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sábado, 24 de junio de 2017

Reflexiones ante la Crisis de la Iglesia (Marcelo González)



La Iglesia está descalabrada, el mundo está descalabrado y crujen por todas partes. Naturalmente lo estamos los hombres (el género humano, entiéndase).

Dentro de la Iglesia, en virtud de la obligación natural de todo bautizado de defender la Fe en caso de peligro y de confesarla en todo momento, hay una reacción fuerte, más virulenta que nunca bajo el pontificado de Francisco, fruto de su modo dialéctico extremo de provocar y también, aunque muchos piensen lo contrario, por la coherencia casi extrema también de su gobierno con los principios que lo inspiran, a saber, los del Concilio Vaticano II. Posiblemente sea el papa más conciliar, el que ha llevado sus novedades a las últimas consecuencias.

Él lleva a la práctica con más consistencia los falsos principios liberales que cualquiera de los otros papas conciliares, quienes esquivaron no la teoría sino sus consecuencias naturales. Juan Pablo II defendió la subversión de los fines del matrimonio, pero concluyó en que la contracepción era un mal y en la indisolubilidad del vínculo, pobre defensa por más entusiasta que fuese, ya que se fundaba en un cimiento minado por el error. La moral personalista, fuertemente condenada ya por Pío XII, guió su magisterio en materia familiar.

Sin embargo, el papa Woytila ya había concluido coherentemente en otros aspectos de la neodoctrina del Vaticano II. Asís es uno de los ejemplos más elocuentes. Asís, sin embargo, no levantó olas de indignación, salvo entre los tradicionalistas. 
De modo que este estallido contra la doctrina de Francisco, que incluye a algunos clérigos de algo rango, no se explica más que en el desengaño de muchos, quienes sin ver las causas que estaban (y están) minando la Iglesia desde mucho antes, parecen descubrir ahora que proceden de la cabeza terrenal del Cuerpo Místico, del Vicario de Cristo, no en cuanto tal, obviamente, sino en virtud de sus errores doctrinales. Un papa que, consideran estos desengañados, es un extraño en la cátedra de Pedro y cuyas ideas no tienen antecedentes…

Pero sí tienen, múltiples y terribles antecedentes. Omitir este análisis de la situación de la Iglesia conduce a una situación peligrosa: si antes estas personas no ejercían ningún tipo de juicio objetivo sobre las desviaciones doctrinales, o eran particularmente benignos con ellas, ahora lo ejercen por demás. Van más allá de juicio de la doctrina y se meten en el pantano otros juicios…

¿Qué juicio se puede realizar sobre esta cuestión?

El primero, obligatorio y al alcance de todo bautizado que no ha naufragado en su Fe, es el de reconocer la contradicción entre lo que la Iglesia ha enseñado siempre y lo que se viene enseñando desde hace ya muchos años. No se necesita una gran fineza teológica pero sí un sentido de la Fe alerta y eficaz, no demolido por la indiferencia, el nulo ejercicio de la práctica religiosa o la ignorancia supina. Pero no es que este privilegio de ejercer el sentido de la Fe sea para los sabios y les esté vedado a los sencillos. Con frecuencia son estos quienes rechazan las novedades porque sospechan, con intuición cierta, que esto no es lo que les fue enseñado o no es la forma de vivir que la Iglesia ha ponderado siempre como fruto de las virtudes cristianas.

También están los católicos cultivados, que pueden elevar su juicio a un nivel de fundamentación más explícito que el de los sencillos. A estos les afecta con frecuencia (nos afecta, por mejor decir) la tentación de llevar el juicio que nos es lícito, es decir, sobre qué es católico y qué no lo es conforme a lo que la Iglesia ha sostenido siempre, al campo del juicio sobre la autoridad de la Iglesia. Esta frontera se cruza con mucha facilidad. Parece poco decir “lo que Francisco predica en esta homilía contiene errores (y también horrores)” y cruzamos a un terreno donde no nos es posible pisar con seguridad: “esto lo convierte en antipapa, en hereje, queda depuesto, etc.”.

Pero, ¿cómo no decir algo así si vemos y oímos cosas escandalosas, que nos conmueven en nuestra fibra más profunda de católicos? Bien, aquí comienza una tarea de discernimiento de las cosas que no puede pasar por las reacciones de ira o de indignación.
Así como la Caridad (como virtud sobrenatural) se asocia a la verdad en el orden del ser, así parece que deben asociarse en la vida cristiana para que se pueda llegar a cierto grado de perfección espiritual, necesario para salvar el alma. Así como nuestro juicio o sentido de la Fe debe estar alerta para no ser llevados al error por los heretizantes, así nuestra disposición frente al escándalo no puede prescindir del ejercicio de las virtudes cristianas. No solo la Fe, sino también la Esperanza y la Caridad, para no derrapar inclusive en cuestiones de Fe.

La Esperanza nos ata a las promesas de Cristo y nos recuerda que la Iglesia no puede sucumbir y es indefectible. Las lacras que la afean son parte de su pasión, como las llagas de Cristo, que repugnan a los sentidos pero no afectan la indemne divinidad del Redentor. Y así como El anticipó a sus discípulos lo que iba a padecer, también nos anticipó a los cristianos de los últimos tiempos lo que estamos viviendo, tanto en sus profecías canónicas como en las apariciones de la Santísima Virgen que la Iglesia ha hecho suyas, honrándolas extraordinariamente.

Caridad y Verdad, reaseguros del buen camino

La Caridad es con la verdad un anverso y un reverso. No sólo porque se debe predicar la verdad por amor a las almas; no sólo porque esta prédica debe ser caritativa también en el modo, sino además porque sin caridad se obnubila el sentido de la Fe. Ante realidades tan violentas para el espíritu católico como las que vemos a diario, el alma necesita sostenerse en un equilibrio difícil. Cuando abunda el pecado sobreabunda la gracia. Las gracias están, pero ¿las aceptamos con las mejores disposiciones? 

Si nuestra vida espiritual se centra en una obsesiva denuncia o lamentación de los males que padece la Iglesia olvidamos que la causa de esos males es el pecado, que nosotros integramos [también] el elenco de los pecadores y que reparar ese pecado con oración y penitencia es más importante y efectivo que cualquier otra cosa. Podremos y también deberemos defender la Fe que está claramente en peligro, en donde tengamos la posibilidad de hacerlo. Pero con un espíritu de verdad informado por la Caridad.

De otro modo nuestro esfuerzo se vuelve meramente humano (caemos en cierto modo en el naturalismo que condenamos), se agota en la denuncia contra la perversión de la Fe

Es necesario el ejercicio de la virtud. Primero, la humildad, que nos pone en nuestro lugar; luego la moderación del espíritu crítico, porque su exacerbación nos aleja de la defensa de la Fe y nos acerca al celo amargo; finalmente la mansedumbre que nos da la paz del espíritu, sin la cual no seremos ni buenos confesores de la Fe ni tampoco, llegado el caso, mártires.

Dependemos de los sacramentos. Y sin embargo, tantas veces en lugar de buscarlos en su forma más tradicional, aun a costa de sacrificios, optamos por abandonarnos a la ira contra el espanto del Novus Ordo. ¿Para qué? El ejercicio de la abnegación (tan necesaria para evitar el orgullo), el ejercicio puntual de los deberes de estado, que no pocas veces descuidamos bajo pretexto de sostener “causas más importantes” son el primer acto de restauración de la Iglesia. Buscar la Misa, y en torno a ella fundar o preservar la familia. Esa pequeña cristiandad es la verdadera resistencia contra el Modernismo, las sectas, los poderes ocultos…

Presunción y desesperación

¿Cómo podremos ver con claridad (y obrar con Caridad) si estamos cegados por la indignación que con frecuencia no es un puro celo por la gloria de Dios sino mezcla de nuestras pasiones y resentimientos? ¿Cómo podremos ver con claridad la justa medida si vivimos en y contribuimos a producir un ambiente donde el despellejamiento sistemático del prójimo es casi un deporte, y realizamos juicios temerarios con absoluta naturalidad? Esto, sin duda, es un grave obstáculo, un impedimento para recibir la gracia que necesitamos en estos tiempos de gravísimas tentaciones y pruebas.

Hacia arriba juzgamos la cobardía, la traición, la entrega, la estupidez de los que tienen responsabilidades jerárquicas en la Iglesia. No está en nosotros juzgar al prójimo en este sentido. “No juzguéis y no seréis juzgados” significa esto, precisamente, que del fuero interno no se puede emitir juicio, está reservado solo a Dios. Y de lo externo, si juzgar no significa discernir lo que está bien de lo que está mal, fundados en lo que la Iglesia nos ha enseñado, ¿qué significa? Advertir a los engañados de esos peligros, sin duda. Pero también de que Dios está al mando de las cosas y lo que no se encamina es porque Él lo permite, seguramente porque no merecemos todavía esta restauración.

Asumir una responsabilidad que no nos ha sido dada por Dios, erigirnos en jueces sin que nadie nos haya puesto en ese oficio: ¿puede haber algo más contrario a la Caridad, más presuntuoso y soberbio? Por algo en las letanías del Espíritu Santo, no me canso de recordarlo, pedimos que se nos libre de la presunción y de la desesperación conjuntamente. Y esto es porque de la primera nace la segunda, que se puede manifestar en engañosas iluminaciones, en las que nos sintamos intérpretes proféticos de las situaciones profundamente misteriosas y salgamos a proclamar soluciones o a deponer autoridades. Ridículo, patético y trágico. Obramos como pobres locos creyéndonos lo que no somos y pronunciando “verdades” que no pasan de opiniones endebles y no pocas veces absurdas.

Hacia abajo no somos mejores: conminamos a los demás a despertar de su estúpido letargo, a advertir de que nosotros decimos la verdad de las cosas. Y aun cuando digamos muchas verdades fundados en la autoridad de la Iglesia, no pocas veces las decimos como escupiéndolas, no precisamente de un modo evangélico. Ni que hablar cuando se demuestra que teníamos razón en tal o cual punto: la alegría de que otro haya visto la verdad se opaca con nuestro espíritu de recriminación: “ya te lo dije y no me escuchaste”. ¿Llegamos incluso a alegrarnos de la probable condena eterna de los pecadores? A veces lo temo. Recordemos que Nuestra Señora en Fátima nos pidió rezar permanentemente por los “pobres pecadores”. Y los santos pastorcitos dedicaron su vida a sacrificarse por ellos del modo más admirable.

La crítica es un necesario ejercicio de la razón, en cuanto se haga según la prudencia. No sobre materias o personas que nos exceden en rango o calidad intelectual. No sobre intenciones ocultas. No basados en nuestra propia autoridad. Sino más bien, sobre temas en los que tenemos la obligación de discernir, allí donde tenemos competencia y nuestro juicio puede ayudar, a modo de canal de transmisión de la Verdad que atesora la Iglesia, pisando con prudencia para no confundir nosotros mismos lo que es de la Iglesia con nuestra opinión. Porque también hay que tener una formación sólida para intervenir con provecho de los propios y ajenos en ciertos debates, y algunos no deben darse fuera de un contexto adecuado, porque hacen más daño que bien. Conviene limitarnos humildemente a lo que sabemos. Admitiendo que muchas cosas, la mayoría, nos superan. Esto hará más a favor de la verdad que cualquier perorata caprichosa.

Porque hoy en día, ¿quién puede decir honestamente que tiene certezas sobre lo que pasa o pasará en la Iglesia y en el mundo, más allá de sus lineamientos generales? Dios tiene planes que no conocemos más que borrosamente. Las certezas absolutas son simples y con frecuencia las olvidamos: Nuestro Señor Jesucristo estará con nosotros hasta el fin de los siglos. Las puertas del Infierno no prevalecerán. El Corazón Inmaculado de María triunfará en esta instancia histórica, en un tiempo no lejano pero indeterminable.

Sobre lo demás ¿qué podemos hacer sino sufrirlo y ofrecerlo? Hablar cuando sea de provecho, y el resto del tiempo mantenernos en silencio y oración.

jueves, 22 de junio de 2017

Con relación al artículo del padre Alfonso Gálvez, de título PORTUGAL, LOS INCENDIOS Y FÁTIMA (José Martí)


 Dedico esta entrada a realizar algunos comentarios acerca del artículo del padre Alfonso Gálvez en el que habla sobre el incendio de Portugal y su posible relación con Fátima. En concreto, sobre la parte final del mismo.

Es importante no perder de vista algunas de las expresiones que utiliza el padre Alfonso, para no sacar conclusiones precipitadas de la lectura de dicho artículo. Por ejemplo, aquella en la que advierte: "Aquí no se dice que los incendios sean un castigo del Cielo por las profanaciones realizadas últimamente en Fátima ... se habla [sólo] de una posibilidad". Y, para los que niegan tal posibilidad, dice el padre Alfonso que "tendrían que demostrar que tal posibilidad es absurda y que no puede darse".



Ciertamente, aquellos que no creen que Dios exista, negarán tal posibilidad. Pero será una negación basada en su increencia, lo cual no es una demostración. Téngase en cuenta que aquí no se afirma, de modo tajante, que haya tal relación. Lo que se afirma es su posibilidad. Claro está: esa afirmación supone -como base- que se cree en la existencia de Dios. Pero, ¿y los que no creen en ella? ... Pues, hablando en plata, diría que ése es su problema, puesto que absolutamente nadie ha logrado demostrar que Dios no exista. En cambio, sí existen muchas demostraciones "racionales" de que Dios existe.  

Es cierto -dice el padre Gálvez- que "el mundo moderno se ha acostumbrado a prescindir por completo de Dios" ... sin embargo, "la existencia de Dios no depende de que los hombres la admitan o la dejen de admitir". 

En realidad de verdad, el problema de fondo no es de la razón, sino de la voluntad. Hoy podemos verlo mejor que nunca.  Por ejemplo: aun cuando está clarísimamente demostradoecografías y toda una serie de aparatos científicos, cada vez más perfeccionados) que el embrión humano tiene su propio código genético único, y que tiene, por lo tanto, unos derechos inalienables, como persona humana que es (entre ellos, el derecho a vivir, que es el primero de todos) ... ¡no es, en absoluto, propiedad de la madre! Pues bien: tal demostración -y por muchas demostraciones que hubieran- se la pasan por el arco del triunfo. 

Y no sólo las demostraciones sino, incluso, los hechos más evidentes y palmarios, como por ejemplo, que la persona humana o bien es un hombre o bien es una mujer (verdades de Perogrullo) ... ¡se niegan! Y no sólo se niegan, sino que -además, para más INRI- se quieren imponer (y se están imponiendo) "legalmente" -ya en los colegios, para adoctrinar a los niños- en la llamada   "ideología de género",  que es una auténtica aberración y un absurdo, una gran mentira. Según dicha ideología, cada uno puede tener el sexo que prefiera, y aun los dos, según se sienta a sí mismo y según el momento, puesto que puede cambiar.   [Decir que un niño es un niño ya es ilegal en Canadá]. La mentira queda elevada a rango de ley y su incumplimiento es castigado con multas e incluso con la cárcel ...¡lo cual está ocurriendo ante el silencio de la mayoría de los medios de comunicación, que lo ocultan, quedando el conjunto de la sociedad desinformada ante estos disparates que arruinan y destrozan la vida de los niños.  ¿No son todo esto señales de que el mundo se ha vuelto loco?

Pero volvamos a nuestro comentario
Son muchos los que pensarán -y con razón- que toda esa pobre gente que ha muerto en el terrible incendio de Portugal no tiene la culpa de esas profanaciones que han tenido lugar en Fátima. Y que, además, si se tratase de un castigo de Dios, puesto que Dios es justo tendría que castigar a aquéllos que han cometido esa profanación y no a quienes no han tenido nada que ver con ella, al igual que ocurrió en Sodoma y Gomorra, en donde Lot y su familia, que eran justos, se libraron del castigo divino. Por otra parte, es época de incendios. Éstos se están produciendo ya en bastantes lugares. Y todos los años arden miles de hectáreas de bosque, bien sea por causas naturales o bien por haber sido provocados por el hombre. ¿Habría que pensar en todos esos casos que estamos también ante la posibilidad de un castigo de Dios? Y de las guerras, el hambre en el mundo, los campos de concentración, etc... ¿puede aventurarse igualmente la posibilidad de un castigo divino? Es difícil dar una respuesta. Hay algo, sin embargo, que siempre puede decirse que ocurre en todos los casos ... y es que Dios lo permite: de lo contrario no ocurriría. Rozamos aquí el misterio del mal. Y, como tal misterio, incomprensible. Sobre ello haré unas breves reflexiones en una próxima entrada (que vendrá a ser como una continuación de ésta), las cuales  acabarán por llevarnos, de nuevo, al misterio ... Pero es que no podría ser de otra manera: de lo contrario, no habría tal misterio.
Ahora bien: Dicho lo cual, que haya casos concretos como el de Portugal, en donde, previo al incendio, se hayan dado en Fátima infinidad de profanaciones contra la Virgen María, la Madre de Dios,  puede dar pie -de modo razonable- a pensar en una posibilidad "más probable" (por expresarlo de alguna manera) que en otros casos de los expuestos más arriba. Y esto por una razón muy sencilla. Jesucristo es verdadero hombre, también en el Cielo, en donde se encuentra en cuerpo y alma. Y ve de continuo a su Madre, que se encuentra igualmente en cuerpo y alma. Como humano que es (al mismo tiempo que divino) aun cuando esté con su Cuerpo Glorioso, tiene también sentimientos humanos. Y los que somos humanos sabemos bien que "es muy humano" que las ofensas a nuestra madre nos irriten mucho más que las ofensas que nos inflijan a nosotros mismos. Pues a Jesús le ocurre lo mismo. Por eso, no es aventurado pensar (aunque no asegurar) que, en este caso concreto, la posibilidad a la que nos referimos, desde el principio, haya sido más que una simple posibilidad. Esto no podemos saberlo, lógicamente. Pero nuestro razonamiento nos lleva a no descartarlo e incluso darlo como algo bastante probable.  Y hasta aquí el comentario.
José Martí

NOTA: Como curiosidad añado un enlace en el que se indican las posibles causas del fuego. Hubo una concatenación de ingredientes que se dieron en un mismo lugar y en un mismo instante, el 17 de junio de 2017 por la tarde. La causa principal fue un rayo que impactó sobre un tronco seco, aun cuando cuatro días más tarde [¡extraño!] se ha dicho que, en realidad, el fuego fue intencionado, y que el incendió ya se había producido antes de impactar el rayo

martes, 20 de junio de 2017

PORTUGAL, LOS INCENDIOS Y FÁTIMA (P. Alfonso Gálvez)


La Humanidad actual se ha acostumbrado a no llamar a las cosas por su nombre o a ocultar lo que resulta desagradable. 
Disimular lo que resulta desagradable puede hacerse de dos modos: ocultando la verdad o fabricando falsedades. Aunque estas dos formas de distorsionar la realidad van generalmente unidas en estrecho connubio. 
De todos modos a nadie debería extrañar esta situación, dado que todo parece indicar que asistimos a un momento histórico en el que el Padre de la Mentira está desplegando todo su poder. 
De los dos procedimientos nombrados —ocultación de la verdad o su falsificación—, cada una de las dos Sociedades, la Civil y la Eclesiástica, ha mostrado distintamente sus preferencias por uno de los métodos: 
La Sociedad Civil se ha decidido, como instrumento más práctico y suficiente, por la Ley del Silencio, sin que eso suponga descartar el uso del otro procedimiento cuando sea necesario. 
La Sociedad Eclesiástica, en cambio, prefiere utilizar abiertamente el sistema de la Proclamación de la Mentira, después de haber comprobado que el conjunto de los fieles se halla ya suficientemente aborregado, sin capacidad de pensar y mucho menos de decidir. Es en este sentido, y sólo en este sentido, como puede decirse que la utilización del silencio tampoco anda lejos de ser ajena a quienes dirigen la Sociedad Eclesiástica.
Para la Sociedad Civil, el método del silencio, que también podría denominarse del disimulo, está resultando eminentemente práctico. No es que aquí se descarte la utilización de la mentira, como hemos dicho antes, pero evidentemente es el procedimiento de mayor uso. Íntimamente ligado a su vez con los sistemas de manipulación del lenguaje, que fueron inventados por el Modernismo y puestos en boga a lo grande por la misma Jerarquía de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II.
Los resultados conseguidos son verdaderamente sorprendentes. Que Europa está siendo por completo islamizada es un hecho evidente para quien quiera verlo. Pero todo se debe, según se dice, a una legítima apertura a otras culturas con las cuales se da lugar a un enriquecimiento mutuo. Fue el señor Zapatero quien alumbró la luminosa idea de la Alianza de Civilizaciones, cuyos resultados están a la vista, además de regalar a la Humanidad con la teoría de que la tierra pertenece al viento. Todo lo cual podría hacerle recordar a cualquier desconsiderado lo que afirmaba el Salmo 73,22: Era como un necio y no lo sabía
La moderna Sociedad ha conseguido malabarismos asombrosos en el manejo del lenguaje. Los atentados de terroristas islámicos son calificados como obra de grupos incontrolados, o en todo caso como realizados por psicópatas inconformistas. Las oleadas de musulmanes que llegan continuamente a Europa (se cuentan por millares cada día), entre los que existen gentes de todo pelaje y hasta multitud de terroristas camuflados, son acogidos como refugiados a los que conviene hacer partícipes de la propia cultura y enriquecerse con la suya. 
Existen frases o expresiones cuyo solo hecho de ser pronunciadas puede acarrear multas o prisión. Como son, por ejemplo, la de terrorismo islámico o la de persecución sufrida actualmente por los cristianos. Esta última tiene lugar tanto en los países islámicos como en la propia Europa. Pero cualquiera que se atreviera a proferirlas necesitaría primero hacer alarde de valor: Pero, ¿cómo alguien puede achacar de terrorista a la religión de la paz? Y en cuanto a la persecución contra el Cristianismo, ¿pero en alguna parte existen cristianos perseguidos...? 
Para entender este conjunto de ideas no hay sino imaginar una hipótesis disparatada: ¿Alguien conoce de algún lugar en el que sean perseguidos o maltratados los musulmanes? 
Hemos dicho que existen realidades en la Sociedad actual sobre las que se ha extendido un riguroso manto de silencio. No existe de lo que no se habla y no se habla de lo que no existe. La inminente desaparición de Europa invadida por el Islam, la absoluta y total destrucción del Cristianismo con su inminente desaparición, la destrucción de todos los principios de raigambre cristiana que dieron forma a la Civilización Occidental, el Gobierno de las Naciones en manos de incompetentes o malvados manejados como títeres por la Masonería, la legitimación y exaltación de aberraciones que hasta ahora habían avergonzado a la Humanidad desde su creación, la destrucción de la familia, la corrupción de la infancia, la eliminación de la Enseñanza como medio de convertir en meros robots a las nuevas generaciones, la apostasía de la Iglesia y la traición de su Jerarquía... 
Sin embargo las masas están suficientemente preparadas para guardar silencio. Nadie replica en un mundo donde impera El Silencio de los Corderos. Y los corderos, como las ovejas, son mansos y se dejan conducir sin protestar. Los Gobiernos masónicos pueden dedicarse impunemente a la sistemática destrucción de las Naciones..., ante el más absoluto silencio de los ciudadanos. La Jerarquía de la Iglesia, Cardenales, Obispos, teólogos y capitostes, realizan una admirable labor de burla de la Palabra de Dios, de propagación de doctrinas que muchos calificarían como herejías, de destrucción del culto y de ridiculizar a todo lo que antaño se revestía de dignidad en el Catolicismo... Cabe, no obstante, el recurso de imitar a Diógenes: ir con la linterna buscando, si no ya al Hombre, al menos a algún Cardenal, Obispo o teólogo dotados de la suficiente valentía para mantener la propia dignidad y defender la Fe. 
Uno los casos más patentes y escandalosos de silencio que está ocurriendo en la actualidad es el de Portugal, sus terribles incendios..., y Fátima. A nadie se le ha ocurrido la posibilidad de que exista una relación que proporcione la clave de ciertos hechos. Bajo la advertencia, sin embargo, de que aquí no se dice que los incendios sean un castigo del Cielo por las profanaciones realizadas últimamente en Fátima. Lo cierto es que aquí se habla de una posibilidad. ¿Y quién goza de la suficiente autoridad para negar la posibilidad de tal posibilidad? 
Téngase en cuenta lo ocurrido en la celebración del Centenario.Se ha desvirtuado y falsificado el Mensaje de la Virgen, se ha degradado y hasta ridiculizado a la Persona de la Madre de Dios, se han llevado a cabo cultos que nada tienen que ver con el verdadero culto a Dios que siempre ha practicado la Iglesia, se ha revestido de caracteres masónicos la Basílica, se han adornado con estandartes gay las columnatas del recinto exterior, y se ha llevado a cabo lo que cualquiera denominaría como una burla general a los auténticos devotos de la Virgen y a la verdadera Fe
Es evidente que establecer una posible relación entre tales profanaciones y los incendios, aparte de lo que pueda ocurrir todavía, escandalizará a muchos. A los cuales sería útil recomendar que reflexionen en la necesidad que tendrían de demostrar que tal posibilidad es absurda y no puede darse. ¿Y por qué no podría darse? 

El Mundo moderno se ha acostumbrado a prescindir por completo de Dios. Pero la existencia de Dios no depende de que los hombres la admitan o la dejen de admitir. Y por otra parte, según advertía San Pablo, de Dios nadie se ríe
Se suele hablar de la infinita paciencia de Dios. Lo grave, y hasta peligroso, es que se desconoce por completo hasta donde puede llegar esa paciencia cuando se trata de insultos a su Madre.
Padre Alfonso Gálvez

Los cardenales de los «dubia» piden una audiencia al Papa. Una nueva carta que Francisco no ha respondido (INFOCATÓLICA Y SETTIMO CIELO)



La misiva en la que piden audiencia fue entregada al Papa Francisco hace casi un mes y medio, pero todavía no ha recibido respuesta. 


(NCR/InfoCatólica) El periodista norteamericano Edward Pentin, experto vaticanista, ha publicado una carta dirigida al Papa Francisco y firmada por el Cardenal Carlo Caffarra en nombre de los cuatro cardenales de los dubia. En ella, los purpurados solicitan al Pontífice una audiencia para discutir su honda preocupación con respecto a la exhortación apostólica del Papa sobre la familia, Amoris Laetitia.
La misiva en la que pedían audiencia, fechada el 25 de abril, fue entregada en mano al Papa el 6 de mayoEl Santo Padre todavía no ha acusado recibo de la petición escrita de los cardenales ni ha respondido a la misma.
Esta petición de audiencia se debe a que los dubia no han sido aclaradas después de ocho meses de su presentación, lo que ha provocado una situación de gran confusión en la Iglesia con respecto a la doctrina sobre los sacramentos del Matrimonio y la Eucaristía. Además, podría estar relacionada con la intención manifestada hace meses por el cardenal Burke de realizar una corrección al Papa en caso de que no contestara a la petición de aclaración de la doctrina de Amoris Laetitia y de su verdadera interpretación conforme al Magisterio de la Iglesia.
A continuación, se incluye el texto completo de la misiva:
Santo Padre,
Con cierta inquietud, me dirijo a Vuestra Santidad durante estos días de Pascua. Lo hago en nombre de Sus Eminencias los cardenales Walter Brandmüller, Raymond L. Burke, Joachim Meisner y yo mismo.
Queremos comenzar renovando nuestra dedicación absoluta y nuestro amor incondicional a la Cátedra de Pedro y a su augusta persona, en la que reconocemos al Sucesor de Pedro y al Vicario de Jesús: el «dulce Cristo en la tierra», como le gustaba decir a Santa Catalina de Siena. No compartimos en absoluto la postura de aquellos que consideran vacante la Sede de Pedro, ni la de quienes quieren atribuir a otros la responsabilidad indivisible del munus petrino. Actuamos motivados únicamente por la conciencia de la grave responsabilidad que conlleva el munus de cardenales: ser consejeros del Sucesor de Pedro en su ministerio soberano. Y la responsabilidad que también conlleva el sacramento del episcopado, que «nos ha colocado como obispos para pastorear la Iglesia que Él compró con su sangre» (Hch 20,28).
El 19 de septiembre de 2016, entregamos a Vuestra Santidad y a la Congregación para la Doctrina de la Fe cinco dubia, pidiéndole que resolviese las incertidumbres y aclarase algunos puntos de la Exhortación Apostólica postsinodal Amoris Laetitia.
No habiendo recibido ninguna respuesta de Vuestra Santidad, hemos tomado la decisión de pedirle respetuosa y humildemente una audiencia, si le parece bien a Vuestra Santidad.

Adjuntamos, como es costumbre, una Hoja de Audiencia en la que indicamos los dos puntos que deseamos discutir con usted.
Santo Padre,
Ha transcurrido un año desde la publicación de Amoris Laetitia. Durante este tiempo se han manifestado públicamente interpretaciones de algunos pasajes objetivamente ambiguos de la Exhortación postsinodal que no solo divergen del Magisterio permanente de la Iglesia, sino que son contrarias al mismo. A pesar de que el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe ha declarado repetidas veces que la doctrina de la Iglesia no ha cambiado, han aparecido numerosas declaraciones de obispos, cardenales e incluso conferencias episcopales que aprueban lo que el Magisterio de la Iglesia nunca ha aprobado: no solo el acceso a la Sagrada Eucaristía por parte de aquellos que objetiva y públicamente viven en una situación de pecado grave y tienen la intención de permanecer en ella, sino también una concepción de la conciencia moral contraria a la Tradición de la Iglesia. De este modo, sucede -¡Qué doloroso es ver esto!- que lo que es pecado en Polonia se considera bueno en Alemania y que lo que está prohibido en la archidiócesis de Filadelfia se permite en Malta. Y lo mismo en otros lugares. Esta situación recuerda la amarga observación de Blaise Pascal: «Justicia a este lado de los Pirineos, injusticia al otro; justicia en la orilla izquierda del río, injusticia en la orilla derecha».
Numerosos fieles laicos bien preparados, profundamente enamorados de la Iglesia y firmemente leales a la Sede Apostólica, se han dirigido a sus pastores y a Vuestra Santidad para ser confirmados en la sagrada doctrina sobre los tres sacramentos del Matrimonio, la Confesión y la Eucaristía. Y en estos mismos días, en Roma, seis fieles laicos de todos los continentes han presentado un seminario de estudio muy concurrido con el significativo título de «Traer claridad».
Frente a esta grave situación, en la que muchas comunidades cristianas se ven divididas, sentimos el peso de nuestra responsabilidad y nuestra conciencia nos obliga a solicitar humilde y respetuosamente una audiencia.
Pedimos a Vuestra Santidad que nos recuerde en sus oraciones y nos comprometemos a recordarle en las nuestras, a la vez que solicitamos su bendición apostólica.
Cardenal Carlo Caffarra
Roma, 25 de abril de 2017
Fiesta de San Marcos Evangelista
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HOJA DE AUDIENCIA
1. Solicitud de aclaración de los cinco puntos indicados por los dubia; razones de esta solicitud.
2. Situación de confusión y desorientación, especialmente entre los pastores de almas, in primis los párrocos.
Traducido por Bruno Moreno para InfoCatólica


NOTA: La misma noticia en CATHOLICVS y también en SETTIMO CIELO. Reproduzco  aquí, a continuación, los comentarios de Sandro Magister, pues aporta hechos muy graves que han sido cometidos desde el 6 de mayo (fecha en que el papa Francisco recibió la segunda carta) y el 19 de Junio (fecha en la que se publicó). La traducción de la misiva realizada por Bruno Moreno la considero más inteligible, por lo que no repito el contenido de dicha misiva. Sólo las consideraciones de Sandro Magister. Véase también un artículo de Roberto de Mattei en ADELANTE LA FE , titulado "El escándalo del silencio"


A siete meses de distancia de los "dubia", el papa Francisco recibió a mediados de esta primavera otra carta de los mismos cuatro cardenales, firmada por Carlo Caffarra en nombre de los otros tres: Walter Brandmüller, Raymond L. Burke y Joachim Meisner.
Y también a esta carta, como ya había sucedido con los "dubia", no la ha respondido.
Los cuatro cardenales pedían al Papa ser recibidos en audiencia. Para hablar con él de las divisiones generadas por "Amoris laetitia" y de la consiguiente "situación de confusión y de desconcierto" en gran parte de la Iglesia.
La carta está en las manos de Francisco desde el 6 de mayo. Pero la prolongada ausencia de una respuesta ha ampliado la naturaleza. Como ya sucedió con los "dubia", los cuatro cardenales consideran ahora justo que la carta sea ofrecida a la reflexión de todo el "pueblo de Dios", del cual sale el pedido de clarificación al que ellos dan voz.
El texto íntegro de la carta, traducida del original italiano, se reproduce más abajo [también aquí].
Pero entre tanto es también útil advertir que en los 45 días transcurridos entre la entrega al Papa de la carta y su publicación, la Babel de las interpretaciones de "Amoris laetitia" – pero no sólo eso – ha ido creciendo posteriormente.
Se pueden señalar, en este sentido, estos otros hechos.
– En Polonia, la Conferencia Episcopal anunció que en octubre publicará las directrices para la aplicación de "Amoris laetitia" que mantendrán firme, sin excepciones, la enseñanza de Juan Pablo II sobre los divorciados que se han vuelto a casar, quienes podrán recibir la comunión sólo si se comprometen a vivir "como hermano y hermana".
– En Italia, la Conferencia Episcopal de la región de Sicilia publicó las "Orientaciones pastorales" sobre el capítulo octavo de "Amoris laetitia" que prevén "soluciones prácticas diferenciadas según las situaciones", incluyendo la absolución y la Comunión para los divorciados que se han vuelto a casar que viven "more uxorio".
– También en Bélgica los obispos dieron vía libre, en una "Carta pastoral", a la Comunión para los divorciados que se han vuelto a casar, aunque simplemente "decidida en conciencia".
– En Argentina, en la diócesis de Reconquista, el obispo Ángel José Macín, incardinado allí por el papa Francisco en el 2013, festejó públicamente la readmisión plena en la Iglesia de casi treinta pareja de divorciados que se han vuelto a casar y que siguen viviendo "more uxorio", dándoles la Comunión – ha dicho – al término de un recorrido colectivo de preparación sobre la base de las indicaciones de "Amoris laetitia" y de la posterior carta escrita por el Papa a los obispos de la región del Río de la Plata.
– También en Italia, el teólogo Maurizio Chiodi publicó en el último número de la conocida "Rivista del Clero Italiano" un ensayo en el que argumenta, a la luz de "Amoris laetitia", la posibilidad de la Comunión para los divorciados que se han vuelto a casar, sobre la base de "una teoría de la conciencia más allá de la alternativa de la norma". La "Rivista del Clero Italiano" es editada por la Universidad Católica de Milán, bajo la dirección de tres obispos: Gianni Ambrosio, Franco Giulio Brambilla y Claudio Giuliodori. Y hace pocos días Chiodi ha sido nombrado por el Papa miembro ordinario de la renovada Academia por la Vida.
– Siempre en Italia, en Turín, el sacerdote católico Fredo Olivero confirmó que el grupo interconfensional "Spezzare il pane" [Partir el pan], en el que participa, se reúne una vez al mes para celebrar la Eucaristía ya sea en el rito católico o protestante, con todos los presentes que toman la Comunión. Se ha dicho con certeza que éste es el verdadero "pensamiento personal" del papa Francisco, según cuanto ha dicho el 15 de noviembre del 2015 durante la visita a la iglesia luterana de Roma. Agregó que el dogma de la transustanciación se debe releer en clave "espiritual" y que, estando en Jesús, la Misa la puede celebrar cualquiera, no sólo un ministro ordenado. Don Olivero hizo esta "excursión" en el último número de "Riforma", el semanario de la Iglesia Valdense.
– Y por último, en el Vaticano, resulta que ha sido instituida una comisión encargada de "reinterpretar" a la luz de "Amoris laetitia" la encíclica de Pablo VI sobre la anticoncepción, la "Humanae vitae". Forman parte de esta comisión Pierangelo Sequeri, director del Pontificio Instituto Juan Pablo II para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia; Angelo Maffeis, director del Instituto Pablo VI, de Brescia, y Philippe Chenaux, docente de historia de la Iglesia en la Pontificia Universidad Lateranense. El coordinador es Gilfredo Marengo, docente de antropología teológica en el mencionado instituto fundado por Juan Pablo II y partidiario desde hace tiempo de tesis revisionistas.
Éste es el estado de los hechos

Y ésta es la carta al Papa de cuatro cardenales que no se resignan [Remito, como he dicho, a la traducción hecha en Infocatólica]
Además de en italiano, en inglés, en español y en francés, la carta está disponible también en portugués y en alemán:

> "A nossa consciência força-nos…"
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NOTA 2: Esta misma noticia, que ha salido ya en infinidad de medios, se puede leer en inglés en Life Site News

TODOS LOS ANTICONCEPTIVOS SON ABORTIVOS

Duración 2:49 minutos

La Secuencia de la fiesta de Corpus condena el Capítulo VIII de Amoris Laetitia





Si uno lee atentamente la letra de la Secuencia de la Fiesta del Corpus Christi, compuesta por Santo Tomás de Aquino, verá una exposición detallada del dogma de la Santísima Eucaristía

Este himno basta para que los católicos de hoy que tienen dudas o se permiten interpretaciones libres sobre la presencia real, la comunión en la mano, o las disposiciones que se necesitan para comulgar con provecho se convenzan de la doctrina revelada por Cristo mismo y guardada celosamente por la Iglesia

Naturalmente, en él ya está resuelto el presunto dilema de la "comunión" a las personas en pecado mortal. De hecho ya lo estaba en San Pablo y en el Evangelio.

En la procesión de la fiesta, en Roma este año, se cantó la secuencia según surge de un vídeo que circula en Internet. [Es el que sigue, aun cuando no es de este año]

Duración 7:06 minutos


Los clérigos y el papa presentes ¿habrán discernido el sentido del texto? ¿Y los fieles?


1. Lauda Sion Salvatórem, lauda ducem et pastórem, in hymnis et cánticis.

Alaba, ¡oh Sión! Alaba al Salvador, al Rey y Pastor con himnos y cánticos.

2. Quantum potes, tantum aude: quia major omni láude, nec laudáre sufficis.

Alaba cuanto más puedas, y sin descanso; porque la mayor alabanza que se haga no será suficiente.

3. Laudis thema speciális, panis vivus et vitális, hódie propónitur.

Alaba sin medida, al Pan vivo de Vida, al que hoy se celebra.

4. Quem in sacrae mensa coénae, turbae fratrum duodénae, datum non ambígitur.

Al Pan que en la mesa de la Santa Cena, Cristo entregó a los Doce reunidos como hermanos.

5. Sit laus plena, sit sonóra, sit jucúnda, sit decóra, mentis jubilatio.

Que la alabanza sea de todo corazón, sonora, gozosa, bella, con el alma jubilosa.

6. Dies enim solémnis ágitur, in qua mensae prima recólitur, huius institútio.

Porque hoy celebramos un solemne día, aquel que rememora la institución de la Santísima Eucaristía.

7. In hac mensa novi Regis, novum Pascha nove legis, phase vetus términat.

En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua de la Nueva Alianza, pone fin a la Pascua antigua.

8. Vetustátem nóvitas, umbram fugat véritas, noctem lux elíminat.

El nuevo rito sustituye al viejo, las sombras se disipan ante la verdad, la luz elimina a la noche.

9. Quod in coena Christus gessit, faciéndum hoc expréssit, in sui memoriam.

Lo que Cristo hizo en la Cena, mandó que se repitiera en su memoria.

10. Docti sacris institutis, panem vinum in salútis, consecrámus hóstiam.

Instruidos por sus sagradas enseñanzas, consagramos el pan y el vino para la salvación.

12. Dogma datur Christiánis, quod in carnem transit panis, et vinum in sánguinem.

Se les da un Dogma a los cristianos: que el pan se convierte en la Carne y el vino en la Sangre de Cristo.

13. Quod non capis, quod non vides, animósa firmat fides, praeter rerum órdinem.

Lo que no comprendes porque no lo ves, que lo afirme tu fe viva, más allá del orden natural.

14. Sub divérsis speciébus, signus tantum, et non rebus, latent res exímiae.

Bajo diversas formas, tan solo se ven los signos, y no la realidad que late escondiendo una realidad sublime.
15. Caro cibus, sanguis potus: manet tamen Christus totus, sub utráque spécie.

Su Carne es comida, y su Sangre bebida, pero bajo cada uno de estos signos está Cristo todo entero.
16. A suménte non concísus, non confráctus, non divísus: ínteger accípitur.

Se lo recibe íntegramente, sin que nadie pueda dividirlo, ni quebrarlo, ni partirlo.

17. Sumit unus, sumunt mílle: quantum isti, tantum ille: nec súmptus consúmitur.

Lo recibe uno, lo reciben mil, tanto éstos como aquél, sin que nadie pueda consumirlo.

18. Súmunt boni, sumunt mali: sortem tamen inaequáli, vitae vel intéritus.

Lo reciben los buenos, y lo reciben los malos: pero con desigual fruto: para unos la Vida, para otros, la muerte.

19. Mors et malis, vita bonis: vide paris sumptiónis, quam sit dispar éxitus.

Es muerte para los pecadores y vida para los justos: mira cómo un mismo alimento tiene efectos tan contrarios.

20. Fracto demum Sacraménto, ne vacilles, sed meménto, tantum esse sub fragménto, quantum toto tégitur.

Cuando se parte la hostia: no vaciles: recuerda que en cada fragmento está Cristo todo entero.

21. Nulla rei fit scisúra: signi tantum fit fractúra: qua nec status nec statúra, signáti minúitur.

Ninguna division se hace a esta realidad (del Cuerpo todo entero en cada parte): solamente se hace un signo de fractura, que no altera ni el estado ni la estatura (del Cuerpo de Cristo).

22. Ecce panis Angelórum, factus cibus viatórum: vere panis filiórum, non mitténdus cánibus.

Este es el pan de los Ángeles, convertido en alimento de los peregrinos: es el verdadero pan de los hijos, que no debe tirarse a los perros.

23. In figuris praesignátur, cum Isaac immolatur: Agnus Paschae deputátur: datur manna pátribus.

Por varias figuras ha sido profetizado: (por ejemplo) en Isaac es inmolado; se lo ve en el Cordero Pascual, y cuando es dado como maná a nuestros padres.

24. Bone pastor pannis vere, Jesu nostri miserére: tu nos pasce, nos tuére: tu nos bona fac vidére in terra vivéntium.

¡Oh Buen Pastor, Pan verdadero, oh Jesús nuestro, ten misericordia de nosotros!: ¡apaciéntanos y cuídanos; y haznos contemplar los bienes verdaderos en la tierra de los vivientes!

25. Tu qui cuncta scis et vales, qui nos pascis hic mortáles: tuos ibi comensales, coherédes et sodales fac sanctórum cívium. Amen. Allelúia.

¡Tú que sabes todo, y todo lo puedes, tú que apacientas a los mortales, haznos tus invitados, herederos y compañeros con los Santos del cielo!. Amén, aleluya.

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Algún que otro dogma queda también ratificado: Como dice otro himno de Santo Tomás:

Et antiquum Documentum novo cedat ritui.

Un poco libremente traducido dice:

Ceda el antiguo culto judío al Rito neotestamentario, la misa, del cual ha sido una mera sombra.