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jueves, 23 de agosto de 2018

Inmatriculaciones: Vuelve la burra al trigo y ahora con mofa, befa y mucho cachondeo (Padre Jorge)



Insistencia, cachondeo, tocada de narices, befa, mofa, burla y añadan más adjetivos. Nos vamos a quedar cortos.
Es inútil tratar de explicar lo que todos conocen perfectamente, es decir, que la inmatriculación de un bien no es otra cosa que la inscripción por primera vez del mismo en el correspondiente registro de la propiedad y que lleva a cabo o desde la escritura que garantiza el dominio, o en caso de su inexistencia, a través de un expediente de dominio, que, entre otras cosas, exige información pública, apertura de posibles comparecencias y la no oposición de cualquiera que pudiera estar interesado.
Un expediente de dominio lo puede iniciar cualquier persona física o jurídica que entienda tiene derecho sobre una determinada propiedad. Por tanto, lo pueden iniciar Pepito López, María Gómez, la diócesis de A., la asociación B., el ayuntamiento de X o el banco de Y. Cosa sea del registrador de la propiedad correspondiente comprobar que se han hecho correctamente, de acuerdo a la ley, todos los trámites y en consecuencia apruebe o no la inscripción del bien en el registro de su cuidado.
Periódicamente surgen voces empeñadas en deslegitimar a la Iglesia en lo que sea. Aquí todo bicho viviente (con absoluto respeto a los mismos) tiene derecho a inmatricular sus bienes por expediente de dominio en los casos que así lo requieran, menos la Iglesia católica, sospechosa per se de infamia, latrocinio y malas artes.
Han intentado por todos los medios levantar las inmatriculaciones poniendo en duda cosas tan chuscas como que la Iglesia católica, en la persona de la diócesis de Córdoba, sea la legítima propietaria de la catedral. No hay manera. Se han dedicado, agitados por algunos clérigos, a proclamar eso tan mono y a la vez tan gilipollesco de que ermitas, templos y casas parroquiales son de un tal “pueblo” que ni sabemos quién es, ni tiene CIF ni paga impuestos, y que acaba siendo el ayuntamiento del lugar.
La última maldad, no es ninguna chorrada, es que el gobierno de España ha decidido publicar la lista de los bienes inmatriculados por la Iglesia desde el año 1998. Y aquí es donde me reservo el derecho de patalear, quejarme, ponerme en jarras y decir que estoy hasta las narices de que contra la Iglesia todo valga. Me explico.
Para empezar, tengo mis dudas de que la cosa sea legal. Es verdad que el registro de la propiedad es público, pero no es menos cierto que el acceso a sus datos se haga a través de unos trámites. Que así, de repente, se hagan públicas listas con lo inmatriculado por la Iglesia me parecería, al menos, un cierto abuso.
Supongamos que sea legal, o que lo hagan legal a golpe de decreto ley, a lo que parece se van aficionando. Yo lo que pido es una lista de todos los bienes inmatriculados a través de expedientes de dominio EN TODA ESPAÑA desde esa misma fecha. Seamos transparentes. TODOS. Los haya inmatriculado la Iglesia, un ayuntamiento, un partido político, un sindicato, un político del PP, del PSOE, de Ciudadanos, de Podemos, de Falange española o del partido maoísta. TODOS. ¿Por qué solo de la Iglesia? ¿Es que la Iglesia es sospechosa y los demás gente de probada bonhomía? Publiquen TODOS.
Más aún, o ítem mas que dirían los latinos. Se nos prometió en aras de la transparencia que todos tendríamos conocimiento de los nombres de todos los beneficiados en las amnistías fiscales. El propio presidente del gobierno, el señor Sánchez, así lo repitió en diversas ocasiones. Pues donde dije digo, digo Diego, que ahora resulta que no por la cosa de la privacidad.
Es decir, que los mismos, usease el gobierno, que velan por la privacidad de los beneficiados por las amnistías fiscales, pasan de cualquier privacidad si se trata de ver la forma de sacudir a la Iglesia en todo el bonete.
Lo tenemos crudo como Iglesia. Muy crudo. Pero no es momento de achantarse. Nos toca ser fieles ¡ay lo que llevamos pasado en las últimas semanas!, y nos toca defender los derechos de la Iglesia, también legalmente. Antes nadie dudaba de que una ermita era de la iglesia. Ahora no te reconocen ni la propiedad de la catedral primada. Así que no queda otra que arreglar papeles y poner las cosas en orden.
Por cierto, pionero fui en estas cosas. Hace veinte años ya arreglé la situación legal de las fincas propiedad de la parroquia en la que entonces servía. Y lo hice, entre otras cosas, por la experiencia en otros lugares de que lo que era de la parroquia de siempre, misteriosamente iba pasando a engrosar el inventario de propiedades municipales.
Padre Jorge González

miércoles, 22 de agosto de 2018

Noticias varias 22 de agosto de 2018



INFOVATICANA

Un cura tuitero explica la causa de los abusos desde la formación en el seminario

Destapan red de tráfico de seminaristas homosexuales de Colombia a EEUU para “disfrute” de sacerdotes

CNN

El papa Francisco no hizo mención al escándalo de abusos sexuales antes de su viaje a Irlanda

CRUX

Lo más destacado de la mañana en la apertura Encuentro Mundial de las Familias

SECRETUM MEUM MIHI

Cardenal Hummes: El Sínodo de la Amazonía no fue convocado para repetir lo que la Iglesia ya dice sino para avanzar

LIFE SITE NEWS


Selección por José Martí

Francisco sigue haciendo afirmaciones falsas sobre Amoris Laetitia



El papa Francisco difundió la falsedad que Amoris Laetitia, que acepta el divorcio y el volver a casarse, está “en continuidad (sin rupturas)” con el magisterio católico

Esta falsa afirmación está contenida en una carta que él escribió el 1 de agosto de 2017 al teólogo británico Stephen Walford, quien la publicó como prólogo a su nuevo libro sobre Amoris Laetitia. 

Francisco pretende que “toda la Iglesia” estuvo involucrada en Amoris Laetitia. Lo contrario es cierto. 

Las partes heréticas del documento no recibieron una mayoría calificada en el Sínodo sobre la Familia, ni en la sesión de 2014 ni en la de 2015. También encontraron fuerte oposición por parte del clero y de los laicos católicos

Al afirmar que Amoris Laetitia “sigue la doctrina clásica de Santo Tomás de Aquino”, Francisco repite una declaración errónea que ya hizo en setiembre de 2017

Importantes académicos han probado que Amoris Laetitia cita mal y abusa de Tomás de Aquino. 

Un ejemplo de ello es el parágrafo 301, en el que Francisco insinúa que [Santo] Tomás [de Aquino] apoya la idea que las personas podrían ser santas, aunque actúen en forma contraria a algunas virtudes. 

Pero Tomás habla de las personas que se arrepienten de pecados pasados y siguen cumpliendo la ley moral, aunque con algunas dificultades.

Noticias varias 21 de agosto de 2018



CNN

El papa Francisco se reunirá con las víctimas de abuso sexual en Irlanda

Papa Francisco, para arreglar el problema de abusos sexuales en la Iglesia se necesita más que una carta


INFOCATÓLICA



GLORIA TV

Tiempo de renunciar: el doble estándar del cardenal O’Malley

Fornicación homosexual removida del altar después de las protestas

ADELANTE LA FE

La postema del «Catecismo Holandés»

[NOTA: Postema es una acumulación de pus que supura y es sinónimo de absceso, supuración, grano, bubón, forúnculo, pústula]


LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA

Pío X, el Papa, que identificó a los enemigos dentro de la Iglesia

Selección por José Martí

Desde el ¿Quien soy yo para juzgar? hasta el “Nos hemos equivocado”: ni una mala palabra ni una buena acción, la silenciada homoherejía (Specola)



Nos movemos en arenas movedizas y en un mar de contradicciones. El tema que nos ocupa es de una gravedad increíble. No podemos caer en un buenísimo estéril que nada soluciona y todo lo complica. Leemos en San Lucas 17,1-6 : “Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños
 Por lo tanto, ¡tengan cuidado!.

El Papa Francisco se ha visto obligado a publicar una carta el Pueblo de Dios en la que habla de nuevo de atrocidades, de vergüenza, de pedir perdón y nos dice que ahora si, que ya no habrá más omisiones. El problema es que esto ya no se lo cree nadie. Es posible que en Argentina no se enseñe a los niños la fábula del mentiroso que anuncia que viene el lobo y a la tercera nadie le cree y viene de verdad. Ya hemos olvidados cuántas veces se ha anunciado la tolerancia cero, la creación de comisiones, las durísimas condenas, las solemnes peticiones de perdón.

Las noticias de ayer nos traen dos intervenciones del Pontífice. Por un lado, “exige y reclama” al gobierno de la India que ayude a los damnificados por los monzones y por otro nos dice que “nos hemos equivocado”, parece que todos, en el tratamiento de la pedofilia. Es curioso el cambio de la primera persona del singular a la primera persona del plural -suponemos mayestático- tan utilizado en otros tiempos. 

Santidad: con todo el cariño ¡¡ déjese de palabras !! : lo que el pueblo de Dios le está pidiendo a gritos, que es imposible que no oiga, es que se deje de tonterías, de los amores de la leticia, de las defensas del planeta, de los abrazos y besos universales, de hacerse el simpático y el campechano y de una vez le “exige y reclama” que actúe.

Hablamos de horrendos delitos y de crímenes que incluso en el mundo de los encarcelados es mal visto. No se puede hacer responsable al “pueblo de Dios” de lo sucedido y hacerlo pasar por criminal y delincuente. Los culpables son los que son y no todos. La culpa es personal del que ha cometido el delito, del que lo ha encubierto y protegido y del que teniendo la obligación de actuar no lo ha hecho. No haga que las sufridas ovejas se cabreen más de lo que están.

Es muy injusta situación por la que están pasando sus sacerdotes y obispos honestos por culpa de esta cortina de humo con la que se intenta ocultar tanta porquería. 

Aquí no sirve el plural mayestático, la obligación del que gobierna es proteger al pueblo de Dios, descubrir a los culpables y respaldar a los inocentes. Hoy parece que estamos ante una absoluta incapacidad de gobierno y ante la protección de los culpables y el castigo de los inocentes. Esta convicción sólo se cambiará con hechos y no con palabras. El nuncio en Estados Unidos, que seguro no sabía nada, ni él ni sus antecesores, entra en escena con más buenas palabras.

Además de repartir culpabilidades urbi et orbi la solemne carta al pueblo de Dios no cita, ni de lejos,  que el verdadero problema es lo que ya muchos llaman la “homoherejía”. El camino desde el famoso “¿quien soy yo para juzgar? al “nos hemos equivocado” es largo y lleno de despropósitos

El problema es claro y lo ve un ciego: es la hora de los hechos.
Specola

martes, 21 de agosto de 2018

Adiós a la Tregua del 68 (Carlos Esteban)



Con la publicación de la Humanae Vitae, el rechazo tácito de muchísimos obispos y sacerdotes occidentales a la encíclica y la negativa de Roma a disciplinar a los rebeldes se inició una hipócrita ‘tregua’ doctrinal que ha desembocado en la presente crisis.

Ha dicho Joseph Cardenal Tobin, Arzobispo de Newark, que no es consciente de que exista una ‘subcultura gay’ en el clero de su diócesis, al tiempo que ha enviado a todos sus sacerdotes una carta imponiendo la ‘omertà’, la ley del silencio.

Y el cardenal, miembro de honor del círculo de McCarrick hasta que el ex cardenal se volvió ‘radioactivo’, que estaría llamándose o llamándonos imbéciles si entendemos por sus palabras que desconoce que en su diócesis las relaciones homosexuales del clero son cosa común, dice, sin embargo, la verdad: no hay nada de ‘sub’ en una cultura que prácticamente se ha convertido en la cultura principal en buena parte de las diócesis americanas… Y no americanas.

Basta leer por encima el siempre aleccionador blog de Joseph Sciambra para advertir que la promoción de la homosexualidad es moneda corriente en el clero a lo largo y ancho de la geografía estadounidense, ya en forma de ceremonias de ‘acogida’ y ‘encuentro’, ya en las homilías y en el confesionario, negando que lo que la doctrina considera un gravísimo pecado lo sea en absoluto.

Algún lector podría achacar a una empecinada homofobia la insistencia de esta publicación en la existencia de poderosas redes homosexuales dentro del clero católico y su importancia clave en la cadena de abusos que solo ahora empieza a revelarse, una vez más, después del gran escándalo de 2002. Hemos llamado la atención, últimamente, sobre la clamorosa ausencia de toda referencia a la homosexualidad -a la castidad, incluso- en la reciente carta de Su Santidad al Pueblo de Dios.

Pero no, créanme, no es obsesión extemporánea ni conspiracionismo homófobo: es absolutamente real. Detrás de aquellos abusos que son directamente delito, por tratarse de menores de edad, hay muchos otros que son simples abusos de autoridad, y muchísimos más que se consienten sin problemas porque se trata de ‘parejas’ de adultos en los que ambos consienten.

¿Cómo es posible que se haya llegado a esto? Porque Roma no ha cambiado -ni podría hacerlo- un ápice su doctrina sobre la grave ilicitud de las relaciones homosexuales -denominadas con el más antiguo término de sodomía-, ni los obispos que la toleran, la disculpan y la amparan tampoco se han declarado en abierta rebeldía contra Roma.

Pero lo que sucede con la homosexualidad se reproduce en otros ámbitos, muy especialmente en lo que se refiere a la moral sexual que, a todos los efectos, ha dejado de predicarse, enseñarse o exhortarse en amplísimas zonas de la Iglesia occidental.

Es lo que se conoce como ‘la Tregua del 68’, el año en que Pablo VI promulgó su encíclica Humanae Vitae, en la que condenaba como ‘intrínsicamente inmorales’ los métodos anticonceptivos artificiales.

Con la Humanae Vitae -de la que se cumple ahora medio siglo y que se disponen a ‘revisar’-, Pablo VI no hizo otra cosa que confirmar y aplicar al tiempo presente la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio y la sexualidad. Pero, y esto es lo que nos atañe, se negó a disciplinar a los obispos y sacerdotes que rechazaron la doctrina expresada en la encíclica, que no eran precisamente pocos.

A menudo, cuando en el Imperio Español no se ponía el sol, el rey enviaba un decreto a alguno de sus remotos virreinatos que, en su recepción, no podían o no convenía aplicarse porque las circunstancias habían cambiado o porque resultaba imposible. En esos casos, el virrey recibía la orden señalando: “se acata pero no se cumple”. Algo parecido es lo que tenemos en buena parte de la Iglesia desde el 68: la Humanae Vitae, como casi toda la moral sexual de la Iglesia, se ‘acata’ -es decir, no hay una rebelión explícita contra ella-, pero se la ignora y contradice sistemáticamente.

Una reedición de esa tregua, más pertinente a la situación que ahora vivimos, se produjo en 2005, cuando Benedicto XVI dio a los obispos de todo el mundo instrucciones para que no se ordenase a varones “con tendencias homosexuales profundas”. Aunque ningún obispo tuvo los redaños de oponerse abierta y públicamente a la decisión del Santo Padre -reiterada recientemente por Francisco-, muchísimos de ellos se limitaron a ignorarla. Ni siquiera es desusado que permitan romances homosexuales a sus sacerdotes, mientras todo esté dentro de la ley y sean discretos. Y, sobre todo, que no desafíen abierta e inequivicamente la doctrina de la Iglesia.

Las consecuencias de esta incómoda tregua han sido desastrosas. Quien no cree en una doctrina no va a vivirla, ni enseñarla, ni predicarla. Por otra parte, quien no hace pública su oposición, no permite la necesaria clarificación. Es como vivir con un secreto de familia, algo que todo el mundo sabe pero todo el mundo niega. Nadie está contento, porque los fieles no ven predicada la verdad católica íntegra, ni los revolucionarios tienen la doctrina que querrían ver hecha pública y asentada.

Por eso resulta especialmente doloroso que, ni siquiera en medio de una crisis que amenaza gravísimamente con destruir la credibilidad de la Iglesia, sea capaz el Santo Padre de pronunciar la palabra, de reconocer el hecho, de clarificar un malentendido que se vuelve ya insostenible y que está en la base misma de todo este escándalo.

Carlos Esteban

Cardenal Tobin: nuevamente no sabía “nada”




Los sacerdotes de Newark hablaron el 17 de agosto en catholicnewsagency.com sobre los abusos homosexuales en el seminario y la arquidiócesis de Newark, lo cual incluye alcoholismo, fiestas y acoso homosexual.

Ese mismo día, Joseph Tobin, el cardenal pro-homosexual de Newark, publicó una carta a su clerecía afirmando que “nadie… me habló alguna vez sobre una ‘subcultura homosexual’ en la arquidiócesis de Newark”.

Desde 1986 al 2000, la arquidiócesis de Newark fue dirigida por el depredador homosexual y más tarde cardenal Theodore McCarrick, de 88 años. La atmósfera homosexual siguió bajo el sucesor de McCarrick, el arzobispo John Myers, de 77años, quien dirigió la arquidiócesis de Newark desde el 2001 a 2016.

En 2016, McCarrick promovió a su camarada, el arzobispo pro-homosexual de Indianápolis, Joseph Tobin, a presidir Newark.

Tobin apoya las llamadas Misas homosexuales y elogió el libro de propaganda homosexual “Building a Bridge” [Construyendo un puente], del [sacerdote jesuita] James Martin.

En mayo de 2017 Tobin dio una calurosa bienvenida a una “peregrinación” homosexual que se llegó hasta la catedral de Newark, organizada por un militante homosexual.

Un delito de profanación no se legaliza con un Decreto-Ley. Sánchez cometería prevaricación (Elentir)



Usar un decreto-ley para autorizar una exhumación es un fraude de ley
El anuncio lo ha hecho el ministro de Cultura y Deporte, José Guirao. Me pregunto si el Gobierno ha consultado a algún jurista antes de hacer semejante anuncio, porque lo que se plantea es abiertamente un fraude de ley. Para empezar, el Artículo 86 de la Constitución establece que el decreto-ley sirve para un “caso de extraordinaria y urgente necesidad”, y no parece que se corresponda con esa premisa un enterramiento existente desde hace 42 años. Se da la circunstancia de que en 2014 el PSOE recurrió un decreto-ley del Gobierno de Rajoy con medidas contra la crisis económica y lo hizo denunciando “una abusiva utilización del mismo en la legislatura actual”. Entre otras cosas, el recurso del PSOE advertía “el deseo de inmediatez de las modificaciones normativas no constituye por sí solo una justificación de la urgencia”. Y eso que se trataba de hacer frente a una crisis económica, no de exhumar un cadáver que lleva sepultado 42 años. Recurrir a un mecanismo abiertamente excepcional para satisfacer las prisas de un Gobierno a la hora de exhumar un cadáver es un fraude de ley en toda regla.
Un decreto-ley no puede modificar ni vulnerar un tratado internacional
Por otra parte, el Artículo 86 de la Constitución especifica que los decretos-leyes “no podrán afectar al ordenamiento de las instituciones básicas del Estado”. Hay que recordar que en enero de 1979, unas semanas después de ser aprobada la Constitución Española, España y la Santa Sede firmaron unos acuerdos. Y como señaló el Tribunal Constitucional en su sentencia 66/1982este Acuerdo del Estado español y la Santa Sede tiene rango de tratado internacional. Y esto es lo que dice el Artículo 96 de la Constitución Española sobre los tratados internacionales: Los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno. Sus disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas generales del Derecho internacional”. Y esto es lo que especificaba el Artículo I del Acuerdo sobre asuntos jurídicos“Los lugares de culto tienen garantizada su inviolabilidad con arreglo a las Leyes”.
Hay que recordar que la tumba de Francisco Franco está situada ante el altar de una basílica católica. Esa basílica es inviolable tal como dictan los Acuerdos entre España y la Santa Sede. Esta inviolabilidad no es exclusiva, por cierto, de la Iglesia Católica: los respectivos acuerdos con otras confesiones otorgan el mismo status a los lugares de culto de protestantes, judíos y musulmanes. Para exhumar los restos de Franco, el Gobierno tendría primero que violar ese lugar de culto, algo abiertamente ilegal. Como sabe cualquier estudiante de primero de Derecho, en España existe una jerarquía normativa: una norma de rango inferior como es un decreto-ley no puede modificar ni vulnerar una norma de rango superior como es un tratado internacional. Ni siquiera una ley orgánica aprobada por las Cortes podría modificarla ni vulnerarla, como señala el Artículo 96.1 de la Constitución: Sus disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas generales del Derecho internacional”. Para que lo entienda hasta Pedro Sánchez, lo resumiré en pocas palabras: un tratado internacional no puede modificarse ni ser vulnerado mediante un decreto-ley, eso sería inconstitucional. Y el que lo hiciese estaría cometiendo un delito de prevaricación.
Un decreto-ley no puede legalizar un delito de profanación de un sepulcro
Además de lo señalado, hay que añadir que el Artículo 526 del Código Penal castiga los delitos de profanación, no sólo de los cadáveres, sino también de las sepulturas: “El que, faltando al respeto debido a la memoria de los muertos, violare los sepulcros o sepulturas, profanare un cadáver o sus cenizas o, con ánimo de ultraje, destruyere, alterare o dañare las urnas funerarias, panteones, lápidas o nichos será castigado con la pena de prisión de tres a cinco meses o multa de seis a 10 meses“. Hay que decir que el Código Penal es una ley orgánica, pues regula derechos fundamentales, y precisamente el Artículo 86 de la Constitución prohíbe el uso de un decreto-ley para regular esos derechos. De hecho, para modificar el citado Artículo 526 del Código Penal hizo falta en 2003 otra ley orgánica, la 15/2003. Es una colosal burla a la legalidad que ahora el Gobierno pretenda blanquear un delito de profanación recurriendo a un decreto-ley. De hecho, los descendientes de Franco ya advirtieron que denunciarán a Sánchez si profana la tumba de su antepasado, ya que no han otorgado autorización al Gobierno para llevar a cabo esa exhumación.
La Iglesia, el PP y Cs miran hacia otro lado: Vox se opone a la profanación
Hecho el análisis legal, añado un comentario más. Algunos parece que entienden que posicionarse en defensa de la legalidad en casos como éste implica una adhesión al franquismo. Nada más lejos. Yo no soy franquista. Nací después de la muerte de Franco y no siento ninguna nostalgia por un régimen que no viví. Lo que pasa es que llevo décadas oyendo hablar a los políticos sobre el Estado de Derecho y la igualdad ante la ley, y ahora resulta que mentían, que les parece bien saltarse la legalidad para desenterrar a un hombre que lleva 42 años muerto. Una vez más estamos ante la vieja y perversa idea de que el fin justifica los medios. Lo más triste es que en España apenas hay oposición a que el Gobierno se salte la legalidad con un propósito tan rastrero como es profanar una tumba y una basílica. La Conferencia Episcopal y el Arzobispo de Madrid se han lavado las manos(me pregunto qué habrían dicho sus antecesores si Franco y otros se hubiesen lavado las manos cuando la izquierda incendiaba iglesias y perseguía a obispos, sacerdotes y religiosos católicos en España), el PP ha dicho que no se opondrá y Ciudadanos incluso está dispuesto a colaborar con el PSOE. Es decir, que la violación de la ley por parte de un Gobierno no le importa ni a la oposición, ni a la Iglesia ni a casi nadie. Y digo “casi” porque Vox sí que se ha pronunciado “en contra de la profanación de cadáveres” y también “a favor de enterrar la totalitaria Ley de Memoria Histórica”.
ELENTIR

Por qué no he leído la carta de Francisco sobre los abusos (Carlos Esteban)




Voy a hacer una confesión indigna de un periodista; una declaración que justificaría que me quitaran el carné de prensa si alguna vez, en mis treinta años de ejercicio, lo hubiera tenido: no he leído el mensaje del Papa en respuesta al escándalo revelado por el gran jurado de Pensilvania.

Lo sé, es lo peor: un periodista debe ir siempre a las fuentes, y en información religiosa no puede haber fuente más importante que las palabras mismas del Santo Padre, no digamos ya cuando se trata de un asunto de tan candente actualidad como el que nos ocupa.

Pero no, no la he leído. No puedo ya. La he abierto, la he tenido ante mí, he comprobado -bendiciones de los tratamientos de texto- las palabras que no incluía, y me he sentido incapaz de enfrentarme a un texto tan obligado y previsible.

Dicho deprisa: cuando tras el escándalo puntual más grave que quizá haya sufrido la Iglesia en siglos la reacción de la Santa Sede son solo palabras, confieso que no me interesan demasiado esas palabras. Cualquier gabinete de relaciones públicas que valga su sal puede hacer maravillas en este sentido, hasta hacernos llorar a todos.

Toda reacción que no incluya el anuncio de ceses, de un cambio radical que arranque de raíz la cultura homosexualista instalada en tantos seminarios y curias diocesanas, es solo un intento de contención de daños, algo que hace cualquier empresa que recibe mala publicidad.

” Hemos descuidado y abandonado a los pequeños”, dice el Papa. Pero cuando esos ‘pequeños’, en la figura de las víctimas del sacerdote pedófilo chileno Fernando Karadima, le imploraron que aceptara la renuncia del obispo Barros, un protegido de Karadima que presenció sin protestas los abusos, el Papa les llamó ‘calumniadores’.

Pidió perdón por ello, pero cuando, otra vez, esos pequeños, encarnados en 48 seminaristas del seminario mayor de Tegucigalpa, escribieron una carta pública denunciando el régimen de intimidación homosexual que reinaba en él, la mano derecha del Papa, el coordinador de su muy exclusivo consejo privado C9, el poderoso Cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga les llamó mentirosos y les acusó de alinearse contra la ‘anti-Iglesia’.

Esos pequeños son aquellos cuyos abusos han propiciado que el ministerio fiscal chileno haya llamado a declarar a la cúpula de la iglesia nacional, incluido un emérito, Errazuriz, que sigue siendo miembro del C9.

Acaba de nombrar ‘sostituto’ de la Secretaria de Estado para asuntos generales a un hombre, el venezolano Edgar Peña Parra, que presionó para que el entonces sacerdote Juan José Pineda, apartado ahora tras las acusaciones verosímiles de abusos homosexuales, fuera nombrado obispo auxiliar de Maradiaga. Otro nombramiento reciente ha sido el del ahora obispo portugués José Tolentino Mendonça, que asegura que Jesús “nunca estableció normas”.

No es solo que el Vaticano no ha dicho nada sobre esta crisis hasta que le ha resultado imposible, incluso peligroso, no hacerlo; es que, como no nos cansamos de ver, hay una desconexión desesperante entre muchos de los mensajes más esperanzadores del Papa y sus acciones concretas, sus medidas reales.

La ‘tolerancia cero’ resultó no serlo tanto, como vemos, al igual que la ‘Iglesia pobre para los pobres’ no ha significado que Francisco se deshaga del APSA (el enorme patrimonio inmobiliario del Vaticano), a pesar de las constantes llamadas a acoger a los refugiados. ¿Demagogia? No: tomarse en serio el deseo de una Iglesia pobre.

La misericordia que tiene siempre en los labios y por la que todo el mundo le alaba también ha resultado extraordinariamente selectiva. De ella se benefician quienes, de pecar, pecan del lado ‘bueno’, quienes exageran, en todo caso, las líneas ideológicas que Su Santidad no disimula, como el ex presidente brasileño encarcelado por corrupción Lula da Silva. Otros, los ‘rígidos’, los que encuentran a Cristo de un modo más cercano a la manera tradicional, como la Hermandad de los Santos Apóstoles o los Franciscanos de la Inmaculada, han podido probar la otra cara de Francisco, implacable y sin apelación ni explicación.

El próximo miércoles se inicia en Dublin un Encuentro Mundial de las Familias bajo la égida de Su Santidad organizado por Kevin Farrell, quien fuera amigo personal, colaborador y protegido del ex cardenal McCarrick; que contará con la presencia estelar del jesuita homosexualista James Martin y de la que se han excusado ya, a pocos días del comienzo, dos cardenales que debían encabezar importantes intervenciones, O’Malley y Wuerl. Mientras se hace evidente que la infiltración homosexual en el clero está en el núcleo mismo de esa situación que ha causado “heridas que no prescriben” en los más pequeños, el evento se presenta como una forma de ‘suavizar’ la postura de la Iglesia sobre la homosexualidad.

Libertad Digital titula la noticia con unas palabras del jefe de prensa del Vaticano, Greg Burke, el mismo que no interrumpió inmediatamente sus vacaciones cuando se conoció el informe: Greg Burke: “Es significativo que el Papa se refiera a los abusos como un crimen, no solo un pecado”. Pero no, no es significativo cuando ya lo ha hecho una institución oficial como es el gran jurado del Estado de Pensilvania.

En Vatican News, que va camino de merecer el nombre de Pravda francisquista, también abren con comentarios de Greg Burke: “El Papa lo subraya, las heridas nunca prescriben”. ¿Qué quiere decir eso, exactamente? ¿En qué se traduce? Después de que Benedicto XVI secularizara al sacerdote pederasta Mauro Inzoli, Francisco lo rehabilitó, para volver a secularizarlo cuando reincidió. Las heridas no prescriben, pero los delitos, sí.


Carlos Esteban

Hoy celebramos al Papa de la Eucaristía, San Pío X


Duración 2:16 minutos



S.S. San Pío X (1903-1914)

¿Quién fue el papa San Pío X?

I. Breve biografía

Nacido en una familia pobre, humilde y numerosa, Giuseppe Melchiorre Sarto vino al mundo el 2 de junio de 1835 en Riese, Italia. Desde pequeño se mostró muy afanoso para los estudios, siendo esa inquietud la que le llevaría a aprovechar muy bien la enseñanza del catecismo. Por entonces, y desde que ayudaba al párroco como monaguillo, el travieso "Beppi" ya les decía a sus padres una frase que reiteraría con frecuencia: «quiero ser sacerdote». Con el tiempo este deseo que experimentó desde niño no haría más que afianzarse y madurar en un ardiente anhelo de responder al prístino llamado del Señor.

Así pues, en 1850 ingresaba al seminario de Padua, para ser ordenado sacerdote del Señor el 18 de setiembre de 1858. Su primera labor pastoral la realizó en la parroquia de Tómbolo-Salzano, distinguiéndose —además de su gran caridad para con los necesitados— por sus ardorosas prédicas. Por ellas el padre Giuseppe atraía a muchas "ovejas descarriadas" hacia el rebaño del Señor. Sus oyentes percibían el especial ardor de su corazón cuando hablaba de la Eucaristía, o la delicadeza y ternura cuando hablaba de la Virgen Madre, o recibían también sus paternales correcciones cuando se veía en la obligación de reprender con firmeza ciertas faltas o errores que deformaban la vida de caridad que debían llevar entre sí.

Ya desde el inicio de su sacerdocio Giuseppe daba muestras de ser un verdadero hombre de Dios. El fuerte deseo de hacer del Señor Jesús el centro de su propia vida y de la de aquellos que habían sido puestos bajo su cuidado pastoral, le llevaba a darlo todo y darse todo él a los demás. Ningún sacrificio era muy grande para él cuando la caridad así se lo requería.

Luego de trabajar en Treviso (1875 a 1884) como canciller y como director espiritual del seminario, el padre Sarto sería ordenado Obispo para la diócesis de Mantua. Como Obispo se distinguiría también —y de modo ejemplar— por la práctica de la caridad.

En 1893, León XIII le concedió el capelo cardenalicio y lo trasladó a Venecia. Al igual que en Tómbolo-Salzano, en Treviso y en Mantua luego, el ahora Patriarca de Venecia daría muestras de ser un celoso pastor y laborioso "jornalero" en la viña del Señor. En ningún momento cambió su modo de ser: siempre sencillo, siempre muy humilde, siempre ejemplar en cuanto a la caridad. Es más, a mayor "dignidad" dentro de la Iglesia (primero como obispo, luego como cardenal), mayor era el celo con el que se esmeraba en la práctica de las virtudes cristianas, especialmente en el humilde servicio para con quienes necesitasen —de una o de otra forma— de su pastoral caridad.

Al tránsito de S.S. León XIII, acaecido el 20 de julio de 1903, el Cardenal Giuseppe Sarto sería el nuevo elegido por el Espíritu Santo para guiar la barca de Pedro.

II. Su pontificado

Cuentan los hagiógrafos que, cuando al tercer día de Cónclave ninguno de los Cardenales alcanzaba aún la mayoría necesaria para su elección, el Cardenal Sarto hizo lo imposible —dicen que lloraba como un niño— por disuadir a los Cardenales electores de que no le tomasen en cuenta, cuando cada vez más miradas empezaron a volverse hacia este sencillo "Cardenal rural" (como le gustaba decir de sí mismo). Así pues, repentinamente lo imprevisto e inesperado —¡para él y para todos!— comenzaba a vislumbrarse en el horizonte: la posibilidad —para él "el peligro"— de ser él el elegido para suceder a León XIII en la Cátedra de Pedro.

Muchos, incluso aquellos que hasta entonces no le habían conocido aún muy bien, comprendieron que detrás de la sencillez y sincera humildad de este hombre —que tanto se negaba a la posibilidad por sentirse tan indigno— se hallaba una enorme potencia sobrenatural, así que, dóciles a las mociones del Espíritu divino, terminaron dándole a él su voto.

El Cardenal Sarto, luego de esta votación, se supo incuestionablemente llamado y elegido por Dios mismo: con docilidad, aceptó su evidente designio —expresado por la votación del colegio Cardenalicio reunido en Cónclave—, y pronunció estas palabras: «Acepto el Pontificado como una cruz. Y porque los Papas que han sufrido por la Iglesia en los últimos tiempos se llamaron Pío, escojo este nombre».

Al pronunciar su "sí", lleno de la humilde consciencia de su propia pequeñez e insignificancia, el Cardenal Giuseppe Sarto respondía decidida y fielmente al llamado que Dios le hacía. Desde ahora, como Papa, su vida estaría plenamente asociada al sacrificio del Señor en la Cruz, y él —asociándose amorosamente a su Cruz— manifestaba su total disposición para servir y guiar al rebaño del Señor hacia los pastos abundantes de la Vida verdadera. Su más hondo anhelo, aquél que como un fuego abrasaba su corazón, quedaría expresado en la frase-consigna de instaurarlo todo en Cristo: «¡Omnia instaurare in Christo!». Ése era el celo que consumía su corazón, celo que le impulsaba a querer «llevar todo el mundo al Señor». Con este fuego interior buscaría, pues, avivar también el ardor de muchos de los corazones de los hijos e hijas de la Iglesia, para, de este modo, llevar la luz y el calor del Señor al mundo entero.

Programa Pontificio

Su "programa pontificio" no buscaba ser otro que el del Buen Pastor: empeñado seriamente en alimentar, guiar y custodiar al humano rebaño que el Señor le encomendaba, así como buscar a las ovejas perdidas para atraerlas hacia el redil de Cristo.

En este sentido su primera encíclica nos da una muy clara idea de lo que el santo Papa buscaría desarrollar a lo largo de todo su pontificado:

E supremi apostolatus cathedra... eran las primeras palabras de esta "encíclica programática", en la que comenzaba compartiendo los temores que le acometieron ante la posibilidad de ser elegido como el próximo timonel de la Barca de Pedro. El no se consideraba sino un indigno sucesor de un Pontífice que 26 años había gobernado a la Iglesia con extraordinaria sabiduría, prudencia y pastoral solicitud: S.S. León XIII.

Una vez elegido, no le cabía duda alguna de que el Señor le pedía a él sostener firmemente el timón de la barca de Pedro, en medio de una época que se presentaba como muy difícil. En la mencionada encíclica su diagnóstico aparecerá muy preciso y certero: «Nuestro mundo sufre un mal: la lejanía de Dios. Los hombres se han alejado de Dios, han prescindido de Él en el ordenamiento político y social. Todo lo demás son claras consecuencias de esa postura».

Considerando estas cosas, el Santo Padre lanza entonces su programa. En él recuerda a todos, como hombre de Dios que es, que su misión es sobre todo la de apacentar el rebaño de Cristo y la de hacer que todos los hombres se vuelvan al Señor, en quien se encuentra el único principio válido para todo proyecto de convivencia social, ya que Él, en última instancia, es el único principio de vida y reconciliación para el mismo ser humano. Sentada esta sólida base, proclamó nuevamente en esta encíclica la santidad del matrimonio, alentó a la educación cristiana de los niños, exigió la justicia de las relaciones sociales, hizo recordar su responsabilidad de servicio a quienes gobiernan, etc.

La fuerza con la que S.S. Pío X quería contar para esta monumental tarea de instaurarlo todo en Cristo era la fuerza de la santidad de la Iglesia, que debía brillar en cada uno de sus miembros. Por eso llamó a ser colaboradores suyos, en primer término, a los hermanos en el sacerdocio: sobre todo en ellos —por ser "otros Cristos"— debía resplandecer fulgurante la llama de la santidad. Llamados a servir al Señor con una inefable vocación, habían de ser ellos los primeros en llenarse de la fuerza del Espíritu divino, pues "nadie da lo que no tiene", ¿y cómo podrían ellos, los especialmente elegidos para esa misión, instaurarlo todo en Cristo si no era el suyo un corazón como el corazón sacerdotal del Señor Jesús, ardiente en el amor y en la caridad para con los hermanos? Sólo con una vida santa podrían sus sacerdotes ser portadores de la Buena Nueva del Señor Jesús para todo su Pueblo santo.

Recordará entonces que es competencia de los Obispos, como principales y últimos responsables, el formar este clero santo. ¡Este era un asunto de la mayor importancia!, y por ello los seminarios debían ser para sus Obispos como "la niña de sus ojos": ellos deben mostrar un juicio certero para aceptar solamente a quienes serán aptos para cumplir con perpetua fidelidad las exigencias de la vocación sacerdotal; han de brindarles una preparación intelectual seria; han de educar a sus sacerdotes para que su prédica constituya un verdadero alimento para los feligreses, y para que sean capaces de llevar adelante una catequesis seria para alejar la ignorancia religiosa de los hijos de la Iglesia; han de enseñarles —con el ejemplo— a vivir una caridad pastoral sin límites; han de educarlos en el amor a una observante disciplina; y como fundamento de todo, han de habituarlos a llevar una sólida y profunda vida espiritual.

El Santo Padre, para esta gran tarea de renovación en Cristo, fijó sus ojos asimismo en los seglares comprometidos: siempre fieles a sus obispos, los exhortaba a trabajar por los intereses de la Iglesia, a ser para todos un ejemplo de vida santa llevada en medio de sus cotidianos afanes.

Un impulso renovador

La fuerte preocupación del Papa por la santidad de todos los miembros de la Iglesia es lo que le llevaría a impulsar algunas reformas al interior de la misma.

El clero. Ya hemos hablado de la honda preocupación que sentía el Santo Pontífice por la santidad de los sacerdotes. Él mismo, con el ejemplo, se esforzó porque los clérigos cumpliesen cuidadosamente con las obligaciones propias de su estado, respondiendo de la mejor manera posible al don recibido de lo Alto, por la imposición de manos del Obispo. El sentido del deber y el ardiente amor al Señor debían llevarles a asumir con radical amor y fidelidad sus responsabilidades, y ése precisamente era el testimonio que él mismo daba a los clérigos. A esta preocupación se debió la reforma de los seminarios, así como la institución de numerosas bibliotecas eclesiásticas.

Música sagrada y liturgia. Es conocido el gran amor por la música sagrada que desde niño acompañaba al Santo Padre, cosa que se manifestó también inmediatamente en su pontificado: famoso es el Motu proprio que firmaba ya a los tres meses de su elección. En él daba a conocer algunas normas que renovaban la música eclesiástica. Su Santidad Pío X promovió, asimismo, la reforma de la liturgia de las horas.

El "Papa de la Eucaristía". Su gran amor a la Eucaristía y la conciencia del valor de la Presencia Real del Señor Jesús en el Santísimo Sacramento le llevaron a permitir la comunión diaria a todos los fieles, así como a cambiar la costumbre de la primera comunión: en adelante los niños podría recibir el Santísimo Sacramento cuando tuviesen ya uso de razón, a partir de los 7 años.

En 1905 la Sagrada Congregación del Concilio abría las puertas a la Comunión frecuente. La razón de esta disposición, promovida por el Santo Padre, la encontramos en estas palabras: «La finalidad primera de la Santa Eucaristía no es garantizar el honor y la reverencia debidos al Señor, ni que el Sacramento sea premio a la virtud, sino que los fieles, unidos a Dios por la Comunión, puedan encontrar en ella fuerza para vencer las pasiones carnales, para purificarse de los pecados cotidianos y para evitar tantas caídas a que está sujeta la fragilidad humana».

El Catecismo de San Pío X. Cuando niño Guiseppe había experimentado el gran beneficio de nutrir la fe —por medio de una buena enseñanza del catecismo— con las verdades reveladas y confiadas a la Iglesia para su custodia e interpretación. Sólo de este modo la persona, encendido el corazón en la verdad divina, podría vivir de acuerdo a ella en su vida cotidiana. Así, pues, como sacerdote, como obispo y luego como Papa, hizo todo lo posible por impulsar la enseñanza del Catecismo y por mantener la pureza de la doctrina. Bien sabía el Santo Padre que apartar la ignorancia religiosa era el inicio del camino para recuperar la fe que en muchos se iba debilitando y perdiendo incluso.

Siempre apacentando la grey del Señor y velando por la pureza de la doctrina cristiana, S.S. San Pío X debió actuar con firmeza ante el modernismo. Importante en este sentido es la publicación del decreto Lamentabili (julio de 1907) por el que condenaba numerosas tesis exegéticas y dogmáticas —influenciadas por aquella herejía de moda—, y su encíclica Pascendi (setiembre de 1907) por la que condenaba otras tesis modernistas.

Un nuevo Código de Derecho Canónico. Cuando era obispo en Mantua, mons. Sarto ya se había manifestado como un jurista de peso. Por entonces publicó diversos artículos sobre la materia. En Venecia, como Patriarca, fundó en aquella diócesis una Facultad de Derecho. Elegido Papa, vio la necesidad y conveniencia de elaborar una nueva codificación de las leyes canónicas, adecuada a las circunstancias concretas que por entonces se vivían. Esta labor monumental, a la que daría impulso a pocos meses de iniciado su pontificado, hallaría su culminación recién el año 1917, bajo el pontificado de S.S. Benedicto XV.

Empuje misionero. Su gran celo por difundir el Evangelio de Jesucristo a los que aún no lo conocían le llevó a dar un gran impulso a la actividad misionera de la Iglesia. En esta misma línea, incentivó la formación de seminarios regionales.

Otras iniciativas. Entre otras iniciativas el Papa Pío X impulsó una reforma de la curia romana, encomendó la revisión de la Vulgata a los benedictinos (1907), fundó el Pontificio Instituto Bíblico en Roma (1909) y dio inicio a la publicación de la llamada Acta Apostolicae Sedis (1909), que aún hoy es la publicación oficial que trae los documentos pontificios.

Firmeza en la persecución

Durante su pontificado se consuma en Francia (1905) la separación de Iglesia y Estado. Éste sería un capítulo muy doloroso para el Santo Padre. Sin transigir en lo más mínimo ante las presiones de un Estado que quería subyugar a la Iglesia de Cristo, alentó a sus pastores y demás fieles franceses a no temer ser despojados de todos sus bienes y derechos. El Papa sufrió mucho por esta nueva persecución desatada contra la "hija predilecta", la Iglesia de Francia, y se conmovió hondamente por la respuesta de fiel adhesión de los obispos.

Años después aquél mal ejemplo sería seguido: en España (1910) y en Portugal (1911) también se daría la definitiva separación entre la Iglesia y el Estado.

Propulsor de la paz ante los sucesos mundiales

S.S. San Pío X anhelaba la paz mundial, y sabía que sólo en Cristo ésta podía ser verdadera y duradera. Fue su más ardiente deseo el ayudar a evitar la primera gran guerra europea, que él veía venir con tanta claridad: mucho tiempo atrás, había predicho que estallaría en 1914. «Gustoso daría mi vida, si con ello pudiera conseguir la paz en Europa», había manifestado en una oportunidad.

El 2 de agosto de 1914, ante el inminente estallido de la guerra, el Santo Padre instaba —en un escrito dirigido a los católicos de todo el mundo, y como un último y denodado esfuerzo por obtener el don de la paz— a poner los ojos en Cristo el Señor, Príncipe de la Paz, y a suplicarle insistentemente por la paz mundial.

Ejemplo de virtudes

Humilde, muy humilde era aquel Papa que en su "Testamento espiritual" dejaría escrito a sus hijos e hijas: «Nací pobre, he vivido pobre, muero pobre». Se trataba, ciertamente, de una pobreza que iba más allá de lo puramente material: Giuseppe Sarto, dentro de los designios Divinos elegido sucesor de Pedro para gobernar la Iglesia del Señor, jamás se aferró a seguridad humana alguna, viviendo el desprendimiento en grado heroico, apoyado siempre en una total confianza en la Providencia divina.

A no pocos edificó su admirable testimonio de caridad y de amor al prójimo. Cuando a su puerta tocaba alguien que necesitaba de su ayuda, renunciaba incluso a lo que él necesitaba para alimentarse: su magnanimidad no tenía límites.

Sobrio y frugal en las comidas; amante de la limpieza y del orden; sencillo en sus vestidos; para nada amigo de recibir aplausos: así se mostró siempre Guiseppe, primero como presbítero, luego como Obispo y Cardenal, y también como Sucesor del Apóstol Pedro.

Modelo de un sacerdote dedicado al estudio y a la autoformación

Algunos sostienen que por la extrema modestia que mostraba se difundió la idea de que S.S. San Pío X, si bien era un hombre santo, era poco inteligente o no estaba muy bien preparado: hablaba siempre tan convencido de su propia insignificancia, de su falta de preparación, de su "condición rural", que muchos llegaron a tomarlo en serio. Sin embargo, la evidencia histórica muestra que la realidad estaba muy distante de aquella falsa idea.

El seminario de Padua conoció en Guiseppe a un joven bien dotado y muy aprovechado en los estudios: fue el más destacado alumno de su tiempo. Y si bien es cierto que a sus posteriores éxitos académicos —que también los tuvo— siguieron dieciocho años de intensa tarea pastoral, el Padre y luego Obispo Sarto nunca escatimó en recortar incluso algunas horas de descanso para dedicarlas al estudio: a costa de exigencia personal y disciplina jamás abandonó su propia formación, tan necesaria para nutrir su fe y para mejor poder responder a su misión de ser luz para los demás, maestro de la verdad. Los sermones, las conferencias, sus cartas pastorales, el mismo trato con las gentes, eran diversas ocasiones que le exigían gran dedicación en este importante asunto, y él así lo comprendió.

Además, dotado naturalmente con una insaciable curiosidad intelectual, ésta le llevaba a estudiar, escuchar, y buscar conocer. Años de formación en el silencio acompañaron su ministerio, iluminándolo, nutriéndolo, enriqueciéndolo, siempre abriéndole los horizontes para mejor conocer y comprender a aquellos a cuyos corazones quería acceder para iluminarlos con la verdad de Jesucristo, y ganarlos para Él.

En este sentido hay que añadir también que ya como Obispo y Cardenal era muy conocido por su versado manejo de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia.

Su amor a la Madre del Señor

Santa María estaba muy presente en el corazón de este Santo Papa: le gustaba llevar entre manos el santo Rosario. Diariamente visitaba la gruta de Lourdes, en los jardines Vaticanos. Interrumpía cualquier conversación para invitar a sus interlocutores al rezo del Angelus.

Como preparación inmediata para el acontecimiento del 50 aniversario de la proclamación de la Inmaculada Concepción publicó su encíclica Ad diem illum.

Un Papa elevado a los altares

Su tránsito a la Casa del Padre acaeció un 20 de agosto de 1914, poco antes del estallido de la llamada "primera guerra mundial". Muchos ya en vida, sin duda impresionados por esa personalidad serena con la que transparentaba el amor del Señor, y que él hacía tan concreto y cercano a todos, no dudaban en llamarlo "Papa santo". Con su característica sencillez y humildad, sin dejarse impresionar por tal calificativo, y haciendo uso de un juego de palabras, respondía con mucha naturalidad a quienes así lo llamaban que se equivocaban por una letra: «No "Papa santo" —decía él—, sino "Papa Sarto"».

Lo cierto es que a S.S. Pío X se le atribuyeron ya en vida muchos milagros. Asimismo, testimonios abundantes concordaban en afirmar que tenía el don de penetrar en lo más secreto de los corazones humanos, y de "ver" lo que en ellos había.

El 14 de febrero de 1923 se introducía su causa de beatificación, iniciándose un largo y exigente proceso que duraría hasta el 12 de febrero de 1951. En aquella fecha memorable el censor (quien hacía las veces de "fiscal") se hincaba a los pies de S.S. Pío XII para certificar que luego del rigurosísimo proceso podía pasarse a su beatificación, cuando Su Santidad así lo dispusiese. Estas fueron las emotivas palabras que, luego de su informe, pronunció el censor:

«Permitidme, pues, Beatísimo Padre, que, postrado humilde a sus pies, añada también mi petición, yo que procuré cumplir fielmente el cargo de censor que se me había encomendado; impulsado por la verdad, juzgo saludable y oportunísimo, y lo confieso abiertamente, que este ejemplo puesto auténticamente en el candelabro ilumine con el multiforme esplendor de sus virtudes no sólo a los fieles, sino también a los que viven en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y los atraiga y conduzca al reino de la verdad, de la unidad y de la paz».

S.S. Pío X fue elevado a los altares el 29 de Mayo de 1954, y de este modo, podemos decir, su ardiente deseo de instaurarlo todo en Cristo se prolonga, por su luminoso testimonio de vida y por su intercesión, por este y los siglos venideros.

III. Algunos de sus documentos más importantes

Tra le sollecitudini, Motu propio sobre la música sagrada (22 de noviembre de 1903).

Sacra tridentina Synodus, Decreto de la Sagrada Congregación del Santo Concilio soobre la Coomunión frecuente (20 de diciembre de 1905).

Lamentabili sine exitu, Decreto del Santo Oficio sobre los errores del modernismo, aprobado por el Papa (3 de julio de 1907).

Pascendi dominici gregis, Encíclica sobre las doctrinas de los modernistas (8 de setiembre de 1907).

Haerent animo, Constitución apostólica sobre la santidad del clero (4 de agosto de 1908).

Por: P. Jürgen Daum | Fuente: www.newevang.org