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jueves, 17 de agosto de 2017

Lo natural y lo sobrenatural: "Todos los hombres NO son hijos de Dios" (José Martí) [1]


Al leer el título de esta entrada puede que nos quedemos algo sorprendidos. Siempre se ha dicho que todos los hombres son hijos de Dios. En mi época de niño era frecuente que cantáramos en el colegio esta canción:


Los pajaritos que van por el aire
vuelan, vuelan, vuelan, vuelan, vuelan.
Los pececitos que van por el agua
nadan, nadan, nadan, nadan, nadan.
Unos y otros son de Dios,
pero los hombres hijos suyos son. 


Y, sin embargo, a poco que pensemos, nos encontraremos con que tal afirmación es falsa. Y la demostración de este aserto es, además, bastante simple. Ni que decir tiene que, para poder entenderla, se   requiere de mentes que razonen, sin prejuicios, aplicando simplemente la lógica y el sentido común más elemental. Desde luego, lo más cómodo, en estos casos, es limitarse a repetir lo que todos dicen, sea cierto o no; pero tal modo de proceder equivale a prescindir del uso racional de la mente.



Hoy en día (posiblemente haya sido siempre así) la gente no está acostumbrada a pensar. Una inmensa mayoría vive de tópicos y de lugares comunes, de dichos que hay en el ambiente y que todo el mundo dice y asume como verdaderos (lo sean o no: puede que sean verdad ... o puede que no lo sean). El problema es que se repiten tanto (incluso de unas generaciones a otras), que se presumen como ciertos, sin más, y no se discute ni se piensa acerca de ellos, acerca de si tienen o no consistencia, acerca de su veracidad. Simplemente se los acepta (de modo superficial) sin reflexionar en su contenido, considerando que son indiscutibles ... e incluso evidentes.

Desde luego, en el caso que nos ocupa, aunque todo el mundo repita lo contrario, no es evidente que todos los hombres sean hijos de Dios. Y, como digo, la argumentación es sencilla. Para ello partiré de unas pocas afirmaciones que sean absolutamente evidentes para todos (lo que podríamos llamar verdades de Perogrullo) ... y luego, a partir de ellas, razonaré un poco, procurando no caer en ningún tipo de contradicción. Al menos lo intentaré. Y lo haré al estilo socrático, en forma de preguntas y respuestas. Lo que viene a continuación sería el diálogo entre dos personajes. Uno de ellos (P) tiene muchas dudas, pero muy buena voluntad y grandes deseos de aprender (P). El otro (R) se dedica a resolver las dudas de P, consciente, por otra parte, de sus propias limitaciones y de que no todas las preguntas tienen una solución que pueda ser respondida haciendo sólo uso de la razón ... aunque tienen una solución, una solución real, pero de carácter sobrenatural. Estas últimas dudas se dejan para el final.



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P. ¿Son todos los hombres hijos de Dios?

R. Te contestaré aplicando la lógica humana y el sentido común. Pon atención a los siguientes puntos:
1. Un hijo debe de tener la misma naturaleza que su padre. Por ejemplo, una ardilla no puede dar a luz corderos, ni una cebra pichones. Y lo mismo ocurre en el mundo vegetal: un almendro produce almendras y no albaricoques. 
2. Si Dios fuese  nuestro padre, entonces nuestra naturaleza sería divina.
3. Es evidente que nuestra naturaleza no es divina, sino humana: no somos dioses, sino seres mortales.
4. Luego ... Dios no puede ser nuestro padre.
P. La lógica parece impecable, pero entonces, ¿de dónde viene el dicho -tan frecuente- de que "todos los hombres son hijos de Dios"?

R. Porque se habla en sentido figuradoLo correcto sería decir que todos los hombres son criaturas de Dios, en cuanto que son seres creados, como ocurre con el resto de la creación. 

P. ¿No hay diferencia ninguna entre el resto de la creación visible (animales, vegetales y cosas) y las personas humanas?

R. Por supuesto que la hay. El ser humano, tanto el hombre como la mujer, fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Son criaturas, ciertamente, pero con un alma inmortal, una inteligencia y una voluntad, a diferencia de las demás criaturas visibles. 

[De momento dejo el caso de los ángeles para otra ocasión. Éstos son igualmente criaturas de Dios, pero no tienen cuerpo. Son espíritus puros, dotados de una inteligencia y de unos poderes excepcionales. Tal vez, en otra ocasión, hablemos de ellos]

P. ¿Y qué ocurre en el caso de Jesucristo? ¿Es o no es hijo de Dios?

R. Es difícil contestar a esa pregunta en pocas palabras. 

P. ¿Dónde radica la dificultad?

R. Te explico: Damos por sentado, en primer lugar, que Dios existe. La existencia de Dios es algo que puede ser demostrado, aplicando la recta inteligencia, aunque ahora no podemos profundizar en ello.

P. De acuerdo. Continúa.

R. Vale. Pues bien: en esa demostración de la existencia de Dios no sólo se llega al hecho de que Dios existe sino que, además, posee todas las perfecciones posibles en un grado infinito. Citaré algunas, para lo que nos interesa en esta entrada: es Espíritu Puro, Todopoderoso y Eterno, Simple [no hay partes en Él, como en nosotros] y -esto es muy importante- es Único. No puede haber dos dioses

P. ¿Por qué?

R. Bueno, imagínate, por un momento, que los hubiera.

P. Me lo imagino.

R. Vale. Enseguida vas a entenderlo: Si hubiese dos dioses, por ejemplo, ambos no podrían ser infinitos ... porque se estarían limitando mutuamente, el uno al otro. En palabras de santo Tomás de Aquino:
"Si lo propio de Dios es que contiene en Sí mismo toda la perfección del ser, en el caso de haber muchos dioses, entre ellos debería de haber alguna diferencia. Algo le correspondería a uno que no tendría el otro" (...) "luego es imposible que haya muchos dioses. De ahí que los antiguos filósofos, impulsados por esta misma verdad, al establecer un principio infinito, establecieron un solo principio" (S. Th: 1; C.11; a.3).
P.  Eso es cierto. Además, pese a mis pocas luces, tengo entendido que esa idea de un solo y único Dios se encuentra ya contenida, desde el principio, en el Antiguo Testamento así como en sus leyes ... Da la casualidad de que llevo encima una Biblia, pues sabía que la íbamos a necesitar ... Como ves, me he preparado nuestra charla ...

R. Eso me halaga y me honra ... Bueno, dime lo que has encontrado:

P. Te leo: "Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios. El Señor es Uno" (Deut 6,4). Y razonando, como me has dicho que haga, e informándome, he encontrado que la Religión judía es la única Religión monoteísta, antes de la venida de Jesucristo. Y, por cierto, según me has explicado más arriba, sería la más racional, pues habla de un único Dios como causa de todo lo existente, frente al resto de "religiones", que son politeístas. El politeísmo no tiene razón de ser, desde una perspectiva meramente humana, como muy acertadamente ha explicado santo Tomás. ¿Qué te parece mi modo de discurrir?

R. ¡Fenomenal! Yo no lo habría expresado mejor. Agrada mucho tener alumnos como tú, que no sólo te siguen y entienden lo que dices sino que llegan a aventajarte. Pero no te lo vayas a creer demasiado ...

P. ¡Pero si yo no he dicho nada! 

R. ¡Anda, anda, ... que nos conocemos! Bueno, ahondando en lo que acabas de decir, podría añadir que en las demás "religiones" es el hombre el que se construye y se inventa sus propios dioses, en un batiburrillo increíble.

P. Vale, todo eso está muy bien, pero ¿me podrías contestar ya a la pregunta que te hice acerca de si Jesucristo es hijo de Dios?

R. Vas a necesitar tener un poco de paciencia ... pues no quiero precipitarme ni adelantar acontecimientos antes de tiempo. Ya conoces mi lema: "Sin prisa, pero sin pausa". La prisa no es buena consejera. Vayamos por partes:  Fíjate que acabamos de decir que sólo puede haber un único Dios. Si eso es así ... y lo es ... entonces ¿qué sentido tendría hablar de que Dios tiene hijos, aun cuando sólo sea uno? Y digo esto porque, de entrada, suponiendo que Dios tenga un Hijo, nos encontraríamos con dos dioses ... lo cual, como se ha demostrado, no puede ser. Precisamente los judíos acusaban de esto a Jesús, porque siendo un hombre se consideraba Dios. De ahí que le llamaban blasfemo, porque sólo puede haber un único Dios. ¿Cómo podía Jesús pretender ser Dios? ... Y ésa fue la razón principal, por no decir la única, que les llevó a crucificarle. 
(Continúa)

lunes, 14 de agosto de 2017

Decadencia de la Cultura Popular Argentina y degradación de la figura de la mujer (Monseñor Héctor Aguer)

Duración 6:13 minutos

El Dogma de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos (Homilía en audio del Padre A. Gálvez)

Este dogma de la Asunción de la Virgen María fue definido como tal por Su Santidad el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 en la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus

Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos
Podemos escuchar una homilía del padre Alfonso Gálvez pronunciada en el año 2007 pinchando aquí (Se trata de un archivo de audio, en formato mp3) de duración 29:22 minutos.

Javier Barraycoa analiza la perversión de la sociedad actual



Javier NavascuésEs obligación de los católicos con sangre en las venas combatir con bizarría por la implantación en las naciones del Reinado Social de Cristo (...). Que la realeza de Cristo no sólo presida los corazones, sino que también capitanee hasta el último rincón de la sociedad, que el cristianismo impregne del buen olor de Cristo todo el orden temporal. En España, tradicionalmente católica y hoy con la Fe en franca retirada, guardamos como oro en paño la Gran Promesa del Sagrado Corazón de Jesús al Padre Hoyos: “Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes”.

Lamentablemente hoy en día estamos a un abismo del cumplimiento de esta Gran Promesa. La desacralización de la sociedad española ha sido pavorosa en los últimos 50 años. ¿Qué queda de la España católica? ¿Quién lucha por el Reinado Social de Cristo? ¿Quién defiende la Tradición de la Iglesia y la sana doctrina?

Javier Barraycoa, catedrático de la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona, es doctor en Filosofía, politólogo, experto en Sociología, Opinión Pública y Psicología social. En esta entrevista analiza la gran decadencia de la fe, la moral y las costumbres de España. Tomamos como referencia la multitudinaria celebración del orgullo gay en Madrid, que tuvo una cobertura mediática sin precedentes.

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¿Cómo valora el hecho de que el lobby LGBT va ganando poder y que el establishment no permita que nadie lo cuestione ni siquiera un ápice?

El lobby LGBT es el fruto de dos causas. La primera la capacidad de ciertos grupos (que se contradicen en sus planteamientos teóricos sobre la sexualidad) para crear redes nacionales e internacionales e infiltrarse en todos los sectores estratégicos de la sociedad. Lo cual, por cierto, debería ser un ejemplo para todos aquellos que pretenden otro tipo de cambios sociales. Por otro lado, cuenta con apoyos económicos inimaginables de grandes fortunas y corporaciones que son el reflejo de la globalización. Nunca mejor dicho aquello de un Nuevo Orden Mundial, que busca una transformación de todas las estructuras sociales. La globalización económica es sólo una excusa para la autodestrucción de Occidente. De hecho, el lobby LGBT sólo ha podido extenderse en las democracias occidentales. Ni el mundo eslavo, ni el musulmán, ni el hindú, ni China han entrado en ese juego. Por tanto, la labor de estos lobbies sólo tiene consecuencias directas sobre el viejo occidente cristiano.

Este año la gran cobertura mediática del orgullo gay en Madrid ha supuesto más que nunca la legitimación social del mismo, ¿qué consecuencias tiene esto?

Hay dos formas de “legitimar” postulados sociales y morales. Uno de ellos es bajo la excusa cuantitativa de “que hay muchos” que lo hacen o aceptan. Los medios de comunicación, desde hace tiempo, vienen “normalizando” unos comportamientos que apenas hace unas décadas nadie en Occidente hubiera aceptado y mucho menos en su manifestación pública. Por otro lado, el poder de la ley es que permite presentar como justo o bueno lo que ella tipifica. Ya sabemos desde san Agustín que una ley injusta no es ley. Pero hoy la mayoría de la sociedad no está capacitada para la mera distinción entre ley justa o injusta. Por tanto, cualquier norma aprobada por un parlamento es tomada como una “legitimación moral” de lo regulado.

Nos han impuesto la bandera gay en el metro, en internet, en productos de consumo, en las calles, en los partidos políticos etc. … ¿Se puede hablar de grave atropello contra las buenas costumbres de la sociedad? 

No creo que sea un atropello. Simplemente es un efecto o consecuencia de una descomposición social. Lo preocupante no es que inunden calles y lugares públicos con una bandera arco iris. Lo verdaderamente preocupante es que ciertos sectores sociales no tengan capacidad de reaccionar -conforme a sus principios e ideas- y plantear una reconquista, o al menos respeto, en el espacio público.

¿Por qué estamos indefensos ante esta imposición?

Por un doble motivo. Porque los poderes públicos, bajo excusa de defender derechos de minorías, que en el fondo es la imposición de un proyecto de ingeniería social, mantiene una protección. Y claro, el poder de los estados democráticos es prácticamente absoluto. En segundo lugar, estamos indefensos, porque ya no tenemos anticuerpos. La sociedad, al menos una parte de ella, ha sido traicionada por aquellos que dicen ser sus representantes naturales en la política. En realidad, ciertos partidos políticos que decían defender un “humanismo cristiano” han sido los primeros en aceptar en nombre de la democracia, políticas anticristianas.

¿Hasta qué punto es grave que los políticos censuren una homilía como la del P. Custodio Ballester criticando el orgullo gay y le abran un expediente?…¿Sienta un precedente?… 

Volvemos a un problema de incoherencia, pero de fuerte voluntad de imponer postulados por parte de ciertos poderes. Por un lado, el liberalismo cristiano y sus defensores ha abogado por defender una separación total entre lo político y lo religioso. Ello es imposible, pues la persona que es creyente es la misma que es ciudadana, por tanto, inevitablemente ambas dimensiones -lo natural y lo sobre natural- se acaban siempre encontrando. Pues bien, después de convencernos de esta artificial separación, descubrimos que siempre es el poder político el que quiere interferir en lo religioso. El caso del Padre Custodio Ballester, es un ejemplo más que claro sobre esta trampa del liberalismo 

¿Hay cobardía en otros sacerdotes de predicar libremente por miedo a ser señalados? 

Respecto a los sacerdotes, sólo podemos juzgarlos por los actos externos y, sobre todo, cuando están en relación con la salvación de las almas o con escándalos que contaminen a la Iglesia. Si los discípulos preferidos de Cristo le abandonaron en Getsemaní, ¿quién de nosotros puede tirar la primera piedra? Dicho esto, hay una obligación moral, proporcionalmente al estado dentro del cuerpo místico de Cristo, de proclamar la verdad. El tema de los lobbies LGBT, no es para la Iglesia un tema político, es lo que siempre se ha llamado un tema de “moral y costumbres”, sobre los cuales la Iglesia tiene derecho absoluto -otorgado por su fundador- para proclamar lo que es el bien para los cuerpos y las almas. El día del Juicio, todos tendremos que rendir cuentas y cuánta mayor sea la dignidad o rango que uno ocupe en la Iglesia su juicio será más severo. Esta ha sido la doctrina de siempre 

¿Considera que la jerarquía de la Iglesia está siendo muy tibia al no condenar el vicio y no hablar claro por miedo a enfrentarse a las autoridades políticas? 

Los tibios serán vomitados de la boca del Señor, cierto. Aunque me remito a la pregunta anterior. Respecto a la tibieza, el que quiera quitar la paja de ojo ajeno que se fije en la viga que tiene en el suyo. Hay muchas formas de tibieza, no sólo el silencio. Hay otra tibieza más pérfida que es alardear de la verdad en nuestros círculos íntimos y luego no tener valor de defenderla en lo público. Desde la espantada en Getsemaní, ya supimos de la debilidad de los cristianos. Por la historia de la Iglesia, sabemos que, durante casi un siglo, la mayoría de obispos eran semiarrianos y sólo unos pocos como san Atanasio, o el Obispo Ossio de Córdoba mantuvieron íntegra la fe trinitaria. ¿Cuántos obispos se plegaron a la revolución francesa y fueron juramentados? ¿Cuántos obispos chinos de la Iglesia oficial no han traicionado a sus hermanos de la Iglesia clandestina? Lo que ocurre ahora no parece una excepción, sino una constante histórica. Pero donde ha existido dejadez, también ha brillado con magnificencia la voz de algunos prelados que han nadado contra corriente. Es en ellos en quienes debemos apoyarnos. El silencio de un sector de la jerarquía es grave, pero peor es intentar cambiar la doctrina. Ahí es donde se librará el próximo y decisivo combate.

¿Cuál prevé que puede ser la tendencia en un futuro, en cuanto a endurecimiento de leyes contra lo que ellos llaman homofobia?

La lógica de seducción del diablo es bastante sencilla de descubrir. Primero se nos propone el mal como mal menor, que no queda más remedio que tolerar porque existe. Luego se apela a la libertad para afirmar que nadie impone nada a nadie y que hay que dejar que la gente escoja libremente entre unas actitudes u otras, pues lo que prima es la libertad. Esta es la fase que ya está concluyendo. Por último, el mal que se ha presentado como optativo, se acaba imponiendo como obligatorio. En esta frase será en la que entraremos pronto o ya estamos entrando. De ahí que se quiera “imponer” la educación LGBT en las escuelas.

En éste y en otros muchos temas (aborto, eutanasia, memoria, histórica…), ¿se puede decir que hay una imposición del pensamiento único? 

En general no se entiende bien lo que es el pensamiento único. El llamado pensamiento único es en realidad una dispersión de ideas entre las que no se puede establecer relación, ni jerarquía, ni principios lógicos de proporcionalidad o analogía. Ojalá hubiera un pensamiento único. Al menos permitiría que la gente se habituara a usar la lógica y pensar. Simplemente tendría que darse cuenta de que los principios son erróneos y buscar principios verdaderos en los que aplicar la razón. No, el “pensamiento único” es simplemente una forma de hablar que nos impide alcanzar la profundidad. Estamos en la época del No-pensamiento por dispersión. Como bien determinó Orwell hablando de la neolengua, la gente puede afirmar una cosa y su contraria. Esto no es pensamiento único, esto es la negación del pensamiento. Por desgracia mucha gente bien intencionada y que quiere remedar la debacle social en la que vivimos, se niega a leer un libro, a pensar, a forjar su mente y voluntad. Eso sí, nos hemos especializado en criticar y escandalizarnos. No necesitamos aspavientos protestones. Necesitamos reconstruir el pensamiento sin caer en las múltiples trampas en las que caemos, como por ejemplo usar un lenguaje que no es el nuestro o acudir a campos de batalla que no hemos decidido. El día que la intelectualidad resistente sea seria y la gente llamada “bien-pensante” deje de vivir su autismo burgués, entonces empezarán a cambiar las tornas. Quien no lleva la iniciativa en un combate, ya lo ha perdido.

¿Quién determina e impone que es lo políticamente correcto? 

Hay grandes laboratorios mundiales de ideas desde universidades como las de Berkeley hasta institutos como los que elaboran los paneles para “demostrar” el cambio climático. Encontramos lobbies infiltrados en los organismos de la ONU; cientos de medios de comunicación dirigidos por unas pocas y gigantescas corporaciones. Se podría elaborar un inmenso organigrama de cómo y cuáles son los agentes de creación de la corrección política, pero me parece secundario. Lo importante, y vuelvo a insistir, es si somos capaces de generar anticuerpos que rechacen esto, que es más que un adoctrinamiento; es un auténtico ensayo de ingeniería social para arrebatar masivamente la libertad a millones de hombres y mujeres, que habitan paradójicamente en los países llamados democráticos…

¿Cómo debemos combatir los vicios de la sociedad cuando sean amparados legalmente y esté prohibido criticarlos? 

Sólo hay dos formas. Hay que impedir que penetren en nuestras vidas como hábitos y en nuestras mentes como algo ya “normal”. Y luego hay que combatirlos desde la política. Desde que alguien inventó la democracia cristiana, murió la política católica. No hay términos medios. Algunos piensan -y en algo tienen razón- que las escuelas y la educación, o las familias, son ámbitos fundamentales. Pero en última instancia, el poder político actualmente tiene capacidad de imponer sus criterios en escuelas y familias. Conozco muchísima gente que rehuye del combate político y se quiere refugiarse en su familia, en su movimiento religioso y buscar una escuela de confianza. Pero estas trincheras acabarán cayendo si la cultura y el marco legislativo lo detentan ciertos poderes políticos.

¿Quiere añadir algo más? 

Al hilo de la última pregunta, sólo advertir que hay muchos ingenuos que piensan que votando a un partido conservador cada cuatro años ya están poniendo su granito de arena para frenar la debacle. Les invito a pensar si, en realidad, con esa postura, lo único que están haciendo es permitir que no se pueda frenar la debacle. Los partidos conservadores defienden en sus programas aquello que defendía la izquierda hace veinte o treinta años. Los votantes no cambian a los partidos. Son los partidos los que cambian a los votantes. Hasta que no hayamos interiorizado esto y seamos consecuentes, entonces que los “bien-pensantes” no se quejen. Posiblemente hayan sido los cooperadores necesarios para llegar hasta donde hemos llegado.

Javier Navascués

domingo, 13 de agosto de 2017

La reforma de la reforma de la reforma





No me propongo analizar exhaustivamente la reciente decisión de restringir el uso del “Modo extraordinario del Rito Romano” para los franciscanos de la Inmaculada ni entrar en los entresijos eclesiásticos que han dado origen a tal medida. Pretendo señalar someramente las posibles líneas de fuerza a través de las cuales se puede abordar el presumible inicio de la revisión de medidas adoptadas en el pontificado anterior, desde el que plantear el debate.


(1) El fracaso del pontificado de Benedicto XVI

La primera posibilidad que se nos presenta, y es la que algunos medios están abordando, es la de contraponer la medida de la que hablamos con el Motu Proprio “Summorum Pontificum” del Papa "emérito". 

Quizás no es tan simple. Y no lo es porque la eficacia de una reforma, sea del signo que sea, se verifica en dos puntos: su capacidad de sedimentarse en la Iglesia en el tiempo y su independencia operativa de la iniciativa de la autoridad que la ha propiciado. 

Lo más probable es que tal “reforma de la reforma” no haya existido mas que como desideratum de algunas personas, de más o menos buena voluntad, que creían, de manera indistinta, en esa influencia centrípeta de la persona del Romano Pontífice y de sus decisiones en el resto de la Iglesia, como sucedía en pontificados anteriores. 

Más allá de esto, la “reforma de la reforma” comenzó por un motu proprio que convertía la Misa tradicional en un “derecho de los fieles”, sustrayéndolo al “munus santificandi” eclesial que establece la liturgia como una obligación episcopal en virtud de su propio ministerio

Desde el primer momento, no se hizo uso de la capacidad del Papa para establecer que sean los obispos los primeros que han de asegurar dicho rito: 
Se “liberó” la Misa para los sacerdotes que así lo deseasen y marcaba los acentos en los “derechos de los fieles”. Otra instrucción aminoraba el papel de los sacerdotes y convertía la “liturgia extraordinaria” en un arbitrio de grupos de seglares. Tras la inserción de la Comisión Ecclesia Dei en la Doctrina de la Fe, su influencia real sobre los grupos que solicitaban la Misa tradicional quedó completamente diluida. 
Que el obispo tenga una capacidad de decisión sobre lo que en su diócesis sucede en materia litúrgica no sólo es obvio desde el punto de vista teológico, sino que es imposible lo contrario desde el punto de vista pragmático. ¿Cómo desarrollar una reforma en contra de la mayor parte de los obispos? Es una reforma sin fundamento. No es posible reforma alguna, por mucho que sea animada desde la Santa Sede, sin la fuerza necesaria en el conjunto de la Iglesia para desarrollarla. 

En la “liberación” de la Misa tradicional todo eso –consciente o inconscientemente- se omitió, acompañado de un retraimiento de Benedicto XVI debido a problemas que comenzaban a suscitar en la curia las reacciones ocasionadas por el levantamiento de las excomuniones de los obispos lefebvrianos así como las reacciones de Williamson. La salida de monseñor Ranjith, y el espectáculo de la jubilación impuesta sin luz ni taquígrafos al cardenal Castrillón, así como el ascenso de Bertone serían los epifenómenos más claros de esta situación.

(2) ¿Y la dignificación del modo ordinario? 

Cruces, candelabros, casullas, encajes, mitras, capas pluviales. Algo que no ha provocado en absoluto una aparición de una conciencia de necesidad de abordar legislativamente el caos eclesial en materia litúrgica y que, conscientemente -creo yo- se presentó como una posible recomendación, en todo caso, pero finalmente aparecía como un arbitrio subjetivo del Romano Pontífice, teniendo una influencia nula o casi nula en el resto de la Iglesia. O a lo sumo, en los que gustan de fijarse en tales detalles, atentos a las celebraciones pontificas televisadas. Un ejemplo que sólo se podía ver en las celebraciones papales o, a lo sumo, en la catedral de cada diócesis. Y desde ahí su “ejemplo” no provocaba problemas en quienes atribuían tales comportamientos a precisiones del propio pontífice en “sus” misas, pero que no tenían relevancia normativa alguna ni siquiera para la interpretación de la institutio generalis missalis romani. De ahí que hasta extrañe que su “reforma de la reforma” (presunta) se acabase el día de su renuncia.

(3) La propia actitud del Papa Francisco

A la renuncia de Benedicto XVI, nos encontramos con un colegio cardenalicio mucho más escorado a la izquierda que el que había dejado Benedicto XVI, con incomprensibles nombramientos en congregaciones romanas, hechos por un Papa que ya hacía tiempo había renunciado a cualquier veleidad restauracionista, si es que ésta comenzó alguna vez. 

La elección de Francisco es la prueba más palmaria de esto. Pero en lo que nos debemos de fijar con más atención es en que Francisco no es mas que el reflejo de la propia Iglesia. Más concretamente; lo que hace Francisco es exactamente lo mismo que se viene haciendo ininterrumpidamente en el 95 % de las diócesis del mundo. Él sí que tiene fuerza moral y apoyo en el episcopado y en el clero para sus presuntas reformas y “cambios de dirección”. 

Es el momento en el que la “Iglesia real” se encarna en su cabeza visible; hasta el momento, la Santa Sede empleaba la dialéctica del documento analgésico para “conservadores” de distinto pelaje, mientras que la permisión de las actitudes eclesiásticas concretas en todos los órdenes y en la dirección en la que ahora nos encontramos se venía permitiendoUna manera de tener a ciertos “sectores” tranquilos, cuya tranquilidad estaba asegurada por su desconexión de la realidad de la Iglesia. Éste es el momento en el que ya no hace falta. 

Pero esto no es cosa de ahora, es un proceso unidireccional con mucho recorrido hecho. Los neoconservadores han servido de “catarsis” para quienes, aunque veían muchas situaciones extrañas, precisaban de alguien que les explicase que la “estrategia general” estaba salvaguardada por la persona del Papa. De ahí la necesidad de esa doble dialéctica de la que hablaba.

(4) Los medios “conservadores” 

El punto al que hemos llegado es que la única posición homologable como “eclesial” y “ortodoxa” es la “defensa de la persona del Papa”. Esa defensa, cuya historia reciente es muy rica en situaciones, se basa en la idea de que, por desastroso que pueda parecer todo lo que sucede en la vida de la Iglesia, el Papa sabe corregir todas las situaciones, aunque no veamos que lo haga. Es el “acto de fe” sobre otro “acto de fe”. El signo de que tal actuación es correcta es que el Papa sea atacado por “progresistas”. Eso es, al final, lo que legitima todos los actos de un Pontífice. 

Como se suele decir, pensar es “pensar contra alguien”, y aquí también se cumple el adagio. De algún modo, es el modo de contrapesar una actuación pontificia que pueda desconcertar a un importante sector de católicos. Pablo VI desmantelaba la liturgia tradicional, los seminarios, y la educación católica, pero era atacado por los progresistas por la “Humanae Vitae” y la “Mysterum fidei”. Ese hecho determinaba que el Papa estaba en el buen caminoSe pueden poner muchos más ejemplos con Juan Pablo II.

Pero este no es el plano del debate. El debate es más bien demográfico. La linea marcada desde la finalización del Concilio Vaticano II tenía una importante resistencia en la demografía. A fin de cuentas la mayor parte de clérigos y fieles se encontraban “paradigmáticamente” en otra cosa muy distinta a la que el Concilio planteaba

En ese sentido, la comparación con una bomba de tiempo es pertinente. Al llegar a los cincuenta años del Concilio, la última generación que conoció en su infancia el pre-concilio se encuentra más allá de los setenta años. Así, esa resistencia es ya nula, y es ahora cuando estamos en disposición de ver los “frutos reales” del Concilio

En este sentido, Francisco es un producto de la “estructura” y del “proceso”. Un proceso o un “nuevo paradigma” que desplaza al anterior, y en el que se encuentra plenitud de sentido a que no se entienda que en una congregación prime el “Usus antiquor” sobre el “novus ordo”. Si la remisión del problema sigue siendo la Santa Sede o la letra del documento correspondiente es que aún no se ha entendido el proceso de cambio paradigmático en el que estamos, y que no admite reducciones “inter-paradigmáticas”.

Por eso los “medios conservadores” se instalan en una situación paradójica
Por una parte, se van a tener que ir viendo en la necesidad de justificar lo indefendible a través de una gratificante negación de la realidad. Pero, al mismo tiempo, van a considerar que cuanto más delirante sea la negación de la realidad que realicen, más valoración van a encontrar en la autoridad eclesiástica correspondiente, demostrando que su adhesión es neutral, abstracta, a-teológica, a-doctrinal, visceral, inalterable. Y cuantos menos “conservadores” haya que tranquilizar de líneas de actuación que provocan perplejidad, más irán deviniendo en una suerte de delirante neo-progresismo, cuya evolución habrá que seguir.
¿Y los demás? Convertidos en analistas más o menos diletantes de una situación cada vez más solidificada y opaca.

El cura loco español

Muchos puntos negativos (Michael Voris; The Vortex)

Duración 5:18 minutos

sábado, 12 de agosto de 2017

Review: Praise for THE POLITICAL POPE: A Book Worth Supporting


La reseña del libro "The political Pope" (de George Neumayr) se encuentra aquí en su idioma original, el inglés. No obstante lo dicho en la entrada análoga lo cierto es que la traducción al español en dicha entrada deja bastante que desear, por más que se pueda entender más o menos bien, ya que se ha hecho uso del traductor de Google. Lo ideal es ir al original inglés. Aun cuando indico la fuente, dicho original lo he copiado también aquí por si es más rápida su lectura. Desde luego, quien posea conocimientos de Inglés tiene una gran ventaja. Tal vez sea cuestión de aprender.

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A Guest Book Review
By Matt P. Gaspers*
The Political Pope: How Pope Francis Is Delighting the Liberal Left and Abandoning Conservatives
George Neumayr
Hachette Book Group
220 pages
$18.36 Hardcover; $9.95 Paperback
In early May of this year, I was browsing the headlines at OnePeterFive and came across one that peaked my interest: “An Interview with George Neumayr, Author of The Political Pope” by Dr. Maike Hickson. After I began reading the interview, it didn’t take long for me to conclude that I needed to read Mr. Neumayr’s book. One statement of his, in particular, which appears about a third of the way down, caught my attention: “Pope Francis is the worst teacher of the Faith in the history of the Catholic Church. One could not trust him to teach an elementary school religion class.” Immediately I had come to mind a strikingly similar observation made by John Vennari, the beloved late editor of Catholic Family News, just a few months into Francis’ pontificate:
I’ve been following Pope Francis’ words and actions, and read the entire book On Heaven and Earth that he co-wrote with Rabbi Skorka.
He seems to have a good heart and some good Catholic instincts, but theologically he is a train wreck – remarkably sloppy.
Though this might shock some readers, I must say that I would never allow Pope Francis to teach religion to my children.[1]
One of the first things I did after receiving my copy of The Political Pope in the mail was review the chapter endnotes to see what kinds of sources were used to document the contents of the book. Upon investigating, I was pleasantly surprised to find several familiar and trusted names listed, including Catholic Family NewsThe Remnant, Christopher Ferrara’s Fatima Perspectives column, Tradition in ActionRorate CoeliLifeSiteNews, and OnePeterFive. While also drawing from a wide variety of secular sources for relevant information, Neumayr demonstrates a clear and unapologetic support for traditional Catholicism throughout his book, which is wonderful to see.

An Exposé of Pope Francis – In His Own Words

One of the most powerful aspects of The Political Pope is that a good amount of material throughout the book consists of direct quotes from Francis himself. In many ways, it is a compilation in one volume of Francis’ most scandalous and revealing statements, which tragically exist in abundance. For example, Neumayr begins with a thorough look at the people, ideas, and culture which most shaped Jorge Mario Bergoglio during his formative years. The opening chapter, called “The Pope They Have Been Waiting For”, includes a section examining Francis’ communist mentor, a woman named Esther Ballestrino de Careaga, for whom he worked at a laboratory in Buenos Aires. Neumayr quotes Francis’ pleasant memories of Ballestrino and describes his enduring association with her:
“She often read Communist Party texts to me and gave them to me to read. So I also got to know that very materialistic conception. I remember that she also gave me the statement of the American Communists in defense of the Rosenberg’s, who had been sentenced to death,” he has said. Learning about communism, he said, “through a courageous and honest person was helpful. I realized a few things, an aspect of the social, which I then found in the social doctrine of the Church.” After entering the priesthood, he took pride in helping her hide the family’s Marxist literature from the authorities who were investigating her. According to the author James Carroll, Bergoglio smuggled her communist books, including Marx’s Das Kapital, into a “Jesuit library.”[2]
Francis’ admiration for Communists like Ballestrino remains the same to this day, as evidenced by his profoundly offensive claim (quoted by Neumayr) that “if anything, it is the communists who think like Christians.”[3]

Who is Pope Francis?

This is perhaps the central theme or core thesis of the book: Jorge Mario Bergoglio “is a product of political leftism and theological Modernism,” as Neumayr summed up in his interview with Dr. Hickson. He is the quintessential liberal Jesuit, born and raised in socialist Argentina, who in his young adult years encountered and embraced the Marxist-inspired heresy known as “liberation theology.” Neumayr spends roughly the first four chapters developing his thesis, relating biographical information about Bergoglio’s “progressive” formation under Fr. Pedro Arrupe (the Jesuits’ Superior General from 1965-1983), his single term as Provincial Superior in Argentina (1973-1979), and his tenure as Auxiliary Bishop of Buenos Aires (1992-1998) and later Archbishop of the same (1998-2013). In each successive chapter, Neumayr explores a different facet of Francis’ pontificate in light of the above-mentioned thesis and presents copious supporting evidence.
Interestingly, Neumayr’s description of how the Church ended up with Pope Francis is reminiscent of John Vennari’s assessment as presented in The Permanent Instruction of the Alta Vendita: A Masonic Blueprint for the Subversion of the Catholic Church (published by TAN Books in 1999), more proof positive that Neumayr has done his homework. He opens Chapter Three (“The Left’s Long March to the Papacy”) of The Political Pope as follows:
The election of Jorge Bergoglio marked the culmination of the left’s long march through the Church. For decades, liberals, both inside and outside the Church, had labored for the elevation of a progressive pope who would incorporate the tenets of modern liberalism into Catholicism. That movement has been gathering strength since at least the advent of the modernist heresy in the Church, which Pope Pius X addressed in his 1907 encyclical Pascendi Dominici Gregis.
To read that encyclical today, one might think Pope Pius X was writing about the papacy of Francis. Pope Pius X warned that the modernists wish to fashion a faith “suited to the times in which we live,” based not on the immutable doctrines of Catholicism but on the subjectivism of “modern philosophy.” He foresaw a Church that would chase after elite fads, defer to the spurious claims of modern science, bow down to the secularism of the state, treat all religions as equal, cast Jesus Christ as a mere human political activist, reduce priests to social workers, and Protestantize its worship and doctrine.
Despite Pope Pius X’s efforts, modernism continued to spread in the Church throughout the twentieth century, bubbling up most visibly at Vatican II and its aftermath. … The liberalism of Francis’ pontificate can be traced to that modernist spirit.[4]
Granted, the errors mentioned above began well before Jorge Bergoglio was elected the 265th successor of St. Peter (they began in earnest during the reign of Pope John XXIII, 1958-1963), but it is equally true that Francis has taken those errors to unprecedented extremes.

The Marxist Pope

To understand Pope Francis and his radical pontificate, we must examine his words and deeds through the lens of his self-professed Marxism. As unbelievable as it is, the current occupant of the Chair of St. Peter is a firm adherent of liberation theology – that is, Communism with a Christian veneer – which was concocted by the Soviet KGB (secret police) and brought into Latin America by KGB agents as a means of subverting the Catholic Church.[5] During his four years as Supreme Pontiff, Francis has personally rehabilitated several previously censured liberation theologians, including Gustavo Gutierrez, Leonardo Boff,[6] and Miguel d’Escoto Brockmann. It is very reminiscent of how Pope John XXIII rehabilitated so many notorious Modernists just prior to Vatican II and invited them to participate as periti(theological experts) during the Council.[7] “According to Boff,” writes Neumayr, “Pope Francis will eventually rehabilitate all of the condemned liberation theologians from Latin America. Boff believes that Pope Francis is waiting until their old critic, Pope Benedict XVI, dies.”[8]
His championing of socialism and admiration for socialists extends into the secular sphere as well, thus making him “a darling of the global left” and “the ecclesiastical equivalent of Barack Obama,” says Neumayr.[9] Whether it be his lobbying for the dubious “science” of climate change, his support of the United Nations’ radical environmentalism (i.e. population control via abortion and contraception), or his honoring of Alinskyite politicians such as Bernie Sanders with invitations to speak at the Vatican, Francis has proven himself a staunch ally of liberals the world over. And specifically in regard to the United States, Francis fosters what Neumayr calls “The Unholy Alliance” (Chapter Five of The Political Pope) between the Catholic left and the Democratic left. Prime examples of this alliance include such “Catholic” Democrats as former vice president Joe Biden, former House speaker Nancy Pelosi, and Senator Tim Kaine (Hillary Clinton’s running mate) – all notorious for their full support of abortion, contraception, homosexual “marriage,” etc. – who have nothing but praise for Pope Francis, a fellow socialist.
It is quite providential that Neumayr’s book has been published during this Fatima Centennial Year – in the month of May, no less – since it demonstrates so thoroughly that the “errors of Russia” about which Our Lady of Fatima came to warn us have indeed infected the Church at the highest levels.[10]

No Tolerance for Tradition111

One of the hallmarks of Francis’ pontificate continues to be his overt disdain for Sacred Tradition. It was evident, literally, from the first moments of his papacy when he was presented to the Church and the world on the central loggia of St. Peter’s Basilica. On that most solemn occasion, he declined to wear the traditional papal vestments (red mozzetta and stole)[11] and requested “the prayer of the people asking the blessing for their Bishop” from those gathered in St. Peter’s Square.[12] Only after a moment of silence for this “blessing from the people” did he then impart his Apostolic Blessing as Supreme Pontiff.
This was only the beginning, the proverbial tip of the iceberg, as Neumayr chronicles throughout his book. Pope Francis has publicly ridiculed, scolded, and otherwise defamed devout Catholics (clergy and laity) on multiple occasions simply for their sincere fidelity to the traditional liturgy, doctrine, and discipline of Holy Mother Church. He has referred to traditional Catholics as “rigid,” “pharisaical,” “hardheaded,” and even “heretical” for refusing to accept his heterodox version of the Faith. In his inaugural Apostolic Exhortation Evangelii Gaudium (On the Proclamation of the Gospel in Today’s World), Francis critiqued traditionalists in a very condescending and denigrating manner, as noted by Neumayr:
He has accused traditional Catholics of “self-absorbed promethean neopelagianism,” without bothering to clarify the insult. Oozing contempt for traditionalist Catholics, he said they consider themselves “superior to others because they observe certain rules or remain intransigently faithful to a particular Catholic style from the past” and that their “supposed soundness of doctrine or discipline leads instead to a narcissistic and authoritarian elitism, whereby instead of evangelizing, one analyzes and classifies others, and instead of opening the door to grace, one exhausts his or her energies in inspecting and verifying.”[13]
Unfortunately, Francis’ fierce opposition to Tradition and those Catholics faithful to it does not end with mere words. As Neumayr observes, “One of Pope Francis’ first moves was to harass a growing traditionalist order in Italy called the Franciscan Friars of the Immaculate, which had enthusiastically embraced Summorum Pontificum, Pope Benedict XVI’s order authorizing wider use of the traditional Latin Mass.”[14] Neumayr goes on to quote from the decree issued by the Congregation for Institutes of Consecrated Life and Societies of Apostolic Life (colloquially known as the Congregation for Religious) concerning the Franciscan Friars of the Immaculate (Protocol 52741/2012, dated 11 July 2013):
“…the Holy Father Francis has directed that every religious of the congregation of the Franciscan Friars of the Immaculate is required to celebrate the liturgy according to the ordinary [i.e. Novus Ordo] rite and that, if the occasion should arise, the use of the extraordinary form (Vetus Ordo) must be explicitly authorized by the competent authorities, for every religious and/or community that makes the request.”[15]
This sort of treatment of traditional Catholics has apparently been par for the course throughout his clerical tenure. As Archbishop of Buenos Aires, Neumayr explains:
The only group of Catholics whom Archbishop Bergoglio treated severely were conservative Catholics, whose interest in the traditional Latin Mass he blocked. “He has persecuted every single priest who made an effort to wear a cassock, preach with firmness, or that was simply interested in Summorum Pontificum,” Argentine journalist Marcelo González has written. Bergoglio referred to conservative religious orders as “restorationist factions” and decried their “rigid religiosity.”[16]

Cheerleader for the Church’s Historic Enemies

While Pope Francis is unjustly harsh with members of his own flock, he is inexplicably supportive of the Church’s most notorious enemies. Neumayr spotlights Francis’ incessant call for Europeans to allow a virtually unlimited number of Muslim “refugees” into their respective countries, thus referring to Francis as “The Open-Borders Pope” (Chapter Seven). He observes:
In stark contrast to his predecessors, Pope Francis has shown no interest in reviving a historically Christian Europe against a potentially Eurabian future. Pope Francis subscribes to the left’s suicidally softheaded explanation for the rise of Islamic terrorism in Europe. He blames it not on Islamic radical ideology but on the West’s unwillingness to “integrate” Muslims and open its borders to them.[17]
In conjunction with his dangerous call for open borders, Francis shamelessly defends Islam against reasonable criticism and promotes the false notion that it is a “religion of peace.” For example, he wrote thus in Evangelii Gaudium(portion quoted by Neumayr in bold):
“We Christians should embrace with affection and respect Muslim immigrants to our [traditionally Christian] countries in the same way that we hope and ask to be received and respected in countries of Islamic tradition. I ask and I humbly entreat those countries to grant Christians freedom to worship and to practice their faith, in light of the freedom which followers of Islam enjoy in Western countries! Faced with disconcerting episodes of violent fundamentalism, our respect for true followers of Islam should lead us to avoid hateful generalizations, for authentic Islam and the proper reading of the Koran are opposed to every form of violence.[18]
I am reminded of Christopher Ferrara’s intrepid questions in response to this passage: “By what authority does Francis declare who are the ‘true followers of Islam’ and what constitutes ‘authentic Islam and the proper reading of the Koran’? Is this the Vicar of Christ or the Vicar of Mohammad speaking?”[19]
Neumayr’s refreshingly accurate treatment of Islam throughout The Political Pope also brings to mind the magnificent declaration With Burning Concern: We Accuse Pope Francis penned by Michael Matt, Christopher Ferrara, and John Vennari (issued jointly by The Remnant and Catholic Family News in Sept. 2016). Addressing the Pope directly, the esteemed authors of With Burning Concern confront Francis on a whole host of subjects, including what they correctly identify as his “Absurd Whitewash of Islam.”[20]
Pope Francis displays equal enthusiasm and spreads similar disinformation about the heresiarch Martin Luther, as evidenced by his trip last October to Lund, Sweden to commemorate the 500th anniversary of the Protestant revolt. Neumayr discusses this most regrettable episode, as well as the virtual “canonization” (or at least exoneration) of Luther by Pope Francis, which occurred in the Vatican a couple of weeks prior to the Lund trip:
Pope Francis goes out of his way to prop up the Church’s historic opponents. Who could have imagined any other pope than this one celebrating the 500th anniversary of the Protestant Reformation? In October 2016, Pope Francis traveled to Sweden to participate in a Catholic-Lutheran service that commemorated the beginning of Martin Luther’s revolt against Catholicism. According to L’Osservatore Romano, the idea for the joint commemoration came from Pope Francis, not from the Lutherans. …
In anticipation of the trip, Pope Francis praised Luther, describing him as a “reformer.” He didn’t mention Luther’s sweeping rejection of Catholic doctrine and sacraments, reserving his criticism not for Luther but for the Church. “I believe the intentions of Martin Luther were not wrong,” he said. …
… On October 13, 2016, in an event that played out almost like an Onion parody at the Vatican, a group of Lutherans presented a smiling Pope Francis with a copy of Martin Luther’s “95 Theses” against the Church.
At that event, a young Catholic girl asked the pope, “My friends do not go to Church, but they are my friends. Do I have to help them to go to Church or is it enough that they simply remain good friends?” Don’t bother, the pope replied: “It is not licit that you convince them of your faith; proselytism is the strongest poison against the ecumenical path.”[21]
So said the pope who devoted over 200 pages (Evangelii Gaudium) to discussing the urgent need for evangelization! What is “evangelization” if not an effort to convince others of our Faith – the one true Faith – and their need to embrace it for salvation?

What Must Be Done?

To conclude his groundbreaking work, Neumayr poses a most pressing question: “Will Paul Correct Peter?” (Chapter Twelve). As he explains, he is referring to the famous episode at Antioch when St. Paul “withstood [St. Peter] to the face, because he was to be blamed” for giving a bad example (see Gal. 2:11-14). Neumayr goes on to quote from Aquinas’ Summa on the importance of fraternal correction and exhorts his readers about the need to resist Francis, citing Bellarmine:
“Just as it is lawful to resist the pope that attacks the body,” argued St. Robert Bellarmine, the celebrated sixteenth-century Jesuit, “it is also lawful to resist the one who attacks souls or who disturbs civil order, or, above all, who attempts to destroy the Church. I say that it is lawful to resist him by not doing what he orders and preventing his will from being executed.”[22]
Neumayr also discusses examples of the recent “historic pushback,” as John Vennari called it, such as the theological critique of Amoris Laetitia by an international group of 45 scholars and the famous dubia submitted to Pope Francis by Cardinals Burke, Brandmüller, Meisner, and Caffarra.

Read the Book, Spread the Word

This review has truly just scratched the surface of the contents of George Neumayr’s book. I strongly encourage readers to support his laudable work by purchasing a copy of The Political Pope, reading it in full, and then spreading the truth of its contents far and wide. As Neumayr ultimately concludes, our solemn duty as Catholics during this time of unprecedented crisis is to “defend the faith from a pope who aligns with her enemies.”[23] May we all “contend earnestly for the faith once delivered to the saints” (Jude 3) and persevere in that Faith unto the end.
And may we remember to pray much for the Holy Father, as Our Lady of Fatima and the three little shepherds taught us.

* Originally published at Catholic Family News. 
NOTES:
[1] John Vennari, “Blessed Pius IX, a Model in Our Struggle,” blog posted dated June 13, 2013 (http://www.cfnews.org/page88/files/3b2770bc5b3d323b6bb4e64cc38a8521-114.html)
[2] George Neumayr, The Political Pope: How Pope Francis is Delighting the Liberal Left and Abandoning Conservatives(New York: Center Street, 2017), p. 8
[3] Ibid., p. 153; see also Steve Skojec, “Pope: ‘It is the Communists Who Think Like Christians,’” OnePeterFive online article posted Nov. 11, 2016 (https://onepeterfive.com/pope-communists-think-like-christians/).
[4] Neumayr, The Political Pope, p. 41-42
[5] Neumayr cites Ion Mihai Pacepa, former head of intelligence for communist Romania, who defected to the United States in 1978 (see The Political Pope, p. 2-3). Pacepa offers a detailed account of the Soviet origins of liberation theology in his book Disinformation: Former Spy Chief Reveals Secret Strategies for Undermining Freedom, Attacking Religion, and Promoting Terrorism (Washington, DC: WND Books, Inc., 2013), p. 106-110.
[6] Neumayr cites an article by John Vennari (“Pastoral Discernment and Dead Members ‘Alive’”) as his source for a quote from Boff (see The Political Pope, p. 16, note 11).
[7] See Roberto de Mattei, The Second Vatican Council: An Unwritten Story (Fitzwilliam: Loreto Publications, English Ed. 2012), p. 188-192
[8] Neumayr, The Political Pope, p. 5
[9] Ibid., p. 11
[10] See Maike Hickson, “Have the ‘Errors of Russia’ Now Infected Rome?” OnePeterFive online article posted Dec. 13, 2016 (https://onepeterfive.com/errors-russia-now-infected-rome/); Jan Bentz, “Bishop Schneider likens treatment of four Cardinals to Soviet regime: ‘We live in a climate of threats,’” LifeSiteNews online article posted Dec. 6, 2016 (https://www.lifesitenews.com/news/bishop-schneider-compares-treatment-of-four-cardinals-to-soviet-regime)
[11] He wore the traditional gold-embroidered red stole only while imparting his first papal blessing, then immediately removed it.
[12] First Greeting and Apostolic Blessing (Urbi et Orbi) of Pope Francis given Mar. 13, 2013 (http://w2.vatican.va/content/francesco/en/speeches/2013/march/documents/papa-francesco_20130313_benedizione-urbi-et-orbi.html)
[13] Neumayr, The Political Pope, p. 164; see Evangelii Gaudium, n. 94 (http://w2.vatican.va/content/francesco/en/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html)
[14] Ibid., p. 190
[15] Ibid.; see Sandro Magister, “For the First Time, Francis Contradicts Benedict,” Chiesa online article posted July 29, 2013 (http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1350567bdc4.html?eng=y&refresh_ce)
[16] Neumayr, The Political Pope, p. 73
[17] Ibid., p. 126
[18] Ibid., p. 147-148; Evangelii Gaudium, n. 253
[19] Christopher A. Ferrara, “Vicar of Christ or Vicar of Mohammad?” article published in Sept. 2016 issue of Catholic Family News
[20] See With Burning Concern: We Accuse Pope Francis, Part II (http://www.cfnews.org/page88/files/1acc7a02ab4cff28e85a9d0ac970f643-634.html)
[21] Neumayr, The Political Pope, p. 155-156
[22] Ibid., p. 219
[23] Ibid., p. 221