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miércoles, 14 de mayo de 2025

Robert Francis Prevost, papa León XIV. Análisis preliminar



El cardenal Robert Francis Prevost ha sido elegido papa en el cuarto escrutinio. Como muchos esperaban, el resultado no se hizo esperar, aunque para él no fue tan rápido. ¿Qué podemos esperar? Se había dicho que no habría otro papa de Sudamérica, y tenemos a un peruano. Si no de nacimiento, desde luego de formación y adopción. Parece un pontífice amable y diplomático. Tres principios orientadores lo definen: unidad en la Iglesia, paz en el mundo y justicia social. Con todo, tiene importantes puntos vulnerables que pueden ser explotados por personas hostiles a Cristo.

El 8 de mayo de 2025 el colegio cardenalicio escogió a Robert Francis Prevost, monje agustino que fue Prefecto del Dicasterio para los Obispos durante el reinado de Francisco desde el 12 de abril de 2023. Ha elegido el nombre de León, que tiene mucha solera en la tradición católica.

La fecha del 8 de mayo es de gran importancia simbólica para los católicos, ya que se trata de la festividad de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, y es asimismo la conmemoración de la aparición del arcángel San Miguel en el monte Gargano (Italia) en el lejano año 490. No sólo eso; el Cónclave se inició el 7 de mayo, coincidiendo con la fiesta movible tradicional del patronazgo de San José sobre la Iglesia Universal. Todas estas celebraciones tienen que ver con el triunfo de la Iglesia sobre sus adversarios.

El nombre de Prevost no figuraba entre los candidatos más esperados, por lo que su elección ha sido sorpresiva para muchos. En un principio, la mayoría daban por sentado que en seguida saldría Pietro Parolin o, de prolongarse el Cónclave, se optaría por un candidato con una capacidad semejante a la del ex Secretario de Estado pero con una imagen política menos compleja, como el Patriarca de Jerusalén Pierbattista Pizzaballa.

¿Es Prevost un papa de conciliación como han sugerido algunos? En mi opinión, parece harto improbable, y más teniendo en cuenta la celeridad con que lo han elegido. Los cardenales ya tenían dos tercios de los votos en el cuarto escrutinio, y eso da a entender que Prevost no fue una opción de última hora surgida después de varios intentos fallidos de mediación entre facciones opuestas.

Karol Wojtyła sí que fue un candidato de conciliación, y resultó elegido después de ocho votaciones para romper el empate entre el conservador Giusseppe Siri y el más liberal Giovanni Benelli. Ratzinger, por el contrario, fue elegido al igual que Prevost después de cuatro recuentos.

Ratzinger era el sucesor natural de Juan Pablo II. Prevost, aunque era un posible sucesor natural de Francisco, encaja más en las características de un papa de convergencia. Eso quiere decir que a pesar de que los cardenales provenían de posturas diversas o incluso encontradas, vieron en el purpurado americano al candidato ideal, capaz de unir las diversas corrientes que circulan en la Iglesia. Su nombre y el amplio acuerdo al que se llegó probablemente surgieron ya en las congregaciones generales que precedieron al Cónclave.

Antes del Cónclave, y durante el mismo, se habló mucho de que había llegado la hora de que por fin se eligiese a un papa italiano, en parte para restablecer la credibilidad de la curia romana, gravemente debilitada por el gobierno centralista de Francisco. Por otra parte, muchos pronosticaron que después de la experiencia del pontífice argentino sería improbabilísimo que saliera otro sudamericano. Ambos pronósticos fallaron, o al menos sólo acertaron en parte. Prevost no es italiano, pero tiene ciudadanía peruana, lo cual lo hace sudamericano. Si no de nacimiento, por lo menos de formación y adopción.

Prevost apareció con la indumentaria pontificia tradicional –cruz pectoral (la típica cruz-relicario de los obispos preconciliares), estola pontificia y muceta roja–, recuperando así la estética romana tradicional de la que Francisco había prescindido totalmente, por no decir rechazado. El nombre escogido, León, evoca intensamente la tradición católica. Muchos católicos conservadores y tradicionalistas, impactados por ambos elementos, han manifestado un repentino entusiasmo en las últimas horas. En situaciones así, es natural que las emociones se impongan sobre un análisis racional.

Si bien es cierto que León es un nombre de larga tradición para un pontífice, no debemos caer en el error de interpretarlo desde la perspectiva del progre promedio conforme a nuestra mentalidad personal. Lo que hay que hacer es, por el contrario, procurar verlo razonadamente dentro de los parámetros de la persona. Al fin y al cabo, Prevost ha sido considerado hasta el momento un progresista moderado, como veremos más adelante. En los esquemas mentales de un sacerdote estadounidense habitual formado después del Concilio, el nombre León significa esencialmente dos cosas: pacifismo y doctrina social. San León Magno fue el papa que cortó el paso al bárbaro destructor Atila. León XIII está considerado el creador de la doctrina social de la Iglesia, pero las bases ya las había sentado Bonifacio VIII en la Unam Sanctam.

Acta de aceptación del Romano Pontífice con el nombre asumido, redactada por el ceremoniero pontificio en calidad de notario

¿Por qué eligieron a Prevost?

La paz y la justicia, en el sentido de justicia social, serán con mucha probabilidad dos de los temas centrales del nuevo pontificado leonino. Esto se hizo evidente con las primeras palabras que pronunció en el balcón: «La paz sea con vosotros (…) En la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante (…). Dios os ama a todos, y el mal no prevalecerá. Estamos todos en manos de Dios. Por eso, en unidad, de la mano de Dios y unos con otros, avancemos (…). Me han elegido como sucesor de San Pedro y para que camine con vosotros en una Iglesia unida, siempre en pos de la paz y la justicia.»

Un aspecto particularmente positivo del discurso inaugural de León XIV es que, aunque alude a Francisco –como cuando habla de tender puentes de diálogo con el mundo de hoy–, expresa estos conceptos en un sentido más ortodoxo: «Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita para que sea el puente al que hay que llegar por Dios y por su amor». Como si dijera: los puentes están muy bien, pero al final, sólo hay un puente verdadero, que es Jesucristo. Llama asimismo la atención la importancia que concede a la labor misionera de la Iglesia: «Doy también las gracias a mis hermanos del colegio cardenalicio que me han elegido sucesor de San Pedro y para que caminemos en una Iglesia unida para proclamar el Evangelio, para ser misioneros». Y una vez más: «Entre todos debemos ver cómo ser una Iglesia misionera», y «recemos unidos por esta nueva misión, por toda la Iglesia y por la paz del mundo, y pidamos esta gracia especial a María nuestra Madre».

Paz y justicia, pues. Fueron estas dos de las primeras necesidades que observaron los purpurados que habrían de elegir al nuevo pontífice. Un papa capaz de mediar, más diplomático que pastoral, para remediar los graves conflictos que han surgido y que puedan surgir en un futuro cercano. Un papa capaz, como San León Magno, de parar los pies a muchos atilas –o al menos a los que son percibidos como tales– que tratan de invadir y de empezar guerras. No sólo Putin con Ucrania, Xi Jin Ping con Taiwán o Netanyahu con Palestina, sino también Trump. De hecho, a pesar de ser estadounidense y miembro con carnet del Partido Republicano, Prevost siempre (al menos hasta la fecha) ha mantenido una postura enfrentada con la del magnate-presidente. Por el estilo de Francisco y Pietro Parolin.

Cuando J.D. Vance, vicepresidente de EE.UU., desencadenó la controversia al invocar la doctrina tomista del ordo amoris, fue objeto de acerbas críticas en los medios sociales por parte del entonces cardenal Prevost, que escribió en X: «J.D. Vance se equivoca. Jesús no nos pide que amemos al prójimo con arreglo a una escala o jerarquía». Además, la justicia supone seguir centrándose en temas que ya eran prioritarios para Francisco, como la ecología, la inmigración y los pobres.

De todos modos, está por verse si León seguirá exactamente los pasos de Bergoglio.

Aunque los cardenales electores han apuntado en 2025 a un papa que pudiera mediar por la justicia y la paz en el mundo, buscaban también a alguien capaz de mediar en pro de la unidad de la Iglesia. En realidad, la unidad es el tercer tema más importante que se observa en el discurso inicial de León. La Iglesia tiene que volver a la unidad después de años de profundas divisiones, disputas ideológicas y teológicas y hasta conflictos económicos que han surgido durante el pontificado de Bergoglio.

En la solemne Misa pro Ecclesia que puso fin al Cónclave en la Capilla Sixtina el pasado viernes 9 de mayo a las 11 de la mañana, el recién electo pontífice destacó repetidas veces conceptos de los que los católicos ya no estamos tan acostumbrados a oír hablar, como la santidad y el camino a la santidad.

En el interior del Cónclave

¿Qué pasó entonces durante el Cónclave? Si la elección de Prevost no fue accidental, como da a entender la rapidez con que se llevó a cabo, y si la mayoría de los electores habían sido creados por Francisco, ¿se podría identificar un plan estratégico detrás de esta elección?

Por el momento se pueden considerar tres posibilidades. La primera sería que Prevost era el plan B por si no resultaba Parolin. En los últimos días se había hablado mucho de la ambición de Parolin de ascender al solio pontificio y de sus esfuerzos para ganarse el mínimo necesario de votos de los conservadores y los progresistas. Era en reacción a las facciones más progres que apoyaban a Tolentino de Mendonça y Jean-Marc Aveline, los más conservadores, que promovían a Péter Erdö, y los más moderados, que apoyaban a Pierbattista Pizzaballa.

Sin embargo, no se había pensado mucho en la posibilidad de que Parolin tuviera una estrategia alternativa, una manera de conseguir la elección de alguien de su cuerda –otro revolucionario más moderado– en caso de que su nombre quedara demasiado comprometido, que fue ni más ni menos lo que pasó. Si era eso lo que esperaba Parolin, teniendo en cuenta que estaba en el balcón de San Pedro, todo sonrisas junto al cardenal Vinko Puljić, puede ser que considere a su colega Prevost maleable, o al menos simpatizante de sus tendencias.

Sea como fuere, vale la pena recordar que se esperaba que Wojtyła resultase débil y se dejara influir fácilmente por muchos de sus electores, y sin embargo demostró ser un dirigente firme que imprimió un ritmo decisivo a la historia de la Iglesia, independientemente de cómo evaluemos su pontificado. Dicho de otro modo: en cuanto uno llega al primado, no hay garantía de que vaya a cumplir las expectativas de quienes lo promovieron.

Por otro lado, podría ser que Prevost fuera el fruto de la convergencia de votos cross-sectional obtenida bajo la discreta astuta de figuras influyentes como el cardenal italiano Giusseppe Versaldi, que fue creado cardenal por Benedicto XVI y ejerció de prefecto de la Congregación para la Educación Católica con Francisco en 2015 y 2022, y es un típico representante de la Curia Romana.

Se cree que en los últimos años Versaldi ha construido una red de apoyo y credibilidad en torno a Prevost. Discretamente, contribuyó a darlo a conocer y conseguirle el respeto del episcopado italiano y autoridad en los palacios vaticanos y promocionándolo como una alternativa viable a Pietro Parolin. Es más espiritual y confiable, y además diplomático.

Es innegable la personalidad reservada de Prevost. Quienes lo han tratado en los últimos años, tanto en Perú como en el Vaticano, lo describen como amable, callado, receptivo y dispuesto a escuchar todos los puntos de vista. Un papa diplomático, como se esperaba después de doce años de la pastoral centralista e ideologizada de Francisco.

En cualquier caso, en los próximos años –o incluso meses– podríamos asistir a un fortalecimiento positivo de la Curia.

Una tercera posibilidad se ha planteado en las últimas horas, proponiendo que quien verdaderamente estuvo detrás de la elección del Papa fuera el cardenal Timothy Dolan de Nueva York. Se cree que desempeñó un papel fundamental, como ya hizo en el Cónclave anterior cuando contribuyó a materializar la candidatura de Jorge Mario Bergoglio, aunque más tarde quedó decepcionado.

Según algunos medios, Dolan intentó reparar algunas brechas en la Iglesia de EE.UU. Por un lado estaba el bando de los los antitrumpistas como McElroy y Wilton Gregory, y por el otro conservadores como Di Nardo y el propio Dolan. Terminaron por reconocer que había llegado la hora de la unidad.

No tiene nada de sorprendente, pues, que monseñor Dolan señalara que el futuro pontífice sería una combinación de los últimos tres. Ahora que ha sido elegido Prevost, puede afirmar que tenía razón. Se afirma que las verdaderas maniobras han tenido lugar en el Pontificio Colegio Norteamericano.

Seguro de sí mismo, Dolan tuiteó y lució su habitual sonrisa mientras se contaban los votos de Prevost, candidato con un perfil que permitía proponerlo exitosamente como candidato ideal: estadounidense de nacimiento pero misionero en el Perú, sólido en la doctrina y con experiencia en la Curia como ex prefecto de la Congregación para los Obispos, y además habla con soltura italiano, inglés y español.

Una vez conseguido un amplio apoyo de los estadounidenses, se afirma que los votos decisivos para la elección de Prevost han provenido de los purpurados de Asia y África. Los mismos que no consiguió ganarse Parolin, a pesar de los rumores sobre un posible acuerdo con otro favorito de primera hora como el filipino Tagle. Se cuenta que en las primeras congregaciones los cardenales de Asia y África estaban indecisos, y que al final sus votos se inclinaron hacia Occidente, o al menos hacia un concepto particular de Occidente.

Es posible asimismo que Prevost contase con el respaldo de miembros de la Curia a raíz del cuantioso donativo que, según varias fuentes, hizo Trump con motivo de los funerales de Francisco: se dice que ascendió a 14 millones de dólares.

Es de suponer que la Santa Sede acogió con gratitud el donativo, teniendo en cuenta el déficit dejado por Bergoglio, que se cifra en 70 millones de euros. Algunos lo han considerado un gesto de generosidad, en tanto que otros han sospechado ulteriores motivos, sobre todo si se piensa en la estrecha relación de Trump con monseñor Dolan, figura clave del Cónclave, al que Trump ya elogió en una ocasión con estas palabras: «Aunque no tengo preferencias, tenemos a un cardenal en Nueva York que es muy bueno. Vamos a ver qué pasa».

Quién era Prevost antes de ascender al pontificado

A lo largo de su vida, Robert F. Prevost siempre se ha mantenido apartado de los focos y las cámaras, incluso siendo obispo y más tarde cardenal de la Curia. Es una señal alentadora después de doce años de un protagonismo promovido por los medios que en ocasiones ha resultado molesto, inapropiado y hasta perjudicial para los fieles.

De todos modos, no se sabe gran cosa de su postura en relación con algunos temas. Hasta ahora, Prevost ha estado en el bando de Francisco en temas como inmigración y pobreza. Ha expresado apoyo a la postura introducida por Bergoglio de dar la Comunión a católicos divorciados que se han vuelto a casar por lo civil. Está claramente a favor de la sinodalización de la Iglesia, como puso de relieve en su discurso inaugural. Cuestión que causa no poca inquietud.

Es probable que se oponga a bendecir parejas del mismo sexo a raíz de las concesiones de Fiducia supplicans. Y todavía es una incógnita su actitud hacia las trabas a la Misa Tridentina que impuso Tratitiones custodes.

Tampoco está clara su postura con respecto a los acuerdos secretos entre el Vaticano y China, iniciados por Parolin y renovados en varias ocasiones por Francisco. Por último, aún no se sabe a ciencia cierta si está entre los prelados partidarios de que se hagan modificaciones a la Humanae vitae de Pablo VI o incluso se la derogue.

En todo caso, ha tenido una trayectoria muy rápida. Ingresó en la orden de San Agustín en 1977 e hizo sus votos solemnes en 1981. Posee estudios de matemáticas, teología y derecho canónico, y fue ordenado sacerdote en 1982. Tres años más tarde se integró a la misión agustina en Perú, y estuvo a cargo de la prelatura territorial de Chulucanas. Tras un breve periodo en Estados Unidos entre 1987 y 1988 como director vocacional y de misiones, regresó al país andino y dirigió durante diez años el seminario de Trujillo, donde enseñó derecho canónico y ocupó diversos cargos pastorales y administrativos.

En 1999 fue elegido provincial de los agustinos de Chicago, y en 2001 prior general de la orden, cargo que desempeñó hasta 2013. En 2014, el papa Francisco lo nombró administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo, y el año siguiente obispo. Más tarde ejerció cargos importantes en la Coferencia Episcopal Peruana entre 2018 y 2023, en los que contribuyó a la estabilidad política del país.

En enero de 2023 el papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos, que es uno de los cargos más importantes y complicados de la Curia, con una importancia probablemente similar a la de la Secretaría de Estado y la de Doctrina de la Fe. El prefecto del Dicasterio para los Obispos es el que supervisa la designación de prelados en todo el mundo. En septiembre del mismo año obtuvo la púrpura cardenalicia.

Hay un último y crucial aspecto a tener en cuenta sobre Robert Prevost, que es motivo de gran preocupación. Después de años de escándalos de abusos sexuales azotando a la Iglesia, el nuevo pontífice arrastra consigo graves acusaciones de encubrimiento. Según algunas fuentes, esas acusaciones son de la época en que era obispo de Chiclayo entre 2006 y 2010, cuando habría protegido a dos sacerdotes acusados de dicho delito. Igualmente está en tela de juicio su posible responsabilidad en un caso en que estuvo implicado su amigo y patrocinador el cardenal de Chicago, Blase Joseph Cupich, cuando Prevost era provincial de los agustinos allí.

No está claro si las acusaciones son fundadas o si son un intento de desacreditar a prelados influyentes.

En todo caso, los enemigos de la Iglesia, tanto externos como internos, podría aprovecharse de esas cuestiones para hacerlo objeto de presiones en su pontificado. Como suele suceder, los medios informativos evitarán esos temas hasta que León XIV provoque a algún personaje importante o se acarree las iras de facciones descontentas de la Iglesia, cosa que recuerda a lo que pasó durante el pontificado de Benedicto.

Gaetano Masciullo

(Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada)

martes, 13 de mayo de 2025

Nota editorial de RORATE: Afinidad



Puedes criticarnos todo lo que quieras, pero sentimos un cariño cada vez mayor por León XIV. Hay algo inconfundiblemente bueno en él. Tiene buen corazón. Parece sinceramente amable. Y eso ya es una cualidad enorme para un obispo, y no tan común como debería.

Probablemente (¿seguramente?) nos decepcionará… Parece que así funciona el mundo: errores, decepciones y remordimientos. Dolor por lo que se hizo, y por lo que no se hizo. Miedo a actuar, y miedo a quedarse fuera. Rabia por los caminos equivocados, y lágrimas por las situaciones que no se pueden arreglar. Es el precio de la Caída.

Que los católicos tradicionales le den al nuevo papa el cariño, la estima, el respeto y las oraciones que merece. De forma libre y sin miedo, con esperanza en lo mejor, sabiendo que tal vez no sea correspondido, y esperando ser decepcionados. Parece que ese es nuestro destino.

Que la Virgen lo proteja, y nos proteja, y que la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo y la Misa y Liturgia Tradicional en latín crezcan con fuerza hasta el fin de los tiempos.

El triunfo final de Cristo y la lucha del cristiano



Homilía del 20 de abril de 2012

DURACIÓN 45:11 MINUTOS

Hacia otra lógica: con Francisco murió la generación del Concilio



Todavía no dimensionamos lo que significa el pontificado de León XIV por una cuestión sencilla: apenas ha comenzado, y sólo podemos tomar detalles y pocas palabras para elaborar hipótesis. Sin embargo, sí podemos comenzar a dimensionar lo que significó el pontificado de Francisco. Yo lo estoy sintiendo de un modo casi físico; como si una enorme piedra me hubiese sido quitada de encima. Pero es necesario que pase el tiempo para terminar de digerir lo que significó la pesadilla de doce años por la que atravesó la Iglesia y todos nosotros.

Sin embargo, sí podemos, de a poco, volver a lo que era este blog antes de que Bergoglio se asomara a la loggia vaticana: un lugar de reflexión y discusión sobre el cristianismo y la Iglesia, y no un medio de repercusión y de amortiguamiento emocional de los estropicios constantes del Porteño en Roma. Eso implicará, claro, que el número de lectores disminuya y que el número de enemigos aumente. Porque lamentablemente los católicos nos caracterizamos por pelearnos a muerte por cuestiones que son opinables y tendemos a ver la Iglesia desde nuestro propio y muy limitado espacio.

Y para empezar quisiera reflexionar y proponer la discusión acerca de un punto que señalé en el post del viernes y del que un avisado comentarista se hizo cargo. Y lo titulo así: con Francisco murió la generación del Concilio. Él fue la flor más colorida y perfumada del Vaticano II, el que llevó hasta la exacerbación lo que dejó el Concilio o, si se quiere, la interpretación rupturista con la que invariablemente fue leído. Pero la flor —era un amorphophallus titanum— se marchitó y murió, como todo lo que transita por el mundo sublunar. Prevost es de otra generación; formado por cierto en los 80 y 90, es decir, en el posconcilio, pero es de una generación que no tiene compromiso emocional con el Concilio y esto, en mi opinión, exige un cambio de lógica para analizar su incipiente pontificado.

El primer ejercicio que deberemos hacer, complejo y difícil, es dejar de lado las categorías “preconciliar” y “posconciliar” y, consecuentemente, “hermenéutica de la continuidad” o “hermenéutica de la ruptura”. La Iglesia de 2025, es decir, la Iglesia que comienza a ser pastoreada por León XIV ya no es la Iglesia posconciliar, porque esta categoría es del pasado y pertenece a otra lógica. Lo es ciertamente desde el punto de vista cronológico, tanto como es postridentina o posnicena, pero es una Iglesia que comienza a reconfigurar un nuevo rostro, cosa que hubiese ocurrido aunque el elegido hubiese sido otro cardenal. No importa el nombre; importa el tiempo. Esta es mi hipótesis, y sé que puede ser urticante para muchos de mis amigos más tradicionalistas. Sin embargo, creo que debemos recordar que, a lo largo de su historia bimilenaria, la Iglesia cambió muchas veces de rostro, porque la Iglesia es siempre joven y nunca envejece. Si cualquier de nosotros pudiese retroceder en el tiempo y vivir una semana en una ciudad cristiana del siglo XII, se sentiría ciertamene en casa, pero vería un rostro de la Iglesia destinto que al pudiera ver en el siglo XVIII o en el siglo XX.

Un cambio rotundo fue con Nicea y luego con Calcedonia, y también lo fue después de Letrán IV y de Trento. El rostro de la Iglesia post tridentina era muy diferente al de la Iglesia del siglo XIV. Y esa “iglesia tridentina” tuvo momentos gloriosos e hizo un bien enorme no solamente a los católicos sino a toda la humanidad. Pero esa Iglesia y ese rostro se agotaron, necesariamente, porque las cosas humanas se agotan. Y aunque esta afirmación pueda ser cuestionada por algunos, creo que es bueno recordar que la Iglesia no se fundó en Trento, ni en Letrán, ni en Calcedonia ni en Nicea. Se fundó en Cesarea de Filipo, al norte de Galilea, en algún día del año 30. Lo que vino después fue la obra del Espíritu Santo, que engrandeció y embelleció a la Iglesia, a través de todos sus concilios, de sus Papas, de sus doctores y de sus santos. Todo eso —desde Cesarea de Filipo hasta Francisco— es la Iglesia católica, con sus luces y sus sombras; pero es todo eso. No se trata de “borrar” el Vaticano II y volver a la “iglesia preconciliar”; la solución no está en volver a la iglesia de 1940, y pretender la «restauración» de esa iglesia es un error.

Por eso mismo no valen los reduccionismos ni de un lado ni de otro. No vale, como dicen los progresistas, que debamos poner entre paréntesis la Iglesia posterior Nicea hasta el Vaticano II, porque todo lo que ocurrió en el medio fueron corrupciones de la filosofía griega o de los poderes políticos. Y tampoco lo que dicen mis queridos amigos los tradicionalistas enragés, que debemos borrar los paréntesis solamente a la Iglesia que surgió en Trento y culminó en 1962, porque todo lo demás “no es doctrina segura”.

La Iglesia —insisto— nos guste o no, a lo largo de su historia ha ido adoptando diversos rostros, lo que no significa de ninguna manera, como pretendió Francisco y los suyos, que ese nuevo rostro implicaba una nueva persona. Como decía en 2023 el entonces cardenal Robert Prevost: “No es tan simple como decir: ‘¿Sabes qué?, en esta etapa vamos a cambiar la tradición de la Iglesia después de dos mil años en cualquiera de esos puntos’”. Hay puntos que no se pueden cambiar y son precisamente los puntos que constituyen a la persona. Y los puntos son muy sencillos: no se puede cambiar la Revelación de Dios, y a la Revelación la encontramos en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, que se expresa fundamentalmente en los cánones de los concilios ecuménicos. Por eso mismo, no pueden venir eruditos biblistas a decirnos que lo que escribieron San Juan o San Lucas en sus evangelios no quiere decir lo que siempre la Iglesia dijo que quería decir, y tampoco pueden venir los sabiondos patrólogos a explicarnos que en realidad el bueno era Arrio y que el concilio de Nicea fue un fraude porque así lo descubrieron en un par de textos (lo que, por cierto, les permite acumular publicaciones, fama e invitaciones a disertar herejías por todas las facultades del teología del mundo). Esos son los puntos que no se cambian, y eso incluye, por si ha pasado desapercibido, también a la liturgia, que es la expresión más bella, pura y simbólica de la Tradición y no puede ser, como decía el Papa Benedicto XVI, el fruto de la elaboración de eruditos de escritorio.

¿Cuáles serán los cambios que poco a poco la Iglesia deberá ir definiendo para configurar su nuevo rostro, luego de los traumáticos años del posconcilio y del pontificado de Francisco? Creo que constituirán una buena ocasión para ir discutiéndolos en esta página en los meses por venir, si así Dios lo quiere. Pero adelanto uno, con apenas algunas palabras que deberemos profundizar más adelante: la defensa de la liturgia tradicional, que es inclaudicable, debe encontrar otros argumentos. Porque la lógica cambió, debemos ya dejar de lado el Breve examen crítico y toda la maraña de razones que sabemos casi de memoria y que nos fueron tan importantes y tan útiles para un tiempo que ya pasó. Por lo pronto, deberemos aceptar que el novus ordo se quedará varios años más entre nosotros [creo que la restuaración litúrgica será posible sólo cuando el Papa y los obispos sean los nacidos a partir de los años 90] y que deberemos convivir con él por un buen tiempo; nos guste más o menos. Y que los que a él asisten o lo celebran, no son siempre herejes, ni malvados ni confundidos. Yo, como la mayoría de los que leen estas páginas, conocemos a decenas de sacerdotes que celebran el nuevo rito porque no tiene otra opción o porque no conocen o aprecian el rito tradicional, y lo hacen con devoción y piedad, y del mejor modo que pueden. Y son hombres virtuosos, de vida ejemplar y edificante. Ya no podemos seguir con condenas a diestras y siniestras; defendamos la misa tradicional —insisto que es un principio inclaudicable— pero no condenemos a los hermanos —sí, hermanos— que asisten a ella sólo ocasionalmente, o que asisten a la misa de Pablo VI porque no tienen otra opción. Esa lógica sólo nos llevará a sectarizarnos.

Termino con un texto que me parece apropiado. Pertenece a El pastor de Hermas, uno de los primeros textos de los Padres de la Iglesia, escrito a fines del siglo I y que durante algunos siglos fue considerado canónico:

Y levantando una especie de vara reluciente, me dijo: «¿Ves algo muy grande?» Y yo le dije: «Señora, no veo nada.» Ella me dijo: «Mira, ¿no ves enfrente de ti una gran torre que es edificada sobre las aguas, de piedras cuadradas relucientes?» Y la torre era edificada cuadrada por los seis jóvenes que habían venido con ella. Y muchísimos otros traían piedras, y algunos de ellos de lo profundo del mar y otros de la tierra, y las iban entregando a los seis jóvenes. Y éstos las tomaban y edificaban. Las piedras que eran arrastradas del abismo las colocaban, en cada caso, tal como eran, en el edificio, porque ya se les había dado forma; y encajaban en sus junturas con las otras piedras; y se adherían tan juntas la una a la otra que no se podía ver la juntura; y el edificio de la torre daba la impresión como si fuera edificado de una sola piedra. Pero, en cuanto a las otras piedras que eran traídas de tierra firme, algunas las echaban a un lado, otras las ponían en el edificio, y otras las hacían pedazos y las lanzaban lejos de la torre. Había también muchas piedras echadas alrededor de la torre, y no las usaban para el edificio; porque algunas tenían moho, otras estaban resquebrajadas, otras eran demasiado pequeñas, y otras eran blancas y redondas y no encajaban en el edificio. Y vi otras piedras echadas a distancia de la torre, y caían en el camino y, con todo, no se quedaban en el camino, sino que iban a parar a un lugar donde no había camino; y otras caían en el fuego y ardían allí; y otras caían cerca de las aguas y, pese a todo, no podían rodar dentro del agua, aunque deseaban rodar y llegar al agua”. [Tercera visión, c. 2]

La torre que construyen los seis jóvenes es la Iglesia. Y la construyen con piedras disímiles, traídas de diferentes sitios y que poseen diferentes formas, pero que luego de ser colocadas en el edifico, calzan perfectamente, a punto tal, que la torre parece construida de una sola piedra. No se trata del “poliedro irregular” del que hablaba y pretendía el Papa Francisco. Son muchas piedras, sí, pero se convierten en una sola. La Iglesia se construye con una enorme diversidad de hombres, de diferentes colores y nacionalidades, y de diferentes formas: es la diversidad. Sin embargo, el Espíritu Santo los une en un solo edificio de modo tal que conforman la unidad. Es lo que expresa el lema del Papa León XIV: “En el Uno [es decir, en Cristo] somos uno”. Somos una sola Iglesia unidos en el Uno, que es su Esposo.

Pero también dice El pastor que hay otras piedras que no sirven para construir el edificio, y que son abandonadas, y arrojadas fuera o que arden en el fuego. Esas piedras son las que no aceptan conformar la unidad que se establece en los puntos que vimos antes: Sagradas Escrituras y Tradición. Quienes se rehusan a ser formados por las enseñanzas que siempre sostuvo la Iglesia, y nos vienen con fantasías tales como el sacerdocio femenino, el adulterio santificado o la sodomía bendecida, son piedras que jamás podrán formar parte de la torre. Son las piedras que “tienen moho, están resquebrajadas, son demasiado pequeñas, y otras son blancas y redondas y no encajan en el edificio” y, por eso mismo, son arrojadas lejos.

WANDERER

domingo, 11 de mayo de 2025

León XIV: esto es lo que piensa el Papa del Opus Dei




DURACIÓN 10:54 MINUTOS

León XIV y el futuro de la Iglesia



La fumata blanca sorprendió elevándose desde la chimenea de la Capilla Sixtina a las 6 y 8 minutos de la tarde del jueves 8 de mayo mientras las luces del crepúsculo iluminaban la columnata de Bernini. Una hora después, la plaza de San Pedro y la Via della Conciliazione eran un hormiguero en el que bullían más de cien mil personas, mientras cerca de mil millones se conectaban a los medios de comunicación para verlo. Como ya había sucedido en 1978 con el papa Wojtyła, no entendieron en un primer momento el nombre del nuevo pontífice cuando lo anunció el cardenal Dominique Mamberti. La multitud estalló en un largo y sonoro aplauso. La muchedumbre aclamaba al 267º sucesor de San Pedro, el cardenal Robert Francis Prevost, que asumía el cargo con el nombre de León XIV.

La primera impresión es la más importante, porque es intuitiva y se imprime en la memoria. Por eso, en un artículo anterior, mientras nos preguntábamos cuáles serían las primeras palabras que diría el recién elegido pontífice desde el balcón de San Pedro, escribimos: «Es indudable que las palabras y gestos con que el próximo papa inaugure su pontificado revelarán ya una tendencia y brindarán un primer elemento para que el sensus fidei del pueblo católico pueda discernir. Sea cual sea el nombre que elija, el pontífice elegido por el colegio cardenalicio, ¿querrá seguir las huellas de Francisco, o emprenderá una vía diferente a la de un pontificado que, según muchos, ha sido catastrófico para la Iglesia?»

Ya conocemos la respuesta, y ha sido un indicio de cambio, al menos en lo que respecta al estilo de gobierno del que se sirvió Francisco para su primer mensaje. Escoger un nombre tan poco común, que evoca a un papa con un amplio magisterio doctrinal como fue León XIII, así como a pontífices santos y luchadores, como San León Magno y San León IX, revela claramente una tendencia. Igualmente significativa ha sido la manera en que se ha presentado el nuevo papa al pueblo romano. La sobriedad manifestada por León XIV vino acompañada de su reconocimiento de la dignidad de la Iglesia, al la cual honró con las solemnes vestiduras que exige el ceremonial: la muceta roja, la estola pontificia y la cruz pectoral de oro, cosa que no se hizo hace once años.

En las primeras palabras de su alocución, León XIV deseó paz en nombre de Cristo resucitado, y en las últimas recordó que el 8 de mayo es la festividad en que tradicionalmente se hace la súplica a Nuestra Señora de Pompeya, tras lo cual rezó el Avemaría junto con los fieles e impartió su primera bendición Urbi et orbi concediendo indulgencia plenaria. Hay que añadir que el 8 de mayo es la fiesta de María Mediadora de todas las Gracias yla Aparición de San Miguel Arcángel, príncipe de las milicias celestiales y protector de la Iglesia. Esto no ha escapado a los que conocen el lenguaje de los símbolos. [* N. del T.: Agreguemos por nuestra parte que los argentinos celebran el 8 de mayo a su patrona, Nuestra Señora de Luján. En cuanto a la Virgen de Pompeya, es una devoción muy arraigada en Italia, y no sólo en su basílica de Nápoles, pues de hecho esta práctica devocional se transmite por radio y televisión a todo el país].

Muchos se están desviviendo por rescatar hechos y dichos del obispo y más tarde cardenal Prevost, a fin de hacerse una idea del rumbo que puede imprimir a su pontificado. Temen que la ruptura en las formas con el papa Francisco se corresponda con un distanciamiento análogo en los contenidos. Pero en una época en que la praxis se impone sobre la doctrina, la restauración de las formas lleva implícito un restablecimiento de la sustancia. Téngase presente, además, que todo pontífice recibe en el momento de su elección gracias de estado proporcionales a la labor que habrá de cumplir, y en muchos casos se han producido cambios en la actitud de un papa una vez asumido el ministerio petrino. Por eso, como acertadamente ha afirmado en un comunicado el cardenal Raymond Leo Burke garantizando su apoyo al nuevo pontífice, hace falta rezar para que el Señor le conceda «sabiduría, fuerza y ánimo en abundancia para hacer todo lo que pide Dios en estos tormentos tiempos». Proponemos que la intercesión sugerida por monseñor Burke a la Virgen de Guadalupe se añada la de la Virgen del Buen Consejo que se venera en el santuario agustino de Genazzano.

Por supuesto, no se puede cejar en la vigilancia y la lucha contra los enemigos externos e internos de la Iglesia, pero no es este momento de desengaño y la preocupación, sino de alegría y esperanza. Es un momento de alegría porque la Iglesia Romana ha elegido al Vicario de Cristo, León XIV, añadiendo otro eslabón a la cadena apostólica que lo vincula a San Pedro. Es la hora de la esperanza, porque el sucesor de San Pedro es el jefe en la Tierra del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. Y la Iglesia, a pesar de las pruebas y persecuciones a las que se ha visto sometida a lo largo de la historia, siempre resurge triunfante como su divino Fundador.

Comentando las palabras del Evangelio de San Lucas (24, 36-47), escribe San Agustín: «Como acabasteis de oír, después de la resurrección el Señor se apareció a sus discípulos y los saludó con estas palabras: “Paz a vosotros”. Esta es la paz y este el saludo de la salud, pues saludo es nombre derivado de salud. ¿Qué hay mejor que el hecho de que la salud misma salude al hombre? Cristo es, en efecto, nuestra salud. Es nuestra salud él que por nosotros fue herido y fijado con clavos a un madero y, tras ser bajado de él, colocado en un sepulcro. Pero resucitó del mismo con las heridas curadas, aunque conservando las cicatrices, pues juzgó que, en bien de sus discípulos, era conveniente mantenerlas para sanar con ellas las heridas de su corazón. ¿Qué heridas? Las de la incredulidad» (Sermón 116, 1).

La incredulidad de un mundo que ha dado la espalda a Cristo es la causa principal de falta de paz en nuestros tiempos. Por esa razón, León XIV, hijo de San Agustín, en su primera homilía, pronunciada el 8 de mayo ante los cardenales electores, hablando de un mundo sin fe ha afirmado que la Iglesia debe ser «cada vez más la ciudad puesta sobre el monte, arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo». El Papa evocó la célebre expresión de San Ignacio de Antioquía (Carta a los romanos, proemio), cuando «conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de su inminente sacrificio, escribía a los cristianos que allí se encontraban: “En ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no vea más mi cuerpo” (Carta a los Romanos, IV, 1). Hacía referencia a ser devorado por las fieras del circo –y así ocurrió– pero sus palabras evocan en un sentido más general un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejerza un ministerio de autoridad: desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo.

Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tierna intercesión de María, Madre de la Iglesia».

Se podría decir que en estas palabras resuena un presagio. En su primera aparición en el balcón de la Plaza de San Pedro, alguna lágrima corrió por el rostro de León XIV. Esas discretas lágrimas pueden expresar la emoción de un hombre que ante una multitud que lo aclama contempla todo su pasado desde la parroquia de Chicago hasta su inesperada llegada al vértice de la Iglesia. Pero pueden r igualmente manifestar la tristeza de quien vislumbra el futuro de la Iglesia y del mundo.

¿Cómo no recordar el llanto silencioso y profético de la Virgen de Siracusa, adonde se dirigió el cardenal Prevost en septiembre del año pasado con ocasión del septuagésimo primer aniversario de su milagrosa lacrimación? ¿Y cómo recordar también, en vísperas del 13 de mayo, el Tercer Secreto de Fátima, que describe a un papa afligido de dolor y pena que atraviesa una ciudad en ruinas y asciende a un monte en el que el martirio lo espera a los pies de la cruz?

Sólo Dios conoce el futuro del papa León XIV, pero el mensaje de Fátima, con su promesa del triunfo final del Corazón Inmaculado de María, es una certeza que anima a los corazones devotos en estos sorprendentes días de mayo que han traído un nuevo pontífice a la Iglesia.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Roberto De Mattei

sábado, 10 de mayo de 2025

¿QUÉ PASA EN LA IGLESIA? #66 ESPECIAL PAPA LEÓN XIV PADRE JORGE GONZÁLEZ GUADALIX



DURACIÓN 34 MINUTOS

Homilía de Su Santidad León XIV con el Colegio Cardenalicio, 09.05.2025


A las 11.00 de esta mañana, en la Capilla Sixtina, el Santo Padre León XIV presidió como Pontífice su primera Celebración Eucarística con el Colegio Cardenalicio. Publicamos a continuación la homilía que el Papa pronunció tras la proclamación del Evangelio:

Homilía del Santo Padre (La primera)

Comienzo con unas palabras en inglés, y el resto será en italiano. Quisiera repetir la frase del salmo responsorial: «Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas» (Sal 98,1). Y en efecto, no sólo conmigo, hermanos míos cardenales, sino con todos nosotros, como lo celebramos esta mañana.

Los invito a reconocer las maravillas que el Señor ha hecho, las bendiciones que el Señor sigue derramando sobre todos nosotros, a través del ministerio de Pedro.

Ustedes me han llamado a cargar esa cruz y a ser bendecido con esa misión. Y sé que puedo contar con todos y cada uno de ustedes para caminar conmigo, mientras continuamos, como Iglesia, como comunidad de amigos de Jesús, como creyentes, anunciando la Buena Nueva y proclamando el Evangelio.

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Con estas palabras Pedro, interrogado por el Maestro junto con los otros discípulos sobre su fe en Él, expresa en síntesis el patrimonio que desde hace dos mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, custodia, profundiza y trasmite.

Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador y el que nos revela el rostro del Padre.

En Él Dios, para hacerse cercano a los hombres, se ha revelado a nosotros en los ojos confiados de un niño, en la mente inquieta de un joven, en los rasgos maduros de un hombre (cf. Concilio Vaticano II, Const. pastoral Gaudium et spes, 22), hasta aparecerse a los suyos, después de la resurrección, con su cuerpo glorioso. Nos ha mostrado así un modelo de humanidad santa que todos podemos imitar, junto con la promesa de un destino eterno que, sin embargo, supera todos nuestros límites y capacidades.

Pedro, en su respuesta, asume ambas cosas: el don de Dios y el camino que se debe recorrer para dejarse transformar, dimensiones inseparables de la salvación, confiadas a la Iglesia para que las anuncie por el bien de la humanidad. Nos las confía a nosotros, elegidos por Él antes de que nos formásemos en el vientre materno (cf. Jr 1,5), regenerados en el agua del Bautismo y, más allá de nuestros límites y sin ningún mérito propio, conducidos aquí y desde aquí enviados, para que el Evangelio se anuncie a todas las criaturas (cf. Mc 16,15).

Dios, de forma particular, al llamarme a través del voto de ustedes a suceder al primero de los Apóstoles, me confía este tesoro a mí, para que, con su ayuda, sea su fiel administrador (cf. 1 Co 4,2) en favor de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; de modo que esta sea cada vez más la ciudad puesta sobre el monte (cf. Ap 21,10), arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto gracias a la magnificencia de sus estructuras y a la grandiosidad de sus construcciones —como los monumentos en los que nos encontramos—, sino por la santidad de sus miembros, de ese «pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz» (1 P 2,9).

Con todo, por encima de la conversación en la que Pedro hace su profesión de fe, hay otra pregunta: «¿Qué dice la gente —pregunta Jesús—sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» (Mt 16,13). No es una cuestión banal, al contrario, concierne a un aspecto importante de nuestro ministerio: la realidad en la que vivimos, con sus límites y sus potencialidades, sus cuestionamientos y sus convicciones.

«¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» (Mt 16,13). Pensando en la escena sobre la que estamos reflexionando, podremos encontrar dos posibles respuestas a esta pregunta, que delinean otras tantas actitudes.

En primer lugar, está la respuesta del mundo. Mateo señala que la conversación entre Jesús y los suyos acerca de su identidad sucede en la hermosa ciudad de Cesarea de Filipo, rica de palacios lujosos, engarzada en un paraje natural encantador, a las faldas del Hermón, pero también sede de círculos crueles de poder y teatro de traiciones y de infidelidades. Esta imagen nos habla de un mundo que considera a Jesús una persona que carece totalmente de importancia, al máximo un personaje curioso, que puede suscitar asombro con su modo insólito de hablar y de actuar. Y así, cuando su presencia se vuelva molesta por las instancias de honestidad y las exigencias morales que solicita, este mundo no dudará en rechazarlo y eliminarlo.

Hay también otra posible respuesta a la pregunta de Jesús, la de la gente común. Para ellos el Nazareno no es un charlatán, es un hombre recto, un hombre valiente, que habla bien y que dice cosas justas, como otros grandes profetas de la historia de Israel. Por eso lo siguen, al menos hasta donde pueden hacerlo sin demasiados riesgos e inconvenientes. Pero lo consideran sólo un hombre y, por eso, en el momento del peligro, durante la Pasión, también ellos lo abandonan y se van, desilusionados.

Llama la atención la actualidad de estas dos actitudes. Ambas encarnan ideas que podemos encontrar fácilmente —tal vez expresadas con un lenguaje distinto, pero idénticas en la sustancia— en la boca de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Hoy también son muchos los contextos en los que la fe cristiana se retiene un absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes, contextos en los que se prefieren otras seguridades distintas a la que ella propone, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder o el placer.

Hablamos de ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece. Y, sin embargo, precisamente por esto, son lugares en los que la misión es más urgente, porque la falta de fe lleva a menudo consigo dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas heridas más que acarrean no poco sufrimiento a nuestra sociedad.

No faltan tampoco los contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido solamente a una especie de líder carismático o a un superhombre, y esto no sólo entre los no creyentes, sino incluso entre muchos bautizados, que de ese modo terminan viviendo, en este ámbito, un ateísmo de hecho.

Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador. Por esto, también para nosotros, es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).

Es fundamental hacerlo antes de nada en nuestra relación personal con Él, en el compromiso con un camino de conversión cotidiano. Pero también, como Iglesia, viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando a todos la Buena Noticia (cf. Concilio Vaticano II, Const. dogmática, Lumen gentium, 1).

Lo digo ante todo por mí, como Sucesor de Pedro, mientras inicio mi misión de Obispo de la Iglesia que está en Roma, llamada a presidir en la caridad la Iglesia universal, según la célebre expresión de S. Ignacio de Antioquía (cf. Carta a los Romanos, Proemio). Él, conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de su inminente sacrificio, escribía a los cristianos que allí se encontraban: «en ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no verá más mi cuerpo» (Carta a los Romanos, IV, 1). Hacía referencia a ser devorado por las fieras del circo —y así ocurrió—, pero sus palabras evocan en un sentido más general un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad, desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo.

Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tierna intercesión de María, Madre de la Iglesia.

Papa León XIV

El arzobispo de Toledo castiga y silencia al padre Francisco José Delgado tras la denuncia de un satanista al Vaticano



El arzobispo de Toledo, monseñor Francisco Cerro Chaves, ha decidido mandar callar al sacerdote toledano (y ahora exiliado en Estados Unidos) Francisco José Delgado.

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Post de F. J. Delgado el 7 de mayo de 2024


«Por orden directa de mi Arzobispo, me veo obligado a interrumpir la actividad en todas mis redes y a suspender mi participación en medios de comunicación. En esta ocasión no lo hago por mi propia voluntad», ha escrito el director y moderador del programa ‘la Sacristía de la Vendée’ en su cuenta de X/twitter.

Francisco José Delgado ha relatado que no le queda más remedio que defenderse de una calumnia de la que espera algún día poder dar detalles.

«Obviamente, a pesar de la persecución, sigo manteniendo mi propósito de ser fiel a la Iglesia de Cristo y a su jefe visible, que es el Papa Francisco. Ofrezco todos los sufrimientos de esta situación por la conversión de aquellos que dañan a la Iglesia, desde fuera y desde dentro», ha confirmado Delgado.
Denuncia de un satanista ex miembro del Sodalicio

Aunque medios de tirada nacional como Europa Press relacionan esta medida con la polémica que se originó antes de Semana Santa, nada de esto tiene que ver con aquel programa de la Sacristía de la Vendée ya que que retomaron las retrasmisiones hace un par de semanas sin ningún problema.

Para entender la desorbitada decisión de Cerro Chaves, hay que remontarse meses atrás -a enero- a un intercambio de mensajes públicos a través de la red social X/twitter entre Francisco José Delgado y un ex miembro del Sodalicio de Vida Cristiana, José Enrique Escardó, que denuncia haber sufrido abusos y que ahora simpatiza con posturas satanistas.

En enero de este año, esta persona dijo sentirse «atacada» por José Francisco Delgado y el sacerdote mexicano Juan Razo tras un intercambio de mensajes entre los sacerdotes y Escardó.

En medio de la investigación del Vaticano al Sodalicio, José Enrique Escardó la emprendió contra ambos sacerdotes a quienes denunció ante el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. En concreto, ante el obispo Charles Scicluna, uno de los dos investigadores enviados al Perú por el Papa para estudiar el caso Sodalicio.

Según relató el denunciante en sus redes sociales, el documento (un recopilatorio de tuits de ambos sacerdotes) que envió a Roma fue recibido y leído. «Me lo ha confirmado un representante del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano», confesó Escardó.

A través de su cuenta de X/twitter, José Enrique Escardó se jacta de haber logrado que gracias a él se haya castigado al sacerdote Francisco José Delgado. «Es la primera vez en la historia que la Iglesia católica sanciona a un cura por troll y me siento orgulloso de que haya sido gracias a mí», escribe Escardó.

Además, se atreve a acusar públicamente a Francisco José Delgado de ser «un encubridor de un sacerdote español que abusó sexualmente de una víctima que también lo denunció». Una afirmación que bien podría costarle una demanda.

El demandante también presume en sus redes sociales de posar con camisetas satanistas. Escardó también se atreve a llamar «hijo de puta y manipulador» al padre Delgado en algunos de sus tuits del pasado mes de enero.


Cientos de mensajes de apoyo

Ante la drástica medida adoptada por el arzobispo Francisco Cerro Chaves, el perfil del padre Francisco J. Delgado en la red social de Elon Musk se ha llenado de mensajes de apoyo y de ánimo.

El más contundente ha sido el páter Góngora, colaborador de la Sacristía de la Vendée. «Ante la situación provocada por insidiosas acusaciones arrojadas en altas instancias de la Santa Sede y provenientes de enemigos confesos de la Iglesia Católica, es chocante que sin tenerse en cuenta el c. 1321 del Código de Derecho Canónico, se actúe desde la autoridad eclesiástica con la severidad comunicada al Padre Francisco José Delgado», denuncia Góngora.

Además, el sacerdote almeriense denuncia que «este tipo de medidas entran en flagrante contradicción con el mensaje de misericordia y estilo sinodal que se propone como pretendida clave actual de la actuación pastoral». Otros sacerdotes como Pablo Pich o fray Nelson Medina también le han trasladado su apoyo.

Otras figuras del periodismo, política y de la sociedad civil como Enrique García Máiquez, Francisco José Contreras, Luis Felipe Utrera-Molina o Alejandro Bermúdez le han mostrado su cariño y han asegurado sus oraciones por él en este momento.

Javier Arias

Expongo a la CASTA GLOBALISTA en el Congreso | Agustín Laje


DURACIÓN 51 MINUTOS 

https://youtu.be/y_VZmAh5N8Y

viernes, 9 de mayo de 2025

Habemus Papam: entrevista a Paloma Girona



Habemus Papam. Ayer vivimos el momento emocionante y sorprendente para todos de la elección de Robert Prevost como Papa León XIV. Ahora todo el mundo quiere conocer el perfil del nuevo Romano Pontífice y nadie mejor que Paloma Girona (@Conclave_Informa), que ha estudiado la vida de casi todos los cardenales participantes en el cónclave, para que nos dé unas claves sobre lo que ha sido la vida, hasta ahora, del sucesor de Pedro.

jueves, 8 de mayo de 2025

Prevost inicia su pontificado con guiños a Francisco: «Queremos ser una Iglesia sinodal»



Visiblemente emocionado, el hasta hoy cardenal agustino Robert Francis Prevost ha dirigido sus primeras palabras como Papa León XIV. Se trata del primer Papa perteneciente a la orden de los agustinos y de Estados Unidos.

Prevost ha dedicado sus primeras palabras a hablar sobre la paz «que proviene de Dios y nos ama a todos incondicionalmente». El nuevo Papa, ha asegurado que «el mal no prevalecerá y estamos todos en las manos de Dios. El mundo necesita de la luz de Cristo». León XIV ha invitado a los fieles a «ayudar a construir puentes con el diálogo, el encuentro y uniéndonos todos para ser un solo pueblo». Prevost también ha tenido palabras de agradecimiento al Papa Francisco y a los cardenales que le han elegido para ser sucesor de Pedro.

El nuevo Papa ha remarcado su pertenencia a la familia agustina y ha alentado a los fieles a que «podamos caminar todos juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado». A la Iglesia de Roma le ha dedicado un saludo especial. «Tenemos que buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera que construya puentes de diálogo siempre abierta a todos aquellos que tienen necesidad de nuestra caridad, presencia, diálogo y amor», ha afirmado.

Hablando en español, Prevost ha mandado saludo especial a su diócesis de Chiclayo en Perú. El nuevo Papa ha dejado claro en su primer discurso su apuesta por continuar con la línea de Francisco al asegurar que «queremos ser una Iglesia sinodal, que camina y busca siempre la paz, la caridad y busca estar ceca de quienes sufren».

Por último, ha rezado con todos los fieles un Ave María y finalmente ha impartido la bendición.

El cardenal Robert Prevost es el nuevo Papa y adopta el nombre de León XIV




Los cardenales electores han elegido al cardenal Robert Prevost de 69 años como nuevo Papa de la Iglesia católica y ha adoptado el nombre de León XIV.

De origen estadounidense y nacionalizado peruano, los cardenales han elegido a un Papa perteneciente a una orden religiosa. Tras el pontificado de un papa jesuita, toca ahora un Papa también religioso perteneciente a la orden de los agustinos y que habla español a la perfección.

Actualmente era prefecto del Dicasterio para los Obispos.


¿Quién es Robert Prevost?

Monseñor Robert Francis Prevost, O.S.A. nació el 14 de Setiembre de 1955 en Chicago, Illinois (EE.UU.). Su padre, don Louis Marius Prevost, es de ascendencia francesa e italiana, y su madre, doña Mildred Martínez, es de ascendencia española. Tiene dos hermanos, Louis Martín (el segundo nombre lo recibió por san Martín de Porres) y John Joseph.
Infancia

Su infancia y adolescencia transcurrió con los suyos. Los inicios de su juventud se desarrollaron en el campus universitario, pues desde los 18 hasta los 22 años estudió en Villanova University – Pennsylvania, llegando a obtener el Bachellor’s Degree en Matemática (1977), además de una especialización en Philosophy (1977). El 1º de Setiembre de ese mismo año ingresó al noviciado de la Orden de San Agustín (O.S.A.), en la provincia de Nuestra Señora del Buen Consejo, en Saint Louis. El 29 de agosto de 1981 profesó los votos solemnes. Durante aquellos años estudió en la Catholic Theological Unión – Chicago, llegando a graduarse con el título del “Master of Divinity, (en Teología) con mención en Misión Intercultural” (1982).
Estudios

A sus 27 años fue enviado por la Orden a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (el “Angelicum”). En la Ciudad Eterna recibió la ordenación sacerdotal de manos de Su Excelencia Mons. Jean Jadot, Pro-Presidente del Consejo Pontificio para los no cristianos, el 19 de junio de 1982. Obtuvo la Licenciatura en 1984, y continuó con la preparación de la tesis doctoral, cuando fue destinado a trabajar en la misión de Chulucanas, en Piura-Perú (1985-1986), siendo Vice Párroco de la Catedral “Sagrada Familia” y Canciller. La Diócesis de Chulucanas, erigida el 8-VI-1989, comenzó como Prelatura el 4 de marzo de 1965, para ser atendida por los padres agustinos norteamericanos de la Provincia de Chicago.

En 1987 obtuvo el grado de Doctor con la tesis: “El Rol del Prior Local de la Orden de San Agustín”, recibiendo la calificación de Magna Cum Laude.

En ese mismo año fue elegido director de vocaciones y director de misiones de la Provincia agustiniana “Madre d el Buen Consejo” en Olympia Fields, Illinois (USA); además se dedicó a conseguir fondos económicos para las misiones de su provincia, en especial para la misión de Chulucanas. En 1988 fue enviado a la misión de Trujillo para ser el director del proyecto de formación común de los aspirantes agustinos de los Vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac. Allí se desempeñó como Prior de la Comunidad (1988-1992), director de formación (1988-1998) y maestro de profesos (1992-1998). En la Arquidiócesis de Trujillo prestó servicio como Vicario Judicial (1989-1998), Profesor de Derecho Canónico, Patrística y Moral en el Seminario Mayor “San Carlos y San Marcelo”; también ejerció como Director de Estudios del mencionado Centro de Formación Sacerdotal, y fue Rector encargado durante un año. Junto con estas labores académicas y espirituales; fue Párroco fundador en la Parroquia de “Nuestra Señora Madre de la Iglesia”, hoy Parroquia “Santa Rita” (1988-1999) y Administrador Parroquial de “Nuestra Señora de Monserrat” (1992-1999).

Tras estos largos 11 años en Trujillo, regresó a Estados Unidos porque fue elegido (en 1999) Prior Provincial de su Provincia “Madre del Buen Consejo” (Chicago). Después de dos años y medio, el Capítulo General Ordinario lo eligió como Prior General, ministerio que la Orden le volvió a confiar en el Capítulo General Ordinario de 2007. De esta manera, durante dos sexenios, fue responsable de los procesos de planificación y dirección de la orden agustina a nivel mundial, por lo que tuvo que viajar por diferentes países para participar en todos los capítulos de las Provincias y Vicariatos. Además, fue Moderador del Instituto “Augustinianum” y responsable de las relaciones de su Orden con los dicasterios vaticanos. En estos años, Monseñor Roberto también se había convertido en un políglota, pues habla el inglés, español, italiano, francés, portugués; y lee el latín y el alemán.
Nombramiento como obispos y cargos en la Curia

En Octubre de 2013 regresó a su Provincia (Chicago) para ser maestro de profesos y Vicario Provincial; cargos que desempeñó hasta que el Papa Francisco lo nombró el 3 de noviembre de 2014 Administrador Apostólico de la Diócesis de Chiclayo (Perú), elevándolo a la dignidad episcopal como Obispo Titular de la Diócesis de Sufar. El 7 de noviembre tomó posesión canónica de la Diócesis ante la presencia del Nuncio Apostólico, Mons. James Patrick Green, y del Colegio de Consultores. Y fue ordenado Obispo el 12 de diciembre, en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Catedral de su Diócesis. Es Obispo de Chiclayo desde el 26 de Septiembre de 2015.

Nombrado por el Papa Francisco, Miembro de la Congregación para el Clero en 2019. Nombrado por el Papa Francisco, el 21 de noviembre de 2020, miembro de la Congregación de Obispos. Reelegido segundo Vice Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana en 2022.

El 30 de enero del 2023, el Papa Francisco le nombró Prefecto del Dicasterio de los Obispos y Presidente de la Comisión Pontificia para América Latina.
Polémicas medidas en Pandemia

Mons. Robert Prevost, siendo obispo de la diócesis de Chiclayo en Perú, impuso tras el fin de la pandemia la comunión en la mano y estableció que las confesiones se hicieran por teléfono para evitar el contacto físico.
Creado cardenal en 2023

Prevost fue creado cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio de cardenales del 30 de septiembre del 2023.

León XIV en Argentina y algunas perlitas




La foto muestra al entonces fray Robert Prevost, prior general de los agustinos, en la Ciudad de Buenos Aires, inaugurando la [excelente] biblioteca de los P.P. Agustinianos. Un buen signo: sabe lo que es un libro, lee y lo aprecia. No era el caso de otro Papa que yo me sé.

Y algunas perlitas para consolarnos.

Ideología de género

Durante su labor episcopal en Perú, Prevost se opuso a la inclusión de enseñanzas sobre género en los programas escolares, argumentando que:

“La promoción de la ideología de género es confusa, porque pretende crear géneros que no existen”.

Ordenación de mujeres

En el Sínodo de la Sinodalidad de 2023, Prevost expresó su oposición a la ordenación de mujeres, señalando que:

“Clericalizar a las mujeres no necesariamente soluciona un problema, podría generar un nuevo problema”.

La Tradición de la Iglesia

Afirmó en el mismo sínodo:

“No es tan simple como decir: ‘¿Sabes qué?, en esta etapa vamos a cambiar la tradición de la Iglesia después de 2.000 años en cualquiera de esos puntos’”.

Bendición de parejas del mismo sexo

“Nuestra situación cultural es tal que la aplicación de este documento [Fiducia supplicans] simplemente no va a funcionar”.
En 2012, el entonces cardenal Prevost lamentó que la cultura popular fomentara «la simpatía por creencias y prácticas que están en contradicción con el Evangelio», citando el «estilo de vida homosexual» y las «familias alternativas formadas por parejas del mismo sexo y sus hijos adoptivos».