siendo así que la Iglesia surgió hace dos mil años y su raíz no se encuentra en el Concilio Vaticano II, sino que está en Jesucristo: hay que acudir siempre a las Sagradas Escrituras y a la Tradición multisecular de la Iglesia así como a las verdades dogmáticas definidas de una vez para siempre en los diferentes concilios anteriores al Concilio Vaticano II (éste es sólo meramente pastoral y no dogmático, como fue definido explícitamente por el papa Juan XXIII). 


Es preciso ir a la base, al fundamento y no darle tanta importancia -como se le está dando- al Concilio Vaticano II, un concilio meramente pastoral ... en teoría. Y para colmo se está haciendo hincapié, precisamente, en aquellos puntos del CVII que son más que discutibles:  el resultado es que la gente conoce cada vez menos a Jesucristo y pierde la gran oportunidad de su vida, lo único que podría darles la verdadera felicidada, ya en este mundo, en la medida en la que ello es posible.


Brunero Gherardini, autoridad de reconocido prestigio en estos temas, en el prólogo de su excelente libro " Vaticano II: una explicación pendiente"; y en contestación a la pregunta que he formulado más arriba,  afirma lo siguiente:


Un concilio es promovido y guiado por el Espíritu Santo. Esto no quita que la acción del Espíritu Santo pueda encontrar resistencia, formal o material, en la libertad de los hombres que dan vida al momento conciliar. De esta posibilidad surge el gran riesgo que se proyecta sobre el fin del concilio -de todo concilio en cuanto tal- que llega hasta la posibilidad del fracaso. Alguno ha ido más allá y se ha preguntado si un concilio ecuménico puede incurrir en errores sobre la fe y la moral. Los pareceres están en desacuerdo, pero se debería unívocamente convenir sobre la posibilidad de que prevalezca la perversa libertad humana contra la acción del Espíritu Santo. Mi parecer es que esto puede suceder, mas en el preciso momento en que se verifica, un concilio ecuménico deja de ser tal.


Si a todos los concilios se les debe religioso respeto y generosa adhesión, de esto no se sigue que todos ellos tengan una misma eficacia vinculante. La de un concilio rigurosamente dogmático no se pone ni siquiera en discusión: depende su infalibilidad e irreformabilidad y, por  lo tanto, obliga a la Iglesia entera, en todos sus componentes (...) 


Luego cuando un concilio se presenta a sí mismo, al contenido y a la razón de sus documentos bajo la categoría de la pastoralidad, autocalificándose así como pastoral, excluye, de este modo, todo intento definitorio. Por eso no puede pretender la calificación de dogmático, ni otros pueden conferírsela (...) 


Ésta es la ratio que guió, desde el principio hasta el fin, al Vaticano II. Quien, citándolo, lo equipara al Tridentino y al mismo Vaticano I, acreditándole una fuerza normativa y obligatoria que, por sí mismo, no posee, hace algo ilegítimo; y, en última instancia, no respeta el concilio (...) Alguno dirá que nunca nadie ha definido como dogmático al Vaticano II y, a fin de cuentas, es cierto. Pero es también cierto e incontestable que magisterio, teología y operadores pastorales han hecho del Vaticano II un absoluto. Un error de base, sobre el cual se ha construído el edificio postconciliar y contra el cual es necesario, por fin, reaccionar.


Un poco más adelante, añade: "Sólo es lícito reconocer al Vaticano II una índole dogmática allí donde él repropone como verdad de fe dogmas definidos en precedentes concilios (...)". De manera que "si el Vaticano II no puede definirse, en sentido estricto, como "dogmático", sus doctrinas (...) no son ni infalibles ni irreformables ni, por lo tanto, son tampoco obligatorias: quien las negara no por esto sería formalmente hereje. Quien las impusiera como infalibles e irreformables estaría yendo contra el concilio mismo"


Como siempre, ante la duda, debemos de actuar según la recta conciencia: ésta es la que está en conformidad con la palabra de Dios, que podemos encontrar en las Sagradas Escrituras y en la Tradición Perenne de la Iglesia. Ese es el camino seguro. Y debemos de tener presente, y tomar ejemplo, de lo que dijeron Pedro y los Apóstoles al Sumo Sacerdote, cuando éste les reprendió por enseñar en nombre de Jesucristo: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29) -le contestaron. 


Esto es hoy especialmente importante y urgente, pues son muchos los falsos profetas que se han infiltrado en el seno de la Iglesia y ocupan algos cargos de responsabilidad. Sólo debemos de seguirlos cuando lo que digan esté en conformidad con lo que la Iglesia siempre ha dicho ... pues los pastores, desde los sacerdotes hasta los obispos y el Papa, son esclavos de la Palabra de Dios y no pueden permitirse el lujo de dar sus propias opiniones. Si esto ocurriera, no sólo no estarímos obligados a obedecerles sino que nuestra obligación sería la desobediencia, por un motivo muy claro; y es que los tales no serían ya verdaderos pastores, al no ser portavoces de la palabra de Dios.


Nuestros oídos y nuestro corazón deben de estar a la escucha de la Palabra del Buen Pastor, Aquél que dio su Vida por sus ovejas, Aquél a quien le importan las ovejas. Ésa es la única Voz que llega al corazón. Y las ovejas de su rebaño conocen esa Voz y la siguen. Y no seguirán la voz de los extraños, porque son ladrones y salteadores. Así nos lo hizo saber Jesús, nuestro Maestro y Señor, nuestro Amigo, Aquel que dijo: "He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi Voz y abre la puerta, Yo entraré a él y cenaré con él y él cenará conmigo" (Ap 3, 20). 


Si los pastores nos hablan realmente de Él lo notaremos, porque su Voz se dirige siempre al corazón y éste no puede menos que conmoverse si se encuentra frente a frente con la verdadera Palabra de Dios, que es Jesús, Aquel por quien suspira y de quien está enamorado. Esto lo sabía muy bien la esposa del Cantar. Escuchemos lo que dice, pues sus palabras expresan, con gran belleza poética, sus ansias de estar con Él (las mismas que nosotros debemos de tener):



¡La voz de mi Amado!
Ya está aquí, ya viene
saltando por los montes,
brincando por los cerros.
Mi Amado parece una gacela,
un cervatillo.
Vedle. Está detrás de nuestra tapia.
Mira por las ventanas,
atisba por las celosías

(Cant 2, 8-9)
José Martí

sábado, 13 de febrero de 2016

El Patriarca Kiril logró que Francisco deje algo en claro (Panorama Católico)


La Declaración conjunta del Papa Francisco y del Patriarca Kiril de Moscú y Toda Rusia puede leerse en la página web del Vaticano. 

Hay una serie de puntos que me han llamado poderosamente la atención porque contradicen, de alguna manera, ciertas actitudes o palabras que el Papa Francisco ha dejado entrever en muchas ocasiones a lo largo de su Pontificado de casi tres años. 

Y puesto que ha llegado a mis manos un artículo de Panorama católico en el que se refleja bastante bien lo que yo tenía "in mente" me limito en esta entrada a colocar las conclusiones a las que llega el autor de dicho artículo.

El Papa Francisco y el Patriarca Kirill, en Cuba, el 12 de febrero de 2016

Kiril ha logrado que Francisco diga, o firme más bien, en dos horas, lo que no ha podido -o no ha querido- decir ni firmar en dos años de Sínodos sobre la familia. Habrá que ver qué influencia tiene esto en el documento final del sínodo: o sea, hasta qué punto puede llegar a contradecirse.

Estos son los puntos, resumidos en sus ideas esenciales:

(1) La familia se funda en la unión sacramental del hombre y la mujer. Toda otra forma de cohabitación que pretenda analogarse es una aberración. Los países occidentales tienden a impedir la forma de vida católica desprestigiando el matrimonio y promoviendo formas “alternativas”.

(2) La sangre de los niños abortados clama a cielo.

(3) Se condena la eutanasia con argumentos ad hominem, por lo que sabemos, pero se condena.

(4) Se condenan los medios de reproducción artificiales. Los principios morales cristianos sobre estos temas permanecen vigentes. Los hijos deben de ser concebidos según el plan divino, de padres y madres por vía natural.

(5) Si bien en el Medio Oriente y el Norte de Africa la persecución a los cristianos es brutal y violenta, en Occidente los Regímenes tienden a impedir no solo la expresión sino la práctica de los cristianos fieles a los principios evangélicos por el creciente laicismo y las restricciones religiosas. Se tiende a penalizar legalmente la expresión de sus convicciones morales, fundamentos de la Europa cristiana, y a obstaculizar la práctica y la enseñanza de la Fe y de las costumbres morales cristianas.

(6) Europa debe volver a sus raíces cristianas, si desea sobrevivir.

Hay otros puntos que responden a cuestiones detrás de las cuales la sombra de la geopolítica rusa asoma. Además, Kiril reclama (y Francisco acepta, como lo hizo ya Juan Pablo II) la inactividad de los misioneros católicos; se tiende a neutralizar el vigor de los “uniatas”. O de carácter más general, como el reclamo de atención humanitaria para los refugiados de Medio Oriente.

Este es un asunto que conviene seguir observando. Más allá de las intenciones y mezquindades de las personas, Dios abre su camino.


jueves, 11 de febrero de 2016

CONDENA DE LOS ERRORES DE MARTÍN LUTERO


"Exsurge Domine" (en latín, "Levántate, Señor") es una bula papal hecha pública el 15 de junio de 1520 por el papa León X, como respuesta a las enseñanzas de Martín Lutero. 
En la Biblioteca Vaticana se conserva una copia de ella. Ya que Lutero se negó a cumplir la orden del Papa, León X firmó la bula "Decet Romanum Pontificem" el 3 de enero de1521, excomulgándole


Hoy en día que tanto se habla de "acercamiento" a los llamados "hermanos separados" sería bueno releer algo de esta bula del papa León X, para que nos hagamos una idea de quién fue Lutero, en realidad. No nos llamemos a engaño.

Sería bueno que quienes rodean al papa Francisco se la releyeran al completo, a fin de evitar esas "sorpresas de Dios" que parece que se ciernen en el horizonte con respecto a nuestros "hermanos" luteranos. Coloco entre comillas la palabra "hermanos" porque utilizada en este contexto, referida a los protestantes, es una incorrección del lenguaje, al no conforme a lo real. No puede haber lazos de fraternidad, rectamente entendida, entre quienes rechazan, por ejemplo, la presencia real de Cristo en la Eucaristía, como es el caso de los protestantes, y quienes la aceptan plenamente, como es el caso de los católicos. 

Esto por poner sólo un ejemplo, el que me parece más destacado y significativo ... puesto que hay muchas más diferencias entre católicos y protestantes. Y de lo que se trataría, en un auténtico "ecumenismo" católico, es de tender una mano a los protestantes para que vuelvan de nuevo al redil. Y así se vaya haciendo realidad el deseo de Jesús de que "todos sean uno", refiriéndose a cuantos creen en Él. La interpretación correcta de las Sagradas Escrituras les debería de llevar a acercarse a la única verdadera Iglesia, que es la Iglesia Católica; tal fue la voluntad de su Fundador, pues esa es la razón de ser de un ecumenismo que lo sea de verdad, a saber, un rechazo de todo lo que separa de Jesucristo y un abrirse a la Verdad, reconociendo la autoridad del Papado como Institución de origen divino, fundada por el mismo Señor ... 

... ¡Pero mucho me temo que los tiros van en otra dirección como puede leerse en la siguiente nota de Prensa de la Santa Sede, en la que se anuncia un viaje del Papa a Suecia en Octubre!:

Su Santidad Francisco tiene la intención de participar en una ceremonia conjunta entre la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial para conmemorar el 500° aniversario de la Reforma, en programa en Lund, Suecia, el 31 de octubre de 2016. (...)  Esa conmemoración, en vista del 500 aniversario de la Reforma de Lutero, en 2017, resaltará los sólidos progresos ecuménicos entre católicos y luteranos y los dones recíprocos surgidos del diálogo. Del evento forma parte una celebración común basada en la guía litúrgica católico-luterana ”Common Prayer” publicada recientemente (...) Oración Común elaborada conjuntamente, que es una guía litúrgica para ayudar a las iglesias a conmemorar juntas el aniversario de la Reforma. 

Ignoro qué es lo que hay que celebrar, puesto que la Reforma Protestante fue uno de los mayores males que surgieron en el seno de la Iglesia (pinchar aquí y aquí) y que dio lugar a infinidad de sectas protestantes, sin una autoridad común. 

Y no deja de llamar la atención que dicha "ceremonia" sea el 31 de octubre de este mismo año de 2016, justo un año antes de que se cumplan 500 años desde el  famoso "Día de la Reforma" (31 de octubre de 1517) en el que el monje agustino Martín Lutero clavó su propuesta en las puertas de la Iglesia de Wittenberg (Alemania) conocida como las 95 tesis, 41 de las cuales fueron condenadas por el santo Padre León X en su bula "Exurge, Domine" el 15 de junio de 1520. Lutero quemó la bula el 10 de diciembre de 1520, a las diez de la mañana, ante la Puerta de la Urraca de Wittenberg, lo que condujo al Pontífice a excomugarlo; y así lo hizo en su bula Decet Romanum Pontificem el 3 de enero de 1521. 

A continuación se puede leer parte del contenido de esta bula. Son palabras del papa León X. Para leer el contenido completo hacer clic aquí

Bula "Exurge, Domine" (primera página)

Debido a los precedentes errores y otros muchos contenidos en los libros escritos y en los sermones de Martín Lutero, Nos condenamos, reprobamos y rechazamos completamente todos los libros, escritos y sermones del citado Martín, que contengan dichos errores o cualquiera de ellos, ya sean en Latín, ya sean en cualquier otra lengua; y deseamos que sean considerados como totalmente condenados, reprobados y rechazados. Prohibimos a todos los fieles de ambos sexos, en nombre de la santa obediencia y bajo las penas mencionadas en las que incurrirán inmediatamente, por leerlos, apoyarlos, predicarlos, alabarlos, imprimirlos, publicarlos o defenderlos. Incurrirán en estas penas quienes osaren a apoyarlos de cualquier manera, personalmente o a través de quien quiera que sea, directa o indirectamente, tácita o explícitamente, pública u ocultamente, ya sea en sus casas o en otros lugares públicos o privados.

De hecho, e inmediatamente después de la publicación de esta carta, todas estas obras deberán ser buscadas cuidadosamente donde puedan encontrarse por los ordinarios y otros (eclesiásticos y regulares), y deberán ser quemadas pública y solemnemente en presencia de los clérigos y del pueblo bajo todas y cada una de las penas anteriores.

En cuanto se refiere al propio Martín, oh buen Dios, ¿en qué nos descuidamos o qué dejamos de hacer? ¿Qué caridad paternal hemos omitido para que no podamos hacerle retroceder de tales errores? Ya que, después de haberlo llamado, le urgimos, mediante varias tratados, con nuestro legado y a través de nuestras cartas personales, a abandonar estos errores.

Pues hasta le ofrecimos salvoconducto y el dinero necesario para su viaje, y a venir sin miedo o desconfianza de cualquier especie, que serían refutadas con toda caridad, y no hablaría en secreto, sino abiertamente y cara a cara, según los ejemplos de nuestro Salvador y del apóstol Pablo. Si lo hubiera hecho, estamos seguros de que él podría haber cambiado su corazón y podría haber reconocido sus errores. Él no habría encontrado todos estos errores en la Curia Romana que tan mal atacó, asignándola más de lo que debía, debido en parte a los rumores vacíos de hombres perversos. Podríamos haberle mostrado, más claramente que la misma luz del día, que los Pontífices Romanos, nuestros predecesores, a los que atacó injuriosamente más allá de toda decencia, nunca se equivocaron en sus leyes o constituciones, las cuales trató de censurar. Porque, de acuerdo con el profeta, ni falta aceite saludable ni el médico en Galaad.

Pero él siempre se negó a escucharnos y, haciendo caso omiso a la notificación previa y en cada una y todas las aberturas, no se dignó a venir a Nos. Hasta ahora ha permanecido contumaz. Con el espíritu endurecido, continuó bajo censura por más de un año.

Y lo que es peor, al añadir mal sobre mal, cuando tomando conocimiento de la citación, rompió temerariamente con cualquier llamamiento a un futuro concilio. Este querer estar seguro es contrario a la constitución de Pío II y Julio II, nuestros predecesores, por la cual todos los que apelasen de esta manera, deberían ser castigados con las penas correspondientes para los herejes. En vano suplicará la ayuda de un concilio, ya que abiertamente admite que no cree en el concilio.

Ya que por el contrario, siendo alguien con una fe notablemente sospechosa y siendo, de hecho, un auténtico hereje, podemos proceder, sin ningún otro llamamiento o retraso, con su condenación y damnación como hereje, con todas y cada una de las penas y censuras arriba mencionadas.

Sin embargo, siguiendo el consejo de nuestros hermanos, e imitando la misericordia del Dios Todopoderoso que no quiere la muerte del pecador sino que este se convierta y viva, y olvidando todas las injurias hechas a Nos y a la Sede Apostólica, decidimos usar de toda la compasión de que somos capaces. Es nuestra esperanza, tanta como podamos tener, el que él pase por un cambio interior tomando el camino de la mansedumbre que le propusimos, para que vuelva y se aleje de sus errores. Lo recibiremos benignamente como al hijo pródigo que regresa para abrazar a la Iglesia.

Por lo tanto, le hacemos saber al propio Martín y a todos aquellos que se han adherido a él, y todos aquellos que lo cobijan y apoyan, por intercesión del Corazón lleno de misericordia de nuestro Dios, y la aspersión de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, por la cual y a través de la cual se llevó a cabo la redención del género humano y la edificación de la Santa Madre Iglesia, que exhortamos y suplicamos de todo corazón para que deje de perturbar la paz, la unidad y la verdad de la Iglesia por la cual el Salvador oró tan insistentemente al Padre. Que él se pueda alejar de sus perniciosos errores, para que pueda volver a Nos. Si quieren realmente obedecer, y nos certifican mediante legítimo documento que obedecieron, encontrarán en Nos el afecto caritativo de un padre, y la fuente de la mansedumbre y de la clemencia abierta.

Ordenamos a Martín para que a partir de ahora desista de toda predicación y que cese absolutamente en su oficio de predicador, mientras esto no ocurra…


José Martí

Sobre Martín Lutero hay algo escrito ya en este blog. Pinchar aquí y aquí

lunes, 8 de febrero de 2016

Diez consejos para sobrevivir a un papado calamitoso y permanecer católico (Por el Dr. Francisco José Soler Gil)


Artículo sacado de Adelante la Fe (pinchar aquí). Sobre este tema he escrito ya en varias entradas del blog. Coloco aquí las que recuerdo: Se puede disentir del papa y ser un buen católico ( 1, 2 y 3); Lo ha dicho el Papa (1 y 2); ¿Es importante lo que el Papa piensa? ¿Hasta qué punto? (1 y 2). Su relectura puede ser provechosa. 





¿Puede un católico pensar que un Papa es calamitoso? Por supuesto que sí. ¿Pues acaso no debe creer un buen católico que es el Espíritu Santo el que está detrás de la elección del Papa? Evidentemente no. Quizá baste al respecto recordar la respuesta que el por entonces cardenal Ratzinger dio a su entrevistador, el profesor August Everding, en una famosa entrevista concedida en 1997. 

Le había preguntado el profesor Everding al cardenal, si de verdad creía que el Espíritu Santo interviene en la elección del Papa. La respuesta de Ratzinger fue sencilla y clarificadora, como de costumbre: “Yo diría que no en el sentido de que el Espíritu Santo elija un papa en particular, puesto que hay demasiadas pruebas en contra de esto; ha habido muchos Papas en los que es por completo evidente que el Espíritu Santo no los habría elegido. Pero que Él, en conjunto, no renuncia del todo al control; que, por decirlo así, nos da mucha cuerda, como un buen educador, nos deja mucha libertad, pero no deja que se rompa por completo, eso sí lo diría. Por tanto habría que entender esto en un sentido mucho más amplio, y no que Él dice: ahora tienen que votar a éste. Lo que Él permite, sin embargo, está limitado al hecho de que todo no pueda ser completamente arruinado”.

Ahora bien, aunque un católico dé por supuesto que ningún Papa podrá llegar a destruir del todo la Iglesia, la historia muestra que, en materia de pontífices, ha habido de todo: buenos, regulares, malos, y realmente malos, o calamitosos.

¿Cuándo podemos decir que un Papa es calamitoso? Desde luego, no basta para eso que el pontífice sostenga opiniones falsas sobre tales o cuales temas. Pues un Papa, como cualquier otro hombre, ha de desconocer necesariamente muchas materias, y poseer convicciones erróneas en otras tantas. Y así podría resultar que un Papa aficionado a hablar de filatelia o numismática, sostuviera graves errores sobre el valor o la fecha de ciertos sellos o monedas. 

Al opinar sobre materias que no son de su competencia, un Papa tiene más posibilidades de equivocarse que de acertar. Exactamente igual que usted y yo, estimado lector. Por eso, si un Papa mostrara cierta propensión a hacer públicas sus opiniones sobre el arte de la colombofilia, la ecología, la economía o la astronomía, el especialista católico en tales materias hará bien en sobrellevar con paciencia tales ocurrencias del romano pontífice sobre asuntos que, por supuesto, son ajenos a su cátedra. El especialista podrá, desde luego, lamentar los eventuales errores, y más generalmente la falta de prudencia que algunas declaraciones manifiestan. Pero un Papa imprudente y locuaz no es ya, por eso, un Papa calamitoso.

Sí lo es, en cambio, o puede llegar a serlo, el que causa de palabra y obra daños en el legado de la fe de la Iglesia, oscureciendo temporalmente aspectos de la imagen de Dios y de la imagen del hombre que la Iglesia tiene el deber de custodiar, transmitir y profundizar.

¿Puede darse un caso así?… Bien, de hecho se ha dado ya varias veces en la historia de la Iglesia. Cuando el Papa Liberio (s. IV) ―el primer Papa no canonizado― cediendo a las fuertes presiones arrianas, aceptó una posición ambigua con respecto a esta herejía, haciendo tambalear a los defensores del dogma trinitario como San Atanasio; cuando el Papa Anastasio II (s. V) coqueteó con los defensores del cisma acaciano; cuando el Papa Juan XXII (s. XIV) enseñaba que la visión de Dios por los justos no ocurre antes del Juicio Final; cuando los Papas del periodo conocido como «Gran Cisma de Occidente» (s. XIV-XV) se excomulgaban mutuamente; cuando el Papa León X (s. XVI) no sólo pretendía costear sus lujos mediante la venta de indulgencias, sino defender teóricamente su potestad de hacerlo, etc. etc., una parte del legado de la fe quedó oscurecido durante un tiempo más o menos largo por sus acciones y omisiones, generando así momentos de enorme tensión interna en la Iglesia. A los Papas responsables de tales hechos sí que cabe denominar con propiedad como «calamitosos».

La pregunta es, entonces, qué se puede hacer en tiempos de un Papa calamitoso. Qué actitud conviene adoptar en tiempos así. Pues bien, ya que últimamente se han puesto de moda las listas de consejos para la felicidad, para controlar el colesterol, para ser más positivos, para dejar de fumar y para adelgazar, me voy a permitir proponer al lector una serie de consejos, para sobrevivir a un Papa calamitoso sin dejar de ser católico. Ni que decir tiene que no se trata de una lista exhaustiva. Pero tal vez resulte útil, de todos modos. Comencemos:

(1) Mantener la calma.

En momentos de angustia, la tendencia a la histeria es muy humana, pero no ayuda a resolver nada. Mantener la calma. Pues únicamente desde la paz se pueden tomar las decisiones convenientes en cada caso, y evitar dichos y hechos de los que uno tenga luego que lamentarse.

(2) Leer buenos libros de historia de la Iglesia y de historia del papado.

Acostumbrados a una serie de grandes Papas, la vivencia de un pontificado calamitoso puede resultar traumática, si uno no alcanza a ponerla en su contexto. Leer buenos tratados de historia de la Iglesia y de historia del papado ayuda a valorar mejor la situación presente. Sobre todo porque en estos libros se nos muestran otros casos ―numerosos por desgracia o por ser así la naturaleza humana― en los que las aguas de la fuente romana bajaban turbias. La Iglesia sufre tales flaquezas, pero no se hunde por ellas. Así ha ocurrido en el pasado, y así esperamos que ocurra también en el presente y en el futuro.

(3) No entregarse a discursos apocalípticos.

Experimentando los estragos de un pontificado calamitoso, algunos lo toman como indicios del inminente fin de los tiempos. Esta es una idea que surge siempre en tales circunstancias: textos apocalípticos motivados por males semejantes pueden leerse también en autores medievales. Pero precisamente este hecho debería servirnos de advertencia. No tiene mucho sentido interpretar cada tormenta como si fuera ya la última tribulación. El fin de los tiempos llegará cuando tenga que llegar, y no nos toca a nosotros averiguar ni el día ni la hora. Lo nuestro es luchar el combate de nuestra época, pero la visión global de las cosas le corresponde a Otro.

(4) No quedarse en silencio, ni mirar para otro lado.

Durante un pontificado calamitoso, el defecto contrario de adoptar la actitud de profeta apocalíptico consiste en la minimización de los sucesos, el silencio ante los abusos, y el mirar para otro lado. Algunos justifican esta actitud recurriendo a la imagen de los buenos hijos que cubren la desnudez de Noé. Pero lo cierto es que no hay forma de enderezar el rumbo de una nave si no se denuncia el desvío. 

Por lo demás, la Escritura tiene para ello un ejemplo que viene mucho más al caso que el de Noé: los duros pero justos y leales reproches del apóstol Pablo al pontífice Pedro, cuando éste se dejó llevar por respetos humanos. Esta escena de los Hechos de los Apóstoles está ahí para que aprendamos a distinguir entre la lealtad y el silencio cómplice. La Iglesia no es un partido en el que el presidente tenga que recibir siempre aplausos incondicionales. Ni es una secta en la que el líder sea aclamado en todo caso. El Papa no es el líder de una secta, sino un servidor del Evangelio y de la Iglesia; un servidor libre y humano, que, como tal, puede en ocasiones adoptar decisiones o actitudes reprobables. Y las decisiones y actitudes reprobables deben ser reprobadas.

(5) No generalizar.

El mal ejemplo (de cobardía, etc.) de algunos obispos o cardenales durante un pontificado calamitoso, no debe llevarnos a descalificar en general ni a los obispos, ni a los cardenales, ni al clero en su conjunto. Cada uno es responsable de sus palabras y de sus actos y omisiones. Pero la estructura jerárquica de la Iglesia fue instituida por su Fundador, por lo que debe ser, pese a toda crítica, respetada. Tampoco se debe extender la protesta frente a un Papa calamitoso a todos sus dichos y hechos. Sólo deben ser objetados aquellos en los que se desvíe de la doctrina secular de la Iglesia, o en los que marque un rumbo que pueda comprometer aspectos de la misma. Y el juicio sobre estos puntos no ha de apoyarse en ocurrencias, opiniones o gustos particulares: La enseñanza de la Iglesia se resume en su catecismo. En lo que un Papa se aparte del catecismo, debe ser reprobado. En lo demás no.

(6) No colaborar con iniciativas a mayor gloria del pontífice calamitoso.

Si un Papa calamitoso pidiera ayuda para atender buenas obras, debe ser escuchado. Pero no se deben secundar otras iniciativas como puedan ser, por ejemplo, encuentros multitudinarios que sirvan para mostrarlo como un pontífice popular. En el caso de un Papa calamitoso, las aclamaciones sobran. Pues, apoyado en ellas, podría sentirse respaldado para desviar aún más la nave de la Iglesia. No vale decir que no se aplaude al pontífice tal, sino a Pedro. Pues el resultado es que ese aplauso será empleado para sus fines, no por Pedro, sino por el pontífice calamitoso.

(7) No seguir las instrucciones del Papa en lo que se desvíe del legado de la Iglesia.

Si un Papa enseñara doctrinas o tratara de imponer prácticas que no se corresponden con la enseñanza perenne de la Iglesia, sintetizada en el catecismo, no debe ser secundado ni obedecido en su intento. Esto quiere decir, por ejemplo, que los sacerdotes y obispos tienen la obligación de insistir en la doctrina y práctica tradicional, enraizada en el depósito de la fe, aun a costa de exponerse a ser sancionados. Asimismo los laicos deben insistir en enseñar la doctrina y las prácticas tradicionales en su ámbito de influencia. En ningún caso, ni por obediencia ciega ni por temor a represalias, resulta aceptable contribuir a la extensión de la heterodoxia o la heteropraxis.

(8) No sostener económicamente diócesis colaboracionistas.

Si un Papa enseñara doctrinas o tratara de imponer prácticas que no se corresponden con la enseñanza perenne de la Iglesia, sintetizada en el catecismo, los pastores de las diócesis deberían servir de muro de contención. Pero la historia muestra que los obispos no siempre reaccionan con la suficiente energía frente a estos peligros. Más aún, a veces secundan, por los motivos que sea, los intentos del pontífice calamitoso. El cristiano laico que resida en una diócesis regida por un pastor así debe retirar el apoyo económico a su iglesia local, mientras persista la situación irregular. Por supuesto, lo anterior no se aplica a las ayudas que vayan destinadas directamente a fines caritativos, pero sí a todas las demás. Y esto vale también para cualquier otro tipo de colaboración con la diócesis de que se trate, por ejemplo en alguna forma de voluntariado o cargo institucional.

(9) No apoyar ningún cisma.

Ante un Papa calamitoso, puede surgir la tentación de una ruptura radical. Esta tentación debe ser resistida. Un católico tiene el deber de tratar de minimizar, dentro de la Iglesia, los efectos negativos de un mal pontificado, pero sin romper la Iglesia ni romper con la Iglesia. Esto quiere decir que si, por ejemplo, su resistencia a adoptar determinadas tesis o determinadas prácticas acarreara sobre él sanciones, no debe por ello alentar un nuevo cisma, o apoyar alguno de los ya existentes. Es preciso mantenerse con paciencia como católico, en toda circunstancia.

(10) Rezar.

La permanencia y salvación de la Iglesia no depende en última instancia de nosotros, sino de Aquel que la quiso, y la fundó para nuestro bien. En momentos de desesperación, es preciso rezar, rezar y rezar, para que el Maestro despierte, y calme la tempestad. Este consejo ha sido puesto en último lugar, no por ser el menor, sino el más importante de todos. Pues, al final, todo se reduce a que creamos realmente que la Iglesia está sostenida por un Dios que la ama, y que no dejará que sea destruida. Recemos pues, por la conversión de los pontífices nefastos, y para que a los pontificados calamitosos sigan otros de restauración y paz. Muchas ramas secas habrán perdido durante la tormenta, pero las que hayan permanecido unidas a Cristo, florecerán de nuevo. Ojalá que esto pueda decirse también de nosotros.

Francisco José Soler Gil