De gran interés y actualidad, merece la pena escuchar este video, aunque se haga en varias veces, debido a su larga duración, que es de 58:15 minutos. Al principio hay una presentación que se puede omitir, de manera que la intervención del padre Alfredo Saenz comenzaría a partir del tiempo 8:32 min. Y el tiempo real de esta disertación sería de unos 50 minutos.
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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viernes, 23 de octubre de 2015
El Padre Malachi Martin y el tercer secreto de Fátima (video)
Se inserta a continuación un vídeo de corta duración (3:18 minutos) relacionado con el padre Malachi y el tercer secreto de Fátima
¿Quién es el padre Malachi Martín? (López Padilla)
***
“El Último Papa”, libro que pudo haberle costado la vida al padre Malachi Martin. ![]() |
P. Malachi Martin: “La Iglesia es el sine qua non para la llegada del nuevo orden mundial” |
El Padre Malachi Martin (1921-1999)trabajó con los más altos dignatarios de la Iglesia Católica, tuvo 3 doctorados y acceso directo al Papa. Eminente teólogo, experto en la Iglesia Católica, ex-Jesuita y profesor en el Instituto Bíblico Obispal del Vaticano.
Autor de libros exitosos: el Vaticano, El Último Cónclave, El Rehén del Diablo, Los Jesuitas y The Windswept House (El Último Papa), entre otros.
Estaba especializado en teología en Lovaina. Allí recibió doctorados en Idiomas Semíticos, Arqueología e Historia Oriental. También exorcista por más de 20 años del Vaticano.
Como consecuencia estudió en Oxford y en la Universidad hebrea de Jerusalén.
Como consecuencia estudió en Oxford y en la Universidad hebrea de Jerusalén.
De 1958 a 1964 sirvió en Roma dónde era un allegado al renombrado Cardenal Jesuita Agustín Bea y al Papa Juan XXIII. Martin falleció a finales de 1999: fue uno de los que leyó el famoso Tercer Secreto de Fátima.
El controvertido sacerdote Católico Malachi Martin no vivió en una rectoría, seminario, o cualquier otro lugar para clérigos. En los años 60, después de dejar su trabajo en el Vaticano, obtuvo dispensa de sus votos como miembro de los Jesuitas y comenzó a vivir como un seglar con aprobación canónica. El padre Martín oficiaba la santa misa en privado, pero estaba muy preocupado con la total alteración de “prácticamente todo lo Católico” en las últimas tres décadas (de 1960 a 1990).
Su libro más reciente, una novela titulada Windswept House (publicada por Doubleday en 1996), describe las intrigas políticas y religiosas de un pequeño grupo de miembros del Vaticano que ocupan altos cargos y trabajan para que la Iglesia Católica acepte el Nuevo Orden Mundial. La novela describe los esfuerzos de cardenales desleales que trabajan febrilmente para subvertir al Papa y la Iglesia, y no dudan en asesinar, chantajear, y practicar el satanismo.
El padre Martin fue entrevistado en su residencia de Nueva York por John F. McManus, editor del THE NEW AMERICAN.
P. Usted dice que su libro no es ni ficción ni realidad, sino un trabajo de “hechos”. ¿Qué quiere decir con eso?
R. Windswept House es una novela. Pero en un 85% se basa en hechos reales, y muchos de los personajes que aparecen en ella son reales aunque les haya dado nombres de ficción. Hay también algunas personas vivas que menciono, como Mikhail Gorbachev, que es el mismo de la realidad. Y unos pocos personajes clave que son realmente una composición de varias personas reales.
P. Usted abandonó los Jesuitas y la vida sacerdotal ordinaria hace más de 30 años. En aquel tiempo usted estaba destinado en el Vaticano como persona de confianza del Papa Juan XXIII y del Cardenal Agustín Bea. ¿Qué causó que usted se fuera?
R. Cada vez me era más difícil ver a Cristo en alguno de mis superiores inmediatos. No había causa liberal que el Cardenal Bea no persiguiera. Incluso entonces percibía al jefe de los Jesuitas de esa época, el padre Jean Baptiste Janssens, como enemigo de la fe. Mis colegas creían que el juramento formal contra el modernismo, requerido entonces de cada sacerdote pero posteriormente descartado, era una broma. Ese juramento nos obligaba a oponernos a la “Renovación” del Dogma. En esencia, el modernismo sostiene que los dogmas cambian: un absurdo total. No podía seguir prestándome a esa subversión.
P. Entonces usted abandonó los Jesuitas. Pero eso no le liberó a usted de sus obligaciones como sacerdote. ¿Cuál es su estatus actual?
R. A petición mía, el Papa Pablo VI me concedió un estatus universal por el cual no estaría bajo la supervisión de ningún obispo. No me visto como un sacerdote y no ocupo ningún puesto sacerdotal. Pero aún soy un sacerdote.
P. Cuando usted quiso marcharse ¿hubo algún intento de retenerlo?
R. Sí, me dijeron que podía llegar a cardenal, que tenía conocimientos bíblicos, facilidad con los idiomas, juventud, buena salud, buena memoria, y todo ello me situaba como candidato para ser promocionado. Pero no quise quedarme porque veía que la fe estaba siendo comprometida por muchos.
P. Su libro empieza con una vívida descripción de una “Misa Negra” sacrílega celebrada en 1963 en Charleston, Carolina del Sur. ¿Ocurrió eso realmente?
R. Sí, sucedió. Y también es un hecho que participaron altos cargos eclesiásticos del Vaticano por teléfono. La mujer joven forzada en el ritual satánico aún vive, y felizmente ha sido capaz de casarse y de llevar una vida normal. Ella dio los detalles del suceso.
P. Usted se refiere a uno de sus principales personajes como el “Papa Eslavo” y otro como el “Cardenal de la Ciudad Secular.” ¿Se refiere usted al Papa Juan Pablo II y al difunto Cardenal Joseph Bernardin de Chicago?
R. No puedo confirmar esas especulaciones. He escrito un libro “factual.” No es un documental. Hay por ahí un glosario que supuestamente da los nombres reales de docenas de mis personajes.
P. Además del “Cardenal de la Ciudad Secular,” usted describe negativamente a muchos otros cardenales y obispos. ¿Están estas caracterizaciones basadas en hechos reales?
R. Sí, entre los cardenales y la jerarquía hay satanistas, homosexuales, anti-papistas, y cooperadores para conseguir un gobierno mundial.
P. ¿Hay tanta intriga y deslealtad en el Vaticano como su libro parece indicar?
R. Hay más de la que he suministrado en el libro. El Papa está rodeado de hombres con atuendo clerical que no tienen la fe Católica; trabajan con fundaciones, organizaciones, grupos internacionales, instituciones financieras, gobiernos, universidades, y otras agencias para traer un nuevo orden mundial.
P. En su libro usted dice que influencias subversivas en las posiciones clericales más elevadas de la Iglesia están trabajando para traer un nuevo orden mundial. ¿Qué quiere usted decir con “nuevo orden mundial?”.
R. En su forma completamente planeada, habrá una globalización monetaria, y el flujo de capital y mercancías será gestionado por una entidad central única, como el Banco de Compensaciones Internacionales de Suiza. Cualquier nación que no se someta al sistema globalizado perecerá. Adicionalmente, habrá unas Naciones Unidas expandidas que extenderá su nueva estructura ética… Esto reemplazará a los Diez Mandamientos y será la base de una nueva religión universal sin Dios.
Todos los Cristianos, sobre todo los Católicos, serán forzados a soportar un martirio en el que se les requerirá abandonar todo lo que creen, serán presionados a que acepten la nueva forma del estado con su nueva religión. Este nuevo orden mundial no estará centrado en un grupo de edificios desde los que los emisarios saldrán a dar órdenes al mundo. Habrá legislaciones nacionales, pero los gobiernos del mundo estarán dirigidos por quienes estén en la cima.
P. ¿Qué quiere decir con la “cima”?.
R. La fuerza que subyace y de la que he escrito en Windswept House (El Último Papa) se estructura como en una pirámide. Es ancha en la base, donde muchos individuos persiguen sus intereses y esperan ser elevados a posiciones superiores. Hay cada vez menos habitantes a medida que se asciende en la estructura. Solo unos pocos llegan al último nivel de mando, la cima de la pirámide. Estos individuos no tienen ninguna lealtad a las naciones de las que proceden; son un nuevo tipo de ser humano, internacionalistas que buscan controlar a la humanidad. No tienen un Dios, pero colectivamente, pretenden usar la religión, los gobiernos, y cualquier cosa que encuentran útil para imponer su voluntad. Por ejemplo, opino que la URSS no se desintegró de forma natural, sino que colapsó por una orden premeditada. Esas órdenes vinieron de la cima.
P. ¿Prevé usted represión física en este nuevo orden mundial?
R. Sí, aunque de un nuevo tipo. Las fuerzas determinadas a conseguir el poder total ciertamente crearán campos de detención, pero los individuos enviados a ellos serán siempre víctimas de procedimientos completamente legales; serán declarados culpables de romper la ley.
P. ¿Es la Iglesia Católica un mayor objetivo que otras iglesias?
R. Sí, porque es una organización internacional independiente a la que no se le puede permitir que exista como competidor. La Iglesia Católica tiene su propio cuerpo diplomático de embajadores destinados en las naciones industrializadas del mundo. Hay 180 naciones que han enviado embajadores al Vaticano. Ninguna otra Iglesia atrae tanta atención. Los que trabajan para el nuevo orden mundial deben controlar esta organización única. El proceso que utilizan para conseguir esto se describe en Windswept House. En el libro escribo, “la Iglesia es el sine qua non para la llegada del nuevo orden mundial.”
P. ¿Usted ha descrito lo que sería prácticamente una total desintegración de la Iglesia Católica que incluye una negativa por parte de los líderes de la Iglesia para expulsar a los herejes y teólogos apóstatas, detener la falsa anulación de matrimonio, expulsar a los homosexuales, forzar a los obispos a que se adhieran a las leyes y dogmas de la iglesia, etc . En un libro anterior, usted excusa al Papa por no tomar medidas para poner fin a estos abusos, aludiendo a que había buenas razones para su sorprendente tolerancia. Ahora, sin embargo, ha adoptado una actitud mucho más dura que ya no ofrece excusas por su inacción. ¿Por qué la nueva actitud?
R. Es demasiado tarde para tratar de encontrar excusas. El Papa debe utilizar su autoridad para salvar a la Iglesia de sus enemigos internos. El problema dentro de la Iglesia de hoy es la apostasía, el haberse apartado de los dogmas fundamentales, especialmente por aquellos que ocupan altos puestos. Esto no es lo mismo que la herejía y el cisma. Los apóstatas deberían ser expulsados. Cuando se les permite seguir dentro, el pueblo poco a poco cae en la misma apostasía.
P. ¿No cree que algunos católicos se molestarán con usted debido a su crítica al Papa y su condena a los más altos funcionarios de la Iglesia?
R. Algunos ya lo están. Sin embargo, los Papas son hombres ordinarios que son elevados a un nivel extraordinario y se les da poderes extraordinarios. En general, pero una cuestión muy concreta, son falibles como lo fueron Pedro y Judas. En cuanto a los cardenales y obispos, hay muchos grandes santos, pero la iglesia ha sido dañada durante mucho tiempo por la intriga y deslealtad de algunos de ellos.
P. ¿Lo que usted describe tiene algo que ver con los planes del Carbonari italiano del siglo XIX?. Ese grupo se estableció para infiltrarse en la Iglesia de modo que el clero católico y la gente siguiera sus instrucciones?
R. ¡Precisamente! Sin embargo, la Carbonari nunca fue una asociación fantasmagórica que funcionara en secreto con capuchas y sombreros altos. Si usted entiende la táctica de los Carbonari, usted sabe que sus dirigentes nunca intentaron destruir la Iglesia, sino que su intención era utilizarla. Reconocieron la Iglesia como una fuerza de estabilización social en el mundo y que querían su control para sus propios fines. Su objetivo central era rodear al Papa y al Vaticano y tener a la Iglesia siguiéndoles. Su plan siempre fue coptar a la iglesia poniendo a su gente en los seminarios y conventos, no destruirla.
P. ¿Ha habido algo parecido a lo que describe en los 2000 años de la Iglesia Católica?
R. No, nada que se le parezca. Nunca ha habido un momento en que, prácticamente en todos los niveles de la Iglesia, la apostasía es fomentada, protegida, permitida, y ni siquiera es condenada. Todo esto significa una cosa para mí: Esto no significa el final de la Iglesia; significa el final de la estructura de la Iglesia tal como la conocemos. Y yo no espero que al final la Iglesia Católica en América termine rompiendo con Roma y crear un cisma formal. Cuando hay apostasía, el desconocimiento de los católicos los hace seguir obedientes; si hay un cisma formal en lugar de la apostasía de los prelados de América – y los prelados de cualquier nación anunciando una ruptura formal – perderían la obediencia del pueblo.
P. Una de las varias personas que viven en su libro cuyo nombre en realidad es Mikhail Gorbachev. ¿Es más o menos peligroso para la humanidad ahora que ya no es el líder de la ex Unión Soviética?
R. Él es mucho más peligroso. Está destinado a grandes cosas en los planes de aquellos que están llevando a cabo “el proceso” que lleva al nuevo orden mundial.
P. ¿Su libro menciona “el ocaso de la OTAN”. ¿Quiere decir que la OTAN está a punto de desaparecer?
R. No, me refiero al ocaso de la OTAN, en relación con aquello para lo que fue concebida. Originalmente se formó como una alianza militar para oponerse a cualquier posible avance soviético hacia el oeste. No hay más Unión Soviética que era la gran amenaza militar para Occidente. La OTAN debería haberse disuelto, pero su estructura es útil, por lo que se está dando un nuevo papel político y económico.
P. Usted menciona el Consejo de Relaciones Exteriores, (CFR) pero sólo brevemente. ¿Cuál es su actitud ante el CFR?
R. No es el cerebro detrás de todo esto. Hay un nivel superior de autoridad y la planificación que se basa en el CFR y otros grupos. Esta es la Cima que he mencionado anteriormente.
P. ¿Cómo han tratado los encuestados su libro?
R. No ha habido malos comentarios. Sin embargo, numerosos encuestados han hecho una revisión de mi libro y del libro “Humo Blanco” de Andrew Greeley, que recomienda la elección de otro Papa que enfrentaría los problemas que la Iglesia sufre hoy en día. Eso, por supuesto, no es lo que se necesita; sin embargo, los encuestados se refieren a él como un conservador y a mí como un radical. Es gracioso. The New York Times no ha revisado mi libro y yo no espero que los editores de su libro lo hagan. No hace mucho tiempo, otro trabajo mío estuvo en la lista de best-sellers del Times , y se referían a mí simplemente como “una buena lectura”.
P. ¿Qué es lo siguiente de Malaquías Martin?
R. En el siglo XII, el erudito judío Maimónides escribió para su pueblo una “Guía para los perplejos”. Espero escribir un libro parecido para ayudar a los católicos durante este período muy sorprendente en la historia.
(Traducción: LUIS EDUARDO LÓPEZ PADILLA)
Los Poderes Malignos de Alto Nivel operan en la Iglesia
Reproduzco aquí algunos párrafos del último escrito del padre Alfonso Gálvez, que puede leerse completo pinchando aquí.
***
La realidad del momento presente consiste en que desde las más Altas Instancias de la Iglesia hasta las más humildes parroquias del universo orbe, se han venido predicando con toda libertad las doctrinas modernistas, con el resultado de la General Apostasía que se ha producido en la masa de fieles católicos. Haría falta un estudio serio, que sin duda resultaría demasiado complejo y difícil, que pudiera determinar las causas de la rápida difusión por toda la Iglesia de una herejía que apenas ha encontrado obstáculos.
Todo lo cual dentro de una relativa semejanza con respecto a lo que ocurrió con el arrianismo en los siglos III y IV; puesto que existen tres importantes diferencias.
- De las que la primera consiste en que, así como el arrianismo atacaba alguna de las verdades de la Fe, el modernismo, en cambio, niega los fundamentos mismos de la Fe (es la suma de todas las herejías según dijo San Pío X).
- En segundo lugar, porque el arrianismo encontró fuerte resistencia en alguna parte de la Jerarquía, representada en esta ocasión por el gran campeón San Atanasio, que fue el auténtico martillo de la herejía.
- Y por último hay que resaltar el hecho extraordinario de que, si bien los errores arrianos hicieron mella en la práctica Jerarquía de toda la Iglesia, además de la nobleza y el ejército, pero el pueblo llano y sencillo se mantuvo fiel a la Fe y fue, en definitiva, el que contribuyó de manera más eficiente a la desaparición de la herejía.
Los ataques contra la Fe y los Fundamentos de la Iglesia alcanzan su punto culminante durante el Pontificado del Papa Francisco. En el cual tiene lugar un hecho decisivo que podía haber sido también definitivo y fulminante para la vida de la Iglesia: el asalto y la conquista del Vaticano por el lobby gay.
Una sociedad como la actual, y especialmente la del mundo católico, acostumbrada a vivir manipulada por los Poderes que manejan los media y hecha a vivir adormecida y como drogada, privada de la capacidad de reaccionar y hasta de la de pensar, contempla los mayores y más graves acontecimientos sin enterarse aparentemente o, por lo menos, sin atribuirles importancia alguna. Incluso aunque se trate de eventos fundamentales que incluso pueden conducir a su total exterminio y extinción. El pueblo -lo que se suele conocer como la gente- se ha acostumbrado a vivir al día, como si nada ocurriera o, como también suele decirse, a mirar para otro lado.
Sin embargo, la conquista del Vaticano por obra del lobby gay, con todas las consecuencias que lógicamente podrían derivarse del caso, ha de ser admitido como un hecho fundamental que de ningún modo puede explicarse por causas meramente naturales. Se quiera reconocer o no, e incluso aunque nadie quiera admitir una afirmación que puede resultar molesta o escandalosa, sería preciso dar paso a la posibilidad de que Poderes Malignos de Alto Nivel se encuentren efectivamente operando en estos momentos en la Iglesia.
La conquista de los Organismos de Gobierno de la Iglesia por obra del lobby gay, dada la magnitud y la gravedad del acontecimiento, jamás imaginado en la Historia de la Iglesia e imposible de ser atribuido a causas meramente naturales, podría significar, nada más y nada menos, que la aparición del Falso Profeta ya previamente anunciado por las profecías que avisaron de la proximidad de los Tiempos Finales.
Pero el problema se agrava todavía más si se considera la íntima relación existente entre la homosexualidad y el satanismo. Una relación que resulta imposible de negar, acerca de la cual ya se ha dicho aquí que la fuerza desplegada por los ocultos Poderes -que son quienes realmente dictan los destinos de la Humanidad, aunque nadie se atreva a confesarlo abiertamente y que, a través del lobby gay y del dominio universal de los media, han logrado hacerse con el Gobierno de la Iglesia-, no puede ser explicada por causas meramente naturales, y ni aun siquiera por causas sobrenaturales de mediana envergadura.
Los ataques contra la Fe y los Fundamentos de la Iglesia alcanzan su punto culminante durante el Pontificado del Papa Francisco. En el cual tiene lugar un hecho decisivo que podía haber sido también definitivo y fulminante para la vida de la Iglesia: el asalto y la conquista del Vaticano por el lobby gay.
Una sociedad como la actual, y especialmente la del mundo católico, acostumbrada a vivir manipulada por los Poderes que manejan los media y hecha a vivir adormecida y como drogada, privada de la capacidad de reaccionar y hasta de la de pensar, contempla los mayores y más graves acontecimientos sin enterarse aparentemente o, por lo menos, sin atribuirles importancia alguna. Incluso aunque se trate de eventos fundamentales que incluso pueden conducir a su total exterminio y extinción. El pueblo -lo que se suele conocer como la gente- se ha acostumbrado a vivir al día, como si nada ocurriera o, como también suele decirse, a mirar para otro lado.
Sin embargo, la conquista del Vaticano por obra del lobby gay, con todas las consecuencias que lógicamente podrían derivarse del caso, ha de ser admitido como un hecho fundamental que de ningún modo puede explicarse por causas meramente naturales. Se quiera reconocer o no, e incluso aunque nadie quiera admitir una afirmación que puede resultar molesta o escandalosa, sería preciso dar paso a la posibilidad de que Poderes Malignos de Alto Nivel se encuentren efectivamente operando en estos momentos en la Iglesia.
La conquista de los Organismos de Gobierno de la Iglesia por obra del lobby gay, dada la magnitud y la gravedad del acontecimiento, jamás imaginado en la Historia de la Iglesia e imposible de ser atribuido a causas meramente naturales, podría significar, nada más y nada menos, que la aparición del Falso Profeta ya previamente anunciado por las profecías que avisaron de la proximidad de los Tiempos Finales.
Pero el problema se agrava todavía más si se considera la íntima relación existente entre la homosexualidad y el satanismo. Una relación que resulta imposible de negar, acerca de la cual ya se ha dicho aquí que la fuerza desplegada por los ocultos Poderes -que son quienes realmente dictan los destinos de la Humanidad, aunque nadie se atreva a confesarlo abiertamente y que, a través del lobby gay y del dominio universal de los media, han logrado hacerse con el Gobierno de la Iglesia-, no puede ser explicada por causas meramente naturales, y ni aun siquiera por causas sobrenaturales de mediana envergadura.
El hecho de que incluso en el Vaticano llegaron a celebrarse Ritos Satánicos es universalmente conocido y la prensa lo denunció en su día; como también lo hizo el Padre Malachi Martin en una de sus célebres novelas-reportaje.
Fue precisamente el P. Malachi quien en una de sus más famosas novelas de hace ya casi treinta años[1], describió, junto a un conjunto de extrañas intrigas y conspiraciones y en una especie de premonición cuasi profética, que llegaría a reinar en el Vaticano un Pontífice que sería obligado a dimitir.
Resta añadir que el P. Malachi murió inexplicablemente en su apartamento de Manhattan en 1999, aparentemente de hemorragia cerebral según se dictaminó, pero en circunstancias tales que no dejaron de infundir sospechas que nunca han sido aclaradas.
Lo mismo que el momento en el que actualmente vive la Iglesia, acerca del cual nadie quiere saber nada. Tal como sucede con el suicida que está a punto de precipitarse desde lo más elevado de un alto edificio, siendo presenciado por una muchedumbre paralizada por el asombro -y también por un oculto horror inconfesable-, y que no se atreve siquiera a levantar un grito y permanece silenciosa.
[1] Malachi Martin, The Windswept House, Doubleday, New York, 1996. Esta fue la novela que, según opinión seria de muchos, le costó la vida.
Fue precisamente el P. Malachi quien en una de sus más famosas novelas de hace ya casi treinta años[1], describió, junto a un conjunto de extrañas intrigas y conspiraciones y en una especie de premonición cuasi profética, que llegaría a reinar en el Vaticano un Pontífice que sería obligado a dimitir.
Resta añadir que el P. Malachi murió inexplicablemente en su apartamento de Manhattan en 1999, aparentemente de hemorragia cerebral según se dictaminó, pero en circunstancias tales que no dejaron de infundir sospechas que nunca han sido aclaradas.
Aunque estas cosas suelen ser pasadas en silencio y es de general consenso no insistir en ellas, es lo cierto que los escasos Padres Malachi que en el mundo han sido suelen desaparecer casi siempre en extrañas circunstancias.
Lo mismo que el momento en el que actualmente vive la Iglesia, acerca del cual nadie quiere saber nada. Tal como sucede con el suicida que está a punto de precipitarse desde lo más elevado de un alto edificio, siendo presenciado por una muchedumbre paralizada por el asombro -y también por un oculto horror inconfesable-, y que no se atreve siquiera a levantar un grito y permanece silenciosa.
Padre Alfonso Gálvez
jueves, 22 de octubre de 2015
¿Estamos llegando al final de los tiempos? (2 de 2)
Puede que parezca que Jesús está perdiendo la batalla, como me decía un amigo mío; y que, en efecto, así sea realmente. Pero está escrito que "de Dios nadie se ríe" (Gal 6, 7). Y Dios no miente. ¿Cómo puede ser esto, entonces, cuando estamos viendo que sí, que hay gente -y mucha- que se ríe de Dios, impunemente? La solución se encuentra en el dicho popular, tan conocido de siempre por todos, pero que hoy, como tantas otras cosas, se ha olvidado. Y es que "quien ríe el último, ríe mejor". La gran carcajada, la carcajada final, no será del mundo sino de Dios ... por más que ahora parezca otra cosa.
[Cuando Jesús pronuncia estas palabras es evidente que se refiere a Sí mismo en cuanto que, como verdadero hombre que es, además de ser Dios, no era su misión la de dar a conocer cuándo tendría lugar ese día. Y por eso no lo hizo. En ese sentido se dice que "no lo sabe"; en cuanto que es Dios, verdadero Dios, en todo igual al Padre, excepto en que es Hijo, nada le puede ser desconocido. Por supuesto que conocía perfectamente, al igual que el Padre, el día y la hora]
En todo caso, lo que está claro -y de ello no hay la menor duda- es que la segunda venida del Señor tendrá lugar justamente cuando menos se piense en ella: "El día del Señor vendrá como el ladrón en la noche. Así pues, cuando clamen: 'Paz y seguridad', entonces, de repente, se precipitará sobre ellos la ruina ... sin que puedan escapar" (1 Tes 5, 3). Además, "igual que el relámpago sale de oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre" (Mt 24, 27). "Aquel día caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra" (Lc 21, 35)
¿Debemos de vivir, por lo tanto, atemorizados? No es eso lo que Jesús quiere que hagamos. Todo lo contrario: "Cuando comiencen a suceder estas cosas, tened ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra Redención" (Lc 21, 28). Y el apóstol san Pablo también nos tranquiliza también: "Vosotros, hermanos, en cambio, no estáis en tinieblas de modo que ese día os sorprenda como un ladrón; pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas" (1 Tes 5, 4-5).
[El apóstol entiende por día el estado de gracia y por noche y tinieblas, la situación de pecado y alejamiento de Dios]
Aunque todo esto es cierto, sin embargo no podemos ni debemos olvidar que, para poder reaccionar así, con esa serenidad y con esa paz interior en el alma, es necesario que en nuestra vida procedamos conforme a los consejos del Señor, para que realmente seamos hijos de la luz: "Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor" (Mt 24, 42) "Estad preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre" (Mt 24, 44). "Vigilad para que vuestros corazones no se obcequen por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y venga de improviso aquel día sobre vosotros" (Lc 21, 34). Y también san Pablo: "... no durmamos como los otros, sino vigilemos y seamos sobrios" (1 Tes 5, 6) ... "revestidos con la coraza de la fe y de la caridad, y con el yelmo de la esperanza de salvación" (1 Tes 5,8).
Y, por supuesto, siguen siendo ciertas aquellas palabras que el Señor pronunció: "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5): sólo la unión efectiva con Él nos puede salvar. De manera que es más urgente que nunca que hagamos oración, que leamos con fe el Evangelio; ahí encontraremos siempre palabras de consuelo y de esperanza. Por ejemplo, cuando dice: "Hasta ahora no habéis pedido nada en mi Nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa" (Jn 16, 24).
Los ejemplos pueden multiplicarse. Todo el Nuevo Testamento es un Mensaje de Alegría, puesto que es un Mensaje de Amor, del amor más grande que puede darse jamás ... que tuvo lugar en un momento dado de la Historia, cuando Jesús dio su Vida por nosotros, pues "nadie tiene amor más grande que el´que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Esta realidad se renueva, se hace presente, sin repetirse, todos los días, a todas horas, en todas las partes del mundo, en la Santa Misa, que es el mismo Sacrificio de Cristo en la Cruz. En cada Misa, misteriosa, pero realmente se hace presente, aquí y ahora, lo que ocurrió allí y entonces, es decir, el Sacrificio de Cristo en la Cruz, mediante el cual tenemos la posiblidad de poder ser salvos.
[Bien es verdad que en la Santa Misa este Sacrificio ocurre de manera incruenta, sin derramamiento de sangre, pues "Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene ya dominio sobre Él" (Rom 6, 9); pero se trata del mismo sacrificio. No es un sacrificio nuevo. Gracias a él podemos salvarnos si usamos de los medios que pone a nuestra disposición. Este carácter sacrificial de la Misa es esencial. Y es algo que no se predica, o se predica muy poco; hasta el punto de que nos encontramos con muchísimos que se llaman a sí mismos cristianos, católicos, ..., y desconocen, sin embargo, este misterio fundamental de nuestra fe]
Tampoco debemos extrañarnos, en realidad, de lo que está ocurriendo, ni escandalizarnos por ello: "Bienaventurado aquél que no se escandalice de Mí" (Mt 11, 6). Él ya nos lo advirtió: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que os dije: 'No es el siervo más que su Señor' " (Jn 15, 18-20). Y dice más adelante: "Esto os lo he dicho para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas [ahora habría que decir, "de las Iglesias"]. Más aún: se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 1-2). "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié" (Jn 16, 4a)
No sabemos exactamente cuándo vendrá el Señor, pero debemos de estar siempre preparados como si ese día fuese hoy mismo ... una preparación que consiste, básicamente, en vivir y actuar como a Él le gustaría que viviéramos y actuáramos; y hacerlo así (¡y esto es muy importante!) porque lo queremos y porque queremos parecernos a Él y vivir su misma Vida en nosotros ... porque lo necesitamos y estamos enamorados de Él al igual que Él lo está de nosotros, de cada uno, en perfecta reciprocidad de amor.
Éste es nuestro anhelo, nuestro único anhelo y lo que da sentido a nuestra vida: Vivir con la esperanza de poder escuchar algún día, de labios de Jesús, esas hermosas palabras salidas de su boca dirigidas a los que son suyos y se lo han jugado todo por Él: "Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, Yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu Señor" (Mt 25, 23)
Cuando sólo Tú cuentes,
porque haya mi cáliz apurado,
sentiré como sientes.
Y, en tus ojos mirado,
veré mi cuerpo todo iluminado.
miércoles, 21 de octubre de 2015
¿Estamos llegando al final de los tiempos? (1 de 2)
Copiaba en el anterior post un extraordinario artículo de Roberto de Mattei, artículo escrito con el rigor que caracteriza a este autor; y artículo francamente preocupante porque expresa la verdad del Sínodo de una manera tan clarividente y con tales argumentos, que queda patente que que lo que está en juego no es ya el matrimonio y la familia, que se convierten así en meras anécdotas, sino la supervivencia y la unidad de la propia Iglesia.
A este respecto puede releerse una entrada anterior de este blog, en la que el padre Juan Andrés de Jorge hacía referencia a dos charlas del padre Alfonso Gálvez, en las que se recogen los más profundos, aunque desapercibidos, problemas del Sínodo. Ha aparecido una nueva charla del padre Alfonso (del 18 de octubre) en la que sigue tratando sobre este mismo tema, una realidad eclesial tan lamentable que, por más que nos pese, no podemos seguir ignorando.
Se quiera ver o no, lo cierto es que en esta nuestra querida Iglesia se está produciendo hoy una auténtica descomposición. Suena duro decirlo así, pero es lo que hay ... y éste es el resultado al que ha conducido, en mi opinión, la tan cacareada, orquestada y mal llamada "nueva Evangelización", de la que nos estamos ocupando (y seguiremos en ello) en algunos de los posts anteriores de este blog.
En realidad, todo lo que está ocurriendo ya se veía venir. La Biblia sigue teniendo razón, una vez más (Mt 13, 14-15):
"Con el oído oiréis, pero no entenderéis;
con la vista miraréis, pero no veréis.
Porque se ha embotado el corazón
de este pueblo,
han hecho duros sus oídos,
y han cerrado sus ojos;
no sea que vean con los ojos
y oigan con los oídos,
y entiendan con el corazón
y se conviertan, y Yo los sane"
Tremendo "misterio de iniquidad" (2 Tes 2, 7) éste del pecado que, como tal misterio que es, no acabamos de entender: Por una parte, Dios, que está a la puerta y nos llama (Ap 3, 20) y desea nuestra conversión, pues quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4). Y, por otra parte, los hombres, que cerramos los oídos para no oír y los ojos para no ver, no vaya a ser que oigamos y escuchamos ... y que entonces Él nos sane. No necesitamos de nadie que nos sane, porque consideramos que ya estamos sanos. Hipocresía y soberbia van de la mano. A quienes así son Cristo, aun siendo Dios, no puede salvarlos, dada la naturaleza de reciprocidad que es necesaria para el amor y que, en este caso, no se daría, pues en efecto "no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos" (Mc 2, 17a). Y Jesucristo dijo con toda claridad y en repetidas ocasiones que "Él no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores" (Mc 2, 17b).
El hombre de hoy, que ha apostatado de Dios, no se considera pecador, porque eso del pecado es un cuento de hadas, un mito del pasado. Por grande que sea la misericordia divina, queda ineficaz ante esta postura. A nadie puede salvar Dios que no quiera ser salvado. ¡Es increíble este deseo de autodestrucción del hombre, pero así es; sólo explicable por la maldad inconcebible del pecado ... un pecado cuya existencia se niega!
A la vista de lo que está ocurriendo [que no es sino el fruto producido por la mala semilla que se sembró en algunos puntos concretos de los documentos del Concilio Vaticano II] uno no puede menos que preguntarse si es que acaso no estaremos ya en los últimos tiempos. No puede realizarse tal afirmación de un modo taxativo, pero tampoco puede negarse, porque esos tiempos llegarán. De hecho, incluso, hay muchas señales que se están dando en la actualidad y que hacen referencia a lo que ocurrirá en los últimos tiempos.
"Vendrá un tiempo, le dice san Pablo a Timoteo, en que los hombres no soportarán la sana doctrina sino que, dejándose llevar de sus caprichos, reunirán en torno a sí maestros que halaguen sus oídos, y se apartarán de la verdad volviéndose a las fábulas" (2 Tim 4, 3-4). Si hacemos caso de las palabras de san Pablo y de las palabras de Jesús, todo parece indicar que la respuesta a la anterior pregunta sería afirmativa.
Mucho se ha escrito sobre ello en este blog. Pinchar aquí, aquí, aquí, aquí y aquí. También aquí, en relación con la encuesta universal que se realizó con vistas al Sínodo, etc. Todo ello ha sido y esta siendo motivo de gran confusión entre los católicos, con gran aplauso por parte de los poderes del mundo. No es normal que desde las más altas Jerarquías se cuestionen estas cosas que el sencillo pueblo cristiano siempre ha tenido muy claras. Hay temas en torno a los cuales no tiene ningún sentido realizar encuestas ni votaciones ni nada que se le parezca, como si la Iglesia fuese una especie de democracia, que no lo es en absoluto ... ni puede serlo. ¡Cuánto tiempo perdido que podía haberse dedicado a que la gente conociera más al Señor y lo quisiera más! Nada de ello se ha producido ni tiene visos de que se vaya a producir. Más bien lo contrario.
Pero aún no es el final. Como dice san Mateo: "Todo esto es sólo el comienzo de los dolores" (Mt 24, 8), pues "os entregarán a los tormentos y a la muerte, y seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi Nombre. Muchos se escandalizarán entonces; y se traicionarán unos a otros. Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. Y, al crecer la maldad, se enfriará la caridad de muchos" (Mt 24, 9-12).
El panorama anunciado no puede ser menos alentador. Sin embargo, "quien perservere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 13). Dios no nos va a dejar solos. De eso podemos estar seguros ... pero los tiempos serán cada vez más difíciles para los cristianos: "Habrá entonces una tribulación tan grande como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá" (Mt 24, 21).
Estas citas se refieren, como ya habrá adivinado el lector, al final de los tiempos. Pero, ¿podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que estamos ya en esos momentos finales? No lo sabemos, pero si no estamos en ellos, desde luego todas las señales y los signos que van apareciendo, un día sí y otro también, apuntan a que no debemos de estar muy lejos de ese final. Para el que quiera verlas, claro está.
Según afirma san Mateo (palabra de Dios, pues) "el Evangelio del Reino será predicado en todo el mundo, en testimonio para todas las naciones. Y entonces vendrá el fin". (Mt 24, 14). Es algo constatable que, debido al enorme avance de los medios de comunicación, el Evangelio puede ser conocido por todos los habitantes del planeta en un tiempo relativamente breve, lo que en otras épocas era impensable. De manera que, en cierto modo, esa condición de que, antes de que llegue el fin, el Mensaje tiene que llegar antes a todos los hombres, es prácticamente inminente. [Cierto que hay gente que aún no conoce este Mensaje, pero cada vez son menos, dado el nivel planetario de comunicación en el que nos movemos en la actualidad]
Por otra parte, cada vez son mayores las masacres de cristianos que tienen lugar en las distintas partes del planeta. Este es un hecho conocido de todos (e ignorado también, en el sentido de que no se ponen los medios para cesar con esa barbarie). ¿Y Dios no va a intervenir? ¿Dios no se va a preocupar de sus hijos? Lo hará y, además, pronto (Charla del padre Alfonso del 5 de Julio de 2015).
Y debe de hacerlo pronto, pues la maldad va en aumento; y se dice expresamente que ésta llegará a ser tan grande que "si no se acortasen esos días no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos esos días se acortarán" (Mt 24, 22). Esto son palabras del Señor. Y el Señor no se equivoca nunca.
No sólo el matrimonio: Aquí acaban la Iglesia, la Unidad y la Doctrina
***
El papa Francisco ha anunciado cómo concluirá el Sínodo de la Familia. Cuando faltan pocos días para la conclusión de los trabajos, la asamblea de obispos ha llegado a un callejón sin salida, y la única forma de superarlo sería descentralizar la Iglesia.
Se ha llegado a este punto muerto a consecuencia de la división entre los padres sinodales que invocan con firmeza el Magisterio perenne sobre el matrimonio y los novatores que se proponen trastornar no sólo dos mil años de Doctrina de la Iglesia, sino sobre todo la Verdad del Evangelio. Es, de hecho, palabra de Cristo, ley divina y natural, que el matrimonio válido, rato y consumado, de los bautizados no se puede disolver por ninguna razón.
Una sola excepción bastaría para anular el valor absoluto y universal de esta ley, y una vez caída esta ley, se vendría abajo junto con ella todo el edificio moral de la Iglesia. El matrimonio, o es indisoluble o no lo es, y no se puede admitir una disociación entre el enunciado del principio y su aplicación en la práctica. La Iglesia exige una coherencia radical entre pensamiento y palabra y entre las palabras y los hechos. La misma coherencia de la que han dado testimonio los Mártires a lo largo de la historia.
El principio que sostiene que la doctrina no cambia sino su aplicación pastoral introduce una cuña entre dos dimensiones inseparables en el cristianismo: Verdad y Vida. La separación entre doctrina y práctica no procede de la doctrina católica, sino de la filosofía hegeliana y marxista, que trastorna el axioma tradicional según el cual agere sequitur esse, el obrar sigue al ser.
Pero desde la perspectiva de los novatores, la acción precede al ser y lo condiciona; la experiencia no vive la verdad sino que la crea. Este es el sentido del discurso pronunciado por el cardenal Christoph Schönborn en la conmemoración del 50° aniversario de la institución del Sínodo, el mismo día en que habló el papa Francisco. “No es posible representar la fe, sólo se puede dar testimonio de ella”, ha afirmado el arzobispo de Viena, subrayando la primacía del testimonio sobre la doctrina. En griego, mártir significa testigo, pero para los mártires dar testimonio significaba vivir la verdad, mientras que para los innovadores significa traicionarla, reinventarla en la práctica.
La primacía de la praxis pastoral sobra la doctrina está abocada a unas consecuencias catastróficas:
(1) Como ya sucedió con el Concilio Vaticano II, el sínodo virtual está destinado a prevalecer sobre el real. El mensaje mediático que acompañará la conclusión de los trabajos es más importante que el contenido de los documentos. La relatio sobre la primera parte del Instrumentum Laboris del Circulus Anglicus C afirma rotundamente la necesidad de esta revolución semántica: “Al igual que el Concilio, este sínodo tiene que marcar un antes y un después en el lenguaje, que los cambios sean algo más que cosméticos”.
(2) El post-Sínodo es más importante que el Sínodo, porque representa la autorrealización del mismo. De hecho, el Sínodo confiará a la praxis pastoral la realización de sus objetivos. Si lo que se transforma no es la doctrina sino la pastoral, el cambio no puede provenir del Sínodo; tiene que darse en la vida del pueblo cristiano y, por consiguiente, fuera del Sínodo -después de éste- en la vida de las diócesis y de las parroquias.
(3) La autorrealización del Sínodo se convierte en bandera de la experiencia de las iglesias particulares, o sea, de la descentralización eclesiástica. La descentralización autoriza a las Iglesias locales a experimentar una pluralidad de experiencias pastorales. Y si no hay una praxis coherente con la doctrina única, eso quiere decir que hay muchas y que todas se pueden experimentar. Los protagonistas de esta revolución de la praxis serían por tanto los obispos, los párrocos, las conferencias episcopales, las comunidades locales, según la libertad y creatividad de cada uno.
Se prefigura la hipótesis de una Iglesia a dos velocidades o, para seguir con la jerga de los eurócratas de Bruselas, de “geometría variable”. Un mismo problema moral se resolverá de manera diversa, conforme a la ética situacional. A la Iglesia de los católicos adultos, de lengua germánica y pertenecientes al primer mundo se le permitirá la marcha rápida del testimonio misionero, mientras que a la de los católicos subdesarrollados, africanos o polacos, pertenecientes a iglesias del segundo o tercer mundo, se les concederá la marcha lenta del apego a las propias tradiciones.
La primacía de la praxis pastoral sobra la doctrina está abocada a unas consecuencias catastróficas:
(1) Como ya sucedió con el Concilio Vaticano II, el sínodo virtual está destinado a prevalecer sobre el real. El mensaje mediático que acompañará la conclusión de los trabajos es más importante que el contenido de los documentos. La relatio sobre la primera parte del Instrumentum Laboris del Circulus Anglicus C afirma rotundamente la necesidad de esta revolución semántica: “Al igual que el Concilio, este sínodo tiene que marcar un antes y un después en el lenguaje, que los cambios sean algo más que cosméticos”.
(2) El post-Sínodo es más importante que el Sínodo, porque representa la autorrealización del mismo. De hecho, el Sínodo confiará a la praxis pastoral la realización de sus objetivos. Si lo que se transforma no es la doctrina sino la pastoral, el cambio no puede provenir del Sínodo; tiene que darse en la vida del pueblo cristiano y, por consiguiente, fuera del Sínodo -después de éste- en la vida de las diócesis y de las parroquias.
(3) La autorrealización del Sínodo se convierte en bandera de la experiencia de las iglesias particulares, o sea, de la descentralización eclesiástica. La descentralización autoriza a las Iglesias locales a experimentar una pluralidad de experiencias pastorales. Y si no hay una praxis coherente con la doctrina única, eso quiere decir que hay muchas y que todas se pueden experimentar. Los protagonistas de esta revolución de la praxis serían por tanto los obispos, los párrocos, las conferencias episcopales, las comunidades locales, según la libertad y creatividad de cada uno.
Se prefigura la hipótesis de una Iglesia a dos velocidades o, para seguir con la jerga de los eurócratas de Bruselas, de “geometría variable”. Un mismo problema moral se resolverá de manera diversa, conforme a la ética situacional. A la Iglesia de los católicos adultos, de lengua germánica y pertenecientes al primer mundo se le permitirá la marcha rápida del testimonio misionero, mientras que a la de los católicos subdesarrollados, africanos o polacos, pertenecientes a iglesias del segundo o tercer mundo, se les concederá la marcha lenta del apego a las propias tradiciones.
Roma quedaría en segundo plano, privada de verdadera autoridad, y con la única función de proporcionar un impulso carismático. La Iglesia quedaría desvaticanizada, o más bien desromanizada. Se quiere sustituir la Iglesia romanocéntrica por otra policéntrica o poliédrica. La imagen del poliedro la ha aplicado Francisco con frecuencia. “El poliedro –ha afirmado– es una unidad, pero con todas sus partes distintas; cada una tiene su peculiaridad, su carisma. Esta es la unidad en la diversidad. Es por este camino que los cristianos realizamos lo que llamamos con el nombre teológico de ecumenismo: tratamos de que esa diversidad esté más armonizada por el Espíritu Santo y se se convierta en unidad” (Discurso a la Iglesia Pentecostal de Caserta, 28 de julio de 2014).
La transferencia de poder a las conferencias episcopales ya estaba prevista en un pasaje de Evangelii Gaudium que las concibe como «sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal. Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera» (n. 32).
Ahora Francisco proclama este “principio de sinodalidad” como resultado final de la asamblea que se está celebrando.
Las antiguas herejías del galicanismo y el nacionalismo eclesiástico vuelven a asomar por el horizonte. Es, de hecho dogma de fe, promulgado por el Concilio Vaticano I, el primado de jurisdicción del Sumo Pontífice, en el cual reside la autoridad suprema de la Iglesia, sobre todos los pastores y todos los fieles de éstos, independientemente de cualquier otro poder. Este principio constituye la garantía de la unidad de la Iglesia: unidad de gobierno, unidad de fe, unidad de sacramentos.
La descentralización supone una pérdida de unidad que conduce irremediablemente al cisma. Y el cisma es, sin duda alguna, la quiebra que se produce inexorablemente cuando falta un punto central de referencia, un criterio común, ya sea en el plano de la doctrina o en el de la disciplina y la pastoral. Las iglesias particulares, divididas en cuanto a la praxis, así como en cuanto a la doctrina de la cual deriva la praxis, están fatalmente destinadas a entrar en conflicto y dar lugar a fracturas, cismas y herejías.
La descentralización no sólo niega el primado romano, sino que niega el principio de no contradicción, según el cual “un mismo ser no puede, al mismo tiempo y en el mismo sentido, ser lo que es y no serlo”. Únicamente apoyados en este fundamental principio lógico y metafísico podemos emplear la razón y conocer la realidad que nos rodea.
¿Qué pasaría si el Romano Pontífice renunciara, aunque sólo fuera parcialmente, a ejercer su autoridad delegándola en las conferencias episcopales o los obispos particulares? Evidentemente surgiría una diversidad de doctrinas y de praxis entre las diversas conferencias episcopales y de una diócesis a otra. Lo que en una diócesis estaría prohibido estaría admitido en otra, y viceversa. Quien conviva more uxorio con otra persona sin haberse casado podrá recibir el sacramento de la Eucaristía en una diócesis sí y en otra no. Pero lo que es pecado es pecado.
La descentralización no sólo niega el primado romano, sino que niega el principio de no contradicción, según el cual “un mismo ser no puede, al mismo tiempo y en el mismo sentido, ser lo que es y no serlo”. Únicamente apoyados en este fundamental principio lógico y metafísico podemos emplear la razón y conocer la realidad que nos rodea.
¿Qué pasaría si el Romano Pontífice renunciara, aunque sólo fuera parcialmente, a ejercer su autoridad delegándola en las conferencias episcopales o los obispos particulares? Evidentemente surgiría una diversidad de doctrinas y de praxis entre las diversas conferencias episcopales y de una diócesis a otra. Lo que en una diócesis estaría prohibido estaría admitido en otra, y viceversa. Quien conviva more uxorio con otra persona sin haberse casado podrá recibir el sacramento de la Eucaristía en una diócesis sí y en otra no. Pero lo que es pecado es pecado.
La ley moral es igual para todos o no es tal ley moral. Una de dos: o el Papa tiene primado de jurisdicción y lo ejerce, o en la práctica gobierna cualquiera prescindiendo de él. El Papa admite la existencia de un sensus fidei, pero es más bien el sensus fidei de los obispos, sacerdotes y simples laicos el que hoy en día se escandaliza de las extravagancias que se dicen en el aula del Sínodo. Extravagancias que ofenden el sentido común antes incluso que el sensus Ecclesiae de los fieles.
Francisco tiene razón cuando afirma que el Espíritu Santo no asiste sólo al Papa y a los obispos, sino a todos los fieles (cfr. sobre este punto Melchor Cano, De locis Theologicis (Lib. IV, cap. 3, 117I). Sin embargo, el Espíritu Santo no es espíritu de novedad; guía a la Iglesia, asistiéndola de modo infalible en su Tradición. Mediante la fidelidad a la Tradición, el Espíritu Santo habla todavía a los oídos de los fieles. Y hoy, como en los tiempos del arrianismo, podemos decir con San Hilario: «Sanctiores aures plebis quam corda sacerdotum» “, es decir, son más santos los oídos del pueblo que el corazón de sus sacerdotes. (Contra Arianos, vel Auxentium, nº 6, en PL, 10, col. 613).
Roberto de Mattei
En Il Foglio del 20 de octubre de 2015
martes, 20 de octubre de 2015
domingo, 18 de octubre de 2015
La Nueva Evangelización (4): ¿Nueva Iglesia o Iglesia "nueva" [2]?
Y esto es lo que está ocurriendo, se quiera admitir o no, pero los hechos son irrebatibles. Siempre me he preguntado el porqué de llamar Nueva Evangelización a aquella Evangelización posterior al Concilio Vaticano II. Se le podría haber llamado, simplemente, Evangelización o, si se quiere, re-Evangelización ..., que viene a ser lo mismo. ¡Digo yo! ¿Tan difícil hubiera sido hacerlo así?
Alguien podría preguntarme: ¿Pero tan importante es esto? En principio, no. Pero el problema, que ya se veía venir, es que dicha expresión, como así ha sucedido, ha dado lugar a equívocos, hasta el punto de que nos estamos encontrando [en infinidad de ocasiones, y cada vez con mayor frecuencia] con que muchos "pastores" nos hablan de Evangelización ... ¡y lo que dicen no se parece en nada al Mensaje predicado por Jesucristo! ... Luego, ¡sí es importante! El lenguaje está pensado para que nos entendamos. Ese es su objetivo. Y debe de ser un lenguaje claro, sencillo y accesible, de manera que nunca dé lugar a equívocos: ¡pero no es eso lo que está sucediendo! Luego lo menos que podríamos hacer (un mínimo de prudencia lo exige) es cuestionarnos el lenguaje usado, pues los frutos conseguidos han brillado por su ausencia
En mi opinión el haberle puesto un adjetivo a la palabra Evangelización ha sido un error. ¿Nueva? ¿Por qué nueva? ¿En qué sentido es nueva? ¿Es que se dice -o se piensa decir- algo distinto a lo que siempre se ha dicho? En teoría no, pero en la práctica, que es la que cuenta, sí se han manipulado las palabras del Señor, se ha re-interpretado el Evangelio ... pero de una manera tal que a lo que se ha llegado ya no es el Evangelio, sino otra cosa, aun cuando se nos quiera vender como la interpretación correcta.
El Mensaje de Jesucristo, en un sentido profundo, siempre es nuevo, siempre lo ha sido, pues las palabras del Señor son Espíritu y son Vida ... no son palabras petrificadas, válidas solamente para una determinada época histórica. No, valen siempre ... para todas los tiempos y civilizaciones. Nunca es un mensaje obsoleto, sino que posee una perenne actualidad como corresponde a Palabra de Dios que es -y no palabra de hombre-
El Mensaje contenido en los Evangelios es, en sí mismo, clarividente, y siempre lo ha sido. El motivo de haber llegado a sentir la necesidad de convocar un nuevo Concilio (después del Concilio Vaticano I) no está todavía muy claro. En teoría, se trataba de llegar al hombre de nuestro tiempo de manera que el Mensaje le llegara con más facilidad y fuera más comprensible y asequible. Así se daría en la Iglesia una nueva Primavera y la gente se convertiría y cambiaría de vida, pues se le haría más fácil el cambio y la conversión.
[Tal era, en principio, la idea inicial del Concilio Vaticano II, según el discurso de apertura del mismo por el papa Juan XXIII, pero esta idea degeneró muy pronto. Hay, además, una serie de puntos incluidos en dicho Concilio, que son harto discutibles: se podría decir que van en contra de lo establecido firmemente como Doctrina en los concilios anteriores. Recordemos que el propio Ratzinger dijo que la Gaudium et Spes era un contra-Syllabus, y que esta afirmación no fue rectificada cuando fue elegido Papa. No cabe decir, pues, como solía hacerse en los comienzos, que el Concilio fue mal interpretado; y ni siquiera cabe hablar ya de una "hermenéutica de la continuidad", como decía el anterior papa Benedicto XVI. Queda mucho por dilucidar todavía acerca de dicho Concilio. Hay estudios muy serios en ese sentido. Un ejemplo al que me remito es el conocido libro del cardenal Brunero Gherardini, titulado "Vaticano II: una explicación pendiente". (Pinchar aquí, aquí y aquí). En este Concilio que -recordemos- era meramente "pastoral" no está dicha la última palabra. Queda aún mucho por aclarar]
Pero los frutos observados, con posterioridad al Concilio Vaticano II (desde hace cincuenta años hasta el momento presente) no son precisamente lo que, en teoría, se pretendía. De modo que algo ha fallado. Eso está -o debería de estar- muy claro.
Tan es así que incluso Europa ha renegado de sus raíces cristianas. ¿Hay que atribuir esto al Concilio Vaticano II? Sería una pretensión desmedida. Pero se trata de un hecho, que está ahí, y que se ha producido debido a un ambiente anticristiano; y este ha florecido con posterioridad al Concilio Vaticano II: ¿casualidad? Sólo Dios lo sabe. Pero si el ambiente en Europa hubiese sido cristiano -o no tan anticristiano- tal declaración no se habría producido. Hace cincuenta años (con sólo el Concilio Vaticano I, previo al Concilio Vaticano II) el ambiente europeo era, con diferencia, mucho más cristiano que lo es en la actualidad. Esto, al menos, nos tendría que dar que pensar.
En fin, así están las cosas, se las quiera ver o no. La realidad no deja de ser real por el mero hecho de negarla. Y los acontecimientos históricos que han ocurrido, "realmente" han tenido lugar y no dependen de lo que a mí -o a cualquiera- le hubiese gustado que pasara.
Lo que ocurrió, ocurrió ... igual que lo que está ocurriendo, está ocurriendo. Todo esto es de cajón. Son verdades de Perogrullo. Aun así, el que no quiera ver esconderá la cabeza como el avestruz, pensando que no existe lo que no se ve; o bien se inventará otros hechos, hechos que sólo "existirán" en su mente; es decir, mentiras ... aunque con la particularidad (¡increíble pero cierta!) de que esas mentiras acabará creyéndoselas el mismo que las inventó ...
Lo más grave es que esas personas -que intentan cambiar la historia, manipulándola- tienen un inmenso poder mediático y harán todo lo posible para que las nuevas "verdades" lleguen a ser creídas por un inmenso número de ciudadadanos, algo que -de hecho- están ya consiguiendo.
[Ese espíritu de odio por todo lo que es cristiano es demoníaco: socialistas, marxistas, ateos, agnósticos, masones, etc ... son simples instrumentos que el diablo usa para lograr su objetivo. Y lo tiene bastante fácil, en este sentido, porque ninguno de ellos cree en su existencia, de manera que les hace creer, como maestro avezado en la mentira, que ellos serán los verdaderos dioses, si desplazan al Dios de los cristianos]
La estrategia usada, muy inteligente -aunque perversa- ha consistido en introducir, imponiendo, todas esas "ideas" sectarias y falsas en la educación, con la aquiescencia más o menos consciente de los padres, aunque también la ignorancia . Una acción tanto más depravada en cuanto que va dirigida, de modo preferente, a los niños pequeños, a los muy pequeños, que son los más indefensos y los que, debido a su edad, tienen poca o ninguna capacidad crítica.
(Continuará)
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