BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



jueves, 15 de noviembre de 2018

Sinodalidad humeante. Ejercicios de monarquía pontificia en Estados Unidos y en China (Sandro Magister)


*
Más que Iglesia sinodal. Después de haber exaltado la “sinodalidad” como fruto preeminente del sínodo de los obispos realizado el pasado mes de octubre, y después de haber prometido desde el 2013 más autonomía y poderes a las conferencias episcopales, incluida “alguna auténtica autoridad doctrinal”, el papa Francisco decapitó el orden del día de la asamblea plenaria de uno de los episcopados más grande del mundo, el de Estados Unidos, reunido en Baltimore desde el lunes 12 de noviembre.
Y contemporáneamente abandonó en China a los obispos que no adhieran al acuerdo secreto firmado a fines de setiembre entre la Santa Sede y las autoridades de Pequín, es decir, a esos treinta obispos llamados “underground” o clandestinos que resisten impávidos al exceso de poder del régimen sobre la Iglesia.
En el Vaticano niegan que ésta sea la intención del Papa. Pero que los obispos chinos clandestinos se sientan abandonados por él es un hecho real, que el cardenal Zen Ze-kiun ha llegado a testimoniar en una apasionada carta-apelación puesta personalmente por él en las manos de Francisco durante una mañana a comienzos de noviembre.
*
En efecto, con los obispos de Estados Unidos Francisco se impuso como monarca absoluto. El sábado 10 de noviembre recibió en audiencia, en Roma, al cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, y al nuncio de Estados Unidos, Christophe Pierre, y encargó al primero que transmitiera al presidente de los obispos estadounidenses, el cardenal Daniel N. DiNardo, la prohibición de votar sobre dos puntos cruciales en el orden del día de la asamblea, ambos referidos al escándalo de los abusos sexuales: un nuevo y severísimo “código de conducta” para los obispos y la creación de un organismo de laicos para investigar a los obispos acusados por esos abusos.
Al anunciar, desconsolado, la doble prohibición, el cardenal DiNardo explicó que Francisco exige que los obispos estadounidenses no vayan más allá de lo que el Derecho Canónico ya prescribe en la materia, y sobre todo no anticipen lo que se decidirá en la reunión en Roma de todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo, convocada por el Papa para el 21-24 de febrero.
El “diktat” de Francisco suscitó reacciones fuertemente negativas, en Estados Unidos, también en quien ha intentado identificar las razones.
Por el contrario, en el caso de los obispos chinos lo que golpea es el silencio impresionante que acompaña su “via crucis”, por parte de las más altas autoridades de la Iglesia. Un silencio no sólo público, que podría justificarse por exigencias de carácter prudencial, pero también privado de cualquier acto de acercamiento y de apoyo cumplido por vía reservada. Y envuelto en el colmo del no menos ensordecedor silencio de muchos medios católicos, especialmente los más cercanos al papa Francisco.
Es lo que denuncia el padre Bernardo Cervellera, del Pontificio Instituto de las Misiones en el Extranjero y director de la agencia “Asia News”, en el editorial reproducido a continuación, que toma nota del enésimo arresto, acontecido en días pasados, de uno de los obispos más heroicos en el rechazo de la sumisión al régimen comunista chino.
*
La vergüenza ante Mons. Shao Zhumin, obispo secuestrado por la policía
de Bernardo Cervellera
Era de esperar. La noticia del enésimo arresto –el quinto en dos años– de Mons. Pedro Shao Zhumin, el obispo de Wenzhou, ha pasado bajo un manto de silencio. Excepto algunos medios españoles e ingleses, y algún raro sitio italiano además de AsiaNews, pareciera que llevarse a la rastra a un obispo, renombrado en China por su rectitud y su coraje, y obligarlo a padecer decenas de días de adoctrinamiento como en los tiempos de la Revolución Cultural, no es noticia digna de una  nota, e incluso resulta algo fastidioso, frente a lo cual es mejor callar.
Me pregunto qué sucedería si un buen obispo italiano –pongamos como ejemplo al simpático Mons. Matteo Zuppi de Boloña- fuese raptado por un grupo de fundamentalistas islámicos para adoctrinarlo y hacerlo musulmán, pero de buena fe: sin tocarle ni un cabello, como está sucediendo en el caso de Mons. Shao. Imagino que todas las primeras planas llevarían grandes titulares. En el caso del obispo de Wenzhou, no se trata de fundamentalistas islámicos, sino de fundamentalistas “de la independencia”: ellos quieren convencer al obispo de que pase a pertenecer a la Asociación Patriótica, que pretende construir una Iglesia “independiente” de la Santa Sede, y que esto es un bien para él, para la Iglesia y para el mundo.
Desde el punto de vista dogmático, siempre sigue siendo verdad cuanto fue dicho por Benedicto XVI en su Carta a los católicos de China: que el estatuto de la AP es “inconciliable con la doctrina católica”. Y varias veces en el pasado, el Papa Francisco ha dicho que la Carta de Benedicto XVI “sigue siendo válida”.
Por otro lado, pertenecer a la AP implica innumerables límites para la vida de un obispo: controles durante las 24 horas, verificación y pedido de permisos para visitas pastorales y para reunirse con huéspedes; requisas a lo largo de semanas y meses para participar en convenios de adoctrinamiento sobre las bondades de la política religiosa de Beijing.
Yo creo que el silencio de los medios -especialmente de los medios católicos, surge, ante todo, de la vergüenza. Hace pocos meses, el 22 de septiembre, ellos exaltaron a voces el acuerdo entre China y la Santa Sede, para dar la impresión de que, de allí en adelante, todo iría allanándose. Admitir, en cambio, que para la Iglesia china aún sigue habiendo muchos problemas de persecución, representa una vergüenza que -es comprensible- cuesta confesar.
Si además del arresto del obispo agregamos lo de la iglesias cerradas o prohibidas, la destrucción de las cruces, las cúpulas arrasadas, los santuarios demolidos, la prohibición a los menores de 18 años de ir a la iglesia o asistir a clases de catecismo, uno se da cuenta de que el acuerdo sobre el nombramiento de los obispos -tal como dijimos en el pasado- es bueno porque evita que surjan obispos cismáticos, pero deja intacta la situación de la AP y el Frente Unido, que se consideran como los verdaderos jefes de la Iglesia católica en China (y no el Papa). Esto se ve confirmado por las lecciones que los dos organismos están desarrollando en muchas regiones de China, en las que los curas y a los obispos reafirman que “a pesar del acuerdo sino-vaticano”, la Iglesia debe continuar siendo “independiente” (del Papa y de la Santa Sede).
Lamentablemente el acuerdo “provisorio”, no publicado y secreto, permite a China dar su propia interpretación de las cosas. El Frente Unido y la AP obligan a los sacerdotes y obispos a inscribirse en la Iglesia “independiente”, diciendo que “el Papa está de acuerdo con nosotros”, tanto que diversos católicos subterráneos sospechan, con amargura, que los han dejado abandonados en medio de la tempestad.
Algunos de los apodados “expertos” sobre China, minimizan los hechos sobre las persecuciones, diciendo que éstos suceden sólo en “algunos pocos lugares”. Pero, en realidad se registran persecuciones en muchas regiones: Hebei, Henan, Zhejiang, Shanxi, Guizhou, Mongolia interna, Xinjiang, Hubei… Y seguramente habrá otros lugares de los que no han llegado a difundir noticias.
Otra “reducción” consiste en decir que estas cosas suceden en la periferia, pero que en el centro, en Beijing, lo que se quiere es que el acuerdo realmente funcione. Pero lo cierto es que desde octubre pasado, después del Congreso del Partido comunista, el Frente Unido y la AP están bajo el control directo del Partido: es prácticamente imposible que el centro (Xi Jinping, secretario general del Partido) no sepa lo que sucede en la periferia, con casos tan evidentes que conmueven a la comunidad internacional.
Además de la vergüenza, creo que el silencio se ve alentado por otros 2 motivos.
El primero es una especie de “complejo paparil”; siendo que el Papa es un sostenedor del acuerdo con China y es un valiente defensor del diálogo con la cultura china, parece que sacar a la luz las persecuciones sea una ofensa al pontífice. Aparte del hecho de que el Papa Francisco siempre subrayó que él ama la honestidad y no la adulación: él siempre dijo que el diálogo se realiza entre dos identidades, no callando la propia y si la propia identidad está hecha de mártires, no se puede esconderla. […]
El segundo motivo podría referirse sobre todo a los medios, los denominados “laicos”, por un complejo “mercadoril”, de divinización del mercado chino. Se calla sobre las persecuciones y los arrestos porque es un “cosa demasiado pequeña”, si se la compara con la guerra de los aranceles entre China y los EEUU y con el futuro de superpotencia del Imperio del Medio. Los medios y las librerías están llenos de artículos y libros que alaban a Beijing, o la denigran, según de qué parte esté cada quien, si de parte de China o de los EEUU. Cualquiera sea el caso, de lo que no logran darse cuenta es de que la libertad religiosa en un país es signo de su “bondad”. Justamente el Papa Francisco, al reunirse el 5 de noviembre pasado con el  World Congress of Mountain Jews dijo que “la libertad es un bien sumo que hay que tutelar, un derecho humano fundamental, baluarte contra las pretensiones totalitarias”. Por eso, quien quiera defender la libertad de comercio en China, debiera defender, ante todo, la libertad religiosa. Esto es bien sabido por varios megaempresarios, que si bien quieren invertir en el extranjero, deben obedecer a las restricciones del gobierno central. Mons. Shao Zhumin no es, por lo tanto, “una cosa pequeña”, sino el signo de cómo China está evolucionando.
Vale la pena recordar una última cosa: Mons. Shao Zhumin es obispo de una Iglesia ya unificada, donde ya no existe más la división entre católicos oficiales y subterráneos, justamente aquello que esperaba el Papa Francisco en su mensaje dirigido a los católicos chinos y del mundo, publicado pocos días después del acuerdo. Sin embargo, la AP, además de secuestrar al obispo, en estos días ha prohibido a los sacerdotes “oficiales” ir a rendir homenaje a las tumbas de sacerdotes y obispos “subterráneos”. Y este es el signo de que la división en la Iglesia china no es algo que desean los católicos, ante todo. Esta política -que rige desde hace más de 60 años- no nos parece que esté a favor de la evangelización de China, sino, por el contrario -como fue expresado tantas veces en el pasado por la mismísima AP- es un paso que se encamina a la supresión de todos los cristianos.
Sandro Magister

Los obispos americanos votan NO pedir al Vaticano que abra los archivos sobre McCarrick (Carlos Esteban)



Si algunos nos sentimos animados por algunos indicios de que, por una vez, el episcopado estadounidense fuera a tomarse en serio el escándalo de los abusos sexuales por parte del clero, nuestro gozo en un pozo: ayer votaron ‘no’ a la propuesta de pedir a Roma que abriera los archivos sobre McCarrick. Los trapos sucios seguirán lavándose en casa … Si es que se lavan.

Durante un momento pareció que se lo iban a tomar en serio. La prohibición de Roma de votar medidas contra los abusos sexuales en la asamblea plenaria reunida en Baltimore a solo 24 horas de su inicio parecía haber abierto los ojos a muchos obispos ante sus responsabilidades diocesanas. El Cardenal DiNardo, su presidente, expresó abiertamente su decepción y masculló su enfado -“esto no suena mucho a sinodalidad”-; Strickland, de Tyler, en Texas, alertó sobre la infiltración homosexual en las filas del clero y Cordileone, de San Francisco, pidió un estudio científico para aclarar la relación entre homosexualidad en el sacerdocio y abusos. Algo, en fin, empezaba a moverse en el adormecido episcopado norteamericano.

Fue un espejismo, olvídenlo. En el último día de la asamblea, los obispos votaron por 137 contra 83 (tres abstenciones) contra la propuesta de “animar” a la Santa Sede a hacer públicos todos los documentos sobre denuncias de conductas sexuales irregulares contra el arzobispo emérito de Washington, Theodore McCarrick, tras media hora de debate. Nada que ver aquí, sigan circulando.

La transparencia es una buena palabra para repetirla a menudo, pero un concepto peliagudo para practicarlo. Al final, los obispos americanos parecen tener tan poco interés como el Vaticano en que salgan a la luz los pecadillos propios y de los amigos. Después de todo, ¿por qué iban a querer los obispos ser investigados, mucho menos por los laicos? El “protagonismo creciente de los laicos”, es ya evidente, resulta un buen lema publicitario, pero nada más.

La propuesta partía de Earl Boyea, obispo de Lansing, y pedía que “los obispos de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos animen al Santo Padre a publicar toda la documentación que pueda publicarse en atención a la ley canónica y civil concerniente a la mala conducta del arzobispo McCarrick”.

Quizá los obispos, aislados como suelen estar los poderosos, no se dan cuenta de la situación; o tal vez sí, y prefieren la sospecha a las pruebas que podrían salir de una apertura de los archivos; el caso es que su indignante negativa hace que la infiltración masiva de homosexuales y homosexualistas en las filas del clero deje de ser una paranoica teoría de la conspiración para convertirse en una explicación plausible de la crisis.

Es el sentimiento de desaliento que cunde ya entre los obispos fieles, decididos a limpiar los establos de Augias del clero católico norteamericano. Como el obispo de Spokane, en el estado de Washington, que ha llegado a preguntar a sus colegas reunidos en Baltimore si alguno de ellos ha dejado de creer que esté mal que los adultos se impliquen en actividades homosexuales. Daly planteó las “razones” por las que los obispos se habían hecho los locos ante el acoso homosexual de McCarrick sobre seminaristas y jóvenes sacerdotes, un rumor muy extendido entre las filas del clero durante décadas.

“¿Fue posible que pasara porque tenemos algunos obispos y sacerdotes que ya no ven nada malo en el sexo consentido entre adultos dentro del clero?”, se pregunta Daly. 

Las otras razones que planteó no eran menos deprimentes. “Podría ser que ellos mismos estuvieran comprometidos. Otros, clérigos ambiciosos en la escalera mecánica eclesiástica, haciendo cuanto podían para ocultar las cosas y callar lo que sabían, para seguir escalando puestos. Y luego está el darse cuenta con tristeza de que algunos, implicados en estas cosas, no pensaron realmente en nada, no se preguntaron: ¿qué ha sido de mi vocación?”.

Carlos Esteban

Lo que el Vaticano impidió en Estados Unidos marcha en Francia


Gato encerrado, y estofado



¿Hasta cuándo Señor?
por Robert Royal
Miércoles, 14 de noviembre de 2018

Durante los últimos dos días he estado de viaje y muy ocupado; cuando abordaba un avión, recién me vine a enterar de la noticia del pedido del Vaticano a nuestros obispos americanos en el sentido de que no voten sobre ningún protocolo de actuación para resolver la crisis de los abusos. Y ahora que esto escribo han pasado 24 hs. desde entonces, mientras intento ponerme al tanto con esta noticia tan extraña. Posiblemente se me ocurran más cosas para decir más adelante, pero por ahora, sencillamente me cuesta creer que no es todo sino producto de un mal sueño.
Hace meses ya que el Vaticano sabía que los obispos se iban a ocupar de la cuestión de los abusos en su encuentro de todos los otoños, en Baltimore. El Papa les pidió que lo cancelaran y que en lugar de eso participaran de un retiro espiritual, a la espera de la reunión en Roma de los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, encuentro previsto para febrero del año que viene. 
Resulta difícil adivinar con algún grado de precisión qué es lo que el Papa Francisco teme que suceda en la reunión de estos días en Baltimore.
Hemos oído por ahí vagas referencias a que las decisiones de los obispos americanos podrían violar normas del Derecho Canónico. Pero ¿desde cuándo este papado se ha visto restringido por cuestiones legales—o querido que los obispos del mundo entero cumplan con el Derecho Canónico—cuando quiso realmente que alguna cosa se hiciese?
Sea cual fuere ese temor, esperar hasta el mismísimo día de la inauguración de la reunión para pedir que no se votara nada, es cosa prácticamente sin precedentes. Es triste admitirlo, pero para muchos americanos, probablemente el Papa ha confirmado lo que se ha visto obligado a admitir en Chile: que él es parte del problema. Que nadie lo haya convencido de que esta decisión se convertiría en una pesadilla de relaciones públicas—y que causaría más problemas que una franca discusión y una votación (cuyo resultado en cualquier caso, siempre se podía atenuar más adelante)—constituye un signo de dónde estamos en la Iglesia en los días que corren. 
Espero llegar a Baltimore hoy mismo para tomar la temperatura personalmente. Pero las noticias que he visto dicen que el Cardenal Cupich se puso de pie cuando el Presidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, Cardenal Di Nardo, estaba expresando su desilusión por razón de la decisión del Vaticano, para decir: “Está claro que la Santa Sede está tomando la crisis de los abusos muy seriamente.” ¿De veras? Si fuera así de claro, no haría falta decirlo. 
O explicar, como procedió a hacerlo Cupich, con frases obviamente preparadas de antemano, por qué la asamblea de obispos debía aceptar algo claramente inaceptable, como parece que muchos de ellos advirtieron inmediatamente. Su recomendación, que claramente procedía del mismísimo Papa, era la de convocar a otra reunión más para el mes de marzo, después del encuentro de los presidentes de las conferencias episcopales en febrero. Varias víctimas de los abusos y organizaciones que los defienden ya no esperaban gran cosa de la reunión de este mes de noviembre, que en sí misma viene a convocarse morosamente, varios meses después de las últimas revelaciones. 
En la jerga política de Washington esto se llamaría patear la pelota afuera con la esperanza de que se convertirá en el problema de otro, o que todo quedará olvidado, tapado por un nuevo ciclo de noticias.
Desde luego, ya contaríamos con evidencia tangible de eso si “el Vaticano” estuviese “tomando seriamente la crisis de los abusos”. Algunos de los defensores del Papa Francisco han notado que es el único papa de los tiempos modernos que obligó a un Cardenal (McCarrick) a renunciar. Cierto, pero eso sólo después de que la Arquidiócesis de Nueva York determinó que había cometido un delito al molestar a un menor de edad. 
Las normas actuales de la Iglesia de los Estados Unidos establecen que semejante crimen no se podía encubrir y que debía reportárselo a las autoridades civiles. Que fue esencialmente lo que le forzó la mano a Roma. Y McCarrick, es, medio año después, todavía, inexplicablemente, sacerdote.
La otra evidencia de la que disponemos acerca de cuán seriamente se toma Roma la crisis de los abusos, procede de otro lado. El mes de diciembre pasado, el Vaticano sencillamente dejó que la Comisión Pontificia para la Protección de los Niños expire. En cierta forma, no se perdió gran cosa con eso, puesto que, a pesar de la catarata de alabanzas cuando fue creada, la dicha comisión no hizo gran cosa. Varios de sus miembros, fueron renunciando a modo de protesta por su inacción. 
Pero, ¿dejarla expirar? Unos meses después resultó reconstruida, mas nadie ha oído ni visto nada de esta comisión que sugiera que fuera a jugar algún papel en lo que ahora es una crisis global.
A la gente de habla inglesa se le hará difícil de creer, pero gran parte de los medios en Italia y partes de Europa acompañan al Papa en su falta de sentido de urgencia que tiene toda esta cuestión de los abusos. Parecerían ignorar—o son sencillamente renuentes a aceptarlo—que efectivamente hay una crisis, más allá de un importante número de sacerdotes y obispos envueltos en escándalos de este tipo.

Si uno habla con gente del Vaticano o de sus suburbios, tienden a creer que se trata de una aberración específicamente americana (olvidando convenientemente de que hay problemas parecidos en Chile, Honduras, Irlanda, Australia, la propia Italia, el propio Vaticano y otros países). Ellos dicen que nuestros obispos (americanos) han manejado todo esto torpemente al punto que se le ha ido de las manos. 
En determinada oportunidad, el Cardenal Maradiaga, la mano derecha del Papa en el Colegio de Cardenales (él mismo implicado en escándalos sexuales y financieros en Honduras), atribuyó las revelaciones en los Estados Unidos del año 2002 a influencias judaicas y masónicas en la prensa americana, que, según sostuvo, buscan destruir a la Iglesia. Después se disculpó—pero eso es claramente lo que él, e indudablemente otros en los más altos niveles del Vaticano, realmente creen.
Uno se puede desgañitar tratando de explicarles cuán extendida es la bronca entre los laicos, y muchos sacerdotes y obispos en razón de todo esto. Hasta ahora, el modo en que Roma ha estado encarando estas novedades, ha sido como trató las denuncias del Arzobispo Viganò—esto es, no hacer nada. Eso hace que mucha gente—incluso fieles católicos—sospechen, con o sin razón, de que aquí hay gato encerrado, de que hay personajes muy poderosos tratando de que estas cosas no salgan a la luz. 
Uno puede intentar culpar a la lentitud de la burocracia vaticana, a la existencia de resentimientos entre los miembros de la jerarquía, a cierta antipatía contra el Papa, a la influencia del mismísimo Satán. Pero lo cierto es que simplemente la gente no quiere más discursos, reuniones, comisiones. Quieren acción. Y quieren verdad
En lugar de eso, lo que ven es que, incluso cuando nuestros obispos americanos quieren tomar algunos primeros pasos tentativos para encarar un problema tan enredado como urgente, un problema que involucra no sólo la protección de inocentes sino también la credibilidad moral de la Iglesia, Roma dice: No, esperen. 

Tradujo: Jack Tollers

"Un Reino de Dios manipulado y un Reino de Dios auténtico"

Homilía del 25º Domingo después de Pentecostés (15 de Noviembre de 2015) Mt 13: 31-35
A modo de resumen (incompleto)
El evangelio de hoy nos muestra dos parábolas, la del grano de mostaza y la de la levadura. Siempre se interpretaron estas parábolas como referidas a la Iglesia, que al principio era una comunidad pequeña, pero que luego fue creciendo y extendiéndose en el mundo.
Pero en los tiempos actuales, las circunstancias han hecho que estas parábolas se hayan de interpretar de un modo diferente. No podemos decir que estamos en los tiempos finales, pero lo que sí podemos decir al menos es que las señales que se ofrecen para los tiempos finales se están cumpliendo ya. Nuestra iglesia actual es una iglesia nueva, desolada; en la que ha ocurrido la apostasía general profetizada para los últimos tiempos.
Todos sabemos lo que ocurrió en Francia hace dos días, donde el mundo musulmán ha declarado la guerra al mundo occidental; pero ¿por qué? Porque el mundo occidental está fundamentado en raíces cristianas. El mundo musulmán quiere eliminar todo vestigio de cristianismo de las mentes y del corazón de esa cultura. El presidente Hollande decía en declaraciones de hace un par de días que los terroristas querían infundir miedo en la población. En el fondo no quieren reconocer la verdad, lo que quieren es acabar con una civilización basada en valores cristianos. Pero en el fondo, la culpa la tienen los mismos gobernantes de occidente pues son los que han causado el problema, han dejado a occidente sin defensas (ideológicas y morales) y es el islam quien, valiéndose de su doctrina está dispuesto a acabar con los “infieles”. Europa es un continente descristianizado porque así lo han decidido la masonería y los poderes ocultos. Europa ha quedado sin defensas y se ofrece en bandeja de plata para quien quiera venir a conquistarla. Y pronto ocurrirán cosas más graves. Pero a pesar de todo esto, la gente prefiere vivir en su mentira y cerrar los ojos a la verdad. Si alguien se atreviera a denunciar todo esto sería perseguido.
El evangelio nos ofrece la solución a estos problemas. El Señor nos dice en San Mateo que cuando un espíritu inmundo sale de una casa, vaga buscando otro lugar, pero no encontrando donde quedarse vuelve a la primera casa, y al encontrarla vacía, trae consigo a más espíritus inmundos. Hemos llevado a cabo una liquidación por derribo en la cultura occidental. La misma Iglesia ha tirado por la borda los dogmas, los sacramentos, la liturgia, la Sagrada Escritura. ¿Qué queda del Magisterio de la Iglesia? Nada. Ahora ya no existe el pecado. Lo bueno y lo malo lo decide la conciencia de cada uno… La casa ha quedado vacía, por lo que el espíritu inmundo vuelve, y ahora con más, para instalarse de nuevo, de tal modo que la situación última es peor que la primera.
Están ocurriendo cosas en nuestra Iglesia que hace años serían impensables. ¿Cómo se puede calificar de fariseos a los que intentan ser fieles a la Iglesia? España es condenada por evangelizar América. Muchas cosas que antes eran condenadas por la Iglesia ahora con admitidas por la nueva iglesia. Estamos asistiendo a un cambio en el significado de los conceptos. La misericordia que era uno de los atributos divinos más maravillosos y de la cual nos habla la Biblia en muchas ocasiones, Dios la ejercía con el pecador arrepentido. Ahora se nos pide ser misericordiosos sin que las personas tengan la mínima intención de arrepentirse; es más, se les ayuda para que sigan por el mal camino …
Padre Alfonso Gálvez

El caso Viganò y el callejón sin salida del papa Francisco (Roberto De Mattei)


Andrea Tornielli, vaticanista

Por fin llega una respuesta. No la del papa Francisco, en vano esperada, sino la -en todo caso significativa- de uno de los periodistas que integran su séquito más estrecho

El autor es Andrea Tornielli, vaticanista del diario La Stampa y administrador del sitio web Vatican Insider, el cual en colaboración con el también periodista Gianni Valente acaba de publicar Il Giorno del Giudizio (el día del juicio), extenso ensayo sobre el caso Viganò, con el elocuente subtítulo Conflictos, lucha por el poder, abusos y escándalos: qué esta sucediendo realmente en la Iglesia (Ediciones Piemme, 255 páginas).

La tesis de fondo de Tornielli es que el testimonio del arzobispo Carlo Maria Viganò sobre los escándalos de la Iglesia es una tentativa de golpe contra el papa Francisco tramada por una red político-mediática internacional «aliada con ciertos sectores de la Iglesia estadounidense que cuenta con apoyos en los palacios vaticanos» (p.3).

El vaticanista de La Stampa interpreta la guerra religiosa en curso más como una lucha por el poder que como una batalla de ideas, y parece olvidar que el conflicto no lo han desatado quienes defienden la Tradición de la Iglesia, sino quienes desean trastornarla . Por eso no se entiende que la acusación de utilizar las armas mediáticas se reserve a las críticas al papa Bergoglio y no a sus admiradores.

¿Acaso el Vaticano no confió a McKinsey la labor de agrupar los instrumentos de comunicación creando una plataforma digital única para la publicación de artículos, imágenes y podcasts? Nos lo dice el propio Tornielli en La Stampa del pasado 22 de marzo. Para el director de La Civiltà Cattolica, Antonio Spadaro, la importancia que atribuye el papa Francisco a internet y a las redes sociales se remonta al día en que fue elegido.

En aquel momento Jorge Mario Bergoglio «activó a los millares de personas presentes conectándolas con su persona y con cuanto sucedía, demostrando que él mismo era una red social», ha declarado el mencionado jesuita durante la presentación de su libro Ciberteología: pensar el cristianismo en tiempos de internet (Ediciones Vita e Pensiero).

Si existen expertos en técnicas de manipulación e instrumentalización de las noticias, también los encontramos entre los más estrechos colaboradores de Francisco, desde el mismo Spadaro hasta monseñor Dario Edoardo Viganò (que no tiene nada que ver con Carlo Maria, con quien comparte apellido), ex ministro de comunicaciones del Vaticano obligado a dimitir el pasado mes de marzo a causa de la sonada falsificación de una carta confidencial de Benedicto XVI. Monseñor Dario Viganò encargó al director Wim Wenders la realización de la película propagandística El papa Francisco: un hombre de palabra. En Italia se publica también una revista titulada Il mio Papa, que cuenta lo que hace Francisco durante la semana.

Ningún pontífice ha hecho un uso tan extenso de las armas mediáticas como Jorge Mario Bergoglio

Por lo que respecta a las revelaciones del arzobispo Carlo Maria Viganò, Tornielli 
  • no niega que el papa Francisco recibiera informaciones directas de él en el sentido de que el cardenal Theodore McCarrick hubiese corrompido sexualmente a sus seminaristas y sacerdotes.
  • Tampoco niega la existencia de inmoralidad en el seno de la Iglesia y de una cobardía generalizada que permite que se extienda.
  • Admite que la plaga homosexual es un problema que «existe» (p.169), aunque lo minimiza y pasa por alto la existencia de un grupo activo de sodomitas al interior de la estructura eclesial y de un igualmente activo lobby favorable al movimiento gay, que la sostiene. 
Tornielli no consigue, por tanto, refutar a monseñor Viganò, pero tiene que defender al papa Francisco. Lo hace comportándose como el jugador que sube la apuesta cuando se ve en apuros. En este caso, al no poder negar que reina la corrupción entre el clero, intenta achacar la mayor responsabilidad a los antecesores de Francisco, a Benedicto XVI y Juan Pablo II.

El vaticanista de La Stampa lleva ante todo al banquillo de los acusados a Juan Pablo II, responsable de la meteórica carrera del cardenal McCarrick. «Juan Pablo II conocía a McCarrick. Había visitado su diócesis hacía cuatro años, quedando impactado por aquel inteligente prelado que sabía llenar los seminarios, dialogar a todos los niveles en política y protagonizar el diálogo interreligioso, firme en sus principios de doctrina moral y abierto a los temas sociales» (p.38).

El nombramiento del arzobispo de Washington, que ya se rumoreaba en el Vaticano, no pasó por la asamblea plenaria de la Congregación para los Obispos, donde tendría que haberse debatido, sino que llegó por una vía muy directa, «como sucedía y sucede a veces en dichos nombramientos, decididos precisamente desde el apartamento, omitiendo el debate colegial por los miembros del dicasterio» (p.40).

«Resulta ofensivo por parte de monseñor Viganó dar a entender que en el año 2000, cuando se nombró a McCarrick, Juan Pablo II estuviera tan enfermo que no pudiera estar al tanto de los nombramientos, incluidos los más importantes, ni los que en aquel momento tenían cantada la concesión del capelo cardenalicio y, por consiguiente, la participación en un futuro cónclave. (…) No es necesario conocer los archivos secretos de la Nunciatura en Washington (que por otra parte habrá consultado Viganò) para saber que en realidad el papa Wojtyła todavía tenía por delante cinco años intensísimos desde todos los puntos de vista» (pp.40-41).

Tornielli insiste: «Wojtyła no estaba tan enfermo como quiere hacer creer el informe de Viganò. Todo lo contrario. De hecho, se lo observa plenamente capaz de estar al tanto de ciertos procesos de nombramiento, al menos los más importantes. Entre ellos estaría sin duda el del nuevo arzobispo de la capital federal de los Estados Unidos. (…) Tampoco hay que olvidar el conocimiento de primera mano que tenía el papa Wojtyła de McCarrick, obispo creado por Pablo VI pero promovido hasta cuatro veces por el pontífice polaco: primero a Metuchen, cátedra creada ex novo; más tarde lo transfirió a Newark, diócesis que Juan Pablo II visitó en 1995; después, lo nombró arzobispo de Washington a pesar de su ya avanzada edad; y por último, la inclusión inmediata en el colegio cardenalicio» (pp.43-44).
El 27 de abril de 2014, el papa Francisco canonizó a Juan Pablo II junto con Juan XXIII. La canonización de un papa supone que, en el ejercicio de su cargo de pastor supremo de la Iglesia, ejerció todas las virtudes en grado heroico, incluida la de la prudencia. Ahora bien, si por complicidad, negligencia o imprudencia, un pontífice encubre a un depredador sexual, hay motivos para dudar de su prudencia y buen criterio.
Y si para Tornielli fue así, eso quiere decir que no considera santo a Juan Pablo II. Además, prelado muy allegado a él y al papa Francisco, monseñor Giusseppe Sciacca, secretario de la Signatura Apostólica, «uno de los más expertos canonistas de la Curia» (p. 200), entrevistado el 9 de septiembre de 2014 por el propio Tornielli, ha negado la infalibilidad de las canonizaciones
Si las canonizaciones no son infalibles y el papa Francisco ha podido equivocarse con Juan Pablo II, es posible que el mismo día se equivocase con la canonización de Juan XXIII y que haya cometido otro error semejante el pasado 14 de octubre al canonizar a Pablo VI.
La cuestión no es secundaria. Elevando la apuesta, Tornielli no sólo pone en duda la prudencia sobrenatural del papa Wojtyła, sino que arroja sombra sobre las recientes canonizaciones y, sobre todo, nos revela el callejón sin salida ante el cual se encuentra el pontificado de Bergoglio. Un callejón sin salida que gira precisamente en torno al tema de la infalibilidad.

El propio papa Francisco considera de hecho la infalibilidad como un legado de la Iglesia antigua, la que proclamaba y anatematizaba, la que definía y condenaba. La primacía de la pastoral sobre la doctrina y de la misericordia sobre la justicia impide a Francisco ejercer el munus de la infalibilidad, que es el acto más categórico y menos pastoral que puede realizar un pontífice.

Si quiere imponer sus directivas a la Iglesia, el papa Bergoglio necesita una cuasi infalibilidad que excluya toda forma de desobediencia a sus deseos

Para cumplir su programa, el Papa casi infalible se ve obligado a convertirse en un Papa dictador, como ya está sucediendo. Quien es fiel a la Tradición, cree por el contrario en la infalibilidad pontificia y conoce su alcance y sus límites. La noción de los límites de la infalibilidad permite a quien tiene el sensus fidei resistir al Papa dictador.

Ampliar la infalibilidad permitirá al Papa que un día quiera hacer uso de ella y disipar el humo de Satanás que ha penetrado en la Iglesia, condenando -sin apelación- los errores y corroborando, con igual solemnidad, la Verdad perenne del Evangelio.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)
Roberto De Mattei

miércoles, 14 de noviembre de 2018

El arzobispo de san Francisco pide que se estudie la relación entre homosexualidad y abusos (Carlos Esteban)



En medio del terremoto causado por la orden de Roma de no votar en la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, que tiene lugar estos días en Baltimore, las dos medidas ya esbozadas para responder a la crisis de encubrimiento de abusos, el Arzobispo de San Francisco ha pedido que se elabore un estudio científico de la homosexualidad en el clero.

El dique, parece ser, ya se ha roto, la palabra tabú -homosexualidad- ya ha salido después de ser eludida en la primera sesión de la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, que tiene lugar estos días en Baltimore, y el Arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, ha pedido que se elabore un estudio sobre la homosexualidad en el sacerdocio y su relación con la crisis de abusos clericales.

Ya sabemos que, desde el estallido de la crisis, la relación entre homosexualidad y la incidencia de los abusos se ha evitado cuidadosamente, y el propio Santo Padre, en su primera respuesta a la crisis, la carta al pueblo de Dios, encontró un responsable alternativo: el ‘clericalismo’.

Pero el elefante rosa en la sala de estar es demasiado grande como para seguir pasándolo por alto, y los fríos datos plantean una incómoda pregunta. Veamos: más del 80% de los casos de abusos denunciados de sacerdotes y religiosos sobre menores de edad son de carácter homosexual, y la abrumadora mayoría afectan a varones que ya han superado la pubertad. Teniendo en cuenta que la proporción de homosexuales en la población general ronda, según los estudios más fiables, entre el 3% y el 5%, las cifras de abusos clericales solo pueden responder a uno de estos dos factores o a una combinación de ambos: o los homosexuales tienen una tendencia mucho mayor al abuso pederasta -lo que ninguna fuente se atrevería a sostener ni por un minuto-, o la proporción de homosexuales es enormemente superior entre el clero que entre la población general. Tertium non datur.

Por eso Cordileone defiende ir a la raíz del problema y salir de dudas de una vez por todas, así como librar de toda culpa a los sacerdotes con inclinaciones homosexuales libres de toda culpa que vivan fielmente el celibato.

Hay, además, estudios recientes sobre los que justificar esta investigación en profundidad. A principios de mes, el sacerdote y sociólogo Padre Paul Sullins hacía públicas las conclusiones de un estudio realizado para el Ruth Institute que sí advierte un nexo evidente entre la creciente homosexualización del clero a lo largo de las últimas décadas y el aumento de los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes y religiosos. La tesis central del informe es que la proporción de varones homosexuales en el sacerdocio pasó de ser el doble del de la población general en los años cincuenta a alcanzar ocho veces más en los ochenta, una tendencia que guarda una evidente correlación con el aumento de los casos de abusos. Además, los sacerdotes ordenados en los años sesenta que advertían la existencia de una subcultura homosexual en los seminarios representaban un 25%, llegando a un 50% entre los ordenados en los ochenta.

Cordileone advirtió contra conclusiones simplistas que equipararan la inclinación homosexual en clérigos y obispos con los abusos ya que, dijo, hay sacerdotes que sienten esta inclinación hacia personas del mismo sexo que no solo no abusan de menores sino que sirven a la Iglesia fieles a sus votos de celibato. Pero, ha añadido el titular de una de las capitales mundiales del fenómeno LGBT, “hay una correlación entre ambos factores”.

El prelado hizo referencia al informe de Sullins señalando que “lo peor que podríamos hacer es desacreditar este estudio para no tener que responder a sus conclusiones, o ignorar o negar esta realidad por completo”.

El arzobispo insistió en la urgencia de las medidas necesarias, alegando que hacerlo no supondría vulnerar el veto vaticano. “Esto es algo que necesitamos hacer ya. No nos hizo falta la autorización de nadie para encargar el estudio anterior [de la John Jay], y tampoco la necesitamos para encargar éste”.

Es difícil no imaginar lo que se le puede venir encima a Cordileone y al episcopado americano si siguen adelante con este proyecto. La reacción de los medios supondrá, sin duda, una enorme presión para los investigadores, que deberán saber que nadan contra corriente. Pero tampoco en el propio clero, entre muchos de los obispos o incluso en Roma es probable que encuentren mucha simpatía.

En la misma sesión, el arzobispo de Chicago, cardenal Blase Cupich, declaraba ante la prensa que había que establecer distinciones cuidadosas, porque en muchos casos, dijo, hablamos de “relaciones homosexuales consensuadas entre adultos”. La idea que parece sugerirse, de que sólo deberían censurarse canónicamente las relaciones tipificadas por la justicia secular, ha indignado a no pocos comentaristas católicos

En efecto, este concepto de que un sacerdote pueda mantener, sin censura eclesial, una relación sexual con otro varón siempre que sea consentida parece confirmar las peores sospechas sobre la infiltración de redes homosexuales en la jerarquía católica.

Carlos Esteban

Cardenal Cupich: “el sexo entre homosexuales podría ser consensuado”




El cardenal de Chicago, Blase Cupich, “urgió fuertemente” a los obispo de Estados Unidos, reunidos en Baltimore, a separar la fornicación homosexual con menores [la cual es un pecado mortal] de la fornicación homosexual entre adultos [la cual es también un pecado mortal]. Pero para Cupich son “disciplinas diferentes”.

Agregó la perogrullada que a veces la fornicación homosexual de los clérigos con adultos podría ser “sexo consensuado, unánime” cuando hay supuestamente “un conjunto totalmente diferente de circunstancias”.

Cupich fue un aliado a tiempo complete del cardenal McCarrick. Durante mucho tiempo estuvo actuando como portavoz de la propaganda homosexual en la Iglesia.


El odio



Wir haben lang genug geliebt
Wir wollen endlich hassen.


Bastante hemos amado ya,
Por fin vamos a odiar.
Georg Herweglh


Lo que Herweglh, poeta revolucionario y protomarxista alemán, escribía a mediados del siglo XIX, fue profético. O bien, propuso en apenas dos versos un plan que se ha cumplido en poco más de un siglo en toda la cultura occidental. Vivimos en un mundo de odio, desenmascarado a veces y travestido otras en las más diversas modulaciones.

Los rostros satánicos que se vieron, por ejemplo, en las marchas a favor del aborto, expresan un odio visceral a todo lo que sea tan solo un reflejo del orden tradicional, es decir, del cristianismo.

Pero el odio también se traviste y, acostumbrados ya a sus monstruosidades, no nos damos cuenta que es él quien anida en el fondo. Porque odio hay en la médula de la música que nos persigue todo el día y que embrutece el oído de quienes, incapaces de soportar el silencio, viven encasquetados en sus auriculares. Odio es también, aunque ignoto, el que ha sedimentado en los corazones de los hombres grullas, aquellos que pueblan las calles y los trenes de todas las ciudades del mundo, con sus cuellos encorvados sobre las pantallas luminosas de sus celulares. Apenas algunos ejemplos de un odio camuflado que ha convertido a las ciudades en lugares desiertos por los que caminan millones de personas solitarias alienadas de la realidad.

Odio es también lo que anima a quienes manejan los ídolos a los que los hombres de hoy rinden culto. Millares de ídolos; algunos que obscenamente prometen riquezas a quienes se acercan; otros, sicalípticos, les prometen torbellinos de placer interminable.

Y hay otros más sutiles, y más peligrosos, las opiniones ajenas, por ejemplo, que constituyen autoridad y que al hombre le gusta seguir para explicar las cosas que no conoce o que no ha experimentado; o que conoce y ha experimentado, pero respecto a las cuales le resulta más cómodo remitirse a otros. Idolo es también la adhesión inmoderada a los datos de la ciencia porque ella, que sólo sabe medir y contar, es la exclusiva legitimadora de un mundo poblado de cosas materiales, y quien apela al otro mundo, al del espíritu, queda expuesto al ludibrio de los hombres cultos. Son los ídolos del teatro que explicaba Solzhenitsyn.

Y están los ídolos del foro, que son las aberraciones resultantes de la independencia de los humanos y de su vida en común, vida que ya casi no existe devorada por la vida virtual. Son ídolos particularmente peligrosos, porque encadenan al hombre a los demás, a las opiniones de los profesionales del odio que acuñan fórmulas encargadas de determinar quiénes están fuera de las murallas de la aldea global. “Machista”, “Homófobo”, “Violento”, “Antiderechos”, son los rótulos con los que amenazan y que hacen retroceder a los hombres, que prefiere continuar con sus espaldas encorvadas sobre las pantallas. La insoportable dictadura de las minorías, del Big Other del que hablaba Raspail.

Odio es también el estado orwelliano en el que vivimos, continuamente vigilados. Las videocámaras nos observan mientras nos desplazamos por las calles del mundo, los celulares que llevamos siempre con nosotros rastrean no solamente nuestras coordenadas exactas y nuestros itinerarios diarios, sino también nuestras amistades y nuestros trabajos; nuestras tristezas y nuestras alegrías. Las redes sociales revelan lo que pensamos y lo que deseamos; revelan nuestras virtudes y nuestros vicios, nuestras aspiraciones y nuestros rechazos. Jamás Orwell podría haber imaginado un Big Brother tan poderoso y tan cruel como el que hoy nos gobierna.

Odio es el olvido casi total de la cultura que nos dio vida. El mundo moderno no conoce a los clásicos, y aún sin conocerlos, los desprecian. Homero y Virgilio; Shakespeare y Cervantes, hoy son sólo parte del coto de caza de los eruditos que los destrozan en pequeñas partículas a fin de examinarlos, omitiendo y abandonando la sabiduría que en sus líneas se concentra. Hombres modernos, olvidados de sus raíces y que, creyéndose libres, no son mas que parte de un rebaño de ratas llenas de angustia que se arremolinan en un gran laboratorio.

¿Y por qué es odio todo esto? Sencillamente, porque es el rechazo violento del Bien, de la Verdad y de la Belleza, es decir, del Ser; es decir, de Dios.

El mundo moderno no rechaza a Dios de un modo explícito y descarado como lo hacía, por ejemplo, el régimen soviético. El mundo moderno rechaza de un modo violento las manifestaciones de Dios, sus reflejos, lo que es, y porque es, lo que es verdadero, bello y bueno. Se trata del rechazo de la realidad, o de la naturaleza, o del orden. Es decir, de la voluntad divina. Es el non serviam primigenio calando hasta los hilos más delgados de la cultura. Es el rasguido disonante de la música inicial que tocaban los ángeles ante el Trono que se ha apoderado de toda la sinfonía querida por la Divina Voluntad, y el mundo danza ahora al ritmo de una cacofonía satánica.

Hace algunos años escribía en este blog que no éramos del todo conscientes del castigo desesperante que significa vivir en el mundo moderno, dolores que podían interpretarse como los que anuncian el fin. Como decía Gómez Dávila, “el mundo moderno no será castigado. Es el castigo”. Y no caemos en la cuenta que vivimos en un mundo que está siendo duramente castigado.

La pregunta que me hago cada vez con más insistencia es si no hemos atravesado ya el punto de no retorno. ¿Puede el mundo moderno volver a ser el mundo tradicional, entendiendo por tal, el mundo ordenado según la ley de Dios? ¿Puede el hombre moderno abandonar la cultura del odio y volver a la vida del hombre normal, que obedece y ama a su Dios y reverencia sus manifestaciones de Bien, Verdad y Belleza?

Hoy sólo sobreviven los que reptan. Pero los que no queremos reptar, ¿qué debemos hacer para sobrevivir? Volviendo a Gómez Dávila: “¿Cómo soportar este mundo moderno si no oyéramos ya un lejano rumor de agonía?”.

The Wanderer

El avance de SKOLAE se debe al silencio de la mayoría de los padres

Duración 1:39 minutos

Fernando López Luengos, presidente de «Educación y Persona», reflexionó el pasado sábado 10, ante un salón abarrotado de padres, acerca de la ideología de género y del programa de «coeducación» SKOLAE que el Gobierno de Navarra está implantando en todos los centros escolares.

NOTHING LEFT If they get their way (Michael Voris)

Duración 4:12 minutos

I'm Michael Voris coming to you just moments after the Silence Stops Now rally here in Baltimore concluded. The Church in the United States is at a critical point — Her very existence is in the balance.

The impurity and rot promoted by various clerics, which has been allowed to fester and rot by complicit or cowardly bishops, is now exacting its toll — over $4 billion paid out to cover for the sexual crimes of the clergy.

Imagine how many hundreds of millions more are going to be paid out in legal fees over the coming years as dozens of government investigations get up to full speed. Money and, most importantly, souls are pouring out of the Church in unimaginable numbers for one reason only: too many bishops have simply stopped being Catholic.

They either do not love the Faith at all or they don't love it enough. This has to end.

If they want to go to Hell — even though some of them either don't believe in Hell at all or refuse to accept they could go — well, they can all go.

Hope they don't; hope they cooperate with whatever graces the laity are meriting for them with prayers and sacrifices — but if they don't, then they are damned. But they don't get to ruin the souls of others in the process. The number of people who have left the Faith over their lies and infidelity is stunning.

All around the hotel and the promenade here in Baltimore, we spoke with a large number of former Catholics — former — who said they want the Church fixed but had lost their faith and had no plans to return.

If these bishops think for one moment that they will not have a share in the punishment for this horrible evil, they are in a for a shocking revelation when they drop dead. Left unchecked, there will be nothing left by the time this lot is done with being bishops — nothing left.

The supposed good ones among them have remained in near total silence while the James Martins of the world and the Cupichs and the Tobins among them have ripped souls to shreds with their lies and distortions.

They would rather empty the Church before abandoning their heresy and heterodoxy. They don't care that there will soon be nothing left. But we do: the few, the faithful — we care, with every fiber of our beings and souls.

We will fight you and your diabolical madness every time it raises its filthy head. Whether it's your perversion of the Church's moral teaching in the realm of sexuality, or your destruction of catechesis or your phony evangelism or whatever it is.

You name it, you will find the faithful there to defend and promote truth. You have chosen to make the devil your father, and for the time being, you are benefiting from the horrible formation of many of the bishops and the woeful lack of catechesis of many of the baptized.

But you will not win in the end. Your earthly existence will come to an end and you will join Judas, your brother. We don't want that, but it is the choice you are making, and not even God Himself will intrude on your free will.

If you are damned it will be by your own hand. In the meantime, you are engaging in a spiritual scorched-earth policy where nothing of the Faith will be left behind when you fall into Hell. But Our Blessed Lord does not abandon His sheep, even if there is only a remnant, owing to your diabolical machinations.

It is up to the laity as well as the clergy you have not either sexually assaulted or doctrinally perverted to offer themselves as living sacrifices to offset your evil and indifference.

Here in Baltimore, many Catholics at the rally committed themselves to being used by Heaven to save souls.

Nothing else on Earth matters — nothing.


Michael Voris

La Iglesia, el Concilio Vaticano II, la fe, el fin de los tiempos y la vigilancia (José Martí)



La Iglesia es la encargada de llevarnos por el buen camino y de conducirnos a buenos pastos. Así ha sido siempre, pero no es eso lo que hoy vemos, por desgracia. Ciertamente la Iglesia a la que pertenecemos es la misma, en su esencia, y sigue siendo santa, pues es el Cuerpo Místico de Cristo. Sin embargo, aquellos que tendrían que continuar la obra de Jesucristo y de sus Apóstoles se han acobardado ante el mundo ... y en su deseo de ser aceptados por el mundo le han abierto las puertas ... Al hablar de «mundo» no nos referimos a la gente, en general, ni muchísimo menos: la iglesia siempre ha sido comprensiva con todos los hombres, a lo largo de su historia, excepción hecha de algunos pastores que no eran tales, sino lobos cubiertos con piel de oveja, pero eran los menos y, además, se les veía el plumero y la Jerarquía los condenaba, para evitar que la Iglesia fuese infectada. El «mundo» del que aquí se habla, el «mundo» según el Evangelio, se refiere a todos aquellos cuyo pensamiento y cuya vida se rige por criterios ajenos y contrarios al Espíritu de Jesucristo: es a este «mundo» al que, increíblemente, se le han abierto las puertas, desde el discurso de apertura del Concilio Vaticano II, del papa Juan XXIII. 

Aquí no entro -ni puedo entrar- en lo que se refiere a las intenciones del papa Juan XXIII. Eso le corresponde sólo a Dios. Pero sí observo lo que ha ido ocurriendo desde que dicho Concilio fue aprobado el 8 de diciembre de 1965 ... y llevado a la práctica. Pues, aunque, en teoría, se trataba de un concilio meramente «pastoral», con la idea, bien expresada, de mantener intacto el Depósito de la Fe, los hechos cantan. No es eso lo que ha sucedido. 

Los frutos derivados del Concilio los estamos padeciendo ahora, con gran virulencia. Y no son buenos frutos. La solución, en realidad, es sencilla: no tenemos más que atenernos a las palabras de Jesús, cuando dijo «Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos. Todo árbol que no da fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. Por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,17-20). 

Desde el Concilio Vaticano II hasta la actualidad se ha ido produciendo en el mundo un alejamiento y un desconocimiento cada vez mayor de la Iglesia católica y de Jesucristo, su fundador. Si los frutos del CVII han sido malos es señal, más que evidente, de que dicho Concilio no fue bueno, si es que las palabras de Jesús sirven para algo. De ahí la urgente necesidad de un nuevo Concilio, acorde con las enseñanzas del Magisterio Perenne de la Iglesia; y de que se extirpe todo tipo de ambigüedades, propias del Modernismo, «suma de todas las herejías» según el papa san Pío X ... y que, sin embargo, presente en el CVII en todo momento: Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y el actual papa Francisco ... todos ellos han estado influenciados por filosofías idealistas. El ritual de la Nueva Misa, en lengua vernácula, fue aprobado por el papa Pablo VI, sabiendo, como sabía, que en su confección hubo una comisión formada por diez personas, de las cuales siete eran protestantes y de las tres católicas, una de ellas, el que la presidía, el cardenal Bugnini se demostró que era masón. Pese a ello, dicha misa fue aprobada. Un grave error, a mi entender; error que ahora estamos pagando. Hasta el mismo papa Pablo VI admitió, en 1972, que «el humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia». De esto hace ya cuarenta y seis años: ¿Qué diría ahora, si viviera?

Y, siendo esto así; y conociendo los turbios orígenes del CVII ... y aún sabiendo que era sólo un concilio pastoral, que no pretendía cambiar el dogma, en absoluto, sin embargo, el tal Concilio se ha idolatrado, como si fuera el único que ha comprendido, por fin, el modo de evangelizar a la gente ¿Qué ocurre con los veinte concilios anteriores? Se ha claudicado claramente ante el «mundo», pretendiendo «modernizar» la Iglesia, y se ha llegado a una situación altamente alarmante, en donde ya no hay diferencias esenciales entre la Iglesia y el Mundo. Con los nuevos «métodos» todo el mundo se salva, lo que está en contradicción con el Mensaje evangélico. Esto no es lo que dijo Jesús. El gran problema, el grave problema, es la pérdida de la fe. Y el mundo sólo puede ser vencido con la fe: «Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe» (1 Jn 5, 4). 

Es «curioso» que, habiendo documentos importantes y fieles a la Tradición, sólo se ha hecho -y se está haciendo- hincapié, dándole, además, una importancia excesiva,  en aquellos documentos más problemáticos del CVII, que son los relacionados con el ecumenismo, la libertad religiosa, la colegialidad y el diálogo interreligioso. Para colmo, se ha pretendido -y se sigue pretendiendo- que haya hacia dichos documentos una fidelidad rayana en el acto de fe. Esto es un auténtico disparate. Y, desde luego, no es cristiano. Se sabe, y se ha estudiado muy bien, que hay una serie de puntos que son más que discutibles, por no decir heréticos, y que se oponen claramente al Magisterio anterior, al Magisterio Perenne de la Iglesia. La ruptura con la Tradición supone una traición a la Iglesia. Y lo que resulta no es ya la Iglesia que Cristo fundó, sino otra cosa, aunque se le siga llamando Iglesia.

Se me viene ahora a la mente el caso de Monseñor Lefebre, quien fue excomulgado por el papa Juan Pablo II el 2 de julio de 1988, mediante el Motu Proprio «Ecclesia Dei». ¿El motivo? Básicamente -y en el fondo de todo- no fue otro que su fidelidad a la Tradición, es decir, al Depósito recibido. Él no estaba en contra de todo el Concilio Vaticano II, sino de una serie de puntos que podrían influir negativamente en el desarrollo y en el crecimiento de la Iglesia, como vemos que ha ido sucediendo, estando ya al borde del colapso. 

Todo saldrá a relucir algún día pues, según Jesucristo, cuyas palabras son siempre vedad,  «nada hay oculto que no quede manifiesto, ni secreto que no acabe por ser conocido y descubierto» (Lc 8, 17). Monseñor Lefebre falleció poco después, el 25 de marzo de 1991, a los 85 años de edad, pero dejó fundada la Sociedad Sacerdotal de San Pío X, la cual ha mantenido la Tradición, gracias a Dios. Por cierto, contra lo que muchos piensan todavía, hay que decir que, a día de hoy, la FSSPX no es cismática ni está excomulgada.

Ha habido infinidad de factores bajo cuya influencia se desarrolló el CVII. Podríamos citar a determinados «teólogos» y/o filósofos, como Karl Rahner y Jacques Maritain, cuya filosofía estaba impregnada del idealismo de Kant, Hegel y Heidegger, entre otros.

La nueva misa, que pretendía un acercamiento al mundo, ha producido, en realidad, todo lo contrario. Cada vez es mayor el número de personas que pierde la fe en lo sobrenatural, siendo éste un punto esencial en el cristianismo. La Iglesia no puede quedar reducida a una organización meramente humana, pues su origen es divino. Y, una vez perdido o difuminado el carácter sacrificial de la Misa (como así está ocurriendo en infinidad de lugares del mundo) se pierde también la fe en la presencia real y sacramental de Jesucristo en la Eucaristía, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, y en definitiva, se pierde la fe en todo el contenido de los Evangelios y del Nuevo Testamento, como si los milagros fueran sólo símbolos, pero no realidades históricas que, efectivamente, tuvieron lugar. 

Por otra parte, a base de no predicar la Doctrina, suponiendo -lo que es mucho suponer- que eso es algo que todos conocen y en lo que no debe de insistirse, nos encontramos, en la actualidad, tras dos o tres generaciones después del CVII, con una inmensidad de católicos que no conocen la Doctrina católica ... entre otras cosas porque nadie se la ha enseñado ... hasta el punto de que tales «católicos» piensan con los mismos criterios del «mundo» ... y si eso es así -y lo suele ser, casi siempre- tales personas no son católicas, en realidad, puesto que han perdido la fe y piensan como los paganos. No tienen fe, sin más. «Ahora bien, sin fe es imposible agradar a Dios, pues es preciso que quien se acerca a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan» (Heb 11, 6). Y esto no es aplicable sólo a los seglares. Es más: no son los seglares los que tienen la mayor culpa, sino los malos pastores, aquellos que tenían la obligación de procurar a sus fieles pastos abundantes, para que crecieran en la fe y en el amor a Jesucristo y a su Iglesia. En este proceso ha tenido mucho que ver la nefasta influencia del CVII (en sí mismo y no en sus interpretaciones, como dicen algunos, dando por supuesto que todo cuanto se dice en el Concilio es bueno y que el problema lo tienen aquellos que no lo interpretan correctamente). No es así. Por desgracia, además, son muchos los «pastores» falsos que se encuentran en las más altas Jerarquías de la Iglesia; y están haciendo mucho daño al Cuerpo Místico de Cristo, en sus miembros que son todos los bautizados.

Por supuesto que siguen habiendo buenos pastores en la Iglesia: pastores y también seglares, que son santos y que profesan un gran amor a Jesucristo y a su Iglesia. Esto es lo que aún mantiene a la Iglesia y lo que hace que sigan siendo ciertas aquellas palabras que Jesucristo pronunció, dirigiéndose a Simón y cambiándole el nombre: «Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 18). Y aquellas otras, cuando dijo: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24, 35).

De no ser así, sería posiblemente una señal de que habríamos llegado ya al final de los tiempos, o que estaríamos muy cerca de él ... En realidad, aunque no se puede afirmar con certeza, no sería de extrañar que este fin no esté ya muy lejos en el tiempo. ¿Por qué? Pues porque se están produciendo, prácticamente, todas las señales de las que hablaba Jesús, con relación a este final, al decir «Cuando veáis la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel (*) erigida en el lugar Santo -quien lea, entienda- ...» (Mt 24, 15; Mc 13, 14; Lc 21, 20)

[(*) El profeta Daniel en el Antiguo Testamento, predijo que en un tiempo futuro tendría lugar la abominación de la Desolación en el lugar santo: Daniel 9, 27; 11, 31; 12,11. Dicha abominación será posterior a la supresión del sacrificio cotidiano, es decir, a la supresión del sacrificio de la Santa Misa]

Las palabras de Jesús, refiriéndose a aquel momento, son estremecedoras: «Habrá entonces una tribulación tan grande como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si no se acortasen tales días, nadie se salvaría; mas, por amor a los elegidos, se abreviarán aquellos días» (Mt 24, 21-22)

No cabe duda de que gracias a los santos (también los que están ya en la Iglesia triunfante) y a sus oraciones, son bastantes los cristianos que se mantienen en la fe verdadera todavía. Pero tampoco cabe duda de que «el príncipe de este mundo» (es decir, el Diablo) está ya en acción y cosechando mucho éxito: la apostasía, a nivel mundial, es algo que, por desgracia, salta a la vista, incluso para el observador menos perspicaz.

Me vienen a la mente las siguientes palabras del Apocalipsis, aquellas que se refieren al Anticristo, o sea, a la primera bestia a la que el Dragón, que es el Diablo, le dio su poder, su trono y un poderío grande (Ap 13, 2b). «La tierra entera corrió admirada tras la bestia, y adoraron al Dragón, porque dio el poderío a la bestia; y se postraron ante la bestia, diciendo: '¿Quién hay semejante a la bestia y quién puede luchar contra ella?'» (Ap 13, 3b-4). Y más adelante dice, refiriéndose también a esta primera bestia: «Se le concedió hacer la guerra contra los santos y vencerlos; se le concedió también potestad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adorarán todos los habitantes de la tierra, aquellos cuyo nombre no está inscrito, desde el origen del mundo, en el libro de la vida del Cordero que fue sacrificado. Quien tenga oídos, oiga» (Ap 13, 7-9).

Se habla, a continuación, de una segunda bestia, a la que se considera como el falso profeta, el precursor del Anticristo [al igual que Juan Bautista era el precursor de Cristo] Esta segunda bestia, dice el Apocalipsis,  «tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, aunque hablaba como un Dragón. Y realiza en su presencia todo el poder de la bestia primera, haciendo que la tierra y todos sus habitantes adoren a la primera bestia» (Ap 13, 11-12). Y aquí sería bueno prestar atención al hecho de que la bestia segundo se presenta con apariencia de cordero (como buena ante los ojos de muchos, que serán engañados por la fama y el poder de esta segunda bestia, que es el falso profeta) ... pero, en realidad, habla las palabras de su Jefe, el Diablo (el Dragón), que odia a Dios y a su enviado, Jesucristo. 

No sabemos nada acerca de esa hora «ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre» (Mt 24, 36) [Se refiere al Hijo, en cuanto hombre, con respecto a la misión que, como tal, su Padre le había encomendado. Es evidente que sí lo sabe, en cuanto Dios que es, al igual que el Padre, pero no es su misión dar a conocer esa hora a nadie

¿Qué hacer, entonces? Sencillamente, lo que Jesús nos dijo que hiciéramos: «Velad, pues, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor» (Mt 24, 42). «Y estad preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre» (Mt 24, 44)

José Martí