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sábado, 19 de enero de 2019

El método de Santo Tomás en la Suma Teológica (Juan Carlos Monedero)


Introducción
Para explicar el método de Santo Tomás en su famosa obra, la Suma Teológica, necesitamos primero refrescar el concepto de teología. Asimismo, comprender para quiénes fue escrita y pensada la Suma.
La Summa Theologicae es una obra escrita en su casi totalidad por Santo Tomás de Aquino, entre 1265 y 1274, unos diez años, dirigida a los estudiantes iniciales de teología. El propósito de la misma era proveer de un saber teológico sistemático, ordenado, que sirviera de manual introductorio. Es decir, lo que para nosotros es una obra muy difícil y compleja fue –para los medievales– sólo el plato de entrada. Increíble, ¿no es así?
Vayamos a definir el vocablo teología. ¿Qué es la teología?
La teología es una ciencia que tiene por objeto a Dios. Aquello que se estudia en la teología es Dios, y la llamamos “ciencia” porque es un conocimiento por las causas. Seguramente les parecerá extraño a ustedes que llamemos “ciencia” a lo que es un saber sobre Dios, que al fin de cuentas no podemos ver. Usualmente, relacionamos el término “ciencia” a los laboratorios, los experimentos, las máquinas, la matemática, las sustancias químicas, los robots… Todas cosas que podemos palpar, ver, tocar. Al decir que la teología es ciencia lo decimos en un sentido distinto: lo decimos en el sentido de “conocimiento por las causas” dado que cuando conocemos algo en sus causas, lo conocemos científicamente. En este sentido la teología es ciencia, aunque no podamos ver, ni tocar ni medir ni comprobar en un laboratorio la existencia de Dios.
Por otro lado, este conocimiento de Dios al que podemos llegar en la teología tiene lugar gracias a lo que Dios mismo nos ha revelado. Es decir, la teología se nutre de Revelación Divina. Cuando estudiamos teológicamente a Dios, lo hacemos desde lo que Dios mismo nos reveló. Por eso, la teología es inseparable de la Biblia.
Dios, por tanto, y miren qué sorprendente, puede ser estudiado. Y podemos profundizar en Él tanto desde la filosofía –sin citar la Biblia– o desde la teología, invocando la Biblia y todo lo que Dios ha revelado (que incluye las Sagradas Escrituras, por supuesto, pero la desborda). El primer orden del conocimiento es natural, no milagroso, porque todo hombre –aún sin la fe– puede llegar a él: así, por ejemplo, observando el diseño del cosmos podemos inferir la existencia de un Diseñador. Observando la racionalidad que late en las entrañas mismas de los animales, los vegetales y minerales –en todo el ecosistema–, podemos inferir la fuente de esta misma racionalidad: una Razón Superior. Este conocimiento de Dios, accesible a todo ser humano, se llama conocimiento natural de Dios.
La teología, en cambio, es un conocimiento sobrenatural porque su fuente –la Revelación Divina– sería inaccesible para nosotros si Dios no la hubiese revelado. Es decir, la teología supone la fe. Por tanto, lo que el teólogo hace es profundizar con su propia razón humana los misterios de la Revelación Divina. Entender y razonar a partir del dato que le da la fe. La teología es teo logos al mismo tiempo: teo = Dios, logos = razón. Es el punto armónico de encuentro entre el hombre y Dios. No es algo sólo para alumnos, también es necesario para el docente.
No se llega a la teología sin el ejercicio, por tanto, del intelecto (no sólo de la razón, no sólo de la argumentación). La inteligencia humana es racional, por supuesto (racional = llega a la verdad a través de un proceso, el razonamiento, un proceso estructurado en distintos pasos), pero también puede captar verdades de forma inmediata, intuitiva. La inteligencia humana es racional, por supuesto, pero también accede a la realidad por caminos distintos al raciocinio y la argumentación. Por ejemplo, por el camino de la poesía. La lírica. La música. La literatura. La imagen, la metáfora. La rima.
Cuando la inteligencia de la persona se desarrolla de este modo, el hombre está en las condiciones óptimas para aceptar el mensaje revelado y, así, hacer teología, que es otra manera de profundizar en la verdad. Por eso es que la teología es inseparable del hambre por la verdad que todos nosotros hemos experimentado ya desde la niñez y que –espero– sigamos experimentando todavía hoy.
Esta sed por la verdad se manifiesta, ya desde la infancia, cuando el niño despierta a la edad de “las preguntas”. A partir de los 3 años, ya hay niños que preguntan a sus padres cosas. Saben algo y quieren saber más. Están admirados por lo que van viendo, sus ojos no descansan, buscan siempre ver un mundo que es nuevo, animales, colores, plantas, movimientos, sonidos, todo los sorprende, los deleita y desafía. Están realmente admirados, con enérgicos deseos de entender y aprender. Con sus más y con sus menos, esta disposición espiritual –si no es perturbada por los pseudo docentes de educación sexual integral, por ejemplo– suele continuar toda la infancia llegando a la cumbre en la pre-adolescencia.
La pre-adolescencia es la etapa decisiva, porque en ella esta sed de verdad se encuentra en un momento único: la persona experimenta, por un lado, toda la candidez que le viene como consecuencia de la lógica falta de experiencia. Por otro, experimenta por primera vez el gran poder de su capacidad intelectual, que en esos años él mismo advierte como superior a lo vivido en su infancia. De ahí que sea tan importante llegar a una buena resolución de esta etapa de la vida. ¿Cuál es esa resolución? Vivir en la prioridad del logos. Que el pre-adolescente vea que la verdad, la justicia, el bien siguen siendo lo más importante –como lo fue en su infancia– y no que sus referentes (padres, docentes, familia) le decían una cosa cuando era chico pero que, ahora, le dicen otra. Es muy triste para ese pre-adolescente verse decepcionado por aquellos referentes.
Si la pre-adolescencia se resuelve mal, el adolescente será un escéptico. Un descreído de la nobleza, la justicia y el honor, y un mero practicando del poder y el interés. Si se resuelve bien, tendremos a un adolescente con convicciones morales fuertes, con principios íntegros, capaz de ser fiel, combatir, mantener su palabra. Es este segundo tipo de joven el que está en condiciones de entender la filosofía y, por tanto, la teología. ¿Quiénes somos nosotros? ¿Confiamos en la verdad, en ese mundo de justicia, ideal? ¿O nos cansamos de luchar “contra todos” en la soledad y, ahora, aceptamos vivir en la mentira, en la conveniencia?
Ahora sí estamos en condiciones de profundizar en el método de la Suma. Porque ahora entendemos lo importante que es la teología.
No hay teología sin amor, sin pasión por la Verdad.
*             *             *
El esquema o estructura que constantemente se aprecia en la Suma es la presentación de un tema, en forma de afirmación (por ejemplo, Sobre cómo proceden las cosas desde el primer principio); luego, el tema se subdivide en varios artículos encabezados por preguntas. Así, por ejemplo, la cuestión 45 de la Primera Parte habla de esto. Y se plantean 8 artículos, algunos de cuyos títulos son:
Crear, ¿es o no es hacer algo de la nada?
–Dios, ¿puede o no puede crear algo?, etc.
Las preguntas siempre son disyuntivas: por sí o por no.
Cada uno de estos artículos comienza con argumentos contrarios a su propio título. Así, por ejemplo, el artículo plantea si crear es hacer algo de la nada, y Santo Tomás dirá “No, no es hacer algo de la nada porque…”. Y ofrecerá sus razones.
Siguiendo los ejemplos, en el segundo artículo se plantea si Dios puede crear; y nuevamente Santo Tomás presentará argumentos que respalden que no puede, desafiando así a nuestra mente.
A veces, sin embargo, esta forma de presentación nos descoloca como lectores. Por ejemplo, este artículo llamado Dios, ¿puede o no puede crear algo? parece que, evidentemente, exige una respuesta afirmativa. Y con énfasis: ¡por supuesto que sí! ¿No lo aprendimos en Catequesis?
En este caso, la respuesta final efectivamente es afirmativa. Sin embargo, lo interesante de la Suma es precisamente su método, respecto del cual veremos en detalle en esta conferenciaEl “método” no es otra cosa que el camino por el cual se llega a algo. La palabra método, en efecto, significa camino a seguir. Designa el procedimiento, los pasos que debemos tomar para llegar algún lado.
Es precisamente en el método tomista donde radica el desafío: los argumentos que el Aquinate plantea por el no, por la negativa, tienen que ver con CÓMO SE ENTIENDE que Dios puede crear. Es decir, a la afirmación –sin dudas verdadera– “Dios puede crear”, Santo Tomás puede oponerle –con inteligencia y, diríamos, hasta con picardía– otra verdad, que a primera vista parece contradictoria. Otra cosa que también hace es oponerle directamente un error que –por cómo es presentado– parece verdad.
Cuando leamos estas objeciones, probablemente, nos quedemos cavilando un rato. Es bueno que nos demos un tiempo para intentar pensar por nosotros mismosla respuesta, antes de ir a las “Soluciones”.
Ante todo, no sabremos si estamos ante un argumento falso que parece verdadero o ante otro argumento verdadero que parece oponerse a la verdad inicial. Ahí está el juego, en razonar, en pensar, en intentar “encontrarle la vuelta” y descubrir toda la diversión que hay dentro de cada artículo, cuya unidad es una joya y un milagro.
Así, nuestra mente puede buscar –de forma espontánea– un camino para conciliar ambas cosas, y está bien, eso es lo correcto. Por eso la lectura de la Suma es un desafío; Santo Tomás nos desafía a pensar, a entender la fe movidos por la presión de otros argumentos.
Tenemos entonces que la estructura de la Suma es la siguiente:
  • Título donde se plantea el tema
  • Artículo donde se desliza el interrogante, en forma disyuntiva 
Pero aquí no termina la estructura. Dentro de cada artículo, como se dijo, Santo Tomás plantea objeciones que siempre comienza de la misma forma: “Parece que las cosas son de tal manera”. Y ofrece sus argumentos. La mayoría de las veces, invoca la autoridad de Aristóteles. En otras ocasiones, también a San Agustín e incluso reproduce frases textuales de la Biblia. En otros casos, se apoya en definiciones generales –de autor desconocido– sobre elementos o conceptos filosóficos. Por ejemplo, en la definición de acción, movimiento, cambio, etc. Y en otras circunstancias, propone argumentos falsos que parecen verdaderos.
Cabe insistir en este punto en que los argumentos presentados bajo ciertas autoridades –Biblia, San Agustín y Aristóteles– siempre son verdaderos. Si Santo Tomás los opone con otra verdad, es para que ejercitemos la mente y hagamos el esfuerzo de intentar ver cómo se concilian dos afirmaciones que, en principio y a vuelo de pájaro, parecen contradictorias.
Luego de presentar sus argumentos en contra, Santo Tomás termina con una frase cortante, seca y lapidaria. Suele decir: “Contra esto (es decir, contra estos argumentos), está lo siguiente…”, y ahí sostiene tal cosa. Y sentencia. En latín, a esta parte le decimos Sed contra.
A continuación, luego del Sed contra, el Aquinate desarrolla la explicación en detalle, con todos sus pormenores, del problema. Es el famoso respondo dicendum, también conocido como “el cuerpo del artículo” o simplemente respondo. Es la parte más sustanciosa del mismo.
En el respondo, Santo Tomás no ofrece una respuesta directa a las objeciones planteadas al principio. Va por otro camino. Resuelve el dilema partiendo de definiciones, razonando, distinguiendo sentidos de las palabras que –a primera vista– se nos ocultaban hasta llegar a establecer una respuesta al título del artículo. En el caso que tomamos como ejemplo, el santo establece al final que crear es, efectivamente, hacer algo de la nada y establece que Dios puede, efectivamente, crear algo. Y lo hace conciliando las objeciones con su tema. No siempre rechaza el valor de esas objeciones –salvo que se trate de argumentos erróneos– sino que descubre lo que tienen de verdadero, puntualizando sus límites.
Luego, Santo Tomás resuelve cada una de las objeciones planteadas. Una por una, por separado.
Por tanto, la estructura que refleja el método de Santo Tomás es la siguiente:
  • Título del tema
  • Artículo en forma de pregunta disyuntiva
  • Objeciones
  • Contra esto…
  • Respondo dicendum
  • Solución a las objeciones
Desarrollo
               Como dijimos al principio, esta estructura se mantiene en toda la Suma. Y también el método, esto es, el procedimiento por el cual Santo Tomás llega a la verdad.
               Veamos un ejemplo.
En la cuestión 3, el Aquinate hablará de la simplicidad de Dios. Y en el artículo 1, se pregunta si Dios es o no cuerpo. Espontáneamente, cualquiera de nosotros respondería negativamente. Sin embargo, Santo Tomás invoca la autoridad de la Biblia y reproduce las siguientes frases: Los ojos de Dios miran a los justos (Sal 33,16): La derecha de Dios hizo proezas (Sal 117,16). Tener ojos y poseer mano derecha es propio del ser corpóreo. “Por lo tanto –dirá Santo Tomás–, Dios es cuerpo”. Todas las objeciones de este artículo son de ese estilo: se reproducen partes de la Biblia donde se le atribuye a Dios partes corpóreas, una figura o un lugar.
Sin embargo –y para realmente estimular la mente al desafío de pensar la fe–, Santo Tomás nos vuelve a provocar en el Sed Contra, invocando la Escritura. Concretamente, el Evangelio de San Juan. Y ahí leemos: “Dios es Espíritu” (Jn. 4,24).
               Estudiemos la lógica de Santo Tomás.
Tomás opone una frase de la Escritura que habla de Dios como un ser corpóreo a otra frase de la misma Escritura que lo presenta como un ser incorpóreo. Pone frente a frente dos frases incompatibles –al menos en apariencia– sustentadas en la misma autoridad: la Biblia. ¿Y cómo saldrá de este callejón sin salida nuestro santo y maestro? ¿Está arrinconado? ¿Quedó atrapado en su propia trampa?
Notemos primero que para poder diseñar este ejercicio, debe conocerse previamente las partes de la Biblia que la integran.
Y recordarlas. De lo contrario, ¿cómo se las podrá poner una frente a otra?
Resolver este tipo de aparentes incoherencias   es más importante de lo que puede parecer a primera vista. Muchos se precipitaron en el ateísmo o perdieron su fe por no saber cómo solucionarlas.
El camino que elige Santo Tomás para resolver el dilema es el uso el lenguaje. No hay contradicción en atribuirle, por escrito, caracteres corpóreos a Dios porque “la Sagrada Escritura nos transmite lo espiritual y divino bajo imágenes corporales”. Es decir, transmite algo (lo espiritual y divino) de determinada forma (bajo imágenes corporales). ¿Por qué? No lo dice Tomás pero arriesgamos que se trata de una cuestión pedagógica: el hombre aprende a partir de las imágenes, de los ejemplos, de lo concreto –somos un cuerpo unido a un alma, un alma unida a un cuerpo– y nos es más fácil entender las cosas así. Además de que las imágenes, si son bellas, transmiten también placidez y serenidad, predisponiendo la mente a comprender mejor.
Así, por ejemplo, en el libro de Job (11,8-9), se dice que Dios “es más alto que el cielo”. Y aunque la altura sea propia de los seres corpóreos, lo que aquí se quiere indicar es “la fuerza de su poder (el de Dios) sobre todo”, sobre todas las cosas. También se dice en la Escritura que Dios es “más profundo” que el infierno. Son profundos los mares, los abismos, lo sabemos. Estrictamente hablando, los espíritus no pueden ser “profundos” porque no tienen extensión. Pero la Biblia aquí quiere dar a entender –usando el término profundidad– la facultad que Dios tiene “de conocer lo oculto”. Por último, en la cita de Job reproducida por Santo Tomás, leemos que el autor sagrado dice de Dios lo siguiente: “Su medida tiene la longitud de la Tierra y la latitud del mar”. Nuevamente, el Aquinate explicará el porqué de este lenguaje, diciendo que “por la longitud” se pretende indicar “la duración de su existir”. El hombre antiguo ignoraba la longitud de la Tierra y, por tanto, la longitud de la Tierra era una buena manera de hacerle presente la duración infinita de Dios. Y termina el santo: “por la latitud” del mar, se indica el amor de Dios “a todo”.
Pero Santo Tomás no cierra aquí la interpretación sino que invoca a otro autor –en este caso, Dionisio– que nos explicará cómo entender las palabras profundidad, longitud y latitud. Dice Dionisio que por la profundidad de Dios hay que entender lo inalcanzable de su esencia; por la longitud, el despliegue de su fuerza que todo lo penetra; por la latitud, su presencia en todas las cosas por cuanto todas las cosas existen bajo su protección.
De esta manera, distinguiendo y precisando los sentidos de las palabras, el Aquinate logra reconocer (no introducir) armonía entre las afirmaciones de la Biblia.
Podemos concluir nosotros que Dios, en sentido propio, estricto, no tiene cuerpo. En sentido metafórico, valiéndonos del lenguaje para poder entender lo invisible mediante lo visible, repetimos con total tranquilidad y sin miedo alguno esos versículos que le atribuyen corporeidad a Dios.
Conclusión
No fue, en absoluto, deseo de Santo Tomás sembrar duda alguna sobre el valor de la fe o de las Escrituras. Antes bien, su confianza imperturbable en que la Verdad Divina no podía contradecirse a sí misma –y que, por lo tanto, tenía que haber alguna manera de conciliar fragmentos de la Biblia, aparentemente incongruentes entre sí– lo llevaba con total libertad a formularse los más complejos y complicados argumentos. Confiaba tanto en la racionalidad del universo que exprimía su propia racionalidad al máximo, sabiendo que la primera nunca podría ser derribada por la segunda.
Asimismo, y a fin de evitar malos entendidos, Santo Tomás no puede ser señalado como un vulgar “relativista”; esto es, un hombre que tenía la vana afición de discutirlo todo. A diferencia del relativista, él reconoce maestros de talla –Aristóteles, San Agustín, Dionisio, entre otros– sobre los cuales se apoyará. No critica por criticar, no pone la duda como comienzo de la filosofía. Como buen hombre de fe, la Escritura es su punto de partida inmodificable. Pero eso sí… ¡Santo Tomás quiere entenderla! Y quiere hacérnosla entender a nosotros.
Sin dudas, la lectura de la Suma Teológica es exigente. Nos pondrá incómodos, nos revelará nuestras limitaciones. Precisamente por eso, nos hará crecer. Porque el alma sólo progresa con esfuerzos intensivos: leer algo que no representa ningún obstáculo no nos cambia demasiado. Por eso la Suma es una lectura para valientes, para personas que tengan el coraje de pensar la fe, buscar entenderla, saliendo de la comodidad. La fe busca el intelecto y, cuando maduramos, la fe es la cruz del intelecto (Crux intellectus, decía el Padre Castellani). Por lo mismo, una tarea que ejercitará nuestra humildad. Porque probablemente, la lectura de la Suma humille nuestro orgullo: nos creemos muy inteligentes, muy “piolas” y “vivos”, pero toda sensación quedará hecha trizas cuando nos coloquemos ante la profundidad, la magnitud y la penetración del santo intelecto de Tomás de Aquino.
La Suma será, probablemente, compleja para nosotros. Pero muy nutritiva: media hora de lectura de la Suma será más provecha que muchos otros libros y publicaciones, donde lo que brilla por su ausencia es todo tipo de método.
Como enseña habitualmente la profesora Alejandra Monroig, la Suma Teológica requiere de nosotros la conversión de pensamiento: estamos atados a un modo de razonar erróneo. Somos perezosos y no queremos salir de ese estado. Algunos razonamos mal, y otros ni siquiera estamos acostumbrados a dar argumentos. Como si no nos importara.
Cuando algo no nos gusta, muchos preguntan con arrogancia ¿Y por qué? ¿Por qué yo tengo que hacer esto, o no hacer aquello? Ahora bien, pedimos a los demás razones de lo suyo. ¿Podríamos dar razones de lo nuestro? Por eso, acercarse a la Suma Teológica requiere reconocer que –muchas veces y por lo general– estamos muy lejos de poder sostener racionalmente lo que afirmamos.
Que aproximarnos a esta obra sea para nosotros un momento clave en nuestra formación. No sólo para los alumnos sino también para los docentes. Muchas gracias.
Juan Carlos Monedero

Diaconado femenino: ¿un paso hacia la ordenación sacerdotal de mujeres? (Carlos Esteban)



Las teólogas feministas vuelven a la carga no solo para demandar el diaconado femenino, sino para que se le reconozca como verdadera ordenación sacerdotal, en un primer paso hacia el sacerdocio femenino al que cerró definitivamente la puerta Juan Pablo II.


De lo poco bueno de una Iglesia que va a la rastra del mundo en lugar de tratar de convertirlo es que uno puede ya ver por dónde van a ir los tiros con bastante anticipación. Pero todo sucede tan deprisa que los asuntos controvertidos se solapan, y si ya llevamos algún tiempo viendo una ‘suavización’ en la consideración de la homosexualidad activa y el Sínodo de la Amazonía -que, como es ya costumbre, no irá principalmente sobre la Amazonía, como el de la Juventud no fue sobre la juventud- amenaza con acabar con el celibato sacerdotal en el rito latino, vuelve el runrún sobre el sacerdocio femenino.

No directamente, claro. Juan Pablo II trató de cerrar esa puerta definitivamente en su carta apostólica Ordinatio sacerdotalis de 1994, donde dejó escrito que “la ordenación sacerdotal, mediante la cual se transmite la función confiada por Cristo a sus Apóstoles, de enseñar, santificar y regir a los fieles, desde el principio ha sido reservada siempre en la Iglesia Católica exclusivamente a los hombres”. Y añadió que “con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos, declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.

El actual prefecto para la Doctrina de la Fe hizo no hace mucho referencia a esa cita al tratar de este mismo asunto, al igual que el propio Papa Francisco en respuesta a una pregunta de una líder luterana a la vuelta de su viaje a Suecia en 2016: “Sobre la ordenación de mujeres en la Iglesia Católica, la última palabra es clara y la dio San Juan Pablo II y esto permanece”.

Pero, en palabras del teólogo de cabecera de Francisco, el cardenal alemán Walter Kasper, “ningún dogma ha dejado nada asentado”, y en la actual ‘Iglesia líquida’ es difícil cerrar posturas que se opongan frontalmente al pensamiento único hoy en vigor en todo Occidente. Así que si las mujeres, de entrada, no pueden ser sacerdotes, ¿por qué no se les puede ordenar diaconisas? Ya existían en la Iglesia primitiva, ¿no? Así que publicaciones católicas progresistas como Commonweal o Crux han empezado a agitar las aguas en ese sentido.

La caja de Pandora la abrió el propio Santo Padre en mayor de 2016 en su encuentro con las Superioras Generales de Órdenes Femeninas, donde declaró que “las mujeres consagradas ya trabajan tanto con los pobres, hacen muchas cosas ... Se toca el problema del diaconado permanente. Efectivamente sucedía en la antigüedad, hubo un inicio”. Para luego anunciar que pediría a Doctrina de la Fe un estudio sobre el diaconado femenino en la Iglesia primitiva.

La oposición a esta innovación descansa en la ‘unidad sacramental’: si bien el diaconado, el sacerdocio y el episcopado son posiciones perfectamente diferenciadas, el sacramento es uno solo, el orden sacerdotal, del que serían meros grados.

Por otra parte, ¿eran las diaconisas de cuya existencia en la Iglesia primitiva nos han llegado eco lo mismo que hoy se entiende por diácono? No hay que olvidar que el primer idioma oficial de la Iglesia fue el griego, y junto al significado ‘técnico’ de algunos términos, también coexistía con él un significado común. En el caso de ‘diákonos’, el sentido original del término es ‘servidor’, lo que hace, al menos, probable que las primitivas diaconisas tuvieras funciones administrativas y catequéticas que cumplen también hoy muchas mujeres en la Iglesia.

De hecho, en la propia página web oficial del Vaticano puede encontrarse un texto muy interesante en este sentido, ‘De la Diaconia de Cristo a la Diaconia de los Apóstoles’, conclusiones de la Comisión Teológica Internacional sobre el diaconado femenino. En él puede leerse que “las Constitutiones insisten en que las diaconisas no tengan ninguna función litúrgica” y añade que “sus funciones se resumen de esta forma: “La diaconisa no bendice y nada hace de lo que le corresponde hacer a los presbíteros y diáconos, pero guarda las puertas y asiste a los presbíteros en el bautismo de las mujeres a causa de la decencia”.

En suma, concluyen los teólogos, que “ya en el siglo IV, la forma de vida de las diaconisas se aproxima al de las mujeres que viven en monasterios (monjas). Se llama, en esa época, diaconisa a la responsable de una comunidad monástica de mujeres, como da testimonio de ello, entre otros, Gregorio de Nisa”. Y añaden: “Es necesario precisar que, en Occidente, no se encuentra ninguna huella de diaconisas durante los cinco primeros siglos. Los Statuta Ecclesiae antiqua preveían que la instrucción de las mujeres catecúmenas y su preparación al bautismo fuesen confiadas a las viudas y a las monjas “elegidas ad ministerium baptizandarum mulierum”. Es decir, nos hallamos, como tantas veces sucede, con una misma palabra que en distintas épocas tiene significados diferentes. Si lo que se quiere es resucitar el ‘diaconado femenino de la Iglesia primitiva’, esta es la buena noticia: ya existe.

Pero no es exactamente este papel el que tienen en mente las teólogas feministas que presionan para resucitar el diaconado femenino, sino más bien parte de una estrategia gradualista para introducir el sacerdocio femenino en la Iglesia Católica.
Carlos Esteban

El Papa suprime Ecclesia Dei



La Santa Sede ha publicado una Carta Apostólica del Papa Francisco en forma de Motu propio en la que se explica que de ahora en adelante las tareas de la Comisión creada por Juan Pablo II pasan a la Congregación para la Doctrina de la Fe.

“Observando los últimos movimientos del Vaticano es difícil no concluir que la ‘renovación’ en que se haya empeñado Francisco pasa por borrar toda la herencia de su predecesor”. Estas fueron las palabras de Carlos Esteban en InfoVaticana el pasado 14 de enero. Tal y como informó el periodista de este portal, el Santo Padre ha suprimido este sábado la Pontificia Comisión Ecclesia Dei.

La Santa Sede ha publicado una Carta Apostólica del Papa Francisco en forma de Motu propio en la que se explica que de ahora en adelante las tareas de la Comisión creada por Juan Pablo II pasan a la Congregación para la Doctrina de la Fe “con la finalidad de colaborar con los obispos y Dicasterios de la Curia Romana, facilitando la plena comunión eclesial de sacerdotes, seminaristas, comunidades o religiosos y religiosas, ligados a la Fraternidad fundada por Mons. Marcel Lefebvre, que deseaban permanecer unidos al Sucesor de Pedro en la Iglesia Católica, conservando sus propias tradiciones espirituales y litúrgicas”.

En la carta citada, el Santo Padre señala que ha tomado esta decisión debido a que han cambiado las condiciones que llevaron al Papa Juan Pablo II a crear dicha Comisión el 2 de julio de 1988. De esta manera, todas las tareas se transferirán a la Doctrina de la Fe, donde se creará una Sección especial para continuar con la labor que hasta ahora había hecho Ecclesia Dei, tal y como anunció Carlos Esteban.

¿Cuál es punto final, la meta de la famosa ‘renovación’ francisquista? Conocemos los pronunciamientos retóricos -“una Iglesia pobre para los pobres”, “tolerancia cero”, “atención a las periferias”, “la Iglesia sinodal”-, que casan mal con la realidad de las medidas que, en la práctica, se están tomando. Pero cada vez queda más claro que una de las condiciones ‘sine qua non’ de esa ‘revolución’ parece exigir el desmantelamiento del pontificado de Benedicto XVI, su predecesor y vecino en el Vaticano.

En pocos meses, hemos asistido a señales que apuntan claramente en esta dirección. En la última asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana -la más dócil a las influencias del Santo Padre- se defendió abiertamente la ‘antijuricidad’ del motu proprio Summorum pontificum, por el que Benedicto XVI había ‘liberado’ la Misa tradicional, que ya podía celebrarse sin un permiso expreso del ordinario. Por ahora es solo una salva, pero es evidente hacia dónde se dispara: si el documento del Papa anterior no tiene base jurídica, debe ser invalidado y volver a la situación previa… Que no sería la situación previa, naturalmente.

El episcopado mundial ha demostrado en estos años un grado de sumisión y carrerismo verdaderamente espectacular -y deplorable-, y ahora es mucho menos probable que un obispo ose dar permiso para una práctica que desagrada a Francisco, un pontífice al que no le tiembla la mano para cesar de modo fulminante a quien se opone a su visión.

Luego están los insistentes rumores de cierre de Ecclesia Dei, la comisión que trataba con los grupos tradicionalistas, iniciativa de Juan Pablo II y otra puerta que parece querer cerrarse. Como la desaparición, subsumida en la Secretaría de Estado, de la Prefectura de la Casa Pontificia. En este caso, la institución no es de Benedicto, pero la dirige su mano derecha y secretario, el arzobispo alemán Georg Gänswein. Otra ‘influencia’ del Papa Ratzinger que desaparece, relegándole a un puesto a las órdenes del cardenal Angelo Becciu en la Congregación para la Causa de los Santos.

En realidad, el desmantelamiento empezó con el propio pontificado de Francisco, aunque era difícil entonces discernir porque es perfectamente natural que un nuevo Papa quiera rodearse de su propia gente. Uno de los primeros en caer fue el cardenal norteamericano Raymond Burke, que Benedicto trajo a Roma en 2008 como prefecto de la Signatura Apostólica y que Francisco cesó, primero de la Congregación de los Obispos y después, en 2014, de la propia Signatura.

Luego le tocó el turno a un peso pesado: el prefecto para la Doctrina de la Fe. Amigo personal y casi albacea de Benedicto XVI, Francisco lo retuvo no sin continuos roces hasta liquidarlo bruscamente a finales de 2017, después de que el Santo Padre hubiera despedido sin consultarle a dos de sus colaboradores.

La gran excepción en esta purga es el cardenal guineano Robert Sarah, nombrado por el propio Francisco en noviembre de 2014 prefecto para el Culto Divino. Sarah, es cierto, se mantiene, pero absolutamente neutralizado y aislado en la Curia, llegando incluso el Papa a obligarle a una pública retractación de un comentario del cardenal sobre un motu proprio papal en materia de su incumbencia y que llevaba, junto a la firma de Francisco, la del número dos de Sarah.

Nada de todo esto es, ni de lejos, la meta en este proceso. Pero la abolición práctica del legado de Benedicto sí parece una condición previa, una ‘limpia’ necesaria para llegar a la estructura eclesial que desea Francisco desde el primer día.


La Redacción

viernes, 18 de enero de 2019

NOTICIAS VARIAS 18 de enero de 2019



INFOVATICANA

Las reflexiones del cardenal Burke sobre el aborto y la ‘Marcha por la Vida’

Abren una investigación policial que implica al cardenal Farrell en EE UU

Los cinco peligros para la Iglesia sobre los que advertía el cardenal Caffarra

Febrero se acerca, Papa Francisco y los populistas, Kasper, Lombardi y el presidente de Filipinas. (Specola)

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Selección por José Martí

IT’S ALL RELATED — THE FILTH And your damnation is the goal (Michael Voris)

Duración 6:58 minutos


The operational word to describe things in the Church these days, to borrow from Pope Benedict, is filth.
And while the filth all comes in a number of different varieties, it is all related. And for the record, we should understand filth in the broad sense of that which leads people either away from the Faith or into sin, or both, but especially away from the Faith, thus essentially destroying their supernatural defense against the diabolical. So let's examine the various types of filth, remembering that, at the end of the day, it's still all filth.
There is, of course, the headline filth of homosexual predation on both adults as well as minors. But that's not the only filth.
There is the theological filth of the past 50 years, and this has many facets to it. From the insanity that we have a reasonable hope all men are saved, to what amounts to a universalism that all religions are essentially the same and lead to God, to the demonic notion that your conscience, even uninformed or even malformed, is the final arbiter of truth.
All these individual pieces of theological filth are interrelated, each one feeding and feeding off the other. Then there is the liturgical filth manifest in nearly every parish: the lack of reverence in Mass; the failure to understand the Mass as a sacrifice, not a mere meal; the emasculation of many priests; the horrible, childish preaching; the non-stop emphasis on emotionalism; the focus on the community as opposed to the worship of God.
Moving down the filth list, we come across the particular filth of the acceptance of heresy. Many converts from Protestantism will tell you that more and more they don't see that much of a difference between what they converted from and the Church.
That's been intentional. Whatever the motives, and that depends on who you are looking at, there was and continues to be an intentional push to make the Church appear and sound more and more Protestant.
Protestantism is a heresy, with its emphasis on personal relationship with Christ outside of the Church, the sacraments, devotions, etc. Yet more and more, Church leaders continue to peddle these heretical beliefs as somehow able to be interpreted as Catholic, the Alpha program being the most notable, but by no means the only one.
The distinctions between Catholicism — the one true faith — and the 40,000 different heretical sects which comprise Protestantism are simply downplayed in classrooms, pulpits, writings, you name it.
Wherever a Catholic lives, you will find a Catholic priest short-changing the Faith and handing over spiritual poison to the faithful.
The failure to preach on the need for confession, the need to be properly disposed to receive Holy Communion, the need for a vigilant prayer life, a spirituality modeled on the saints and so forth. The majority of Catholics hear none of this the majority of the time. That's filthy because the lack of this knowledge leaves them defenseless against the attacks of the devil.
But the underlying point is straightforward, all this filth is related, all from the same source, just expressed differently at different times in differing ways.
Be it moral, theological, liturgical, catechetical, it's all the same filth. And it's all accomplishing the same end: the destruction of souls.
Ask ourselves why would a Catholic have the slightest idea that the Mass is a sacrifice, a representation of the oblation of the Son to the Father.
How would he draw that conclusion when all he hears is "we are family" and "turn around and greet your neighbor" and lay people run around all over the altar handing out the bread to the community?
Ask yourselves why a Catholic would see any essential difference between the Church and heretical set of beliefs when all he sees and hears in the parish are those same heretical beliefs and notions, just with a thin Catholic veneer. The list goes on and on.
The Catholic faithful have been assaulted from every side and in every way from Catholic leaders for the past half-century, and now, they have been reduced to a remnant, the authentic believers.
Those who still go to Mass but do not either understand or believe the Faith will disappear soon enough as they die off, their parishes continue to close and their children and grandchildren never come into a Catholic parish.
All that will be left from that crowd is some vague memory that "grandma, I think, used to be Catholic, didn't she? Whatever."
This has been a master plan to repackage the Faith, to break from Tradition, for the past half-century and give the devil his due — he has been wildly successful. For any Catholics out there who are perhaps coming around to this reality but still aren't sold on it, who think clapping in Mass and girl altar boys and so-called eucharistic ministers are okay, consider this.
Even if those things — and many others — were well-intentioned — and they weren't — you have to admit they have been a colossal failure.
There are now fewer parishes in the United States then there were when all this began in 1965. And while owing strictly to overall population increases the raw number of Catholics has increased, there are fewer going to Mass and receiving the sacraments than, again, back in 1965.
Open your eyes, just like we had to here at Church Militant when all this became undeniable to us as well. Do you believe the Church is the means to salvation? Do you believe there is no salvation apart from the Church?
Then, if those doctrines of the Church are correct — notice the word "doctrines" — then wouldn't Satan want to destroy the Church? If he wanted to destroy the Church, what would he do?
How about introducing, little by little at first, a level of filth and poison so as to corrupt the clergy who are the bearers of the sacred. He went after them at the Last Supper in the upper room and hasn't stopped since.
All this filth has one goal: your damnation and the same for your families.
Michael Voris

jueves, 17 de enero de 2019

NOTICIAS VARIAS 16 y 17 de enero de 2019



16 de enero

GLORIA TV





Vatican releases new details about February summit on clerical sex abuse (Diane Montagna)

ONE PETER FIVE

Clerical Dishonesty is Not Pretty (Steve Skojec)


GLORIA TV

Obispo croata dispara a un hombre durante la caza

Extraña renuncia episcopal

Cuestionable consejera vaticana hace cuestionables afirmaciones sobre las “diaconisas”


INFOCATÓLICA


El gobierno de Irlanda prohibirá manifestarse contra el aborto cerca de hospitales donde se practique

Congresistas y senadores republicanos piden a Trump que vete cualquier ley pro-abortista de los demócratas

Una miembro del comité de estudio sobre las diaconisas presiona al Papa para que se pronuncie

Petición para poner coto a las redes homosexuales dentro de la Iglesia

Selección por José Martí

Los tiempos en que nos ha tocado vivir (Bruno Moreno)



En estos tiempos de crisis y confusión en la Iglesia, se percibe a veces en los grupos, portales y blogs cristianos un cierto aire de tristeza y queja. Un aire, si somos sinceros, de desesperanza. Es más que comprensible, porque la situación de la Iglesia, como ya decíamos hace tiempo, es muy grave. Parafraseando el Stabat Mater, ¿qué hijo no sufriría al ver a su Madre la Iglesia en tanto suplicio? Sin embargo, entre el sufrimiento y la desesperación hay un abismo que no se debe cruzar.

La mejor forma de no cruzar ese abismo, a mi juicio, es aplicar el agere contra de San Ignacio y dar gracias a Dios por este tiempo que nos ha dado para vivir. Y hacerlo ahora, de forma real y concreta, con palabras y con todo el corazón, no como un reconocimiento intelectual de algo abstracto, sino como el niño que agradece a su padre un regalo. Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Dios no se ha equivocado al decidir que vivieras en esta época tan terrible para la Iglesia. Al contrario, te ha hecho un gran regalo.

Ya que hablamos de hacernos como niños, ¿cuántas veces has deseado desde que eras niño correr aventuras, realizar grandes hazañas, vencer dragones, luchar en batallas heroicas, escalar las montañas más altas, descubrir nuevos mundos y convertir a Cristo a naciones enteras? ¿Acaso pensabas que todo eso se podía hacer cómodamente sentado en un sofá, viendo el fútbol en la televisión y comiendo patatas fritas? En medio del caos, las desgracias, los sufrimientos y las derrotas es donde se forjan los santos, se demuestra la fidelidad y se llevan a cabo las hazañas que merecen la pena.

¿El mundo ha apostatado y ha vuelto al paganismo? Recuerda las veces que quisiste vivir las aventuras de nuestros antepasados en América, que conquistaron un continente entero para Cristo, las veces que soñaste con ir al fin del mundo para anunciar el Evangelio. Hoy Dios te lo concede y más aún: el mundo entero paganizado y apóstata está ante tí, muriéndose porque no conoce a Cristo y esperando desesperadamente que tú vayas a anunciarle la Buena Noticia de la salvación. No sólo América, sino también la vieja Europa y el resto del mundo aguardan con ansia tu llegada como enviado de Cristo. Tú, débil, ignorante y pecador, tienes en tus manos la luz para los que viven tristes en las tinieblas, el agua viva para los que se mueren de sed, el alimento que da la vida eterna a los que perecen de hambre. Reparte ese tesoro que llevas en vasos de barro, hasta que te canse el brazo de bautizar, como a San Francisco Javier.

¿Otros cristianos se marchan, los mismos clérigos ungidos de Dios le traicionan y se pasan a las filas del mundo, aquellos en quienes confiabas doblan la rodilla ante Baal? Recuerda cuántas veces escuchaste cómo los discípulos habían abandonado a Cristo en su pasión y pensaste que tú habrías querido acompañarle en ella. Si hubieras estado allí… Ahora estás allí: puedes ser fiel cuando todos le abandonan y parece que la Iglesia se derrumba por los pecados e infidelidades de sus hijos, puedes estar junto a Él cuando se encuentra solo, puedes responder firmemente y con orgullo “Sí, le conozco” antes de que cante el gallo.

Revístete de la armadura de Dios y la coraza de la justicia, cíñete con la verdad, calza tus pies con el evangelio y empuña el escudo de la fe y la espada del Espíritu, como dice San Pablo. Arrodíllate ante Dios, inclínate ante Nuestra Señora, ensilla tu caballo y parte cantando hacia la batalla que te toca luchar. Si Dios quiere, será una batalla que empequeñezca Lepanto, las Navas de Tolosa y los asedios de Viena y de Malta.

El puesto de más honor, como dijo Cristo a sus apóstoles, no está a la derecha del Rey en el triunfo, sino junto al Capitán en la batalla, cuando el combate arrecia, todo parece perdido y los demás huyen asustados. Ahí es donde Cristo te ha colocado. No hay lugar de más honor y, a pesar de que conoce tu debilidad, tu Señor te ha elegido a ti para estar junto a Él.

Lejos de ti la desesperanza y la tristeza. Agradece a Dios este tiempo que te ha dado. Eres un caballero de Cristo, ¿qué más quieres que la oportunidad de poder sufrir, luchar y, si se tercia, entregar tu vida por Él? Vamos también nosotros a morir con Él.

El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres
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Bruno Moreno

El Vaticano en vilo ante la publicación de un libro que destapa la red gay en la jerarquía (Carlos Esteban)



El próximo 1 de abril aparecerá un libro, Sodoma, del sociólogo francés Frédéric Martel, que desvela con nombres y datos concretos el alcance de la red homosexualista dentro del Vaticano, inmediatamente después de un encuentro episcopal para tratar el asunto de los abusos que parte ignorando de entrada este ‘elefante rosa’ en la sala de estar.

Lo hemos repetido hasta la saciedad: si en más del 80% de los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes y prelados las víctimas son varones, es más que asombroso que nadie en la jerarquía católica encuentre significativa esta relación tan obvia. La proporción de homosexuales en casi cualquier sociedad ronda, según los estudios más fiables, el 3%, con lo que la conclusión inescapable es que, o los homosexuales tienen una tendencia muchísimo mayor al abuso -lo que prácticamente nadie estaría dispuesto a defender-, o la presencia de homosexuales en el sacerdocio se sale de las gráficas. No hay una tercera opción.

Por eso resulta que, tras el estallido de los escándalos de este verano pasado, ninguno de los responsables de la Curia o la jerarquía haya puesto el dedo en esta llaga, haya citado siquiera este dato tan llamativo sino, en todo caso, para negar con vehemencia que exista relación alguna. Incluso el Papa, en su célebre carta al pueblo de Dios, omite absolutamente el dato -e incluso la misma palabra- y lo achaca todo a un vago ‘clericalismo’, que lo mismo sirve para un barrido que para un cosido. Por último, nombrar como coordinador del encuentro episcopal que tratará el mes que viene de los abusos al cardenal Cupich, pupilo de McCarrick y uno de los obispos más ‘gay friendly’ de la Iglesia, ya indica que la relación no se mencionará en absoluto.

Y es un problema, porque está previsto para el 1 de abril la aparición de un libro que promete ser una bomba atómica: ‘Sodoma’, del sociólogo francés Frédéric Martel. Basado en cinco años de investigación, la obra incluye extensas entrevistas a los más altos cargos del Vaticano, que describe como “el mayor armario de la ciudad”, y en ella se destapa una camarilla gay en la Santa Sede que se remonta al papado de Pablo VI.

La fuente de Martel es impecable, los testimonios de autoridades de la propia Curia, y sus propias credenciales hacen imposible acallar su testimonio como una maniobra de ‘tradicionalistas’ llenos de odio que conspiran contra el actual pontificado, porque Martel tiene un irreprochable historial progresista, ha trabajado para la Administración socialista francesa y es un decidido partidario del ‘matrimonio paritario’

Paradójicamente, Martel escribe esta ‘exposée’ en nombre de quienes quieren una Iglesia como la que el propio Francisco dice anhelar: una Iglesia inspirada en el Evangelio, una Iglesia para los pobres, los marginados y los desposeídos.

De hecho, la camarilla gay que denuncia -por hipócrita, no por gay- es sólo uno de los apartados más sensacionales del libro, donde también se denuncia la corrupción en otras esferas del clero: relaciones ‘non sanctas’ de eclesiásticos con regímenes totalitarios y torturadores, oscuros tejemanejes financieros e inmobiliarios y una opacidad que permite encubrimientos, favoritismo y vendettas de todo tipo.

Es probable que alguno de los nombres desvelados provoque sorpresa, pero no puede resultar asombroso para nadie que esté mínimamente atento la enorme influencia del ‘lobby’ en una Curia y una jerarquía donde brillan y prosperan Ricca, McCarrick, Madariaga, Coccopalmerio, McElroy, Tobin o Cupich. 

Después de la publicación de este libro va a ser difícil seguir ignorando la cuestión o, por parte de los jerarcas eclesiales, seguir pretendiendo que ninguno sabía nada.

El libro lo publica la editorial Roca, y en España lo distribuirá Penguin.

Carlos Esteban

Una difícil escalada

(SÍ, SÍ; NO, NO)


Como todo experto alpinista debe prepararse antes de afrontar una escalada difícil, así muchos cristianos, que han olvidado los dones bautismales recibidos, deben prepararse adecuadamente para retomar el camino correcto – si lo han olvidado – para volver al camino de la verdad y de la santidad, indicado por el Magisterio auténtico de la Iglesia.

Hasta hace pocos años, algún teólogo expresaba dudas sobre los documentos del Concilio Vaticano II, porque descubría en ellos ambigüedades, introducidas por algún autor modernista, ocultadas como tales para modificar gradualmente la doctrina y la praxis católica, en perjuicio de las almas.

Ambigüedades de las que todavía hoy sufrimos las consecuencias; con la neta sensación de que, como todos los demás poderes: político, económico, cultural, etc., estamos en estos momentos en manos de los dueños del mundo, que no prometen nada positivo acerca del futuro de la humanidad.

Señal manifiesta, de la que se habla poco y se murmura mucho, es la dimisión por sorpresa del Papa Benedicto XVI, que permitió a Francisco ocupar la sede de Pedro: un Papa de trazos sencillos y remisivos en apariencia, que, tras los primeros fáciles entusiasmos, se está calificando como un personaje fuerte, volitivo e incluso temerario. Un personaje capaz de maniobrar no sólo la Jerarquía vaticana, sino de influenciar también la política mundial, la diplomacia, las finanzas, la ecología, etc., como demuestra su actitud a favor de la inmigración del Islam en Europa y de las nuevas relaciones fraternas con los luteranos.

Su prestigio personal, exaltado por gestos cautivadores y patéticos hacia las personas en dificultad, se está, con el tiempo, sin embargo, deteriorando, revelándose él despótico al confiar encargos importantes a sus amigos, sustituyendo a sus colaboradores considerados no adecuados a su programa innovador.

El sufrimiento de los creyentes


Puede resumirse en tres puntos.

1) ¿Qué debemos esperarnos del papa Francisco, que denota una formación política y diplomática, más que teológica, al conducir la Iglesia en línea con el neomodernismo?

2) ¿Qué suerte se prepara para la Iglesia si prosigue por el camino innovador emprendido por el papa Francisco, que promete a sus fans cambiar muchas cosas?

3) ¿Qué significado dar al enigmático personaje Francisco, en relación a los últimos tiempos, profetizados por las Sagradas Escrituras, y acerca de los precursores del anticristo?

Parece fácil afirmar que estamos viviendo tiempos especiales en los que debemos descubrir la voluntad de Dios de conducir a la humanidad hacia los tiempos establecidos por su Providencia, que se manifestará en sentido opuesto al programado por Satanás, que quiere conducirnos a todos a la perdición eterna.

¡Es claro que Dios Padre quiere salvarnos del infierno, pero algunos hombres de Iglesia de alto perfil se han infiltrado en sus estructuras para jugar el juego del enemigo!

El cielo viene en nuestra ayuda

Frente al temporizar “inexplicable” de las autoridades jerárquicas, Dios no se deja extraviar y sabe cómo responder, siguiendo la estela del verdadero Tercer secreto de Fátima, todavía hoy discutido y envuelto en el misterio.

Estamos seguros de que la voluntad de Dios, en el momento oportuno, se cumplirá, a pesar de todo, precedida de señales muy claras, proporcionadas a la culpa de sus obstinados enemigos y al daño espiritual provocado no sólo al pueblo cristiano, sino a toda la humanidad. Pero, si muchas personalidades pertenecientes a la Iglesia son enemigos de Dios, engañando al pueblo cristiano, ¿quién nos advertirá de los peligros que amenazan a los creyentes?

Por como van las cosas, hoy, considerando el silencio difuso de las Autoridades constituidas, podemos decir que estamos viviendo las profecías de los Santos y de los místicos, que en varias ocasiones y en tiempos diversos nos predijeron que en los últimos tiempos las Autoridades constituidas – tanto religiosas como políticas, en perfecta sintonía – no nos advertirían acerca del aproximarse de los futuros peligros. Este hecho evidencia, si aún existieran dudas, dónde se esconden los verdaderos enemigos de Dios y de la Iglesia, mientras oficialmente todo parece desarrollarse con normalidad, según un plan preparado desde hace tiempo, destinado a ocultar a los creyentes su grave riesgo de perdición eterna. Una situación que es sostenida por la fe de mucha gente, que, a pesar de todo, cree en la intervención de Dios en el momento oportuno, cuando con rápida sucesión se verificarán los últimos hechos, antes de la venida de los “nuevos cielos y de una tierra nueva, en los cuales tendrá estable morada la justicia” (2 Pe 3, 13).

¿En qué punto nos encontramos de las profecías apocalípticas? Las tres bestias: el enorme dragón rojo aparecido en el cielo, la bestia semejante a una pantera que sube del mar y la otra bestia proveniente de la tierra, con dos cuernos semejantes a un cordero, que habla como un dragón, están evidentemente muy activas.

A decir de los Santos y de los místicos, las tres bestias camufladas como personas buenas, (el enorme dragón rojo), la masonería (la pantera que sube del mar) y la bestia con dos cuernos semejantes a los de un cordero, es decir, la mitra de los obispos (la masonería eclesiástica) están activas en todo ámbito del poder político, social, eclesial, económico, cultural, etc. “Hacía de tal modo que todos… recibieran una marca en la mano derecha… y que nadie pudiera comprar o vender sin tener dicha marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre. Aquí está la sabiduría. Quien tenga inteligencia que calcule el número de la bestia: ella representa un número de hombre. Y dicha cifra es 666” (Ap 13, 16-18).

Hacia la realización del mundialismo masónico

Para poder actuar un programa de dimensión mundial, más aún, mundialista en la jerga más idónea, propuesto por personas dirigidas al mal al que naturalmente llaman bien (cfr. Is 5, 20), será utilizada una tecnología de vanguardia, como el microchip (Ap 13, 16) en el dorso de la mano derecha, ya probado en varias naciones, como en los EE.UU., que podría ser de material bio-compatible con nuestro organismo, para evitar el rechazo, hecho, sin embargo, obligatorio por los precursores y siervos del anticristo.

El microchip, experimentado ya desde hace decenios, será aplicado a todos los habitantes de la tierra en el dorso de la mano derecha, o a algunos en la frente, servirá a los dueños del mundo para controlar a todos los habitantes de la tierra y reducirlos a esclavitud en el breve periodo del reinado del anticristo. Un sistema de control capilar de la humanidad, excogitado por los enemigos de Dios, para tener bajo control a la población mundial y conducirla al infierno. ¡Naturalmente, el sentido común aconsejará rechazar decididamente la aplicación forzada de la marca de la bestia: rechazo que conllevará graves riesgos, pero quien acepte esta marca infernal es como si hubiera vendido su alma al diablo!

Quien rechace la marca de la bestia será declarado enemigo del Estado – quizá será también el último acto de estrecha colaboración entre Estado e Iglesia – y se verá en dificultades para sus necesidades vitales y destinado a morir de hambre, porque no podrá comprar ni vender nada. ¡Sin embargo, dicen los Santos y los místicos, ninguna cosa necesaria les faltará, porque la Providencia divina socorrerá todas sus necesidades!

A un cierto punto, saltará la trampa de Satanás para llevar a la humanidad a su reino de desesperación: será el momento de la intervención directa de Dios para salvar a su pueblo fiel.

Un programa pre-anunciado por las profecías bíblicas y ocultado con cuidado por los enemigos de Dios, que ocupan los asientos más a la vista del poder mundial, cómplices de las tres bestias del Apocalipsis, de las que hoy se debería hablar con claridad, mientras que los medios de comunicación más cualificados parecen enmudecidos y parecen ignorar los problemas sobre el destino eterno del hombre. Más aún, deberíamos desconfiar siempre de las noticias propinadas por los medios de comunicación; no tanto sobre lo que dicen, sino especialmente sobre lo que no dicen.

El personaje enigmático que hoy domina la escena mundial es el papa Francisco, especialmente porque no ha revelado todavía su programa.

Para remediar semejante laguna espiritual, la divina Providencia está haciendo frente cada vez más claramente por medio de los mensajes de la Virgen; mensajes que parecen imponerse como preparación espiritual de muchos bautizados, quizá incrédulos o dubitantes, que no encuentran seguridades en el Alto Clero, siempre titubeante y quizá comprometidos con los enemigos de la Iglesia.

Los políticos, sumisos a los enemigos de Dios escondidos por todas partes, en estos momentos ya no tienen autoridad ni prestigio, aunque se decanten por la parte del sentido común y de la lógica racional, por lo que compiten entre ellos para aprobar las leyes más absurdas: la última es la búsqueda de consensos para la introducción también en Italia de la ley de la eutanasia.

En este momento, todas o casi todas las leyes contra los Diez Mandamientos han sido aprobadas con éxito también en Italia, en un tiempo cuna del Catolicismo mundial: ¿para cuándo el castigo de Dios para remover las conciencias de los innumerables responsables de tanto desastre?

¡Sería también la hora de que la Iglesia Católica promoviese una gran Cruzada del Rosario para implorar la Misericordia de Dios sobre nuestro País, para que le sean perdonadas las catástrofes que tantos hombres políticos y de Iglesia merecen por su traición!

Marco

(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)

Se acabó (Capitán Ryder)



Se acabó antes de empezar. Es lo que ocurre muchas veces, sobre todo, cuando el hombre construye sobre tierra.

El escándalo McCarrick y la primera carta del Arzobispo Vigano obligó al Papa Francisco a descender a un terreno que nunca hubiese querido pisar y le pilló con el pie cambiado sobre el tema de la homosexualidad dentro de la Iglesia.

Hemos comentado varias veces que la intención de Francisco, hay mil gestos y declaraciones en ese sentido, era integrar de alguna manera la homosexualidad dentro de la Iglesia. Como una falta menor, poco relevante, y para nada invalidante, del Arzobispo o Cardenal que la practicase.

Al mismo tiempo, se rodeaba de toda una serie de homosexuales activos o promotores de la homosexualidad, circunstancia que nunca ha sido un problema. Así, Monseñor Ricca, McCarrick, Maradiaga, Coccopalmerio, McElroy o Cupich pasaban a ocupar puestos de importancia, se les encomendaban misiones delicadas o se convertían en sus consejeros más cercanos.

Paralelamente, la oleada de nuevas noticias sobre los abusos y su encubrimiento -todo parece haber ido de la mano los últimos 50 años- se achacaban al clericalismo o al celibato. Los esfuerzos han sido titánicos para que no pudiese haber asociación de ningún tipo entre homosexualidad en el clero y abusos. Hubiese chocado con el camino emprendido y con quienes son los más firmes aliados de Francisco.

Se atribuye a Napoleón aquello de “si quieres que se resuelva un problema nombra un responsable, si quieres que no se resuelva nombra una comisión”, dicho que Francisco va a seguir al pie de la letra el próximo febrero en la cumbre anti-abusos.

La estrategia parece clara: hay que dominar, sobre todo, a la Conferencia Episcopal Americana -de los jueces y fiscales de este país viene el mayor peligro- y desligar en todo momento la homosexualidad de los abusos, algo francamente complicado cuando las cifras son abrumadoras, apenas hay abusos a niñas y casi todas se producen sobre varones. Por eso, son ganas de hacer el ridículo hablar del fin del celibato como medida estrella, salvo que sea el paso previo, el amor hombre-mujer, al “amor”, a secas, con cualquiera.

Decía al comienzo que la cumbre va a fracasar casi sin empezar. ¿Por qué? Porque existe un libro, a punto de publicarse (se hará antes del verano, seguro) que trata, entre otras cosas, de los novios de los Curiales desde, al menos, la época de Juan Pablo II hasta aquí.
El libro promete ser una bomba, traducción a varios idiomas etc, es decir, no va a ser distribuido por cualquiera, imposible mirar para otro lado. Algunos de los nombres revelados son ciertamente sorprendentes y explicarían muchas cosas, y no hablo del momento actual.
La fuente de información parte de los mismos pastores que, parece, hartos unos de otros, se han dedicado a cantar del novio del vecino.

Mucho me temo que, una vez la información esté en la calle, será un sálvese quien pueda y el ventilador se pondrá a funcionar las 24 horas del día. No sé si van por ahí las declaraciones del Cardenal Joao Braz de Aviz sobre Marcial Maciel, al “reconocer” que sus abusos se conocían desde hace mucho. Como cualquier sinvergüenza, este conocimiento, lo achacó a un ser indeterminado: “el Vaticano”. La tónica habitual: pierde la Iglesia, los encubridores no.

El caso es que, con todos esos nombres en la calle, será difícil seguir sosteniendo esta farsa de nadie sabía nada y los abusos son culpa del clericalismo. Probablemente dé lugar a una nueva ronda de denuncias.

Es difícil imaginar un panorama más triste. Hasta dónde se extienda la mancha es imposible de prever.
Capitán Ryder

El obispo de Santa Fe ‘recomienda’ la comunión en la mano ‘por la gripe’ (Carlos Esteban)


La Archidiócesis de Santa Fe, en Nuevo México, ha enviado en su página de Facebook una circular en la que, alegando una epidemia de gripe, “recomienda” (ordena) que se dé la comunión en la mano, no en la boca.

“El celebrante de cualquier Misa en la Arquidiócesis de Santa Fe animará la recepción de la Hostia Consagrada en las manos”, se puede leer, en inglés, en la página de Facebook del arzobispado de Santa Fe, en Nuevo México, que preside monseñor John Charles Wester. “Por favor, téngase en cuenta que muchos liturgistas opinan que la recepción de la Hostia Consagrada en las manos está considerada litúrgicamente más adecuada que recibir la Hostia Consagrada en la lengua. Esta directiva busca limitar contacto con la saliva, limitando pues la propagación del virus de la gripe”.

No sabemos bien qué resulta más ridículo, si la excusa de la gripe, como si fuera la Peste Bubónica o no se pudiera transmitir igualmente con la comunión en la mano, o ese “muchos liturgistas”, como si la opinión de un número de estudiosos de la liturgia, grande o pequeño, tuviera peso alguno en la adecuada práctica católica. Si esa es la apelación de autoridad, podría responderse que “muchos teólogos” niegan la Resurrección física de Cristo, la Virginidad de María o la Presencia Real.

La comunión en la mano se permitió en la Instrucción de la Sagrada Congregación para Culto divino Memoriale Domini en 1969, donde se dice de la práctica tradicional en la boca que “garantiza, con mayor eficacia, la distribución de la sagrada comunión con la reverencia, el decoro y la dignidad que convienen, para alejar todo peligro de profanación de las especies eucarísticas, en las que “de modo singular el Cristo total e íntegro, Dios y hombre, se halla presente sustancial y permanentemente”, y para tener, finalmente, con los mismos fragmentos del pan consagrado el cuidado diligente que la Iglesia ha recomendado siempre: “Porque si dejas caer algo, piensa que es como si lo perdieses de tus propios miembros”.

Y añade que la nueva manera de comulgar no deberá ser impuesta de modo que excluya el uso tradicional. Lo importante es que cada fiel tenga la posibilidad de recibir la comunión sobre la lengua, al modo tradicional, y al mismo tiempo otras personas puedan recibir la hostia en la mano.

En nuestros días, una auténtica autoridad eclesial en esta cuestión, el prefecto de la Congregación para el Culto Divino, cardenal Robert Sarah, sigue invitando de forma clara y directa a todos los católicos a recibir la Sagrada Comunión en la boca y de rodillas. “¿Por qué insistimos en recibir la Comunión de pie y en la mano?”, se preguntaba Sarah, advirtiendo que “Jesús sufre por las almas de aquellos que lo profanan, por quienes derramó su Sangre que tan miserable y cruelmente desprecian. Pero Jesús sufre más cuando el don extraordinario de su Presencia Eucarística divina-humana no puede traer sus efectos potenciales a las almas de los creyentes. Y así podemos entender que el ataque diabólico más insidioso consiste en tratar de extinguir la fe en la Eucaristía, sembrando errores y fomentando una forma inadecuada de recibirlo”


Carlos Esteban

Francisco pone prelados comprometidos en cargos en los que pueden chantajear a otros



ESPAÑOL

Los casos del obispo Gustavo Zanchetta y de monseñor Battista Ricca muestran que el papa Francisco protege a sus amigos, independientemente de su compromiso profesado de responsabilidad, advirtió Phil Lawler el 11 de enero en la página web CatholicCulture.org.

Zanchetta y Ricca han sido acusados por grave inconducta homosexual, pero Francisco encontró trabajo para ellos, donde son responsables de detectar inconductas de otros:

“Ambos fueron obvios blancos potenciales para chantaje. Y se los puso en puestos donde podrían tener amplia oportunidad para chantajear a otros”.

Según Lawler, con Francisco el Vaticano se ha movido al revés en dos frentes cruciales: la lucha contra el abuso homosexual y la búsqueda para la transparencia financiera.

Él concluye diciendo que en este pontificado “la causa de la reforma está muerta, a menos que la reforma comience con el pontífice mismo”.


ENGLISH

The cases of Bishop Gustavo Zanchetta and Msgr. Battista Ricca show that Pope Francis protects his friends regardless of his professed commitment to accountability, Phil Lawler noticed on CatholicCulture.org (January 11).

Zanchetta and Ricca have both been charged with grave homosexual misconduct, yet Francis has found Vatican jobs for them where they are responsible for detecting misconduct by others,

"Both were obvious potential targets for blackmail. And they were put in positions where they might have ample opportunity to blackmail others."

According to Lawyer with Francis the Vatican has moved backward on two crucial fronts: the fight against homosexual abuse and the quest for financial transparency.

He concludes that in this pontificate, "the cause of reform is dead, unless the reform begins with the Pontiff himself."

Jacob Rees-Mogg: “La UE va camino de convertirse en un Estado apóstata” (Carlos Esteban)



Con la abrumadora derrota en los Comunes del acuerdo sobre el Brexit presentado por la primera ministra, Theresa May, estalla el caos en el Reino Unido sobre su futuro inmediato. Entre las filas conservadoras, un diputado católico, Jacob Rees-Mogg, explica a CNA por qué permanecer en la Unión Europea sería un error.
La Iglesia -ni la universal ni la nacional- no tiene una postura oficial sobre el resultado del referéndum del pasado junio de 2016 en el que el pueblo británico expresó mayoritariamente su voluntad de abandonar la Unión Europea, aunque, a título personal, una mayoría de prelados británicos se ha decantado públicamente o en privado a favor de la permanencia en el club europeo.

Sería un grave error, asegura el parlamentario conservador Jacob Rees-Mogg. Rees-Mogg, diputado por North East Somerset, es uno de los católicos más prominentes en la escena política británica, además de haberse convertido en uno de los favoritos para suceder Theresa May al frente de los ‘tories’ y en incansable adalid de una salida de la Unión que es, al fin, un mandato directo del pueblo británico.

“Creo que hay mucho afecto residual hacia la Unión Europea por sus orígenes”, declara a CNA. “Como proyecto, lo propusieron inicialmente demócratas cristianos de los países fundadores, y pretendía basarse en un ‘ethos’ cristiano y democrático”.

Pero de lo que pretendía ser a aquello en lo que se ha convertido hay un abismo, como puede apreciarse y recuerda Rees-Mogg. “Vale la pena recordar que, contra las firmes objeciones de Papas sucesivos, no se hacía mención a Dios o a la herencia cristiana de Europa en la primera propuesta de Constitución europea”.

Esa Constitución fue rechazada por los votantes holandeses y franceses y se transformó en el actual Tratado de Lisboa, este ya no sometido a votación popular alguna. “Con independencia de sus orígenes, la UE es hoy un Estado profundamente secular”, deplora Rees-Mogg. La Unión, que en 2004 obligó a retirar la candidatura del europarlamentario italiano Rocco Buttiglione por su oposición al matrimonio homosexual, ha sido una defensora a ultranza de extender el aborto en África como parte de la misión y los ‘valores’ europeos.

No es que no sea una organización cristiana, es que ni siquiera es meramente neutral, advierte el parlamentario. Más bien, añade, “está avanzando en la dirección hacia un Estado apóstata, lo que la Iglesia ha considerado históricamente como el peor resultado posible”.

Tampoco es ‘democrático’ en ningún sentido discernible, y aquí recurre el político conservador a la reciente advertencia del Papa contra el ‘clericalismo’, entendido como la fórmula por la que se ejerce y abusa del poder en beneficio de quienes lo controlan y sin referencia al pueblo al que se supone sirven o responsabilidad frente a él. Según Rees-Mogg, algo similar sucede dentro de la UE que, dice, funciona en la práctica como un “estado clericalista” en el que se pierde la soberanía del pueblo en favor de una élite.

“Si uno se fija en cómo llegan al poder en la UE los líderes europeos, verá que se nombran unos a otros y se dan cuentas unos a otros, no al pueblo. La Comisión Europea es el destino último de muchos políticos rechazados por los votantes en sus propios países, incluso por sus propios partidos a veces. Son una élite que cuida de sus miembros”

Carlos Esteban