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domingo, 9 de agosto de 2015

Cuando el Amo tarda en venir (Fray Gerundio)

Un nuevo artículo de Fray Gerundio que, casi como siempre, suele dar en el clavo. Es como para meditar con seriedad y delante del Señor la interpretación que hace sobre la actitud de aquellos que, como el Amo tardaba en venir, se dedicaron a golpear sus compañeros y a comer y beber con los extraños. Tremendamente actual, para el que quiera ver. El original puede leerse haciendo clic aquí


Uno de los temas frecuentemente repetidos en el Nuevo Testamento y que siempre estuvo anclado en lo más profundo de la espiritualidad cristiana de todos los siglos, es el que se refiere al espacio de tiempo que falta hasta la Segunda Venida del Señor. Venida que será en poder y majestad. 

Para recapitular todo, para dar el premio a los buenos y el castigo a los malos. O -para decirlo con las mismas palabras del Señor-, para separar a las ovejas de los cabritos. Curiosamente, los cabritos están a la izquierda y las ovejas a la derecha. No sé si es que el evangelista que transmitió estas palabras del Señor era un tradicionalista precoz o un declarado anti-teólogo de la liberación. 

Según las enseñanzas magisteriales de hoy en día, los buenos son los de la izquierda y los malos los de la derecha, que además siempre andan de puntillas y con avinagramientos de carácter. Tendría que haber dicho los buenos a la izquierda y los pepinillos a la derecha. Pero dejemos eso por ahora.

El caso es que -incluso el mismo Señor,- nos alertó de la importancia de que este tiempo de espera sea vivido, en nuestra propia vida, con ansiedad y con vivos deseos, con fidelidad y paciencia, con alegría y esperanza. Porque en todos los tiempos de la Iglesia se supo que este mundo es pasajero y que es en el cielo donde tenemos nuestra morada permanente, según dice la Carta a los Hebreos. O sea, que merece la pena esperar. 


Y esto mismo exige, por otra parte, una actitud que lleva consigo el saber conservar lo que se tiene para que, cuando venga el Amo, lo encuentre todo bien preparadito: así, los criados que esperan a su amo a que vuelva de las bodas; las vírgenes que esperan la llegada del Esposo; o el que vigila atenta y cuidadosamente para que si llega el ladrón, no se lleve los muebles.

Hay en el evangelio de san Mateo (24,45) unas palabras del Señor que exponen esta doctrina de forma exageradamente actual. Tenemos que meditarla, para que no nos ocurra lo mismo a los que estamos en el sacerdocio y somos pastores del rebaño (aunque ahora no se piense así).

Habla de un siervo puesto al frente de la servidumbre: o sea, de uno constituido en autoridad sobre el resto de los siervos; el que tiene que darles la ración de comida en el momento adecuado, el primer administrador de los bienes del Amo: el Jefe, aunque él no quisiera que le llamaran así. Debe ser fiel y prudente, dice Jesús. Lo cual indica mucho: tiene que guardar lo que se le ha encomendado (fiel) y lo tiene que repartir de forma adecuada (prudente). Tiene que saber repartir bien la ración de trigo y a quién la debe repartir. Si cuando el Amo vuelva lo encuentra obrando así, lo pondrá al frente de toda su hacienda, lo encumbrará más todavía. Lo recompensará infinitamente. Dichoso él, dice el Señor.

Y sigue el texto evangélico con estas terribles palabras:

Pero si ese siervo fuese malo y dijera en su corazón: “Mi amo tarda” y comenzase a golpear a sus compañeros y a comer y a beber con los borrachos, volverá el amo de aquel siervo el día menos pensado y a una hora imprevista y lo castigará duramente y le asignará su suerte con los hipócritas. (24, 48-51)

En este texto ha consistido mi charla de hoy a mis novicios modernistas (a los que vienen a mi celda a preguntar a escondidas). Con su habitual ingenuidad me preguntaban que querría decir entonces eso de “golpear a sus compañeros” y “comer y beber con los borrachos”, actitud que, según el Señor, tendría el Siervo Mandamás que se cree que el Amo no vuelve o que va a tardar tanto que no merece la pena esperar. Y por eso mismo se piensa que es el Amo de toda la hacienda, disponiendo de todas las cosas a su antojo.

Les he dicho que no estoy bien seguro, pero hay una cosa clara: que les atiza a los suyos (a los que en teoría son sus compañeros de viaje); y se corre las juergas con los de fuera (con los que no esperan en nada y les importa un comino la venida del Amo). Borracheras y juergas con los de fuera. Bastonazos y estacazos con los de la propia casa. Destrozo del material de la propia casa. Cuidado exquisito con las malvadas propiedades de la casa de los borrachos. Latigazos hacia adentro y piropos hacia afuera. La verdad es que no estoy muy seguro de qué querría decir el Señor….

La suerte de estos malos administradores, la recompensa a su funesta gestión es la misma que se les asigna a los hipócritas. Se les manda con ellos. Se les mete en el mismo grupo sociológico y eterno. Y es que atreverse a ser el administrador, o hacer gestiones para convertirse en administrador… y luego destrozar la hacienda y encima beberse los buenos vinos del Amo con los enemiguetes, que dicen que el Amo jamás vendrá, es para poner los pelos de punta. O rechinar los dientes, dice Jesús.

Fray Gerundio

sábado, 8 de agosto de 2015

Divorciados pero no excomulgados (y II): Misericordia es perdón, no cesión (Eulogio López)

Continúa y finaliza el artículo escrito por Eulogio López, director de Hispanidad, relativo al tema de los divorciados vueltos a casar. Aquí está el enlace al original.


Divorciados pero no excomulgados (y II). Misericordia es perdón, no cesión
  • Perdonar es divino, ceder es ser inmisericorde con Dios.
  • Y el problema no es el divorcio, sino el divorciado de segunda ronda.
  • ¿Por qué tiene que ceder Dios en el sacrilegio y no el hombre en su pecado?
  • ¿Estamos en el inicio de la abominación de la Desolación?
Decíamos ayer que la inminente segunda parte del Sínodo de la Familia más parece el Sínodo de la confusión. No, no he dicho que este sea el papado de la confusión, aunque percibo una somera falta de claridad en las ideas de muchos… y hasta de muchas, ¡oh, sí! Las palabras del Papa Francisco sólo precisaban hermenéutica.
Con el noble fin de esclarecer las meninges –divertir instruyendo, es nuestro lema- me permitiré, no enseñar, eso nunca, sino plantear unas preguntitas de nada, siete, para ser exactos, pues doctores tiene la Iglesia que, a buen seguro, me sabrán responder:

  1. ¿Qué ocurrirá si un famoso, conocido por vivir en situación irregular, aprovecha las palabra del Papa para acercarse a recibir la comunión del mismo Papa? O sea, verbigracia, ¿si pasamos de la teoría entredicha a la práctica? ¿Optamos por el hombre o por Dios?
  2. ¿Qué pasará si eso mismo ocurre, y me parece inevitable, con un obispo o un sacerdote cualquiera, que se verán obligados a negarle la Eucaristía al susodicho famoso? Y si no se la niegan, ¿cómo será interpretado?
  3. La pregunta más importante y más olvidada de todas. Hablamos de que los divorciados en segunda ronda deben ser acogidos con misericordia. ¿Y qué pasa con la misericordia para con Dios? No oigo hablar de ello. Para entendernos: cuando alguien se acerca a la Eucaristía no es ese alguien quien le está haciendo un favor a Dios, sino precisamente al revés. Cristo se anonada hasta dejarse ingerir por el hombre para hacer realidad aquello de “por Cristo con Él y en Él”. Este último Él es el más relevante.
  4. El divorciado en segunda ronda –la segunda ronda es lo importante- que comulga en situación irregular, ¿no se está tragando su propia condenación? ¿Debemos animarle a tragarse su propia condenación?.
  5. ¿Por qué el Sínodo habla siempre en negativo? Por ejemplo, el gran problema de la Eucaristía hoy es que son pocos, incluso en la Iglesia, que parecen creer que en las especies eucarísticas se encuentra el mismo Dios. Si no, no se comportarían como se comportan. Labor pedagógica de un Sínodo sería, por ejemplo, instar a recibir al Santísimo de rodillas y en la boca. A lo mejor así, valorábamos más la Eucaristía y dejaríamos de abrasarnos con faunos al borde del abismo. Esto es, dejaríamos de mariposear acerca de cuánto puede profanarse a la Eucaristía y si puede haber excepciones a la primera norma para recibir al Santísimo: estar en gracia de Dios. Porque la misericordia es perdón, no cesión.
  1. ¿Lo que está pasando, ¿es el comienzo de la “abominación de la desolación erigida en el lugar santo (Mt 24, 15)”? Porque, oiga ¡qué acongoje!
  2. Si se generaliza el sacrilegio, ¿seguirá Dios regalando al hombre el prodigio eucarístico sin el cual el mundo no se sostiene en pie ni un par de minutos? ¿O comenzará entonces lo tantas veces profetizado, no especialmente agradable: el fin de la reserva eucarística, la reducción de la transustanciación y su reducción, así como el del culto eucarístico a una Iglesia de catacumbas?
No, no es que hoy me sienta especialmente alegre y quiera regalarles una tragedia telúrica en toda regla, pero el proceso iniciado con el Sínodo de la Familia en 2014 parece abocado a esto.
Unas preguntitas de nada, fruslerías, futesas.
Eulogio López

jueves, 6 de agosto de 2015

Divorciados pero no excomulgados: el Sínodo de la Familia se convierte en el Sínodo de la confusión (Eulogio López)




Un nuevo artículo sobre lo mismo: el tema de los divorciados vueltos a casar, esta vez de Eulogio López, director de Hispanidad. Éste es el enlace al original. Y vuelvo a copiar aquí el contenido, porque da gusto oír a personas que siguen llamando "al pan, pan; y al vino, vino"

Divorciados pero no excomulgados: el Sínodo de la Familia se convierte en el Sínodo de la confusión
  • La comunión de los divorciados con segunda ronda es un sacrilegio, con excomunión o sin ella.
  • La misericordia consiste en odiar el pecado y amar al pecador, no al revés.
  • Cuando el Magisterio de la Iglesia precisa de un hermeneuta es que algo falla.
  • El arrejuntado empeñado en comulgar es como Enrique VIII: el soberbio que no está dispuesto a aceptar que él haga algo mal.
Quien aborta queda excomulgado, pero basta con que se confiese para que vuelva al estado de gracia y pueda comulgar. El problema del divorciado y arrejuntado es distinto. Es la diferencia entre estar y ser. La que aborta pecó -terrible pecado-, pero el que vive en una situación irregular está pecando, mismamente ahora mismo. ¿Que esta situación es muy habitual? Sí, como el pecado mismo: habitualísimo a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Se ha armado buena con las palabras del papa Francisco, que en titular se recogen así: “El divorciado no está excomulgado, forma parte de la Iglesia”.
A partir de ahí empieza la hermenéutica del papa Francisco (no olvidemos que Su Santidad es porteño) y lo que implica la hermenéutica de quinta derivada.
Los hermeneutas piden que se lea toda la intervención del Francisco, y hacen muy bien. En el Nuevo Orden Mundial (NOM), vulgo progresía modernista, uno de los mayores divertimentos consiste en retorcer las palabras del Papa hasta hacerle decir lo que no quería decir.
Ahora bien, no olviden la regla de oro: si los medios manipulan una vez tu mensaje la culpa la tienen los medios. Si la manipulan dos, la culpa puede estar repartida entre manipulado y manipulador. Si te manipulan una tercera…
Además, las consecuencias y pormenores de la pena de excomunión las dejo para los especialistas en canónico. Una de mis grandes ventajas como católico es que nunca he creído mucho en el Derecho Canónico.
Pero sí creo en que la Iglesia vive de la Eucaristía y en que nada es más grave que el sacrilegio. Comulgar en pecado mortal es un “un horrible sacrilegio”.
En cualquier caso, a lo que estamos, Manuela, que se nos va la tarde. Para comulgar bien son necesarias tres cosas y la primera seguirá siendo necesaria hasta el fin de los tiempos: estar en gracia de Dios. También, no haber comido una hora antes de comulgar y saber a Quién se recibe.
El arrejuntado no es un apóstata. Está dentro de la Iglesia, ciertamente, pero no puede comulgar porque no está en gracias de Dios: cometería un sacrilegio.
Ciertamente, si tiene hijos con su segunda naranja (que no es la otra mitad de la media naranja sino que suele se ser un melón) no puede abandonar a los niños nacidos de su segunda convivencia. Tendrá que vivir “como hermano y hermana” con la neoparienta, que es algo que se presta a la retranca española pero que no debe resultar tan sencillo, sobre todo, si la segunda no es melón sino pera limonera y frondosa. Y no sólo tiene que vivir como hermano y hermana sino hacerlo patente para no dar escándalo. Tarea costosa a fe mía.
Más aclaraciones (al parecer, vivimos el Papado de las aclaraciones permanentes):
1. Acoger al divorciado y arrejuntado. Naturalmente que sí. Soy periodista y si no practicara esa obra de misericordia me temo que no tendría amigos en la profesión. Otra vez lo de San Agustín: odiar el pecado, amar al pecador. Una norma espiritual y una norma de vida: odiar la enfermedad y amar al enfermo, odiar la pobreza y amar al pobre, odiar la ignorancia y amar al ignorante, etc., etc., etc.
2. Las declaraciones del Papa Francisco llegan en vísperas de la segunda parte del temible Sínodo sobre la Familia, convertido ya en el Sínodo de la confusión. Volvemos al genial ensayo de Jacinto Choza tituladoElogio de los grandes sinvergüenzas, dentro del volumen “La supresión del pudor y otros ensayos”. Felipe IIera un mujeriego, pero no exigía que la Iglesia cambiara su doctrina para justificar sus revueltos de sábanas.Enrique VII sí, porque Felipe II era impuro pero Enrique VII era impuro y algo peor: soberbia.
Y el peligro de ser misericordioso con la soberbia (que no con el soberbio, distingamos entre la doctrina y la persona) es que si hay algo que la soberbia no acepta es precisamente la misericordia. Lo considera un insulto.
3. A la postre, la pregunta es: ¿qué es peor estar excomulgado o ser un sacrílego? Y una segunda: ¿no estar excomulgado significa poder acceder a la Eucaristía? No, por supuesto.
Sí, ya sé que el Papa Francisco no ha dicho eso, pero me temo que muchos quieren entender eso y han entendido eso.
Pero, a todo esto, ¿de qué estamos hablando realmente? Estamos hablando de un señor, el arrejuntado, al que le ha importado un bledo romper con la doctrina de la Iglesia pero que, eso sí, exige acceder a la Comunión. Y si no cree en la doctrina de la Iglesia, ergo no cree que en el trozo de pan consagrado está el mismísimo Dios, ¿para qué puñetas da la tabarra con la comunión? Porque es Enrique VIII. El soberbio que no está dispuesto a aceptar que él haga algo mal.
El Sínodo de la Familia, primera parte, se convirtió en el Sínodo de la confusión. Y mucho me temo que la segunda parte, es, como la canción infantil, “mucho más interesante”.
Eulogio López

"Los divorciados vueltos a casar no están excomulgados" (Alejandro Villarreal)


Las palabras que dan título a este Blog, es decir: "Los divorciados vueltos a casar no están excomulgados" son del papa Francisco. El artículo que viene a continuación está escrito por Alejandro Villarreal. Puede leerse el original haciendo clic aquí. Me ha parecido interesante y por eso lo publico en este blog (añadiendo algunos enlaces que pueden completarlo).

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El papa Francisco ha vuelto a hablar sobre los “divorciados que se han casado de nuevo” (...). En esta ocasión ha repetido una frase que ya se le había escuchado antes:


Las personas divorciadas vueltas a casar “no están excomulgadas”, y no deben ser tratadas como tales, pues “ellas forman parte siempre de la Iglesia”

“En efecto, estas personas no son en efecto excomulgadas, no están excomulgados, y no van absolutamente tratadas como tales: ellas forman parte siempre de la Iglesia”
( Fuente: Aciprensa)

[Nota: En la audiencia general de los miércoles de ayer, 5 de agosto de 2015, se pueden leer cuáles  fueron, exactamente, sus
palabras. Hacer clic aquí]

Cualquier católico medianamente instruido sabe que los mal llamados divorciados (el divorcio no existe o no está reconocido entre los católicos) no necesariamente caen en excomunión. En general, quien incurre en excomunión es aquel que niega alguna verdad de Fe, pero no es necesario que alguien se “divorcie” negando, por ejemplo, que el matrimonio no sea un sacramento o que éste sea indisoluble. Quizás lo haga sabiendo que comete un pecado mortal y, temerariamente, se entrampe en esa situación. 

Lo que es innegable es que quien habiendo contraído matrimonio lícito en la Iglesia católica abandona a su cónyuge, ya sea de común acuerdo o no, y se junta con otra persona, comete un pecado mortal.

De esta manera, no es posible aconsejar que se le otorgue la comunión a alguien que viva en dichas circunstancias, no porque esté excomulgado sino porque está en pecado mortal, un pecado que no podrá borrarse sino cuando se recurra a la confesión y se haga firme propósito de enmienda. 

Sobre la segunda afirmación, que alude a ser miembro de la Iglesia, habría que distinguir entre los miembros vivos y los miembros muertos de la Iglesia. El Catecismo Mayor del gran pontífice católico San Pío X dice lo siguiente:

167.- ¿Basta para salvarse ser, como quiera, miembro de la Iglesia Católica? 

– No, señor; no basta para salvarse ser, como quiera, miembro de la Iglesia Católica, sino que es necesario ser miembro vivo.

168.- ¿Cuáles son los miembros vivos de la Iglesia? 

– Los miembros vivos de la Iglesia son todos y solamente los justos; a saber, los que están actualmente en gracia de Dios.

169.- ¿Y cuales son los miembros muertos? 

– Miembros muertos de la Iglesia son los fieles que se hallan en pecado mortal.

Entonces, podríamos decir que las afirmaciones de Francisco no son incorrectas, aunque con muchísimas salvedades y puntualizaciones, que brillan por su ausencia y, por lo tanto, es muy probable que puedan malinterpretarse, dando falsas esperanzas a quienes se encuentren en la situación de ser “divorciados vueltos a casar”.

Pues bien: podrían ser miembros de la Iglesia, pero serán siempre miembros muertos, que han perdido la gracia y que no podrán aspirar a salvar su alma si no rectifican su situación. Es de hacer notar que las salvedades y puntualizaciones es ya habitual que nunca se hagan y, por lo tanto, ese escenario de la malinterpretación siempre sea probable.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué significan las palabras del papa Francisco? o ¿cómo podrían intepretarse? Estas afirmaciones nos llevan, al menos, a dos situaciones probables:
  1. Quienes las escuchan saben que su situación no es producto de haber negado ninguna verdad de Fe católica y, por lo tanto, no caen en excomunión, pero saben que viven en pecado mortal, y saben que, aunque son miembros de la Iglesia, son miembros muertos y, por lo tanto, no podrán comulgar hasta que confiesen sus pecados y hagan firme propósito de enmienda (comulgar en esas condiciones sólo atraerá su propia condenación como nos advierten las graves palabras de San Pablo: “Quien come el Cuerpo de Cristo indignamente, come su propia condenación” -1Cor. XI,27-) ... lo que incluirá el vivir en castidad, si es que no se tiene voluntad para volver con su esposa legítima a los ojos de Dios y rehacer la vida conyugal y, por supuesto, encargarse íntegramente de los hijos que haya procreado, legítimos e ilegítimos (e incluso de su o sus concubinas como podrían exigir las leyes civiles al respecto). En todo caso, el rectificar esta situación anómala será siempre conveniente hacerlo con el consejo de un buen director espiritual, un sacerdote que tenga bien clara la doctrina de la Iglesia y que no le dé falsas esperanzas.
  2. Quienes escuchan estas palabras malinterpretan que como el papa ha dicho que no están excomulgados, entonces pueden comulgar, ya que también ha dicho que son “miembros de la Iglesia”, y quizás malinterpreten que no sea necesario ningún trámite intermedio como sería la confesión y que tampoco exigiría ningún cambio en su vida. Quizás algunos lleguen al extremo de malinterpretar que puedan abandonar a su primera, segunda, tercera, etc., concubina (o concubino, con sus respectivos hijos) sin que esto les represente ningún cargo de conciencia, ya que ahora deben ser acogidos amorosamente dentro de la Iglesia.
Al menos éstos son los dos escenarios que yo puedo imaginar; y en el caso del primer escenario es casi improbable que se llegue a la conciencia de estar en pecado mortal sin la ayuda de un buen sacerdote o de tener a alguien cercano que, con verdadera caridad, le abra los ojos a los mal llamados “divorciados” vueltos a casar. El decirles a estas personas sobre la gravedad de su situación es el verdadero acto de amor al prójimo y no los simples actos exteriores que los hagan sentir bien en su pecado.

Entender estas palabras de otra manera sería entender el Sacramento del Matrimonio de forma diferente a como la Iglesia lo ha hecho en todo tiempo y lugar; y eso sí sería negar una verdad de Fe. Sería contribuir a la protestantización de la Iglesia que ha estado tan de moda entre los modernistas desde hace al menos 50 años; pues los grupos que han abandonado la seguridad doctrinal de la Iglesia no reconocen al matrimonio como un sacramento y, por lo tanto, es objeto de veleidades humanas, como el divorcio.

Finalmente, éstos son algunos cánones del Concilio de Trento, respecto al Sacramento del Matrimonio, que conviene recordar y cuya negación sí amerita la excomunión:

CAN. I. Si alguno dijere que el Matrimonio no es verdadera y propiamente uno de los siete Sacramentos de la ley Evangélica, instituido por Cristo nuestro Señor, sino inventado por los hombres en la Iglesia; y que no confiere gracia; sea excomulgado.

CAN. II. Si alguno dijere que es lícito a los cristianos tener a un mismo tiempo muchas mujeres, y que esto no está prohibido por ninguna ley divina; sea excomulgado.

CAN. VII. Si alguno dijere que la Iglesia yerra cuando ha enseñado y enseña, según la doctrina del Evangelio y de los Apóstoles, que no se puede disolver el vínculo del matrimonio por el adulterio de uno de los dos consortes; y cuando enseña que ninguno de los dos, ni aun el inocente que no dio motivo al adulterio, puede contraer otro matrimonio viviendo el otro consorte; y que cae en fornicación el que se casare con otra, dejada la primera por adúltera, o la que, dejando al adúltero, se casare con otro; sea excomulgado.

fuente: http://www.mercaba.org/CONCILIOS/Trento11.htm

Papa Francisco: encuentro del 11 de Julio en Paraguay DIÁLOGO INTERRELIGIOSO IMPOSIBLE, AUNQUE LO DIGA EL PAPA (1/2)

(Para leer la segunda parte pinchar aquí)
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El 11 de julio de 2015 el papa Francisco tuvo un encuentro con los representantes de la sociedad civil de Paraguay, en el Estadio León Condou. El texto completo puede visualizarse pinchando aquí. Me limito aquí a hacer algún comentario acerca de algunas expresiones que utiliza el santo Padre (éstas vienen en rojo oscuro; las mías en azul).

Ahora también es verdad que el diálogo no es fácil, hay que superar muchas dificultades y a veces parece que nosotros nos empecinamos en hacer las cosas más difíciles todavía. Para que haya diálogo es necesaria una base fundamental. Una identidad. Por ejemplo, yo pienso en el diálogo interreligioso, donde representantes de las diversas religiones hablamos, nos reunimos a veces para hablar diversos puntos de vista. Pero cada uno habla desde su identidad: yo soy budista, yo soy evangélico, yo soy ortodoxo, yo soy católico, pero cada uno dice su identidad, no negocia su identidad.



[¿Qué sentido tiene un diálogo en el que lo único que se busca es saber lo que el otro piensa, cuando lo que en un verdadero diálogo es la verdad lo que debe buscarse; y no el consenso?]

La uniformidad nos anula, nos hace autómatas. La riqueza de la vida está en la diversidad por lo que el punto de partida no puede ser voy a dialogar pero aquel está equivocado. 


[Por lo visto, el punto de partida debe ser, entonces: yo estoy equivocado y estoy aquí para aprender algo del otro ... y esto es de aplicación sólo para los católicos ... ¡si son precisamente los demás quienes deben aprender la doctrina que hemos recibido de Jesús para hacerla llegar a todas las gentes! ¿O ha cambiado ahora ese mensaje?] 


No, no, no podemos presumir que el otro está equivocado 


[Según esto, la seguridad en la verdad recibida es presunción, tenemos que dudar de lo nuestro; si alguien está seguro de algo es considerado un extremista, incapaz de dialogar] 


Yo voy con lo mío y voy a escuchar qué dice el otro, en qué me enriquece el otro, en qué el otro me hace caer en la cuenta que yo estoy equivocado, y en qué cosas le puedo dar yo al otro, es un ida y vuelta, ida y vuelta pero con el corazón abierto con presunciones de que el otro está equivocado, mejor irse a casa y no intentar un diálogo.

[No hay presunción de ningún tipo porque lo que tenemos no es nuestro, sino que lo hemos recibido; hemos recibido de Dios su Palabra, que se identifica con Jesucristo, para transmitirla a los demás; y para ello debemos de estar dispuestos a jugarnos la vida, si fuera preciso ... pero ¿cómo me voy a jugar la vida por algo de cuya veracidad dudo? ¿Acaso el diálogo con los demás supone una duda continua respecto al propio ser? Eso no tiene sentido. ¡Y no se trata de convencer a los demás, en el sentido de coaccionarles, pero sí de hacer todo lo posible y lo imposible, para que todos lleguen al conocimiento de la Verdad ... ¡Y ésta sólo se encuentra en Jesucristo! Claro está: Si esto no se admite (¡y los no católicos, por definición, no lo admiten!) entonces ciertamente lo mejor es irse a casa y no intentar un diálogo ..., como dice el santo Padre, pero no por las razones que aduce para ello sino porque sería una pérdida de tiempo, en el mejor de los casos el "dialogar" con un mahometano o con un judío, por ejemplo, pues los tales odian a Cristo ... y no es ya que no lo conozcan sino que no están dispuestos tampoco a conocerlo. El "diálogo", para ellos, sólo tendría sentido, si nuestra Religión se pusiera a la par con la suya lo cual no podemos hacer, por razones obvias]

El diálogo es para el bien común [¿solamente?] y el bien común se busca desde nuestras diferencias dándole posibilidad siempre a nuevas alternativas 


[Depende: habría que matizar un poquito puesto que hay "nuevas alternativas" (expresión ambigua) que de ninguna de las maneras serían posibles para un cristiano, so pena de dejar de serlo] 


Es decir, buscar algo nuevo;  cuando hay verdadero diálogo
siempre se termina en un (permítanme la palabra, pero la digo noblemente) en un acuerdo nuevo, donde todos nos pusimos de acuerdo "en algo"

[Pero, ¿es posible llegar a un acuerdo sobre algo entre dos personas si una de ellas dice que ese algo es negro y la otra insiste en que es blanco? ¿Habría que decir, entonces, que ese algo es gris, para evitar confrontaciones? ¿Eso supondría un acercamiento a la verdad?  Porque se diga como se diga, tal modo de pensar o de actuar supone admitir que todo es relativo. Y es más: si el diálogo se repite en otro momento o entre otras personas, nos encontraríamos con que entonces tampoco sería gris sino verde ... y así hasta el fin de los tiempos: la verdad se difumina, imperando el relativismo y el historicismo. Lo que es verdad en una época de la historia es mentira en otra, etc ... ¡Si Jesucristo no hubiera venido y nos hubiera hablado! ... ¡tal vez se podría hablar en esos términos! Pero Jesús vino, y con su Venida las cosas son como Él las piensa, que es quien las ha creado, incluyéndonos a nosotros] 

¿Hay diferencias? Quedan a un costado, en la reserva, pero en ese punto en que nos pusimos de acuerdo, o en esos puntos en que nos pusimos de acuerdo, nos comprometemos y los defendemos, es un paso adelante 

[¡Por supuesto que hay diferencias! Es una pregunta cuya respuesta se conoce de antemano; pero el problema es que se trata de diferencias esenciales, que no pueden quedar a un costado, como dice el papa Francisco. No se trata de diferencias de gustos o de estilos: de ser así no habría ningún tipo de problema y el diálogo sería perfectamente posible ... ¡pero no es así!] 

Esa es la cultura del encuentro. 



[¿Del "encuentro"? ¿De qué "encuentro"? ¿Qué es lo que se puede encontrar ahí? Porque si algo está claro -o debe de estarlo- es que lo que todos deseamos encontrar (lo sepamos y no), y lo único que puede darnos la felicidad -y esto no es discutible- es el propio Jesucristo, entendido como lo que es: verdadero Dios y como verdadero hombre. Para desgracia del pueblo cristiano y de toda la humanidad, en verdad, esto no se predica y muchos de los que se dicen católicos lo desconocen. ¿Cómo es posible que nos atrevamos a decir que al avergonzarnos de Jesús, renegando de nuestra fe, entonces podemos encontrarnos con los demás? Eso no tiene ni pies ni cabeza, por no utilizar palabras mayores: ¡ Es en Jesús, y sólo en Jesús, donde el encuentro es posible! ... Si sobre esto tenemos alguna duda, es señal clara e inequícoca de que nuestra fe está por los suelos y necesitamos urgentemente del Señor, o estamos perdidos] 

No le tenemos que temer, no tenemos que ignorar el conflicto, por el contrario somos invitados a asumir el conflicto. Si no asumimos el conflicto, si no asumimos el conflicto nos va a dar dolor de cabeza. Que vaya con su idea a su casa y yo me quedo con la mía. No podemos dialogar nunca. 

[Una cosa es asumir el conflicto, que lo hay; y otra es el diálogo. No debemos confundir los términos. Si hablamos con propiedad y si las palabras significan realmente algo, es preciso, entonces, partir del hecho de que la verdad existe ... y que, además, se puede conocer. El católico, por pura gracia, posee esa verdad: ¡esto es muy importante ... y no es ninguna presunción ni somos, por ello, mejores que los demás! ... Al contrario, es una pesada carga la que Jesús nos ha impuesto a los católicos: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15)  Y san Pablo:  "¡Ay de mí si no evangelizara!"  (1 Cor 9, 16). No, "no es algo que nos guste",  "no es algo de lo que podamos presumir". Se trata de algo que hemos recibido y que tenemos la obligación de transmitir a los demás, so pena de traicionar a Jesucristo y de perder nuestra verdadera vida, la cual se encuentra junto a Jesús y sólo en Él. Y es ese "estar con Jesús" lo único que hace esta carga no sólo soportable sino incluso amable: "Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 29-30) 

Cuando se está seguro de estar en la Verdad, no por nosotros mismos ni por nuestros méritos personales, sino por la gracia de la fe que Dios nos ha concedido ...  una seguridad que, como digo,  proviene directamente de Dios encarnado en la Persona de su Hijo, Jesucristo nuestro Señor, ... , nuestra misión como cristianos no es la de "dialogar", en el sentido en el que el mundo entiende esta palabras, sino la de llevar a la gente al Señor, que es el único modo que tienen de ser verdaderamente felices. No hay otro camino:  "Yo soy el camino" (Jn 14, 6), decía Jesús. Y san Pablo, hablando de Jesucristo: "Ningún otro Nombre hay bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12) 


Esto es algo que ni siquiera podemos, ni siquiera deberíamos plantearnos, si tuviésemos fe, porque las palabras de Jesús son Espíritu y son Vida (cfr Jn 6, 63), son intemporales; están dichas para todo momento y lugar. Su actualidad es hoy aún mayor, si cabe, que cuando fueron pronunciadas, dado que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8).  


De manera que si la persona con la que se "dialoga" no quiere ni oír hablar de esta realidad, que es la que define a un católico y le hace ser lo que es ... desde luego es imposible llegar a ningún tipo de acuerdo ... Para ello sería necesario un milagro, pero no es ese el camino ordinario de actuar de Dios ... Y aunque podría hacerlo y alguna vez lo ha hecho, siendo el caso más claro y conocido el de la conversión "extraordinaria" de san Pablo (cfr Hech 9, 1-19),  Dios no suele proceder así normalmente; y con esto debemos contar]

(Continuará)

martes, 4 de agosto de 2015

Último día de viaje del Papa en Paraguay (3 de 3) LA SANTA MISA, SACRIFICIO DE CRISTO EN LA CRUZ


Dice el santo Padre que "por muchas Misas de domingo ..."  ¡precisamente hoy día, en que el número de cristianos que van a Misa brilla por su ausencia!  Tal vez esa expresión hubiese tenido algún sentido hace cincuenta años cuando las Iglesias se llenaban de gente los domingos. Hoy, todos lo sabemos muy bien, no es el caso. Los cristianos, particularmente los jóvenes, han abandonado la Misa, siendo muy pocos los que aún siguen asistiendo a Misa los domingos. ¿Si estos pocos dejaran de acudir los domingos a la santa Misa serían, entonces, más solidarios? 


Sí, ya sé que el Papa no ha dicho eso ... pero al hablar del modo en que lo ha hecho, la Misa ha quedado mal parada y reducida a algo accesorio y banal, de lo que -en cierto modo- puede prescindirse ...  ¡siempre que se sea solidario! 


Con todos mis respetos -sinceros- para el santo Padre, pienso que ha cometido un error citando la santa Misa en esos términos (no entro en sus intenciones que doy por supuesto que son buenas). Era algo innecesario, y no venía a cuento el nombrar la santa Misa en ese contexto pues ello da lugar a un mensaje ambiguo con diversas interpretaciones, lo que no es bueno; desde luego no es así como hablaría Jesucristo. 


Porque, además -para colmo, y esto es una lástima- son muy pocos -y cada vez menos- los católicos que conocen el significado esencial de la Misa como lo que realmente es, a saber, el mismo Sacrificio de Cristo en la Cruz. 


El carácter sacrificial de la santa Misa, que le es esencial, es prácticamente desconocido por una inmensa cantidad de católicos, que no conocen su propia fe. El Sacrificio de Cristo que tiene lugar en cada Misa no es un nuevo Sacrificio, pues "Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más" (Rom 6, 9). 


Cristo murió una única vez; pero, y esto es lo que muchísimos cristianos desconocen, en la santa Misa tiene lugar, se hace presente el mismo y único Sacrificio de Cristo en la Cruz. No es ningún recuerdo de algo que pasó. 


Hay un Sacrificio real de Jesucristo; no es que Cristo muera de nuevo en cada Misa (¡sabemos que Cristo murió una sola vez y ya no muere más!). No es eso, sino que lo que ocurrió allí y entonces de modo cruento (con derramamiento de sangre), está teniendo lugar aquí y ahora, de modo incruento (sin derramamiento de sangre). El mismo y único Sacrificio de Cristo en la Cruz que ocurrió allí y entonces está teniendo lugar (el mismo, que no otro) aquí y ahora: se actualiza, se hace presente.


Esta "actualización" no se trata de un recuerdo de lo que allí pasó.  En la santa Misa asistimos a la Pasión y Muerte del Señor, no en memoria, ni en figura, ni en recuerdo sino "in re", real y verdaderamente Esto es una verdad de fe. No tenemos más que leer el Catecismo [o bien el Catecismo de la Iglesia Católica: CIC números 1356, 1357; 1362 a 1368; o bien el Catecismo Mayor de san Pío X o el del Concilio de Trento]


Como Señor que es del espacio y del tiempo, sólo Él puede atravesar esas fronteras espacio temporales. Y así cuando se celebra la santa Misa, en un determinado lugar y momento actuales, en ella está ocurriendo realmente y exactamente (aunque de modo incruento) la misma Pasión y Muerte del Señor que tuvo lugar en el pasado y en otro lugar de la Tierra. 


Él tiene ese Poder para hacerlo, pues es Dios; y nosotros, en la santa Misa, tenemos la posibilidad (que se nos ha concedido por pura gracia) de asociarnos y unirnos "in re" a su Sacrificio, si estamos en estado de gracia, padeciendo verdaderamente con Él y en Él, haciéndonos así corredentores con Cristo y salvando al mundo de sus pecados, incluidos los nuestros, por supuesto.




[Hablar de este tema nos llevaría al gran misterio del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, cuya Cabeza invisible es el propio Jesucristo y nosotros somos sus miembros. Y en un cuerpo todo lo que le ocurre a cualquier miembro es experimentado por todos los miembros de ese cuerpo como suyo propio. Esa es la razón por la que san Pablo podía decir:   "Ahora me alegro en los padecimientos por vosotros y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).  ]


Si Cristo, siendo el Justo entre los justos, padeció y murió por unos pecados que no había cometido -y lo hizo para salvarnos- ¿qué cosa más normal que también nosotros, unidos a Él, padezcamos y muramos por unos pecados que sí que hemos cometido?. Anterior a su venida, estos sufrimientos de los justos no servían de mucho, pues las puertas del Cielo estaban cerradas, debido al pecado de nuestros primeros padres. Pero una vez que el nuevo Adán, Jesús, vino al mundo y dio su vida por nosotros, el pecado quedó destruido. Y fuimos redimidos: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5, 20).


No debemos olvidar, sin embargo, que esa redención objetiva del pecado, gracias al Amor de Jesucristo, que afecta a todos los hombres, debe transformarse en redención subjetiva en cada uno de nosotros, mediante un acto libre y consciente de fe por nuestra parte; y haciendo realidad, en nuestra vida, su propia Vida. En el Amor son dos los que cuentan: Dios y cada uno de nosotros. Él ya ha puesto su parte y la sigue poniendo en cada instante. Ahora nos toca a nosotros responder como conviene para hacer posible esa Salvación que Jesús vino a traernos.

Si bien es cierto que dijo Jesús: "Sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5); de modo que la tarea de la salvación nos parecería -y sería, de hecho- imposible, también son ciertas las palabras de san Pablo: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil 4, 13). Solos no podemos; está fuera de nuestro alcance. Es algo sobrenatural. Pero, unidos a Él, podemos tener la plena confianza de que jamás nos dejará si nosotros no queremos.


Como tantas veces he repetido en este blog, Dios no salvará a nadie que no quiera ser salvado, es decir, que no ponga los medios que Él ha dispuesto para que podamos ser salvos. Y así, según sea el uso que hagamos de la libertad que Dios nos ha dado, puesto que su voluntad de salvarnos es clara y manifiesta, depende enteramente de nosotros el salvarnos, aunque tal salvación nos sea concedida por Él. 

De manera que -y esta es la idea clave- el que no está unido a Cristo, por mucha que sea la "solidaridad" que diga tener para con los demás, eso no le va a servir de nada: "Aunque repartiera todos mis bienes en alimentos ... si no tengo caridad de nada me sirve" (1 Cor 13, 3). 


Una "solidaridad" sin caridad suele ser, casi siempre, una pura farsa. Sería, en el mejor de los casos, simple filantropía; y se quedaría en el terreno de lo meramente humano. Pero el que está unido a Jesucristo, por la fe y el amor, ese sí que tiene la capacidad de ayudar a los demás (dándole a la palabra ayudar su pleno sentido). ¿Por qué? Pues, porque en Cristo -y sólo en Cristo- los demás no nos son extraños, sino que son verdaderamente nuestros hermanos, hijos de un mismo Padre. Unidos a Jesús, nos hacemos realmente, por pura gracia, hijos de Dios, "hijos en el Hijo" y, por lo tanto, hermanos.


Pues bien: es en la santa Misa donde se lleva a cabo esa unión con Jesucristo, al participar de los méritos de la Pasión y de la Muerte del Señor. Los demás son, entonces (y sólo entonces) nuestros verdaderos hermanos en Cristo; y nos convertimos así en corredentores con Jesucristo para salvar al mundo. En la santa Misa el Espíritu de Jesús, que es el Espíritu Santo, nos une en un solo cuerpo: el Cuerpo Místico de Cristo. Conservando cada uno su personalidad, es capaz de amar a todos y de ayudarles de verdad, porque dándoles a Jesús les está dando lo más hermoso y lo más grande que podría darles. 


Esa sí que es la "solidaridad" verdadera, a saber la "solidaridad" cristiana que es, en definiva, la caridad cristiana, hecha posible gracias a la santa Misa. De ahí la enorme y vital importancia del sacrificio de la Misa, como muestra del mayor amor posible cual es el de dar la vida, tal y como hizo Jesús. 


Y de ahí la inconsistencia o la imprudencia - si se quiere- de la frase papal: "Por más Misa de los domingos, si no tienes un corazón solidario..."  ¡Pues, con todo el respeto del mundo, Su Santidad, va a ser que no! Si nos quitan la Misa, nos quitan a Jesús. Y entonces, ¿qué me importan a mí los demás? ¿Qué son los demás para mí? Absolutamente nada ... que es lo que está ocurriendo hoy en día en casi todo el mundo, porque la gente, en masa, influida por los medios de comunicación, está cayendo, cada vez más, en la apostasía y en el rechazo de Dios. 


Está más que demostrado por la historia: cuando el hombre se olvida de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, se vuelve inhumano.

José Martí

El Santo Sacrificio de la Misa (Catecismo Mayor de san Pío X)



DEL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA 



652.- ¿Es la Eucaristía solamente sacramento? 


- La Eucaristía, además de sacramento, es también el sacrificio perenne de la nueva ley dejado por Jesucristo a su Iglesia para ser ofrecido a Dios por mano de los sacerdotes.

653.- ¿En qué consiste en general el sacrificio? 

- El sacrificio en general consiste en ofrecer una cosa sensible a Dios y destruirla de alguna manera en reconocimiento de su supremo dominio sobre nosotros y sobre todas las cosas.

654.- ¿Cómo se llama este sacrificio de la nueva ley? 

- Este sacrificio de la nueva ley se llama la santa Misa.

655.- ¿Qué es, pues, la santa Misa? 

- La santa Misa es el Sacrificio del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, que se ofrece sobre nuestros altares bajo las especies de pan y de vino en memoria del sacrificio de la Cruz.

656.- ¿Es el sacrificio de la Misa el mismo de la Cruz? 

- El sacrificio de la Misa es sustancialmente el mismo de la Cruz, en cuanto el mismo Jesucristo que se ofreció en la Cruz es el que se ofrece por manos de los sacerdotes, sus ministros, sobre nuestros altares; mas, cuanto al modo con que se ofrece, el sacrificio de la Misa difiere del sacrificio de la Cruz, si bien guarda con éste la más íntima relación.

657.- ¿Qué diferencia y relación hay, por consiguiente, entre el sacrificio de la Misa y el de la Cruz? 

- Entre el sacrificio de al Misa y el de la Cruz hay esta diferencia y relación: que en la Cruz, Jesucristo se ofreció derramando su sangre y mereciendo por nosotros, mientras en nuestros altares se sacrifica Él mismo sin derramamiento de sangre y nos aplica los frutos de su pasión y muerte.

658.- ¿Qué otra relación guarda el sacrificio de la Misa con el de la Cruz? 

- La otra relación que guarda el sacrificio de la Misa con el de la Cruz es que el sacrificio de la Misa representa de un modo sensible el derramamiento de la sangre de Jesucristo en la Cruz; porque, en virtud de las palabras de la consagración, se hace presente bajo las especies del pan sólo el Cuerpo, y bajo las especies del vino sólo la Sangre de nuestro Redentor; si bien, por natural concomitancia y por la unión hipostática, está presente bajo cada una de las especies Jesucristo vivo y verdadero.

659.- ¿Es el sacrificio de la Cruz el único sacrificio de la nueva ley? 

- El sacrificio de la Cruz es el único sacrificio de la nueva ley, en cuanto por él aplacó el Señor la divina justicia, adquirió todos los merecimientos necesarios para salvarnos, y así consumó de su parte nuestra redención. Más estos merecimientos nos los aplica por los medios instituidos por Él en la Iglesia, entre los cuales está el santo sacrificio de la Misa.

660.- ¿Para qué fines se ofrece, pues, la Santa Misa? 

-El sacrificio de la Santa Misa se ofrece a Dios para cuatro fines: 

1º Para honrarle como conviene, y por esto se llama latréutico; 2º para agradecerle sus beneficios, y por esto se llama eucarístico; 3º para aplacarle, para darle alguna satisfacción de nuestros pecados y para ofrecerle sufragios por las almas del purgatorio, por lo cual se llama propiciatorio; 4º para alcanzar todas las gracias que nos son necesarias, y por esto se llama impetratorio. 

661.- ¿Quién es el que ofrece a Dios el sacrificio de la santa Misa? 

- El primero y principal oferente de la santa Misa es Jesucristo, y el sacerdote es el ministro que en nombre de Jesucristo ofrece el mismo sacrificio al eterno Padre.

662.- ¿Quién instituyó el sacrificio de la santa Misa? 

El sacrificio de la santa Misa lo instituyó el mismo Jesucristo cuando instituyó el sacramento de la Eucaristía y dijo que se hiciese en memoria de su pasión. 

663.- ¿A quién se ofrece la santa Misa?

- La santa Misa se ofrece a solo Dios.

664.- Si la santa Misa se ofrece a solo Dios, ¿por qué se celebran tantas Misas en honor de la Santísima Virgen y de los Santos? 

- La Misa que se celebra en honor de la Santísima Virgen y de los Santos es siempre un sacrificio ofrecido a solo Dios; se dice, empero, que se celebra en honor de la Santísima Virgen y de los Santos a fin de que Dios sea alabado en ellos por las mercedes que les hizo y nos dé más copiosamente por su intercesión las gracias que nos convienen.

665.- ¿Quien participa de los frutos de la Misa? 

- Toda la Iglesia participa de los frutos de la Misa, pero en particular: 1º., el sacerdote y los que asisten a la Misa, los cuales se consideran unidos al sacerdote; 2º., aquellos por quienes se aplica la Misa, así vivos como difuntos.

sábado, 1 de agosto de 2015

Último día de viaje del Papa en Paraguay (2 de 3) ¿SOLIDARIDAD SIN MISA?


Estaba comentando el pasado lunes, 24 de julio, una frase del papa Francisco el último día de su viaje a Paraguay, aquélla en la que termina diciendo que la fe, sin solidaridad es una fe sin Cristo, es una fe sin Dios, es una fe sin hermanos. Por así decirlo, "demostré", basándome en el Nuevo Testamento y en las verdades que siempre ha enseñado la Iglesia que la virtud por excelencia del cristiano no es la solidaridad sino la caridad .

Pero fue el comienzo de la frase completa el que me sacó de mis casillas y que no comenté en el post aludido, aunque dije que lo haría. Éstas fueron las palabras del Papa: "POR MÁS MISA DE LOS DOMINGOS, si no tienes un corazón solidario, si no sabes lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil o es enferma o está muerta (...)"


Bueno, no acabo de entender qué tiene que ver la santa Misa, a la cual se nombra como de paso, sin dar más explicaciones, con la idea de solidaridad. Podría haber sido más explícito, digo yo: aunque ya debería de estar curado de espanto y haberme acostumbrado a sus frases ambiguas, de interpretaciones varias, yo no me habitúo, lo confiesto. 

Si en general, toda persona debe hablar siempre con sencillez y rigor para no dar lugar a posibles malinterpretaciones por parte de quien la escucha, en el caso de nuestro Papa esto adquiere una importancia especial ... y las advertencias del Señor a sus discípulos sobre el particular son muy claras y no ha lugar a ningún tipo de interpretación distinta a lo que se ha dicho:  "Sea, pues, vuestra palabra: 'Sí, sí', 'No, no'. Lo que pasa de esto del Maligno viene" . No hay comentarios.


En esta entrada voy a comentar algo acerca de esa expresión del papa Francisco, cuando dice: "POR MÁS MISA DE LOS DOMINGOS, si no tienes un corazón solidario, ...

  
- De entrada, ir a Misa los domingos es una obligación grave para todo cristiano, hasta el punto de que comete pecado mortal quien falta a Misa los domingos y días de precepto. Cuando eso ha sido impuesto así por la Santa Madre Iglesia que, como tal Madre cuida de sus hijos para que éstos no se desvíen del recto camino, sus razones tendrá, y razones de peso, sin duda alguna. 


La expresión papal utilizada: "por más Misa de los domingos" da lugar a cierta confusión. No dice "por más Misas", lo cual ya sería grave, aun refiriéndose a la Misa diaria, sino que (y ahora sí, de modo explícito), hace referencia nada menos que a la Misa del domingo sabiendo, como sabe, que un cristiano peca gravemente si no va a misa los domingos y días festivos, a menos que haya una causa de tal calibre que lo haga imposible.


Por supuesto, como no podía ser de otra forma, tal expresión fue difundida por todos los medios de comunicación, lo cual añade aún más gravedad al asunto, puesto que llega a un mayor número de personas, con el consiguiente daño.  


¿Por qué hablo de daño? La respuesta es sencilla y creo que la entenderemos con facilidad: a muy poco que se profundice, hablar así de la Misa, sin venir a cuento y sin explicar realmente por qué se dice lo que dice, supone una clara desvalorización de la Santa Misa ... como si el ir a Misa o dejar de ir fuese algo banalEl pueblo cristiano está tan acostumbrado a oír decir aquello de que la misa es un "banquete" que se lo ha tomado "demasiado" en serio ... ¿Qué pasa si no asistes a un banquete? Nada. ¡Pues eso, pero con la Misa!


- ¡Y no es así! La Misa es infinitamente más que un simple banquete.
Dios mismo se hace presente, realmente presente, en la Eucaristía. No es ningún recuerdo. No se hace memoria de algo que ocurrió, sino que es algo que está ocurriendo, de verdad, en ese momento. ¿Es que el papa Francisco da por sentado que los cristianos no creen en la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía? Porque si así fuese (que, por desgracia, lo es en el caso de miles y miles de cristianos) eso sí, precisamente eso, tendría que ser motivo de una gravísima preocupación por parte del Santo Padre, pues los católicos, que forman la Santa Iglesia, están, a día de hoy, confundidos y "abatidos", como "ovejas sin Pastor". 


[Se trata de una realidad que ha ido "in crescendo" desde hace cincuenta años, y cuyo origen se encuentra en el Concilio Vaticano II, un Concilio que, dicho sea de paso, es el único no dogmático sino sólo pastoral y sin embargo es también el único que pretende imponerse "dogmáticamente", incurriendo así en una contradicción. Es más: hay algunos puntos de algunos documentos de este Concilio, precisamente aquellos en los que se está haciendo hincapié, que son bastante conflictivos y ambiguos y que se prestan a diversas interpretaciones, como se ha puesto de manifiesto con el paso del tiempo. Es muy ilustrativa, en este sentido, la lectura del libro "Vaticano II: una explicación pendiente", del cardenal Brunero Gherardini. La Iglesia actual se encuentra en penumbra, por no hablar de oscuridad total, sobre todo en una gran parte de la Jerarquía Eclesiástica. Pero en fin: no es éste el tema que ahora nos ocupa, de modo que continuamos para no perder el ripio] 


- Santo Padre, permítame que le hable con franqueza, como un miembro más del Cuerpo Místico de Cristo: ¡La Misa de los domingos -y cualquier Misa- es más importante que tener un corazón solidario!. Porque, además, en esa expresión así utilizada, se está dando por supuesto, de modo implícito, que la gente que va a Misa los domingos lo hace sólo por cumplir, para "salvarse" ellos solos ... como si el mero hecho de ir a Misa supusiera que son unos insolidarios y que el resto de la gente les importa un pimiento. Confunde Su Santidad -o parece confundir- el "ir a Misa" con la "beatería" hasta el punto de que los que van a Misa, por el simple hecho de ir a Misa, serían, sin más, unos beatos ... Y, lo que es peor, unos hipócritas porque van a Misa y luego son insolidarios con los demás.


¡Eso es emitir un juicio ... y además, condenatorio! ... lo que no casa muy bien con sus palabras de otra ocasión, dirigidas a los gays: ¿Quién soy yo para juzgar?  En el mejor de los casos no deja de ser muy extraño. Yo me pregunto: ¿Por qué no se da la presunción de inocencia "también" a los que van a Misa, sea diariamente o sea sólo los domingos? ¿Por qué se les considera, de entrada, unos hipócritas? ¿Por qué a ellos, precisamente a ellos- tendría que faltarles un corazón "solidario"?  


Y no encuentro una respuesta lógica ... porque no la hay. ¿Que es cierto que hay algunos católicos que van a Misa y que luego son insolidarios? Nadie lo niega. También los hay, y en mayor cantidad, entre los que no van a Misa. Pero para eso está la confesión: de ello tendrán que arrepentirse y confesarse ... Lo que desde luego es falso, a todas luces, es que si son insolidarios, la causa no hay que buscarla en la santa Misa: No se puede juzgar al todo por la parte. (No se puede juzgar a la Iglesia ateniéndose a aquellos cristianos que no viven conforme a su fe). Y no se pueden sacar la consecuencia de que sean las misas de los domingos la causa de su insolidaridad para con los demás ... Sí, ya sé que no es eso lo que ha dicho, pero hay mucha gente que se ha quedado con esa idea (por su falta de claridad al hablar) o, en el mejor de los casos, y esto es indiscutible, se ha quedado con la idea de que el ir o no ir a Misa los domingos es algo que no tiene más trascendencia ... y que lo realmente importante es ser solidario, lo que no es verdad.

Estoy convencido; bueno, sé a ciencia cierta, por la experiencia de las demás ocasiones, de que enseguida habrá muchos que acudirán al consabido "el Papa no ha querido decir eso", "el Papa ha sido malinterpretado", "hay una corriente conservadora que se opone a todo lo que dice el Papa" y otras sandeces por el estilo. 


Todo eso es rizar el rizo. La verdad es la verdad, la diga quien la diga. Y lo mismo ocurre con la mentira que lo es la diga quien la diga. De manera que pueden decir lo que quieran, pero lo cierto y verdad es que el Papa ha dicho lo que ha dicho. Punto. Y nosotros somos libres de usar nuestra razón para opinar acerca de sus palabras. Nuestra fidelidad al Papado es total, pero no a lo que diga cualquier Papa en cualquier momento y menos aún si contradice o da a entrever que contradice la doctrina multisecular de la Iglesia. 


Por supuesto que el Papa no ha dicho, de modo expreso, que la Misa sea algo accesorio y poco importante: ¡Faltaría más! Una declaración formal de ese tipo supondría una herejía y podría ser depuesto como Papa


Pero, puestos a nombrar la Santa Misa, ya que lo ha hecho, ha omitido decir de ella que es la esencia del Cristianismo y que tiene un valor infinitamente mayor que todos los corazones "solidarios" de toda la gente que existe, ha existido y existirá. Ha omitido decir que es Cristo mismo quien se hace realmente presente en la Santa Misa. ¿Y hay algún corazón más "solidario" que el de Jesucristo? ... ¡Y mucho más que solidario!

Hay, además, otra cosa que no me cuadra: para decir que debemos de tener un corazón "solidario" (aunque preferiría que hubiese hablado de caridad en lugar de solidaridad) ¿qué necesidad hay de nombrar la Misa y además, de esa manera, como si se tratase de algo banal? 


Si quien lo oye es católico, o bien se queda extrañado (si tiene las ideas claras) de que el Santo Padre hable así, o bien se queda confundido y escandalizado (si no tiene un verdadero conocimiento de su fe) ... o lo que sería peor, esas palabras dan lugar a que el católico en cuestión tranquilice su conciencia si no va a Misa los domingos: ¡No pasa nada, no hay que darle tanta importancia a lo que no la tiene ... lo realmente importante es ser solidario!. ¿Realmente eso es así?


Y si quien lo oye no es católico, pues ... viva la pepa. ¿Qué más da ser católico o no serlo? ¿Qué necesidad tiene de convertirse al catolicismo? Le basta ser "solidario" y se salvará de modo que puede dormir tranquilo y seguir viviendo como lo ha hecho hasta ahora ... Vamos, ... ¡como si la salvación fuera posible sin la unión con Jesucristo!  Se confunde así el amor cristiano con la "filantropía" o el "altruísmo" que, aunque están bien, se quedan a medio camino, en lo puramente humano, sin tener en cuenta a Jesucristo.


Se olvida también que "es la causa la que hace al mártir": Los cristianos que están siendo masacrados en la actualidad, un día sí y otro también, sin que intervenga ningún Gobierno para impedirlo (de lo cual tendrán que dar cuenta ante Dios, por permitir ese genocidio) están dando su vida por no renegar de Jesucristo, en quien creen con toda su alma, con todas sus fuerzas y con todo su ser, porque aman a Jesús más que a nada en el mundo, más que a su propia vida. Si lo esencial fuese el ser "solidarios", simplemente dirían: No me maten que a partir de ahora voy a ser solidario. Así se salvarían ... ¡Pero no, no es ése el problema!


El amor que un cristiano profesa a los demás -y esto es lo propio y lo específico de un cristiano- no es simple filantropía sino que tiene una razón de ser, que le es esencial; y es que quiere que todos conozcan a Jesús para que sean realmente felices, ya en esta vida. ¿Acaso se puede querer y desear un bien mayor para los demás si no es el que se enamoren perdidamente de Jesucristo? El aspecto material [llamémosle solidaridad o mejor un aspecto de la caridad, que es muy importante], es sólo consecuencia de ese Amor (con mayúsculas), porque en Jesucristo -y sólo en Él y con Él- tiene algún sentido llamar hermanos a los demás e hijos todos de un mismo Padre


Si quitamos a Jesucristo de nuestra vida, nos quedamos sin nada, absolutamente sin nada. Los demás ya no serían mis hermanos. De nuevo, como está ocurriendo en tantos lugares en los que se ha rechazado a Jesús, el hombre sería un lobo para el hombre; y regiría la ley del más fuerte. No habría ley. Sin Jesús, la vida es una pasión inútil, como diría el existencialista Sartre, una persona que vivió amargada.

Por más solidario que se sea con los demás, si no hay una causa para ello, todo acaba en agua de borrajas, cuando no en otras cosas peores (caso de bastantes ONG´s que se quedan con el dinero que, presuntamente, es para los necesitados). El amor cristiano es diferente, es algo completamente distinto a la pretendida solidaridad. El que ama se preocupa de verdad por el otro; el otro le importa y daría su vida por él, que eso -y no otra cosa- es la caridad hacia los demás. Tal actitud es imposible por nuestras solas fuerzas, pero sí lo es en unión con Jesucristo (¡y sólo así!) pues de Él recibimos la gracia que necesitamos para hacer realidad esta misión ... ¡imposible sin la santa Misa! La Misa es esencial para un cristiano que quiera serlo de veras y que ame a Jesucristo. El amor hacia los demás viene solo cuando se ama a Dios.



(Continuará)