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martes, 24 de marzo de 2020

ENTRADAS VARIAS 24 de marzo de 2020



EL ORIENTE EN LLAMAS

Iglesias cerradas

INFOVATICANA

Un sacerdote muere por coronavirus al ceder su respirador a un joven

IL SETTIMO CIELO

Es más que el coronavirus, es un cambio en la historia. Que arrastra consigo a la Iglesia

Selección por José Martí

Evangelio según San Juan 13, 9-11



Simón Pedro le dice: “Señor, no sólo mis pies, sino hasta las manos y la cabeza”. Jesús le contesta: “Quien se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues todo él está limpio, y vosotros estáis limpios, aunque no todos”. Pues sabía quién era el que le iba a entregar; por eso dijo: “No todos estáis limpios”.

“No todos estáis limpios.” Y el Señor sabe que no todos están limpios. Tantos lugares se han quedado sin los sacramentos o con muy difícil acceso a ellos. Los fieles no pueden acceder a las Misas que dicen en las parroquias a puerta cerrada, y puede que no haya posibilidad de salir de casa siquiera, para acudir a la iglesia a buscar el consuelo y la limpieza de la confesión. Recordad, pues, lo que la Iglesia enseña acerca de la contrición perfecta.

Jesús, vestido de sirviente, toalla ceñida para limpiar los pies de sus apóstoles, nos ayuda entender el sentido de la contrición perfecta, y cómo opera en nosotros. La raíz de tal enseñanza radica en el hecho de que Dios sí toma el amor en serio. La contrición perfecta, tal dolor de los pecados sin mezcla de egoísmo por mi parte, se logra moviendo el corazón hacia ese dolor al darnos cuenta de Quién es Aquel a que hemos ofendido. 

Pero, al concebir a Dios como mi Rey y Señor, puede que el corazón tienda más bien a pensar en el castigo o la retribución que me espera al haberle ofendido. ¡Una ofensa al Rey de Reyes! Ahora bien, si le veo a Jesús como el que ama de tal manera que le lleva a lavar los pies de aquellos a quienes tanto quería, me será más fácil comprender el daño hecho al Amigo a quien he traicionado. Es más fácil ver a Jesús, pequeño, haciendo labores de sirviente, lavando los pies a los demás, para olvidarnos de nosotros mismos y comprender que a ese Amigo más vale morir que perpetrar un acto de traición, cualquier pecado.

Ese dolor — que ya no es por mí, ya no es por lo que me acarrea a mí el haber pecado contra Dios, sino tan solo es por haber traicionado al Amigo — es la contrición perfecta. Mis intereses ya no cuentan (evitar el Infierno y no perder el Cielo), sino tan sólo que he ofendido a Aquel al que he de amar con toda mi mente, mis fuerzas y mi corazón.

Y según la enseñanza perenne de la Iglesia, esta contrición perfecta conlleva el perdón de los pecados, incluso mortales, aun antes de recibir la confesión sacramental, porque es un acto de amor perfecto; completamente desinteresado. Como se puede comprender, lógicamente, es necesario que esta contrición perfecta vaya unida al deseo de recibir el sacramento de la confesión. Pero según enseña el Concilio de Trento, para que no haya dudas, la contrición perfecta confiere al que se encuentra en pecado mortal la gracia de la justificación aun antes de que éste reciba actualmente el sacramento de la penitencia.

Suficiente por hoy. Vuelve a leerlo. Medítalo. Grábalo en el corazón.
misatradicionalmurcia

lunes, 23 de marzo de 2020

Como si la muerte no existiera (Bruno Moreno)


 
Desde el deísmo de los viejos enciclopedistas de la Ilustración, se puso de moda vivir etsi Deus non daretur, como si Dios no existiera o no fuera evidente. Cualquier niño que hubiera estudiado el catecismo podría haber predicho que las consecuencias no serían buenas. Dejando a un lado guillotinas y revoluciones, uno de los efectos más curiosos fue que, una vez que la gente se acostumbró a vivir como si Dios no existiera, sin darse cuenta terminó viviendo también etsi mors non daretur, como si la muerte no existiera.

En las sociedades antiguas, la muerte siempre estaba presente. El arte, el pensamiento, la religión y la vida cotidiana ofrecían un constante memento mori, a veces sombrío, en ocasiones macabro y, en el mejor de los casos, esperanzado, pero siempre presente. Desde hace algo menos de un siglo, sin embargo, la muerte prácticamente ha desaparecido de la vida social y del pensamiento. Al desaparecer Dios de la escena, dejó de haber respuesta para el gran enigma de la muerte y no hay nada que resulte más incómodo y embarazoso que un enigma sin respuesta. 

Si el enigma no tiene respuesta, la única solución es esquivar la pregunta. Así, se nos promete de diversas maneras que los avances de la técnica curarán tantas enfermedades, aliviarán tantos sufrimientos y retrasarán tanto la muerte que ya no tendremos que preocuparnos de todo eso durante muchos años. Promesa incumplida, por supuesto. 

En realidad, en lo que más ha tenido éxito la técnica es en esconder la muerte y el sufrimiento. La gente ya no muere en sus casas, sino en habitaciones aisladas de blancas paredes, de forma aséptica y donde no molesten mucho. Además, podemos imaginarnos que no sufren, porque si hace falta se les seda o se les eutanasia como si fueran animales. Finalmente, en vez de enterrarse, se incineran higiénicamente y sus cenizas se esparcen y olvidan, de modo que nadie tenga que sufrir molestos recuerdos de su propia mortalidad. Si Dios no existe, el hombre es dios, pero, para que el hombre sea dios, la muerte no puede existir o, al menos, no puede ser muy visible.

En ese mundo, la epidemia de coronavirus ha irrumpido con la fuerza de un elefante aficionado a las cacharrerías. No se trata simplemente del número total de muertos, que es grande, pero inferior en uno o dos órdenes de magnitud al de otras causas de muertes cotidianas, como el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. La epidemia, sin embargo, ha sido inesperada, rápida y brutal, literalmente está amontonando los muertos en los hospitales y ha forzado a gran parte del mundo a encerrarse, contemplarla por televisión y hablar de ella. Ese es el problema: no se puede ignorar y exige nuestra atención.

Quizá al cabo de unos meses nos olvidemos del paso del coronavirus entre nosotros, como se han olvidado otras epidemias anteriores, pero al menos por ahora nos obliga a recordar la propia muerte y la muerte de los que están a nuestro alrededor. Las ilusiones se derrumban y, con temblor, sospechamos que quizá pueda ser que a lo mejor posiblemente algún día no muy lejano también nosotros nos muramos. Quizá, solo quizá, pero un quizá basta para echar por tierra todo el mundo que nos hemos construido sin Dios, en cumplimiento de la vieja tentación: seréis como dioses. Si nos morimos, es que no somos dioses. Paradójicamente, las máscaras que obliga a ponerse el coronavirus han tenido esta consecuencia: la máscara que llevábamos ha caído y nos encontramos frente a frente con nuestra propia mortalidad y finitud.

Algunos clérigos desorientados se preguntan si la epidemia del coronavirus es un castigo, una pregunta que habría asombrado a cualquier predicador de los primeros dieciocho siglos de la Iglesia, por lo menos. ¡Claro que es un castigo! Como enseña la doctrina cristiana más básica, todo el mal que sufrimos es consecuencia y castigo del pecado original y de los pecados posteriores. El Señor castiga a los que ama, como el padre a su hijo preferido. Por otra parte, llevamos décadas y décadas incumpliendo pública, legal y orgullosamente todos los preceptos de la ley divina. Cincuenta millones de abortos cada año (una cifra que desafía a la imaginación), el asesinato “médico” de ancianos, la conversión de la avaricia y la acumulación en las bases de nuestro sistema económico, la destrucción del matrimonio y la familia, el desprecio de las virtudes más básicas, la exaltación del vicio, la negación de la verdad más evidente cuando no coincide con extrañas modas e ideologías políticas, la apostasía masiva entre los cristianos y la tibieza entre los que aún no hemos apostatado… ¿De verdad creíamos que iba a salirnos gratis esta vida vivida como si Dios no existiese y como si el hombre fuera Dios?

La buena noticia, sin embargo, es que los castigos de Dios en esta vida siempre son saludables. Dios los permite y los inflige como medio de arrepentimiento y salvación. Si sufrís, es para vuestra corrección. Dios os trata como a hijos, porque ¿qué hijo hay a quien su padre no castigue? No sufrimos porque sí, sufrimos para nuestra corrección, para que nos volvamos a Dios de nuevo y elevemos la vista al cielo. La epidemia no es un sinsentido, una broma cruel del azar, sino parte de la providencia de Dios, que es más sabia que los hombres. La epidemia es una llamada a la conversión.

La respuesta de la Iglesia a todas las epidemias, guerras, calamidades y sufrimientos de la historia ha sido siempre la misma, porque no puede hacer más que repetir lo que dijo su Maestro: si no os arrepentís, pereceréis igualmente y no vuelvas a pecar, no sea que te ocurra algo peor. Son frases de Cristo, el Hijo de Dios que es la misericordia misma, pero también la verdad misma. Si los hombres están enfermos de un mal mucho peor que el coronavirus, pero no quieren reconocerlo, la misericordia consiste en decirles la verdad de su pecado, aunque se ofendan, giman, griten y pataleen.

Y cuando las palabras no se escuchan o ya no hay quien las pronuncie porque los mismos cristianos se han hecho adoradores del mundo, Dios nos manda acontecimientos terribles que nos obliguen a abrir el oído de una vez, para que al menos algunos se conviertan y sean perdonados. Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete.

Ese es el significado del coronavirus. Los antiguos sabían, igual que nosotros, que las enfermedades son fenómenos naturales. Ellos, sin embargo, recordaban algo que nosotros hemos olvidado: que la naturaleza está en manos de Dios y de su Providencia. El coronavirus, como todas las criaturas, cumple las órdenes de Dios y ha sido enviado para decirnos a todos: ¡convertíos, sed santos, volved a Dios!

Convirtámonos, no sea que también muramos como tantos están muriendo: solos, asqueados, sin sentido, sin Dios y sin esperanza. Convirtámonos, para que podamos elevar los ojos al cielo, más allá de la muerte y el sufrimiento. Convirtámonos y así recordaremos que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados y que nuestro guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián de Israel. La muerte existe, pero nosotros sabemos que no hay que tenerle miedo, porque la muerte ya ha sido vencida. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?

Bruno Moreno

NOTICIAS VARIAS 23 de marzo de 2020


INFOCATÓLICA

La Casa general de las Hijas de San Camilo en Roma es puesta en cuarentena con decenas de religiosas infectadas de coronavirus 

IL SETTIMO CIELO

Coronavirus. La Iglesia también sufre el contagio de una retórica vacía

ASIA NEWS

Coronavirus: los contagiados en India podrían llegar hasta 300 millones

ADELANTE LA FE

¿Podría el coronavirus aumentar la asistencia a la Misa Tradicional? (Peter Kwasniewski)

INFOVATICANA

El cardenal Burke apuesta por la celebración de misas públicas a pesar del coronavirus

SPECOLA

Las entrevistas al Papa Francisco, inapropiado en tiempos de peste, Urbi et orbi desde el Vaticano vacío, el cura en el tejado.

THE WANDERER


Insensatez


GLORIA TV NEWS

Un obispo rompe el silencio: “Dios no está hablando, está gritando”

Selección por José Martí

Segundo contagio de Covid-19 en el Vaticano (Carlos Esteban)



Que sepamos, naturalmente, porque las fuentes de la Santa Sede no son exactamente transparentes. Pero parece que se ha producido un segundo caso de contagio en el diminuto Estado Vaticano, donde Su Santidad sigue recibiendo y estrechando manos.

Se trataría de un empleado del Gobernotato del Estado de la Ciudad del Vaticano, concretamente de la oficina tránsito de mercancías, la aduana ubicada dentro de la estructura del edificio ferroviario, actualmente cerrada al público pero con empleados que aún operan dentro. El empleado, que se presentó a trabajar hasta el 4 de marzo, dio positivo mientras estaba fuera del estado y está hospitalizado en el Hospital Spallanzani en Roma que se encuentra en territorio italiano donde las noticias no pueden ser encubiertas.

Estaba en Italia y se sometió a exámenes médicos. Por lo tanto, la parte interesada habrá presentado el certificado médico a los superiores y permanecerá en su hogar en cuarentena, informa nuestro Specola.

El Vaticano es potencialmente un polvorín vírico. Aunque la actividad se ha reducido considerablemente y las visitas turísticas han desaparecido por completo, vemos a Su Santidad reuniéndose con prelados y embajadores, sin que se vean guantes ni mascarillas. Y estamos hablando, por lo demás, de un ‘Estado’ de gran densidad de población con una población de absoluto riesgo, ya que la edad media de los monseñores es muy elevada.

Carlos Esteban

Evangelio según S. Juan 13, 5-9



“Después echó agua en una jofaina y comenzó a lavar los pies de sus discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.”Jn. 13, 5

Entender que Dios nos ama desde su trono celestial es reconfortante. Es decir, tener el favor del Rey, siempre nos viene bien e incluso nos podemos sentir protegidos.

Comprender que Dios no sólo se hizo uno de nosotros, sino que quiso hacerse el más pequeño, eso ya nos suele costar un poco más. Ver en el lavatorio de los pies un amor verdadero de un amigo, y ver un amigo tal que está dispuesto incluso a limpiar la suciedad acumulada en la planta del pie, que hasta allí llega el detalle de su amor, eso ya no es tan fácil. En muchos casos, ni nosotros iríamos tan lejos para aquellos a los que se supone que amamos. Ni nos consideramos tan indignos de una tarea tan baja, ni consideramos que nuestros queridos son tan dignos de que nosotros les lavemos los pies.

Con lo que cuesta dejar que otro tenga la última palabra, o dejar que en un momento malo digan algo de más y no tenérselo en cuenta, o sufrir una injusticia, o no tener en cuenta un defecto de alguien con quien convivo… ¿lavarle los pies? Si me cuesta mirarle a los ojos… ¿cómo cogerle el pie, echarle agua, y secarlo con aquello que viste mi desnudez?

Y no es que esto tuviera algo de importancia para Jesús, sino que le pone a San Pedro entre la espada y la pared: O me dejas que te quiera como a un verdadero amigo, o no podrás tener parte conmigo. Tan solo si se admite que Jesús nos quiere como a verdaderos amigos suyos, podremos, entonces, entender el valor de su muerte en la Cruz. Si no creo que es capaz de lavarme los pies, ¿cómo comprenderé que es capaz de dar su vida por el amor que me tiene? Imposible. Y Jesús se lo deja ver con toda claridad. No es que sea importante, sino que ante SU humildad de lavarme los pies, me pide a mí la humildad de aceptar su cariño, su amor, su amistad verdadera. Es inequívoco el Señor con sus palabras a San Pedro.

Llegó a Simón Pedro, que le dice: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le respondió: “Lo que yo hago, tú ahora no lo entiendes, lo entenderás después”. Díjole Pedro: “No me lavaras los pies jamás”. Jesús le respondió: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”.Jn. 13, 6-9

Suficiente por hoy.
misatradicionalmurcia

Francisco se hace tertuliano (capitán Ryder)





O, más propiamente, colaborador.

Ya casi forma parte del paisaje del programa de Jordi Évole.

Hay que reconocer que este Papa, incluso encerrado por la cuarentena, no deja de dar noticias, o como se dice hoy, «de crear contenidos». Otra cosa es la categoría del contenido.

Hace unos meses Francisco concedió una entrevista a este periodista, en principio, para hablar «de los migrantes».

Parece que este domingo vuelve al programa, vía skype, para hablar del coronavirus.

El periodista nos explicó ayer en TV las escasas dificultades que había tenido para conseguir esta segunda colaboración. Al parecer, la solicitó un día y al día siguiente recibió la confirmación.

Es bueno que en el Vaticano tenga claras las prioridades. Hace un par de años 4 Cardenales plantearon unas cuestiones que nos preocupan a muchos católicos y aún no han recibido respuesta. Dos ya han fallecido, los otros continúan esperando. Con ellos, algunos entre los que me cuento.

Volvamos a la relación Évole-Francisco que promete casi tan grandes momentos, no para la Iglesia, como la Scalfari-Francisco.

De esta segunda nos han llegado como perlas nunca suficientemente desmentidas:

– Que el Papa no cree en el infierno

o

– Que el Papa cree que Jesús no era verdadero Dios.

No está mal.

De la entrevista con Jordi Évole nos enteramos del concepto de honestidad que tiene Francisco.

En un vídeo desvelado después de la entrevista (no formaba parte de ésta), Jordi Évole le confiesa al Papa que esa entrevista es su último programa.

Francisco responde que lo importante es que haga lo que haga esto se realice con honestidad. Y remata, «nunca deje de ser honesto porque si yo te concedí la entrevista es porque te respeto, te lo dije». Es decir, de todos los periodistas que hay en España esta cualidad de Jordi Évole es la que llamó su atención, la de la honestidad.

Para cuando concedió esta entrevista Jordi Évole ya había dado muestras sobradas de «su honestidad».

Repasemos un par de episodios que pueden darnos una idea.

- El 19 de enero de 2015 escribía un artículo en El Periódico sobre el documental Ciutat Morta. En dicho artículo defendía al okupa Rodrigo Lanza, sobre el que había recaído una condena por lo sucedido en el desalojo de un inmueble en Barcelona. En dicho artículo Jordi Évole defendía totalmente al okupa poniendo en cuestión la versión policial. No fue el único «periodista honesto» que salió en su defensa. El crimen por el que había sido juzgado y condenado era dejar tetrapléjico a uno de los policías que participaron en el dispositivo, quien recibió una pedrada no teniendo casco protector. El citado policía era padre, creo, de 4 hijos.
 
- Por si había alguna duda sobre la catadura del okupa que mereció la defensa de este periodista «vaticano» diremos que dos años después asesinó por la espalda a Víctor Laínez. El crimen de Víctor Laínez, llevar unos tirantes con la bandera española.

- Otro episodio señalado fue la entrevista que realizó a Arnaldo Otegi, portavoz de la banda terrorista ETA, y condenado él mismo como secuestrador del empresario Luis Abaitua. El programa se destacó por el trato exquisito dispensado al terrorista y la foto posterior todos abrazados, miembros del programa, Évole incluido, con Otegi.

Cabe preguntarse a la luz de estos hechos:

¿Está Francisco tan informado como presume constantemente?

Si lo está en este caso, ¿conoce los hechos señalados en este artículo?

¿Hay alguien que le asesore sobre el periodista al que concede la entrevista?

¿Qué concepto se tiene en el Vaticano de la honestidad?

Si no es problema para la Iglesia que la amoralidad sea alabada por el mismo Pontífice públicamente ahora puede entenderse que la orquesta del Titanic continuase tocando mientras el barco se hundía. No otra cosa hacemos los católicos al guardar silencio sobre estos extremos.

Capitán Ryder

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Notas
 
- Hasta algunos Tradis empiezan a estar más que satisfechos con Francisco. En España, en concreto, Juan Manuel de Prada no cabe en sí de gozo, aunque esto formará parte de otra entrada.

-  ARTICULO DE JORDI EVOLE

http://www.guerrillerosglobales.com/politica/jordi-evoleciutat-morta-o-como-la-mierda-flota/

Según Jordi Evóle, Rodrigo Lanza fue “Juzgado por la estética”
Los autores del documental están agotados, pero satisfechos. Y no les debe faltar un puntito de rabia por todos aquellos, yo el primero, que hemos hablado tan tarde de los dramáticos, injustos y tristísimos hechos que narra. Ojalá hubiesen querido participar todos los implicados: los exalcaldes o los jefes y compañeros del policía que resultó gravemente herido, para contar con todos los puntos de vista. Pero no contestaron a la invitación.

Gracias Xavi y Xapo por mostrarnos otra versión de los hechos, la que se quiso silenciar, gracias por denunciar la tortura y por no estigmatizar a nadie por algo tan superficial como su estética.
https://okdiario.com/espana/evole-rufian-tambien-aplaudieron-asesino-rodrigo-lanza-admiracion-eterna-1601754

https://www.elespanol.com/opinion/tribunas/20171217/apoyo-rodrigo-lanza-periodistas-politicos-reflexiones/270092990_12.html

https://www.outono.net/elentir/2018/10/19/jordi-evole-que-trato-cordialmente-a-otegi-acribilla-a-insultos-al-partido-de-ortega-lara/

- Vídeo Francisco-Évole 
 
 

domingo, 22 de marzo de 2020

Evangelio de San Juan 13, 2


MISA TRADICIONAL MURCIA


Y durante la cena, cuando el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la cena, se quitó el manto, y tomando una toalla, se la ciñó.
Jn. 13, 2
“…cuando el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote…Ya estaba cogido por el demonio, y sin embargo estaba a la mesa con Jesús. Tanto asombra que los demás no se daban cuenta, como que Jesús permitía que estuviera allí a la mesa con ellos. Jesús sabía quién era. Jesús le conocía, y permitía que siguiera con los demás. ¿Esperando que se arrepintiera? Era necesario que el Hijo del Hombre fuera entregado. Pero nunca vemos que Jesús huya de los pecadores. Vino a salvar lo que estaba perdido, a sanar al que estaba enfermo; y cuánto le dolería al Señor tenerle tan cerca, pero no poder convencerlo, ya que estaba cogido por el diablo. ¿Cómo estar tan cerca de uno que va a hacerle tanto daño y no mostrarle ningún odio, ni rencor, ni aversión, ni mandarle indirectas, ni críticas veladas? Al contrario, irá Jesús aún más lejos para mostrarle el amor que todavía le tenía.

sabiendo que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y que había salido de Dios y a Dios volvía… Jesucristo sabía quién era. Pero no es tan ridículo como nosotros cuando nos damos tanta importancia, “¿Acaso no sabes quién soy yo?”. Aunque no lo formulemos así, de alguna manera nos sentimos heridos cuando nos tratan de alguna manera por debajo de lo que consideramos nuestro merecido. Si tan solo supiéramos lo que es nuestro merecido. Este pasaje nos posiciona para comprender la grandeza de lo que está Jesús a punto de hacer. Aun sabiendo Jesús quién era: el Hijo de Dios sin equivocación… Peligrosos somos nosotros cuando estamos demasiado conscientes de quienes somos… o quienes nos creemos ser; porque de ahí establecemos el baremo de cómo pensamos que nos han de tratar. A no ser, claro está, que estemos conscientes de que somos hijos de Dios; así nos ponemos siempre en nuestro sitio correcto y nos hace conscientes de nuestra verdadera dignidad. Dignos de imitar al Hijo.

“…se levantó de la cena, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó.” No se muestra como siervo, sino que se hace siervo. Jesús no era un actor ni un farsante: quiso hacerse el siervo de aquello a los que amaba. Sabiendo quién era Él, no era obstáculo mostrar el amor con el que ardía su corazón. Al contrario, ese amor es lo que movió a servirles de esta manera. No se tuvo que obligar a hacerse el más pequeño o el más humilde o el que sirve. No se tuvo que violentar, sino que le salió del amor de su corazón. ¡Con cuánto gusto pudo Dios mismo, el Hijo del Altísimo, hacerse el más pequeño, el más humilde, el servidor de todos! No era un espectáculo, era un acto profundo de amor; era una expresión visible y tangible de cómo ama uno que está enamorado.

Suficiente por hoy.
misatradicionalmurcia

sábado, 21 de marzo de 2020

Obispo español se mantiene firme: “No es necesario dejar de celebrar Misa”



El obispo de Alcalá de Henares (España), monseñor Juan Antonio Reig Pla, de 72 años, NO suspendió las Misas públicas en su diócesis: “la Misa es el cielo en la tierra, sin ella el hombre pierde su alma”, dijo el 20 de marzo Reig en el sitio web LaNuovaBq.it:

“No hay necesidad de negar el Pan del Cielo a los que pueden asistir a Misa y desean el Consuelo de Dios”.

Reig no fue presionado por el gobierno para dejar de celebrar Misas publicas aunque España está sometida a restricciones. Se permiten las liturgias bajo medidas preventivas, como mantener distancias seguras y desinfectar pisos y bancos.

Para Reig, el coronavirus es un golpe al “orgullo del globalismo y a nuestra sociedad tecnocrática”.

La Iglesia debería ahora “volver a las cuestiones decisivas de la salvación humana”.

Juan 13, 1


“La víspera de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiera amado a los suyos que estaban en este mundo, los amó hasta el fin.” (Jn. 13, 1)
En primer lugar, estaban a punto de celebrar la Pascua que era la fiesta judía conmemorativa de la liberación del pueblo de Israel de su cautiverio en Egipto. Jesús, con su muerte, estaba a punto de efectuar la liberación nuestra del cautiverio del pecado.

Jesús sabía lo que le venía encima. Veía con total claridad que estaba a un paso de la muerte. Esto nos muestra la conciencia clara que tenía Jesús de que le quedaba poco tiempo con sus discípulos y que todo lo que les va a decir desde aquí hasta el final tiene el tono de uno que sabe que se va… y que son éstas sus últimas palabras.

…hubiera amado a los suyos…” ¿Los suyos? Aquellos que su Padre le había confiado, y los que habían decidido responder ante esa llamada del Señor. Cómo y porqué el Padre elige, para nosotros es un misterio, pero lo que sí depende de nosotros es ser de los suyos porque respondemos a su llamada. La elección, el porqué me ha concedido a mí conocerlo y poderle amar, es algo que nunca entenderemos del todo en esta tierra. Tantos hay que no le conocen… Tan solo podemos intentar comprender el valor de tal regalo y hacer todo lo posible por no perderlo. No cabe mayor ofensa que despreciar este regalo se Él.

…los amó hasta el fin…” En el tiempo, por supuesto. Hasta el momento de su muerte, habiendo sufrido lo indecible por nosotros. No hay descansos en el amor del Señor, no hay que temer que se vaya a cansar de amarnos. Sí que “se cansará” algún día, pero no de amar, sino del pecado. No cabe en la boca del Señor las palabras, “Ya no te quiero”. Qué diferencia con la pequeñez del amor humano que no se fundamenta en el Amor De Dios.

Pero ama sin fin no sólo en el tiempo, en extensión, sino en intensidad también. El amor del Señor no conoce límites. No es mezquino para decir, “Hasta allí podemos llegar”. Nuestros defectos no restan de su amor; ni siquiera nuestros pecados. Y como nos dijo que habíamos de amar a los demás como Él no ha amado, nuestra manera de amar tiene que ser hasta el fin, tanto en el tiempo, como en intensidad.

Esto queda más patente en lo que se refiere al matrimonio, por ejemplo. Ni los pecados, ni las traiciones, ni las faltas de comprensión, ni la dureza de corazón pueden hacer que Él nos deje de amar hasta el último día de nuestra vida. De esta lección de cómo es el amor del Señor, hasta el fin, tenemos mucho, mucho, mucho que aprender.

Suficiente para hoy.

misatradicionalmurcia

Actualidad comentada: "Tiempo de oportunidades " - Padre Santiago Martin


Duración 13:43 minutos

«Nos gloriamos en las tribulaciones»: cómo vivir la Fe cuando se prohíbe el culto público (Mons. Schneider)



«Nos gloriamos en las tribulaciones» (Rm.5,3)

Millones de católicos en el supuestamente libre mundo occidental se verán privados durante las próximas semanas o incluso meses, y sobre todo durante la Semana Santa y la Pascua –culminación de todo el año litúrgico–, de todo acto público de culto a causa de la reacción tanto por parte de las autoridades civiles como eclesiásticas al brote del coronavirus Covid-19. La más dolorosa y angustiosa de las medidas que se han dispuesto es privar a los fieles de la Santa Misa y la Sagrada Comunión sacramental.

El ambiente de pánico que impera en casi todo el planeta se alimenta constantemente del dogma universalmente proclamado de la nueva pandemia del coronavirus. Las draconianas y desproporcionadas medidas de seguridad que niegan derechos humanos fundamentales como las libertades de desplazamiento, de reunión y de opinión tienen las trazas de haber sido orquestadas a nivel poco menos que mundial siguiendo un plan preciso. Toda la especie humana se ve prisionera de una dictadura sanitaria mundial que se manifiesta también como una dictadura política.

Un efecto colateral de esta novedosa dictadura sanitaria que se está propagando por el mundo es la creciente e implacable prohibición de toda forma de culto público. A partir del 16 de marzo de este año, el gobierno alemán ha decretado la prohibición de toda forma de reunión para los fieles de todas las religiones. Prohibiciones tan drásticas de toda forma de culto público eran impensables desde el Tercer Reich.

Antes de que se tomaran tales medidas en Alemania, ya había prohibido el gobierno en Italia, y en la propia Roma, epicentro del catolicismo y la Cristiandad, la prohibición de todo culto público. La actual prohibición de culto en Roma nos lleva de vuelta a los tiempos de prohibiciones análogas decretadas por los emperadores paganos de los primeros siglos.

Los sacerdotes que se atrevan a celebrar la Santa Misa en presencia de fieles en semejantes circunstancias se arriesgan a sufrir sanciones y encarcelamientos. La dictadura sanitaria mundial ha creado una situación tal que recrea el ambiente de las catacumbas, de una Iglesia perseguida, una Iglesia clandestina, sobre todo en Roma. El papa Francisco, que el pasado 15 de marzo recorrió sólo y con paso vacilante las calles desiertas de Roma en peregrinación a la imagen de Salus Populi Romani en la iglesia de Santa María la Mayor, a la cruz milagrosa de San Marcelo, transmitía una imagen apocalíptica. Recordaba a la siguiente descripción de la tercera parte del secreto de Fátima (dado a conocer el 17 de julio de 1917): «el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena».

¿Cómo deben reaccionar y comportarse los católicos en semejante situación? Tenemos que aceptarla como recibida de la Divina Providencia, como una prueba que nos proporcionará mayor beneficio espiritual que si no experimentáramos una situación así. Esta situación puede entenderse como una intervención divina en la crisis sin precedentes que vive la Iglesia. Dios se está valiendo de la implacable dictadura sanitaria mundial para purificar la Iglesia, para despertar a la jerarquía de la Iglesia, empezando por el Papa y los obispos, del ensueño de vivir en mundo moderno maravilloso, de la tentación de  juguetear con el mundo, de la inmersión en las cosas temporales y terrenas. Las autoridades de este mundo han apartado a la fuerza a los fieles de sus pastores, han ordenado a los sacerdotes que celebren la liturgia sin fieles presentes.

Esta purificadora intervención divina es capaz de hacernos ver a todos lo que es esencial en la Iglesia: el Sacrificio Eucarístico de Cristo con su Cuerpo y Sangre y la salvación para la eternidad de las almas inmortales. Muchos fieles que de la noche a la mañana se han visto privados de lo esencial comienzan a ver y apreciar más claramente su valor.

A pesar de la dolorosa situación de verse privados de la Santa Misa y la Sagrada Comunión, los católicos no debemos dejarnos vencer por la frustración y la melancolía. Debemos aceptar esta prueba como una oportunidad de obtener abundantes gracias que nos ha preparado la Divina Providencia. Ahora muchos católicos tienen una oportunidad de experimentar lo que era vivir en tiempos de las catacumbas, en la Iglesia clandestina. Esperemos que esta situación rinda nuevos frutos espirituales de confesión de fe y de santidad.

La presente situación obliga a las familias católicas a vivir de primera mano la experiencia de lo que es una iglesia doméstica. En la imposibilidad de asistir a la Santa Misa, ni siquiera los domingos, los padres católicos deben congregar a su familia en casa. Pueden oír Misa por televisión o internet, y si no les es posible, dedicar una hora santa a la oración para santificar el Día del Señor y unirse espiritualmente a las misas celebradas por sacerdotes a puerta cerrada en su localidad o su barrio. 

La hora santa dominical en una iglesia doméstica se podría celebrar de la siguiente manera:

Rezo del Rosario, lectura del Evangelio del domingo, acto de contrición, Comunión espiritual, letanías, oración por los que sufren y están muriendo, oración por el Papa y los sacerdotes y oración por que termine la actual crisis física y espiritual. La familia católica debe rezar también el Vía Crucis los viernes de Cuaresma. No sólo eso: los domingos los padres pueden reunirse con sus hijos por la tarde para leerles vidas de santos, y en particular historias de épocas de persecución de la Iglesia. Yo tuve la inapreciable bendición de vivir una experiencia así en mi niñez, y me proporcionó el cimiento de la Fe católica para toda la vida.

Los católicos que ahora se ven privados de asistir a la Santa Misa y recibir sacramentalmente la Sagrada Comunión, quién sabe si por varias semanas o varios meses, pueden pensar en aquellos tiempos de persecución en que durante años los fieles no pudieron asistir a la Santa Misa ni recibir otros sacramentos. Así sucedió, por ejemplo, durante la persecución comunista en muchos lugares del imperio soviético.

Sirvan las siguientes palabras de Dios para infundir fuerzas a todos los católicos que actualmente sufren por estar privados de la Santa Misa y la Sagrada Comunión:

«No os sorprendáis, como si os sucediera cosa extraordinaria, del fuego que arde entre vosotros para prueba vuestra; antes bien alegraos, en cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la aparición de su gloria saltéis de gozo» (1ª de Pedro 4,12-13).

«El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación; 4 el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier tribulación, con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios» (2ª a los Corintios 1,3-4).

«A fin de que vuestra fe, saliendo de la prueba mucho más preciosa que el oro perecedero –que también se acrisola por el fuego– redunde en alabanza, gloria y honor cuando aparezca Jesucristo» (1ª de Pedro 1, 6-7)

En tiempos en que la Iglesia era objeto de crueles persecuciones, San Cipriano de Cartago (+ 258) impartió esta edificante enseñanza sobre el valor de la paciencia:

«Es la paciencia lo que refuerza y afirma los cimientos de nuestra fe. Es lo que acrecienta nuestra esperanza. Lo que dirige nuestras acciones, para que nos afirmemos en el camino de Cristo mientras andamos guiados por su paciencia. Cuán grande es el Señor Jesús, y cuán grande su paciencia, que quien es adorado en el Cielo todavía no es vengado en la Tierra. Tengamos en cuenta, amados hermanos, la paciencia de Él en nuestras persecuciones y padecimientos. Obedezcamos aguardando con gran ilusión su venida» (De patientia, 20; 24).

Queremos rogar con plena confianza a la Madre de la Iglesia, invocando la potencia intercesora de su Corazón Inmaculado, para que esta privación de la Santa Misa rinda abundantes frutos espirituales de verdadera renovación en la Iglesia al cabo de décadas de noche de persecución de los auténticos católicos, sacerdotes y fieles que sufre la Iglesia. 

Prestemos atención a estas estimulantes palabras de San Cipriano:

«Si se descubre la causa de la calamidad, ya se conoce el remedio para el mal. El Señor ha dispuesto que su familia sea puesta a prueba. Y como una larga paz corrompió la disciplina que Dios nos había impuesto, esta reprensión celestial ha despertado nuestra fe, que flaqueaba, iba a decir que dormía. Y si bien merecíamos más por nuestros pecados, nuestro misericordiosísimo Señor lo ha mitigado todo hasta tal punto que lo que nos ha sucedido parece más una prueba que una persecución» (De lapsis, 5).

Quiera Dios que esta breve prueba de privación del culto público y de la Santa Misa infunda en el corazón del Sumo Pontífice y de los obispos un renovado celo apostólico por  los tesoros espirituales perennes que Dios les confió: celo por la gloria y el honor de Dios, por la unicidad de Jesucristo y su sacrificio redentor, por la centralidad de la Eucaristía y su sagrada y sublime forma de celebración, por la mayor gloria del Cuerpo Eucarístico de Cristo; celo por la salvación de las almas inmortales, por un clero casto y de mentalidad celestial. Prestemos nuevamente atención a las alentadoras palabras de San Cipriano:

«Es necesario alabar a Dios y celebrar con acción de gracias, aunque ni siquiera durante la persecución han dejado nuestras voces de dar gracias. Pues no hay enemigo que sea tan poderoso para impedirnos a quienes amamos al Señor con todo nuestro corazón, nuestra vida y nuestras fuerzas, proclamar siempre y en todo lugar sus bendiciones y alabanzas glorificándolo. Gracias a las oraciones de todos, ha llegado el día que tanto ansiábamos. Tras las temibles y espantosas tinieblas de una larga noche, resplandece en el mundo la luz del Señor» (De lapsis, 1)

+Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la Archidiócesis de Santa María de Astaná

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Oraciones que se pueden rezar en la hora santa doméstica

Acto de contrición perfecta

Me pesa, Dios mío, de todo corazón haberos ofendido y aborrezco todos mis pecados por temor a perder el Cielo y a las penas del Infierno, pero ante todo por haberos ofendido, Dios mío, que eres todo bien y digno de todo mi amor. Ayudado de tu divina gracia, me propongo firmemente confesar mis pecados, hacer penitencia y enmendar mi vida, amén.

Comunión espiritual

«Me postro a tus pies, Jesús mío, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, doblegado en su nada y ante tu sagrada presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la humilde morada que te ofrece mi corazón. Mientras aguardo la dicha de la Comunión sacramental, anhelo poseerte espiritualmente. ¡Ven a mí, Jesús mío, pues por mi parte me dirijo a Ti! Tu amor abrace mi corazón en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti y te amo. Amén.»

Oración del Ángel de Fátima

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman! Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.

Oración universal (atribuida a Clemente XI)

Creo en Ti, Señor; aumenta mi fe. Confío en Ti; refuerza mi confianza. Te amo; haz que te ame cada vez más. Estoy arrepentido de mis pecados; acrecienta mi dolor. Te adoro como principio mío, te ansío como mi último fin, te alabo como mi ayuda incesante y te invoco como mi amoroso protector.

Guíame con tu sabiduría, corrígeme con tu justicia, consuélame con tu misericordia, protégeme con tu poder. Te ofrezco, Señor, mis pensamientos para que estén firmes en Ti; mis palabras, para que seas el centro de ellas; mis actos, para que reflejen mi amor por Ti; y mis padecimientos, para soportarlos a mayor gloria de Ti. Deseo hacer lo que me pidas; como me lo pidas, por tanto como me lo pidas y porque lo pides. Ilumina, Señor, mi entendimiento, fortalece mi voluntad, purifica mi corazón y hazme santo. Ayúdame a arrepentirme de mis pecados pasados y a resistir la tentación de los futuros. Ayúdame a sobreponerme a mis debilidades humanas y fortalecerme como cristiano.

Himno y oración a Nuestra Señora, estrella del Cielo

Stella caeli exstirpávit,
quae lactávit Dóminum
Mortis pestem quam plántavit
Primus parens hóminum.
Ipsa Stella nunc dignétur
sídera compéscere,
Quorum bella plebem caedunt
Dirae mortis úlcere.
O piíssima stella maris,
A peste succúrre nobis.
Audi nos, Dómina,
nam Fílius tuus nihil negans te honórat.
Salva nos Jesu, pro quibus Virgo Mater te orat!

℣ In omni tribulatióne et angústia nostra.
℞ Succúrre nobis, piíssima Virgo Maria.

Oremus: Deus misericordiae, Deus pietatis, Deus indulgentiae, qui misertus es super afflictione Populi tui, et dixisti Angelo percutienti Populum tuum: contine manum tuam ob amorem illius Stellae gloriosae, cujus ubera pretiosa contra venenum nostrorum delictorum quam dulciter suxisti: praesta auxilium gratiae tuae, ab omni peste, et improvisa morte secure liberemur, et a totius perditionis incursu misericorditer liberemur.

Per te Jesu Christi Rex Gloria, Salvator Mundi: Qui vivis, et regnas in secula seculorum. Amen

Estrella del Cielo que amamantasteis al Señor 
y acabasteis con la peste 
que sembraron los primeros padres de la humanidad
Dígnese esta Estrella 
contener a las estrellas que con sus guerras 
matan con crueles y mortíferas llagas.
Oh piísima Estrella del mar, libradnos de la peste. 
Oh Señora Nuestra, óyenos por amor de tu Hijo, 
que te honra y no te niega nada. 
¡Sálvanos, Jesús, a quien implora tu Virgen Madre!

℣En todas nuestras tribulaciones y angustias
℞Socórrenos, piísima Virgen María.

Oremos. Dios misericordioso, Dios de amor, Dios perdonador, Tú que te compadeces de los padecimientos de tu pueblo y dijiste al ángel que lo exterminaba: detén tu mano por amor a esa gloriosa Estrella de cuyos preciosos pechos te amamantaste para traer el antídoto a nuestras transgresiones. Concédenos la ayuda de tu gracia, y nos libraremos sin falta de toda plaga, de que la muerte nos pille desprevenidos y de todo ataque pernicioso. Por Jesucristo Rey de la Gloria, Salvador del mundo, que vive y reina por los siglos, amén.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original )

viernes, 20 de marzo de 2020

«No podemos privarnos de la misa ahora que el virus ha desenmascarado el individualismo» (Mons. Reig Pla)



«La Misa es el Cielo en la Tierra. No podemos privarnos ahora de ella, cuando la crisis del coronavirus está poniendo en evidencia el individualismo de la sociedad. Con esta decisión he querido enfatizar que Dios no nos abandona nunca». El obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, explica así, en esta entrevista a la Nuova Bussola Quotidiana, la decisión que ha tomado para su diócesis de no privar al pueblo de la Santa Misa, tomando, claro está, las necesarias medidas sanitarias.

Excelencia, ¿por qué ha decidido mantener abiertas las iglesias, y celebrar las misas con el pueblo?

Como obispo he decidido mantener abiertas las iglesias y también el horario habitual de las celebraciones de la Santa Misa. Con ello quiero ofrecer a los fieles un signo de que la Iglesia no abandona a nadie que requiera los auxilios divinos, especialmente los sacramentos. Para ello disponemos las celebraciones siguiendo todas las indicaciones de prevención que recomiendan las autoridades sanitarias. Además, a las 12 y a las 20.30 horas las campanas de la Catedral anuncian dos toques de oración para rezar por las necesidades que provoca esta epidemia. Entre los bienes de la persona (bienes útiles, placenteros, el bien moral, etc.), el máximo bien es el espiritual, que va unido al destino eterno del hombre. Esta es la razón por la que no podemos privar a los fieles, incluso en circunstancias extremas, de los dones divinos y particularmente de la Eucaristía.


¿Es importante mantener las distancias de seguridad, pero es aún más importante dar a los fieles el pan del Cielo?

No solo mantenemos la distancia de seguridad, sino que tomamos todas las medidas para prevenir la infección: higiene en las manos del sacerdote, desinfección del suelo y de los bancos, de los vasos sagrados, etc. Todo ello es importante, sin embargo ninguna de estas cosas apaga el deseo de infinito que hay albergado en cada corazón humano. Por eso, junto a las medidas de seguridad, no puede faltar lo que especifica la obra de la Iglesia: ofrecer la salvación lograda por Jesucristo mediante la oración, la predicación de la Palabra y los sacramentos.


¿Qué significado hay que dar a la Misa en estos días? ¿Es indispensable?

La Santa Misa, en todas las ocasiones, y más en esta situación extrema, es el cielo en la tierra. Sin la presencia del cielo -hecho presente en la humanidad de Jesucristo y ahora en los sacramentos- el hombre desfallece. Se puede dispensar de acudir a la Eucaristía dominical, por esta situación extrema y con razones justas, pero no hay que negar el pan del cielo a cuantos, con las prevenciones indicadas por las autoridades sanitarias, pueden acudir y desean el consuelo de Dios. Los fieles que acuden son conscientes de su responsabilidad y ofrecen la Santa Misa por todos los que sufren la pandemia.


¿Le han criticado? ¿Tal vez las críticas son la demostración que se piensa más en la salud del cuerpo que en la del alma?

De los fieles he recibido algunas indicaciones, sugerencias para mejorar las celebraciones y algunas dudas. Críticas directas no he recibido ninguna. Sí he recibido, en cambio, muchas muestras de gratitud. De todas maneras, es comprensible que entre los fieles se dé alguna incertidumbre. Saber que el bien espiritual es el máximo bien contrasta con el espíritu del mundo y este espíritu mundano también puede penetrar en la Iglesia. Para ello son consoladoras las palabras de Jesús: “En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).


¿Ha recibido presiones del gobierno, o le han obligado a cerrar las misas o suspender las misas? ¿Cómo se ha comportado el gobierno con ustedes, los obispos?

Gracias a Dios no he recibido ninguna presión del gobierno. En el Decreto de Alarma está previsto poder acudir a los actos religiosos tomando las medidas de prevención. A tenor de las circunstancias tomaremos las decisiones oportunas.


Un aspecto que vivimos en Italia es el hecho de que muchos capellanes de hospital no pueden entrar en las Unidades de Cuidados Intensivos, lo que hace que la gente muera sola. ¿Cómo es la situación en su diócesis? ¿Consiguen los capellanes llevar los Sacramentos a los enfermos y moribundos?

La situación en los hospitales ubicados en el territorio de la diócesis es preocupante, por el número de infectados. Los sacerdotes ejercen su labor con la prudencia necesaria y con las prevenciones previstas. Hasta ahora las personas o los familiares que solicitan los sacramentos pueden ser atendidos. Para los enfermos que están en las unidades de cuidado intensivo hay medidas especiales y no siempre se puede acceder a ellas.


¿En qué medida el coronavirus nos interroga como castigo y purificación de Dios?

La pandemia del Coronavirus nos ha colocado en una situación límite. De momento ha puesto en evidencia la precariedad humana y ha desenmascarado la mentira del individualismo que ha propiciado la ruptura de vínculos con la familia, con la tradición y con Dios. La soberbia del globalismo y de la sociedad tecnocrática ha sufrido un duro golpe. Hoy hemos de reconocernos todos más humildes y dependientes los unos de los otros y dependientes de la sabiduría amorosa de Dios creador y redentor. De manera especial, Occidente necesita una purificación y una vuelta a la tradición cristiana, que ofrece una verdadera respuesta a los interrogantes humanos y promueve el modo adecuado de vivir desde la virtud. Este es un tiempo de prueba y, a la vez, un tiempo de gracia. Solo Dios puede convertir esta situación penosa en una ocasión de salud para el espíritu humano.


¿Qué le dice a la Iglesia, hoy, este virus? La Iglesia, ¿debe plantearse preguntas?

Evidentemente, esta situación afecta también a la Iglesia y nos hace volver a las cuestiones básicas que afectan a la salvación humana. La Iglesia no es una organización simplemente humana, una ONG. En sus entrañas lleva el ofrecimiento de la salvación eterna pagada al precio de la sangre de Cristo. Esta pandemia nos invita a todos a volver el corazón a Dios, a insistir en el destino eterno del hombre y a poner el énfasis en la gracia de Dios, en recomponer los vínculos humanos; resaltar la importancia de la familia, de la comunidad cristiana y de los medios de salvación (oración, Palabra de Dios, sacramentos, caridad, etc.). Frente a la soberbia del individualismo y la autonomía radical, esta es una ocasión de gracia para cambiar el concepto de libertad. La libertad no es simplemente independencia y ruptura de vínculos. Nuestra libertad creada es para la comunión y para la dependencia amorosa de la sabiduría de Dios. Redescubrir a Cristo, dejarnos abrazar por su gracia redentora y aprender a vivir en comunidad son los retos para poner en pie a la Iglesia y a la sociedad.